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Norteamérica

versión On-line ISSN 2448-7228versión impresa ISSN 1870-3550

Norteamérica vol.7 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2012

 

Ensayos

 

La conformación de la Cámara de los Comunes y los gobiernos de Canadá en cinco procesos electorales federales (2000-2011). Primera parte*

 

Oliver Santín Peña**

 

** Investigador del Centro de Investigaciones sobre América del Norte, Universidad Nacional Autónoma de México, oliversantin@hotmail.com.

 

Recibido: 28/05/2012
Aceptado: 02/10/2012

 

Resumen

El presente trabajo se propone mostrar la evolución reciente que experimentó el escenario político canadiense entre 2000 y 2011, ya que durante dicho periodo se transitó de un gobierno de mayoría absoluta liberal, con Jean Chrétien a la cabeza, a otro gobierno de mayoría conservadora con Stephen Harper como primer ministro. Este cambio fue producto de intensas batallas político-electorales, las cuales han requerido del voto ciudadano en cinco ocasiones durante un periodo de once años, lo que implica un llamado electoral federal prácticamente cada dos años, situación que manifiesta el intenso activismo partidista que se desarrolló en el país durante la década pasada.

Palabras clave: Canadá, política, elecciones, Cámara de los Comunes.

 

Abstract

This article is aimed at demonstrating the recent evolution of Canada's political milieu from 2000 to 2011. In this period it has shifted from a government with an absolute Liberal majority headed by Jean Chrétien, to one with a Conservative majority and Stephen Harper as prime minister. This change is the result of hard-fought political-electoral battles that have necessitated polling the electorate five times over an 11-year period, meaning that federal elections have been called practically every two years. This provides clear evidence of the vigorous partisan activism in the country over the last decade.

Key words: Canada, politics, elections, House of Commons.

 

Introducción

La intensa dinámica política experimentada durante la primera década del siglo XXI en Canadá se ha evidenciado en una serie de condiciones imperantes en el ámbito parlamentario del país, manifiestas a través del dominio absoluto de la derecha, representada por el Partido Conservador, y el ascenso de la izquierda como primera oposición, con el Partido Neodemócrata. Al mismo tiempo, la reducción como tercera fuerza política del antes poderoso Partido Liberal y el desplome del Bloque Quebe-quense, reducido a una mínima expresión en la Cámara de los Comunes, son elementos que crean un nuevo crisol parlamentario y dejan al descubierto una muy rica beta para la investigación en lo concerniente al funcionamiento y estabilidad del sistema político canadiense para el siglo XXI.

Al respecto, cabría señalar que la composición de la XLIa Legislatura en su Cámara Baja no es otra cosa que el resultado de una reconfiguración en la percepción política de los electores canadienses, cuya volatilidad electoral ha generado, por añadidura, un escenario político cada vez más polarizado entre la derecha en el poder y la izquierda como principal opositora, condición que, por cierto, no tiene precedente en la historia política de Canadá. Lo anterior obedece a la existencia de un consenso pragmático entre las elites liberales y conservadoras, las cuales lograron asentar durante décadas una muy efectiva fórmula para monopolizar el ejercicio del poder, llevando a cabo acciones de gobierno poco divergentes -entre uno y otro grupo-, situación que permitiría la continuidad de proyectos y programas de desarrollo sustentable, más allá del partido mayoritariamente representado.

Desde esta lógica deberá entenderse la posición conservadora de las elites del Partido Liberal, en el sentido de no lograr alianzas trascendentes con la izquierda neodemócrata canadiense, pues esto significaría comprometer los acuerdos alcanzados con las elites tories.1 En contraposición, debe subrayarse que también las posturas más liberales de las elites del Partido Conservador lograron mantener a la extrema derecha del país alejada de la toma de decisiones por mucho tiempo, hasta la llegada del siglo XXI. De esta forma, una vez roto el delicado equilibrio entre ambos grupos, cabría suponer el ascenso de nuevos tiempos políticos en Canadá, caracterizado ahora por el predominio de antípodas con discursos mediáticos de extrema derecha, por un lado, y de izquierda por el otro.

 

Metodología

Con el objetivo de lograr mayor precisión en la identificación de los momentos claves que han transformado el espectro político actual, habrán de utilizarse algunas herramientas metodológicas de investigación con la finalidad de señalar las variables sistémicas que predominan en la política canadiense, esto con el fin de hacer un poco más claros y comprobables sus impactos en los procesos electorales del país. Para lograr lo anterior, a través del método deductivo, se enlazarán eventos extraídos de fuentes primarias como notas periodísticas, debates televisivos o encuestas, con la intención de confrontar los eventos ahí expuestos. Una vez hecho esto, se generarán ideas que se demostrarán conforme avance el escrito, con el objetivo de consolidar su estructura y responder así a las premisas sostenidas a lo largo del trabajo.

Dicho de otra forma, las inferencias mediatas (o conclusiones) que se obtengan, derivarán de premisas expresadas en distintos momentos durante el artículo, lo que ayudará a crear un espacio de ejercicio metodológico en donde las deducciones se contrastarán y corroborarán mediante datos duros. En este sentido, desde nuestra perspectiva, el método deductivo "es el más adecuado para demostrar, es decir, para conocer la relación existente entre las ideas" (Namakforoosh, 2005: 434).

 

Objetivos

Uno de los principales objetivos será identificar los momentos más importantes que ha experimentado la política canadiense durante la última década, no como una mera descripción de hechos aislados, sino más bien como una serie de eventos que -uno tras otro- han producido impactos, en particular que han dado forma a la realidad política actual de Canadá. Al mismo tiempo, se analizarán acontecimientos cuya cobertura mediática ha tenido una gran influencia entre la sociedad canadiense y sus decisiones electorales.

Otro de los objetivos más importantes es analizar las principales características de los procesos electorales de 2000, 2004, 2006, 2008 y 2011 con el fin de entender las distintas conformaciones parlamentarias que ha tenido la Cámara Baja, pues durante dicho lapso el Partido Liberal dio paso como gobierno de mayoría al Partido Conservador.

De acuerdo con lo anterior, se plantea una serie de preguntas:

1. ¿Existen momentos clave para entender la coyuntura política canadiense contemporánea?

2. ¿Las condiciones políticas actuales del país responden al éxito de una estrategia partidista en particular o a un liderazgo específico?

3. ¿La ciudadanía canadiense otorga importancia a los temas discutidos por los partidos en el Parlamento?

4. ¿Qué consecuencias tienen los desaciertos parlamentarios partidistas o las contradicciones de los políticos entre la opinión pública?

5. ¿Qué papel han jugado los escándalos mediáticos en la conformación parlamentaria canadiense?

6. ¿A qué obedece el fortalecimiento conservador y el decaimiento liberal en Canadá durante la última década?

7. ¿Qué factores han permitido el crecimiento del Partido Neodemócrata como opción política al iniciar la segunda década del siglo XXI?

8. ¿Existe una polarización en el ámbito político canadiense? Y, de ser cierta, ¿es posible que se extienda a una comunidad dividida entre elites empresariales privilegiadas y una sociedad civil que va perdiendo espacios de acción?

 

Hipótesis

Como resultado de estas preguntas, a continuación se bosquejan algunas hipótesis que se revelarán a lo largo del trabajo:

1. Una serie de eventos específicos ha sido determinante en el reacomodo histórico que ha experimentado el Parlamento canadiense durante la última década.

2. El escenario político actual de Canadá es resultado -en buena medida- de estrategias exitosas del Partido Conservador y su líder Stephen Harper.

3. Los medios de comunicación juegan un papel central en la difusión de los temas a discutir en la Cámara de los Comunes.

4. Un desacierto partidista, o una grave contradicción entre alguno de sus líderes, suele tener efectos electorales bastante adversos.

5. Los escándalos mediáticos y las acusaciones públicas de corrupción entre los protagonistas políticos han sido armas muy comunes en años recientes al interior del Parlamento y particularmente en la Cámara de los Comunes.

6. La fragmentación interna y las fallidas estrategias electorales han alejado al Partido Liberal del poder, relegándolo a la tercera posición política en la Cámara de los Comunes.

7. La unidad y el desarrollo de estrategias electorales precisas han ayudado al Partido Conservador en su consolidación como gobierno de mayoría.

8. La coherencia política, el mantenimiento de un discurso contrastante y el adecuado liderazgo de Jack Layton, fueron elementos que lograron posicionar a la opción neodemócrata como primera minoría a inicios de la segunda década del siglo XXI, catapultando así a la izquierda del país hacia los primeros planos.

9. La serie de eventos políticos y partidistas ocurridos durante la última década han ido polarizando la política canadiense, amenazando con ello, en el corto y mediano plazo, con extender dicha polarización a los sectores más activos de la sociedad.

 

La elección de 2000, la maquinaria electoral liberal y su disidencia

El primer proceso electoral federal del nuevo siglo tuvo lugar en Canadá justo cuando el gobernante Partido Liberal y su primer ministro, Jean Chrétien, se encontraban -según la casa encuestadora de origen canadiense Ipsos-Reid- con amplios porcentajes de aprobación para su gestión, con números que oscilaban alrededor del 45 por ciento, mientras que sus oponentes más cercanos -en este caso la Alianza Canadiense Conservadora- acumulaban un 25 por ciento. Lo anterior sucedía al tiempo que el Partido Conservador Progresista, el Bloque Quebequense, y el Partido Neodemócrata tenían alrededor del 10 por ciento de la preferencia electoral cada uno (Blaze Carlson, 2011).

Entrando en materia y en lo que corresponde al llamado a elecciones en noviembre de 2000, debemos señalar que dicha convocatoria fue precedida por una serie de programas de gobierno enfocados en alcanzar presupuestos equilibrados que permitieran redestinar mayores recursos a programas de carácter social. Por cierto, este tema en particular provocó fuertes críticas de la izquierda canadiense, ya que a su juicio los esfuerzos empleados por los gobiernos liberales al respecto no habían sido suficientes. Por este motivo y con el fin de debilitar el tradicional discurso de la izquierda neodemócrata, el primer ministro Chrétien encargó a su ministro de finanzas (Paul Martin) diseñar un plan que redujera la deuda pública y que, al mismo tiempo, creara superávit presupuestarios que permitieran redestinar recursos al ámbito social.

Estos esfuerzos liberales permitieron al gobierno de Jean Chrétien la organización y redistribución de partidas presupuestales federales por todo el país. Al mismo tiempo y aprovechando el éxito del superávit que había generado el programa económico de Martin, el primer ministro Chrétien decidió atender las demandas de los diputados conservadores en la Cámara de los Comunes de redestinar recursos excedentes para reducir la deuda pública. Con esta estrategia, la administración de Chrétien buscó debilitar las demandas de sus dos principales partidos opositores en el Parlamento, ya que, en buena medida, el incremento del gasto social intentaba disminuir la posición neodemócrata de mayores inversiones en ese rubro, al tiempo que, con la reducción de la deuda pública, Chrétien pretendió menguar las críticas del bloque conservador, que regularmente acusa a los liberales de ser dispendiosos y descuidados con el gasto público.

Ante esta dinámica de fortalecimiento de la imagen liberal, el bloque conservador representado por el Partido Conservador Progresista (con mayor representación en la costa atlántica) y el Partido Reformista (con mayor representación en el oeste del país) no tuvieron otra opción que replantear sus estrategias en el Parlamento y se vieron obligados a redefinir sus agendas partidistas con el objetivo de encontrar argumentos sólidos que convencieran a los ciudadanos para favorecerlos con su voto. En el cuadro 1 se muestra de manera general el nivel de aceptación que gozaba el Partido Liberal a finales de los años noventa, justo cuando era considerada la agrupación política que mejor representaba los intereses nacionales en todas las regiones del país.

Sin embargo, en lo que corresponde a la izquierda canadiense, debe señalarse que el Partido Neodemócrata no cesó sus críticas parlamentarias contra el gobierno de Chrétien, pues consideraba insuficientes las partidas presupuestales destinadas al ámbito social. En este sentido quedaba claro, al menos para Chrétien, que "el gobierno liberal debía esperar encontrarse bajo mayor presión sustancial por parte de la izquierda a fin de abandonar la obsesión de los recortes deficitarios, en favor del gemimos apoyos de dos vías para programas sociales y de desarrollo económico" (Clarkson, 2005: 205). Lo anterior es una muestra clara de cómo el Partido Neodemócrata no cesaría en sus exigencias para lograr mayores inversiones en materia social, señalando así las contradicciones reales que representaba para el sistema social canadiense la insistencia de Chrétien por reducir el déficit y la deuda pública.

En este sentido, la política del gobierno liberal de Chrétien -por mantener finanzas sanas- acercaría más a su administración con el dogmatismo económico de su antecesor (el conservador Brian Mulroney). Incluso, ésa ha sido una de las grandes críticas históricas de la izquierda canadiense hoy día, pues en los hechos liberales y conservadores frecuentemente comparten programas de gobierno ya en funciones. En este sentido, Stephen Clarkson (profesor emérito de la Universidad de Toronto) señala que la llegada del siglo XXI en Canadá estuvo marcada por una actividad gubernamental bajo paradigmas híbridos, que bien podrían calificarse como un "Jean Mulroneyismo" o un "Brian Chrétienismo".2

Sin embargo, pese a las similitudes en las acciones de gobierno de Jean Chrétien con su antecesor conservador, lo cierto era que el nivel de popularidad de su administración lo colocaba muy por encima de todos su opositores, esto, en buena medida gracias al impacto mediático favorable que habían alcanzado sus acciones de gobierno, pese a las críticas neodemócratas. Este esquema creó un escenario político favorable para que Jean Chrétien adelantara un llamado a elecciones, toda vez que el proceso electoral previo (junio de 1997) le permitía mantenerse en el poder hasta mediados de 2002. Aquí cabe aclarar que el llamado adelantado a elecciones parecía obedecer a dos razones: la primera era la posibilidad de debilitar a los opositores de los liberales en el Parlamento justo en momentos en que la izquierda neodemócrata no lograba articular una estrategia nacional, al tiempo que la derecha conservadora se encontraba dividida en dos partidos políticos y ante liderazgos emergentes o cuestionados. La segunda razón, y quizá la más poderosa, era el gradual incremento disidente al interior del Partido Liberal, pues cada vez eran más las voces que pedían el retiro de Chrétien, para así dar paso a su ministro de Finanzas, Paul Martin, cuya figura y dogmatismo económico lo colocaba más cercano a las tendencias neoliberales y neoconservadoras puestas en boga desde los think tanks estadunidenses.

Ante esta problemática, en su partido, y atendiendo los elevados niveles de aceptación nacional hacia su gestión, Jean Chrétien decidió llamar a elecciones anticipadas para el 27 noviembre del año 2000, con lo que fue claro que, más que avasallar a sus opositores parlamentarios, el reto principal lo constituía inhibir la disidencia interna, intentando aminorar la creciente percepción de que la llegada de un nuevo líder resultaría benéfica para el partido en el gobierno.

En este contexto, Chrétien preparó el terreno electoral durante meses reclutando nuevos personajes con presencia nacional, a fin de competir con posibilidades reales en distritos electorales dominados por la oposición en la costa atlántica de Canadá. Lo anterior buscaba no sólo incrementar el número de diputados liberales en el Parlamento, sino también fortalecer la popularidad y el liderazgo del propio Chrétien en su papel de estratega político.

De esta forma, las campañas dieron inicio a partir de la tercera semana de octubre y, de inmediato, el primer ministro justificó su convocatoria electoral afirmando que era una buena oportunidad para que los canadienses escogieran entre los dos distintos caminos que podía seguir el país, pues tal elección ofrecía dos visiones diferentes de Canadá, es decir, dos cristales alternativos del futuro (Jeffrey, 2010: 347); aun cuando puso en marcha dicha estrategia para minimizar la disidencia interna, a pesar de que Chrétien se encontraba frente a una intensa presión dentro de su partido para obligarlo a dimitir, lo que permitiría el paso para la posible llegada de Paul Martin. De acuerdo con lo expresado, puede entonces considerarse que las elecciones de 2000 fueron "propiciadas" por el propio Chrétien con el fin de controlar cualquier desafío a su liderazgo (Blais et al., 2005).

Con este estado de cosas, la campaña electoral de 2000 giró en torno a un primer ministro liberal fuerte, el cual enfrentaba con ventaja a los respectivos liderazgos conservadores y neodemócratas, igual que al Bloque Quebequense, aunque a éste su circunscripción provincial lo limitaba en sus alcances nacionales. Así, quedaba claro que las elecciones federales de 2000 constituían una reafirmación del dominio avasallante del Partido Liberal en el Parlamento.

En este sentido, si bien la ventaja de los liberales en la Cámara de los Comunes obedecía a la fortaleza de su maquinaria electoral, también debe tomarse en consideración que su principal rival, en este caso la Alianza Conservadora Canadiense, era un partido recién creado y con un liderazgo nuevo -Stockwell Day-, quien buscaría en particular no perder las posiciones heredadas en el oeste por su organismo antecesor (el Partido Reformista). El Partido Conservador Progresista y su viejo líder Joe Clark, por su parte, se concentrarían en la campaña de 2000, esfuerzos para no disminuir su limitada presencia en la Cámara Baja.

Todo esto sucedía mientras que el Partido Neodemócrata, bajo el liderazgo de Alexa McDonough, buscaba no reducir su presencia en las provincias de las praderas y de la costa atlántica. Finalmente, el Bloque Quebequense se constituiría en el único partido que no veía amenazadas sus posiciones parlamentarias en este proceso electoral gracias, sobre todo, al coto electoral que le representaba la población mayoritariamente francohablante de Quebec.

De esta forma, tal y como se observa en el cuadro 2, los resultados electorales del 27 de noviembre de 2000 otorgaron, de acuerdo con las previsiones de las casas encuestadoras Compas, Leger, Ipsos Reid y Zogby (Simon Fraser University, 2008), una mayoría absoluta al Partido Liberal, incrementando incluso el número de sus diputados en la Cámara Baja al pasar de 155 a 172. Sin embargo, contrario a lo que esperaba el propio Chrétien -al adelantar las elecciones-, la Alianza Canadiense ganó varios escaños parlamentarios aumentando su presencia en la Cámara, ya que pasó de 60 a 66 diputados. En lo que concierne al Partido Conservador Progresista, tal y como se preveía, las elecciones de 2000 disminuyeron el número de tories en la Cámara de los Comunes al bajar de 20 a 12 representantes, dejando al partido al borde de su desaparición.

Por su parte, el Partido Neodemócrata no logró alcanzar la meta de mantener todas sus posiciones parlamentarias en las provincias de las praderas ni en la costa atlántica, situación que se reflejó en una disminución de sus diputados de 21 a 13 curules. Finalmente el Bloque Quebequense -tal y como se pronosticaba -, lograría consolidar su posición como tercer partido en el Parlamento, después de perder sólo seis asientos respecto de la legislatura anterior.

Estos resultados ofrecieron a Jean Chrétien la posibilidad de continuar con un gobierno mayoritario, pues su partido, con el 57.1 por ciento de los escaños en la Cámara de los Comunes, fortaleció su presencia parlamentaria, limitando las acciones de la oposición, pues ésta acumulaba en su conjunto sólo el 42.8 por ciento de las curules. Lo anterior colocó a la administración de Chrétien ante la posibilidad tangible de extender su mandato al menos por cinco años más.

Sin embargo, en cuanto Chrétien dio inicio a su tercer periodo como primer ministro, una serie de señalamientos y acusaciones de corrupción y conflictos de interés entre miembros prominentes de su gabinete comenzó a demeritar la honorabilidad de su gobierno, afectando incluso su imagen pública. Lo anterior estimuló de nueva cuenta la disidencia interna en el Partido Liberal, misma que encontró renovados impulsos, una vez que Paul Martin fue cesado del cargo como ministro de Finanzas, después de que éste desatendió el llamado del primer ministro Chrétien respecto a detener todo tipo de campañas de promoción personal.

El efecto inmediato de la salida de Martin del gabinete resultó muy negativo para Chrétien, pues el viejo líder fue perdiendo credibilidad ante el incremento de los escándalos de corrupción en su gobierno, los cuales terminaron por disminuir los apoyos entre las elites de su propio partido. Esta situación generaría una parálisis parlamentaria que impactó en la opinión pública, ya que todo llamado de la oposición a esclarecer los supuestos actos de corrupción era detenido por la mayoría liberal de manera inmediata. Dicha dinámica agregó un elemento de mayor presión a Chrétien, pues dentro de las filas liberales aumentaba el temor de que las acusaciones fueran ciertas, lo que, sin duda, generaría efectos electorales devastadores para el Partido Liberal en el corto plazo.

Todo este escenario adverso a Chrétien culminó con el anuncio de su dimisión en agosto de 2002, el cual fue efectivo a partir de noviembre del año siguiente, una vez que su partido eligió a un nuevo líder en la convención nacional programada para el 14 de noviembre.

 

La elección de 2004, entre el escándalo y la ambigüedad liberal

La convención liberal (noviembre de 2003), realizada en Toronto, otorgó a Paul Martin el liderazgo de su partido en una primera ronda, situación que lo convertía de facto en primer ministro con un gobierno además mayoritario. Así, una vez oficializado su nuevo cargo al frente de la primera magistratura a través del "discurso del trono",3 Martin dio comienzo a una etapa en la que su administración buscaría desmarcarse a toda costa de cualquier relación con los escándalos de presunta corrupción entre miembros del gobierno liberal anterior.

Por esta razón, el nuevo primer ministro, en un intento por mostrarse ante la opinión pública como un político imparcial, decidió crear un grupo de trabajo externo que investigara todas las acusaciones de corrupción entre funcionarios de alto nivel en el gobierno previo. Este grupo fue conocido como la "Comisión Gomery" y, a través de ésta, un equipo de abogados e investigadores harían un seguimiento a los señalamientos de desvío de recursos para programas de promoción de la federación en la provincia de Quebec. Debe señalarse que dichos señalamientos incluían a figuras prominentes liberales en Quebec, quienes eran acusadas, entre otras cosas, de otorgar contratos sin licitación a compañías de publicidad, cobrar sueldos en dichas agencias, dar empleo a hijos o familiares en línea directa en las mismas compañías y, en general, de utilizar recursos públicos con fines privados. Todo esto era posible gracias a que dichos programas de patrocinios federales gozaban de una amplia libertad de acción, debido al uso discrecional que suponían esos recursos, ya que estaban destinados a promover el federalismo en la provincia de Quebec, sobre todo durante los tiempos del referéndum de 1995 ante la amenaza que representó el mismo para la unidad canadiense.

El asunto más grave para Paul Martin era que, de acuerdo con las tradiciones políticas canadienses, un nuevo primer ministro que hereda el cargo de un correligionario, debe convocar a elecciones federales en el corto plazo, con el fin de legitimar su mandato, sin importar que éste goce de mayoría parlamentaria. El problema radicaba en que el incremento mediático del escándalo de corrupción en las filas liberales fue disminuyendo el nivel de aprobación hacia todo el Partido Liberal, situación que amenazaba seriamente la mayoría alcanzada en la Cámara de los Comunes. Otro elemento que ponía en jaque el predominio liberal era sin duda la unificación de los dos partidos de la derecha (en este caso el Partido Conservador Progresista y la Alianza Canadiense), pues juntos habían logrado superar sus diferencias y conformar así un nuevo Partido Conservador bajo el liderazgo de Stephen Harper. Al mismo tiempo, la llegada de un nuevo liderazgo al frente del Partido Neodemócrata con la figura de Jack Layton, político conocido por sus posturas críticas y fuertes hacia los programas de gobierno liberales, fueron nuevos factores que colocaron al gobierno de Martin en una posición muy difícil, de cara a unas elecciones que debían ser convocadas en el corto plazo.

En consecuencia, las presiones dentro de la Cámara de los Comunes en contra del gobierno de Martin aumentaron, ya que la oposición demandaba una convocatoria inmediata a elecciones para permitir así una nueva reconfiguración parlamentaria, con el objetivo de encarar de manera diferente los escándalos de corrupción liberal. Debido a esta presión, los diputados liberales manifestaron -en su mayoría- buena disposición para encarar una nueva elección federal, sin embargo, el primer ministro se empeñó en retrasar el llamado, originando así las primeras fracturas parlamentarias entre sus propias filas liberales, al quedar en evidencia que Martin no tenía la intención de convocar a elecciones durante el primer semestre de 2004 (Jeffrey, 2010: 488-489).

Estas reservas del primer ministro por convocar a elecciones, tal y como lo señalaban las tradiciones políticas canadienses, obedecía sobre todo a que las encuestas demostraban que, conforme el escándalo de corrupción aumentaba, iban disminuyendo en proporción los apoyos hacia su partido. Al respecto, la firma encuestadora Ipsos dejaba en claro (marzo de 2004) que la diferencia entre liberales y conservadores se había reducido a menos de diez puntos, lo que significaba -para el Partido Liberal-una pérdida de su mayoría en la Cámara de los Comunes. Por este motivo, y en un intento desesperado por despolitizar el asunto, Martin decidió no convocar a nuevas elecciones, al menos hasta que la Comisión Gomery emitiera su primer informe. Sin embargo, cuando la comisión dio a conocer que su primer informe preliminar estaría listo hasta finales de año, entonces, el primer ministro liberal no tuvo otra alternativa que llamar a elecciones para el 28 de junio de 2004.

La lectura de este llamado postergado a elecciones de parte de Martin parecería obedecer a su empeño por aguardar el momento menos adverso de los escándalos, pues resulta cierto que tras la intensa cobertura mediática (de enero a mayo de 2004), la indignación pública había disminuido y muestra de ello fueron las encuestas que ubicaban mejor posicionado al Partido Liberal. Una de las razones que permite suponer esta mejoría en la percepción pública se debe a que el propio primer ministro hizo un llamado público a la Cámara de los Comunes para no insistir sobre un tema que ya estaba siendo investigado, no sólo por la Auditoría General, sino también por una comisión externa. Desde esta lógica, cualquier intento por beneficiarse políticamente del asunto se interpretaría como una práctica oportunista ante la opinión pública.

Ante esta situación, las campañas electorales iniciaron formalmente a finales de mayo de 2004, cuando la gobernadora general (Adrienne Clarkson) disolvió el Parlamento a solicitud expresa del primer ministro Martin. Así, de inmediato las maquinarias electorales conservadoras y liberales pusieron en marcha sus estrategias, con miras a una contienda que se preveía como la más competida de los últimos años. A lo anterior habría que agregar el nuevo liderazgo neodemócrata con Jack Layton, cuyo principal objetivo era incrementar su presencia parlamentaria en las provincias del Oeste, de las praderas y en Ontario.

Sin embargo, es un hecho que la campaña de 2004 se centraría en los dos grandes partidos políticos: el Partido Liberal, representado por su líder y primer ministro Paul Martin, encabezaría una campaña plagada de promesas recicladas de la administración de Chrétien, que a su vez se inclinaban hacia la derecha en materia de prudencia fiscal y también a la izquierda en materia de programas sociales. Esta ambivalencia fue convirtiéndose poco a poco en una característica constante del partido (Clarkson, 2005: 250). Desde luego que tal dicotomía política provocó severas críticas desde el Partido Neodemócrata, pues su liderazgo, en voz de Jack Layton, acusó al gobierno de Martin de ser el responsable directo de la muerte de un centenar de personas sin hogar (homeless), argumentando que los recortes en materia social -durante las administraciones liberales- habían evitado la construcción de viviendas dignas para gente necesitada en situación de calle (Milke, 2011: 17).

Por su parte, los conservadores -bajo el liderazgo de Stephen Harper, quien a su vez fungía, al mismo tiempo, como líder de la oposición en la Cámara de los Comunes-, pusieron en marcha una campaña mediática basada en mensajes televisivos. Al mismo tiempo, los estrategas tories elaboraron un escrito que Harper llevaba consigo a todos sus actos de campaña, titulado, "Demanding Better", a través del cual se marcaban de manera sencilla los lineamientos de gobierno que debían seguir los conservadores en caso de llegar al poder. Estas propuestas giraban en torno a una más clara rendición de cuentas, a fin de fortalecer la economía, sin incrementos tributarios de por medio, al tiempo que proponía mejoras al sistema de salud, a la comunidad y una mayor inversión en el campo de la seguridad (Dornan y Pammett, 2004: 89-90).

Con esta dinámica, el electorado canadiense fue colocado ante dos propuestas partidistas abiertamente antagónicas. Martin se dirigía a los votantes preguntando: "¿Quieres un Canadá construido a través de la fortaleza de sus valores e historia, como es el Medicare, la generosidad y un inquebrantable compromiso de igualdad de oportunidades? o ¿prefieres un Canadá que se aleje de mucha de esa historia, un Canadá que rechace sus valores tradicionales de responsabilidad colectiva?" (Jeffrey, 2010: 500).

En cambio, Stephen Harper, a manera de respuesta, se dirigía a los votantes en los siguientes términos: "Mi Canadá va a ser, como canadiense, igual que el de cualquier otro candidato. Tú lo sabes bien, en este país se puede ser canadiense sin ser liberal. Este gobierno parece ya haber olvidado eso" (Jeffrey, 2010: 501). Además, en clara alusión a los señalamientos de sus opositores, Harper prometía destinar mayores recursos al gasto público que el planteado por los liberales en el ejercicio presupuestal de 2003, al mismo tiempo, garantizaba su negativa a privatizar el sistema de salud (Flanagan, 2009a: 158). Esta actitud de mayor definición frente a temas específicos fue generando buenos dividendos a la causa conservadora, en detrimento de sus contrincantes liberales, cuya actitud ambigua -ante los posicionamientos más firmes de la izquierda y la derecha canadiense- fue haciéndoles perder posiciones, al grado de colocarlos, según las casas encuestadoras ses, Compas, Ipsos y Ekos, en un virtual empate con los tories, a tan sólo unos días de los comicios.4 Sin embargo, una serie de acusaciones infundadas por parte de Stephen Harper en contra del primer ministro que lo señalaban como cómplice indirecto de pornografía infantil terminarían por inclinar la balanza a favor de los liberales, una vez que ningún candidato logró despuntar después de los debates televisivos de los días 14 y 15 de junio.

De esta forma, los resultados electorales del 28 de junio de 2004, si bien mantuvieron en el poder al primer ministro Paul Martin, no lograron sostener la mayoría parlamentaria del Partido Liberal por primera en once años, situación que consolidó al recién unificado Partido Conservador como primera minoría. Al mismo tiempo, la presencia parlamentaria del Bloque Quebequense y del Partido Neodemócrata se vería incrementada en la cámara de los comunes, en detrimento de la representación liberal. Los resultados pueden apreciarse en el cuadro 3.

Ahora, si bien Paul Martin había logrado retener el control del gobierno en Ottawa, la verdadera señal de alarma se manifestaba en la fortaleza que había alcanzado la derecha una vez unificada ésta alrededor de un solo partido político. Aunado a lo anterior, quedaba claro que el liderazgo del conservador Stephen Harper iba consolidándose tras cada escándalo y fracaso liberal, pero, sobre todo, gracias a su estrategia de reunificación de la derecha en todo el país, pues, a su juicio, la nueva agrupación conservadora sólo podría aspirar a acceder al gobierno una vez que se conjugaran tres elementos: el apoyo torie en Ontario y en la costa atlántica, el apoyo de los reformistas conservadores populistas de las praderas (Alberta, Saskachetwan y Manitoba) y el apoyo de los francófonos nacionalistas -no separatistas- de Quebec (Flanagan, 2009b: 202). Así, de acuerdo con las proyecciones del propio Harper, el Partido Conservador solamente debía aguardar una mejor oportunidad para quitar a los liberales del poder.

En lo concerniente al avance de la izquierda en esas elecciones, debemos agregar que el liderazgo y dinamismo mostrado por Jack Layton al frente del Partido Neodemócrata, también constituiría un elemento más que causó preocupación al gobierno de Martin, pues con un 15.7 por ciento del voto, los neodemócratas se ubicaban como una fuerza política en franco ascenso, que gracias al sistema político canadiense sólo había logrado acumular 19 diputados en la Cámara de los Comunes, frente a los 54 que el Bloque Quebequense obtuvo pese a tener un menor porcentaje de voto (12.4 por ciento ). Lo anterior obedece a que el Bloque Quebequense había concentrado únicamente en su bastión provincial (Quebec) la totalidad de sus sufragios. De esta forma, los neodemócratas reafirmaban su posición como tercer partido nacional, alcanzando presencia en las provincias de Columbia Británica, Manitoba, Ontario, Nueva Brunswick y Nueva Escocia (Simon Fraser University, 2004b).

Incluso, podemos señalar que el avance de la izquierda canadiense pudo haber sido mayor en los comicios de 2004, de no ser porque votantes neodemócratas cambiaron el sentido de su voto a favor de los liberales, en lo que se considera un intento por evitar una victoria de los conservadores. Lo anterior obedeció a que diversas encuestas levantadas a unos cuantos días del proceso electoral dejaban en claro que liberales y conservadores se encontraban con cifras de intención de voto muy semejantes (Winsor, 2009).

Los anteriores elementos fueron agregándose a un tablero político que mostraba el inicio de una caída del Partido Liberal -en sus tradicionales reductos electorales de Ontario y Quebec-, para dar paso así a la derecha y a la izquierda como opciones políticas frente a un electorado cada vez más desconcertado ante las ambivalencias de los gobiernos liberales, los cuales, dicho sea de paso, se habían convertido en un organismo político híbrido que amalgamaba las ofertas más atractivas de sus dos principales adversarios nacionales; en este caso, finanzas sanas y una mayor disciplina fiscal (demandas tradicionales del Partido Conservador), además de mayor inversión y gasto en el sector público, tal y como lo demandaba el Partido Neodemócrata.

 

La elección de 2006 y el reacomodo parlamentario con los conservadores al frente

Una vez en funciones la nueva administración de Paul Martin al frente de un gobierno de minoría, se hicieron más evidentes las nuevas divisiones dentro del Partido Liberal, especialmente después de que se reafirmó la intención de Martin de relegar de su gabinete a políticos y funcionarios cercanos a su antecesor Jean Chrétien. Paradójicamente, mientras todo esto sucedía con los liberales, el Partido Conservador se plegaba rotundamente a las directrices marcadas por su líder (Stephen Harper), cuya meta de alcanzar la primera magistratura se pondría en marcha después de las elecciones, una vez que los tories consolidaran y extendieran sus posiciones parlamentarias, debido a que el escándalo liberal de patrocinios y desvío de recursos se perfilaba para alcanzar mayores dimensiones mediáticas.

En tanto, siguiendo el curso de sus investigaciones, la Comisión Gomery llamó a declarar a Jean Chrétien y a Paul Martin, en la que constituiría la primera ocasión (desde 1873) en que un primer ministro en el poder rindiera una declaración ante un comité de investigación pública. El primero en presentarse ante la comisión (el 8 de febrero de 2005) fue Jean Chrétien, quien en todo momento defendió los programas de patrocinios como una parte central de la lucha del gobierno de Ottawa en contra de los soberanistas quebequenses e, incluso, se dio tiempo para acusar a los especialistas de la comisión de ser parciales y estar predispuestos en contra de los liberales, pues tenían entre sus filas a connotados abogados conservadores, quienes, a la vez, eran amigos personales de ex primeros ministros tories, como Brian Mulroney, quien además laboraba en un bufete jurídico que asesoraba a la propia comisión (CTV.ca News, 2005).

Dos días después (10 de febrero de 2005), Paul Martin se presentó también ante dicha comisión, con el objetivo de dejar en claro no sólo su no participación, sino también su desconocimiento del asunto, algo que por cierto le generó diversos cuestionamientos, pues no era del todo creíble que un ministro de Finanzas no tuviera conocimiento del destino de gastos discrecionales valuados en varios cientos de miles de dólares efectuados por el gobierno federal.

De manera paralela y mientras el primer ministro se encontraba bajo investigación, la mayoría opositora en la Cámara de los Comunes presionó al gobierno a tal grado que Martin se vio obligado a prometer una nueva convocatoria a elecciones una vez transcurridos treinta días de que la Comisión Gomery emitiera su primer informe. Este delicado compromiso asumido por Martin le dio una pausa a su gobierno a nivel interno para encarar la propuesta estadunidense de crear un escudo antimisiles junto a Canadá, propuesta del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, a la que el gobierno liberal canadiense manifestaba un abierto rechazo. Sin embargo, el Partido Conservador -en voz de su líder Stephen Harper- exigió la adhesión de Canadá al nuevo sistema, argumentando que Ottawa debía estrechar su colaboración militar y de seguridad con Washington, especialmente después de los atentados del 11 de septiembre.

No obstante, esta postura conservadora nunca logró aglutinar a toda la oposición, ya que el Partido Neodemócrata es bien conocido por sus posturas de carácter nacional y pacifistas, las cuales en general exigen mantener cierta distancia en temas relativos a seguridad y defensa conjunta con Estados Unidos.

Así, no obstante el fracaso de Harper por alcanzar un consenso entre la oposición, tuvo un gran éxito gracias a que la fracción conservadora en la Cámara de los Comunes colocó dicho tema como parte central del debate nacional, generando de este modo divisiones entre la opinión pública en torno al tema, asunto que se tradujo en una divergencia de casi el 50 por ciento en favor y otro tanto en contra de aquél (CBC News, 2004). Estas cifras comenzarían a dar las primeras muestras de lo que sería una gradual polarización entre la opinión pública en temas políticos de coyuntura nacional e internacional.

Una vez establecida la posición del primer ministro Martin, en el sentido de rechazar la inclusión canadiense al escudo antimisiles, la atención nacional nuevamente se centró en los primeros resultados de la Comisión Gomery, los cuales se dieron a conocer el 1° de noviembre de 2005. En este primer informe, el grupo encargado de la investigación exoneró tanto a Jean Chrétien como al primer ministro Martin, sin embargo, dicho informe fue contundente al afirmar que el programa de patrocinios federales se encontraba repleto de irregularidades administrativas que facilitaban la falta de transparencia y laxitud en los procesos de licitación y contratación de servicios.

A través de este documento, conocido como "¿Quién es el responsable? Informe Fase 1", la Comisión Gomery comprobó una serie de irregularidades que incluían pagos excedidos a las agencias de publicidad según las horas presuntamente trabajadas, comisiones infladas en sus presupuestos originales, así como donaciones ilegales provenientes de diversas agencias de publicidad en Quebec con el fin de recibir posteriores contratos a nivel federal (Commission of Inquiry into the Sponsorship Program and Advertising Activities, 2005). Si a lo anterior se agrega la comprobación de que altos funcionarios liberales figuraban en las nóminas de las agencias publicitarias, puede entonces dimensionarse cómo los resultados de la comisión fueron letales para la credibilidad del gobierno liberal aún en el poder.

Después de que se divulgaron estos resultados, el primer ministro se enfrentó a la grave problemática de convocar a elecciones -tal y como lo había prometido a la oposición-, pues, en los hechos, una nueva elección anticipada significaba el final de su administración. Fue por este motivo que el gobierno liberal buscó alcanzar una alianza con el Partido Neodemócrata y su líder Jack Layton para lograr un pacto parlamentario que permitiera continuar a los liberales en el poder. Lo anterior resultaba necesario para Martin, en virtud de que los votos neodemócratas eran lo único que podía mantener a su gobierno, una vez que el Partido Conservador y el Bloque Quebequense ya habían hecho pública su postura de emitir un voto de falta de confianza al primer ministro, por no cumplir su promesa de llamar a elecciones adelantadas.

Así, Jack Layton, consciente de que todo quedaba en manos de los neodemócratas, solicitó al primer ministro adoptar una serie de compromisos públicos que incluyeran la promesa liberal de evitar futuras privatizaciones en los servicios de salud pública, así como un incremento sustancial en las inversiones federales para dicho sector (CBC News, 2006). Estas solicitudes, expresadas por Layton al primer ministro liberal, obedecían a la decisión manifestada por la Suprema Corte de Quebec en el sentido de legalizar parcialmente ciertas privatizaciones al seguro de salud pública en la provincia (Flanagan, 2009a: 228).

Sin embargo, pese al apremio en el que se encontraba inmerso el gobierno de Martin, su administración manifestó actitudes ambiguas frente a los compromisos propuestos por los neodemócratas, situación que provocó la molestia de Jack Layton, quien consideró que los liberales daban respuestas muy limitadas a sus propuestas originales. Por eso Layton dejó en claro que él como líder del Partido Neodemócrata no se encontraba ya en posición de rechazar cualquier otra propuesta de voto de confianza en el corto plazo (Jeffrey, 2010: 579).

Al respecto, lo que más debe llamar la atención es el hecho de que, no obstante que el Partido Liberal se encontraba al borde de una derrota electoral, sus liderazgos -en el gobierno y en el Parlamento- prefirieron contender en un proceso electoral muy desfavorable, antes que aceptar una alianza con los neodemócratas, lo que representaba un cambio en la estrategia gubernamental liberal significaba evitar el paso de posibles procesos privatizadores -a mediano y largo plazo- en todo el país.

Con este escenario como precedente y después de que el gobierno liberal anunciara una serie de incrementos al gasto público, la oposición parlamentaria decidió tomar medidas para adelantar las elecciones, pues consideraba que dichos anuncios de inversión pública eran claramente parte de una estrategia preelectoral diseñada para modificar las tendencias contrarias al gobierno liberal. De este modo, y tomando en cuenta las negativas de Paul Martin para reconocer su compromiso de llamar a elecciones, el líder de la oposición en la Cámara de los Comunes, el conservador Stephen Harper, logró finalmente un consenso opositor para emitir el 28 de noviembre de 2005 un voto de falta de confianza hacia el primer ministro. Esto significaba un llamado adelantado a elecciones para el día 23 de enero de 2006, una vez que la gobernadora general (Michaelle Jean) aceptara e hiciera oficial la renuncia de Martin como jefe de gobierno en Canadá.5

Dicho lo anterior, como era esperable, las campañas electorales de la oposición centraron sus estrategias en exponer la corrupción del gobierno, mientras que el Partido Liberal insistió en la amenaza que representaba un regreso de los conservadores al poder. En este sentido, Martin enfocó su mensaje en los posibles retrocesos que en materia social se avecinaban para Canadá en caso de que los conservadores llegaran al gobierno. Mientras tanto, Stephen Harper y el Partido Conservador dirigieron sus mensajes para convencer a los votantes de que ellos sí tenían una agenda social y que, además, los conservadores eran más incluyentes que sus opositores. En este sentido y para apoyar la idea anterior, Harper ofrecería otorgar el voto libre a todos los miembros de su partido en temas delicados como el matrimonio entre personas del mismo sexo (Jeffrey, 2010: 590). Con este tipo de anuncios, Harper buscó deslegitimar el discurso liberal, en el sentido de que los conservadores se encontraban negados ante la posibilidad de reconocer el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo.

Una vez transcurridas las primeras semanas de campaña, fue evidente que liberales y conservadores mantenían intenciones de voto muy similares, situación que continuaría hasta finales de diciembre de 2005, justo cuando se dio a conocer que el ministro de finanzas liberal, Ralph Goodale -en su calidad de alto funcionario público-, había revelado información privilegiada a diversas empresas y compañías canadienses, con el fin de beneficiarlas en sus aportaciones tributarias, lo que habría representado una disminución de trescientos millones de dólares a las arcas públicas (CBC News, 2007). Esto último constituyó el golpe final para las aspiraciones de continuidad liberal en el poder, pues a partir de ese momento las encuestas mostrarían un incremento en la intención de voto a favor de los conservadores.

Después de esto, los debates televisivos de los días 9 y 10 de enero de 2006 fueron fundamentales para la causa liberal, pues a través de los mismos Paul Martin buscaba reposicionarse frente al electorado por medio de una fuerte estrategia en contra del líder conservador. Sin embargo, pese a que Martin concentró sus intervenciones en atacar a Harper, este último nunca perdería la tranquilidad y, pausada y ordenadamente, respondió todos y cada uno de los cuestionamientos en su contra. La estrategia de Harper durante el debate se concentró en presentar sus planes de gobierno, haciendo a un lado las descalificaciones personales en contra de Martin y sólo hasta el final aludiría al gobierno liberal acusándolo de deshonesto (C-Span Video Library, 2006).

Siguiendo este orden de ideas y como un elemento importante para tomarse en cuenta, debe añadirse que, a diferencia de las elecciones anteriores, los votantes neodemócratas ya no estarían dispuestos a sacrificar sus votos para evitar un triunfo conservador, pues se había hecho patente más que nunca la fuerte tendencia del gobierno liberal a no comprometerse para evitar privatizaciones del sistema de salud y a no incrementar inversiones al sector público, tal y como lo había solicitado Jack Layton como condiciones para sostener el gobierno de Martin.

Dicho lo anterior, las elecciones federales del 23 de enero de 2006 dieron el triunfo al Partido Conservador, que logró instituir un gobierno de minoría. Los resultados quedaron como se muestra en el cuadro 4.

Al respecto, señalamos que los resultados de 2006 son una muestra clara de cómo los desaciertos, escándalos y fragmentación del Partido Liberal, jugaron en contra de sus intereses, llevándolos a la derrota después de doce años ininterrumpidos en el ejercicio del poder, desde el ascenso de Jean Chrétien en 1993. Lo más grave para los liberales fue que las provincias con mayor densidad demográfica (Ontario y Quebec) manifestaron una reducción liberal en proporción al incremento de los conservadores, al tiempo que, en Ontario, los liberales también restaron números en proporción con el incremento de los neodemócratas.

En lo que corresponde a los conservadores, consolidaron su dominio en las provincias de las planicies (Alberta, Manitoba y Saskachetwan), así como en Columbia Británica (en el oeste). Lo cierto fue que el triunfo torie en estas elecciones se debió al avance logrado en Ontario y Quebec, pues tal como se observa en el cuadro 5, en ambas provincias la causa conservadora logró acumular 50 escaños en la Cámara de los Comunes, cifra que, sumada a los 74 diputados electos en el resto del país, hizo posible, finalmente, el ascenso conservador a un gobierno de minoría. Por otra parte, el Bloque Quebequense consolidó su presencia parlamentaria al obtener 51 curules provinciales, cifra que garantizaba su posición como tercera fuerza política.

Respecto de los neodemócratas, debe señalarse que si bien se ubican como la cuarta fuerza política, lo más trascendente era que a cada elección extendían cada vez más su presencia a nivel nacional, pues sus diputados habían alcanzado escaños en el oeste (Columbia Británica), en las planicies (Saskachetwan y Manitoba), en el centro del país (Ontario), así como en las provincias del Atlántico (Nueva Brunswick y Nueva Escocia).

Sólo resta añadir que, después de la salida de Paul Martin como primer ministro, el Partido Liberal ha acelerado una carrera descendente en la política canadiense, al confirmar en los hechos el carácter elitista y excluyente del partido, rechazando precisamente las propuestas neodemócratas tendientes a otorgar mayores beneficios sociales. Con lo anterior, queda de manifiesto que las elites liberales prefirieron poner en juego la primera magistratura del país -beneficiando así a sus rivales conservadores- antes que comprometerse a ejecutar programas de gobierno más coincidentes con causas promovidas desde la izquierda canadiense, según argumentan los neo-demócratas.

 

Primeras reflexiones finales

Como ha podido observarse en esta primera parte del artículo, el Partido Liberal ha protagonizado una serie de contradicciones en su interior, situación que se refleja gradualmente en ambigüedades de gobierno y pérdida de credibilidad entre los ciudadanos en momentos electorales. Lo anterior ha ido menguando la presencia liberal en la Cámara de los Comunes, en beneficio directo del Partido Conservador, el cual, bajo el liderazgo de Stephen Harper, a partir de las elecciones de 2006, comienza a delinear un proyecto político con el objetivo no sólo de mantener un gobierno de minoría, sino ahora también para extender su presencia parlamentaria con gobiernos mayoritarios, que, al contar con el apoyo de los diputados necesarios, harán posible el reforzamiento de los valores conservadores en muchos otros ámbitos de la vida nacional.

Para tal efecto, el análisis de los procesos políticos dentro de los partidos liberal y conservador, así como el seguimiento de las elecciones federales de 2008 y 2011 -incluidas en la segunda parte, próxima a publicarse-, nos ayudarán a entender mejor los complejos procesos que determinan la conformación de la Cámara de los Comunes en Canadá, que resulta ser el corazón mismo del sistema político canadiense.

 

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Notas

* Debido a su extensión, el presente artículo se dividió en dos partes. La conclusión general se incluirá hasta el final de la segunda parte.

1 El término torie hoy día se emplea para identificar a los miembros del Partido Conservador; sus orígenes en Canadá provienen de la forma de identificar a los ciudadanos estadunidenses leales a la Corona británica, los cuales decidirían migrar a territorio canadiense una vez declarada y consumada la independencia de las trece colonias.

2 Juego de palabras que aluden a lo parecido que eran los programas de gobierno en relación con la reducción de déficit del primer ministro conservador Brian Mulroney en su periodo (1983-1993) y el del primer ministro liberal Jean Chrétien durante su periodo (1993-2003).

3 A través del discurso del trono (Speech from the Throne) se ponen en marcha las actividades parlamentarias en Canadá cada inicio legislativo, su meta es hacer visibles los principales objetivos de gobierno, así como los métodos a seguir para alcanzarlos, condición que es fundamental para que los partidos políticos representados en la Cámara de los Comunes establezcan una agenda de seguimiento para las metas planteadas por el partido en el gobierno. En este sentido, todo discurso del trono requiere del reconocimiento de la mayoría parlamentaria, lo que en los hechos significa otorgar legitimidad al primer ministro, quien a su vez es el encargado de plantear dichos objetivos al gobernador general como representante de la Corona británica.

4 Éstos y otros datos ofrecidos provenientes de casas encuestadoras son verificables en la página de la "Simon Fraser University, Elections, Canadian Elections Pollster's Success", cuya referencia ya ha se citó antes, en cuya página las referencias y vínculos de todas las casas encuestadoras en cuestión pueden ser cotejadas a través de la dirección: <http://www.sfu.ca/~aheard/elections/poll-results.html>.

5 La moción de falta de confianza de noviembre de 2005 es significativa, porque fue la primera vez que un gobierno de minoría era revocado de su mandato por una situación semejante, y no por inconformidades opositoras relativas a la propuesta de ejercicio presupuestal o a un incremento de impuestos.

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