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Polis

versión On-line ISSN 2594-0686versión impresa ISSN 1870-2333

Polis vol.8 no.1 México ene. 2012

 

Reseñas

 

José Revueltas. Una biografía intelectual

 

Víctor Alarcón Olguín*

 

Jorge Fuentes Morúa, México, UAM-Miguel Ángel Porrúa, 2001

 

* Doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Profesor-investigador del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Correo electrónico: <alar@xanum.uam.mx>.

 

Esta reseña fue preparada y leída durante el acto de presentación del libro de Jorge Fuentes Morúa, José Revueltas. Una biografía intelectual, en el año 2001. Por razones extrañas del destino, el texto no se había publicado. Sirva entonces como un paradójico y modesto testimonio de la amistad y el enorme respeto al trabajo intelectual de nuestro colega y compañero fallecido en diciembre de 2011. Agradezco a la revista POLIS que incluya este trabajo en sus páginas.

 

En primer término, deseo agradecer al colega y amigo Jorge Fuentes Morúa la cordial invitación para participar de este reencuentro con uno de los pensadores políticos más lúcidos del recién fenecido siglo XX mexicano, como sin duda lo fue José Revueltas. Asumo que la idea de dialogar con el ilustre duranguense no es una empresa fácil, y por ello es apreciable el esfuerzo emprendido en esta obra que, como bien lo señala el autor en sus páginas iniciales, busca revelarnos algunas aristas poco abordadas de alguien que vivió la experiencia comunista en medio de las intolerancias carcelarias que caracterizaron tanto al régimen político autoritario como al propio ambiente intelectual de la izquierda que se desarrolló durante los años convulsos que le tocaron vivir.

De esta manera, no solo se puede discutir acerca de un pensador cuyo postura crítica ante el socialismo real lo acercó a lo que ahora puede llamarse un humanismo cálido, ético y emancipatorio, como el que Ernst Bloch o Erich Fromm descubrieron en el Marx de los trabajos de juventud, sino, como nos lo muestra Jorge Fuentes, de un hombre que transitó a su manera por ese mismo camino místico gracias a la afortunada aparición de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, cuya primera traducción al castellano se debió al trabajo ejemplar de los intelectuales antifascistas alemanes, austriacos, españoles -como Wenceslao Roces- y hasta sudamericanos que, como el argentino José Harari, llegaron a México durante los años del cardenismo para proseguir la difusión y el análisis del pensamiento socialista, en particular el legado de Marx y Engels.

Por ejemplo, es admirable y apasionante ubicar las aportaciones de gente como Alicia Gerstel-Rühle o Mariana Frenk-Westheim. Gracias a la recreación documental y de entrevistas con personajes de la época, Jorge Fuentes nos permite hurgar en esta dimensión del mundo en que vivió Revueltas sus años juveniles. A la par, nos facilita un cabal entendimiento de muchas de sus posturas críticas hacia el Partido Comunista y la obstinada fijación de dicha estructura hacia la ortodoxia y la burocratización; de la que también se hicieron eco muchos de los marxistas institucionales alineados con actores tan significativos como Vicente Lombardo Toledano. Podemos encontrar casos de una enorme cultura y capacidad para la polémica, como Rodrigo García Treviño, cuyas condiciones iconoclastas podrían ubicarse en similar factura a las sostenidas por el propio Revueltas. Mucho de esas actitudes puede ahora fundamentarse a partir de la influencia innegable que los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 generaron en la obra de José Revueltas.

A la par de la minuciosa investigación de la aparición de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 en México, Jorge Fuentes nos coloca a la puerta de una discusión interesante desde el punto de vista de la historiografía marxista: definir si Revueltas fue o no trotskista. Aunque no soy un conocedor puntual de las obras de Trotsky o de su polémica de cara al estalinismo -un escenario en que se debatieron cuestiones esenciales del oficialismo del Partido Comunista Mexicano (PCMm) de la época, como la oposición entre la idea del socialismo en un solo país o la promoción irrestricta del internacionalismo, diferencia sustancial entre la III y la IV Internacional de trabajadores-, los elementos presentados por Jorge Fuentes me permiten tener una primera impresión. Revueltas tuvo un relación zigzagueante con las ideas y militantes trotskistas, lo que le hizo moverse en una dirección política consecuente con su búsqueda de autenticidad y a la vez, de conservación de las condiciones necesarias para el debate y la disciplina interna, indispensables para cualquier militante del movimiento comunista mexicano. Sin embargo, este mismo partido terminaría expulsándolo en los años cuarenta y en los años sesenta lo colocaría en posiciones marginales como las que tendría que defender luego, desde la Liga Leninista Espartaco, si bien buscando asumir una línea política lo más cercana posible a la nueva posición soviética post-Stalin.

Pero los textos rescatados por Fuentes Morúa también revelan que Revueltas experimentó lo mismo con sus impresiones acerca de la Revolución china y de nuevo con el trotskismo después del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en tanto que relanzó ideas puntuales sobre la necesidad de las alianzas políticas internacionales. En este ámbito surge la figura de otro pilar de influencia en el pensamiento revueltiano, como lo sería el peruano José Mariátegui. En todo caso, la intensa necesidad de vivir un marxismo abierto hace que dentro de Revueltas encontremos, justamente, un escenario intenso, no lineal. Ahí, bajo su reflexión, podemos ubicar un pensamiento de izquierda que trataba por momentos de salir y contextualizarse con un mundo de libertades y demandas políticas que ya pronosticaban el nadir del llamado socialismo real, pero cuya contradicción le obligaba a no romper con lo construido, que bueno o malo en sus alcances, era de suyo la realidad lograda por la lucha comunista hasta ese entonces.

Esto me lleva a otro de los puntos muy rescatables en este libro de Jorge Fuentes, que nos coloca ante el pensamiento de Revueltas: su discusión acerca del llamado atraso ideológico del PCM, mismo que ciertamente trataba de separar del relativo a la izquierda en general. A la distancia, el tema revive como una cuestión muy actual en la que quien habla quizá pueda expresar algunos puntos de vista; y aquí asumo que Jorge pensó que podría servir como un lector externo, a la manera del sociólogo alemán Karl Mannheim, desempeñándome en calidad tanto de outsider como de insider, es decir, alguien de fuera que pueda ver a los de adentro.

En este sentido, el valor de Revueltas es crucial en tanto que sus páginas nos recuerdan con frecuencia algo sustancial: la construcción de una identidad política no es un mero asunto voluntarista o emocional, sino un proceso de disciplina y de articulación del conocimiento con la realidad. La izquierda mexicana se mantiene como un movimiento éticamente legítimo, emocional y epidérmico; pero lamentablemente estas cualidades le impiden concentrarse en las responsabilidades que ahora lindan en la decisión técnica, en la planeación y en el aprendizaje gubernamental.

En este sentido, el paso y el costo en el uso del poder son significativos: la deficiente capacidad formativa de sus cuadros partidarios, la improvisación administrativa de los funcionarios para ejercer el gobierno, y lo más importante, una comprensión del mundo de escasez que nos ha tocado vivir y frente al cual la izquierda, justamente aquella que se visualizó humana, sin fronteras, solidaria e internacionalista, ahora se ve obligada a constreñirse en los ghettos del nacionalismo y el fundamentalismo.

Parece que el fantasma de Stalin sigue siendo una carga pesada que difícilmente, a buena parte de la izquierda mexicana atrapada en su populismo, su nacionalismo y sus carismáticos bonapartismos, impide ver el fundamento esencial de los cambios: a cada mujer y a cada hombre en pleno goce de su libertad y sus derechos. Esto es, apenas culminar la revolución liberal clásica mexicana de 1857 sin olvidar defender las premisas básicas de la revolución social rusa de 1917. Defender la consecución de las vías que nos acerquen a la instalación de una democracia formal que jamás hemos tenido más allá de ciertos espacios y para muy pocos.

Ahí, desde mi perspectiva, es que se pueden encontrar y logran reconocer el puente inconcluso entre el pensamiento liberal mexicano y la noble tradición social del marxismo. Revueltas, curiosamente, siempre me ha permitido pensar que algún día, en la tradición de pensadores como Ponciano Arriaga, Francisco Zarco, Ignacio Ramírez o Melchor Ocampo, la izquierda mexicana en la realidad de hoy pueda reencontrarse con su perdida tradición liberal y hallar la síntesis constructiva y constituyente de una sociedad solidaria, educada y digna, respetuosa de las diferencias, pero pendiente de controlar y protegerse de los individuos ávidos de los abusos del poder.

Concuerdo con Jorge Fuentes en que vale regresar a los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y a los escritos de Revueltas, y no solo por una mera nostalgia o curiosidad bibliográfica, sino porque en ellos se puede captar una ruta significativa: México sigue siendo una realidad bárbara, una democracia siempre inconclusa y deficitaria ante su pueblo. Una izquierda que no se ha puesto a la altura de las necesidades del momento nos explica el porqué de las botas y la simplicidad primitiva que han hecho de la política un ejercicio degradado y ocurrente.

Qué bueno contar con trabajos como este, en el que la memoria se nos revela como instrumento de la crítica propositiva y esperanzadora de lo que Jorge Fuentes encuentra en una categoría brillante de Revueltas: pensar en una ''democracia cognoscitiva'' basada en el libre ejercicio de la razón. La izquierda debe abrirse a la educación para permitir que el conocimiento sea un arma tan revolucionaria en el futuro, como ahora lo es paradójicamente para garantizar la conservación de un sistema que se niega a morir del todo.

Redescubrir a la manera de Revueltas -que sin duda nos coloca ante grandes pensadores, como Gramsci, otro autor ampliamente estudiado por el profesor Fuentes Morúa- el valor del partido político en tanto medio necesario de socialización y cultura, instrumental de una ruta objetiva, implica, en efecto, buscar una cabeza para ese sujeto histórico-revolucionario con la que los luchadores alimenten su trabajo y sus ideas a un presente abierto. Recuperar su sentido de ilustración nos resulta tan necesario en estos momentos para entender y domeñar la pobreza espiritual y la violencia que nos rodea.

Gracias al texto de Jorge Fuentes Morúa tengo la certeza de que un reencuentro de la izquierda mexicana con Revueltas le daría muchas cosas en qué pensar todavía, para trascender no solo a los actuales muros de agua en los que el pensamiento libre parece estar confinado en estos tiempos mediáticos y de torpezas infinitas. En ese sentido, el socialismo humanista y cálido de Revueltas nos recuerda la inmensa importancia del ser y estar como partes de un proyecto de vida política y éticamente responsable. Recomiendo, entonces, la lectura de José Revueltas. Una biografía intelectual, que es una forma de reconocer y defender el valor entrañable de lo que hacemos y pensamos desde las universidades públicas: El privilegio de pensar y ser libres a través del diálogo, el reconocimiento y el respeto a las ideas.

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