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Norteamérica

versión On-line ISSN 2448-7228versión impresa ISSN 1870-3550

Norteamérica vol.15 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2020  Epub 25-Oct-2021

https://doi.org/10.22201/cisan.24487228e.2020.2. 

Dossier

Estados Unidos, 2020: lecciones para la democracia hacia la tercera década del siglo XXI

The United States 2020: Lessons for Democracy on the Eve of the Third Decade of the Twentieth Century

Jesús Gallegos Olvera* 

*Centro de Estudios Superiores Navales (Cesnav), <jesusgallegos1978@hotmail.com>.


Introducción

El año 2020 inició con el 48.4 por ciento de la población mundial viviendo en democracia; el 5.7 por ciento reside en algunos de los de veintidós países, liderados por Noruega e Islandia, que reciben la calificación de “democracias plenas”. Esta cifra contrasta con el 8.9 por ciento que en 2015 tenía esa misma evaluación (The Economist, 2020). El déficit democrático se explica por la clasificación de Estados Unidos como una “democracia defectuosa” a partir de 2016, luego de que Donald Trump fuera reconocido con una victoria electoral pese a tener casi tres millones de votos populares menos que los recibidos por Hillary Clinton, situación que dejó en cuestionamiento la validez del sistema electoral estadounidense.

Con sesenta indicadores y el análisis de la situación en ciento sesenta y cinco Estados independientes y dos territorios, en 2020 los resultados fluyen entre las llamadas “democracias plenas” y los “regímenes autoritarios” (con cincuenta y cuatro casos, entre los que destacan Siria y Corea del Norte); en medio de esas evaluaciones están las “democracias defectuosas” (México incluido en un listado de cincuenta y cuatro países) y los “regímenes híbridos” (con treinta y siete casos, como El Salvador o Ucrania). Así, en noventa y un países que albergan a más de la mitad población mundial, se presenta una situación deficitaria de la democracia. Estos datos presentan con 5.44, en una escala de 0 a 10, el “peor promedio” para el liberalismo político en más de una década, desde que en 2006 la Unidad de Inteligencia del diario británico The Economist iniciara la publicación del índice de democracia;1 de acuerdo con la información presentada en éste, el proceso electoral, el pluralismo, las libertades civiles, el funcionamiento de los gobiernos, la participación y la cultura políticas ofrecen un variopinto desalentador hacia el inicio de la tercera década del siglo XXI. Al considerar que la libertad en la celebración de elecciones y la competencia política justa se identifican con la calidad del proceso electoral y el pluralismo, el índice de democracia advierte que la participación política referida por la predisposición de la ciudadanía para acudir a las urnas con regularidad exige mayor garantía del respeto de los resultados de las jornadas electorales. Es ahí que la cultura política presenta una clave de la medida que tienen las sociedades para asimilar las reglas del juego electoral, con la capacidad para sobrellevar los resultados de cada proceso. A ello se suma la consideración sobre las libertades civiles y los derechos humanos, vinculados con las minorías, la libertad de culto, de asociación, etc. Aunado a lo anterior, el buen funcionamiento del gobierno permite las acciones para que se lleven a cabo las decisiones o propuestas derivadas del proceso electoral.

El desdén por la democracia en el mundo se observa en el balance de las dos primeras décadas del siglo XXI con la identificación de diecinueve líderes populistas, que representan un incremento del 300 por ciento en relación con los casos identificados al final de la centuria anterior.2 La base de datos de Populism in Power, desarrollada por Jordan Kyle y Brett Meyer en el Tony Blair Institute For Global Change, identifica que líderes y partidos populistas aumentaron en las últimas dos décadas en diferentes contextos y diversos países, esencialmente conectados por las divisiones sociales referidas por la desigualdad y las crisis político-ideológicas. Al considerar que “el auge del populismo en todo el mundo está poniendo en tela de juicio las condiciones democráticas liberales más básicas”, se muestra una tendencia contraria al sistema de pesos y contrapesos institucionales para prevenir los abusos del poder que sostiene el modelo democrático. De esta manera, “si el auge del populismo global ha coincidido con la tercera ola de democratización, también ha estimulado el declive democrático en muchos de los países en los que ha aumentado” (Kyle y Meyer, 2020).

Con el crecimiento de los populismos y la desconfianza ciudadana reflejada en altos porcentajes de abstencionismo, tanto el debate político como la representación social han ido en declive, con expresiones polarizadas que se manifiestan con una violencia política que afecta el actuar institucional y el equilibrio de poderes (Müller, 2017). A esto se suma la protesta social como consecuencia de la crisis económica y financiera en la última década, que añade desempleo, desigualdad y desconfianza como correlatos de las fallas de los gobiernos democráticos. El capítulo más reciente de esta situación se expresa en la respuesta que los gobiernos han establecido para enfrentar la pandemia por Covid 19, que ha sido motivo para que líderes populistas desdeñen la ciencia en favor de sus creencias y motivaciones ideológicas, con un supuesto discurso antielitista y en favor de la “gente buena”, que se entiende como ese subconjunto de la población que ofrece la única fuente de autoridad política. Ahí, el conflicto y la polarización social derivan en condiciones para una crisis que incide en todo orden nacional, con sus ecos globales.

En estas coordenadas de carácter multidimensional, el proceso electoral de 2020 en Estados Unidos ofrece una evaluación de su condición democrática expuesta en el fortalecimiento de la confianza pública en las instituciones y entes partícipes del mismo. Más allá de los individuos, lo que está en juicio es el pluralismo, el unionismo y, en resumen, el funcionamiento de la democracia estadounidense, que pese a todo sigue recibiendo un apoyo ciudadano demostrado con el ejercicio del sufragio desde antes de la jornada electoral. Por lo anterior, el objetivo de este dossier es analizar algunos de los temas que han sido relevantes en el proceso electoral de Estados Unidos en 2020. Los textos que integran esta sección de la revista Norteamérica aproximan al lector al estudio sobre la democracia estadounidense, la creciente importancia del voto de la población de ascendencia hispana y la perspectiva geopolítica de Rusia ante la complejidad del orden internacional contemporáneo. Conviene advertir que los textos fueron redactados y sometidos a dictamen con antelación al desarrollo de la jornada electoral del 3 de noviembre; no obstante, la perplejidad que ha expuesto el examen de los hechos y la respuesta de los actores políticos en Estados Unidos no limitan la validez de las premisas desarrolladas por los autores, en tanto que su trabajo no se remite a una revisión coyuntural, sino a la valoración estructural de los tópicos enunciados en cada uno.

En primer lugar, Amando Basurto Salazar diserta sobre la relación entre las elecciones generales de 2020 y la balanza democrática en Estados Unidos. Más allá de la atribuible “crisis ideológica y operativa” que ha representado la presidencia de Donald Trump en el sistema político-partidista estadounidense, lo que se encuentra en vilo y confrontación es el equilibrio entre el pluralismo político y las relaciones de poder que de aquél emanan, en el marco de un liberalismo expuesto al límite de su desarrollo en lo que va del siglo XXI. Es ésa la condición que articula la base de lo que se define como “populismo inverso”, entendido como una expresión que dogmatiza los valores de una identidad nativista, racista y cristiana, como parte de una expresión que gira en torno a un beligerante conservadurismo y sus corolarios neoaislacionistas y antimultilateralistas, que han puesto en vilo la cooperación internacional.

De esa manera, el decálogo de los riesgos políticos y constitucionales que Stephen Walt (2016) advirtió sobre las acciones de la administración de Donald Trump establece en su conjunto una embestida contra la institucionalidad de la libertad de expresión y la administración e impartición de justicia; a partir del culto a la personalidad que se enriquece por una discutible empatía de sus bases, identificadas con los hombres y mujeres WASP afectados por la globalización económica que los propios Estados Unidos han impulsado en las últimas cuatro décadas. La politización del servicio civil y las agencias de seguridad, como la Agencia Federal de Investigación (Federal Bureau of Investigation, FBI) y la Procuraduría General (Attorney General, AG), a través de nombramientos y despidos justificados por la lealtad o su ausencia hacia las acciones de la presidencia, han generado una falta de coherencia que afecta su credibilidad y eficiencia, por caso identificables en las declaraciones públicas del ahora exdirector del FBI, James Comey, y de quien fuera el fiscal general, Jeff Sessions.

El texto de Amando Basurto Salazar concluye que la presidencia de Donald Trump ha buscado “manipular el sistema a su favor”. Este apunte encuentra validez con las declaraciones que Trump ha hecho en incontables ocasiones, tanto en redes sociales como en actos oficiales, en las que ha expresado que las elecciones de 2020 han sido fraudulentas. Sin pruebas que validen esa afirmación, desde hace tiempo los tribunales estadounidenses se preparan para procesos de impugnación que deben ser revisados para fortalecer la legitimidad y legalidad de los resultados de la participación ciudadana, que hasta el momento de escribir estas líneas dan la victoria electoral a Joe Biden. He ahí que la democracia estadounidense se ha judicializado de una manera que mantiene la cuestión abierta sobre la continuidad del Colegio Electoral y sus procesos, tal como han sido desarrollados luego de más de dos siglos de haberse trazado en el marco constitucional.

Ante el panorama expuesto, la premisa de Bernard Fraga (2018), citada por Basurto Salazar, establece el reto que tienen los partidos políticos en Estados Unidos: la “movilización del electorado”. No se trata sólo de atender las condiciones de mayor representación, sino de inclusión y fortalecimiento de la cultura política que subyace en la democracia estadounidense. En ésta, el electorado muestra transformaciones que tienen una tendencia hacia la polarización y el divisionismo. El reto está en fortalecer el unionismo al interior tanto como se expone pragmáticamente hacia el exterior, máxime en un momento en el que los efectos por la pandemia de Covid 19 han restringido la movilización del electorado, propiciando que un alto porcentaje de éste, aún impreciso, haya ejercicio su derecho al sufragio por correo postal.

En el escenario electoral en Estados Unidos resalta el valor atribuido al voto latino y su influencia en la articulación de algunos temas centrales de las campañas políticas: empleo, salud, educación y migración. Sobre este tema, Daniel Tacher Contreras analiza la importancia que el crecimiento demográfico de la comunidad latina ha mos trado en las últimas décadas. Producto de permanentes flujos migratorios, la presencia latina con derecho al voto en Estados Unidos presenta una ubicación geográfica estratégica en los “estados columpio”, importantes para inclinar la balanza hacia alguna de las propuestas presentadas por los candidatos tanto del Partido Republicano como del Partido Demócrata.

Con menos del 38 por ciento del total de los latinos con posibilidad de votar en 2020, la cifra ofrece relevancia cuando la estrechez de los resultados en la jornada electoral ha mostrado en los años 2000 y 2016 que la victoria en el Colegio Electoral se alcanzó con una cifra aproximada de 500 000 y 2 800 000 votos, respectivamente. Como apunta Tacher Contreras, “la movilización de los votantes latinos en los estados de batalla puede influir en el resultado final por el porcentaje de votantes que representan”. Así es porque, “en promedio, el voto latino es de un 10.79 por ciento en estados donde las elecciones han sido cerradas con votaciones menores al 5 por ciento y donde los estados han fluctuado de un partido a otro”. En este registro, la tendencia hacia el aumento de la participación electoral de los latinos permite prever la importancia de articular su identidad partidista con republicanos y/o demócratas.

En estas condiciones, considerar la improbable reelección de Donald Trump establece la continuidad de decisiones en política que fortalecen las medidas antiinmigrantes, con acciones que penalizan y estigmatizan la migración irregular, que afecta la situación en la frontera con México de forma negativa y justifican la inversión en estrategias de vigilancia y control, antes que en regularización. En la probabilidad de confirmar la victoria electoral de Joe Biden, el cambio hacia una regularización de la migración proveniente del Sur de su frontera no será ni inmediato ni amplio por las mismas condiciones que se entreveran con los efectos de la pandemia por Covid 19: disminución de la dinámica económica, atención del desempleo, etc. De hecho, la propuesta de Biden enfatiza la regularización a través de la vigencia de programas como DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals -Acción Diferida para los Llegados en la Infancia-), en beneficio de los llamados dreamers (de Development Relief and Education for Alien Minors (dream) Act -Ley para el Desarrollo, Alivio y Educación de Extranjeros Menores de Edad-), que no es extensivo a las nuevas oleadas de migración irregular. He ahí algunos de los vericuetos que mantendrá el voto latino en las elecciones en Estados Unidos al iniciar la tercera década del siglo XXI.

El tercer artículo que integra el dossier está escrito por Daniela Sandoval Careaga y Alexander Alexeyevich Kornilov. El propósito de los autores es explicar el reto que significa para Rusia cualquier resultado electoral en Estados Unidos, especialmente, en un escenario geopolítico caracterizado por el constante proceso de equilibrio del poder; para Rusia, la victoria de Trump o Biden se explica en códigos definidos por su seguridad, con alcances multiescalares que van de la dimensión económica a la dimensión política. En este calce, el liderazgo global está en permanente pugna ante la cruzada discursiva que Trump ha sintetizado en el lema “America first” (Estados Unidos primero), y que Joe Biden moldea en su proclama “buy America” (comprar estadounidense), y su corolario “build back better” (reconstruyámoslo mejor). La propuesta de Biden establece la continuidad de un posicionamiento que fortalece el nacionalismo como parte de una perspectiva que entrevera el liberalismo y el conser vadurismo de sus élites. La acción colectiva de aquéllas compite en el exterior con las acciones derivadas de las políticas diseñadas por China, Alemania y otros actores, ante las que se enfrenta la gran estrategia estadounidense.

Con las consideraciones de los espacios geopolíticos en disputa por las potencias económicas y políticas, el actuar de Rusia, explican Sandoval y Kornilov, pone a prueba la preeminencia estadounidense en el orden internacional, ya sea con la égida de Biden o la continuidad de Trump. Lo que está sujeto a examen es la recomposición del liderazgo global ante el cual el neorrealismo de Rusia establece el imperativo de mantener posiciones de fuerza sobre sus capacidades militares, energéticas e ideológicas. Así, la visión doctrinaria de Gerasimov ofrece la articulación entre poder y tecnología que permite a los autores definir los “escenarios geopolíticos donde Estados Unidos y Rusia tienen intereses, acuerdos y desacuerdos”. En estas condiciones, para Rusia resulta imperativo un gobierno estadounidense con capacidad de diálogo y veracidad, con quien las negociaciones establezcan la continuidad que les da la garantía de un dominio sobre sus espacios de influencia en Euroasia. Como sugieren Sandoval y Kornilov, “sería un error suponer que la actual crisis estadounidense es beneficiosa para Rusia”. En definitiva, “[u]n Estados Unidos nuclear y económicamente global en crisis o caos representa una amenaza para la seguridad de muchos países del mundo. Rusia no es la exclusión”. Por ello, desde la perspectiva rusa, y global en un grado extendido, en estos momentos un colapso estadounidense representa el “peor escenario para la estructura internacional”. Desde luego, la figura de Trump ofrece tanta incertidumbre como necesidad de certeza requiere la dirección que Biden haga de la presidencia estadounidense en sus relaciones internacionales. Para Rusia no hay un favorito, sólo intereses y vías diferentes para lograrlos, ya con negociación o por disuasión estratégica.

Regresar al marco interno de la elección en Estados Unidos permite enfatizar la naturaleza partidista que se incorpora en su sistema político. En esa calidad el arbitrio entre demócratas y republicanos debe ampliarse para evitar profundizar la crisis institucional que se ha delineado en lo que va del siglo XXI. La tercera década no estará exenta de tensiones y cuestionamientos. Sus oportunidades para fortalecer el orden democrático estarán en la articulación de un interés nacional renovado y conciliador acorde con los retos presentes y futuros, sin sesgos atribuibles a una figura o líder.

Agradecimientos

Han sido muchas personas que han contribuido en enriquecer las notas presentadas en este texto. En principio, los dictaminadores establecieron un rigor que permitió la calidad académica de cada uno de los artículos que integran este dossier. Con sus observaciones y la guía de José Luis Valdés-Ugalde, editor en jefe de Norteamérica, se han consolidado las reflexiones expuestas sobre el proceso electoral de 2020 en Estados Unidos. Asimismo, debe resaltarse la gestión y profesionalismo de Silvia Maldonado para concluir este trabajo colaborativo.

Fuentes

Fraga, Bernard L. 2018. The Turnout Gap, Cambridge, Mass., Cambridge University Press. [ Links ]

Kyle, Jordan y Limor Gultchin. 2018. Populists in Power Around the World, Tony Blair Institute For Global Change, noviembre, en <https://institute.global/sites/default/files/articles/Populists-in-Power-Around-the-World-.pdf >, consultada el 15 de agosto de 2020. [ Links ]

Kyle, Jordan y Brett Meyer. 2020. High Tide? Populism in Power, 1990-2020, Tony Blair Institute For Global Change, febrero, en <https://institute.global/policy/high-tide-populism-power-1990-2020 >, consultada el 15 de agosto de 2020. [ Links ]

Müller, Jan-Werner. 2017. “El auge ¿imparable? del populismo”, en La era de la perplejidad. Repensar el mundo que conocíamos, Madrid, BBVA, en <https://www.bbvaopenmind.com/articulos/el-auge-imparable-del-populismo/ >, consultada el 16 de octubre de 2020. [ Links ]

The Economist. 2020. Democracy Index 2019, Intelligence Unit, en <https://www.eiu.com/topic/democracy-index >, consultada el 5 de octubre de 2020. [ Links ]

Walt, Stephen M. 2016. “10 Ways to Tell if Your President Is a Dictator”, Foreign Policy, en <https://foreignpolicy.com/2016/11/23/ten-ways-to-tell-if-your-president-is-a-dictator/ >, consultada el 20 de septiembre de 2020. [ Links ]

1 Por “democracia plena” se considera aquella condición que permite identificar una cultura política que garantiza la existencia de los derechos, las libertades políticas y civiles con medios de comunicación plurales y diversos, en el marco de un sistema de controles y equilibrios entre poderes. Las “democracias defectuosas” observan bajos niveles de participación ciudadana y presentan problemas de gobernanza, al margen de ofrecer procesos electorales justos y libres pero con una cultura política debatible. Los “regímenes híbridos” establecen la falta de confianza en los resultados electorales; aunque tienen un pluralismo partidista mantienen una baja participación ciudadana, entendida por la corrupción que presenta un Estado de derecho débil, al que se suma una presencia de medios de comunicación bajo presión del gobierno. Por último, los “regímenes autoritarios” establecen en la censura y la persecución por diferencias ideológicas una falta de respeto a las libertades civiles y políticas, al mismo tiempo que presentan una dificultad para desarrollar elecciones justas y una auténtica división de poderes (The Economist, 2020).

2Entre los que resaltan Modi en India, Rajapaksa en Sri Lanka, Erdogan en Turquía, Trump en Estados Unidos, López Obrador en México, Johnson en Reino Unido y Bolsonaro en Brasil.

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