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Ola financiera

versión On-line ISSN 1870-1442

Ola financ vol.9 no.25 Ciudad de México sep./dic. 2016  Epub 05-Feb-2021

https://doi.org/10.22201/fe.18701442e.2017.25.57741 

Libros

De La gran transformación a la gran financiarización*

Kari Polanyi Levitt

Traducción:

Eugenia Correa

Wesley Marshall


Capítulo 2

Hayek: de Viena a Chicago. Arquitecto del credo neoliberal*

La gran transformación de Karl Polanyi fue publicada por primera vez en Estados Unidos en 1944, y El Camino de servidumbre de Friedrich von Hayek fue publicado en Inglaterra en ese mismo año. Ambos autores estaban preocupados sobre la libertad en una sociedad compleja y moderna, pero sus conclusiones fueron diametralmente opuestas. Hayek consideró al socialismo y planificación económica, en cualquiera de sus variedades, como una amenaza a la libertad personal. La libertad, argumentaba, debe estar fundada en una economía con derechos de propiedad y libre competencia en los mercados laborales y de capital, garantizada por el imperio de la ley y asegurada por la intervención política. Polanyi era un socialista que creía que la economía debe estar subordinada a las prioridades sociales determinadas por los procesos políticos de la gobernabilidad democrática. Al mismo tiempo rechazaba la planeación central soviética por excesivamente burocrática y autoritaria, para Polanyi no era el experimento soviético sino el crecimiento del fascismo lo que constituía un desafío a los valores de la civilización occidental. Mientras que Hayek miraba hacia atrás sobre el orden económico burgués del siglo XIX como una utopía liberal, Polanyi atribuía el colapso de esa civilización al sojuzgamiento de los medios de vida de los individuos y las naciones a los dictados de las impersonales fuerzas del mercado. Recordamos su conclusión que señala “A fin de comprender el fascismo alemán, debemos volver a la Inglaterra ricardiana” (Polanyi 1944 (2001); 32/78).

Ambos, Hayek y Polanyi, llegaron a Inglaterra desde Viena al inicio de los años treinta. Hayek estaba trabajando en las oficinas de la Cámara de Comercio Austriaca, donde había establecido un pequeño instituto para el estudio del ciclo de los negocios, desde donde fue proyectado de la relativa obscuridad hacia la prestigiosa Presidencia Tooke en Ciencia Económica y Estadística de la London School of Economics por Lionel Robbins en 1931. La intención de este nombramiento era contener la influencia de Keynes y sus políticas no ortodoxas de expansión monetaria temida como peligrosamente inflacionaria por los intereses financieros de la City. Polanyi estaba en esos mismos momentos siguiendo la crisis económica mundial y su propagación hacia el oeste, desde el colapso de la Viena Creditsanstalt, hacia Francia, Gran Bretaña y, eventualmente a Estados Unidos, en su columna semanal en el Oesterreichische Volkwirl. Como la sombra del fascismo se deslizaba sobre Europa Central, le pidieron a Polanyi su renuncia al Comité Editorial y su salario se dio por terminado. Él se fue a Inglaterra en 1933. Polanyi y Hayek no se conocieron personalmente. Ellos vivieron en diferentes mundos en la Viena de los años veinte. Mientras que Hayek miraba hacia atrás, al liberalismo de la Bella Época de la Viena Imperial anterior a la guerra, Polanyi admiraba la Viena Roja de los años veinte como un notable logro y un modelo de socialismo municipal.

En este capítulo y el siguiente, encontramos a Hayek y Polanyi en la Viena de los años veinte, donde las mayorías socialistas habían dominado la política desde la fundación de la República de Austria en 1918. Un especial objetivo de los debates de Hayek en los años veinte fue el régimen de control de rentas y vivienda pública, el cual efectivamente eliminó la construcción residencial privada de altas rentas (Hayek 1929). Las familias de la clase trabajadora eran ahora privilegiadas en el acceso a departamentos de baja renta modernos, espaciosos, luminosos, con parques, escuelas infantiles y otras instalaciones comunitarias. Esos programas junto a una profunda reforma educativa basada en las teorías de la psicología de Alfred Adler, más la participación en gran escala de los trabajadores de Viena en una notable variedad de actividades educativas, culturales y recreativas, organizadas por la administración municipal socialista, hicieron a la Viena Roja una pequeña pieza de clase mundial con estilo de vida urbana de vanguardia.

La élite intelectual de Viena eran simpatizantes socialistas. En Viena tan solo 350 mil personas pertenecían a las organizaciones socialdemócratas, mientras que los sindicatos socialistas comprendían 700 mil trabajadores. Ernst Fischer1 escribió: “Nunca antes ha sido tan poderoso un partido Socialdemócrata, tan inteligente y atractivo como lo fue el partido austriaco de mediados de los años veinte.” (1959:143) De acuerdo con otro contemporáneo:

[las] reformas paso a paso iban a ser la primera línea de bloques de construcción de una sociedad socialista… La justificación final del socialismo derivada de nuestra expectativa de que ello ayudaría en un nuevo hombre, en una nueva moralidad… La esencial de ser un socialista es la posesión de ciertas posturas éticas acerca de la justicia y de los derechos de nuestros compañeros. (Zeizel, 1985: 123, 131).2

Hayek venía de una buena familia patriarcal; participó como oficial en la Gran Guerra, obtuvo un doctorado en Leyes y Ciencia Política de la Universidad de Viena en 1922 y estuvo un año en Nueva York (1923-1924) antes de regresar a compartir con Ludwig von Mises su Privatseminar. En la configuración intelectual de Viena de los años veinte, Hayek, su maestro Mises y sus asociados eran desadaptados, los remanentes de las élites urbanas privilegiadas de la Viena Imperial, cuya seguridad había sido destrozada, cuyos ahorros habían sido diezmados por los tiempos de guerra y la inflación de posguerra, y cuyos impuestos habían financiado los programas pioneros de vivienda de la Viena Roja. En su salones y cafés favoritos ellos alimentaban sus miedos a la dictadura del proletariado.

Mises y Hayek estaban asustados por el programa Linz de 1926 del Partido Socialdemócrata, quien resolvió defender la Constitución Democrática de Austria -por la fuerza armada si fuera necesario- contra las amenazas del Partido Socialcristiano Conservador de aplastar a la clase obrera y sus organizaciones. Los herederos de la tradición liberal de los años de 1860 hicieron causa común con las crecientes fuerzas de fascismo clerical en sus temores acerca de las clases trabajadoras. La suspensión del parlamento en 1933 fue seguida por la violeta destrucción del movimiento de la clase trabajadora en febrero de 1934, dejando el país indefenso contra la ocupación de Hitler en 1938.

La caída del liberalismo austriaco

Hayek nació en Viena en el cambio de siglo (1989) en la breve etapa del orden constitucional liberal establecido en los años de 1860 -los que privilegiaron el crecimiento de la clase de los banqueros, industriales y comerciantes, y encontraron su soporte social entre las clases medias urbanas alemanas y de lengua alemana judía- que fue desafiado por los movimientos populistas anticapitalistas de derecha e izquierda.

Durante el último cuarto el siglo XIX, el programa que los liberales habían ideado contra las clases altas ocasionó una explosión en las bajas. Los liberales lograron la liberación de las energías de las masas, pero contra ellos mismos, más que contra sus antiguas enemigos. Los católicos, separados de la escuela y el palacio de justicia, como acompañante de la opresión aristocrática, regresaron hacia la ideología de los campesinos y artesanos, para quienes el liberalismo significó capitalismo y éste significó judío. El liberalismo (Laissez-faire), vestido para liberar a la economía de los grilletes del pasado, convocó a los marxistas revolucionarios del futuro (Schorske 1981:117).3

El llamado del Partido Socialcristiano Conservador estuvo fundado sobre el sentido de la tradición del “pequeño hombre”, el pequeño productor y el pequeño artesano que se sintió amenazado por el capitalismo liberal. Los objetivos del partido eran la “libre pensadores, altamente educados y capitalistas, frecuentemente judíos, y de alguna manera, fuerte creencia en el liberalismo manchesteriano, materialista y positivista (Kitchen 1980:36).

Aquí es importante entender el papel de alto perfil jugado por los judíos de lengua alemana en la vida económica de la Austria Imperial. Esto era verdad particularmente en aquellas áreas que subsecuentemente se convirtieron en la República de Austria. Las oportunidades profesionales y comerciales abundaron debido a la casi completa ausencia de una burguesía nativa. Esto no era así en Bohemia o Moravia, donde los capitalistas alemanes jugaron el papel clave. Como centro del Imperio de Habsburgo, Viena atrajo a un gran número de inmigrantes judíos.4 Un número considerable de banqueros ricos e industriales de Viena, y de las provincias alpinas, eran judíos -posiblemente la mayoría. Los judíos también eran prominentes en las profesiones liberales. En la mente de los austriacos el término “judío” y “capitalista” tendieron a concurrir (Borkenau 1938: 92-117; Craver 1986: 22-23).

Visto que el populismo de los socialcristianos era capitalista y antisemita, el desafío de la socialdemocracia al orden capitalista liberal estaba encuadrado en los intereses de clase de los trabajadores, quienes habían sido en gran medida excluidos de los beneficios económicos y no tenían voz política en el Parlamento. El Partido Socialdemócrata austriaco fue fundado por Víctor Adler en 1889 en el Congreso de Hainfeld, que unificó a los grupos radicales con los moderados en un partido. Su base política estaba principalmente entre la clase trabajadora urbana. Su fundación ideológica estaba basada en Marx y Lasalle. El movimiento creyó en el progreso, la industrialización y la histórica inevitabilidad del socialismo.

En 1907 la clase obrera ganó el sufragio directo universal en el parlamento del Imperio Austríaco seguido de una masiva manifestación organizada por el Partido Socialdemócrata en Viena. Mises describió el evento en sus memorias: “Viena estaba completamente paralizada y 250.000 trabajadores marcharon sobre la Ringstrasse, pasaron por el parlamento a la manera militar en filas de ocho bajo el liderazgo de los dirigentes del partido”. Mises denunciaba que “los socialdemócratas habían arrancado su derecho por la fuerza,” ellos “trataban de intimidar y llevar al Parlamento al infierno a través del terror” debido a que, como él lo explicó, “la Constitución austriaca prohíbe expresamente las reuniones públicas en la calle enfrente del Parlamento” (1978:89). Es claro que Mises encontró en esta manifestación del deseo de las masas de alcanzar el derecho al voto como aterrador. En la primera elección con sufragio universal, los socialdemócratas ganaron 83 de los 516 asientos del Parlamento Imperial austriaco. Para agregar una mayor dimensión a las complejidades de la política de la Austria Imperial, debemos explicar que la administración Habsburgo percibía a los socialistas cosmopolitas como los menos peligrosos para continuar gobernando, que las estridentes afirmaciones nacionalistas de los checos y eslovenos. Era posible alcanzar las demandas socialistas por el voto y las medidas de reformas sociales, mientras que las aspiraciones nacionalistas de las regiones no alemanas pudiera no acomodarse en la estructura del régimen de Habsburgo.

En sus comentarios sobre la caída de la “cultura liberal” austriaca del siglo XIX, en los años del fin de siglo de Viena, Schorske agradeció la continuidad de esa tradición en la filosofía de los socialdemócratas: “de todas las revueltas cercanas aspirando a reemplazar a los padres [liberales], ninguna tiene las características paternales más profundas que los socialdemócratas. Su retórica era racionalista, su secularismo militante, su fe en la educación virtualmente ilimitada” (1981: 119). Las políticas de la primera posguerra en Austria fueron tomando forma en ese contexto entre los conservadores católicos y los socialistas: negros contra rojos.

El nacimiento de la Primera República Austriaca

Para la plena comprensión del individualismo virulento y antisocialismo de Mises y Hayek, tenemos que considerar las circunstancias catastróficas que quebraron el nacimiento de la Primera República Austriaca (1918) desde las ruinas del Imperio Austro-Húngaro. El conocimiento del inminente fin de una era de seguridad, estabilidad y disfrute de una alta cultura, habían terminado con la atmósfera de Viena en la década precedente a la quiebra de la Gran Guerra: va prevaleciendo un sentido de inminente fin del mundo (Weltuntergang), de “caída a pedazos”, Ernst Fischer lo describe como sigue:

Como de costumbre, las cosas fueron llegando a Austria más tarde que en otras partes; no sólo la premonición de la inminente catástrofe, la intensificada sensibilidad, la pérdida de realidad. Algo estaba llegando a un fin -no solamente la monarquía, no sólo el siglo, sino todo un mundo “adulado por la decadencia”, como George Trakl lo tiene en uno de sus poemas. Aquellos quienes estaban más sensibles a todo esto debido a la ambigüedad presente entre la civilización y antisemitismo, entre privilegio y vergüenza del rechazo, fueron los intelectuales judíos, junto con las viejas familias patricias, un estrato de burócratas cultivados y la elite del Partido Socialdemócrata de los trabajadores. Todo ello estaba en Viena, en su estado más interesado e interesante. (1959: 76)

La posguerra en Viena, las demandas de sus numerosos oficiales hambrientos de pensión y todo aquello que formó el antiguo Imperio Austrohúngaro, fue compartido con tres vecinos y cuatro provincias alpinas para crear la “Nueva” Austria, un grupo de 6 millones de germano-parlantes que se levantaron después de la secesión de Checoslovaquia y Yugoslavia, seguidos de Polonia y Rumanía. Las antiguas metrópolis de gran tamaño del imperio multinacional de 50 millones, eran vistas con horror por las provincias alpinas, como “Rojas” y “plagadas de judíos”. La Nueva República había generalmente creído no ser viable. Los socialistas habían visto tradicionalmente en unión con Alemania, una opción vetada por los poderes aliados; el mayor sueño en la mente conservadora de una Federación del Danubio de los antiguos territorios imperiales. Sin embargo, el país se volvió crecientemente dependiente de la asistencia externa desde los poderes victoriosos de la Entente.

El largamente esperado colapso del orden de cosas de los Habsburgo precedió el establecimiento de la Primera República en noviembre de 1918. En octubre de 1916, Fritz Adler, hijo Víctor Adler y apasionado oponente a la guerra, se volvió héroe por un instante cuando asesinó al Primer Ministro de Austria. Él fue celebrado por la población de Viena, profundamente desilusionada con la guerra y enojada con aquellos que ganaban con ella, mientras la muerte acechaba los campos de batalla. La Revolución Rusa de Octubre de 1917 puso al socialismo en la agenda de Europa Central -y despertó los profundos temores de las clases gobernantes. El Partido Socialdemócrata austriaco había para entonces abandonado sus ambiciosas posiciones en relación a la guerra y en enero de 1918 organizó varias huelgas generales. Las autoridades imperiales no fueron capaces de proveer a los soldados en el frente y a los trabajadores industriales en las ciudades de alimento. Los socialistas habían organizado a los soldados y a los trabajadores industriales en consejos de trabajadores y soldados, los que pronto se volvieron la única administración funcionando en el territorio capaz de manejar la crecientemente severa reducción de alimentos y combustible para calefacción. La revolución estuvo en agenda durante 1918 (Reventlow 1969; Hautmann 1971) Víctor Adler murió en la víspera de la proclamación de la Primera República austriaca en noviembre de 1918, Karl Renner fue nombrado el primer canciller del gobierno provisional. La hermana República de Hungría fue establecida en octubre de 1918, con Count Karolyi como su primer presidente. La era de los Habsburgo había terminado. En marzo de 1919 Bela Kun desplazó el régimen de Karolyi. La corta vida de la República Soviética Húngara fue derrotada en agosto de 1919 por una combinación de fuerzas, incluyendo la intervención militar de los estados vecinos. En Austria el liderazgo del poderoso Partido Socialdemócrata con 350.000 miembros exitosamente previno que las fuerzas de ultraizquierda empujaran la situación hacia el establecimiento de un régimen revolucionario tipo húngaro.

Los socialistas emergieron de las elecciones de 1919, con el 48% de los votos Y entraron en una coalición con los conservadores Socialcristianos, quienes controlaban las cuatro provincias alpinas. Otto Bauer se volvió el ministro de asuntos exteriores y Primer Jefe de la Comisión de Socialización. Joseph Schumpeter sirvió brevemente como Ministro de Finanzas, de marzo a octubre de 1919.

En la primavera de 1919, Bauer introdujo su programa de socialización llamando a la gradual administración pública de las grandes plantas de carbón, hierro y acero y eventual control de todos los sectores de la economía (Rabinbach 1983:24). Este no era un programa de expropiación, sino de socialización restringida gradual. Este tuvo, en su inicio, el completo apoyo de Schumpeter, quien advertía de la necesidad de excluir de este programa a aquellas industrias que dependían fuertemente de la disponibilidad de moneda extranjera.

Como parte del programa de reconstrucción, Schumpeter propuso una exacción sobre el capital, en sus propias palabras, una “enorme incursión en los derechos privados de las clases propietarias… tenemos que hacerlo”. Esta exacción sobre el capital podría ser dirigida exclusivamente hacia el pago de la deuda de la guerra. Adicionalmente él propuso la creación de un banco central independiente, la estabilización de la moneda, los impuestos indirectos para nivelar la carga de una estrategia industrial que atraiga al capital doméstico y extranjero (Marz, 1984: 323).

Schumpeter peleó con Bauer, quien estaba en desacuerdo con la necesidad de préstamos extranjeros, mientras su intransigencia sobre la exacción al capital no se alineó con los conservadores socialcristianos, quienes quitaron su apoyo al programa. Schumpeter renunció, y en 1924, dejo Austria para ir a Bonn, y más tarde a Harvard en 1932. De acuerdo con Marz, “por un lado él era muy radical y por él otro muy pragmático, muy obstinado”(1986: 330). La socialización dio paso a una rica literatura en la que varios destacados economistas austriacos participaron, incluyendo Schumpeter, Lederer y Neurath -y también Polanyi. Bauer (1919) defendió una forma de socialismo gremial, mientras Mises (1920,1922) contribuyó con un virulento ataque a cualquier forma de economía socialista.

Al mismo tiempo que se calentaba el debate relativo a la forma de una economía socialista, la población de Viena estaba literalmente congelada y hambrienta. La nueva Austria, que había dado la espalda a sus fuentes tradicionales de oferta de alimentos y materias primas, estaba en el caos. Los checos se negaban a embarcar carbón. La hiperinflación no había terminado sino hasta mediados de 1922. El desempleo alcanzó los 300.000 trabajadores a principios de los años veinte. Austria había sobrevivido en virtud de la ayuda alimentaria aliada y las actividades de caridad de las organizaciones extranjeras no gubernamentales. El producto nacional no se recuperó a los niveles previos a 1914, sino hasta 1928-1929. La coalición se rompió, los programas de socialización fueron efectivamente suspendidos después de que Ignaz Seipel se volvió canciller en mayo de 1922. Él estabilizó la moneda, un nuevo Schilling igual a 10.000 coronas, con la asistencia de un programa de la Liga de las Naciones, no tan diferente a las condicionalidades de los programas de ajuste del Fondo Monetario Internacional (FMI). Miles de funcionarios públicos fueron despedidos, los restantes subsidios fueron cancelados, se impusieron nuevos impuestos, y la propuesta de impuestos al capital fue suspendida. Un supervisor de la Liga de las Naciones fue instalado para vigilar la implementación de la estabilización, lo que “correspondió con la vía del pensamiento dominante en la economía académica contemporánea. Para una economía debilitada por la enfermedad de la inflación, esta teoría sostiene que la salud económica puede ser restaurada solamente por una severa disciplina fiscal y monetaria” (Marz 1986:499).

Este fue el contexto en el que Mises expuso su visión, la cual fue, como Fritz Machlup señaló, impopular entre la mayoría del pueblo, considerado como la élite:

Mises peleó contra el intervencionismo mientras que casi todos estaban a favor de alguna acción gubernamental contra las malvadas consecuencias del laissez-faire. Mises luchó contra la inflación mientras que la gran mayoría de la gente estaba convencida que solamente una valiente expansión de dinero, crédito y presupuesto gubernamental, podría asegurar la prosperidad, pleno empleo y crecimiento económico. Mises también combatió el socialismo en todas sus formas, mientras que muchos intelectuales habían dejado al capitalismo para ser reemplazado ya sea pacíficamente o por la revolución, por el socialismo o el comunismo. Mises peleó contra el igualitarismo coercitivo mientras que cada ciudadano “magnánimo” pensaba que la justicia social requería redistribución de la riqueza y/o del ingreso. Mises peleó contra los sindicatos apoyados por el gobierno, mientras que los profesores progresistas de ciencia política presentaban el creciente poder de los sindicatos como un ingrediente esencial de la democracia. Hayek se convirtió en el más poderoso exponente y defensor de la visión económica y política de Mises (Machlup 1981: 10-11).5

La Escuela Austriaca de economía

Entender el lugar de Hayek como el inicio de la cuarta generación de la escuela austriaca de economía, es importante para apreciar que, ni sus fundadores, Carl Menger, ni sus dos sucesores -Eugen von Böhm-Bawerk (1851-1914) y Friederich von Wieser (18511926)- fueron antisocialistas radicales. Böhm-Bawerk era un verdadero liberal y su Privatseminar en la década anterior a 1914 estuvo enriquecido por una importante controversia con el pensamiento marxista en relación a la naturaleza del capital. Los participantes incluyeron a Joseph Schumpeter, Ludwig von Mises, así como figuras socialistas tales como Otto Bauer, Karl Renner, Rudolf Hilferding y Otto Neurath (Marz, 1986). Los enfoques austro-marxistas en políticas macroeconómicas estuvieron condicionados por la formación intelectual de aquellos cuyas sobresalientes luces fueron alcanzadas por su entrenamiento en economía en los mejores años de la Escuela Austriaca de antes de 1914.

Friederick von Weiser, contemporáneo de Bohm-Bowerk, fue quien ocupó el sitial de economía en la Universidad de Viena, durante cerca de dos décadas decisivas. Él no era un liberal laissezfaire. Su credo socioeconómico se puede resumir como sigue:

Construido a partir de una fuerte base conservadora y católica, él era un intervencionista liberal… con una mezcla de sentimientos racistas, a su vez encontraba posible admirar a Marx. Sobre todo, él fue un admirador del Estado como guía debido a la suprema visión de su propia clase burocrática. (Strissler, 1986).

El intervencionismo y el antisocialismo actual en la Escuela Austriaca que fue tan llamativo para Lionel Robbins en los años veinte, fue la singular contribución de Ludwig von Mises (18811973) y fue finalmente llevada al mundo angloamericano por su protegido, Hayek. Aquí debe de ser subrayado que el extremo anti intervencionismo de Mises no era compartido por todos los miembros de su seminario. En un excelente resumen de los principales postulados de la Escuela Austriaca, Fritz Machlup (1981), un contemporáneo de Hayek y por una vez miembro del Privatseminar de Mises, señaló que la “soberanía del consumidor” y el “individualismo político” fueron agregados de la bifurcación de Mises de la economía austriaca.

El Privatseminar de Mises

Aunque Viena se mantuvo como uno de los tres mejores lugares para estudiar economía durante los años veinte y principios de los treinta (los otros eran Estocolmo y Cambridge, Inglaterra), el centro de la actividad de investigación cambió desde la Universidad de Viena al Privateseminar y el Instituto de Investigación. Mises, quien imponía respeto como el más capaz de la tercera generación de la gran Escuela Austriaca, no tenía una posición en la Universidad; como tampoco Schumpeter. Él se ganaba la vida trabajando en una actividad administrativa de la Cámara de Comercio de Viena. Su Privatseminar, que se realizaba dos veces al mes en su oficina, desde su fundación en 1922 hasta 1934, cuando partió a Ginebra, fue considerado por Oskar Morgenstern como “de lejos el más importante en los años treinta de cualquier otro en la Universidad” (Craver 1986:14). De acuerdo con Hayek éste ya lo era en los años veinte. Claramente, Mises era la figura central en la comunidad de los economistas vieneses. Muchos de los participantes regulares del seminario subsecuentemente alcanzaron reconocimiento internacional, incluyendo Fritz Machlup, Gottfied von Haberler, Oskar Morgenstern, Gerhard Tintner y Paul Rosenstein-Rodan. El seminario no estaba confinado a economistas, incluyó a sociólogos, historiadores, matemáticos, filósofos, y un número de hombres de la comunidad de banqueros y de negocios. Una invaluable fuente de recolección del seminario de Mises fue provista por una de sus participantes regulares Martha Steffie Braun (Browne 1981: 1).

Muchos de los participantes también pertenecían a otros “círculos” fundados por Hayek y J. Hebert Furth en 1921, que ellos llamaron los Geistkreis, donde se discutían temas del más amplio rango filosófico: música, literatura, filosofía política, teoría de la relatividad y más. El círculo de Hayek excluyó a las mujeres, cuya participación estaba confinada a servir el té y galletas (Browne 1981:1). Durante los años veinte hubo una estrecha relación entre el grupo de Mises en Viena con la fundación Rockefeller asentada en Estados Unidos, que estimulaba a los economistas austriacos del círculo Mises-Hayek a visitar Estados Unidos y llevar economistas extranjeros a Viena. Entre los economistas que visitaron Viena están Howard Ellis, Albert G. Hart, Ragnar Nurkse, Alfred Stonier, Hugh Gaitskell y John van Sickle, un americano cuya conexión con la fundación Rockefeller fue particularmente útil para los miembros regulares del grupo (Craver, 1986:15).

A pesar de sus desacatos en la investigación empírica, Mises se permitió a si mismo ser persuadido por Hayek para levantar un Instituto de Investigación sobre el ciclo de negocios a partir del modelo del instituto estadounidense, el cual Hayek había visitado en 1924. Estuvo localizado en las instalaciones de la Cámara de Comercio y fue inicialmente financiado por las contribuciones de la comunidad de negocios.

En enero de 1927, Hayek fue nombrado director del recientemente formado Institut fur Konjuktursforschung. Fue un asunto de poquísimo dinero con un personal de solamente dos empleados, hasta que la fundación Rockefeller les dio mayores fondos. Hayek atrajo a Oskar Morgenstern (quien le sucedió como director después de su partida a Londres) e incorporó a otro amigo economista Gottfied Haberler, para obtener empleo temporal (Craver, 1986:19). Después de la partida de Hayek en 1931 y de Mises en 1934, Morgestern emergió como la figura central en la comunidad economistas de Viena. El trabajo del instituto se volvió más científico, matemático y econométrico, con la participación de matemáticos calificados como Abraham Wald y Gerhart Tintner. Subsecuentemente, Morgenstern colaboró con el brillante matemático húngaro John von Neumann, en la fundación de la teoría de juegos.

Hayek en la London School of Economics

Como se señaló antes, Hayek fue invitado a la London School of Economics (LSE) por Lionel Robbins, un amigo y admirador de Ludwig von Mises y uno de los pocos economistas ingleses familiarizado con la lengua alemana y con la Escuela de Economía de Viena en los años veinte. John Hicks recordó que Hayek creó un gran revuelo entre los jóvenes que Robbins había reunido alrededor de él cuando se volvió profesor y jefe del departamento en 1929. Este grupo, escribió Hicks:

[compartió] un punto de vista común, o incluso, se podría decir, una fe común. Algunos de nosotros, especialmente Hayek, ha mantenido en los últimos años esa fe; otros como Kaldor, Abba Lerner, George Shackle y yo mismo hemos salido de ella, en mayor o menor medida… La fe en cuestión era una creencia en el libre mercado o en el “mecanismo de precios” -que un sistema competitivo libre de todas interferencias por el gobierno… podría fácilmente encontrar un equilibrio (Hicks 1981: 2).

El encuentro con Hayek fue parte de un esfuerzo deliberado por parte de Robbins para apuntalar la fortaleza del liberalismo económico en la LSE, después de un breve periodo durante el que el Departamento de Economía había sido encabezada por Hugh Dalton (1926.1927), quien más tarde sirvió como Canciller de Hacienda del Partido Laborista, y Allyn Young. Además, el grupo de economistas conservadores incluyó a Frederic Benham y Arnold Plant.

La influencia del Escuela Austriaca sobre la enseñanza de economía en el mundo de habla inglesa fue transmitida no sólo a través de Hayek, sino también a través de Robbins, cuyo An essay on the Nature and Significance of Economic Science de 1932 ha dado con la definición clásica del objeto de la materia como “la teoría de la colocación de recursos escasos en usos alternativos” (Kirzner 1986;140-147). Esta definición formal finalmente desplazó la más sustantiva aunque menos elegante definición de Marshall. Como observo Joan Robinson en su Richard T. Ely lecture “la fecha de su publicación fue poco afortunada. Para el momento en que libro salió había tres millones de trabajadores desempleados en Gran Bretaña y la medida estadística del Producto Nacional Bruto (PNB) en Estados Unidos había recientemente caído a la mitad de su nivel anterior.” El libro apareció, ella señala, con característica acidez, “cuando los medios para cualquier fin, habían sido raramente menos escasos” (1972:1).

En 1931, el Partido del Trabajo de Ramsay MacDonald se había unido con los conservadores en el Gobierno Nacional comprometido con la disminución del gasto público y recorte de los salarios de la clase de los trabajadores, en defensa de la libra esterlina y de los intereses de la City. La visión prevaleciente de la comunidad de economistas académicos era que el masivo desempleo se debía a los salarios excesivamente altos.

En ese momento el grupo de los jóvenes economistas de Cambridge asociados a J.M. Keynes fueron desarrollando las teorías mayormente no ortodoxas que desafiaron esa sabiduría y que fueron, sin duda, vistas por los intereses rentistas de la City como un golpe a la estabilidad financiera y a la edificación del Imperio. Hayek fue llevado a Londres como una contraofensiva a Keynes (Robinson, 1972:2). Sus teorías de ninguna manera eran fáciles de entender pero indudablemente reconfortantes, en la medida en que su antisocialismo se acoplaba bien con su aversión a la expansión monetaria como un instrumento de política. La traumática experiencia de la inflación de posguerra ciertamente contribuyó al rechazo de Hayek a confiar en la expansión monetaria.6 Recordemos, además, que el Consejo de Gobierno de la LSE tenía una estrecha relación con la City.

La teoría del ciclo de Comercio de Hayek,7 aquella que él enseñaba en las clases de licenciatura durante esos años en la LSE, rechazaba el subconsumo o la deficiencia de la demanda como un mecanismo explicativo. Las inyecciones de crédito durante las recesiones podrían, de acuerdo con su teoría, solamente hacer empeorar las cosas creando un auge artificial, seguido de una caída aún peor. La teoría era una de desconexión intertemporal en la medida en que cambios en la disponibilidad de crédito y las tasas de interés afectan los precios relativos de los bienes futuros contra los presentes y entonces afectan la colocación de recursos entre más o menos las diferentes direcciones de la producción: Hayek explicó que las inyecciones de crédito fueron posiblemente lo que exacerba la desconexión y retrasan el ajuste entre la producción de bienes de producción y la producción de bienes de consumo (Garrison y Kirzner 1987).

Joan Robinson nos ha dado un reporte gráfico de la visita de Hayek en 1931 a Cambridge, cuando él cubrió un pizarrón con sus famosos triángulos. Lo que parecía que él estaba argumentando era que la caída era causada por el excesivo consumo lo que reducía la acumulación de bienes de capital. Lo que parece una sobreoferta de capital y una falta de demanda por bienes de consumo, es en realidad una muy alta demanda de bienes de consumo y una insuficiente oferta de capital (Rosner 1988). R.F. Kahn quien en ese momento trabajaba sobre su explicación de cómo el multiplicador iguala el ahorro con la inversión, hizo a Hayek la siguiente pregunta: “es su visión que si yo fuera mañana y compro un nuevo abrigo eso podría aumentar el desempleo?” Hayek respondió: “si pero (señalando sus triángulos sobre el pizarrón) tomaría un muy largo argumento matemático explicar por qué.”

El camino a Chicago

De todos los amigos jóvenes de Mises y sus colegas, ninguno era más fiel que Hayek es su dedicación a combatir el socialismo. El debate de Viena “Cálculo Económico en la Mancomunidad Socialista” (1920) tuvo lugar en un mundo en que nunca antes había existido, y que aún no existía hasta ese momento, una economía socialista funcionando. La situación fue de alguna manera diferente cuando el debate concerniente a una economía planeada centralmente se retomó de nuevo en la Gran Bretaña en los años treinta, después de la publicación de los famosos artículos de Oskar Lange y Frederick Taylor que mostraban que los precios sombra podían ser usados por las autoridades planificadoras, una aproximación ideada por Enrico Barone poco antes de 1909, aunque no había llamado la atención de Mises previamente. Michael Polanyi -físico, filósofo, hermano de Karl y miembro fundador de la sociedad Mont Pelerin- quien compartió los temores de Hayek de la planeación central, señaló: “si la planeación es imposible al punto de lo absurdo, ¿qué están haciendo las llamadas economías planeadas? Y cómo puede la planeación central, si ésta es absolutamente incapaz de alcanzarse, ser un peligro para la libertad individual, como muchas veces la acusan? (“The logic of liberty”, 1951, citado por Cristi 1986).

En lo más alto de los grandes debates sobre la reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial en Gran Bretaña que llevó a la fundación del Estado de Bienestar, Hayek publicó su polémico libro, contra todas las variedades de planeación social económica. The Road of Serfdom (1944) atrajo poca atención en Inglaterra pero considerablemente más en Estados Unidos, donde fue publicada como serie en el Reader’s Digest e interpretada como un ataque al New Deal.

Inicialmente deseando estar radicado en la Europa de la posguerra, Hayek escogió migrar a Estados Unidos. Pero ni la Escuela de Leyes ni la Escuela de Negocios ni el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago estaban preparados para hacerle una oferta porque The Road of Serfdom no era considerado un trabajo escolarmente meritorio como un aporte académico. Eventualmente el presidente de la universidad arregló una posición con fondos Volker en el Comité de Pensamiento Social en 1950, y Hayek entonces se volvió el decano de lo que vendría a conocerse como la Escuela de Chicago.

En el rastreo de las contribuciones de Hayek a la formación del pensamiento neoliberal y la transición hacia el orden mundial neoliberal, The Road from Mont Pelerin (Mirowski y Plehwe 2009)8 detalla el papel jugado por un hombre de negocios del medio-oeste, Harold Luhnow, un conservador oponente al New Deal que convirtió el filantrópico Fondo Volker en un prototipo de think-tank dedicado a combatir la perseverante amenaza de la legislación social contra la libertad. En 1945, Luhnow arregló un encuentro con Hayek, quien estaba por entonces en una gira promoviendo su libro The Road of Serfdom. Luhnow propuso proveer fondos para una versión de libro que pudiera hablar más directa y accesiblemente a la audiencia americana. Hayek consultó con Henry Simons de la Escuela de Derecho de Chicago y, sobre la base de su amistad intelectual de largo tiempo, surgió un proyecto más ambicioso. La estrecha relación entre Hayek, Simons y el presidente de la Universidad de Chicago, Robert Hutchins facilitó el establecimiento en 1946 del Free Market Study (FMS), suscrito por Luhnow y encabezado por Aaron Director, un cercano asociado de Hayek y cuñado de Milton Friedman. Entre los miembros del FMS se incluyeron Theodore Schultz, Milton Friedman y Frank Knight del Departamento de Economía, Edward Levi y Wilbur Katz de la Escuela de Derecho, y representantes del Fondo Volker. El FMS tuvo una doble misión: producir una versión americana de The Road of Serfdom y formular la doctrina liberal tradicional y la legislación para cambiar el panorama industrial. El FMS fue seguido por el proyecto antimonopolio (1953-1957) también con fondos Volker, mismo que concluyó que, en contraste con la doctrina liberal clásica sobre el monopolio, la competencia es una condición suficiente para contener el poder de mercado corporativo. No había, de acuerdo con esta doctrina revisionista, daño a la libertad individual por los monopolios u oligopolios. Solamente los sindicatos constituyan una violación a la libertad porque ellos negaban el derecho de los trabajadores de negociar individualmente con sus empleadores.

El Fondo Volker eventualmente dio su versión americana “corporativa neoliberal” del The Road of Serfdom en la forma del libro de Milton Friedman Capitalism and Freedom, el que nunca había sido impreso hasta su primera publicación en 1962. Lo que es interesante aquí son las diferencias entre el neoliberalismo de esta publicación insignia de la Escuela de Chicago y el liberalismo tradicional. Contrario a los gobiernos minimalistas de liberalismo clásico, el neoliberalismo requiere de un Estado fuerte para reforzar la propiedad privada y promover la libre empresa, extendiendo la esfera de operaciones del sector privado a la empresa pública y a los servicios públicos. La aplicación del cálculo económico a la sociología, como las teorías del capital humano, están asociadas con Gary Becker de la Universidad de Chicago y Premio Nobel de Economía. El neoliberalismo también proyecta las teorías y supuestos de los economistas a la esfera política. James Buchanan, laureado Nobel de Economía y coautor de la teoría de la elección pública (public choice), estudió con Frank Knight en la Universidad de Chicago. El concepto de mercado de las ideas (marketplace of the ideas) o del voto como una extensión de la selección del consumidor define el bien público fuera de la existencia. El proceso democrático es devaluado una vez que los políticos y las autoridades públicas han asumido estar actuando para sus propios intereses. Si la política sucumbe ante los economistas y los economistas gobiernan por el dinero, llegamos a la plutocracia. En el caso extremo, la supresión de las libertades civiles y el cumplimiento de las leyes, por un Estado Autoritario que es mejor descrito como fascismo, como en el caso del bien documentado apoyo a Pinochet, por Hayek y Friedman.

La Sociedad de Mont-Pelerin

Si el lanzamiento de la Escuela de Chicago fue una de las dos piernas de la empresa neoliberal, el establecimiento de la Sociedad de Mont Pelerin (MPS) fue la otra en el largo camino a la implementación de las políticas neoliberales del último cuarto del siglo XX. O bien si se prefiere una analogía anatómica, los autores de The Road from Mont Pelerin sugieren que la Escuela de Chicago y la Sociedad Mont Pelerin estaban unidos por la cadera.

En el momento en que la planeación económica y el socialismo estaban en ascenso y el liberalismo laissez-faire estaba en profunda retirada intelectual, Hayek invitó a un selecto número de personas afines a la academia y los negocios a una reunión privada en una montaña de la villa de Mont Pelerin, Suiza. El pequeño círculo estrecho de Hayek, Mises, Michael Polanyi, Raymond Aron, Louis Baudin, Wilhelm Röpke y Alexander Rüstow estuvo presente en Francia en 1938 en el Coloquio Walter Lippman. Casi la mitad de los casi cuarenta participantes en Mont Pelerin fue de Estados Unidos, incluyendo los compañeros austriacos de Hayek y Mises, Machlup y Haberler, y representantes del Fondo Volker, los que junto con la Fundación para la Educación Económica financiaron al contingente de Estados Unidos. El predecesor del Credit Suisse cubrió todos los costos locales.

El objetivo de la MPS era llegar a una posición neoliberal tratando un importante conjunto de temas, tales como las políticas antimonopolio, la negociación colectiva, y la ayuda externa a los países subdesarrollados. El proyecto era innovador y ambicioso, transdisciplinario y cosmopolita. Buscó construir lo que ha sido diversamente descrito como pensamiento neoliberal colectivo, una escuela internacional invisible y una comunidad de discurso transnacional comprensiva. No hubo manifiesto, y el horizonte de tiempo era largo -posiblemente varias décadas- incluso varias generaciones.

Las raíces del neoliberalismo estaban en Europa, donde las crisis económicas de los veintes y treintas habían profundamente desacreditado el liberalismo clásico laissez-faire, pero fue en Estados Unidos donde encontró el terreno más fértil. Los centros intelectuales del pensamiento neoliberal en Europa, estaban en la LSE en Inglaterra, Freiberg University en Alemania, y el Institut Universitaire des Hautes Études Internationales en Ginebra. El Instituto, fundado y dirigido por William Rappard, empleó a Mises y a Röpke y fue el anfitrión de muchas de las reuniones iniciales de MPS. Los neoliberales europeos entendieron que un regreso a los principios del libre mercado tendrían que estar arraigados en un estado corporativo con negociaciones colectivas. Los miembros americanos de la MPS eran en gran medida hostiles a los sindicatos. Originalmente había diversidad de opiniones dentro de la MPS, pero cómo evolucionó el proyecto, las variantes libertarias de Hayek y Mises prevalecieron ampliamente. El arquitecto líder de la construcción neoliberal fue Hayek, y desde el inicio fueron esenciales los fondos corporativos, principalmente estadounidenses, británicos y suizos, para ganar influencia en las universidades y en la arena política.

Hayek entendió que la producción de artículos y libros de texto por académicos no sería suficiente para alcanzar al público sin la intermediación de una “segunda mano de distribuidores de las ideas” (Hayek 1949). Esta referencia un tanto despectiva por Hayek estuvo asociada a intelectuales y periodistas con instituciones creadas especialmente para la difusión y popularización del pensamiento neoliberal. La Fundación para la Educación Económica, que empleó a Mises y al periodista Henry Hazlitt, quienes escribían en el Newsweek, fue establecida en 1946. Esta nueva técnica de crear opinión pública se volvió el modelo para todos los think-tanks. A su vez fue seguida por su versión británica, el Institute of Economics Affairs, fundado por Antony Fisher en 1955. El Centro de Estudios Económico-Sociales, establecido en Ciudad de Guatemala en 1959 por Manuel Ayau, fue el primer instituto en América Latina.9 En los años setenta la Fundación Heritage fue creada por el futuro presidente del MPS, Ed Feulner.

Conclusión

La medida del éxito de Mont Pelerin, y la llegada del neoliberalismo como una ideología política y económica legítima, fue el Premio Nobel otorgado a Hayek en 1974 en reconocimiento a su contribución a la economía. El premio, sin embargo, fue compartido con un eminente intelectual adversario, Gunnar Myrdal, el arquitecto del Sistema de Bienestar Social sueco.

Hacia los años ochenta, la membresía al MPS había crecido a más de mil, pero la verdadera importancia de la sociedad fue la alimentación de las ideas neoliberales en los años cincuenta y sesenta, momento en que las políticas del New Deal y los temas de los derechos civiles dominaban la política estadounidense. Es un error ver al neoliberalismo exclusivamente en términos de la economía neoclásica asociada a la Escuela de Chicago o con las políticas que sirvieron a Reagan, Thatcher y el Consenso de Washington. Finalmente, es la ideología que llama a la libertad individual y a la desconfianza del gobierno, la que tiene las más profundas consecuencias socavando las instituciones sociales de solidaridad y cohesión social, las que son el prerrequisito de un efectivo gobierno democrático.

Capítulo 3

Las raíces de la visión socialista de Polanyi*

Karl Polanyi fue, como se dijo antes, un socialista toda su vida. Muchos han dado los mejores años de sus vidas a los movimientos sociales y políticos motivados por una visión socialista de una sociedad cooperativa justa, libre y democrática basada en la propiedad social y el control de los recursos económicos de la nación. Mi padre compartió tal visión. Yo sé que no estoy sola preguntándome qué tendría él que decir acerca del desarrollo de los últimos años, sobre las perspectivas de la humanidad y del socialismo. Algunos de nosotros que fuimos privilegiados por conocerlo creemos que él habría dicho algo inesperado, algo que cortaría a lo largo los términos convencionales del discurso. En este breve capítulo, no puedo hacer más que dar testimonio de lo que sé, compartir con ustedes algunos recuerdos y llamar su atención en los temas y discusiones que están ligados con su compromiso, casi religioso, con la libertad de pensamiento y la responsabilidad individual de nuestras acciones, con una visión descentralizada, “de abajo hacia arriba” de un socialismo cooperativo.

El socialismo de Polanyi estaba enraizado en las influencias familiares tempranas, la libertad de pensamiento anticlerical del movimiento estudiantil húngaro (círculo Galileo) y el intelectual medio de la Viena Roja de los años veinte. Su socialismo no era el tradicional de la socialdemocracia europea, ni tampoco aquel del comunismo centralmente planificado. Era más similar a la tercera corriente de la tradición socialista europea -el populista, sindicalista, cuasi anarquista y corporativista. Entre sus héroes estaban todos los revolucionarios rusos de finales del siglo XIX y principios del XX. Otras influencias importantes incluye a Robert Owen y la corriente socialista inglesa; el socialismo funcional democrático de Otto Bauer; la insistencia de Max Adler sobre la misión socialista de la clase trabajadora de elevar el nivel cultural de la sociedad por encima de la ética comercial de la burguesía; y también, pero no al final, una relectura de El capital, que pone sobre el tapete la crítica marxista a la alienación del capitalismo. En términos del análisis económico, él favoreció la escuela de Viena sobre la más mecanicista teoría del valor trabajo, debido a ésta introdujo la voluntad en la forma de elección del consumidor y productor. La elección es un modelo funcionalista de una economía socialista que no estaba, sin embargo, en aquello de maximización/minimización atomística de los individuos movidos por las fuerzas “impersonales” del mercado, sino elecciones negociadas de asociaciones colectivas operando dentro de la complejidad de una sociedad civil democrática. El socialismo de Polanyi ha sido situado en los márgenes del Austro-Marxismo.10

Como nos movemos a finales del siglo XX, los restos del socialismo están alrededor de todos nosotros. Los regímenes comunistas de Europa del Este han implosionado y colapsado. Ellos han comprometido al socialismo en todas sus formas, marxistas y no marxistas, comunistas reformistas y socialdemócratas. La avalancha del desencanto es innegable. Pero la victoria triunfal de ayer de la libre empresa capitalista -el “fin de la historia”- aún se escucha hueco, una respuesta ignorante, miope y superficial a los cambios revolucionarios en las relaciones económicas y políticas a escala mundial. Los excesos de la era de la desregulación neoliberal Reagan-Thatcher, ideológicamente conducen a la privatización y abandono de la responsabilidad gubernamental del pleno empleo y la justicia social, y a su vez han destrozado la fábrica social de las sociedades capitalistas de occidente. En los países de la antigua Unión Soviética y de Europa del Este todas las poblaciones están siendo sujetas a experimentos económicos riesgosos que han proyectado a millones de personas hacia la pobreza abyecta e inseguridad económica. Las semillas envenenadas del resurgimiento del nacionalismo de la Gran Rusia están haciendo sembradas por los asesores económicos norteamericanos, y académicos prestigiosos de universidades estadounidenses. Mientras tanto, las calificaciones de los países en desarrollo están ahora bajo la tutela a instituciones financieras internacionales y parecen no tener otra alternativa más que cumplir con las condicionalidades de liberalización del Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial (BM). Éstas han usado el poderoso apalancamiento financiero para despojar a los países endeudados de los instrumentos de política esenciales para la protección y seguridad económica de la mayoría de su población. Ellos han demolido “las reglas del juego” para exponer a los mercados internos a la competencia de importaciones irrestrictas y de inversión extranjera. Lejos de alcanzar cambios en el régimen de gobierno del comercio internacional e inversión, amenazan con despojar a esos países de los últimos vestigios de soberanía nacional. Desde mediados de los años ochenta, las transferencias internacionales globales netas de recursos financieros oficiales han revertido su dirección, y ahora vienen más del sur hacia el norte.

Las sombras del futuro se avecinan sobre nosotros con un impulso aterrador. Las certezas de ayer se disuelven cada día que pasa. Los postes con las señales están colapsándose. Los Estados Nación establecidos se están fragmentando. Estamos siendo arrojados hacia un tumulto de corrientes en conflicto, manifiestas tanto en las realidades del mundo en que vivimos como en las conceptualizaciones con las que hemos formado las bases de nuestro entendimiento de la realidad. Progreso, desarrollo, socialismo, derecha e izquierda política están entre los términos cuyo significado no es claro aunque lo parezca. El pasaje a otra era es más claramente evidente que la forma del presente, por no hablar del futuro. Esto es ostensible en los “post” como el “postindustrial”, el “post-moderno”, el “post-comunismo” y la deconstrucción de los conceptos que han servido a las ciencias sociales desde el nacimiento de la Ilustración.

Incluso nuestro pequeño, privilegiado y pacífico rincón en el mundo que es Canadá, está afectado por las fuerzas del cambio. ¿Quién habría creído, incluso hasta hace pocos años, que el Canadá que nosotros conocemos tal vez no exista por mucho más tiempo? Pero la naturaleza revolucionaria del periodo que estamos viviendo va más allá de los cambios en la política global, lo que está haciendo ahora imposible para los cartógrafos preparar atlas que no estén caducos antes de que sean impresos.

Mi padre murió en 1964, cuando el delgado hielo de la Guerra Fría se estaba rompiendo, dando lugar a lo que parecía ser la posibilidad de reforma y renovación de socialismo en Europa del Este y la coexistencia pacífica. Él saludó a la revolución húngara de 1956 como un movimiento de reforma y renovación socialista, conducido por una vanguardia cultural de intelectuales y poetas. En 1961, él inició la revista Co-Existence como un vehículo de dialogo en la división de la Guerra Fría. Karl yacía moribundo en el Hospital Occidental de Toronto en donde él revisó las pruebas del primer número de la revista Co-Existence llegadas de Escocia. El segundo número contiene un obituario que yo escribí a la insistencia de mi madre. Ahí traté de dejar constancia de la filosofía personal y social de mi padre, en la medida de lo posible en sus propias palabras, dibujada en fragmentos escritos publicados e inéditos y cartas. No puedo hacer nada mejor que reproducir nuevamente los siguientes pasajes de “Karl Polanyi y de Co-Existence” (Levitt, 1964):

Su vida abarca el periodo del socialismo moderno y atraviesa su herencia intelectual que alcanzó más de 77 años y terminó el 24 de abril de 1964. Toda su vida como un socialista, nunca estuvo asociado con algún partido político. Ni participó en algún movimiento político.

Esto no es completamente verdad porque siendo joven en Budapest estuvo asociado con Oskar Jazsi en la fundación del burgués Partido Radical, pero es verdad para el resto de su vida desde su emigración a Viena en 1919 hasta su muerte en Toronto.

Nunca doctrinario, muchas veces atravesó las principales tendencias del debate dentro de los movimientos socialistas de Europa. Aunque no marxista, mucho menos un socialdemócrata. Si bien humanista, él fue eminentemente un realista. Aunque consciente de la realidad de la sociedad y de las restricciones que esta realidad imponía frente a las acciones, valores e ideas de todos nosotros que inexorablemente vivimos en sociedad, su vida estuvo guiada por una necesidad interna de ejercer la libertad de acción y pensamiento y nunca caer en el determinismo ni el fatalismo. De ahí la cita de Hegel que él muchas veces refirió.

Las siguientes líneas de Hegel podrían no haber sido escritas por él, sin embargo son exactamente como mi padre las garabateó sobre las tarjetas de fichas de su propio obituario:





(traducción aproximada):


Brich mit dem Frieden in Dir


Rompe con la paz en ti


Brich mit dem Werte der Welt


Rompe con los valores del mundo


Besseres nickt,als die Zeit


No puedes ser mejor que los tiempos (en
los que vives)


Aber auf’s Beste sie sein


Pero (esfuérzate) por ser el mejor

Karl Polanyi nació en 1886, tres años después de la muerte de Karl Marx y el nacimiento de John Maynard Keynes. Durante sus primeros años pasó el fin del siglo en Viena y Budapest. Cuando los partidos socialdemócratas de masas les dieron voz a las aspiraciones de las nuevas clases trabajadoras industriales en rápido crecimiento de Alemania, Austria-Hungría y Europa del Este. El socialismo escribió un nuevo amanecer, una religión secular prometiendo la expansión de la democracia a las esferas económicas y sociales. De acuerdo con el marxismo ortodoxo, como se consagra en el programa de Ehrfurt en 1891 del Partido Socialdemócrata Alemán, la transición del capitalismo al socialismo era históricamente inevitable -garantizada por las leyes “científicas” del materialismo histórico. En la Rusia Zarista, que estaba muy por detrás de Europa Central en términos de desarrollo económico, ahí donde la clase trabajadora industrial era pequeña y débil y la gran mayoría de la población era todavía rural incluyendo millones de campesinos sin tierra o endeudados sin esperanza- las luchas populares contra el régimen represivo zarista eran más directas y elementales.

El espíritu de los revolucionarios rusos a finales de los noventas del siglo XIX y principios del XX llegó a la vida de la niñez de Polanyi y su primo Ervin Szabo a través de la cercana amistad de las familias Polanyi con los Klatchko. La madre de Karl, Cecil Wohl había sido enviada desde Vilna a Viena por su padre cuando ella tenía 17 años acompañada de otra joven niña, Nyunia hija del Alcalde de Simferopol. Nyunia se casó con Samuel Klatchko, un revolucionario Navodnik quien a la edad de 14 años había salido de su casa de rabinos en Vilna y más tarde fundó la comunidad Utopian en Estados Unidos (llamada después N.V. Tchaikovski). Cuando esta empresa falló, se asentó en Viena, en donde se volvió un emisario no partidario de todos los partidos ilegales y movimientos que entonces existían en la Rusia Zarista. Klatchko conoció a muchos de los primeros revolucionarios rusos - Plekhanov y Axelrod incluidos- y a León Trosky que era un diario visitante de su librería en la Karlplatz en Viena hasta su muerte en 1911.

Los primos Ervin Szabo y Karl Polanyi encontraron, en Klatchko, un amigo y mentor, su primer gran maestro. Los Klatchkos y los Polanyis pasaron muchas vacaciones de verano juntos en el Semmering en Austria. Rápidamente antes de su muerte, mi padre anotó algunas reflexiones sobre la vida de Klatchko y señaló que: “él fue el hombre más amable que jamás he conocido.” La casa de Klatchko en Viena fue un puesto subterráneo sirviendo de refugio a los revolucionarios rusos y el departamento de Polanyi ofreció cobijo a esos héroes anónimos de la resistencia a la opresión zarista. Recuerdo a mi padre haciendo la cuenta de los hombres llegando fríos y hambrientos, con los pies envueltos en periódicos, para estar por un tiempo antes de irse a su siguiente asignación revolucionaria. Ellos dejaron una gran impresión en mi padre. De hecho él tuvo un alto respeto por todos los revolucionarios incluyendo como él dijo una vez, el más destacado de todos ellos, Jesús de Nazaret. Culturalmente él era un rusófilo y un anglófilo como lo fue su padre, por quien él tenía un respeto que llegaba casi a la adoración. En una carta que me dirigió en 1963 por el aniversario de la muerte de su padre, escribió: “El idealismo puro y no adulterado de mi padre de marca occidental (intacta por las normas húngaras del siglo XIX) influyeron en mi educación y fue esta mezcla de la atmosfera rusa y anglosajona que alcanzó a los estudiantes de Galileo por medio de mi persona.”

La referencia está en su papel como cofundador y primer presidente del movimiento estudiantil húngaro de 1908. De acuerdo con él, la inspiración fue el movimiento estudiantil ruso, comprometiendo a miles de estudiantes de la secundaria así como aquellos que asistían a las universidades. El círculo Galileo exhibió una filosofía y renacimiento científico, un desafío del carácter atrasado de la universidad -de la cual Karl fue expulsado en 1909, habiendo tenido que terminar sus estudios en la Universidad Provincial de Cluj (hoy en día Rumania)- y al generalizado marasmo del clericalismo, la corrupción, el oportunismo, el privilegio y la burocracia. Fue una llamada a los pensadores libres y progresistas para liberar el espíritu individual por una revolución cultural basada en el rechazo a la superstición y la metafísica, y la introducción de una ciencia moderna, el arte y la sociología. Aunque el movimiento de estudiantes Galileo no era explícitamente socialista, uno de los veteranos recordó que “el conocimiento del socialismo, el marxismo, el materialismo histórico, fue siempre el objeto de nuestras actividades educativas” (Levitt y Mendel 1987:18).

Esto último fue impresionante desde cualquier aspecto. De acuerdo con Polanyi, los 2000 miembros entregaron más de 2000 lecturas tutoriales solamente en el primer año. Con los años, los galileístas enseñaron a decenas de miles de trabajadores iletrados y campesinos a leer y escribir (Polanyi, 1960). El movimiento Galilei iba a ser libre en espíritu, al mantenerse lejos de las políticas de partido y dedicarse a aumentar el nivel de conciencia social a través del aprendizaje y la enseñanza, apelando a los muchos miles de estudiantes viviendo en la pobreza. La filosofía social de Polanyi podría ser mejor descrita como idealista, populista y voluntarista. Él admiraba el trabajo de su primo anarquista Ervin Szabo, el socialismo de gremio de G.D.H. Cole y los socialistas utópicos de Robert Owen. A su vez, rechazo el crudo determinismo de los marxistas ortodoxos, los cuales sirvieron a la ideología oficial del partido socialdemócrata. Para él las fuerzas impersonales del historia no fueron sustituidas por acciones conscientes, valerosas y de principios: “valor e integridad”, escribió, “no son cuestiones de un programa político o de política. Son asuntos de temperamento y del carácter moral de los individuos.”

En la Primera Guerra Mundial, Karl Polanyi sirvió como oficial de caballería en el ejército Astro-Húngaro. Él estaba en ese tiempo al inicio de sus treinta años de edad. En un artículo publicado muchos años más tarde, nos dice que su vocación le fue revelada durante la Guerra en el invierno ruso, en las frías estepas de Galicia, cuando estaba físicamente enfermo, profundamente deprimido y obsesionado por un sentido semireligioso de responsabilidad por el destino de la humanidad. Éste no era el papel del revolucionario, o del hombre de Estado, sino del frecuentemente solitario papel del maestro y estudiante. La tarea: descubrir, revelar el origen del cataclismo que había causado el sufrimiento, el fallecimiento en prisión de millones de personas y los infiernos de la guerra (Polanyi 1918, 1954). Schumpeter observó que las ideas básicas individuales están completamente formadas a la edad de los treintas. Pero otras tres décadas tuvieron que pasar antes de la aparición de su más importante trabajo individual, cuya edición en inglés tuvo el significativo título de Los orígenes de nuestro tiempo (The Origins of Our Time) -ahora mejor conocido por su título norteamericano The Great Transformation (La gran transformación).

Después de la derrota de la revolución húngara de 1919, mi padre emigró a Viena donde conoció a mi madre Ilona Duczynska. Ilona ha sido bien descrita como una revolucionaria soberana -una romántica, heroica y bella mujer con una distinguida trayectoria de activismo revolucionario incluyendo el encarcelamiento con cargos de traición y sedición por distribución de propaganda antibélica en la fábrica de municiones y cuarteles del ejército de Budapest. Ilona era la querida de un comunista húngaro emigrado a Viena; sin embargo, aunque no era comunista, Karl Polanyi, capturó su corazón. Como él escribió en una carta conmemorando el aniversario de la muerte de su padre, “(él) adoró a mi madre quien pertenecía culturalmente al mundo ruso y yo mismo estaba enamorado con el pensamiento del ideal de la chica rusa. (De hecho, nuestros amigos rusos de Viena crecieron como nuestra familia para mí). Y entonces Ilona que era polaca y una revolucionaria, fue ideal, yo creo. Nuestra suerte!”

Marx, Bakunin y los Juicios de Moscu de 1922

El modo reflexivo y la abstinencia seleccionada desde su involucramiento en la actividad política coexistió en la mente de mi padre con un apasionado compromiso del lado de los revolucionarios -hombres y mujeres que probaron el valor de sus convicciones en la acción directa. En un artículo largamente olvidado titulado “El trasfondo intelectual -histórico en los Juicios de Moscu,” Polanyi (1922) escribió un profético comentario sobre la tragedia de un juicio político en el cual los bolcheviques presentaron a los grupos sociales revolucionarios como contrarrevolucionarios y como agentes de la burguesía. Los socialrevolucionarios tiene diferencias programáticas con los bolcheviques en la reforma de la tierra (la cuestión agraria) las comunidades y la reactivación de los Soviets locales, los cuales fueron desmantelados casi completamente.

Los grupos bajo ataque en 1922 habían luchado lado a lado con las fracciones de bolcheviques y mencheviques del partido social demócrata ruso contra la reacción zarista y habían participado en la Revolución de Octubre. Ellos eran, mi padre explicó, los herederos de la tradición del partido social revolucionario fundado al final del siglo XIX por Shytlovky y Rappaport. Aunque más débiles en número que los socialdemócratas, ellos estuvieron “caracterizados por una flexibilidad en varias aspectos en las formas de acción directa -la chispa de arranque de la energía revolucionaria, más que una batería de almacenamiento. Ellos han sido los pioneros de una oposición ideológica a la socialdemocracia sobre suelo revolucionario ruso.”

Las diferencias pertenecen menos al programa que a las tácticas, métodos y ética de la práctica revolucionaria. En este artículo Polanyi planteó temas fundamentales de la ética revolucionaria socialista -“diferencias básicas las que, desde el inicio del movimiento de la clase trabajadora, han existido entre dos concepciones del comportamiento revolucionario, dos orientaciones contradictorias e irreconciliables las que no pocas veces compiten por el alma de uno y el mismo individuo.”

El partido socialdemócrata era, sin duda, el vehículo del movimiento de la clase trabajadora marxista, él que, de acuerdo con las condiciones objetivas alcanzadas en Rusia, estaba basado en las condiciones económicas, concentrado en fuertes organizaciones para ir conduciendo las luchas políticas de masas. La orientación política de los revolucionarios sociales, en contraste, estaba basada en factores subjetivos de iniciativa personal y del brío revolucionario, con la acción directa Bakunista por los campesinos y por la intelectualidad radical. Sus métodos eran conspiratorios -la preparación y ejecución de la acción directa y la guerrilla. Pero está distinción manifiesta es en sí misma más en materia de conducta revolucionaria, táctica y métodos y en la ambivalencia ética del movimiento, que en diferencias programáticas de los dos partidos. El partido socialrevolucionario no era un partido anarquista sino socialista. Su ideología estaba definida no por la de Bakunin, sino siguiendo las enseñanzas de Marx.

“Los juicios de Moscú (de 1922) no son sino el más reciente capítulo de la lucha fratricida cuyas semillas ocultas fueron sembradas en los primeros días del movimiento moderno de las clases trabajadoras.” El argumento de Polanyi regresa a la injusticia histórica hecha por Marx y los líderes de la primer internacional contra Bakunin, los rusos nihilistas y alumnos de Proudhon.

Desde el inicio de los años de 1860 en adelante, cada significativo agrupamiento revolucionario ruso estuvo bajo la influencia de Bakunin. Su desmesurado y apasionado odio al autoritarismo, su amor por la libertad, la brillante integridad de su personalidad, crearon en Rusia una tradición revolucionaria eterna de inolvidable fama: el compromiso de una Vera Zasulich y una Sofya Perovskaya.

Polanyi continúa:

Bakunin era exactamente de la edad de Marx. Dos veces condenado a muerte por la reacción, varias veces encarcelado y físicamente encadenado a las paredes de la prisión, Bakunin tuvo trece años de duro trabajo en las minas de Siberia. Rebelión, asesinato y revolución siguieron sus pasos por toda Europa. Él fundó la primera organización revolucionaria internacional clandestina en Italia. La llamó la Liga de los Socialrevolucionarios.

Algunos años más tarde Marx fundó la Primera Internacional. En 1868 Bakunin y su organización participaron, cuya fundación él había de hecho levantado. Pero entre el apasionado amor de libertad y el espíritu revolucionario determinista de Marx, se extendía una brecha insalvable. Bakunin desaprobó la posición de Marx respecto al campesinado y también aquellos remanentes de la filosofía de Hegel como partes que permanecen en gran parte del pensamiento de Marx en aquel momento, y que influyó en la dirección estatista de Marx. Bakunin nada detestaba más que el autoritarismo y la burocracia, la centralización y nacionalización: “Quiero una propiedad de la sociedad, colectiva o social, a ser organizada desde abajo a la manera de libre asociación, y no desde arriba por medio de cualquier autoridad o lo que sea” (Bakunin, citado por Polanyi, 1922:396).

Polanyi describe como Bakunin fue calumniado por los líderes de la Internacional, acusado de ser un agente zarista y un ladrón común que se había apropiado de los fondos del partido. Ninguno de estos cargos estaba sustentado. Sin embargo, Bakunin fue expulsado de la Internacional en 1872, que en ese momento, para todos los efectos y propósitos, había dejado de existir y poco después se disolvió formalmente. “La Segunda Internacional también 40 años más tarde vino a sufrir debido al mismo problema de ética revolucionaria”. Polanyi concluyó:

Aunque Marx estaba en lo correcto en casi todo su debate en el conflicto [con Prouhdom y Bakunin] virtualmente sin prejuicios, los marxistas no pueden negar que los métodos que fueron usados en la lucha contra Bakunin resultaron en una degeneración moral de todo el movimiento de la clase trabajadora con fatídicas consecuencias subsecuentes. En nuestra opinión Marx tuvo una visión más profunda y fructífera comprensión de la misión revolucionaria del proletariado. Al igual que hace 50 años, la muerte legal de Bakunin empobreció al movimiento de la clase trabajadora del mundo entero socavando su moralidad revolucionaria y sus energías, por lo que se teme que los aborrecibles métodos de sangre, Moscú los repita y pueda agotar la Revolución Rusa de sus ideales y de fuerza cuya ausencia puede, algún día, costar al pueblo trabajador ruso muy caro. (Énfasis de Kari Polanyi)

Socialismo participativo, de abajo hacia arriba, autosuficiente

Mientras que Karl e Ilona siguieron los históricos eventos de los primeros años de la Revolución Rusa con estrecho interés -como queda de manifiesto en su extensa colección de literatura comentada y panfletos de la época- la que sobrevivió a nuestras numerosas migraciones y que están a salvo en mi posesión esperando futura investigación, Karl se sumergió en el estudio de la Escuela de Viena de Economía. Entre los libros que leyó estaban los trabajos clásicos de Menger, Böhm-Bawerk, Wieser, Schumpeter, Mises y Hayek, así como también los marginalistas americanos y británicos y los primeros trabajos de Keynes. Como ya he mencionado antes, él también hizo una relectura de El capital de Marx. Algunos de los libros que él estudió en ese momento, muchos de ellos anotados, están ahora depositados en el Instituto Polanyi en nuestros archivos en Montreal. En los años veinte Polanyi dirigió un mini “Seminario Privado” en el departamento de la familia en la calle Vorgartenstrasse -documentado con sobresaliente detalle en un manuscrito no publicado con uno de sus estudiantes, el tardío Félix Schaffer, quien emigró al Nueva Zelandia, donde se convirtió en un profesor de economía en la Universidad de Wellington. Polanyi no perdió el tiempo para desafiar a Ludwig von Mises, el decano de los economistas austriacos y debatir sobre la factibilidad de una economía socialista en las páginas de Archiv fur Sozialwissenshaft und Sozialpolitik.11

La factibilidad de cualquier clase de economía socialista fue un tema de debate muy disputado entre los estudiantes de economía. Mises había señalado que ésta era imposible, con toda la autoridad de su estatus como el principal intelectual sucesor de BöhmBawerk. Como era de esperarse, tuvo una respuesta de Mises, además de Weil, Marshak y también una respuesta de Polanyi. Este no es el lugar para ir a los detalles de los largos argumentos de Polanyi -y en partes oscuros- en el artículo de 1922, el cual ha sido resumido, analizado y criticado por varios estudiosos, aunque una versión en lengua inglesa todavía está a la espera de un traductor que tome el formidable desafío.12

En resumen, Polanyi trató de construir una teoría positiva de una economía socialista, en donde la abolición de la propiedad privada y el antagonismo entre las clases de propietarios y trabajadores abriera el camino al ejercicio de la responsabilidad social de todos los ciudadanos. Su teoría estaba enraizada en su aversión tanto a la economía de mercado como a la economía dirigida por una administración centralizada. Él consideró ambas como formas de “falta de libertad”. Su modelo era esencialmente de asociaciones cooperativas entre productores, consumidores y comunidades (municipios, etc.) determinando conjuntamente la colocación y la distribución de los recursos en un proceso de negociación, por lo cual el criterio de eficiencia económica sería conscientemente moderado por la política social determinada por los miembros de esas asociaciones. Ésta no era una economía con menos mercado, ni una economía sin dinero. No era una economía “capitalista sin capitalismo” de la variedad desarrollada por Lange-TaylorDickenson en la literatura de lengua inglesa sobre de planeación socialista de los años treinta.

Para apreciar los “debates de la socialización” de Viena posteriores a 1918, debemos tener en mente la fuerza y sofisticación de las organizaciones de la clase trabajadora de esos años y el gran atractivo del Partido Socialdemócrata austriaco. En un artículo publicado en 1925 en Der Kampf -el órgano oficial del partido fundado por Karl Renner y Otto Bauer en 1908- Karl Polanyi presentó el caso de un modelo socialista funcional (asociativo) en términos de una práctica de la clase trabajadora realmente existente y organizaciones populares, como lo ilustra en el siguiente pasaje (énfasis en el texto original de Polanyi en 1925):

La teoría socialista no puede imponer un modelo de “socialismo científico,” sobre un vacío histórico, en su lugar debe buscar señalar realidades presentes en una dirección socialista. El tratamiento de este problema por la teoría socialista es significativo y justificable solamente al grado en que sus resultados prueben ser fructíferos en la práctica del movimiento de la clase trabajadora.

La más obvia deficiencia del enfoque de la economía planeada centralmente se relaciona con el fracaso de abarcar la realidad concreta del movimiento de la clase trabajadora y la misión histórica que ella encarna. La capacidad actualmente existente de los sindicatos, las asociaciones industriales, las cooperativas y municipalidades para contribuir a una economía socialista está enteramente pasada por alto por los teorizadores de la economía administrada.

Todas esas formaciones son, como hemos mostrado, órganos de la “visión interna” de la economía de gran significación para el desarrollo socialista. La evolución de esta “claridad” puede ser ilustrada con respecto al partido político, los sindicatos, las cooperativas, las asociaciones industriales y las municipalidades socialistas.

Polanyi rechazó el modelo de economía administrado como defectuoso por un productivismo “naturalista crudo, por el cual la economía es concebida meramente en términos de objetos tangibles, máquinas, materias primas, etc.” Él concibió la economía como un proceso natural-social cuyos principales elementos son: 1) las necesidades humanas; 2) el trabajo y el esfuerzo humano (Aberitsleid); y, 3) medios de producción. Estos tres aspectos de la macroeconomía,

el enfoque de economía administrada se preocupa exclusivamente de las cosas materiales y físicas, es decir, medios de producción, incluyendo fuerza de trabajo. Nosotros debemos plantear la pregunta de ¿qué tanto este enfoque está interesado en los otros dos aspectos del economía: las necesidades humanas y el esfuerzo humano? Los medios de producción son visibles, aspectos tangibles del mundo externo que pueden ser contados y medidos. Las necesidades y los esfuerzos de otro ser humano serían comprensibles para nosotros solamente si pudiéramos imaginarnos a nosotros mismos en la situación de la otra persona, sentir y vivir sus necesidades, sus dolores y esfuerzos, entrar dentro de su ser interno. (Énfasis en el original)

Este enfoque de la “vista interior” es básicamente muy diferente de la “visión exterior” relacionada con los objetos materiales y las cosas. Para los economistas oficiales Polanyi escribió, “la economía se reduce al área de la producción, las necesidades y los esfuerzos caen en el fondo. En cuanto a las necesidades, éstas son simplemente asumidas como conocidas. Qué tanto todo ello es posible, dentro de una economía administrada y planeada para alcanzar la “visión interna, depende de los medios y modalidades disponibles.”

Polanyi señaló que uno de los instrumentos disponibles para la planeación es la estadística. Los fenómenos internos y cualitativos, sin embargo, escapan a las estadísticas: las estadísticas son así el medio clásico de la visión externa del economía”.13 Polanyi destaca el papel de la economía (realmente existente), las organizaciones cooperativas y políticas, y las asociaciones como una modalidad para informar a los planeadores de las necesidades (“visión interna”) de los ciudadanos en sus múltiples papeles como consumidores, trabajadores, productores agrícolas, etc.

“De la mayor significación (que las estadísticas) es un segundo medio disponible para la planeación: es decir la organización”. Polanyi continua, diciendo que las organizaciones no solamente generan información pasando desde los “bajos niveles” a los “altos niveles” y así contribuye a la formulación de políticas, ellas deben mediar los conflictos y contradicciones dentro de sus miembros con el objetivo de funcionar efectivamente:

El conflicto de intereses y los objetivos de los miembros tienen que ser reorganizados, evaluados y negociados en el balance… el sindicato es más que un órgano regulador de fenómenos externos al precio de la fuerza de trabajo como un medio de producción. Éste es también un instrumento, un medio de “transparencia interna.” Aunque el orden capitalista pueda dirigirse asimismo solo con la determinación del precio de la fuerza de trabajo en el mercado laboral, nosotros tenemos aquí una modalidad fundamentalmente diferente de conducir el problema de la evaluación subjetiva, interior de los trabajadores organizados en relación a los esfuerzos (Aberitsleid) -aunque todavía dentro de las limitaciones de la determinación del salario en el capitalismo.

Polanyi señala que lo mismo es verdad para las asociaciones industriales, movimientos cooperativos de consumidores organizados democráticamente, o los Consejos Socialistas del Pueblo, “todas esas organizaciones comparten la característica que contribuyen a la habilidad de comprender uno u otro de los elementos básicos de la economía como un todo.”

Esas organizaciones de la clase trabajadora tienen una segunda y muy importante característica. Ellas no son creadas artificialmente para ajustar con algún modelo administrativo preconcebido, sino que son el resultado de organizaciones de la clase trabajadora creadas independientemente. Este desarrollo “desde abajo” de la “visión interna” constituye su capacidad de vigilancia democrática (Ubersichtsleitung). El principal subyacente de esas organizaciones es la diferencia con aquellas que subyacen en el modelo de economía administrada.

No es ni el poder, o la coerción, o la autoridad, ni el abstracto principio del derecho legal o constitucional. Más bien es en el sentido más amplio de la palabra, el principio de la cooperación entre compañeros, el principio de la relación entre iguales, o la genuina auto organización.

Nuestra principal conclusión es que la organización independiente (Selbstorganisierung) es un instrumento para alcanzar la “transparencia interna” (Innere Ubersicht) sobre el aspecto específico de la vida diaria que ha sido levantado para el establecimiento de la organización.

Quien haya entrado con otros para formar una cooperativa de consumo para satisfacer las necesidades de bienes de consumo, ha contribuido a un órgano de la vigilancia democrática interna sobre la intensidad de la dirección de las necesidades de sus miembros.

Cualquiera que ha entrado con otro en defensa de una profesión o una ocupación para formar un sindicato, ha contribuido a la creación de un órgano de vigilancia democrática interna sobre la intensidad y la dirección de las diversas visiones de sus miembros en relación a las condiciones de trabajo y esfuerzos (Arbeitslied)

Cuando los trabajadores pertenecientes a diferentes ocupaciones o sectores dentro de una industria se reúnen para crear una asociación industrial, ellos han creado un órgano de vigilancia democrática interna de varias ramas y departamentos que constituyen la industria como un todo.

Cuando los residentes de una localidad han formado un espacio con otros, para la satisfacción de sus necesidades colectivas dentro del marco de una comunidad municipal socialista, ellos han creado un órgano interno de vigilancia democrática sobre la intensidad y la dirección de sus necesidades colectivas como residentes de un vecindario o ciudad.

Esos conocimientos acerca de las contribuciones de los sindicatos, las asociaciones industriales, las cooperativas, las municipalidades socialistas, y los partidos socialistas para alcanzar una visión de la vida económica, no son de ninguna manera irrelevantes para el fin último y los objetivos del movimiento de las clases trabajadoras. La democracia funcional, definida por Otto Bauer como “la constante cooperación de los camaradas en el servicio de los intereses del todo y el efectivo funcionamiento de cada individuo dentro de su ocupación particular y su función,” es posible solamente si cada individuo es consciente de su función particular. Bauer está absolutamente en lo correcto en su insistencia de que el trabajo educativo al ser realizado es el problema de la organización socialista.

Releyendo La gran transformación

Creo que mi padre entendió su vocación de aquello de ser un educador en el amplio sentido de la palabra. Más exactamente, un educador socialista, con una vocación de levantar nuestras conciencias por arriba de los condicionamientos burgueses, que han investido con un aura de verdad científica social las relaciones del mercado de mercancías. Todo su subsecuente trabajo académico puede ser visto con esa luz. Este es un tributo a la fuerza moral de su espíritu que ha retenido la frescura y la relevancia de su trabajo, que continúa hablándonos a lo largo de décadas que han pasado desde que fue escrito. En los años recientes se ha presenciado un renovado interés sobre su trabajo, que es ahora más frecuentemente citado. Una relectura de La gran transformación se produce a través de un urgente llamado a asociarse en solidaridad para proteger las comunidades, pueblos y naciones contra la atomización de la sociedad y el canibalismo de los recursos naturales y culturales del planeta, por las fuerzas rapaces de los mercados del capital global.

El enfoque de Karl Polanyi de una sociedad cooperativa justa, democrática y libre, basada en la propiedad social y el control de los recursos económicos vive debido a que no está conectado al determinismo económico o tecnológico. Este enfoque fue alimentado por el espíritu indomable que tanto admiró en Bakunin, Zasulich y otros tempranos revolucionarios rusos -y todos los otros rebeldes quienes confrontaron los poderes autoritarios incluyendo Jesús de Nazaret. Su cristiandad -en ningún momento practicada dentro de la institución de alguna iglesia- estaba fundada en la comunión de los humanos. La libertad, tan central dentro de sus preocupaciones a lo largo de su vida, estuvo basada, dentro de “la realidad de la sociedad.” Pero la realidad de la sociedad, y las restricciones que esta realidad coloca sobre las acciones, valores e ideas de todos nosotros quienes inexorablemente vivimos dentro de la sociedad, no nos libera de la responsabilidad de ejercer la libertad de las acciones y pensamiento y nunca caer en el determinismo ni fatalismo. Por lo tanto, la cita de Hegel, que él citó muchas veces, “La necesidad creativa del hombre para hacer valer su voluntad de conquistar el mundo del espíritu, y así adquirir plenitud de la vida” era para él la guía dialéctica de la acción, ciertamente de vida.

La ilusión liberal que la sociedad está conformada solamente por los deseos de los hombres y la voluntad es un engaño: “esta ilusión liberal fue el resultado de una visión de mercado de la sociedad la que igualó a la economía con relaciones contractuales y las relaciones contractuales con la libertad.” La filosofía de Laissez-faire, él escribió, ha dividido:

la unidad vital del hombre dentro del hombre “real,” dirigida hacia valores materiales, y su “ideal” mejor de uno mismo. Está paralizando nuestra imaginación social por más o menos fomentar el prejuicio inconsciente del “determinismo económico.” Hoy en día nosotros enfrentamos la tarea vital de restaurar la plenitud de la vida de la persona, aunque esto pueda significar una sociedad menos eficiente tecnológicamente.

Central a su crítica del determinismo económico, cualquiera que fuese su variedad liberal o marxista, era el concepto de arraigo de la economía en las instituciones sociales. Este concepto “permite la eficacia de una civilización industrial a través de una deliberada subordinación de la economía a los fines de la comunidad humana.”

La desaparición del “socialismo realmente existente” ha dado un nuevo empuje a la continuidad de las políticas conducidas por el mercado a una escala global. No es exagerado decir que la reestructuración postcomunista del orden económico internacional está subordinando sin piedad a la comunidad humana a las fuerzas del mercado, buscando las ganancias financieras de corto plazo a una escala global. En una carta escrita pocos días antes de su muerte, mi padre grabó sus últimas palabras sobre socialismo: “el corazón de la nación feudal era el privilegio; el corazón de la nación burguesa era la propiedad; el corazón de la nación socialista es el pueblo, donde la existencia colectiva es el disfrute de una comunidad14 Es de la cultura. Yo mismo nunca he vivido en tal sociedad.” poco probable que cualquiera de nosotros que vivimos hoy en día tengan la experiencia de vivir una verdadera sociedad socialista. Más aún el socialismo “realmente existente” de Europa del Este fue fatalmente defectuoso debido a las estructuras políticas autoritarias, como lo señaló Polanyi hace setenta años en los pasajes proféticos citados en este capítulo. Lo que puede ser establecido con certeza, sin embargo, es que el intento de imponer sobre el resto del mundo una visión angloamericana radical de la autonomía de las fuerzas del mercado, respaldadas por sanciones que subordinan naciones, pueblos y comunidades a los derechos de propiedad, es un proyecto utópico que amenaza con desatar fuerzas políticas reaccionarias incontrolables. Ésto es incompatible con la gobernabilidad democrática de la diversidad cultural y pluralismo y finalmente con la protección de la biosfera que sostiene la vida sobre la tierra.

Las ideas de Polanyi están encontrando cada vez más una amplia expresión, en una importante contribución al periódico The Guardian, diario británico líder, Will Hutton escribió:

Si fuera solamente una batalla de ideas, la situación sería menos seria, pero éste es el veto sobre la política instalada por los mercados de capital global. Éstos juzgan sobre la credibilidad crediticia de los gobiernos y la sustentabilidad de la política, son los últimos árbitros -y mucho más importante que la opinión de los electores nacionales. (Hutton, 1994).

La amenaza sobre la democracia no podría ser declarada más claramente. Las calificaciones de crédito afectan la política gubernamental más inmediata y efectivamente que las encuestas de opinión sobre el resultado de las elecciones. El mismo columnista pasó a señalar:

El mundo ha estado aquí antes. El libro seminal de Karl Polanyi de hace 50 años, The Great Transformation, rastreó el aumento de los extremismos políticos del gran siglo XX, el fascismo y el comunismo, desde las cenizas del experimento del libre mercado del siglo XIX… el libre comercio llevó a la miseria social que el Estado minimalista del siglo XIX no podría compensar… y la supremacía de los valores comerciales sobre aquellos de la confianza y la cooperación socavaron los mismos lazos sobre los que depende el mercado… ¿Es demasiado atrevido ver el proceso repetido 100 años más tarde?

Se está volviendo claro que la subordinación de la economía a los fines de la comunidad humana debe de ser movida desde lo más alto de otros objetivos, por el bien de la sobrevivencia de este planeta. Esto requiere una reevaluación y un repensar el actual discurso de desarrollo, incluyendo el presente énfasis sobre más comercio liberalizado, desregulación, especialización, integración económica, globalización y fomentar el crecimiento material en los países ricos industrializados de occidente. De ahí que la insistencia de Polanyi sobre la reciprocidad y distribución como complementarias al mercado en una economía moderna sustentable ecológica y socialmente cohesionada, es de la mayor significación. Si nosotros no podemos poner límites sobre el alcance del mercado, las fuerzas económicas destruirán la capacidad de la sociedad para resistir la desintegración y la capacidad de la biosfera para renovarse a sí misma. La propiedad pública y social, y la planeación económica debe ser rescatadas de su actual estatus como herejías. La visión del socialismo como un orden económico cooperativo, justo y democrático basado en la propiedad social y el control de los recursos naturales y aquellos hechos por el hombre, unidos por el disfrute de una cultura comunitaria, encarna lo mejor del legado de la Ilustración europea.

Capítulo 4

Volver al Futuro

La crisis económica mundial de años treinta*

En los años recientes La gran transformación de Karl Polanyi ha sido citada con mayor frecuencia. Escrito hace setenta años, el libro fue bien recibido cuando fue publicado por primera vez en Estados Unidos en 1944, y resultó del nombramiento de Polanyi como profesor visitante en la Universidad de Columbia. En Inglaterra, fue publicado un año más tarde con el título de The Origins of Our Time, tuvo un pequeño impacto. Aunque muchos han leído La gran transformación y señalaron que les dejó una impresión perdurable, y se convirtió en un clásico menor, reimpreso y traducido a varios idiomas y calificado entre los 100 libros más importantes del siglo XX,15 es sólo recientemente que Karl Polanyi haya emergido como un importante pensador cuyo trabajo es habitualmente referido a la literatura contemporánea de la economía política internacional, sociología económica y ecología -incluso ocasionalmente económica.

La explicación no es difícil de encontrar. La gran transformación es una poderosa crítica a la “utopía” liberal de la universalización del principio de mercado popularmente conocida como “globalización.” “Nuestra tesis,” escribió en una página abierta, “es que la idea del mercado autoregulado implicaba una utopía total. Tal institución no podría existir durante un largo tiempo sin aniquilar la sustancia humana y natural de la sociedad; habría destruido físicamente al hombre y transformado su ambiente en un desierto” (Polanyi 1944 [2001]:3/49). Hace 50 años este lenguaje podría haber sido visto como excesivo.

El libro, subtitulado “Los orígenes políticos y económicos de nuestros tiempos” es acerca de la “gran transformación” que le siguió la ruptura el orden económico internacional liberal con el crac de 1929-1933. En este capítulo se revisan los comentarios de Polanyi sobre la crisis económica mundial que se desarrolló y tratamos de extraer ideas acerca de la crisis financiera global de los noventa desde su enfoque metodológico. Su ubicación en Viena en un semanario económico y financiero líder, lo coloca en el centro de los trastornos económicos y políticos de la primera posguerra mundial continental europea,16 culminando en el fatídico colapso del Kreditanstalt -uno de los mayores bancos de Viena fundado por los Rothchilds- con consecuencias que se expanden hacia occidente desde Inglaterra y Estados Unidos.

En los años veinte, grandes créditos americanos de corto plazo activan a Alemania para servir a los insostenibles pagos de reparación a Francia y Gran Bretaña, y los últimos dos para pagar las deudas de guerra a Estados Unidos. Después de que la libra regresó a la convertibilidad con el oro a su paridad de antes de la guerra (ahora sobrevaluada), fue suscrito por créditos americanos. En 1931 la “amenaza del oro” que tenían los países deficitarios con una correa corta, se rompió. De acuerdo con Polanyi, aquí es cuando el largo siglo XIX finalmente terminó.

El segundo capítulo de La gran transformación -“Los conservadores veinte y los revolucionarios treinta”- resumió la transformación revolucionaria de principios de los años treinta:

Sus puntos de referencia fueron el abandono del patrón oro por la Gran Bretaña; los planes quinquenales en Rusia; el llamado del New

Deal; la revolución nacionalsocialista en Alemania; el colapso de la Liga (de Naciones) a favor de los imperios autárquicos. Mientras que al final de la Gran Guerra los ideales del siglo XIX estaban en su cúspide, y tuvieron influencia dominante en la siguiente década, para 1940 cada vestigio del sistema internacional había desaparecido y, exceptuando algunos pocos enclaves, las naciones estaban viviendo en un escenario enteramente nuevo. (23)

La experiencia de los años treintas fue catastrófica. En contraste, por ejemplo, con la elegía de Keynes al mundo anterior a 1914 con sus últimas visiones sobre la prospectiva del mundo después de 1945. En Las consecuencias económicas de la paz (1919), Keynes describe idílicamente la vida de Inglaterra en el mundo de antes de la Primera Guerra Mundial, donde “la internacionalización era casi completa en la práctica,” como un “paraíso” en el que “los habitantes de Londres podían ordenar por teléfono, sorbiendo en la cama su té matutino, los productos de toda la tierra… por las mismas razones arriesgaron su riqueza en recursos naturales y nuevas empresas en cualquier rincón del mundo, y comparten sin esfuerzo, o incluso con problemas, sus frutos futuros.” (1971c:129). Para 1944 Keynes concluyó que el movimiento de capital desregulado había probado ser muy peligroso entre guerras y el orden de la posguerra debe de incluir controles permanentes de capital, a la entrada como a la salida.

¿El liberalismo económico es un modelo para el siglo XXI?

El orden de Bretton Woods, construido por los negociadores angloamericanos hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial, alentó la liberalización del comercio mientras que permitía a los países miembros mantener controles nacionales sobre los movimientos de capital. Los tipos de cambio fijo fueron restaurados, debido a que las finanzas de mediano plazo se pusieron a disposición para permitir a los países miembros atravesar temporales crisis de balanza de pagos sin empujarlos a la deflación y recesión. Este régimen internacional de liberalismo embedded (incrustado) fue completado por un compromiso interno del capital y el trabajo negociado por el Estado -el llamado Consenso Keynesiano. En las naciones postcoloniales, la ausencia de una burguesía doméstica efectiva colocó la responsabilidad del desarrollo económico nacional sobre un activo Estado desarrollista.

El crecimiento de la contrarrevolución neoliberal seguido de la crisis económica y política de los años setenta es bien conocido para requerir mayor elaboración. Es suficiente decir que la edad de oro del orden liberal del siglo XIX fue restaurado y presentado como una inevitable tendencia hacia un mundo globalizado de ganadores y perdedores: un mundo de intensificada competencia económica requiriendo de la subordinación de todos los aspectos de la vida cultural y social al éxito económico, de los individuos y las naciones.17 El poder de los medios ha creado la impresión de que éstas son tendencias conducidas tecnológicamente más allá del control de la intervención gubernamental internacional y nacional. Para sobrevivir en este mundo globalizado, los países deben subordinar sus preocupaciones internas a la competencia en los mercados externos.

Las prescripciones de política neoliberal incluyen políticas monetarias antiinflacionarias, reducción del déficit, parcial desmantelamiento del Estado del Bienestar, mercados laborales flexibles y bancos centrales independientes. Los países del Tercer Mundo han estado sujetos a los programas de ajuste estructural, incluyendo grandes devaluaciones, con la teoría de que un cambio en el valor externo de la moneda puede cambiar la producción desde el mercado interno a los mercados de exportación, como los flujos de tráfico pueden ser desviados por una señal en el camino. A la privatización de la empresa pública, iniciada por Thatcher en Gran Bretaña, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) agregó un arsenal del medidas de ajuste estructural a finales de los años ochenta. Los países fueron juzgados por sus éxitos en implementar reformas con orientación de mercado con poca preocupación sobre sus consecuencias sociales. El paciente fue considerado que estaría mejor en la medida en que la medicación fuera administrada como se prescribía. Los medios se volvieron los fines. La Economía se volvió ideología. La acelerada liberalización de los flujos de capital internacionales fue urgida a los países en desarrollo para sostener el crecimiento económico. En los años noventa, México y Corea del Sur fueron recompensados por la Organización para el Comercio y Desarrollo (OCDE), el club de los países ricos y exitosos. El precio de admisión probó ser muy costoso para ambos. La liberalización de la cuenta de capitales disparó la crisis mexicana del peso de 1995 y la crisis asiática de 1997.

El capital privado fue entronado como la máquina de crecimiento, y los propietarios de activos financieros han sido favorecidos sobre deudores y acreedores por políticas monetarias restrictivas y altas tasas de interés. Estas políticas pusieron simientes recesivos sobre los sectores productivos y presionaron a la baja de los salarios mientras se generaban grandes ganancias para los tenedores de títulos que demandan participar en el producto nacional. Las finanzas empezaron a actuar como un mecanismo para transferir ingreso desde los asalariados hacia los tenedores de activos financieros, manifiesto en la incontestable evidencia del crecimiento de las disparidades en el ingreso, más sorprendentemente en el mundo anglosajón. Este modelo de “mercado-amigable” de ganadores y perdedores no solamente es inequitativo en la distribución de las ganancias del crecimiento, también es inestable ecológica, social, política y financieramente -y últimamente es insustentable. Las inestabilidades subyacentes ha sido cubiertas por una carrilla de prosperidad por la influyente y educada profesión de hacer opinión pública y las clases comerciales, tanto en los países desarrollados como los países en desarrollo. Ellos han sido los principales beneficiarios de los altos salarios y ganancias de capital de una vasta estructura de títulos financieros.

La globalización de la crisis financiera

Un poderoso huracán financiero de la escala de los años treinta está generándose, ganando velocidad y poder desde la hipertrofia de masas de finanzas globales de corto plazo dando vuelta al globo en búsqueda de ganancias y cobertura de riesgo, saltando de un país a otro. El auge de los flujos de capital de corto plazo alentado por la liberalización financiera y apoyado por el G7, el FMI y el BM, ha llevado al mundo al borde de una gran crisis financiera. Consejos políticos acerca de qué hacer apuntan en direcciones diametralmente opuestas: el FMI -y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos que ahora dicta políticas al FMI- está presionando para la aceleración de la liberalización financiera y su codificación en nuevos Artículos del Acuerdo sobre la liberalización de la cuenta de capitales. Voces más precavidas están recomendando medidas para contener los movimientos de capital global, bien sea por una variante del impuesto Tobin, o por acuerdos internacionales para legitimar los controles nacionales de capital. Este es solamente el inicio de un más comprensivo repensar las doctrinas y políticas que, hasta recientemente, gozaron de un virtual monopolio en los círculos gubernamentales nacionales e internacionales.

Desde mediados de los años noventa, la acumulación de ahorros financieros en los bancos comerciales y en los fondos de pensión y fondos mutuos buscando altas rentabilidades y ganancias de capital constituyó el lado de la oferta de la oleada de capital dentro de las economías de rápido crecimiento de Asia del Este. Bajo la presión de los poderes occidentales, la liberalización financiera doméstica abrió esos países a grandes entradas de capital, muchos de corto plazo; los acreedores fueron bancos privados y corporaciones no bancarias. Las altas tasas de crecimiento, la baja inflación y los pequeños déficits del sector público absorbieron grandes flujos de capital en exceso de las necesidades de las economías con altas tasas de ahorro. En 1997 el Banco de Pagos Internacionales (BIS) emitió una alerta a los bancos comerciales que se habían extendido en economías emergentes de alto riesgo (principalmente Asia); la alerta fue ignorada.

Apenas se había secado la tinta de un reporte del FMI alabando el alto crecimiento de Tailandia cuando una burbuja de bienes raíces y quiebras bancarias trajeron al FMI a la región a todo vapor con un gran paquete de rescate y un conjunto de política restrictivas, las cuales agravaron la crisis de balanza de pagos que podría haber sido tratada rápidamente a través de negociaciones entre los acreedores y deudores privados. El contagio se expandió a los países vecinos. El cierre de bancos y las altas tasas de interés quebraron los negocios viables mientras que fracasaban en restaurar la confianza en las monedas. Para el otoño de 1997 y primavera de 1998 la crisis asiática había devastado a economías que habían sostenido altas tasas de crecimiento económico por décadas. Los factores domésticos, que habían sido usados para explicar sus éxitos previos, fueron ahora culpados por la crisis.

El colapso de las economías de Asia del Este ha impactado a Japón, en donde una montaña de préstamos bancarios morosos y varios años de estancamiento económico, han desplomado el valor del yen. Hay temores de que la peor recesión en 50 años en la segunda economía más grande del mundo pueda disparar una recesión global de gran escala. Los ahorradores japoneses, desconfiados de los bancos después de los escándalos de alto perfil, están o bien manteniendo su efectivo en sus casas o bien invirtiéndolo en paraísos seguros en Estados Unidos. Un mayor deterioro en la región se evidencia por la cooperación de China comunista con Estados Unidos, resistiendo las presiones para devaluar el yuan -esperando para compensar otra ronda de debilitantes devaluaciones y quiebras en las abatidas economías de Asia.

Las consecuencias políticas del huracán económico que ha azotado a la región de Asia han empezado a desarrollarse. Masivas manifestaciones en las calles destituyeron a los líderes de Tailandia, Corea del Sur e Indonesia, y el Primer Ministro japonés fue sacado de su oficina por el voto. El cambio en la retórica popular es hacia el pueblo. Se cree ampliamente que la medicina financiera ortodoxa occidental había sido peor que la crisis -una visión compartida por muchos economistas occidentales. Una visión más extrema es que las economías asiáticas han sido deliberadamente destruidas y empujadas para atrás, hacia el colonialismo, por los capitalistas occidentales y los gobiernos. Los desafíos de la globalización económica son crecientes. Aunque las exportaciones se han incrementado en volumen la competencia por los mercados en América y Europa ha desplomado los precios y rasurado los márgenes de ganancia.

Es cada vez más difícil ver cómo esas economías pueden salir de la recesión mediante la exportación. El desempleo está creciendo, no solamente en las economías de los antes llamados tigres asiáticos sino también en China. Se advierte que una creciente marea de sentimiento antioccidental amenaza los acuerdos de liberalización comercial y crean una mentalidad de encierro.

Sin embargo, en Washington, el FMI está quedándose sin dinero. Los 35 mil millones de dólares comprometidos con Tailandia (4) Corea (21) e Indonesia (10) de recursos del FMI reduce sus recursos, al grado que daña su capacidad de otorgar sustanciales préstamos a las siguientes bajas de una crisis financiera global. Aunque el alto mando del FMI hizo declaraciones a finales de mayo de 1998, asegurando que la amenaza de moratoria de Rusia no era una causa de pánico, esta es la única palabra que describe los temores que reinaron en los corredores del poder en Washington. Los temores de las consecuencias políticas del fracaso de Yeltsin de proteger el rublo de una devastadora crisis, provocó que los republicanos se unieran a los demócratas en levantar las obstrucciones del Senado para una reposición de recursos del FMI. El descontento popular en un gran país, con un vasto arsenal de armas nucleares, era suficientemente amenazante para poner la política doméstica americana y las bien fundadas críticas al FMI en espera -por una semana o dos! Al momento de escribir este trabajo, los 4.8 mil millones de dólares en créditos liberados para Rusia no han detenido la salida de capitales.

La inestabilidad política, económica y financiera en Rusia no es el único incendio latente. La semana pasada se reveló que Pakistán está al borde de la moratoria. El FMI había bloqueado la liberación de fondos por el embargo de Estados Unidos sobre la asistencia a los países que prueban armas nucleares. Nuevamente el pánico sacudió. En días, la política estadounidense se revirtió y envío un mensaje al FMI de que Pakistán había sido exento del embargo. Sin embargo, la India -menos dependiente del capital extranjero y consecuentemente menos peligrosamente endeudada- no fue exenta. Una latente crisis financiera en Sudáfrica -un país grande según la lista de vigilancia del FMI- sacudió las páginas de los periódicos. En julio, el Rand sudafricano había perdido 25% de su valor desde que esta moneda recibió su primer ataque a finales de mayo; hay peligro de mayores ataques especulativos, en la medida en que el capital huye del país. Una gran crisis de Sudáfrica podría llevar a todo el sur de África a la recesión. En Irán, donde las manifestaciones estudiantiles apoyan al presidente quien está entrampado en el conflicto con las fuerzas religiosas ultra conservadoras, la estabilidad financiera y económica está ahora amenazada por la caída de los precios del petróleo. Incluso monedas fuertes de países como Australia y Canadá han sentido el impacto de la crisis asiática con capitales que buscan un puerto seguro en Estados Unidos. La exportación de materias primas está cayendo, y los tiburones cambiarios están atareados en aguas peligrosas.

En Australia, los especuladores internacionales redujeron el valor de la moneda a su más nivel bajo en 12 años, a pesar de las grandes intervenciones del Banco Central. El peligro de más ataques sobre la moneda persisten. Se cree que el último objetivo de los especuladores cambiarios es el yuan de China. Un vicegobernador del Banco de la Reserva de Australia atribuye la crisis asiática a las excesivamente grandes -y volátiles- entradas de capital de corto plazo. Él criticó las políticas del FMI de imponer altas tasas de interés y oblicuamente sugirió que, en ausencia de regulación de los flujos internacionales de capital, las economías emergentes frágiles deben protegerse contra el virus de los préstamos de corto plazo, particularmente por -y hacia- los bancos. Una vuelta electoral por las víctimas de una década de liberalización radical está virando la política hacia la reconstrucción de las industrias productivas y la disminución del ritmo de la liberalización comercial.

En su informe anual publicado junio de 1998, el BIS advirtió que la creciente institucionalización de los mercados financieros podría disminuir la estabilidad financiera. Los inversores institucionales de Norteamérica, Europa y Japón (compañías de inversión, compañías de seguros, fondos de pensiones y administradores de dinero) tenían un estimado de 21 billones de dólares -algo más que el PIB combinado de los 18 países concernientes. Un ajuste marginal de cartera por los inversores puede ser un gran evento para los países receptores. Los inversionistas institucionales no fueron culpados de la crisis asiática debido a que el BIS consideró que la creciente importancia de la profesionalización de los inversores y sus métodos de hacer negocios ofrecían un espacio para el comportamiento rebaño y potencial daño. Los bancos comerciales, que eran de lejos los más importantes acreedores (de los fondos de corto plazo) en los mercados emergentes de Asia, continuaron aumentando su exposición hasta el otoño de 1997, parecen haber sido los principales responsables del fatal desbalance de los prestatarios cuando la crisis golpeó.18

¿Dónde golpeará a la siguiente crisis? No lo sabemos pero seguramente se puede asumir que será una crisis más aguda, hasta que, en algún lado, un gran país en desarrollo o en transición sea empujado al borde de la moratoria -lo que podría disparar una cascada de otras moratorias. Fue a través de la declaración de moratoria unilateral sobre los pagos de la deuda que América Latina y otros países deudores que advirtieron del colapso económico en los años treinta. La crisis financiera global que hemos descrito sugiere que un gran monto de títulos financieros pendientes o bien se estrellará o será reducida por una combinación de condonación de deudas, ajustes del mercado accionario y negociación de rebajas contables o quitas de deuda.

Durante años el electorado de los países de Europa occidental han respaldado -o al menos tolerado- las políticas fiscales restrictivas de sus gobiernos. Pero la caída de las políticas orientadas a la competencia externa a expensas de los niveles de vida interno están levantando tormentas políticas. La elección de los gobiernos socialdemócratas en casi todos los países de Europa Occidental incluso aunque sus políticas no son muy diferentes de los gobiernos que remplazan- tiene significación.

La democracia está empujando para una revisión de políticas que contrabalanceen aquellas que privilegian la codicia sobre la equidad y seguridad. La ideología hegemónica del neoliberalismo está perdiendo su control. En lenguaje de Polanyi, la sociedad se mueve para protegerse ella misma del látigo de las fuerzas de mercado. La democracia está contraatacando la economía. Para una discusión del conflicto entre capitalismo y democracia tratada en el ensayo de Polanyi “Economía y Democracia” (1932) véase el capítulo cinco de este volumen.

Lecciones de la crisis económica mundial de 1931-1933

La apasionante retórica que domina La gran transformación se origina desde la experiencia de Europa Central de Polanyi. Europa Central y del Este fueron mucho más profundamente afectados por la Primera Guerra Mundial que los victoriosos poderes occidentales de Inglaterra y Francia, donde se desvaneció el brillo de la Bella Época previa a 1914, pero la vida burguesa continuó mucho tiempo como antes -como es descrito por Keynes en el pasaje antes citado. El corte de cupón rentista de la clase ociosa inglesa permaneció invirtiendo en el extranjero, como si no mucho hubiera cambiado. Los intereses de la City regresaron a la libra esterlina a su pedestal de oro con el tipo de cambio de la preguerra, en desafío al deslizamiento británico como el mayor exportador del mundo y la insostenible carga de las reparaciones impuestas sobre los vencidos poderes centrales.

En un sobresaliente estudio escrito en 1933, “The Mechanisms of the World Economic Crisis,” Polanyi trazó los orígenes de la crisis de 1931-1933 volviendo a los costos económicos y sociales de la Gran Guerra. La producción en Europa Central y del Este así como en Rusia no se recuperaron a los niveles de 1913 sino hasta finales de 1928. La escala de destrucción social y humana fue de tal magnitud que la fábrica social no podía sostener las fuerzas del ajuste de un equilibrio de posguerra. En su visión esto fue “una única crisis económica” que había sido solamente pospuesta por la carga del ajuste cambiando de una región a otra.

En este trabajo Polanyi ofrece un ejemplar análisis de economía política de los conflictivos intereses de clase en el ajuste de posguerra a los disminuidos niveles de recursos reales. Hubo tres grandes demandantes sociales: los tenedores de bonos (rentistas) quienes habían financiado la guerra y sin cuya confianza en las monedas y el crédito, las economías capitalistas no hubieran podido ser reconstruidas; los trabajadores quienes habían llevado la carga política y moral de la guerra y a quienes se les prometió una recompensa de mayores derechos y más pan; y, los campesinos quienes parecieron ser el único baluarte contra la amenaza de los bolcheviques sobre el continente.

En los países victoriosos, las monedas fuertes favorecieron los intereses de los rentistas. La democratización de la vida pública en Inglaterra incrementó el número de votantes elegibles de 8 millones en la preguerra a 28 millones. Cuando la guerra terminó, no hubo excusas para evitar entregar lo prometido a los “hogares beneméritos de héroes.” Nadie en Gran Bretaña creyó en la necesidad de restringir los niveles de vida después de la guerra. Cuando la realidad de la disminuida capacidad económica de Inglaterra empezó a aparecer, la entera carga del ajuste para defender -y aumentar- el valor de los ingresos del rentista fue colocado sobre las clases trabajadoras.

En los países vencidos, las clases rentistas fueron devastadas por la inflación. Los trabajadores igualmente no estuvieron protegidos de la caída de la crisis. Pero ellos tenían prioridad. Instalado en el asiento del poder político, el trabajador (y ex soldado) quien había llevado la mayor carga de la guerra, demandó los derechos y el pan prometidos. La tercera parte de la trilogía era el campesinado, cuya visión del mundo en general (Weltanschauung) se aliaba con las fuerzas del conservadurismo. Un marco social viable demandó la protección de los intereses del rentista por la defensa de las monedas, la protección del ingreso de los trabajadores a través de los salarios reales y la protección del ingreso de las granjas a través de la estabilización del precio de las materias primas. En las economías continentales empobrecidas por la guerra y con su capital mermado, la satisfacción de todas esas demandas era imposible. Pero cuando la viabilidad de la sociedad entra en conflicto con lo que es económicamente imposible, las posibilidades económicas se estiran de una forma u otra. La manera en que éstas fueron estiradas fue por las intervenciones, incluyendo la negociación política de los créditos externos. Aunque el eventual colapso era inevitable, se podía -y así fue- retrasado por intervenciones de sacrificio.19

La madre de todas las intervenciones fue la guerra en sí misma. Todas las intervenciones de la era de la posguerra fueron costosos intentos para proteger a la sociedad contra el choque de la destrucción brutal del equilibrio social y económico. Éstas no fueron la causa de la crisis. El efecto de las intervenciones -algunas veces mal concebidas y limitadas en su implementación- fue posponer la solución de la crisis. Pero ellas crearon nuevos desequilibrios, los cuales exacerbaron las consecuencias de la gran intervención original de la guerra. (Polanyi 1933, énfasis en el original)

El exceso de demanda de las tres grandes categorías de perceptores de ingresos podría ser reunido en solamente tres fuentes:

  • por la redistribución doméstica a favor de las clases privilegiadas. Donde los trabajadores y campesinos fueran favorecidos, la carga caería sobre las clases medias y sobre el capital industrial a través de los impuestos a la propiedad y el más injusto de todos los impuestos la liquidación de ahorros por inflación. Los ingresos reales de los productores agrícolas fueron mantenidos por medio de proteger las tarifas -a expensas de los consumidores urbanos.

  • por el consumo de capital; el capital doméstico fue carcomido por la inflación y la venta de activos a los extranjeros.

  • por préstamos externos y creciente endeudamiento, a gran escala.

Los países financiaron sus déficits a través de préstamos externos perpetuos. Las débiles economías nacionales buscaron asistencia de las fuertes. Años de aparente estabilidad, una racha de fuerte crecimiento y engañosa apariencia de equilibrio fueron interrumpidas por las nuevas dificultades financieras y económicas, hasta que súbitamente en lo más alto del auge americano, la liga se reventó. Las economías deficitarias interdependientes entraron en una irreversible caída y toda la estabilidad de la estructura se colapsó.

El desplazamiento geográfico y la consecuente posposición de la crisis fue facilitada por los mecanismos de crédito de capacidad y flexibilidad única.

Mientras la economía mundial era destruida por la guerra; resurgió después de la guerra; y se deslizó en una declinación ininterrumpida al final de 1928, el sistema de créditos no ha cesado de desarrollar la innovación financiera introducida durante la Guerra. Una increíble movilidad y magnitud de crédito internacional fue acompañada por intermitentes restricciones y mal funcionamiento de la economía real.

La fuente de este sistema de créditos era la cooperación de los poderes victoriosos en la movilización del crédito para financiar la guerra: “nunca en la historia del capitalismo moderno el crédito había estado tan politizado.” Una estrecha relación se desarrolló entre los bancos comerciales y las autoridades emisoras de billetes (bancos centrales) en Londres, Nueva York y París.

La fuente de esta tubería ultramoderna para la distribución del crédito por toda Europa, la que trajo oro para dar agua a las llanuras resecas de Europa Central, fue la inmensa riqueza de América. Las enormes ganancias que hizo en la guerra fueron a la búsqueda de inversiones. La reconstrucción de Europa aparecía como un excelente negocio, el cual también reavivó las exportaciones americanas. Desiguales en riqueza -y en inexperiencia- los inversores que ahora aparecían en la escena demandaban solamente que este mecanismo de crédito debía ser sustentado por sus recursos. Sí ahora nosotros encontramos esto increíble, que el mundo podría haber estado tan equivocado acerca de la verdadera hoja de balance de la guerra, la explicación descansa en parte en las reclamaciones financieras que fueron consideradas buenas. La suma total de las deudas de la guerra de los aliados fue estimada en 25 mil millones de dólares.

Se creía que las reclamaciones sobre la guerra rusa y las deudas de la preguerra estimadas en 35 mil millones de francos-oro eran buenas. En 1925, después de que Gran Bretaña y Alemania habían regresado al patrón oro, se habló de una emisión por reparaciones por unos 16 mil millones de marcos-oro como si fuera un trato de negocios regular.

El valor de todas estas obligaciones ha sido ahora dado por perdido. Lo sobresaliente es que antes de la minusvalía, los propietarios de esos papeles pensaban que eran ricos… El mecanismo del crédito dotado por los contemporáneos de poderes virtuales míticos, fueron los principales actores en los 10 años de la crisis pospuesta.

El curso de la crisis

Polanyi trazó el curso geográfico de la crisis -desde el Este al Oeste. Los actores fueron los Estados perdedores,20 los Estados victoriosos (Inglaterra, Francia, Bélgica e Italia) y, como en una clase en sí misma, estaba la super victoriosa: América.

1918-1924

El proceso empieza en el Este con la reconstrucción de los estados vencidos -por medio de la asistencia de los victoriosos y de América.21 El punto más importante era la restauración del patrón oro en Alemania, financiado por el plan de préstamos Dawes, casi la mitad de procedencia americana. La reinstalación del patrón oro despojó a los Estados vencidos de las reservas secretas por las finanzas inflacionarias. Sus déficits estructurales fueron crecientemente cubiertos por préstamos externos; la carga de estas deudas fue así transferida a los estados victoriosos, cuyas monedas estaban en ese tiempo lejos de ser seguras.

1925-1928

Además de los déficits de los estados vencidos, los estados victoriosos tenía sus propios problemas. Desde el momento del restablecimiento del patrón oro la defensa de la moneda se asumió como la prioridad más alta. Por medio de la cooperación del Banco Central, Inglaterra cambió la carga de mantener el valor externo de la libra esterlina a Estados Unidos (a través de créditos de corto plazo de Estados Unidos). “Desde esa época, el secreto propósito de la política de crédito americana era no dar mucha asistencia a Europa, como soporte para Inglaterra.” El punto más alto fue la negociación entre el gobernador del Banco de Inglaterra, Norman, y el gobernador de la Reserva Federal, Strong, en mayo de 1927. En agosto de ese año Estados Unidos adoptó una política de “crédito barato,” la que finalmente llegó a febrero de 1928 y preparó el camino para el crack de Wall Street de octubre de 1929.

La inflación oculta americana significó el apoyo efectivo para las monedas europeas que habían regresado al patrón oro -debido a la disponibilidad de crédito barato.

1929-1933

Los déficits de los europeos vencidos y de los estados victoriosos fueron efectivamente cambiados hacia América y cubiertos por el estable crecimiento del crédito estadounidense en los 10 años previos. América financió el plan Dawes y renegoció las deudas de guerra de Gran Bretaña y Francia y el servicio de sus propios préstamos -además de poner inútiles esfuerzos para apoyar la estabilización inglesa, las malas inversiones alemanas, y la acumulación de los déficits del sector privado de Europa del Este con instituciones financieras en Viena. El Viena Kreditanstalt quebró el 12 de mayo de 1931, el Marco Imperial declinó, la libra inglesa se devaluó. El 19 de abril de 1933, el dólar estaba flotando. “La retracción de la economía mundial y la caótica inestabilidad de las monedas asemejan a las condiciones prevalecientes en el periodo inmediatamente después de la guerra."

Los críticos que atribuyeron la crisis económica a los errores de política tales como los ejemplos de los libros de texto, al regreso de la libra esterlina a la paridad de antes de la guerra, o a la creencia en Europa Central de que la tasa bancaria inglesa era demasiado baja para sostener el valor de la libra, fueron tomando un lugar. Las políticas alternativas, sostenía Polanyi, “eran solamente caminos alternativos hacia el mismo resultado indeseable.” Las exportaciones inglesas se volvieron no competitivas cuando Francia y Bélgica devaluaron sus monedas al 80%. Inglaterra eligió privilegiar a su clase rentista, mientras que Francia y Bélgica devaluaron los activos (externos) de los rentistas. ¿Si hubiera ido Inglaterra por ese camino habría tenido una reducción en la exportación de capitales considerada esencial para el mantenimiento de las exportaciones inglesas? ¿Si hubiera Inglaterra aumentado la tasa bancaria, que de cualquier manera nunca cayó por debajo de 4.5% -muy por arriba de las tasas prevalecientes históricamente- esto habría agravado la aguda crisis económica en Inglaterra? El hecho de que el ingreso de los rentistas ingleses fuera protegido (por el tipo de cambio sobrevaluado) aseguró el continuo flujo de inversiones británicas de largo plazo desde el continente europeo -asistidas por el flujo de dinero barato desde Nueva York a Londres.22

Desde el principio, la banda elástica que reunía el cada vez más frágil equilibrio de las economías deficitarias fueron los créditos americanos. “Pero la correa de transmisión que llevó los déficits de hasta las más fuertes economías europeas a las hojas de balance de crédito de las instituciones financieras americanas, fue el restablecimiento del patrón oro.” Las economías nacionales europeas fueron forzadas a ajustar sus debilitadas capacidades económicas para adherirse a las rígidas reglas del patrón oro. Su creciente endeudamiento con los acreedores americanos ocurrió silenciosamente, pero no menos efectivamente que los préstamos negociados. Aunque la estabilización en Europa Central fuera sostenida por el crédito barato disponible en los mercados monetarios de Londres, la restauración de la libra esterlina a la paridad de preguerra estuvo sostenida nada menos que por la callada inflación americana de 1926-1929.

Desde agosto de 1927 a febrero de 1928 la tasa de descuento de la Reserva Federal de Nueva York fue solamente de 3.5%. El resultado fue una mejora en el auge económico en Estados Unidos y Europa con un flujo de créditos americanos apoyando las monedas europeas. Las inversiones extranjeras en Alemania en 1927-1928 llegaron a 2 mil millones de dólares. En julio de 1928 la tasa en Nueva York había aumentado al 5% para contener una burbuja especulativa en el mercado accionario. La oferta de capital de largo plazo a Europa se secó. En la primera mitad de 1929 el valor de los bonos europeos emitidos en Nueva York era solamente de 101 millones de dólares, comparado con los 449 millones en la primera mitad de 1928.

Hasta 1925, el proteccionismo americano y las políticas de crédito sostuvieron el nivel de vida en Estados Unidos y Europa a través de aceptar el oro para el pago de importaciones y a través de la expansión del crédito. Después de la restauración del patrón oro en Europa, los estados deudores podían resistir a la presión sobre sus monedas solamente mediante las políticas inflacionarias de dinero barato en Estados Unidos que fueron instrumentadas con un enorme incremento del préstamos a Europa. Cuando las políticas inflacionarias americanas fueron revertidas, las presiones financieras sobre los Estados deudores dispararon la crisis mundial. Ni el oro, ni el nuevo dinero estuvieron disponibles para financiar los déficits de pagos.23 Los estados deudores ahora no tuvieron alternativa de incrementar sus exportaciones de bienes. Europa y los países exportadores de materias primas desde 1928-1929 habían inundado los mercados con exportaciones a virtualmente cualquier precio. La tendencia universal a la caída de los precios mundiales que se manifestó en 1929 fue el preludio de la crisis mundial. Después vino la crisis crediticia de 1931, la declinación en el comercio mundial en 1932, y el colapso de las monedas en 1933. El desplazamiento geográfico y la posposición de los déficits económicos había tomado su curso. Si la inflación fue exitosa al salvar la fábrica social, no pudo salvar a la humanidad de un prolongado y penoso proceso de ajuste.

Polanyi citó al Profesor J.B. Condliffe (1933:277), el principal autor del Anuario Económico de la Liga de las Naciones, en apoyo a su análisis:

Las dificultades reales no se manifestaron mientras que las monedas de muchos de los Estados deudores fueron independientes una de otra, los tipos de cambio eran flexibles, y las deudas intergubernamentales estaban desreguladas. Pero como las monedas regresaron al patrón oro, los tipos de cambio fueron fijos, y los pagos de deuda fueron oficialmente negociados, las tensiones en los mecanismos financieros internacionales nuevamente reconstruidos se incrementaron. En unos pocos años, de 1925 a 1929 el servicio de la deuda fue realizado sin ajustes radicales de las economías nacionales, por medio de grandes flujos de capital hacia los estados deudores principalmente desde Estados Unidos. Desde 1928 hasta 1929 los flujos de capital disminuyeron. Mientras las presiones sobre los estados deudores se incrementaron, los precios declinaron y el crédito se secó, las dificultades del ajuste internacional precipitaron el colapso de toda la estructura de pagos internacionales.

La significación y relevancia de la interpretación de la crisis de Polanyi

De muchas maneras Polanyi sintetizó la comprensión alcanzada por la economía convencional de la crisis económica mundial de los años treinta. ¿Qué es entonces lo interesante en este artículo además del hecho de que fue escrito en 1933, sin el beneficio de la comprensión retrospectiva? ¿Cómo ello difiere del segundo capítulo de La gran transformación? ¿Qué podemos nosotros aprender acerca de nuestro presente -y nuestro futuro- desde el balance del pasado de Polanyi?

Lo primero para anotar es el papel jugado por la Primera Guerra Mundial en el balance de Polanyi de la crisis económica de 19291933: “la crisis coyuntural de 1929-1933 [fue] solamente la más dramática fase en una crisis general que tuvo sus orígenes en la guerra.” Convencionalmente, la guerra de 1914-1918 marca el cierre del “siglo XIX largo.” Para Polanyi el quiebre histórico -La gran transformación- establecido con brusquedad, fue al inicio de los años treinta. La crisis económica mundial de 1929-1933 fue el último y final capítulo del siglo XIX.

Lo siguiente que nosotros observamos es el papel de Estados Unidos como el “super victorioso” de la Primera Guerra Mundial y la estrecha relación entre los banqueros centrales y los bancos comerciales en Nueva York, Londres y París. Aunque la fuente de los fondos americanos que sustentaba la compleja estructura del crédito expandido a los Estados europeos era privada, esos fondos fueron transferencias de recursos políticamente negociadas. “Esta es la maldición de las intervenciones políticamente motivadas,” Polanyi escribió, “ese eventual ajuste entraña nuevas y más penosas intervenciones.”

En el frente doméstico, nosotros observamos el énfasis sobre la prioridad política de asegurar “la viabilidad social” -que ahora es llamada la preservación del capital social o la preocupación de la fábrica social en transformaciones llenas de tensiones del orden económico, o la severa insuficiencia de recursos económicos para cumplir las expectativas del mejoramiento en las condiciones de vida.

Esto conduce al tema del ingreso doméstico y la distribución de activos. Aquí nosotros observamos la atención de Polanyi sobre el impacto político de los mecanismos económicos. Por ejemplo, las clases rentistas en Inglaterra fueron privilegiadas por un tipo de cambio sobrevaluado, mientras las clases medias en Hungría, Austria, Alemania y Rusia fueron pauperizadas por la hiperinflación. En este contexto, él observó que es un error considerar que esas políticas solamente están intentando beneficiar a los trabajadores o a los campesinos como “intervencionistas.”

La conveniente implicación aquí es que… la protección de la moneda, no importa que tan artificial o draconiana sea, no es considerada intervencionismo; el efecto distributivo sobre el ingreso rentista no es tomado en cuenta explícitamente. Una aproximación a la estabilización económica, que dependa exclusivamente de la santidad de los contratos es de poco valor como un instrumento práctico de política financiera y económica.

El enfoque de Polanyi en el análisis de la crisis mundial de los años treinta invita a las siguientes preguntas concernientes al desarrollo de la crisis económica y financiera global de los años noventa.

Uno

¿La victoria de la guerra fría de los poderes de occidente sobre la antigua Unión Soviética resulta en la destrucción de un orden político internacional, el que: 1) proveyó un marco de cuatro décadas de fuerte crecimiento económico en las economías mixtas desarrolladas y muchas del mundo en desarrollo; 2) respetó la autoridad de Estados Unidos y de los derechos soberanos de los estados miembros; y 3) frenó los intentos de Estados Unidos -ahora el único super poder mundial- de tratar de imponer su sistema económico y su ideología sobre el resto del mundo? Después de su derrota en 1914-1918, Alemania creció hasta desatar una segunda terrible guerra en Europa, en la cual Rusia derrotó al ejército de Hitler y perdió 20 millones de personas. ¿Cuáles son las posibles consecuencias políticas de la humillación de un gran poder -con un arsenal de armas nucleares- cuya población ha estado sujeta a una forma de capitalismo mafioso que ha enriquecido quizá a 1 millón de personas y empobreció a la mayor parte del resto del pueblo? 24

Dos

La crisis asiática de 1997-1998 ha sido mostrada como una prueba de superioridad del modelo angloamericano de “libre empresa” sobre el fallido “capitalismo de amigos” de los “tigres” asiáticos, cuyo logro de décadas de fuerte crecimiento con relativa igualdad del ingreso y altos niveles educativos obtenidos recientemente, había sido descrito como “milagroso”. Habiendo tirado a la papelera a Rusia, ¿es ahora la intención de Estados Unidos usar el apalancamiento financiero y económico para destruir la cohesión de las sociedades asiáticas y reestructurar las formas del capitalismo que ellos consideran no suficientemente “abierto” o desregulado? Hay una agenda oculta -que obstruyan la formación económica regional bajo el control asiático?

Durante la Guerra Fría, Estados Unidos alentó -y asistió- a los países de Asia del Este para comprometerse en exitosas políticas “desarrollistas” de intervención del Estado, bajo reglas autoritarias. ¿Estados Unidos hubiera permitido caer en el hoyo negro del caos y la pobreza el cuarto país más poblado del mundo (Indonesia), si estos fueran todavía una amenaza creíble para el “comunismo”? ¿Cuál reacción antioccidental puede esperarse de los países asiáticos, los que hasta recientemente fueron el orgullo de los logros económicos debido a su duro trabajo y sacrificio con altas tasas de ahorro doméstico?

Tres

Regresando a la política internacional de las finanzas internacionales, ¿las lecciones del triste periodo de entreguerras han sido olvidadas? El sistema de Bretton Woods fue construido para evitar que los países con déficits en la balanza de pagos fuesen forzados a recesiones y desempleo. Sin embargo, las intervenciones del FMI en Asia del Este hicieron exactamente lo opuesto -los bancos fueron cerrados, las compañías viables fueron forzadas a la quiebra, y las altas tasas de interés fueron impuestas para proteger el valor de los activos denominados en la moneda local de los acreedores externos.

Esas políticas no solo fueron equivocadas y dañinas -también fueron inefectivas. Una crisis de balanza de pagos en un pequeño país disparó una crisis global de confianza y una masiva salida de capitales, seguida de intervenciones del FMI, quien no solo se encuentra corto en recursos financieros, sino también de recursos intelectuales. Sus análisis económicos y políticos han sido desafiados por varios economistas eminentes, tan importantes como Joseph Stiglitz, economista en jefe y vicepresidente del Banco Mundial, ex presidente del Consejo de Asesores del Presidente de Estados Unidos y altamente respetado académico experto en los mercados financieros. La pregunta aquí es: ¿quién tiene la última palabra en el FMI? Y ¿cuáles son sus intereses? ¿Por cuánto tiempo más del mundo puede permitirse estar al borde del precipicio antes de caer en el vórtice de una crisis económica generalizada?

Cuatro

Regresando a la globalización de la crisis financiera. Nada menos que una autoridad como Alan Greenspan (1998) advirtió que “los mercados financieros globales, por la rápida proliferación de los flujos y productos financieros, han desarrollado una capacidad de transmitir los errores a lo largo del sistema financiero de una manera desconocida una generación antes.” Él sugirió que “las economías asiáticas no podían proveer oportunidades adecuadas de rentabilidad a riesgos razonables en los años noventas para absorber la entrada de capitales… lo cual se reflejó… la diversificación de los mercados accionarios en occidente, las grandes ganancias de capital de un sector del mundo el cual fue percibido ofreciendo ganancias promedio por arriba.” Greenspan consideró:

El fondo interbancario transfronterizo del sistema financiero internacional como potencialmente el talón de Aquiles del sistema financiero internacional.

Los bancos acreedores esperan que las obligaciones de otros bancos, especialmente bancos en economías emergentes, sean protegidos por una red de seguridad y, consecuentemente las consideran esencialmente como obligaciones soberanas. A menos que esas expectativas sean sustancialmente alteradas -como cuando los bancos actualmente incurren en significativas pérdidas- los gobiernos pueden encontrarse en la posición de escoger entre validar estas expectativas o arriesgarse a serias crisis de los sistema pagos y de los mercados financieros en general.

La amenaza a la estabilidad de la economía mundial es real, grave e inminente. El primer ministro británico, Tony Blair, señaló que la vacilante economía japonesa es la amenaza más grave para la economía mundial en veinte años. George Soros, financiero y maestro especulador cambiario, expresó los temores de que “Japón está sufriendo circunstancias que recuerdan los años treintas,” que “nosotros estamos en el fila… de una lenta caída si la crisis de Asia se intensifica” (Soros 1998a). Él crítico al FMI por imponer condiciones sobre los países deudores pero no sobre los bancos internacionales que les prestaron. Él predijo que “la actual corrida en los mercados de capital será seguida de un masivo crac: si los inversores inexpertos están todos apoderados por el pánico y salen del mercado todos juntos, habrá un crack” (Soros 1998b). Desdeñado por economistas académicos, Soros ha demostrado su comprensión de la inestabilidad de los mercados financieros en el mundo real de la especulación monetaria exitosa.

Cinco

Polanyi vio la rigidez de las reglas del patrón oro internacional como el mecanismo de transmisión esencial que sostenía al capital internacional y posponía los ajustes de los desequilibrios subyacentes -hasta que toda la estructura de crédito se colapsó bajo el estrés de las fuerzas políticas y sociales en Europa. Hoy en día, nosotros tenemos un sistema de tipo de cambio flexible. Desde el aspecto estrictamente técnico en política cambiaria, es el polo opuesto a los tipos de cambio fijos. Ciertamente, nosotros ahora vemos hacia atrás la estabilidad del tipo de cambio del orden de Bretton Woods pre-1971, como una “edad de oro” pérdida. ¿Cómo entonces podemos decir que hay similitudes entre los años treintas y los noventas?

Las políticas globalizadoras de la desregulación, privatización, y liberalización del comercio y la finanzas han colocado presiones deflacionarias sobre la economía real de los grandes países industriales. Las altas tasas de interés y la disciplina monetaria y fiscal, que los mercados financieros liberalizados han impuesto sobre los funcionarios responsables de las políticas -quienes ven la “credibilidad” del mercado financiero internacional como el más importante objetivo de política- han desalentado el crecimiento económico, reducido el poder de compra del ingreso de los asalariados e intensificado la competencia global. La inversión en capital real ha sido canalizada a los mercados de exportación donde el exceso de capacidad de materias primas del comercio internacional, incluyendo manufacturas, está presionando hacia la baja los precios mundiales -y las ganancias.

A diferencia de los años treintas, cuando los países emplearon devaluaciones para ganar ventajas comerciales, los países ahora están forzados a las devaluaciones (no deseadas) por la fuga de capitales y la especulación contra las monedas débiles. Si los países débiles tratan de defender sus monedas, sus bancos centrales son pronto despojados de reservas; los países entonces caen dentro de las garras de los acreedores internacionales cuyos intereses están protegidos por las instituciones financieras internacionales con los principios de “la santidad de los contratos”. Laissez-Faire, como Polanyi sugirió, es instituida, mantenida, vigilada por reglas y regulaciones impuestas por los estados. Una elaborada estructura de acuerdos económicos y políticos internacionales ha creado un orden económico “liberal” a favor de los acreedores sobre los deudores, las finanzas sobre la producción, la riqueza sobre la pobreza. No hay países ganadores en este desordenado sistema. Los ganadores son los bancos y más generalmente los tenedores de papel con derechos sobre los activos cuyo monto excede por mucho las capacidades de la economía real para honrarlos. Los perdedores son la gran mayoría de las personas trabajadoras de todos los países.

Como en los años treintas, la crisis se está moviendo desde el Este hacia el Oeste. Pero la escala es inmensamente mayor. El Este ya no es más Europa del Este -es Asia y su población de dos mil millones. El “mundo” no es más Europa y sus extensiones transfronterizas en norte y Sudamérica. La escala de la inminente crisis es verdaderamente global. Pero las respuestas oficiales no tienen medido el desafío. Les he traído la voz de Karl Polanyi -a lo largo de la distancia en el tiempo- con la esperanza de que sus advertencias sobre los peligros de desatar la ganancia como el principio gobernante sobre los pueblos y de las naciones, pueda contribuir a sus soluciones.

Capítulo 5

Keynes y Polanyi

Los años veinte y noventa

En la fracturada década de los años setenta, una contrarrevolución en economía, restauró las doctrinas neoclásicas prevalecientes antes de la gran depresión. Para mediados de los años ochenta, la profesión de economía había proporcionado las directivas políticas para el Occidente y las instituciones de Bretton Woods con justificaciones teóricas para políticas monetaristas, liberalización, desregulación, privatización, presupuestos balanceados y la autonomía de los bancos centrales. El capital estaba preparado para hacer retroceder los avances hechos por el trabajo en el mundo industrial occidental y las políticas de desarrollo del Tercer Mundo. Los años noventa presencian crisis económicas y financieras con creciente frecuencia y severidad en América Latina, las economías de Asia del Este, Rusia, Brasil, Turquía y la más dramática, Argentina. Para 1998, dos décadas de esas políticas habían llevado al mundo al borde de la primera recesión deflacionaria global desde los años treinta. Las economías en desarrollo fueron forzadas a dolorosas devaluaciones debido a la fuga de capitales y la especulación contra sus débiles monedas.

Como en el periodo de entre guerras, cuando la estabilidad del empleo y los gobiernos democráticos fueron sacrificados por la estabilidad de las monedas, el sustento económico estaba ahora subordinado a las prescripciones macroeconómicas del Consenso de Washington. Complejas disposiciones de las agencias multilaterales estaban diseñadas para proteger los intereses especiales de los acreedores e inversores de las presiones políticas populares. Las finanzas globales estaban minando las bases de la economía productiva. Ahora, como entonces, no había instituciones internacionales efectivas para negociar el conflicto político y el desorden financiero.

Implacables presiones para abrir las economías al comercio y flujos de capital que está erosionando la coherencia de las economías nacionales. Los trabajadores y los productores agrícolas están expuestos a la competencia a una escala mundial, conduciendo a una baja de salarios y precios de las materias primas para beneficiar a un relativamente pequeño número de grandes corporaciones trasnacionales, las cuales controlan el acceso a la tecnología y los mercados. Los países ricos como Canadá ya no pueden sostener más el derecho universal a la educación gratuita y el cuidado de la salud disponibles en una época en el que el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita era la mitad de lo que es ahora. ¿Por qué? Se ha señalado que esto se debe a que debemos sacrificar la Seguridad Social para mantener la competitividad. Los gobiernos están comprometidos en competir por menores impuestos para atraer y mantener a los inversores. La competitividad se ha entronizado como el principio operativo de la política pública.

Como la economía mundial se tambalea de una crisis a otra y los ahorros son atraídos a los mercados financieros especulativos, las tasas de crecimiento promedio en el corazón industria del capitalismo están a un nivel históricamente bajo.25 Por una década Japón se vio en una trampa de liquidez keynesiana, en la que las tasas de interés cercanas a cero fallaron en estimular el consumo y la inversión. Un prolongado auge impulsado por el efecto riqueza en Estados Unidos fue seguido por la liquidación de activos valuados en miles de millones de dólares. Estamos viviendo la pesadilla de Keynes de una “economía casino” de capitalistas y la falsa utopía de Polanyi del mercado autorregulado. Este orden económico neoliberal favorece a los acreedores sobre los deudores, las finanzas sobre la producción y al rico sobre el pobre. Una creciente clase marginada es excluida de los circuitos formales de empleo, producción y consumo. Cientos de millones de personas pobres en países pobres son simplemente redundantes para los requerimientos de la economía capitalista global. El sistema es crónicamente inequitativo y endémicamente inestable. Finalmente, esto es políticamente insostenible.

Keynes está volviendo del destierro intelectual por la economía del mainstream. Distinguidos economistas se han unido con académicos de otras disciplinas para proyectar la atención hacia la insistencia de Polanyi de la importancia de que la economía política debe ser subordinada a los amplios objetivos sociales. Él advertía de los peligros de la subordinación social, cultural y medioambiental a las necesidades dictadas por el mercado, palabras que nos hablan como si hubieran sido escrita hoy mismo.

El fin de la Guerra Fría prometió un dividendo de paz y un futuro brillante para el capitalismo. Sin embargo, el ambiente financiero económico y político, requerido para la expansión de los negocios internacionales es problemático. Lo que de hecho nosotros estamos presenciando es un realineamiento del paisaje político a una escala global, incluyendo las reminiscencias de las aventuras militares neocoloniales de los imperios rivales de finales del siglo XIX. Las fallas históricas se están abriendo. Los Estados se están fracturando bajo la presión del resurgimiento de los nacionalismos. Las desigualdades están creciendo casi por todas partes. Igualdad, justicia social y democracia están subordinadas a los requerimientos de un estilo depredador de capitalismo, una clase de acumulación primitiva más interesada en aprovechar y controlar los activos existentes, tanto públicos como privados, que la inversión productiva real. La política y los políticos están devaluados. Hay un penetrante sentido de aprehensión. El medio ambiente está amenazado por la degradación irreversible. La vida en las zonas industriales del centro está caracterizada por una profunda inseguridad e incertidumbre. La revolución industrial en China, un explosivo crecimiento en India y una crisis demográfica por los costos de una población envejecida, sugieren un cambio hacia Asia de las localidades de crecimiento. Una nueva generación de líderes políticos en América Latina y parecidos estruendos en África están desafiando las demandas de G8 para proseguir una agenda de desarrollo.

En 1991 Estados Unidos emergió como la superpotencia militar sin rival y el dólar continuó sirviendo como la principal moneda de reserva mundial. Sin embargo, se puede preguntar por cuánto tiempo Estados Unidos podrá mantener esta posición debido a las contradicciones entre los requerimientos de los negocios de un mundo pacífico, ordenado e internacionalmente regulado y las consecuencias de la desestabilización interna e internacional del proyecto americano de dominación militar global?

Para Keynes, “el gran problema de esta época es la libre industrialización moderna desde los grilletes del capitalismo financiero” (Dillard 1948:102). Polanyi pensaba que solamente en Estados Unidos creyeron en un capitalismo universal; él previó un mundo de comercio administrado entre bloques regionales con diversas instituciones sociales y económicas. Las circunstancias son diferentes y las analogías históricas siempre son azarosas, pero nosotros creemos que las consideraciones de Keynes y Polanyi sobre los eventos de los años de entreguerras pueden arrojar luz sobre nuestro actual desorden mundial. Dar forma a instituciones políticas que permitan espacios políticos para el mundo no europeo, al colocar sus recursos humanos y naturales para alcanzar un moderno nivel de bienestar material, mientras protegen al medio ambiente de mayores daños, es esencial afirmar el control político democrático sobre las fuerzas desintegradoras del crecimiento económico irrestricto. Las visiones de Keynes y Polanyi pueden ayudarnos a restaurar y rescatar los espacios públicos de la “economía gigante” de Keynes.

El Poder de las ideas

Los intelectuales europeos de la generación de Keynes (nacido en 1883) y Polanyi (nacido en 1886) estaban condicionados para asumir la responsabilidad del bienestar de la sociedad. Ya sean intelectuales públicos (Keynes) o académicos comprometidos socialmente (Polanyi), ellos creyeron en el poder de las ideas para cambiar el curso de los eventos mundiales.

Aunque ellos venían con diferentes antecedentes, Keynes y Polanyi compartieron una experiencia generacional pues la Primera Guerra Mundial fue un evento traumático que cerró una era. Para Polanyi, un sentido de responsabilidad casi personal por su generación por la Gran Guerra y todas sus consecuencias, motivó su búsqueda de Los orígenes de nuestros tiempos -el título original de La gran transformación. Keynes y Polanyi se complementan uno a otro; Keynes era un brillante economista y servidor público comprometido, un producto de las mejores tradiciones del liberalismo inglés; Polanyi era un economista e historiador social cuya formación intelectual -y localización física- fue Europa Central y su orientación era socialista.

Más que cualquier otro gran economista, Keynes estaba motivado por el deseo de influir en la política. Keynes creyó que el “capitalismo sabiamente administrado podía ser más eficiente para alcanzar los fines económicos que cualquier otro sistema a la vista” (1971a: 294). Lo que encontraba profundamente cuestionable era “fomentar el estímulo y la protección a los motivos de hacer dinero de los individuos” (293). Su utopía era una sociedad de la abundancia, con tiempo libre, belleza, gracia y variedad, en donde el “amor por el dinero” fuera visto como una enfermedad mental (329). Polanyi compartió la aversión al amor al dinero. Sin embargo, su crítica a la “sociedad de mercado” llegó más allá que la de Keynes. Polanyi cuestionó la existencia misma de los “motivos económicos” como atributos humanos fundamentales. Para él, el capitalismo industrial era único en la historia humana en elevar las ganancias como el principio fundamental de la organización económica. Como Marx antes que él, Polanyi encontró “Los orígenes de nuestros tiempos” en el lugar de nacimiento de la revolución industrial.

Debemos buscar el origen del cataclismo en el ascenso y declinación de la economía de mercado… A fin de comprender el fascismo alemán, debemos volver a la Inglaterra ricardiana. La economía de mercado, el libre comercio y el patrón oro fueron inventos ingleses. Estas instituciones se derrumbaron por todas partes en los años veinte: en Alemania, Italia y Austria fue un evento más político y más dramático. Pero cualesquiera… de los episodios finales, los factores… que destruyeron esa civilización deben estudiarse en la cuna de la Revolución Industrial, Inglaterra (Polanyi 1944 [2001)]:30/78).

Polanyi advirtió que “un mercado autoregulado… no podría existir durante un largo periodo sin aniquilar la sustancia natural y humana de la sociedad” (3/49).

Los años veinte fueron el último jadeo de largo siglo XIX, que terminó en la crisis económica mundial de 1929-1933. Tanto Keynes como Polanyi atribuyeron un papel primordial al orden monetario internacional como el mecanismo de transmisión que impuso las presiones políticamente insostenibles sobre los países forzando el ajuste a los dictados de los mercados financieros en el interés de los rentistas tenedores de bonos. El análisis de Keynes fue extraído de la experiencia de Inglaterra, donde el patrón oro aseguró el valor de las grandes inversiones de ultramar en instrumentos de renta fija y la carga del ajuste cayó sobre la clase trabajadora. El análisis de Polanyi describió el impacto del ajuste sobre Alemania y la serie de Estados débiles y periféricos de Europa Central y del Este, como países tratando de defender el valor de sus monedas a través de sacrificar la democracia a las “finanzas sanas” y vinculando todo ello con el crecimiento del fascismo.

Los años noventa presenciaron un intento de acelerar las políticas iniciadas a principios de los años ochenta diseñadas para recrear la “edad de oro” de 1870-1914, promovidas y comercializadas como “globalización.” El proyecto neoliberal es la creación de un comprehensivo “libre” mercado global de bienes, servicios y capital -pero no de trabajo. En el mundo industrializado, la compensación social y las presiones políticas (el doble movimiento de Polanyi) han subordinado en algún grado la libertad del capital a través de los bienes públicos. Cuando este sistema es introducido a una escala global, no existen esos mecanismos y tenemos una clase de segregación global. El trabajo está confinado a las fronteras nacionales, pero el capital es móvil. Los Estados débiles son despojados de sus recursos administrativos y fiscales para negociar los intereses conflictivos.

Los mecanismos, por los cuales este estilo depredador de capitalismo está privando de su base a economías viables y empobreciendo los recursos humanos y medioambientales del mundo en desarrollo, son financieros. Ellos están codificados en las normas que rigen las finanzas internacionales y las inversiones y forzados por los intereses de los acreedores actuando a través de las organizaciones multilaterales, incluyendo las instituciones de Bretton Woods y la Organización Mundial de Comercio (OMC). El efecto es reproducir -de manera incompleta y menos automáticamente y con negociaciones políticas más complejas- los mecanismos del patrón oro.

Una visión de Europa Central de la crisis económica mundial, 1918-1933

Para Europa Central y del Este, la Primera Guerra Mundial fue un terremoto político que desechó al Imperio Alemán fragmentó al Austro-Húngaro en un conjunto de sucesivos estados débiles y frágiles y presenció una histórica revolución socialista en la Rusia Zarista. La Unión Soviética inherentemente Zarista vence en Asia Central y el lejano Oriente. Los restos del Imperio Otomano fueron ocupados por Gran Bretaña y Francia, con fatales consecuencias que todavía pueden verse en los encabezados de los periódicos de hoy en día.

En Viena, un mundo había terminado. La resplandeciente capital de un imperio multinacional de cincuenta millones se volvió la capital de la disminuida República de Austria -un país con seis millones, demasiado pequeño y demasiado pobre para ser considerado un estado viable. El primer gobierno de la República fue formado por el Partido Socialdemócrata y el primer ministro de finanzas fue Joseph Schumpeter (quien pronto salió para Alemania). El caos y la inflación reinaron. Las provincias eran rurales y católicas; Viena era cosmopolita y socialista. Las reformas educativas y los proyectos del modelo de vivienda pública de la administración socialista de la Viena “Roja” de los años veinte hicieron una profunda impresión en Polanyi -un triunfo de las fuerzas políticas y sociales sobre las desfavorables circunstancias económicas.

Desde 1924, su posición como editor principal del Oesterreichische Volkswirt, el semanario de economía y finanzas líder en ese momento, lo colocó en el ojo de la tormenta de las convulsiones económicas y políticas en Europa Continental. Desde esta posición él siguió el fracaso de los intentos de los poderes de occidente para restaurar el orden económico previo a 1914 y su eventual quiebre en 1931, cuando la crisis financiera en Viena se extendió hacia Occidente e Inglaterra y finalmente al mundo entero. En 1933, cuando el deteriorado clima político no permitió al semanario mantener a un destacado socialista en su personal editorial, él lo dejó para marchar a Inglaterra pero continuó escribiendo para el periódico.

Para insistir en mi énfasis sobre la significación de la perspectiva de central europea en Polanyi, observamos que uno de sus más característicos artículos, “Los mecanismos de la crisis económica mundial,” escrito en 1933, empieza con las palabras: “Desde una perspectiva central-europea.” La tesis del artículo era como sigue:

El completo periodo de posguerra, incluyendo los ocho años de milagrosa prosperidad de Estados Unidos, el sostenido crecimiento económico de otros países (Canadá, Argentina, etc.) y las multifacéticas aventuras técnicas, económicas, monetarias y política comercial de toda esta sombría época histórica, justo antes del crac de 1929 y la depresión de 1933, es una sola crisis económica que se manifiesta ella misma de diferentes formas a medida que atraviesa y transforma al mundo.

La crisis económica de los años de la primera posguerra no se resolvió -solamente se pospuso. El equilibrio en un lugar se alcanzó cambiando el peso del ajuste, deliberadamente hacia otras regiones económicas y sectores… Cuando llegó el inevitable día del ajuste de cuentas, no solamente fueron nuevamente encendidos viejos fuegos humeantes, sino que toda la crisis asumió profundidades y dimensiones que hicieron que todas las experiencias previas palidecieran en comparación.

Polanyi colocó los orígenes de la crisis económica mundial en la escala de destrucción humana y social de la guerra: “La fábrica social,” escribió, “podría no sostener las fuerzas del ajuste de un equilibrio de posguerra [Primera Guerra Mundial].” De acuerdo con las tasas de crecimiento de la preguerra, la producción industrial en Europa entre 1913 y 1933 debería haberse duplicado aproximadamente. En su lugar se incrementó solamente en un 60%. En 1933, cayó por debajo de los niveles de 1914. El choque político-sociológico de la guerra implicó que tomaría muchos años alcanzar el equilibrio. Sin embargo, el cuadro social podría no ser sustentable a menos de que los líderes políticos pudieran satisfacer las expectativas -y evitar las decepciones de los tres más importantes demandantes sociales: los tenedores de bonos, los trabajadores y los campesinos. “En los países victoriosos, los intereses de los tenedores de bonos tuvieron prioridad. Sus sacrificios financieros habían ganado la guerra; su fe en la estabilidad de las monedas y el crédito fueron la base de la reconstrucción de la sociedad en la postguerra.” En los países perdedores los recursos fueron insuficientes para satisfacer las demandas de los tres grupos. Carentes de reservas, se convirtieron en países crecientemente endeudados. Con el restablecimiento del patrón oro por los poderes victoriosos, la devaluación e inflación eran inadmisibles y los países vencidos no tenían otra opción que la de tratar de desendeudarse mediante las exportaciones en condiciones de descenso de precios.

Polanyi trazó el curso geográfico de la crisis desde los países periféricos del Este hacia las economías fuertes de Europa Occidental y eventualmente Estados Unidos. La disponibilidad de dinero barato en Estados Unidos desde 1926 hasta mediados de 1928 fluyó hacia Europa como créditos. Cuando en julio de 1928 la tasa de la Reserva Federal de Nueva York se elevó de 3.5 a 5% para confrontar una burbuja especulativa en el mercado accionario, la oferta de capitales a Europa se evaporó. Los préstamos se retiraron del mercado. La libra esterlina abandonó la convertibilidad en oro. Se fueron a la quiebra diez mil bancos estadounidenses. La tendencia universal a la caída de los precios internacionales a finales de los años veinte fue el preludio de la crisis mundial. Entonces llegó la crisis de 1931, la declinación del comercio mundial en 1932 y el colapso monetario en 1933.

En La gran transformación, Polanyi describió los programas de estabilización instrumentados a través de la Liga de las Naciones en Ginebra para restaurar las monedas en Europa Central y del Este:

…de acuerdo con Ginebra, las cuestiones sociales debían subordinarse por completo a la restauración de la moneda. La deflación era la necesidad primaria; las instituciones nacionales debían ajustarse como mejor pudieran… El ideal deflacionista llegó a ser una “economía libre bajo un gobierno fuerte”; pero mientras que la frase gobierno fuerte significaba: poderes de emergencia y suspensión de libertades públicas, “economía libre” significaba en la práctica lo opuesto de lo que decía, a saber: precios y salarios ajustados por el gobierno… mientras que los gobiernos inflacionarios condenados por Ginebra subordinaban la estabilidad de la moneda a la estabilidad de los ingresos y empleo, los gobiernos deflacionarios llevados al poder por Ginebra usaban un número no menor de intervenciones para subordinar la estabilidad de los ingresos y el empleo a la estabilidad de la moneda. (Polanyi 1944 [2001]:233/293-294)

“Para los economistas liberales, el patrón oro era una institución puramente económica; incluso se negaban a considerarlo como parte de un mecanismo social” (20/67). La confianza en la credibilidad crediticia de los deudores extranjeros descansaba sobre el sistema de tipos de cambio fijos y convertibilidad garantizada. El valor de los pasivos pendientes excedió por mucho la capacidad de los países deudores de servir esas deudas y eventualmente toda la estructura de crédito se desmoronó y colapsó. Polanyi comentó: “Nunca en la historia del capitalismo moderno ha estado el crédito tan politizado.” (Polanyi 1933). Las comparaciones con los paquetes políticamente motivados y negociados y los programas de Ajuste Estructural del FMI en los años ochenta son tan obvias que no ameritan comentarios adicionales.

Polanyi demostró la fe universal en la capacidad del patrón oro de otorgar estabilidad y normalidad, lo que debe ser entendido contra los antecedentes de inflaciones devastadoras que destruyeron las monedas nacionales en Europa Central y del Este después de la Primera Guerra Mundial. El ahorro de las clases medias fue borrado. Tremendas fortunas se hicieron por los especuladores. “La moneda se había convertido en el pivote de la política nacional” (Polanyi 1944 [2001]: 24/71), y los países “literalmente se morían de hambre para alcanzar las playas doradas” (27/73).

…Viena se convirtió en la Meca de los economistas liberales gracias a una operación brillantemente exitosa con la corona austriaca, a la que desgraciadamente no sobrevivió su paciente. En Bulgaria, Grecia, Finlandia, Latvia, Lituania, Estonia, Polonia y Rumania, la restauración de la moneda proveyó a la contrarevolución una pretensión al poder. En Bélgica, Francia e Inglaterra, la izquierda fue arrojada del gobierno en nombre de las sanas normas monetarias. (25/71) “ …

[C]asi no hubo en Europa ninguna crisis interna que no alcanzará su clímax a propósito de algún problema de la economía externa. Los estudiosos de la política no reagrupan ahora los diversos países de acuerdo con los continentes, sino de acuerdo a su adhesión a una moneda sólida” (23/70). “Invariablemente el peligro era para la moneda, y con igual regularidad se echaba la responsabilidad a los salarios inflados y los presupuestos desbalanceados” (229/289).

Eventualmente todo se colapsó, marcando el inicio de la “gran transformación.” Alemania, bajo el Nacionalsocialismo, relanzó la economía con grandes gastos públicos en la preparación de guerra y programas sociales. El trabajo fue reprimido y la rentabilidad del capital restaurada. Rusia adoptó los planes quinquenales. Los pequeños países de Europa abandonaron el patrón oro y cerraron parcialmente sus economías mientras se colapsaba el comercio y la inversión internacional. En Estados Unidos, las medidas del New Deal instituidas por el Presidente Roosevelt directamente desafiaron los arraigados intereses financieros por el masivo gasto público en el empleo de los desempleados en una diversidad de innovadores programas.

Economía y Democracia

En un notable artículo, “Economía y democracia,” publicado en el Oesterreichische Volkswirt en diciembre de 1932, en la víspera del ascenso de Hitler al poder, Polanyi describió el impasse político del continente europeo en los años de entreguerras con la frescura del observador contemporáneo. En los países victoriosos de occidente, donde el interés de los rentistas fue favorecido, Polanyi observó que los gobiernos de izquierda cayeron por el tema monetario: “En los países vencidos, fue la democracia la que cayó vencida por los intereses de las presiones combinadas del trauma de la guerra, la crisis económica… y degeneración de los partidos políticos, lo que disminuyó la potestad de la democracia.” Él añadió:

En nombre de la economía y la democracia, la izquierda y la derecha están en disputa. La izquierda está conectada con la democracia, la derecha con la economía. La resultante disyuntiva entre economía y democracia está constriñendo las tensiones de una catastrófica polaridad. El mundo de la democracia política aumenta las fuerzas que intervienen en la economía, altera y restringe el proceso económico. En respuesta, la economía monta un ataque general contra la democracia como la encarnación de la irresponsabilidad y la hostilidad poco realista contra el mundo de los negocios.

Los trabajadores se atrincheraron en el Parlamento, donde su número les daba un peso; los capitalistas hacían de la industria una fortaleza para dominar desde ahí al país. (Polanyi 1944 [2001]: 244/296) Polanyi describe la acusación de la economía contra la democracia (y frecuentemente contra los políticos) incluyendo la responsabilidad de la inflación, los subsidios, el proteccionismo, la sindicalización, el régimen monetario, el costoso apoyo y sin sentido a empresas individuales, la asistencia pública y la rehabilitación de sectores industriales específicos, los excesivamente altos salarios y gastos sociales. Esto se lee como una lista de errores de política macroeconómica y “distorsión de precios” atribuidos por el FMI a gobiernos “populistas” carentes de suficiente “voluntad política” para instrumentar reformas estructurales. Plus ça change! (Entonces, eso cambia!) Esta acusación, así como la “implacable declinación en los precios, la producción y el consumo, y el aumento de la miseria del masivo desempleo fueron puestos en la cuenta de la democracia… Políticos, partidos políticos y el Parlamento perdieron credibilidad. La democracia cayó en mala fama. Un amplio estrato de las masas, tanto de derecha como de izquierda, se volvieron en contra de la democracia” (Polanyi 1932)

En muchos países, donde el parlamentarismo y la democracia estaban recientemente establecidas, como en Alemania, Italia, Polonia y muchos de los países de Europa Oriental, los intereses económicos abandonaron la democracia y los derechos civiles. En el periodo de posguerra las clases trabajadoras manifestaron gran resistencia moral e intelectual a las dictaduras que hicieron los burgueses.

Polanyi nos recuerda que los liberales militantes -desde Macaulay hasta Mises, desde Spencer a Sumner- expresaron su convicción de que la democracia popular era un peligro para el capitalismo (Polanyi 144 [2001]: 226/286). Esto sugiere que las actuales iniciativas de unir a las naciones y sociedades con reglas supranacionales más allá del alcance de las fuerzas políticas democráticas populares son una ilustración de la aseveración de

Polanyi de que la democracia es incompatible con los “mercados autoregulados” (ahora globales). La expresión es quizá mal entendida debido a que, como él lo explica, laissez-faire no es un estado natural de los negocios, sino más bien un orden económico que no funciona sin instituciones que salvaguarden la primacía de los mercados sobre todas las otras prioridades contendientes. Más específicamente, el mercado del capital, porque una economía liberal requiere de “una confianza absoluta en la continuidad de los títulos de propiedad” (242/295). Este fue, de hecho, el tema central en la disputa sobre el Acuerdo Multilateral de Inversión propuesto y el nuevo régimen de inversión planteado bajo los auspicios de la OMC y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). La globalización de la agenda explícitamente busca subordinar la política democrática popular a la salvaguarda de los derechos del inversor y de las reclamaciones por la propiedad, ahora extendidas al comercio en “servicios” y al “comercio relacionado con propiedad intelectual.”

La gran transformación

Como se mencionó antes en este libro, Polanyi ubicó la causa última del crecimiento del fascismo europeo en los años de entreguerras en el utópico intento de subordinar a la sociedad a las reglas del mercado. El lugar de nacimiento de esta doctrina revolucionaria fue Inglaterra en el siglo XIX. Como Marx, Polanyi reconoció la mercantilización de los recursos naturales y humanos como una innovación revolucionaria que desató las fuerzas productivas y creó incalculable riqueza de la civilización industrial del siglo XIX.

Mientras Marx creyó que el capitalismo finalmente fracasaría debido a las contradicciones económicas inherentes, el énfasis de Polanyi estaba en las consecuencias ecológicas y sociales de la mercantilización de las personas y naturaleza. Él señaló que la expansión de los mercados inevitablemente tropezaría con las contradicciones sociales y engendrarían medidas y movimientos sociales y políticos de defensa de la sociedad contra las fuerzas desintegradoras del mercado. A esto él llamó el “doble movimiento.” Es importante entender que éste no era un mecanismo auto correctivo para moderar los excesos del capitalismo sino una contradicción existencial entre los requerimientos de una economía de mercado capitalista de una ilimitada expansión y los requerimientos de las personas para vivir en relaciones de apoyo mutuo en sociedad. Nosotros señalamos que el texto muchas veces citado al final de la primera página de La gran transformación, acerca de la idea utópica del mercado autorregulado y sus desastrosas consecuencias, se sigue que: “Inevitablemente, la sociedad tomó medidas para protegerse, pero todas esas medidas afectaban la autoregulación del mercado, desorganizaban la vida industrial y así ponían en peligro a la sociedad en otro sentido.”

La aseveración de Polanyi fue que el sistema de mercado (“economía”) está necesariamente en perpetuo conflicto con las fuerzas populares en la sociedad (“democracia”) y, en su forma más pura, no puede tolerar la intervención democrática. En su forma más pura esto es el fascismo.

La solución fascista al impasse alcanzado por el capitalismo liberal puede describirse como una reforma de la economía de mercado lograda al precio de la extirpación de todas las instituciones democráticas, en el campo industrial y en el campo político por igual. El sistema económico que estaba en peligro de destrucción se fortalecería de ese modo, mientras que la gente era sometida, a una reeducación… que incluía las creencias de una religión política que negaba la idea de la hermandad del hombre en todas sus formas, se logró mediante un acto de conversión masiva, impuesta a los recalcitrantes por los métodos científicos de la tortura. (245/297)

No es acaso una exacta descripción de Pinochet en Chile, ampliamente aclamado como un éxito económico?

Keynes y el sesgo de clase deflacionario del patrón oro

Keynes describió la lucha de clases entre el capital rentista y la clase trabajadora industrial de Gran Bretaña de los años veinte entonces el país más rico del mundo. La fuente de riqueza de la clase ociosa rentista británica -cuyo idílico estilo de vida en la preguerra Keynes describió en un pasaje multicitado26 -era sus grandes inversiones de cartera en bonos y acciones extranjeros. El ancla financiera que protegía el valor de esos activos era la estabilidad de la moneda británica, la que había mantenido una paridad fija incambiable en relación al oro desde 1818. Antes de 1914, las colonias británicas formales e informales de conquista y asentamiento, junto con inversiones en Estados Unidos y Europa, crearon los flujos de ingreso rentista del orden del 10% del PIB. Estos por mucho rebasan las tasas de los flujos de inversión extranjera neta procedente de cualquier país en nuestros días. La atrincherada estructura social de clases británica se sostenía y reforzaba por una economía orientada a la exportación en la que la contribución de los salarios al poder de compra en el mercado doméstico era de poca significación para la comunidad de inversores. Los salarios eran considerados puramente como costos, una visión compartida por la profesión de economistas de hoy.

Después de la Primera Guerra Mundial, la restauración de la paridad de la libra esterlina con el oro en el nivel de antes de la guerra se volvió el objetivo prioritario del Banco de Inglaterra, actuando a favor de los intereses de los tenedores de bonos y la City de Londres como primer centro financiero del mundo. A pesar de que los grandes flujos de intereses y beneficios de las exportaciones de servicios eran suficientes para cubrir alrededor de un tercio de la factura de importaciones de materias primas, los ingresos por exportación no estaban funcionando como antes a los niveles que pudieran sostener el volumen de nuevas compras de bonos latinoamericanos o canadienses que los inversores británicos querían hacer para mantener y aumentar sus ingresos rentistas.

La libra esterlina (sobrevaluada) estaba bajo presión y el Banco de Inglaterra tomó prestado en el corto plazo en el mercado monetario de Nueva York para contener los insostenibles niveles de salida de capital de largo plazo. O bien los inversores británicos tendrían que reducir sus inversiones externas o los salarios monetarios de los trabajadores mineros tendrían que ser rebajados para recuperar la competitividad de la más importante y única exportación británica.

Keynes entendió que lo que parecía ser un asunto técnico de una “brecha moderada” entre la libra esterlina a 4.40 y la paridad de la preguerra de 4.89, era realmente un conflicto de clase entre los intereses de los trabajadores y los rentistas por proteger el valor de sus inversiones de ultramar por medio de altas tasas de interés (Keynes,1971a: 223). Esto tuvo el doble efecto de atraer dinero de Nueva York y distribuir una parcial deflación en la economía interna, resultando en niveles de desempleo de 10% y más. El Banco de Inglaterra y el Tesoro decretaron que las exportaciones se incrementarían para sostener el valor de la libra. Los propietarios de las minas fueron alentados a reclamar recortes salariales y a los mineros se les dijo “exportar o morir.” Los economistas dieron su apoyo a esas políticas y mantuvieron que la prosperidad británica y la reducción del desempleo dependía de una reducción en los salarios monetarios.

Keynes atribuyó a esas políticas el persistente desempleo y la subutilización de la capacidad de la industria doméstica británica. Los salarios en el sector exportador no deberían ser forzados a caer para ajustar las exportaciones de capital por los rentistas. Las inversiones deberían ser dirigidas al mercado interno con una política de crédito accesible. Keynes advirtió a Mr. Churchill, entonces Canciller de Hacienda:

No sería políticamente seguro admitir que usted ha deliberadamente intensificado el desempleo con el objetivo de reducir los salarios…

Por motivos de justicia social, ninguna defensa puede hacerse para la reducción de los salarios de los mineros. Ellos son las víctimas de la “economía monstruosa.” Ellos representan en la carne el “ajuste fundamental” elaborado por el Tesoro y el Banco Central para satisfacer la impaciencia de los padres de la ciudad para tender un puente sobre la moderada brecha entre 4.40 y 4.86, (215, 223)

El ajuste monetario automático por las reglas del patrón oro favoreció a las clases propietarias a expensas de las clases trabajadoras: “El patrón oro con su dependencia del puro ajuste automático… es una símbolo esencial para aquellos sentados en el más alto nivel de la maquinaria” (224).

Cuando los mineros se rehusaron a recortar su salario, fueron dejados de lado. Los sindicatos llamaron a una huelga general (1926), lo que sorprendió suficientemente a la clase capitalista y su demanda de mayores recortes salariales se moderaron. En defensa del valor de la libra esterlina, el presupuesto se recortó, agregando un millón más a la fila del desempleo. Bastante antes del crac bursátil estadounidense, el desempleo británico estaba cercano a los 3 millones y permaneció en ese nivel hasta la Segunda Guerra Mundial. La sobrevaluación de la libra se defendió con las tasas de interés, demasiado altas en relación a las ganancias esperadas en la economía doméstica. El resultado fue un exceso de ahorro sobre la inversión y “equilibrio con el desempleo.” La única manera en que el Banco de Inglaterra podía establecer una tasa suficientemente baja para permitir un nivel de inversión igual al deseo de ahorrar de la comunidad, al mismo tiempo que se mantenía el valor de la libra, era someter a la economía a una aplastante deflación. Keynes señaló que: “Éste solamente puede alcanzar sus fines a través de intensificar el desempleo sin límites hasta que los trabajadores estén listos para aceptar la necesaria reducción de los salarios bajo la presión de la dura realidad” (229). En contraste, los inversores ganaron a través de la deflación: los menores precios beneficiaron a los receptores de intereses a expensas del resto de la comunidad.

Esta consecuencia de la deflación, comentó Keynes, “está arraigada en nuestro sistema de contrato de dinero” (229).

La Revolución Keynesiana en economía

En los años veinte, la academia corriente no consideró que el desempleo fuese un sujeto meritorio de su atención. Ellos seguían al maestro; Marshall había dedicado solamente dos páginas en sus Principios a este tema. El Profesor Pigou, quien heredó el cargo de Marshall en economía, publicó The Theory of Unemployment en 1933, en medio de lo más profundo de la depresión. En este trabajo, él concluyó que el desempleo, más allá de aquel que es friccional, se debía a la negociación colectiva de los sindicatos y a la interferencia gubernamental en los mercados de trabajo debido a la legislación sobre el salario mínimo. Entre 1932 y 1935, solamente tres artículos sobre el tema del desempleo aparecieron en Economic Journal. Uno de estos artículos fue el discurso presidencial del Profesor Cannan en la Royal Economics Society, en el cual concluyó que “el desempleo general aparece cuando (los trabajadores) están pidiendo demasiado… (el mundo) debería aprender a someterse sin alaridos a declinar su ingreso monetario” (Cannan 1997:38). Lionel Robbins, quien sucedió a la presidencia del Profesor Cannan en la London University, negó que había sido un fracaso del sistema capitalista: “No es el capitalismo, es el intervencionismo y la incertidumbre monetaria las que son responsables de la persistente depresión” (Routh 1989:269). Los lectores pueden reconocer la influencia de las ideas de Friedrich von Hayek, quien fue traído de Viena a la London School of Economics por el Profesor Robbins para combatir las teorías de Keynes y asociados de Cambridge, creyendo que eran peligrosamente inflacionarias para la City.

Keynes sabía que su asesoría política, no importa que tan brillantemente la argumentara, podría ser dejada de lado tan pronto como las doctrinas económicas ortodoxas fueran axiomáticas, de manera que para cambiar la manera en que el mundo pensaba los problemas económicos, él tendría que inventar un nuevo paradigma. A principios de los años treinta, Keynes y un grupo de jóvenes colegas académicos emprendió la tarea de construir un modelo analítico que pudiera mostrar que la economía de libre mercado podía alcanzar el equilibrio con capacidad subutilizada de capital y trabajo Los hechos institucionales estilizados incorporados en el modelo fueron inferidos de la observación de la realidad de las economías capitalistas de esa época.

Este modelo de economía enfatiza la dominación de la incertidumbre en las relaciones específicas (causales) subyacentes. El reconocimiento del papel crítico de la incertidumbre permea su modelo teórico, como puede verse en su formulación de la trilogía central de las relaciones teóricas: la función consumo (basada sobre una ley psicológica fundamental), la demanda de dinero (o la función de preferencia por la liquidez) y la eficiencia marginal del capital (en su función de inversión), las que descansan sobre las propensiones psicológicas (altamente inestables), actitudes y expectativas. En el útil lenguaje introducido por los escandinavos, las tres variables están “ex ante” o “a propósito.” Ninguna de ellas puede ser modelada exactamente debido a que las tres incorporan la incertidumbre, la que, a diferencia del riesgo, no está sujeta al tratamiento del cálculo de probabilidad.

La economía keynesiana ha sido criticada por esta carencia de fundamento en la microeconomía de la teoría de la utilidad marginal. Esta acusación es válida. Keynes partió desde una concepción individual hacia una centrada en el comportamiento del grupo (la función consumo, la demanda de dinero). A diferencia de la concepción subjetiva de la “utilidad,” las categorías analíticas de Keynes estaban sujetas a la medición y estimación -ex post. Fue su genio haber inventado la construcción intelectual que capturó las realidades económicas importantes y proveyó de una guía a los funcionarios públicos la que ha perdurado como un paradigma económico útil para la administración de una economía mixta moderna.27

Inicialmente Keynes ganó más aceptación en Estados Unidos, donde una joven generación de economistas del New Deal adoptaron sus enseñanzas antes de que ellas penetraran a la más conservadora academia británica del establishment. En Inglaterra él ganó la confianza del Tesoro como un tecnócrata pragmático y por su activa participación en la administración británica de las finanzas durante la Segunda Guerra Mundial, detallada en How to Pay the War (Keynes 1971a: 367). Él fue encargado de la responsabilidad de la negociación de los acuerdos de Bretton Woods con Estados Unidos al servicio del gobierno del Reino Unido.

El fin del laissez-faire: moneda y controles del crédito

Para 1944, Keynes había abandonado sus primeras creencias en el laissez-faire. Escribió “la experiencia entre las guerras claramente demostró el engaño de los movimientos de capital regulados” (1944) y “es ampliamente apoyada la idea que el control de los movimientos de capital, tanto la entrada como la salida, debe ser una característica permanente del sistema de posguerra. (Keynes 1971b:129). En “The End of Laissez-Faire”, Keynes propuso el deliberado control del dinero y el crédito por una institución central y mecanismos sociales de “juicio coordinado e inteligente” para determinar que tanto una comunidad como un todo debe ahorrar, que tanto ahorro debe venir del extranjero en la forma de inversión externa, y si el mercado de capital distribuye el ahorro dentro de los canales nacionalmente productivos (Keynes 1971a: 293). Si estas propuestas se escuchan radicales hoy en día, es solamente debido a que la contrarrevolución neoliberal ha dado marcha hacia los años veinte. Keynes desafió la doctrina económica admitida es sus días -y podría seguramente contestar lo mismo (reciclado) a las doctrinas de hoy en día. Él rechazó el socialismo como una posible o deseable alternativa al capitalismo, pero también rechazó el laissez-faire del capitalismo existente en sus días, o como punto de partida para la formulación de políticas.

Keynes concluyó que el orden económico internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial debería de proveer a los países participantes de espacios políticos para mantener el pleno empleo. Él defendió los controles de capital permanentes. Keynes propuso una unión internacional de pagos con dinero de propósito especial, similares a los Derechos Especiales de Giro (DEG), de manera que los bancos centrales pagarían los créditos desembolsados y los balances deficitarios. Con el objetivo de prevenir la clase de desequilibrios que corrientemente prevalecen en la economía internacional, los países superavitarios serían penalizados. La unión de pagos internacionales -a manera de un Banco Central mundial- debía ser financiada por la creación de un fondo muchas veces excediendo los recursos del FMI, establecido en la conferencia de Bretton Woods. Este fondo debía ser respaldado por recursos reales de mercancías incluyendo el oro. El diseño de Keynes del sistema Bretton Woods habría asegurado el acceso de los países al financiamiento de mediano plazo a través de un puente temporal sobre los faltantes en la balanza de pagos, sin presionar a la deflación por la recesiva compresión de la demanda, como lo requieren las reglas del patrón oro. En las negociaciones entre británicos y estadounidenses, las que eventualmente terminaron con el establecimiento del FMI, Keynes estaba en una gran desventaja vis-a vis a su contraparte americana, debido a que los británicos se habían endeudado masivamente con Estados Unidos, y éste estaba determinado a desmantelar el sistema preferencial británico y al bloque de la esterlina. Aunque el dólar estadounidense era la moneda sin rival en el orden financiero internacional de la posguerra, la convertibilidad del dólar a oro y los controles cambiarios de otras importantes monedas proveyeron una disciplina monetaria internacional que terminó con la masiva pérdida de las reservas de oro que causó que Estados Unidos suspendiera la convertibilidad en 1971. Desde que se inició oficialmente la flotación de las monedas, Estados Unidos ha sido capaz de pagar sus compromisos fuera de su territorio con créditos denominados en dólares. El resultado de la hegemonía del dólar ha sido respaldo del sistema financiero internacional desordenado, que el original plan de Keynes quería evitar.

Algunas notas incompletas para una mayor investigación

A medida que se aleja el siglo XX, eventos de gran importancia emergen desde el alboroto. La Primera Guerra Mundial, seguida por la crisis económica mundial de 1931-1933 definitivamente terminó con el orden económico liberal del siglo XIX. El intento de los poderes victoriosos de reconstruirlo en los años veinte fracasó debido a que ninguna de las condiciones necesarias para el sostenimiento del liberalismo económico en el largo siglo XIX sobrevivió a los terremotos políticos que siguieron a la guerra. El gran papel británico término cuando la libra esterlina fue desvinculada del oro en 1931. En los siguientes veinte años, su vasto imperio colonial en Asia y África se deshizo. Un similar destino esperó a Holanda, Francia y otros poderes europeos.

Siguiendo el consejo de Keynes de “estudiar el pasado a la luz del presente, con el propósito del futuro” nosotros comparamos los análisis de Keynes y Polanyi de los años veinte y noventa. Por supuesto, el mundo ha cambiado en muchos temas importantes. Si hay similitudes, también hay grandes diferencias. Futuros historiadores podrán considerar la victoria de los poderes de Occidente en la Guerra Fría como un evento tan importante como 1914, lo que determinó el orden político y económico posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Por conveniencia mi comparación está enmarcada por una generalización de las cuatro instituciones que Polanyi identificó como soporte del orden económico del siglo XIX, ahora conocida como una temprana globalización: una paz de 100 años en Europa sostenida por el balance de poder entre los más grandes poderes rivales cumpliendo los intereses de paz de las altas finanzas internacionales; la libra esterlina británica con un valor en oro invariable desde 1818 y la City de Londres, como el centro financiero del mundo y soporte del patrón oro internacional, el cual aseguró el valor de la inversión internacional; el mercado autorregulado y el libre comercio era el ideal de las instituciones económicas nacionales de esa época; la cuarta institución de Polanyi era el Estado constitucional, el que transfiere el poder político desde el viejo régimen a la burguesía -con limitado privilegio franquicia para las clases propietarias, el Estado se convirtió en el agente para la institucionalización del laisez-faire y el desarraigo de la economía y la sociedad. La discusión de Polanyi sobre el papel del Estado estaba confinada a la escena nacional. La supremacía naval y militar y el colonialismo político directo e indirecto dio la seguridad del ingreso rentista en las inversiones de ultramar.

El Orden Geopolítico

Poco antes de la derrota de los poderes del eje en la Segunda Guerra Mundial, los fundamentos del orden político de posguerra fueron colocadas por Roosevelt, Churchill y Stalin en Yalta. El veto acordado para los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aseguró la división territorial de Europa entre los poderes de Occidente y la Unión Soviética, sostenidos por la capacidad de destrucción mutuamente asegurada de los dos super poderes mundiales. La competencia entre los poderes del comunismo y el capitalismo estuvo jugando también en los más importantes conflictos militares en Corea e Indochina y marca también las pequeñas guerras en África, América Latina, y Asia central. Las armas nucleares, sin embargo, nunca fueron usadas nuevamente después de Hiroshima y Nagasaki.

Un cercano examen del panorama geopolítico emergente desde el colapso de la Unión Soviética revela una profunda y multidimensional inestabilidad política. El punto de referencia de la Guerra Fría se ha desvanecido. Las últimas consecuencias de la humillación y el empobrecimiento de Rusia -intencionales o no- son aún desconocidas. Las líneas de la fractura histórica asociadas con la gran rivalidad política por el control sobre los Balcanes y las antiguas regiones del imperio otomano se han reabierto. El colapso del imperio soviético ha contribuido al resurgimiento de los nacionalismos y la solidaridad basada en las identidades religiosas y étnicas.

El origen próximo del fundamentalismo Jihadista que ha atacado a Estados Unidos, sus aliados y los regímenes que les apoyan en el medio Oriente debe ser buscado en la dotación de armas y el entrenamiento de miles de guerreros islámicos en la Guerra Fría pretendiendo resistir la ocupación soviética de Afganistán. La imposibilidad de Estados Unidos de cumplir el primer compromiso militar en el continente europeo desde finales de la Segunda Guerra Mundial, en la antigua Yugoslavia, seguido por el desacuerdo fundamental entre los británicos y otros países europeos para apoyar la guerra en Irak, y Francia, Alemania y otros que no lo apoyaron, reveló la ausencia de consensos en relación a una política común sobre la seguridad europea.

La carga fiscal de la reunificación de Alemania comprometió seriamente la principal máquina de crecimiento europea. Las presiones para reducir las ganancias alcanzadas por el trabajo y la introducción de reformas económicas para sostener la competitividad externa han encontrado la oposición popular, la manifestación del doble movimiento de Polanyi. Una división ideológica llevó a los británicos a abrir una grieta en el compromiso keynesiano que sostuvo el éxito del proyecto europeo por 40 años.

A diferencia de los primeros años de la posguerra, cuando la economía estadounidense y el poder financiero no tenía rival, ahora la economía mundial capitalista descansa sobre una base multipolar, con Europa, Japón y los poderes económicos emergentes de China, India y las economías de los tigres de Asia superando por mucho a Estados Unidos en capacidad productiva. Aunque los gastos militares de Estados Unidos ahora exceden el gasto combinado de los diez poderes siguientes, su declarado objetivo de alcanzar la dominación militar global es peligrosamente no realista, puesto que no han sido capaces de asegurar la ocupación de dos relativamente pequeñas economías, Afganistán e Irak.

La posición unilateral de la administración de George W. Bush constituyó un quiebre con las administraciones previas estadounidenses, demócratas o republicanas. Es difícil concebir cómo esas políticas pueden servir a los intereses de la seguridad estadounidense o incluso del capitalismo americano.

Hay poca evidencia de que las instituciones políticas internacionales ahora tengan la capacidad de negociar soluciones políticas realistas, que tomen en cuenta los legítimos intereses de los pueblos y los Estados. Todas las instituciones multilaterales ahora están en crisis, incluyendo el Consejo de Seguridad y otras instituciones de Naciones Unidas. El proyecto de la globalización requiere un orden político internacional estable y pacífico. En las circunstancias descritas en estas líneas la continua liberalización de las relaciones económicas internacionales es problemática.

Entonces quizá lo es también el futuro de la hegemonía estadounidense.

El orden financiero internacional

La esencia del patrón oro era su automatismo en equilibrar los pagos internacionales de las naciones y su sesgo de clase, protegiendo el valor de los ingresos de la propiedad y activos de la depreciación por la inflación. Como Polanyi señaló, un mecanismo social protegió el ingreso rentista mientras cambiaba el riesgo inherente en una economía capitalista del mercado hacia las clases productivas trabajadores, campesinos y empresarios. A nivel internacional, como Keynes explicó, la carga del ajuste de los desequilibrios, sean causados por el ciclo de negocios, o por el deterioro de los términos del intercambio o bien otros choques económicos, cayó exclusivamente sobre los países deudores. Podríamos preguntar ¿Cómo puede sobrevivir por tanto tiempo este sistema inequitativo? ¿Cómo puede la libra esterlina mantener un valor fijo con el oro por 100 años? ¿Cómo puede de la clase rentista británica ociosa sostener su confortable estilo de vida mientras se compromete el constante incremento sus inversiones en ultramar con un monto de 6% o 7% del PIB en 1914? En resumen, ¿por qué el privilegio doméstico estaba limitado a las clases propietarias, mientras el servicio de la deuda sobre la inversión de cartera estaba garantizado por los gobiernos coloniales o semicoloniales?

Las instituciones financieras internacionales negociadas por los británicos y Estados Unidos en Bretton Woods remplazaron el patrón oro por una versión modificada del plan Keynes, creado para facilitar los ajustes de las economías nacionales miembros por desequilibrios temporales en la balanza de pagos. Las condicionalidades fueron mínimas. Los controles de capital consagrados en el artículo sexto de la constitución del FMI, fueron la norma y los bancos centrales tuvieron los derechos exclusivos sobre el comercio en divisas. Estados Unidos emergió de la Segunda Guerra Mundial como el poder capitalista hegemónico y la mayor fuente de inversión y finanzas internacionales. Las monedas fueron vinculadas al dólar, el cual era convertible en oro hasta 1971. Un suave aumento de precios favoreció el crecimiento de la economía real. Las tasas de crecimiento económico históricamente sin precedentes de los países desarrollados y en desarrollo fueron sostenidas por treinta años. El comercio mundial creció más que el producto mundial mientras que las finanzas nacionales sirvieron de papel económico de canalizar ahorro hacia la inversión en la expansión la capacidad productiva real.

Cuando el dólar fue liberado de la disciplina de la convertibilidad en oro, una explosión de la liquidez internacional impulsó presiones inflacionarias. Los tipos de cambio flotantes y el progresivo levantamiento de los controles de capital nacionales favoreció al trabajo en el mundo industrial y a los deudores soberanos en los países en desarrollo, dado que las tasas de interés eran bajas algunas veces negativas. Restaurar la rentabilidad del capital con un choque antinflacionario bajo la forma de las duras reglas monetaristas, fue administrado en 1979/1980. Éste estrelló a las economías latinoamericanas endeudadas y otras de ingreso medio de los países en desarrollo. Las economías fueron reestructuradas para reducir la absorción doméstica y aumentar los ingresos de exportación para servir las impagables montañas de deuda.

Durante las siguientes dos décadas, los intereses de los inversionistas fueron sostenidos por acuerdos enormemente complejos, diseñados por instituciones financieras internacionales empleando muchos miles de profesionales con altas remuneraciones para negociar los programas de ajuste estructural y supervisar el diseño de los presupuestos nacionales en varios países en desarrollo. Menos eficiente y completo, el efecto ha sido replicar la disciplina del patrón oro, sin el automatismo y mucha planeación. Nos recuerda la muy citada dictum de Polanyi que “laissez-faire” era “ciertamente planeado”.

En los noventa, las finanzas y no el comercio, han determinado los tipos de cambio.28 Mientras que las devaluaciones fueron inicialmente forzadas en los países en desarrollo para cambiar los recursos internos no comerciables a sectores de exportación y pagos en la balanza externa, en los noventa la exposición de los fondos de pensión y los fondos mutuos a los tipos de cambio en los mercados emergentes alentó a los tipos de cambio fijo. Para defender a las monedas de los ataques especulativos, asegurar la convertibilidad y evitar devaluaciones precipitadas, los bancos centrales han sido obligados a mantener grandes reservas. En ausencia de controles cambiarios, la salida de capitales es inevitable, resultado de una reducción de las reservas y empobrecimiento de los países deudores. Desde la crisis mexicana de 1994 a la crisis asiática de 1997, la magnitud de los paquetes de rescate negociados por el FMI para rescatar a los inversionistas extranjeros se volvió cada vez mayor.

Para 1998, había serios temores de una posible crisis financiera global. La completamente triste experiencia, incluyendo los siempre creciente rescates, reveló la ausencia de una efectiva institución financiera internacional capaz de tratar con ese tipo de eventualidad. Los funcionarios senior del FMI, que argumentaron a favor del FMI como “prestamista de última instancia” para el sistema monetario internacional, fueron ridiculizados por los funcionarios del Tesoro. Solamente Estados Unidos, dijeron, tiene el poder de crear la divisa de reserva aceptada internacionalmente y tal reaprovisionamiento requiere la autorización del Congreso.

Desde entonces, el desequilibrio en el orden financiero internacional ha aumentado grandemente. Abandonando toda pretensión de disciplina fiscal, un superávit de 200 mil millones de dólares en 1999 se convirtió rápidamente en un incremento del déficit anual excediendo el 5% del PIB en 2003. Aproximadamente 45% de los bonos del Tesoro estadounidenses del gran déficit fiscal federal se financió con capital extranjero. La economía más fuerte del mundo se volvió la más grande deudora del mundo. El exceso del consumo público y privado, incluyendo gasto militar, se financió por las transferencias de recursos reales de los países superavitarios exportadores de capital hacia los países deficitarios agobiados por la deuda. En efecto, China y el resto del mundo está financiando la capacidad de los consumidores estadounidenses para comprar sus exportaciones con reservas depositadas en títulos del gobierno norteamericano de bajo rendimiento. Toda esta estructura inestable ahora descansa sobre la continuidad de la confianza en el valor del dólar estadounidense y su mantenimiento como la moneda de reserva como líder mundial. En esas condiciones, ¿qué tanto se puede mantener la confianza en el dólar? Es una pregunta efectuada con creciente frecuencia. El resultado de la hegemonía del dólar ha sido el fondo de la explicación del desorden del sistema financiero internacional, el que originó y trato de prevenir el plan de Keynes.

El Mercado autoregulado a escala global

En el esquema de Polanyi, el mercado autorregulado era una institución económica nacional moderada por los movimientos sociales en contra. El capital financiero y la población se movían libremente a lo largo de las fronteras nacionales. Las instalaciones productivas eran generalmente propiedad nacional. Las grandes exportaciones de capital de cartera financiaban la infraestructura pública y privada. El valor de los intereses y las ganancias eran asegurados por las garantías gubernamentales y las reglas del patrón oro, y financiaban un tercio de la cuenta de importación de materias primas británica antes de 1914. Millones de campesinos desplazados por el capitalismo agrario migraron hacia los “continentes vacíos” y aseguró la oferta de alimentos y materias primas agrícolas extendiendo los recursos de la tierra disponibles para la metrópoli.

En contraste Estados Unidos fue pionero en la corporación moderna y la cultura consumista dentro del vasto mercado doméstico, subsecuentemente extendido a los países extranjeros con el establecimiento de plantas de producción. Después de la Segunda Guerra Mundial, la Inversión Extranjera Directa (IED) se volvió la principal forma de capital privado de largo plazo, acompañada de asistencia oficial para el desarrollo para la infraestructura económica. Si la IED estadounidense hizo importantes contribuciones de capital, tecnología y acceso al mercado en las primeras tres décadas de la posguerra, en los años ochenta y especialmente en los años noventa, la IED de manera creciente asumió la forma de fusiones y adquisiciones de activos públicos y privados. Las ventas externas de las subsidiarias y filiales de las corporaciones estadounidenses por mucho excedieron a las exportaciones de bienes y servicios, y las corporaciones transnacionales se han vuelto crecientemente poderosas e influyentes en la formulación de las políticas públicas. Ellas financian los think-tanks y las universidades que, como mencioné antes, proveyeron las directivas políticas de la Organización para el Comercio y Desarrollo (OCDE) con la agenda política neoliberal de la globalización.

El proyecto de globalización es nada menos que el intento de recreación del orden económico liberal del siglo XIX a escala global. Para asegurar la “autorregulación” natural del sistema se requirió más que una camisa de fuerza dorada. Éste requiere de instituciones económicas y políticas internacionales nuevas para proteger los derechos de propiedad de los inversionistas ejerciendo la soberanía de los gobiernos nacionales. De acuerdo con el Banco Mundial: “uno de los efectos de la globalización es la expansión de las opciones disponibles a los individuos privados y empresas, mientras se reducen las de políticas públicas” (1995b:5).

La caída del socialismo y el colapso de la Unión Soviética fortalecieron la ilusión de que la globalización era, deseable o no, inevitable. En 1994, el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), fue transformado en la organización Mundial de Comercio (OMC). Su mandato no se confinó al arbitraje de disputas comerciales sino que incluyó provisiones que intentan conectar a los países al acuerdo de comercio en asuntos relacionados tales como los derechos de propiedad intelectual. En ese mismo año, Estados Unidos propuso el establecimiento de un Área de Libre Comercio para las Américas (FTAA por sus siglas en inglés), la que iba más allá de los temas de libre comercio para asegurar los derechos de los inversores. El FTAA se trató de extender al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de 1994 para abarcar todo el continente.

En 1995, la OCDE inició el acuerdo multilateral sobre inversiones para garantizar el estatuto nacional de los inversores extranjeros, que fue abortado frente a la oposición popular movilizada por las organizaciones no gubernamentales (ONGs). También en 1995, la economía mexicana colapsó. En 1997, las masivas protestas en Seattle en las reuniones de la OMC estancaron su avance, con reverberaciones alrededor del mundo. En Cancún en 2003, el Sur Global bloqueó el progreso de los contenciosos “asuntos de Singapúr”. Para 2005 lo único que permanecía en el FYAA estaba en el acuerdo de libre comercio con los pequeños países de América Central. El mayor temor de la comunidad financiera internacional y las grandes corporaciones transnacionales ha sido que los costos sociales y políticos de las crisis llegaran a causar que los países abandonaran la “globalización.” De ahí, la exclamación de alivio de Stanley Fischer, Director adjunto del FMI, comentando sobre la crisis asiática de 1997, que la globalización ha sobrevivido a su primera crisis (1999).

Desde los años ochenta y noventa, una forma depredadora de capitalismo anglo americano de “share-holders” ha socialmente desenraizado el “arraigo” de las economías mixtas. El medio ambiente natural, cultural y social ha sido crecientemente invadido, degradado y subordinado al criterio de la rentabilidad privada. Los objetivos del pleno empleo y la seguridad social en el mundo industrial han sido reemplazados por el objetivo primordial de la competitividad en los mercados externos. Las instituciones nacionales y los estándares que han protegido a los sectores vulnerables y provisto de sistemas comprehensivos de seguridad social, están siendo sacrificados. En el mundo en desarrollo, las políticas de planeación económica nacional y desarrollo industrial nacional, las cuales permitieron a Asia del Este y algunos otros países construir una fuerte base industrial para el mercado nacional de exportación, se han vuelto problemáticas debido a los compromisos con las instituciones multilaterales y bilaterales, incluyendo la OMC.

A finales del siglo XX la globalización había creado un mundo más uniforme en sus instituciones económicas -pero inmensamente más inequitativo.29 El capital es globalmente móvil -mientras que la inmigración de trabajo hacia los países ricos es altamente restrictiva. Los pueblos pobres en los países pobres no son requeridos como productores o consumidores. Ellos son “población en exceso”, una fuente de inestabilidad política potencial y una amenaza a la seguridad de las inversiones extranjeras. Un distinguido canadiense de una vieja generación no ha tenido inhibiciones en expresar su temor que el poder de la corporación global está tendiendo hacia el fascismo. Cito de “Remembering” de Eric Kierans y Alter Stewart, anterior presidente del mercado de valores de Montreal, ministro en la provincia de Quebec y del gobierno federal de Canadá, profesor de la Universidad de McGill y antiguo colega:

Nosotros no nacimos para vivir en el mundo corporativo, aunque ese es el mundo en donde nos estamos moviendo. Nosotros hemos creado una sociedad en la que mucho de la riqueza del mundo está acumulada en unas pocas manos -una curva que crece paso a paso cada día- que nos dirige hacia el fascismo o el caos. O bien los pocos controlarán a los muchos por la fuerza de las armas -el ejemplo de la vieja Sudáfrica salta a la mente- o las multitudes reinarán. Cuando las personas que no tienen nada que perder mucho y muchos están inmersos en la pobreza por el enriquecimiento de otros, ellos deberán subsistir o rebelarse; y hay una finalidad de la comunidad, responsabilidad y sociedad. (Kierans y Stewart 2001:253)

Capitalismo y Democracia

Quizá el legado más actual de Polanyi se inscribe en el conflicto entre democracia y economía. Los estados constitucionales del siglo XIX fueron el instrumento usado por la burguesía para instituir un mercado capitalista laissez-faire en Inglaterra, libre de las presiones del voto popular o los sindicatos (Eichengreen 1996:195). Con la extensión del gobierno representativo a la población adulta, el Estado se volvió una arena de contienda entre economía y democracia, entre los requerimientos del orden de las economías capitalistas y las demandas políticas y sociales de los ciudadanos.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el pleno empleo y la Seguridad Social empujaron el balance de poder hacia el trabajo. En los años ochenta, el capital volvió a ganar el control sobre las políticas públicas. Desde entonces, la desregulación del comercio y los mercados de capital ha subordinado los niveles de vida de los ciudadanos a los derechos de propiedad de los inversores.

Cuando las medidas que afectan el sustento de los pueblos están atrapadas en los acuerdos supranacionales, reforzadas por las penalidades punitivas, no hay efectivamente democracia. En las palabras inolvidables de Hirschman, “el rendimiento prevalece sobre la voz”. Los derechos de propiedad de los tenedores de títulos (inversores) prevalecen sobre los parlamentarios, ahí donde existen. Las constituciones son regularmente suspendidas o reescritas por los acreedores que conducen los programas de estabilización. Las instituciones multilaterales se vuelven instrumentos para la imposición del imperialismo económico. En el esquema del “trilema político” de Rodrik, en la ausencia de un gobierno mundial, la integración económica profunda es incompatible con la gobernabilidad democrática (1999:1). La democracia, sea local, subregional o nacional, opera en espacios sociales públicos. Aunque hay movimientos sociales globales, el estado nacional permanece como el principal arena político de la contestación democrática.

¿Capitalismo universal o planeación regional?

En un artículo con este mismo título publicado en 1945, Polanyi expresó su confianza en que el orden de la posguerra podría subordinar la economía a los objetivos sociales. Solamente Estados Unidos, escribió Polanyi, creyó en el “capitalismo universal” (1945). En los años cuarenta, era ampliamente aceptado que el capitalismo estaba desacreditado por los desastres de los años treinta, “dentro de las naciones estamos presenciando un desarrollo bajo el cual el sistema económico deja de prescribir la ley a la sociedad y se asegura la primacía de la sociedad sobre ese sistema” (Polanyi 1944 [2001]:259/311). Su visión era un mundo regionalizado de coexistencia de diferentes sistemas sociales económicos vinculados por el comercio administrado y negociado.

Polanyi se equivocó en su predicción de que el capitalismo universal era una doctrina muerta, pero su visión de la coexistencia de economías regionales con diferentes y diversas instituciones económicas vinculadas por flujos de comercio, conocimiento y pueblos tiene nueva relevancia para el mundo de hoy en día. Serias crisis en economías dependientes exportadoras y abiertas están plausiblemente redirigiendo la atención a los mercados internos, no sobre uno nacional sino sobre una escala regional. China y la India son quizás los únicos países que tienen la coherencia histórica, cultural y el tamaño de la población para emprender el desarrollo económico basado en la producción para la satisfacción de las necesidades básicas de sus pueblos. Este no es un argumento para la autarquía sino para el ejercicio de la soberanía sobre la política social económica. En América Latina una nueva generación de líderes políticos populistas está respondiendo a la profunda desilusión con las políticas neoliberales. Corrientes similares están brotando en África. La lucha común contra el atrincheramiento de los derechos de propiedad en la OMC, ha forzado los vínculos económicos y políticos entre las más importantes regiones del sur global. Dado el severo desbalance de poder entre el mundo desarrollado y en desarrollo, es difícil imaginar que un orden económico y financiero multilateral no estaría sesgado en favor del rico y poderoso. Las formaciones regionales tendrían que proporcionar ellas mismas las instituciones financieras para complementar la administración de las inversiones y el comercio exterior.

En este contexto el plan original de Keynes de una unión mundial de pagos dotado con una moneda de propósito especial, que podría coordinar las transacciones económicas en un mundo multipolar de economías regionales con amplias diferencias en las instituciones políticas y económicas, amerita ser reexaminada. Keynes era un liberal; Polanyi un socialista. Sin embargo, la definición de Polanyi de socialismo como “…la tendencia inherente en una civilización industrial de trascender el mercado autorregulado subordinándolo conscientemente a una sociedad democrática…” es lo suficientemente amplia para abarcar al liberalismo político, la socialdemocracia y una variedad de formas asociativas de democracia socialista (Polanyi 1944 [2001]: 242/294).

Capítulo 6

Principales conceptos de Karl Polanyi e importancia contemporánea*

Cuando mi padre estuvo dictando un curso sobre historia económica general en la Universidad de Columbia en los años cincuenta, se comprometió en la investigación sobre la vida económica en las sociedades arcaicas y primitivas. En aquel tiempo yo no podía entender su preocupación sobre el comercio de los isleños de Trobriand, o sus interpretaciones sobre los escritos babilonios. Todo ello me parecía tan lejano de los problemas de nuestros tiempos. Solamente años después pude apreciar que esta investigación en antropología económica estaba motivada por la determinación de probar que la economía de mercado en el siglo XIX fue única. Recordando su frecuentemente repetida declaración: “nunca antes en la historia del humanidad el principio de la ganancia ha sido elevado a principio de organización de la vida económica” (Polanyi, 1947 [1968]:43). Su extensiva investigación del intercambio no mercantil en las sociedades arcaicas y primitivas desafío las preconcepciones de los antropólogos y los historiadores quienes imponen a las sociedades precapitalistas conceptos de escasez y mercados creando precios derivados de las demandas de la economía, como de validez universal.

A fin de eliminar del estudio de la economía lo que él una vez llamó “nuestra obsoleta mentalidad de mercado,” postuló tres patrones generales de integración de la actividad económica: reciprocidad, redistribución e intercambio. Esos tres patrones fueron universales en el sentido de que ellos pueden ser encontrados en todos los sistemas de organización de la vida económica, incluyendo las economías de mercado contemporáneas. El enfoque de Polanyi fue comparativo. No había en su trabajo la sugestión al progreso o cualquier implicación de que las sociedades modernas son más avanzadas o más desarrolladas que aquellas del pasado. Yo pienso que por ello él cuestionó el concepto de desarrollo. Su rechazo del desarrollo no reflejó indiferencia hacia las naciones emergentes de África y Asia post colonial. Por el contrario, tenía la esperanza que su advertencia de los efectos destructivos de la sociedad subordinada a los requerimientos de la economía de mercado, podría salvar a la humanidad de los desastres más profundos que cualquier otra experiencia a la fecha. En una carta a una amiga de su juventud, Beatrice De Waard, en 1958, seis años antes de su muerte, él escribió:

Mi vida fue una vida mundial. Viví la vida del mundo. Pero el mundo dejó de vivir por varias décadas, y luego en unos pocos años avanzó un siglo! Así que ahora me estoy realizando, estoy siendo yo mismo, habiendo en alguna parte perdido 30 años en el camino -esperando a Godot- hasta que el mundo me alcanzó y me atrapó de nuevo. En retrospectiva, esto es bastante extraño, el martirio del aislamiento fue sólo aparente, en última instancia, solamente estaba esperando por mí mismo. Ahora la báscula está pesando contra nosotros, contra ti, contra mí, porque en 10 años, yo estaría reivindicado en mi propio tiempo de vida. Mi trabajo es para Asia y África, para los nuevos pueblos. El occidente les debe prestar asistencia intelectual y espiritual; en cambio, occidente está destruyendo la tradición del siglo XIX y está incluso demoliendo sus ideales victorianos… mis ideas al menos están atrayendo a la oposición, lo que es una buena señal, y gustosamente viviría para luchar por ellas, pero el hombre es un ser mortal.30

Cincuenta años han pasado antes que la originalidad de Karl Polanyi pudiera salir de la relativa oscuridad para ser abrazada por muchos sectores como una crítica definitiva a los efectos funestos de la subordinación de la sociedad a los criterios de la economía de mercado. No fue sino hasta la crisis asiática de 1997 y los desastres del capitalismo de mercado instalado en Rusia lo que llevó a su trabajo a ser citado en miles de discursos, ponencias, artículos y declaraciones políticas.

Muchos autores han suministrado excelentes exposiciones de la tesis principal de La gran transformación (1944) y su importancia en la globalización contemporánea. Pero ninguno podría haberle dado más satisfacción, dado su deseo de dialogar con el adversario intelectual, que ser identificado como el crítico más certero del proyecto neoliberal del siglo XXI por un alto miembro del Instituto Cato, un laboratorio de ideas -think-tank- líder de la derecha:

Él ha emergido en los años recientes como una especie de santo patrón de los críticos de la globalización. George Soros anota su deuda intelectual con sus conocimientos al inicio de su libro Crisis of Global Capitalism; Dani Rodrik, de la Universidad de Harvard y autor de Has Globalization Gone Too Far? lo refiere frecuentemente; John Gray, un profesor de la London School Of Economics quien escribió False Dawn: The Delusions of Global Capitalism, tituló su primer capítulo “De La gran transformación al libre mercado global.” Esos argumentos son casi un perfecto trastorno de la verdad. Las tragedias del siglo XX surgieron no de un exceso de confianza sobre los mercados, sino de una aguda pérdida de fe en ellos (Lindsey, 2001).

Sin duda, la crítica de Polanyi a la economía de mercado del siglo XIX y sus nefastas consecuencias resuenan más fuertemente con las críticas a la globalización. The Great Transformation es el trabajo mejor conocido de Polanyi, ahora traducido en más de 20 idiomas. Las ideas básicas germinaron durante sus años de formación en Hungría y su experiencia de periodista en Viena. Diez años de enseñanza e investigación en la Universidad de Columbia, de 1947 a 1957, le dieron oportunidad de extender su investigación histórica sobre el sustento económico de las sociedades primitivas. Había un tema constante en el mundo de su pensamiento. Él fue insistente en que no existen fuerzas impersonales que nos eximan de la responsabilidad personal por el destino de los seres humanos. Las ideas cuentan, y cuando los pueblos dejan de creer en la legitimidad de los poderosos, su poder está en declive.

Una vida mundial

La vida de Polanyi fue en efecto una “vida mundial” marcada por tres migraciones. Nació en Viena en 1886, pero la familia se mudó a Budapest casi inmediatamente, de manera que sus años formativos fueron en Hungría. Creció en una confortable familia de clase media alta. Su padre fue ingeniero civil y exitoso contratista ferrocarrilero hasta que una prolongada estación de mal clima arruinó el negocio y la familia cayó en una llevadera pobreza. Su madre, hija de un erudito rabino de Vilna, entonces Rusia, era conocida por su papel en acoger reuniones de la élite intelectual artística y literaria de Budapest. Los niños Polanyi recibieron una educación excelente en el hogar, incluyendo la instrucción en latín y griego, inglés, francés y alemán. Karl se graduó en la Universidad de Budapest en 1912 con un doctorado de leyes, el único grado universitario que tuvo. Él fue prominente en la vida intelectual húngara como presidente fundador del círculo Galileo, movimiento estudiantil, que llevó a cabo actividades educativas a una escala notable de 2000 clases por año. La ideología fue la ilustración occidental, opuesta al oscurantismo, clericalismo y moribundo del orden político de la monarquía húngara.31

Tenía 28 años en 1914 cuando se enlistó en el ejército austrohúngaro como oficial de caballería y sirvió en el frente ruso. Fue hospitalizado y en 1919 emigró a Viena, donde fue seguido muy pronto por un largo éxodo de húngaros huyendo del terror blanco.32 Entre ellos estaba Ilona Duczynska; ambos se casaron en 1923. La revolución rusa de 1917 estaba luchado por su existencia en una guerra civil prolongada. Polanyi se unió al debate sobre cómo podía ser construida una economía socialista. Fue en este contexto que él estudió los trabajos de los principales exponentes de la Escuela Austriaca de economía. Durante muchos años luchó por construir un modelo de economía socialista, el cual pudiera combinar los criterios económicos de eficiencia técnica con los requerimientos sociales, culturales y la toma de decisiones democráticas. Eventualmente, abandonó este ejercicio y encontró en la historia y la antropología un medio más efectivo de desarrollar conocimientos respecto del lugar de la economía en la sociedad. Él se mantuvo como un socialista hasta el final de su vida.

Desde 1929 hasta que dejó Inglaterra en 1933, Polanyi fue miembro senior del personal editorial de Oesterreichische Volkwirt, especializado en temas internacionales. Kari se le unió en 1934. Ilona permaneció comprometida con las luchas de la oposición ilegal al fascismo austriaco hasta 1936, cuando ella también vino a Inglaterra (Duczynska, 1978).

En esos primeros años en Inglaterra él estuvo asociado con un pequeño grupo de intelectuales y líderes religiosos que se hacían llamar a mismos la izquierda cristiana. Karl publicó un ensayo titulado “La esencia del fascismo” y fue coeditado por Christianity and the Social Revolution (1935). Entre otros autores estaba Joseph P. Needham.33 A ese grupo les guió en una perspectiva continental y les introdujo en The Economic and Philosophic Manuscripts of 1844 de Carlos Marx.34 En 1937, la recomendación de R.H. Tawney y G.D.H. Cole le ayudaron a conseguir empleo como tutor en la Asociación de Trabajadores de la Educación, enseñando en cursos de relaciones internacionales e historia social y económica inglesa en pequeños pueblos de provincia. En ese tiempo escribió artículos en varias revistas de izquierda y liberales. A pesar de que The Great Transformation fue escrita en el Bennington College en Vermont, de 1940 a 1943, fue en Inglaterra donde encontró los orígenes de los desastres que le sucedieron a Europa de 1914 a 1945.

Desde 1947 hasta su retiro en 1953, Polanyi enseñó un curso de historia económica general como profesor visitante en la Universidad de Columbia, y desde 1953 a 1957, fue codirector del proyecto de investigación interdisciplinario con Conrad Arensberg sobre aspectos económicos del crecimiento institucional. Los resultados de esa investigación fueron publicados como Trade and Market in the Early Empire, Economics in History and Theory (1957). Varios de sus estudiantes graduados contribuyeron a este volumen, entre otros, Anne Chapman, quien me invitó a esta conferencia. Dahomey and the Slave Trade con la introducción de Paul Bohannam, fue publicada póstumamente con la asistencia de Abraham Rotstein en 1966. Un antiguo estudiante George Dalton produjo la útil colección de ensayos de Karl Polanyi, intitulada Primitive, Archaic and Modern Economics (1968), y Harry Pearson editó un volumen póstumo de los escritos de Polanyi, The livelihood of Man (1977).

En 1950 los Polanyi hicieron su hogar en Canadá, en Pickering, Ontario, debido a que a Ilona se le prohibió la entrada a Estados Unidos con el argumento de sus antiguas actividades comunistas en Hungría (1917 a 1920) y Austria (1934-1936). Mis padres murieron en Canadá y ahora descansan en un cementerio en Budapest.

La fuente bibliográfica sobre la vida de Karl Polanyi más frecuentemente citada es un capítulo de las memorias de Peter F. Drucker llamado “Los Polanyis” (1978: 123-140).35 En este ejercicio muy entretenido de recuerdos imaginados sobre su amigo Karl y otros miembros de la familia, casi ninguno de los hechos son correctos; de hecho algunos son manifiestamente absurdos. Drucker fue observador al señalar que los Polanyi buscaron una “nueva sociedad que sería libre aunque no “burguesa” o “liberal”; próspera aunque no dominada por la economía; comunitaria, aunque no del modelo del colectivismo marxista.” Pero él no pudo estar más equivocado en desestimar a Karl Polanyi como una “figura menor” cuyo “fracaso”… significa la inutilidad de la búsqueda de la perfecta… o al menos de la buena sociedad,” o su investigación sobre la organización económica de las civilizaciones antiguas como un refugio "en ocupaciones académicas sin sentido" (138).

Polanyi en La gran transformación

La tesis de Polanyi era que las conmociones de la economía y la sociedad y las tensiones políticas resultantes de los intentos utópicos de restaurar el orden económico liberal del siglo XIX, incluyendo el patrón oro, después de la Primera Guerra Mundial fueron las causas esenciales de la crisis económica mundial y de la desaparición de la democracia en la mayor parte de los estados de Europa Continental en los años treinta. Como Keynes, él entendió que el patrón oro era un mecanismo social diseñado para reestructurar las economías domésticas de los países deudores en beneficio de los financieros rentistas. Su interpretación de la vulnerabilidad de los estados periféricos débiles y pequeños de Europa del Este y Central como un jalón del “hilo dorado,” se lee como un anticipo de los programas de estabilización del Fondo Monetario Internacional (FMI). En los estados de sucesión de Europa Central los acreedores internacionales instituyeron regímenes de supervisión externa bajo los auspicios de la Liga de las Naciones operando desde Ginebra. La Liga de las Naciones empleó no más de unos cuantos cientos de personas. Hoy en día, el FMI y el Banco Mundial (BM) emplean varios miles de profesionales y consultores con altas retribuciones para instituir una larga lista de medidas micro y macroeconómicas diseñadas para imponer presupuestos balanceados y “mercados libres” sobre los países en desarrollo endeudados. Plus ça change (Entonces, ello cambia).

En la descripción en papel de las finanzas internacionales en restaurar los regímenes de derecha en Europa, Polanyi escribió:

En Bélgica, Francia e Inglaterra, la izquierda fue arrojada del gobierno en nombre de las sanas prácticas monetarias. Una secuencia casi ininterrumpida de crisis monetarias conectó a los indigentes Balcanes con el rico Estados Unidos mediante la banda elástica de un sistema de crédito internacional que transmitía la tensión de las monedas imperfectamente restauradas, primero de Europa Oriental a Europa Occidental, luego de Europa Occidental a Estados Unidos. (Polanyi 1944 [2001): 23-4/71).

Europa saltó de crisis en crisis hasta que una pirámide insostenible de deuda colapsó en 1931. El Nacionalfascismo, la planeación quinquenal soviética y el New Deal fueron reacciones protectoras para salvar a las sociedades del colapso social y económico.

Mercancías ficticias

Contrario a la creencia comúnmente aceptada, no hay nada natural o inevitable del sistema de mercado del siglo XIX. Como Polanyi demostró, el liberalismo del laizzez faire fue diseñado por los primeros economistas políticos ingleses e instrumentado por el poder del Estado. En un pasaje frecuentemente citado, Polanyi concluyó que el “laissez faire se planeó” mientras que la reacción protectora contra la disciplina del mercado era “espontánea” (Polanyi 1944 [2001]:147/196). La extensión de la fijación de precios en el mercado para abarcar las mercancías ficticias de la tierra, el trabajo y el dinero fue la innovación más revolucionaria que las invenciones mecánicas de inicio del capitalismo industrial. Tierra, trabajo y dinero son mercancías “ficticias” debido que, a diferencia de las verdaderas mercancías, ellas no se producen para la venta. Los recursos naturales incluyendo la tierra son regalos de Dios; los pueblos no tienen hijos para proveer de trabajadores al mercado laboral; y el dinero es una convención social. Mientras que el dinero mercancía ha sido usado como moneda, el dinero moderno ha sido esencialmente una entrada contable validada por la santidad del contrato y codificado en la ley. Históricamente el dinero fue el primero en ser liberado de la regulación que prohíbe la usura, por siglos considerada como pecado por la doctrina cristiana.

El divorcio de los productores agrícolas de sus medios de subsistencia por la privatización (enclosure) de la tierra comunal creó una nueva clase de vagabundos y depauperados. La amenaza a la estabilidad social fue contenida por las medidas para aliviar la pobreza y el subsidio a los salarios. El paso crítico en la creación de un proletariado industrial en Inglaterra en el siglo XIX fue la aparición del alivio de los pobres por la draconiana nueva ley de pobres de 1834, la cual otorgó sanciones legales a la degradación del trabajo asalariado. Fue instituida por la reforma parlamentaria en 1832, lo que subordinó la oligarquía terrateniente a la burguesía urbana e industrial. La mayoría de la población no tuvo voz ni voto. Los sindicatos fueron proscritos.

El resultado fue dar rienda suelta a las fuerzas productivas y a la acumulación de capital. Pero los salarios no lograron aumentar por arriba de la subsistencia hasta la segunda mitad del siglo XIX. Los economistas clásicos estaban preocupados con la acumulación de capital, el crecimiento económico y la distribución de los ingresos de la producción. Ellos en gran medida ignoraron la desposesión, desplazamiento y degradación humana por la destrucción de las relaciones sociales en las que el sustento económico de la vida, el estatus social, el orgullo en el trabajo y las expresiones culturales, habían estado arraigadas previamente.

Polanyi insistió que la creación de un mercado autorregulado por la mercantilización de la tierra, el trabajo y el dinero requería nada menos que la subordinación de la sociedad a los requerimientos de mercado. Su tesis central fue que el orden económico liberal del siglo XIX era “económico” en un sentido diferente de aquel en el cual todas las sociedades han estado limitadas por las condiciones materiales de existencia. Esto era “economía” en un sentido distinto al que escogió para basarse en la motivación nunca antes elevada a nivel de justificación de la acción y comportamiento en la vida diaria, llamado ganancia individual (Polanyi 1944 [2001]:30/77). Previo al ascenso del capitalismo industrial, los mercados nunca fueron más que un accesorio de la vida económica. En ese sentido, la generalizada economía de mercado del capitalismo moderno representa una excepción. A medida que la “mejora” (léase “eficiencia”) conquistó el “hábitat” (léase “seguridad”) y el trabajo, la tierra, el dinero y los elementos esenciales de la vida se volvieron mercancías, la economía adquirió una existencia propia, conducida por leyes “económicas” de ella misma, bien sean concebidas en términos neoclásicos o marxistas.

El Doble movimiento

Con respecto a la creación de un mercado autorregulado, Polanyi advirtió, en un pasaje frecuentemente citado:

Tal institución no podría existir durante largo tiempo sin aniquilar la sustancia humana y natural de la sociedad; habría destruido físicamente al hombre y transformado su ambiente en un desierto. Inevitablemente, la sociedad tomó medidas para protegerse, pero todas esas medidas afectaban la autorregulación del mercado, desorganizaban la vida industrial, y así ponían en peligro a la sociedad en otro sentido (Polanyi 1944 [2001]: 3/49).

La referencia aquí es al “doble movimiento” de la explosiva propagación de la economía de mercado y el refreno a su expansión por movimientos defensores nacionales, cívicos y sociales. Polanyi interpretó la legislación respecto a la salud pública, las condiciones en las fábricas, la seguridad social, los servicios públicos, los servicios municipales y los derechos de los sindicatos en la Inglaterra Victoriana, como medidas de contrabalance para refrenar los efectos sociales de la expansión sin restricciones del capital. Señaló que en Europa Continental los gobiernos ampliamente diferentes en tonos políticos tomaron medidas similares, incluyendo la protección de las industrias y la agricultura de la amenaza de una competencia ruinosa. Esas medidas fueron instituidas por las intervenciones del Estado a nivel nacional. Inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, los conflictos sociales se presentaron ante los draconianos requerimientos financieros para ajustarse a las reglas del patrón oro, que no podían ser mediados por procesos democráticos y resultaron en el aumento de regímenes autoritarios y fascistas en la mayor parte de Europa Continental. Debe entenderse que el “doble movimiento” de Polanyi no es un mecanismo autocorrectivo para moderar los excesos del fundamentalismo de mercado, sino una contradicción existencial entre las necesidades de una economía de mercado capitalista de ilimitada expansión y las necesidades de las personas de vivir en relaciones de ayuda mutua en la sociedad.

Cuando el mundo salió de la Segunda Guerra Mundial para construir las instituciones internacionales que enmarcaron la era de la posguerra, era generalmente aceptado que la economía de mercado serviría a los objetivos nacionales de pleno empleo y seguridad social. Polanyi previó un mundo de bloques regionales con diversos sistemas económico-sociales. La marea, aparentemente, se había vuelto en contra de la dominación irrestricta de la economía por el capital. El control social se restauró sobre la economía. Esta fue la “gran transformación” que cerró el libro del liberalismo económico de los economistas políticos clásicos ingleses. El orden financiero internacional de Bretton Woods permitió un espacio político para los países industriales que buscaban el pleno empleo y la seguridad social financiada por acuerdos fiscales redistributivos. Los países en desarrollo fueron capaces de comprometerse en una industrialización sustituyendo importaciones y planear la economía en el largo plazo.

Como Polanyi nos recuerda, sin embargo, las medidas tomadas por la sociedad para protegerse a sí misma podría poner en peligro el funcionamiento del mercado y puso en acción un contrataque el capital para liberarse él mismo de las restricciones sociales. Esto, en efecto, es lo que ha estado sucediendo desde la crisis de los años setenta, cuando la declinación de la productividad y las ganancias, menores o negativas tasas de interés, favorecieron a los deudores y una ola de radicalismo político en el Sur, desató una contrarevolución neoliberal.

La liberalización del comercio y el capital en el último cuarto del siglo XX ha liberado nuevamente al capital de su regulación, ahora a una escala global. Los dictados del capital financiero están de nuevo gobernando los mercados. Combinado con la predominancia de las corporaciones transnacionales, los procesos democráticos en sociedades nacionales están debilitados y corrompidos. Las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) respecto de la inversión, competencia, adquisiciones de gobierno y la propiedad intelectual están específicamente diseñadas para vincular los estados a los acuerdos supranacionales para proteger a los inversores de la legislación a nivel nacional. La desigualdad ha escalado a niveles sin precedentes pero no hay instituciones internacionales para moderar los efectos polarizantes de la liberalización del capital. Los recursos fiscales que sostenían el Estado de Bienestar en los países industrializados están erosionándose. Los países en desarrollo endeudados están en las garras de las condicionalidades que no les permiten seguir estrategias de desarrollo económico como las que fueron exitosas en el pasado.

Un prolongado periodo de relativa estabilidad económica y fuerte crecimiento económico en Europa y Norteamérica alentó a leer el “doble movimiento” de Polanyi como una clase de mecanismo autocorrectivo. Tales ilusiones fueron quebradas en los años noventa. El surgimiento del capital de cartera buscando alta rentabilidad y ganancias de capital en los mercados emergentes de Asia y América Latina precipitó una serie de severas crisis financieras, y más dramáticamente en las economías de alto crecimiento del Este de Asia. Las lecciones de The Great Transformation fueron recuperadas y Polanyi emergió de la relativa obscuridad para destacarse en el discurso académico y comentarios periodísticos.

La economía desarraigada

Inestabilidad, inseguridad y graves crisis financieras asociadas con la globalización han llevado a académicos y directivos públicos, incluyendo al BM, a comprometerse con reformas institucionales y buen gobierno. La “economía arraigada” ha ganado popularidad en el discurso político, y en esta combinación Polanyi es frecuentemente citado. El supuesto aquí es que la corrupción es únicamente atribuida a los políticos y que los países se beneficiarían con la introducción de las instituciones y prácticas políticas de Occidente, y que el empoderamiento de la sociedad civil podría sustituir el tradicional papel del Estado. En realidad, el retroceso del Estado ha desempoderado a la sociedad civil. La reducción de la oferta de educación y salud ha empobrecido a los pueblos, y la concentración del poder económico privado, incluyendo mercenarios, ha minado la autoridad pública y el Estado de derecho. El resultado ha sido disminuir la capacidad de las sociedades de determinar la colocación de sus propios recursos. Como nunca antes, el sustento económico de los pueblos está más allá del control nacional, tipificado por las crisis financieras disparadas por el capital altamente volátil, la relocalización de la producción hacia fuentes más baratas de mano de obra, y la destrucción de la producción nacional de alimentos por la liberalización de las importaciones. En este aspecto, la globalización ha desarraigado la vida económica a una escala internacional.

El concepto de economía desarraigada es fundamental en la aseveración de Polanyi que el orden económico liberal del siglo XIX, el modelo de la globalización contemporánea, fue económico en un sentido diferente de la oferta de sustentos económicos en todas las sociedades previas. En la descripción de la economía como una esfera distinta y separada de la actividad humana, Polanyi escribió:

La economía desarraigada… existe separada del resto de la sociedad… En una economía de mercado la producción y la distribución de los bienes materiales en principio se lleva a cabo a través de un sistema económico autoregulado de mercados estableciendo los precios. Se rige por sus propias leyes, las llamadas leyes de la oferta y la demanda, y está motivado por el temor al hambre y la esperanza de ganancia.36

Las relaciones sociales de una familia extensa, la comunidad y todos los otros vínculos de la sociedad tradicional, son desplazados por instituciones económicas especiales tales como la propiedad privada y el modelo económico de la ganancia individual. Debido al desarraigo de la economía fue socialmente insostenible, Polanyi sugirió que la sociedad se protege así misma de las fuerzas impersonales del mercado con una variedad de medios.

Fred Block desestima el desarraigo económico y argumenta que el verdadero descubrimiento de Polanyi fue la “siempre economía arraigada”. Block sostiene que hubo un cambio desde la temprana influencia marxista de Polanyi a una revisión última de su visión y solamente el tiempo no le permitió revisar el manuscrito de The Great Transformation para resolver esta contradicción. “Polanyi vislumbró, pero no fue capaz de nombrar o elaborar la idea de la economía de mercado siempre arraigada”.37 Al descartar la economía desarraigada, Block lleva a Polanyi al discurso socioeconómico del mainstream. El efecto es obscurecer las implicaciones radicales de la contradicción existencial entre una economía de mercado y una sociedad viable. Hay una sugerencia aquí de que Polanyi estaba influenciado por el marxismo en el turbulento periodo de entreguerras y que hubo un cambio ideológico durante la escritura de su libro en Estados Unidos de 1940 a 1943. Tal interpretación pierde el punto. Se equivoca al entender lo que Polanyi aceptó y rechazó de Marx.

Polanyi compartió con Marx la idea fundamental de la naturaleza históricamente limitada de la organización de la vida económica por la universalización del principio del mercado. Su explicación de las consecuencias sociales de la mercantilización del dinero, la tierra, el trabajo y de hecho lo esencial de la vida recuerda el tema de la alienación en los escritos de Marx. Lo que Polanyi rechazó fue la teoría del valor trabajo ricardiana y el economicismo del materialismo histórico. Mientras que Marx anticipó la eventual ruptura del orden capitalista revelando las contradicciones económicas inherentes, Polanyi enfatizó la contradicción entre las exigencias de la expansión ilimitada de la economía de mercado y las necesidades sociales de los pueblos para vivir bajo relaciones sociales de apoyo mutuo. En la explicación de Polanyi de esta contradicción existencial el resultado no está determinado. No hay un gran diseño de progreso. No hay fuerzas históricas impersonales que hagan inevitable que la humanidad vaya hacia el futuro.

Al entrar al siglo XXI, estamos viendo la desintegración social manifiesta en la población desplazada, las pandemias, los conflictos étnicos y religiosos y el irreversible daño al medio ambiente natural que sostiene la vida en la tierra. Nuestro mundo es probablemente más turbulento y peligroso que el mundo de Polanyi. El impulso de la protección social de las sociedades está amenazado por la concentración económica, financiera y el creciente poder militar puede ser movilizado por los llamados a la solidaridad tan diversa como la de clase, raza, etnicidad, casta, creencia religiosa y nacionalismo. La retórica de los políticos populistas puede inclinarse a la izquierda o a la derecha. Ahí donde los conflictos entre lo “económico” y lo “social” no pueden ser resueltos hay caos. No es coincidencia que la advertencia de Polanyi sobre las fatales consecuencias de liberar del control social las relaciones de mercado capitalistas, tenga hoy tal resonancia.

Reciprocidad, redistribución e intercambio

El primer encuentro con reciprocidad y redistribución está en el capítulo 4 de The Great Transformation, producto de las primeras lecturas de los escritos antropológicos de Malinowski y Thurnwald. Para introducir una medida de orden dentro de un sinfín de variaciones de la organización de la vida económica, Polanyi sugiere tres formas de organización: reciprocidad, redistribución e intercambio. Para ser efectivos como mecanismos integradores, la reciprocidad requiere movimientos entre agrupamientos simétricamente designados como en las relaciones de parentesco; la redistribución de bienes dentro y fuera de un centro requiere centralidad y está generalmente acompañada de jerarquías; y, el intercambio requiere de un sistema de mercados y creación de precios. Esos patrones de integración no derivan de la sumatoria de actos individuales sino que están condicionados a la existencia de instituciones específicas. Ellos no representan etapas de desarrollo; no está implícita una secuencia en el tiempo. Sin embargo, los “sistemas económicos” pueden ser clasificados de acuerdo a la forma dominante de integración, correspondiendo a la manera en la que el trabajo, la tierra están instituidas en la sociedad para producir los requerimientos materiales de la vida. Entonces, en las sociedades comunales las relaciones de parentesco de reciprocidad dominan en la dotación de tierra y trabajo:

En los imperios de tierras fluviales, la tierra se distribuyó y a veces redistribuyó por el palacio o el templo, y así hasta cierto punto también el trabajo, al menos en su forma dependiente. El levantamiento del mercado como la fuerza gobernante de la economía puede rastrearse observando el grado en que la tierra y los alimentos fueron movilizados a través del intercambio, y el trabajo se volvió una mercancía libre para ser comprada en el mercado (Polanyi 1957, 255).

Nosotros observamos la consistente referencia de Polanyi a los pueblos y la naturaleza, el trabajo y la tierra, siendo el trabajo y el suelo como los máximos recursos económicos de toda sociedad, y la modalidades institucionales en relación con la tierra no son menos importantes que aquellas en relación al trabajo.

En la historia del pensamiento económico, el “hombre” y naturaleza, como las fuentes originales de la riqueza, es una contribución olvidada por la escuela austriaca de economía. El énfasis sobre el trabajo como la última fuente de valor deriva de la economía política inglesa, elaborada por Ricardo y apropiada por Marx. Los recursos naturales adquieren valor solamente cuando el trabajo es aplicado para su extracción o su uso. En la economía neoclásica, ellos tienen valor solamente si ellos son escasos; por los tanto, la bien conocida paradoja que el aire y el agua no tienen valor debido a que no tienen un valor de cambio, y los diamantes son valiosos debido a que son escasos. El impacto insostenible de la mercantilización de los recursos naturales ha atraído a economistas ambientalistas a la crítica de Polanyi de la economía de mercado y la sociedad de mercado.38

Polanyi rechazó las “etapas” históricas del marxismo de esclavitud, feudalismo y capitalismo basada sobre el régimen laboral como históricamente insostenible. Los tres patrones de integración de Polanyi tienen una interesante correspondencia con los tres modos de producción de Samir Amin: la comunal primitiva, la tributaria y la capitalista. Debe observase que los elementos de los tres patrones de integración están fundados en cada sociedad. Las relaciones de reciprocidad de parentesco persisten en grados variables en los tiempos modernos, las instituciones redistributivas pueden ser encontradas en las sociedades comunales y juegan un papel central en todas las variantes de capitalismo nacional, y los mercados, como Polanyi observó, no son un fenómeno nuevo.

Contribución histórica y teórica de Polanyi

La Economía como proceso instituido es posiblemente el más completo intento de Polanyi de construir una teoría general de la organización del sustento económico. En este enfoque, basado en una sustantiva definición de economía como la relación del “hombre” con la tierra en la provisión de los elementos esenciales de la vida, el mercado como el principal mecanismo integrador es un caso especial (Polanyi 1957). Al separar la triada de mercado, comercio y dinero, del conjunto de supuestos contenidos en la economía moderna de mercado y formalizados por la economía del mainstream, Polanyi abrió una grande y prometedora área de investigación de las instituciones en las sociedades arcaicas y primitivas.

Debido a que el mercado autoregulado es, como Polanyi lo enseñó, un ideal inalcanzable contagiado con el desastre ecológico y social, las instituciones sociales restringen y regulan al mercado, los bienes públicos son provistos por el Estado, cuyas actividades fiscales también financian medidas redistributivas más o menos comprehensivas. La reciprocidad existe más allá de las relaciones de parentesco como obligaciones sociales de todo tipo. El comercio internacional no es exclusivamente comercial y puede ser motivado por acuerdos políticos de ventajas mutuas, está generalmente sujeto a acuerdos internacionales. Las monedas nacionales son una especie de monedas de propósito especial particularmente cuando existe control cambiario. Los acuerdos informales de monedas de propósito especial pueden facilitar el intercambio dentro de una comunidad. El trueque es una forma de intercambio sin mercado, y elementos de relaciones no mercantiles están presentes en la asociación cooperativa o en actividades no lucrativas. Cuando la economía formal se quiebra o de alguna manera fallan los mercados, el intercambio no mercantil juega un papel crucial en las estrategias de sobrevivencia de los individuos, las comunidades y las empresas.

La globalización representa el desafío de cómo reconciliar la participación en el comercio internacional con el requerimiento de las sociedades de estar ancladas en instituciones culturales y sociales. Cuando el Estado es incapaz de mediar el conflicto, apoyar la creatividad individual y comunitaria, proveer de infraestructura social y económica y asegurar que las ganancias del crecimiento económico sean compartidas por todos, los beneficios del crecimiento serán capturados por aquellos de mayores ingresos. Las fuerzas del mercado de polarización pueden desarraigar la economía de las relaciones sociales tradicionales y las personas buscarán solidaridad comunitaria, étnica, de creencias religiosas u otras solidaridades de los excluidos. El rechazo de Polanyi de los motivos económicos de la ganancia individual como fundamental a la naturaleza humana y su investigación acerca de una diversidad de modelos de organización económica sugiere que el sustento económico puede ser instituido desde una gran variedad de maneras. Esto, sin embargo, es incompatible con la universalización del principio de mercado. Eso implica una transformación civilizatoria en concordancia con la necesidad fundamental de las personas de estar sustentada por relaciones de mutuo respeto.

Capítulo 7

Cultura y Economía*

Con todo el debido respeto a mis colegas economistas que ayer examinaron las fronteras de la economía, es dolorosamente claro que los economistas no son capaces de guiarnos de manera segura en el siguiente siglo. Albert Einstein, cuyo genio aceleró el desbloqueo de los secretos de la energía nuclear, estuvo atormentado por la duda de si “las creaciones de nuestra mente serían una bendición y no una maldición para la humanidad” (1931:6). Él murió, se dice, con la duda de si podría haber sido mejor no ser capaces de crear los medios de nuestra propia destrucción. Se dice que le contaba a Leo Szilard, “Los sabios chinos estaban en lo cierto: es mejor no hacer nada.”39 Él fue un hombre profundamente moral y así nos advirtió que “la preocupación por el hombre y su destino debe siempre formar el interés principal de todos los esfuerzos técnicos.” Esto, yo creo, es particularmente más indiscutible para las llamadas ciencias sociales.

No puedo hacer más que esbozar una agenda incompleta de cuestiones en las ciencias sociales que debemos -para usar las palabras de Karl Polanyi- estar “sometiendo a una total reconsideración.” Por cierto, en cuanto a la vida de trabajo de Karl Polanyi, quisiera dar constancia que a lo largo de su vida, mi padre estaba preocupado por la condición existencial de la humanidad -“el problema de la libertad en la era de la máquina y la regeneración de las tradiciones creativas de la cultura de occidente.” Sus extensivas investigaciones dentro de la organización de la economía sustantiva de las sociedades primitivas y arcaicas -con la ayuda del ahora bien conocido paradigma de la reciprocidad, redistribución e intercambio como las formas de integración-fueron una gran desvío de ayuda para probar que la economía de mercado del siglo XIX, mejor conocida como el capitalismo de la libre empresa, era una “equivocación fatal,” una aberración histórica que amenazaba el futuro de la humanidad con la destrucción debido a que aleja a los individuos unos de otros y de la naturaleza. Su intención no era otorgar a los académicos antropólogos económicos un juguete intelectual para explorar “distantes” y esotéricas culturas. Más bien era sugerir que nunca antes en la historia de la humanidad, o en la experiencia humana, había estado la economía tan desarraigada de la sociedad como se hizo en la Revolución Industrial Inglesa, lo que abrió la Caja de Pandora del crecimiento económico exponencial acompañado por la exponencial separación social.

Las ideas tan exquisita y vigorosamente presentadas en su trabajo seminal The Great Transformation (1944 [2001]) se derivan del rompimiento del sistema capitalista mundial en los años treinta; el fin de la era de la hegemonía británica y la libra esterlina; y, el abandono del patrón oro como la autoridad para la aplicación de las reglas del juego. Estas ideas fueron asimiladas por Polanyi desde la perspectiva de los países pequeños y débiles de Europa Central ligados por los lazos del crédito a la City de Londres y a la Bolsa de Paris. Los financieros occidentales podrían demandar cortes presupuestales, acabar con los programas públicos y despedir a los funcionarios al igual que los países endeudados del Tercer Mundo que hoy en día están sujetos al tutelaje del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM).

Polanyi concibió a los estados nación como parte de una “comunidad de cultura colectiva”. Él concluye que ellos fueron forzados a defender su fábrica social por el rechazo de someterse a los dictados del 'nexo todo abarcante y autoregulado del dinero.' Estamos ahora, cuarenta años después en ese camino y el capitalismo tuvo una nueva oportunidad de vida después de la Segunda Guerra Mundial con un nuevo poder hegemónico para formar un sombrilla de su poder militar en el mundo. Las relaciones de humillante dependencia se han extendido a los más lejanos rincones de lo que ha sido holgadamente llamado el Tercer Mundo, que no se considera que sea parte del mundo económico o incluso del mundo político hasta tan recientemente como 1944/1945, cuando el orden económico y político de la posguerra se estableció. La era de la hegemonía estadounidense será, sin embargo, mucho más breve.

El cierre de sociedades en respuesta a la devastación social de la depresión tomó varias formas. Una fue el fascismo europeo, con variedades católicas corporativas (Italia, Austria, España, Portugal, Polonia, etc.) y un más virulento nacionalsocialismo Alemán. La respuesta protectora de la socialdemocracia fue el proyecto original del Informe Beveridge, con sus principios de los derechos de los pueblos a estar libres de la miseria sea ésta por el desempleo involuntario, la enfermedad o la vejez.

Estamos ahora al final de la era del poder hegemónico de Estados Unidos, dentro de la multipolaridad de la trilateral económica de Norteamérica-Europa-Japón. El sistema de Bretton Woods se desplomó. Las pequeñas naciones y los países del Tercer Mundo ahora son capaces de ejercer poder económico y político, como lo ha demostrado la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), o la revolución Iraní. La economía internacional está en caos. Vivimos en un mundo con dos superpoderes cuya capacidad potencial para la destrucción es por mucho mayor que su legitimidad, ya sea por su desempeño económico o en términos de su respeto por la libertad y la emancipación, o más generalmente en términos de las consecuencias de la creatividad humana. Vivimos al borde de la destrucción nuclear. Si estamos a salvo de tal destino, ¿cómo podemos asegurar que “la creación de nuestras mentes fuera una bendición y no una maldición para la humanidad?” Nuestras nociones de “hombre económico” deben ser sometidas a una total reconsideración, de acuerdo con Karl Polanyi.

Me refiero a la economía, con sus supuestos simplistas y profundamente erróneos relativos a la naturaleza humana y al “hombre” en sociedad. Permitan que señale brevemente una agenda de tres falacias para que podamos reparar el daño. No es que sea fácil debido al poder que puede ser y que ha sido movilizado para sujetar y “abrir” las sociedades a los dictados y a la dominación del capital sobre el trabajo y el dinero sobre el hombre.

Falacia 1: “El hombre económico”

El concepto de maximización y minimización de los individuos motivado por el deseo de obtener lo más por el menor esfuerzo a través de un cálculo de “utilidad” y “desutilidad” es un absurdo, pero que ha sido socializado por las instituciones dominantes de Europa occidental y las ideologías que las comparten como si este deseo fuera parte de la naturaleza humana. Poniéndolo de manera simple, la avaricia y la pereza han sido entronizadas como motivaciones humanas básicas, mientras que las necesidades humanas de amor, compañerismo, comunidad, respeto, creatividad, sentido de propósito como significado de la vida y armonía con la naturaleza son consideradas secundarias (o “ideales” debido a que no se cree que sean esenciales al hombre como productor y consumidor). Tal deformación del comportamiento humano es una consecuencias -y una necesidad- de la universalización de las relaciones mercantiles. Aquí los textos básicos están en los capítulos iniciales de El capital de Marx, en donde él poderosamente explica que detrás del intercambio de mercancías yacen relaciones sociales. De ahí Karl Polanyi deriva su concepto de que el capitalismo ha creado las mercancías “ficticias” de la fuerza de trabajo, la tierra y el dinero. Los niños no son concebidos y alimentados debido a que sus padres están creando el “lado de la oferta del mercado de trabajo.” El Creador no nos ha dado tierra fértil, agua o minerales útiles con el objetivo de volverlos mercancías que sean compradas, vendidas o poseídas como propiedad privada. En cuanto al dinero y su precio (intereses), esté es una construcción social para el beneficio de la sociedad, y todas las sociedades antes de la nuestra consideraba pecaminoso e ilegal permitir intereses usureros para aquellos con el poder de extraerlo. Hoy en día ese poder descansa en los gobiernos, a un nivel desmedido y, actualmente, el gobierno del Presidente Reagan está usando el precio del dinero para transferir recursos reales desde otros países hacia Estados Unidos, desde los pobres y débiles hacia los ricos y fuertes.

La verdad es que el hombre es un ser social, no un animal, no una maquina con insumos a la entrada y salida, como una vaca o un cerdo o un esclavo. Ese debe de ser el inicio de nuestra reconstrucción del lugar de la economía en la sociedad. La realidad de la sociedad, como tanto insistía Karl Polanyi, significa más que la trivialidad de que vivimos en sociedad y no podemos escapar. Significa que dentro de cada uno de nosotros está la necesidad de protección por un sistema de soporte social y comunitario que esté de acuerdo con nuestro autorespeto y dignidad, y por tanto con la libertad personal.

Falacia 2: Determinismo económico

Esta es una filosofía compartida con el capitalismo tecnocrático y por el marxismo tecnocrático. Es la ideología de la tecnocracia, la que nos tendría creyendo que el industrialismo moderno debe asumir universalmente y por todas partes las características particulares que adquirieron en sus manifestaciones europeas y americanas. Las leyes de intercambio que gobiernan la economía capitalista están hechas para ser leyes generales de la sociedad. El socialismo como lo conocemos en la forma soviética sufre de la misma arrogancia etnocentrista. Entonces, escribe Polanyi, el determinismo económico es tan inaceptable en el socialismo como en las ideologías capitalistas y la cuestión central del hombre en sociedad es “cómo organizar la vida humana.”

Aquí radica la importancia de sus veinte años de investigación en antropología económica a partir de la cual él concluye que nada “es más obvio para los estudiantes de antropología la variedad de instituciones encontradas para ser compatibles con prácticamente idénticos instrumentos de producción.” Por ello, la economía debe ser destronada como la reina de la ciencias sociales. Debemos buscar revertir la tendencia a la sobre especialización, para reintegrar el estudio del hombre en la sociedad, para entender la relación entre la manera en la que el hombre se asegura sus medios de vida, y la manera en la que los hombres en sociedad organizan el gobierno dentro de la amplia realidad de la matriz cultural de todas y cada sociedad. Debemos reconocer que hemos sido bendecidos en la diversidad de nuestras culturas, que necesitamos la familiaridad de nuestra particular entorno cultural y que es humanamente intolerable ser forzado a vivir bajo valores culturales ajenos.

Para mí el paraíso del Jardín del Edén, de la mitología bíblica, no es un estado original de felicidad sino es la notable fortuna de la humanidad sobre el planeta tierra de ser bendecidos con la variedad abundante en la naturaleza y la cultura. El peligro de comer los frutos del árbol del conocimiento son los temores expresados por Albert Einstein que nosotros podemos, con conocimiento no templado por la moralidad, destruir la riqueza de la existencia humana. Nuestra ciencia ficción apunta hacia el infierno en la Tierra que nos esperaría en un mundo en la que la tecnocracia triunfaría sobre la humanidad.

Falacia 3: Libertad económica igual a libertad personal

Para descender desde la filosofía a lo más inmediato y mundano, quisiera cerrar con la identificación de una falacia más obvia: la idea de que el liberalismo económico y la libre empresa son la manera de expandir la libertad personal. Esta idea, que muchos de nosotros creímos estaba bien y verdaderamente desacreditada, ha renacido como la filosofía de la nueva derecha y que ha marcado la pauta de la política oficial del gobierno de Estados Unidos. Las raíces de la idea vienen de la época del surgimiento de Europa desde el feudalismo y el grito de que un pueblo debería tener el derecho a los frutos de su propio trabajo, que los campesinos, no los terratenientes, deberían poseer los productos del sudor de sus frentes. Este era el original caso de los derechos de propiedad sobre los derechos del privilegio de los tiranos feudales. La extensión de este principio de los derechos de propiedad al gigante impersonal acumulador de capital -las corporaciones y bancos transnacionales- es bizarro y totalmente inaceptable. Entonces, la desestabilización y el derrocamiento de regímenes políticos que limitan el poder del capital de dictar las reglas del juego -como en la imposición del “liberalismo” económico por la férrea represión política en Chile, ideada por la Escuela de Chicago de Friedman- es tan bruta que ha ofendido a amplios estratos de la opinión liberal estadounidense. La actual iniciativa de ese país de abrir las sociedades del Tercer Mundo a las reglas irrestrictas de un juego diseñado para salvaguardar el capital -y particularmente el capital extranjero- será confrontada, deben ser confrontadas, por las medidas de aislar y cerrar sociedades nacionales. Si se presiona demasiado, los resultados serán desastrosos para el futuro de las sociedades industrializadas y ricas de ahora y desencadenarán protestas populares como una reacción y guerra civil del llamado Sur contra el Norte que tomaría diferentes formas, no excluyendo el renacimiento del fundamentalismo y las irracionales fuerzas religiosas.

En consecuencia, el orden económico y político debe proceder con el debido respeto a la soberanía de las naciones, que son la manifestación política de las comunidades culturales modernas. En un esfuerzo de esquematizar un orden humano y viable de las cosas, Polanyi identificó lo que él llamó cuatro referencias de un socialismo humanista:

  1. Democracia pluralista, es decir, libertad dentro de la sociedad,

  2. Independencia nacional, es decir, libre de dominación imperialista,

  3. Cultura industrial, es decir aceptación de la tecnología moderna como un hecho, y

  4. Un orden socialista internacional, es decir, coexistencia de diferentes culturas y respeto a la soberanía nacional.

En esta perspectiva, la nación mantiene el fundamento de unidad cultural así como la política de la sociedad. En una carta escrita al final de su vida, Polanyi argumentó:

Pocas palabras en la sociología política son tan perversas como la de nación, nacional o nacionalismo. Después de la nación feudal, vino la nación burguesa, la que está ahora siendo sustituida por la nación socialista. La connotación esencial es siempre acerca de la comunidad de intereses de humanos. El corazón de la nación feudal era el privilegio; el corazón de la nación burguesa era la propiedad; el corazón de la nación socialista es el pueblo, en donde la existencia colectiva es el disfrute de una comunidad de cultura. Yo mismo nunca he vivido en tal sociedad.40

Pero el socialismo, como Polanyi lo concibió, debe ser redefinido más allá de los términos de la propiedad, como una cualidad de la vida en donde la economía está arraigada en las relaciones sociales no económicas. Las necesidades materiales y su satisfacción -la producción tecnológica- son solamente accesorios del tejido de la sociedad, una red de relaciones sociales que son inherentes en las vidas bajo las condiciones humanas.

No debemos ni podemos darnos el lujo de tener miedo a la restauración de la moral en las ciencias sociales. Como Einstein, el más grande científico en ciencias naturales de nuestra era, nos advirtió, que las preocupaciones por la humanidad y su destino siempre deben de formar parte de los intereses de todos los esfuerzos técnicos. Por ello, es posible que no obtengamos el reconocimiento en los estrechos confines de nuestras instituciones académicas, pero podemos disfrutar la satisfacción de haber contribuido un poco en la corriente humana que está afirmando el deseo de la vida para dominar la destrucción y la muerte.

Capítulo 8

Dividendo social como derecho ciudadano*

Mi primer encuentro con el Senador Eduardo Suplicy de Sao Paulo en Montreal, me preguntó si mi padre hubiera apoyado la idea del ingreso básico como derecho ciudadano y me invitó a esta conferencia para responder a su pregunta. Cuando la pregunta me fue hecha por primera vez, yo no tuve respuesta. Él nunca abordó el tema y quizá nunca escuchó hablar de ello. Así que volví a releer muchos escritos de mi padre. Empezando con la pregunta sobre el Ingreso Básico, pienso que sería útil hacer un breve resumen de la filosofía social de Karl Polanyi.

Hemos escuchado [la autora de refiere a las ponencias presentadas en la Conferencia, n.t.] varias referencias al trabajo de Amaryta Sen y su definición sobre desarrollo como libertad para ejercer la elección a través del mejoramiento de las capacidades de los individuos. Es difícil estar en desacuerdo con el desarrollo personal como objetivo del desarrollo social. Pero el enfoque de Sen deriva del liberalismo clásico en el mejor sentido de la palabra, mientras que la filosofía social de mi padre estaba fundada en lo que él llamo la realidad de la sociedad. Él entendía por ello, que los seres humanos son por naturaleza animales sociales y que, como tales, no podemos y de hecho no vivimos fuera de la sociedad. Cualquier idea de la libertad individual tiene entonces que ser concebida en los términos de nuestra relación con la sociedad. Mi padre era un socialista, pero insistía en la importancia de mantener la libertad personal y la libertad personal en sociedad, como es claro en el último capítulo de La gran transformación, “La Libertad en una sociedad compleja.”

Karl Polanyi era un hombre apasionado. Creía firmemente que los intelectuales tienen una responsabilidad social. En sus primeros artículos y discursos en Hungría, él asumió para sí mismo y su generación, Nuestra Generación, como él la llamaba, la responsabilidad moral por los estragos de la Gran Guerra. Para él la libertad era inseparable de la responsabilidad. Creo que su crítica a la sociedad de mercado estaba enraizada en una aversión a la comercialización de la vida diaria y, más generalmente, a la despersonalización de las relaciones sociales. Es su visión, cualquier forma de socialismo tendría que asegurar la responsabilidad de las personas con sus comunidades, sus sociedades, y sus democracias. Por estas razones él no confiaba en la idea de la economía centralmente planificada, con su inherente concentración del poder político.

En Inglaterra, mi padre fue un profesor de la Asociación de Trabajadores de la Educación, la extensión de educación para adultos de la Universidad de Oxford. Los temas que necesitaba tratar eran las relaciones internacionales contemporáneas y la historia económica y social de Inglaterra. Como Marx, antes que él, encontró los orígenes del capitalismo industrial en Inglaterra - específicamente en los treinta años de 1815 a 1845, cuando las leyes y la infraestructura de apoyo para los mercados de trabajo y la tierra fueron instituidos. El libre mercado para el dinero era por supuesto más antiguo, situado en la época de la abolición de las leyes que prohibían la usura -considerada como pecaminosa por la doctrina cristiana. Juntos, los mercados de trabajo, tierra y dinero tuvieron el efecto de desarraigar la economía de la sociedad. La economía asumió vida por sí misma y la sociedad fue reconfigurada para servir a los requerimientos de la economía. Esto era un estado de cosas muy extraño e históricamente sin precedente, lo cual en todo caso liberó una enorme energía de crecimiento económico.

La ascendencia intelectual de mi padre, yo propongo, viene desde Karl Marx a Max Weber y Ferdinand Tonnies y dos antropólogos economistas: Turnwald de Alemania y Malinowski de Viena. Señalo esto en conexión con el ingreso básico debido a que en ningún tiempo en la historia humana, registrada o no, encontramos que individuos o familias en lo individual se les permitiese caer dentro de la indigencia o sufrir hambre, a menos que la comunidad como un todo cayera en malos tiempos. En las sociedades primitivas las caídas en las cosechas trajeron severa falta de alimentos, pero las familias en individual nunca estarían sin satisfacer las necesidades básicas de la vida mientras que el resto de la comunidad estuviera provista. La idea de que el temor al hambre y el amor a las ganancias fuera la motivación que condujera la vida económica es históricamente muy reciente -tan reciente como al inicio del siglo XIX. Por estas razones solamente, sin ir más lejos en la historia, puedo decir que, una parte del producto social como un derecho ciudadano habría ganado el apoyo de Karl Polanyi, tanto como un medio de desmercantilizar el acceso a los medios de vida económicos como por sus raíces de justicia moral.

He sugerido que hay tres distintas razones por las que mi padre habría apoyado el principio de ingreso básico: la económica, la social, y no menos importante, la política. Los argumentos económicos son bien conocidos y han sido repetidos muchas veces. No es necesario ser un keynesiano para entender que la gente con necesidad recibiendo un ingreso básico lo gastarán en bienes de consumo, creando así oportunidades de mercado para los productores. Además, la tasa de aceleración de la innovación tecnológica requiere siempre menos trabajo en la actividad industrial, desde la minería y la manufactura hasta el transporte y el comercio. Esto es verdad incluso a escala global. En esas condiciones, ya no es razonable considerar que los ingresos de los empleados asalariados sean el único -o hasta el principal- derecho del producto social. A la luz de la creciente naturaleza precaria del mercado de trabajo, un ingreso básico provee una plataforma desde la cual las personas pueden organizar las actividades económicas con algún alivio al debilitante estrés de juntar los medios y el dinero para las necesidades básicas.

Es un argumento social de justicia. Donde hay una percepción de injusticia social, habrá problemas de cohesión social. En esas condiciones, el Estado puede no ser efectivo en negociar las demandas conflictivas sobre el producto social. Tal sociedad carece de la capacidad de avanzar en términos de desarrollo económico. Es ahora reconocido que sociedades que son más igualitarias y que están menos atormentadas por la inequidad y la injusticia, han sido más exitosas en lograr el crecimiento económico y el desarrollo. Hablando como un economista, yo creo que la movilización para el efectivo desarrollo económico, finalmente descansa sobre el grado de cohesión social y la percepción de la justicia social, liberando las energías generadas por la esperanza y la creencia de que los sacrificios y esfuerzos de sus pueblos resultarán en una justa y equitativa participación en el producto social.

La tercera razón por la que mi padre apoyaría el ingreso básico se relaciona con su preocupación acerca de la libertad en una sociedad tecnológicamente avanzada, presente en el último capítulo de La gran transformación. En los años cincuenta, mientras enseñaba en Columbia y se desplazaba entre Nueva York y Canadá, estaba crecientemente preocupado con la tendencia hacia la uniformidad, conformidad y lo que él llamó “averagism”, manifiesto en el rechazo a disentir de la opinión prevaleciente. Aquello era en los años cincuenta en Estados Unidos y él sugirió que una sociedad tecnológicamente altamente avanzada tenía dentro de sí las semillas del totalitarismo. Les recuerdo que escribió esto antes de que el papel de los medios de comunicación se hubiera vuelto tan evidente, antes de que el control corporativo total de los medios se hubiera vuelto tan poderoso y ciertamente antes de lo que testificamos en Estados Unidos, después del 11 de septiembre de 2002, cuando el costo de la disidencia de la visión oficial se volvió prohibitivo.

Mi padre creyó que la protección de la libertad requiere de la institucionalización del no conformismo. Él vió esto como una virtud de liberalismo clásico inglés. Esas libertades estuvieron disponibles solamente para las altas clases privilegiadas beneficiadas por los ingresos rentistas de finales del siglo XIX y principios del XX. Incidentalmente mucho de éste provino de las posesiones coloniales británicas e inversiones extensivas de ultramar. Fue la era de la Belle Époque en Inglaterra y Francia, en Viena y más generalmente en Europa Occidental. Ésta produjo grandes logros culturales, pero fue confinada a limitados sectores de la población. Mi padre estaba familiarizado con la literatura griega clásica y particularmente admiró a Aristóteles, a quien él acreditó con el descubrimiento de la economía como una esfera distinta de la vida social. Pero la democracia griega era dependiente de los esclavos. En la sociedad burguesa, de la cual la familia de mi padre era beneficiaria, la expresión cultural estaba efectivamente limitada a una elite privilegiada.

Polanyi creyó que la creatividad era un atributo humano básico y necesario; la capacidad de ejercer la creatividad debe abarcar a todo el pueblo. En su visión una cultura popular era una sabiduría colectiva, conocimiento, tradiciones, y sentido común de las personas ordinarias. Esto no tiene nada que ver con la cultura pop, más bien que sociedades diferentes, crearán diferentes democracias arraigadas en su singular cultura popular. Esto está desarrollado en un ensayo no publicado, “Jean-Jacques Rousseau: Is Freedom Possible?”4141 Este fascinante ensayo trata los temas clásicos de la libertad e igualdad en la época de la ilustración. Él encuentra en los escritos de Rousseau el apoyo para su aseveración que la más básica fundación del gobierno debe descansar sobre el depósito de sabiduría, conocimiento, tradición y sentido común de las personas, que es la cultura popular. Este es el contexto en el cual él hubiera apoyado el ingreso básico para los objetivos culturales y políticos de la inconformidad y disidencia. Un ingreso de subsistencia garantizado podría permitir a los músicos, artistas y escritores expresar los sueños de su sociedad, a los activistas políticos a desafiar las doctrinas prevalecientes y a las personas que aspiran a avanzar económicamente reunir las fuentes requeridas para hacerlo.

Finalmente, debo decir que estuve feliz de escuchar de nuestros colegas brasileños que el desarrollo económico y social está de regreso en la agenda. Los países que alcanzaron una creciente capacidad industrial mientras reducían la pobreza por medio de gasto masivo en infraestructura física y social es impresionante. Ella muestra que ciertamente es posible combinar un fuerte crecimiento económico con una política social equitativa. Pero la riqueza finalmente de una sociedad no puede ser contabilizada en dinero. Adam Smith estaba en lo correcto acerca de eso: la riqueza de una nación está en la habilidad y esfuerzo de sus pueblos. El desarrollo es un proceso social creativo y es su sistema nervioso central: la matriz por la que se nutre está localizada en la esfera cultural. El desarrollo no es finalmente un tema de dinero o de capital físico o del tipo de cambio, sino de la capacidad de una sociedad para aprovechar la raíz de la creatividad popular, de liberar y apoyar a las personas a ejercer su inteligencia y sabiduría colectiva.

Bibliografía

“Aristóteles descubrió la Economía”, en Trade and Market in the Early Empires (Polanyi con C.M. Arensberg y H.W. Pearson 1957, p. 58) [ Links ]

Karl Polanyi, “Sozialistische Rechnungslegung” en Archiv fur Sozialwissenschaft und Sozialpolitiñ, Bd 51,2. P, 410. [ Links ]

Time Magazine, 17 de Marzo de 1977. [ Links ]

*Traducción del libro From the Great Transformation to the Great Financialization, Fernwood Publishing y Zed Books; con la autorización del editor inglés y la autora. Traducción para Ola Financiera a cargo de Eugenia Correa y Wesley Marshall, y revisión de Julio Castellanos y José Déniz.

*Este capítulo está basado en una ponencia preparada para la Conferencia sobre Hayek en la Universidad de Montreal el 29 de Enero, 1988; y en parte sobre los materiales incluidos en “The Origins of Market Fetishism” publicado en Monthly Review 41, en Junio de 1989.

1Ernst Fischer era un periodista, escritor y figura destacada en el Partido Comunista de Austria.

2Hans Zeisel, con Paul Lazarsfeld, fueron de los primeros en aplicar técnicas de encuestas en la investigación sociológica en Viena y más tarde en Estados Unidos. Zeisel fue un amigo cercano de la familia y fue autor de la entrada de Karl Polanyi en la Enciclopedia de las Ciencias Sociales.

3El estudio de Schorske sobre la política y cultura de Viena es un clásico, un excelente ensayo interpretativo del ambiente de Viena antes de 1914.

4En 1860, el número de judíos en Viena llegaban a ser unos 6 mil. Para 1918 eran aproximadamente 200 mil -después de Varsovia y Budapest, la más grande concentración urbana de judíos en Europa.

5Fritz Machlup estudió economía en la Universidad de Viena bajo el tutelaje informal de Mises, se fue a Estados Unidos en 1933 donde mantuvo varias posiciones académicas en Buffalo, Johns Hopkins y Princeton.

6Mi abuela me dijo que en la hiperinflación de 1922, las personas dejaron de contar el dinero; ellos pesaban los paquetes de papel moneda en escala contra los kilogramos de pan.

7La teoría es elaborada en Prices and Production (1931)

8Nuestro reporte del papel de Hayek en la Escuela de Chicago y la Sociedad Mont Pelerin ha estado nutrido por las excelentes e informativas contribuciones de The Road from Mont Pelerin (Mirowski y Plehwe, 2009). La publicación es meticulosa en el uso de evidencia documental y traza, a partir de un gran número de estudios, particularmente Bernhard Walpen que escribió Die offenen Feinde und ihre Gesellschaft: Eine hegemonietheoretische Studie zur Mont Pelerin Society (2004) y Ronald M, Hartwell que escribió A History of the Mont Pelerin Society (1995).

9Desde su posición en Ginebra y más tarde la Fundación para la Educación Económica en Nueva York, Mises mantuvo contacto con economistas afines en América Latina, En 1941, él recibió la invitación de Luis Montes de Oca, el entonces saliente gobernador del Banco Central Mexicano, para contener las reformas radicales de la administración de Cárdenas. Él permaneció por un año más como profesor visitante en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde abogó por la privatización del sistema nacional de ferrocarriles. El tema del desarrollo y del subdesarrollo apareció por primera vez en la agenda neoliberal de Mises en 1951 y cuatro de las ocho reuniones de la MPS en los años cincuenta fueron dedicadas a esta discusión.

*Este capítulo está basado en un trabajo titulado “Karl Polanyi como socialista”, presentado en la Cuarta Conferencia Internacional Karl Polanyi, en Montreal, Canadá, 1992.

10“Neue Erwagungen zo unserer Theorie und Praxis”, de Polanyi, fue publicado en la revista socialista austriaca Der Kampf en 1925, y fue reimpreso bajo el título de “En la periferia de la Teoría AustroMarxista” en Austro-Marxistische Poitionen, editado por G. Mozetic (1983). Otros autores igualmente situados por Mozetic eran Paul Lazarsfeld, Alexander Gerschenkron, Ernst Fischer, Kathe Leichter y Rudolf Hilferding.

11Ver, por ejemplo, Karl Polanyi, “Sozialistische Rechnungslegung” en Archiv fur Sozialwissenschaft und Sozialpolitiñ, Bd 51,2. P, 410.

12Ver, por ejemplo, Peter Rosner, “Karl Polanyi on Socialist Accounting” y Marguerite Mendell “Karl Polanyi and Feasible Socialism” en Levitt 1990.

13“Las estadísticas no son, sin embargo, una solución mágica debido a que ellas pueden informarnos solamente acerca de lo conmensurable, es decir, las realidades externas tal como la cantidad de personas, riqueza, hectáreas, consumo de materias primas. Aún más, ellas son inútiles solamente en su ex post, y no es su aspecto ex ante. (Polanyi, 1925)

14De una carta escrita a Rudolph Schlesinger, editor de la revista Co-existencia, fundada por Karl Polanyi en 1964.

*Este capítulo está basado en el ensayo titulado “Back to the Future: Insight from Karl Polanyi’s Analysis of the World Economic Crisis of the 1930s,” presentado en le XIV Congreso de la Asociación Internacional de Sociología, Montreal, 1998.

15 Time Magazine, 17 de Marzo de 1977.

16Para una completa discusión, véase Karl Polanyi in Vienna, Polanyi-Levitt y McRobbie 1998.

17En el World Economic Report 1995 el Banco Mundial invitó a los países en desarrollo a regresar a la época de oro de la temprana globalización de 1850-1900 “la globalización es inevitable… si una nueva época de oro llega para todos depende principalmente de las respuestas de los países individuales” (53-54).

18El mayor conjunto de bancos acreedores en Asia era Europeo, seguido por japoneses y norteamericanos.

19Mientras anotaba que las reparaciones y las deudas de las guerras contribuyeron a las presiones económicas, Polanyi fue explícito en colocar el énfasis primario sobre las políticas que buscan estabilizar el ingreso doméstico de los rentistas, trabajadores y campesinos.

20Rusia, Austria, Hungría, Bulgaria y la sucesión de estados tallados en las regiones de guerra del Este como Rumanía, Checoslovaquia, Polonia y Grecia. Finalmente, pero no el último, está Alemania.

21Las monedas de Austria (1923) y Hungría (1924) fueron estabilizadas con la ayuda de la Liga de las Naciones; al mismo tiempo Grecia, Bulgaria, Finlandia y Estonia fueron ajustadas estructuralmente (saniert). Rumania, Polonia, Checoslovaquia y Yugoslavia recibieron créditos franceses; incluso Rusia era un candidato para la asistencia económica.

22La emisión de bonos extranjeros en Londres sumó los 651 millones de 1927; se redujo a 525 millones en 1928 y solamente a 228 millones en 1929.

23A mediados de 1929, los Estados Unidos y Francia sumaban el 59% del oro monetario mundial.

24Cuando Anatoly Chubais, entonces Vice-primer ministro de Rusia, fue a Washington a rogar al FMI asistencia de emergencia para prevenir una inminente moratoria sobre el servicio de la deuda y proteger al rublo de la devaluación, él tuvo que sentarse afuera de la sala de conferencia por 5 horas mientras la solicitud estaba siendo considerada.

25Para el periodo 1986-1995, el crecimiento promedio del PIB en las economías desarrolladas más grandes fue de 2.7 % y de 2.6% de 1996 a 2005. Mientras que las tasas de las economías de nueva industrialización de Asia son 8.1 % y 4.3% (FMI, website).

26Keynes describió la vida en Inglaterra antes de 1914, donde la “internacionalización estaba casi completa en la práctica,” como un “El Dorado”, en el que “un habitante de Londres podían ordenar por teléfono, mientras sorben su té en la cama, los productos de toda la tierra, por los mismos medios que arriesgan su riqueza en recursos naturales y nuevas empresas en cualquier barrio del mundo, y compartir, sin excepción, o problema, sus frutos futuros” (Keynes 1971a:11).

27En 1935, escribió a George Bernard Shaw: “Yo creo que yo mismo estoy escribiendo un libro que va a revolucionar -no supongo en que momento, pero en el curso de los siguientes diez años, la manera en que el mundo piensa los problemas económicos” (Skildesky 1992:520).

28El valor total de los derivados intercambiados (5.7 billones de dólares al día) combinados con el volumen diario en el mercado cambiario (1.9 billones de dólares) nos da una cifra de 7.6 billones de dólares por día en 2003, una cifra mayor que el valor anual de la exportación mundial de mercancías para ese mismo año (Banco de Pagos Internacionales, abril 2004). “Al final del siglo XIX había menos de un centavo de valor en fusiones y adquisiciones por cada dólar en inversión “real”. Avanzó rápido en los siguientes cien años, y por cada dólar en inversión “real” había otros dos dólares puestos en fusiones. En otras palabras, durante todo el periodo, las fusiones había aumentado 300 veces más rápido que la inversión “real” (Nitzan y Bichler 2004:38).

29De 1960 a 1970 el aumento de la relación entre el 20% más alto y el 20 % más bajo de los receptores de ingresos fue mínimo (30:1 en 1960 a 32:1 en 1970), para 1980 la relación había aumentado a 45:1, para 1989 59:1, y para 1997 había aumentado a 74:1 (UNDP 1999).

*Este capítulo está basado en la ponencia preparada para la conferencia sobre la contribución antropológica de Karl Polanyi, Nanterre, Paris, 10-12 de junio de 2004. Una primera versión fue publicada en francés como “Les principaux concepts dans le travail de Karl Polanyi et leur pertinence actualle,” Autour de Polanyi, Vocabularies, théories et modalités des échanges, Ph. Clancier, E. Joannès, P. Rouillard, A. Tenu (eds.) (Paris:Colloques de la Maison René-Ginouvès 2005).

30Carta escrita en 1958, citada en Levitt y Mendell (1987:7-39)

31Una útil colección de documentos sobre la familia Polanyi y las contribuciones de Karl a la vida intelectual húngara presentada en la centenaria conferencia en Budapest 1986, puede verse en Levitt 1990. Una documentación histórica incluyendo las memorias sobre la vida de Polanyi en Viena en los años veinte, puede verse McRobbie y Polanyi-Levitt (2000:255-328)

32El Terror Blanco se refiere al represivo régimen del Almirante Horthy que siguió a la corta vida de la revolución comunista e intervención por los ejércitos Checos y Rumanos en 1919.

33Joseph Needham, socialista cristiano y eminente erudito, mejor conocido por los volúmenes Ciencia y Capitalismo en China (1954)

34Primero fue publicada en Alemania en 1931 y salió de contrabando hacia Suiza cuando los nazis llegaron al poder.

35Drucker fue de Viena a Estados Unidos, en donde se volvió prominente autoridad sobre la corporación moderna.

36En un original artículo titulado “Aristóteles descubrió la Economía”, en Trade and Market in the Early Empires (Polanyi con C.M. Arensberg y H.W. Pearson 1957, p. 58), Polanyi volvió al tema central de The Great Transformation.

37Fred Bock (2001): “Solamente el tiempo no le permitió a él reescribir la primera parte. Podemos hacer un sistemático uso de la visión de Polanyi en la GT una vez que nosotros “desempacamos” el texto y mostramos las tensiones entre la arquitectura marxista original de Polanyi en el libro y las nuevas ideas que él desarrolló cuando las estaba escribiendo.”

38Véase por ejemplo, Herman Daly.

*Este capítulo está basado en una presentación para el panel “Cultura y Sistemas Económicos,” en la International Conference on Economics and Management, Tokio, Julio 14-15, 1982.

39Como lo relató Leo Szilard a Karl Polanyi en una conversación. Szilard fue un cercano amigo de la familia de Polanyi.

40Carta de Rudolf Schlesinger, entonces futuro editor de la revista Co-Existence fundada por Karl Polanyi en 1964.

41Existe una versión escrita de este artículo en 1937 y una similar pero ligeramente diferente sin fechas, suponemos que fue escrita en algún momento de los años cincuenta.

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