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Polis

versión On-line ISSN 2594-0686versión impresa ISSN 1870-2333

Polis vol.9 no.1 México  2013

 

Artículos

 

El mundo de la política y su concepto de acuerdo con militantes universitarios en Tucumán, Argentina

 

The world of Politics and its concept according university activists in Tucuman, Argentina

 

Cynthia María Torres Stöckl* y Raúl Luis Arué**

 

* Doctoranda en Humanidades por la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), Argentina; docente e investigadora de la Facultad de Psicología, UNT. Becaria doctoral tipo II, Conicet. Correo electrónico: <cynthiatorresstockl@hotmail.com>. 

** Magister en Sociología Aplicada. Docente e investigador de la Universidad Nacional de Tucumán. Miembro del Instituto de Historia y Pensamiento Argentinos. Correo electrónico:<raularue@gmail.com>.

 

Artículo recibido el 29 de enero de 2013
Aceptado el 22 de marzo de 2013

 

Resumen

La presente propuesta se desarrolla en el marco de una beca doctoral otorgada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y da cuenta de parte de los avances realizados en el proyecto CIUNT "Identidad, prácticas y representaciones: Los jóvenes ante las transformaciones en el espacio local".

Desde estos ámbitos institucionales se intenta indagar las representaciones sociales que los estudiantes de las facultades de Psicología y de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), Argentina, encarnan sobre el "dirigente político".

Tomando en cuenta la teoría de las representaciones sociales desarrollada por Moscovici (1961/1979), se pretende en esta oportunidad acceder a los elementos y la dinámica propios del fenómeno representacional. Con el auxilio de cuestionarios de caracterización (Flament 1994/2001, 1996) y el modelo de curvas (Vergès, 2001; Abric, 2003, 2007), pudo observarse que estos jóvenes concebían al personaje dirigencial en un sentido predominantemente "positivo e ideal".

Palabras clave: representación social, crisis política, militancia, educación superior.

 

Abstract

This approach is developed within a Doctoral scholarship granted by the National Council of Scientific and Technical Research (Conicet) and reports the progress made in project CIUNT "Identity, practices and representations: Youth against changes in their surroundings". From these institutional spheres we try to investigate the social representations that students of the Faculty of Psychology and Philosophy at the National University of Tucuman have about "Political Leaders".

Considering the social representations theory deepened by Mos-covici in this opportunity we intended access to elements and dynamic of representational phenomenon. Aided with characterization questionnaires (Flament, 1994/2001, 1996) and curve models (Vergès, 2001; Abric, 2003, 2007) it was observed that young people perceived the political leaders in predominantly "positive and ideal".

Keywords: Social representations, political crisis, activists, university education.

 

Introducción

El estudio sobre las representaciones sociales en torno a la política y en específico sobre la dirigencia política resulta particularmente apropiado en el caso de Argentina en tanto en las últimas décadas y debido a los cambios sociales y económicos producidos, estas representaciones han variado entre un extremo de naturaleza negativa, impulsor de un rechazo y descreimiento generalizado, y un extremo de carácter positivo que rescata el valor de la institución y práctica política contemporánea.

Siguiendo esta línea de reflexión, en la primera parte de este trabajo revisamos brevemente las fluctuaciones ocurridas en torno a la representación política en Argentina, así como las experiencias sociales a ella asociadas; en la segunda parte desarrollamos aspectos teóricos circunscritos al concepto de representaciones sociales, considerando aportes de la Psicología social; y finalmente, en la tercera parte, presentamos los resultados de un estudio acerca de la política y su conceptualización a partir de una muestra de alumnos militantes universitarios.

 

Los cambios en torno a la representación política en Argentina

Antes de sistematizar el concepto de representaciones colectivas, Durkheim (1912/1993, 1898/2000) señaló a las corrientes sociales, como una variedad del objeto de estudio privilegiado de la Sociología clásica, es decir, de los hechos sociales (Durkheim, 1895/1982). En este sentido expresó respecto a las mismas que: "hay ciertas corrientes de opinión que nos empujan, con intensidad desigual según los tiempos y los países, unas al matrimonio, por ejemplo, otras al suicidio, otras a una natalidad más o menos fuerte, etc." (Durkheim, 1895/1982: 30).

Estas corrientes -por su fuerte componente emocional e identitario- indican el "humor" de la sociedad en un momento histórico determinado respecto a diversos objetos, fenómenos, actores, etcétera, pudiendo volver aquello impensado en posible y practicable, así como propiciar la manifestación de subjetividades y el surgimiento de múltiples movimientos sociales.

Dichos estados de ánimo colectivos impactan indefectiblemente 110 en las representaciones de la realidad plasmando valoraciones positivas o negativas en imaginarios como aquel remitido a la "política" y a su representación.

Así, en el caso argentino, al igual que en la mayoría de las naciones sudamericanas, el retorno de la democracia en los años ochenta ubicó en primer plano a los "actores políticos" aunque no sin contradicciones (Garretón, 1999, 2000).

Luego del periodo oscuro de los gobiernos de jacto en los que por medio de la violencia se implementó un proceso de debilitamiento de las formas de representación vigentes y se censuró la participación política y comunitaria, fue posible notar un creciente proceso de reforzamiento de la política en su versión democrática a partir de la re-institucionalización de gobiernos acompañados de elecciones libres y el involucramiento de la sociedad civil mediante la acción y el reclamo de aquellos derechos antes conculcados.

Este cambio en el humor político nacional se materializó de manera relevante en la implicación de la ciudadanía en los partidos políticos y en los organismos de derechos humanos, y tuvo como momentos cumbre: las elecciones presidenciales de 1983 y el juicio -a cargo de la justicia civil- a las juntas militares en 1985.

No obstante, las corrientes de opinión favorables a la vida política democrática -en cuyo marco la dirigencia política recobró su significación positiva- entran en crisis como resultado de la incapacidad del gobierno de Raúl Alfonsín para controlar las fuerzas del mercado, situación que ocasionó la pérdida de soberanía económica estatal.

De este modo se inaugura un periodo -que se extenderá a toda la década de los noventa- en el que, en el marco del modelo neoliberal, a la mayor democratización de la sociedad se contrapone un "estrechamiento y debilitamiento de la política en el conjunto de la vida social" (Garretón, 1999: 137).

Este estrechamiento no se limitó solo al abandono del control del funcionamiento de la economía, sino que además estuvo acompañado del surgimiento de una serie de reclamos de la sociedad civil -cuestiones identitarias, defensa de minorías, problemas ambientales, derechos de consumidores y/o usuarios de medios masivos- frente a los cuales el Estado no se mostró capaz de ofrecer respuestas válidas.

El debilitamiento estatal claramente percibido durante los noventa, trajo aparejado consecuencias como la anomia (Isuani, 1999) y la corrupción institucional, que implicaron el desfase entre las demandas sociales y la acción política, y provocaron el atraso o el laissez faire, laissez passer por parte del Estado en la regulación de los procesos modernizadores (Lechner, 1999), así como la pervivencia de modelos tradicionales de acción política poco eficaces.

Igualmente, la búsqueda frenética de la hegemonía1 radicalizó la supremacía del Poder Ejecutivo ante los otros poderes del Estado, tendencia reforzada por el recurso sistemático de los decretos de necesidad y urgencia, la cooptación de la Corte Suprema de justicia -que amplió sus miembros hasta obtener una "mayoría automática"- y el veto recurrente a las leyes generadas desde el Congreso.

En consecuencia, la mayoría de los últimos gobiernos argentinos y en especial el encabezado por Carlos Menem (1989-1999) pueden ser caracterizados como una "democracia delegativa" (O'Donnell) en tanto "se basan en la premisa de que la persona que gana la elección presidencial está autorizada a gobernar como él o ella crea conveniente, sólo restringida por la cruda realidad de las relaciones de poder existentes y por la limitación constitucional del término de su mandato" (O'Donnell et al., 2011: 293).

Las principales consecuencias de este modelo son la pérdida de confianza en la clase política y en las instituciones mediadoras entre el Estado y la sociedad civil (Botana, 1995), en tanto las mismas aparecen vinculadas a la ilegalidad y el desinterés por la cuestión pública (Isuani, 1999).

Este proceso de desintegración y des-legitimación de lo político se profundizó particularmente en el gobierno de Fernando de la Rúa y tuvo su punto culminante en la crisis institucional de 2001, cuando el rechazo de las figuras políticas encontró su expresión más figurativa en el lema "¡Que se vayan todos!". Al respecto, Sautu afirma:

El plano político, fue particularmente conflictivo. Entre el 20 de diciembre del 2001 y enero de 2002 se sucedieron cinco presidentes y tuvieron lugar masivas movilizaciones de protesta de amplios sectores de la población. En estas protestas callejeras se expresaron diversas reivindicaciones y demandas, incluyendo, entre otras, el cuestionamiento del modelo económico neoliberal, la crítica al funcionamiento del sistema financiero y bancario, el deficiente funcionamiento de instituciones políticas y el comportamiento corrupto de la clase dirigente (Sautu, 2005:10).

Sucesivos análisis rescatan el marco democrático de dicha crisis, ya que a diferencia de otros momentos históricos, cuando la correlación de fuerzas sociales se intentó resolver apelando al empleo de la fuerza física de orden militar (golpes de Estado), en este caso la disputa se mantuvo -a pesar del descrédito que afectaba a los dirigentes- en el ámbito de la lucha ideológica en el interior de la sociedad civil y de la lucha política propiamente dicha, sosteniéndose que: "una democracia resquebrajada era preferible a cualquier autoritarismo" (Grimson, 2003: 161).

En este sentido, las protestas sociales generadas en este contexto lograron diferenciarse de la "tesis de la crisis-catástrofe" (Marí, 2003) a partir de la cual se pretende sistemáticamente descalificar a la democracia y aprobar, por ende, una salida autoritaria.

Grüner propone que la crisis de representación política no solo refiere a los "representantes" sino también a los "representados", quienes si bien en aquellos días "recrean y reinventan un modo específico de [...] rebelión, el cacerolazo, que en su masividad y espontaneidad arrasa con la escasa legitimidad política [...]" (Grüner, 2003: 27), no logran sostenerlo en el tiempo, lo cual deviene en un obstáculo para el nacimiento de un nuevo actor político.

Sin embargo, Casullo advierte los peligros de pensar en una sociedad sin política e invita a "confrontar [...] la economización definitiva del mundo que desde distintas estrategias habilita el paradigma de una sociedad sin partidos, sin resistencias de Estado, sin arquitecturas democrático institucionales" (Casullo, 2003: 89).

Pasada la situación crítica de 2001, los últimos diez años en el país esbozaron con mayor o menor éxito, intentos de reconstrucción del lazo entre la política y la sociedad civil. En la actualidad, la primera comienza a ser vista con otros ojos -principalmente por nuestra juventud- en la medida en que la formación política, el debate y la capacidad argumentativa se rescatan como bienes que se han de promover y resguardar.

Indicios de esta metamorfosis en la representación de la política son, por una parte, el regreso de los intelectuales al debate, no solo como espacio de reflexión distanciado de la actuación propiamente política, sino como grupos comprometidos con la praxis de la cosa pública desde una mirada crítica pero de apoyo al actual gobierno.

Así surgen en los últimos años, como espacios de discusión, Carta Abierta, Argumentos para una Mayor Igualdad, Plataforma 2012 y Asamblea de Intelectuales, promoviendo documentos y tomas de posición.

Carta Abierta se suma y diferencia de los tradicionales grupos de intelectuales de izquierda que habitualmente rechazan al Peronismo, al constituirse como un grupo progresista que legitima y sustenta desde el debate teórico las políticas del gobierno. Esto constituye una novedad en la realidad argentina y ha sido duramente cuestionado por otros sectores de la vida pública menos acostumbrados al debate democrático.

Otro indicio de este cambio en la imagen de "lo político" está relacionado con el resurgimiento -dentro de la juventud- de la militancia, tanto en el plano social como en el político. Este renacimiento es particularmente interesante en tanto se trata de sujetos que no atravesaron el proceso militar de fines de los años setenta, siendo asimismo muy jóvenes durante la restitución del periodo democrático en 1983, pero que no obstante experimentaron efectivamente la crisis de 2001 y su consecuente fractura. Estos actores reivindican, a pesar de los problemas institucionales que debieron soportar, la práctica política superando la indiferencia y el rechazo masivo que el mismo sector demostraba por este ámbito en la década anterior.

Afirma Natanson (2012) que "la novedosa repolitización de la juventud argentina se produce en clave kirchnerista y tiene como actor principal a 'La Cámpora'".2

Siguiendo a este autor es posible señalar algunas características de este nuevo grupo que lo distinguen de grupos tradicionales de izquierda con amplia e histórica participación política y social y de los jóvenes radicales3 reunidos en agrupamientos universitarios como Franja Morada, que limitan su accionar a esta esfera y en menor medida a centros de estudiantes correspondientes al nivel medio del sistema educativo, planteando reivindicaciones ligadas a la gestión de la educación.

Por un lado, La Cámpora genera una nueva simbología que le permite sostener una mirada propia y particular respecto al pasado, por ejemplo han reformado -agregándole una nueva estrofa- la tradicional "Marcha peronista"; y generaron a su vez el ícono de "El Nestornauta", mezcla de un personaje de historieta: El Eternauta -con una clara sim-bología ligada a la militancia de los setenta en tanto su creador, Oesterheld, permanece desaparecido por la última dictadura militar- y el ex presidente Kirchner -ideólogo de este grupo, fallecido en 2010.

En cuanto a su práctica, se puede vislumbrar un claro intento de recuperar la idea de apropiación del espacio público apelando a las formas tradicionales como marchas y a otras nuevas como teatralizaciones y escraches con alto impacto en los medios. Al respecto, Natanson (2012) establece que estas particulares prácticas aproximan a la agrupación considerada a otras alternativas de manifestación juvenil contemporáneas como las de Egipto, España, Estados Unidos o Chile.

Asimismo se trata de una agrupación que domina las nuevas tecnologías, como instrumentos instantáneos de denuncia: por ejemplo, fotos o videos captados por los teléfonos celulares en manifestaciones, represiones, etcétera, así como vías para favorecer la "militancia virtual" a través de foros, Facebook o Twitter.

Finalmente, La Cámpora se diferencia de otros jóvenes militantes por su cercanía con el poder político de turno, por la capacidad para ubicar a sus miembros en puestos de la función pública y por la posibilidad de influir en la agenda del actual gobierno.4

Lo hasta aquí detallado da cuenta de una compleja mutación del escenario político que como totalidad integradora de aspectos objetivos y formales, así como subjetivos e informales en una relación dialéctica (Mendoza & Camino, 2000), convoca al análisis de las construcciones simbólicas elaboradas por los actores sociales en torno a él, las cuales resultan piezas clave en la comprensión y explicación de las conductas que se desarrollan en la esfera analizada.

A continuación se rescata el valor instrumental del concepto de representaciones sociales (Moscovici 1961/1979) para dar cuenta del pensamiento cotidiano sobre la "clase dirigente" estructurado en este caso por universitarios implicados en prácticas proselitistas en Tucumán, Argentina, en tanto este refleja el impacto de acontecimientos y prácticas macrosociales, los cuales propician -como se verá más adelante- un campo representacional atravesado por modificaciones no radicales ni unidireccionales sino por alteraciones producto de sucesivos avances y retrocesos, así como por la coexistencia de elementos negativos y positivos en una tensión dinámica que deja traslucir el conjunto de las experiencias sociales relatadas.

 

Moscovici y las representaciones sociales

Moscovici sistematizó el concepto de representaciones sociales después de que este sufriera un largo eclipse en la Sociología donde tuvo sus orígenes a partir de las representaciones colectivas de Durkheim, y las definió como: "elaboraciones de un objeto social por parte de una comunidad con el fin de facilitar el comportamiento y comunicación" (Moscovici, 1963: 251).

Distanciándose diametralmente de Durkheim, quien obnubilado por la supremacía de la sociedad desconsideró la posibilidad de intervención de los individuos en ella, la propuesta moscoviciana apela a rescatar el rol creativo de estos y de sus interacciones, así como la originalidad de la vida moderna.

Durkheim [...] veía las representaciones de una manera más bien estática [... ] [asumiendo] la función de concentrar y estabilizar masas de palabras o ideas, como si se tratara de capas estancadas de aire en la atmósfera de la sociedad, [... ] en nuestra época lo que impresiona al observador es su carácter móvil y circulante, en pocas palabras, la plasticidad de esta masa de palabras e ideas [...] (Moscovici, 1981: 184, 185).

En esta línea, el término colectivo sostenido por la propuesta sociológica de Durkheim remitido a un pensamiento uniforme, inconmovible, inscrito en sujetos pasivos, apropiado para estudiar sociedades tradicionales, es sustituido por el término social referido a un pensamiento múltiple y variado que se construye y modifica relacional e intersubjetivamente en las sociedades contemporáneas.

Desde un principio nos enfocamos en los procesos creativos, en la generación de contenidos nuevos y significativos que han surgido de la transformación de configuraciones sociales [...]. Teníamos que repensar las Representaciones como una red de imágenes, conceptos interactivos, cuyos contenidos evolucionan continuamente en el tiempo y el espacio (Moscovici, 1988: 219, 220).

Es posible establecer de esta forma, que Moscovici se vale del concepto de representaciones para dar cuenta de estructuras societales recientes, planteando por lo tanto un enfrentamiento entre el carácter cristalizado e invariable de las representaciones colectivas vigentes en sociedades conservadoras y homogéneas versus el carácter fluido y cambiante de representaciones sociales inherentes a sociedades complejas y heterogéneas, destacadas por el desarrollo de las telecomunicaciones, la informática, la ciencia, el flujo de información y la transformación constante de los escenarios políticos, económicos y sociales (González Pérez, 2006).

Debido a que el pensamiento -su génesis, desarrollo y modificación- está orgánicamente enlazado a las características estructurales del contexto social de su producción, las representaciones ilustran una forma de conocimiento intrínseco a las cualidades de la vida pública actual donde la novedad/diferencia juega un rol crucial, así como el constante cuestionamiento/desafío a las tradiciones y la coexistencia/competencia equitativa de visiones del mundo en respuesta a las tendencias globalizantes de una modernidad tardía (Jovchelovitch, 2001).

En efecto, el paradigma moscoviciano entiende las representaciones como fenómenos afines a una organización social signada por la ambigüedad, la fluidez, la pérdida de cohesión y la proliferación de centros simbólicos disímiles y precarios con base en los cuales los seres humanos deben estructurarse subjetivamente.

Desde las bases fundadas por Moscovici, varias escuelas han propuesto diferentes enfoques teóricos y estrategias metodológicas, entre ellas, el enfoque estructural surgido en Aix-en-Provence (Francia) de la mano de Abric, Codol y Flament durante los años setenta y ochenta. Inscrita en este enfoque, la teoría del núcleo central (Abric, 1976, 1987, 1994/2001) propone el estudio de la estructura representacional a partir de dos sistemas de elementos cualitativamente diferentes: un núcleo central y una periferia.

El sistema o núcleo central está compuesto por uno o unos pocos elementos cognitivos que son responsables de la estabilidad, la rigidez y el carácter consensual de la representación. Son innegociables. Estos elementos -que pueden ser creencias, opiniones, actitudes- se encuentran ligados a la memoria colectiva y a la historia del grupo y son por ende resistentes a los cambios y poco sensibles a la modificación del contexto social inmediato (Abric, 1994/2001).

El sistema periférico está compuesto por todos los otros elementos de la representación, los cuales son responsables de la movilidad, la flexibilidad y las diferencias entre individuos. Permite la integración de las experiencias individuales y se apoya en la evolución, las contradicciones y la heterogeneidad del grupo. A diferencia del sistema central, este sistema es más sensible al contexto inmediato (Abric, 1994/2001).

Portando la categoría de objeto socialmente relevante (Flament & Moliner, 1989), y constituyéndose por esto en materia prima para las elaboraciones propias del saber de sentido común, el campo de la política ha cobrado un lugar y sentido controvertido, digno de interés y reflexión científica como lo demuestran un sinnúmero de trabajos abocados a esta temática.5

 

Metodología

La presente investigación incluyó un estudio efectuado sobre una muestra de 61 alumnos pertenecientes a las facultades de Psicología y de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán.

• La edad de dichos estudiantes variaba entre 19 y 37 años, con 23.65 años como edad promedio y 3.80 de desviación estándar; en 1.6% de los casos no fue posible establecer la edad en cuestión

• 55.7% de la muestra estaba formada por personas de sexo femenino y 44.3%, de sexo masculino

• 65.6% pertenecía a la Facultad de Psicología, mientras que 34.4%, a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT

• 65.6% correspondía a la carrera de Psicología, 21.3% a la Licenciatura en Trabajo Social, 3.3% a Ciencias de la Comunicación, 3.3% a Historia, 3.3% a profesorado y Licenciatura en Letras, y otro 3.3% a Ciencias de la Educación

• 8.2% de la muestra se encontraba cursando el primer año de su carrera, 26.2% el segundo año, 11.5% el tercero, 19.7% el cuarto y 24.6% el quinto; en 9.8% de los casos no pudo determinarse el año en consideración

• 37.7% de los sujetos pertenecían a la agrupación estudiantil Franja Morada, 19.7% a Plenario Universitario de Lucha (PUL), 18.0% a Movimiento Sur, 13.1% a Corriente Estudiantil Popular Antiimperialista (CEPA) y 9.8% a Nueva Línea; en 1.6% de la muestra no pudo detectarse el movimiento estudiantil de pertenencia

En cuanto a la orientación política de las agrupaciones tomadas en cuenta, caben algunas especificaciones. Las diferencias ideológicas entre las mismas se traducen en la implementación de estrategias divergentes en el ámbito político de la universidad, siendo posible distinguir dos grupos en este sentido:

Un grupo con orientación poco definida,6 integrado por Franja Morada (UCR) y Nueva Línea que, a pesar de responder el primero al partido Radical y el segundo al Partido Justicialista, implementan estrategias idénticas centradas en cuestiones puramente universitarias, dejando traslucir una concepción de la acción política como "gestión" de la vida académica de los estudiantes: becas de apuntes, suspensión de correlatividades, extensión de regularidades, etcétera.

Otro grupo con una orientación de izquierda (Bobbio, 1995) de corte socialista (Movimiento Sur), comunista o trotskista (CEPA; PUL), el cual plantea reivindicaciones más generales del movimiento estudiantil que hacen a la política universitaria -por ejemplo mayor presupuesto-superándola incluso -cuestiones ambientales contra la megaminería, contra la violencia de género, en solidaridad con otros movimientos estudiantiles como el chileno, etcétera.

A pesar de la indudable validez operativa resultante de la discriminación entre representaciones sociales de agrupaciones estudiantiles en función del espectro ideológico, hemos basado esta investigación en la recuperación de una distinción más relevante entre militantes y no militantes -haciendo hincapié en el primer extremo de este binomio- en tanto consideramos que la misma genera interesantes líneas de significación, merecedoras de atención.

El tipo de muestreo empleado fue intencional no probabilístico, conforme a la lógica cualitativa de la investigación.

Respetando los pasos correspondientes a un acercamiento plurimetodológico, destinado a identificar no solo el contenido sino también la estructura representacional mediante sucesivas aproximaciones a través de diversos recursos (Abric, 1994/2001, 2003), como parte del avance de las investigaciones realizadas por los autores, en esta ocasión se utilizó un "cuestionario de caracterización"7 como técnica enfocada en las características estructurales de la representación social (Abric, 1994/2001, 2003; Flament, 1994/2001; Vergès, 2001), el cual se implementó a través de encuestas autoadministrables. En este instrumento se solicitó a los sujetos de la muestra la agrupación en bloques de 12 términos descriptores del "dirigente político",8 los cuales fueron obtenidos en un estudio previo9 sobre una muestra de 65 alumnos que militaban en las agrupaciones políticas estudiantiles citadas, con base en la aplicación de un "test de evocación jerarquizada"10 (Vergès, 1992, 1994, 1995; Abric, 2003) como técnica de recolección del contenido explícito de la representación y en el "modelo prototípico y categorial" (Vergès, 1992; Abric, 2003) como técnica de análisis del mismo, a partir de la cual los componentes del universo representacional fueron ordenados en "cuatro casas o cuadrantes" (Vergès, 1992; Abric, 2003) -núcleo, zona de contraste, primera y segunda periferia- con diferentes grados de centralidad.11

Tomando en cuenta la tarea de constituir un corpus amplio de ítems con diversos niveles de envergadura (Abric, 1994/2001), se seleccionaron intencionalmente tres pertenecientes al núcleo representacional previamente estudiado (liderazgo, representación y compromiso), los únicos dos de la primera periferia (referente y honestidad) y aleatoriamente siete correspondientes a la segunda periferia (asistencialismo, estafador, demagogo, descrédito, provecho personal, ladrón y perseverancia). Dichos ítems fueron dispuestos de manera aleatoria a fin de corroborar su disposición y envergadura respecto a la primera investigación mencionada (Torres Stöckl y Arué, 2009a, 2009b, 2013).

En un primer momento se les pidió a los estudiantes bajo estudio que seleccionaran aquellos cuatro primeros ítems que consideraran más importantes a la hora de caracterizar al "dirigente político".

En un segundo momento, con base en los ocho ítems restantes, se les demandó a los mismos que indicaran cuatro que concibieran como menos importantes para describir a la figura reseñada, quedando otros cuatro ítems sin elegir.

Finalmente, a los fines de detectar la particular personificación que los participantes del estudio realizaban acerca del personaje centro de interés, se incluyó en el cuestionario una pregunta abierta acerca de algún cargo y/o figura política que se asociaba prevalentemente con el "dirigente político". Mediante esta pregunta, se pretendió asimismo confirmar la tendencia observada en el primer estudio donde los alumnos señalaron en primer lugar al "presidente de la nación" (31.1%) indicando asimismo mayormente "cargos políticos de índole no universitaria" (71.1%) respecto a aquellos "universitarios" (28.9%).

Los datos logrados a partir del "cuestionario de caracterización" fueron analizados en función de la saliencia,12 indicador cuantitativo obtenido con base en dos índices:

• El índice efectivo que muestran los términos descriptores más escogidos con un porcentaje cercano o mayor a 50%, es decir que estos tienen que ser señalados por casi o más de la mitad de la muestra13

• Distribución de las puntuaciones en cada término descriptor ya que para determinar que un ítem pertenece al núcleo central, además de ser compartido por la población, tiene que organizar la representación, es decir, ser necesario para cada uno14

A fin de representar gráficamente los resultados, se utilizó el modelo de curvas15 (Vergès, 2001; Abric, 2003), el cual destaca tres tipos de configuraciones posibles mediante un análisis de porcentajes de respuesta (gráfica 1):

• Curva en "J": comprende los elementos cuyo perfil es propio de aquellos que pertenecen al núcleo de la representación social, ya que son considerados como los más característicos del objeto representado, siendo masivamente elegidos como los más importantes y representativos.16

• Curva en "campana" (tipo Gauss): comprende los elementos cuyo perfil es propio de aquellos que pertenecen a la periferia de la representación, ya que son considerados como los más o menos característicos del objeto, siendo masivamente elegidos como tales. De esta manera, son componentes remotamente relacionados con dicho objeto que muestran límites de significado o significación respecto al mismo, y tienen un estatuto moderadamente importante en su caracterización.

• Curva en "U": comprende los elementos cuyo perfil es propio de aquellos que indican la existencia de dos subgrupos dentro de la muestra, los cuales portan visiones opuestas o en competencia respecto al objeto representado y sus características, con lo cual demuestran que ciertos elementos dan lugar a juicios contrastantes en la población ya que para algunos sujetos estos son muy característicos mientras que para otros no.

 

Resultados

La organización interna de la configuración representacional de los políticos en los militantes universitarios

A partir de los términos descriptores presentados a los jóvenes interrogados, fue posible observar los siguientes resultados respecto al estudio originalmente realizado (cuadro 1):

Elementos nucleares

Los términos liderazgo, representación y compromiso aparecieron confirmados en el núcleo representacional, concentrando el primero 67.2%, el segundo 68.9% y el tercero 72.1% de los casos en que fueron señalados como componentes muy característicos de la figura dirigencial.

De igual manera, referente y honestidad -el primero con 57.4% y el segundo con 50.8%- aparecieron en esta ocasión como constituyentes nucleares inéditos describiendo también de manera fundamental a la personalidad objeto de representación.

La representación gráfica de estos elementos dio lugar a una curva próxima a "J" (Vergès, 2001; Abric, 2003) en la que se observa un progresivo ascenso de los valores porcentuales a lo largo de las tres modalidades de respuesta analizadas para cada uno de los términos (menos característico, más o menos característico, y más característico), que derivan en un predominante incremento de aquellos en la última (gráfica 2).

Elementos periféricos

Los términos asistencialismo, descrédito y perseverancia emergieron corroborados en la periferia de la representación, reuniendo el primero 54.1%, el segundo 59% y el tercero 54.1% de las respuestas tendientes a indicar estos componentes como más o menos característicos en la visión circunscrita al dirigente político y adoptaron por lo tanto un carácter auxiliar en la caracterización de dicho personaje.

La representación gráfica de estos elementos proporcionó una curva en "campana" (Vergès, 2001; Abric, 2003), que evidencia un importante aumento de los valores porcentuales en la segunda modalidad de respuesta examinada respecto a los términos (más o menos característico) y una notable disminución tanto en la primera (menos característico) como en la tercera (más característico) (gráfica 3).

Elementos menos representativos

Provecho personal, estafador, ladrón y demagogo se ratificaron en este caso como menos significativos en la configuración representacional, reportando el primero 65.6%, el segundo y el tercero el mismo porcentaje, 62.3%, y el cuarto 49.2% de los estudiantes que los consideraron como componentes menos característicos, es decir, de menor relevancia al describir a la "clase dirigente".

La representación gráfica de estos elementos ofreció una curva en "J invertida" (Vergès, 2001; Abric, 2003), en la que se advierte un destacado acrecentamiento de los valores porcentuales en la primera modalidad 126 de respuesta indagada en torno a los términos (menos característico) y un radical descenso en la segunda (más o menos característico) y en la tercera (más característico) (gráfica 4).

 

Actores más relevantes del escenario político según los militantes universitarios

Ante la pregunta -implementada en el cuestionario-: a la hora de pensar en un dirigente político, ¿en qué cargo o figura existente usted piensa prevalentemente?, 85.2% de la muestra respondió mientras que 14.8% no lo hizo.

Del total de casos que contestaron, un poco menos de la mitad, 38.5%, privilegiaron -al igual que los jóvenes correspondientes al estudio primigenio mencionado arriba- al presidente de la nación. También se destacaron otras figuras como: diputado (11.5%), legislador (9.6%), presidente/representante de un partido político (9.6%), gobernador (7.7%), concejal (5.8%), presidente del centro de estudiantes (5.8%), ministro (1.9%), militante de un partido político (1.9%), intendente (1.9%), puntero (1.9%), presidente de la Federación Universitaria Argentina (1.9%) y consejero universitario (1.9%) (cuadro 2).

Con base en estos resultados, se encontró en esta ocasión una prevalencia de cargos y figuras políticas de índole no universitaria (90.4%) por sobre aquellos universitarios (9.6%), que reafirma la tendencia advertida inicialmente (cuadro 3).

 

Conclusiones

A partir del estudio realizado fue posible observar una representación social acerca del dirigente político de naturaleza predominantemente positiva e ideal en la medida en que los estudiantes militantes interrogados a través de elementos nucleares normativos (Abric, 1993) como: liderazgo, representación, compromiso, referente y honestidad, consideraron a esta figura como portadora de una personalidad original así como de funciones de amplio alcance y de un posicionamiento ético sólido tendiente a garantizar el bienestar social, rasgos a partir de los cuales este actor de la esfera pública se consolida como modelo/ejemplo a seguir 128 dentro de una comunidad.

Asimismo, los sujetos de la muestra por intermedio de componentes periféricos funcionales (Abric, 1993) como: asistencialismo, descrédito y perseverancia, reconocieron y repudiaron tanto el ejercicio de actividades dirigenciales basadas en provisión de bienes materiales a sectores desfavorecidos guiadas exclusivamente por el fin de obtener beneficios personales relacionados con el poder y capital económico, así como las consecuencias de esta inconducta consistentes en la desconfianza y descreimiento de los representados.

En este marco, componentes como: provecho personal, estafador, ladrón y demagogo, asociados a la persecución de objetivos individualistas, a la realización de acciones ilícitas basadas en la apropiación incorrecta de bienes comunes y a la emisión de promesas ficticias a la población en general, fueron percibidos como poco significativos en la caracterización del objeto analizado.

Los componentes representacionales detallados se prefiguraron referidos de forma prevalente a cargos/figuras pertenecientes al campo político no universitario, entre ellos el presidente de la nación, lo cual reveló una representación de la dirigencia política fuera de este espacio portadora de atributos valorables como se expuso en un principio, los cuales posiblemente orientan de manera privilegiada la práctica proselitista de los alumnos en cuestión.

No obstante, la falta de una contemplación relevante del ámbito universitario y de la clase política inherente al mismo, podría ser tomada como un indicio de conflicto en el escenario de la institución, que tal vez esté afectando la legitimidad y envergadura de aquellos, situación frente a la cual estos jóvenes optan por asumir un compromiso en vistas a contrarrestar acciones políticas desfavorables y a producir las reformas necesarias en el orden establecido.

Como se planteó anteriormente, en la última década se observa una vuelta de los jóvenes al compromiso y la práctica política. Esta militancia atraviesa a la universidad pero no se confunde con ella, en tanto el trabajo político en esta se mantuvo vigente en los años noventa, caracterizado -más allá de las agrupaciones de izquierda- por reclamos ligados a la gestión de la vida académica. Sin embargo, el ingreso a la escena de agrupaciones como La Cámpora -afín al gobierno- interpela a grupos hacedores de la política universitaria y los obliga a reformular la agenda de discusión, rompiendo la relación aséptica respecto a la política nacional que algunos sectores pretenden mantener.

En síntesis, los datos encontrados permiten advertir que, para estos jóvenes, la política -a pesar de sus vicisitudes históricas- constituye un necesario espacio público de actuación o trabajo -donde se toman las decisiones que afectan a una colectividad- en el cual necesariamente se desarrolla y constituye la ciudadanía (Rosanvallón, 2002). No obstante, en su práctica cotidiana evidencia aún lamentables distorsiones y disfunciones que conllevan una mirada dotada de sospecha y recelo, sostenida de manera fundamental por aquellos sectores no implicados en la militancia.

Imaginamos que este retorno a la militancia dinamizará y cambiará la política nacional y universitaria en la medida que, como afirma Natanson:

Los jóvenes de hoy, aligerados del recuerdo de etapas que no vivieron, derrotas que no sufrieron y tragedias que no atravesaron, no cargan la mochila de plomo que a menudo arquea las espaldas de los mayores y se muestran, casi por naturaleza, más proclives a enfrentar lo desconocido, empujar lo nuevo y ejercer la libertad en un sentido amplio. Quizás ésta sea justamente la mejor definición de juventud: la que la identifica con el cambio (Natanson, 2012: 168).

 

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Notas

1 La hegemonía en su concepción no gramsciana, como acumulación del poder político, y no como consenso construido desde la lucha ideológica en la sociedad civil.

2 La agrupación toma el nombre del ex presidente argentino Hector Cámpora (Buenos Aires 1909-México 1980). Cámpora fue elegido presidente de la nación el 11 de marzo de 1973 tras el gobierno militar impuesto luego del golpe de Estado de 1966, cargo al que renunciaría para posibilitar el acceso del ex presidente Perón al poder luego de 18 años de exilio. Efectivamente Perón es elegido el 23 de septiembre de 1973 como presidente de la nación, periodo que no puede completar por causa de su fallecimiento en 1977.

3 Pertenecientes al partido Unión Cívica Radical.

4 Un ejemplo muy claro en este sentido es el proyecto de re-nacionalización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF).

5 Indagaciones efectuadas en el continente latinoamericano como las de Nateras Domínguez et al. (2001), Rodríguez Cerda et al. (1998, 2000, 2004, 2007), Uribe Patiño et al. (2000), Yépez Hernández (2003), González Pérez (2006) en México; Villarroel et a.l (2005) en Venezuela; Ruiz & Coy (2004), Díaz Gómez (2005), Sánchez Mendoza (2009) en Colombia; Cárdenas et al. (2007) en Chile; Davirro y Zubieta (2009), Bruno, Barreiro y Kriger (2011) en Argentina, han tomado al universo de la política como objeto de examen desde la perspectiva ofrecida por la teoría de las representaciones sociales, revelando la importancia de profundizar esta línea de investigación en la región.

6 En tanto mezclan aspectos liberales e individualistas con otros centrados en la idea de igualdad, junto con una negación a debatir los aspectos puramente ideológicos, resabio de los años noventa.

7 Los cuestionarios de caracterización permiten identificar la estructura de las representaciones sociales ya que se basan en la hipótesis de jerarquización colectiva de temas investigados y es gracias a Flament (1994/2001, 1996) que fueron reintroducidos en el estudio representa-cional. Estos cuestionarios tienen como objetivo primordial identificar aquellos elementos que tienen una fuerte saliencia o relevancia a la hora de representar un objeto de interés científico (Vergès, 1995; Larrañaga, Vergès & Valencia, 2007).

Vergès (2001) destaca la importancia de estos cuestionarios ya que no solamente investigan la opinión o puntos de vista de los encuestados, sino que también permiten advertir el significado y la organización o jerarquización de los componentes del campo representacional, abordando sus dimensiones cognitivas y sociales. En otras palabras, estos instrumentos son particularmente informativos de los contenidos correspondientes a las diferentes dimensiones de una representación, así como del orden que se establece entre los mismos y de los elementos que dividen una población en subgrupos portadores de diferentes representaciones.

Investigaciones como las de Abric (1989, 2003), Moliner (1994), Guimelli (1988), Vergès (2001), Roland-Lévy (2003), Larrañaga, Vergès & Valencia (2007) y Rodríguez Cerda et al. (2000) han demostrado la utilidad de este instrumento en la detección y comprobación de la estructura representacional.

8 La cantidad de tres términos respondió a la sugerencia efectuada por Vergès (2001) y Abric (2003).

9 Ver Torres Stöckl y Carreras (2010).

10 Abric (2003) afirma que las respuestas en la evocación jerarquizada y en los cuestionarios permiten formular hipótesis de centralidad de los contenidos inherentes a las representaciones sociales. Este autor insiste en que el acuerdo sobre el núcleo central logrado por lo menos a través de dos herramientas diferentes representa una primera garantía de la realidad de la existencia y naturaleza del mismo.

11 Casa 1 o cuadrante superior izquierdo corresponde al "núcleo central o figurativo" de las representaciones sociales, en tanto está compuesto por elementos más frecuentes y más importantes. Estos componentes nucleares son los más significativos y "eventualmente están acompañados de elementos sin gran importancia los que constituyen sinónimos o prototipos asociados al objeto de la representación" (Abric, 2003: 64).

Casa 2 o cuadrante superior derecho corresponde a la "primera periferia o periferia próxima al núcleo", en tanto está compuesto por elementos más frecuentes y menos importantes. Estos elementos periféricos son los de mayor relevancia (Abric, 2003) y al igual que la zona de contraste, resultan adyacentes, complementarios y reforzadores del núcleo figurativo, destinados a operacionalizar o contextualizar sus contenidos, representando una zona fluctuante, ambigua, potencialmente desequilibrante de las representaciones sociales por cuanto se compone de elementos en tránsito que con el tiempo pueden pasar a constituir la matriz nuclear o a reforzar el sistema periférico.

Casa 3 o cuadrante inferior izquierdo corresponde a los "elementos de contraste", en tanto está compuesto por los elementos menos frecuentes pero que son al mismo tiempo muy importantes. Según Abric (2003: 64), esta configuración puede significar "la existencia de subgrupos portadores de una representación diferente, cuyo núcleo estaría compuesto por uno o más elementos aquí presentes", es decir que podría considerarse como la estructura nuclear de la representación social de una minoría siendo al mismo tiempo un complemento de la "primera periferia".

Casa 4 o cuadrante inferior derecho corresponde a la "segunda periferia", en tanto está compuesto por elementos menos frecuentes y menos importantes.

12 El concepto de saliencia es utilizado para advertir la importancia que los sujetos investigados atribuyen a los componentes de la representación, teniendo en cuenta que algunos son considerados más importantes que otros. Por lo tanto, cuanto más relevante es un componente, mayor es su saliencia (Vergès, 2001).

Abric (2003) recuerda que al ser el núcleo central aquel que otorga el significado de la representación, es posible considerar que un elemento nuclear posee la propiedad de mostrarse como muy característico de un objeto específico respecto a otros elementos.

13 Roussiau y Bonardi (2000) esbozan en este sentido que un ítem fuertemente seleccionado presenta una alta probabilidad de ser central.

14 Según Vergès (1995) para juzgar la pertenencia de un ítem al núcleo central de una representación es una condición necesaria que este sea compartido por todos, es decir, debe ser frecuente y a la vez debe organizar la representación, siendo esencial para cada uno.

15 Trabajos como las de Roussiau y Bonardi (2000), Vergès (2001), Abric (2003), Ajcardi y Therme (2007) y Costa (2007) han confirmado la eficacia de este modelo como medio auxiliar en la identificación y verificación de la estructura representacional.

16 Reforzando los postulados de Abric, Vergès (1995) establece que una curva en "J" es característica de la presencia de elementos centrales, porque refleja o traduce la elección consensual de los sujetos respecto a un elemento determinado.

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