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Ola financiera

versión On-line ISSN 1870-1442

Ola financ vol.8 no.22 Ciudad de México sep./dic. 2015

 

Análisis

Política y cultura en la España de Podemos

Carmen Peire


RESUMEN

"Sin cultura no hay democracia". Esta frase puede resumir la esencia de las reivindicaciones culturales y, por tanto, de los retos a abordar por las formaciones emergentes en España, en especial por Podemos. La cultura desarrollada en los últimos años de la dictadura y los primeros de la transición española supuso una consolidación de los valores democráticos en nuestro país, sin la cual no podría entenderse ahora ni el surgimiento del 15M, de las mareas y de Podemos, nacido en las entrañas de ambos.

Palabras clave: Transición política; Podemos; Politica y cultura; alternativa; 15M

ABSTRACT

"Without culture there is no democracy." This phrase can sum up the essence of cultural claims and , therefore, the challenges to be addressed by the emerging formations in Spain, and especially by Podemos. The culture developed in the last years of the dictatorship and in the beginning of the Spanish transition led to a consolidation of democratic values in our country, without which one cannot understand the emergence of 15M, the tides and Podemos, from which both were born.

Key Words: Political transition; Podemos; politics and culture; alternative; 15M

Clasificación JEL: Z0 - Z01 - Z10 - I25

Introducción

"Sin cultura no hay democracia". Esta frase, dicha en una entrevista por un famoso coreógrafo y bailarín español formado en el extranjero que fue director de la Compañía Nacional de Danza y que, tras una brillante labor se marchó del mismo debido al escaso apoyo recibido por los mismos que lo nombraron, puede resumir la esencia de las reivindicaciones culturales y, por tanto, de los retos a abordar por las formaciones emergentes en España, en especial por Podemos. La frase es de Nacho Duato, pero expresa muy bien lo que, desde hace años, un sector mayoritario de la cultura progresista y de izquierdas viene exponiendo.

La cultura desarrollada en los últimos años de la dictadura y los primeros de la transición española supuso una consolidación de los valores democráticos en nuestro país, sin la cual no podría entenderse ahora ni el surgimiento del 15M, de las mareas y de Podemos, nacido en las entrañas de ambos. Hubo un antecedente que puso de manifiesto esta premisa: Cultura contra la guerra, un movimiento encabezado por la mayoría de artistas e intelectuales de izquierdas que movilizaron a la ciudadanía contra la participación en la guerra de Irak y que fue no solo el despertar del movimiento estudiantil y juvenil, hasta entonces bastante adormecido, sino un hito en las movilizaciones ciudadanas desde los últimos años de la dictadura, lo mismo que años después lo fue el 15M. De otra parte, los eslóganes de este último movimiento, una muestra imaginativa que condensaba una formación cultural democrática más consolidada entre los jóvenes del país de lo que muchos pensaron, fueron el resultado de unas semillas abonadas con anterioridad: No hay pan para tanto chorizo; Lo llaman democracia y no lo es; PSOE (Partido Socialista Obrero Español) Y PP (Partido Popular) la misma mierda es; Puerta del Sol, camino de utopía; No somos antisistema, el sistema es anti nosotros; Esta crisis no la pagamos; Esto no es una crisis, es una estafa; Derechos sociales; No a los recortes: Sanidad y Educación públicas; De norte a sur, de este a oeste, la lucha sigue cueste lo que cueste, y otras de un tinte más lúdico, como aquella de Somos muchos y mucho más desorganizados, Vamos despacio porque vamos muy lejos, o Nuestros sueños serán vuestras pesadillas. Todas ellas recogían el sentir de una generación de jóvenes de clases medias frustrados por su falta de expectativas. En las asambleas, fórmula organizativa del 15M, supieron canalizar un proceso de aprendizaje democrático que multiplicó el efecto de las llamadas mareas ciudadanas. Aquella explosión hizo soñar a muchos. Luego vino el batacazo, con el triunfo por una mayoría absoluta, como nunca se había conocido en España desde la transición, de la derecha representada por el Partido Popular ( PP). Hay que tener en cuenta que el 15 M surgió estando el PSOE en el poder.

Uno de los inconvenientes que tuvo el 15M es que muchos de sus componentes, a título individual, no participó en las últimas elecciones generales, precisamente por los gravísimos errores cometidos por el PSOE en los últimos años, entre ellos el cambio de un artículo crucial de la Constitución, de la noche a la mañana, en connivencia con el PP y sin consultar a la ciudadanía. Esta abstención en las votaciones generales, porque daba igual lo que saliera, porque no se trataba de izquierdas o derechas, sino de los de abajo contra los de arriba, trajo como consecuencia el triunfo por mayoría absoluta del PP. Los representantes del bipartidismo habían instado al movimiento 15M a que participara en política como forma de transformar la situación desde las urnas. Pero en aquel momento el movimiento era incipiente y la abstención trajo como consecuencia un endurecimiento de la represión, más crisis económica para las clases trabajadoras, los desahucios, y la emigración de muchos jóvenes preparados. De nuevo se volvía a producir una constante en nuestra historia, la frustración, el desengaño, y la salida de las mentes más brillantes. Y esto supone descabezar un país, dejarlo sin futuro, sin la posibilidad de que las claves del desarrollo económico sean alguna vez diferentes a las actuales, basadas en la construcción, el turismo y la emigración/inmigración. Y de eso los españoles sabemos mucho, porque pasó con la guerra civil. No es casual pensar que las dos generaciones más formadas de la historia contemporánea española fueron la generación del 27 y la actual. Y ambas han tenido que abandonar el país, la primera por una guerra producida por el golpe de estado contra el poder republicano. La segunda generación, por un golpe económico que ha dejado sin futuro a muchos jóvenes. Si hago hincapié en esto es porque España tiene muy poca tradición de cultura democrática, si exceptuamos el breve interregno de la II República y los años que llevamos desde la transición, lo que Podemos llama el régimen del 78 (1978). Pero esa cultura democrática actual, aunque sea escasa, ha contribuido en gran medida a las críticas de lo que está pasando.

Desde el punto de vista cultural, el surgimiento de las últimas movilizaciones sociales en nuestro país se ha producido, pues, por la convergencia de dos factores: una cultura democrática que se fue instaurando desde la transición y el tener, tras muchos años, la mejor generación preparada de jóvenes españoles, principalmente de clase media, pero también de un sector de clases trabajadoras que han podido acceder, mediante un sistema de becas muy amplio, a formación universitaria. Sistema de becas, por cierto, que el actual gobierno ha desmantelado. Insisto, estoy hablando desde el punto de vista cultural y por extensión, educativo. Los problemas económicos que nuestro país arrastra, los dejo para especialistas en la materia.

I. Transición política y revaloración de la cultura

Veamos brevemente qué tipo de cultura se fue instaurando desde la transición. En los primeros años de la transición política se hizo un esfuerzo ciudadano e institucional por dar un vuelco al panorama cultural de un país que salía de cuarenta años de franquismo, con una cultura oficial al servicio del nacional catolicismo, con apenas voces disidentes salvo las que fueron surgiendo en los años de dictadura de forma alternativa y soterrada, pero sin apenas representación institucional. El triunfo de los socialistas primero a nivel municipal y luego estatal, sirvió para iniciar un proceso de revalorización de la cultura, pero a la vez hubo que abordar con bastante retraso las directrices europeas relacionadas con esta área. No hay que olvidar que el Estado del Bienestar estaba implantado en otros países mientras nosotros nos asomábamos a una incipiente democracia. Aun así, en los países europeos, el desarrollo del Estado del Bienestar soslayó el tema cultural hasta que estalló otra explosión cultural, la del mayo del 68, ese movimiento juvenil que surgió como la pólvora en varios países y que tuvo su máximo exponente europeo en el llamado mayo francés. No se trata de analizar aquí este fenómeno, pero sí apuntarlo, pues pasado el tiempo, cuando las clases dominantes consiguieron asimilarlo, sobrevino toda una serie de políticas de desarrollo cultural, consecuencia de las reivindicaciones de aquel movimiento. Así, en 1974, el Consejo Europeo de Cooperación Cultural marca por primera vez la importancia del papel de las corporaciones locales en el desarrollo de la cultura, pues hasta entonces las competencias habían sido estatales. Se fueron marcando políticas culturales en sucesivos encuentros y declaraciones. A partir de aquellas declaraciones, como la de Bremen, México, etc., se desarrollarán las políticas culturales europeas centradas en unos ejes básicos, que dieron cierta cohesión a la cultura oficial: democratizar la cultura y fomentar la creación artística, desde el punto de vista estatal y local. Se fue configurando también la figura del profesional que desarrollaría dicha labor, manteniendo su trabajo de forma independiente al poder político, sobre todo en Francia, que conoce en poco tiempo un impresionante desarrollo de animadores socio culturales primero, de gestores y técnicos culturales después, con carreras específicas para garantizar la llamada excepcionalidad cultural, con departamentos propios en el Ministerio de Cultura para todas las manifestaciones culturales, así como regulación de salarios artísticos, funcionamientos mixtos (edificios públicos e iniciativa privada) y trabajos de mecenazgo. En España tuvimos que empezar a desarrollar todo aquello mientras nos teníamos que poner de acuerdo en cómo convivir, mientras se elaboraba una Constitución democrática, se constituía el Estado de las autonomías y se empezaban a marcar las competencias generales de las diferentes instituciones. De resultas de todo aquello, por supuesto, la cultura, aunque tuvo un auge importante sobre todo en los primeros años de la transición, evidentemente ocupó un lugar secundario si lo comparamos con otras reformas, como no podía ser menos en un país que, de manera ancestral y casi en el subconsciente colectivo, partía de un desprecio generalizado a todo lo que estuviera relacionado con este sector. Para que se pueda entender a lo que me refiero, baste tener en cuenta que España, desde los tiempos del imperio, acuñó un concepto que solo nosotros entendemos, el de los Cómicos de la legua, llamado así porque los actores, músicos etc. que actuaban en una localidad estaban obligados por ley a dormir a una legua del lugar de actuación, al considerárseles personas de mal vivir que podían contaminar las buenas costumbres, y una cosa era divertir a la Corte o al populacho, y otra cosa convivir con ellos. Ya en el Quijote se da cuenta de compañías teatrales que representaban comedias o autos sacramentales y que iban disfrazados de un pueblo a otro para que todo el mundo los distinguiera. Después, la dictadura franquista supo rescatar y fomentar ese sentimiento, tan bien expresado por el general Millán Astray, que hizo suya la frase famosa de "Cada vez que oigo la palabra cultura echo mano a la pistola"

En resumen, España adolecía de un planteamiento cultural de base democrática desde hacía siglos, salvo el breve intervalo republicano, agudizado en los dos últimos tercios del siglo XX por la dictadura. España era un país retrasado y semianalfabeto, de alpargata y pandereta, que tuvo que incorporarse en pocos años a una modernidad cultural que en otros países europeos fue producto de mucho más tiempo. Así, mientras en la lógica evolución de los planteamientos culturales se fueron desarrollando profesiones o carreras específicas que, como en Francia, era necesario para poder dirigir un centro cultural o una serie de actividades culturales institucionales, aquí se exigía, como mucho y no en todas las ocasiones, titulación superior, fuera en Psicología, en Biología, en Matemáticas o en Historia, y siempre puestos a dedo por el político de turno y a su servicio. En menos de ocho años hubo que concentrar un proceso que en otros países abarcó tres décadas.

En los primeros años de la transición se intentó crear unas mínimas bases de Estado del Bienestar. Se invirtió en infraestructuras, la sanidad se hizo universal, la educación pública adquirió unos tintes de calidad hasta entonces nunca conocidos y se invirtió lo que se pudo en cultura. Se desarrollaron las primeras actividades culturales, los primeros centros culturales, se dotó de presupuesto y otros contenidos a los centros teatrales públicos, se invirtió en cine con la famosa ley Miró, que llegó a potenciar la industria de este sector hasta hacerlo rentable, y se invirtió en muchos conciertos, la mayoría de ellos gratuitos o de bajo coste, para crear hábito ciudadano. Y se consiguió. Pero poco duró la alegría en casa del pobre. En la segunda etapa de la transición, empezó a haber un retroceso en ese mismo Estado del Bienestar, y el PSOE, el mismo que había contribuido a crear y potenciar el Estado del Bienestar, inició la senda de la privatización de esos mismos servicios públicos que había potenciado en los primeros años. Los departamentos de cultura de las instituciones pusieron el acento en los festejos hasta el punto de que en muchos lugares llegaron a desaparecer o reducir presupuestariamente los departamentos de cultura en pro de los otros, que se convirtieron en algo electoralista. Se inició el desarrollo de los grandes fastos, las grandes actuaciones carísimas de poca repercusión en el entramado social, pero que quedaban muy bien de cara a la galería y que daban votos. Se inició el desmantelamiento de lo anteriormente iniciado y se fue comprando a muchos de los artistas más en boga a base de subvenciones, mientras se fue marginando y arrinconando a todos los que no se sometían al proceso marcado por el bipartidismo. Muchos artistas compraron sus propias carreras adscribiéndose al partido en el poder, lo que les posibilitó vivir holgadamente. Si alguien se salía de los parámetros marcados, era arrinconado, no recibía subvención y se le apartaba de los circuitos de actuaciones. Así se ha ido funcionando y así se produjo también una auténtica fractura en el mundo de la cultura: los privilegiados, en una burbuja cultural que iba creciendo en cachés, peticiones desorbitadas y caprichosas, actuaciones carísimas para públicos restringidos, subvenciones millonarias para unos pocos, y empobrecimiento del resto. Se instauró la llamada cultura de la transición, es decir, la élite de la cultura de la transición, esa que ahora Podemos quiere cargarse, y con razón. Artistas o intelectuales engolados, sobredimensionados, caprichosos y desvinculados de la ciudadanía, obedeciendo más a la subvención que a su calidad real, cobrando precios desorbitados y llevándose todos los presupuestos de cultura, que ha impedido potenciar nuevos valores en la creación artística y mucho más vinculados a la sociedad. Todo esto, que también ha existido, ha funcionado en los circuitos alternativos, en situaciones de gran precariedad. En los últimos años hemos asistido, además, a ver cómo todos los centros públicos culturales adquirían una gestión privada, poniendo como criterio fundamental el máximo beneficio y que ha servido muy poco para la potenciación de nuevos valores culturales. Y aquí la televisión ha cumplido un papel fundamental.

2. ¿Podemos cambiar la cultura?

En esas llegó el PP con su mayoría absoluta dispuesto a arrasar todo y también el mundo de la cultura. Y de golpe, una subida del Impuesto al Valor Agregado (IVA) al 21%. El más alto de toda Europa. Una operación de castigo por la existencia de la plataforma Cultura contra la guerra, por ser desafectos con sus políticas, por su espíritu crítico. El sector de la música, del cine, del teatro, la danza, las artes plásticas y el Patrimonio, heridos de muerte. La única explicación a una subida tan abusiva era hacer pagar caro, no solo a los artistas "de la ceja" (los afines al gobierno de Zapatero) sino a todos, su espíritu crítico. Surge entonces la llamada marea roja, la marea de la cultura, que inicialmente pasa desapercibida ante la gravedad de otras problemáticas, como Sanidad, Educación o los desahucios, coordinada esta última lucha a través de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), creada por la catalana Ada Colau, hoy en día alcaldesa de Barcelona, pero que culminó con la creación de la Plataforma en defensa de la cultura, creada por todas las entidades, organismos, sociedades de gestión, asociaciones de músicos, gestores culturales y representantes, dispuestos a batallar por la defensa del sector y contra la subida del IVA.

Y en eso llegó Podemos. Y como no podía ser menos, recogió el sentir de muchas de las aspiraciones del 15M y de las mareas, con una fórmula organizativa similar: las asambleas del 15M, tanto las territoriales como las temáticas, fueron recogidas como fórmula organizativa bajo el concepto de círculos y surgieron los territoriales y los temáticos, entre ellos el de cultura, organizado a nivel estatal y por comunidades, hasta llegar a ser un círculo transversal cuyos componentes pueden también formar parte de los círculos territoriales donde viven.

El círculo estatal de cultura de Podemos es muy numeroso y aglutina a mucha gente joven del sector artístico e intelectual, ese sector que tiene mucha capacidad, está muy preparado, y que no tiene apenas experiencia. A través de él se ha intentado elaborar un amplio programa cultural que recoja aspiraciones de todos los sectores y los retos de la cultura en el momento actual, incluido la cultura a través de la red como algo fundamental para la gente joven, que ven en ello una fórmula de diferenciación con respecto a la cultura anteriormente establecida. Por poner un ejemplo, hay una tendencia a pensar que los derechos de autor forman parte de esa cultura asentada desde el régimen de 1978, como ellos dicen, y no en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, mientras que lo innovador es no tenerlos en cuenta, porque la cultura ha de ser libre y, por tanto, gratuita, identificando estos dos conceptos al traducirlo mecánicamente del inglés: free culture. Hasta ahora el círculo estatal de cultura se ha centrado básicamente en la elaboración de diferentes programas, municipales, autonómicos, y ahora estatal, en los que se alaba el papel de la cultura, lo fundamental que es para la sociedad, pero en los que cuesta marcar líneas que delimiten de otros programas culturales. Son unos contenidos que, por ahora, lo mismo podría servir para Podemos, para Izquierda Unida (IU), incluso para el PSOE. Aun así, es importante el esfuerzo de la gente joven en pensar por su cuenta un programa de gobierno. La inexperiencia de este partido-marea y, a veces, la prepotencia juvenil que desprenden, pueden llevar a resbalar en sus propuestas y líneas de actuación, pero la falta de experiencia se supera de una sola forma: teniéndola.

A mi entender hay dos problemas que pueden ser más importantes que la inexperiencia. Uno de ellos es el planteamiento de que nada de lo que se desprendió del régimen del 78 tiene validez, cuando ha habido un esfuerzo cultural e intelectual muy importante en la generación anterior que no ha participado del poder, que no ha sido cultura desprendida de ese régimen, sino cultura alternativa a ese régimen, y que está ahí, con toda su experiencia creativa y de democratización. Solo a raíz de Cultura contra la guerra de forma incipiente y en las movilizaciones del 15M de forma evidente, ha habido un relevo generacional. Hasta entonces las movilizaciones y luchas eran encabezadas por gente de la transición que no estuvo de acuerdo con el cariz de los acontecimientos. El segundo aspecto es el de una excesiva polarización por el sector intelectual, en concreto por los profesores de instituto y de enseñanza universitaria, que son la base más importante de Podemos, su nutriente principal. No en vano todos los dirigentes de esta formación proceden del sector de la enseñanza y es allí donde tienen una mayor implantación. Esto produce como reacción una cierta infravaloración del sector cultural artístico y creativo, lo mismo que otros sectores. Se debería hacer un esfuerzo para no participar de cierto rechazo hacia el artista, y distinguir al que fue "de la ceja" y/o artista del régimen, de la mayoría de un sector que no solo no ha participado, sino que se ha movido en situaciones de precariedad tan grandes como ahora tiene el resto de la población. Es bien sabido el comentario de muchos actores y músicos de que la crisis les ha igualado a ellos con el resto de la sociedad, porque ellos han estado en crisis siempre. Y esa es la realidad de la inmensa mayoría del sector de la cultura que, por otra parte, recela de los profesores universitarios que hasta ahora no se habían movilizado. Algunos los consideran, además, casta universitaria, una casta que hasta ahora Podemos no se ha atrevido a criticar.

Por otra parte, el sector cultural de por sí es crítico, su función es cuestionar el poder y poner en evidencia sus debilidades. En los últimos meses, a iniciativa de una serie de artistas e intelectuales, se ha elaborado un manifiesto pidiendo a toda la izquierda que se presente unida, en confluencia de ciudadanos y partidos, a las elecciones generales, del mismo modo que se ha hecho en las elecciones municipales y que ha traído un cambio importantísimo en las alcaldías. La reacción de Podemos ante este manifiesto firmado por más de doscientos intelectuales y personalidades de la cultura han sido unas declaraciones diciendo que ellos no se dejaban impresionar por los famosos, que ellos potenciaban otro tipo de cultura. Craso error, porque el manifiesto iba firmado por personas conocidas y anónimas del mundo de la cultura, por nombres relevantes e irrelevantes, y se ha perdido una oportunidad para dialogar con todos ellos, lo que tendrá que hacerse tarde o temprano.

En una Europa antiguo baluarte del Estado del Bienestar que ha perdido su batalla contra el neoliberalismo, y en países como España y toda el ala mediterránea, la batalla de las ideas en estos momentos es fundamental. Evidentemente lo primero es frenar el sufrimiento de la gente con medidas sociales, impedir que la población siga empobreciéndose, que las políticas de austeridad castiguen a los más desfavorecidos, impedir los desahucios y conseguir que el paro disminuya considerablemente. Pero incluso para conseguir todo eso la batalla de las ideas es fundamental y esa batalla pertenece al terreno de la cultura en el sentido más amplio, es decir, a la formación cultural de la ciudadanía. Sin ella estamos perdidos. La cultura democrática que ha existido hasta ahora, aunque haya sido importante, es insuficiente. Hace falta una cultura más transgresora. Sin un rearme ideológico, sin una defensa cultural de las ideas más progresistas y justas que ha podido dar la humanidad, sin una nueva cultura asentada en los cambios habidos en el mundo, no se conseguirá un cambio en la correlación de fuerzas. No es una lucha solo económica o política, es una lucha por la defensa de las ideas, de una cultura de la democracia y de la dignidad, de la necesidad de un mundo más ecológico, habitable y humanizado, de una lucha en numerosos frentes, como el excesivo consumismo, el reparto y distribución de la riqueza de forma más equitativa y justa, de la soberanía de los pueblos a la hora de decidir su futuro, y de qué tipo de mundo y sociedad reclamamos para el futuro. Y para todo ello es imprescindible la cultura en todas sus manifestaciones: la música, la literatura, el teatro, la danza, las artes plásticas, el cine, el Patrimonio.... Y el pensamiento.

Según Walter Benjamin, la identidad europea se fue construyendo sobre una cultura común y los cafés, como algo específico que también reivindicaba George Steiner. Esos cafés, punto de encuentro que dieron lugar a pensamientos nuevos, foros donde se podían encontrar, leer sus poemas, o ir juntos a subvertir valores sociales. No quiere decir esto que un país culto no pueda ser manipulado, baste recordar la Alemania nazi. Muchos intelectuales de la época opinaban que en el país de Goethe un Hitler no podría llegar nunca al poder. Y no solo llegó sino que la sociedad alemana fue cómplice de una de las mayores aberraciones de la historia de la humanidad hasta el punto de crear una cesura histórica en el concepto del mal, lo que la intelectual judía Hannah Arendt llamó "la banalidad del mal". Por tanto no hay que ser ilusos. Lo que sí es una señal de advertencia es cuando la cultura se desvincula de la ciudadanía, y es absorbida por la clase dominante, y ahí está el peligro. Sin embargo, en situaciones convulsas siempre ha habido artistas e intelectuales que han reaccionado y han intentado subvertir toda la escala de valores, en explosiones que unas veces no han conducido a nada, otras han sido germen o semilla de actividades posteriores y otras han servido como acicate de las movilizaciones sociales. El dadaísmo surge como consecuencia de la primera guerra mundial y propone un arte nuevo, que acabe con las guerras, con la moral hipócrita de la época. Independientemente del impacto mayor o menor que tuviera en los diferentes países, fue el germen de movimientos pacifistas, del surrealismo, del expresionismo y el resto de vanguardias artísticas que surgieron a lo largo de la primera mitad del siglo XX, muy condicionados también por la segunda guerra mundial. De ahí surge el arte abstracto, la novela desestructurada, la poesía dadaísta y surrealista, y otras manifestaciones culturales que han llegado a nuestros días hasta el punto de que Luis Buñuel calificó el mayo francés como un movimiento surrealista que en su época fue minoritario y en el 68 llegó a ser mayoritario.

El escritor Max Aub decía que los cambios importantes en la sociedad no venían tanto por la política y las leyes sino por los inventos y las actitudes culturales y sociales. Él opinaba, con la lucidez que le caracterizaba, que el cine, la electricidad (y ahora diría que también internet) han hecho más por el progreso y los cambios sociales que las disposiciones políticas.

Hay una falta de discurso evidente, sobre todo por parte de la izquierda, que sigue anquilosada en planteamientos antiguos, dogmáticos, de un mundo dividido en bloques que ya no existe. La mayoría de los partidos también obedecen a una etapa ya pasada de la historia y no se sabe encontrar aún el camino a transitar. Nos van ganando por goleada. Por todo ello es muy importante que haya una nueva eclosión cultural, donde, aparte de recoger en diferentes programas generales o específicos las experiencias habidas hasta ahora, los correctivos por los errores cometidos, lo que se supone que hay que hacer, lo fundamental sea facilitar y favorecer esa explosión sin poner puertas al campo. Hay que lanzar la cultura y las ideas al vuelo. Tarde o temprano se dará. Y además, de modo global. Con la ofensiva a nivel global del capital financiero desde la caída del muro de Berlín, con un mundo que ya no se divide en dos bloques, el socialista y el capitalista, sino que todo es terreno abonado para el capitalismo, sin trabas ni cortapisas; con la derrota de las últimas revoluciones que de hecho beneficiaron sobre todo a las clases trabajadoras de los países capitalistas, la respuesta cultural y de las ideas ha de ser también global. El caso de Grecia puede servir de esclarecimiento y por tanto, de referencia a tener en cuenta.

Como decía el poeta Luis Cernuda:

Gritemos sólo,

Gritemos a un ala enteramente

Para hundir tantos cielos...

Si se aglutina al mundo de la cultura ha de ser para esto, para poder hundir los cielos a gritos, no solo para que se aprueben unas líneas específicas o programas culturales, sino para dar protagonismo a la hora de subvertir los valores culturales y hacer sentir a la sociedad que es protagonista del cambio. Solo desde una actitud abierta se conseguirá acabar con el sectarismo y división de las ideas de izquierda, más importante en estos momentos que los correctos programas culturales. Este es otro de los retos de Podemos. De ello, de ver si se es capaz o no de potenciar y desarrollar una nueva eclosión cultural y coordinarla con otros países, principalmente de América Latina y de la Europa mediterránea, facilitando encuentros y trasvases de experiencias, se podrá dar un bofetón cultural al neoliberalismo e iniciar los cimientos de una sociedad más justa y equitativa.

Ahora es el momento, nunca es ya demasiado tarde.

Recibido: 15 de Agosto de 2015; Aprobado: 25 de Agosto de 2015

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