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Ola financiera

versión On-line ISSN 1870-1442

Ola financ vol.9 no.23 Ciudad de México ene./abr. 2016  Epub 29-Ene-2021

https://doi.org/10.22201/fe.18701442e.2016.23.55308 

Análisis

Ingreso básico y pleno empleo: Lecciones de Polanyi, Keynes y Minsky

Mario Seccareccia1 

1Profesor de Economía en la Universidad de Ottawa, Ottawa, Ontario, Canadá.


Resumen

El objetivo de este artículo es analizar parte de la literatura sobre políticas de ingreso garantizado promovidas tanto por economistas convencionales y heterodoxos en la segunda mitad de siglo pasado y, al mismo tiempo hacer una crítica sobre la base de lo que puede ser descrito como una perspectiva Polanyiana, regresando a la apreciación de Karl Polanyi del sistema Speenhamland de su celebrado libro de 1944 La Gran Transformación. Que se apoya en el principio de ingreso básico universal, como medio para reintegrar el mercado de trabajo capitalista a la mejor atención de las necesidades de toda la comunidad. Se argumenta que una política de ingresos garantizados sin tener también un compromiso social de pleno empleo puede disparar mecanismos del mercado de trabajo que pueden evitar que la reintegración ocurra.

Palabras claves: Ingreso garantizado; esquemas de ingreso suplementario; pleno empleo; Karl Polanyi

Abstract

The purpose of this paper is to analyze some of the literature on guaranteed income policies as promoted by both mainstream and heterodox economists over the last half century and to offer a critique on the basis of what can be described as a Polanyian perspective going back to Karl Polanyi’s assessment of the Speenhamland system in his celebrated 1944 book, The Great Transformation. While supporting the principle of universal basic income as a means to re-embed the capitalistic labor market so as to better meet the needs of the whole community, it is argued that a guaranteed income policy without also a societal commitment to full employment may trigger labor-market mechanisms that could prevent the societal re-embeddedness from actually occurring.

Keywords: Guaranteed income; income supplementation schemes; full employment; Karl Polanyi

Introducción

El concepto de ingreso garantizado (GI, por sus siglas en inglés, en adelante IG) está resurgiendo en los círculos políticos y está alcanzando alta popularidad intelectual desde la segunda mitad del siglo pasado. Su éxito puede ser apreciado por la regularidad de su aparición en las propuestas de política contra la pobreza y es bienvenido por economistas y políticos conservadores y de izquierda. Incluso en escritos clásicos tan diametralmente opuestos de economistas como Milton Friedman y John Kenneth Galbraith, un programa IG es frecuentemente presentado como una alternativa comprehensiva y coherente al status quo -éste último consiste en un surtido de distintos programas de soporte de ingresos, tales como el seguro por vejez, el seguro de desempleo y los programas con objetivos de asistencia social para los hogares que no pueden satisfacer sus necesidades básicas.

Por lo menos para las economías industrializadas de occidente, históricamente el IG es una propuesta que es frecuentemente presentada en los círculos de política económica del mainstream, e incluso en los libros de texto el IG es frecuentemente referido como un instrumento poderoso y fundamental en el limitado arsenal de las opciones de política para combatir la pobreza, cuyo objetivo sería reemplazar y hacer obsoletos los programas de soporte de ingresos. Sin embargo, incluso en los países en desarrollo, donde ha habido escasez de programas de asistencia, en la última década ha habido mucha discusión e incluso varios intentos por introducir alguna de las formas de IG. Por ejemplo, Bolsa Família en Brasil, que se volvió una pieza central en el programa de política social del gobierno de Lula da Silva hace una década, y que en ese momento fue celebrado con gran fanfarria por muchos economistas progresistas debido a la positiva evidencia de reducción de la pobreza (véase por ejemplo Vanderborght y Van Parijs 2005:3) En nuestros días la izquierda en varios países, tal como el partido Podemos en España, han abrazado el concepto de ingreso básico universal, que es el corazón de su programa de política social.

En su forma más general, una política de ingreso garantizado (IG) es simplemente un esquema de apoyo de ingreso financiado por el gobierno que aseguraría un ingreso a los individuos o a sus familias sin importar su condición en el mercado de trabajo o en la sociedad. Aunque las actuales propuestas difieren una de la otra debido a sus particularidades, como el nivel de beneficio básico que el gobierno puede garantizar, ampliamente hablando los programas de ingreso básico son distinguibles en función de si son “con prueba de medios” o totalmente programas “universales”. Por ejemplo, el ingreso básico incondicional (UBI, por sus siglas en inglés, también llamado universal, en adelante IBU) como lo defienden Philippe van Parijs (1995) en Europa y por Sally Lerner, Charles Clark y Robert Needham (1999) en Canadá y Estados Unidos (US), es el más amplio programa de IG que puede otorgar incondicionalmente un ingreso sobre una base ex ante a todos los ciudadanos sin prueba de medios o que requieran trabajo.

El IBU es diferente de otros programas de IG, específicamente al programa de ingreso anual garantizado con impuesto al ingreso negativo (GAI-NIT, por sus siglas en inglés) propuesto por Milton Friedman (1962), así como otros programas de un gran número de organizaciones y de comisiones oficiales de los gobiernos de varios países. En Canadá, por ejemplo, el GAI-NIT ha sido defendido históricamente por grupos tan dispares como las asociaciones de empleadores como la Asociación Canadiense de la Manufactura (ahora llamada Canadiense de Manufacturera y Exportadores) desde los años ochenta, así como organizaciones anti-pobreza como el Consejo Canadiense de Desarrollo Social. También ha sido propuesto en el contexto del Canadá por importantes estudios gubernamentales que han recomendado variantes de un programa de GAI-NIT, quizá el pionero haya sido el Croll Report del Comité Especial del Senado Canadiense sobre Pobreza de 1971 y la propuesta de más peso es el Informe Macdonald de 1985 de la Real Comisión sobre la Unión Económica y las Perspectivas de Desarrollo para Canadá, así como numerosas comisiones provinciales de las últimas cinco décadas. A diferencia de la propuesta de un IBU, un programa GAI-NIT involucraría tanto un ingreso mínimo garantizado como un programa específico de tasa de devolución fiscal que otorgaría un suplemento a través de transferencias a los trabajadores pobres. Aunque los beneficios mínimos pueden variar entre las diferentes propuestas, el propósito de los dos principales tipos de programas de IG sería sin duda el mismo, ofrecer a todos los ciudadanos un ingreso mínimo de subsistencia. La principal diferencia sería cuando reciben los individuos las transferencias ex ante (en cuyo caso es sin prueba de medios, pero universal) o bien ex post (en cuyo caso la transferencia sería solamente entregada cuando el ingreso del empleado en lo individual sea contabilizado y esté por debajo del umbral reconocido por las autoridades fiscales). Sin embargo, antes de comentar sobre los problemas de la implementación de los programas de IG, permítasenos primero analizar más cuidadosamente los mecanismos de ese programa de ingreso.

Los mecanismos de un esquema de ingreso básico complementario

Una de las primeras formas híbridas de los programas de IG, que será presentada con más detalle en referencia a la critica que le hace Polanyi, fue introducido primeramente en Inglaterra a finales del siglo XVIII bajo el sistema Speenhamland, el cual se comportó como una de sus variantes modernas al ofrecer un piso en la Ley de Pobres con un sistema de alivio para los individuos que no fuesen capaces de trabajar o que no pudieran encontrar trabajo. Al mismo tiempo también provee un subsidio para aquellos que tienen un trabajo por debajo de un piso de ingreso, de manera que sirve como un soporte o una “ayuda-en-salario” (para usar la expresión de Polanyi) para los empleados a lo largo de las líneas de los esquemas de GAI-NET. Irónicamente, mientras que los sistemas casi universales que fueron siendo creados bajo las Leyes Inglesa de Pobres, en las parroquias locales, fueron concebidos como esquemas con prueba de medios que permitieran enfrentar el creciente número de desempleados (o personas no empleables) durante la Revolución Industrial, entre los primeros que empezaron a teorizar acerca de los programas IG, como los revolucionarios americanos del siglo XVIII, Thomas Paine creía en un sistema universal y equitativo de IG. Entendiendo a la tierra como una propiedad común de la humanidad, él recomendaba un IBU que podría distribuir la renta de la tierra equitativamente entre toda la población, en gran medida como Henry George preveía la renta de la tierra un siglo más tarde en US. Esos hipotéticos sistemas universales podrían tomar diferentes formas, incluyendo un “crédito” sobre el impuesto al ingreso, el cual en el caso del gobierno de crédito social de William Aberhart en la provincia de Alberta, Canadá, durante finales de los años treinta, se distribuyó como “dividendo nacional” pagado a las familias de la provincia bajo la forma de un IBU. Desde 1981, el estado de Alaska, US, tiene un sistema que otorga a cada ciudadano una participación de los ingresos del estado por los ingresos del petróleo de menos de mil dólares por año. Ninguno de esos programas fueron o son suficientes para evitar que una familia caiga en la pobreza, pero son sin embargo de naturaleza universal cercanos al IBU. En contraste, las propuestas de IG en la segunda posguerra proclamadas por los economistas neoclásicos del mainstream tales como George Stigler, Milton Friedman, eran universales en cobertura pero adoptaron alguna de las características del diseño estructural del sistema Speenhamland, el cual ajusta las transferencias de ingreso en proporción al ingreso obtenido, como se expone más adelante.

Existen tres características básicas en estos programas de la segunda mitad del siglo XX, basados en la variedad de modelos GAI-NET: (1) un ingreso piso, G 0 , que es un ingreso a nivel de subsistencia, con el cual las familias pueden estar cubiertas sin importar la condición en el mercado laboral de sus miembros; (2) una tasa a la que el subsidio es eliminado (el llamado tax-back, o tasa de reducción del beneficio t) cuyo propósito podría ser crear incentivos para tomar un empleo; y, (3) un nivel de equilibrio del ingreso al cual el subsidio del programa IG eventualmente se vuelve cero. Por ejemplo, si se asume que las familias en lo individual deben tener un mínimo de ingreso de subsistencia garantizado de, digamos, $15,000 dólares anuales y que el ingreso de las familias debe alcanzar un nivel de equilibrio de $30,000 antes del pago de impuestos por ingreso, se asume con esos parámetros específicos que cualquier ingreso adicional entre cero y $30,000 debe de tener una tasa de devolución de impuesto del 50%. De lo expuesto, podemos concluir que, haciendo abstracción de los ingresos de propiedad, el total o el ingreso bruto ganado por una familia de la clase trabajadora elegible para el apoyo IG podría ser la suma del ingreso por empleo más la transferencia IG, que es:

YT  =  YE +  S 1

donde Y T es el total del ingreso, Y E es el ingreso por empleo y S es el subsidio del programa IG, con el subsidio siendo igual a G 0 - tY E . Entonces, la porción del subsidio sería el ingreso mínimo G 0 a $15,000 menos la porción del ingreso del empleado tY E que tendría una devolución fiscal del 50% y serviría como ingreso complementario al ingreso básico. De lo dicho, tenemos que el total del ingreso es:

YT  =  YE + G0 - tYE 2

Por lo tanto, de la fórmula de arriba del ingreso complementario S, cuando Y E = 0 y t = 0.5, S = G 0 = $15,000; y de otro lado, cuando Y E es $30,000, S = 0. Si el ingreso por empleo estuviera entre cero y $30,000, el ingreso total continuaría excediendo el ingreso por empleo debido al ingreso de soporte G 0 - tY E. Por ejemplo, con Y E a $15,000, el plan podría generar Y T de $22,500, y así sucesivamente tanto como Y E aumente monotónicamente. Todo esto se representa (gráfica 1), con el total de ingreso Y T medido sobre las ordenadas y el ingreso por empleo Y E sobre las absisas y con el subsidio del programa de ingreso complementario expresado en las áreas sombreadas como la diferencia entre Y T y Y E arriba del nivel de G 0 . También se muestra en la gráficaY E por arriba de $30,000 podría eventualmente estar sujeto a un impuesto al ingreso cuando Y T es menor que Y E .

Gráfica 1: Un esquema hipotético de Ingreso Complementario IG 

La diferencia entre el esquema de arriba GAI-NIT y los programas IBU es que este último podría probablemente ofrecer un nivel de ingreso básico que podría se considerablemente mayor y por lo tanto más cerca del nivel del umbral de ingresos de $30,000 bajo un sistema de impuesto sobre la renta progresivo fuerte. Sin embargo, en cualquier caso en ambos esquemas de renta básica, ésta sería una “ayuda-en-salarios” o complemento a los ingresos que los hogares pueden ganar. De hecho está es una de las razones críticas para el apoyo a los planes de IG. Bajo los programas tradicionales de asistencia social, la opción es bien trabajo o bien asistencia. Es decir en los sistemas de asistenciales más tradicionales (al menos en el contexto norteamericano) los beneficiarios de asistencia social podrían mejorar la posición de ingreso neto solamente si se acepta trabajos cuyo ingreso por empleo está por encima del nivel de asistencia, ya que los ingresos por debajo de ese nivel estarían normalmente sujetos a un “una tasa de devolución de impuestos del 100%”, en ese sentido los beneficiarios individuales podrían perder completamente sus transferencias asistenciales una vez que tengan trabajo. Por lo tanto, se puede bien estar trabajando (con cero transferencias asistenciales) o bien recibir asistencia social (sin ingresos por trabajo); pero no se pueden recibir ambos simultáneamente. En cambio con las propuestas de GAI-NIT y IBU, ellos pueden tener un trabajo mientras que reciben el ingreso de soporte del programa IG y todavía obtener la desgravación de acuerdo al esquema, digamos, como el que se describió arriba.

Críticas tradicionales a los programas de IG

Muchos economistas convencionales suscriben los programas IG, aunque en su mayoría de la variedad GAI-NIT; los economistas neoclásicos están profundamente divididos en lo que toca a los méritos de está política. Por ejemplo, ha habido algunos economis-tas conservadores neoclásicos que han sido fuertemente críticos de tales programas, en su mayoría debido al efecto desincentivo que señalan como resultado de la implementación de un programa IG. Empezando con la cuestionable suposición de que la pobreza es principalmente una elección, se asume que los individuos racionales compensan entre “tiempo libre” y menos “trabajo”, y podrían entonces de buena gana caer en la pobreza en la medida en que el gobierno subsidia a esos individuos que están deseosos de más tiempo libre. Por ejemplo en un artículo de Anderson y Block (1993) ellos argumentan que hay “… adultos sanos que racional-mente prefieren el tiempo libre al trabajo y reciben un subsidio gubernamental por esta preferencia” (1993:S353). Los autores continúan: “Individuos racionales algunas veces escogen permanecer pobres debido a que ellos se perciben a si mismos con mejores resultados. El trabajo es oneroso y produce desutilidad… es solamente por afortunada casualidad que los individuos algunas veces encuentran placer en realizar actividades que también producen resultados comercializables y por tanto, un ingreso.” (1993:S358-359). Desde esta perspectiva hedonista sobre el comportamiento humano, cualquier tipo de soporte al ingreso (ya sea un programa IG, programas asistenciales o, digamos, seguro de desempleo) podría necesariamente alentar a un mayor número de individuos a escoger el tiempo libre en lugar de trabajar. Por ello, un programa antipobreza crearía meramente más pobres, que saldría deliberadamente de la fuerza de trabajo debido a los efectos desincentivadores que el programa generaría. Todo ello, por supuesto, tiene como eje la visión de que el trabajo es “malo” mientras que el tiempo libre es “bueno”, un supuesto que no cuadraría bien actualmente con los hechos acerca de cómo los individuos generalmente valúan tener un trabajo frente al tiempo libre (puede verse un viejo pero interesante estudio de Bellemare y Poulin-Simon (1983) que empíricamente pusieron en su lugar esta concepción hedonista del trabajo. En particular, en la medida en que se identifica legítimamente la existencia de un insignificante número de individuos que entrarían en el estereotipo de Anderson y Block tratado antes, esta visión ignora los beneficios no monetarios del trabajo y también se equivoca al no reconocer el significativo estigma social que generalmente acompaña estar sin trabajo y vivir del apoyo gubernamental, por lo que esta visión parece en lo general superada.

De hecho, muchos economistas neoclásicos reconocerían que la introducción de un programa IG llevaría a un incremento de la demanda de “tiempo libre”; pero los neoclásicos convencionales que apoyan estos programas han argumentado que esos efectos no son lo suficientemente fuertes para tener una respuesta negativa significativa sobre la oferta de trabajo. Por ejemplo, en su amplia revisión de la información recogida a partir de cinco experimentos controlados sobre los programas IG en Norteamérica desde finales de los años sesenta a finales de los setenta en New Jersey, Gary (Indiana), Seattle (Washington), Denver (Colorado), y el experimento “Mincome” en Dauphin/Winnipeg (Manitoba), Hum and Simpson (1993) concluyeron que la evidencia corrobora lo que ya es generalmente reconocido a partir de estudios no experimen-tales que encontraron una respuesta negativa relativamente baja de las variables de oferta laboral con la introducción de esos esquemas de ingreso complementario. Esto significaría que el número de quienes abandonarían el mercado de trabajo debido a su fuerte preferencia por el tiempo libre sería muy pequeño como resultado de las transferencias del IG.

Por ejemplo, en el estudio Canadiense basado en la información generada por el experimento Mincome en Manitoba, Forget (2011) encontró que la fuerza de trabajo vinculada al programa declinó ligeramente solamente para las nuevas madres y los adolescentes, pero no tuvo impacto significativo en el comportamiento de la vasta mayoría de los participantes. Sin embargo, por otro lado, se encontraron fuertes efectos benéficos sobre la salud de las personas y, entre otros efectos positivos, el programa de IG Mincome alentó a los jóvenes a obtener más años de escolaridad. Aún más importante, sin embargo, es que toda la defensa del programa GAI-NIT, regresando a Friedman y Stigler, no se basaba en alentar a los individuos ya empleados a dejar sus trabajos y vivir de la ayuda del IG para pagar su tiempo de ocio; sino justamente lo contrario, inducir a los beneficiarios de la asistencia individual que no pueden trabajar debido a la estructura institucional de los programas de asistencia a tomar un trabajo (porque perderían el 100% de las transferencias asistenciales cuando tomen un empleo). De hecho, como veremos más adelante, es con respecto a este último punto que la crítica heterodoxa de los programas IG ha sido elaborada. En realidad, mucho de esta crítica heterodoxa a tales esquemas IG está inspirada en los trabajos de Karl Polanyi, quien cuestionaba algunas de las implicaciones del IG sobre la base del pensamiento tanto marxista como keynesiano.

Ingreso Básico y Karl Polanyi: No a un apoyo político incondicional al IG.

Mucha de la controversia entre los economistas convencionales ha estado centrada en el comportamiento de la oferta laboral y en el efecto desincentivo de los programas IG, y por ello permanecen frenados, en lo que, en mi opinión, es una discusión inútil. Los economistas del mainstream están empantanados en un callejón sin salida, en un interminable debate del dilema moral por el que las sociedades han luchado más de un milenio, relativo a qué tanto los pobres merecen o no merecen el soporte de ingreso, debido a que se presupone que existe una fuerte relación entre la oferta laboral y los programas IG, que puede supuestamente llevar a un “derroche” de limitados recursos financieros públicos. La mayoría de los economistas heterodoxos rechazan este debate fútil (ver Widerquist, Lewis y Pressman, 2005). No solamente los economis-tas hetedoroxos argumentan que tales efectos sobre la oferta laboral son insignificantes (con lo que incluso muchos economistas convencionales pueden estar de acuerdo) de manera que apoyan fuertemente la transferencia de ingresos; pero ellos señalan principalmente las dificultades que provienen de los efectos de esos programas sobre la demanda de trabajo y sobre el comportamiento de los individuos ya empleados tanto a nivel de una industria como macroeconómico. Sin embargo, antes de analizar esas implicaciones, permítanos detenernos en la critica histórica de K. Polanyi a los programas IG, puesto que es fundamental para una comprensión de por qué no todos los economistas heterodoxos apoyan completamente los programas IG. Su acercamiento histórico rechazó completamente el debate del mainstream sobre los efectos incentivadores sobre los programas IG, y como se verá más adelante, planteó el problema de los efectos incentivadores sobre el comportamiento de la demanda de trabajo.

Permítanos entender esta importante, pero rechazada, perspectiva Polanyiana sobre el IG. En el ensayo de Kari Polanyi Levitt “Social Dividend as a Citizen Right”, ella escribió, en ocasión de una conferencia en Sao Paulo después de que el gobierno de Brasil había consagrado en la constitución el principio del ingreso básico, que: “…en ningún momento de la historia humana… encontramos que se permitiese que los individuos o las familias en lo individual cayeran en la indigencia o en el hambre, a menos que la comunidad en su conjunto hubiera caído en tiempos difíciles… Sólo por esa razón, … puedo decir que el derecho a una parte del producto social como derecho ciudadano podría haber ganado el apoyo de Karl Polanyi, tanto como un medio de acceso desmercantilizado a los medios de subsistencia económica, como por razones de justicia moral.” (Polanyi Levitt 2013: 114) A pesar de la importancia de la justicia moral, lo que podría ser su característica más prominente, ella señala al menos otras tres diferentes razones por la que su padre, Karl Polanyi, podría haber apoyado un programa de ingreso garantizado. Estas son, de acuerdo a ella, de naturaleza económica, social y política. La razón económica habría sido de tipo keynesiano: la implementación de un principio de ingreso básico tendría una influencia estabilizadora sobre el conjunto del crecimiento económico, debido a su efecto positivo sobre el gasto en consumo, mientras que también estimula el progreso tecnológico. El argumento social tiene que ver con las implicaciones de generar una distribución de producto social; y finalmente, el argumento político para el apoyo de Karl Polanyi a algún tipo de ingreso básico universal es que éste podría salvaguardar la libertad personal a través de lo que ella (Kari Polanyi) refiere como “la institucionalización de la inconformi-dad”, particularmente en el sector cultural de la economía (escritores, artistas, músicos) cuyas actividades se beneficiarían enormemente de tales transferencias de ingreso (Polanyi Levitt 2013: 115). Al hacerlo, esto podría asegurar el balance deseado entre la libertad personal y el crecimiento económico, así como una más equitativa distribución del ingreso se alcanzaría en una economía basada en el mercado, ya que el dominio del mercado estaría más profundamente embedded1 en la esfera social.

Sin lugar a dudas, mientras que Karl Polanyi habría sido un firme defensor de un programa IG debido a la posible re-embedding en el mercado de trabajo con la sociedad, una atenta lectura de sus escritos sugiere que esto no habría sido un apoyo incondicional por completo. La razón principal de esta posible posición tiene mucho que ver con sus capítulos sobre la aparición de un mercado ficticio de trabajo y las peculiaridades del sistema de Speenhamland en la segunda parte de la Gran Transformación. De hecho, su capítulo sobre Speenhamland ha sido una fuente de debates e incluso malestar entre algunos estudiosos de Polanyi, como puede verse en el reciente trabajo de Block y Somers (2014).

Breve incursión histórica: Polanyi y el sistema Speenhamland

La preocupación de Polanyi sobre el sistema IG tiene su origen en su análisis histórico sobre el mercado de trabajo capitalista. De hecho, a la vez que la clase de asalariados por estipendios fue reconocida por los últimos fisiócratas y los tempranos economistas clásicos en la segunda mitad del siglo XVIII, se ha argumentado que tal “mercado” de trabajo, en el sentido descrito por Polanyi (1944), es un pseudomercado de una mercancía “ficticia”, el trabajo, que permaneció sin acabarse hasta el siglo XIX cuando el proceso de mercantilización del trabajo se habría realizado plenamente, cuando el mercado de trabajo se volvió institucional-mente disembedded de la sociedad en general. Hasta entonces, los conceptos de mercado laboral, tales como desempleo eran conceptualmente inapropiados en un mundo en el que un sector tradicional era el telón de fondo y marco institucional para el capitalismo agrario-industrial embrionario y emergente del siglo XVIII en Gran Bretaña, especialmente como este proceso estaba siendo estudiado por los economistas clásicos tempranos como Adam Smith, Thomas R. Malthus y David Ricardo (Polanyi 1944: 95). Por ejemplo, como se destaca en la notable contribución a la teoría clásica de la distribución, Welton (1988):

“Los teóricos clásicos tomaron prestado su principal escenario de las instituciones durables en su experiencia diaria. El capitalismo industrial en su forma primitiva o desarrollada era parte de su sistema pero siempre viviendo con la gran economía tradicional y con muchos arreglos en las transferencias de pago.“ (Énfasis en el original) (Weldon 1988: 15-16).

De acuerdo con Polanyi (1944), para el surgimiento de un mercado de trabajo capitalista completo, el proceso de mercantilización del trabajo requiere que esa importante transferencia de pagos y de lazos de soporte tradicional sea suprimida (ver también Paton 2010). De manera que una disociación completa entre el mercado de trabajo y el sector tradicional se produciría. Es decir, como Marx vio este proceso, este desacoplamiento del mercado de trabajo tuvo lugar lenta e institucionalmente con la aceleración del cercamiento y el progresivo desarraigo del campesinado en Inglaterra. Pero el obstáculo enfatizado por Polanyi para el triunfo final del capitalismo industrial como un sistema social, junto con la emergencia de un mercado de una mercancía ficticia para el trabajo, fue el sistema de mitigación Speenhamland instituido en la tradición de las Leyes Isabelinas de Pobres. Este particular sistema de transferencias, que algunos han identificado como una temprana forma de programa de ingreso garantizado, fue puesto en marcha en 1795, y sus efectos, de acuerdo con Polanyi (1944: 86), fueron para evitar o, al menos, hacer más lento el proceso de mercantilización del trabajo.

El objetivo explícito de sistema de ingreso complementario Speenhamland era ayudar en algo a aquellos depauperados que eran persistentemente dejados a un lado, así como ayudar a frenar su migración a los prósperos pueblos ingleses, como una manera de amortiguar la dura realidad de una creciente mercantilización del trabajo, que podría basarse cada vez menos en el sector tradicional de subsistencia de las familias. Bajo el sistema de soporte Speenhamland, este aporte de fondos de los salarios a través del alivio de la parroquia podría ocurrir siempre que en el mercado los salarios reales caigan por debajo de un umbral como resultado del aumento de precios de los granos. Por lo tanto, su propósito era ayudar a esos trabajadores pobres a alcanzar un ingreso mínimo de subsistencia. Este sistema asegura una oferta más inelástica de trabajo, en la medida de que el capitalismo agrario se propaga en las regiones rurales de Inglaterra caracterizadas especialmente por fuertes patrones estacionales de empleo (Boyer, 1986: 118). Al mismo tiempo, el sistema reduce en alguna medida la amenaza política que plantea ese crecimiento de la pauperización, debido a la creciente agitación política provocada por el jacobinismo que viene desde la Revolución Francesa y la incertidumbre política generada por las Guerras Napoleónicas (Zmolek, 2013: 552). Más precisamente, el modelo de salario complementario era un sistema de alivio “por fuera” o de “ayuda en salarios” a los depauperados “aptos” que ganan al día para su subsistencia. Aunque diferente a lo largo de los condados ingleses, la asistencia de los gobiernos locales a este nuevo grupo de trabajadores pobres bajo el sistema Speenhamland estaba ligado básicamente al precio del pan y, un cierto número de dependientes en las familias, cuyo propósito último era mantener a los hogares de los trabajadores con un ingreso mínimo de subsistencia.

Ha habido mucho debate sobre qué efectos tiene esta forma de alivio a la pobreza, administrada por las parroquias locales, y sobre el comportamiento de esos trabajadores pobres. Como refiere Polanyi (1944) y otros, tales como el famoso historiador francés de la Revolución Industrial en Inglaterra, Paul Mantoux (1928), el propósito explícito era ayudar a los pobres a alcanzar un mínimo de salario de subsistencia durante periodos de aumento en los precios del pan, pero en los hechos varias explicaciones contradictorias han sido ofrecidas históricamente acerca de las consecuencias del sistema Speenhamland sobre el mercado de trabajo. Una de las visiones más de moda en aquel tiempo era la posición malthusiana, misma que fue muy popularizada por muchos de los oponentes políticos de las Leyes de Pobres, que fue vista como soporte de ingreso para los pobres que simplemente recrea más indigentes. Esto es porque asumen que las transferen-cias de ingreso a los pobres alentarían el crecimiento demográfico y deprimirían los salarios en el mercado con el incremento de la población que eventualmente ingresa a la fuerza de trabajo, de acuerdo con la “ley de hierro de los salarios”. Sobre esta base Malthus y Ricardo argumentaron que había una tendencia inevitable a la caída de los salarios reales hacia los niveles mínimos de subsistencia a largo plazo (Stirati, 1994). A pesar de que los economistas neoclásicos modernos antes mencionados tienen una posición no-maltusiana sofisticada y también se oponen ampliamente a las Leyes de Pobres, que vieron en el sistema Speenhamland un soporte de ingreso que, debido sus efectos positivos sobre el ingreso crearían desincentivos para reducir la oferta laboral y “forzaría al aumento de los salarios, o al menos a mantenerlos artificialmente” (Polanyi 1944:128). Esto también fue visto como una creciente carga a contribuyentes a la ley de pobres, disminuyendo las rentas a través de aumentar los impuestos, mientras se fortalece el ingreso del trabajo (como por ejemplo puede verse la referencia McCloskey, 1973). Existen otros, tal y como refirió Polanyi (1944), quienes rechazan tanto el argumento maltusiano como también la narrativa de los desincentivos al trabajo, y que también mantienen su visión de los efectos negativos que el sistema de soporte de ingresos Speenhamland tuvo sobre los salarios en el mercado. Dentro de la perspectiva de Polanyi, esta “ayuda en salarios” estaba más en la naturaleza del esquema de subsidios cuyos efectos fueron finalmente deprimir los salarios de mercado de los trabajadores pobres incluso por “debajo del nivel de subsistencia” (Polanyi, 1944:101), en la medida en que crearía incentivos para los empleadores de tomar ventaja del subsidio al salario de los trabajadores pobres y ofrecer salarios aún más bajos, así como estos indigentes compiten por trabajos en un mercado laboral saturado caracterizado por alto desempleo. Irónicamente la visión de Polanyi era en gran medida consistente con aquella de la Comisión de Leyes de los Pobres de 1834, la que concluyo que la “ayuda al salario” del sistema Speenhamland aceleró la expansión de la pobreza, por lo que recomendó la eliminación de esta transferencia de ingreso y el establecimiento de un mercado de trabajo plenamente capitalista. Sin embargo, a diferencia del argumento de Malthus, Polanyi vió la declinación de los salarios en el mercado, primeramente por lo que puede ser descrito como el razonamiento marxista/keynesiano. Este era esencialmente el resultado de la competencia entre los trabajadores por los escasos trabajos dentro de una demanda crónicamente restringida en el mercado laboral, lo que presiona a los pobres a aceptar salarios incluso por debajo del nivel de subsistencia, en la medida en que el conjunto de los ingresos de las familias estaban siendo complementados por un subsidio a los salarios fuera del mercado.

Impacto de los sistemas de ingreso suplementario: De Speenhamland a Friedman

Por qué el sistema Speenhamland es un tema para los que apoyan los programas IG? De hecho ha habido mucho debate acerca del significado histórico del sistema Speenhamland para el alivio a la pobreza debido a que, como se señaló antes, este contenía todas las características críticas estructurales de la forma moderna de un programa IG. Específicamente, definía un nivel de ingreso objetivo (o canasta de subsistencia G 0 ) que podría permitir a los individuos satisfacer algunos requerimientos mínimos de subsistencia y también se había puesto en marcha un sistema de transferencias, mediante el alivio de la parroquia, que podría complementar el ingreso del trabajador pobre que pudiera no alcanzar el nivel de subsistencia objetivo a través de su actividad en el mercado de trabajo. Para aquellos analistas políticos que ven alguna forma del sistema IG como el siguiente paso en el doble movimiento para re-embed el mercado de trabajo dentro de la esfera social y desmercantilizar este mercado ficticio de mercancías del trabajo, el análisis de Polanyi de los efectos del Speenhamland sigue siendo muy conflictivo. Esto es porque, como Block y Somers señalan (2014:114), la interpretación de Polanyi ha enmarcado en alguna medida el discurso de la política social de Gran Bretaña, Canadá y US, y ha influido sobre muchos intelectuales quienes apoyarían de otra manera la política social de un IG, teniendo la preocupación de Polanyi que finalmente los empleadores tomarían ventajas de un esquema de ingreso complementario, para deprimir los salarios.

Si bien un estudio a profundidad del sistema de alivio de las Leyes de Pobres bajo el Speenhamland es muy útil para obtener elementos sobre los efectos potenciales de un programa IG, las conclusiones obtenidas de la investigación de estudiosos, como Blaug (1963) y Block y Somers (2014), sugerirían que la evidencia es débil tanto acerca de los efectos sobre la oferta de trabajo como sobre las consecuencias negativas en los salarios como lo defienden históricamente varios de sus críticos. Aunque esto no significaría que las preocupaciones de Polanyi están completamen-te infundadas. Block y Somers (2014:131) reconocen que, durante momentos en que se generaliza el retroceso de la actividad económica, las presiones competitivas sobre los salarios vendrían sobre los trabajadores, debido a la protección provista por el programa de alivio Speenhamland. Así, por ejemplo, el hecho de que durante la Revolución Industrial británica el flujo de alivio (estando disponible tanto para los condados del Speenhamland como para los condados rurales fuera del Speenhamland) se movieron a la par del ciclo de negocios (ver por ejemplo Blaug 1963:164), difícilmente podría constituir una prueba contra el mecanismo de Polanyi sobre el trabajo, solamente porque ambas regiones estaban teniendo similares crecimientos en el gasto. Mejor dicho, la evidencia sugeriría un grado de respuesta análogo bajo las Leyes de Pobres, cualquiera que fuese el alivio de fuera (incluso la ayuda en salarios), o ayuda interna (a través de la creación de empleo en las casas de trabajo de las parroquias), a los fenómenos macroeconómicos fue muy importante en el disparar cambios en el flujo total de alivio a los pobres. Por lo tanto, independientemente de que tanto los empleadores hubieran deliberadamente tomado ventaja de la existencia de un esquema de salario complementario, sería difícil concluir que la resistencia de los trabajadores a reducir sus salarios no hubiera sido afectada por el subsidio al salario bajo el sistema Speenhamland.

Mantoux y otros importantes historiadores de la Revolución Industrial, así como Polanyi, reconocieron un mecanismo en el trabajo que, bajo alguna forma híbrida del programa IG (tal como el sistema Speenhamland) los salarios de mercado se habrían vuelto más sensibles a las caídas en el ciclo de negocios. Es interesante que la literatura más moderna sobre los efectos de un programa IG se ha dividido entre las líneas descritas arriba. Por ejemplo, mucha de la literatura tradicional sobre los efectos de un esquema IG está preocupada por los desincentivos que tal programa pueda tener, mientras que se asume que los individuos tendrán incentivos para elegir más tiempo libre que trabajo como un resultado de los efectos del ingreso, igual a lo que se decía en siglo XIX por algunos críticos del Speendhamland. Sin embargo, para muchos de los que apoyaron el esquema IG, como los economistas de Chicago, Milton Friedman, George Stigler, e incluso Friedrich von Hayek, el objetivo de ese programa difícilmente era alentar a los trabajadores a dejar sus trabajos, y habiendo incluso muchos de ellos vivido con el apoyo IG, como algunos otros críticos de la derecha sugieren. Más bien, el objetivo de un programa IG era crear incentivos para los individuos que regularmente están excluidos del trabajo (debido a la ausencia de un IG, ellos podrían perder el 100% de las transferencias por asistencia social) y puedan entrar a la fuerza de trabajo tomando un trabajo y así consiguiendo al menos parcialmente la asistencia a través del ingreso complementario. Sin embargo, para esos neoclásicos que abogan por los programas IG, es necesario que los “obstáculos” institucionales a la flexibilidad del mercado de trabajo sean eliminados, tales como los salarios mínimos o el seguro de desempleo, para ser reemplazados por un programa amplio de IG. Un sistema IG que no pueda “distorsionar el mercado o impedir su funcionamiento” (Friedman, 1962:191). Esto es así debido a que puede crear incentivos para los individuos a buscar trabajo al mismo tiempo que reduce la resistencia de los trabajadores a los ajustes salariales debido a la existencia de un ingreso piso G 0 , establecido por el esquema de un ingreso complementario. Eso podría tener el efecto de aumentar la flexibilidad salarial en respuesta a los cambios en la demanda de trabajo, al mismo tiempo que mitiga la caída de la rentabilidad de los negocios cuando ésta está en descenso, tal y como se presume sucedía como efecto del Speenhamland antes referido. Como se ha argumentado en otra parte, el “efecto compensación” del sistema IG podría servir para reducir la resistencia de los trabajadores al recorte al salario de mercado, de modo que recrea algo del modelo neoclásico de un “apropiado” funcionamiento del mercado de trabajo con salarios flexibles, mientras que permite que esos trabajadores alcancen un ingreso mínimo básico a través del mecanismo de transferencias de “ayuda de salario” (véase Iacobacci y Seccareccia 1989: 153-160).

Todo ello puede lograrse debido a que la política del IG crearía incentivos para los individuos al ofrecer sus servicios en el mercado de trabajo mientras que, al mismo tiempo, proveería de un ingreso básico que no entorpecería la flexibilidad salarial y de hecho reduciría la resistencia de los trabajadores a los ajustes salariales y de empleo. Es decir, un esquema de salario complementario, como el GAI-NIT que Friedman había defendido, afectaría seriamente los salarios y la estructura industrial a través del tiempo.

Ello debido a que el apoyo al ingreso constituye un subsidio a los trabajadores que tienen trabajos con ingresos por debajo del nivel definido por el programa como necesarios para cubrir sus gastos (en el ejemplo de la Gráfica 1, que era de $30,000) -eso es, al nivel en el que G 0 - tY E es cero. Para entender la incidencia efectiva del esquema de subsidio a los ingresos, se debe de considerar el paso del tiempo posterior a la introducción del esquema IG. En muy corto plazo, el ingreso complementario empujaría el ingreso neto de los trabajadores de más bajos salarios hacia el total del monto de la transferencia IG. Sin embargo, en el mediano plazo, las empresas y los trabajadores subsidiados en el programa IG estarían ajustando su comportamiento en las negociaciones salariales a la nueva situación del mercado laboral bajo las condiciones de desempleo y ello estaría generando presiones salariales a la baja.

Como se ha argumentado en otra parte (Iacobacci y Seccareccia 1989: 153-160), el efecto del subsidio podría operar a través de diferentes canales o mecanismos en este nuevo ambiente de mercado flexible de trabajo. El primero de esos mecanismos procede de la operación del nivel garantizado G 0 , y la tasa de devolución fiscal, t, del ingreso complementario a través de un efecto compensación. En una economía caracterizada por un desempleo sustancial, este efecto serviría para reducir la resistencia de los trabajadores a un recorte de los ingresos brutos en el mercado laboral debido a que el complemento IG aumentaría automáticamente para compensar parcialmente el recorte salarial, entonces tiene un efecto mitigante sobre los ingresos netos. En otras palabras, un recorte en el salario de mercado para los trabajadores pobres bajo el esquema IG generaría una reducción menos que proporcional en los ingresos netos. Segundo, se esperaría una respuesta positiva en la oferta laboral en la medida en que los antiguos receptores de la asistencia social, ahora serían capaces de obtener un ingreso por empleo como resultado del ingreso complementario. Aunque estudios empíricos han mostrado que esta respuesta de oferta laboral no es muy significativa, esto ha sido frecuentemente defendido como la raison d’être de un programa IG y entonces no se puede descartar por completo la importancia de este efecto. Tercero, la flexibilidad salarial a la baja aumentaría el efecto del incentivo de las empresas a fragmentar los empleos de tiempo completo en empleos a tiempo parcial, en la medida en que esos trabajos pueden calificar para el ingreso complementario.

Si esos efectos microeconómicos son significativos, la implemen-tación de la política de IG impone una restricción a la demanda en el mercado laboral, en el cual existe un sustancial desempleo que intensificaría las presiones al descenso de los salarios y activaría las fuerzas que presionan hacia una economía de bajos salarios y empleo a tiempo parcial. Un generoso apoyo de seguro de desempleo y una política activa de salario mínimo puede servir como refreno parcial contra la proliferación de trabajos de bajo salario pero el mecanismo de fragmentación del trabajo solamente sería evitable en el caso poco probable en el que la política de salario mínimo también incluyese un piso sobre el ingreso semanal o mensual. Como fue el caso del sistema de salario complementa-rio de Speenhamland de principios del siglo XIX en Inglaterra; un programa de IG crearía entonces incentivos a las empresas para aumentar la proporción de trabajos que calificarían al subsidio de “trabajadores pobres”, operando de alguna manera en contra de lo que la misma gente que se supone está ayudando.

A nivel macroeconómico, la adopción de un programa de ingreso complementario IG podría impactar sobre la capacidad de respuesta de los salarios al ciclo de negocios. Durante una recesión, el número de trabajadores queriendo aceptar trabajos de menor paga o un recorte de sus salarios podría aumentar incluso más de lo que habría sido en el caso de la ausencia de los efectos de compensación del programa de IG. En el caso de un ciclo creciente de desempleo, la participación del trabajo a tiempo parcial y de bajo salario se incrementaría y podría terminar en un gran movimiento de caída en el nivel promedio tanto de los salarios como del total de flujo de ingresos. Esto podría entonces revivir algo de los mecanismos neoclásicos de caída de los salarios flexibles; pero, como Keynes y los post-keynesianos argumentan, los costos flexibles de trabajo no necesariamente mueven la economía hacia el pleno empleo y en su lugar pueden exacerbar el problema de la demanda efectiva a nivel macroeconómico (Seccareccia 1991).

¿Cómo evitar el potencial efecto de descenso de salarios cuando se adopta un sistema de IG? Aprendiendo de Keynes y Minsky

Como hemos argumentado, la adopción de un programa IG podría revivir algo de los mecanismos neoclásicos de flexibilidad de los salarios a la baja y reforzar el movimiento de descenso de los salarios de mercado en la parte más baja de la escala salarial. ¿Pero esto no estimularía en algo el empleo como la teoría neoclásica predice? En particular ¿no tendría, por el lado de la oferta, dados los menores costos laborales que enfrentarían a las empresas, junto con el efecto del lado de la demanda de la política de ayuda salarial por la expansión del gasto en IG, un efecto expansivo? (por menores costos laborales para las empresas y una demanda de consumo sostenida por las transferencias de ingreso a los trabajadores de bajos salarios procedente del esquema de ingreso complementario).

Las transferencias de ingreso, en si mismas, como enfatizó Polanyi Levitt (2013:114) tendrían potencialmente el efecto positivo de apoyar el consumo de los trabajadores y por tanto estimular la demanda agregada. Desafortunadamente hay al menos otros dos efectos negativos sobre la demanda agregada que se deben considerar y que podrían compensarlo. Primero, debido a que los salarios de mercado en el extremo más bajo de la escala de la distribución del ingreso serían menores de lo que serían sin el efecto compensatorio del programa IG, el flujo de ganancias que se acumulan en las empresas de bajos salarios sería proporcional-mente mayor que lo que habría sido como una consecuencia del declinante salario de mercado. Por tanto, los efectos estimulantes a través de las transferencias de ingreso podrían ser potencialmente compensados por la perversa redistribución de los que incrementan sus ganancias, quienes tendrían una menor propensión a consumir que los trabajadores de bajos ingresos.

Posiblemente, incluso más significativas que la deflación en los salarios de mercado son las implicaciones que se acaba de exponer, se debe entender que prácticamente todas las propuestas que apoyan un IG explícitamente asumen una neutralidad del déficit o, en el caso de los economistas conservadores como Milton Friedman, ellos históricamente eliminarían todas las otras transferencias y las reagruparían bajo el mismo paraguas de un programa de IG, de manera tal que se reduce el gasto total neto del estado. En el caso de Canadá incluso el senador Conservador Hugh Segal, ha estado tratando de balancear la opinión política en apoyo al IG, sugiriendo que su implementación eventualmente economi-zaría gasto público (Segal 2008, 2013). Sin embargo, mayores transferencias a los trabajadores pobres, especialmente durante las recesiones, tendrían que ser compensadas bien a través de aumentos impositivos o a través de reducciones del gasto público en otros renglones.

Una vez que el aumento de los beneficios y los recortes compensatorios en el gasto público y/o el aumento en la tributación se consideran completamente, junto con el recorte en los salarios de mercado que pueden ellos traer, incluso sobre los salarios sin subsidios, (esto es, los salarios justo por encima de aquellos directamente cubiertos por el programa IG), el efecto total de un programa IG si es el único suporte, puede llegar a ser mucho menos agradable que lo que desean sus progresistas defensores políticos, creando únicamente así, lo que Buğra (2007: 180) llama “una ilusión de embeddedness”.

Como se ha argumentado en otra parte, existe una alternativa que evitaría tales implicaciones negativas de su materialización (Iacobacci y Seccareccia 1989 y Seccareccia 1991). Como Keynes señaló en la Teoría General, no se deben separar los temas de la distribución del ingreso de aquellos del objetivo del pleno empleo (Keynes 1936: 373; también Minsky 1975: 159-60), que debe ser el objetivo macroeconómico primordial sin importar el tamaño del déficit del sector público. Es por ello que numerosos economistas post-keynesiamos han argumentado ya desde los años sesenta, que el más efectivo medio para la “guerra contra la pobreza” en US era alcanzar y sostener “un nivel estrecho de pleno empleo” (Minsky 2013: 3), asociado quizá con una demanda gubernamental de trabajo infinitamente elástica a un salario suficiente (Minsky 1986: 310; Wray 2007: 13). Para algunos, esto estaba quizá parcialmente basado en un principio filosófico algo rígido y retrógrada que el ingreso debe ser algo que es “ganado” y por tanto debe derivar del trabajo más que de recibir transferencias bajo el sistema IG (Widerquist 1998), aunque lejos de la variedad punitiva del 'workfare state'. Parece que era probablemente esto una de las razones por las que Minsky dio su apoyo a una política de pleno empleo del gobierno como empleador en última instancia (ELR) más que a un programa IG. Sin embargo, había un beneficio importante en alcanzar el pleno empleo que pocos entendieron en esos momentos. Los dos objetivos del “pleno empleo” y del “ingreso garantizado” no necesitan ser mutuamente excluyentes, pero pueden y de hecho son medidas complementarias en el re-embedding del mercado de trabajo en la esfera social. Esto es debido a que bajo el IG, el incentivo de la reducción de salarios, que preocupó mucho a Polanyi (1944) bajo el modelo Speendhamland, desaparecería cuando se acople con una política de “altos salarios” del pleno empleo (como se describe en Seccareccia 2004). Esta presión competitiva a la baja de los salarios solamente aparecería en una situación de alto desempleo. Una política de pleno empleo evitaría tal potencial de ajuste al descenso de los salarios, al tiempo que permitiría a los individuos una libre elección de mantenerse en la esfera del no-mercado a través de la existencia de un ingreso básico garantizado.

Conclusiones

Los programas de IG sin importar si son del tipo IBU o GAI-NIT pueden ser instrumentos importantes para enfrentar algunas de las consecuencias negativas que existen en el sistema de asistencia y que pueden ser eficientes en eliminar algunos de los obstáculos institucionales, evitando que los receptores de la asistencia ocupen trabajos en el mercado de trabajo. Sin embargo, esos beneficios solamente se materializan en un mundo en el que el pleno empleo sea la norma. En ausencia de un compromiso con el pleno empleo del tipo discutido, por ejemplo por Wray (2010) y en la ausencia también de otros pisos para la deflación salarial tales como un sistema de salario mínimo integral y un seguro de desempleo, un esquema de complementos al ingreso de la variedad GAI-NIT sería un mecanismo para esparcir el empleo de bajos salarios incluso garantizando un ingreso básico como sugirió Polanyi (1944). Como se argumentó, esto podría lastimar algunas de las muchas personas que se supone están apoyadas a través del ingreso complementario. El desafío para los diseñadores de políticas es cómo se comprometen con lograr el doble objetivo del pleno empleo y un ingreso básico universal.

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1El termino embeddedness fue creado por Polanyi y se refiere al grado en que la actividad económica está arraigada en su sociedad, incrustada. Debido a la imposibilidad de su traducción, lo dejamos en inglés en itálicas en el texto. Nota de la T.

2El autor agradece a Eugenia Correa, John Henry y Kari Polanyi-Levitt sus comentarios a versiones previas de este trabajo. Además, el autor les absuelve de cualquier responsabilidad de lo visión que aquí se expresa. Una versión de este trabajo fue previamente publicada como: “Basic Income, Full Employment and Social Provisioning: Some Polanyian/Keynesian Insights”, Journal of Economic Issues, Vol. 49, no. 2 (June, 2015), con el permiso de Taylor & Francis. Traducción del Inglés al Español para Ola Financiera de Eugenia Correa y Wesley Marshall.

Recibido: 07 de Diciembre de 2015; Aprobado: 17 de Diciembre de 2015

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