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Polis

On-line version ISSN 2594-0686Print version ISSN 1870-2333

Polis vol.12 n.1 México Jan./Jun. 2016

 

Reseñas

Lo colectivo de la sociedad. Comentarios a La bestia social

Angélica Bautista López* 

* Profesora investigadora del Departamento de Sociología de la UAM-Iztapalapa. Contacto: blal@xanum.uam.mx

Delouvée, Sylvain; Fernández Christlieb, Pablo; Navalles Gómez, Jahir. La bestia social. México: Tirant Lo Blanch, Universidad Autónoma Metropolitana, 2014. 256p.


Un momento basta para que suceda. Un instante para que, casi que de la nada, surja la entidad. Los datos históricos ubican sus apariciones iniciales en el lejano siglo XVIII, aunque es fácil colegir que se trata de una presencia que nos ha acompañado por largo tiempo. Esto se deduce de la evidencia empírica: aparece de tanto en tanto, aquí y allá, con formas diversas, con muchas y pocas personas, y hasta con una sola. Su nombre son mil nombres, todos intentando nombrar lo innombrable. Masas, Muchedumbre, Multitud. El libro que se reseña aquí le denomina La bestia social. Desde ahí queda anunciado que esa entidad es unívoca, esto es, que se trata de una sola cosa: la bestia y que es una entidad hecha de lo social. Lo que la constituye no es material, no constatable, no observable, aunque su presencia deja honda huella en los espacios que habita, sean geográficos, arquitectónicos o humanos.

La bestia social es un libro de libros, específicamente de tres. Es también un libro escrito por tres autores, que nos permite conocer posicionamientos de pensadores que a lo largo de más de dos siglos han caído en las garras de la fascinación o del temor que dicha entidad ha producido y produce. Más allá de todos los autores citados dentro del libro, tales como Lombroso, Sighele, Rossi, Ferri y un largo etcétera, La bestia social presenta elaboraciones teóricas de autores mexicanos y franceses, de antes y de ahora. Los franceses Alfred Espinas, con un extracto de un texto escrito en 1877, Guy de Maupassant, con uno de 1882, Hippolyte Bernheim, con una selección de 1884, Henri Fournial con un escrito de 1892 y Gustave Le Bon con un fragmento de su obra publicada en 1912, nos impactan con una muestra de la reflexión que en el siglo XIX y en los albores del XX se hacía de una ruptura en el espacio y en el tiempo, que llegó incluso a cortar cabezas. De ahora, Sylvain Delouvée, escritor francés posicionado desde la perspectiva contemporánea, nos ilustra sobre una vuelta al pasado de una psicología social netamente colectiva. A estas reflexiones acompañan dos elaboraciones teóricas mexicanas, que actualizan y revitalizan una importante tradición en nuestra disciplina: el maestro Jahir Navalles Gómez, que propone un examen de la tradición colectiva del estudio de las masas, desde las mentalidades, y el doctor Pablo Fernández Christlieb, que aporta, dentro de este campo muy antiguo, una nueva teoría de las masas, o, para decirlo con propiedad, de La bestia social.

Siendo un libro compuesto por tres libros, la revisión correcta nos encamina a seguir la secuencia ordenada de sus páginas. En este recorrido encontramos un primer volumen titulado Antología de multitudes, de Sylvain Delouvée. Aquí, el autor nos propone una reflexión sobre el estudio de lo psicosocial desde la literatura, la historia, la sociología y la incipiente psicología de masas durante el siglo XIX. Parte de los aportes de dos grandes de la literatura: Victor Hugo, con Los Miserables y Emile Zola, con Germinal. Ambas novelas toman como personaje central al pueblo, en una época en que ese nombre abstracto adquiere concreción y se ubica en el centro de la palestra. A partir de estos autores, Delouvée indica que la literatura cae a merced de la fascinación morbosa por lo tumultuario y lo criminal, esto es, por las masas. Particularmente, Zola, con su maravillosa pluma y su escalofriante narrativa, anuncia la era por venir, esa que para Moscovici resultó ser justo la del siglo XX: la era de las multitudes. Zola es, según el autor del primer libro de tres, uno de los escritores predilectos de Sighele. Para aquellos que no ubiquen a Scipio Sighele, el libro de libros La bestia social es imprescindible. Según el autor, Zola es para Sighele, "el poeta de la multitud".

A la literatura se suma el devenir histórico, con sus vicisitudes. Le France emergía de procesos históricos relevantes. El siglo XVIII y los albores del XIX en aquellas tierras, con Napoleón Bonaparte incluido, impactan a un renombrado pensador: Taine, quien en la turbulencia de esos años se alerta ante una realidad pendular, en la que el pueblo dice y se desdice: "Estaremos así por años. Hace sesenta años que Francia se encuentra en un constante estire y afloje, yendo de la monarquía a la república, de la libertad a la autoridad. Esto va a durar mucho tiempo".

Literatura e historia son los correlatos en los que Delouvée ubica el surgimiento de la psicología de las masas. Los autores: Sighele, Le Bon y Tarde. Aquí aparece la primera referencia, que será reiterada en sus propios marcos conceptuales por los otros dos autores de La bestia social, al doctor César Lombroso, precursor de una conceptualización teórica muy conservadora, propia de la época, a la que se denomina escuela positivista de criminología. Lombroso se concentra en el estudio de lo criminal, en los individuos. Esta preocupación es retomada por Ferri, quien considera el tema como extremadamente relevante, pero lo ubica en la colectividad, y su alumno, Sighele, la desarrolla en un texto clásico que lleva por título La multitud criminal. Delouvée propone una lectura de estos autores, reconociendo su vena lombrosiana, conservadora y moralista, que refiere atavismos y ataduras salvajes, en una realidad de los pueblos a la que es necesario temer y, por ello, estudiar y comprender. El pueblo que engulle todo, al trastocarse en multitud y que, los datos históricos lo demuestran, es salvaje y sanguinario.

A Sighele lo acompaña estrechamente Gustave Le Bon. Ambos comparten intereses y hasta textos enteros. Es famosa la historia del plagio que Le Bon hizo de la obra de Sighele. Para más detalles, entiéndase documentar el chisme, recomiendo ampliamente leer el libro de libros. Le Bon concentra en su imagen como autor la que podríamos plantear como la primera época de la psicología de las masas. Es polémico, ultraconservador, ultraaristócrata, ultrafrancés, capaz de proponer un manual para el estudio detallado de esos atavismos que tornan en Mr. Hyde a cualquier sociedad tipo doctor Jekyll, cuando sobresale su "alma colectiva". Aquí nos conviene traer a cuento la "ley de la unidad mental de las masa", pensada y difundida por el doctor Le Bon, que dice: "los individuos absorbidos por la multitud tendrían una manera de pensar y actuar distinta de la que tendrían si estuvieran aislados. Los sentimientos de la multitud son absolutos, excesivos y faltos de matices". Los argumentos de Le Bon expresan que la presencia de personas reunidas deviene en irracionalidad, por una sensación de excesiva potencia, derivada del anonimato, por un contagio, que propaga las emociones, y por una sugestión que finalmente se apodera de esos ahí reunidos y los trastoca en una multitud. A estos autores los acompaña Gabriel Tarde, que convierte a la muchedumbre en público, y que propone una teoría de la continuidad de la sociedad. Para él, la imitación es el elemento fundamental tanto de las multitudes como de la sociedad entera.

Después de estas reflexiones encontramos cinco extractos seleccionados por Delouvée: El primero, Las avispas y sus centinelas, de Alfred Espinas (1877), en donde apreciamos el pensamiento evolucionista de la época, que observa un comportamiento colectivo en los insectos. Después nos presenta Las multitudes, de Guy de Maupassant (1882), en donde de manera breve reflexiona sobre la emergencia de un algo diferente, en cada puesta de una obra de teatro, porque los asistentes conforman un público que se asombra un día por algo que le parece irrelevante al día siguiente, o se ríe un día de una escena que generalmente no causa ninguna gracia. En tercer lugar nos introduce al pensamiento de Hippolyte Bernheim (1884), con Sugestión, educación y psicología de las masas, en donde Bernheim muestra claramente el razonamiento que seguían estos ilustrados al pensar en la sociedad y sus atavismos. Texto imperdible para comprender la época en que surge la psicología de masas y las razones de su conservadurismo. Bernheim propone aquí que los atavismos nacen con los individuos, esto es, les son consustanciales, y la educación tiene la inmensa tarea de contenerlos, para que las personas logren comportarse en sociedad. Unos nacen buenos y otros nacen malos, según Bernheim. En este texto se puede apreciar que los aires de la época, las teorías raciales, lo que se denomina raciología, que tantos rechazos concita en la actualidad, empañó de origen a la psicología de masas. La bestia social propone una versión contemporánea que logra quitar ese desenfoque de origen. Con ello bastaría para ser una obra lograda. También se incluye Consideraciones médico legales sobre las responsabilidades colectivas, de Henri Fournial (1892), que busca una determinación fisiológica, ganglionar, de la emergencia de la masa, su sugestión, su contagio y su capacidad criminal, y que apunta a una búsqueda de elementos que tranquilicen la conciencia de estos pensadores, al ubicar yerros filogenéticos o taras hereditarias de los otros que los pongan a salvo de este temido mal. Los extractos seleccionados por el doctor Sylvain Delouvée culminan con Psicología de las masas revolucionarias, de Gustave Le Bon (1912), en donde podemos conocerlo en plan reflexivo, proponiendo una comprensión de los procesos revolucionarios, desde el alma de los pueblos, siendo que la estabilidad del alma de cada pueblo se altera, como mariposa trémula, cuando ahí emerge el alma de la multitud. Cabe aclarar que es mi interpretación, ya que me parece una necesaria actualización el traducir la palabra raza por la de pueblo. A Le Bon le daba por decir el alma de la raza, pero para este nuestro siglo XXI es una denominación bastante confusa.

Terminado el primer libro, La bestia social llega a su segunda cara: El sueño de las multitudes, del doctor Pablo Fernández Christlieb. Se trata de una teoría de las multitudes, de una teoría de la sociedad, de una teoría psicosocial de la afectividad colectiva, que propone a la sociedad como lo contenido y como lo que contiene. Antes de esto delimita la entidad, al abundar en ejemplos, y nos ubica en esa realidad en la que somos poseídos y que marca claramente nuestro presente. En esa tarea, y de pasadita, nos ilustra sobre el sentido de lo social, que se aposenta en la plaza, el estadio, el concierto, las catástrofes y, por supuesto, en los movimientos sociales. Su propuesta teórica se ubica en la psicología social, enmarcada en lo ya referido, la psicología de las masas, pero toma como coordenadas al miedo y al pasado. Así, reflexiona en el temor que la incipiente y pujante modernidad de los albores del siglo XX tenía, de una fuerza destructora que parecía tender al pasado comunal y que intentaba desmontar el logro ilustrado de la modernidad llamado individuo, con todo y su flamante racionalidad.

Fernández, en el apartado denominado Características, expone una nueva psicología de las masas, en la que muestra cómo la sociedad lleva a grupos de personas a pasar del acelerado ritmo de sus conciencias personales a uno colectivo acompasado, que puede ser rápido o lento, pero que es eminentemente afectivo. En ese punto La bestia social aún no aparece, pero sin el acompasamiento de un ritmo que estruja a unos contra otros, nunca emergería. Así, en un abrir y cerrar de ojos, de un estado previo a otro, toda la fuerza de la entidad aparece, dice el autor que esto sucede en un switcheo, y entonces la fuerza de la supraindividualidad arrasa con todo lo contenido en su interior, preocupaciones y planes personales incluidos. La entidad toma su curso de manera autónoma, por lo que no hay forma de dirigirla ni de contenerla. Tampoco se puede evocar ni convocar a contentillo. Cuando parece que llega, se escabulle. Cuando hay la seguridad de que está distante, aparece causando cualquier tipo de desaguisado, esto, claro, por su irruptibilidad, que le hace no ceder, no negociar y desaparecer justo cuando se ansiaba que se quedara a vivir con uno. Esto es así porque, como ya es sabido, las masas no saben comportarse, no siguen reglas, no tienen racionalidad y son afectividad que contiene afectividad. En este desarrollo el autor aprovecha para proponernos un manual para leer a Le Bon. Una manera de desbrozar lo prejuicioso que se aprecia en mucho de lo planteado por la psicología colectiva del fin del XIX, de lo relevante que tales autores aportan a una comprensión de nuestro presente.

Planteada la teoría, en el apartado denominado Ciclo de vida, el autor lleva al lector a reflexionar sobre la sociedad contemporánea, sus plazas, estadios y conciertos, para apreciar la viveza que la entidad tiene en nuestros días. Al detenerse en los conciertos muestra la evidencia clara de que las masas no tienen líderes. La fusión de la masa, nos dice, la lleva a engullirse a sí misma, en un acto caníbal. Esto es bastante explícito en los conciertos de rock, donde el cantante es el centro de la masa, solo en tanto que esta no desplace su acompasamiento, su ritmo y su fuerza afectiva hacia otro punto dentro de ella misma. El ciclo de vida de una masa, después de emerger y fascinar emocionando u horrorizando, es el mismo: busca su conservación y para ello recurre a materiales que la descorporizan: las palabras. Cuando se trata de que dure, se le intenta narrar, para buscar que se extienda, y entonces se extingue. Esto porque, nos dice Fernández, los materiales de la afectividad colectiva son innombrables. Se trata de imágenes a las que no se pueden poner palabras, porque pierden su vitalidad imágica. Son los sueños, y a estos y a los sueños de las masas dedica un interesante apartado que es imprescindible leer y del que no me atrevo ni a hablar.

Cabe mencionar la exposición, en este segundo libro de tres, de otro tipo de masas, en donde las personas, varias, dos o una, se congregan entorno a un centro, al que el autor denomina comunalidad. Los funerales, el enamoramiento y la ira son los ejemplos que usa para mostrar que La bestia social es lo colectivo de la sociedad, que posee a las personas, las saca del individuo de la ilustración, y los devuelve a su esencia humana, a su esencia psicosocial.

El segundo libro termina con una conceptualización de la psicología de las masas que invita al lector a considerar que "quien piensa los pensamientos es la colectividad y los piensa con sentimientos". Por eso la última frase dice: "para pensar la sociedad, podemos comenzar con la psicología de las masas".

El tercer libro, de tres, se titula De mentalidades y multitudes, y su autor es Jahir Navalles. Desde el preámbulo nos avisa que se trata de una propuesta de historia de la psicología social que propone un nuevo trayecto, a partir de la coincidencia histórica de dos tradiciones claramente delimitables: las multitudes y las mentalidades. Por un lado, el estudio de las multitudes, las masas o el estudio de esa entidad, La bestia social, marca un trayecto histórico que, como ya vimos en los otros autores, se ubica en Lombroso y en la Escuela criminológica italiana. Por otro lado, ubica el estudio de las mentalidades en el sustrato de las multitudes, de ese pensamiento social conformado básicamente por afectividad colectiva, mitos y creencias. La historia de las mentalidades tiene una larga tradición, digamos que lejana a lo que hoy en día se incorpora en el currículo de la psicología social, ya que forma parte de una versión institucionalizada de la Historia. El planteamiento de Navalles resulta por demás sugerente, toda vez que La bestia social emerge sobre los hombros de los sentidos de lo colectivo, en donde las palabras sobran, porque las creencias autocontienen el qué hacer y el cómo hacer de la sociedad.

El tercer libro de tres coincide con el primero. Además de ubicar el punto de inicio de la psicología de las multitudes en Italia y con Lombroso, refiere el peso específico que la literatura tuvo en la constitución de esta área de interés. A partir de ahí, propone una clara escisión entre la psicología social y la psicología de las multitudes. Dice que la psicología social falló en el intento de comprender una realidad inaprehensible, impalpable, supraindividual y que, además, tiene el don de la ubicuidad. Así, planteada esta distinción, propone una psicosociología para los fenómenos colectivos, en la que las mentalidades y su historia son consustanciales. El recorrido que realiza el autor incorpora a José Ortega y Gasset y a Le Bon, a Gabriel Tarde y sus leyes de la imitación y a Blondel, Sighele y Rossi, entre otros. Posteriormente, y desde mi punto de vista el aporte más relevante de este texto, propone el origen psicosocial de las mentalidades. Desde una cita de Bouthoul: "la mentalidad constituye la síntesis dinámica y viviente de cada sociedad", desarrolla su argumento, considerando a los historiadores Duby y Burke.

La propuesta del autor va en el sentido de que la mente colectiva, netamente afectiva, ha tenido un tránsito que ha sido captado o comprendido por historiadores y sociólogos estudiosos de ese algo etéreo a lo que se denomina mentalidad y que, cuando se interesan por el pueblo, sus circunstancias, sus trayectos, sus accidentes y le siguen el rastro, están buscando comprender a la colectividad en su esencia. Y esto incluye, reiteradamente en la historia, la omnipresencia de La bestia social. Repasa las creencias colectivas de las multitudes revolucionarias y George Lefebvre, pasando por las turbas, los pánicos colectivos y Gustave Le Bon, hasta llegar a las leyes mentales de las masas del mismo Le Bon que propone la caracterización de mentalidades peligrosísimas: la mentalidad criminal, la mentalidad mística y la mentalidad revolucionaria, que, desafortunadamente para Le Bon, se oponen a la mentalidad jacobina, que es la que supuestamente está adscrita a la razón. Este apartado del origen psicosocial de las mentalidades culmina con una defensa o reivindicación de las multitudes. Después, para argumentar una veta psicosocial de las mentalidades, Navalles nos ubica en el romanticismo para, desde ahí, recuperar a Jules Michelet, desde una perspectiva psicosocial, sobre todo en la referencia a ese personaje central en el libro de tres: el pueblo. La importancia de Michelet, para el autor, estriba en su versión histórica de la realidad social, que permite localizar el andar de la colectividad, ya que su centro de interés está en los emplazamientos afectivos. Además, incorpora creencias ancestrales, tales como las religiosas, con Marc Bloch y los reyes taumaturgos. Entre paréntesis, si el lector desconoce esta realidad psicocolectiva de la era feudal, conocida como los reyes taumaturgos, anótelo como pendiente importante a resolver. Una manera de iniciar esto es leer el tercer libro de tres. Creencias y recursos retóricos, creencias colectivas y realidades mágicas, absolutamente reales por creídas, por colectivas. Para que no pensemos que eso quedó en el pasado, el autor incorpora La guerra de los mundos. Psicólogos sociales como Sherif y Cantril, proponiendo y analizando un experimento social famosísimo, operado por Wells, en una sencilla estación de radio, que -nuevamente-de la nada, propició espacio, tiempo y circunstancia, vuelta al pasado y temor incluido, para la abrupta aparición de La bestia social.

Navalles incorpora a esta historia a un autor más, Sloterdijk, y con él la hiperpolítica de una hiperrealidad veloz. Una propuesta de actualización, para el siglo XXI, de una realidad atávica, ancestral, que pervive con nuevos ritmos y requiere nuevas miradas para su estudio. Al terminar, en su réquiem, el autor aclara su intención de "reintroducir a la psicología colectiva, desde una tradición histórica, ya que permite aproximarse a la realidad social, anclada en el largo plazo, en los personajes de diario, en las narrativas y en sus formas de sentir y pensar".

Hasta aquí el recorrido ordenado, de inicio a fin. No obstante, quisiera agregar dos comentarios.

Uno. La bestia social es un libro, uno. Como su objeto de estudio, es una entidad, gozar su lectura requiere el registro atento del todo que contiene. Sin embargo, ya que sus autores nos plantean el reto y la posibilidad, es libertad de cada quien leer ordenada o desordenadamente. Se puede optar, por ejemplo, por leer como yo leo cualquier revista, de atrás para adelante. Así, podríamos ubicar trayectos históricos de las tradiciones, masas y mentalidades, para de ahí pasar a una teoría nueva de la misma psicología de masas de siempre y, finalmente, con nuevos lentes, revisar a los primeros pensadores que casi aterrados constataban su temor ante lo innombrable. Se puede también comenzar por en medio, leer el delicioso texto de El sueño de las multitudes, y después de haber caído en ensoñación, revisar la manera primigenia, y a veces falta de habilidad persuasiva, que tenía la primera versión de la psicología de las masas, que nos muestra la Antología de multitudes, para finalmente incorporarle una adecuada dosis de comprensión de pueblo e historia, con el muy informado y analítico texto De Mentalidades y Multitudes. Es cuestión de gustos, les invito a que inventen su propio trayecto, con la condición de que lo hagan.

Dos. La bestia social sigue aquí. Nuestra realidad, la nuestra, tiene una presencia espectral y fascinante, que nos acompaña, y todo parece indicar que, quién sabe cuándo, nos volverá a sorprender. A los interesados en la realidad psicosocial nos importa su presencia. A la sociedad entera también. Sería bueno pensar, analizar y buscar comprender eso que nos fascina y eso que aun ahora nos llega a espantar.

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