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Ola financiera

versión On-line ISSN 1870-1442

Ola financ vol.8 no.22 Ciudad de México sep./dic. 2015

 

Clásicos

El imperio de las transnacionales 1

John Deverell


LA POLÍTICA MONOPOLICA

El futuro económico canadiense, según ha aconsejado a la nación más de una vez el ministro de Comercio Alastair Gillespie, está en la creación de más corporaciones transnacionales con base en Canadá. Las operaciones, en aumento, del Falconbridge Group encajan perfectamente en este plan de operaciones de los liberales, al dar al país una corporación minera que se ha salido de los angostos límites nacionales y vende en los mercados mundiales productos procedentes de distintas partes del mundo.

Una lectura apresurada del informe anual de Falconbridge podría incluso dar la impresión de que esa organización está controlada por Canadá.

EI 31 de diciembre de 1973 habla 11,104 accionistas, de los cuales 8,341 eran de registro canadiense, con 4, 499,416 acciones. Esto representa el 90% de las 4, 955,412 acciones que quedan después de deducir las 45,483 que detentan las subsidiarias.2

Esta información solo sirve para destacar cuán engañosas pueden ser las apariencias en los informes de las corporaciones. EI registro de acciones en Canadá no es nunca garantía de propiedad- canadiense. Y el primero más importante en este caso es que una de las accionistas "canadienses", la McIntyre Mines, tiene un interés de control del 37% de las acciones ordinarias de Falconbridge. A su vez, la McIntyre es controlada desde los Estados Unidos por la Superior Oil y Howard B. Keck.

Independientemente de donde estén controladas las corporaciones transnacionales, según sus preconizadores, son una forma más eficaz de organización comercial que las meras compañías nacionales y por esta razón deben ser fomentadas. Su superioridad se manifiesta en las ganancias más elevadas, que a su vez se atribuyen a la mayor productividad, resultado de una mayor especialización interna, una mayor y mejor investigación, y una mayor capacidad de aplicación de la nueva tecnología a que esa investigación da origen. Todo esto contribuye a que los salarios sean más elevados y a un crecimiento económico más rápido. Por eso, la única política inteligente para un país que mira hacia adelante es favorecer a esas grandes corporaciones, que son la clave del progreso y el cambio del futuro.

El punto de vista oficial del gobierno está lejos de ser persuasivo. Hay toda clase de razones para sospechar que el éxito de estas enormes corporaciones tienen menos que ver con la eficiencia en la producción que con otros factores relacionados con el poder monopólico: el manipuleo político de la reglamentación fiscal y otras leyes, el control del mercado y la supresión de la competencia; y el estatus de preferencia en sus relaciones con las instituciones financieras. El historial de Falconbridge nos da algunas indicaciones útiles al respecto.

Desde que Howard Keck entra en escena en 1967, la producción y la eficiencia en el planeamiento de Falconbridge y compañías afines no son particularmente impresionantes. El éxito más grande es el del proyecto de la Falconbridge Dominicana, con el cual el grupo consolidó su posición de productor mundial de níquel número dos. Pero oscurecen esta hazaña dos fiascos costosos: la Smoky River Coal Mine de McIntyre y la abortada refinería de pellas de hierro y níquel, de 65 millones de dólares en Sudbury. Entre los grandes programas capitalistas, sobre todo de Canadá, el complejo Superior Oil-McIntyre Falconbridge no ganaría ningún premio de "eficiencia". Pero en gran parte ha encajado el costo de sus errores a los contribuyentes de Alberta y canadienses.

El desenvolvimiento de las compañías de Keck a pesar de estas fallas pone de relieve algunos de los más importantes aspectos de su robustez. Uno de ellos es su privilegiado acceso al capital. Una organización menor hubiera podido ser aplastada por catástrofes como las dos mencionadas, pero las compañías de Keck han llegado a alcanzar una envergadura que hace inimaginable el fracaso. El potencial de subsidios cruzados entre las diversas corporaciones y su íntima interdependencia con los bancos garantizan que ni siquiera tales reveses de fortuna acabaran con la estabilidad fundamental del grupo. Durante el desastre de Smoky River, la compañía tenedora canadiense clave de Keck, la McIntyre, recibió una transfusión de 3 millones de la Superior Oil. Además, sus préstamos bancarios subieron de 31 millones en 1969 a 64 millones en 1972. Una comprensión así quisieran de su banco muchos prestatarios apurados, pero el trato preferente es privilegio de las grandes corporaciones que intercambian directores con las instituciones bancarias.

Falconbridge y McIntyre están entrelazadas con los banqueros inversionistas Dillon, Read, el First National City Bank de Nueva York, el First City National Bank de Houston y el Canadian Imperial Bank of Commerce, en total un poderoso conjunto de relaciones financieras. Y tampoco tiene que esperar el lugarteniente de Howard Keck en Canadá, Marsh Cooper, la formalidad de las reuniones de consejo para tratar arreglos financieros con Neil McKinnon, del Canadian Imperial Bank of Commerce, aunque cada uno es director en la compañía del otro. Una rápida subida en el elevador de la torre Commerce Court de Toronto, de donde Falconbridge es arrendatario por 800 000 dólares anuales del CIBC y un depositante de capital importancia, los reúne en un santiamén.3

Este compadrazgo dice lo que es esencialmente una alianza política entre alcaldes de capital tan grandes que en lo esencial están esmerados de la disciplina tradicional del mercado. Las corporaciones, una vez alcanzado este gran tamaño, son como gobiernos privados. Dentro de ciertos vastos límites pueden imponer gravámenes al resto de la población a su antojo y para sus fines propios, sin necesidad de someterse a la molestia de elecciones populares. Falconbridge y la INCO dieron un notable ejemplo de este poder con su aumento de 54% en el precio del níquel en menos de dos años, entre 1972 y 1974. Este tipo de comportamiento de las corporaciones en el campo de la finanza y el de los precios no es señal de eficiencia sino patente demostración de poderío monopolio.

Otro elemento de la capacidad de durar y desarrollarse del Falconbridge Group son sus relaciones de distribución. La organización de ventas de Falconbridge Nickel, en su calidad de proveedora de un artículo industrial de vital importancia y a veces racionado informalmente, ha formado fuertes lazos con los consumidores de metales industriales. Conocida ahora por Falconbridge lnternational, esta organización de ventas representa una gran ventaja en la diversificación del grupo de Falconbridge en minería, refinación y comercialización de otros productos. La fuerte posición de la compañía en el níquel es sin duda útil para el movimiento de su producción de artículos como el cobre, para el que las fuentes de aprovisionamiento son más abundantes y la competencia entre los proveedores más aguda. Esta dimensión de la capacidad que tiene Falconbridge de generar ganancias, al igual que sus conexiones financieras, tiene poco que ver con la eficiencia.4

Para que la efectividad sea máxima es preciso que el poderío en el mercado y la finanza de una corporación y su grupo financiero se combinen con una fuerte influencia en la toma de decisiones en materia de política. Todos los gobiernos intervienen en las operaciones de las corporaciones con su legislación fiscal sobre contaminación, antitrusts, laboral y de otros tipos y con la eficacia de su aplicación. Asimismo suelen ser los gobiernos compradores de los productos de una corporación. En otro nivel, la política exterior -diplomática, económica, militar- de un gobierno poderoso como el de los Estados Unidos, influye también en los asuntos de una corporación transnacional. Todo esto hace absolutamente necesario trabar íntimas relaciones con importantes políticos y funcionarios oficiales y abundan las pruebas de que en el complejo de Falconbridge entienden esta parte de la ecuación ganancias tan bien como en cualquier otra organización.

Históricamente, la demanda oficial de níquel ha sido un rasgo cordial en el crecimiento de Falconbridge. En los primeros años su ascensión estuvo íntimamente ligada a los gastos del estado en producción de armamento. El segundo empujón en su expansión se produce a fines de los cuarenta y a lo largo de los cincuenta y se basa principalmente en los contratos con Estados Unidos para el acopio de materiales, parte de una política deliberada del gobierno yanqui para procurarse otras fuentes de níquel. Con los presupuestos militares del mundo no comunista ascendiendo a cosa de 200 mil millones de dólares al año, las adquisiciones militares siguen siendo una fuente de demanda importante, aunque indirecta, para los productos de la compañía, a pesar de que se ha quitado importancia a la norma de ventas directas. Si la política oficial ha sido decisiva para las ventas de Falconbridge, también lo ha sido para su acceso a las materias primas. La norma histórica de regalías bajas, impuestos bajos y requisitos de refinación mínimos en Canadá ha sido un factor capital en el rápido desarrollo de la Compañía y de la industria del níquel. En época más reciente, la política exterior intervencionista de los Estados Unidos preparó el camino a la expansión de esta industria en las Filipinas, Indonesia y Guatemala. Por su parte, Falconbridge se ha beneficiado de una de las aplicaciones más sonadas del poderío militar yanqui: la invasión en 1965 de la República Dominicana.

En la década de los cincuenta, decisiva para su evolución, el complejo de Falconbridge y McIntyre mantuvo relaciones personales de alto nivel tanto en Ottawa como en Washington. Jack Barrington y J. S. D. Tory le proporcionaron conexiones con el influyente C. D. Howe en el gabinete liberal, mientras que Robert Anderson iba y venía entre los altos puestos del gabinete washingtoniano y la presidencia ejecutiva de Falconbridge.

Al pasar a poder de la Superior Oil en 1967, el grupo de Falconbridge aun quedó más cerca de la órbita del trafique con influencias que en Washington se mueve en torno al más potente gobierno del mundo. Al revelarse en 1956 la intervención de Howard Keck en el soborno de congresistas yanquis se tuvo un buen indicador de como en aquel periodo se tornaban las decisiones del gobierno de acuerdo con las necesidades de las corporaciones. EI nombramiento para dirigir a Falconbridge a principios de los setenta de John Connally, veterano de la chicana en Washington y candidato potencial a la presidencia, indica que el juego de las influencias ha seguido siendo parte integrante de la venturosa estrategia comercial en las corporaciones de Howard Keck. Tampoco se hizo de menos a los aliados políticos canadienses, a juzgar por el nombramiento de E. C. Manning, "Smoky River", para el consejo de administración de McIntyre. Esta diplomacia de alto nivel y este intercambio de personal con el gobierno es un tipo especial de " eficiencia" de vital importancia en el cuadro de las ganancias de una corporación transnacional.

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LAS CORPORACIONES

En la esfera política, la gran corporación no se basa exclusivamente en la persuasión de los políticos para la consecución de sus objetivos. El moldeo de la opinión pública por la propaganda pública y el cabildeo privado es también sumamente importante, como lo prueba la fuerte participación de Falconbridge en la Mining Association of Canada. Esta actividad de información tiene una intención esencialmente manipulativa, puesto que detrás de la noble descripción de los beneficios públicos que procura la actividad de la corporación, por los que se nos pide manifestemos nuestro agradecimiento, asoma una amenaza. El mensaje de las grandes corporaciones, a veces muy explícito, tanto para los ciudadanos como para los gobiernos, es este: "Las cosas se harán como nosotros queremos o no se harán."

En un mundo donde el control privado del capital está enormemente concentrado en grandes corporaciones, a su vez aliadas por mediación de un puñado de bancos en grupos financieros muy centralizados, no es una vana amenaza sino un arma real y poderosa. Los dueños y administradores del capital monopólico, operando en escala mundial, están en condiciones de imponer a los gobiernos muchas de las condiciones para las nuevas inversiones y la creación de empleos.

Los canadienses conocen bien este fenómeno en el campo de la explotación de recursos naturales, porque sus gobiernos provinciales, a lo largo de los años, han aceptado retribuciones humillantemente bajas por la venta de sus riquezas naturales. Incluso aquellos gobiernos que tratan honradamente de negociar sin blandura se han visto sin cesar frente al problema de que alguna otra provincia ofrece impuestos y derechos más bajos, reglamentaciones menos firmes contra la contaminación, y así sucesivamente. Los gobiernos que intentan elevar la contribución al erario ven como las exploraciones y explotaciones dentro de su jurisdicción se van reduciendo o de plano se detienen hasta que restablecen el margen de las ganancias para las corporaciones en el nivel deseado por estas. Una corporación transnacional como Falconbridge opera en esto con eficacia aún mayor que una gran corporación nacional. Su actividad exploratoria a escala mundial le procura gran libertad de elección en sus decisiones de inversión, gran movilidad para su capital, y por consiguiente gran fuerza para negociar en cualquier jurisdicción política.

Las corporaciones mineras aprovechan ampliamente esta ventaja, y con frecuencia inducen a error a los gobiernos dispuestos a que los engañen. El Canadian Mining Journal aconsejaba en un editorial reciente a la Mining Association of Canada (MAC) que cesara de gritar "al lobo" en sus protestas a propósito de los aumentos fiscales canadienses propuestos y publicaba una larga entrevista con el viejo "león de las finanzas", Eric Kierans, donde ponía en su debido lugar algunas de las más inconsistentes pretensiones de la MAC.

En realidad, si hubiéramos de consultar a la mayoría de los demás países del mundo descubriríamos que reciben de esos gigantes de la minera una versión muy diferente de la que le dan al gobierno canadiense. Se les dice que si quieren imponer contribuciones, aumentar los derechos o gravar las ganancias excesivas, etc., [ los gigantes de la minería ] tendrán que hacer todas sus inversiones en Canadá. Nos muestran ante ellos como el país con el sistema fiscal ideal. Y creo que así es... Un economista australiano me decía hace un par de años: "Si ustedes quisieran cambiar sus leyes nos permitirían obtener la debida retribución por nuestros recursos naturales." 5

Pero la idea de que la gran corporación es un "tigre de papel" no debería llevarse demasiado lejos. Un estado del balance general consolidado del Falconbridge Group en 1973 nos muestra a sus subsidiarias del extranjero generando una proporción creciente de sus beneficios, con mayores tasas de beneficio sobre el capital que las proporcionadas por sus instalaciones niqueleras integradas en Canadá y en Noruega. Entre ellas Falconbridge Dominicana y Oamites contribuyeron con un buen cuarto del beneficio de operación después de pagados los impuestos. La Falcondo gozó de una tasa de beneficio sobre el activo de casi el 16% y Oamites de un jugoso 57%.

La sección niquelera integrada, que comprende las minas y fundiciones de Manitoba y Sudbury y la refinería de Noruega rindió mayores beneficios, aproximadamente el 40% del total de ellos, pero la tasa de beneficios sobre el activo productivo 8610 fue del 10%, visiblemente un beneficio sobre el capital más bajo en el cogollo de las operaciones de la compañía. Esta es la realidad que subyace a las amenazas de Marsh Cooper de que [ la compañía ] va a irse fuera de Canadá para el futuro desarrollo del níquel. 6

La actitud de Falconbridge respecto a su responsabilidad social fluctúa de acuerdo con los imperativos del balance general. Cuando los beneficios se ven puestos en peligro por impuestos más elevados o reglamentación contra la contaminación como en Canadá, amenaza con irse a invertir a otra parte. Las consecuencias negativas de esta conducta para sus empleados, por muy lamentables que sean, no pueden evitarse. Los funcionarios de la compañía son los primeros en señalar que están dirigiendo un negocio, no una institución de beneficencia. La misma actitud norma el comportamiento de la compañía en África. Aunque la Kilembe Copper era remunerativa y socialmente importante en la economía de Uganda, eso no impidió que el Falconbridge Group retirara su capital lo más rápidamente posible inmediatamente antes de que el presidente Obote le obligara a vender a Uganda un interés de control en 1970. Se daba a entender así que retirarían por completo el personal directivo si el gobierno no devolvía a Falconbridge la posesión de la mayoría. El desquiciamiento en la vida de los ugandeses era un precio que la compañía parecía dispuesta a pagar en aquella pugna por los beneficios que dejaban 105 recursos naturales de Uganda.

En contraste con su inflexibilidad en Uganda, Falconbridge ha rechazado toda sugestión de que debería salir de Rodesia o Namibia y dejar de apoyar tácitamente a los opresores regímenes de esos países. Una de las razones dadas por los portavoces de la compañía es su preocupación por los padecimientos que esto entrañaría para sus empleados de las minas Blanket y Oamites, postura contraria a la adoptada en Uganda, o en Sudbury en los recientes despidos. EI factor común que llama la atención en estas situaciones no es la preocupación por el bienestar de sus empleados sino la preocupación suprema por conservar el capital y la oportunidad de seguir obteniendo ganancias, como quiera que sea. El lenguaje de la responsabilidad social, en las raras ocasiones en que sale de la boca de los representantes de Falconbridge suena hueco.

No menos dudosa que su concepto de responsabilidad social es la neutralidad política profesada por el Falconbridge Group y su política aparentemente pasiva de obedecer las leyes de todo país donde hagan negocios. Ya sea en Canadá, ya sea en la Republica Dominicana, Falconbridge desempeña un papel activo en la creación de leyes que le sean favorables, y después se acomoda a ellas en la medida en que concuerden con la ley superma de la máxima elevación de las ganancias.

Falconbridge y subsidiarias han coexistido con una gran variedad de ideologías políticas en el poder, desde la democracia liberal canadiense hasta la seudodemocracia militarizada dominicana, la dictadura militar ugandesa de Amin y los regimenes de apartheid que imperan en Rodesia, Sudafrica y Namibia. Sus aporres en impuesto sobre la renta y ganancias por el cambio en moneda extranjera a esta abigarrada colección de gobiernos manifiestan un apego harto débil a los ideales de la democracia y a los derechos humanos, y de todos modos no pueden considerarse neutralidad política.

Lo que todas estas sociedades, incluso Canadá, tienen en común es una considerable libertad para el capital privado, y esto es un principio político de que cuidan mucho los administradores y propietarios de las corporaciones. En política la compañía puede tolerar a Johannes Vorster, Joaquín Balaguer, Ian Smith y todo cuanto ellos representan, pero se encuentra a disgusto con un Obote o un Juan Bosch, o para el caso también con un David Lewis o un Dave Barrett en Canadá. Los políticos y gobiernos que anulan los derechos humanos pueden ser condonados, pero los que podrían poner en peligro los derechos de la propiedad y preconizan el empleo de la riqueza para el bien público son totalmente inaceptables.

En una reciente corroboración de esta conocida pauta política comunicaba Business Week que Falconbridge había iniciado negociaciones con la dictadura militar del general Pinochet para la explotación de grandes depósitos de cobre en Chile poco después de la sangrienta destrucción del régimen de Salvador Allende, electo constitucionalmente, en aquel país.7 Falconbridge tiene un plan de inversión de 300 millones de dólares para las 1,500 millones de toneladas que hay en el campo cuprífero de El Abra, cuyo potencial aumentaría la ya grande producción de cobre de Chile en 50%.

Son claros los paralelos entre esta situación de Chile y los acontecimientos pasados de la República Dominicana. En ambos países los electores escogieron un gobierno que prometía amplias reformas sociales y políticas. Los Estados Unidos intervinieron y provocaron la caída del gobierno electo en favor de una dictadura militar. A continuación, Falconbridge, como un buitre enorme, avanzó, casi antes de que se enfriara el cadáver de la democracia, para negociar un vasto proyecto de exportación de materias primas.

Podría aducirse que se trata de una mera coincidencia, y que un grupo empresarial como Falconbridge no tiene ninguna responsabilidad en el comportamiento del gobierno yanqui ni de las fuerzas militares de sus estados clientes en los países menos adelantados. Pero este punto de vista nos parece demasiado inocente y no toma en cuenta todo el alcance y el poderío de los intereses de corporaciones. La Falconbridge mismo es en gran medida hechura de la política económica del gobierno yanqui, mientras que la elite del gobierno está llena de individuos sintonizados con, los planes y las necesidades de las corporaciones. Tanto antes de Keck como durante la era de este en Falconbridge, la compañía ha estado representada en los conclaves supremos de las decisiones del gobierno y la política estadounidense. Esta fusión de negocios y gobierno es demasiado grande para no tenerla presente cuando se intenta explicar la convergencia, extrañamente frecuente, de la política de Estados Unidos con los intereses de las grandes corporaciones como Falconbridge.

UN ORDEN MUNDIAL EMPRESARIAL

A medida que las corporaciones como Falconbridge extienden su control sobre el comercio, las inversiones y la tecnología en escala mundial, su poder político general aumenta en relación con el de los distintos gobiernos y partidos políticos nacionales con quienes tratan. Esto ha hecho que los pensadores de la empresa privada vean en la misión de las corporaciones transnacionales una vocación superior, la creación de un orden universal que trasciende los intereses sociales y políticos particulares e "irracionales" o poco razonables de cualquier municipio, provincia o estado nacional. La índole misma de la gran compañía le permite pasar por alto las presiones y exigencias más desagradables de cualquier proceso social en particular, porque siempre hay otro punto adonde ir. "Trabajando con las grandes corporaciones que abarcan la tierra entera, dice George Ball, ex subsecretario de estado de los Estados Unidos y presidente director del banco de inversiones Lehman Brothers International, los hombres pueden por primera vez utilizar los recursos del globo con una eficiencia dictada por la lógica objetiva del lucro." 8

El Falconbridge Group ilustra perfectamente la tesis de Ball. El cobre de Uganda y el hierro y el carbón de la Columbia Británica llegan a los clientes de Japón. Las matas de hierro y níquel de la Republica Dominicana y las de níquel y cobre de Sudbury satisfacen las novedades industriales de Europa, los Estados Unidos y Japón, mientras que las ganancias van a parar a Nueva York, Los Ángeles y Houston, pasando por Toronto. Para tales corporaciones el mundo se ha vuelto una factoría y un centro comercial global. No solo comercian con el níquel, el cobre los automóviles, las aspirinas y la coca-cola sino también: con ideologías y un "modo de vivir", y planean el futuro para millones de personas.

Esta expansión del imperio transnacional, con corporaciones que trasgreden los limites de los mercados y los gobiernos nacionales, es el rasgo dominante de las últimas décadas y una etapa peligrosa de la historia mundial. Estas enormes organizaciones empresariales ejercen un poder tremendo, pero ¿Ante quién son responsables de las consecuencias que sus decisiones tienen para la humanidad? La capacidad y la disposición de los gobiernos para ponerles coto es muy limitada. Internamente son instituciones autoritarias sumamente, centralizadas, de modo que es improbable que sus millares de empleados pongan límites ni controles eficaces a su proceso de toma de decisiones.

Los administradores de las corporaciones transnacionales responden ante sus accionistas, sobre todo los que tienen intereses dominantes. Según las imperecederas palabras de Marsh Cooper, "Howard Keck y yo por este orden mandamos en Falconbridge". Los accionistas con intereses dominantes, como Keck, por lo general adquieren su derecho a regir los asuntos mundiales por haber heredado riquezas y posición. La facultad de tomar decisiones se va concentrando cada vez más en las manos de una pequeña minoría económica que sólo se cuenta a sí misma. Este fenómeno es la misma antítesis de la democracia o de cualquier concepción de autoridad descentralizada y responsable.

Si las perspectivas de la democracia se esfuman ante el despótico poder de las transnacionales, no es ese el único valor humano importante que padece. Al llevar sus negocios de acuerdo con "la lógica objetiva del lucro", los dirigentes principales de este sistema están tratando de hecho de arrojar al basurero de la historia las metas de igualdad de oportunidades e igualdad de condición. Con su libertad de llevar sus inversiones de capital es de acá para allá por el mundo en busca de salarios e impuestos más bajos, estas corporaciones son colosales máquinas de acumular riquezas para su dominio privado. La consecuencia es una desigualdad cada vez mayor entre los poseedores de la riqueza y quienes solo tienen para vivir su trabajo. Esta trágica situación es más marcada en los países menos desarrollados, aquejados de pobreza aplastante y desempleo masivo, pero sus efectos están empezando a afectar también con mayor severidad incluso a los trabajadores de los países industriales.9

La creciente desigualdad y la perpetuación de la miseria en vastas extensiones del mundo son el fracaso cardinal del nuevo orden mundial que las corporaciones transnacionales están tratando de crear. El dilema está planteado con claridad en una amplia obra de Barnet y Muller, Global reach: The power of the multinational corporations.

Esta incluso más allá de la capacidad de los mejores maestros del vender más de lo que se tiene el promover una visión global que pase por alto aquellos lugares del planeta donde vive la mayor parte de su población, donde son más serios los problemas de la supervivencia y donde los estallidos políticos son cosa cotidiana. Un centro comercial universal donde el 40-50% de los clientes potenciales viven al borde de la miseria más negra, sin electricidad, instalaciones sanitarias, agua potable, atención medica, escuelas ni empleos no es una visión vendible.10

Debido a que el orden social que presentan es tan desapacible para muchos, la resistencia a la organización de la economía del planeta por las corporaciones privadas esta multiplicándose y adoptando muy diversas formas. En la mayoría de los países subdesarrollados han surgido movimientos de liberación nacional; y China, Vietnam del Norte, Corea del Norte y Cuba se han aislado casi por completo de los mercados y las inversiones capitalistas en favor de tácticas de desarrollo más independientes. Los países productores de materias primas están avanzando hacia la fonnación de carteles para aumentar los beneficios que les procura su venta, y la OPEP les marca el camino. EI movimiento sindicalista está laborando hacia una mayor coordinación de las negociaciones colectivas y una actividad secundaria de boicot a través de las fronteras nacionales, aunque esta tendencia va muy rezagada respecto de la división internacional del trabajo. Los grupos eclesiásticos de los países industriales están interesándose mas en la responsabilidad social de las empresas privadas y las implicaciones morales de sus propias carteras de inversión. En muchos países, los partidos socialistas están recibiendo mayor apoyo popular. Todos estos hechos son de una u otra manera respuestas al excesivo poderío de las corporaciones transnacionales y a sus negativas consecuencias humanas.

Por su parte, los Howard Kecks, los Marsh Coopers y otros miembros de la elite económica del mundo están en general satisfechos con su administración del enorme poder y privilegio antidemocrático que ejercen y no es fácil que renuncien a el de buen grado. Pero mientras alguien empleando la retórica de la libertad en defensa del statu quo se va evidenciando más y más que libertad de riqueza privada no es lo mismo que libertad humana. A cada año que pasa es más difícil hacer tragar el embrollo.

Es demasiado pronto para decir con cierto grado de seguridad cómo se resolverán los dilemas que plantean las corporaciones internacionales. Su misma grandeza, su poderío y su ausencia de responsabilidad ante nada que no sea la motivación del lucro hacen parecer la idea de reforma lejana y difícil. Pero si los ideales humanos de libertad, igualdad, solidaridad y justicia han de conservar algún sentido en el mundo contemporáneo tales concentraciones de poderío sin responsabilidad habrán de ser desmanteladas y remplazadas por instituciones vinculadas más fuertemente a las necesidades humanas reales. Con sus acciones, las transnacionales seguirán confirmando esta proposición; la historia será según reaccionemos cada uno de nosotros al reto.

1Corresponde al capítulo 9 del libro "Anatomía de una corporación transnacional" por John Deverell y Latin American Working Group, 1977.

2Falconbridge Nickel Mines Ltd., Annual Report 1973, Toronto, 1974.

3Otros arrendatarios de la Commerce Court Tower del CIBC, en King Street y Bay, lista que refleja hasta cierto punto el grupo de intereses que se congrega en torno a este banco, son: Brascan; Canadian Brazilian Services; Barclays Canada Ltd.; Blake, Cassels and Graydon; una oficina representante del departamento de Industria y Comercio; Mattagami Lakes Ltd.; McIntyre Ltd.; Newmont Mining Corporation; Noranda Mines Ltd.; Sherritt Gordon; la Comisión comercial de Sudafrica ; Texasgulf Inc.; Trans Canada Pipelines; y George Weston. Además, muchas de las compañías subsidiarias de Falconbridge, y las de McIntyre también, están situadas en ese edificio. Esta lista de arrendatarios es un símbolo del grado de concentración y las posibilidades de comunicación entre los miembros de la elite de las corporaciones canadienses.

4En su propaganda últimamente ha estado destacando Falconbridge la diversificación del grupo, de sus recursos y productos: Falconbridge cuenta con excelentes administradores y grandes expertos en investigación, metalurgia, extracción de minerales, mercadeo y financiamiento con que contribuir a cualquier empresa en que participe. En cualquier parte Falconbridge grupo minero e industrial que produce más de 20 artículos en países de todo el mundo." Anuncio, Business Week, 10 de febrero de 1975, p. 18.

5"CMJ Interview: Eric Kierans", Canadian Mining Journal, septiembre de 1974, p. 21.

6No todas las minas canadienses de la compañía tienen beneficios tan escasos. La Falconbridge Copper, primariamente con base en Quebec, dio en 1973 un cuarto de los beneficios del grupo, con un 59% de beneficio sobre el activo, 10 que refleja el afán de aprovechar los privilegios fiscales expirantes.

7"Chile: A wobbly economy needs foreign help", Business Will, 3 de agosto de 1974, p. 30. Grupos de la Iglesia canadiense han criticado públicamente esta inversión propuesta, fundandose en que ayudaría a la junta chilena, reforzar la maquinaria represiva del estado chileno y prolongaría el actual reinado del terror en Chile. En otro frente latinoamericano, Falconbridge está activamente dedicado a realizar exploraciones en el interior de Brasil junto con otras compañías "canadienses" : Noranda, INCO, Alcan, Cominco y Branscan. Vease de Swift y Draimin, "What's Canada doing in Brazil?", This Magazine, t. 8, núms. 5 y 6, enero, febrero de 1975. A todo esto, la Noranda Mines Ltd. ha anunciado una inversión de 350 millones de dólares en el yacimiento cuprífero de Andacol1o para apoyar a la junta fascista chilena.

8R . J. Barnet y R. E. Muller, Global reach: The power of the multinational corporations, Simon and Schuster, Nueva York, 1974, p . 13.

9La obra de Leo Johnson, Poverty in wealth (New Hogtown Press, Toronto, 1974), nos da una idea valida del abismo cada vez más ancho que se abre entre ricos y pobres en Canadá: "... a consecuencia de los rápidos y desproporcionados cambios en los ingresos devengados en cada nivel de ingresos entre 1946 y 1971, la disparidad entre los que ganan mucho y los que ganan poco ha aumentado económicamente. Por ejemplo, en 1946 el 10% más rico recibía un ingreso aproximadamente 20 veces superior al del 10% más pobre, mientras que en 1971 recibió 45 veces ese ingreso. De modo semejante, en 1946 el ingreso que recibía el decil más rico era igual al que recibía el 55% más pobre de los devengadores, mientras que en 1971 sus ingresos fueron iguales a los del 64% más pobre (p. 4)."

10R. Barnet y R. Muller, op. cit., p. 124.

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