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Culturales

versión On-line ISSN 2448-539Xversión impresa ISSN 1870-1191

Culturales vol.8 no.15 Mexicali ene./jun. 2012

 

Reseñas

 

El sueño del celta

 

Luis Quintana Tejera

 

Mario Vargas Llosa, El sueño del celta, Alfaguara, México, 2010

 

Introducción

Muchas veces la problemática del ser humano resulta aparentemente inabarcable para quien pretenda descifrar claves de existencia al analizar ya sea a un individuo cualquiera o a un personaje de novela. Nos corresponde hoy revisar la vida de un protagonista que pasó de su ser real a la existencia sui generis que otorga la literatura.

¿Quién es el celta? ¿Quién es Roger Casement? Fue un individuo de personalidad controvertida donde los opuestos parecen hallar el mejor caldo de cultivo. Fue uno en la verdad aparente que nos permite verlo como a través del espejo borroso que nos proporciona la existencia.

Es otro mediante la alquimia tan peculiar de un narrador de historias como Mario Vargas Llosa. Y es otro mediante la interpretación que la crítica primero y cada uno de nosotros después realizamos.

¿Cuál de los tres es el auténtico?

Ninguno de ellos reviste ese perfil de verdad que el hombre cotidiano busca siempre que se enfrenta a un relato, a un hecho de vida, a un acontecimiento cualquiera, a un momento de su propia existencia.

Y lo anterior viene de una circunstancia tan sencilla como la de sostener que la verdad no existe o que, al menos, está tan oculta como en aquel relato de Don Juan Manuel, el escritor medieval español, en donde la mentira convence a la verdad de que el mejor lugar para habitar es en las raíces del árbol que ambas han plantado juntas; todos los hombres que se acercaban a contemplar aquel enorme vegetal sólo veían su copa repleta de flores y frutos, y no se enteraban de que la verdad estaba oculta en lo más profundo de las raíces de ese árbol.

La historia nos regala hechos que luego ni ella misma sabe explicar. ¿Quién asesinó a John F. Kennedy, un hombre que se hallaba tan lejos de la santidad y que se desplazaba de la perversión al ideal con tanta facilidad como lo hará el personaje de la novela aquí estudiada?

La historia se atreve a señalar a uno y otro posible asesino; soslaya eventuales causas de este fenómeno violento; pero no puede, no sabe o no quiere contarnos lo que realmente sucedió.

Las aguas del Mar Rojo se abrieron milagrosamente para que los judíos pudieran huir, o fue un fenómeno científico que explica lo inexplicable.

A la ciencia le ha gustado jugar a enfrentarse con la poderosa Iglesia Católica y sus mitos. Para la primera, los hechos sólo pueden desvelarse mediante fundamentos profundos, rígidos en su propia naturaleza; ser analizados y desentrañados hasta el máximo que la capacidad humana lo permita. Para la segunda ha sido más fácil acostumbrarse a las "verdades de la fe", a los hechos consumados en los que el sentimiento mágico prepondera. La Iglesia se ha habituado a regir nuestra conciencia desde las hojas y las flores resplandecientes del árbol aludido supra. La Iglesia fustiga y persigue las mentiras que sus fieles repiten en el confesionario guiados por una vana esperanza de que el "secreto confesional" los protegerá del conocimiento público.

Pero la Iglesia ha olvidado condenar con igual celo a aquellos de sus miembros que cometen atrocidades como la de violar a niños ciegos o incapacitados.

Vivimos en un mundo en el que la mentira prevalece y ha triunfado sobre la inocente verdad.

 

El sueño del celta

El relato comienza diciendo:

Cuando abrieron la puerta de la celda, con el chorro de luz y un golpe de viento entró también el ruido de la calle que los muros de piedra apagaban y Roger se despertó, asustado. Pestañeando, confuso todavía, luchando por serenarse, divisó, recostado en el vano de la puerta, la silueta del sheriff. Su cara flácida, de rubios bigotes y ojillos maledicentes, lo contemplaba con la antipatía que nunca había tratado de disimular (p. 14).

Desde el punto de vista de la técnica literaria, la novela está narrada de acuerdo con los parámetros del relato binario. Un relato binario es aquel que presenta desde el inicio dos historias diferentes que terminan intersectándose, es decir, que concluyen encontrándose o integrándose plena o parcialmente.

En esta narración la diégesis central será contada en los capítulos impares y tendrá como protagonista a Roger Casement, un irlandés que ha estado durante gran parte de su vida al servicio de la corona británica.

Los capítulos pares están dirigidos por los recuerdos de Casement y constituyen un largo y aparente monólogo con el que el protagonista quiere saber qué sucedió en un pasado que fue gestando la desgracia que padece en el presente.

El relato central nos muestra al personaje en el recinto carcelario de los condenados a muerte. Sólo sus recuerdos lo sacarán momentáneamente de la prisión para actualizar ciertos hechos, como lo decíamos en el párrafo anterior.

En la narración, además de focalización cero u omnisciente de acuerdo con las categorías de Gérard Genette o Todorov, respectivamente, notamos que existe una constante cesión de la voz narrativa para permitir que sus personajes hablen y expresen sus sentimientos y su modo de ver la existencia.

El contraste inicial nos muestra el mundo de afuera en abierta oposición con el pequeño universo que se encierra tras los muros de la cárcel.

 

Roger Casement

Roger Casement tiene mucho que ver con los temas señalados hasta este momento, y Vargas Llosa, un librepensador que no se deja engañar por falsos hechos, lo ha presentado desde ángulos diversos para tratar de llegar así hasta su esencia humana más perfecta, y precisamente perfecta en su propia imperfección, si es posible emplear el oxímoron.

Casement es un irlandés que conoce más de Inglaterra que de su propio país; que pretende amar a Irlanda sólo como un reflejo impositivo que le viene del pasado, pero que en realidad venera y respeta –al menos al principio– a la Inglaterra que lo llenó de honores y le dio el motivo para vivir gran parte de sus últimos años.

Casement fue educado por su padre en la religión anglicana, pero su madre le dio las bases del catolicismo que lo habría de caracterizar en muchos momentos de su existencia.

Casement fue el defensor de los negros en África y de los nativos en Perú y de muchos otros en Brasil; se enfrentó al aparato represor que mantenía sojuzgados a los desvalidos de siempre: no tuvo miedo. No le preocupó mantener un inútil equilibrio, y, liberado de todo sometimiento servil a la autoridad, le dijo en su rostro tantas verdades que escandalizaron las conciencias.

Pero su único objetivo era defender al pobre hombre abandonado en la miseria de sus vidas. Se granjeó así odios y peligrosos resentimientos; sólo amparado por la corona británica logró escapar a la muerte segura que le tenían preparada sus enemigos. Por último, triunfó sobre ellos y consiguió que estos asesinos fueran contenidos en sus impulsos criminales.

Habiendo alcanzado todo esto en largos años de convivencia con la pobreza, el hambre, las pestes, los insidiosos mosquitos, la fiebre apabullante, se irguió como el verdadero héroe de la causa que los británicos le habían encomendado.

Pero fue en este momento precisamente cuando sus ojos se volvieron hacia Irlanda, hacia su Irlanda, para verla igualmente sometida a los ingleses como lo estaban los negros de África. Y decidió emprender la cruzada más loca de su vida, la cruzada heroica que lo llevaría al encuentro de su propio destino. Pretendió pactar con los alemanes meses antes de que estallara la Primera Guerra Mundial; negociar con ellos para que les proporcionaran armas y poder alzarse con éxito contra el imperio que los tenía sometidos. Pero no todos pensaban como Roger Casement, no todos estaban de acuerdo en plantear la rebelión de este modo. Sus intentos se hallaban condenados al fracaso desde sus comienzos.

Contar la historia de Roger Casement no es tarea fácil. Pero la calidad narrativa del autor le permite involucrarse en las acciones de vida y muerte que caracterizaron la existencia de Casement.

El intento de tratar con los alemanes puede ser interpretado desde la óptica del hombre desesperado que desea liberar a su patria a cualquier costo y también desde la perspectiva del traidor que se vende a los germanos y al mismo tiempo traiciona la fe que los ingleses habían depositado en él.

Pero hay una faceta de este hombre que no hemos comentado aún: su condición homosexual. La mujer estuvo representada en su vida por una gran amiga: Gertrude y por su madre: Anne Jephson.

La mujer fue un verdadero misterio para él, y a medida que nacía en su cuerpo esa atracción por el hombre se iba revelando una faceta de su personalidad que lo mostraría ante los ojos del mundo como el pervertido que ni siquiera había sido capaz de formar su propia familia, tener sus hijos, vivir en paz. Tampoco alcanzó la compañía de una pareja permanente, sino que fueron muchos los hombres que desfilaron por su vida.

Fue promiscuo en sus relaciones y se consoló en los brazos de muchos al no poder hallar la compañía de uno. Su diario, su vergonzoso diario íntimo recogió sus historias sexuales y fue uno de los documentos en que Scotland Yard se apoyó para conducirlo ante los tribunales. El espíritu inglés podría estar dispuesto a aceptar la figura de un traidor, pero jamás toleraría la presencia y acciones de un homosexual.

El estilo de Vargas Llosa resulta impecablemente concebido en esta ficción que desnuda un punto de vista en torno a la existencia de un hombre que fue virtuoso y desenfrenado a la vez, protector del débil y promiscuo en su propia existencia, y que llevó en su alma el signo maldito de la contradicción.

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