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Polis

versión On-line ISSN 2594-0686versión impresa ISSN 1870-2333

Polis vol.9 no.2 México  2013

 

Homenaje

 

El vikingo que vino del Sur

 

Mario Bassols Ricárdez*

 

* Profesor-investigador del Departamento de Sociología, UAM-Iztapalapa.

 

Estas breves notas son el resultado de una evocación, antes que el recorrido puntual por los diversos pasajes de la vida y obra de Gustavo Emmerich Isaac (1954-2013). Estamos seguros de que tal esfuerzo lo realizarán otros colegas, en el transcurso de los meses y años por venir.1 Al retroceder en el tiempo, lo distingo claramente durante las primeras reuniones de trabajo que dieron lugar al nacimiento de la revista Polis de la UAM-Iztapalapa. Título que, por cierto, fue sugerido por él mismo y aceptado por el Comité Editorial que recién se formaba. La revista surge en 1990, concebida primero como Anuario de Sociología, el cual pretendía integrar los trabajos de investigación en curso dentro de las tres licenciaturas que por esas fechas tenía la UAM-I en el Departamento de Sociología: Ciencia Política, Sociología y Psicología Social. En ese tiempo comenzaban a surgir varias revistas universitarias o bien aquellas apoyadas por universidades públicas de México, como Ciudades, cuyo primer número salió a la luz a principios de 1989.

Polis tuvo cambios, readecuaciones y pausas institucionales, pero poco a poco se afirmó en el escenario nacional y latinoamericano. Por las páginas de esta revista aparecieron una variedad de artículos ligados al análisis político, dentro de los cuales figuran ocho de la autoría de Gustavo Emmerich.2 En cierta manera, esta marca de origen llevó a Polis a ser vista y reconocida por el público como una publicación universitaria enfocada a temas nacionales y latinoamericanos relacionados con temas de política.

El posgrado en Estudios Sociales de la UAM-Iztapalapa ha cumplido ya tres lustros de existencia y la línea de Procesos Políticos lo ha acompañado desde sus inicios. Ahí es donde volvemos a encontrarnos con Gustavo Emmerich, ya no de manera ocasional, sino en la constancia del trabajo cotidiano. Tuvimos entonces la oportunidad de iniciar dentro del posgrado, una relación que, además del aprendizaje intelectual de quienes formábamos parte de la docencia, nos llevó al conocimiento de una figura de la talla de Gustavo, acompañado de vivencias y momentos singulares en los últimos diez años. Esa es la parte que pretendo poner de relieve en las siguientes líneas.

Debo decir que, en principio, Gustavo fue un reconocido profesor de la licenciatura en Ciencia Política, que trabajó en el Departamento de Sociología desde 1985. Es un lapso de tiempo razonable para sistematizar su obra de acuerdo con etapas, o mejor dicho con giros, en el análisis y evolución intelectual. Un punto de inflexión importante en su obra (que no punto de partida) es la publicación del libro3 que reúne las partes sustantivas de su tesis de doctorado en Ciencia Política, el cual llevó como título Crisis económica y formación de políticas públicas en América Latina. Un análisis comparativo (FCPYS-UNAM, 1987). En este trabajo se presenta un análisis del comportamiento del Estado en México, Brasil y Argentina, particularmente en la década de 1980. En su capítulo final remata con preguntas clave en torno a las perspectivas de largo plazo de tales países, de acuerdo con las tendencias observadas en el análisis. Ahí propone "algunas ideas para la búsqueda de una alternativa de signo popular y progresista" para los países más adelantados de la región (Emmerich, 1991: 118).

Salta a la vista la presentación del término regulación trasnacionalcon acumulación bidireccional, acuñado por el autor, aunque retomado de la perspectiva regulacionista en la teoría económica (en boga por aquellos años). Dicho término es aplicado para preguntarse sobre las posibles direcciones que tomarían tales naciones en la década que apenas iniciaba. Por ello, es de llamar la atención el hecho de que, si bien los enfoques teóricos recientes sobre transnacionalismo tienen presupuestos y contenidos distintos al término antes aludido, es con ese título que prácticamente culmina su obra como investigador, al coordinar un libro con Ludger Pries de reciente edición.4 Ahí mismo, el autor entrega en el capítulo siete un texto escrito en coautoría con Xiomara Peraza Torres, sobre el sufragio transnacional, que constituye uno de los aspectos más relevantes del proceso de transnacionalización, en la era del capitalismo global.

Bien puede decirse que en cada fase de su fecunda labor como investigador, el estudio centraba su preocupación en aspectos vinculados a la metodología y al análisis teórico de los procesos políticos. Así, la tríada instituciones políticas-democracia-ciudadanía constituyeron los tópicos centrales a lo largo de su obra. Sin embargo, un análisis a profundidad de la misma deberá mostrar la originalidad de su pensamiento, los conceptos propuestos por él y las preguntas formuladas a lo largo de sus textos.

Gustavo Emmerich, como estudioso de los problemas y dilemas contemporáneos de la democracia en México, América Latina y el mundo, en cuya comunidad académica interactuó intensamente, fue un entusiasta colaborador en múltiples proyectos académicos, ofreció asesorías a gobiernos nacionales de la región, y por iniciativa propia abrió líneas de investigación de actualidad e impacto social. También, en el marco de sus compromisos institucionales con la UAM, fue coordinador de la línea de Procesos Políticos y después encargado de la coordinación general del posgrado en Estudios Sociales de la UAM-I (2004-2009), periodo durante el cual el posgrado logró el máximo reconocimiento de Conacyt, dentro de la oferta educativa nacional.

Fue en esa época cuando nos conocimos mejor, y pasamos buenos momentos tanto en la rutina académica dentro del posgrado, como fuera de ella. Así, un pequeño grupo de entusiastas jugadores de ajedrez formado por Aquiles Chiú, Víctor Alarcón, Gustavo Emmerich y yo mismo, se hizo famoso en un restaurante aledaño a las instalaciones de la UAM-Iztapalapa, al darnos cita (como promedio) dos veces al mes, para jugar partidas rápidas de ajedrez durante un par de horas libres. Ocasionalmente, regresábamos a nuestros cubículos para seguir enfrascados en la lucha mental que implica el juego. Eso sucedía por supuesto en intervalos de tiempo azarosos, de acuerdo con la disponibilidad de nuestras propias agendas de trabajo.

La emoción del juego provocaba momentos de gran tensión -sobre todo cuando la partida aún no estaba decidida-, a tal grado que podíamos gritar y ser escuchados por la comunidad que en ocasiones nos rodeaba. Era un grupo donde, por lo general, había algarabía. Concentrados en el juego, el resto del mundo se desdibujaba hasta que una llamada al celular o la conclusión de la partida, nos hacía entrar de nuevo a la realidad de lo cotidiano. Porque jugar ajedrez con pasión, como lo hacía Gustavo, era entrar a un mundo secundario: de cálculos, de razonamientos, de rational choice, pero igualmente de corazonadas y golpes de suerte, basados en nuestra propia experiencia de juego.

Quiero recuperar esos instantes de silencio, de concentración y de cuando asomaba una sonrisa de triunfo, porque me recuerda al Gustavo más humano, alejado de la rigidez del trabajo universitario (que, con toda su creatividad, está lejos del mar de combinaciones que ofrece una partida del llamado juego-ciencia). Era un Gustavo que por supuesto retaba al contrincante para ganarle, por lo que muy a menudo sus lances eran provocadores y sorpresivos, como el ataque de un vikingo en tiempos remotos.

En un velatorio de la calzada de Tlalpan, al sur de la ciudad de México, despedimos al colega y amigo. Esa noche le pregunté a su afligida hermana que con quién había aprendido él a jugar, a lo cual me contestó que su mentor principal fue su padre, durante su infancia y adolescencia en Argentina, al verlo jugar asiduamente en los clubes y recibir de él inteligentes consejos. Mientras jugaba, recordaba a su padre en el fragor del combate. El enlace afectivo entre padre e hijo se dimensionaba a través del tablero, como me lo hizo recordar en más de una ocasión.

Cuando sus compromisos con la UAM se acrecentaron, se redujo de manera drástica su "tiempo libre" pero aun así llegamos a jugar eventualmente. Luego vino la preparación de su última estancia sabática en Inglaterra y poco después el inicio de sus malestares. Ya no volvimos a jugar más...

Un día se presentó en mi cubículo, cuando acababa de regresar intempestivamente de Europa. Estaba muy preocupado por el diagnóstico médico y no hubo otro tema de conversación que ese. Tenía la esperanza de recuperarse con los médicos especialistas que lo atendían en hospitales mexicanos. El tratamiento siguió su curso en la década actual.

Al regresar del sabático volvió a sus clases en licenciatura y posgrado, escribió sus últimos trabajos y participó en seminarios y congresos nacionales e internacionales. Por igual se esforzó en concluir la dirección de tesis de maestría y doctorado que estaban a su cargo, dentro del posgrado en Estudios Sociales de la UAM-I (entre las cuales es significativo mencionar la de doctorado, presentada exitosamente por Víctor Alarcón Olguín).

Me topé con él por última vez en el edificio de Rectoría de nuestra unidad, en días previos al inicio de las vacaciones de fin de año, en diciembre de 2012. Fue una plática muy animada en la que él se mostraba optimista. Salía de vacaciones a Acapulco, Guerrero, su lugar favorito para descansar. Se desligaba de todo, hasta del internet en su departamento, para dedicarse a tomar el sol. Quería gozar la vida a plenitud en todo lo posible.

Regresó a la universidad en enero de 2013, pero cerca de la fecha de inicio del trimestre escolar, su salud súbitamente se alteró. Ya no fue posible visitarlo en el hospital ni que contestara las llamadas telefónicas de muchos de sus colegas. Por un sentido de dignidad que ahora entiendo, Gustavo no quiso quitarnos esa imagen señera de él, propia de un vikingo. Tenía razón: hay que recordarlo en la plenitud de sus facultades que aún poseía en tiempos no muy lejanos.

Huyó del cono sur en su juventud y aquí terminó de formarse como intelectual y politólogo; cuando predominaban las dictaduras militares en América Latina, encontró en México un adecuado refugio. Era entonces un joven que maduraba rápidamente en sus ideas, de manera que profundizó en temas como el autoritarismo, la democracia y la representación política. Una pluma talentosa regida por una mente ordenada y hasta meticulosa (casi siempre tenía un plan B).

Esa imagen del compañero de trabajo, del expositor claro, del rudo dictaminador de avances de investigación de sus propios alumnos asesorados, es la que prevalece en nuestra mente. Pero también conservo con toda claridad la otra parte de su fortaleza, que acompañaba con su alegría por la vida.

Uno de tales pasajes fue el viaje a Guatemala, efectuado a principios de 2005, en el que tuve la oportunidad de acompañarlo (junto con el profesor Rafael Montesinos) por ese hermoso y sufrido país centroamericano. Allí expuso otra faceta que yo desconocía del todo en su papel de maestro; resultó muy instructiva, pero también divertida y espontánea. Se trataba de una práctica escolar para sus alumnos de Ciencia Política, a quienes les preparaba un paquete muy completo en el que el estudiante abrevaba en una semana intensa de visitas, pláticas y conferencias en aquel país, el contenido de un curso trimestral por entero. Lamentablemente durante la última de las tres giras realizadas a Guatemala (2004-2006), fueron asaltados en una carretera, casi al final del viaje, y con ello se dio por concluido ese plan anual, que, a pesar de todo, ofrece lecciones muy positivas en el campo de la docencia y del conocimiento del mundo.

El vacío que nos deja su temprana partida es un hueco que queda, una marca que deja huella. No hay duda que el vikingo que vino del sur finalmente logró su cometido: cumplió con su obra y será ejemplo de trabajo para las generaciones presentes y venideras de estudiantes y maestros universitarios.

Lejano a la impresión de que la poética no tiene ninguna conexión con la política, termino con un fragmento del poema de Renato Leduc "Inútil divagación sobre el retorno":

Más adoradas cuanto más nos hieren
van rodando las horas,
van rodando las horas porque quieren.

 

Notas

1 Un primer esfuerzo de síntesis muy apretada de sus aportaciones a la ciencia política, es expuesto por Víctor Alarcón Olguín en su inspirado texto: "Gustavo Ernesto Emmerich Isaac (1954-2013). Uno de los nuestros", en la revista De Política, año 1, núm. 1, Los Mochis, Asociación Mexicana de Ciencias Políticas, julio-diciembre, 2013.

2 Publicó los siguientes artículos en la revista Polis: "Transparencia, rendición de cuentas, responsabilidad gubernamental y participación ciudadana", vol. dos, núm. 4, 2004; "La política en Canadá durante el gobierno de Chrétien y después (1993-2004)", vol. 1, núm. 1, 2005; o "Apogeo y declinación del soberanismo quebequense", vol. dos, núm. 3, 2003; "Las tesinas en Ciencia Política de la UAM-Iztapalapa", vol. dos, 2000; "Cultura política de los estudiantes de la UAM-I", núm. 98, 1999; "Notas para una geografía electoral del Estado de México" (en coautoría con Julián Salazar Meza), núm. 92, 1993; "Industrialización extrovertida en México y América Latina: la experiencia de los años ochenta", núm. 91, 1992; "Ciencia política y verità effetuale", núm. 90, 1991.

3 Ernesto Gustavo Emmerich, El dilema latinoamericano: hacia el siglo XXI (Estado y políticas económicas en México, Brasil y Argentina), México, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, Departamento de Sociología, 1991.

4 Gustavo Ernesto Emmerich, y Ludger Pries (coords.), La transnacionalización. Enfoques teóricos y empíricos, México, Miguel Ángel Porrúa / Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2011.

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