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Culturales

versão On-line ISSN 2448-539Xversão impressa ISSN 1870-1191

Culturales vol.10  Mexicali  2022  Epub 27-Jun-2022

https://doi.org/10.22234/recu.20221001.e649 

Artículos

Mujeres indígenas rurales y pobreza. Los impactos de las desventajas frente a los recursos

Rural indigenous women and poverty. The impacts of disadvantages versus resources

Traducción:

Julio Ulises Morales López* 
http://orcid.org/0000-0002-7825-6466

Marlen Martínez Domínguez** 
http://orcid.org/0000-0001-9840-0149

Dulce Angélica Gómez Navarro*** 
http://orcid.org/0000-0003-4571-3250

* CONACYT-CIESAS, Pacífico Sur, jumoraleslo@conacyt.mx

** CONACYT-CIESAS, Pacífico Sur, mmartinez@ciesas.edu.mx

*** CONACYT-CIESAS, Pacífico Sur, dgomeznavarro@ciesas.edu.mx


Resumen

El presente estudio expone los impactos de la pobreza en las mujeres de un municipio indígena de Oaxaca de muy alta marginación, al identificar los recursos, las estrategias y su efectividad en la vida de las mujeres, desde el enfoque teórico de las desventajas acumuladas. Se utilizó el método etnográfico mediante observaciones directas y entrevistas con perspectiva de género, culturalmente situada. Los hallazgos sugieren que la migración familiar fue una estrategia de sobrevivencia que incentivó el acceso a activos durante el siglo XX, sin embargo, en las últimas décadas los ingresos generados por la migración han perdido relevancia en el ingreso total para disminuir la pobreza. Asimismo, los programas sociales han contribuido al sostenimiento de las familias, pero no han logrado evitar la migración de las mujeres y sus familias. Los resultados de este trabajo plantean perspectivas renovadas para estudiar la pobreza del nuevo siglo, bajo otras categorías que conlleven a estrategias para comprenderla y reducirla.

Palabras clave: Mujer rural; pobreza; desigualdad social; migración

Abstract

This study exposes the impacts of poverty on women in an indigenous municipality in Oaxaca with very high marginalization, by identifying resources, strategies and their effectiveness in women's lives, from the theoretical approach of accumulated disadvantages. The ethnographic method was used through direct observations and interviews with a culturally situated gender perspective. The findings suggest that family migration was a survival strategy that encouraged access to assets during the 20th century, however, in recent decades the income generated by migration has lost relevance in total income to reduce poverty. Likewise, social programs have contributed to sustaining families but have not been able to avoid the migration of women and their families. The results of this work raise renewed perspectives to study the poverty of this new century, under other categories that lead to new strategies to understand and reduce it.

Keywords: Rural women; poverty; social inequality; migration

Introducción

Motivados por la evidencia empírica de la última década del siglo XX, los estudiosos de la pobreza realizaron una crítica al enfoque que elogia la efectividad de la sobrevivencia de los pobres a través de sus estrategias familiares (Roberts, 2006; Feijoó, 2003). Esta apreciación sostenía que las personas pobres no sólo estaban aumentando numéricamente, sino que sus desigualdades eran cada vez más profundas, debido a procesos cada vez más amplios de precarización.

A partir de 1980, se hizo evidente la pobreza como un fenómeno ligado tanto a las regiones rurales como a las áreas urbanas que recibían oleadas de población migrante afectada en gran medida por las políticas neoliberales (Roberts, 2006). Las migraciones a las ciudades no provocaron los beneficios deseados en las regiones rurales, pues si bien las remesas contribuyeron a la sobrevivencia familiar, éstas eran insuficientes para mejorar las condiciones de vida de forma sustancial en dichos espacios.

De esta forma, entre 1980 y 1990, los análisis de la pobreza estuvieron influenciados por diversas perspectivas analíticas sobre los recursos que las personas pobres emplean como elementos efectivos para afrontar sus adversidades. Así, el concepto de pobreza estuvo ligado a otros como las estrategias de sobrevivencia (Duque y Pastrana, 1973; González de la Rocha, 1986a y 1986b), el capital social (Moser, 1996; 1992) o la marginalidad (Adler, 1993). Estos marcos posibilitaron entender a las familias bajo un modelo de reacción frente a las numerosas transformaciones de sus entornos, sin embargo, el más utilizado es el de estrategias de sobrevivencia, ya que:

La pobreza posee siempre estrategias para afrontar día a día los bajos ingresos, los altos precios de consumo, las inequidades económicas y de infraestructura social. Pero para resistir los choques o las crisis económicas a largo plazo, los hogares deben poder sobrevivir usando la capacidad de sus miembros acopiando activos netos durante esos periodos (Moser, 1996, p. 24).

Este enfoque de estrategias de sobrevivencia resaltaba la capacidad adaptativa de las familias pobres, argumentando que la suma de diversos recursos generados por las estrategias tenía como fin aminorar los estragos ocasionados por la pobreza (Moser, 1996).

Desde los estudios de sociología rural surgieron una gran cantidad de investigaciones que concluían en el carácter estratégico de las familias en su búsqueda por lograr la sobrevivencia, de esta forma, los sectores rurales coincidían en la diversificación, pluriactividad o multiactividad, que consiste en que las familias adopten múltiples estrategias de sobrevivencia como la migración, el trabajo asalariado y el autoempleo en el sector no agropecuario para complementar el ingreso familiar (Berdegué, Ramírez, Reardon y Escobar, 2001; Mora y Cerón, 2015).

De acuerdo con Berdegué et al. (2001), los factores que influyen para que los hogares se diversifiquen son: los ingresos bajos, la falta de infraestructura, las familias extensas, el menor nivel de escolaridad o la falta de acceso a la tierra, por lo tanto, la diversificación es una estrategia de sobrevivencia de los hogares pobres. Estos factores se encuentran mayormente en entornos agrícolas con bajo potencial, expuestos a sequías, inundaciones y degradación ambiental (Haggblade, Hazell y Reardon, 2010; Liu, 2017), es decir, los hogares más pobres participan en actividades que les permita garantizar su supervivencia. Así, las motivaciones para las estrategias de diversificación son variables en términos de características del hogar, ubicación, activos, oportunidades, instituciones y relaciones sociales (Mora y Cerón, 2015; Avila-Foucat y Rodríguez-Robayo, 2018). En el caso de los hogares rurales de México, la diversificación en actividades no agropecuarias se sustenta en dos rutas principales: mediante los programas de transferencias monetarias (transferencias del gobierno por programas como Procampo y Prospera) y las remesas regionales o internacionales (De Janvry y Saudolet, 2001).

Un aspecto contextual que ha afectado las condiciones económicas de los hogares han sido las políticas neoliberales que han repercutido de manera nociva en los mercados de trabajo tanto formales como informales, al provocar que las llamadas estrategias de sobrevivencia pierdan efectividad, así, los sectores rurales pasaron de una subsistencia familiar escasa a una subsistencia insuficiente, lo que ha ocasionado crisis más reiteradas y difíciles.

González de la Rocha (2004) sugiere que el enfoque de las estrategias de sobrevivencia no es suficiente para describir lo que sucede en el interior de las familias en pobreza, debido a que los “recursos de la pobreza” son inagotables por su capacidad de adaptación ante los objetivos del grupo familiar, además son limitados, lo que afecta su subsistencia. Los hallazgos de sus estudios muestran que la “pobreza de los recursos” queda obsoleta para comprender el fenómeno y sugiere actualizar los enfoques analíticos-conceptuales a la par de comprobar las observaciones cuantitativas con investigaciones de carácter empírico.

Por su parte, Safa (2004) describió que las estrategias de sobrevivencia estaban pasando por una crisis macroestructural, debido a que los pobres identificaban las decisiones de los Estados (leyes y políticas públicas) como parte de sus adversidades, y es muy difícil que los pobres sobrelleven sus vidas ante el cúmulo de lineamientos políticos y económicos que les son impuestos. En este sentido, cambiar las políticas de los Estados ha sido bandera de lucha para determinados colectivos que reconocen las acciones gubernamentales como “impedimentos para la supervivencia”, lo anterior, ha derivado en la creación de movimientos en defensa de la tierra, la salud, el medioambiente, la democracia y la educación, y se trata de colectivos que identifican la negación de sus derechos ante el alto costo que imponen las políticas de los organismos financieros internacionales.

En las últimas dos décadas del presente siglo ha surgido un arsenal teórico conceptual para profundizar en la versatilidad de la pobreza, así como propuestas para analizar los procesos de producción y la reproducción de la vida, más allá de la precarización como el propuesto por Fernández y Perelman (2020). Además, surgen conceptos cuyo fin consiste en mirar con distintas ópticas los efectos de la pobreza: desigualdad (Kessler, 2014), exclusión social (Saraví, 2006; Roberts, 2004, 2006), aislamiento social (Kaztman, 2001, 1999; Filgueira, 2001), desventajas acumuladas (Wolff y De-Shalit, 2007; González de la Rocha y Villagómez, 2006; Saraví y Bayón, 2006, González de la Rocha, 2004), todos ellos toman distancia del enfoque de las estrategias de sobrevivencia al sugerir que la pobreza se ha diversificado al igual que sus impactos, por lo tanto, los recursos de los pobres han perdido efectividad frente a entornos cada vez más adversos.

El concepto de desventajas acumuladas -el cual será usado en esta investigación- surge en los inicios del presente siglo y tiene el objetivo de comprender de mejor forma los procesos sociales que dan cuenta de la erosión de recursos personales y familiares en contextos de vulnerabilidad y desigualdad social. Posee la capacidad de analizar aspectos subjetivos de la vida de las personas en pobreza de forma diacrónica y sincrónica, y permite entender las diferencias de profundidad y desigualdad entre integrantes de una misma familia o grupo, al analizar las afectaciones diferenciadas por género y edad. De esta forma, la pregunta del estudio es: ¿cómo se dan los efectos de estas desventajas acumuladas en las esferas de las desigualdades de género que permean la vida de las mujeres?

El presente estudio captura la definición de pobreza desde la narrativa de las mujeres en su vida cotidiana, así pues, se identifican los recursos y las estrategias puestas en marcha para su sobrevivencia a través del método etnográfico que consistió en observaciones directas y entrevistas. Dichos relatos provienen de mujeres indígenas del municipio más pobre de México, según las estimaciones del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL, 2020), por lo tanto, se alude a las desventajas acumuladas asociadas a procesos históricos sociales tanto localmente situados como estructurales, pero dados también por las relaciones desiguales por género.

La organización del documento es la siguiente: en el segundo apartado se detalla el concepto de desventajas acumuladas como marco analítico de la investigación, de forma posterior, se expone la metodología utilizada y una descripción de las mujeres que colaboraron con la investigación, así como del contexto del municipio del estudio. En el siguiente bloque, se presentan los hallazgos que enfatizan los significados de la pobreza desde la voz de las mujeres, así como los recursos y las estrategias desplegadas frente a situaciones adversas donde la migración y los programas sociales cobran relevancia. Por último, se esbozan algunas reflexiones finales que dan cuenta de las desventajas acumuladas y los efectos en la vida de las mujeres.

Desventajas acumuladas

Como punto de partida se encuentra el concepto de desventaja de Jonathan Wolff y Avner De-Shalit (2007): “definimos la desventaja como la falta de una genuina oportunidad para el funcionamiento seguro” (p. 9). Los autores reconocen que las teorías de la igualdad no poseen un enfoque apropiado, ya que no es posible lograr la misma sin antes advertir y solventar las enormes diferencias establecidas previamente entre los colectivos vulnerables, o al menos comprender cómo operan estas diferencias. El concepto de desventajas posee una relación con la pobreza porque refiere a un marco comparativo más amplio donde las desventajas son de naturaleza multifacética mientras la pobreza por bajos ingresos puede intervenir en la pérdida de ventajas.

Las desventajas están basadas en una idea relacional, es decir, la comparación de los recursos de unos frente a los otros conformando vulnerabilidades, así los autores arriba citados elaboran una teoría sobre el conocimiento de las desventajas donde éstas pueden tener sustento de forma estructural, pero sus impactos pueden observarse en todos los integrantes de la familia más allá de las injerencias de los mercados laborales.

Para Wolff y De-Shalit (2007), la vulnerabilidad es un agrupamiento de desventajas cuya manifestación es plural y tienden conformar racimos que se corroboran entre sí, y que ocasionan el desgaste de las relaciones tanto sociales como personales. Así, las desventajas encuentran su mayor efecto de vulnerabilidad en los agrupamientos, es decir, no existe una regla para evaluar cuál desventaja causa mayor efecto de vulnerabilidad, sino cómo se comportan en conjunto (Aguilar y López, 2016).

Para González de la Rocha y Villagómez (2006), las desventajas se acumulan ocasionando impactos negativos. Estas autoras describen las desventajas acumuladas como las vinculaciones entre fenómenos, por ejemplo, el desempleo y la atomización de las familias, la precarización laboral y la agudización de la pobreza. No obstante, el ejercicio de agrupamiento no consiste en sumar desventajas con impactos unidireccionales, sino en los múltiples efectos y la naturaleza acumulativa de estas desventajas que interfieren en diversos ámbitos de la vida de forma dinámica. Dicho análisis se generó a partir de estudios que confirmaron que los recursos de los pobres eran cada vez más escasos y de naturaleza finita, debido a que les costaba mayor esfuerzo conseguirlos, a pesar de contar con redes sociales o de mutua ayuda, por lo tanto, el capital social parece también tener límites cuando las desventajas parecen acumularse en determinados sujetos o colectivos.

Por ejemplo, para González de la Rocha (2004), el impacto más trascendental del proceso acumulativo es el de la exclusión laboral, que afecta directamente otros ámbitos y trae como consecuencia la incapacidad de acción y reacción, que ocasiona mayor vulnerabilidad. Respecto a las investigaciones que se han realizado sobre la pobreza urbana, los autores Saraví y Bayón (2006), mostraron que en Argentina los pobres tendían a agruparse por tendencia geográfica, es decir, formaban nichos de vecindad junto con otros. Asimismo, Aguilar y López (2016) encontraron que la población de localidades periféricas y suburbios de la Ciudad de México presenta mayor exclusión social, lo que es perceptible por la falta de servicios y los bajos ingresos. Además, los estudios de corte diacrónico mostraron que los pobres cada vez eran más pobres:

Las desventajas acumuladas se refiere a la creciente incapacidad de formar parte de constelaciones sociales y flujos de reciprocidad y solidaridad, así como la menoscabada capacidad de participar en actividades de auto-aprovisionamiento […] ya que los recursos de los pobres no pueden ser activados, y en efecto, aparecen similitudes claras entre los rasgos sociales y económicos de antaño con la pobreza de recursos y la incrementada vulnerabilidad del mundo contemporáneo (González de la Rocha, 2004, p. 194).

A partir de lo anterior podemos señalar que, en los contextos rurales, la pluriactividad o la migración fueron vistas generalmente como estrategias efectivas, pero una mirada desde las desventajas acumuladas nos permite reflexionar de cara a las repercusiones, ya que los procesos de generación de activos, acumulación de desventajas y aglutinación de éstas experimentan fenómenos que van desde lo macro a lo micro y viceversa (Wolff y De-Shalit, 2007; González de la Rocha, 2014). De esta forma, en el análisis de la pobreza clásica se diferenció a los pobres que logran escalar hacia mejores condiciones de bienestar bajo el concepto de estrategias de supervivencia, este marco “cómodo” permitió mantener una actitud optimista de los pobres frente a su condición (González de la Rocha, 2007), sin embargo, la evidencia empírica mostró que mientras algunos pobres logran mitigar su situación, existen otras personas que quedan recluidos a un panorama de mayor exclusión y desigualdad, es en estos últimos que las desventajas tuvieron efectos relacionales al agruparse o acumularse (Wolff y De-Shalit, 2007; Aguilar y López, 2016).

Metodología

La investigación etnográfica se planteó con perspectiva de género culturalmente situada, enfocada en comprender la mirada de las mujeres que muestran un conocimiento situado y contextual (Sciortino, 2012), debido a que es relevante recuperar los relatos de las que han sido invisibilizadas en la historia y en la ciencia (Maffia, 2007). En esta línea, se analizaron los significados e interpretaciones que las mujeres expresan sobre la pobreza con énfasis en los procesos relacionales de las desventajas. Para Haraway (1993), un saber situado dará razón de identidades construidas en los sitios desde los cuales se posicionan las mujeres frente a los discursos hegemónicos.

Es importante destacar que el análisis diferenciado por género o bajo esta perspectiva, comprende las relaciones de género no en forma aislada sino en todos los niveles de organización, además, reconociendo las diferencias entre las formas de trabajo, sus condiciones, sus compensaciones y las responsabilidades, así también, está dado por los ideales del ser y deber ser de cada género (Jackson, 2003). El trabajo de campo etnográfico se llevó a cabo en dos periodos durante 2019, a través del levantamiento de entrevistas a profundidad, observaciones participantes y charlas informales. En un primer momento se realizó una monografía en la que se documentó la vida de la población en general, enfatizando en los recursos y las estrategias de las familias ante la pobreza a través de las preguntas sobre los recuerdos desde la niñez.

Una vez realizada la primera fase general, de tipo monográfica, la investigación se enfocó en comprender la información proporcionada sólo por mujeres. Se llevaron a cabo 37 entrevistas a profundidad a mujeres (cfr.Cuadro 1), la selección de las interlocutoras derivó de la observación participante en la comunidad y de la estrategia de “bola de nieve”: 8 mujeres mayores de 65 años, 13 mujeres de 45 a 65 años, 16 mujeres jóvenes de 20 a 45 años. Además de charlas informales documentadas en diarios de campo, acompañamiento de observación directa y observación participante en espacios privados, públicos como asambleas y eventos comunitarios. Todas las mujeres entrevistadas son hablantes de mixteco y español.

Cuadro 1 Perfil sociodemográfico de las mujeres entrevistas por grupo de edad. 

Número de entrevistas Grupo de edad Escolaridad Número de hijos Actividades productivas
8 Mayores de 65 años. Seis mujeres sin ningún grado de estudio, y dos con primaria inconclusa. Son mujeres que tuvieron entre cuatro y diez hijos (en seis casos fallecieron hijos). La agricultura de temporal, la crianza de animales de traspatio, la migración hacia las ciudades de otros estados, el trabajo doméstico y el tejido de palma de forma artesanal.
13 De 45 a 64 años. Cuatro mujeres sin ningún grado de estudio, el resto con primaria inconclusa. Son mujeres que tuvieron entre cinco y nueve hijos. La agricultura de temporal, la crianza de animales de traspatio, la migración hacia las ciudades de otros estados, el trabajo doméstico y el tejido de palma de forma artesanal.
6 De 20 a 44 años. Trece mujeres con primaria inconclusa, y tres con primaria terminada. Ningún caso con estudios de secundaria. Son mujeres que tuvieron entre cuatro y diez hijos (hay mujeres aún en edad reproductiva). La agricultura de temporal, la crianza de animales de traspatio, la migración hacia las ciudades de otros estados, el trabajo doméstico y el tejido de palma de forma artesanal.

Fuente: Elaboración propia (2022).

Con énfasis en un enfoque diacrónico (Pizarro, 2001), la información se concentró en comprender los cambios en el interior de las familias derivados de las estrategias de sobrevivencia puestas en marcha en sus relatos de vida. Así, la observación de las dinámicas familiares requirió identificarlas en el tiempo y en el espacio de los procesos migratorios. Se optó por enfocar el análisis micro a la par del macro para evidenciar los cambios en las familias al respecto de los mercados de trabajo, las políticas estructurales y las modificaciones productivas internacionales.

Los fragmentos de entrevistas a mujeres, citadas en el documento, se eligieron por ser representativas de un contexto sociocultural generalizado. En los estudios cualitativos, la representación de un fenómeno no está dada por el número de entrevistas, sino por su reiteración de respuestas entre las personas a la par de la profundidad de la información. No hubo una clasificación de edad de las mujeres que comandara el interés de la investigación, ya que el planteamiento diacrónico nos permitiría comprender similitudes y posibles diferencias. Cabe decir que todas las personas entrevistadas consintieron dar información, en todos los casos se usan seudónimos para protección de la identidad.

Panorama contextual del municipio en estudio: Santos Reyes Yucuná

Santos Reyes Yucuná es un municipio ubicado al noroeste del estado de Oaxaca, en la región de la Mixteca (Langlé et al., 2018). De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI 2020a), este municipio está conformado por 5 localidades y cuenta con una población de 1,474 habitantes, de los cuales el 51.3% son mujeres y el resto varones. Existen 190 viviendas habitadas y 53 deshabitadas por efectos de la migración (INEGI, 2020b). Esta población se caracteriza por ser muy joven, pues los grupos de edad mayoritarios son de 0 a 14 años (con 261 personas), seguido de entre 15 y 29 años (con 197 personas) (INEGI, 2020b).

Langlé et al. (2018) reportan que la principal actividad en el municipio es la agricultura temporal de subsistencia. Además del tradicional cultivo del sistema de milpa (calabaza, frijol y maíz), otros productos que se siembran son el chile amarillo, tomate, jitomate, y en menor medida rábano, zanahoria y otras plantas hortícolas que, por ser cultivos que demandan de mucha agua, no son sembrados con frecuencia. Aunque con menos intensidad, la comunidad se dedica a la cría de animales para la venta, y a la elaboración de artesanías de palma, si bien esta última la realizan solamente adultos de la tercera edad.

Este municipio presenta altos niveles de pobreza y carencias sociales (CONEVAL, 2017). Ha sido considerado el municipio de mayor porcentaje de pobreza en todo México (CONEVAL, 2020). Además, el 74.8% de sus habitantes tienen carencias alimentarias, el 91.6% no tienen acceso a los servicios básicos en la vivienda, el 50.2% no cuentan con viviendas dignas, el 95.1% carecen de seguridad social y el 77.4% no tienen acceso a los servicios de salud (CONEVAL, 2017).

Las condiciones educativas de la población de Yucuná muestran altos niveles de rezago (40.8%) (CONEVAL, 2017). El grado promedio de escolaridad en este municipio es menor que el estatal, ya que asciende a 4.7 años en contraste con los 7.5 años a nivel estatal.

En cuanto a la infraestructura social existente, conforme a datos del Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (INEGI 2020a), el municipio cuenta con dos centros de salud (INEGI, 2020b), aunque éstos carecen de personal y equipamiento médico. Por su parte, en el municipio existen 15 establecimientos educativos que cubren la educación básica (general e indígena) (Langlé et al., 2018). Además, cuentan con una tienda Diconsa, un establecimiento de abastecimiento de leche de Liconsa y una estancia infantil Secretaría del Bienestar (SEBIEN 2020). Dada la escasa infraestructura social en el municipio, sus pobladores dependen de los servicios bancarios, administrativos, educativos y económicos de la ciudad de Huajuapan de León, que se localiza a una hora y media de Yucuná (Langlé et al., 2018).

Étnicamente, Yucuná es un municipio con alta presencia indígena: el 98.99% se considera indígena; el 97.67%, mayor de tres años, habla alguna lengua indígena y el 25.86% de los hablantes de lengua indígena son monolingües (INEGI, 2016). Langlé et al. (2018) señalan que este municipio forma parte de una región que se caracteriza por su pluriculturalidad, puesto que en este espacio coexisten diferentes lenguas y culturas indígenas (triqui, chocholteco, amuzgo, cuicateco e ixcateco). Cabe agregar que la lengua originaria que se habla es el mixteco en su variante de mixteco del noroeste de Oaxaca.

La organización política por la cual se rige Yucuná es por el sistema normativo interno. En Yucuná la asamblea general conformada por comuneros elige a las autoridades del cabildo y a los representantes agrarios. La duración de los cargos en la administración municipal es de tres años. Además, son las autoridades municipales en turno, junto con los representantes de las agencias y localidades, las encargadas de convocar a la asamblea para la renovación del poder municipal (Langlé et al., 2018).

Hallazgos

Si bien los orígenes de la pobreza son multicausales, la pobreza puede ser una de las principales desventajas que se relaciona con muchas otras problemáticas y es condicionante de pérdidas del bienestar. Entre los efectos multiplicadores de la pobreza, es muy probable que una mujer que nace en pobreza crezca y muera sin cambiar su situación, incluso tiene altas posibilidades de que sus hijos repitan el mismo patrón, especialmente las mujeres por su condición histórica de desigualdad. Ante lo anterior, son importantes los análisis situados para conocer cómo es definida la pobreza, cómo es vivida y, por último, cómo ésta se correlaciona en un efecto multiplicador con otras desventajas.

Uno de los primeros hallazgos está en la reiteración de perfiles de las mujeres en cuanto a los grupos de edad, según la tabla del subapartado metodológico, ya que en sus condiciones de escolaridad logran un tenue ascenso con respecto a la escolaridad de los grupos de edad anteriores, sin embargo, en cuanto al número de hijos y en cuanto a las actividades productivas que desempeñan son prácticamente las mismas, esto entre mujeres desde los 20 y hasta más de 65 años. Para comprender esta continuidad de perfiles, debemos entender las estrategias, aludiendo a la cultura y la subsistencia por medio de la acumulación de mano de obra familiar ante escenarios precarizados. Esto no quiere decir que los leves cambios en la escolaridad no sean significativos para cambiar las estrategias reproductivas familiares y los trabajos que las mujeres realizan, lo anterior se aborda con más detalle a continuación.

La pobreza vista como desventaja

Las mujeres entrevistadas definieron la pobreza como: la falta de elementos que brinden bienestar, que provocan muchas problemáticas arraigadas, “pobreza es no tener nada, una persona pobre sería cuando no tiene nada o tiene poco o muy poco” (María, mujer de 46 años, analfabeta), por otra parte:

Significa que se padece de lo justo para poder vivir, o no se tiene lo suficiente para estar bien, por eso es muy difícil […] por ejemplo en una enfermedad, no se tiene para comprar medicinas o para llevar al doctor, se tiene para comer, pero hasta ahí, no se tiene para muchas otras cosas que son necesarias (Graciela, mujer de 36 años, estudió hasta tercer año de primaria).

La pobreza es la escasez de recursos que brinden bienestar y solvencia ante las circunstancias de la vida. En esta introspección que hacen las mujeres, lo fundamental es comprender que la pobreza es un fenómeno con fuerzas centrípetas que expanden su rango de acción hacia diferentes ámbitos de lo personal y lo social, por ejemplo, en la cita anterior, se dijo que tenía impacto en la salud y antes en el bienestar en general, pero también en otros ámbitos como la formación de capital humano y la posibilidad de movilidad social:

Porque éramos pobres no pudimos estudiar, yo quería estudiar, pero no pude, tampoco mis hermanos a lo mucho aprendimos a leer y escribir, de ahí solo a trabajar […] Yo espero que mis hijos logren estudiar para que puedan tener mejor vida, pero es muy difícil (Inés, mujer de 48 años, estudió hasta sexto grado de primaria).

Desde las biografías de las mujeres entrevistadas se observan relatos recurrentes desde que eran niñas. Ellas manifiestan una incorporación temprana a los mercados de trabajo por efecto de la migración a las ciudades de México y de Puebla, lo cual provocaría otras formas de comprender la pobreza desde sus comunidades, mostrando así, una superposición de o precarización, ya que ahora no solamente eran campesinas sino también migrantes rurales-urbanos, trabajadoras callejeras informales, mano de obra sin calificación alguna y otras condiciones más. Como señalan Feijoó (2003) y Estivil (2003) una serie de acontecimientos en las últimas décadas del siglo pasado provocaron que las regiones rurales incursionaran en otros tipos de pobreza, ya que los campesinos, por ejemplo, fueron a la par migrantes o comerciantes que participaban en múltiples actividades, pero manteniendo un nivel de vida precarizado aun a pesar de estos nuevos esfuerzos.

La migración experimentada en las décadas de 1980-1990 no les permitió un ascenso social sustantivo, pues se desempeñaron en nichos laborales de alta precarización como vendedoras ambulantes, y ya en el siglo XXI, en muchos casos, como limosneras, cantantes callejeras o lavaautos (Morales, 2021).

La causa que ha sido señalada como el principal motor de impulso para la migración fue la falta de ingresos locales por ausencia de fuentes de empleo, ya que al menos 16 mujeres entrevistadas señalan que la agricultura es de temporal y sus cosechas sólo alcanzan para el autoconsumo, así también, otra actividad tradicional es el tejido de sombreros, petates y otros objetos de palma, sin embargo, los ingresos que se obtienen son muy bajos, pues el pago por un sombrero oscila entre 12 y 15 pesos y su elaboración requiere de al menos 8 horas de tejido, cabe decir que esta actividad ya solo es realizada por adultos mayores y mujeres entre sus actividades cotidianas.

En palabras de las autoridades del cabildo municipal, actualmente más del 90% de las personas del municipio migran a la ciudad de México y en menor medida a otras ciudades, en la población sólo radican, de manera permanente, las personas de la tercera edad y los ancianos que ya no pueden trabajar, es destacable que la migración ha sido preferida por encima de otras actividades posibles e incluso sobre la educación, esto se debe, según el corpus analítico señalado en páginas anteriores, a que la migración es una estrategia de sobrevivencia muy usada por las familias en pobreza, aun a pesar de que sus impactos positivos suelen ser debatibles.

Las actividades remuneradas permitieron obtener ingresos para la subsistencia familiar y la consolidación de modestos activos de los que hoy en día disfrutan, por ejemplo: materializar una casa, la compra de un terreno, la adquisición de animales de traspatio, así como en algunos casos abrir sencillos negocios como tiendas de productos básicos, papelerías u otros.

Desde el enfoque de las desventajas acumuladas, a pesar de estos activos, sus narrativas nos hablan de diversas profundidades en que la pobreza puede mostrarse y vivirse en esta línea delgada entre poseer poco y muy poco:

Yo soy pobre […] porque no tengo, bueno […], no tengo nada, por ejemplo, ni casa tengo. Ésa es la casa de mi suegra... mi suegra al menos tiene casa […] yo sí me considero pobre porque, o sea, el agua, si se acaba el agua tenemos que ir por nuestro garrafón hasta un pozo, un río que está aquí abajo, acarrear. No tengo ni dinero para comprar lo que necesito, jabones para lavar, comida, no, no lo tengo, y con lo que gana mi esposo pues no es suficiente.

¿Qué hacemos? Lo que podemos hacer cada semana y así todo el tiempo, hacemos una cosa aquí, nos vamos para allá a Puebla ganamos un poquito, nos prestan otro poco, pagamos y siempre estamos igual (Entrevista. Silvia, de 42 años, primaria terminada).

Migrando sí se logra algo, pero después de mucho tiempo, años, y luego ya se tiene una casa y mi vecina puso una tiendita con lo que ganaron de trabajar en México, pero hasta ahí llega una […], después ya no se puede seguir viajando porque ya estamos mayores, entonces nos quedamos ya atoradas y sin forma de avanzar, porque aquí en el pueblo no hay nada, ni trabajo y por eso ni dinero (Entrevista. Ester, de 52 años, sin escolaridad).

Las citas anteriores nos exponen los efectos de esas múltiples desigualdades que terminarán formando capas superpuestas o lo que algunos autores llamaron racimos de desventajas, si bien las mujeres no caen en un shock por crisis de sobrevivencia, debido a los efectos paliativos de las estrategias familiares, sí experimentan la disminución de su calidad de vida, pues viven en hacinamiento, no tienen acceso a servicios básicos como el agua, además de que las exigencias aumentan y las personas no amplían sus capacidades de respuesta, por lo que la migración se considera como la única posibilidad de sobrevivir. Incluso, los efectos derivados de la pobreza a las que ya están expuestas estas mujeres provoca en ellas severas afectaciones en lo moral y su dignidad:

¿Cómo no me va a dar vergüenza vivir así? ¿Pedir dinero en la calle? ¿Dar lastima? ¡Quitarle a un perro la comida en la calle para comérsela una! (Entrevista. Juana, de 39 años, primaria inconclusa).

En México, la casa en la que vivíamos en cuanto a servicios sí era un poquito mejor, pero en la calidad de los lugares que rentaban pues era algo muy difícil, yo digo que era algo denigrante porque la gente de las ciudades a veces nos ven como venimos de los pueblos y nos rentan unos lugares que de verdad -suspiro prolongado de la mujer entrevistada- para llorar pues -pausa corta- entonces sí, es difícil porque dábamos vergüenza […].

Yo esta vida no la quería […] -pausa larga y voz entrecortada de sentimiento- allá (en la Ciudad de México) nos ven como si valiéramos muy poco por cómo estamos a veces muy pobres (Entrevista. Elena, de 43 años, educación secundaria inconclusa).

Es muy difícil transmitir textualmente la intensidad emocional de los fragmentos anteriores, pero expone gran parte de los sentimientos adheridos a la pobreza como la vergüenza, la ofensa a su dignidad, la minusvalía, así como sus amplios espectros o profundidades que se ancla a condiciones paupérrimas y de lucha cotidiana en la Ciudad de México.

Si bien las estrategias de sobrevivencia siguen manteniendo un mínimo de eficacia, los impactos que observamos en ellas distan mucho de ser valoradas de forma positiva. La pobreza es una forma argumentativa que reiteradamente nos señala procesos de pérdida y erosión de recursos, es una forma de nombrar un complejo cúmulo afectan sus vidas con efectos que aún no es posible comprender del todo, desde la dignidad misma hasta los aspectos más materiales, de esta forma, las mujeres traducen su mundo y narran lo que enfrentan en su cotidianidad como mujeres y muchas de ellas, como madres:

Somos pobres porque a veces hasta nos falta de comer […], así, los niños no tienen la suficiente ropa o, así pues, y como le digo, nosotros aquí somos tres parejas hasta con mi papá, pero nosotros vivimos aquí todavía en la casa de mis papás, a veces no tenemos de comer, no tenemos que vestir o así no tenemos trabajo tampoco, y pues estamos hasta en el cero (Entrevista. Silvia, de 42 años, primaria terminada).

La pobreza de estas mujeres rurales ha estado ligada a procesos locales y externos, condicionada en gran medida por dinámicas familiares al optar por migrar e integrarse a los mercados de trabajo informales en las grandes ciudades, sin embargo, sus opciones laborales nunca han sido amplias por lo limitado de sus recursos iniciales.

La erosión de recursos

Las mujeres que llegaron a migrar se desempeñaban algunos meses como campesinas y otros meses, como migrantes, se empleaban en actividades callejeras informales, sus recursos estaban posicionados entre la producción de alimentos básicos como los derivados de la milpa y la crianza de animales en su comunidad de origen, con la búsqueda de ingresos monetarios para optar por algo más allá de la mera subsistencia. Sin embargo, los cambios en las dinámicas de los recursos no eran contemplados de una forma planificada, tomando en cuenta que la mano de obra es el recurso de mayor transformación y el de mayor presencia en las familias en pobreza (Pizarro, 2001), de esta forma, su pronta activación a través de la mano de obra de niñas, niños y adolescentes consolidaría el modesto éxito de la estrategia:

En los tiempos en que yo era niña, lo común era sólo saber leer y escribir para ya irse a trabajar lejos, casi nadie se quedaba en el pueblo, todos nos íbamos, poco a poco regresábamos para volvernos a ir y después otra vez, por eso fue muy difícil afianzar o lograr más cosas, porque siempre nos estuvimos moviendo, y al final yo creo no valió la pena ¿Quizá si nos hubiéramos quedado otra cosa sería? (Entrevista. Juana, de 35 años, estudió hasta cuarto de primaria).

Las palabras de Juana refieren un dato importante sobre las desventajas en el transcurrir del tiempo, donde los recursos deben valorarse en torno a los contextos dinámicos de las personas, de este modo se infiere, del párrafo anterior, que la conjunción de salarios que obtienen las familias solventan gastos de sobrevivencia, pero no contemplan planes para el futuro debido a la presión de sobrevivir el día a día.

Es importante destacar que en esta mirada con perspectiva de género, la migración familiar para las mujeres tiene un sesgo que combina la crianza, el cuidado, el trabajo doméstico y el remunerado, a diferencia de sus pares masculinos (esposos, hermanos, padres y otros), debido a que a partir de los relatos de las mujeres, los hijos de menor edad quedan a cargo principalmente de la madre, mientras que los padres suelen mostrar mayor distancia de la crianza y el cuidado de las hijas-hijos, además de que a medida que los hijos crecen, poco a poco van ganando independencia de la madre y son capaces de desarrollar algunas actividades remuneradas como pedir limosna, vender fruta u otros.

Asimismo, el trabajo doméstico durante la migración recae sobre todo en las mujeres (niñas, adultas y ancianas), mientras que los hombres mantienen su condición de realizar sus jornadas de trabajo fuera de la casa. En los casos en que no migran todos los integrantes de la familia, los hijos menores siempre se quedan al cuidado de otras mujeres de la familia:

Mis hijos ahí conmigo nada más, como estaban chiquitos se quedan quietos y me ayudan en lo que pueden, así los tenía conmigo porque siempre es mejor que estén cerca (Entrevista. Rebeca, de 45 años, quinto de primaria).

Mientras mis hijos eran chicos y no podían trabajar, yo los cuidaba. Yo llevaba a mi bebé en mi espalda, luego Romancito de dos años ahí sentado o jugando con algo, Jorge de tres años me ayudaba a veces porque se aburría de cuidar a su hermano […], y luego Ana de cinco años cuidaba a los dos. Así que estábamos con mucho cuidado allá en la ciudad (Entrevista. Esmeralda, de 36 años, tercero de primaria).

De esta forma, el trabajo productivo y reproductivo está presente en la vida de las mujeres en su cotidianidad, provocando múltiples efectos en cuanto al tiempo que invierten y el desgaste que les produce, de esta forma, su condición de género se suma a la de clase (Moser, 1996).

Otro aspecto importante acerca de la pobreza como una de las desventajas principales, es que la pobreza no solo es económica sino en este efecto acumulativo negativo, lo que Wolff y De-Shalit (2007) llamarían efectos relacionales o agrupamientos, por lo tanto, la pobreza inmoviliza y resta posibilidades de actuar ante las necesidades posibles. A continuación, Leticia nos explica:

Somos pobres porque no tenemos dinero, por eso migramos, pero no tenemos nada que comer aquí cuando regresamos. Entonces ¿cómo salimos adelante?, pero nos vamos allá a sacar poquito y luego regresar aquí. No podemos vivir allá porque a pesar de que trabajamos no tenemos nada, pagamos renta y todo lo compramos, y aquí tenemos una casita humilde pero no tenemos forma de ganar dinero. Ojalá pudiéramos salir adelante aquí pero no se puede (Entrevista. Leticia, de 44 años, estudió hasta segundo año de primaria).

La pobreza rural que se manifiesta en este municipio está condicionada por aquello que las mujeres llaman no tener nada o muy poco y que denota un contexto socioeconómico desolador al describir su permanencia en el tiempo y las escasas alternativas de acceder a trabajos estables y dignos. No tener nada, o muy poco, significa otra forma de nombrar que no se cuenta con los recursos o son muy pocos, ya sean materiales o facultativos de bienestar.

Las narrativas de estas mujeres están imbricadas entre la necesidad y la búsqueda de satisfactores, esto las ha orillado a que sus biografías sean similares a las de sus padres, quienes vieron en la migración una estrategia de sobrevivencia, pero desde hace tiempo la migración sólo propicia subsistencia y hace evidente mayores desgastes, con la impresión de que a estas mujeres y sus familias les cuesta cada vez más sobrevivir. De esta forma, la pobreza se percibe como un panorama desesperanzador donde no hay salida. Varias pueden ser las razones que expliquen lo anterior; una de ellas, que las familias hayan cambiado en cuanto a sus necesidades al ampliarse los requerimientos; otra, que los mercados de trabajo donde éstas laboraban dejaron de ser los mismos y los recursos con los que contaban las familias ya no sean tan eficientes, y la tercera, que sus entornos originarios cada vez están más erosionados, y por lo tanto, la sobrevivencia en lo local se ha vuelto más compleja.

En todo caso, en este estudio no puede determinarse con exactitud lo anterior, pero manteniendo un origen multicausal de la pobreza pueden resultar la suma de varias opciones descritas, ya que en la narrativa se dictan mayores dificultades climáticas para sembrar o lograr buenas cosechas, pero también se mencionó agotamiento humano, enfermedades y desmotivación sobre la eficiencia de seguir migrando, así como una especial mirada transgeneracional de ver la pobreza desde la óptica de cuando las mujeres eran niñas y adolescentes, con respecto a ahora que ya son adultas y que la edad comienza a ser una desventaja significativa.

Los programas sociales como ayudas para mujeres rurales

Otro elemento por considerar está dado por la relevancia de otras formas diversificadas de ingresos más allá de los salarios del trabajo familiar, en este sentido, es importante considerar los ingresos monetarios y en especie proporcionados por los programas federales o estatales.

En la etnografía realizada se documentó la presencia de al menos cuatro programas sociales que contribuyeron durante los recientes años a apoyar la economía de las mujeres rurales entre otros sectores de la población: Prospera (ante progresa u oportunidades), el programa 65 años y más (Programa para el Bienestar de las Persona Adultas Mayores hoy en día), Procampo (Programa de Apoyos Directos al Campo) y, México Sin Hambre (La Cruzada Nacional Contra el Hambre).

Los cuatro programas proporcionan insumos económicos y en especie que sumados a los esfuerzos familiares resultan significativos para las personas beneficiarias, pero de estos programas el que cumple con mayor universalidad es el programa 65 años y más, ya que la reducida movilidad de las personas adultas mayores y ancianas contribuye a un mejor manejo del padrón y su correcto funcionamiento de beneficios.

El caso del programa Prospera merece un comentario especial, ya que cabe recordar que éste fue suspendido desde el inicio de la administración encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, y para octubre de 2021 seguía sin reactivarse. Las narrativas de las mujeres con respecto a este programa fue que ayudaba a cubrir necesidades básicas, pero al tratarse de transferencias monetarias condicionadas les exigían radicar de forma participativa en las comunidades, situación que por efectos de la migración provocaba que el padrón de beneficiarias disminuyera al no lograr dar continuidad con todas las actividades o trámites condicionados. Por su parte, el programa Procampo otorga apoyo económico a productores agrícolas como incentivo para su producción, pero en voz de las personas entrevistadas el número de beneficiarios es escaso, a consecuencia del gradual abandono de las actividades agrícolas debido a la migración, el impacto de este programa en la comunidad es modesto.

Por último, el programa México sin hambre opera en este municipio a través del comedor comunitario para personas necesitadas y estudiantes con necesidades económicas. Además, hay un albergue del Instituto Nacional para los Pueblos Indígenas para niñas, niños y adolescentes indígenas de escasos recursos, este albergue recibe a estudiantes de comunidades alejadas que requieren hospedaje.

Por lo tanto, sobre los programas sociales destacaremos los dos primeros porque tienen un enfoque especial de mitigar la pobreza, y el impacto en las mujeres es mayor. De esta forma, el programa 65 años y más fue el más significativo para las mujeres porque en sus familias hay personas adultas mayores, los usos que le dan a ese dinero es para subsistencia, gastos médicos y en menor medida compra de ropa, entre otros. Es un programa exitoso en este municipio gracias a su simplicidad y universalidad:

Aunque poquito dinero, pero sí es ayuda porque así mi mamá y los abuelos pueden tener un poco de dinero para no ser tan pobres, que al menos tengan para algo de comer […] Mi mamá lo usa casi para ella, para sus gastos del médico y compra de comida especial, y si llega a sobrar, pues ya se usa para la casa (Entrevista. Ester, de 52 años, sin escolaridad).

Sí es importante ese dinero porque es la única ayuda que recibimos como familia de parte del gobierno, por mis papás pues es doble ingreso y no importa que no sea mucho, pero desde luego que sí nos ayuda, además nos dijo la responsable -mujer encargada de operar el programa en la comunidad- o bien nos vino a informar que pronto esa ayuda iba a ser más, así mis papás tendrán un poco más para vivir un poco mejor (Entrevista. Silvia, de 42 años, primaria terminada).

El programa 65 años y más ha sido pilar del gobierno federal en el discurso contra la pobreza y atención hacia los más pobres, incluso en poblaciones indígenas este programa opera con la edad inicial de 65 años a diferencia de poblaciones no indígenas donde la edad inicial es de 68 años, esto ha sido presentado como una política especial hacia los adultos mayores, pero también hacia las desigualdades históricas y sociales que han ido acumulando las poblaciones indígenas.

Por su parte, el programa Prospera presenta altibajos operativos en esta población, ya que obliga a la mujeres a radicar en sus comunidades bajo el requisito de ser condicionado a trámites administrativos continuos: chequeos médicos constantes, escolarización de los hijos en educación básica, asistencia a reuniones y otros, todo esto ha desanimado a las beneficiarias quienes aún en edad laboral prefieren migrar para trabajar, ya que consideran que el dinero que reciben de este programa social no compensa las posibles ganancias de la migración.

Aunado a lo anterior, Progresa vincula a las mujeres y a sus hijos, lo cual no siempre empata con la subsistencia, pues tienen necesidades diferentes y la normativa del programa las obliga a radicar en la misma comunidad, por lo tanto, se documentaron casos en que las madres deciden migrar acompañadas de sus hijos aun a costa de perder este ingreso.

Es poco dinero, pero con eso comprábamos maíz y alguna cosa más, pero si no se cumple con todos los trámites el apoyo es retirado, a veces no se puede cumplir y luego para que regresen el beneficio tardan mucho hasta un año, mejor decidí ya no tramitarlo y así somos varias que no lo tienen. Es difícil porque sí lo necesitamos, pero debería cambiar, ahora ya dicen que lo cancelaron, espero que lo mejoren y pueda ser menos difícil porque aquí somos pobres (Entrevista. Leticia, de 44 años, estudió hasta segundo año de primaria).

Con eso compramos comida, frijol, lentejas y fruta sobre todo para mis niños, da alegría recibir el dinero porque es una ayuda que sirve, pero rápido se acaba. Ya una vez me quitaron la ayuda de Progresa porque no asistí a dos reuniones y me dieron de baja, pero metí mis papeles y después de unos meses regresó, pero me advirtieron que no volviera a salirme porque quizá ya no se puede regresar. Ahora lo malo es que con sólo eso no alcanza para vivir y aquí no hay trabajo (Entrevista. Agustina, de 29 años, estudió hasta sexto año de primaria).

Los programas sociales 65 años y más y Prospera representan recursos que aunados al resto de ingresos familiares son significativos, sobre todo el primero, por su parte, el segundo, representa, para esta población, problemas administrativos, pero, por otro lado, fue creado para que las mujeres pusieran más atención en su salud, su bienestar y la de sus hijos, lo que ejemplifica la perpetuación de los roles tradicionales de género. Un elemento altamente significativo es que la migración ha estado presente-por lo menos 40 años- en la población de Yucuná como una estrategia familiar consolidada para mitigar los impactos de la pobreza, lo cual se contrapone con los lineamientos de Progresa al acotar de forma severa la movilidad de las mujeres.

Reflexiones finales

Los datos empíricos nos señalan cómo la pobreza se enlaza con múltiples procesos de deterioro de recursos que imprimen en la vida de las mujeres biografías de exclusiones y precarización, es importante destacar que la narrativa de las mujeres sigue un hilo argumentativo donde a la par de sus vidas hay severas desventajas adheridas. Desde niñas se incorporaron a los mercados de trabajo por medio de la migración, lo cual causa un abandono generalizado de su educación escolar, y le posiciona en nichos laborales sin lograr superar la estricta subsistencia, a pesar de ello, consolidaron importantes activos como la construcción de sus casas habitación, entre otros, y que significaron logros del grupo familiar ante las fuertes desigualdades.

Es importante comprender que, ante las desventajas acumuladas, las estrategias colectivas actúan como el único camino por andar, pero no significa que sea el mejor, sus narrativas nos exponen que detrás hay mucho dolor, angustia por el devenir y crisis personales y emocionales.

Los argumentos analíticos exponen que las personas optan por acciones acordes a sus recursos y que es posible que estos recursos cada vez más deteriorados sean desde luego menos efectivos, es muy probable que por eso Santos Reyes Yucuná está considerado como el municipio de mayor pobreza en México. Sin embargo, el presente estudio no puede ser concluyente en este último sentido, pues no profundiza en otros aspectos como baja productividad del campo, la falta de agua e infraestructura, así como la incapacidad por generar empleos locales (Langlé et al., 2018), todos los anteriores son aspectos que deberán abordarse en futuros trabajos.

Así, la valoración del municipio más pobre de México ha atraído el interés tanto de investigadores como de agentes que buscan causar un impacto positivo en la vida de estas mujeres, hay un proyecto artesanal con mujeres que está operando en la comunidad y que poco a poco intenta abrirse paso como generador de ingresos; a futuro será importante documentar el acontecer ante un panorama tan adverso.

Las mujeres indígenas rurales, aunque no han logrado superar la pobreza inicial de cuando fueron niñas, sí han logrado mantenerse ellas mismas y a la par conducir a sus familias y sus hijos, tomar un rol cada vez más importante en sus comunidades y demandas de mejores condiciones a través de su participación en espacios públicos, pero que por limitaciones no fue posible ahondar en estos últimos aspectos.

Por último, con respecto a los programas sociales como recursos para contrarrestar la pobreza de las mujeres, este estudio halló amplias diferencias entre “el programa 65 y más” con un formato más propicio para las características de las mujeres beneficiarias, enfatizando en los beneficios directos en apoyo a la economía familiar y personal. Sin embargo, con el programa Prospera, los procesos administrativos y su condicionalidad suponen barreras en ocasiones insuperables para las mujeres, que, de acuerdo con González, Wodon y Siaens (2007) ya han señalado del poco éxito de estos programas, debido a que es muy probable que no lleguen o no se ajusten a los más pobres. Estos autores argumentan que los costos de oportunidad podrían ser mayores para las mujeres en las familias más pobres que para las mujeres pobres. De esta forma, los ingresos de estos programas se ubican en el umbral mínimo de asistencia, lo cual no superará los costos de oportunidad. Mientras las mujeres pobres pueden optar por el cumplimiento de los requisitos para mantenerse en el programa, las mujeres más pobres tendrían una severa pérdida que pondría en riesgo la sobrevivencia.

Las narrativas seleccionadas nos explican un diálogo entre las estrategias de sobrevivencia y la forma en cómo la pobreza se estaciona por décadas en la vida de las mujeres. Por su parte, la pobreza acarrea numerosos efectos de desigualdad que terminan por agruparse y se convierten en desventajas acumuladas, lo emergente de esta situación es que las mujeres son cada vez más mayores y disponen de menos recursos, por lo que será importante para futuras investigaciones, fijar la vista en sus hijos e hijas quienes podrían tener mayor capital social y por ende más posibilidades de otros recursos, pero en caso de que esto último no ocurra podrían repetir la estrategia de sobrevivencia a costa de la migración.

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Cómo citar Morales, J.; Martínez M. y Gómez D. (2022). Mujeres indígenas rurales y pobreza. Los impactos de las desventajas frente a los recursos. Culturales, 10, e649. https://doi.org/10.22234/recu.20221001.e649

Recibido: 18 de Noviembre de 2021; Aprobado: 23 de Marzo de 2022; Publicado: 25 de Mayo de 2022

Julio Ulises Morales López

Mexicano. Doctor en Estudios Internacionales e Interculturales por la Universidad de Deusto UD en Bilbao, España. Maestría europea oficial en “Migraciones, conflictos y cohesión social en la sociedad global” por la UD en Bilbao. Licenciado en antropología social por la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa UAM-I. Catedrático-investigador CONACYT-CIESAS Pacífico Sur. Sus áreas de investigación son: las migraciones y desplazamientos humanos, violencias, vulnerabilidad, pobreza y estudios de género. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI de México), Nivel I. Publicaciones recientes: Inclusión digital educativa. Clúster de asistencia para los más pobres (2020) y Vulnerabilidad social y patrimonio biocultural de una familia productora de agave y de mezcal (2019).

Marlen Martínez Domínguez

Mexicana. Doctora en Estrategias para el Desarrollo Agrícola Regional por el Colegio de Postgraduados, campus Puebla. Maestra en Desarrollo Regional por el Colegio de la Frontera Norte. Licenciada en Economía Agrícola por la Universidad Autónoma Chapingo. Catedrática CONACYT-CIESAS Pacífico Sur. Sus áreas de investigación son: la pobreza, desarrollo económico, Tecnologías de la Información y Comunicación para el desarrollo y estudios de género. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI de México) con el nivel candidata. Publicaciones recientes: Las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) en el desarrollo rural: retos y oportunidades para México (2020) y Determinants of internet use by school-age children: The challenges for Mexico during the COVID-19 pandemic (2021).

Dulce Angélica Gómez Navarro

Mexicana. Doctora en Diversidad Cultural y Ciudadanía desde la Perspectiva de la Antropología Social. Catedrática CONACYT-CIESAS Pacífico Sur. Sus áreas de investigación son: educación superior intercultural, apropiación de TIC por los pueblos indígenas y mujeres rurales. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores, nivel candidata. Publicaciones recientes: Las tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) en el desarrollo rural: retos y oportunidades para México (2020) y Apropiación social de tecnologías digitales por jóvenes universitarios mayas de Quintana Roo (2021).

Traducción:

Julio U. Morales López, Marlen Martínez Domínguez, Dulce A. Gómez Navarro. CONACYT-CIESAS, Pacífico Sur

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