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Culturales

versión On-line ISSN 2448-539Xversión impresa ISSN 1870-1191

Culturales vol.2 no.1 Mexicali ene./jun. 2014

 

Artículos

 

Actores y medios de comunicación en la toma del Club Campestre por estudiantes de la UABC, 1971

 

David Piñera Ramírez y Hugo Méndez Fierros

 

Universidad Autónoma de Baja California.

 

Fecha de recepción: 16 de mayo de 2013
Fecha de aceptación: 25 de septiembre de 2013

 

Resumen

Se analiza la toma del Club Campestre de Tijuana en 1971, por estudiantes que demandaron se le asignara a la UABC, toda vez que ésta carecía de instalaciones. El análisis incluye la percepción del movimiento por los propios actores, tanto cuando lo realizaban, como cuatro décadas después, con los consiguientes cambios en el discurso, que de ser originalmente contestatario, se integraría después al discurso institucional, que hace énfasis en la función del movimiento como factor fundamental para la obtención de los terrenos que ocupa actualmente la UABC en la Mesa de Otay. La agenda pública del suceso que ocupa este artículo estuvo compuesta, en cierta medida, por las representaciones mediáticas generadas de manera sistemática, entre febrero y abril de 1971, por algunos medios impresos regionales. Para explicar ese vínculo entre lo producido simbólicamente en lo público y en lo mediático, que devino en la inclusión del tema en la agenda política para encontrar una solución institucional, se efectúa el análisis de contenido de numerosos relatos periodísticos producidos a partir del movimiento. Se utilizan también entrevistas de historia oral que se realizaron a los dirigentes estudiantiles, y reportes de la Dirección Federal de Seguridad, cuya consulta por largos años no estuvo permitida.

Palabras clave: movimiento estudiantil, Universidad Autónoma de Baja California, discurso, construcción de agenda, medios de comunicación.

 

Abstract

This paper presents an analysis of the occupation of the Campestre Country Club of Tijuana in 1971, by students who demanded that the grounds of the Country Club be awarded to the UABC, since the University did not own its own spaces. This analysis includes the perception of the people involved, at the time that this was taking place, as well as four decades later, with the subsequent discourse changes. Originally, this discourse was that of protest, but it would later be incorporated to the institutional discourse, that emphasizes the movement as a fundamental factor toward the acquisition of the land where the UABC stands today at Mesa de Otay. The public agenda mentioned in this article was composed, to some extent, by the systematic media coverage of regional press produced from February to April 1971. In order to explain the connection between the public and media production that brought about finding an institutional solution, numerous journalistic reports from the movement were analyzed. Oral history interviews made to student leaders at the time, as well as statements from the Federal Security Agency which had not been available for a long period of time, were also used.

Key words: student movement, Universidad Autónoma de Baja California, discourse, construction of the agenda, mass media.

 

Introducción

La toma del Club Campestre hay que considerarla como una de las múltiples repercusiones que tuvo el movimiento estudiantil de 1968 en las universidades de los estados de la república1 a lo largo de la convulsiva década de los setenta (De la Garza, León y Macías, 1986:80). Dentro de ese ambiente, en Baja California se presentó un problema que fue factor fundamental para que se generara el conflicto de la toma del Club Campestre por los estudiantes de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). El problema consistió en la notoria falta de instalaciones propias, por lo que los estudiantes universitarios tenían que recibir las clases en edificios que prestaban planteles de enseñanza primaria. A ello hay que agregar la coyuntura que representaba el hecho de que Inmuebles Californianos S.A. (ICSA), integrada por influyentes personajes de la ciudad de México, se ostentaba como propietaria de la superficie en que se encuentra asentada la ciudad de Tijuana, y dentro del litigio correspondiente, como estrategia, concentró sus acciones en los terrenos del Club Social Campestre, por su valiosa ubicación, y por ser el espacio de convivencia de un sector con considerables recursos económicos. Otro aspecto importante consistió en que el Gobierno del Estado, al tratar de contrarrestar las acciones de ICSA, promulgó un decreto expropiatorio del terreno e instalaciones del Club Campestre, por causa de utilidad pública (Rivera, 2008).

Dentro de ese escenario participaban en la controversia ICSA, los socios del Club Campestre y el Comité Pro Defensa del Patrimonio de Tijuana, que al efecto se formó.

La situación se tornó álgida cuando el juez de Distrito de Tijuana, licenciado Xavier Ríos Vergara, el 3 de febrero de 1971, dio la posesión a ICSA de las instalaciones del Club Campestre, con lo que se inconformaron los socios de éste e invadieron dichas instalaciones.

En esas circunstancias entraron en escena los estudiantes de la UABC, que tomaron los terrenos del Club Campestre el 5 de febrero, y demandaron que se otorgaran a la Universidad. El movimiento lo encabezaron, en buena medida, alumnos de la Escuela de Economía, miembros de la Juventud Comunista, así como estudiantes de las escuelas de Contabilidad y Administración, y de Turismo, así como de preparatoria, que eran las únicas existentes en ese entonces. Participaron, además, alumnos de escuelas secundarias, integrantes del Bloque Estudiantil Democrático. Y para tener mayor representatividad, convocaron también a jóvenes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido Acción Nacional (PAN). De esta forma, un numeroso contingente estudiantil se apoderó del Club Campestre, instalándose en tiendas de campaña que no faltó quien se las proporcionara (Piñera, 1997:102).

Cabe señalar que no obstante las distintas posiciones políticas de los dirigentes del movimiento, dieron prioridad al logro del objetivo de éste, que era la obtención de instalaciones para la UABC.

El movimiento adquirió popularidad en virtud de que la opinión pública lo consideraba justo, por lo que recibió apoyo moral y material de algunos sectores de la comunidad tijuanense. Asimismo, la prensa le dio una cobertura bastante amplia.

Para fortalecer su posición, los estudiantes recibieron clases de algunos profesores en los terrenos del Club Campestre, e inclusive organizaron una exposición de artes plásticas y un festival de rock, que atrajeron mucho la atención.

Por las presiones que implicó el movimiento, el Gobierno del Estado aceleró los trámites que había iniciado el año anterior para adquirir terrenos del ejido Tampico y donarlos a la UABC. Complementariamente, a mediados de marzo iniciaría la construcción de los primeros edificios para las escuelas universitarias. Con ello, el movimiento empezó a perder justificación ante la opinión pública, y un buen número de los estudiantes que ocupaban el Club Campestre empezaron a retirarse.

Ante tales circunstancias, los dirigentes convocaron a un plebiscito, en el cual se acordó ponerle fin al movimiento. Si bien algunos alumnos se consideraron derrotados, paulatinamente privó la idea de que el movimiento hizo evidente la imperiosa necesidad de dotar de instalaciones a la UABC, y que fue un factor de presión decisivo para que se le dotara de la superficie en la que hoy se encuentra el campus Tijuana, en la Mesa de Otay, y el consecuente inicio de la construcción de los primeros edificios.

Es importante mencionar que este fenómeno ha sido escasamente estudiado en la historia de la esta alma máter, no obstante que constituye un hito en ella, pero por su complejidad, por las connotaciones que tuvo de rompimiento del orden legal y por las múltiples aristas políticas que se reflejaron en él, se le considera algo difícil de tratar, pues por lo general provoca polémicas, por lo que a veces se prefiere eludirlo. En tal sentido, pensamos que este artículo puede ser de utilidad.

Desde otro ángulo, el movimiento que nos ocupa encuadra en las concepciones teóricas elaboradas por autores que han estudiado estos fenómenos. Por ejemplo, Alberto Melucci, quien concibe a los movimientos sociales como una forma de acción colectiva ubicada en el ámbito cultural y que abarca tres dimensiones: una basada en la solidaridad de los integrantes del movimiento; otra que implica la existencia de un conflicto, y una más que considera el rompimiento de los límites de la normatividad vigente en el sistema donde ocurre la acción (Melucci, 1999:49). Señala, asimismo, que a los movimientos hay que considerarlos como entidades colectivas complejas, resultantes de intercambios, negociaciones, divergencias y decisiones entre los diversos actores. Tales elementos los vemos presentes en el movimiento del Club Campestre, ubicado en medio del conflicto de intereses opuestos de ICSA, el Comité Pro Defensa de Tijuana, los socios del propio Club Campestre, el Gobierno del Estado y las aspiraciones de los estudiantes, que más allá de los límites de la normatividad vigente, invadieron los terrenos de dicho club, con lo cual ejercerían una presión que, a la postre, condujo a que el gobierno otorgara a la UABC el terreno que actualmente ocupa en la Mesa de Otay.

También es pertinente el concepto que formula José María Aranda Sánchez sobre movimiento estudiantil, en el sentido que éste "conlleva una orientación política en la medida que cuestiona y demanda el uso de recursos y condiciones manejados por el Estado" (2000:248).

En efecto, en el caso que nos ocupa, los dirigentes del movimiento cuestionaron la falta de atención a la UABC por parte del Gobierno del Estado de Baja California, ya que no había proporcionado los recursos necesarios para que la esta universidad contara con instalaciones propias para alojar a las escuelas que había creado en Tijuana.

Dentro de ese marco, uno de los objetivos de este artículo es poner de manifiesto la historicidad en la percepción del fenómeno, mediante el señalamiento de la manera en que fue conceptuado cuando se registraba en 1971, y cómo se le concibe en la actualidad, desde el discurso histórico institucional que prevalece en la UABC al respecto.

 

Los actores y su discurso al efectuar el movimiento

En primera instancia, centraremos nuestra atención de manera específica en los dirigentes del movimiento, en cuanto a que, por su liderazgo, grado de participación e intensidad con que asumieron los objetivos de la causa que perseguían, reflejan ampliamente las características generales del movimiento, sin perjuicio de que después nos ocupemos de otro tipo de actores.

Como ya señalamos, el contexto histórico del movimiento estuvo caracterizado por un ambiente en el que se pugnaba por reivindicaciones sociales derivadas del movimiento estudiantil reprimido drásticamente en Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968. Ello fomentó una cultura de cambio en la que, entre otras características, podemos mencionar la lectura de autores progresistas como Marcuse, Althusser, Neruda, Benedetti, Poniatowska y Monsiváis, entre otros; la inclusión del marxismo en los planes de estudio de un considerable número de carreras universitarias; la canción de protesta; el influjo de la reciente revolución cubana; el movimiento hippie; la revolución cultural de Mao, y la siempre presente imagen del carismático Che Guevara (Aguayo, 1998).

Al igual que en las diversas universidades de los demás estados de la república, en la UABC hubo estudiantes que, dentro de esas circunstancias, asumieron actitudes contestatarias y de crítica al sistema social. Algunos de ellos encabezaron el movimiento del Club Campestre, entre los que se pueden mencionar: José Negrete Mata, Gilberto Covarrubias, José Mojica, Luis Mundo Cortés y Lino Meza, y que fueron quienes tuvieron mayor participación.

José Negrete Mata era estudiante de la Escuela de Economía y miembro de la Juventud Comunista, de la que, como ya se mencionó, había un número considerable en dicho plantel.2 En una entrevista que se le realizara, manifestó que "resultaba muy atractivo ser estudiante de Economía y al mismo tiempo adscribirse al pensamiento marxista, que tenía tanta influencia" (Negrete, 1991).

En relación con el movimiento del Club Campestre, señaló que la existencia del conflicto generado por las pretensiones de ICSA sobre la superficie en que estaba asentada la ciudad de Tijuana, y en especial la del Campestre, les dio la idea de que, como estudiantes, podían demandar que éste se asignara a la UABC y así solucionar su grave carencia de edificios. Agregó que esa era una bandera inobjetable, que proporcionaba una causa justa al movimiento, y que a la vez daba base para hacer una severa crítica al gobierno por su desinterés en la educación y su falta de apoyo a la Universidad. En otro plano, ello representaba un detonante que podría desencadenar situaciones conducentes a la revolución social. Dicho en sus propias palabras: "[...] llegamos a la conclusión, tras una serie de análisis, que era una coyuntura importante para realizar una acción más radical" (Negrete, 1991).

Gilberto Covarrubias era el más joven de los dirigentes; estudiaba la secundaria. En una entrevista que se le hizo, manifestó: "aunque yo sólo tenía 17 años, era el coordinador del Bloque Estudiantil Democrático, brazo político de la Juventud Comunista" (Covarrubias, 2011). Y agregó: "Es bueno precisar que quienes militábamos en las juventudes comunistas o inclusive la gente de izquierda en general, considerábamos que nuestra labor o función política era enfrentar al Estado en situaciones concretas, en demandas específicas de la población, para que, de esa manera, se generara un movimiento político y, entorno a ello, restarle base social al régimen autoritario del PRI" (Covarrubias, 2011).

El referido bloque agrupaba a un elevado número de estudiantes de las escuelas secundarias de la ciudad, por lo que desempeñó un papel importante en el movimiento, y a su líder le daba un considerable peso en la toma de decisiones.

La postura del joven Covarrubias era radical, como se pone de manifiesto en la intervención que tuvo en uno de los mítines: "el ejido Tampico está muy lejos y sólo en helicóptero podríamos transportarnos, siendo que muchos de nosotros no tenemos dinero ni para tomar un camión; consideramos que es más factible que tomemos los terrenos de un grupo de ricos y no despojar a unos pobres campesinos de las tierras que son su patrimonio".3

Desde el punto de vista ideológico había diversidad en los dirigentes del movimiento, como lo señaló José Mojica Moreno: "Asimismo estábamos los que nos llamábamos libres o independientes, quienes no teníamos un partido pero sí una causa en común, un interés en común. Creíamos en las libertades políticas, en el acceso social, porque las oportunidades estaban limitadas en todo sentido" (Mojica, 2011, 2012). Y añadió: "Desde niño ocupé cargos dentro de la Asociación Católica de Jóvenes Mexicanos (ACJM) [...] y cosa curiosa, siempre andaba con puros comunistas. De hecho, era famosa la expresión de José Negrete Mata, que me calificaba, en tono de broma, de fundador, líder y guía del Partido Socialista Marxista Guadalupano" (Mojica, 2011, 2012).

Las fuentes de Mojica eran las encíclicas de la doctrina social de la iglesia católica y el pensamiento de algunos adeptos a la teología de la liberación, entre ellos, el arzobispo brasileño Hélder Cámara, y el obispo mexicano Sergio Méndez Arceo.

Luis Mundo Cortés, otro de los dirigentes, se caracterizó por una actitud conciliadora a tono con la idea de que en el movimiento también estuvieran representados —de la misma forma que lo estuvieron los sectores juveniles del PRI y del PAN— para que "no se viera que era gente de una tendencia ideológica de izquierda la que únicamente organizaba la marcha" (Mundo, 1991, 2013). Asimismo, se preocupó por darle otro sentido al movimiento, a fin de lograr mayor apoyo estudiantil y de la comunidad en general, por lo que en unos fines de semana se efectuaron exposiciones pictóricas y conciertos de rock que atrajeron bastante público. "Los Domingos Populares que organizamos fueron experiencias formidables, ahí fue gente que jamás en su vida había pisado los prados del Club Campestre" (Mundo, 1991, 2013).

Por otra parte, a Lino Meza Parra se le identificaba por su marcada postura de izquierda, que compartía con otros participantes en el movimiento: "Ya traíamos cierta efervescencia de la onda de la revolución cubana, del Che Guevara, de Fidel Castro, Cienfuegos y todos ellos [...] nuestra Escuela de Economía era la única que tenía conciencia de todo lo que estaba pasando, y especialmente los que pertenecíamos a la Juventud Comunista" (Meza, 2011). Por ello él vio en el movimiento del Club Campestre una oportunidad de evidenciar la ineficacia del sistema político existente, y sus opiniones siempre fueron severas críticas al gobierno. Inclusive se opuso a que se aceptara el terreno que ofreció el gobernador del estado para la Universidad en la Mesa de Otay.

Como puede advertirse, cuando estuvo realizándose el movimiento prevaleció en los actores protagónicos un discurso contestatario, que implicaba una crítica de fondo al sistema social imperante, y a la vez apuntaba hacia escenarios de cambio y transformación social.

 

De lo público a lo mediático y de lo mediático a lo público

Nos ocuparemos ahora de otro plano desde el cual se incidió en el movimiento que analizamos: nos referimos al importante papel que desempeñaron los medios de comunicación, y específicamente una serie de periódicos regionales que le dieron amplia cobertura. Para la mejor comprensión de esto será útil introducir algunas consideraciones de orden teórico.

Las posibilidades ofrecidas por la actuación de los medios de comunicación en los procesos de constitución y reproducción social los coloca como ejes fundamentales de los vínculos de los agentes políticos con la comunidad; por ello, el momento histórico de la segunda modernidad (Beck, 2002b) ubica a los medios también como elementos centrales de las relaciones entre los actores del ámbito microsocial y las instituciones del orden macrosocial.

Desde la estructuración de los problemas públicos, construir un problema consiste en el desarrollo de procesos de mediación simbólica, pues los actores destacan algunos hechos de lo real concreto, y sobre ellos construyen sus propios significados, valoraciones, juicios y representaciones. Y aun cuando los hechos descritos contengan algunos datos objetivos, siempre la etiqueta de "relevante" será impuesta por los actores de acuerdo con el marco de referencia y los recursos teóricos implícitos en las evaluaciones que éstos hagan del problema en cuestión.

La relevancia del papel que desarrollan los hacedores de representaciones mediáticas en la sociedad reside en su papel de mediadores en el proceso de la construcción social de la realidad. La conformación de la opinión pública y la construcción de representaciones sociales acerca de los distintos fenómenos del entorno, en las sociedades contemporáneas pasa obligadamente por los medios de comunicación. Por lo anterior, se puede entender a la producción de representaciones mediáticas como un proceso en el que participa el reportero como agente mediador inserto en una empresa informativa (institución mediadora), proceso que implica la selección de acontecimientos de lo real social actual; recolección de información y construcción de narraciones acerca de estos hechos, las cuales son redactadas, grabadas, editadas, jerarquizadas y, finalmente, ofertadas al público, como información-mercancía (Méndez, 2007).

Por su parte, la teoría de la agenda setting, una derivación del complejo teórico llamado de los efectos de los medios de comunicación sobre las audiencias, plantea que los periodistas seleccionan los temas sobre los que se habla y se debate en el devenir de la vida cotidiana (agenda pública) entre los miembros de las audiencias, así como su importancia, su orden y la manera de transmitirlos.

De lo anterior se desprende la idea fundacional de esta teoría que plantea: "La prensa no tiene mucho éxito en decir a la gente qué tiene que pensar pero sí lo tiene en decir a sus lectores sobre qué temas tienen que pensar" (Cohen, 1963:13).

Existen diversos modelos teóricos acerca de los efectos que argumentan el sentido causado por los medios de comunicación en sus reacciones inmediatas y a futuro; relacionada con los efectos a largo plazo, se haya la teoría de la agenda setting. Esta propuesta teórica surge a finales de la década de 1960 en el "marco de la mass comunication research norteameticana" (Alfonso, Dader, Monzón y Raspir, 1990), y es una propuesta de Maxwell Mc Combs y Donals Shaw que se desarrolló en el transcurso de las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 1968. Hoy en día, la agenda setting se utiliza de manera recurrente en el campo de la investigación, por su efectividad para medir las reacciones inmediatas y establecer las secuelas causadas por los mensajes emitidos por los medios de comunicación masiva. Observa en esto potencialidades para establecerse como los constructores de la realidad social, y más allá, les atribuye protagonismo en la construcción de la opinión pública y, a su vez, destaca la influencia que son capaces de ejercer constantemente a través de los diversos canales por los que es posible difundir un mensaje.

Humanes e Igartua (2004) exponen que el planteamiento medular de la agenda setting es que los medios dirigen a la audiencia a enfocarse en los temas públicos que les interesan. Para comprobar dicha hipótesis, numerosas investigaciones han cruzado los temas presentados por los medios con los de la agenda pública. Para implementar la teoría de la agenda setting es un principio medular tematizar, ya que este proceso implica asignar orden a los datos encontrados (Wolf, 1991:185).

En adición a la agenda setting, hay que señalar que "su nombre metafórico proviene de la noción de que los mass media son capaces de transferir la relevancia de una noticia en su agenda a la sociedad. A través de su práctica diaria de estructuración de la realidad social y política, los medios informativos influyen en la agenda setting de los asuntos sociales [...]" (McCombs, 1996).

En el caso que nos ocupa, se puede plantear que la agenda temática respecto a los sucesos sociales vinculados a la ocupación de las instalaciones del Club Campestre estuvo en su momento modelada, en cierta medida, por la agenda de los medios de comunicación. El enfoque de agenda setting trata sobre lo que pensamos, pero también se refiere a las opiniones y sentimientos sobre determinados temas. Esta visión marca un hito en el estudio sobre los efectos indirectos de los medios, porque esta teoría no se limita a la enumeración de una lista de temas sino que, en un segundo nivel, la agenda incluye imágenes y perspectivas. Esta dimensión (segundo nivel de agenda) tiene que ver con el modo en que se produce la transferencia de la prominencia sobre un tema (cómo pensar acerca de), y no sólo la prominencia de los asuntos, sino también la de los aspectos de esos temas (McCombs, 1996). Asimismo, esta teoría plantea que no únicamente existe la agenda mediática, sino que hay tres agendas que se relacionan de manera estrecha con el proceso comunicativo; además de la mencionada, hay una agenda pública constituida por los temas de interés para los públicos o audiencias, y una agenda política, que está integrada por las acciones de respuesta que ofrecen los grupos políticos y las instituciones sociales a distintos temas de interés.

 

La toma del Club Campestre desde los relatos periodísticos

En congruencia con el planteamiento teórico, se utilizó la técnica denominada análisis de contenido, que es una de las disciplinas con las que Harold Lasswell (1948) intentó describir el fenómeno comunicativo: ¿Quién dice qué, por qué canal, a quién, con qué efecto?

El análisis de contenido trabaja con documentos y se interesa en las comunicaciones simbólicas o vicarias que subyacen en éstos; es decir, su enfoque examina aquellos aspectos del mensaje que proporcionan un conocimiento de hechos, sucesos o fenómenos observados directamente por él mismo (Acosta, 2013). Comprende un método claro y bien definido que concede procesar datos de forma tal que es posible que otros interesados los reproduzcan. Esto nos lleva a relacionar la técnica del análisis de contenido con el método científico que es utilizado en las ciencias exactas. No obstante, esta técnica se destaca por enfocarse en analizar el significado simbólico de los mensajes confinando su alcance. En la actualidad, se ha convertido en una técnica utilizada con frecuencia en el área de las ciencias sociales. El propio nombre lleva a suponer que para comprender la verdadera intención en la emisión de un mensaje, posiblemente haya que ahondar en los detalles. El analizar obliga a ir más allá de lo que está en la superficie; requiere observar de forma minuciosa los elementos que conforman el mensaje para permitir su adecuada decodificación.

Al respecto, Bardin (1996) señala que en tanto a esfuerzo de interpretación, el análisis de contenido se mueve en dos polos: el de rigor de la objetividad y el de la fecundidad de la subjetividad. Asimismo, disculpa y acredita en el investigador esa atracción por lo oculto, lo latente, lo no-aparente, lo potencial inédito (no dicho) encerrado en todo mensaje.

Esta faceta del análisis permite extender la capacidad del campo de estudio a otros temas que no se encuentran manifiestos textualmente, sino que comprenden un grado mayor de complejidad que exigen que el investigador identifique las variables que intervienen en el proceso. Es posible desarrollar esta etapa si, y sólo si, se destapan (metafóricamente hablando) las condiciones del contexto que envuelven al mensaje y al proceso comunicativo al que pertenece, abarcando aspectos sociales, históricos, culturales, psicológicos, de cuándo y cómo fueron producidas y recibidas las expresiones de comunicación.

Con un criterio cuantitativo encontramos que de un total de 46 relatos periodísticos analizados acerca de la temática que ocupa a este artículo, 19 fueron producidos por La Voz de la Frontera; después se ubica el diario El Mexicano, con diez productos comunicativos. Tanto The San Diego Union como El Heraldo de Baja California sumaron cinco publicaciones sobre el tema de la toma que realizaron los estudiantes. Y, finalmente, entre los medios La Hoguera, Noticias, Baja California y Extra, sumaron siete los trabajos periodísticos restantes.

Como ya señalamos, el periódico que con mayor persistencia informó sobre el movimiento fue La Voz de la Frontera, que se publicaba —y aún se publica— en Mexicali.4 Era propiedad de un grupo de la iniciativa privada local, con vastos recursos económicos, del que estaba al frente el conocido empresario mexicalense Mario Hernández Maytorena.

Este periódico se distinguía por su moderno formato5 y, sobre todo, una línea bastante crítica al sector público. En esas circunstancias, el caso de la toma del Club Campestre por los estudiantes de la UABC resultaba un punto muy vulnerable para el sistema de educación pública. Era una oportunidad para evidenciar las deficiencias de éste y, tácitamente, señalar a la enseñanza privada como otra opción.

Desde hacía tres años fungía como director del periódico Jesús Blancornelas, que se caracterizaba por su acuciosidad y sentido crítico.6 Además, como señala José Negrete Mata en la entrevista que se le hizo, parecía que el conflicto del Club Campestre era una coyuntura favorable para el periódico mexicalense de buscar mayor penetración en la plaza de Tijuana, dominada mayoritariamente por El Mexicano. Eso explica en buena medida la frecuencia de las numerosas notas dedicadas al movimiento, que en ocasiones pareciera tenían el propósito de alentarlo, especialmente las del reportero Eduardo Castillo, radicado en Tijuana. Pero al lado de tales circunstancias, sin lugar a dudas, esa copiosa información de La Voz de la Frontera constituye un importante acervo para el análisis del fenómeno que nos ocupa, tal como lo muestra el cuadro I.


Otro periódico importante que cubrió el movimiento fue El Mexicano, con una orientación distinta, derivada de las circunstancias de que, publicándose en Tijuana, su cobertura regional incluía a Mexicali, Ensenada y Tecate.

Fundado en 1959, con el apoyo del gobierno federal mediante un préstamo otorgado por el Banco Mexicano de Comercio Exterior, tenía una línea presidencialista, que se articulaba también con el gobierno del estado (Trujillo, 2000:266). En esa virtud, las notas referentes al movimiento del Club Campestre no son tan críticas como las de La Voz de la Frontera, ni tampoco tan frecuentes, y predomina en ellas un tono que parece buscar una salida al conflicto, como se puede apreciar en el cuadro II. Por ello es explicable que en ocasiones los dirigentes estudiantiles del movimiento calificaran de oficialistas a las notas de El Mexicano. Su director en ese tiempo era el joven licenciado Enrique Galván Ochoa.7


Se encuentran también notas del diario El Heraldo de Baja California, que era el de mayor antigüedad8 en Tijuana en ese tiempo, pues ya llevaba tres décadas en circulación. Era dirigido por Rubén D. Luna, experimentado periodista salvadoreño, con bastante arraigo en la ciudad.9 Son frecuentes sus editoriales en los que en forma mesurada califica los giros que tomó el movimiento. El cuadro III muestra el tipo de encabezados que publicó este diario.


En el periódico Noticias, fundado también en la década 1940,10 se advierte una tónica cercana al Partido Acción Nacional, con énfasis en poner de manifiesto que dicho partido apoyaba la causa de los jóvenes estudiantes apoderados de las instalaciones del Club Campestre, como medio de presionar para que la Universidad contara con instalaciones.

De menor circulación que los demás periódicos locales era el Extra, del que fungía como director gerente Alejandro Pérez, y como subdirector, Rodolfo Valtierra, siendo éste el que le daba contenido al periódico. Originario de Guadalajara, Jalisco, en Ensenada editó El Informador, y luego pasó a Tijuana, donde se caracterizaría como un periodista combativo y agresivo, bien enterado de la política regional.

Finalmente, como evidencia el cuadro IV, está The San Diego Union, que bajo otra óptica reporteó el movimiento, con notas dirigidas a los lectores de aquel lado de la frontera, a quienes se les explican aspectos del conflicto generado por ICSA, sus derivaciones en la toma del Club Campestre por los estudiantes, el ofrecimiento del gobierno del estado de un terreno en el ejido Tampico para levantar allí las instalaciones universitarias, la normatividad mexicana en torno a los terrenos ejidales y, en fin, toda aquella información que pudiera ser ilustrativa para el lector angloparlante, que era su destinatario.


La producción de relatos periodísticos es un ejercicio de mediación entre lo que ocurre y lo que las audiencias conocen, como lo establece Manuel Martín Serrano (1989) en su teoría de la mediación comunicativa. Los reporteros hacen "recortes" de la realidad a partir de la selección de aconteceres y de algunos datos de dichos aconteceres; esos datos son construidos a partir de la intervención de diversos "actores clave", también determinados como "clave" por la misma cosmovisión del periodista.

En el caso de la ocupación del Club Campestre, en el total de 47 relatos analizados, sobresalen como actores de éstos, 107 individuos, que pertenecen a diversas organizaciones y juegan distintos roles sociales.11 Su "poder simbólico" lo determinamos en este artículo a partir de su presencia en términos de la unidad mínima de análisis de contenido, que es el párrafo y, por supuesto, de la tendencia en el tratamiento periodístico recibido, organizado en tres grandes categorías: positiva, neutra o negativa.

En el caso de la toma del Club Campestre, tal como se puede observar en la gráfica 1, prevalecen como actores con mayor presencia en el discurso: Raúl Sánchez Díaz, entonces gobernador de Baja California; es importante mencionar que el tratamiento dado a sus posturas y envestidura fue regularmente positivo, sobre todo apoyado en el decreto de expropiación de los terrenos del Club Campestre que había ordenado, acción en torno a la cual se coaligaron los socios del propio club, estudiantes y la opinión pública general de Tijuana, en oposición a ICSA. Así lo muestran las siguientes citas:


Un nutrido grupo de jóvenes estudiantes en visita hecha a nuestra Redacción, expresó que la manifestación será en apoyo al decreto expropiatorio hecho por el Gobernador del Estado, Ing. Raúl Sánchez Díaz y que en tal postura, están unificados todos los estudiantes. (El Heraldo de Baja California, 4 de febrero de 1971).

El decreto del gobernador del Estado Raúl Sánchez Díaz, que expropió los terrenos del club, por causa de utilidad pública, en noviembre de 1970 fue anulado recientemente por Juez Federal de Distrito Xavier Vergara, quien dio posesión de los terrenos del club al ex presidente de la República, Abelardo L. Rodríguez y del ex gobernador Alfonso González. Los estudiantes aspiran a que tal decisión sea anulada y convencer al gobierno que se destinen los terrenos para la Universidad. Sus pancartas dicen "sin universidad, no hay progreso. (The San Diego Union, 11 de febrero de 1971).

Le seguía Gilberto Covarrubias, estudiante de secundaria en 1971 y uno de los líderes del movimiento, a quien se le brindó un tratamiento mayormente neutro en el conjunto discursivo, sin abuso en las adjetivaciones, dándole voz porque en ese momento, como líder, representaba la voz de la noticia, una noticia que en la agenda pública germinó y se reprodujo rápidamente:

[...] sobre el techo de una vagoneta el primer orador Gilberto Covarrubias, de la Secundaria Nocturna Gabriel Ramos Millán, a grito abierto se dirigió a los compañeros y entre otras cosas dijo: "Que quede bien claro que estos terrenos no son para el Campestre ni para la ICSA son para el estudiantado. Los socios del Campestre están disfrutando anticonstitucionalmente de esto".

Y mientras los jóvenes gritaban "Universidad.. .Universidad... Universidad"... se recomendaba calma, orden y silencio.

Covarrubias gritó que sabía que había policías y periodistas, pero que debían enterarse que contaban con el apoyo del pueblo. (El Heraldo de Baja California, 6 de febrero de 1971).

Los estudiantes universitarios formaron un Consejo Estudiantil para dirigir el movimiento. Como líderes principales se nombró a Luis Mundo Cortez por la Universidad Autónoma de Baja California y Gilberto Covarrubias por el Bloque Estudiantil Democrático.

Ambos dirigentes declararon que: "El estudiantado está consciente de que su meta es conseguir los terrenos para la Universidad. Ya no queremos asistir por las tardes a un plantel que en la mañana es un jardín de niños, ni estudiar tampoco en un local que está destinado a bodega de pupitres. (La Voz de la Frontera, 7 de febrero de 1971)

Y otro de los actores clave, sin duda, lo representó el licenciado Xavier Ríos Vergara, juez federal de Distrito quien, por el contrario, recibió un tratamiento periodístico que fue con mayor tendencia de lo neutro a lo negativo, como se puede apreciar en la siguiente cita:

La actitud del Juez Federal ha dado margen a especulaciones y conjeturas, que en nada le favorecen; máxime que ya anteriormente, organismos de profundo arraigo y general representación de los intereses de la comunidad tijuanense, como las Cámaras de Comercio e Industria, Clubes Sociales y de Servicio y el Comité Pro Defensa del Patrimonio de Tijuana, acusaron al Lic. Ríos Vergara ante el Presidente de la República, Suprema Corte de Justicia y Procuraduría General de la Nación, de coludirse con los abogados de la ICSA y las sucesiones Rodríguez y García González, para despojar a quienes pacífica, continua y legalmente han venido poseyendo las 10,533 hectáreas de los terrenos, incluyendo el Campestre, que los "icsos" alegan les pertenecen. (El Heraldo de Baja California, 2 de febrero de 1971)

A los actores ya mencionados se suman los líderes estudiantiles José Mojica y José Negrete Mata, alumnos de la Facultad de Economía; Martha Galindo Betancourt, de la Juventud Comunista, y Miguel Fernández, del sector juvenil del PAN, entre otros jóvenes activistas, como Dionisio González y Julio Galindo.

Finalmente, por parte de los asociados y litigantes del Club Campestre, figuraron como actores importantes de este hecho noticioso: Candelario Gallardo, Ramiro González Santos, Roberto Pérez García y Víctor Barrón.

 

La reelaboración del discurso de los actores, cuatro décadas después

Luego de ver la percepción que tenían del movimiento del Club Campestre, primero los propios actores y posteriormente los medios de comunicación, volveremos a centrar de manera específica el enfoque en los líderes del movimiento, así como en otros estudiantes que también participaron. De hecho, hay un aspecto temporal que da singular interés al enfoque que haremos, ya que son nada menos que 40 años los que median entre el discurso que manejaban los actores al efectuarse el movimiento y el que utilizan en la actualidad.

El 5 de febrero de 2011, los participantes en el movimiento del Club Campestre celebraron el 40 aniversario del suceso, secundados por amplios sectores de la sociedad en general y de la comunidad universitaria, incluido el rector; los festejos incluyeron actos académicos y sociales (El Mexicano, 6 de febrero de 2011). En ello encontramos una serie de significativas implicaciones, como el propósito celebratorio, la actitud de conmemorar algo que, no obstante los años transcurridos, se considera vigente y trascendental; así como la actitud de orgullo y satisfacción de quienes fueron actores y, finalmente, la revaloración del movimiento, que si al efectuarse tuvo una dimensión de quebrantamiento de la normatividad, ahora se le justifica y exalta.

Lo anterior corrobora la pertinencia del objetivo de este artículo, encaminado a poner de manifiesto la historicidad en la percepción y revaloración de la toma del Club Campestre por los estudiantes de la UABC. Esto supone el registro de cambios que se dan en el tiempo en las formas de concebir los fenómenos, así como en los contextos sociales que influyen en tales cambios, lo que se ubica en los fines sustanciales de la indagación histórica.

Para entender cómo se llegó a esto, es pertinente señalar una serie de circunstancias. Como se sabe, la década de 1970 se caracterizó por un considerable impulso a la educación superior, incluyendo a las universidades de los estados de la república, a iniciativa del presidente Luis Echeverría, de quien se ha opinado que con ello se propuso legitimar su régimen de los cuestionamientos que se le hacían en función de los sucesos de Tlatelolco.

Así tenemos que la UABC empezó a recibir los beneficios de ese impulso, precisamente a partir del 24 de noviembre de 1971, en que tomó posesión como rector el ingeniero Luis López Moctezuma, esto es, siete meses después de que concluyera el movimiento del Club Campestre. Hubo recursos suficientes para construir las instalaciones de cada una de las escuelas de la Universidad y ampliar la oferta de carreras, lo que se tradujo en un notable incremento de la población escolar; por ejemplo, de 1 000 alumnos que en números redondos había de licenciatura en 1971, se elevaron a 16 000 en 1981 (Piñera, 1997:455).

Adicionalmente, pronto pudo superar los problemas de huelgas y movimientos, de tal manera que entró en un camino de estabilidad, acompañado de una constante superación del nivel académico. Dentro de esa dinámica pudo sujetarse a los procesos de evaluación externa, adquirir el acreditamiento de sus programas y encuadrarse en las políticas generales de modernización educativa. Todo ello cristalizó en la formulación de un discurso en el que se concibe a la Universidad como una institución consolidada, que en el imaginario de la comunidad es motivo de orgullo, que tiene una de sus más sentidas expresiones en el simbólico cimarrón.

Con esa imagen arriba la UABC al 2011, año en que los participantes en el movimiento del Campestre decidieron conmemorar el 40 aniversario del suceso. Los que en aquel entonces eran estudiantes en su primera juventud, se convirtieron en hombres que en promedio frisan en los sesenta años. Además, un buen número de ellos son profesionistas egresados de la propia UABC, en la que también han estudiado algunos de sus hijos. Participan, pues, del orgullo cimarrón que priva en el ambiente general. Ello se advierte en la reelaboración actual del discurso del grupo, en el que sus miembros se conciben —y lo ponen de manifiesto ante la comunidad— como actores de un movimiento que condujo a la obtención del terreno del que ahora disfruta la UABC en Tijuana.

El énfasis es en ese sentido y sólo muy tangencialmente se hace alusión al contenido ideológico contestatario y crítico del discurso original, manejado en 1971 al calor del movimiento.

Como es sabido, el discurso se entiende en su acepción como el conjunto de conceptos, ideas, sentidos, puntos de vista y aspiraciones que forman el acervo de un grupo específico (Earpen, 1975:98). De esa manera se construye un conjunto de enunciados, un repertorio común que se usa en el seno del grupo (Foucault, 1973:9).

El discurso así concebido no es estático, sino mutante, en cuanto cambia a través del tiempo, al ritmo que la realidad social y las instituciones se transforman.

En el caso que nos ocupa, esa historicidad del discurso se pone de manifiesto en las entrevistas que se les hicieron a un buen número de los actores protagónicos en el movimiento, a cuatro décadas de que se efectuó éste. Como se verá, sus expresiones aluden enfáticamente al beneficio que trajo el movimiento a la UABC, con la dotación del terreno para levantar los edificios.

Gilberto Covarrubias, que a sus 17 años fuera uno de los principales líderes del movimiento, ahora está por entrar a la tercera edad. Cuando se le entrevistó, hizo énfasis en la importancia de lo que lograron, pues no obstante que la UABC ya tenía 14 años de fundada, carecía de instalaciones en Tijuana: "Indiscutiblemente, si no hubiera sido por el movimiento del Campestre, no se hubiera conseguido el terreno de la Universidad, al menos con la premura con que se logró [...] no hubiéramos podido pugnar después por las escuelas de Medicina, Odontología y Ciencias Químicas [...] el Campestre es un parteaguas" (Covarrubias, 2011).

Al referirse a su trayectoria personal, expresa que gracias a la UABC se recibió de médico y ha podido desarrollarse en lo profesional, pues en la actualidad es subdirector de una de las clínicas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en esta ciudad, y paralelamente tiene un sanatorio particular; además, desde hace años es profesor en la Facultad de Medicina de su alma máter (Covarrubias, 2011).

José Mojica Moreno menciona que se recibió de contador público en la propia UABC, y que con el tiempo ha logrado una situación profesional bastante sólida, pues su despacho está vinculado con firmas internacionales de Estados Unidos, Centro y Sudamérica. En el corporativo que encabeza está integrado uno de sus hijos, que egresó también de la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad. Otro campo en el que le es muy satisfactorio participar es en el de la Fundación UABC, organismo que tiene por objeto allegar fondos complementarios al subsidio de la institución, para apoyar programas específicos, entre ellos, el de Movilidad Estudiantil, mediante el cual se envía a los jóvenes a estudiar temporalmente a otras universidades del país y del extranjero.

De igual manera, comentó que cuando estaban en el movimiento del Club Campestre, jamás pensaron que la Universidad llegaría a tener un desarrollo tal como el de que sus estudiantes puedan disfrutar esas experiencias tan formativas en varios países (Mojica, 2011, 2012).

Otro de los participantes del movimiento que terminó sus estudios en la UABC es Luis Mundo Cortés, que obtuvo el título de abogado y mantiene estrechamente el vínculo con la Universidad. Es conocido por la extensa colección de documentos y objetos que conserva de los días del Club Campestre, entre ellos, fotografías, volantes, recortes periodísticos, etcétera. Fue uno de los que participaron en forma activa para que se constituyera en el 2011 el grupo "UABC Campestre o Nada", A.C., al cumplirse precisamente 40 años de efectuado el movimiento. Este organismo les ha permitido organizar conferencias y otro tipo de eventos, a través de los cuales han puesto de manifiesto ante la comunidad universitaria el beneficio que trajo la toma del Club Campestre a la institución. Algo que circunstancialmente influyó para que se formalizara el grupo fue la muerte, en el año 2010, de José Negrete Mata, sobre cuyo liderazgo en el movimiento hay un consenso general.

También coinciden en enfatizar los beneficios que trajo lo que llaman la gesta del Club Campestre otros elementos que si bien no tuvieron tanta participación como los dirigentes, sí contribuyeron de una u otra forma.

Asimismo, concuerdan en señalar los beneficios que representó el movimiento para la comunidad, además de lo que en lo personal les ha aportado la UABC. Mario Córdova se recibió de contador público al igual que, tiempo después, una de sus hijas; ambos laboran en su exitoso despacho (Córdova, 2011).

Susana Flores, por su parte, obtuvo el título de enfermera y destaca que, afortunadamente, las mujeres ya tienen mayores oportunidades para estudiar, pues todavía en las décadas de 1960 y 1970 eran muy limitadas (Flores, 2013).

Por otro lado, Aureliano Casas Escobedo se graduó en la Escuela de Economía, a la que considera pionera en las luchas estudiantiles, como la del Club Campestre (Casas, 2012).

Se expresan en la misma tónica quienes participaron en el movimiento en función de ser dirigentes juveniles de partidos políticos:

Miguel Fernández Ortega, del PAN, dice que le dio gusto constatar que el movimiento tuvo frutos, y que especialmente le impresionaba en 1971 ver que en los edificios que se estaban construyendo para la Universidad se trabajaba día y noche, pues en algunas ocasiones le tocó ver eso en la madrugada, es decir, "no fueron sólo promesas de políticos" (Fernández, 2011). En tanto que Juan Pablo Calderón, del PRI, manifiesta que "lo que se obtuvo, fue un logro para todos los tijuanenses" (Calderón, 2012).

 

Consideraciones finales

Pensamos que lo expuesto en este estudio pone de manifiesto la historicidad de los fenómenos, toda vez que en el caso de la toma del Club Campestre por los estudiantes se evidencian cambios en la forma de percibirla, tanto en quienes participaron en ella como en los otros sectores de la comunidad universitaria.

Se advierten, asimismo, cambios en el discurso, que de ser originalmente contestatario en los dirigentes del movimiento, se integraría después al discurso institucional que en la actualidad considera al movimiento como un factor decisivo para el logro de los terrenos en que está ubicada la Unidad Tijuana de la UABC.

Esto alude de igual forma a la mutabilidad de los fenómenos, que se ven influidos por el transcurso del tiempo y de las transformaciones que con éste se dan en la realidad social y en las instituciones; es decir, en este caso hay diferencia sustancial entre las actitudes y valoraciones de 1971 y las asumidas en nuestros días. Por ello, el presente artículo pretende contribuir a un acercamiento explicativo de un fenómeno escasamente estudiado dentro de la historia de la UABC, y en torno al cual había una especie de vacío y de silencio que en ocasiones dificultaba la convivencia en el seno de la comunidad universitaria.

Se corrobora, también, la importancia de los medios de comunicación en cuanto la agenda pública, integrada, en cierta forma, por representaciones mediáticas que generaron algunos periódicos regionales sobre la toma del Club Campestre, y que devino en la inclusión del tema en la agenda política para encontrar una solución institucional al problema.

 

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Notas

1 Con una diferencia obvia de escala, el movimiento del Club Campestre presentó rasgos inspirados por el movimiento de 1968 en la ciudad de México; entre ellos se pueden mencionar: el propósito de sumar a su causa el apoyo de diversos sectores sociales; la formación de un Consejo Estudiantil, a semejanza del Consejo Nacional de Huelga y el sistema de rotación del vocero ante los medios de comunicación, para evitar los peligros de cooptación.

2 Aproximadamente 25% de un total de 50 alumnos.

3 Archivo General de la Nación, Galería 2, fondo: Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, caja 1109 b, expediente 3, foja 33 f.

4 Se fundó en 1964, por la empresa Editora América Latina S.A. Confere.

5 Se dice que fue el primer diario en toda América Latina en utilizar la técnica offset.

6 Fue director de 1968 a 1974, de tal modo que lo era en 1971, cuando se efectuó la toma del Club Campestre por los estudiantes.

7 Nació en la ciudad de México y cursó la carrera de derecho en la UNAM, de 1963 a 1967. Colaboró en el área de prensa en la campaña presidencial de Luis Echeverría Álvarez, y ocupó la dirección de El Mexicano de 1970 a 1976. Actualmente tiene una destacada posición en el medio periodístico de la ciudad de México.

8 Salió a la luz pública en 1941.

9 Rubén D. Luna nació en El Salvador en 1898, y se avecindó en Tijuana en 1923.

10 Apareció en 1945, siendo su director fundador el licenciado José Garduño Bustamante, de quien hay referencias de que era simpatizante del PAN, sin ser miembro.

11 Por cuestiones de limitaciones de espacio, en este artículo centramos la atención únicamente en 13 de esos actores.

 

Información sobre los autores

David Piñera Ramírez. Mexicano. Doctor en historia por la UNAM. Adscrito al Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Baja California. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Su área de investigación es la historia social, con interés en la historia de la educación superior y procesos regionales. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: "Trayectorias demográficas de Baja California y California. 1900-2000", en coautoría, Estudios Fronterizos, julio-diciembre de 2012; La revolución mexicana y las universidades estatales pioneras, coordinador, UABC, 2011; Baja California a cien años de la revolución mexicana, coordinador, UABC/E1 Colef, 2011; y Baja California. Historia breve, en coautoría, Colmex/FCE, 2010. Correo electrónico: davidpinera@uabc.edu.mx

Hugo Méndez Fierros. Mexicano. Es doctor en estudios del desarrollo global y maestro en comunicación. Es Profesor-investigador titular en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Autónoma de Baja California. Además, es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Sus líneas de investigación se inscriben en los estudios socioculturales y la comunicación mediática, con énfasis en el análisis del discurso, el poder y las representaciones. Sus publicaciones más recientes son: Comunicación mediática y redes de política globales en la construcción simbólica del problema público del agua, Jorale Editores, 2012, y Cómo hacer una rica sopa con la metodología. Caminos y veredas de la investigación en comunicación, en coautoría, UABC, 2010. Correo electrónico: hugomendez@uabc.edu.mx

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