SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.6 número11Huellas compartidas. Ensayos sobre el campo académico de la comunicación en Baja California índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Culturales

versão On-line ISSN 2448-539Xversão impressa ISSN 1870-1191

Culturales vol.6 no.11 Mexicali Jan./Jun. 2010

 

Reseñas

 

El "ser" femenino y la diferencia sexual

 

Consuelo Patricia Martínez Lozano

 

Filósofos y mujeres, Wanda Tommasi, Narcea Ediciones, España, 2002

 

Hace muchos años leí por primera vez algunos poemas de Rosario Castellanos. En general, quedé muy impresionada y conmovida (sensación que aún perdura cada vez que leo a Castellanos), especialmente con el poema "Meditación en el umbral" y sus dos frases finales que aluden a la necesidad imperiosa de una búsqueda del "Ser" femenino, un ser diferente, desconocido, más allá de los esquemas y roles sociohistóricos-culturales impuestos y aprehendidos por las mujeres: "Otro modo de ser humano y libre./Otro modo de ser". En cierta forma, me parece, aquellas palabras han tenido una importante influencia en mi vida en muchos sentidos, y a lo largo de los años he podido corroborar su actualidad y trascendencia. Esto se ha hecho evidente, de nueva cuenta, al leer el libro escrito por Wanda Tommasi: "Filósofos y mujeres". Ese "otro modo de ser humano y libre", Tommasi (filósofa italiana y académica en la Universidad de Verona) lo describe y analiza a través de la historia del pensamiento filosófico y de la manera en que, a lo largo del tiempo, se ha configurado e interpretado la diferencia sexual, es decir, la manera en que hombres y mujeres perciben y explican, en distintas épocas, el "ser" mujer, lo femenino.

Tommasi arranca su análisis con una explicación clara, sencilla y concisa de un planteamiento teórico respecto al estudio de las mujeres: la diferencia sexual; perspectiva que, al parecer, ha tenido particular relevancia en el entorno académico europeo, y que, de alguna manera, se erige como una especie de contraparte de los llamados "estudios de género". Esto porque Tommasi establece una distinción entre, por un lado, lo que llama y se conoce desde hace años como la perspectiva del gender, que lleva, según Tommasi, como estandarte principal la búsqueda de la igualdad entre los sexos, y por otro, la denominada diferencia sexual, que parte de una postura conceptual en la que se busca enfatizar, justamente, la diferencia: lo que hace a una mujer distinta del varón, en un sentido no sólo físico, biológico (externo), sino también en términos de la "esencia", del pensamiento femenino (lo interno), de las formas propias de las mujeres de entender, percibir y "estar" en el mundo. Para Tommasi, la perspectiva de género es parcial o incompleta porque, según su postura, sólo atiende o explica lo femenino a partir de las configuraciones culturales-sociales-históricas que han determinado el "deber ser" de las mujeres, aunque, evidentemente, no puede negar que esto ha ocurrido realmente: lo femenino es una construcción social-cultural (como también lo ha sido lo masculino). Sin embargo, lo que Tommasi rechaza no es tanto dicha premisa teórica del género (que como señalaré más adelante ella misma no puede negar ni anular en sus propios planteamientos), sino el que la perspectiva de género (digamos, en términos académicos teóricos), según Tommasi, se identifica con una lucha de las mujeres, en la práctica (mediante los principales y más significativos movimientos feministas), por la igualdad ante los varones. Para Tommasi, esta búsqueda de igualdad en que se han concentrado diversas etapas y corrientes del feminismo constituye una especie de trampa del androcentrismo: la igualdad trae explícita la pretensión de querer ser igual a los varones, por lo que, nuevamente, el ideal simbólico masculino es el modelo preponderante a seguir, lo deseable, lo que está bien, lo que es preciso perseguir y alcanzar. Por lo tanto, se niegan o desdeñan automáticamente los aspectos que se adjudican a lo femenino, identificándolos simbólicamente y de manera inmediata con los esquemas de subordinación impuestos a las mujeres. En este sentido, la esencia de lo femenino queda desprestigiada como parte medular de la aceptación-sumisión del dominio masculino. Tommasi apunta que este rechazo de la diferencia (lo que hace o constituye lo femenino) en búsqueda de la igualdad ha sido un error y una manera contradictoria de reivindicar la supremacía de lo masculino; una forma de oxímoron.

A partir de estos planteamientos, Tommasi elabora una descripción y análisis de la percepción de esta diferencia sexual a lo largo de la historia en el pensamiento filosófico occidental. Estructura su disertación recorriendo en forma lineal, cronológicamente, ciertas etapas importantes del pensamiento filosófico mediante la exposición de los planteamientos de algunos de sus personajes más representativos en torno a la diferencia sexual; esto es, la manera en que filósofos y pensadores, hombres y mujeres (pero, evidentemente, en mayor medida varones), han delineado, concebido e interpretado la "esencia" del ser femenino respecto a (o en disparidad con) lo varonil, el "ser" hombre. Así, inicia con la cultura griega retomando a Platón y Aristóteles; después aborda la etapa medieval concentrándose en la postura de la Iglesia Católica y las perspectivas de Tertuliano, Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, haciendo particular énfasis en la importancia de la presencia en la Iglesia Católica de las místicas y profetisas de este periodo, como Hildegarda de Bingen y Margarita Porete, y de Teresa de Ávila en el siglo XVI. Posteriormente, Tommasi aborda la Edad Moderna y los planteamientos de la Ilustración a través del pensamiento de Descartes, Rousseau, Kant y Mary Wollstonecraft con su conformación de los derechos de las mujeres. De esta manera, pasa al siglo XIX con Hegel, Feuerbach y Charles Fourier, para dar paso a la mirada de los representantes de la tradición marxista: Engels y Marx. Aquí Tommasi destaca también los planteamientos de mujeres pensadoras vinculadas a la corriente materialista, como Flora Tristán y Alexandra Kollontaj. Asimismo, dentro de este periodo, Tommasi enfatiza la perspectiva de la diferencia sexual según lo expuesto por Schopenhauer, Kierkergaard y Nietzsche. Finalmente, en el último capítulo de su texto, Tommasi elabora un análisis de la perspectiva de filósofas y literatas de diversas etapas del siglo XX, como Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Simone Weil, Hanna Harendt, María Zambrano y Luce Irigaray.

En general, el texto de Tommasi es de gran trascendencia e interés, incluso sensiblemente revelador, no sólo para las mujeres. Ello se logra, en cierta forma, porque el libro está escrito de manera concreta, dinámica y accesible, sin la densidad o el falso misterio y aburrida lejanía con que suele cubrirse a los tópicos que abordan la filosofía, el pensamiento o la disertación teórica. Tampoco es un alegato ramplón con pretensiones eruditas o una llana documentación variada de la ya sabida misoginia histórica. De hecho, Tommasi intenta ser moderada; apunta que el pensamiento filosófico prefiere denominarlo como "androcéntrico" y no generalizarlo como "misógino". Advierte que este término sólo lo atribuye, concretamente, a Tertuliano y Schopenhauer. Para Tommasi, en ambos filósofos sí existen evidentes odio y aversión hacia las mujeres. Incluso resulta gracioso cómo Tommasi alude a la "encarnizada misoginia" y la "rabieta" que hace Schopenhauer para argumentar contra la atracción de los varones hacia las mujeres, atracción "de la que él no quedó inmune en absoluto" (p. 160). No obstante, a lo largo de su exposición Tommasi acepta, de alguna manera, que la mayoría de los pensadores varones van más allá de una estructuración del pensamiento basados en una mera idea androcéntrica para acercarse a un manifiesto desprecio rencoroso hacia lo femenino.

Así, a lo largo del texto podemos atisbar la manera en que los filósofos han intentando conceptuar, describir, explicar, disertar o determinar las características del "ser" mujer, de lo femenino: los trazos de la diferencia sexual. Atendiendo a lo expuesto en el libro, bien podríamos pensar que, a lo largo de la historia, a las mujeres se les ha dicho de todo (aludiendo por lo general, casualmente, a lo menos favorecedor): varón fallido (Aristóteles); seres que buscan llevar a la práctica, de manera frívola, una "congénita gana de placer", lo que las hace "cómplices del diablo" (Tertuliano); ser defectuoso e incompleto (Tomás de Aquino); niños grandes, es decir, una especie de ente inacabado, intermedio entre el niño y el hombre que no llega a conformar un verdadero ser humano, además de tener una "instintiva" e "indestructible tendencia a mentir" (Schopenhauer); un ser débil, enfermo, mudable e inconstante (Nietzsche) (pp. 53170), etcétera. Pero más allá de recopilar estos planteamientos sobre la desvalorización de las mujeres que, digamos, ya son vox populi y que han sido más o menos documentados, Tommasi alude a diversas tendencias y puntos de vista que las y los filósofos han desarrollado en torno a pensar lo femenino y los factores históricos que enmarcan (o influyen en) su pensamiento.

En general, considero importante extraer algunos puntos de interés que aborda Tommasi: la recurrencia en la perspectiva de los filósofos a discurrir, en diversos sentidos, sobre la capacidad biológica de procreación de la mujer: verbigracia, en Platón, el apropiarse de la facultad de parir en términos de oponer esta característica biológica femenina con la capacidad "natural" del varón para generar ideas. En palabras de Tommasi:

...la procreación en los cuerpos, la que hace que las mujeres conciban y den a luz, se considera claramente inferior a la del espíritu, dentro la cual son los varones los que conciben y paren, entre sí, ideas y discursos. No se podría expresar mejor la homosexualidad socio-simbólica-masculina (p. 49).

Otro aspecto bajo el cual los pensadores han reflexionado sobre lo femenino tiene que ver con el amor, la atracción y el deseo sexual; así como con la visión de la mujer como débil, frágil y con inclinación "natural" a la subordinación y la abnegación, que sólo puede tener presencia (llegar a "ser") en función-relación con lo masculino, esto es, que una mujer sólo puede ser definida a partir del varón.

Llaman la atención de manera particular dos puntos atinada-mente explicados por Tommasi: 1) La presencia fundamental de las mujeres dentro de la mística, como un espacio de expresión, de pensamiento y práctica, en el que podían tener incluso una voz pública que fuera reconocida y respetada, sobre todo en un periodo histórico como la Edad Media y en siglos posteriores (como el XVI en el caso de Teresa de Ávila), caracterizados por el poder controlador, comúnmente feroz y bárbaro, de la jerarquía eclesiástica, que encontró en la población femenina un especial ámbito para cebar su yugo e imposición. La vida conventual, entorno clave en el que surgen y se expresan las místicas y profetisas, constituyó durante siglos, al parecer y en algunos casos, quizá paradójicamente, un territorio en el que podían canalizarse, más allá de los muros del convento, las inquietudes, los planteamientos y la conformación del pensamiento femenino. 2) El marxismo como primera corriente filosófica que piensa y diserta sobre la dominación de las mujeres, y en la que, además, también ellas encuentran lugar y contribuyen al desarrollo de dicha filosofía. En este sentido, me permitiría añadir que también el marxismo configura una explicación de la subordinación femenina como parte de una serie de disposiciones creadas socialmente que se gestan dentro (y en función) de un sistema económico-social capitalista de explotación y opresión. De esta manera, el marxismo ha constituido un aporte fundamental al estudio y entendimiento de las dimensiones sociales históricas en la conformación de la dominación masculina y ha sido un cauce para visibilizar la presencia femenina en el pensamiento social filosófico. Por otro lado, considero importante resaltar el cuidado y énfasis de Tommasi al explicar, en su capítulo final, las perspectivas de pensadoras como Virginia Woolf, María Zambrano y Luce Irigaray, con las que coincide en la mayor parte de sus planteamientos. Asimismo, es evidente la admiración que le provocan las figuras de Simone Weil y Hanna Harendt, de quienes hace una descripción casi emotiva.

Por último, a mi juicio, es pertinente elaborar algunos señalamientos respecto a la diferencia sexual y su aparente dicotomía con la perspectiva de género planteada por Tommasi. Me parece que Tommasi confunde un poco las bases de la teoría de género con los reclamos y tendencias de ciertos movimientos feministas, principalmente de los sesenta y setenta del siglo XX. Esta confusión conduce a evadir las sutilezas entre los términos "equidad", "diversidad" e "igualdad" en los derechos de las mujeres y contra la discriminación. Para Tommasi, la idea de igualdad está invariablemente asociada a un reclamo radical y primigenio del feminismo: la lucha de las mujeres por ser igual a los hombres, ser tanto o más que ellos, lo que implica una virilización de lo femenino, una renuncia a la diferencia sexual. Sin embargo, en realidad, la perspectiva académica de género, al menos en México, ha rebasado en mucho esta idea "anti-femenina", por decirlo de algún modo, de comprender la igualdad. Justamente, la perspectiva de la equidad, considero, se ha perfilado con el intento de arribar al justo acceso y ejercicio de derechos a partir de (y considerando a) la diferencia entre hombres y mujeres, en un entorno de diversidad cultural y sexual. Una divergencia más clara entre género y diferencia sexual estribaría, quizá, en que el género no es una línea teórica dedicada ex profeso al estudio de y sobre las mujeres, en tanto que la idea de diferencia sexual que Tommasi describe sí parece ubicar a las mujeres y lo femenino como único objeto de estudio.

Asimismo, Tommasi elude explicar la trascendencia de las configuraciones sociales en la comprensión de la esencia de lo femenino. ¿Cómo puede dilucidarse, con la mayor certeza posible, qué aspectos del "ser" femenino no se han conformado, en mayor o menor medida, bajo los esquemas simbólicos creados culturalmente? Aunque Tommasi intente dejarlo de lado, es inevitable traer a escena la fuerza de lo simbólico-cultural en la construcción de lo que entienden y viven las personas como "propio" de hombres y mujeres. En su visión de la diferencia, Tommasi desarrolla en su texto, de manera no explícita pero que puede atisbarse, una percepción dicotómica del ser masculino en contraposición a lo femenino, en un estilo que recuerda bastante la explicación estructuralista de las relaciones homólogas de contrarios (alto/bajo, seco/húmedo, hombre/mujer) que constituyen, justamente, un lente básico explicativo de los estudios de género. Esto es, pareciera que, según la idea de la diferencia sexual expuesta por Tommasi, las mujeres poseen una esencia opuesta a lo masculino. Bajo esta misma línea, la perspectiva de Tommasi resultaría insuficiente o dudosa para explicar y entender la diversidad sexual: ¿cómo se explicarían la o las esencias de lo homosexual, transgénero, transexual o travesti? Finalmente, no hay que perder de vista que Tommasi, al cortar de tajo con la parte cultural, perfila únicamente el posible "ser" femenino occidental europeo. En tal caso, cabría preguntarse: ¿esta visión es válida para las mujeres (y hombres) de otras culturas? ¿La esencia de lo femenino es unívoca para todas las etnias y grupos sociales en el transcurso del tiempo? Y también, ¿los varones y las mujeres poseen un ser unilateral, es decir, los hombres no pueden tener una parte de la esencia femenina, y viceversa?

Coincido con Tommasi en la existencia del "ser" femenino, y que, en mi opinión, conformaría no sólo una, sino varias y diversas "esencialidades" femeninas. Así, esta perspectiva teórica de la diferencia sexual me parece de importancia cardinal, sobre todo porque considero que la investigación sobre las mujeres, enmarcada en los estudios de género, debe tener mayores asideros teóricos que vayan más allá de la explicación antropológica-cultural o sociológica. En este sentido, la raíz filosófica de la diferencia sexual es un elemento indispensable para enriquecer el estudio social-antropológico de lo femenino. Me parece también, como concluye Tommasi, que la visión, entendimiento, análisis e interpretación del mundo y la realidad que tienen las mujeres han sido ignorados, anulados y reprimidos históricamente. Esto conformaría, entonces, una esencia de lo femenino que en realidad desconocemos puesto que no se ha permitido su expresión libre y plena; es decir, la presencia y aportes del pensamiento de ese "otro modo de ser humano y libre" que sigue en el silencio y el olvido.

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons