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Norteamérica

versión On-line ISSN 2448-7228versión impresa ISSN 1870-3550

Norteamérica vol.6 spe Ciudad de México ene. 2011

 

Análisis de Actualidad

 

Percepciones sobre los migrantes mexicanos en el condado de Gwinnett, Georgia: fricciones y encuentros en el sur estadunidense

 

Cristina Amescua*

 

*Investigadora del Centro Regional de Investigaciones Muldiciplinarias, UNAM, cristina.amescua@gmail.com

 

Recibido: 03/03/2011
Aceptado: 12/05/2011

 

Resumen

Este artículo aborda las percepciones de los habitantes de Georgia hacia los migrantes mexicanos que empezaron a llegar ahí en la década de los noventa. Los objetivos son identificar las áreas de fricción, pero también visibilizar los momentos de encuentro, a partir de los cuales los migrantes mexicanos y los estadunidenses construyen vínculos de conocimiento y reconocimiento mutuos. El análisis se centra en la percepción de muchos estadunidenses de que los migrantes constituyen una carga para el sistema económico estadunidense; que los migrantes aumentan la criminalidad; y que la ilegalidad de los migrantes es el principal factor de rechazo. Finalmente, se abordan los puntos de vista de los mexicanos sobre la convivencia con los estadunidenses de la localidad.

Palabras clave: migración, percepciones, experiencias, sur estadunidense, fricción, encuentro.

 

Abstract

This article deals with Georgia residents' perceptions of the Mexican migrants who began to arrive there in the 1990s. Its objectives are to identify sources of friction, but also to visualize moments in which people come together, based on which Mexican immigrants and U.S. citizens can build links of mutual knowledge and recognition. The analysis centers on many Americans' perception that migrants are a burden to the U.S. economy, that they increase criminality, and that their illegal status is the main reason they are rejected. Finally, it delves into the Mexicans' views of their experience living among Americans in the area.

Key words: migration, perceptions, experiences, U.S. South, friction, coming together.

 

Introducción

El rápido crecimiento de la inmigración mexicana en el condado de Gwinnett, Georgia, detonado en la década de los noventa por las profundas transformaciones económicas y sociales de la región, y por la necesidad de mano de obra para la construcción de la infraestructura de los Juegos Olímpicos de Atlanta, produjo fuertes cambios en las configuraciones de las localidades suburbanas del sur estadunidense.

Para los fines de este trabajo considero el condado de Gwinnet como lo que Mary Louise Pratt llama una zona de contacto; es decir, como aquellos "espacios sociales en donde las culturas se conocen, chocan, luchan entre sí, frecuentemente en contextos de relaciones de poder profundamente asimétricas, tales como el colonialismo, la esclavitud y sus consecuencias, tal como se viven día con día en muchas partes del mundo" (Pratt, 2005: 586). Aunque, en este texto no abordo a fondo el tema de la construcción de una zona de contacto, me interesa mencionarlo porque pienso que la diseminación de estos espacios a lo largo y ancho del territorio estadunidense es una de las características principales de la migración mexicana de finales del siglo XX.

En efecto, Pratt (2005) acuña el término para referirse fundamentalmente a las zonas de frontera, sin embargo, las características actuales de los procesos de migración y asentamiento han rebasado las franjas fronterizas para construir espacios similares en el interior del territorio estadunidense, y con la diversificación de los destinos migratorios, los suburbios de muchas ciudades en Estados Unidos se han ido "mexicanizando".1

Con el objetivo de ofrecer un recuento de la complejidad que entraña el proceso de contacto cultural entre estadunidenses sureños y migrantes mexicanos, en este artículo presento algunas de las percepciones negativas de los habitantes de las localidades receptoras sobre los migrantes. Éstas se organizan en torno a tres ejes temáticos: el papel de los migrantes en la economía estadunidense, la relación (percibida) entre migración y criminalidad, y la cuestión de la ilegalidad de la migración. No obstante, me interesa presentar, de la misma manera, el "otro lado de la moneda", al dar cuenta de las percepciones y experiencias positivas de los migrantes mexicanos en sus relaciones cotidianas con los estadunidenses.

Este trabajo forma parte de mi investigación para obtener el grado de doctora en antropología titulada "Percepciones sobre las culturas en las zonas de contacto: fricciones y encuentros en el caso de la migración mexicana al sur de Estados Unidos", que realicé principalmente en las ciudades de Lawrenceville y Norcross, en el condado de Gwinnett, Georgia. Entre enero de 2006 y mayo de 2010 se llevaron a cabo siete temporadas de trabajo de campo y varias visitas a Gainesville, en el condado de Hall, y a algunos puntos estratégicos de la ciudad de Atlanta.

Se aplicaron encuestas y entrevistas en contextos tan diversos como zonas comerciales (hispanas y estadunidenses), comunidades religiosas hispanas (protestantes y católicas), una escuela preparatoria y un jardín de niños, casas de la recién llegada clase media (conformada por trabajadores altamente calificados) (mexicana y francesa) y en casas de migrantes indocumentados y de mexicanos con residencia legal. Se presenciaron varias sesiones de la corte federal de Gainesville, así como algunos interrogatorios con detenidos mexicanos. Por limitaciones concernientes a la extensión de este artículo, solamente se incluirán algunos de los datos emanados de las encuestas y entrevistas tanto a estadunidenses como a migrantes mexicanos, particularmente en el cuarto apartado que aborda las experiencias de encuentro y convivencia entre migrantes mexicanos y habitantes de las localidades receptoras.

El procedimiento metodológico adoptado para la investigación empírica consistió en la aplicación de encuestas y entrevistas, con la finalidad de conocer en lo general las percepciones de los distintos actores sociales en torno a temas concretos. Los instrumentos de recolección de información empleados en la investigación fueron los siguientes:

1. Encuesta a migrantes mexicanos en Lawrenceville, 2008 (EM2008).

2. Encuesta electrónica a estadunidenses, 2009-2010 (EAW2009-2010).

3. Encuesta a estadunidenses en el marco del Programa de Educación Continua de la Barra de Abogados de Georgia (Continuing Legal Education Program-State Bar of Georgia), 2010 (EAL2010).

4. Entrevistas a migrantes mexicanos en Lawrenceville, Norcross y Atlanta, 2006-2010 (EnM2006-2010).

5. Entrevistas a estadunidenses, 2006-2010 (EnA2006-2010).2

 

El surgimiento del sur de Estados Unidos como destino migratorio

Históricamente, el Sur nunca había sido un polo de atracción para los trabajadores mexicanos, en gran medida porque el ritmo de su desarrollo industrial era lento y la presencia de "grandes números de pobres blancos y negros proveía un sector estable de mano de obra barata" (Odem y Lacy, eds., 2009: xiv).

Aquí, los nuevos inmigrantes que llegaron en la última década entraron a una región en donde la mayoría de la gente no había tenido ninguna experiencia directa con la inmigración. Había poca infraestructura preexistente de instituciones hispanohablantes. [...] Pero sobre todo, la distintiva historia del sur estadunidense implica que los nuevos inmigrantes deben abrirse camino en medio de un paisaje social definido en muchas de las localidades por la tajante división racial entre blancos y negros (Smith, 2001: 1).3

Como muestra el cuadro 1, en una década, en seis de los once estados del sur (Carolina del Norte, Carolina del Sur, Georgia, Tennessee, Arkansas y Alabama) aumentó la población latina más del 200 por ciento, y solamente en dos (Luisiana y Virginia del Este) el incremento fue inferior al 100 por ciento. Cabe destacar que de estos estados sureños, en Georgia, la población latina alcanza el mayor porcentaje de la población total (el 5.3 por ciento).

De acuerdo con Lacy y Odem,

hacia el 2006 la población de latinos en los diez estados sureños aumentó hasta alcanzar un total de más de 2.5 millones, con números que van desde 46 348 en Misisipi, hasta 696 146 en Georgia. Los migrantes latinos continúan asentándose en una gran variedad de localidades a lo largo y ancho del sureste. Muchos se han mudado a pequeños pueblos y áreas rurales, con el mayor número asentándose en el área metropolitana de Atlanta, en plena expansión (467 418 en 2006) (2009: xvii).

La mayor parte de los condados de Carolina del Norte concentraba en el año 2000 entre un 3 y un 10 por ciento de población latina. En Georgia, en ese año, el porcentaje de latinos fue del 8 por ciento, siendo el décimoprimer estado con mayor población hispana en el país. El único condado en toda la región sur con más del 20 por ciento de latinos es Dalton, Georgia, la capital internacional de la alfombra. Otros cinco condados: Echols, Colquitt, Atkinson, Hall y Gwinnett concentran cada uno entre un 10 y un 20 por ciento: Gwinnett tiene 105 943 latinos (el 15.3 por ciento de la población total del condado); Cobb, 64 550; DeKalb, 59 002; Fulton, 56 968; y finalmente Clayton County, 28 500 latinos. Los mexicanos en Georgia conforman el 67.8 por ciento de la población hispana, mientras que los centroamericanos (Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá) constituyen en conjunto el 11 por ciento.

Lawrenceville es la capital del condado de Gwinnett y actualmente tiene un total de 29 488 habitantes (de acuerdo con el U.S. Census Bureau, 2006-2008).

Como muestra la gráfica 1, el aumento poblacional en la ciudad de Lawrenceville está claramente relacionado con el crecimiento de la población hispana, aunque también con el de la población afroamericana. Entre 1990 y 2008, la población hispana de la ciudad creció un impresionante 2284 por ciento al pasar de 307 hispanos a 7012. Así, si en la última década del siglo XX los hispanos representaban el 1.82 por ciento de la población total, en el 2008 representaban ya el 23.8 por ciento. Esto significa que en la actualidad casi uno de cada cuatro habitantes de Lawrenceville son hispanos.

Hay que señalar que, en esta ciudad, la mayor parte de la población se identifica como blanca, pero en 1990 este sector representaba un 91.6 por ciento -hispanos y afroamericanos juntos apenas sumaban un 3.9 por ciento-, mientras que en 2008 solamente representaban el 56.7 por ciento. Estos datos indican que en los últimos veinte años Lawrenceville ha experimentado una fuerte reconfiguración demográfica, la cual también ha venido acompañada de importantes cambios sociales y culturales.

En cuanto a Norcross es interesante ver, como se muestra en la gráfica 2, que tan sólo en diez años (1990-2000) la población hispana pasó de 291 a 3442, mientras que la población afroamericana mostró un crecimiento progresivo, aunque lento, y la población blanca mantuvo una casi total estabilidad.

En el caso de los pequeños pueblos de las áreas metropolitanas del sur,

aun cuando [el número de inmigrantes] es más pequeño en términos absolutos que en las áreas establecidas, el creciente número de extranjeros es un fenómenos nuevo, por lo menos en la memoria de las personas que están vivas en la actualidad. Los trabajadores inmigrantes están creando nichos étnicos en los mercados laborales locales y las escuelas e iglesias están luchando por adaptarse a este surgimiento de recién llegados hispanohablantes (Hirshman y Massey, 2008: 7).

Así, el sur es uno de los nuevos destinos tanto de los migrantes legalizados después de la Ley de Control y Reforma de la Inmigración (Immigration Reform and Control Act, IRCA) como de nuevos migrantes que se vieron atraídos por el crecimiento económico en la región, que derivó en un aumento de la oferta laboral y por el fortalecimiento de redes sociales que facilitaron su inserción en los nuevos mercados de trabajo. En efecto, el old south, caracterizado por ser una de las regiones con mayores índices de pobreza en el país, con una economía agrícola de grandes plantaciones y enormes desigualdades económicas y sociales, se convirtió en el new south gracias a la implementación de políticas de desregulación y flexibilización del mercado laboral, con grandes incentivos fiscales para la inversión nacional y extranjera, como por ejemplo el trabajo no sindicalizado. Pero, además -no hay que olvidarlo- a mediados de los años noventa del siglo pasado, hubo un esfuerzo consciente y activo por atraer mano de obra migrante para garantizar el cumplimiento de los compromisos derivados de la organización de los Juegos Olímpicos (Amescua, 2006a; 2006b).

En este sentido, el sur es un lugar emblemático de la nueva era de las migraciones y una zona de destino con particularidades muy marcadas: una dinámica histórica orientada por las luchas contra la pobreza y la desigualdad, y contra la discriminación y el racismo. Los mexicanos llegaron entonces a insertarse en una muy particular historia de complicadas relaciones entre blancos y negros, entre pobres muy pobres y ricos muy ricos.

 

Las percepciones: una puerta de entrada para el análisis de las relaciones sociales

Los efectos de este fenómeno migratorio han sido múltiples y muy diversos. La llegada de los migrantes hispanos ha producido profundas transformaciones no solamente en la economía, sino en las relaciones sociales, en la esfera política y en el ámbito religioso. Los suburbios del sur estadunidense constituyen un área privilegiada para el análisis de las constantes y complejas transformaciones que ocurren como consecuencia de la migración. Este trabajo se centra en las nuevas configuraciones de las relaciones sociales entre migrantes mexicanos4 y estadunidenses; y para entenderlas, tomo como punto de partida el supuesto de que se construyen fundamentalmente a partir de las percepciones que los distintos actores sociales tienen unos de otros (en este caso, los migrantes mexicanos de los estadunidenses y viceversa). A continuación presento el marco teórico y metodológico con el que pretendo explicar cómo se van construyendo estas percepciones, a las que, mediante los datos empíricos, daré contenido.

Todo análisis de la apropiación subjetiva de la realidad debe considerar que las distintas formas de apropiación están en cierto grado determinadas por las normas sociales y culturales en las que un individuo fue socializado. Lo individual y lo colectivo se interconectan y se influyen mutuamente. La pregunta es, entonces, ¿cómo se configuran las relaciones sociales entre personas de diferentes culturas, a partir de la forma en que los sujetos se apropian de una realidad cada vez más diversa y muchas veces contrastante?

El sujeto se apropia de la realidad gracias a las percepciones que tiene de ésta a partir de las creencias, valores y juicios que se realizan constantemente (a nivel consciente o inconsciente). Esto es justamente lo que da pie a las actitudes que dicho sujeto adopta en relación con el mundo que lo rodea y su lugar en él.

Las relaciones interpersonales entre sujetos de diferentes culturas se realizan (se llevan a la práctica) a partir del complejo entramado que forman las percepciones -moldeadas por la ideología, las vivencias, las experiencias afectivas, y los factores contextuales en los que se desarrolla el ser humano-, y las actitudes que de ellas derivan, así como la forma en que éstas son recibidas, interpretadas e interiorizadas por "el otro" (en la relación) generando un nuevo conjunto de percepciones que producirán representaciones sociales, las cuales darán pie a determinadas actitudes, reproduciendo el ciclo una y otra vez.

Muchos de los trabajos sobre la percepción, en los ámbitos psicológicos y filosóficos, se han centrado en la elaboración de juicios como característica básica de la percepción. Frecuentemente se ha situado a la percepción en el ámbito de los procesos mentales conscientes, pues ésta derivaría de un modelo lineal en el que el individuo al recibir un estímulo lo experimenta sensorialmente y lo intelectualiza por medio de la formulación de juicios u opiniones. Pero, la percepción no es un fenómeno tan sencillo. Ciertamente, una parte de sus procesos ocurre en el plano de lo consciente, cuando el individuo se da plena cuenta de los acontecimientos y emite un juicio acerca de ellos para poder clasificarlos; sin embargo, existe también el muy amplio y complejo espectro de lo involuntario, de lo inconsciente, de todo aquello que de tan cotidiano se hace invisible. Aquí se realizan los procesos de selección y organización de las sensaciones, generadas a partir de una base biológica de capacidades sensoriales.

En el proceso de discriminación de estímulos intervienen, además de la capacidad sensorial, las preferencias y prioridades -factores individuales- que tamizan, de entre toda la gama posible de manifestaciones sensibles del ambiente, sólo las que son aprehensibles y relevantes de acuerdo con las circunstancias biológicas, históricas y culturales. Así, "la percepción no es un proceso lineal de estímulo y respuesta sobre un sujeto pasivo, sino que, por el contrario, están de por medio una serie de procesos en constante interacción y donde el individuo y la sociedad tienen un papel activo en la conformación de percepciones particulares a cada grupo social" (Vargas Melgarejo, 1994: 47, 48).

El individuo ordena y transforma sus experiencias cotidianas a partir de la interacción entre sus capacidades sensoriales y los referentes culturales e ideológicos que moldean su percepción de la realidad y sus acontecimientos. En el proceso de percepción interviene también la capacidad de reconocimiento que consiste en recordar e identificar experiencias y saberes pasados para compararlos con los actuales y así configurar un patrón de interacción con el entorno. La realidad, entonces, se explica con los parámetros construidos colectivamente, establecidos desde la infancia, que se erigen como marco de referencia para hacer inteligible la experiencia y facilitar tanto su compresión como su procesamiento.

Siguiendo a Vargas Melgarejo, la percepción clasifica la realidad a partir de estructuras significantes que ponen "de manifiesto el orden y la significación que la sociedad asigna al ambiente" (Vargas Melgarejo: 1994: 49). En este caso, tales estructuras significantes corresponden a la ideología, la experiencia y los factores contextuales que intervienen en el proceso. La cultura de pertenencia, las creencias y valores que le son propios, el lugar que ocupa el individuo en la estructura social, su nivel educativo, su nivel de contacto con otras culturas, su nivel de acceso a los recursos sociales o su posición en el mercado laboral, así como su personalidad5 son factores que moldean la percepción, y ésta a su vez produce constantes reformulaciones de las experiencias y de las estructuras preceptuales, en un proceso continuo de construcción de significados.

Desde el punto de vista antropológico, la percepción es una forma de conducta conformada por el proceso de selección y elaboración simbólica de la experiencia, en el que se atribuyen características de orden cualitativo a los distintos elementos del entorno a partir de los referentes emanados de los sistemas culturales e ideológicos de un determinado grupo social:

La percepción ofrece la materia prima sobre la cual se conforman las evidencias, de acuerdo con las estructuras significantes que se expresan como formulaciones culturales que aluden de modo general a una característica o a un conjunto de características que implícitamente demarcan la inclusión de determinado tipo de cualidades y con ellas se identifican los componentes cualitativos de los objetos (Vargas, Melgarejo, 1994: 51).

La percepción, pautada por la estructura de valores en uso en una sociedad dada es la que califica las vivencias, otorgándoles un sentido, un significado y un lugar.

Existen diversos trabajos que abordan el tema de las percepciones hacia los migrantes en Estados Unidos. Por ejemplo, en 1996, Bobo y Hughes publicaron un trabajo acerca de las percepciones sobre la competencia racial de grupo para extender la teoría de Blumer sobre la posición de grupo en un contexto multirracial.

Más recientemente, el trabajo de Haubert y Fussell (2006), utilizando datos de la Encuesta Social General de 1996 llevada a cabo por el National Opinion Research Center at the University of Chicago, construye una escala de percepciones sobre el impacto de los migrantes en la economía y la sociedad de Estados Unidos además de presentar regresiones estadísticas sobre los indicadores de amenaza de grupo, competencia por el mercado laboral y cosmopolitismo:

La variable dependiente es una escala aditiva que mide las percepciones de los encuestados acerca del impacto de los inmigrantes en la economía y la sociedad nacionales. Los cuatro ítems en la escala miden el acuerdo o desacuerdo con las siguientes afirmaciones:

1) los inmigrantes aumentan la tasa de criminalidad; 2) los inmigrantes son buenos en lo general para la economía de la nación; 3) los inmigrantes le roban sus trabajos a las personas nacidas en Estados Unidos; 4) los inmigrantes hacen de Estados Unidos un lugar más abierto a nuevas ideas y culturas. Los encuestados calificaron su acuerdo o desacuerdo en una escala del uno al cinco, en donde 1 indica que están muy de acuerdo y 5 indica que están en total desacuerdo (Haubert y Fussell, 2006: 494).

También han empezado a publicarse investigaciones sobre las percepciones hacia los migrantes en el sureste estadunidense. Entre otros, está el trabajo de O'Neil y Tienda (2009), "A Tale of Two Counties: Natives' Opinions Toward Immigration in North Carolina", en el que

comparan las opiniones y percepciones de los nativos residentes sobre la inmigración utilizando una encuesta representativa en dos condados similares de Carolina de Norte -uno que ha experimentado un crecimiento reciente en su población nacida en el extranjero y uno que no-. A partir de diferentes perspectivas teóricas, incluyendo la de amenaza de grupo, la teoría del contacto y la de políticas simbólicas, se formulan y evalúan empíricamente varias hipótesis (2009: 1).

El amplio campo de análisis de los impactos de la migración en el sur de Estados Unidos recientemente ha atraído la atención de los "migrólogos" (antropólogos, economistas, demógrafos, historiadores) que se encontraron súbitamente con el fenómeno en sus propias comunidades o en las localidades en las que realizan sus estudios. Sin embargo, éste es un campo relativamente inexplorado. Los estudios publicados hasta el momento apenas empiezan a dibujar las distintas líneas de un complejo entramado que está en plena evolución. Este trabajo pretende, a partir de los datos empíricos, aportar más elementos para esta discusión.

Analizo aquí algunas de las percepciones que tienen los estadunidenses acerca de los migrantes mexicanos y de la migración. Cabe aclarar que, aun cuando en este texto no abordaré muchos de los matices encontrados a lo largo de mi investigación, parto de la base de que ni "los mexicanos" ni "los estadunidenses" son un conjunto homogéneo; por el contrario, se trata de grupos con una gran diversidad interna, en los que el análisis de las diferencias es de central importancia para entender cuáles son y cómo se generan sus dinámicas internas. Como afirman Zúñiga y Hernández León

los grupos étnicos y raciales no son homogéneos. Aunque esto pueda parecer un punto obvio, mucha de la bibliografía acerca de las relaciones interétnicas olvida convenientemente las diferencias y divisiones intragrupales. Nosotros sostenemos que en el caso de Dalton,6 los inmigrantes, los residentes nativos, blancos y negros no forman grupos homogéneos. De hecho, argumentamos que el paisaje interétnico del noroeste de Georgia no puede aprehenderse plenamente si no se entienden las divisiones de clase que existen, particularmente entre los blancos. [...] [Por otro lado] a pesar de que los (inmigrantes) recién llegados muestran una elevada homogeneidad en términos de su origen nacional, las diferencias basadas en el estatus legal, la clase, el género, las raíces regionales dentro de México y la experiencia en Estados Unidos lentamente se están volviendo más relevantes en las dinámicas intragrupales de la población inmigrante (Zúñiga y Hernández León, 2005b: 255).

 

Los problemas: las percepciones de los estadunidenses respecto de los migrantes mexicanos

Las percepciones que los estadunidenses tienen acerca de los migrantes mexicanos pueden aportar datos clave para la comprensión de los problemas generados por la llegada de miles de migrantes a las ciudades y pueblos del sur estadunidense. Aunque los problemas que esta nueva realidad supone son muchos y muy diversos, aquí me centraré en la discusión en torno a tres percepciones de los estadunidenses sobre los migrantes mexicanos: los migrantes y su papel en la economía, los migrantes y la criminalidad, y el estatus indocumentado de los migrantes, o los migrantes y la ilegalidad.

 

Los migrantes y su papel en la economía

Determinar si la migración y los inmigrantes producen un efecto positivo o negativo en la economía de Estados Unidos es una cuestión muy complicada. Existe una amplia gama de percepciones y de argumentos que van desde las posturas radicalmente aperturistas y las radicalmente restriccionistas.

A manera de un primer acercamiento, a continuación presento algunos de los datos obtenidos en las encuestas aplicadas entre 2006 y 2008 tanto a migrantes mexicanos en el condado de Gwinnett como a estadunidenses residentes en Georgia.

En relación con la cuestión de si los migrantes tienen una influencia positiva en la economía de Estados Unidos, no sorprende que un contundente 94.4 por ciento de los migrantes mexicanos encuestados diga estar muy de acuerdo con esta afirmación. Como dice una de las migrantes encuestadas: "Los mexicanos claro que somos buenos para la economía de Estados Unidos porque nosotros lo dejamos todo para venir acá, a eso venimos. Nosotros somos los que sacamos adelante a ese país, aunque digan que no, gracias a nosotros está creciendo este país" (EnM14, 2006, mujer, 36 años).

El impacto económico de la migración es más fácil de identificar en el caso de los migrantes que llegaron en la década de los noventa, cuando Georgia apenas empezaba a constituirse como un polo de atracción. Ellos tienen la posibilidad de comparar cómo eran las cosas cuando llegaron y cómo han ido evolucionando. Judith Martínez, la editora y fundadora del periódico Atlanta Latino platica:

En 1996 con lo de las olimpiadas, allí empezó la ola de inmigrantes, y ni comparar... el nivel económico es súper diferente. La Bufford Highway es como Reforma en México, es una avenida que cruza bastantes ciudades y estaba muerta antes. Llegaron los hispanos y ahora hay como ochocientos negocios, ha habido un boom en negocios y medios de comunicación; hay un canal de la televisión local de Georgia que es todo en español (EnM1, 2006, mujer, 36 años).

Sin embargo, resulta interesante notar que el 55.5 por ciento de los estadunidenses encuestados consideró que los migrantes sí son buenos para la economía del país. Uno de los argumentos -entre muchos otros- que sostiene esta postura es que el inmigrante poco calificado contribuye al crecimiento económico de Estados Unidos "al ocupar un nicho vital en la fuerza laboral, sólo que este nicho fue creado por la realidad demográfica de que, entre 1960 y el 2000, el porcentaje de residentes estadunidenses nativos en edad laboral, sin un diploma de educación media superior, bajó de cincuenta a doce" (Riley, 2008: 68). Es decir que el nicho laboral ocupado por los migrantes poco calificados se abrió, entre otras cosas, a partir del avance educativo de la población estadunidense.

No obstante, hay que señalar que un notorio 36.1 por ciento de los estadunidenses encuestados decidió no asumir una postura en relación con la pregunta de los beneficios que aportan los migrantes a la economía de la sociedad receptora. Es necesario explorar esta ambivalencia con mayor profundidad porque posiblemente tenga que ver con los distintos puntos de vista en cuanto a asuntos económicos menos generales.

Otro de los grandes temas en el debate sobre la inmigración es la cuestión del pago de impuestos y de la contribución, o la falta de ésta, de los inmigrantes al sistema fiscal tanto federal como estatal y local.

Muchos migrantes argumentan que el pago de impuestos y el escaso uso de los sistemas de seguridad social son otras de las razones por las que el impacto de la migración en la economía estadunidense puede calificarse como positivo. "Los migrantes son buenos para la economía de Estados Unidos porque, fíjese, hasta [a] los que no tienen papeles de todos modos les cobran taxas [taxes: impuestos]" (EM36, 2008, mujer, 60 años). Y en esto coinciden algunos estadunidenses cuando afirman que "si los migrantes producen dinero y pagan impuestos, entonces está bien. Económicamente, la migración no es mala, sólo [lo es] si los inmigrantes no pagan impuestos" (EnA1 2006, hombre, afroamericano, 30 años). Otro entrevistado estadunidense dice: "yo trabajo con población mexicana inmigrante y me parece que son muy trabajadores, honestos y muy orientados hacia la familia, no me parece que tengan tantas probabilidades de depender de la asistencia gubernamental" (EAW7, 2009-2010, hombre estadunidense blanco, 61 años).

Esta última es una afirmación importante, porque uno de los argumentos más frecuentes e incendiarios en el discurso restriccionista es que los inmigrantes están acabando con el sistema de seguridad social estadunidense al hacer un uso desmedido de la educación y la salud públicas, y al recurrir con enorme frecuencia al sistema de asistencia gubernamental que incluye los seguros de desempleo, los cupones de comida y otras prestaciones que el gobierno estadunidense le otorga a sus ciudadanos.

Esta discusión tiene como foco principal a los migrantes indocumentados, puesto que los hispanos con residencia legal sí están obligados a pagar impuestos, mientras que la percepción generalizada es que los inmigrantes sin papeles no lo tienen que hacer. Sin embargo, es cada vez más reconocido el hecho de que los migrantes indocumentados sí pagan impuestos y lo hacen por varias vías. Como cuenta Judith Martínez, editora del periódico bilingüe Atlanta Latino, "el Georgia Institute Budget [Georgia Budget and Policy Institute] hizo un estudio que muestra que los inmigrantes sí pagan impuestos y bastantes [...]. El latino ha contribuido a la economía del Estado" (EnM1, 2006, mujer, mexicana, 36 años). Otro de nuestros encuestados afirma: "Y luego uno aquí de por sí sí está pagando taxas; las paga uno como si fuera de aquí. Ya es mucho y es el trabajo de uno" (EnM7, 2006, hombre, 47 años).

 

Los migrantes y la criminalidad

Los datos de la encuesta aplicada a estadunidenses en la región de estudio muestran que ante la afirmación "los migrantes aumentan la criminalidad" una mayoría relativa de los estadunidenses encuestados (el 41.7 por ciento) estuvo en desacuerdo (ninguno dijo estar en total desacuerdo); mientras que un 25 por ciento no asumió una postura (dijo estar "ni de acuerdo ni en desacuerdo") y un 33.4 por ciento consideró que los migrantes sí aumentan la criminalidad en Estados Unidos.

Es importante mencionar que otras encuestas arrojan resultados distintos de los que pude captar en el trabajo de campo. Una de ellas, citada por Riley, encuentra que

casi el 75 por ciento de los estadunidenses percibe un vínculo causal entre el aumento de la migración y el aumento de la criminalidad [...]. Ciertamente Hollywood promueve esta percepción errónea con producciones populares como El padrino, Scarface y Los Soprano. Los informes noticiosos sobre los cárteles colombianos que trafican cocaína o sobre las pandillas salvadoreñas pueden conducir a que la gente crea que los inmigrantes son responsables por las tasas de criminalidad más elevadas (2008: 193).

No obstante, los datos obtenidos en mi investigación permiten suponer que la idea de los migrantes como potenciadores de la criminalidad ha tenido efectos diferenciados en la población estadunidense. Algunos de los encuestados estadunidenses me aclararon que tuvieron problemas para contestar el cuestionario debido a que no se especificaba si las preguntas se referían a los migrantes con documentos o a los indocumentados. La vaguedad en la formulación del cuestionario fue intencional, pues justamente se pretendía identificar las percepciones hacia los migrantes en general y dar cuenta, sin inducir la respuesta, de qué es lo que viene a la mente de los estadunidenses cuando se les hacen preguntas acerca de los migrantes en general. El hecho de que algunos encuestados hayan señalado esta generalización muestra, por lo menos en ellos, una visión un poco más compleja, puesto que tienen plena conciencia de las diferencias que podrían existir entre la migración legal y la indocumentada, y, por decirlo de manera coloquial, no meten a todos en "el mismo paquete" que es quizás uno de los principales temores de los mexicanos con residencia legal.

Sin embargo, desde mi punto de vista, este argumento que traza una línea tajante entre migración legal y la indocumentada es utilizado por muchos estadunidenses para poder expresar puntos de vista negativos acerca de los migrantes, sin dejar de ser políticamente correctos. Es decir, al marcar esta diferencia, logran expresar ideas que de otra manera podrían parecer racistas y estereotipadas, pero al hacerlo, de alguna manera estereotipan también a los migrantes indocumentados:

Siento que, como en el caso de los estadunidenses, hay buenos y malos inmigrantes. Los inmigrantes que llegan a América para vender drogas y convertirse en miembros de las pandillas sí aumentan la criminalidad y no son buenos para América. Aquéllos que vienen legalmente y mantienen sus trabajos y a sus familias son buenos para nuestra economía. Mi principal problema con los inmigrantes son los que vienen aquí de manera ilegal y venden drogas, etc. (EAW14, 2009-2010, mujer blanca, 62 años).

Este comentario, hecho por una de las encuestadas estadunidenses, aunque intenta ser justo con los inmigrantes y evitar generalizaciones, sin querer cae en otra generalización más: los migrantes con documentos son buenos, trabajadores y productivos, los migrantes indocumentados son criminales que venden drogas o se juntan en pandillas. En realidad todos los migrantes con documentos no son buenos ni productivos, ni todos los indocumentados son criminales y flojos.

No obstante, la encuesta electrónica arrojó afirmaciones mucho más contundentes en cuanto a la relación entre migración indocumentada y delincuencia, lo cual puede indicar que, al no estar frente a frente con una encuestadora mexicana, los en-cuestados se sienten con mayor libertad de expresar sus percepciones negativas. Estos datos también muestran la clara asociación (cuando menos en un tercio de los encuestados) entre la ilegalidad de la migración y la criminalidad o la delincuencia. Este punto se discutirá con mayor profundidad en uno de los siguientes apartados.

Es importante subrayar que, a pesar de las imágenes negativas que se transmiten en los medios de comunicación -que no solamente incluyen a los noticieros o periódicos, sino a los programas de televisión, las películas e incluso muchas novelas- y que pintan a los latinos o hispanos como delincuentes, criminales, traficantes de drogas y de personas, etc., una mayoría de los encuestados no asocia la migración con la delincuencia. Esto indica que la penetración de las imágenes mediáticas no es tan directa e inmediata como podría pensarse. La mayoría de la gente reconoce que hay mucho de positivo tanto en la cultura mexicana como entre los mexicanos.

De hecho, hay estudios que demuestran que no existe un vínculo directo entre la migración y la delincuencia en Estados Unidos. Por ejemplo Rumbaut y Ewing afirman que

Aun cuando la población indocumentada se ha duplicado desde 1994 hasta alcanzar los doce millones, la tasa de crímenes violentos en Estados Unidos ha decrecido un 34.2 por ciento y la de los crímenes contra la propiedad ha caído un 26.4 por ciento [...] ciudades con una importante población de inmigrantes tales como Los Ángeles, Nueva York, Chicago y Miami también han experimentado tasas decrecientes de criminalidad en este periodo (2007).7

Otro estudio citado por Riley, realizado en 2005 por Kristin Butcher y Anne Morrison para el Federal Reserve Bank of Chicago muestra que "los inmigrantes recién llegados tienen las tasas de encarcelamiento comparativamente más bajas, y las tasas relativas de institucionalización han caído en las últimas tres décadas". En 1980, la tasa de encarcelamiento de extranjeros estaba un punto porcentual debajo de la de los nativos; en 1990, estaba un poco más de uno por ciento abajo; y en el 2000 era casi tres por ciento más baja" (Riley, 2008: 194).

 

El problema de la ilegalidad

No hay que olvidar que hablar de "inmigrantes" o de "mano de obra", o de "trabajadores migratorios" es una generalización que oscurece el verdadero nudo del debate migratorio y que tiene una incidencia medular sobre la vida de millones de personas -los que se fueron, los que se quedaron, los que ya estaban-. Me refiero aquí a la cuestión de la ilegalidad. Lacy y Odem explican que

Desde el 11 de septiembre de 2001, las preocupaciones acerca de la seguridad nacional han moldeado las actitudes de los sureños hacia todos los inmigrantes, pero la cuestión que más afecta a la población nativa es la del estatus de residencia de los inmigrantes latinos. En cartas a los periódicos, artículos editoriales, reuniones públicas, programas de radio en vivo, blogs de internet, chats en línea y en muchos otros lados, los residentes del Sur han vinculado la ilegalidad de los inmigrantes con la complicidad en los problemas económicos y sociales de la región. La lista de acusaciones contra ellos generalmente incluye las siguientes: están aquí sin autorización y por lo tanto son criminales; desangran a la economía por la carga adicional que producen sobre los proveedores de educación y servicios de salud, sobre el sistema judicial y los servicios sociales; no pagan impuestos; aumentan los índices de criminalidad; se roban los trabajos que deberían ser para los estadunidenses; disminuyen los salarios; significan una amenaza para los valores y las culturas regionales de Estados Unidos. Aunque muchos de los que tienen estos sentimientos generalmente dicen que su objeción real es contra los "extranjeros ilegales", muchas de sus acusaciones van dirigidas a todos los inmigrantes latinos (2009: 145-146).

Ciertamente ésta es la cuestión que más preocupa a los estadunidenses que no están de acuerdo con la migración y, al mismo tiempo, se trata de un tema poco retomado por los que adoptan una postura aperturista. Sin embargo, existen ya algunos estudios que permiten esclarecer lo que quizá sea la razón más profunda para dar solución al tema migratorio entre México y Estados Unidos: la ilegalidad en sí misma es benéfica para la economía estadunidense.

El análisis de Hanson sobre los costos y beneficios fiscales de los inmigrantes legales en comparación con los de los inmigrantes indocumentados, le permite concluir que "[...] hay poca evidencia de que la inmigración legal sea económicamente preferible a la inmigración ilegal [...] de hecho, la inmigración ilegal responde a las fuerzas del mercado, de manera en que la inmigración legal no lo hace" (Hanson, 2007: 5).

De acuerdo con Riley (2008: 92), esto se debe a que los migrantes indocumentados se adaptan bien a los ciclos de la economía estadunidense: cuando la economía se expande, los migrantes se trasladan hacia donde se encuentran los nuevos nichos laborales, mientras que cuando la economía se contrae, ellos pueden fácilmente moverse hacia otros sitios con mejor demanda laboral.

Algunos estadunidenses, como uno de los blogueros del sitio Black Voices, identifican el problema así: "Son las compañías las que mantienen a los ilegales aquí para poder mantener una fuerza laboral verdaderamente barata. Estoy harto de ellos" (Brtrs, posteado en Black Voices, 2010). El sitio Immigration Human Cost lo explica más claramente: "Por supuesto que la idea de 'los trabajos que los estadunidenses no quieren realizar' es un mito impulsado por los negocios y empresas que quieren disponer de una interminable oferta de mano de obra barata [...]. La inmigración funciona entonces como un subsidio a las empresas, porque las industrias obtienen mano de obra barata mientras que los ciudadanos que pagan impuestos asumen los costos colaterales" (Immigration Human Cost, s.f.).

De acuerdo con

un informe de 2004 del Urban Institute estimó que entre el 40 y el 49 por ciento de todos los inmigrantes en Georgia en 2000 eran indocumentados. El porcentaje sería notablemente más elevado si solamente se contara a los inmigrantes latinos. El informe "Migrantes no autorizados", de Jeffery Passel, elaborado en 2005, estima que a nivel nacional los latinoamericanos representan un 81 por ciento de la población no autorizada (Odem, 2009: 115).

La idea de que Estados Unidos es un país de inmigrantes, hecho por inmigrantes, es uno de los discursos fundacionales de la identidad estadunidense. Uno de los encuestados lo expone de la siguiente manera:

Todos nosotros venimos de diferentes culturas y nos hemos mezclado [hasta formar] lo que se conoce como un americano. La familia de mi padre vino de Alemania y de Escocia en los 1700; mis abuelos del lado de mi madre vinieron de Noruega alrededor de los 1900. Mi abuelo de Noruega tenía un título de licenciatura (ingeniería química). En la familia de mi padre (del sur de Estados Unidos) muy pocos antes de su generación se habían graduado de la Universidad (EAW14, 2009-2010, hombre, estadunidense, blanco, 69 años).

Este tipo de discursos son muy frecuentes entre los estadunidenses, lo que llevaría a pensar que asumir el valor fundacional de las anteriores olas de migrantes y criticar a los recién llegados implicaría una contradicción fundamental. Sin embargo, se ha documentado ampliamente (Diner, 2008; Riley, 2008) que cada periodo de migración masiva ha provocado movimientos y sentimientos antiinmigrantes y que las características y efectos negativos ahora atribuidos a la migración mexicana (o latina), antes le fueron también atribuidos por ejemplo, a la migración irlandesa o a la italiana.

Sin embargo, para muchos de los estadunidenses que no están de acuerdo con la migración actual, la forma más sencilla de soslayar la contradicción antes señalada es hacer una distinción, un tanto falaz y estereotípica, entre la migración legal y la migración "ilegal".

Un informe del Pew Research Center y del Pew Hispanic Center, publicado el 30 de marzo de 2006, afirma que

la gran mayoría del público considera que la inmigración ilegal, más que la inmigración legal, es el principal problema que enfrenta Estados Unidos. Seis de cada diez estadunidenses dicen que la inmigración ilegal es el mayor problema, comparado con sólo un 4 por ciento que afirma que es la inmigración legal. Sin embargo, una considerable minoría (el 22 por ciento) cree que tanto la inmigración legal como la ilegal son preocupantes. Solamente un 11 por ciento dice que ninguna de las dos representa un gran problema (Pew Research Center [...], 2006: 13).8

Otras percepciones más radicales afirman, por ejemplo, que "somos un país de inmigrantes [...] con 'cuotas' para la entrada 'legal' a nuestro país desde muchos otros países en todo el mundo, no sólo desde México. Algunas veces pienso que hay una inequidad entre la gente de otros países [...] distintos de México que quieren venir a nuestro país legalmente y pasar por todo el proceso. Los ilegales de otros países son deportados cuando los encuentran" (EAW10, 2009-2010, hombre, 70 años). Otra de las encuestadas afirma por su parte que está "totalmente en contra del flujo de millones de extranjeros ilegales. Tenemos leyes, ¡obedézcanlas! Estoy especialmente en contra por respeto a todos aquéllos que llenan los papeles, los vuelven a llenar, esperan su turno por largos periodos de tiempo. ¡No está bien!" (EAW36, 2009-2010, mujer, 86 años).

En general, estas expresiones señalan algunos puntos importantes: existe una violación a la ley cuando cualquier inmigrante entra al país sin seguir los canales oficiales, y esto, ciertamente, podría pensarse como una injusticia para quienes sí siguen los canales legales para conseguir su permiso de entrada. Pero este tema sólo es relevante si se piensa en otorgar automáticamente derechos ciudadanos a los inmigrantes indocumentados (y de esto no hablan los encuestados, aunque supongo que es lo que tienen en mente cuando abordan el tema). Sin embargo, si solamente se está hablando de la entrada ilegal al país, estas expresiones no consideran que la mayor parte de los migrantes que cruzan la frontera sin documentos no buscan la ciudadanía estadunidense, sino buscan trabajo, para el cual sí existe demanda en Estados Unidos. Ni toman en cuenta que el cruce indocumentado de la frontera significa grandes riesgos para la salud, la integridad e incluso la vida de los migrantes.9 Si tuvieran la opción, seguramente los migrantes preferirían seguir los canales legales y no arriesgarse cruzando de manera ilegal.

En este caso, Riley identifica claramente el verdadero problema:

Toda persona razonable se opone en principio al comportamiento ilegal. La cuestión con respecto a la inmigración es si nuestras leyes actuales tienen sentido, si están logrando las metas esperadas que fijaron los responsables políticos que las pusieron en funcionamiento. Las malas leyes deben reformarse no aplicarse, y las leyes actuales sobre inmigración nos han dejado un número que supera los doce millones de inmigrantes ilegales a Estados Unidos (2008: 223).

Así, el problema es que existe una demanda de mano de obra poco calificada que no se reconoce, por lo cual las leyes solamente ofrecen un número restringido y poco realista de visas de trabajo. La mayor parte de los problemas relacionados con la migración indocumentada podrían resolverse con mayor facilidad si se reconociera la demanda existente de la mano de obra migrante y se diseñaran leyes acordes con esta realidad.

Finalmente hay un punto más que es importante señalar. Es frecuente que muchos estadunidenses asocien el estatus de indocumentados de los inmigrantes con un acto criminal. Por ejemplo D.A. King me dijo: "Los extranjeros ilegales están quebrantando las leyes estadunidenses, por lo tanto son criminales. Las leyes están hechas para cumplirse, no para ser ignoradas, y no podemos permitirles a los criminales permanecer en nuestro país y beneficiarse de los derechos que se supone deben ser para los ciudadanos respetuosos de la ley" (EnA, 2006). Éste es un tema que los medios de comunicación reproducen constantemente; sin embargo, como explica Riley: "muchas personas creen erróneamente que estar en el país de manera ilegal es un acto criminal en sí. No lo es y nunca lo ha sido. Es una violación civil, igual que una infracción de tráfico. Estar aquí sin autorización ciertamente es contra la ley, pero es una ofensa civil, no una ofensa criminal" (Riley, 2008: 212).

 

No todo está perdido: las percepciones y experiencias positivas en el contacto intercultural

Así como es importante documentar y analizar las percepciones negativas que existen en torno a los migrantes, también es fundamental dar cuenta del lado positivo de la moneda: existen una multiplicidad de percepciones positivas sobre la cultura mexicana y los migrantes de parte de muchos estadunidenses.

 

Las percepciones positivas de los estadunidenses acerca de los mexicanos y la migración

Ciertamente, la gastronomía es uno de los rasgos culturales de México más apreciados por los extranjeros en general y, en este caso, por los estadunidenses. Me detendré de manera más detallada en este tema, ya que cuando llegué por primera vez a Norcross la abundancia en la oferta gastronómica mexicana fue uno de los elementos que me llevó a pensar en el tema del impacto de la migración en las localidades suburbanas del sureste estadunidense. En un primer momento pensé que la existencia de tantos restaurantes podía ser una muestra de la penetración de la cultura mexicana en las nuevas zonas receptoras de migrantes. En efecto, en la zona metropolitana de Atlanta es posible encontrar una gran cantidad de restaurantes mexicanos.

Nada más en la zona de Norcross se encuentran más de cincuenta restaurantes que se anuncian en internet y que pueden localizarse con una simple búsqueda en Google. Entre ellos están El Vaquero Mexican Grill, Vallarta, Mexican Grill, El Torero Mexican Restaurant, Zapata, Lupita's Mexican Restaurant, El Norteño, Willy's Mexican Grill, El Taco Veloz, Los Arcos y el Frontera Mex Mex Grill, Gorditas La Rancherita y El Amigo. Pero un paseo por las calles, avenidas, highways y freeways de Norcross permite ver que la oferta es mucho más amplia. Muy cerca del Taco Veloz se encuentran las Tortas Locas y la panadería La Esperanza.

De hecho, puede pensarse que el mayor punto de contacto que una gran parte de los estadunidenses tiene con la cultura mexicana es justamente la comida, pero el hecho de apreciarla, no significa que todos ellos muestren actitudes más abiertas hacia el tema migratorio. Así pues, el trabajo de campo desarrollado a lo largo de seis años permitió matizar la percepción inicial de que la abundancia de ofertas gastronómicas mexicanas era muestra de una cierta apertura hacia lo mexicano y los mexicanos por parte de la sociedad receptora. En efecto, la fascinación por la variedad, colorido y sabores de la comida mexicana no implica forzosamente un mayor acercamiento con la cultura en general y con los mexicanos en particular. Varios de los encuesta-dos/entrevistados que mencionaron la comida como una de las cosas que aprecian de la cultura mexicana también dijeron no conocer esa cultura ni tener contacto con mexicanos. A modo de ejemplo, es posible citar afirmaciones como éstas: "No sé mucho acerca de la cultura, no tengo opinión" (EAL2, mujer, estadunidense, blanca, 30 años), "No sé mucho acerca de la cultura mexicana" (EAL28, estadunidense blanco/a).

Sin embargo, lo interesante aquí es notar cómo la comida, la música y las fiestas y bailes son expresiones de la cultura mexicana que pueden ser difundidas a través de los medios masivos de comunicación, pero además son bienes culturales que pueden ser fácil y redituablemente comercializados. De esta manera, los estadunidenses pueden tener un fácil acceso a estos bienes culturales sin tener que pasar por el contacto con los mexicanos portadores de su cultura. Así, lo que el trabajo de campo permitió evidenciar es que a pesar del incremento de la población mexicana en el sureste estadunidense, los contactos entre ambas culturas siguen siendo mediados por los medios masivos (valga la redundancia) o por el mercado, mientras que los contactos cotidianos y directos son poco frecuentes.

Otro aspecto que vale la pena mencionar con respecto al aprecio de la música es que parece haber una contradicción entre esta percepción positiva y su contraparte negativa que afirma que los mexicanos son "ruidosos". En efecto, una de las quejas de los estadunidenses es que los mexicanos ponen sus radios o estéreos a todo volumen. Lo primero que podría pensarse es que si los estadunidenses refieren que la música mexicana les gusta, no tendrían por qué molestarse al escucharla desde las bocinas de casa del vecino o desde los automóviles estacionados en el front yard. Sin embargo, el problema tiene doble naturaleza. Aunque no fue posible indagar con mayor profundidad sobre el tema, es probable que el tipo de música que los estadunidenses aprecian sea la que se comercializa como música tradicional, es decir, el mariachi o el bolero y no la música de banda que la mayor parte de los inmigrantes pone en sus aparatos de sonido. Por otro lado hay también una implicación más profunda en esta contradicción: la distinción entre lo público y lo privado. La música mexicana puede gustarles siempre y cuando ellos elijan el lugar y el momento para escucharla; el problema con la música a todo volumen es que irrumpe en su espacio privado. Una hipótesis que valdrá la pena considerar para futuros estudios es que algunas de las fricciones entre mexicanos y estadunidenses se derivan de concepciones y usos diferentes del espacio público y del espacio privado. Esta idea, que surgió a partir de las observaciones en el trabajo de campo en Estados Unidos (y en otros realizados en México), la comparten otros investigadores como Massey y Capoferro que encontraron que

una encuesta realizada por una organización local sin fines de lucro reveló que lo que le molestaba a los residentes de El Paso (Texas) no eran los migrantes indocumentados per se, sino el hecho de que frecuentemente se detienen en los jardines a tomar agua y descansar. Por lo tanto, lo que a la gente no le gustaba era la invasión del espacio privado; si los migrantes hubieran permanecido invisibles o se hubieran quedado en las áreas públicas, a pocos les hubiera importado (2008: 30-31).

Algunos otros datos recolectados en el trabajo de campo sugieren que estas diferencias existen y se hacen particularmente evidentes en contextos de contacto cultural.

En cuanto a las fiestas y los bailes los encuestados dijeron por ejemplo que de la cultura mexicana les gustan "[las] ceremonias, festivales/celebraciones" (EAL5, 2010, mujer, estadunidense blanca, 35 años); o las "fiestas [y] la ropa colorida". (EAL30, 2010, mujer, estadunidense blanca, 31 años); o la "música [y] el baile" (EAL23, 2010, mujer, estadunidense blanca, 43 años). Aquí, también valdría la pena explorar a qué tipo de celebraciones, festivales y fiestas se refieren y cómo han llegado a conocerlas. Otras de las observaciones realizadas durante las diferentes temporadas de trabajo de campo es que las celebraciones como las ofrendas del día de muertos y los festejos a la virgen de Guadalupe atraen a algunos estadunidenses que, aun cuando no participan integralmente (sino más bien como público espectador), sí muestran un creciente interés por la historia y las tradiciones mexicanas.

Con respecto a las percepciones acerca de la familia, los estadunidenses encuestados las formularon de esta manera: dos de ellos dijeron que les gusta que los mexicanos tengan "vínculos familiares fuertes"; tres hablaron de que los mexicanos son "muy orientados hacia la familia" y los demás hablaron de la importancia de la familia, de la cercanía familiar y del respeto por la familia. El reconocimiento de este valor es interesante porque, en principio, entra en conflicto con uno de los principales valores de la cultura estadunidenses: el individualismo. El énfasis valorativo de este aspecto se coloca en los logros individuales y en la manera en que cada individuo logra forjarse a sí mismo y su propio destino. En este sentido, es interesante que algunos estadunidenses reconozcan la importancia de la familia como un valor positivo de los mexicanos. Aunque serían necesarios estudios más profundos para poder explicar esto; a manera de hipótesis identifico tres posibles líneas interpretativas. Por un lado, es posible que la cultura del Sur, al ser fundamentalmente agrícola, haya dependido en mayor medida del mantenimiento de los vínculos familiares como una forma de asegurar la reproducción económica y social, por lo que podría pensarse que en el Sur existe una fricción histórica entre el valor de la individualidad, derivado de la ética protestante, y el valor de la familia, derivado de razones económicas más instrumentales. Por otro lado, podría ser que las culturas africanas traídas por los esclavos, particularmente después de la guerra de Secesión, cuando ocurrió la reunificación familiar, hayan ejercido alguna influencia en las concepciones acerca de la familia incluso entre los blancos sureños. Finalmente podría pensarse también que el discurso sobre la descomposición social, producto de la sociedad moderna híperindividualista e híperconsumista, habría llevado a algunos estadunidenses a replantearse el valor del individualismo.

En cuanto al tema de la religiosidad, es interesante que haya sido mencionado por muchos estadunidenses encuestados como una de las características positivas de los mexicanos y de su cultura, ya que la religión ha jugado un importante papel histórico en la conformación del Sur como un área cultural distinta y particular dentro de Estados Unidos. En este sentido, el hecho de que uno de los ámbitos en donde los migrantes encuentran un importante espacio de socialización y refugio sean las iglesias (tanto católicas como protestantes) es sin duda un elemento que contribuye a que los estadunidenses sureños, profundamente religiosos, vean con buenos ojos la presencia de los mexicanos. En efecto, las congregaciones religiosas son, junto con la escuela, los espacios no privados en los que los migrantes (incluso indocumentados) se hacen visibles. Además, aunque la mayoría de los migrantes sean católicos, mientras que la mayoría de los estadunidenses sureños no lo son, el hecho de que la diversidad religiosa no haya sido un terreno de conflicto y enfrentamiento en el Sur contribuye a que los estadunidenses acepten la religiosidad de los mexicanos como un valor en sí mismo, independientemente de la denominación a la que se adscriban.

Finalmente, los encuestados reconocieron en los mexicanos las siguientes características positivas: trabajadores, amables y respetuosos.

El hecho de que los estadunidenses consideren que los mexicanos son trabajadores sí es una percepción influida por la migración, ya que no todos los que dieron esta respuesta han viajado en México. Asimismo esto se corresponde con las respuestas de la encuesta electrónica en donde el 47.2 por ciento de los que la respondieron dijeron estar de acuerdo en que los migrantes son buenos para la economía del país, pero además, "durante la década de los noventa los funcionarios públicos y los medios de comunicación [en Georgia] le prestaron poca atención a los inmigrantes, mostrando una mayor tendencia a enfatizar sus contribuciones económicas y su sólida 'ética de trabajo'" (Odem y Lacy, 2009: xxiv).

Sin embargo, Mark Hutch, un bloguero estadunidense cuyo sitio recibe entre seiscientas y mil cien visitas diarias, escribe "cuando pienso en trabajo duro, mi mente inmediatamente imagina a alguien poniendo asfalto caliente sobre un techo a mediados de julio o alguien que pasa diez o doce horas diarias inclinado recogiendo cosechas. [...] Si hay algo que no está en discusión en este debate sobre la inmigración es que los trabajadores mexicanos no tienen miedo de realizar trabajos duros".

Este reconocimiento de la capacidad y voluntad de trabajo de los mexicanos es relevante porque coincide con uno de los valores característicos de la cultura estadunidense: el trabajo como pilar de la identidad. Así, el hecho de que los estadunidenses reconozcan esta característica en los migrantes mexicanos es un área de oportunidad importante para fomentar una imagen positiva e impulsar una mayor aceptación de los mexicanos en el sureste de Estados Unidos. Sin embargo, este tema es uno de los que produce mayor división, pues ciertamente muchos estadunidenses sienten amenazadas sus posibilidades tanto laborales como salariales por el gran influjo de mano de obra barata y siempre disponible, tan es así que muchos estadunidenses conciben la migración como una "colonización" mexicana en sus pequeñas localidades, que, como en el caso de Dalton, ha provocado

cambios en las dinámicas del mercado laboral de los empleos en las fábricas de alfombras. Debido a la abundancia de tales trabajos en Dalton, los trabajadores blancos estaban acostumbrados a cambiar de empleadores y de puestos con frecuencia, [pero] en la medida en que el flujo de mexicanos y otros latinos empezó a llenar las vacantes y a ser una fuente muy abundante de mano de obra para las fábricas, los trabajadores nativos no pudieron sostener tales estrategias de mercado laboral. Los trabajadores blancos opusieron resistencia a estos cambios de varias maneras: cambiándose a plantas que todavía no estaban pobladas por mexicanos y mostrando violencia indirecta (por ejemplo, rajar las llantas de los vehículos de los latinos). De acuerdo con algunos administradores de plantas entrevistados en 1997, existía también animosidad entre los trabajadores negros y los mexicanos. En este contexto, la queja de la clase trabajadora local, blanca y negra de que "vienen todos aquí y nos quitan nuestros trabajos, fue todo menos una sorpresa" (Zúñiga y Hernández León, 2005b: 262).

Así, el trabajo de campo demostró que sí existe un buen número de percepciones positivas en cuanto a los mexicanos. Aun cuando estas percepciones puedan no estar construidas con base en la experiencia directa de los estadunidenses con migrantes, es importante reconocer que existen, ya que si se encuentran maneras de apuntalarlas mediante la difusión de esas características que ellos mismos consideran positivas, probablemente sea posible contribuir a una mejor imagen de los migrantes mexicanos, una que se apegue con mayor rigurosidad a la realidad de cientos de miles de hombres, mujeres y niños que cruzan la frontera en busca de una mejor calidad de vida para ellos y sus familias.

 

Experiencias de ayuda o apoyo entre mexicanos y estadunidenses

Muchos de los migrantes encuestados refirieron haber podido construir buenas relaciones de amistad con los estadunidenses: "Buenas experiencias, tengo muchas con amistades o con conocidos" (EM35, 2008, mujer, 25 años); y en general consideran que "aunque no todos, cuando tienen oportunidad, te ayudan. Siento que en general son buenos" (EM36, 2008, mujer, 60 años). Esta percepción se extiende también hacia quienes, sin ser amigos, se muestran amables o dispuestos a ayudar en los encuentros casuales. "He tenido también muchas buenas experiencias con los americanos, en las tiendas, en las calles, en todos lados" (EM33, 2008, hombre, 26 años). Aunque los mexicanos y estadunidenses viven realidades separadas, cada uno en su enclave social, ciertamente ocurren cada vez con mayor frecuencia encuentros fugaces y ocasionales en las tiendas y restaurantes, en las calles, en los parques y los centros comerciales. Estos pequeños encuentros cotidianos no implican el establecimiento de una relación interpersonal; sin embargo, sí contribuyen a moldear las mutuas percepciones de unos y otros. Hay otros ámbitos, como la escuela y las iglesias, en donde los encuentros sí producen, en mayor o menor medida, relaciones interpersonales, pero lo que el trabajo de campo me permitió ver es que los migrantes perciben en muchos estadunidenses (casi siempre aclaran que "no en todos") una genuina voluntad de ayudar. Así, uno de los encuestados cuenta: "Una buena experiencia con los americanos es que una vez me ayudaron cuando se me dañó mi carro y hasta de comer me dieron, me llevaron a su casa y me quedé dos días. Los americanos son buenos" (EM32, 2008, hombre, 40 años).

Por otro lado, a pesar de que es bien sabido que existen dificultades y prejuicios en la relación con los afroamericanos, también hay algunos ejemplos de buenas experiencias y relaciones de amistad. Una de las mujeres encuestadas me contó que desde que llegó a Georgia se hizo amiga de una mujer afroamericana, con quien lleva muy buena relación. Dijo que a veces le parece que es un poco agresiva y gritona, pero que con ella siempre se ha portado muy bien "A mí ella siempre me ayuda, siempre. Cualquier cosa que necesito, ella nunca se niega, por decir, luego ella solita se ofrece y va con mis hijas a pedir Halloween, las lleva" (EM1, 2008, mujer, 30 años).

Además, las observaciones realizadas en Norcross, Atlanta y Lawrenceville me permitieron ver, por ejemplo, cómo muchas familias afroamericanas asistieron a la celebración del 5 de mayo organizada en el Centennial Olympic Park por un grupo de comunicación y relaciones públicas llamado Lanza Group-Hispanic Marketing PR and Events. Esta celebración se ha realizado por cuatro años consecutivos y se la conoce como Fiesta Atlanta. A ella asisten latinos de países tan diversos como Colombia, Perú, República Dominicana, Brasil, Honduras, Panamá y Guatemala (de acuerdo con las banderas que pude identificar en la celebración del 2010). De alguna manera, esta celebración del 5 de mayo se ha convertido en un evento para celebrar la latinidad. Es un festejo familiar, patrocinado por negocios que buscan llegar al mercado hispano. Asisten también familias de estadunidenses blancos y de afroamericanos que disfrutan de la música, la comida mexicana y el ambiente festivo. Por lo general pude observar que las familias se reunían en pequeños grupos (casi siempre de la misma nacionalidad), es decir, que entre los padres de familia no se veía mucha comunicación intercultural, sin embargo, los grupos de adolescentes que circulaban de un lado al otro del parque, haciendo cola para comprar unos tacos o esperando su turno en alguno de los juegos sí eran grupos mixtos, en los que algunas veces había estadunidenses blancos y otras afroamericanos.

Otros lugares en donde es posible notar la convivencia entre los hispanos y otros grupos culturales son los mostradores de los restaurantes de comida rápida (Wendy's, Mc Donald's o Burger King). Allí, la mayoría de los empleados son jóvenes afroamericanos y adultos hispanos e indios (hombres y mujeres). Un día, mientras esperaba mi comida pude ver cómo dos empleadas hispanas y un afroamericano bromeaban entre ellos. Al poco rato el joven negro salió por la puerta, ya sin uniforme y les dijo a sus compañeros con un marcado acento sureño "I'm off for the day10... Hasta mañana amigos", haciendo un verdadero esfuerzo por pronunciar bien las palabras en español.

Otra de las áreas en las que empiezan a verse cambios (en este caso referidos por los migrantes encuestados) es la de la convivencia. "Yo digo que las buenas experiencias con los americanos son muchas, tener de parte de ellos amistad y convivencia, no son como el hispano, ellos son cálidos y abiertos" (EM11, 2008, hombre, 22 años, técnico).

En general, los migrantes que dijeron haber tenido buenas experiencias con estadunidenses lo refirieron de esta manera: "Buenas experiencias son muchas; yo convivo con varios americanos y veo que son buenas personas" (EM30, hombre, 31 años, contratista), "Buena experiencias con ellos he tenido muchas, siempre me han recibido bien, siempre me han tratado bien" (EM29, 2008, mujer, 49 años). Otro de los encuestados dijo que ha conocido muchos "americanos" discriminadores y racistas "pero también otros americanos me han invitado a comer" (EM12, 2008, hombre, 23 años, pintor de casas).

Estas afirmaciones no permiten hablar de que exista un contacto cercano con los estadunidenses, aunque quizá sí lo haya, pero sí dejan ver que los migrantes han encontrado amabilidad y buen trato. Hay dos factores clave que intervienen en esta cuestión. En primer lugar, la hospitalidad sureña puede tener que ver con el buen trato superficial que algunos migrantes reportan. Un trabajador de la construcción me contó:

[...] un día estábamos trabajando en una casa, éramos varios haciendo el roofing. Hacía un montón de calor ese día, ya ves que aquí se pone bien pesado por ahí de julio o agosto. Bueno, la cosa es que ya llevábamos un rato trepados en el techo dándole, porque a nosotros nos pagan por trabajo terminado, cuando salió la señora de la casa con una jarra de agua bien helada y unos vasos, y nos llamó a todos a que descansáramos un poco y tomáramos el agua. No hablaba español ella, pero a puras señas nos invitó. Bien buena gente esa señora (EnM14, 2008, hombre, 39 años).

Independientemente de los puntos de vista que muchos estadunidenses puedan tener con respecto a la migración y a los migrantes, el rasgo cultural de la hospitalidad puede estar jugando un papel importante en el buen trato que éstos reciben. Es un trato cortés y amable que no forzosamente indica que esos mismos estadunidenses estén dispuestos a entablar una relación de amistad con los migrantes. Ciertamente, quienes tienen opiniones radicales en contra de la migración y quienes son calificados de racistas probablemente no tienen gestos hospitalarios, pero hay un gran número de personas cuyas percepciones o actitudes son más o menos neutrales con respecto al tema migratorio y en ellas seguramente se impone el valor aprendido de la hospitalidad y "las buenas maneras".

Por otro lado, los efectos de varias décadas de lucha por los derechos civiles han generado en un amplio sector de la población estadunidense una conciencia más amplia de la diversidad cultural y un sentido de lo que es políticamente correcto en el trato con las personas que son diferentes. Por lo tanto, en el trato superficial y cotidiano, suelen ser amables y atentos, lo cual no forzosamente implica un contacto interpersonal cercano o profundo.

Sin embargo, además de estos cientos o quizá miles de pequeños encuentros fortuitos, hay algunos estadunidenses que empiezan ya a compartir sus tradiciones y costumbres con vecinos o amigos hispanos (como en el caso de la amiga afroamericana de la encuestada que llevó a sus hijas a pedir Halloween), que a su vez les enseñan las costumbres mexicanas. "En lo personal sí he tenido buenas experiencias: nos invitaban a festejar en su casa o nos invitaban a festejar el día de pavo, nos llevábamos al tú por tú, los enseñamos a comer con tortilla" (EM7, 2008, hombre, 37 años, proveedor de servicios).

Otra de las encuestadas comenta "Hay mucha penetración de la cultura mexicana en la sociedad local; los gringos con los que convivo, todos mis vecinos sureños, les encanta la comida mexicana, la música, el tono de piel, la forma de vestir, el gusto por ciertos accesorios" (EnM1, 2008, mujer, mexicana, 36 años).

Así, los migrantes están aprendiendo acerca de las costumbres estadunidenses, pero las internalizan a su modo, por eso el Thanksgiving (el Día de Acción de Gracias) se ha convertido, en el lenguaje mexicano en Atlanta, en "el día del pavo". Varios de los encuestados lo mencionaron como una de las tradiciones de la cultura estadunidense que les parecen "bonitas". "Como la cultura mexicana no hay otra, pero también me gusta la cultura de acá, como el día del pavo; ellos también tienen sus tradiciones y me gusta por qué lo hacen" (EM13, 2008, mujer, 30 años). Aunque todavía muchos mexicanos no han internalizado el significado histórico y fundacional de la celebración, saben que existe y que es un día en que "los americanos se juntan, cocinan muchas cosas, pero lo más central es el pavo... híjole, ese día todo mundo hace su pavote" (EnM8, 2008, mujer, 28 años).

También, como parte de los supuestos culturales que valoran el esfuerzo y la lucha personal por salir adelante, muchos estadunidenses se dan cuenta de su privilegiada situación, un claro interés por ayudar a quien se ayuda a sí mismo. Durante los años transcurridos en Atlanta conocí a varios como John Cot y su esposa. Ella trabajaba como voluntaria en un hospital en donde conoció a la familia Germán, constituida por una madre divorciada y sus tres hijos adolescentes. Un día, el menor de ellos sufrió una fractura bastante grave a raíz de un accidente en patineta e inmediatamente su madre y su hermana mayor lo llevaron al hospital, en donde fue atendido. Cuando llegó el momento de ver la cuenta del hospital, la familia Germán casi se desmoronó, puesto que debían una enorme cantidad de dinero. La señora Germán se acercó con las voluntarias a decirles que no podía pagar esa cantidad y a preguntarles qué opciones tenía para pagarla a plazos. La señora Cot la asesoró y juntas diseñaron un plan de pagos factible para la familia Germán. El matrimonio Cot, al conocerlos más a fondo y ver que eran una familia muy unida, luchadora y con muchas ganas de salir adelante, decidió ayudarlos en un principio con algunos de los pagos y al final acabaron liquidando la cuenta completa. Ante este gesto, la señora Germán fue a buscarlos a su casa con un pequeño regalo de agradecimiento: un platillo que ella había cocinado.

Desde entonces, inició una relación de amistad entre ambas familias, se visitaban constantemente y convivían mucho. Luego, cuando Karina, la hija mayor, una muchacha inteligente y estudiosa, con deseos de construir una carrera universitaria, iba a entrar a la preparatoria, el matrimonio Cot decidió apoyarla con los gastos de una escuela privada en la que pudiera recibir una mejor educación. Como la distancia entre la nueva escuela y la casa de Karina era grande, ella se mudó a vivir con los Cot entre semana y regresaba a su casa los fines de semana. Terminó la preparatoria con excelentes calificaciones, pero allí su sueño de estudiar medicina forense se vio truncado, pues para entrar a cualquier universidad, debía presentar prueba de su estancia legal en Estados Unidos (papeles que no poseía, ya que había ingresado como indocumentada con su madre y sus hermanos a los cinco años de edad). Ante el compromiso de Karina por forjarse un futuro, el matrimonio Cot contrató un abogado para que analizara las posibilidades que ella tenía para continuar con su educación superior. El abogado les informó que en Estados Unidos no había ninguna, que lo mejor que podía hacer era regresar a México y desde allí ver si le era posible conseguir una visa de entrada como estudiante.

Finalmente, después de un cuidadoso y doloroso análisis de las opciones reales, Karina presentó un examen de admisión a una universidad en Canadá, en donde fue aceptada (los gastos de colegiatura y manutención serían cubiertos por los Cot) y regresó a México (después de trece años de no estar aquí) para solicitar la visa de entrada a Canadá. Tuvo que dejar a su madre y a sus hermanos e irse a otro país con su padre que la esperaba con los brazos abiertos, pero a quien no había visto desde que era una niña. Esto significó también adaptarse a su familia paterna. Para ella, su mundo estaba en otro lado. Fue un proceso difícil que Karina enfrentó con valor y buena voluntad, y ahora dice que su sueño es ser una buena profesionista y que en Estados Unidos se apruebe la Ley de fomento para el Progreso, Alivio y Educación para Menores Extranjeros (Dream Act, Development, Relief and Education for Alien Minors Act), para que sus hermanos tengan un camino más fácil que el que le ha tocado recorrer a ella.

Las buenas experiencias que han tenido muchos migrantes en sus encuentros con los estadunidenses han sido hasta ahora individuales, si acaso familiares. Hay algunos ámbitos en los que se han realizado esfuerzos institucionales por lograr los reacomodos necesarios para dar cabida a la nueva población hispana. "En nuevas áreas de destino de los migrantes, como Dalton, el súbito arribo de recién llegados latinos y mexicanos ha producido una gama de cambio a nivel de la comunidad. El orden tradicional de las comunidades locales ha sido cuestionado y redefinido por los recién llegados" (Zúñiga y Hernández León, 2009: 47).

 

Conclusiones

El sur de Estados Unidos -entendido como una nueva zona de contacto, producto del reciente arribo de una importante ola de migrantes de origen mexicano- es, como ya lo han dicho varios de los investigadores citados en este trabajo, un área de estudio particularmente interesante. En primer lugar, por ser una zona de destino relativamente nueva ofrece la posibilidad de entender desde una etapa temprana cómo se reconfiguran las relaciones sociales por efecto de la migración. En segundo lugar, las características históricas de la región, marcadas por un constante proceso de fricciones y negociaciones entre las poblaciones blanca y afroamericana hacen de éste un lugar en donde los migrantes deben, a su vez, negociar su propia inserción social en un contexto en donde los conflictos y las tensiones sociales y culturales no están del todo resueltos.

Un patrón general que pudo observarse a lo largo de la investigación es que los espacios de convivencia entre estadunidenses y migrantes mexicanos son pocos todavía. Existen y cada vez son más numerosos y más complejos: desde breves encuentros en la calle, en las tiendas y en el trasporte público, pasando por los espacios laborales, hasta los que se dan en sitios más densos (por constantes y cotidianos), como las escuelas o las iglesias. Una de las ventajas de describir el fenómeno de las percepciones entre culturas distintas en las zonas de contacto y las relaciones que se establecen entre ellas es que esta fotografía puede constituir un punto de partida -o cuando menos un punto estratégico en una etapa temprana del desarrollo histórico de la migración mexicana hacia el sur estadunidense-, que permita seguir su evolución a lo largo del tiempo.

Así, el análisis de las percepciones recogidas en Lawrenceville y Norcross permite afirmar que existen representaciones sociales (construidas con base en las percepciones) positivas de los mexicanos y de su cultura, las cuales dibujan la cultura mexicana con una imagen de riqueza y calidez, en la que los sabores de la gastronomía, los sonidos de la música, el colorido del arte y de los trajes típicos, así como lo vistoso de los bailes constituyen potentes atractivos. La representación social positiva de los mexicanos los pinta, entonces, como gente trabajadora, amable y respetuosa, apegada a la familia y profundamente religiosa.

Por otro lado, describir las experiencias positivas que los migrantes han tenido con los estadunidenses, así como narrar situaciones en las que se han ido construyendo espacios de encuentro y convivencia entre ambas culturas, es importante porque los científicos sociales tendemos a concentrarnos en el análisis de los problemas sociales, dejando de lado el de las prácticas positivas y constructivas, de las cuales también hay muchas lecciones que extraer. Un panorama de la realidad social que pretenda ser completo y complejo debe considerar tanto los problemas y los conflictos como los encuentros.

Entre las experiencias positivas referidas por los encuestados/entrevistados hay historias de ayuda y apoyo, de convivencia, de aprendizajes mutuos que muestran que, mientras más cercano, directo y cotidiano es el contacto entre mexicanos y estadunidenses, más puentes se tienden entre unos y otros, que existe una mejor comprensión de las historias respectivas y que con ello se generan vínculos de solidaridad y de amistad. Crear tales puentes requiere frecuentemente de un esfuerzo consciente y de un constante ejercicio de tolerancia.

Los espacios de convivencia que se crean en lugares como las iglesias y las escuelas pueden convertirse en ámbitos de conocimiento y reconocimiento mutuo; en espacios en donde puedan compartirse las costumbres, las tradiciones, las formas de ser y de estar en el mundo. Una de las conclusiones que pueden extraerse del análisis de las percepciones tanto de migrantes como de estadunidenses es que la cultura es un ámbito en el que se producen y reproducen percepciones positivas. Compartir las prácticas culturales "del otro" es un modo de acercarse y comprenderse mejor.

 

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Notas

1 Por supuesto que también reciben migrantes de otras nacionalidades, pero la proporción de latinos, y entre ellos de mexicanos, es mucho mayor.

2 A lo largo del texto, cada vez que utilice una cita textual de algunos de los entrevistados / encuestados pondré entre paréntesis el código del instrumento de origen, acompañado del número de la entrevista o encuesta, así como los datos demográficos proporcionados por los entrevistados /encuestados (género, edad, autoadscripción étnica). Por ejemplo, la referencia "En M1, 2006 mujer, 36 años" se refiere a entrevista número 1 aplicada a migrantes mexicanos; la referencia "EnM7, 2006, hombre migrante, 47 años", alude a las respuestas del séptimo entrevistado (migrante mexicano); mientras que la referencia "EAW7, 2009-2010, hombre estadunidense blanco, 61 años" indica lo dicho por el séptimo estadunidense que contestó la encuesta electrónica.

3 Las traducciones de las citas y de los testimonios son de la autora.

4 En aras de una mayor fluidez en el texto, cuando utilice el término "migrantes" me estaré refiriendo a los migrantes mexicanos.

5 La personalidad es un dominio que está conformado por el temperamento -con el que se nace- y el carácter -que se forja.

6 Dalton es una ciudad ubicada en el condado de Whitfield, al noroeste de la ciudad de Atlanta, y es considerada la capital mundial de las alfombras, ya que es sede de grandes fábricas de grandes empresas textileras (por ejemplo Mohawk). De acuerdo con el Dalton Convention and Visitors Bureau, el 90 por ciento de las alfombras que se producen en el mundo es fabricado allí. Además en Dalton se encuentran también numerosas plantas de procesamiento de carnes y aves (entre las más conocidas está Pilgrims Pride). Lo que los autores afirman en el caso de Dalton puede hacerse extensivo a otras localidades receptoras de migrantes en el estado de Georgia.

7 El texto completo de este informe realizado para el Immigration Policy Center se puede consultar en http://borderbattles.ssrc.org/Rumbault_Ewing/printable.html.

8 El documento completo titulado "America's Immigration Quandary No Consensus on Immigration Problem or Proposed Fixes" puede encontrarse en versión pdf en http://people-press.org/files/legacy-pdf/274, consultada el 28 de diciembre de 2009.

9 Por no mencionar lo que le cuesta a cada migrante pagarle al o los polleros o coyotes que habrán de guiarlo en el cruce. Este costo es más elevado que el de cualquier visa laboral. Actualmente las visas H2 cuestan 2025.00 pesos (o 150 dólares), mientras que el pago al pollero oscila entre los tres mil y cinco mil dólares.

10 "Ya terminé por hoy...".

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