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Polis

versión On-line ISSN 2594-0686versión impresa ISSN 1870-2333

Polis vol.5 no.2 México jul./dic. 2009

 

Artículos

 

Identidad y percepción del ambiente político en Monterrey. Enfoque psicosocial de la elección de 2006

 

Identity and perception of the political environment in Monterrey. Psychosocial approach of the 2006 election

 

José Moral de la Rubia*, Manuel González Navarro** y María Estela Ortega Rubí***

 

* Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Nuevo León. Correo electrónico: <jose_moral@hotmail.com>.

** Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Correo electrónico: <gona56@hotmail.com>.

*** Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Autónoma de Nuevo León. Correo electrónico: <estela_ort_rubi@hotmail.com>.

 

Recibido el 29 de enero de 2009
Aceptado el 25 de septiembre de 2009

 

Resumen

Se estudia, desde una perspectiva psicosocial, la identidad política que construyen los ciudadanos de la zona metropolitana de Monterrey en relación con la percepción que tienen de sus problemas sociales y la evaluación de la situación del país. Se incluye su evaluación sobre los candidatos y partidos políticos, así como sus expectativas frente al proceso electoral. Se busca reconocer los aspectos subjetivos de su participación. Para ello, se integró una muestra con 252 ciudadanos neoleoneses a quienes se les solicitaron sus opiniones a través de un cuestionario. Los resultados señalan las valoraciones sobre el país y el gobierno federal, las cuales tendieron a ser positivas, mientras que las preocupaciones se ubicaron en torno a inseguridad, desempleo y crisis económica. La percepción sobre los actores políticos permitió comparar las diversas ofertas políticas a partir de sus atributos. Los ciudadanos se definieron en su mayoría políticamente como de centro-derecha y se identificaron con el Partido Acción Nacional y su candidato a la Presidencia de la República. Se discute sobre los procesos psicosociales que intervienen, como la comparación que se realiza entre actores, los aspectos que permiten su identificación y la diferenciación que se realiza entre los grupos sociales. Esto permite converger en un proceso específico de identidad política que orienta la participación ciudadana.

Palabras clave: identidad política, percepción política, evaluación de actores sociales.

 

Abstract

This paper studies from a psychosocial perspective, the political identities built by the citizens of Monterrey and its metropolitan zone, and the relationship between these identities, the social problems perception and assessment of the country's situation. The evaluations of the candidates and political parties, as well as the expectations with each party in the event of winning also are included. The study seeks to recognize the subjective aspects of the citizen participation. To this end, we integrated a sample of 252 Nuevo Leon citizens, whose opinions were consulted by means of an open answers questionnaire. The results indicate that the valuation of the country and federal government tended to be positive, while the preoccupations were related to insecurity, unemployment and economic crisis. The perception of the political actors allowed comparison of the various political offer characteristics. Most of the citizens were defined as center-right and identified with the Acción Nacional Party and its presidential candidate. We discuss the psychosocial processes involved, such as comparison of the political actors, the aspects that allow identification with them and the differentiation that social groups make of the political actors. This allows convergence on a specific political identity process that guides citizen participation.

Key words: Political identity, political perception, social actors evaluation.

 

Introducción

El estudio que se desarrolla en el presente artículo se contextualiza en los momentos previos a la elección electoral federal de 2006 en México. Tiene como objetivos describir la identidad política con el partido o candidato y en la dimensión ideológica de la izquierda y derecha políticas en ciudadanos de la zona metropolitana de Monterrey, Nuevo León; estudiar la relación de estas dos identidades con la evaluación de la situación del país y del gobierno del presidente Vicente Fox, la percepción de problemas nacionales, y las valoraciones y expectativas con los candidatos y sus partidos; asimismo, analizar la relación de todas estas variables con la escolaridad, edad e ingresos mensuales de los participantes. Los análisis y discusión toman la perspectiva de la psicología social (González-Navarro, 1991), considerando las teorías de la identidad social (Tajfel y Turner, 1986) y representaciones sociales (Moscovici, 1961; Dijk, 1998).

 

La formación de la identidad

La orientación política de los ciudadanos se determina por la articulación de las condiciones objetivas de la realidad social respecto de la subjetividad que ellos elaboran. Salvo que exista un pacto de dominación, los ciudadanos construyen su propia perspectiva sobre los actores, y con base en ella seleccionan y organizan sus informaciones, ponderan a los actores sociales, expresan sus emociones y formulan sus orientaciones a manera de acción política o preferencia electoral. En cualquiera de los casos, construyen un marco general de interpretación que otorga sentido a sus acciones y discursos específicos, el cual les permite reconocer sus grupos y lazos identitarios. Así lo muestran Tajfel y Turner (1979) cuando afirman que la identidad social se origina a partir del sentido de pertenencia que una persona desarrolla al formar parte de un grupo social. En una obra posterior, los mismos autores (Tajfel y Turner, 1986) postulan tres procesos básicos para la diferenciación intergrupal como base de la identidad social. El primero se refiere a la categorización social, el cual permite comprender los procesos cognitivos que llevan a distinguir a los grupos entre sí 80 y a distinguir los objetos o sujetos del entorno social. El segundo proceso se refiere a la comparación social, que permite establecer y aplicar las dimensiones comparativas entre ellos. Finalmente, postulan la formación de la identificación social, que enuncia la existencia de una motivación asociada a la autoestima, que conduce a favorecer al propio grupo.

Los fundamentos cognitivos de los procesos de identificación con grupos sociales fueron profundizados por Turner (1987) en la teoría de la autocategorización. Ésta plantea que, en el proceso de comparación intergrupal, las evaluaciones que las personas hacen de los miembros de un exogrupo no las realizan como individuos particulares, sino como representantes prototípicos de sus grupos. Es decir, que las personas comparan y evalúan a miembros de otros grupos basándose en abstracciones o generalizaciones de lo que a su parecer son las características típicas del grupo al que pertenece el sujeto evaluado. Esto permite explicar por qué en los procesos de comparación entre grupos se produce la tendencia a minimizar las diferencias al interior de los grupos y a acentuar las diferencias entre los grupos.

Por otra parte, la teoría de la identidad social postula que hay una tendencia a favorecer al grupo de pertenencia en los procesos de comparación intergrupal. Según ésta, las personas establecen una identidad favorable, evaluando de manera positiva a los grupos a los que pertenecen (Tajfel, 1984). De ahí que los sujetos que se identifican con un referente, por ejemplo, un partido político o un candidato determinado, evaluarán de manera más favorable a dicho grupo en comparación con los demás. Una vez que esta percepción se asienta, puede tender a polarizarse y contrastarse en mayor medida, si es necesario, con el propósito de salvaguardar la pertenencia grupal y la identidad cada vez que éstas se pongan a prueba o en entredicho.

Desde la aproximación de la identidad social de Brewer (2003), que se plantea desde un enfoque interindividual, se señala que para que la categoría o grupo con el cual el individuo se identifica tenga características distintivas adecuadas, requiere contar con una claridad en los límites que distinguen su membresía o pertenencia de su no membresía, lo cual depende, en parte, del número de personas que califican para su inclusión. De la teoría de Brewer se puede derivar el hecho de que los partidos políticos, debido a su tamaño y cualidades distintivas, constituyen referentes identitarios más satisfactorios para los ciudadanos que las coaliciones electorales, donde la identidad puede ser confusa, incluso pasajera, cuando se construye sólo para un proceso electoral. De hecho, uno de los objetivos básicos de los partidos políticos, por razones de competencia política electoral, es lograr una diferenciación respecto de los otros. Así, en ciertos momentos los partidos tienen que hacer más esfuerzos por adquirir, mantener y realzar sus características distintivas, por lo que se observan mayores intentos de diferenciación intergrupal en los partidos que en las coaliciones, lo que ocurre cuando los partidos son la fuente, así como cuando son destinatarios de la diferenciación. Por lo tanto, cuando los miembros de partidos y coaliciones juzgan a los exogrupos, partidos o coaliciones contrarias, producirán evaluaciones más estrictas de los partidos que de las coaliciones, especialmente cuando lo hagan desde una identidad partidaria.

Otra implicación interesante de la teoría de identidad social es que las personas que no se identifican con referentes políticos particulares deberían realizar evaluaciones o juicios más negativos de los grupos políticos, en comparación con quienes manifiestan una identidad política. Estas evaluaciones, en el caso de las personas sin identificación política, estarían motivadas por una disposición negativa general hacia el sistema político, sus instituciones y fuerzas componentes, y no por una necesidad de realzar o proteger una identidad propia, pues en este caso no existe (Ellemers, 1993).

En psicología política, más allá de la identificación con un solo grupo, en este caso un partido político, se plantea una suerte de marco interpretativo a partir del cual se ubica a los partidos políticos y sus candidatos en el discurso político occidental, donde están inscritas las culturas latinoamericanas, como una dimensión ideológica básica, que es la de la izquierda y derecha políticas. Actualmente, las ideologías presentes en el mundo occidental se pueden clasificar en ocho categorías, según Mellón (1998): anarquismo, comunismo y socialdemocracia, como ideologías de izquierda; fascismo, liberalismo y democracia cristiana, como de derecha; ecologismo, por lo general con una tendencia a la izquierda -lo que no ocurrió en las elecciones de 2006 para el caso de México- y, finalmente, las variantes del nacionalismo que pueden ser de izquierda o derecha.

 

Los contornos de la ideología y su referencia a Monterrey y su zona metropolitana

Definimos ideología como una visión general e integral del hombre, la sociedad y el orden político que justifica las acciones que deben emprenderse para mantenerlo. La identidad ideológica se maneja como una variable bipolar continua que tiene en un extremo a las ideologías y partidos que defienden un Estado intervencionista a favor de la justicia social y la igualdad de clases (izquierda), y en el otro extremo a las ideologías y partidos que defienden a un Estado mínimo que garantiza el orden para que se respete la propiedad privada y actúen libremente las leyes del mercado (derecha), como lo refiere Capdevilla (2006).

Debe acotarse que la ideología pertenece a un grupo y es construida y mantenida mediante un proceso de comunicación social, tanto vertical (poderes e instituciones) como horizontal (organizaciones de ciudadanos), lo que constituye la base con la que se construirán las representaciones sociales compartidas por los miembros de un grupo. Es decir, es uno de los elementos de orden superior de la cognición social determinante de la representación de los objetos que saltan a la escena política, ya sean candidatos, partidos, coaliciones, propuestas de acción pública o acciones de políticos (Dijk, 1998).

En el ámbito territorial del presente estudio, Infante (2001) realizó una investigación sobre ideologías con una muestra aleatoria de 629 encuestados en la zona metropolitana de Monterrey. El investigador destaca que el autoritarismo ha sido asociado con varias ideologías políticas y todavía se presentan discusiones sobre su ubicación en el panorama ideológico del ciudadano mexicano, y observa que está presente con bastante peso tanto en las posiciones de derecha como de izquierda; no obstante, hace notar que los términos derecha e izquierda políticas no poseen un significado claro en la población objeto de estudio, lo cual se podría atribuir a la confusión en los discursos de los propios líderes políticos y del partido que se mantuvo en el poder durante 70 años: el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Además, se aprecia equivalencia en los dos sexos en cuanto a sus posturas ideológicas. El autor destaca que la crítica al neoliberalismo que suele ser muy distintiva de la ideología de izquierda está ausente en las respuestas de los ciudadanos encuestados, lo cual se podría atribuir a la influencia de la ideología estadounidense dominante (neoliberal), sobre todo en las ciudades y estados de la frontera, por su cercanía y convivencia con Estados Unidos de América, así como al fenómeno de la fuerte emigración hacia ese país.

El mismo investigador, en otro estudio teórico sobre la violencia política (Infante, 2002), propone una taxonomía basada en dos ejes: el agente de la violencia, por una parte, y el receptor u objeto, por otra. Dentro de cada eje distingue cuatro categorías, cuyo cruzamiento da lugar a 16 tipos. El individuo, grupo, Estado y masas son las cuatro categorías de los agentes. El individuo, grupo, espacio territorial y poder estructural, son los cuatro objetos de la violencia. Indica que el tipo más frecuente de violencia en México es la de un grupo como agente con una acción violenta dirigida contra otro grupo, al existir un fondo claramente colectivista. Los desencadenantes son conflictos raciales, guerras de mafias, guerras civiles y guerras de partidos. El autor critica que no exista una política oficial dirigida a evitarlos, sino sólo a mitigarlos o silenciarlos una vez que han estallado.

Además de la confusión ideológica entre la izquierda y derecha políticas en el ciudadano del norte de la República, la cual se debe en parte a la falta de discursos políticos diferenciales de los partidos ante el electorado mexicano, a la violencia entre partidos y a la ausencia de crítica a la ideología neoliberal estadounidense, México vive una sombra perpetua de fraude electoral que genera una resistencia civil silenciosa a través del abstencionismo y el voto en blanco, a lo que se suma la falta de confianza en los partidos políticos y los sindicatos.

En la memoria colectiva está muy presente la denuncia de fraude en las elecciones presidenciales de 1988, presentada por el Frente Democrático Nacional y secundada por otros partidos. Según esta denuncia, que no prosperó, Carlos Salinas de Gortari arrebató la victoria a Cuauhtémoc Cárdenas a través de la denominada caída del sistema electrónico de conteo de votos. Esta memoria no sólo pertenece al pasado, sino que ha sido actualizada por las críticas de un sector del Partido de la Revolución Democrática (PRD) hacia las elecciones de 2006. El candidato Andrés Manuel López Obrador, tras la publicación de los resultados de los comicios por el Instituto Federal Electoral (IFE), realizó durante varios meses una campaña de denuncia de fraude electoral, donde la víctima era el mismo partido que en 1988 (antes Frente Democrático Nacional y ahora Coalición por el Bien de 84 Todos) y el agente, el partido en el poder (entonces el PRI, y ahora el Partido Acción Nacional, PAN). Además, esa sombra hunde sus raíces muy profundo en el nacimiento del sistema democrático actual, primero con los asesinatos de los líderes revolucionarios Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Francisco Villa y Álvaro Obregón, y luego en el periodo conocido como el Maximato, bajo la influencia de Plutarco Elías Calles (Barroy, 2008).

 

Los rostros de la política mexicana

A pesar de estas encrucijadas en la política mexicana, debe señalarse que el porcentaje de abstencionismo es bajo si se compara con el de Estados Unidos de América y con el promedio que se registra en otros países de Latinoamérica. Sólo resulta alto en comparación con las naciones europeas. La participación electoral más baja se registró en 1988, en las elecciones de la caída del sistema, con las que ascendió al poder Carlos Salinas de Gortari, con 49.4% del electorado, un porcentaje no muy distante al promedio de Estados Unidos de América desde 1960 (54%). En el otro extremo, la participación más nutrida se registró en las elecciones de 1994, con 74%, en las que obtuvo la victoria el priista Ernesto Zedillo Ponce de León como candidato sustituto tras el asesinato del candidato Luis Donaldo Colosio. En las elecciones de 2000, aunque decreció, el porcentaje siguió siendo alto, con 62% (IFE, 2002).

El electorado mexicano ha sido muy cambiante en su tendencia de voto a lo largo de las últimas décadas, fenómeno que se puede medir con un sencillo índice denominado porcentaje de volatilidad o cambio en la distribución de escaños por partido de una elección a otra, que es de 27% (Mainwaring y Scully, 1995). Así, estos datos indican que el electorado no es tan pasivo e irreflexivo como pudiera dar a entender su confusión ideológica y su elevado autoritarismo (Infante, 2001). No obstante, queda aún buen trecho para llegar a los altos porcentajes promedio de participación electoral de los países europeos del sur durante las últimas dos décadas, como Italia (90%), Grecia (86%), Portugal (79%), Francia (76%) y España (73%) (Franklin, 1999).

Assies (2003) observa que los abstencionistas en México constituyen una población muy diversa. Son personas apáticas y desmotivadas hacia la participación ciudadana, o bien, descontentas con los partidos y decepcionadas del sistema. El rasgo común es que son más pesimistas y en una escala de felicidad tienen una menor puntuación que los votantes. Una de las recomendaciones del autor para aumentar la credibilidad y fomentar la participación electoral es procurar una mayor cohesión en los partidos y una menor tendencia a la difamación, descalificación y tergiversación de los hechos como estrategia electoral.

En el panorama político de México en torno a las elecciones presidenciales de 2006, se puede señalar que había una izquierda socialdemócrata representada por el PRD, con su candidato Andrés Manuel López Obrador; el Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina (PASC), con su candidata Patricia Mercado. Asimismo, había una derecha cristiano-demócrata representada por el PAN, con su candidato Felipe Calderón; el PRI, con Roberto Madrazo, y el Partido Nueva Alianza (PNA), con Roberto Campa. El Partido Verde Ecologista de México (PVEM), coaligado con el PRI (Alianza por México), ya se orientaba hacia la derecha, a diferencia de lo ocurrido en las elecciones de 1988, cuando había aparecido en la plataforma de izquierda denominada Frente Democrático Nacional; en las elecciones de 2000 se presentó como un partido independiente, pero formó alianza con el PAN, tras la asignación de escaños en las cámaras legislativas, con lo que definió desde entonces su orientación hacia la derecha. Debe señalarse que el PRD acudía a las urnas junto al Partido del Trabajo (PT), en la Coalición por el Bien de Todos.

En el ámbito local del estudio, Garza (1992) estudió la política electoral en Nuevo León durante la década de los ochenta. Destacaba entonces un claro bipartidismo en el gusto del electorado neoleonés. Las opciones de democracia cristiana: PRI y PAN han sido las dos fuerzas hegemónicas. Por el contrario, las opciones de izquierda no han logrado hacerse con una cuota mínima de los votos. El investigador atribuye esto a la influencia de los oligopolios regiomontanos que han estado actuando como fuerzas políticas en las decisiones del estado y desde ahí como fuentes ideológicas. No obstante, señala una tercera fuerza emergente: la izquierda popular activista o de corte revolucionario, que se ha movido en el activismo de la formación popular Tierra y Libertad, en el ámbito sindical más radical y en los trabajos de algunos maestros de la Universidad Autónoma de Nuevo León, de corte crítico-hermenéutico y praxis revolucionaria de influencia marxista. Dentro de esta tercera fuerza, ajena al juego electoral, Tierra y Libertad fue el movimiento que estuvo más cerca de entrar en la arena de la política formal. El Frente 86 Popular Tierra y Libertad empezó como un movimiento de toma de tierras, ajeno a las urnas, a finales de los años sesenta. A mediados de la siguiente década mantuvo un acercamiento hacia el Partido Comunista Mexicano, pero en 1975 reafirmó su talante revolucionario y abandonó toda aspiración electoral, rompiendo con el Partido Comunista Mexicano, que entró en la escena política con la candidatura de Valentín Campa.

Tampoco las opciones socialdemócratas más moderadas han conseguido calar en el electorado neoleonés, como el Frente Democrático Nacional de Cuauhtémoc Cárdenas, que en 1989, junto con otras organizaciones, constituyó el PRD. Así, el electorado neoleonés se divide entre el PRI y el PAN sin ofrecer entrada a las opciones electorales de izquierda, ni a un sindicalismo fuerte.

Como se indicó al inicio de esta introducción, el primer objetivo del presente estudio empírico es describir la identificación con los partidos y los candidatos, así como con la ubicación en la dimensión ideológica de la izquierda y derechas políticas, mientras el segundo propósito es determinar de qué manera la autodefinición política que señalan los propios ciudadanos se relaciona con las variables de percepción y valoración. Se espera la aparición del bipartidismo señalada por Garza (1992), confusión o indefinición en la dimensión de la izquierda y derecha políticas, como observó Infante (2001); asimismo, mayor identidad con el partido que con el candidato y la congruencia entre las valoraciones y percepciones con la identidad, sobre todo partidaria, al ser la más definida, como postula la teoría de la identidad social. Finalmente, en la discusión se retoman estos datos para reflexionar sobre el proceso general de identidad que formulan los ciudadanos; las percepciones de los ciudadanos de cara a las elecciones presidenciales, considerando una relación entre los problemas sociales y los actores sociales involucrados, y la articulación de los distintos procesos subjetivos que llevan al individuo a orientar su participación ciudadana y sus decisiones electorales.

 

Método

Se trata de un estudio correlacional, con un diseño no experimental de carácter transversal. Para realizarlo se levantó una muestra no probabilística por cuotas en la zona metropolitana de Monterrey durante el mes de mayo de 2006, formada por 252 adultos voluntarios, no remunerados y con derecho a voto. Las cuotas fueron definidas por sexo (50% hombres y 50% mujeres) y por municipio (12.5% por cada uno de los ocho municipios urbanos: Monterrey, Ciudad Guadalupe, Apodaca, Juárez, Santa Catarina, Escobedo, San Pedro y San Nicolás).

 

Participantes

La media de edad de los participantes fue de 39 años, con una desviación estándar de 15 y un intervalo de 18 a 87 años. La mediana de escolaridad fue de preparatoria completa; 28% señaló que tenía estudios profesionales completos, 16% formación profesional incompleta, 18% secundaria completa o incompleta, 15% educación comercial o técnica completa o incompleta, 14% preparatoria completa o incompleta, 6% primaria completa o incompleta, 1% posgrado y 1% eran analfabetos. La mitad de los ciudadanos consultados señaló tener ingresos mensuales menores a cuatro mil pesos, 31% por arriba de cuatro mil y hasta 10 mil, y 19% afirmó que tenía percepciones mayores a 10 mil pesos al mes.

 

Instrumento

Como instrumento de medida se empleó un cuestionario, aplicado en forma de entrevista, con 30 preguntas: siete cerradas y 23 abiertas. De las 30 preguntas, siete versaron sobre datos demográficos (edad, sexo, municipio de residencia, ocupación actual, oficio o profesión, escolaridad y salario mensual). Las restantes preguntas se refirieron a valoraciones, identificación y tendencia de conducta: qué noticias recuerda el encuestado de las que ha escuchado en los últimos días; cuál es su evaluación del gobierno del presidente Fox; los dos principales aspectos que deben preocupar al gobierno federal y municipal; las dos principales problemáticas a escala federal y municipal; valoración por medio de un sentimiento de la situación que vive actualmente el país; principal problema del país, su causa, solución y en qué forma pueden contribuir los partidos políticos y los ciudadanos a resolverlo; cómo deben participar en las elecciones diversas fuerzas sociales, políticas y administrativas; las dos principales cualidades y defectos de los partidos y sus candida-88 tos; cuál es el partido o candidato que puede mejorar al país y cuál es el que puede empeorarlo; qué candidato ganó el último debate televisivo; expectativas en caso de ganar un partido político; identificación con un partido o candidato; identificación ideológica del encuestado en la dimensión de la izquierda y derecha políticas; posesión de credencial electoral; intención de ir a votar y forma como el encuestado cree que puede contribuir a lograr un país mucho mejor.

 

Procedimiento

El cuestionario se aplicó en forma de entrevista oral y los encuestadores estuvieron encargados de anotar las respuestas. La duración aproximada de cada entrevista fue de 30 minutos.

Las respuestas de las preguntas abiertas se sometieron a un análisis de contenido temático. Como pruebas estadísticas se emplearon: Krus-kal-Wallis (K-W), rho de Spearman (rS), ANOVA (F), coeficiente eta (ή), razón de verosimilitud (LR) y coeficiente de contingencia (CC). El nivel de significación para rechazar la hipótesis nula se fijó en p<.050. Los análisis estadísticos se realizaron con el SPSS16.

 

Resultados

La mayoría de los ciudadanos consultados se mostraron interesados en responder el cuestionario, al mismo tiempo, una gran proporción mostró un elevado conocimiento de los partidos políticos y candidatos. Lo anterior evidencia el interés por los acontecimientos políticos del país, en contra de la percepción habitual, que señala que los ciudadanos están desligados de la vida política. La mayoría expresó una gran preocupación por el proceso político electoral y la definición de los comicios en cuanto a quién sería el próximo presidente de la República y cuál habría de ser el destino del país. La vida política en Monterrey era vista con asombro por los ciudadanos, quienes manifestaron que se estaba dando una situación más complicada que en otros tiempos por la cantidad de posturas encontradas entre los partidos políticos y sus candidatos. A su vez, destacaron el papel de los medios de comunicación en cuanto a la búsqueda de influir en las decisiones de la ciudadanía, pero también resaltaron su función de informar a la población.

 

Identificación política

La mayoría de los ciudadanos consultados (83%) se identificó con algún partido o candidato a la Presidencia. El 32% lo hizo con el PAN o Felipe Calderón; 26% con el PRI o Roberto Madrazo; 16% con el PRD o Andrés Manuel López Obrador; 9% con otros partidos o candidatos y 17% con ningún partido o candidato (cuadro 1). No se encontraron relaciones significativas entre las preferencias y la escolaridad, edad o ingresos.

 

Cabe señalar que se observó una mayor identificación con los partidos que con los candidatos. La diferencia de frecuencia entre partido y candidato señalaría la distancia que se puede establecer entre uno y otro, y la suma, el peso de esa opción política. Por ejemplo, entre Madrazo y el PRI hay una distancia de 50 puntos, pero entre López Obrador y el PRD ésta es de sólo 13 puntos. En el caso de Calderón y el PAN es de 37 puntos, pero con un peso de 32%. De esta manera, el candidato con más peso fue Calderón; el más distante de su partido, Madrazo, y el más cercano, aunque con menor peso, López Obrador. Como se esperaba, el peso de la identificación es mayor en los partidos que en los candidatos, 90 lo cual apunta a reconocer una mayor estabilidad en el instituto que en el candidato. Al mismo tiempo señala un proceso secundario pero importante. Los ciudadanos pueden hablar más de los candidatos en sus conversaciones, pero el proceso de identidad se establece con mayor fuerza y tal vez mayor estabilidad, con los partidos políticos.

 

Autodefinición política

Uno de los reactivos del instrumento buscaba posicionar a los ciudadanos dentro del continuo de la izquierda y derecha políticas. Para ello se les solicitó que se ubicaran dentro de una recta de 10 puntos en relación con su tendencia política. Los resultados indican una media de 5.81 (centro-derecha), con una desviación estándar de 2.75 (figura 1). Si bien hay una concentración en el centro, la autodefinición se observa ligeramente más cargada hacia la derecha, como se esperaba.

La dimensión ideológica tuvo una correlación significativa con la edad (rS=.179, p=.000). A mayor edad, mayor tendencia hacia una autodefinición de derecha. No hubo relación con la escolaridad ni con los ingresos mensuales.

Los candidatos y los partidos con los que se identificaron los ciudadanos consultados eran diferenciales en la dimensión ideológica. Los que se identificaron con el PRD se definieron de izquierda (2.67); con Madrazo, de derecha (8); con López Obrador, de centro (5.08), y con las demás opciones electorales, de centro-derecha (de 6.12 a 6.79) (cuadro 2).

La autodefinición que elaboran las personas es consonante con la orientación política que atribuyen al partido con el cual se identifican. Precisamente, la identificación es una de las razones más importantes a partir de las cuales se muestra una diferenciación respecto de los otros, una aceptación informativa y unas expresiones de pertenencia.

 

Evaluación del país y del gobierno de Vicente Fox

Una de las evaluaciones más importantes que realiza el ciudadano se refiere a la situación que vive el país. En ella se analiza de manera implícita la gestión del presidente de la República. Así, se preguntó a los encuestados cómo evaluaban la situación del país en comparación con seis años atrás. La mayoría de los consultados (37.5%) la calificaron positivamente; 36% valoró la situación como igual y 26.6% como peor o mucho peor (cuadro 3).

La evaluación fue ligeramente positiva y no hubo relación con escolaridad, edad o ingresos. Quienes se identificaron con el PRI o Madrazo evaluaron la situación del país como peor; quienes se identificaron con el PAN o Calderón la consideraron mejor; con el PRD o López Obrador, juzgaron que estaba sin cambios . La dimensión ideológica de la izquierda y derecha políticas no introdujo ni diferencia ni relación.

Para la mayoría de los ciudadanos neoleoneses consultados, la evaluación del gobierno del presidente Fox se expresó como regular (43.8%). Pero la tendencia fue más positiva (31.5%) que negativa (24.7%) (cuadro 4). Los ciudadanos tienden a evaluar de manera convergente y no parece haber una polarización importante sobre este punto. El que la mayoría calificara la gestión de Vicente Fox como regular puede ser una tendencia a no hacer de este aspecto un punto polémico; quizá también pudiera deberse a cierta identificación con el mandatario.

Respecto de esta variable no se encontraron diferencias ni asociación con escolaridad, edad o ingreso, pero sí por identificación política. Quienes se identificaron con el PRI o Madrazo evaluaron al gobierno como malo; los que se identificaron con el PAN o Calderón, como bueno, mientras los identificados con el PRD o López Obrador calificaron al gobierno como regular (K-W: x2(8)=27.690, p=.001) (ή=.326, ή2=.106). Cuanto más de derecha se definía la persona, mejor evaluaba al gobierno foxista (K-W: χ2(4)=12.674, p=.013, rs=-.235, p=.002).

 

Preocupaciones del gobierno federal y principales problemas del país

En opinión de los ciudadanos neoleoneses, las principales preocupaciones del gobierno federal deberían ser la inseguridad, el desempleo, la crisis económica, la crisis social y la educación (cuadro 5). No hubo diferencia ni asociación por escolaridad, edad, ingresos o identificación política. Esto es, existe una visión muy concentrada sobre los asuntos más relevantes, que puede deberse a la influencia de los medios de comunicación o a una comunicación entre los ciudadanos, pues 75% de los motivos de preocupación se concentra en sólo cinco problemáticas. Esta concentración podría suponer una antesala de demandas y una actitud de predisposición a la participación ciudadana, dadas las coincidencias o las convergencias en las opiniones.

Cuando se les preguntó por el principal problema que afectaba al país, 30% consideró la inseguridad, el crimen organizado y el narcotráfico; 16%, el desempleo; 13%, la pobreza y los bajos salarios; 12%, la violencia familiar e interpersonal; 12%, los malos gobiernos y la in-gobernabilidad, lo que acumuló 83% de las respuestas (cuadro 6). No hubo diferencia ni asociación por escolaridad, edad, salario o identidad política. La concentración de problemáticas supone no sólo una determinada manera de comunicación, sino un soporte semejante de creencias comunes y, al mismo tiempo, una convergencia de puntos de 94 vista, así como una enorme directriz interpretativa que puede ser dada por los líderes de opinión, determinados medios de comunicación y un cúmulo de situaciones con vivencias semejantes.

Las contingencias de cada problema con las causas (CC=.758, p=.000) y soluciones (CC=.647, p=.000) señaladas fueron altas.

El problema de la inseguridad fue atribuido por 33.8% de los ciudadanos a la corrupción política, tráfico de influencias y abuso de poder, así como a la corrupción policial; esto es, a un sistema político desvirtuado; 19.2% lo atribuyó a falta de recursos económicos, de inversión y empleo; por último, 16.4% consideró que se debía a falta de vigilancia y recursos policiales. El porcentaje restante de agentes causales señalados fue muy diverso. En cuanto a las soluciones posibles, más de un cuarto de los ciudadanos neoleoneses señaló (29.2%) que se resolvería con mano dura; 22.2%, con creación de empleos, y 15.3%, con un buen gobierno. El resto de las soluciones fue muy diverso. Así, mano dura, inversión económica y política adecuada concentraron 66.7% de las posibilidades de salir adelante en materia de inseguridad, según los ciudadanos consultados.

Con respecto al problema de desempleo, 44.7% lo atribuía a falta de recursos económicos y de inversión, y 31.6% a mala administración, falta de preparación de los gobernantes y carencia de buenas ideas. El resto de los agentes causales (23.7%) fue muy diverso. De aquí se podría derivar que la inversión y buena administración solventarían el problema. Un tercio de los ciudadanos de Nuevo León (33.3%) opinaron que la solución al desempleo debería ser el apoyo de las autoridades a los desprotegidos. Para 27.3%, se resolvería con mayor inversión, ya fuera pública, privada o extranjera inclusive. En tanto, las restantes respuestas (39.4%) constituyeron un grupo muy 96 diverso de soluciones.

En relación con el tercer problema más importante para los ciudadanos, que es la pobreza, 33.3% de los entrevistados lo atribuyó a la falta de recursos económicos, de inversión y de empleo; 30.3% a injusticia social, y 21.2% a mala administración y falta de preparación de los gobernantes. El 15.2% restante de los agentes causales señalados fue muy diverso. En cuanto a las soluciones, 39.5% opinó que se resolvería con inversión y 26.3%, con buen gobierno. El resto de las soluciones propuestas (34.2%) fue muy diverso.

En lo que se refiere a la violencia, 29.6% de los ciudadanos la atribuyó a la rigidez y la intolerancia; 29.6% a falta de recursos económicos y desempleo, y 14.8% a las drogas y el narcotráfico. El 26% restante de agentes causales fue muy variado. Como uno de los problemas que los ciudadanos viven más de cerca, 26.9% señaló que se solucionaría con mano dura y la simple aplicación del derecho, y 19.2%, con una mejora de la educación. El resto de las opiniones (53.9%) aludió a un conjunto muy diverso de propuestas.

El 37.9% de los ciudadanos de Monterrey atribuyó el problema de los malos gobiernos y la ingobernabilidad a la mala administración, dada la falta de preparación de los gobernantes y su carencia de ideas, y 27.6% a corrupción política, tráfico de influencias y abuso de poder. Para el resto (34.5%) el problema deriva de muy variadas causas. Las soluciones serían también diversas, pero se concentraron, en 39.5% de las opiniones, en inversión y creación de empleo, y en 26.3%, en buen gobierno.

Lo que se observa en las respuestas anteriores es una concentración en tres temas centrales. Por un lado, la necesidad de una mayor inversión económica, sea esta pública o privada. Una reorganización del sistema político desde dentro, en los aspectos de selección, capacitación y moral. Es de remarcar que para casi un tercio de la población consultada se requiere mano dura, sobre todo en lo referente a la seguridad, como principio de solución. Otro de los aspectos notorios es el relativo al tráfico de influencias y el abuso de poder, que fueron considerados causa de la ingobernabilidad.

 

Cualidades y defectos de los partidos políticos

Al identificar y nombrar dos cualidades y dos defectos de los partidos, la influencia de la identidad política es crucial. El peso de las imágenes de PRI, PAN y PRD resultó enorme, dado que fueron los partidos que más se mencionaron. En cuanto a las cualidades, las más referidas fueron atributos personales (tranquilidad, diplomacia, confianza) y capacidad política. La mayor diferencia radicó en que al PRI se le atribuía más experiencia, al PAN honestidad y al PRD su mayor cercanía al pueblo.

En cuanto a los defectos, se señaló la corrupción, sobre todo en el PRI, seguido del PAN; el autoritarismo en el PAN, seguido del PRD. Pero la falsedad y la falta de respeto fue un atributo asociado a los tres partidos. La variación de categorías de cualidades y defectos establecida por los ciudadanos para los partidos fue casi equivalente, aunque fueron mayores los defectos que las cualidades. Esto señala una visión de la política más negativa que positiva.

En una relación entre las dos cualidades y los dos defectos mencionados, para el PAN dominaron más las cualidades (+13), esto es, tuvo una imagen positiva. Los balances para el PRD y el PRI fueron negativos, aunque más este último. Con sólo la primera cualidad y defecto, las imágenes son diferentes (cuadro 7), el PRI tendría una imagen equilibrada; por el contrario, el PAN y PRD, ligeramente negativas. Se asume que al introducir un tercer y cuarto atributo estas diferencias se estabilizan, es decir, negativas para el PRI y PRD y positiva para el PAN.

La escolaridad determinó diferencias significativas por las cualidades del PRI mencionadas tanto en el primer lugar (K-W: χ2(11) =37.573, 98 p=.000, ή=.442, ή2=.195) como el segundo (K-W: χ2(11)=22.838, p=.019, ή=.428, ή2=.183), así como por las primeras cualidades del PRD (K-W: χ2(10)=23.905, p=.008, ή=.380, ή2=.144); a su vez, por los primeros defectos del PRI (K-W: χ2(12)=48.773, p=.000, ή=.483, ή2=.233), segundos defectos del PAN (K-W: χ2(13)=25.055, p=.023, ήí=.532, ή2=.283) y primeros defectos del PRD (K-W: χ2(12)=23.016, p=.028, ή=.380, ή2=.144). Las personas con menor escolaridad elogiaron más al PRI, valoraron al PRD como próximo a la gente, negaron defectos de este partido y criticaron al PRI y al PAN por privilegiar algunos sectores sociales. Los niveles bajos de salario se asociaron con opiniones que destacaban las buenas propuestas del PRI (K-W: χ2(11)= 24.479, p=.011, ή=.347, ή2=.120).

No se encontraron diferencias ni asociación con la dimensión ideológica de la izquierda y derecha políticas, pero sí respecto al candidato o partido con los que se identificaron los ciudadanos.

Las identificaciones introdujeron perfiles diferenciales en las primeras cualidades (LR(88)=118.216, p=.018, CC=.597) y primeros defectos del PRI (LR(96)=131.399, p=.010, CC=.664). Veamos estas primeras cualidades y defectos del PRI en relación con la identidad partidaria.

Los que se identificaron con el PRI señalaron como primeras cualidades de su partido que tenía una ideología de centro, era una alternativa política y poseía características como la diplomacia, confianza y honestidad, lo cual podría ser el soporte de su orgullo partidista. En el mismo sentido, quienes se identificaron con el PAN y Calderón señalaron que el PRI carecía de cualidades; quienes se identificaban con el PRD y López Obrador, mencionaron su capacidad y ser alternativa política, y aquellos que tenían identificación con otros partidos, su experiencia.

Como primeros defectos del PRI, quienes se identificaban con él señalaban con más frecuencia su ideología de derecha y no ser ya una alternativa política; los que se identificaban con Madrazo, ser de derecha; con el PAN, menor capacidad política; con Calderón, ideología de derecha; con el PRD, no dar resultados; con López Obrador, falta de soluciones y reputación; con ningún partido o candidato o con otro candidato, corrupción, ambición o egoísmo, y con otro partido, autoritarismo.

 

Cualidades y defectos de los candidatos

En lo que se refiere a los candidatos, las cinco primeras cualidades señaladas fueron muy semejantes: rasgos personales (honesto, sencillo, cumplido), seguida de todas las cualidades, buenas propuestas, experiencia o preparación y capacidad política. Además, con López Obrador, se destacaba el apoyo popular.

En cuanto a defectos, se caracterizó como corruptos y mentirosos a Madrazo, Calderón y López Obrador; sin bases ni proyecto, a López Obrador, Mercado y Campa; sin experiencia, a Calderón, Mercado y Campa, y de derecha, a Madrazo y Campa. La variedad de categorías de respuestas fue mayor en los defectos que en las cualidades. La frecuencia de respuestas fue menor en los defectos que en las cualidades. Así, la imagen de la mayoría de los candidatos fue positiva, con excepción de Madrazo y Campa (cuadro 8), que se pueden caracterizar como negativas. El cuadro destaca la imagen de Patricia Mercado como la más positiva de todas; esto pudo deberse a que fue la única mujer en la contienda, a que tuvo menos menciones que los tres candidatos principales y a que no estaba considerada dentro de los tres primeros lugares.

Se encontraron diferencias y asociaciones con la escolaridad en las primeras cualidades de López Obrador (K-W: χ2(11)=20.081, p=.044, 100 ή=.330, ή2=.109) y Calderón (K-W: χ2(9)=20.255, p=.016, ή=.379, ή2=.143). Para las personas con menos escolaridad, López Obrador era atractivo, carismático y de izquierda, mientras Calderón era próximo a la gente. Como principales defectos de López Obrador, los ciudadanos con menos escolaridad indicaron que era corrupto; de Calderón se criticó su carencia de base política o ser de derecha; de Mercado, ser manipuladora, y de Madrazo, ser de derecha. Los jóvenes señalaron como primer defecto que Calderón era de derecha (F(15 149)=2.064, p=.015, ή=.415, ή2=.172). Las personas con menores ingresos afirmaron que López Obrador era honesto, sencillo y cumplido (K-W: χ2(8)=16.604, p=.035, ή=.430, ή2=.185).

En cuanto a la percepción sobre cuáles eran la principales cualidades de Calderón, la contingencia entre éstas y los partidos o candidatos con los que se identificaron los ciudadanos consultados fue moderada (LR(63)=90.357, p=1.014, CC=.593). Quienes manifestaban identificación con el PAN señalaron con mayor frecuencia las cualidades de carácter personal, su capacidad política, dar resultados y sus orientación política (de centro); los que se identificaban con Calderón elogiaron sus cualidades personales, su capacidad política, propuestas y carisma; los que se identificaron con el PRI mencionaron el apoyo popular y la organización; los identificados con Madrazo apuntaron falta de cualidades; aquellos que no se identificaban con ningún partido o candidato, señalaron las propuestas del panista como su principal cualidad; los que se identificaban con López Obrador destacaron su experiencia, mientras quienes expresaron identificación con el PRD, consideraron que había falta de cualidades en el candidato Calderón.

 

Partidos señalados como la mejor opción para el país

En cuanto a las diferentes opciones en contienda, 44.5% de los ciudadanos consultados señalaron que el candidato o partido que podían mejorar el país eran Calderón y el PAN. En segundo lugar ubicaron al PRI o a Madrazo con 23.4%. En tercer lugar, con 16%, al PRD o López Obrador. En conjunto, estos tres partidos representaron una alternativa para 83% de los ciudadanos de Monterrey.

La opción política para la gran mayoría de los ciudadanos consultados (93.6%) fue la electoral; por el contrario, quienes no identificaron alguna opción política-electoral, ya fuera la de candidato o de partido (6.4%) se pueden inclinar por la pasividad o por una manera diferente de resolver los problemas sociales (cuadro 9). Estos factores no mostraron relación con la escolaridad, edad o ingresos.

La identidad con un partido o candidato presentó una fuerte contingencia con el candidato o partido escogido como mejor para el país (LR(64)=397.161, p=.000, CC=.829). Así, quienes se identificaban con el PAN elegían con más frecuencia al PAN (53.7%) y a Calderón (38.9%); quienes se identificaban con Calderón, a Calderón (50%) y al PAN (50%); quienes se identificaban con el PRI, al PRI (53.7%) y a Madrazo (25.9%); con Madrazo, a Madrazo (60%) y al PRI (40%); con el PRD, al PRD (54.2%) y a López Obrador (37.5%); con López Obrador, a López Obrador (50%), al PRD (33.3%) y a otro candidato, como Patricia Mercado (16.7%); quienes no se identifican con ningún candidato o partido, elegían a Calderón (32.4%), a ninguno (24.3%) y al PAN (13.5%). Por lo tanto, el grado de identificación servía como esquema de orientación, justificación y organización cognitiva frente a otros elementos circunstanciales.

También se encontró una diferencia significativa con respecto a la 102 identidad ideológica (K-W: χ2(8)=32.085, p=.000, ή=.418, ή2=.175). Quienes optaban por López Obrador, el PRD o ningún partido o candidato como mejor opción, eran más de izquierda; quienes preferían a Calderón, Madrazo y al PRI, más de derecha. Esto obedece a criterios ideológicos estructurados por los propios ciudadanos, lo que refleja claridad ideológica en el posicionamiento de la izquierda y la derecha políticas.

 

Partidos señalados como la peor opción para el país

El sentido negativo de los actores políticos es tan importante como el positivo, pues puede mostrar los aspectos amenazantes y de riesgo más profundos. De esta manera, el candidato o partido que podía empeorar el país podría modificar las cualidades atribuidas y cambiar su imagen global. Cerca de la mitad de los ciudadanos neoleoneses consultados (49%) señaló a López Obrador y al PRD como la peor opción; 28% apuntó al PRI y a Madrazo, y sólo 13% al PAN y a Calderón (cuadro 10). No hubo diferencia ni relación con la escolaridad, edad o ingresos. Lo anterior significa que los aspectos negativos pueden ser los elementos de equilibrio de la imagen, algunas veces más determinantes para la concepción de los actores sociales y políticos, pero sobre todo de la relación simbólica entre el ciudadano, los problemas sociales y quienes proponen una determinada solución a los problemas. Podemos decir que este triángulo es el espacio donde se circunscribe la identidad que formulan los ciudadanos y el lugar desde donde se produce la percepción del ambiente político y electoral.

La identificación con un partido o candidato presentó una contingencia moderadamente alta con el candidato o partido señalado como la peor opción para el país (LR(72)= 178.511, p=.000, CC=.689). Quienes se identificaron con el PAN eligieron con más frecuencia como peor partido al PRD (46.4%) y como peor candidato a López Obrador (25%). Quienes se identificaron con Calderón señalaron a López Obrador (42.1%), al PRI (21.1%) y a Madrazo (15.8%). Quienes se identificaron con el PRI escogieron al PRD (42.6%) y a López Obrador (24.1%) como peor opción para el país. Los que se identificaron con Madrazo indicaron a Calderón (50%), al PAN (25%) y a López Obrador (25%). En contraparte, los que se identificaron con el PRD, señalaron al PRI (40%), a Calderón (24%) y a Madrazo (20%) como la peor alternativa. Los que se identificaron con López Obrador indicaron a Madrazo (33.3%), al PRI (33.3%) y a Calderón (25%). Como se puede observar, el candidato López Obrador concentró en mayor medida las aversiones de una y otra parte y, por lo tanto, la idea de que era uno de los candidatos a vencer. Lo anterior pudo generar ciertas formas de cohesión social.

 

Los escenarios electorales ciudadanos

Dentro del estudio se ofreció a los ciudadanos la posibilidad de imaginar qué escenario viviría el país en caso de ganar cada una de las fuerzas en contienda. Con el PRI y el PRD prevalecían expectativas negativas (65%), así como con otro partido (67%); sin embargo, con el PAN dominaban las expectativas positivas (56%) (cuadro 11).

Las personas con mayor escolaridad señalaron que en caso de ganar el PRI la consecuencia sería una mayor decadencia; las personas con menos escolaridad señalaron conflictos de diverso tipo (K-W: χ2(5)=12.067, p=.034, ή=.249, ή2=.062). Hubo diferencias respecto a las expectativas en caso de ganar el PAN por grupos de ingresos de los encuestados (K-W: χ2(5)=12.517, p=.028, ή=.263, ή2=.069). Las personas con menor ingreso indicaron con más frecuencia la opción de que el PAN cumpla sus promesas.

Los partidos o candidatos con quienes se identificaron los ciudadanos consultados introdujeron un perfil diferencial en las expectativas. En el caso de que ganara el PRI, los que se identificaban con ese partido y su candidato veían más frecuencia esperanza de desarrollo; quienes se identificaban con el PAN y Calderón, auguraban decadencia, y lo mismo quienes tenían afinidad con el PRD y López Obrador.

En el supuesto de que ganara el PAN, las personas que se identificaban con ese partido y su candidato Calderón consideraron con mayor frecuencia que habría un desarrollo del país; los afines al PRI pronosticaban más decadencia; los partidarios de Madrazo no esperaban que ocurriera nada; en tanto, quienes simpatizaban con el PRD preveían decadencia; los favorables a López Obrador, incertidumbre, y quienes no se identificaban con ningún partido o candidato, desarrollo.

En caso de que ganara el PRD, los que se identificaban con López Obrador y el PRD esperaban con más frecuencia desarrollo; los afines al PAN y a Calderón, decadencia; con el PRI, incertidumbre, y los partidarios de Madrazo, decadencia.

Las expectativas, en caso de ganar el PRD, se diferenciaron en la dimensión ideológica (K-W: χ2(5)=17.364, p=.004, ή=.338, ή2=.114). Las personas que señalaron que con ese partido en el poder habría desarrollo social son más de izquierda; los que vaticinaron conflictos y violencia, más de derecha.

 

Discusión

El proceso general de identidad que formulan los ciudadanos

Para los ciudadanos neoleoneses encuestados, la identidad ideológica con la izquierda y la derecha políticas estaba menos definida que la identidad con respecto al partido o el candidato. Así, la dispersión de la identidad era amplia entre las opciones de partidos y candidatos, pero las puntuaciones se concentraban en el centro de la dimensión ideológica; incluso se observaba gran concentración en los valores medios entre ciudadanos con distintas identidades partidarias. A su vez, la identidad con el partido era más fuerte que con el candidato presidencial del mismo partido, lo cual es consonante con la teoría de la identidad social que ha formulado Tajfel. El ciudadano se identifica más con un grupo (partido político) que con una persona (candidato), que en muchos casos es sobre todo un símbolo del grupo al que lidera y representa. Sólo los que se identificaron con el PRD se definían de izquierda y quienes se identificaron con Madrazo, de derecha; todos los demás se ubicaron en opciones de centro, incluyendo los que se identificaron con el PAN, Calderón y el PRI.

Así, el individuo urbano neoleonés como actor político se presenta como un ciudadano moderado y cauteloso (centro-derecha) en su percepción y evaluación de los actores sociales, quizá como consecuencia del gran peso de la Iglesia y la religión católica en la vida social, como lo ha señalado Martín Moreno (2006). Tal vez también debido a los 106 70 años de gobierno federal del PRI, partido que giró de una izquierda revolucionaria a una derecha liberal, modelo que se refrenda en los gobiernos locales del PRI y del PAN, respectivamente.

En consonancia con la teoría de la identidad social de Tajfel (1984) y la categorización de Turner (1987), la identidad con un partido o candidato orienta las expectativas y las valoraciones de los ciudadanos. Éstas fueron en gran medida positivas para el PAN y su candidato Felipe Calderón, pero negativas para el PRD y PRI. La excepción es la valoración del candidato López Obrador, quien fue catalogado positivamente. En este caso pudieron influir aspectos de carisma personal del candidato, que es una cualidad destacada y deseable en las personas con poder entre los jóvenes mexicanos, como lo han señalado Ortega y Moral (2008a).

Las personas que no se identificaron con ningún partido o candidato fueron las que adoptaron una actitud más pasiva y negativa con respecto al país y valoraron como malo y muy malo al gobierno de Vicente Fox. Manifestaron también una menor intención de votar, consideraron con más frecuencia que el problema del país no tiene solución y señalaron más los defectos y ninguna cualidad en los partidos y candidatos. Así, la falta de identificación induce a una menor participación política. Estos hallazgos son congruentes con los rasgos más comunes señalados por Assies (2003) en el grupo diverso de abstencionistas en México, que son pesimismo e infelicidad.

Aunque la correlación entre identidad con un partido o candidato y las acciones que se pueden emprender para lograr un país mucho mejor no resultó significativa, se observa que la mayoría de las personas sin una identidad definida consideraron que no son capaces de hacer ninguna contribución o propuesta para mejorar el país. Esto se explica por la teoría de la identidad de Ellemers (1993), quien refiere que la falta de identidad genera mayor desapego y actitud negativa hacia al país y la política. Este fenómeno también concuerda con la teoría psicosocial a nivel del desarrollo personal de Erikson (1968), según la cual la falta de identidad genera una falta de metas y acción.

Debe remarcarse que en el estudio la dimensión ideológica de la izquierda y derecha políticas está muy desdibujada; es decir, no se encuentra polarizada, lo cual es consonante con otros estudios realizados en Monterrey, como se observó en la investigación realizada por Infante (2001), la cual señala que para el ciudadano neoleonés es más deseable un posicionamiento hacia el centro que una polarización, esto es, el adoptar una actitud convergente. Éste es el atributo más destacado de quienes se identificaron con el candidato Felipe Calderón. Por el contrario, el definirse como de derecha es un defecto señalado en el PRI por quienes se identificaron con el propio partido, con Roberto Madrazo o con Calderón, aunque otro subgrupo de personas que se identificaron con el PRI consideraron como cualidad de este partido el ser de centro. Por lo tanto, el ciudadano urbano neoleonés promedio se define ideológicamente como de centro-derecha y en congruencia con ello desea que así sea el candidato y partido de su preferencia. Sólo el ciudadano joven muestra mayor polaridad y se orienta hacia la izquierda, proclive a los ideales de la igualdad y la libertad.

Se habla de una moderación o escasa definición, pero no de una confusión. Precisamente, existe una coherencia clara entre la identidad partidaria y la autodefinición ideológica en la dimensión de la izquierda y derecha políticas. Así, cuando los ciudadanos encuestados se identifican con otro partido (distinto de los tres mayoritarios) y promedian en la dimensión ideológica un valor de centro-derecha, se están refiriendo al PNA y su candidato Roberto Campa.

La identidad como proceso psicosocial permite reconocer los contornos de la ideología que sustenta el ciudadano, no desde un ámbito individual, sino como el resultado del estilo de vida que posee. A partir de ello, recupera y reordena la información disponible del medio social, la integra en un todo que ha venido formando tiempo atrás y al mismo tiempo la subordina a ese principio general ordenador. El soporte de las opiniones, valoraciones y expectativas ciudadanas no emerge de una situación particular, sino de la historia del ciudadano y de la búsqueda de coherencia que trata de lograr, estabilizando y justificando una situación social de mayor aliento, esto es, una historia posible donde ensambla los acontecimientos sociopolíticos de carácter colectivo, incluso históricos, con elementos y aspiraciones personales actuales.

 

Percepciones de las elecciones presidenciales en relación con los problemas y actores sociales

En las distintas zonas urbanas de Nuevo León, la mayor parte de los ciudadanos consultados expresaron una evaluación positiva del sexenio 108 de Vicente Fox. Como ha señalado Sabucedo (1996), la valoración positiva del gobierno saliente favorece la intención de voto hacia el partido político que está en el poder y su candidato, considerando que el ejercicio del poder suele desgastar al gobierno y al partido por las promesas y expectativas no cumplidas, así como por los errores cometidos y las medidas impopulares adoptadas. La valoración de los neoleoneses favoreció y fortaleció al PAN y a su candidato a la Presidencia. Además, esto viene reforzado por el hecho de que el PAN fue el único partido que generó entre los ciudadanos encuestados una expectativa positiva en caso de ganar las elecciones de 2006.

Cuando se les consultó sobre los principales problemas nacionales, los ciudadanos encuestados de Monterrey y su zona metropolitana destacaron inseguridad, desempleo y crisis económica. Ante ellos, se propusieron soluciones de mano dura, inversión y buen gobierno. Si consideramos algunos estudios realizados en la ciudad de México (González Pérez, 2006; González Navarro, López Gutiérrez y Carreón Borja, 1994) o en Nuevo León (Ortega, 2006; Ortega y Moral, 2008a), donde los núcleos de representación de la política nacional, de los políticos y del poder son muy negativos (corrupción, abuso de poder, mentira, ineficacia), entonces las soluciones de mano dura -esto es, denunciar los atropellos, ejercer más el control policial, implementar una justicia más efectiva, entre otras- para formular un buen gobierno indican un fuerte deseo de cambio con respecto al pasado inmediato. Una suerte de transición entre un pasado definido de un modo y un futuro diferente, aunque no tan definido.

Los ciudadanos consultados señalaron también problemas de violencia y convivencia y consideraron que entre las causas principales de ello están la rigidez y la intolerancia de los ciudadanos mexicanos. No obstante, la mayoría indicó la solución de mano dura. Así, quien observa la violencia no escapa de la causa señalada. Quizá esa rigidez e intolerancia constituyen una forma bastante común en el México contemporáneo y pueden estar determinando, en alguna medida, la evolución de las manifestaciones populares, como lo señala Quiroz Palacios (1999), sin quitar peso a temas pendientes, como la impunidad, el abuso y la injusticia. Del mismo modo, en un estudio sobre familia y crianza realizado en Nuevo León (Alvarez y Moral, 2006; Moral y Álvarez, 2008) se observó un factor importante de rigidez en los hábitos de crianza de las familias, especialmente en las de bajos recursos. En otro estudio, realizado también en Nuevo León, se evidenció el grado alto de autoritarismo del ciudadano, independientemente de su ideología política. El autoritarismo está íntimamente relacionado con la violencia como medio para resolver los conflictos y reducir las disidencias e inconformidades (Infante, 2002).

De esta forma, observamos que las evaluaciones que se hacen de los actores sociales y la gestión presidencial, así como las causas de los problemas sociales dependen en gran medida del proceso de identidad. Sin duda, éste se nutre de la articulación de los diversos elementos disponibles, pero hay un proceso de largo trayecto que organiza las opiniones y las propias valoraciones para hacerlas compatibles y coherentes, buscando construir un sentido más amplio de las cosas que permita crear una perspectiva ordenadora de las opiniones ciudadanas.

 

Diferencias demográficas en las percepciones

De las tres variables demográficas, la escolaridad fue la más diferencial, como también se señaló en otro estudio sobre los rasgos psicosociales de la participación en las elecciones de 1994 y 2000 en el Distrito Federal (González Navarro y Tinoco Amador, 2004). En Monterrey, los jóvenes se asumieron más de izquierda, criticaron a Calderón por ser de derecha y juzgaron que el PRD era como capaz y efectivo. Las personas con menos escolaridad valoraron de forma más positiva al PRI y señalaron que los problemas más destacados son la discriminación y la contaminación.

Las personas con menores ingresos consideraron que los problemas más relevantes son el narcotráfico y, también, la contaminación ambiental. En caso de que ganara Calderón esperaban que cumpliera sus promesas. Una ligera tendencia hacia la derecha y preferencia por el PRI en personas con escolaridad e ingresos bajos fue observada en un estudio realizado por Ortega y Moral (2008b), que incluyó a personas en situación de precariedad en Nuevo León.

El estudio que Ortega y Moral (2008b) llevaron a cabo con 112 personas que acudían a servicios de prestación social entre junio de 2002 y junio de 2003 indicó que la mayoría decía sentirse más cercana al PRI (70% de los hombres y 50% de las mujeres), enseguida al PAN (18% de los hombres y 14% de las mujeres) y en tercer lugar al PRD (2% de los 110 hombres y 6% de las mujeres). Al pedirles que se situaran en un continuo ideológico entre la izquierda y derecha políticas (del 1 al 10) se obtuvo una mediana de 6 (centro-derecha). Así, se veía una inclinación ligera hacia la derecha y una clara preferencia por el PRI en personas que tenían escasa escolaridad y bajo nivel de ingresos, de forma más definida en hombres que en mujeres.

Cabe preguntarse por qué estos ciudadanos neoleoneses en condiciones de precariedad, especialmente si tienen baja escolaridad, se definen de centro-derecha, cuando en otros países de Latinoamérica se posicionarían en la izquierda, incluso algunos hacia una izquierda radical, como describen varios autores (Galeano, 1988; Molina, 2008). La explicación es compleja y apela a múltiples causas. Una de ellas quizá subyace en la historia política de México, con el PRI como el partido en el poder durante 70 años, con un control ideológico muy fuerte sobre la población, a través de la enseñanza pública en el nivel básico y de los medios de comunicación. Este partido en su inicio era socialdemócrata y después giró hacia posiciones de derecha. Asimismo, esa característica se podría atribuir a la actuación de ciertos sindicatos al servicio del partido en el poder en épocas de fuerte autoritarismo, que comenzó a cambiar con el presidente priista Ernesto Zedillo (Fuentes, 1995). Otro factor importante que se debe considerar es la influencia de los oligopolios regiomontanos que han estado actuando como fuerzas políticas en las decisiones del estado y desde ahí como fuentes ideológicas, como señala Garza (1992). La influencia de la ideología neoliberal estadounidense en una región con fuerte emigración y contacto con Estados Unidos de América, también tiene su peso (Infante, 2001). Finalmente, pero no con menor importancia, la Iglesia católica ha tenido un peso central de la vida colectiva de México y ésta ha defendido una postura cristiana democrática o derecha moderada (Martín-Moreno, 2006).

 

Procesos subjetivos que orientan la participación ciudadana y las decisiones electorales

Las distintas variables nos han llevado a reconocer tres grandes procesos definidores de la participación ciudadana a partir de identificar los vértices de un triángulo organizador. Por una parte, un proceso de identidad en el que se enlazan los ciudadanos entre sí para reconocerse como semejantes y converger respecto de figuras orientadoras, como los partidos o los candidatos a la Presidencia. Esto permite organizar los distintos elementos disponibles de la dinámica social presente, pero desde una situación anterior a la que se analiza. Es algo que ya existe y que la circunstancia reordena, ya sea reforzándolo o modificándolo pero a partir de incorporar las nuevas variables. No se reorganiza psicosocialmente el medio en cada momento, sino que se ajusta a las nuevas condiciones. Ésta es la virtud del proceso de identidad que le otorga sentido a las decisiones que se deben tomar en un momento determinado.

En un segundo sitio ubicamos la percepción de los actores sociales de cara a las elecciones presidenciales. En este proceso intervienen los atributos positivos que el ciudadano le otorga a los actores, pero también, y de una manera fundamental, los aspectos negativos o amenazantes, que hacen emerger las opiniones o posicionamientos del ciudadano. La necesidad de acertar moviliza emociones, creencias y sentimientos, los cuales son parte de la relación simbólica que se establece con los actores. De esta manera, para el ciudadano se forja una imagen de cada uno de los actores y una imagen global que hace al mundo comprensible desde su realidad social y lo orienta en sus distintos comportamientos.

Pero la imagen no se presenta de una manera aislada, sino en relación con los problemas que los ciudadanos perciben de su realidad y de las formas en que los propios actores se dicen competentes para asumir sus propuestas de solución. Ésta es otra relación simbólica que establece el ciudadano, donde se ubica como evaluador y de ahí parte su definición positiva o negativa respecto de partidos y candidatos.

Estos tres elementos responden a la necesidad de entender los distintos procesos subjetivos que llevan al ciudadano a orientar su participación ciudadana y sus decisiones electorales. En sentido general, el ciudadano no se ciñe a toda costa a un proceso racional, esto es, el de cálculos costo-beneficio, sino a un proceso psicosocial donde se involucran diversas creencias, emociones y sentimientos. El ciudadano busca asignar un sentido a las relaciones a partir de sus modos de vida y frente a la definición del sufragio como una forma de participación. Queda claro que el sentido que le otorga a su participación define el significado que sus dinámicas anteriores le han otorgado.

El 2 de julio de 2006, el ciudadano neoleonés fue a votar en una 112 proporción promedio dentro de la participación electoral histórica (59.35%). Tras el conteo de votos y las anulaciones, al PAN obtuvo nueve diputados federales por Nuevo León (siete de mayoría relativa y dos de representación proporcional) (53%); la coalición Alianza por México (PRI-PVEM), siete diputados (cinco de mayoría relativa y dos de representación proporcional) (41%), y la Coalición por el Bien de Todos (PRD-PT), un diputado por mayoría relativa (6%) dentro de la lista del PT. En tanto, PNC y PASC no consiguieron ningún diputado (Cámara de Diputados, 2006).

En Nuevo León, 42.26% de los votos (738 206) fue para el PAN; 36.94% (645 259) para la Alianza por México; 8.30% (144 911) para la Coalición por el Bien de Todos; 6.48% (113 235) para el PNA; 1.05% (18 366) para el PASC y 0.5% (8 666) para el Partido Republicano. Los votos nulos representaron 3.56% de los emitidos (62 104). En el congreso estatal, el PAN obtuvo 16 de los 26 diputados de elección directa y seis de los 16 diputados por elección indirecta; además, resultó vencedor en 31% de los municipios (16 de 51). El PRI quedó en segundo lugar en cuanto a diputados de elección directa (10), correspondiéndole cinco diputados por elección indirecta, pero ganó 63% de los municipios (32). Así, el PAN aventajó al PRI con siete diputados estatales (22 contra 15). El PRD quedó en tercer lugar, muy por debajo del PAN y el PRI, ya que no obtuvo ningún diputado de mayoría, sólo tres de representación proporcional, y ganó en dos municipios (4%). El PNA ganó en un municipio (2%) y obtuvo dos diputados por representación proporcional. El PASC no ganó en ningún municipio ni obtuvo diputaciones estatales (CEENL, 2007). Así, los resultados fueron muy desfavorables para el PRD y el PASC, que eran las opciones de izquierda, y favorables para el PAN, PRI y PNA, que constituían las opciones de derecha. Parece que el temor a la izquierda finalmente pesó en el voto del ciudadano neoleonés.

Hemos de señalar que nuestros datos no registran la intención de voto, tan sólo identidad, valoración de los partidos y candidatos y expectativas. Así, la evaluación es indirecta, por lo que no podemos hacer afirmaciones sobre discrepancias entre sondeos y resultados, aparte del hecho de que nuestro muestreo es incidental. Para tal fin se puede acudir al estudio elaborado a partir de datos del IFE (ACNielsen, 2006) sobre el ajuste de la ley de Benford al cúmulo de conteo de votos por estados y momentos para revelar desviaciones hacia un resultado inesperado o manipulado.

 

Conclusiones

En términos generales, en los comicios de 2006 el electorado de Monterrey se definió en una posición de centro-derecha. La identificación con el partido resultó un factor determinante significativo para la valoración de los partidos y sus candidatos, así como de la percepción del ambiente político de México. En general, las evaluaciones sobre la situación del país y del gobierno de Vicente Fox fueron más positivas que negativas. Como preocupaciones nacionales destacaron la inseguridad, el desempleo y la crisis económica; ante esto, las soluciones que propusieron los encuestados fueron una forma de gobierno de mano dura, la inversión económica y el buen gobierno. Esto presupone una modalidad particular de cambio. En el fondo de las imágenes de los políticos se percibe una tendencia hacia el equilibrio y comparación entre unos y otros, pero donde la identidad asume el punto de partida y define la orientación general para la acción política, principalmente en el orden de lo electoral.

Congruente con la definición de centro-derecha del ciudadano, se valora a un candidato que posee una imagen de centro, pero se critica la orientación más derechista en los candidatos demócrata-cristianos. Esta definición es coherente con la autoimagen del ciudadano.

Respecto del nivel educativo, éste constituyó la variable que diferenciaba en mayor medida el tipo de respuestas, lo que indica que el proceso educativo formal es una vía de intervención para lograr un ciudadano pensante y con conciencia política crítica, capaz de reflexionar y contribuir con su participación a la mejoría del país.

Con el propósito de profundizar o reconocer el impacto de otras variables, se sugiere realizar estudios comparativos para evidenciar factores socioeconómicos e históricos de las identidades políticas regionales, ya que se carece de estudios de este tipo.

Acordes con los resultados de valoración, identidad y expectativas, en el estado de Nuevo León las preferencias electorales se inclinaron de modo preponderante hacia Felipe Calderón y el PAN, y en segundo lugar hacia el PRI. La Coalición por el Bien de Todos (PRD-PT) sólo reunió 8.3% de los votos, ganó en dos municipios y obtuvo un diputado federal y tres estatales, pese a que hasta 16% de los encuestados se identificaba con el partido o su candidato, quien tenía un balance de cualidades y defectos bastante equilibrado, e incluso positivo. No 114 obstante, los escenarios que los electores se planteaban en caso de que este partido obtuviera la victoria eran negativos, capitalizaba los miedos ante la pregunta de la peor opción para el país y recibía más apoyo de los jóvenes, que representan el grupo de edad con más abstencionistas. Precisamente, el abstencionismo fue muy alto (41%). A su vez, los indecisos se inclinaban más por el PAN. Finalmente, hay que señalar la gran limitación de este estudio, que es el empleo de una muestra no probabilística, aparte de que no se preguntó por intención de voto. De ahí que no sea posible responder a cuestiones de discrepancia entre expectativas de voto y resultados electorales.

En el juego de las identidades y evaluaciones, se observó un patrón claro de comparación y de contraste en consonancia con la teoría de Tajfel. Quien se identifica y elige una opción como la más adecuada parte de que existe una opción que considera que no es adecuada, la cual, por lo tanto, se debe contrarrestar o disminuir. De esta manera se equilibra el sentido de los partidos, de sus imágenes y de la identidad que le permite establecer los criterios de elección y exclusión. Pero no a la manera de la comparación de los productos que parecen independientes; por el contrario, la elección de uno depende del contraste con el otro, los atributos positivos dependen de los defectos de los otros. Es decir que no hay una mirada independiente de los actores, sino elementos socialmente compartidos que pueden ser comparados, contrastados y cotejados. De esta manera, la identidad no es una pieza separada que transporta el ciudadano en lo individual, sino que es el resultado de diversas operaciones cognitivas que elaboran los grupos de pertenencia, donde el ciudadano es un ente que contribuye a su elaboración y transformación. Esto se evidenció sobre todo a la hora de señalar cuál era la peor opción para el país o construir un escenario en caso de que ganara uno u otro partido. Ante estas preguntas, los ciudadanos encuestados que se identificaban con el PAN o Calderón y con el PRI o Madrazo, e incluso aquellos sin identidad política, concentraron las evaluaciones negativas en López Obrador y el PRD.

 

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