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Culturales

versión On-line ISSN 2448-539Xversión impresa ISSN 1870-1191

Culturales vol.6  Mexicali  2018

https://doi.org/10.22234/recu.20180601.e335 

Artículos

Ethos de clase y distinciones: representaciones sociales de fracciones marginalizadas de la clase trabajadora del Gran Buenos Aires

Class ethos and distinctions: social representations of marginalized fractions of the working class in the Metropolitan Area of Buenos Aires

Ariel Hernán Farías1 
http://orcid.org/0000-0001-9362-9788

1Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. farias.arielhernan@gmail.com


Resumen

El presente artículo analiza las formas en que se configuran las representaciones sociales de trabajadores marginalizados del Gran Buenos Aires en torno a su ocupación. Nos interesó abordar nuestro objeto a partir de su vínculo con dos problemáticas principales: por un lado, el problema de la construcción del ethos de clase entre distintas fracciones de trabajadores marginalizados. En este sentido, indagamos las densidades que asumen los elementos del asalariado como configuración sociohistórica en los lenguajes sobre el trabajo de los entrevistados; por el otro, el problema de las distinciones en el interior de las fracciones marginalizadas. Indagamos en relación con los modos en que distintos perfiles de trabajadores marginalizados construyen el “nosotros” y el “ellos”. Entre los principales resultados observamos que las dimensiones del ethos de clase asumen distintas jerarquías entre los distintos perfiles estudiados y que dichas modalidades diferenciales sostienen procesos de construcción de distinciones entre los sujetos.

Palabras clave: marginalidad; ethos de clase; distinciones; representaciones sociales; análisis de contenido

Abstract

This article analyzes the forms in which the social representations of marginalized workers of the Metropolitan Area of Buenos Aires are organized in the field of work. We were interested in approaching our object from its connection with two main problems: On the one hand, the problem of the construction of the class ethos between different fractions of marginalized workers. In this sense, we investigate the densities assumed by the wage-earner elements as a socio-historical configuration in the languages ‘on the interviewees’ work. On the other hand, to analyze the problem of the distinctions within the marginalized fractions, we inquire into the ways in which different profiles of marginalized workers construct “we” and “them”. Among the main results we observe that the dimensions of the class ethos assume different hierarchies between the different profiles studied, and that these differential modalities support the process of constructing distinctions between the subjects.

Keywords: marginality; class ethos; distinctions; social representations; content analysis

Introducción

En el periodo posneoliberal argentino1 se produjo una metamorfosis de la cuestión social que afectó las relaciones de las fracciones marginalizadas de la clase trabajadora con dos dimensiones centrales del ethos de clase: la dimensión de las protecciones y la dimensión del oficio. La noción de ethos de clase retoma los aportes de Bourdieu (1979), así como de Murard y Laé (2013), y supone la construcción sociohistórica y transubjetiva de normas que definen los modos de representación legítimos de ciertas interacciones e identidades para diferentes grupos sociales. La forma en que se organizan estos elementos y la jerarquía que asumen condicionan la conformación de estilos de vida y sistemas de códigos para distintos perfiles sociales.

En trabajos previos (Farías, 2015) avanzamos en una caracterización del periodo abierto con la crisis de 2001, al entender que supuso una reconfiguración de la cuestión social. Dicha reconfiguración implicó una brecha para las fracciones marginalizadas de la clase trabajadora entre empleo2 y seguridad social, así como entre trabajo e ingresos. La relación entre seguridad social y empleo se modificó principalmente a partir del despliegue de una serie de políticas sociales que estaban inscriptas precariamente en el derecho social, las cuales contuvieron a poblaciones sin empleo, lo que generó mutaciones en el estatus de los derechos sociales y, en algunos casos, hibridó con tecnologías relacionadas con políticas de ayuda social.

Estas transformaciones a nivel de las estrategias de conjunto brindan señales acerca de las condiciones de emergencia de las sociabilidades laborales de los trabajadores marginalizados. Sin embargo, las formas en que se configuran los sistemas de representación en torno al campo del trabajo, en un contexto marcado por las mutaciones mencionadas, requiere de indagaciones a nivel de los focos locales.3 Para avanzar en esta indagación, exploraremos las dimensiones de estudio a partir de técnicas propias del campo del análisis de contenido.4

El problema de investigación

A continuación analizaremos las representaciones sociales de las fracciones marginalizadas acerca de las dimensiones del ethos de clase y distinciones en el contexto de la producción de los discursos de sujetos que pertenecen a dichas fracciones de la clase trabajadora argentina.

El núcleo de las indagaciones parte de los supuestos de la teoría de las representaciones sociales, en la línea de las propuestas teóricas de Moscovici (1979) y Jodelet (1986). La representación social supone un conocimiento de sentido común que orienta la acción de los sujetos y que reduce la complejidad de la realidad a partir de una serie de operaciones cognitivas. Se distancia de las nociones de opinión sobre o imagen de en relación con su carácter reactivo y reproductivo. Por el contrario, la noción de representación social tiene un carácter productivo y supone la construcción de teorías sui géneris sobre aspectos de la realidad.

Como mencionamos, los problemas de investigación que abordamos en el presente artículo refieren a dos preguntas principales. Por un lado, nos cuestionamos acerca del modo en que remiten al ethos de clase distintos perfiles de trabajadores marginalizados. Asimismo, indagamos las densidades que asumen los elementos del asalariado como configuración sociohistórica en los lenguajes sobre el trabajo de los entrevistados. Por otro lado, inquirimos acerca del modo en que estos sujetos se autoidentifican y construyen distinciones en relación con otras identidades.

A partir del supuesto de la persistencia del ethos de clase y al distanciarnos de la tesis de la autonomización de los “marginales”, indagamos acerca de la manera en que los distintos perfiles construyen el “nosotros” y el “ellos”.

Hay una relación entre las formas en que se configuran los elementos del ethos y los procesos de identificación.5 Nuestra hipótesis es que existen modalidades diferenciales que remiten a las dimensiones del ethos de clase, las cuales suponen distintas formas de suturar6 la brecha entre empleo y supervivencia. Montadas sobre estas configuraciones diferenciales, se constituyen distinciones entre sujetos que resultan afectados transversalmente por procesos de marginalización sociolaboral, pero que participan en entramados sociales que los diferencian.

La construcción de las dimensiones de estudio

¿Por qué resulta pertinente un estudio a partir de las técnicas del análisis de contenido? ¿Cómo se vinculan estas búsquedas con las dimensiones del objeto construido? A partir de estas preguntas, hilvanamos las perspectivas analíticas con la construcción del material empírico.

Partimos del supuesto de que es posible, a través de la construcción y análisis de universos discursivos, identificar series textuales que remitan tanto a los procesos de producción social de sentido como a las disputas entabladas en torno a dicho sentido. Los anudamientos, desplazamientos y desacoples de cadenas de significantes que producen los sujetos son continuidades o rupturas dentro de universos de sentido. Esta forma de construcción del objeto pone el énfasis en los aspectos cuali-cuantitativos del estudio de las series discursivas, lo que nos permite producir observables que no podríamos revisar únicamente a partir del análisis en profundidad de las entrevistas.

En la construcción de las categorías de análisis, retomamos estudios que han analizado los modos de construcción de la realidad social de fracciones marginalizadas de la clase trabajadora. Tanto las perspectivas latinoamericana como la europea y la anglosajona tienen en el espejo -que representan el empleo y la figura del asalariado- un anclaje teórico-analítico que habilita a la construcción de las dimensiones de estudio. En este sentido, y en particular para las sociedades latinoamericanas, el espejo marcado por el modelo de derechos y la constitución de distancias institucionales forma parte del prisma analítico transversal (Sigal, 1981). Es en la brecha entre empleo y trabajo que se reorganizan de manera creativa los elementos del ethos de clase (Murard y Laé, 2013).

La tesis acerca de las complejidades sociales que suponen los regímenes de acumulación latinoamericanos, debido a su carácter desigual y combinado, la retomamos de los estudios latinoamericanos sobre marginalidad. Sin anclarnos en la preocupación por la autonomización de los “marginales”, nos interesó indagar los modos en que se configura el mundo del trabajo para fracciones de sujetos con inserciones laborales endebles. La heterogeneidad social da cuenta de un proceso de complejización y desagregación de la categoría masa marginal(Nun, 1969, 1999) que abre un espacio productivo para la realización de investigaciones empíricas. Esta tesis robustece la decisión de construcción de perfiles sociales que es sustancial para nuestro análisis.

A su vez, las perspectivas de la desafiliación y la descualificación social (Castel, 1997; Paugam, 2005) ponen en el centro del análisis los procesos de conformación de la figura del asalariado y sus resquebrajamientos. Las dos grandes dimensiones de estas perspectivas remiten a las protecciones y al reconocimiento social. Si bien dichas dimensiones están fuertemente vinculadas, la apropiación que realizamos supone una preocupación central en relación con el estatus de los derechos sociales, así como con el reconocimiento de las actividades laborales y el oficio (Sennett, 1998). En relación con esta problemática, en el presente artículo buscamos responder: ¿Cuáles son las densidades que asumen las remisiones a la dimensión de las protecciones y a la dimensión de la actividad laboral y el oficio dentro de los distintos perfiles?

Finalmente, los avances investigativos acerca de los modos de construcción de distinciones en el interior de las fracciones de clase marginalizadas (Murard, 2002; Murard y Laé, 2013) nos permiten realizar un primer acercamiento a los procesos de identificación que se producen en el interior y entre estos sectores. La interesante desagregación de los procesos de distinción que se producen entre los perceptores de ayudas sociales y los trabajadores precarios de la banlieue parisina (Murard y Laé, 2013), así como los aportes del materialismo radical de Sennett (1998, 2009) en torno a la potencia diferenciadora que supone la vara del oficio, constituyen aportes significativos. La pregunta final de este artículo, que retoma estas preocupaciones, gira en torno a las personificaciones de las que se distinguen y las personificaciones con las que se identifican los trabajadores marginalizados estudiados.

La construcción metodológica del objeto de estudio

Como mencionamos, la construcción de perfiles sociales fue un elemento articulador en el análisis del presente artículo. En ellos confluyen una serie de atributos que sintetizan relaciones sociales relevantes para nuestro problema de investigación y que se vinculan con las sociabilidades emergentes en torno a lo laboral que sucedieron durante los años de recuperación de entramados laborales, los momentos de crisis (2008-2009) y el posterior despliegue de políticas sociales para reducir los efectos recesivos de dicha crisis.7

El atributo común a todos los sujetos investigados fue el atravesar situaciones de marginalización sociolaboral. A su vez, el primer atributo delimitador de los perfiles fue el tipo de inserción social a partir de la separación que supone para la mirada barrial poseer un trabajo o percibir un plan social.8 Al interior del grupo de trabajadores, diferenciamos aquéllos que poseían una trayectoria vinculada con la acumulación en un oficio de aquéllos que poseen trayectorias más contingentes. Por otro lado, entre los beneficiarios de planes, diferenciamos aquéllos que ingresaron al plan a partir de los movimientos de trabajadores desocupados (MDT) de aquéllos que ingresaron por la vía estatal-partidaria, esta última refiere a una modalidad que se instituyó desde principios de la década de 1990, principalmente en el conurbano bonaerense, que supuso una articulación densa entre el partido del gobierno municipal y la organización territorial que gestiona los planes sociales. Los MDT, en cambio, surgieron a mediados de la década de 1990, interpelados por la situación de desocupación generalizada, en oposición a esas redes de gestión de las políticas sociales y con mayores niveles de autonomía en relación con los partidos de gobierno. A partir de dichas segmentaciones, delimitamos cuatro perfiles: miembros de los MDT, perceptores, trabajadores marginalizados de oficio y trabajadores marginalizados precarios.

El material que se revisa en este artículo surgió de la utilización de técnicas del campo del análisis de contenido. En este caso trabajamos con un corpus de 30 entrevistas,9 que se seleccionaron a partir de criterios de saturación teórica (Glasser y Strauss, 1967): nueve trabajadores marginalizados precarios, nueve trabajadores marginalizados de oficio, seis miembros de los MDT y seis perceptores de planes sociales que ingresaron por la vía estatal-partidaria.

En primera instancia, realizamos un análisis temático del material; después, efectuamos una selección exhaustiva de términos a partir de una serie de categorías que surgen de la operacionalización del problema de estudio. A partir de estas búsquedas, produjimos una base de datos y luego procedimos al análisis de frecuencias y el estadístico.

Las categorías y los términos de búsqueda fueron los siguientes:

Al retomar las dimensiones relativas a la configuración del asalariado, construimos las categorías protecciones y actividad. La categoría protecciones refiere a las menciones de derechos sociales que realizaron los entrevistados. La misma incluyó los términos obra/s social/es, en blanco, jubilación/es, aportes y vacaciones. La categoría actividad contiene dos familias de palabras, por un lado la familia trabajar, que incluyó todos los términos que supusieran conjugaciones del verbo trabajar y, por otro lado, la familia oficio, que contuvo los términos oficio/s. A partir de estas búsquedas, se construyó una base de datos con 1 414 menciones de los distintos términos referidos.

Finalmente, y para avanzar en el problema de la construcción de distinciones, se realizó un análisis de copresencias que permitió identificar la aparición conjunta de categorías relevantes para el análisis dentro de un texto delimitado. Esta técnica avanza más allá del análisis estadístico de presencia de términos, al comenzar la exploración en torno al contenido semántico. La búsqueda se orientó a la identificación de las personificaciones que se asociaron a los nosotros que emergían en el discurso de los entrevistados. Se procedió a la realización de una búsqueda exhaustiva de los términos nosotros en el conjunto de las entrevistas y se les asoció con las personificaciones a las que se referían. Enseguida se procedió a una categorización de dichas personificaciones. A partir de estas búsquedas, construimos una base de datos con 106 copresencias.

Características del territorio y los sujetos de estudio

El trabajo de campo se realizó en los barrios Las Colinas, El Zaizar y San Agustín. Dichos barrios se encuentran en el municipio de Esteban Echeverría, en las localidades de Monte Grande y 9 de Abril, dentro del Gran Buenos Aires.10 Entre ambas localidades vivían en el año 2010 alrededor de 150 000 habitantes (INDEC, 2010).

Dichos barrios se encuentran a unos 30 kilómetros de la Capital Federal, en dirección sur. El principal medio de transporte son los colectivos, que permiten acceder al centro de Monte Grande (cabecera de partido), distante a unas 40 cuadras del barrio Las Colinas y a 50 de los barrios El Zaizar y San Agustín. Entre la espera y el recorrido, se necesita alrededor de media hora para llegar allí. En el centro de Monte Grande se encuentran los principales comercios, la estación de ferrocarril y empresas de colectivos que permiten ingresar a otros centros urbanos cercanos, como Lomas de Zamora. El principal medio de transporte para llegar a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es el tren, mientras que el tiempo de viaje promedio es de alrededor de 40 minutos hasta la estación de Constitución. Sin embargo, en el caso de los territorios de estudio, las circulaciones cotidianas son sobre todo barriales o locales.11

Parte del territorio se caracteriza por un paisaje reciente en el ámbito rural a la inscripción dentro de la trama del conurbano bonaerense, siendo una parte del municipio el límite de la mancha urbana. Esta historia de urbanización tiene un correlato con el origen de los barrios, dos de ellos datan de finales de la década de 1970 y principios de la siguiente década (El Zaizar y Las Colinas), y el tercero de la década de 2000 (San Agustín). Las viviendas de estos barrios dan cuenta de un proceso de autoconstrucción típica de la etapa de población de la periferia del conurbano durante las décadas de 1980 y 1990. Este poblamiento fue protagonizado por las fracciones de la clase trabajadora con situaciones sociolaborales precarias, que construyeron sus hogares a partir de estas estrategias.

Un indicador de la composición social predominantemente popular de estos barrios es el alto porcentaje de población (13.6%) que habita hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI) (INDEC, 2010)12. En el caso de la muestra de entrevistas, los datos vinculados con mayores índices de hacinamiento, menores índices de escolaridad e inserciones laborales tempranas que caracterizan este tipo de territorios se encuentran corroborados. En el caso de los perceptores, trabajadores de oficio y trabajadores precarios se observan características homogéneas en las familias en relación con su tamaño (más de cuatro miembros), el nivel educativo promedio (secundario incompleto) y la edad del primer trabajo (entre 14 y 15 años). Sin embargo, los miembros de los MDT se distinguen de los otros grupos por poseer mejores indicadores: menos de tres miembros por familia, un nivel educativo promedio cercano al secundario completo, así como un promedio de edad del primer trabajo entre los 17 y 18 años.

En estos territorios, el proceso de construcción popular de ciudad no se acompañó de manera acompasada por la expansión de los servicios habitacionales, siendo el municipio de Esteban Echeverría uno de los más retrasados en términos de infraestructura urbana. En la periferia urbana, los barrios se caracterizan por el predominio de calles de tierra que se conectan por medio de vías principales asfaltadas. En 2001 sólo 16% de la población vivía en hogares con desagüe cloacal y únicamente 44% poseía agua de red (INDEC, 2001). En 2010 se reportó que 19.6% de los hogares poseía desagüe cloacal y 51.5% tenía agua de red, lo que da cuenta de un proceso lento de construcción de servicios habitacionales en estos barrios (INDEC, 2010).

Otro de los rasgos característicos de este municipio es el impacto traumático que tuvieron los momentos de crisis del empleo hacia finales del siglo XX y principios del XXI. En 2001 la desocupación alcanzó a 36.3% de la población económicamente activa (PEA) (INDEC, 2001)13 y se constituyó como uno de los territorios más afectados. A partir de estos momentos, el municipio se caracterizó por ser uno de los focos del proceso de expansión de las políticas sociales, lo que dio pie a que se consolidara una serie de entramados locales vinculados con éstas. Esta historia se densifica dentro de las barriadas estudiadas, periféricas del municipio. La presencia de organizaciones sociales que surgieron para paliar el hambre y la desocupación en los momentos de crisis, así como el propio origen del barrio San Agustín, producto de una toma de tierras en 2002, da cuenta de la precariedad laboral y social que predomina en este territorio. Muchos de los entrevistados han transitado por redes de ayudas sociales o han atravesado situaciones de desocupación prolongada: de los 30 entrevistados, 23 experimentaron situaciones de desocupación prolongada14 y 21 recibieron planes sociales en alguna ocasión.

Durante la primera década de 2000 comenzaron a recuperarse los entramados laborales que incidieron sobre los indicadores sociocupacionales. Las tasas de desocupación penetraron el piso de 10%, lo que generó nuevas sociabilidades laborales. A su vez, se produjo un aumento del trabajo registrado que tuvo efectos en las trayectorias laborales de los habitantes de las territorialidades estudiadas. En el caso de la muestra, sólo nueve de los entrevistados no han tenido experiencias de trabajo en blanco,15 siendo los perfiles trabajadores precarios y perceptores de planes sociales los que poseen una mayor cantidad de entrevistados que nunca tuvieron un trabajo registrado.

En los barrios que se estudiaron el proceso de recuperación supuso una mayor circulación de trabajadores hacia fuera de los territorios, una consolidación de actividades comerciales locales y una solidificación de pequeños talleres de trabajos de oficio. Sin embargo, dichos entramados laborales se mostraron muy sensibles a las crisis. En este sentido, los procesos de amesetamiento de la recuperación del empleo que se evidenciaron en 2007 y durante la crisis de 2009 tuvieron efectos sobre las situaciones sociocupacionales de la población de estos barrios. La magnitud que asumió el Plan “Argentina Trabaja” reporta, en parte, la precariedad sociocupacional existente. Según un relevamiento que realizó el diario La Nación16 en 2012, sólo entre Monte Grande y 9 de Abril se habrían constituido 138 cooperativas de trabajo, mientras que en Esteban Echeverría, en su conjunto, 218, (5.4% del total de cooperativas de la provincia, pero que sólo representó 1.9% de su población) (INDEC, 2010).

Las trayectorias laborales de los entrevistados, inscriptas en las sociabilidades laborales mencionadas, se caracterizan por una importante rotación laboral. De los grupos analizados, los perceptores de planes sociales poseen trayectorias por redes de ayudas sociales de largo plazo, siendo sus experiencias laborales débiles; los miembros de los MDT, en cambio, poseen trayectorias laborales sostenidas, aunque están caracterizadas por la precariedad laboral. Los trabajadores precarios presentan una mayor inestabilidad laboral y un recorrido itinerante por diversos trabajos. Finalmente, los que poseen mayor estabilidad en relación con las tareas son los trabajadores de oficio, sin embargo, lo que varía en estos casos es la demanda de sus productos y servicios. Dicha demanda es principalmente local y se deprime fuertemente en los momentos de crisis. En este último perfil existen experiencias que se ligan al trabajo fabril, sobre todo en las generaciones mayores, pero que sufrieron un corte en algún punto de sus trayectorias.

Densidades de las dimensiones del ethos de clase

¿Qué estatus tienen los derechos sociales en el discurso de los trabajadores que carecen de los mismos? ¿Qué densidad poseen las nominaciones de la actividad laboral en territorialidades signadas por la precariedad y la sobreexplotación? Estos primeros interrogantes fueron los que dirigieron nuestra mirada en torno a las protecciones y la actividad.

En relación con la dimensión de las protecciones, la literatura da cuenta de una serie de tesis que permiten aproximarnos al material empírico con más elementos. Por un lado, las teorías francesas sobre la desafiliación y la descualificación social plantean que la institución de los derechos sociales entre finales del siglo xix y mediados del xx supuso un giro antropológico que dotó de soportes relacionales a las clases populares, lo que estabilizó su experiencia y amplió las posibilidades de proyectar su futuro. A su vez, enfatizan los resquebrajamientos identitarios que generaron su debilitamiento y mutación hacia la década de 1970. Por otro lado, la literatura latinoamericana sobre la marginalidad trata de manera original una paradoja específica de las formaciones sociales latinoamericanas: la inscripción formal en derechos, junto con la carencia de los medios para gozar efectivamente de ellos. Esta tesis pone de relieve la relevancia de los derechos sociales, incluso entre trabajadores que disponen intermitentemente -o nunca- de estas protecciones. De igual forma, nos indica la existencia de una brecha abierta entre el sustrato de legitimación que suponen estos derechos y la efectividad de su ejercicio. La aproximación y el análisis de las formas diferenciales en que se sutura esta grieta componen uno de los ejes que atraviesa este artículo.

En Argentina, a partir de 2002, se produjo una reconfiguración de la cuestión social que generó la heterogeneización de la relación entre trabajo, ingresos y derechos. A su vez, una serie de políticas sociales que se desplegaron entre 2002 y 2015 complejizó la seguridad social, al contener a poblaciones que se encontraban por fuera del empleo y generar mutaciones del estatus de los derechos sociales, además de hibridarse, en algunos casos, con tecnologías propias de las políticas de ayuda social. En este contexto se despliegan las significaciones de los entrevistados sobre las protecciones y las actividades laborales.

Al analizar la jerarquía que asumen los términos que se vinculan con las protecciones, llama la atención que el perfil de los miembros de los MDT posee el mayor promedio de menciones. En este caso, se observan frecuencias similares entre los trabajadores marginalizados de oficio y los trabajadores marginalizados precarios. En el polo opuesto se encuentran los perceptores con algo menos de tres menciones, en promedio (ver cuadro 1).

Cuadro 1. Promedio de menciones de categorías protecciones, trabajar y oficio según perfil social. Barrios Las Colinas, El Zaizar y San Agustín, partido de Esteban Echeverría, provincia de Buenos Aires (2011-2014) 

Familia de palabras Perfil
Trabajadores precarios Trabajadores de oficio Perceptores Miembros MDT
Protecciones* 7.6 9.1 2.8 10.1
Trabajar** 43.3 22.3 29.3 43.6
Oficio*** 1.1 2.4 1.3 0.6

*Se contabilizaron de forma exhaustiva las remisiones a los términos obra/s social/es, en blanco, jubilación/es, aportes y vacaciones.

**Se contabilizaron de forma exhaustiva las remisiones a los términos que supusieran conjugaciones del verbo trabajar.

***Se contabilizaron de forma exhaustiva las remisiones a los términos oficio/s.

Fuente: Elaboración propia.

A partir de estos datos, se aprecia que no existe una relación biunívoca entre las inserciones sociales y las redes de sentido construidas. En este primer ingreso, se observan semejanzas entre quienes forman parte de entramados distintos y diferencias entre quienes son parte de la misma política social. En este caso, el tipo de lenguaje que se construye en torno a las protecciones da cuenta de la relevancia de las mediaciones en la construcción de las representaciones sociales.

Por un lado, la jerarquía que asumen las remisiones a las protecciones en el caso de los miembros de los MDT, trabajadores marginalizados de oficio y trabajadores marginalizados precarios brinda una primera señal acerca de la persistencia de elementos del ethos de clase, a pesar de la carencia fáctica de empleos. Maneiro y colaboradores (2012) señalan que los componentes de la identidad están articulados en torno a un “discurso informal de derechos”. Esta tesis se refiere a los movimientos de trabajadores desocupados, sin embargo, podría ampliarse a otros trabajadores marginalizados. El estatus de las protecciones en estos tres perfiles puede ser un primer indicador de este sustrato común.

Por otro lado, la fuerte inscripción en derechos de los discursos de los miembros de los MDT revela modos de sutura de la brecha entre empleo y supervivencia distintos a los que realizan los perceptores. Estos últimos parecen encontrarse menos contenidos -en términos subjetivos- por dichas plataformas, a pesar de poseer inserciones sociolaborales similares. En este sentido, cobra relevancia el problema del reconocimiento social. El lenguaje que construyen no se asienta sobre un discurso de derechos, que dé cuenta de tipos de situaciones similares a las reveladas por investigaciones sobre beneficiarios de ayudas sociales en las sociedades francesa y estadounidense (Baker, 2005; Murard, 2002). La inscripción dentro de un discurso de derechos supone un soporte identitario que se vincula con una visión universalista asentada sobre la condición ciudadana del sujeto. En el caso de las políticas de inserción, en cambio, se despliega una estructura subjetivante que tiende a la individualización de las experiencias y que se asienta sobre las carencias del sujeto y su condición de pobreza.

En cuanto a la dimensión de la actividad, Paugam (2012) sostiene que ésta se encuentra relacionada con otras dimensiones del vínculo social. En este sentido, la mutación de los soportes relacionales se enlaza con una mutación del reconocimiento de las actividades realizadas. Al observar los datos, el primer emergente es la relevancia que tienen las actividades laborales dentro del discurso de los entrevistados con una densidad casi cuatro veces superior a las menciones de derechos sociales (ver cuadro 1). El discurso de la actividad laboral posee autonomía en relación con el discurso de derechos, lo que robustece la división entre las categorías trabajo y empleo.

Al analizar los perfiles, se aprecia que quienes poseen un mayor promedio de menciones son los miembros de los MDT y los trabajadores marginalizados precarios, mientras que los perceptores y los trabajadores marginalizados de oficio tienen el menor promedio de menciones (ver cuadro 1).

Estas menciones no nos dicen aún cuál es la cualidad de las nominaciones, pero señalan qué significantes poseen mayor densidad en el discurso de los entrevistados. Una interpretación acerca de la relevancia de las actividades laborales dentro de los discursos de los miembros de los MDT puede leerse desde la tesis, la cual plantea que uno de los núcleos constitutivos de su experiencia se engarza a la “profanación”17 que realizan de los planes asistenciales (Maneiro, 2012). Estos planes, sustitutos precarios del empleo, sirven como plataforma para el despliegue de actividades que son significadas dentro del mundo del trabajo. Por otro lado, en el caso de los discursos de los perceptores, la menor relevancia que asumen estas actividades se relaciona con el debilitamiento del lenguaje del trabajo, lo que abre otro tipo de lenguajes que están ligados a las inscripciones territoriales (Merklen, 2005) y las redes de ayuda social, aunque el escaso promedio de menciones en el caso de los trabajadores marginalizados de oficio,18 ¿nos estará indicando la apelación a otros significantes?

Al analizar las menciones del oficio, se observa una escala menor en densidad de menciones sobre las categorías que se trabajaron previamente (ver cuadro 1). Sin embargo, en este caso nos interesa la significancia cualitativa que tiene dicha mención. Como afirma Sennett (2009), las trayectorias construidas en torno al trabajo artesanal generan el despliegue de una cultura material que vincula de manera particular el hacer, el pensar y el sentir. El lenguaje del oficio se constituye así en un lenguaje cualitativamente significativo, ya que nos introduce en un mundo de significantes específicos que se vinculan con las tareas particulares, sea la del tapicero, el talabartero, el matricero o el carpintero.

Los trabajadores marginalizados de oficio apelan a estos significantes en un promedio mucho mayor que los otros grupos (ver cuadro 1). Este indicador puede señalar formas de nominación distintas de las actividades laborales, más específicas y que se vinculan con el campo de significantes de su actividad. En cambio, la apelación genérica a las actividades laborales que se expresa en los otros perfiles puede señalar un tipo de relación más modular y contingente respecto a los trabajos que realizan.

Al resumir las tendencias de los distintos perfiles, se observa que las dimensiones del ethos de clase poseen jerarquías distintas para cada uno de ellos. Esto nos da un nuevo indicio acerca de nuestra hipótesis inicial. La experiencia obrera continúa presente (Murard y Laé, 2013), y es a partir del discurso que suturan la brecha existente entre empleo y supervivencia. Sin embargo, las modalidades de sutura asumen rasgos diferenciales entre ellos.

Como se aprecia en la figura 1, no existe una modalidad homogénea de remisión a los significantes trabajados en ninguno de los casos.

* Diferencia porcentual en relación con el promedio de menciones.

Fuente: Elaboración propia.

Figura 1. Diferencia porcentual* de menciones de palabras por perfil social. Barrios Las Colinas, El Zaizar y San Agustín, partido de Esteban Echeverría, provincia de Buenos Aires (2011-2014) 

En relación con los significantes que se vinculan con las protecciones sociales, éstos asumen una mayor densidad entre los miembros de los MDT y los trabajadores marginalizados de oficio. Esta dimensión asume un rasgo diferencial entre los perceptores, que poseen una llamativa escasez de remisiones a estos términos. El contrapunto entre miembros de los MDT y perceptores, que forman parte de la misma política social pero se encuentran en los polos de las remisiones a los derechos sociales, da cuenta del lugar que asumen las mediaciones en relación con los modos de representación de la realidad social. Entre los trabajadores marginalizados precarios, las remisiones a las protecciones sociales no se destacan cuantitativamente ni en un sentido positivo ni en uno negativo (ver figura 1).

Por otro lado, respecto a los significantes que se vinculan con la dimensión de la actividad, se observan indicios acerca de sus densidades diferentes y de las modalidades diferenciales de apelación a las mismas. Al analizar las remisiones genéricas a la actividad de trabajar, los miembros de los MDT y los trabajadores marginalizados precarios asumen una mayor jerarquía. Por el contrario, los trabajadores marginalizados de oficio se destacan por su escasez de remisiones a esta familia de palabras, al igual que los perceptores, aunque estos últimos poseen un mayor promedio que los anteriores. Sin embargo, en relación con las remisiones al oficio, son los trabajadores marginalizados de oficio quienes se destacan por una mayor presencia de estos significantes. Dichas remisiones parecen específicas de este perfil, ya que en los otros tres son menores al promedio, donde destaca en un sentido negativo el caso de los miembros de los MDT (ver figura 1).

Las semejanzas y distinciones entre los distintos perfiles en relación con las densidades de los significantes de las dimensiones del ethos de clase que se analizaron, nos aportan elementos para robustecer el supuesto de la persistencia de un sustrato de legitimación que se relaciona con un imaginario productivista, incluso en grupos de trabajadores marginalizados, a la vez que reporta las modalidades diferenciales en que construyen el núcleo figurativo sobre dicho ethos. En el próximo apartado avanzaremos en nuestra hipótesis que vincula estas diferencias encontradas en relación con las densidades de las dimensiones del ethos de clase y los procesos de identificación entre trabajadores marginalizados.

“Nosotros”

¿Cómo operan los procesos de reconocimiento social entre estas fracciones? ¿Qué anclajes poseen las miradas espejeadas con respecto a los “otros” y al “nosotros”?

Es relevante la referencia al trabajo de Hoggart (1990) a la hora de pensar las construcciones del “ellos” y el “nosotros” entre los trabajadores. Pasada por el rasero de las revisiones de la noción de identidad (Hall, 2003), la frase rotunda el mundo se divide en “ellos” y “nosotros” (Hoggart, 1990, p. 79) no resulta adecuada para asir los modos de construcción de los colectivos y en las sociedades contemporáneas. Sin embargo, adentrarnos en el análisis de los “ellos” y los “nosotros” nos permite asir las hibridaciones y mixturas que existen en la experiencia de las fracciones de clase marginalizadas, al ingresar desde otro prisma al estudio de las semejanzas y las distinciones que construyen entre sí (Murard y Laé, 2013).

El contundente “nosotros” -trabajadores y vecinos- de la Inglaterra de mediados de la década de 1950 que analizó Hoggart, homogéneo y hegemónico, no se evidencia con la misma claridad en los casos estudiados. Por el contrario, algunas diferencias entre los distintos perfiles pueden ayudarnos a continuar desagregando lo que aparecía amalgamado bajo la categoría “marginales”. Este proceso de desagregación entre sujetos, que se encuentran atravesados transversalmente por procesos de marginalización sociolaboral pero que se diferencian a partir de su inserción en ciertos entramados sociales, nos lleva desde ese “nosotros” y “ellos” homogéneo hacia modalidades diferenciales, pero en algunos casos superpuestas, de representación de las identidades sociales (Murard y Laé, 2013).

Al analizar las identidades asociadas al “nosotros”, se evidencian algunas diferencias significativas entre los perfiles. Los trabajadores marginalizados de oficio son quienes se encuentran incluidos en la personificación trabajador en mayor proporción, seguidos por los miembros de los MDT. En cambio, nunca se reconocen como pobres. Por otro lado, los perceptores no se mencionan dentro de un nosotros asociados a la figura del trabajador; en contrapartida, son los que se encuentran contenidos en mayor proporción dentro de la personificación pobres, seguidos por los miembros de los MDT (ver cuadro 2).

Cuadro 2. Proporciones de copresencias de identidades asociadas con el nosotros según el perfil social. Barrios Las Colinas, El Zaizar y San Agustín, Esteban Echeverría (2011-2014) 

Identidades asociadas al nosotros* Perfil
Trabajadores Precarios Trabajadores de oficio Perceptores Miembros MDT
Proporción
Trabajadores ** 0.44 0.67 0.50
Pobres *** 0.11 0.50 0.33
Beneficiarios de planes **** 0.11 0.83 0.83
Vecinos ***** 0.56 0.78 0.33 0.17

*Se codificó por entrevistado la existencia o inexistencia de copresencias asociadas a cada una de las identidades.

**Se contabilizaron de forma exhaustiva las copresencias entre el término “nosotros” y la identidad trabajador, incluyendo todas sus sinonimias y profesiones específicas.

***Se contabilizaron de forma exhaustiva las copresencias entre el término “nosotros”, la identidad pobres y la identidad humildes, incluyendo todas sus sinonimias.

****Se contabilizaron de forma exhaustiva las copresencias entre el término “nosotros” y la identidad beneficiarios de planes, incluyendo todas sus sinonimias y el término cooperativistas.

*****Se contabilizaron de forma exhaustiva las copresencias entre el término “nosotros” y la identidad vecinos, incluyendo todas sus sinonimias.

Fuente: Elaboración propia.

Estas densidades distintas, que asumen las personificaciones trabajador y pobre como representación del “nosotros”, se vinculan con modalidades diferenciales de construcción del ethos de clase y de reconfiguración de los soportes identitarios. Si en las sociedades modernas la figura del trabajador asalariado formal se izó como modelo identitario, lo cual generó jerarquías dentro del colectivo de trabajadores y una mirada desvalorizante sobre quienes no formaban parte de ese mundo, la crisis del empleo supuso una reconstrucción de ese modelo.

El pasaje del trabajador al pobre implicó una reversión de derechos en necesidades, así como un debilitamiento de las plataformas que sostenían a los sujetos (Merklen, 2005; Sigal, 1981). Sin embargo, entendemos que como fruto de ese desencaje -en las grietas entre empleo y supervivencia- se construyen significaciones que suturan -de manera parcial y contingente- dichas brechas. En el plano discursivo, la apelación a un “nosotros” trabajador que se produce entre los miembros de los MDT forma parte de una construcción, como mencionamos previamente. Reconocerse en dicha plataforma reubica a estos sujetos a partir de una búsqueda de positivización de las experiencias en torno a las políticas sociales y el trabajo de cercanías. Dicha sutura supone una estrategia frente al estigma -que recae sobre los beneficiarios de planes sociales- y sugiere un desplazamiento a partir de su construcción como trabajadores y su vínculo con el proyecto de la organización.

En el caso de los perceptores, en cambio, la figura del trabajador no emerge como parte del “nosotros” (ver cuadro 2). Esta falta de reconocimiento resulta llamativa, pues reduce los soportes identitarios legítimos de que disponen. El “nosotros” en el que aparece sobrerrepresentado este perfil es el de pobres. El reconocerse a sí mismos en esta nominación supone una modalidad de sutura que los ubica en una posición subordinada en relación con el resto de los sujetos. De acuerdo con Paugam (2005), este perfil posee características que se asemejan con la definición clásica del pobre: “Un estrato que está inevitablemente desvalorizado puesto que se define por su dependencia respecto a todos los demás. Recibir asistencia, en este sentido, es recibir todo de los demás sin poder integrarse, al menos en el corto plazo, en una relación de complementariedad y reciprocidad respecto a ellos” (Paugam, 2005: 18). Sin embargo, también existen puntos de fuga: ¿Con qué otras personificaciones se podrán identificar? ¿Los lazos territoriales sirven de sustitutos en estos casos?

Finalmente, entre los trabajadores marginalizados de oficio y los trabajadores marginalizados precarios se observan tendencias similares, pero con proporciones diferentes. Ambos se encuentran contenidos en un “nosotros” trabajador y no lo hacen como pobres (ver cuadro 2). El no percibir planes sociales parece construir una distinción en relación con los vecinos que sí lo hacen, delimitando un “no pobres” entre los pobres. ¿Cómo se vinculan estas semejanzas y distinciones entre perfiles con las representaciones de un nosotros en común?

En un primer ingreso a este interrogante, analizamos las representaciones en torno a dos personificaciones que no forman parte de las representaciones clásicas sobre el campo del trabajo, pero que emergieron como personificaciones significativas a partir del trabajo con el corpus de entrevistas. Se trata de las identidades beneficiarios de planes y vecinos. Estas identidades nos aproximan a las dimensiones territoriales que fueron enfatizadas en los estudios sobre marginalidad como reemplazos de aquellas propias del mundo laboral (Sigal, 1981).

En este caso se aprecia una clara polaridad entre los perfiles a partir de la división entre quienes perciben y quienes no perciben planes sociales. Los perceptores y los miembros de los MDT se representan en un “nosotros” que se vincula con la percepción de planes sociales, pero no lo hacen como vecinos. ¿Cuáles serán las formas que asume esta distinción? ¿Por qué no se incluyen en el colectivo barrial? Por otro lado, entre los trabajadores marginalizados de oficio y los trabajadores marginalizados precarios la tendencia es la inversa: se representan como vecinos pero no como beneficiarios de planes (ver cuadro 2).

Estas diferencias brindan más señales acerca de los procesos diferenciales en que se construyen las semejanzas y distinciones entre perfiles de trabajadores marginalizados. El imperativo divisorio constitutivo de la configuración salarial, entre quienes forman parte activa de la producción de bienes y servicios para el mercado y quienes no lo hacen, asume en el territorio la forma de etiquetas estigmatizantes a partir de las cuales se construyen fronteras entre los sujetos.

Al resumir las tendencias en relación con las remisiones al “nosotros” entre los distintos perfiles, observamos que emergen modalidades menos homogéneas que las que destacábamos al principio del apartado (Hoggart, 1990). Estas modalidades diferenciales nos dan elementos para entender el tipo de semejanzas y distinciones que se producen en los territorios, así como para continuar desagregando la “masa marginal” (Nun, 1999).

En apariencia, las secuencias que marca cada perfil dan cuenta de ciertos aspectos, a partir de los cuales se asemejan y se distinguen. Entre los trabajadores marginalizados precarios, se podría sintetizar en trabajadores-no pobres-no beneficiarios-vecinos. El vínculo con el trabajo parece menos investido que en el caso de otros perfiles, pero sólo si se separan con claridad de la matriz que se vincula con la pobreza y las redes de planes. Entre los trabajadores marginalizados de oficio se sintetiza en trabajadores-no pobres-no beneficiarios-vecinos; en este caso, el vínculo con el trabajo se enfatiza y se intensifica su no pertenencia a la matriz de la pobreza y a un nosotros beneficiario. Entre los perceptores, la secuencia es no trabajadores-pobres-beneficiarios-no vecinos, siendo este el perfil que más se distancia del lenguaje del trabajo, a la vez que se identifica más con una matriz que se vincula con la asistencia. Finalmente, el perfil de los miembros de los MDT muestra una doble vía del nosotros, trabajadores-no pobres-beneficiarios-no vecinos, donde se enfatizan aspectos propios de la identidad laboral con aquéllos que se vinculan con la matriz de los planes (ver figura 2).

* Diferencia porcentual en relación al promedio de la suma de promedios.

Fuente: Elaboración propia.

Figura 2. Diferencia porcentual* de copresencias de identidades asociadas con el nosotros según perfil social. Barrios Las Colinas, El Zaizar y San Agustín, partido de Esteban Echeverría, provincia de Buenos Aires (2011-2014) 

Las distinciones polares beneficiario-no beneficiario, vecino-no vecino pueden interpretarse desde la tesis de la densificación de los lazos territoriales que se producen a partir de los momentos de crisis del empleo (Merklen, 2005). Si en dichos estudios se enfatizaba la relevancia del colectivo barrial entre aquéllos que se encontraban desengarzados del mundo del trabajo, los datos que presentamos complejizan esta idea a partir de la polaridad que emerge entre aquéllos que reciben ayuda y aquéllos que no. El plan marca una segmentación de los colectivos barriales que revela cierta rigidez con respecto a los espacios de pertenencia y angosta las posibilidades de “caza” de recursos (Merklen, 2000). La matriz de la inscripción territorial tiene en estos casos un doble comando, que divide a los “vecinos” de “los del plan”.

Y “ellos”

¿Cómo se expresan estas semejanzas y distinciones en relación con las identidades que se representan formando parte de un “ellos”?

En relación con el mundo de los “ellos”, Hoggart planteaba que estaba muy vinculado con el “arriba” en la escala social. Ese “ellos” de la Inglaterra obrera de mediados del siglo xx aglutinaba una figura múltiple que trasponía desde el campo hacia la ciudad la pretérita relación entre el señor y el campesino. A partir de esta trasposición se conformaba un “ellos” claro y extendido que ubicaba a los jefes y a los funcionarios en un espacio de alteridad (Hoggart, 1990).

En el caso estudiado emergen estas identidades y conforman parte de un “ellos”, el cual da cuenta de la persistencia del ethos de clase y se contrapone con las tesis autonomizantes de las teorías de la marginalidad. No observamos un corte social sustantivo que haga pensar en un desgajamiento radical de ciertas fracciones con respecto al resto de los trabajadores.

Para todos los perfiles, los políticos y las instituciones estatales emergen formando parte del “ellos”. Son los miembros de los MDT quienes poseen la mayor proporción acerca de la representación de esta identidad (ver cuadro 3). En este sentido, la situación paradojal que contiene a estos sujetos es que estas identidades se constituyen en antagonistas, a la vez que son las que deben atender sus demandas e integrarlos en las políticas sociales que despliega el Estado. Por otro lado, la patronal y los empresarios no emergen en una proporción significativa como una identidad que forme parte del “ellos”. En este sentido, al no formar parte de las relaciones laborales en la función directiva de un jefe o un patrón, esta construcción parece debilitarse. Sólo los trabajadores marginalizados precarios tienen en los patrones un anclaje del “ellos” más extendido (ver cuadro 3). Como ya mencionamos, este perfil se caracteriza por mayores experiencias de sobreexplotación, un elemento de diferenciación en relación con los otros.

Cuadro 3. Proporciones de copresencias de identidades asociadas al ellos según perfil social. Barrios Las Colinas, El Zaizar y San Agustín, Esteban Echeverría (2011-2014) 

Identidades asociadas al ellos* Perfil
Trabajadores precarios Trabajadores de oficio Perceptores Miembros MDT
Proporción
Instancias del Estado** 0.56 0.56 0.50 0.83
Patronal*** 0.44 0.22 0.33 0.17
Vecinos**** 0.22 0.22 0.50 0.50
Beneficiarios de planes***** 0.56 0.67 0.50 0.50

*Se codificó por entrevistado la existencia o inexistencia de copresencias asociadas con cada una de las identidades.

**Se contabilizaron de forma exhaustiva las copresencias entre el término “ellos” y la identidad políticos, incluyendo todas sus sinonimias.

***Se contabilizaron de forma exhaustiva las copresencias entre el término “ellos” y la identidad patronal, incluyendo todas sus sinonimias.

****Se contabilizaron de forma exhaustiva las copresencias entre el término “ellos” y la identidad vecinos, incluyendo todas sus sinonimias.

*****Se contabilizaron de forma exhaustiva las copresencias entre el término “ellos” y la identidad beneficiarios de planes, incluyendo todas sus sinonimias y el término cooperativistas.

Fuente: Elaboración propia.

La presencia del Estado como el “ellos” principal, en todos los casos nos introduce en el terreno de la relación con la ciudadanía y del proceso paradojal de quienes se encuentran en situaciones de distancia institucional (Sigal, 1981). A pesar de que las experiencias sociales de estos sujetos se diferencian en algunos aspectos, todos ubican a las instancias políticas como responsables de su situación, por encima de las autoridades existentes al nivel de los procesos de trabajo. En este sentido, retomar la tesis marxista de que el proceso de colectivización de las representaciones sociales se produce a partir de la experiencia fabril (Maceira, 2010) explica parcialmente las modalidades de construcción de los “ellos”. La alteridad con las instancias políticas produce semejanzas entre los perfiles, aunque el significante vacío “instancias políticas” puede contener personificaciones y problemáticas diversas.

Sin embargo, como ya mencionamos, a partir del análisis de las identidades asociadas al “nosotros” emergen personificaciones que complejizan la lectura de las construcciones identitarias. Existen entramados relacionales que no forman parte de las articulaciones propias de la relación salarial, los cuales dan cuenta de anclajes de distinción y ambigüedades en los procesos de autoidentificación.

En el caso de los “ellos”, también emergen las nominaciones vecinos y beneficiarios de planes como copresencias extendidas. Existen modalidades de distinción sutiles que no se vinculan con el otro antagónico de la relación salarial. Se construye otro, con el que se comparten lugares, relaciones y estilos de vida. Sin embargo, ciertas mediaciones operan y generan diferencias entre sujetos que poseen múltiples semejanzas entre sí. Los beneficiarios de planes emergen como una identidad que es representada para formar parte de un “ellos” en todos los casos (ver cuadro 3). Aquí opera la “vara del oficio” (Sennet, 2009) y distingue a estos sujetos de otras identidades que habitan los barrios, que se incluyen con cierta dificultad dentro del patrón marcado a partir de la divisoria entre los “aptos y no aptos para el trabajo”. Por otro lado, no deja de resultar paradójico que en el caso de los perceptores y miembros de los MDT emerja como un “ellos” relevante esta identidad, debido a que también es el principal nosotros entre estos grupos. En este sentido, retomamos la idea de que percibir un plan constituye un soporte débil cuyas formas de sutura se producen a partir de la apelación a otros elementos. La ambigüedad que representa este “otros en el nosotros” (Maneiro, 2012) puede interpretarse desde el prisma de la complejidad identitaria (Hall, 2003), de la hibridación y pluralización de los soportes relacionales y de las formas de reconocimiento social.

Finalmente, al avanzar en el análisis del cuadro 3, los vecinos forman parte de un “ellos” más extendido entre los perceptores y los miembros de los MDT, mientras que lo hacen en menor medida entre los trabajadores marginalizados precarios y de oficio (ver cuadro 3). Este elemento nos permite abonar aún más a la hipótesis de ciertos cortes territoriales construidos a partir del etiquetamiento que se produce en torno al plan.

Al resumir las tendencias sobre las remisiones al “ellos” entre los distintos perfiles, se observa que emergen las identidades que constituyeron la alteridad clásica de los sectores populares, pero con densidades diferentes y que emergen, a su vez, “otros” más cercanos, que nos reubican en el terreno de las distinciones entre fracciones marginalizadas (Murard y Laé, 2013).

Los trabajadores marginalizados precarios construyen las remisiones a los “ellos” en la siguiente secuencia: Estado-patronal-no vecinos-beneficiarios. Uno de los puntos que los distingue del resto de los perfiles es una mayor proporción de remisiones a las autoridades constituidas al nivel del trabajo como un “ellos”. Los trabajadores marginalizados de oficio construyen una secuencia similar al perfil anterior sobre los “ellos”, Estado-no patronal-no vecinos-beneficiarios. En línea con lo observado en el análisis de los “nosotros”, las semejanzas que construyen entre sí estos perfiles parecen separarlos de ciertas identidades territoriales, lo que refuerza los procesos de distinción que sostienen segmentaciones barriales. El perfil de los perceptores remite a los “ellos”, Estado-no patronal-vecinos-beneficiarios. Este caso se presenta como el más paradojal por la remisión en el “ellos” a una identidad que forma parte del “nosotros”. Además, los miembros de este perfil establecen fronteras en relación con otros vecinos del barrio. Finalmente, los miembros de los MDT remiten al Estado-no patronal-vecinos-beneficiarios. En este caso, la alteridad con el Estado signa sus construcciones, lo que debilita la jerarquía de los otros “ellos” (ver figura 3).

* Diferencia porcentual en relación con el promedio de la suma de promedios.

Fuente: Elaboración propia.

Figura 3. Diferencia porcentual* de copresencias de identidades asociadas con el ellos según perfil social. Barrios Las Colinas, El Zaizar y San Agustín, partido de Esteban Echeverría, provincia de Buenos Aires (2011-2014) 

En nuestros casos, el “arriba” como delimitador del “ellos” aparece relativamente debilitado, mientras que el “al lado”, el “apenas por debajo” y el “más abajo” asumen una entidad significativa. Como afirman Murard y Lae (2013), en las estrategias de distinción de las fracciones de clase marginalizadas tenemos un objeto de estudio poco explorado, donde elementos del ethos de clase, como la construcción del oficio, el ascetismo y el hedonismo asumen formas creativas que delimitan, en ciertas coyunturas, entramados relacionales territoriales, que se apoyan sobre la construcción y sostenimiento de ciertos estigmas.

Reflexiones finales

En este artículo partimos de dos problemáticas centrales: la construcción del ethos de clase y la producción de semejanzas y distinciones entre perfiles sociales. La noción de ethos de clase fue un catalizador central de nuestra investigación, ya que suponíamos que la experiencia obrera continuaba presente en las significaciones de los trabajadores marginalizados estudiados. Al mismo tiempo, en relación con la segunda problemática, partimos de la hipótesis de que existían modalidades diferenciales de sutura en la brecha entre empleo y supervivencia, es decir, modalidades diferenciales de construcción del ethos de clase. También entendíamos que sobre estas distintas lógicas se asentaban formas de distinción entre trabajadores que habitan los mismos territorios y sufren condiciones de opresión similares. La forma en que abordamos este problema fue a partir del estudio de copresencias sobre los “otros” y el “nosotros”.

En relación con el ethos de clase, observamos que las categorías analizadas se encuentran presentes en el discurso de los entrevistados, pero con densidades distintas entre los perfiles. La persistencia de la memoria obrera no es homogénea entre ellos, mientras que sus trayectorias particulares y los entramados de los que forman parte condicionan sus sistemas de representación.

En lo que refiere a las protecciones, los derechos sociales constituyen una referencia en sus discursos. A pesar de que carecen de estos derechos, los mismos emergen con relevancia, como referencia a un pasado mejor o como proyecto. Esta persistencia reafirma la paradoja constitutiva de la marginalidad latinoamericana: institución histórica de derechos junto con la carencia efectiva, para amplios sectores de la población, de los medios para satisfacerlos. Uno de los hallazgos de esta investigación fue que el perfil de los perceptores posee referencias débiles de un lenguaje de derechos. En este caso, nuestra hipótesis es que existe una inscripción fuerte en otro tipo de lenguaje que se vincula con las ayudas.

Por otro lado, en relación con la actividad, observamos que existen distintas jerarquías y modalidades de remisión a las mismas. En términos generales, se apreció que la actividad laboral posee un estatus superior en relación con el resto de los significantes estudiados. La diferencia sustancial entre trabajo y protecciones también indica un desengarce: en estos territorios sobra el trabajo y escasea el empleo. Además, obtuvimos hallazgos particulares sobre los trabajadores de oficio. El contrapunto de este perfil, en relación con el resto, está marcado por un tipo de remisión particular al acto de trabajar, que se vincula a la tarea específica que realizan: su oficio. En el resto de los casos, los sujetos remiten de manera genérica a la actividad laboral y su actividad particular no se encuentra investida. ¿Cómo legitiman su labor si es intercambiable y contingente? ¿De dónde obtienen el reconocimiento que les permite construirse un lugar social legítimo?

Respecto al abordaje del problema de las distinciones, analizamos la emergencia de fronteras entre los distintos perfiles. La persistencia de un “nosotros” trabajadores en todos los casos, con excepción de los perceptores, da cuenta de cómo la experiencia fragmentaria no obstaculiza procesos de identificación que estén ligados a la identidad laboral. Por otro lado, la oposición vecinos-beneficiarios separa a aquéllos que reciben planes de aquéllos que no. Esto indica una segmentación de los vínculos territoriales que se articula a través de la forma en que la memoria obrera se actualiza en las representaciones de los distintos perfiles sociales.

Asimismo, en las remisiones al “ellos” se evidencia el estatus primario que posee el Estado y la jerarquía menor que asumen los jefes y patrones. La entidad menor de las autoridades laborales clásicas, como parte de un “ellos”, indica modificaciones de las relaciones laborales: muchos de estos trabajadores son changarines,19 trabajadoras domésticas, autónomos precarios y miembros de cooperativas. Por otro lado, en el caso de los perfiles que perciben planes sociales, que tienen como garante y autoridad a distintas instancias estatales, se evidencia un estatus contradictorio de la autoridad estatal, en tanto que garante de derechos y comando del proceso de trabajo. Las distinciones que establecen todos los perfiles en relación con los beneficiarios da cuenta de procesos de etiquetamiento estigmatizantes que se ubican en una posición dominante de aquéllos que no reciben ayudas sobre aquéllos que sí lo hacen. A su vez, señala el estatus precario de dicha identidad, ya que se combina en el caso de quienes reciben planes un “nosotros” beneficiarios, con un “ellos” beneficiarios.

Esta investigación nos permitió aportar a la construcción de una sociología de las distinciones de las fracciones de clase marginalizadas. Entendemos que la pregunta que divide a “marginales” de “integrados” impide captar las diversas maneras en que los sujetos se enfrentan a los procesos de marginalización, así como la variada gama de representaciones sociales que producen. La comparación con un centro relacional, externo al territorio, hace que la mirada sociológica se torne más lejana y menos precisa, además de fundir en gris la amplia gama de colores de los barrios. Esa divisoria achata el polo débil de la relación y reduce nuestras posibilidades de compresión. Por el contrario, partir del supuesto de que forman parte -e indagando desde una mirada internalista- visibilizamos cómo operan las distinciones entre los trabajadores estudiados, y cómo, de manera compleja y diferenciada, la experiencia obrera emerge en sus discursos.

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1 El término posneoliberal refiere a una fase económica, política y social que se abre a partir de la crisis de diciembre de 2001 en Argentina, que tuvo entre sus consecuencias inmediatas la caída del régimen de convertibilidad. Esa crisis, que estuvo marcada por intensos procesos de movilización popular, supuso el debilitamiento de una serie de núcleos de sentido que organizaban las políticas públicas del paradigma neoliberal. La fase abierta a partir de ese momento supuso una reconstrucción del poder infraestructural del Estado, con continuidades y rupturas en relación al periodo previo, lo que abrió un nuevo momento en relación con los núcleos de sentido que organizaban las políticas públicas.

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“Los “empleos típicos”, llamados también los “verdaderos empleos”, han sido con frecuencia asimilados a una modalidad: la relación salarial “fordista” que predominó en los países capitalistas industrializados después de la segunda guerra mundial, con elementos constitutivos específicos.

Se trata de un trabajo asalariado —es decir, subordinado de manera formal o real al capital, dependiente, heterónomo, en relación de dependencia— en el contexto de una economía desarrollada que creció a buen ritmo y de manera regular, centrada en el mercado interno, donde predominó una estructura productiva en la cual el sector industrial tenía predominancia. La mayoría de los obreros y empleados ocupados eran del género masculino y trabajaban a tiempo completo, según la duración de la jornada máxima legal vigente, lo que daba lugar al pago con recargo de las horas extraordinarias, cuando era el caso.

El trabajo en la industria manufacturera se llevaba a cabo normalmente dentro del ámbito físico de un establecimiento urbano, se caracterizaba de manera específica por estar regulado mediante contratos de trabajo por tiempo indeterminado (CDI), contaba con garantías de seguridad, gozaba de la garantía legal de estabilidad y estaba declarado o registrado ante la administración del trabajo y el sistema de seguridad social; los aportes correspondientes otorgaban una protección social que beneficiaba también a la familia del trabajador (Neffa et al., 2010, pp. 6-8).

3La estrategia metodológica supuso una resignificación de la regla del doble condicionamiento que plantea Foucault (2007).

4Para un recorrido acerca de la utilización de estas técnicas en relación con las representaciones mediáticas de los movimientos de trabajadores desocupados, se puede consultar Maneiro, Farías y Santana (2009) y Farías, Nardin y Santana (2013).

5Entendemos la identificación como un proceso contingente, con elementos estables y elementos que mutan (Hall, 2003).

6La noción de sutura remite a aquello propio del mundo de las representaciones que supone la construcción de unidades simbólicas allí donde hay fisuras reales (Ortiz-Osés, 1994).

7En Argentina, las políticas de inserción (Castel, 1997) asumieron una magnitud diferencial hacia mediados de 2002, con el lanzamiento del Plan Jefes y Jefas de Hogar como hito visible de este proceso; después, tuvieron un descenso importante, pero que las ubicaba aún muy por encima de los niveles de la década de 1990. Sin embargo, con el impacto de la crisis de 2009 asumieron una densidad novedosa dentro del espacio de las fracciones marginalizadas, al superar en este territorio a los niveles de los momentos más agudos de la crisis del empleo. Hitos de esta novedad fueron el lanzamiento del Plan de Cooperativas de Ingreso Social con Trabajo “Argentina Trabaja” (agosto de 2009) y de la Asignación Universal por Hijo (noviembre de 2009).

8En este caso se seleccionaron entrevistados que formaran parte del Plan de Cooperativas de Ingreso Social con Trabajo “Argentina Trabaja”. En relación con las características del plan, este “programa, si bien retoma elementos de planes asistenciales anteriores, posee particularidades significativas. Una de ellas, de gran relevancia para sus partícipes, es que si sus precursores suponían un ingreso menor a 50 dólares mensuales —en el contexto de la licuación posdevaluatoria— en éste el monto asciende a poco menos de 300 dólares. Desde su marco normativo, otra de las características destacadas del programa es el fomento del ‘empleo’ como fuente nodal de inclusión social y de las ‘cooperativas’ como la modalidad explícita de organización local. La forma de ejecución supone la conformación de ‘cooperativas’ de por lo menos 60 personas que trabajan en distintos proyectos establecidos por los entes ejecutores (gobiernos municipales o provinciales) con el aval del Ministerio de Desarrollo Social” (Maneiro, 2015, p. 153).

9Dichas entrevistas se realizaron en el marco de un trabajo de campo particular del autor y a partir del trabajo colectivo que se llevó a cabo a partir del proyecto de investigación PIP Conicet 2012-2014 “Trabajo, redes territoriales y acción piquetera. El impacto del Plan Argentina Trabaja (PAT) en un movimiento de trabajadores desocupados del Gran Buenos Aires” (Dir. María Maneiro). A su vez, seleccionamos entrevistas hechas en el marco de los seminarios de investigación de la cátedra “Procesos desafiliatorios y movimientos sociales”, Carrera de Sociología, UBA (Maneiro). Los trabajos de campo se elaboraron de manera conjunta entre estudiantes y docentes. Las entrevistas que se seleccionaron cumplen con los criterios de calidad y de riqueza de información que requiere una investigación científica.

10Gran Buenos Aires es la denominación que refiere a un conjunto urbano que incluye a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y 24 partidos de la provincia de Buenos Aires, que integran total o parcialmente esta aglomeración. Los partidos que integran totalmente el aglomerado son Lomas de Zamora, Quilmes, Lanús, General San Martín, Tres de Febrero, Avellaneda, Morón, San Isidro, Malvinas Argentinas, Vicente López, San Miguel, José C. Paz, Hurlingham e Ituzaingó. Los partidos que integran parcialmente el aglomerado son La Matanza, Almirante Brown, Merlo, Moreno, Florencio Varela, Tigre, Berazategui, Esteban Echeverría, San Fernando y Ezeiza.

11En este caso, existen algunas diferencias entre los barrios estudiados. El barrio Las Colinas posee una mayor densidad de circulaciones hacia el centro de Monte Grande y hacia la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El Zaizar y San Agustín, en cambio, están compuestas por poblaciones homogéneas en términos sociales, con mayor densidad de circulaciones barriales. Las salidas del territorio están fuertemente influidas por el tipo de trabajos que realizan.

12Para la caracterización de hogares con NBI, se tomó la definición censal del Instituto de Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC). Esta metodología considera hogares con NBI a aquéllos que presentan algunas de las siguientes características: vivienda con inconvenientes (NBI 1), carencias sanitarias (NBI 2), condiciones de hacinamiento (NBI 3), inasistencia escolar (NBI 4), capacidad de subsistencia (NBI 5). En Esteban Echeverría se produjo una fuerte reducción de la población que habita hogares con NBI entre 2001 y 2010. Según el censo de 2001, ésta ascendía a 20.4%.

13Conocemos las dificultades que poseen las fuentes censales para medir la condición de actividad, sin embargo, esta fuente nos permite observar un nivel de desagregación de los datos a escala municipal, trabajo que no se puede realizar a partir de otras fuentes, por ejemplo, la Encuesta Permanente de Hogares.

14Entendemos desocupación prolongada como aquellas situaciones que superaron los tres meses de búsqueda de empleo, sin contar con una inserción ocupacional.

15Nos referimos con trabajo en blanco a aquéllos que están registrados en la seguridad social, por otro lado, trabajo en negro refiere a aquellos que no están registrados en la seguridad social.

16Tomamos este relevamiento debido a la escasez de datos desagregados a nivel de municipio en las fuentes oficiales del Ministerio de Desarrollo Social. Más allá de la precisión del dato, al estar construido para todas las jurisdicciones, nos permite aproximarnos al lugar que asume el municipio como receptor de esta política. Ver Crecen sin control las cooperativas sociales y abundan las quejas, en La Nación online, 10/03/2013. Recuperado el 16 de agosto de 2013.

17“Guiados por las sugerencias de Giorgio Agamben (2005a, 2005b), proponemos la noción de profanación para asir las tentativas de apropiación por parte de los movimientos de las políticas asistenciales estatales. Consideramos que esta noción tiene la cualidad de dar cuenta de la tensión entre la ‘restitución’ al uso y a la propiedad de los hombres y el estatuto de la génesis ‘sagrada’ inicial que se actualiza en su propia puesta en ejercicio. Dice Agamben (2005b) que “entre ‘usar’ y ‘profanar’ hay una relación particular para argumentar que el ‘uso’ al cual es restituido lo sagrado es un uso especial, que no coincide con el consumo utilitario. En este sentido, la habitual noción de resignificación posee aquí un sentido menos preciso, por ello preferimos, para remitirnos al proceso de ‘uso’ (no sólo utilitario) de las políticas sociales, la noción de profanación” (Maneiro, 2012, p. 162).

18No consideramos que los perfiles construidos posean una homogeneidad interna absoluta, existen numerosas dimensiones donde la experiencia y las redes de sentido de estos sujetos se entrecruzan. Lo interesante es que, a pesar de compartir múltiples entramados relacionales entre sí, se observan distinciones sustantivas con respecto a algunas dimensiones.

19El término changarín es un modismo utilizado en Argentina y Uruguay para referir a aquellos trabajadores que viven de “changas”. La changa es un trabajo ocasional, no registrado en la seguridad social, de baja calificación, con escasa producción de plusvalor y que se suele inscribir en el sistema informal urbano.

Recibido: 26 de Mayo de 2017; Aprobado: 15 de Septiembre de 2017

Ariel Hernán Farías. Argentino. Doctorante en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires (UBA), Mágister en Ciencias Sociales del Trabajo y Licenciado en Sociología también por la UBA. Es profesor adjunto del Instituto de Cultura, Sociedad y Estado en la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Antártida, e Islas del Atlántico Sur. Sus líneas de investigación son: el estudio de las modalidades de construcción de la realidad social, objetiva y subjetiva, de fracciones marginalizadas de la clase trabajadora y los procesos de emergencia de movimientos sociales y sus repertorios de protesta, en la sociedad argentina contemporánea. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Farías, A. (2017). Marginalidad y régimen de acumulación: desigualdades del mundo del trabajo latinoamericano. Nómadas, 50(1), 59-80; y Farías, A. (2016). Las dimensiones del conflicto fueguino. Bordes. 1(1), 199-210.

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