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Norteamérica

On-line version ISSN 2448-7228Print version ISSN 1870-3550

Norteamérica vol.16 n.1 Ciudad de México Jan./Jun. 2021  Epub Oct 25, 2021

https://doi.org/10.22201/cisan.24487228e.2021.1.491 

Análisis de actualidad

La transición de Trump a Biden: implicaciones para la relación México-Estados Unidos. Un análisis desde un enfoque nacional y subnacional

The Transition from Trump to Biden: Implications for Mexico-U.S. Relations. An Analysis with a National and Sub-national Approach

Roberto Zepeda Martínez* 

* Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), <rzepeda@unam.mx>.


Resumen

El ascenso del demócrata Joseph Biden a la presidencia de Estados Unidos en 2021 representa el inicio de una nueva era con múltiples implicaciones que es pertinente estudiar. Este artículo examina los cambios en el enfoque de política doméstica y exterior de Estados Unidos en la transición de Trump a Biden. Asimismo, se analizan las perspectivas de la relación de Estados Unidos con México, desde un plano nacional y subnacional, en la era de Biden. El argumento principal es que la administración de Joe Biden marca cambios notables respecto a la administración de Trump; entre los más evidentes se encuentra la estrategia del gobierno federal para hacer frente a los efectos de la pandemia de Covid-19, y se percibe un giro notable en temas de política exterior como migración, medio ambiente y seguridad, lo cual traerá mayores ventajas que desventajas a México.

Palabras clave: Estados Unidos; desempeño económico; empleo; comercio internacional; Joe Biden; relación México-Estados Unidos; estados subnacionales

Abstract

Democrat Joseph Biden’s taking office in 2021 represents a new era with multiple implications that should be analyzed. This article examines the changes in the approach to U.S. domestic and foreign policy in the transition from Trump to Biden. The author also analyzes the prospects for U.S.-Mexico relations both on the national and sub-national levels in the Biden era. His main argument is that Joe Biden’s administration marks a noteworthy change from Trump’s. Among the notable changes are the federal government’s strategy for dealing with the effects of the covid-19 pandemic, as well as a perceptible turn on foreign policy issues such as migration, the environment, and security, all of which will create more advantages than disadvantages for Mexico.

Keywords: United States; economic performance; employment; international trade; Joe Biden; Mexico-U.S. relations; sub-national states

INTRODUCCIÓN

Hacia principios de 2020, el mundo se vio sorprendido por la expansión de la pandemia de Covid-19 y rápidamente los países tomaron diversas medidas para hacer frente a este flagelo. Estados Unidos ha sido el país más afectado no sólo en el rubro de salud, sino también en el ámbito económico; el número de contagiados y de muertes en ese país ha sido el mayor a nivel global. A finales de 2020, alrededor del 20 por ciento del total de decesos por este flagelo se concentraban en Estados Unidos, así como el 25 por ciento de los contagiados en el mundo. En gran medida, este contexto dificultó las posibilidades del entonces presidente Donald Trump de reelegirse, y facilitó el camino a la presidencia al demócrata Joe Biden. Recientemente, este último ha aplicado una serie de medidas y políticas de gran calado que sugieren el inicio de una nueva era en la historia reciente del país.

Tomando en cuenta lo anterior, este artículo tiene tres propósitos. En primer lugar, se analiza el contexto económico y político de Estados Unidos previo a las elecciones presidenciales de 2020, en las cuales fue electo el candidato demócrata Joe Biden, contexto caracterizado por el brote y expansión de la pandemia de Covid-19 y sus efectos perniciosos no sólo en el número de contagios y decesos; en este sentido, se observan indicadores como el desempeño económico y el desempleo, y se da énfasis al análisis regional y subnacional. En segundo lugar, el objetivo es analizar las políticas promovidas por el presidente Biden en sus primeros días de gobierno, principalmente en sus acciones ejecutivas, y advertir el perfil de su programa de gobierno en el ámbito interno e internacional. Las políticas y acciones de Biden se desmarcan claramente de la administración de Trump respecto a la estrategia sanitaria para hacer frente al Covid-19. En cuanto al rol de Estados Unidos en el ámbito internacional, se marca un regreso al multilateralismo, la cooperación internacional y la globalización económica. En tercer lugar, se examinan las perspectivas de la relación de México con Estados Unidos en la era de Biden, tanto desde una perspectiva nacional como subnacional. Se identifican algunas entidades subnacionales que destacan en la relación comercial, poniendo énfasis en la región fronteriza y algunas áreas de oportunidad para México. Las principales interrogantes que encauzan este artículo son las siguientes: ¿qué factores llevaron a la victoria electoral de Joe Biden en las elecciones presidenciales de 2020? ¿Cuáles son los cambios más importantes en política doméstica y exterior de la administración de Biden? ¿Representa su elección una nueva era en la política interna y externa de Estados Unidos? ¿Qué implicaciones tiene el ascenso de Joe Biden para la relación México-Estados Unidos?

El argumento principal es que la administración de Joe Biden marca un cambio notable respecto a la administración de Trump tanto en asuntos internos como externos.

Entre los primeros, se encuentran la estrategia del gobierno federal para hacer frente a los efectos de la pandemia de Covid-19, mientras que en temas de política exterior, destacan la migración, el medio ambiente y algunos asuntos de seguridad, en los que se percibe un giro notable. La estrategia metodológica recurre a enfoques propios de la ciencia política y las relaciones internacionales, que son útiles para responder las interrogantes desde una perspectiva académica. Asimismo, se recurre a un análisis histórico coyuntural para observar periodos similares en la historia reciente de Estados Unidos, y así dimensionar la relevancia del ascenso de Biden a la presidencia.

FACTORES ECONÓMICOS Y POLÍTICOS QUE INCIDIERON EN LA VICTORIA DE BIDEN

Los impactos económicos en Estados Unidos derivados de la pandemia generaron una caída del producto interno bruto (PIB) como no se veía en varias décadas, lo cual tuvo repercusiones negativas en el empleo. Como podemos ver en la gráfica 1, la caída del PIB en el segundo semestre de 2020 (un -31.4 por ciento) no se presentaba desde la década de 1930. Asimismo, en los últimos meses del 2020, el número de decesos derivados del Covid-19 representaron el 20 por ciento del total a nivel mundial, y el número de contagios llegó a ser el 25 por ciento de todos los contagios en el mundo (Worldometer, 2021). Este entorno sanitario y económico fue desfavorable para el entonces presidente Donald Trump en su campaña política por la reelección presidencial. La pandemia ha llevado a que los gobiernos tomen medidas como el distancia- miento social, el autoaislamiento y las restricciones de viaje para evitar el aumento de contagios y decesos. Esto ha provocado una contracción económica y una reducción de la fuerza laboral prácticamente en todos los sectores económicos y se han perdido muchos puestos de trabajo. Las escuelas han cerrado, y la demanda de productos básicos y manufacturados ha disminuido; por el contrario, la demanda de suministros médicos ha aumentado considerablemente (Nicola et al., 2020).

Fuente: U.S. Bureau of Economic Analysis (2021).

Gráfica 1 TASA DE CRECIMIENTO ECONÓMICO DEL PIB EN ESTADOS UNIDOS, 2017-2021, POR TRIMESTRE 

Un reporte reciente del Servicio de Investigación del Congreso (Congressional Research Service) de Estados Unidos ofrece un panorama general de los costos económicos en el mundo generados por el Covid-19 y de la respuesta de los gobiernos y las instituciones internacionales para hacer frente a sus efectos. Se advierte que la pandemia ha afectado negativamente al crecimiento económico mundial más allá de lo experimentado en casi un siglo (Jackson et al., 2020). Incluso, de acuerdo con estimaciones de organismos internacionales, el coronavirus propició una reducción del crecimiento económico global de un -3.5 por ciento en 2020, mientras que en 2021 se espera una recuperación con una tasa de crecimiento económico de alrededor del 6.0 por ciento (FMI, 2021b).

De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), las perspectivas económicas son poco alentadoras. En el caso de las economías avanzadas, tras la contracción de 2020 y la recuperación de 2021, el nivel del PIB en 2021 estaría apenas un 0.6 por ciento por encima del de 2019. Las proyecciones de crecimiento implican tendencias negativas del PIB y elevadas tasas de desempleo en 2020 y 2021, tanto en las economías avanzadas como en las de mercados emergentes. El impacto adverso en los hogares de bajos ingresos es particularmente agudo, lo que pone en peligro los progresos realizados en la reducción de la pobreza extrema en el mundo desde el decenio de 1990 (FMI, 2021a). Según las proyecciones de este organismo, la fortaleza de la recuperación varía notablemente entre países, dependiendo del acceso a intervenciones médicas, la eficacia del apoyo de las políticas, la exposición a repercusiones económicas transfronterizas y las características estructurales de cada economía al inicio de la crisis. Se estima que, si la pandemia se expande por un periodo de dos años, al igual que sucedió con la gripe mundial de 1918-1919, podría costar alrededor de cuatro mil millones de dólares, estimado en un 5 por ciento del PIB mundial (Fernandes, 2020), cifra que equivale al PIB de Alemania.

En 2020, se registró una caída del PIB del 3.5 por ciento en Estados Unidos, mientras que, en el caso de Canadá, se presentó un declive del 5.3 por ciento. En México, el declive económico fue del 8.5 por ciento en ese año. En la mayoría de los países, la recuperación prevista para 2021 es menor a la contracción de 2020; por tanto, la recuperación será de varios años. Se advierte que para 2021, Estados Unidos se haya recuperado con un crecimiento del PIB anual del 6.4 por ciento, Canadá y México estarían creciendo al 5.0 por ciento (FMI, 2021b). En suma, se puede advertir que en algunos países la recuperación económica llevará al menos un par de años llegar al nivel previo a la pandemia, lo cual se puede manifestar en pérdida de empleos, y en un déficit en la creación de éstos en 2021.

Concomitante con lo anterior, los empleos más afectados en Estados Unidos fueron los de menores ingresos y aquellos poco calificados. Estados subnacionales como Michigan, Nueva York y Minnesota, entre otros, registraron los más altos niveles de desempleo en 2020 (USBLS, 2021). La región del medio oeste, conocida como rustbelt, fue afectada en términos de empleos, mientras que los menos afectados fueron los del suroeste y el sureste. De hecho, los estados del mid-west están entre los más afectados por el libre comercio, la deslocalización de la producción y la robotización, que ha desplazado empleos en las décadas recientes. Biden se adjudicó estados clave de esta región en su victoria electoral (Michigan, Wisconsin y Pensilvania), que había ganado Trump en 2016, por lo que tendrá que aplicar una política económica que restablezca la economía y recupere los empleos perdidos; en este sentido, se espera una mayor protección a algunas industrias y sectores en esa región de Estados Unidos.

Fuente: U.S. Bureau of Labor Statistics (2021).

Gráfica 2 TASA DE DESEMPLEO EN ESTADOS UNIDOS, MARZO 2019-2021. PORCENTAJES 

En lo que respecta al desempleo, su mayor nivel se registró en abril de 2020; en ese mes, había poco más de 23 millones de personas desempleadas debido principalmente a los estragos de la pandemia. Para septiembre de 2020, el número de desempleados disminuyó hasta llegar a un total de 12.6 millones de personas sin empleo y para diciembre, este número se redujo a 10.7 millones. En términos porcentuales, la tasa de desempleo se redujo del 14.7 por ciento en abril al 6.7 por ciento en diciembre de 2020, aunque todavía era superior a la tasa del 4.4 por ciento que se registró en marzo, justo antes de los efectos de la pandemia. La tasa de desempleo se mantuvo muy por encima de los niveles prepandémicos, ya que la recuperación de la crisis por Covid-19 mostró signos de desaceleración en medio de la disminución del estímulo del gobierno y un rebrote de nuevos casos. En suma, en 2020 un total de 10.7 millones de personas perdieron su empleo (USBLS, 2021).

En Estados Unidos, algunas de las industrias y sectores más afectados por la pandemia, en términos de empleo, han sido las aerolíneas, deportes, restaurantes, cines y conciertos, mismos que incluyen en gran parte a trabajadores de servicios y empleados de bajos salarios, millones de los cuales se han enfrentado a despidos masivos (Park, 2020). Así, un factor externo como lo fue la pandemia del coronavirus resultó un lastre para el gobierno de Trump y se convirtió en una de las causas principales que contribuyeron a su derrota en las urnas en 2020. Antes de la pandemia, la economía había mostrado tasas de crecimiento sostenidas; entre 2017 y 2019 el crecimiento promedio anual fue del 2.5 por ciento. Para 2020, se dio una caída del 3.5 por ciento; en promedio, el desempeño económico en el gobierno de Trump fue del 1 por ciento; el desempleo antes de la pandemia era poco menos del 4 por ciento.

De acuerdo con Deane y Gramlich (2020), los simpatizantes de Biden votaron por el candidato demócrata debido principalmente a la pandemia. Para este conglomerado, el brote de coronavirus fue un tema central en las elecciones: en una encuesta realizada en octubre, el 82 por ciento dijo que era muy importante para su voto (Deane y Gramlich, 2020). En los momentos más álgidos de la pandemia, el presidente Trump evitó conscientemente que el gobierno federal desempeñara un papel claro. En una carta que escribió Trump al senador demócrata por Nueva York, Charles E. Schumer, afirmó que el gobierno federal era simplemente un respaldo para los gobiernos estatales. Es decir, la respuesta federal fue evitar una estrategia nacional sobre lo que era claramente un problema nacional (Kettl, 2020). Hacia el mes de enero de 2021, Estados Unidos tenía el 20 por ciento del total de los decesos por Covid-19, y una cuarta parte del total de contagios en el mundo, lo que sugiere una estrategia errónea del entonces presidente Trump ante la pandemia.

En estas circunstancias, no es casual que el presidente Trump haya sido derrotado en las elecciones presidenciales por el demócrata Joe Biden, quien se adjudicó trescientos seis votos del colegio electoral, contra doscientos treinta y dos de su contrincante. En el voto popular, Biden venció al obtener 81.2 millones de votos, contra 74.2 millones de su adversario. El demócrata se adjudicó el 51.4 por ciento, mientras que Trump atrajo el 46.9 por ciento del total de votantes a su favor. Joe Biden venció en veinticinco estados de la Unión Americana y Washington, D.C., mientras que Trump hizo lo propio en veinticinco estados (Financial Times, 2021).

En la victoria de Biden resultaron importantes estados subnacionales clave como Arizona, Michigan, Wisconsin, Pensilvania y Georgia. Precisamente en estos estados había ganado Trump en las elecciones de 2016, pero en 2020 Biden se los arrebató, mientras que Trump no ganó en ningún estado que hubieran ganado los demócratas en 2016. Aunque las encuestadoras acertaron al ganador, los márgenes de diferencia en algunos estados fueron muy estrechos. No obstante, Biden se alzó con una victoria clara tanto en el número de votos del colegio electoral como en el voto popular.

Un análisis de la historia reciente de las elecciones presidenciales en Estados Unidos permite constatar que la reelección es el destino natural de cada presidente. En medio siglo, además de Trump, sólo Jimmy Carter en 1976 y George Bush padre en 1992 no consiguieron reelegirse, y en circunstancias muy particulares: un conflicto internacional desfavorable en el caso del primero y una recesión económica que afectaba los bolsillos de la clase media estadounidense, en el caso del segundo. En el caso de Trump, se sugiere que el factor principal fue la pandemia, un suceso externo que torpedeó su reelección. En cierta manera, la economía estadounidense presentaba un desempeño favorable hasta antes de la pandemia y la tasa de desempleo permanecía relativamente baja. De esta manera, Trump se convierte en el tercer presidente en funciones que fracasa en su intento de reelección en los últimos cincuenta años.

En su obra El príncipe, Maquiavelo (1971) afirma que los gobernantes, eventualmente, pueden enfrentarse a la mala fortuna. “…acepto por cierto que la fortuna sea juez de la mitad de nuestras acciones, pero que nos deja gobernar la otra mitad, o poco menos […] así sucede con la fortuna que se manifiesta con todo su poder allí donde no hay virtud preparada para resistirle y dirige sus ímpetus allí donde sabe que no se han hecho diques ni reparos para contenerla” (Maquiavelo, 1971: 127). En este sentido, la fortuna puede determinar la mitad de las acciones de los gobernantes, pero la virtud y la astucia pueden ayudarles a superar la mala fortuna. Considerando lo anterior, la fortuna adversa a la que se enfrentan los gobernantes se convirtió en el factor principal de la derrota de Trump, quien tampoco tuvo la virtud suficiente para superar estas adversidades, como quedó de manifiesto en el manejo de la pandemia.

El demócrata Joseph Biden tomó posesión como el presidente número cuarenta y seis en la historia de Estados Unidos para el periodo 2021-2025. Donald Trump se negó a reconocer los resultados, polarizando al país antes de la toma de posesión del nuevo presidente; una situación inédita en la historia que pone de relieve una nación dividida. Esta crispación política se puso en evidencia en las postrimerías del trumpismo, cuando grupos violentos, seguidores de Trump, irrumpieron en el Capitolio, símbolo de la democracia estadounidense, el 6 de enero de 2021, justo en el momento en que el Congreso sancionaba los resultados de la elección. A pesar de lo anterior, el 20 de enero Biden tomó protesta como presidente de Estados Unidos, con lo cual se inaugura una nueva era en la política de este país.

EL ASCENSO DE JOE BIDEN: SIMILITUDES CON BARACK OBAMA Y FRANKLIN D. ROOSEVELT

Es pertinente observar que la llegada de Biden a la presidencia se asemeja en cierta medida al ascenso del presidente Obama en 2009. Tanto Obama como Biden llegan al poder en medio de una crisis económica significativa, aunque Biden enfrenta además una crisis sanitaria propalada por el Covid-19. Al respecto, León-Manríquez, Mena Alemán y Valdés-Ugalde (2015) observan que cuando Obama inició su mandato aspiraba a perseguir una política que mitigara la pérdida de Estados Unidos de su influencia global, al continuar con la puesta en marcha de una estrategia de “poder inteligente” (smart power). Su objetivo “era cambiar el rumbo de la política exterior, trasladarla hacia el ámbito de la diplomacia y alejarla de la zona de conflicto y guerra de Bush” (León-Manríquez et al., 2015: 19).

Biden está retomando gran parte de los postulados de la era de Obama, favoreciendo la cooperación internacional y la gobernanza global, prestando un fuerte apoyo a los organismos internacionales y las alianzas con actores internacionales estratégicos. Joe Biden demuestra similitudes con la presidencia de Barack Obama, en la cual fungió como vicepresidente en el periodo enero 2009-2016. Al respecto, Valdés-Ugalde y Duarte (2013) sostienen que, en la política exterior, Obama privilegió una política de poder inteligente (smart power). Como parte de esta política, Obama “intentó concretar los intereses de Estados Unidos en el mundo mostrando una nueva cara: la de un país comprometido con el bien común y la defensa de los bienes globales, y con amplia disposición al diálogo (poder suave), dejando como último recurso el uso de la fuerza (poder duro)” (Valdés-Ugalde y Duarte, 2013: 43).

Desde la Gran Depresión de 1929, cuyas repercusiones se prolongaron en la década de 1930, Estados Unidos no enfrentaba una crisis económica de tal magnitud, al grado que la toma de posesión de Joe Biden en enero 2021 infunde nuevas esperanzas tal como en su momento fue la llegada de Franklin D. Roosevelt (FDR) al poder en marzo de 1933 (Shi y Tindall, 2016). En sus primeros cien días, Biden aplicó una serie de acciones ejecutivas que cambiaron notablemente la situación del país sumido en una crisis sanitaria y económica. No sólo la celeridad e intensidad con las que Biden actuó se asemejan a los primeros cien días de FDR, sino también por las políticas económicas keynesianas que recurren a programas de gasto público para fomentar el ciclo económico.

En su toma de posesión en 1933, el presidente Franklin D. Roosevelt trajo un clima de confianza y optimismo con su programa conocido como el Nuevo Trato (New Deal). “A lo único que debemos temer es al temor mismo”, dijo en su discurso inaugural ante la nación. El Nuevo Trato comprendía reformas sociales y económicas que lograron sacar al país de la crisis económica propiciada por la Gran Depresión. Lo novedoso del Nuevo Trato fue la celeridad con que logró lo que antes se hacía en varias generaciones, otorgó ayuda tangible a millones de estadounidenses, sentó las bases de una nueva y poderosa coalición política (Hamby y Clark, 2005). De esta manera, Roosevelt creó una nueva era en la historia de la política estadounidense; FDR creó un nuevo consenso que la mayoría suscribió, el cual definió los objetivos de la política de su país como pluralista y liberal (Hamby, 2007).

Al igual que Obama y FDR, Biden toma el poder en medio de una crisis compleja que pone en riesgo la continuidad de Estados Unidos como una potencia hegemónica. La influencia global de ese país se basa, entre otros factores, en sus alianzas con actores internacionales y en su fortaleza económica y política en el ámbito interno.

En un análisis histórico, León-Manríquez, Mena Alemán y Valdés Ugalde (2015) observan que cada vez que Estados Unidos ha enfrentado dificultades en su economía, la idea de que su declinación internacional está próxima aparece de inmediato. Sin embargo, el país ha mostrado una resiliencia para sobreponerse a crisis económicas en el pasado como la Gran Depresión de 1929, la crisis multidimensional de los años setenta y la crisis financiera de 2008. Aunado a lo anterior, y considerando las acciones contundentes que ha tomado la administración de Biden, es altamente factible que Estados Unidos recupere su posición previa a la pandemia en el ámbito doméstico, así como su posición como actor principal en el concierto internacional.

LOS PRIMEROS CIEN DÍAS DEL GOBIERNO DE BIDEN

Sólo en el transcurso de su primera semana de gobierno, Biden signó veintiún órdenes ejecutivas, lo cual representa más de la suma de órdenes ejecutivas que emitieron en su primera semana de mandato los cuatro presidentes inmediatamente anteriores, desde William Clinton en 1993 hasta Trump en 2017. El presidente Biden twitteó: “No hay tiempo que perder cuando se trata de abordar las crisis a las que nos enfrentamos” (Lissardy, 2021). Al igual que FDR, Biden ha generado un clima de confianza y optimismo al inicio de su gobierno.

El primer objetivo de Biden se concentra en enfrentar la pandemia del Covid-19, con una nueva estrategia y con acciones claras y contundentes, distintas a las de la administración de Trump. La de Biden comprende la vacunación rápida para la población estadounidense, la utilización de cubrebocas en lugares públicos y el despliegue de una estrategia nacional que incluya a los estados subnacionales. Inmediatamente después de su toma de posesión, Biden signó diversas órdenes ejecutivas, estableciendo nuevas directrices para enfrentar la pandemia, con acciones específicas enfocadas en establecer una dirección y una guía desde el gobierno federal (BBC Mundo, 2021).

A diferencia de Trump, quien se caracterizó por su falta de liderazgo a nivel nacional en la lucha contra la pandemia, Biden se ha comprometido a persuadir a los gobiernos subnacionales para que acaten esta orden. La estrategia de Biden implica una gobernanza multinivel definida por la coordinación del gobierno federal con los gobiernos subnacionales, pero también con la participación de actores públicos y privados que, actuando en coordinación, logran articular un esfuerzo nacional más efectivo y de mayor alcance. Biden ha tomado medidas más enérgicas contra el coronavirus, entre las cuales destaca la aplicación de la vacuna anticovid: al inicio de su gobierno, se comprometió administrar cien millones de dosis de vacunas en sus primeros cien días de gobierno; no obstante, el ritmo de vacunación fue mayor al programado, y la meta se superó desde mediados de marzo; para finales de abril de 2021 se habían aplicado más de doscientos treinta millones de dosis de vacunas. Se espera que, una vez completado el proceso de vacunación, se vuelva a la normalidad en las actividades sociales y económicas, lo que a la postre contribuirá a la reactivación de la economía y a la generación de empleos.

El segundo objetivo de la administración de Biden es reactivar la economía estadounidense; en 2020, Estados Unidos registró una caída del 3.5 por ciento. El desempleo en 2020 fue del 6.7 por ciento, casi el doble de la tasa promedio registrada antes de la pandemia en 2019 (un 3.5 por ciento). El presidente Biden ha implementado nuevas medidas para reactivar la economía y generar empleos, al tiempo que enfrenta la pandemia, priorizando la aceleración del proceso de vacunación y enfocándose en reducir el número de contagios y decesos.

En marzo de 2021, el Congreso de Estados Unidos aprobó un paquete de ayuda económica para hacer frente al Covid de 1.9 mil millones de dólares, promovido por el presidente Biden. El programa de reactivación económica incluye apoyos directos a la mayoría de los estadounidenses con cheques de mil cuatrocientos dólares. El proyecto de ley proporciona nuevos subsidios para el seguro médico y créditos fiscales; asimismo, amplía los beneficios de desempleo suplementarios de trescientos dólares por semana hasta el mes de septiembre de 2021. Se destinarán 360 000 000 000 de dólares a los gobiernos estatales y locales, así como un rescate para las pensiones sindicales en problemas y fondos para aumentar las vacunas y la reapertura de escuelas (Wasson y Dmitrieva, 2021). Se espera que, con este plan de reactivación económica, Estados Unidos tenga un crecimiento anual del PIB de hasta el 7 por ciento.

Al igual que FDR, Biden ha recurrido a la reactivación económica mediante políticas keynesianas; el volumen de recursos que Biden ha solicitado al Congreso es una evidencia de lo anterior: 1.9 mil millones de dólares para la Ley de Rescate de Estados Unidos; además, 2.3 mil millones para el Plan de Empleo y el Plan de Familias de Estados Unidos, que en conjunto representan el 15 por ciento del PIB nacional (Luce, 2021). En los primeros cien días de Biden se crearon 1 300 000 empleos, más de lo que han generado sus predecesores en el mismo periodo.

Las políticas de Biden señalan el regreso del Estado benefactor en la Unión Americana. En un artículo reciente, Fukuyama (2020) advierte que la crisis de salud y económica propalada por el Covid-19 podría impulsar la solidaridad social e impulsar el desarrollo de protecciones sociales más generosas en el futuro, del mismo modo que los sufrimientos nacionales comunes de la primera guerra mundial y la Gran Depresión estimularon el crecimiento de los Estados benefactores en las décadas de 1920 y 1930. Las acciones de Biden están enfocadas a revertir las políticas del trumpismo en migración, medio ambiente, reactivación económica, y en política exterior. La era de Biden marca el regreso a la política internacional de Estados Unidos como un actor líder y protagonista, favoreciendo la cooperación internacional para el desarrollo y el multilateralismo a través de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Acuerdo de París sobre el cambio climático, de los cuales la administración de Trump se había retirado. Con ello, Estados Unidos recupera dos de sus objetivos primordiales en su agenda de política exterior: la preservación de un equilibrio de poder en el mundo y la cooperación internacional (Wittkopf et al., 2007).

MÉXICO-ESTADOS UNIDOS: UNA RELACIÓN DE INTERDEPENDENCIA

Keohane y Nye (1977) definen como una condición de “interdependencia compleja” aquella en la que los Estados son más proclives a la cooperación y la integración cuando existen relaciones comerciales estrechas y otras relaciones económicas. En suma, consideran que las relaciones internacionales son más armoniosas entre países que cuentan con esquemas y relaciones de libre comercio (Keohane y Nye, 1989; Heywood, 2014). Es evidente la interdependencia económica entre México y Estados Unidos. Factores como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el aumento de las inversiones estadounidenses en la economía mexicana, la cada vez mayor cantidad de mexicanos en Estados Unidos, entre otros, han contribuido a la consolidación de la interdependencia entre ambas naciones. Asimismo, las interacciones económicas, políticas, sociales y culturales que se generan en la región fronteriza ilustran la existencia de múltiples canales de comunicación entre actores estatales y no estatales (Velázquez, 2011).

Pero este enfoque teórico no se refiere simplemente a los beneficios mutuos del comercio, sino también a la importancia de otros actores transnacionales, los cuales desafían el dominio de los Estados soberanos. La política global ya no es un escenario exclusivo de los Estados, como lo había sido durante el sistema westfaliano de Estados soberanos. Keohane y Nye (1977) destacaron la importancia de otros actores, como los grupos de interés, las empresas transnacionales y las organizaciones no gubernamentales (ONG) internacionales. De igual manera, los estados subnacionales se convierten en actores relevantes en la política global. En esta visión, la imagen predominante de las relaciones internacionales se asemeja a la de una red compuesta de diversos actores vinculados a través de múltiples canales de interacción (Dunne, 2008).

Por otra parte, es prácticamente imposible que tareas como la promoción del crecimiento y la prosperidad económica, la lucha contra el calentamiento global, la migración, la contención de la propagación de armas de destrucción masiva y la lucha contra las enfermedades pandémicas se lleven a cabo por los Estados de manera aislada. Los Estados, en estas circunstancias, se ven obligados a trabajar juntos, confiando en los esfuerzos y energías colectivas (Heywood, 2014).

Una muestra de la interdependencia es el T-MEC, el cual representa para los países de América del Norte un instrumento que ha generado mayor integración económica, cadenas de suministro integradas y flujos de inversión. La zona del T-MEC comprende una población de cuatrocientos ochenta millones de habitantes; la región en conjunto produce el 30 por ciento de los bienes y servicios a nivel global; de hecho, es la zona de libre comercio más grande del mundo. De esta estructura económica e institucional dependen millones de empleos en la región, alrededor de catorce millones de empleos en Estados Unidos, y aproximadamente diez millones de empleos directos e indirectos en México, y poco más de tres millones en Canadá están vinculados al comercio enmarcado en el TLCAN. A partir de este tratado, el nivel de comercio internacional entre los tres países de la región se ha propalado, al tiempo que la inversión y las cadenas productivas integradas se han consolidado.

Para Edmonds-Poli y Shirk (2020), el contexto de las relaciones entre Estados Unidos y México ha cambiado drásticamente en los últimos años; dos décadas de creciente integración económica, cambios en las tendencias demográficas y fuertes influencias culturales vinculan a las dos naciones de manera más estrecha que nunca. Incluso, advierten que la inmigración de millones de mexicanos ha acrecentado la población latina de Estados Unidos, y los consumidores estadounidenses dependen de la mano de obra inmigrante en una amplia gama de servicios de bajo costo.

Para el Departamento de Estado de Estados Unidos, las relaciones con México se caracterizan por una estrecha cooperación para resolver y enfrentar los temas de interés mutuo. Reconoce que las relaciones bilaterales entre ambos tienen un impacto directo en millones de estadounidenses, en temas variados como la reforma comercial y económica, el intercambio educativo, la seguridad ciudadana, el control de drogas, la migración, el tráfico de personas, el espíritu empresarial, la innovación, la cooperación energética y la salud pública. Destaca que un millón y medio de ciudadanos estadounidenses viven en México, y este país es el principal destino extranjero para los viajeros estadounidenses (USDOS, 2021).

En general, la relación entre México y Estados Unidos es cordial, aunque hay temas que generan fricciones entre ambos, por ejemplo, migración, seguridad, y recientemente los aranceles y otras barreras comerciales (Seelke, 2021). Se han reformado las leyes laborales en México (un compromiso del T-MEC), y con ello se logró la aprobación en el Congreso de Estados Unidos de la legislación de implementación de este tratado. En julio de 2020, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) viajó a Washington, D.C., para reunirse con Trump como preludio de la entrada en vigor del acuerdo. En el tema migratorio, el gobierno de México tuvo que modificar su política migratoria para adaptarse a las peticiones de la administración de Trump, la cual trasladó a México la carga de ofrecer asilo a los migrantes (Seelke, 2021).

Durante la campaña presidencial, Biden se pronunció por una política migratoria más humanitaria, en visión contrapuesta a la del expresidente Trump. Si el discurso antiinmigrante le funcionó a Trump para atraer votos, el discurso de Biden se enfoca en una postura de respeto a los derechos humanos de los migrantes, se da prioridad a una reforma migratoria interna pero también se promueven acuerdos de cooperación con otros países de la región para contener los flujos migratorios, considerando un enfoque de seguridad humana. Para México, este cambio de gobierno en Estados Unidos, donde llega al poder un partido diferente y una administración con objetivos de revertir la política doméstica y exterior, le permite reformular los temas cruciales de la agenda bilateral.

La llegada de Biden representa una oportunidad para reforzar las relaciones México- Estados Unidos y ofrece un contexto más favorable para la cooperación bilateral, sobre todo en el ámbito migratorio y comercial. La administración demócrata es más proclive a una política favorable para los migrantes mexicanos que trabajan en Estados Unidos (aunque fue en la administración del republicano Ronald Reagan cuando se otorgó la única amnistía a los trabajadores indocumentados en la historia reciente). No obstante, Biden ha delineado una propuesta de reforma migratoria desde el primer día de su mandato, que podría beneficiar a once millones de inmigrantes indocumentados, de los cuales alrededor del 60 por ciento son mexicanos. Con ello, no sólo se favorece a este contingente de la fuerza laboral de Estados Unidos, sino también se aumenta la base política del Partido Demócrata, al que pertenece el presidente Biden. La propuesta de reforma migratoria de Biden no se presentaba desde el periodo de gobierno de Ronald Reagan, cuando en la segunda mitad de la década de 1980 se impulsó la Immigration Reform and Control Act (IRCA), por medio de la cual se legalizaron 2 300 000 inmigrantes mexicanos.

De acuerdo con las reuniones virtuales entre Biden y AMLO, se puede constatar que el tema migratorio se conducirá favoreciendo la cooperación internacional para el desarrollo como un elemento fundamental para inhibir el flujo migratorio de países de Centroamérica, con lo cual queda atrás también la política de construcción del muro y de represión a los migrantes. Más que en la seguridad nacional, la política migratoria estará enfocada en la seguridad humana.

Además de los temas tradicionales que hemos mencionado, tendrá especial relevancia el tema laboral. En la relación comercial entre ambos países, la administración de Biden ha ratificado su apoyo al T-MEC, aunque exigiendo de México el cumplimiento de los estándares laborales estipulados en el acuerdo; es pertinente recordar que uno de los bastiones del Partido Demócrata son los sindicatos, por lo que se espera una mayor vigilancia de la administración de Biden en el sentido de que México cumpla con las disposiciones laborales del T-MEC, tales como la libre sindicalización, el respeto a los derechos laborales, el aumento de salarios en el sector automotriz y la prohibición del trabajo infantil. Estas disposiciones están en el cuerpo del T-MEC y por tanto se vuelve coercitivo su cumplimiento en ambas, ya que podría llevar a una demanda entre Estados.

LA RELEVANCIA DEL ENFOQUE SUBNACIONAL EN L RELACIÓN MÉXICO-ESTADOS UNIDOS

Como hemos visto, la relación entre México y Estados Unidos es una relación de interdependencia, sobre todo en el tema comercial, la cual se ha intensificado durante el periodo del TLCAN, ahora reemplazado por el T-MEC. México se ha convertido en el segundo socio comercial de Estados Unidos, y está entre los tres primeros lugares de destino para las exportaciones de veintinueve estados de la Unión Americana. Al menos, cinco millones de empleos en el vecino país dependen de su relación comercial con México, lo cual es más evidente en estados como California, Texas, Nueva York, Florida e Illinois, entre otros (Wilson, 2017). Se han creado cadenas de suministro integradas en algunas industrias, de tal manera que la prosperidad de la industria manufacturera en Estados Unidos depende y está estrechamente conectada con la de México y Canadá; esto crea una plataforma manufacturera que aprovecha las ventajas competitivas de los tres socios comerciales de Norteamérica.

Analizar las relaciones México-Estados Unidos desde una perspectiva subnacional nos permite identificar a los estados que tienen mayor relación económica y comercial con México. Por ejemplo, nuestro país es el primer destino de exportaciones para seis estados de la Unión Americana: California, Arizona, Nuevo México y Texas, que son estados fronterizos con nuestro país, pero también Kansas y Nebraska; estos dos últimos exportan principalmente productos agrícolas; asimismo, dieciocho estados lo tienen ubicado como su segundo destino de exportaciones, y cinco más como su tercer socio comercial. En total, veintinueve de los cincuenta estados dependen del comercio con México para su prosperidad económica. Alrededor de cinco millones de empleos en Estados Unidos están vinculados a la relación comercial con México.

El caso de California es crucial. Este estado constituye la principal economía de Estados Unidos, y sería la sexta economía del mundo si fuera un país. Esta entidad exporta principalmente computadoras y productos electrónicos; en materia de importaciones, esta entidad depende de China, e importa especialmente automóviles (CalChamber, 2020). Existe una amplia colaboración entre California y Baja California, y entre las ciudades de San Diego y Tijuana a través de una serie de acuerdos de cooperación transfronteriza (Kashon, 2019). La mayor parte de las relaciones comerciales entre México y Estados Unidos se manifiesta principalmente entre los estados fronterizos. México tiene una representación consular muy importante en California, la cual consiste en diez consulados y una oficina consular honoraria que no sólo promueven el comercio, sino que también apoyan a sus ciudadanos, brindándoles una serie de servicios. California concentra la mayor parte de la red consular de México, lo que indica una relación cada vez más compleja entre México y Estados Unidos; al mismo tiempo, revela el tamaño de la diáspora mexicana en California, constituida por decenas de millones. Si la población mexicana de Los Ángeles fuera una ciudad, representaría la segunda ciudad más grande de México por su número de habitantes. En 2015, el 27 por ciento de la población de California era nacida en el extranjero, un porcentaje que es el doble del de Estados Unidos en este rubro (Holmes, 2020).

Por otra parte, el estado de Texas tiene a México como su primer socio comercial; esta entidad sería la decimotercera economía del mundo, con un PIB de 1.6 mil millones de dólares. Texas destaca, más que cualquier otro estado, en la relación México-Estados Unidos: Texas exportó bienes equivalentes a más de 92 mil millones de dólares a México, más de lo que envió de manera combinada a los siguientes diez países. Sus importaciones desde México fueron el doble que las provenientes de China. Las exportaciones de Texas crearon más de un millón de empleos. Los principales productos que exporta Texas son petróleo, computadoras y otros electrónicos, mientras que importa sobre todo petróleo crudo. Es el estado que más exporta en Estados Unidos, y el monto total de esta actividad es aproximadamente el 16 por ciento del PIB estatal, el más alto del país (García, 2020).

En materia de importaciones, Michigan tiene a México como su principal fuente de importaciones, las cuales son principalmente autos y autopartes. Otros estados que importan principalmente de México son Arizona, Texas y Utah. Arizona es un estado que colinda con México, con el estado de Sonora, y exporta a nuestro país fundamentalmente minerales y concentrados de cobre, así como partes para circuitos electrónicos, tableros y paneles.

La mayor parte de las relaciones comerciales entre México y Estados Unidos se manifiesta principalmente entre los estados fronterizos: la mitad de las exportaciones estadounidenses a México provienen de estos estados con los que colinda. Los cuatro estados fronterizos de Estados Unidos representan una cuarta parte de la economía de ese país, mientras que los seis estados de México que colindan con ese país representan un tercio aproximadamente de la economía nacional. En conjunto, el PIB de los diez estados que componen esta región es uno de los más grandes del mundo, sólo superado por el de Estados Unidos, China, Alemania y Japón. Incluso, los dos estados más ricos de Estados Unidos, California y Texas, tienen frontera con México.

Una organización regional transfronteriza denominada Comisión Arizona-México (Arizona-Mexico Comission, AMC) es una de las más importantes en la región fronteriza. Fue fundada en 1958; durante seis décadas, los trabajos de esta comisión han fortalecido los vínculos de Arizona con México y han ayudado a construir una comunidad transfronteriza que congrega a representantes del sector industrial y profesional. La misión de la AMC también se enfoca en las prioridades de política pública del gobernador de Arizona. Dentro de la comisión existen comités binacionales que actúan como representantes de actores industriales, productivos, sociales y académicos de la región (AMC, 2021). Esta comisión trabaja en conjunto con la Comisión Sonora-Arizona, que tiene su sede en Hermosillo. La AMC es la principal organización transfronteriza de Arizona, y su misión es impulsar la prosperidad económica y la calidad de vida de todos los habitantes de la región. Esta comisión reconoce la relevancia de las relaciones internacionales en un entorno económico y social global cada vez más interconectados. La frontera compartida de Arizona con México ofrece la oportunidad de establecer acuerdos de cooperación para alcanzar metas compartidas, y crear en esta región un ambiente propicio para la inversión internacional (AMC, 2021).

Lo antes mencionado es un ejemplo de paradiplomacia, la cual se refiere a la acción internacional de los gobiernos subnacionales con el objetivo de promover sus intereses en el ámbito comercial, pero también para hacer frente a problemas globales y regionales diversos, como la migración indocumentada, el medio ambiente, el cambio climático, la cooperación educativa, científica y tecnológica (Lecours, 2008; Zepeda, 2019). En virtud de lo antes mencionado, el gobierno mexicano debería poner en práctica una paradiplomacia transversal, que involucre una variedad de temas y actores, y realizar un análisis exploratorio para detectar a los actores subnacionales más relevantes en Estados Unidos que podrían ser potenciales aliados para establecer una agenda común en la relación bilateral.

Conclusiones

Como hemos visto, la elección de Joe Biden marca un hito en la historia moderna de Estados Unidos, en un contexto político caracterizado por el alto nivel de contagios y decesos generado por la pandemia del Covid-19, y en medio de una crisis económica que trajo consigo el confinamiento y el cierre de actividades económicas y pro- ductivas. En esta doble crisis, Joe Biden fue electo presidente en un escenario que no se presentaba desde la década de 1930 con la llegada de Franklin D. Roosevelt en la crisis propiciada por la Gran Depresión.

El ascenso de Joe Biden a la presidencia representa el inicio de una nueva era que, en muchos sentidos, marca un cambio respecto a su predecesor. Biden llega al poder con el compromiso de acabar con la pandemia y reducir los contagios y decesos a través de una serie de medidas contundentes, al tiempo que promueve políticas keynesianas para fomentar el crecimiento económico. El cambio en las políticas económicas, las iniciativas a favor del medio ambiente, una postura más humanitaria hacia la migración y una posición más proclive a la globalización, la cooperación internacional y la gobernanza global marcan una nueva etapa, la cual busca revertir las políticas del trumpismo.

La relación México-Estados Unidos se caracterizada por una interdependencia, la cual se manifiesta en el rol de México en el comercio internacional de la Unión Americana. La creciente interdependencia entre ambos países ha fortalecido desde la década de los noventa con el TLCAN, del cual depende gran parte de la prosperidad económica de Estados Unidos. La transición de su gobierno, con una administración que tiene el objetivo de revertir las políticas de su predecesor en materia doméstica y exterior, permite a México replantear los temas que definen la agenda bilateral. Se advierte una cooperación más estrecha y favorable en el ámbito comercial y migratorio.

El análisis subnacional en la relación binacional revela hacia dónde se deben enfocar las relaciones de México con otros actores de ese país. Los estados, las ciudades y regiones que dependen fuertemente de la relación comercial con México, así como las cámaras de comercio y las organizaciones de empresarios, las asociaciones de productores, todos ellos son actores importantes en la relación México-Estados Unidos.

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Recibido: 01 de Febrero de 2021; Aprobado: 03 de Mayo de 2021

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