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Culturales

versão On-line ISSN 2448-539Xversão impressa ISSN 1870-1191

Culturales vol.3 no.2 Mexicali Jul./Dez. 2015

 

Reseñas

 

Juan Soldado: violador, asesino, mártir y santo

 

Morella Alvarado Miquilena

 

Paul J. Vanderwood, Traducción:  Victoria Schussheim, San Luis Potosí: El Colegio de San Luis/El Colegio de Michoacán/El Colegio de la Frontera Norte, México, 2008, 347 pp. ISBN 978-607-7601-05-0

 

Universidad Central de Venezuela.

 

Ese domingo 13 de febrero de 1938, nadie sabía cómo dos encomiendas cambiarían la dinámica de una ciudad. La primera, la que Feliza Camacho pidió a su hija de ocho años, Olga Camacho: que comprara un trozo de carne para preparar la cena. Unas horas después, según se cuenta, cerca del lugar de la primera encomienda, uno de los superiores del soldado raso Juan Castillo Morales, también hizo un encargo: le pidió a este último que lavara su uniforme manchado de sangre. La encomienda hecha a la niña Olga la obligó a transitar un trecho corto: desde su casa a la tienda La Corona, ubicada en la esquina. Cumplió con el mandado tal como se le encomendó. Mariano Mendívil, el tendero, así lo corroboró. Pero Olga nunca volvió a su hogar. Diecisiete horas después, su cuerpecito, desfigurado y violado, aparecería en un garaje abandonado.

Por otra parte, a fin de cumplir con la encomienda hecha, Juan Castillo Morales fue hasta su casa y pidió a su amasia que lavara la ropa ensangrentada. En el trayecto, sus ropas también se mancharon de sangre. Este hecho fue suficiente para inculpar a Juan Castillo Morales de la desaparición y posterior asesinato de la niña Olga. Sin juicio y sin investigaciones, en el transcurso de dos días, Juan Castillo Morales se transformó en objeto del odio colectivo y fue asesinado por sus compañeros de armas. La ley de fuga fue la estratagema. Ese odio incontrolado que se había gestado por otras causas desde hacía meses en la ciudad, encontró en Juan Castillo Morales una válvula de escape que impidió desastres mayores. Meses después comenzaron los milagros y el soldado raso Juan Castillo Morales pasó a ser Juan Soldado.

El texto que presenta Paul J. Vanderwood, Juan Soldado: violador, asesino, mártir y santo, relata uno de los episodios más interesantes de la vida pública de Tijuana, ciudad fronteriza ubicada en el noroeste de México.

Vanderwood, a partir de una acuciosa investigación, nos presenta cómo Juan Castillo Morales, un joven de 24 años, originario de Ixtaltepec, un pueblo de Oaxaca, pasó de ser un supuesto asesino, a un santo venerado.

Bajo el nombre de Juan Soldado, la devoción se extendió desde Tijuana hasta diversas partes del territorio estadounidense.

El libro, editado inicialmente en inglés en Durham, Carolina del Norte, por Duke University Press durante 2004 bajo el título de Juan Soldado: Rapist, murderer, martyr, saint, evidencia la rigurosidad de Vanderwood como investigador. Su trabajo se materializa en una obra impecable que se inscribe en la corriente historiográfica denominada historia cultural,1 y constituye un ejemplo claro de una de las vertientes investigativas de las ciencias sociales: los estudios culturales. La primera edición en español del texto data del año 2008, y es un esfuerzo coordinado de tres instituciones académicas mexicanas: El Colegio de San Luis, El Colegio de la Frontera Norte y El Colegio de Michoacán. Es desde esta última edición que elaboro la presente reseña.

Paul J. Vanderwood (1929-2011) delimitó su trabajo a partir de tres oficios: periodista, historiador y etnógrafo. Durante 25 años fue docente en San Diego State University. Allí enseñó la historia de México. Se le recuerda por encontrarse entre los primeros en utilizar al cine como estrategia para enseñar historia, con lo cual se inscribe dentro del ámbito de lo que en países como Venezuela se denomina "educomunicación". Es este, quizá, el elemento que marca el "retrato cinematográfico" y que incluye referentes al cine desde diversas perspectivas. Tom Mix, Fatty Arbuckle, Gloria Swanson, Norma Talmadge, Harold Lloyd, Carl Leammle, Joseph Schenk, Rodolfo Valentino, Cark Gable, W.C. Fields, Rita Hayworth y James Cagney, son las celebridades del mundo hollywoodense que hicieron de Tijuana un poblado de ensueños y placeres.

Apasionado por México, Vanderwood lo estudió a partir de prácticas culturales diversas, lo que lo acercó al mundo simbólico que subyace en las costumbres religiosas, el cine y la prensa, entre otros ámbitos.

Entre las obras más representativas de Vanderwood se encuentran también: Los rurales mexicanos (México: Fondo de Cultura Económica, 1983); Disorder and progress: Bandits, Police, and Mexican development (Wilmington: University of Nebraska Press, 1992);2 The power of God against the guns of government: Religious upheaval in Mexico al the turn of the nineteenth century Mexico (Palo Alto: Stanford University Press, 1998)3 y Satan's playground: Mobster and movie stars at America's greatest gaming resort (Durham: Duke University Press, 2010).

Su experiencia como teniente al servicio del ejército de Estados Unidos durante la guerra con Corea, entre 1951 y 1953, explica su conocimiento del poder militar, poder que deja entrever en el texto que reseño.

A partir de un hecho cotidiano y horrendo como es el asesinato de una niña y la posterior ejecución del presunto asesino, Vanderwood retrata de manera casi cinematográfica el entorno en el que se desarrolló este episodio. Gracias a su impecable relato, Tijuana se muestra radiografiada ante nuestros ojos.

La obra se divide en tres partes, tituladas: I. El crimen; II. Circunstancias, y III. Creencias. En cada sección, Vanderwood incluye un punto nodal como pretexto para mostrar las complejidades del momento histórico en el que se desarrollan los acontecimientos: finales de la década de los treinta. Con ello, retrata e interpreta cómo surgieron instituciones en la ciudad de Tijuana, tales como la Iglesia, la escuela y el hospital. Muestra el contexto nacional e internacional de México, con el crimen con Olga Camacho como punto de partida. De igual forma, Vanderwood esboza cómo se desarrollan prácticas vinculadas con lo lúdico y el placer: los casinos, las carreras de caballos, los salones nocturnos y el turismo, asociado a los cuidados del cuerpo.

Desde la mirada de Vanderwood, lo anterior explica por qué y cómo, aún hoy, algunas de estas prácticas se mantienen en ciudades como Tijuana, Tecate, Ensenada y Mexicali.

Vanderwood muestra, además, al sistema de administración de justicia, así como las implicaciones y complicidades que ya desde esa época —los años treinta— existían entre el poder político, el poder militar, el poder económico y los sindicatos. Al respecto, Vanderwood expone que la investigación del crimen "no tuvo nada de científica" (2008, p. 33): lo que importaba en ese momento era encontrar a un culpable y Juan Castillo Morales cumplía con esa condición.

De igual forma, el autor exhibe con especial detalle dos aspectos particularmente interesantes: uno, cómo los medios manejan episodios como éste, y cómo funciona lo que algunos estudiosos de la comunicación denominan la Agenda-Setting. Desde ésta, se marca la pauta en torno a qué tema discutir; cómo presentar visiones parciales y promover puntos de vista que definen las matrices de opinión. Junto a ello, Vanderwood despliega las posturas antimexicanas que, desde la prensa, se promueven en el "otro lado". Dos: el retrato de lo que Vanderwood deja entrever: el mundo cultural de la ciudad de Tijuana y que desemboca en una descripción que, a modo de documental, muestra al lector parte de la vida que se genera gracias al show business local. Ambos aspectos, quizá, provienen de su experiencia como periodista; esto sugiere, además, el afán de Vanderwood por mostrar a los medios como fuentes claves para la investigación histórica. Entre dichos medios, la radio desempeña un papel protagónico.

Si caracterizara a cada una de las partes que componen a Juan Soldado: violador, asesino, mártir y santo, afirmaría que, en la primera, "El crimen", subyace su mirada periodística. Aquí, Vanderwood presenta las circunstancias que rodearon el hecho, además de las diferentes versiones en torno al mismo. En la segunda, "Circunstancias", Vanderwood hace gala de sus dotes como historiador: describe cómo surgió la devoción; repasa la historia de Tijuana y sus alrededores, y pinta diversos procesos como la migración, el surgimiento de las nuevas empresas, la religión y, particularmente, la vida que allí se experimentaba, esto es: lo cotidiano. Desde esta mirada, Vanderwood desmitifica la leyenda negra en torno a Tijuana, la cual se le presenta como una ciudad de vicio y libertinaje. Asimismo, el autor muestra una historia local desconocida por muchos, y presenta a una Tijuana que corre imparable por dos vías: la del desenfreno y la de la apacible vida del recién llegado. A Tijuana, como a casi todas las ciudades fronterizas del norte mexicano, la conforman migrantes, tanto mexicanos como extranjeros. En este capítulo, el autor aprovecha para entretejer parte de la historia de México y del acontecer mundial. Con ello, Tijuana y la historia que el autor nos muestra, se vuelve significativa para el lector. En la tercera parte, "Creencias", Vanderwood se acerca a la investigación social, con énfasis en la etnografía. Desde esta última, cobra relevancia el estudio de lo que la gente hace, cómo lo hace y por qué lo hace. Los datos que recopiló a través de diversos métodos y técnicas de investigación, funcionan para explorar las construcciones culturales de la fe y, con ello, mostrar los sentidos del culto a Juan Soldado.

Quiero destacar que, curiosamente, la leyenda de Juan Soldado aparece en la cultura popular chilena y española,4 ambas vinculadas, como tal vez resulte obvio, al poder militar e, indirectamente, al poder de la Iglesia. En el contexto chileno, la leyenda de Juan Soldado menciona a un hombre bien parecido y humilde llamado Juan, que habitaba en la población de La Serena, cerca de la ciudad de Coquimbo, en la provincia de Elqui. Juan se enamoró de la hija de un cacique acaudalado quien se oponía a la relación. El día en que se celebraba la boda de ambos, el padre de la novia se dirigió al pueblo de La Serena y juró que mataría a la pareja y destruiría al poblado. En ese momento, misteriosamente, el pueblo y sus habitantes desaparecieron de la faz de la Tierra, sin que el padre furioso alcanzara su objetivo. Otra versión alude a un hombre llamado Juan Díaz, que se jactaba de haber servido como soldado a don Juan José de Austria, el hijo bastardo que don Felipe IV tuvo con la actriz María Inés Calderón, La Calderona. Un día, dos hombres acaudalados se burlaron de él por su pobreza y, aparentemente, éste los mató y luego se esfumó. Meses después apareció sobre la cima de un cerro, muerto y envuelto en hábitos monacales. Se dice que en soledad purgó su pena.

Por su parte, la leyenda española alude a un hombre que, después de servir al rey durante 24 años, es despedido. Como compensación, se le otorga una libra de pan y seis maravedís. Estos minúsculos bienes los compartió Juan Soldado con dos hombres que se cruzaron en su camino. La pareja resultó ser Jesús y San Pedro. Como premio, le concedieron a Juan Soldado todo lo que quisiera, siempre que lograra meterlo en su mochila. "Al morral", era la frase que empleaba para obtener sus deseos. Luego pactaría con el espectro de un hombre rico, quien le legó su fortuna. Esto molestó tanto a la Iglesia como a Lucifer, quien no podía acceder al alma de ese hombre. Lucifer, cuando intentó atrapar a Juan Soldado, quedó prisionero en la mochila, gracias a la frase "al morral". Juan Soldado lo apaleó y, con ello, las fuerzas del mal decidieron que no entraría en el infierno. A la hora de morir, Juan Soldado deseó entrar al cielo. San Pedro, que sabía de su relación con el espectro, le negó la entrada. La frase "al morral" hizo que San Pedro quedara atrapado y sólo se vio liberado una vez que garantizó la entrada al cielo a Juan Soldado. Más allá de las leyendas, en España vivió entre 1834 y 1906 el andaluz Antonio Joaquín Afán de Rivera y González de Arévalo, dramaturgo y creador, quien firmaba sus obras con el seudónimo de Juan Soldado.5

Temas comunes se reflejan en dos de las leyendas: el desprecio que sufre Juan Soldado por su condición de clase y la injusticia que rodea su desaparición y muerte, elementos que se asocian al caso de Juan Castillo Morales y que Vanderwood documenta a través de múltiples fuentes. Vanderwood muestra, además, cómo el espectáculo de la violencia, que posee una larga tradición en la religión judeocristiana, se mantiene hoy con sus matices.6 Por ello, afirma que la ejecución pública de Juan Castillo Morales "se remontaba a tiempos mucho más remotos; tenía todas las señales de tortura, dolor prolongado, humillación, degradación y deshumanización que eran evidentes en esos antiguos festivales de sangre" (Vanderwood, 2008, p. 213). En este sentido, no sorprende que el autor, en la tercera parte de su libro, dedique un apartado para mostrar cómo, en diversas culturas, la espectacularidad de la violencia es un recurso aleccionador que se utiliza a la hora de infligir un castigo y, sobre todo, para mostrar el poder de quien lo ejerce. Es por esto que Vanderwood afirma que "Los signos del cuerpo atormentado no eran sólo un vergonzoso efecto adicional que debía tolerarse en pro de la justicia; eran más bien el centro focal de la comprensión [en un contexto cristiano] que le daba al espectáculo su significado religioso" (2008, p. 213).7 La religión católica es el marco referencial que Vanderwood utiliza para mostrar cómo, en diversos contextos, se construyen los santos y las santidades. Desde aquí, el lector adquiere las pistas que le ayudarán a encontrar los sentidos por los que, en Tijuana, ciudad negada por mucho tiempo a la instauración de la fe, surgió un santo: Juan Soldado.

La reconstrucción de un hecho desde diferentes perspectivas es, a mi juicio, el aspecto que resume la esencia del libro de Vanderwood. Ello apoyado por el magistral manejo de las fuentes: las de archivo y las testimoniales. La rigurosidad y riqueza en el manejo de ambas se refleja en los pies de página, los cuales son testigos de las rutas que Vanderwood emprendió para alcanzar su meta. La obra de Vanderwood es una investigación que se inscribe en los rigores de la academia pero que, a su vez, posee la virtud de las obras literarias: un ritmo acompasado que se evidencia en la manera en que estructura sus frases y sus párrafos. Paul J. Vanderwood construye su relato que mantiene la atención del lector y desarrolla figuras literarias que, de manera inevitable, juegan con la imaginación del lector, como lo hicieron con la mía.

 

Referencia

Vanderwood, P.J. (2008). Juan Soldado: violador, asesino, mártir y santo (Victoria Schussheim, Trad.). San Luis Potosí: El Colegio de San Luis/El Colegio de Michoacán/El Colegio de la Frontera Norte.         [ Links ]

 

Notas

1 Desde esta corriente, se construye la investigación histórica a partir de productos culturales tales como libros, edificaciones, mitos, pinturas y piezas musicales, así como de procesos y expresiones como los funerales, el amor, el carnaval, entre otros.

2 Publicado en español bajo el título Desorden y progreso: bandidos, policías y desarrollo mexicano (1986, México: Siglo XXI).

3 Publicado en español bajo el título Del púlpito a la trinchera: el levantamiento religioso de Tomochic (México: Taurus, 2003).

4 La información referida a la primera versión de la leyenda chilena la obtuve de Mitos y leyendas de Chile, en: http://vialovalle.blogcindario.com/2007/06/00214-mitos-y-leyendas-de-chile.html. La segunda versión en: http://www.portalnet.cl/comunidad/cementerio-de-temas.635/129026-juan-soldado-leyenda-chilena.html. Con respecto a la leyenda española, recomiendo ver la versión del cuento popular recopilado por Cecilia Böhl de Faber y Larrea (publicado bajo el seudónimo de Fernán Caballero), en el blog Los de abajo a la izquierda, en: http://losdeabajoalaizquierda.blogspot.mx/2009/11/juan-soldado.html.

5 Curiosamente en México, el célebre editor Antonio Vanegas Arroyo publicó una versión similar a la leyenda española, titulada Juan Soldado cuento, en la serie Cuentos de puro susto, editados entre 1890 y 1905 "con bonitos grabados de José Guadalupe Posada". Para mayor información ver: http://allyouneedisbloodx.blogspot.mx/2011/06/juan-soldado.html.

6 Escenificación que también, vale destacar, es una de las estrategias utilizada por el narcotráfico.

7 Vale destacar que hoy en día, especialmente en el contexto mexicano, los signos del cuerpo atormentado vinculado a la espectacularización de la violencia son parte de las estrategias del miedo, que se utilizan ya no por el poder religioso, sino por el poder de la delincuencia organizada.

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