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Culturales

versión On-line ISSN 2448-539Xversión impresa ISSN 1870-1191

Culturales vol.4 no.1 Mexicali ene./jun. 2016

 

Artículos

La construcción social del peligro y el género en los jornaleros agrícolas del poblado Miguel Alemán, México

The social construction of gender in danger and agricultural laborers of the town Miguel Alemán, Mexico

José E. Calvario Parra1* 

* Cátedras Conacyt-El Colegio de Sonora (jcalvario@colson.edu.mx)


Resumen:

El objetivo de la presente investigación es analizar los discursos y prácticas de jornaleros agrícolas de una localidad en Sonora, el poblado Miguel Alemán, en torno a la construcción social del peligro y el género. Por medio de un estudio de corte cualitativo, se analizan y discuten los relatos de los entrevistados respecto a las actividades de trabajo, sus definiciones sobre el peligro y sus prácticas de cuidado. Se advierten diferencias en la división del trabajo entre varones y mujeres, y con ello las prácticas y discursos sobre el peligro. Se conjugan normativas de género y condiciones laborales (deficiencia en la organización, presencia de fauna nociva y exposición a clima extremo) para la construcción social del peligro. Se concluye que existen atisbos de modelos de género que estarían influyendo en la percepción del peligro, ya sea para prevenir o realizar acciones osadas.

Palabras clave: peligro; género; jornaleros agrícolas; masculinidad

Abstract:

The aim of this research is to analyze the discourses and practices of agricultural workers living in the town Miguel Alemán, Sonora, regarding the social construction of gender and danger. Through a qualitative study, it is analyzed and discussed their interviews regarding work activities, their definitions of danger and care practices. There are differences in the division of labor between men and women, and thus the practices and discourse about the danger. Gender norms and working conditions (deficiency in the organization, exposure to vermin and extreme weather) are combined for the social construction of danger. It is concluded that there are glimpses of gender patterns that would influence the perception of danger either to prevent or to make bold action.

Keywords: danger; gender; agricultural laborers; masculinity

Me gustan los peligros, ay;

y juego con la muerte

al fin esa es mi suerte,

y soy con ella fiel.

Fragmento de la canción Aunque me cueste la vida, interpretada por Jorge Negrete

Introducción

En México, según la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), los jornaleros2 agrícolas rebasan los dos millones, y si se considera a los integrantes de sus respectivas familias, ascienden a poco más de nueve millones (2011, p. 8). En Sonora, por su parte, hay aproximadamente 100 000 jornaleros laborando en distintos campos agrícolas del estado.3 Cabe mencionar que la propia Sedesol (2011) reconoce las condiciones de vulnerabilidad en que viven y trabajan. Si bien se han realizado investigaciones que documentan las condiciones de salud de los jornaleros en el norte del país, en ninguna de ellas se abordan las categorías de significado que los agentes construyen para nombrar sus entornos, los cuales son fuente de lesión o daño (Izcara, 2013; Ortega, Castañeda y Sariego, 2007). Bajo esta consideración, en el presente trabajo se avanza en la compresión de las prácticas de cuidado y los discursos de justificación en torno a la idea del peligro; para ello, el eje del género es clave para entender más allá de sus solas condiciones objetivas de vida.

El objetivo de este artículo es analizar los modos en que los trabajadores agrícolas de la costa de Hermosillo que residen en el poblado Miguel Alemán (de ahora en adelante PMA)4 responden colectiva o individualmente a las amenazas consideradas de peligro.

La hipótesis planteada es que los cuidados en el trabajo agrícola entre varones y mujeres no son en automático diferenciales; sin embargo, la organización social basada en el género contribuye para modular dichas prácticas. Y es que el ordenamiento social por género promueve que existan matices específicos entre "hombres" y "mujeres" y, en algunos casos, puede favorecer que se tomen determinadas precauciones, y en otros, puede ocurrir lo contrario.

Cuando los varones son quienes desatienden el peligro, algunos lo hacen con el fin de sintonizarse con una forma de ser "hombre" en la cual prevalece el desdén al cuidado, pero, sobre todo, su comportamiento no se circunscribe únicamente a la esfera individual, sino que puede implicar efectos en terceras personas, como la familia o los propios compañeros de trabajo. Y es que en el trabajo se presentan situaciones que por medio de incentivos sociales reafirman las normas de un tipo de masculinidad que se le podría llamar descuidada. La etiqueta ("masculinidad descuidada") es por necesidad nominativa a razón de la información empírica recopilada. Pero aquí no se trata de llenar de tipologías sobre la masculinidad socavando la complejidad y dinamicidad que supone el concepto, sino que éste se usa, en principio, con un fin descriptivo.

En el proceso de la construcción social del género y, por ende, de las identidades que forman parte de él, no está exento de contradicciones entre la reproducción de un orden social de género y las resistencias ante ello.

La población de estudio fue la residente en el PMA en su carácter de no indígena, es decir, mestizos. Por dicha razón, no se abordó en profundidad las identidades étnicas y su contribución a la construcción social del peligro. No obstante, no se pierde de vista que la conformación del lugar ha sido gracias a los contingentes de trabajadores procedentes de estados del sur de la república (Oaxaca, Guerrero, Veracruz y Chiapas, fundamentalmente). Este trabajo es parte de la investigación doctoral "Género y masculinidad. Juegos de poder y configuración del peligro en el poblado Miguel Alemán, Sonora", para la cual se llevaron a cabo entrevistas a profundidad y semiestructuradas, así como observación participante de jornaleros residentes en dicho poblado. La observación participante aquí referida, consistió en la realización de trabajo agrícola en dos viñedos de la zona conocida como Costa de Hermosillo.5

En términos metodológicos, se trató de determinar la interrelación entre los puntos de vista de distintos agentes: cuadrilleros, taxistas y los propios trabajadores asalariados agrícolas, todos ellos como residentes del PMA.6 Las temáticas se refieren al cuidado, las definiciones sobre el peligro, la división sexual del trabajo y la masculinidad.

Este artículo está dividido en cuatro apartados. En el primero se presenta el marco analítico en que se sustenta la investigación. El segundo apartado es un breve panorama cuantitativo de las lesiones en jornaleros agrícolas que fueron consultados en alguna unidad del sector salud; asimismo, se discuten las definiciones de peligro en el contexto de las dinámicas de autoridad en el trabajo. En el tercero se da cuenta de las prácticas de cuidado en la dinámica laboral tanto de "mujeres" como de varones; aquí la intención es analizar los aspectos sociales que influyen para que en algunos casos se cuiden y en otros no. Y en el último apartado se brinda un conjunto de reflexiones a manera de conclusiones finales.

La construcción social de peligro y el género

La literatura que aborda la cuestión de los daños a la salud en "hombres" y "mujeres" define el término riesgo como la probabilidad de ocurrir el evento que provoca una lesión y que concierne comportamientos individuales (Östlin, 2001; Sabo, 2000; Sen, Asha y Östlin, 2005). En este trabajo se utiliza el término peligro para exponer, en principio, lo que los agentes definen respecto a los factores sociales y medioambientales que provocan algún tipo de daño. En este sentido, se utiliza el término riesgo para ejemplificar la exposición al peligro en el ámbito del trabajo en una zona agrícola de Sonora. Para entender las formas en que ocurre dicho proceso, es importante describir las configuraciones sociales, es decir, el entramado social vinculado por relaciones de poder.

Según Simpson (1996), el peligro (y la seguridad) son intersubjetivos, producto de la socialización, una construcción social, un acuerdo colectivo.7 Los horizontes de sentido en que se mueven los agentes sociales se vinculan con un medio objetivo (objective environment) que proporciona, sobre la percepción del peligro, inconsistencias, ambigüedades (Simpson, 1996). En el contexto de la presente investigación, cómo se define a este, o cómo se actúa frente a lo que se cree qué es o se asocia con el peligro, está vinculado, de alguna manera, con el género, y en especial con la masculinidad. En vista de que para nosotros el género es una forma de práctica social, y que ésta se da en un proceso de socialización por medio de la inculcación de los modelos de conductas y significados para dos categorías ("hombre" y "mujer"), la interiorización de la idea del peligro se relaciona más con la masculinidad que la feminidad.

Bajo esta consideración, se parte de la premisa de que la construcción sociohistórica de la masculinidad occidental haya sido forjada a partir de nociones como fortaleza, valentía, seguridad, potencia o poder, razón y racionalidad (Seidler, 2000).

Si bien existen distintas masculinidades en las sociedades occidentales, es decir, maneras de cómo se conciben y son los "hombres", los ejes comunes tienen que ver con la superioridad de los "hombres" frente a las "mujeres", la cual está cimentada en la idea de la demostración a partir de la valentía y la fuerza. Y es que la relación entre peligro e identidad masculina está expresada en la asunción de riesgos, y con ello, la incertidumbre y la vulnerabilidad se hacen presentes. No significa que las "mujeres" no asuman, y mucho menos que no experimenten incertidumbres y sean vulnerables, sino que las experiencias son distintas y, sobre todo, la idea del peligro, y del riesgo, para la construcción de la identidad social de género, es también distinta.

Siguiendo a Stuar Hall, se considera que existen tres aspectos que se vinculan recíprocamente para generar las representaciones sociales de género y el peligro en las vidas de los jornaleros residentes del PMA. En primer lugar, se encuentra el mundo de los objetos (las personas, la experiencia, los eventos); en segundo, el mundo conceptual, un set de conceptos que clasifica y ordena según principios de similitud y diferencia; y el tercero, lo representan los signos por medio de los cuales comunicamos y presentamos los conceptos (1997, pp. 19 y 61). El sociólogo Robert Connell8 ubica en este último elemento el componente principal en la estructura de la simbolización, es decir, el proceso de comunicación de signos cargados de significados para transmitir ideologías diferenciadoras de género; por ejemplo, las imágenes publicitarias, los gestos corporales, las expresiones lingüísticas (2000, p. 26).

La antropología y algunas corrientes de la sociología han hecho hincapié en la importancia de los significados sociales y culturales que median las relaciones humanas. En el caso de los estudios de género en particular, la propuesta pionera de Joan Scott (1996) llama la atención sobre el universo simbólico para entender la lógica del género.9 Lo simbólico, o mejor dicho, el entramado de significados, permite que se re-elaboren colectivamente las representaciones de lo que es un varón o mujer. La construcción de las imágenes por medio del discurso se constituye en sistemas de representaciones colectivas; es así como se consolidan modelos que inspiran las conductas. Dichos modelos son estructuras normativas sostenidas por entramados o redes de significados sobre los géneros.

De cara a la presente investigación, la estructura simbólica está representada por las relaciones de significación que se establecen con objetos convertidos en signos o marcas para distinguir a varones y mujeres con base en un conjunto de ideas respecto a cómo se deben conducir. También se refiere a la manera en que se espera se deban entender los comportamientos llevados a cabo por los individuos basados en dicha distinción. Las apreciaciones operan en la lógica de una estructura de prestigio en el género, como dicen Ortner y Whitehead:

[...] pensamos que la construcción cultural del sexo y del género tiende en todas partes a establecerse de acuerdo con las consideraciones en torno al prestigio que hacen los actores masculinos socialmente dominantes. En efecto, el modo en que el prestigio es asignado, regulado y expresado constituye la lente a través de la cual se perciben culturalmente los sexos y sus relaciones sociales. (1996, p. 150).

La noción de prestigio ayuda a develar las tensiones en los varones respecto a las disputas simbólicas por agravios al honor masculino. Con ello, existe también un proceso de interiorización de modelos masculinos, los cuales, según nuestra tesis, se vinculan con el peligro en determinadas situaciones sociales.

Para examinar el vínculo género-masculinidad y peligro es imprescindible concebir las relaciones de poder y entender cómo intervienen los varones en las situaciones que se consideran peligrosas. Las dos dimensiones que desarrolla Scott (1996), el poder y las relaciones sociales, permiten analizar lo que acontece a los jornaleros en nuestro escenario de estudio. Y es que los conflictos, las tensiones sociales, en ocasiones son vistas como de peligro, y éste se encuentra marcado por el género, y por ende, el poder. Además, determinados usos de las herramientas y la presencia de animales pueden ser concebidos parte del peligro; en tanto que las prácticas que giran en torno a dichas situaciones, se consideran de riesgo. Así, la generación de un daño agudo está latente.10

Las expectativas sociales sobre los varones del PMA no escapan del esquema masculino occidental, en el cual se mantiene la idea de que el control de la situación recae en ellos, sobre todo por medio de la razón -y con ello el dominio de los sentimientos- (Seidler, 2000). Enfrentar los desafíos, los peligros que pueden llevar a una situación crítica, como los asaltos, por ejemplo, es, por definición, un asunto masculino; se espera que sean los varones quienes proporcionen seguridad.

La definición social del peligro y los daños en el trabajo agrícola

En una revisión y análisis sobre los estudios de salud laboral y el género a nivel mundial, autores de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) dan cuenta de lo heterogéneo de las formas en que se exponen a distintos factores de riesgo entre "hombres" y "mujeres", principalmente porque las dinámicas de las desigualdades en salud ocupacional en parte dependen de las condiciones materiales de vida en países de bajos y altos ingresos. No obstante, concluyen que existen dos posibilidades respecto a las desigualdades de salud laboral: [...] Las mujeres y los hombres se enfrentan con diferentes riesgos debido a la división del trabajo por razón de género o bien están expuestos a los mismos riesgos en diferente manera (Östlin, 2001, p. 23).

El proceso de trabajo, y en especial la organización de las faenas según criterios de diferenciación entre las categorías "hombre" y "mujer", junto con los significados culturales que subyacen a dichas definiciones, provocan o acarrean distintos ritmos, tensiones y factores de daños. En la Encuentra Nacional de Jornaleros (ENJO-2009) en México, se registraron situaciones que se consideran fuente de lesión para los jornaleros del país, por ello se afirma que hay escenarios que "comprometen su integridad física, principalmente: exposición a temperaturas extremas y lluvias (83%); permanecer agachado o de pie por largos periodos (81.8%); cargar cosas pesadas (68.1%), y exponerse a agroquímicos (54.8%)" (Sedesol, 2011, p. 50). Asimismo, según la enjo-2009, las enfermedades y molestias más comúnmente reportados entre los jornaleros en México fueron: dolores musculares crónicos (35.8%), fatiga (28%), problemas respiratorios (26.8%) y gastrointestinales (21.7%) (Sedesol, 2011, p. 47).

A continuación, se exponen de manera breve los principales motivos de atención concernientes a accidentes de trabajo por parte del personal médico de Urgencias en el Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS) y en el Centro de Salud del PMA. En entrevistas realizadas a los médicos, señalaron que los motivos de accidentes de los jornaleros son las heridas de mano, como cortaduras de dedos, lumbalgias (dolor de columna) por cargar pesado, objetos extraños en los oculares -para el caso de los trabajadores de granjas y barcos-, picaduras por animal y las caídas (esguinces). En menor grado hay atenciones, según el médico del turno matutino, a jornaleros por las intoxicaciones por agroquímicos.

Respecto a la atención de accidentes de trabajo en el Centro de Salud, los médicos encargados de urgencias señalaron que los casos que mayor atienden en temporada alta de la cosecha de vid son las deshidrataciones o golpe de calor, y las cortadas. La experiencia de los médicos del IMSS y del Centro de Salud coincide con la literatura respecto a los accidentes de trabajo en las faenas agrícolas en México (Seefoó, 2005; Vanackere, 1988, p. 262).

En cuanto a las causas de estos accidentes, en primer lugar se adjudican a la utilización de equipo para protegerse. Al respecto, un médico dice:

El trabajador es muy noble; va, y si le dicen que tiene que hacer su trabajo, saca la chamba, y si hay un peligro, lo asume; pocas veces se quejan de que no tenían equipo de protección; es más, a veces no están enterados de cuál es el equipo adecuado que tienen que utilizar; también es por ignorancia o porque lo que quieren es sacar su chamba.

En el contexto regional, al utilizar el término "noble" para caracterizar a personas, se quiere dar entender que hay rasgos de bondad y, en cierta forma, docilidad; en otras palabras: se resalta la idea de que la persona aludida tiene buenos sentimientos en el sentido de que no es problemática. Detrás de esta caracterización se esconde una visión paternalista por parte del médico; la carga semántica adjunta a la palabra "noble" es, en cierto modo, una alusión al carácter infantil (como sinónimo de inocencia, buena fe) de los jornaleros. En el discurso del médico, se conjuga la referencia sobre la "nobleza" del trabajador con la ignorancia y la necesidad de realizar las actividades "tope a lo que tope". La línea causal para explicar la construcción social del peligro en el centro laboral se traza sobre una especie de agencia pasiva; ser noble implica no protestar ante la desprotección, y se asumen las amenazas circundantes sin reparar en nada.

Por otro lado, respecto a las diferencias de los daños a la salud entre "hombre" y "mujer", según personal médico del IMSS, se ciñen a que las trabajadoras son más cuidadosas respecto a los varones, y son las deshidrataciones las que más padecen. Esta apreciación es similar a la que expresan los trabajadores, como se expondrá más adelante.

Como se documentó anteriormente (Calvario, 2003), el total de accidentes registrados en los trabajadores agrícolas eventuales y de planta durante los años 2000 y 2001 fue de 99; de ellos, 78% correspondió a varones, con un promedio de 33 años de edad. El valor mayor (de edad) fue el de un "hombre" de 83 años, con residencia en el campo Santa Aurelia, a quien una caída le provocó un traumatismo en la rodilla.

Fuente: Elaboración propia con información de casos de accidentes de trabajo proporcionados por el área de archivo del IMSS-PMA.

Cuadro 1. Lesiones de trabajadores afiliadas al IMSS, 2000-2001 

El peligro desde el surco

En vista de que 80.6% de los jornaleros en México utilizan herramientas con filo (machetes, navajas, etcétera) para realizar actividades como pizca, cosecha y corte (90%); fumigación (38.1%) y carga (25.8%), (Sedesol, 2011p. 50), las definiciones del peligro que expresaron los informantes se refieren a objetos y situaciones concretas, más que a la concepción abstracta del término. Las herramientas como tijeras, azadones, machetes o navajas, animales venenosos, sustancias químicas y las situaciones relacionadas con el transporte de los trabajadores, son referentes objetivos que, junto con las prácticas laborales, provocan distintas lesiones que tienen que ver con el trabajo agrícola.11

Bajo esta consideración, hubo una consistencia en torno a la asociación inmediata entre el peligro y los accidentes de transporte durante el trayecto de los jornaleros al trabajo. Para algunos de los entrevistados, su definición alude en primer lugar y de modo automático, a la presencia de accidentes carreteros cuando regresan o se dirigen al centro laboral. En segundo término, los animales venenosos, el uso de sustancias tóxicas y de herramientas, y las personas, son visualizados como parte de las amenazas cotidianas. Curiosamente, las temperaturas extremas no fueron referidas de manera inmediata por los informantes, a diferencia de los anteriores factores de amenaza; a pesar de esta minimización, los efectos por la exposición no es menor, pues provoca deshidrataciones, que sí son identificadas como daños a la salud de los trabajadores.

En el contexto sociocultural que comparten los jornaleros, y en el nivel discursivo, se expresan tres rasgos que se le atribuyen al peligro: graduación-magnitud, transitividad y, sobre todo, incertidumbre. En cuanto al primero, es común que los informantes aludan a hechos u objetos que consideran "muy peligrosos" o "lo más peligroso". Lo que describen como peligro engloba a las actividades laborales, las herramientas, los animales, los asaltos, y hasta las sustancias tóxicas de la agricultura. En el caso de las "mujeres", los fraseos respecto a las magnitudes se intensifican. Por ejemplo, Elsa,12 de 31 años de edad, advertía a su compañero de trabajo que sacara las tijeras de la bolsa trasera de su pantalón porque podría contar a alguien; las tijeras "son muy peligrosas": y finaliza recalcando que son "bien peligrosas":

E: Y los hombres no, los hombres se meten las herramientas aquí, les vale, y van ahí corriendo, y a las mujeres es a las que le pasan los accidentes. Como la otra vez, por cierto el sábado, llevaba un señor aquí las tijeras, miré al señor y le dije: "Va picar a alguien con esas tijeras" de ahí del pantalón, ahí las traía... [Es] persona mayor. Don Parra, le dije: "Quítese esas tijeras porque se va picar usted, o si no, va picar a alguien". Se subió al carro, y yo no me había subido, y se las miré. "Sí, es cierto", dijo otra señora, "sáquese las tijeras de ahí".

-¿Le dijo otra mujer?

E: Otra persona, que se sacara las tijeras de ahí porque son muy peligrosas; como las tijeras tienen una punta y son cuchillas así, son redondas de aquí las cuchillas, son bien peligrosas.

Los informantes graduaban la intensidad del peligro con adverbios como "muy" o "bien". Y como nos recuerda Bertaux (1997), los relatos son situados y obedecen a una lógica social específica. En el anterior relato se hace referencia a un contexto microsocial del trabajo agrícola en que la premura por retirarse del trabajo, el cese de una jornada fatigosa, la conglomeración alrededor del vehículo de transporte, hacen posible que prácticas sociales se consideren como muy o bien peligrosas.

Para Eligio,13 al momento del trabajo agrícola, las cosas más peligrosas son las sustancias químicas y las herramientas. Asociado con los objetos, hay actividades agrícolas que los consideran de más peligro. La parra de la vid, cuando es podada y anillada, es considerada una de ellas, en especial por el uso de las tijeras y navaja.14 Es necesario advertir que, en este caso, la observación es realizada por una mujer; para ella, hay varones que les "vale". Si bien Reinaldo15 señala la misma recomendación a sus compañeros, también admite que son los "hombres" quienes son frecuentemente más descuidados.

En este contexto, graduar los peligros significa otorgar diversas posibilidades de ocurrencia no en términos de estadísticas, sino de las relaciones sociales en juego. Al desencadenar un daño, el peligro está mediado por el manejo de las herramientas o la detección de fauna nociva, por ejemplo. Así, decir que hay mucho, poco o nada de peligro se refiere al cálculo de posibilidades de daño, pero en términos de la relación entre los jornaleros.

Para Sigfredo,16 andar en las alturas, en los árboles de nogal pepenando sus frutos, visualiza el peligro, y señala:

[...] de hecho ahí hay mucho peligro de que me caiga de arriba de unos quince metros; ahí sí hay mucho peligro de que me pueda quebrar un brazo, un pie, o incluso quedar lesionado, porque me subo hasta arriba de los árboles pa' tumbarlas con la vara. Sí hay mucho peligro de que me pueda caer de arriba y quebrarme un brazo.

Sigfredo enfatiza que "hay" peligro, lo ubica en un espacio, para él se puede localizar: el lugar donde bajan la nuez (pepenando). Para él "hay mucho", es decir, está graduado, pues así como hay mucho, puede existir poco o nada.

De esta forma, existe una magnitud en la que se intenta reflejar un parámetro respecto a la capacidad del posible daño. En el proceso de la construcción social del peligro se expresa discursivamente la capacidad de multiplicar los eventos: si hay mucho, entonces el daño es mayor.

Por otro lado, el peligro tiene el carácter de ser transitivo, se presenta de manera paulatina. La frase que condensa este rasgo es cuando Sigfredo expresa que "corre peligro" al podar la planta de la vid. No sólo alude a una actividad específica, sino a una estructura situacional en la que se transita para que, tarde o temprano, se corte un dedo, por ejemplo.

En una situación social en la que el daño aún no se asoma pero existe la promesa de que ocurra, se transita por momentos que se encadenan para presentar un estado de en vilo, suspenso. Al respecto, Felizardo dice que "estamos peligrando" al subirse en transporte. Este rasgo del peligro que los informantes refieren está supeditado al contexto microsocial. La movilización de los factores sociales, la dinámica microsocial, puede detonar en una cadena causal que dé como resultado la materialización del peligro, es decir, de los daños.17 Se le huele, metafóricamente hablando, desde que salen de sus casas; se transita por varios momentos en los cuales se va configurando el peligro ya sea de accidente carretero, en el surco, o resultado de un asalto.

La contingencia que se le adjudica al peligro, es decir, el grado de incertidumbre de algún evento, por ejemplo, los viajes hacia el trabajo, son visualizados como un escenario que tiene un alto grado de descontrol: "¡Gracias a Dios nunca nos ha pasado nada!", dicen algunos. Margarita18 y Sandra,19 en particular, evocan a la figura religiosa para, incluso, señalar que los cuidados es sólo encomendarse a Dios para que no les pase nada: "[...] y digo yo, Dios mío, que nos cuide". Del mundo de los objetos, verbigracia, las herramientas, y de los daños, se pasa al mundo de los escenarios, de los eventos.

Desposeer la certidumbre, o mejor dicho, sentirse vulnerables ante algún accidente carretero, suele estar presente en los relatos. Los eventos causantes de daños cobran un sentido de incontrolabilidad al conjugarse con los factores sociales. Para los mandos medios, como los cuadrilleros, es necesario controlar a la cuadrilla porque, en caso contrario, se está en peligro de algún daño personal. Eligio, por ejemplo, evita dormirse en el traslado al centro de trabajo porque es mejor estar alerta ante una eventualidad, y a diferencia de muchos de sus compañero/as que "dormitean" (dormir un breve lapso) durante el camino, prefiere estar en estado de vigilia, sabedor de la imprevisibilidad de los accidentes y, sobre todo, de los ocurridos con anterioridad, que han tenido desenlaces trágicos.

La elaboración colectiva de la idea del peligro y, en consecuencia, las prácticas que se desarrollan en respuesta o ausencia de las amenazas, se ciñen a la relación con el daño. Cuando Ezequiel, taxista y jornalero,20 exponía lo que para él es el peligro, la inseparable conexión entre el daño y la amenaza se reflejaba en su dicho de que "el accidente es compañero del peligro". Es, por definición, causante de lesiones y sustos que son experimentados por los trabajadores de diversas maneras.

La argumentación de don Reyes21 está en el mismo tenor: la materialización del peligro son los daños y, por ende, la existencia de lesiones o de un desenlace fatal está concebida en un contexto calificado ya como peligroso porque, de otra forma, no hubiesen ocurrido tales consecuencias.

Las propiedades del peligro (graduación, transitividad e incertidumbre) se expresan discursivamente, pero sustentadas en la experiencia de los jornaleros, y, en especial, se simboliza en las prácticas. Las explicaciones al nivel de los agentes sobre la ocurrencia de lesiones y accidentes, es decir, las líneas causales que se establecen, van desde la fatalidad por motivos incontrolables de carácter religioso, hasta la noción de que casi todos los accidentes son humanos; aparecen por un descuido; "no es culpa de la máquina, no es problema mecánico", señala Eligio cuando recordaba una lesión en un tractor; "nos arremangó", señalaba.

Tanto la graduación-magnitud, la transitividad como la incertidumbre se articulan en el proceso de la construcción social del peligro mediante la simbolización de los objetos; además, la forma en que se despliegan las prácticas sociales que sustentan el discurso social en los jornaleros, tiene que ver con la ubicación de ellos en las coordenadas del género.

Con base en la experiencia en los surcos de los campos de la Costa de Hermosillo, Eligio advierte que "una mujer nunca tira a arriesgarse, la mujer está más consciente... los hombres ¡sepa! No lo toman en cuenta tanto". No obstante, conforme fluye su discurso, emerge una causa para entender dicha diferencia. Al igual que Felizardo,22 las diferencias las atribuyen al conocimiento sobre las faenas agrícolas. En la lógica de Eligio, algunas son precavidas porque no saben bien del trabajo y no se arriesgan con actos imprudenciales, en cambio, los varones creen que sí y sobreestiman los peligros.23 Será que se cuidan más porque son más miedosas, sentencia Damián.24

Prácticas de cuidado en el trabajo

Las prácticas de cuidado realizadas por trabajadores suele centrarse en la protección de las manos cuando se trata de actividades que implican manejo de herramientas punzocortantes como los cortes de vid, calabaza, pepino y sandía, anillada y poda de la vid. En la observación participante realizada en el campo agrícola X,25 en plena fase de corte de vid, se registró una serie de prácticas laborales que desatendieron las amenazas ambientales y organizacionales. Por ejemplo, los trabajadores no usaban fundas en las tijeras ni otra clase de medidas para evitar una eventual caída o mordida de alguna serpiente. Cuando el cuadrillero dio las instrucciones a los trabajadores, omitió comentar aspectos preventivos de las labores a realizar: dónde estaba el agua y los baños, alguna advertencia sobre la presencia de animales venenosos, y, mucho menos, una manera específica de cortar para evitar una lesión.26 Al respecto, Garduño (2007) señala:

En procesos de trabajo que claramente implican peligro, aparecen prácticas insólitas como juegos peligrosos o hacer creer a algunos que hay nuevas reglas de seguridad, para después hacer mofa de ellos. Estas actitudes se reflejan también en relaciones agresivas entre los compañeros.

En sí mismo, trabajar en las condiciones del campo ya es una atención y amenaza para la integridad; detenerse en ponerle fundas a las tijeras parecen ser nimiedades que no están dispuestos a tomar en cuenta; la constitución física per se deber ser de aguante, tanto de varones como mujeres.

Cuando se realizó la observación participante se registró que por unos minutos un grupo de alrededor de cinco personas se formó de manera espontánea ante la demora de las charolas27, y ninguna llevaba paños en la cabeza, sólo cachuchas. La temperatura rebasaba los 40 ºC. Más allá de la tensión laboral que provoca la desorganización laboral, la prioridad es ganar la más poniendo en segundo plano la salud propia.

Respecto a las condiciones ambientales extremosas, en las personas observadas nadie parecía llevar suero o algo parecido para un eventual signo de deshidratación. Por medio de un trabajador se supo que, un día antes a la observación participante, se había cortado una trabajadora joven mientras realizaba el corte de uva. Fuera de ese caso, no se registraron más incidentes; lamentablemente, no dio detalles.

A pesar de la temperatura extrema,28 no se registró la utilización de sueros orales en el escenario laboral para los síntomas de deshidratación.29 Es posible que algunos trabajadores llevaran sobres para la preparación de sueros orales entre sus pertenencias (mochilas, morrales o bolsas) y, por lo tanto, no fuesen visibles; sin embargo, no se observó la preparación de alguno, y por medio de las entrevistas se supo que, en general, no es del agrado de los trabajadores.

Según nuestros informantes, a las "mujeres" les ocurren en mayor proporción los accidentes en el trabajo. Paradójicamente, existe la idea de que ellas son más cuidadosas, pero sufren más lesiones, aunque se traduce en una penalización menor cuando son supervisadas por los cuadrilleros. En cambio, si el fallo es realizado por un varón, la carga y presión social aumenta al considerarlo tonto, o, en términos nativos, "torta". Por ser un "hombre" que se corta cuando se está cosechando la vid, o se cae tras una faena considerada como "de poco peligro", ocasiona burlas colectivas porque se resalta más los errores que las lesiones visibles.

Para el caso de las lesiones por cortaduras, Elsa señala que a "los hombres les vale y a las mujeres es a las que le pasan los accidentes". Felizardo explica que las "mujeres" tienen más accidentes debido a la falta de experiencia porque, de hecho, ellas "son más inteligentes que los hombres". Gisela30 refuerza la apreciación de Felizardo para explicar por qué las "mujeres" son más cuidadosas que los varones; irónica, ríe mientras explica que ellas son más inteligentes porque ponen más atención a las instrucciones de los mandos superiores y, además, perciben de mejor manera el entorno, están más al pendiente y, por ende, son más cuidadosas. Según Jesús,31 son los varones quienes más se cortan en la poda o cosecha "por la rapidez o el nerviosismo de la velocidad que llevan o del apuro que traen".

En la segunda incursión etnográfica que se realizó en un campo agrícola para trabajar como jornalero, se registró que es importante para la ejecución de las actividades la rapidez y el aguante en los trabajadores. La actividad que se llevó a cabo fue la tolva, la cual consistió en cosechar la uva industrial para la elaboración de vino de mesa. Las lesiones se expresaron en la caída de una "mujer" desde el llamado burro (estructura metálica a manera de escalera para depositar los racimos que son transportados a las tolvas en cubetas). Aparentemente, el motivo principal fue que a ella le afligía una enfermedad, y se combinó con las condiciones adversas de esta labor.

El enigma: las "mujeres" que se cubren y las que no se cuidan

Mientras insistía en ofrecer más refresco en una de esas tardes calurosas del verano sonorense, Maren32 señalaba las distintas circunstancias, fuera del ámbito laboral, en las cuales las "mujeres" no cuidan su salud. Sentados en el porche33 de su casa, con un pizca de ironía, describía las razones por las cuales algunas de sus vecinas se quedan viendo las telenovelas en lugar de ir al médico. Maren advertía que las "mujeres" de su localidad son precavidas en el trabajo, situación contraria de los varones, pero relegan el cuidado de su cuerpo para mejor momento (verbigracia, revisión de mamas y Papanicolaou). Las jornaleras (y habría que agregar los jornaleros) evitan acudir al médico por no faltar a sus centros de trabajo; en su caso, se aguanta el dolor de muela hasta el día de descanso.34 Fue sorprendente la manera en que advertía la contradicción de cuidarse en el surco (cuando esto es posible), y no hacerlo debido a factores como la vergüenza-negación del marido (en el caso del monitoreo del Papanicolaou), el trabajo doméstico y de crianza.

Para entender la importancia del cuerpo en la práctica social, a propósito de la dominación masculina, vale la pena recordar a Pierre Bourdieu cuando dice: "[...] La probabilidad de sentirse incómodo en el cuerpo de uno, el malestar, la timidez o la vergüenza son tanto más fuertes en la medida en que es mayor la proporción entre el cuerpo socialmente exigido y la relación práctica con el cuerpo que imponen las miradas y las reacciones de los demás". (2000, p. 86).

La cita de Bourdieu complejiza el problema del cuidado porque introduce la construcción social del cuerpo y, en especial, el femenino. Uno de los motivos señalados por Maren respecto a que las "mujeres" eviten el Papanicolaou, es la negativa del marido. El peso de la mirada de los demás, y en particular del control masculino, no es menor. La práctica de ir al médico, y la revisión, implica que su cuerpo sea explorado.

Nuestra informante señalaba la paradoja de la precaución femenina en el trabajo y la desatención respecto al cuidado de sus cuerpos. Aunque es claro que el cuidado de sí en el surco implica el cuidado corporal; señala que las "mujeres" no tienen la misma atención, y con ello, intenta distinguir entre el cuidado mundano (en el trabajo) y el cuidado del cuerpo en sí: la vagina y los pechos; para ella representan las partes definitorias de la identidad femenina y, curiosamente, y ante determinados factores, no les prestan atención como debieran.

Las entrevistadas refieren que sólo se atienden en el surco ante graves situaciones de malestar (lesión, enfermedad u otro tipo de daño). No obstante, hay distinciones; por ejemplo, Maren cita a una antigua compañera, y a ella misma, para el caso de padecimientos que no son directamente originados por el trabajo, tales como las enfermedades relacionadas con alta presión arterial, y comenta que se agravan si no se acude al control médico. Para ello, ellas recurren al Centro de Salud o al imss de la localidad. Fuera de los casos críticos, los cuidados son menores, según doña Maren y su amiga.

La entrevistada describe a su compañera de trabajo (doña Lupe) -y a ella misma- como una persona que es "muy atrabancada", es decir, no la piensan mucho para hacer las cosas; por ejemplo, mover ella sola la estructura metálica que funge como escalera (llamado burro) para depositar los racimos de vid en los contenedores llamados tolvas. La función de doña Lupe es contabilizar y supervisar la limpieza de los racimos de vid; para ello, se ubica arriba, en el burro, para cerciorarse de la calidad del corte. Doña Maren menciona que "la Lupe" no sale del seguro, indicando con esto que es una persona que se atiende ante los padecimientos, pero no es prioridad laboral el cuidado de sí.

En el tenor de los cuidados, cuando Ezequiel se refiere a las diferencias en la distribución de actividades laborales, distingue aquellas que por sus características les corresponden a los varones en términos de fuerza y resistencia. Y es que si bien algunas tareas laborales son catalogadas como peligrosas, al considerar la posibilidad de que sean realizadas por "mujeres", el grado de letalidad aumenta o, en su defecto, asumen el estatus de "peligrosas". En este sentido, a nuestro informante lo interrogué respecto a la posibilidad de que las mujeres pudieran emplearse en la instalación de tutores (barrotes de madera), los cuales son utilizados para sostener las plantas de vid, y sin vacilar contestó: "Es peligroso para las mujeres [...]" y, por lo tanto, en la lógica argumental de Ezequiel, concluye que "no lo pueden hacer".

De esta forma, podemos ver que la construcción social del peligro está revestida por los significados de género. Las labores de la vid consideradas fáciles, como el raleo, la mojada, el amarre y el despunte,35 o los tipos de empaques de chile, calabaza, pepino y sandía, son preferentemente realizadas por "mujeres". Las prácticas de cuidado van desde cubrirse el rostro hasta usar guantes, en particular en los empaques, a excepción de la vid. Las "protecciones" que se otorgan a las féminas pueden ser de distinta índole: por una parte, la asignación diferencial de tareas, y las preferencias para que estén expuestas a sustancias químicas consideradas dañinas. Al respecto, Jesús comenta:

Yo supongo que, por precaución, han de haber mandado a las mujeres a un lugar donde no hubiera ese líquido, porque ellas son más frágiles a los olores: ¡ay, que huele mucho! Y pues nosotros sí los soportamos, algunos olores, no todos; entonces yo diría que por ser hombres, preferirían el peso atrás y los olores, y las mujeres, pues a un lugar donde trabajen a gusto ellas y no anden con dolores en la espalda y oliendo.

Se identifican formas diferenciales de encarar o exponerse a situaciones consideradas peligrosas. En términos de las prácticas sociales, las acciones articuladas en la manera de realizar las prevenciones se tildan de "exageradas". Damián comenta el hecho de que las mujeres sean más cuidadosas debido a la condición de ser "más miedosas". En este sentido, el miedo es un termómetro social para indicar el nivel de valentía.

Una mujer de 62 años de edad y recientemente retirada de las labores agrícolas (madre de una de las informantes de esta investigación), menciona que el mejor modo de cuidarse de una mordedura de serpiente es evitar molestarla. Opinión distinta es la de un varón de 20 años: para él, cuando se percata de la presencia de una serpiente en los surcos, intenta matarla sin la menor duda. Lo que para una es preventivo, no hacer nada, para el otro es un acto riesgoso, y viceversa. Encarar la amenaza para esfumar la posibilidad de ser mordido, justamente representa la posibilidad de daño, puesto que tras cometer un error pende en el aire la consumación del mordisco. Jesús, joven jornalero, halla peligroso no hacer nada, puesto que el objeto-peligro, la víbora, seguirá enroscada con la potencial amenaza de morder a alguien.

Para los jornaleros hay una prioridad antes que el cuidado: se trata del trabajo, pues de la actividad remunerada depende la subsistencia. No obstante en el caso de las mujeres se dice que lo hacen en pos de la tranquilidad y bienestar del grupo, en los varones el discurso está dirigido sobre la proveeduría exclusivamente, a arrimar el dinero, en tanto que a las mujeres corresponde atenderlos en toda la extensión de la palabra.

Las prácticas de cuidado en los varones

Los varones participan en actividades consideradas pesadas como la poda, la anillada y el corte de vid, entre otras. Como se ha venido señalando, para los informantes los procesos de cuidado y atención ante las lesiones quitan tiempo para ganar lo suficiente. En el caso de las "mujeres", la referencia a las tensiones laborales y el estrés no desanima la instrumentación de prácticas de cuidado, salvo cuando se necesita una posición de autoridad.

En relación con las prácticas de atención ante una lesión, Jesús narra la forma de laborar en la tolva y cómo se atendió de manera inmediata ante la cortada de un dedo:

La tolva eso es de andar cortando sin ver, porque si están viendo en dónde cortas, no te va a rendir; se hace un cortadero a lo rápido, como puedas y con la cubeta aquí abajo, cayendo todos los racimos, tanto que vas metiendo la mano pa' tumbar los racimos y agarrar los palitos pues para trozarle; te mochas un dedo, no te lo mochas, pero te lo agarras, y qué hace uno. Para cuando a mí me tocó, ¿qué hice? Corté el racimo, lo puse aquí en mi mano, lo exprimí, y con el mismo sabor que tiene la uva, me cortó la sangre y entonces me quedó así la cortadita, pero así le seguí, mocha también la mano, pero le seguí.

No es casual que ante las lesiones, los varones refieran, como una forma de aguantar y de enfatizar su valor, continuar con la labor. La idea de aguantarse se expresa también en las "mujeres" cuando dicen que ante los "hombres huevones" (flojos), ellas tienen que aguantar enfermedades: "Aunque estemos tirando la toalla, así vamos a trabajar". Para el caso de los varones, la resistencia es el baluarte social; la existencia de lesiones en las cuales la sangre fluye, se convierte simbólicamente en un referente, que si bien de manera explícita no es tomado como prueba viril, en los intersticios del discurso resalta la noción de aguante: "mocha la mano, pero le seguí", enfatiza Jesús.

Ante los intensos dolores que le hacían llorar, y después de realizar trayectorias terapéuticas alopáticas, Felizardo encuentra la sanación con una jornalera curandera mientras trabajaba en el surco. La capacidad de trabajar con los dolores de cabeza que le aquejaban le permitió laborar durante un año hasta que, gracias a los ritos sanatorios realizados por la mujer, en el surco, encontró la cura a su padecimiento:

[...] me dolió mucho al lado izquierdo de la muela y se me pasaba al cerebro, y del cerebro se me pasaba a la frente, y me pegó un dolor que no me dejaba día y noche, y duré un año. Yo no hallaba qué hacer con el dolor; tomaba alcohol, yo pensaba que a lo mejor era un tumor y no, no me quitaba nada el dolor; me daban pastillas y llegaba de la chamba y me iba al doctor, me ponía inyecciones de penicilina pa'l dolor y me salía de la cama, no me dejaba el dolor, hasta que me fui a trabajar a un campo que se llama Santa María, y me tocó una señora que trabajábamos juntos cortando en el chile; sabía que yo estaba malo, me dijo: "Tú estás malo, tienes una enfermedad grave, estás malo, tráeme -me dijo- un huevo de gallina de rancho y unas hojitas de albahaca y ruda, yo te voy a curar -me dijo-; y así fue. Yo le llevé en la mañana que me fui a trabajar, y allá en el trabajo me curó, me curó como ocho veces, y de ahí pa'cá se me quitó el mal.

Ante el dolor, la trayectoria terapéutica consistió primero en la medicina moderna por la relación causal muela-infección y dolor. Al continuar sin efecto las inyecciones y pastillas, y con un toque de suerte, apareció la figura femenina de la sanadora. Este pasaje de la vida de nuestro informante se relaciona con la experiencia de la enfermedad en el surco. Implica una noción de cuidado respecto a las prácticas de sanación.

La autoridad emanada de supervisoras o cuadrilleras suele ser complaciente ante las lesiones de los demás; no obstante, existen casos en que algunas de ellas asumen posturas autoritarias y de desdén ante las lesiones de trabajadores.

En los procesos del trabajo agrícola, las jerarquías laborales como sistemas de poder pueden llegar a influir decididamente en la intensificación del daño y sus efectos. En el siguiente relato se muestra cómo ante la presencia de una lesión, la exigencia social de aguantarse fue traducido por la supervisora con la frase "ya te chingaste":

Andaba podando y un vecino ahí de línea, de la segunda línea, se cortó, jaló una línea y se encajó la tijera [...] esa vez no dijo nada, así anduvo podando, y después llegó otra vez la supervisora y él le dijo: "Oye, me corté mira", y dicen que le dijo la supervisora: "Pues ya te chingaste", y pues el bato se agüitó, pues, y siguió trabajando, pero más despacio. Pienso que le dolía. Yo terminé mi línea y salí para afuera (sic) a tomar agua para ir a agarrar otra línea y me encontré al muchacho, era un señor muchacho y me enseñó. ¿Qué, se cortó?, le dije yo. "Sí, mira", me dijo, y ya traía la sangre ya cuajada así, traía un guante, se hizo en guante para abajo y traía toda la sangre cuajada, la ponía en la llave y no se iba la sangre, porque ya estaba cuajada ahí pues, y el señor se exprimía todavía y con los guantes sucios y le digo: Oiga no se exprima, se le va a salir toda la sangre, mejor póngase ahí algo limpio pa' que se tape la sangre pues, y un ratito se lo quita y le presiona para que salga la sangre ya molida pues. Y no sí, y ya lo miró una cuadrillera que andaba ahí y le dijo que si qué tenía, que si se había cortado y sí, le dijo, "Espérate", le dijo, "ya no trabajes", le dijo, "ahorita le vamos a hablar... al contratista para que te lleven a curar", le dijo. A veces sí pasa, tanto cuadrilleras como cuadrilleros, que son más bruscos con los trabajadores, como en el caso de esa supervisora.

Las menciones de las cuadrilleras entrevistadas sobre sus atenciones a las molestias de los peones están relacionadas con acciones paliativas como ofrecerles unas pastillas y/o ser condescendientes ante la expresión de un dolor. En sentido estricto, por parte de los dueños, en los campos no se cuenta con la infraestructura de atención a las lesiones, molestias menores o cualquier clase de padecimiento. Por consiguiente, las acciones de atención corren por cuenta de los mismos cuadrilleros.

Si bien tanto varones como "mujeres" se abstienen de laborar cuando se presenta algún dolor agudo o toman alguna clase de cautela ante animales venenosos, la distinción principal es la carga valorativa adscrita al orden de género. Por ello, puede variar la normalización de las amenazas. Mientras que las trabajadoras entrevistadas aseguran que las "mujeres" son más atentas y cuidadosas en las labores, algunos varones consideran como nimiedades los eventuales daños, y solamente son dignos de atención aquellos episodios que pudiesen originar situaciones letales o lesiones graves.

Bien dice Seefoó que ante el cúmulo de circunstancias adversas de los jornaleros, su percepción del riesgo (y, en nuestro caso, también del peligro) se basa según la experiencia vivida, ya sea buena, regular o mala. En este sentido, una intoxicación, por ejemplo, pasará a segundo plano de atención cuando se han vivido sistemáticamente episodios extenuantes (2005, p. 226). Sin embargo, la ordenación que establece el sistema de género respecto al cuidado, es importante. Es decir, las experiencias de jornaleros serán distintas al asignarles actividades separadas basadas en normativas según la clasificación de género; también, ante el hecho de que las mujeres experimenten doble jornada (hogar y trabajo asalariado), los cuidados se trasladan y jerarquizan de forma distinta porque dichas rutinas suponen funciones sociales diferenciadas. En los varones el ideal de la proveeduría, y las nociones sobre el cuerpo en tanto aguante físico, implican un despliegue de prácticas que tienden a reproducir la ordenación según el género.

A manera de conclusión

Existen múltiples situaciones de vulnerabilidad que los jornaleros de México enfrentan, como bajos salarios, desempleo, falta de seguridad social y la amenaza de factores medioambientales, como el clima extremo (Sedesol, 2011). En el contexto anterior, los factores socioculturales representan un complemento para entender la forma en que se llevan a cabo las prácticas y discursos frente al peligro. Una lectura microsocial sobre el quehacer diario en el surco es necesaria en tanto que registra el punto de vista del agente social. La configuración microsocial de la situación en que ocurren las lesiones y los accidentes puede explicar, en parte, cómo es que enfrentan escenarios que ponen en jaque la integridad física. Las estructuras sociales, como las reglas de división del trabajo, la separación de lo que puede o debe hacer cada género, y las ideas lo que es un "hombre" o "mujer", abonan a entender cómo se construye socialmente el peligro. En este sentido, se construye un discurso social que, como crisol, refleja varios elementos para entender la dinámica social tras el surco. En esencia, se trata de un cruce de ideologías de género y la representación del peligro.

Las prácticas sobre cómo deben cuidarse los jornaleros agrícolas de la región en estudio ante lesiones, malestares o padecimientos, están socialmente estructuradas. Y es que las normativas de género, después de todo, no han perdido la efectividad que se presupone al desestimar el imperativo viril que alude a la exigencia de demostrar la hombría por medio de una prueba osada. El termómetro social para medir el grado de peligrosidad es justamente los efectos como las cortadas, las caídas y, en casos críticos, las muertes. El guiarse por la idea de que "soy muy hombre y no me va pasar nada", y a la vez, configurar sentidos profundamente arraigados sobre el deber de la proveeduría masculina, lleva a entender que estamos frente a un proyecto en el cual se entremezclan dos modelos: el del varón responsable y el del "hombre" descuidado. En un caso, la suposición "no me pasa nada porque soy hombre" queda en segundo plano en el horizonte sociocognitivo del agente; en el otro caso, emerge una necesidad de demostrar valor ya sea por convicción o presión. Atenderse ante una lesión en el trabajo parece ser nimiedad cuando la necesidad de ganar dinero apremia; sin embargo, se esconde un patrón estructural: el imperativo viril de aguantar. Hay un modelo del varón responsable que parece estar presente cuando por achaques se resisten a dejar de laborar, es decir, la normativa masculina de la proveeduría se hace presente.

El proceso de la construcción social del peligro está imbricado con la forma de concebir los cuidados por parte de los jornaleros, y ello, a su vez, con las normativas de género, que no son otra cosa sino códigos, expectativas y reglas de conducta que distinguen o se le adjudican a varones y mujeres. En este sentido, el juego de factores sociales, el contexto, hace que los matices en las prácticas de cuidado se den en direcciones a veces distintas en ambos sexos. En el caso de las mujeres, son identificadas como cuidadosas, responsables, a diferencia de su contraparte genérica.

A nivel discursivo, las referencias en los relatos en torno al peligro aluden a propiedades como la graduación-magnitud, transitividad e incertidumbre. Dichos rasgos alimentan la construcción y percepción social del peligro en el contexto de estudio. Las adjetivaciones, los adverbios y los recursos lingüísticos se asocian al peligro en tanto categoría sociocognitiva; es decir, se construye un cuerpo de significados que estructura un horizonte de sentido que permite nombrar, conocer y adjetivar las situaciones que se relacionan con las amenazas. Asimismo, se le adjudican rasgos como la graduación-magnitud por la necesidad de entender las situaciones en términos de medida subjetiva (muy, poco, mucho) por medio de la experiencia. No obstante, la dimensión situacional se refleja cuando hay ciertos momentos que se encadenan uno tras otro para escenificar desenlaces de daño; se entretejen situaciones que transitan de momentos de seguridad hacia otros menos seguros. Y las condiciones de vulnerabilidad agregan otro ingrediente a la construcción social del peligro: la incertidumbre; y es que trabajar bajo un régimen con duras jornadas laborales hace que la incertidumbre de sufrir algún accidente penda en el aire. De alguna manera, estos rasgos muestran que los peligros no son estáticos, sino que son factores físico-ambientales y sociales que se manifiestan con desenlaces diversos.

En los campos agrícolas de La Costa, los jornaleros llevan a cabo formas de atenderse y cuidarse de los peligros en tanto daños percibidos que irremediablemente involucran al cuerpo. Los significados sobre el cuerpo, y las normativas de género, hacen mella en las mujeres jornaleras cuando se trata de llevar la atención en el propio cuerpo. Para ambos géneros poco se problematiza respecto a visibilizar amenazas en el campo, en especial las medioambientales, como las temperaturas extremas o la presencia de animales venenosos. Sin embargo, desatender los daños posibles como las deshidrataciones por parte de los trabajadores, significa una minimización de los efectos del daño.

Por último, es necesario advertir que queda aún camino por recorrer en aras de entender cómo interaccionan las representaciones de género y peligro en ámbitos como el trabajo agrícola y sus intersecciones con ejes de desigualdad como la raza, la etnia y la generación. Se avanzó en documentar las situaciones de vida y trabajo en contextos de alta precarización laboral. Sin embargo, se espera profundizar en aspectos específicos que exacerban la vulnerabilidad, como lo es el clima extremo y la migración en esta misma región. En lo que respecta a la etnia, y en el contexto migratorio del lugar, se puede lanzar la hipótesis, para siguientes investigaciones, de que los procesos sociohistóricos que dieron origen al PMA han provocado que las nociones de cuidado se vean impactadas por cambios en las identidades étnicas y de género, que nos hablaría de distintas tensiones en la representación sobre el peligro y el riesgo. Dado el origen multiétnico y cultural de los jornaleros del lugar, es posible que la combinación de distintos significados culturales junto a las condiciones estructurales (precariedad laboral, pobreza, desigualdad social) y ambientales (clima extremo) impacten en la representación del cuerpo, la salud, el cuidado en los colectivos.

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1Mexicano. Doctor en ciencias sociales por El Colegio de México, maestro en ciencias sociales por El Colegio de Sonora, y licenciado en sociología por la Universidad de Sonora. Actualmente se encuentra comisionado en El Colegio de Sonora como profesor-investigador Cátedras Conacyt. Entre sus líneas de investigación se encuentran temas como: salud de jornaleros agrícolas, masculinidad y riesgo ante el clima extremo, y vulnerabilidad y riesgo para la salud.

2Para fines de este artículo, el término jornalero será utilizado para referirse tanto a los hombres como a las mujeres que laboran en los campos agrícolas, y que son el objeto de estudio de esta investigación.

3Dato proporcionado en conversación directa con funcionario de la delegación de la Secretaría de Desarrollo Social en Sonora, en el mes de diciembre de 2014.

4El PMA forma parte del municipio de Hermosillo, ubicado en la zona rural poniente del mismo; en 2005 contaba con 25 738 habitantes, y para 2010, su población ascendió a 30 869 personas. Cuenta con un banco, varios supermercados, oficina de correo, registro civil, comisaría, comandancia de policía, bomberos, Cruz Roja y ministerio público.

5Costa de Hermosillo es una región agrícola ubicada en el centro de Sonora, en el lado oriente del municipio de Hermosillo, y parte del distrito de riego 051. Los campos agrícolas que componen esta región, así como otras áreas agrícolas del estado de Sonora, se dedican a sembrar, cosechar y comercializar distintos productos del campo. Las hortalizas y frutas como la vid, son cosechadas en grandes volúmenes para el mercado Internacional.

6Cabe recordar que, en algunos casos, una misma persona puede fungir como taxista y cuadrillero a la vez, o taxista y jornalero.

7Es pertinente lo que dice Luhmann respecto a la distinción riesgo-peligro: "Esta distinción supone [...] que hay una incertidumbre respecto a daños futuros. Se presentan entonces dos posibilidades. Puede considerarse que el posible daño es una consecuencia de la decisión, y entonces hablamos de riesgo, y más precisamente, del riesgo de la decisión. O bien, se juzga que el posible daño es provocado de manera externa, es decir, se le atribuye al entorno; y en este caso, hablamos de peligro" (2006, p. 67). Dado que se convierte particularmente complicado analizar los procesos de decisión -sobre todo desde el punto de vista de un observador de segundo orden, porque incluye el problema irreductible de la intersubjetividad, es decir, observar lo observado por múltiples agentes respecto al riesgo-, enfatizo el peligro como categoría de primer y segundo orden en tanto situaciones sociales y agentes medioambientales que la gente juzga precisamente como peligros y que, por lo tanto, desde la investigación son considerados como tales. Sólo se alude al riesgo cuando los informantes son expresamente conscientes de sus decisiones respecto a los daños posibles. Algunas prácticas sociales las personas pueden -y de hecho es así- considerarlas como peligrosas.

8Tres estructuras se articulan con la simbólica para la re-producción del género: poder, división del trabajo y la catexis (para detalles, ver Connell, 2003). A partir de 2006, Robert Connell cambió su condición de varón a mujer transexual; ahora se le conoce como Raewyn Connell. Hace algunos años publicó un libro en el que apuntala su idea teórica de género, reflexiona el alcance de ésta en el contexto de la globalización, y profundiza la relación del cuerpo y la masculinidad. Véase Connell (2009).

9Además del proceso de simbolización, Scott (1996) alude también a las normas, a las instituciones y a la identidad personal. Dado que en este apartado recupero la dimensión simbólica en el género, creo importante enfatizar este componente a la luz de la propuesta esbozada de Scott, sin embargo, ello no significa que sea más importante que los demás componentes.

10Con daño agudo o grave me refiero al efecto que tiene en el individuo un accidente, la violencia física, o cualquier otro factor que provoque algún tipo de lesión, que en este caso es incapacitante.

11La mayoría de las actividades agrícolas aquí referidas son parte del proceso de producción de la uva de mesa e industrial (para vino). La actividad de la poda es quizás una en las que se requiere mayor pericia, destreza, rapidez y resistencia para realizarla de mejor manera y ganar lo más. Asimismo, para llevarla a cabo, se emplean tijeras con mangos de madera, con una extensión de cuarenta centímetros y hojas de acero inoxidable con suficiente filo para cercenar un dedo con poca fuerza. El podar la planta es fundamental para la aparición de nuevas guías (brazos de las plantas). En esta actividad, aunque hay predominio masculino, es notoria la presencia de mujeres. Otra actividad es la anillada, que consiste en hacerle una milimétrica incisión alrededor del tallo de la planta con un instrumento con forma de cuchillo encorvado llamado "trucha". Adicional a la destreza, rapidez y resistencia física requeridas para las labores agrícolas en general, a la anillada se le suma la necesidad de fuerza, pulso y coordinación exacta para no sólo no secar la planta, sino, además, evitar equivocarse y cortarse, situaciones que son exponencialmente mayores que en la poda.

12Nacida en el municipio de Hermosillo, su niñez y parte de su adolescencia la vivió en un campo agrícola de la Costa de Hermosillo; desde pequeña, su mamá le inculcó la necesidad de cumplir su rol de mujer, especialmente para la realización de quehaceres domésticos. Cuando se le entrevistó, ya había procreado junto a su pareja a dos hijos varones y una mujer.

13Con primaria incompleta, Eligio tenía 28 años al momento de la entrevista. Él y su familia son originarios del estado de Sinaloa, y cuando eran pequeños sus hermanos y él, migraron a tierras sonorenses en compañía de sus padres. Cuando se le entrevistó, su estado civil era de unión libre, habiendo procreado un hijo varón con su pareja.

14Para la descripción, ver Calvario (2014), en el apartado correspondiente del capítulo III.

15Es originario del estado de Veracruz, igual que su pareja. No terminó la primaria. Al momento de la entrevista tenía 43 años de edad, la mitad de ellos viviéndolos en el PMA. Cuenta con cuatro hijos, dos de ellos cursando educación media superior y superior.

16Nativo de Sonora. No terminó la secundaria. Tiene hermanos mayores que nacieron en el estado de Michoacán, al igual que sus padres (los cuales son de origen indígena). Al momento de la entrevista tenía 24 años de edad y dos hijos procreados con su pareja, originaria del Distrito Federal.

17Si bien es predominante el uso del término peligro en la vida diaria, algunos relacionan el riesgo con el comportamiento, y el factor de daño se equipara con el peligro. Según un entrevistado, cuando trabajó como taxista, llenaba garrafones de gasolina dentro del vehículo y señalaba la toxicidad al respirar los gases que desprendían. Para exponer las diferencias entre riesgo y peligro, comentó que "del riesgo se pasa al peligro". Según él, la acción de llenar los garrafones adentro del taxi es un riesgo, pero la manifestación de signos de malestar (ojos) era indicio del peligro de intoxicarse. La sustancia, la gasolina, resultaba peligrosa ante una acción arriesgada.

18Con dos hijas y 39 años de edad al momento de la entrevista, llegó al PMA hace 12 años, procedente del estado de Veracruz. Cuenta con primaria incompleta.

19Es nativa de Sonora. Pasó gran parte de su niñez en un campo agrícola, Tenía 34 años de edad y primaria incompleta cuando se llevó a cabo la entrevista. Durante la investigación, una de sus hijas estaba por dar a luz a un bebé. Con su única pareja procreó cuatro hijos.

20Es originario de Sonora. Su infancia la vivió con sus abuelos maternos en un campo de la Costa de Hermosillo. Tenía 35 años de edad cuando se realizó la entrevista, y secundaria terminada. Casado, con cuatro hijos.

21Tenía 54 años de edad durante la investigación. Nació en Michoacán y desde hace más 25 años ha vivido en la Costa de Hermosillo. Sin escolaridad. Ha procreado, junto a su pareja, a tres mujeres y un varón.

22Originarios de la sierra de Chihuahua, los integrantes de su familia arribaron al PMA en la década de los ochenta. Tenía 42 años cuando se le entrevistó. Se unió con mujer cuando ella ya había procreado dos hijos; con él tuvo tres más. Sobre la escolaridad, no logró terminar la primaria.

23Para Mary Douglas será la desestimación de los riesgos por la familiaridad que el sujeto le adjudica al entorno en donde se desenvuelve (1996, p. 26).

24Nació en Sonora y contaba con 30 años de edad cuando se le entrevistó. Es pareja de Margarita, informante de esta investigación; procrearon una hija. Respecto a su escolaridad, terminó la preparatoria.

25La actividad del corte de la vid de mesa se realiza en los meses de mayo y junio. La observación participante consistió en laborar como jornalero agrícola durante un día en el campo X, ubicado en el poniente del PMA, a una hora de distancia. Para ver detalle, consultar Calvario (2014), capítulo VI.

26Lo mismo ocurrió en una investigación anterior (Calvario, 2003), cuando se laboró en la aplicación de cianamida hidrogenada, una sustancia tóxica que se aplica a la planta de vid para la aceleración de la brotación. En ese entonces, el cuadrillero no dio ninguna recomendación en caso de intoxicación, o simplemente no mencionó nada sobre cómo evitarla. A lo sumo, todo giró en torno al uso de los overoles, sin demostrar o aclarar su buen uso.

27Al realizar el corte de la uva se depositaban en estas charolas de plástico y una vez que los/as trabajadores/as las llenan, estos/as las trasladan hacia el inicio de las líneas; una vez que los trabajadores/as han depositado varias charolas a lo largo de las líneas, son transportadas en un tracto camión hacia el lugar donde serán empacadas en cajas tanto para su refrigeración como posterior venta hacia el extranjero.

28Se considera temperatura extrema cuando el termómetro rebasa los 44 ºC; dicho parámetro está basado en los registrados de 1925 a 2011 por parte de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en el observatorio El Orégano, municipio de Hermosillo, Sonora. La temperatura máxima promedio en verano, en dicho periodo, osciló entre 41 °C y 44 °C; el valor extremo es cuando rebasa el máximo promedio, situación que es considerada por la Conagua como "temperatura máxima extrema". Durante este periodo, en un mes de julio, el termómetro marcó 51 °C.

29Como parte de la política de salud en México se reparten, en sobres, sueros orales que son distribuidos en forma gratuita; su finalidad es disminuir los efectos de un cuadro de deshidratación que por infección y/o exposición al calor provoca síntomas y signos como dolor de cabeza, vómito, diarrea y cansancio físico. A partir de 1980 se intensificó su uso para abatir la mortalidad y morbilidad por diarreas, principalmente en niños. (Recuperado de http://www.spps.gob.mx/avisos/1929-vida-suero-oral.html).

30Es originaria de Sonora y cursó la primaria completa. Al momento de la entrevista contaba con 29 años de edad y vivía en unión libre, con dos hijos.

31Es hermano de Eligio. Durante la entrevista tenía 20 años de edad y vivía en unión libre con su pareja, con quien procreó un hijo.

32Es originaria de Colima. De joven arribó a la Costa de Hermosillo a visitar a su papá, pero con el tiempo se casó y permaneció en esta región; procreó tres hijos. En el momento de la investigación tenía 52 años de edad.

33El porche es un espacio arquitectónico de las casas de Sonora (y otros lugares de la república); está techado y cuenta con ventilación lateral y frontal, por eso, representa una especie de estancia-descanso al momento de entrar a la vivienda. Se populariza, según Núñez (1993), en los años sesenta, por la influencia de la arquitectura californiana.

34Las "mujeres", en general, cuando no se cuidan en el trabajo, lo hacen contraponiendo un valor por encima del probable daño: mis hijos son lo primero, el sentido de sacrificio incluye la exposición a peligros corporales o emocionales: "Somos muy dejadas, mira, te voy a decir, si la mamá tiene a su cargo varios hijos que alimentar, pues si hay que darles comida y no puede porque está trabajando y no puede dejar de trabajar porque si falla un día luego no te dan trabajo, ese es uno de los detalles, yo también así era; si me tenían que sacar una muela, tenía que ser el sábado o el viernes en la tarde, para reposar, o el domingo en la mañanita, porque entre semana no podía, me atrancaba de pastillas o lo que fuera y ya no iba... ese es uno de los detalles de que no va uno al médico porque estás trabajando, eso lo digo por mí".

35Son actividades aparentemente sencillas. Una planta de vid la compone dos extensiones (ramificaciones) principales hacia cada lado. A cada una de las extensiones se les llama guía. Los racimos de uva cuelgan a lo largo de las guías. El raleo consiste en eliminar del racimo las uvas que están en exceso cuando tienen un tamaño de medio centímetro de diámetro aproximadamente. La mojada es cuando la fruta tiene el tamaño de una canica y se le introduce a un recipiente con ácido giberédico (para acelerar su crecimiento) o es rociada con ayuda de un spray. En el amarre, las guías de la planta se amarran con un hilo a las líneas de alambre que las sostienen para su crecimiento en horizontal. Y el despunte consiste en cortar las puntas de las guías para permitir que surjan más ramificaciones.

Recibido: 13 de Agosto de 2015; Aprobado: 21 de Octubre de 2015

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