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Andamios

versão On-line ISSN 2594-1917versão impressa ISSN 1870-0063

Andamios vol.20 no.51 Ciudad de México Jan./Abr. 2023  Epub 29-Set-2023

https://doi.org/10.29092/uacm.v20i51.972 

Dossier

Activismo de base prefigurativo y futuros alternativos. Una propuesta de análisis*

Prefigurative grassroots activism and alternative futures. A proposal for analysis

Tommaso Gravante** 

**Investigador Asociado ‘C’ de Tiempo Completo en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM. Correo electrónico: gravante@ceiich.unam.mx


Resumen

En el campo de estudio de los movimientos sociales, hay una importante laguna en las investigaciones en la construcción de futuros alternativos. El presente artículo presenta una propuesta de análisis usando el enfoque de la prefiguración política y la dimensión emocional del activismo de base como variable explicativa. El análisis de la dimensión emocional permite distinguir y por lo tanto comprender sus impactos, entre prácticas estratégicas y prácticas prefigurativas. Esto da lugar a que en el activismo prefigurativo las prácticas políticas como la autogestión, el hazlo-tú-mismo, la autoformación, el veganismo, entre otras, se vinculen directamente, a través de una serie de emociones, a futuros alternativos caracterizados por el anticapitalismo, el conocimiento compartido, la democracia directa, el antiespecismo, el antipatriarcado, entre otros.

Palabras clave: Activismo de base; prefiguración política; emociones y protesta; movimientos sociales; futuro alternativo

Abstract

In social movements studies, there is an important gap in research on the social movements and the construction of alternative futures. This article presents a proposal for analysis using the prefigurative politics approach and the emotional dimension of grassroots activism as an explanatory variable. The analysis of the emotional dimension allows us to distinguish, and therefore understand its impacts, between strategic practices and prefigurative practices. This means that in prefigurative activism, political practices such as self-management, do-it-yourself, self-training, veganism, among others, are directly linked, through a series of emotions, to alternative futures characterized by anti-capitalism, shared knowledge, direct democracy, anti-speciesism, anti-patriarchy, among others.

Key words: Grassroots activism; prefigurative politics; emotions and protest; social movements; alternative future

Introducción

Una de las principales motivaciones del estudio de los movimientos sociales,1 para los especialistas en este campo, es comprender, entre otras cosas, los cambios sociales que están ocurriendo y que podrían ocurrir en la sociedad, aspecto que nos permite comprender los eventuales cambios del presente y sus impactos en la construcción de futuros alternativos.2 Por otro lado, también nos permite comprender qué aspectos de estos futuros alternativos podrían ser posibles, probables o preferibles, o en palabras de Wright, comprender la construcción de estas ‘utopías reales’ (Wright, 2010). A pesar de estos buenos propósitos, como destaca el sociólogo en investigaciones sobre el futuro, Markus Schulz, a pesar de que los movimientos sociales son el mejor lugar para encontrar y comprender la construcción de ‘futuros mejores’, nos encontramos con muy pocos trabajos que abordan esta relación (Schulz, 2016; 2019).

Haciendo un breve estado del arte, resulta que la mayoría de literatura que de una forma u otra quiere explorar la relación entre movimientos sociales y la construcción de futuros alternativos se centra en contestar la pregunta ¿cuál es el futuro de los movimientos sociales?, pregunta que se aborda ya sea desde el estudio de las dinámicas, mecanismos y procesos de los movimientos sociales o desde los aspectos metodológicos (van Stekelenburg, Roggeband y Klandermans, 2013; Tilly y Wood, 2019).

Otro cuerpo importante de literatura se interroga sobre los posibles/ probables/ preferibles efectos de los movimientos sociales en los sistemas políticos y democráticos (Della Porta, 2013; 2020a).

Otro aporte, aunque mínimo y de corte más filosófico que sociológico, intenta reflexionar sobre la relación entre imaginación radical, movimientos sociales y utopía (Haiven y Khasnabish, 2014; Kelley, 2002; Stoetzler y Yuval-Davis, 2002, Couton y López, 2009; Bossy, 2011).

También en eventos internacionales ‘históricos’, por su continuidad, como la conferencia internacional Alternative Futures & Popular Protest que se celebra todos los años en Manchester (Inglaterra) desde más de veinticinco años, esta temática ha estado ausente en las ponencias presentadas.

Todo este corpus de literatura presentado considera los movimientos sociales en su principal arena política, es decir, la arena de la política contenciosa (McAdam, Tarrow y Tilly, 2001; Tilly y Tarrow, 2015). Pero los sujetos que componen los movimientos sociales (Della Porta y Diani, 2011), como los grupos de base, se mueven también en otras arenas como es la de la vida cotidiana. En este último caso, uno de los enfoques principales utilizados para el estudio del activismo de base es el enfoque de prefiguración política, el cual pone en evidencia, entre otras cosas, cómo la vida cotidiana se transforma en una dimensión política (Pleyers, 2010; Yates, 2014; Gravante, 2015; 2019; 2022). Además, el enfoque de análisis de la prefiguración política permite comprender los vínculos que hay entre la práctica presente y los futuros alternativos deseados, la relación entre los medios utilizados en el presente y los fines que estos grupos se proponen en el corto, mediano o largo plazo, y de cómo se puede construir el futuro deseado en la dimensión espaciotemporal del aquí y ahora.

El presente artículo, teniendo como punto de partida las investigaciones realizadas por el autor sobre experiencias de activismo prefigurativos, presenta una propuesta analítica de cómo investigar la relación entre activismo de base prefigurativo y la construcción de futuros alternativos. En lo específico, usando como variable explicativa la dimensión emocional de estas experiencias, así como la relación entre prácticas prefigurativas y las emociones, destacaré cuáles son los valores morales que van a constituir los futuros deseados de estos grupos.

El texto se divide en cinco apartados. Primero, presentamos el enfoque que caracteriza las investigaciones sobre las cuales se apoya este texto. Luego explicaremos por qué tenemos este impasse en el estudio de los futuros alternativos de los movimientos sociales, y cómo es posible superarlo. Tercero, presentaremos el sujeto colectivo más apropiado para este tipo de análisis, es decir, el activismo de base prefigurativo. Sucesivamente, introduciremos la dimensión emocional como variable explicativa. Por último, presentaremos los resultados de las investigaciones realizadas desde 2012 hasta 2022 en esta temática y discutiremos estos datos.

El enfoque de la prefiguración política

El concepto de prefiguración política fue usado en el campo de los estudios de los movimientos sociales y de la protesta por primera vez por parte de Carl Boggs (1977) como una interpretación política de los movimientos sociales que se oponía directamente a la visión del marxismo estatista. Sucesivamente, la Nueva Izquierda de Estados Unidos utilizó el concepto para destacar las tensiones que habría en considerar la importancia de la comunidad y/o de la organización en los movimientos sociales (Breines, 1989; Epstein, 1991). El concepto asumió relevancia en el estudio de los así llamados “nuevos movimientos sociales” en cuanto resultó un concepto que se incrustaba en la orientación política de estos nuevos sujetos, además de vincularse directamente en el debate que había alrededor de la estrategia y la cultura en ese campo de estudio.

En el estudio actual de los movimientos sociales, este enfoque ha jugado un rol importante en analizar las actividades de los movimientos contemporáneos como el movimiento alterglobalización (Maecklbergh, 2011), la acción directa ambientalista (Szerszynski, 1999), los centros sociales (Futrell y Simi, 2004; Polletta, 1999; Yates, 2014), las prácticas alternativas de consumo y suministro (Portwood-Stacer, 2012), la ocupación de espacios públicos en las recientes protestas de 2011 (Juris, 2012; Razsa y Kurnik, 2012), y el activismo de base urbano (Gravante, 2019; 2022; Gravante y Poma, 2022a; 2022c; 2017a).

El término prefiguración política fue definido por primera vez por Boggs como “la personificación, dentro las prácticas políticas en el desarrollo de un movimiento, de aquellas formas de relaciones sociales, tomas de decisiones, culturales, y de experiencias humanas que representa el objetivo final” (1977, p. 100). Un concepto que desde Boggs se ha asociado generalmente con los grupos anarquistas y los colectivos que practican la acción directa no-violenta.

Punto central en la definición de prefiguración política es que estas prácticas más que seguir la lógica de que los fines justifican los medios, los medios de la política prefigurativa reflejan, o son de cualquier manera equivalentes a los fines (véase Calhoun, 1993, p. 404; Franks, 2003, p. 18; Maeckelbergh, 2009, p. 81; Rucht, 1988, p. 320). De esta manera, las prácticas políticas llevadas a cabo por los movimientos sociales resultan ser ‘prefigurativas’ cuando cumplen determinadas condiciones en cómo estas prácticas son realizadas (la importancia del hacer). Un típico ejemplo es el uso del consenso como mecanismo de toma de decisiones (Maeckelbergh, 2009; 2011). Otro es el uso de la acción directa como forma de protesta, en cuanto los medios en cualquier forma corresponden a los objetivos (Franks, 2003). La acción directa prefigurativa es a pequeña escala una expresión sinécdoque de los objetivos del movimiento social, por ejemplo, la acción directa de liberación animal de los movimientos en defensa de los animales se vincula a los objetivos y valores antiespecistas del movimiento que busca la igualdad entre animales, así sean humanos o no humanos (Gravante y Sifuentes, 2022).

Hay dos principales énfasis que los distintos autores hacen sobre los aspectos prefigurativos de las prácticas de los movimientos sociales. Algunos, como Breines y Epstein, consideran aspecto central de la prefiguración política la creación de alternativas por parte de los movimientos sociales, como la ambición de construir comunidades donde se experimentan nuevas relaciones sociales contrainstitucionales y de contrapoder basadas en valores, por ejemplo, la antijerarquía y la horizontalidad. De esta forma, la prefiguración se efectúa a través de actividades o proyectos extras o paralelamente a las estrategias para el logro de los objetivos principales del movimiento, es decir, en esta dinámica las prácticas políticas prefigurativas son un componente añadido y no fundamentan los objetivos del movimiento. Breins (1989) por ejemplo sostiene que estas actividades extras se caracterizan por: ser contrainstitucionales; tener un estilo de vida fraternal; transformar las relaciones; construir comunidad.

Otros, como Boggs (1977) y Graeber (2002), interpretan la prefiguración como una forma de movilizarse, donde los medios reflejan los fines. En esta segunda dinámica, la prefiguración es el sustento de los objetivos mismos del movimiento.

Hay que destacar que la primera posición subraya la importancia de la creación de alternativas como componente prefigurativo de un movimiento, y emergió desde las tensiones que había en Estados Unidos entre la visión de la izquierda que privilegiaba la organización y las reformas políticas (partidos y sindicatos de izquierda), respecto a quién ponía énfasis en las personas, la identidad, la cultura y el cambio radical (movimiento feminista, ambientalista, etc.). Dicha tensión se manifiesta en el lema ‘lo personal es político’ y reivindica un proceso de politización de la vida cotidiana y que por supuesto entra en tensión con las otras formas ‘clásicas’ de hacer e interpretar la protesta.

A pesar de que muchos estudiosos han tratado la prefiguración con una de estas dos dinámicas, como si fueran entidades separadas, actualmente los investigadores en este campo de estudio están de acuerdo en que la variedad de los movimientos sociales contemporáneos nos muestra que hay una característica que acomuna y vincula estas dos dinámicas: la prolepsis -anticipación de una acción por realizar-, es decir, la práctica prefigurativa anticipa o representa de alguna forma algunas características del futuro alternativo deseable en el presente como si este fuese realizado, a través de la construcción de alternativas.

Al mismo tiempo, la práctica prefigurativa se realiza buscando una coherencia de valores, normas y emociones entre medios y fines. Esta tercera y última definición de práctica prefigurativa permite incluir las dos posiciones anteriores, además hay que destacar que estas prácticas tienen la capacidad de desarrollar otros resultados que no estaban contemplados inicialmente: procesos de autoformación y de autogestión, la superación de la lógica costo-beneficio, la superación del agotamiento, la incrustación de las prácticas con los valores e identidad del movimiento, la construcción de una cultura emocional contrahegemónica, procesos de autoestima, etc.

Por ejemplo, Juris en su estudio sobre los movimientos alterglobalización describe la ‘literaria personificación’ de los protagonistas en las redes alternativas a través de la ‘prefiguración de alternativas utópicas’ (2008, p. 131), es decir, el medio, el mensaje, la forma de organizarse, la forma de actuar, etc. incrustan los valores de estos grupos y prefiguran -de alguna forma- sus futuros deseables.

Así pues, la prefiguración política considerada en el enfoque presentado en el artículo se caracteriza por el conjunto de las dinámicas descritas anteriormente.

Como se ha comentado previamente, los grupos de base se caracterizan por estar presentes en dos arenas, la arena pública de la contienda política y la arena de la vida cotidiana. Y es propio de esta última dimensión permitir vincularnos con la prefiguración política, en cuanto entre los distintos procesos que se dan en la realización de las prácticas se destaca el proceso de politización de la vida cotidiana.

El proceso de politización de la vida cotidiana permite a los protagonistas reflexionar, debatir y crear otras narrativas alrededor de distintos conceptos como la intimidad, el cuidado, la privacidad, la propiedad, el individualismo, los prejuicios, las desigualdades, etc. y construir un marco de injusticia alrededor los problemas, además de individuar a los responsables políticos de estos problemas. Desde este proceso emergen prácticas (prefigurativas) que, en un primer momento -aunque pueden parecer lejanas del objetivo del grupo- van a moldear el futuro alternativo que ellos quieren, como puede ser elegir el veganismo, el software libre, el uso de la bicicleta, entre otras.

Muy importante es que a lo largo de este proceso para los protagonistas las prácticas de la vida cotidiana prácticamente son indistinguibles desde otras prácticas políticas. Esto lleva a ‘otra’ definición del hacer político, donde el presente real y el futuro alternativo se vinculan.

De esta forma, si el enfoque de la prefiguración política se demuestra en la teoría como uno de los más aptos para investigar la construcción de futuros alternativos por parte de los movimientos sociales, ¿por qué tenemos este vacío de literatura en el campo de estudios de los movimientos sociales? En el apartado que sigue intentamos explicar la razón de este impasse y cuál podría ser la forma de superarlo.

Cómo superar el impasse: movimientos sociales/futuros alternativos

La propuesta presentada en este artículo tiene como punto de partida un enfoque cultural de la protesta (Jasper, 1997), es decir, en lugar de considerar las variables estructurales -movilización de recursos, oportunidades políticas, eventos de protesta, análisis de redes, etc.- en el análisis de los procesos que caracterizan los movimientos sociales, consideramos las variables socioculturales como las emociones, la identidad colectiva, la experiencia biográfica, los marcos de interpretación, etc. Esto nos lleva a que también la construcción de las demandas y de las alternativas depende del conjunto de elementos culturales que caracterizan un movimiento social. Apoyándonos en la antropología sobre el futuro, podemos destacar que como los movimientos sociales imaginan sus futuros alternativos es un proceso culturalmente construido. Es decir, parafraseando a Willow (2021) en nuestro campo de estudio, el futuro no es una extensión vacía, sino un componente que se nutre de los valores, creencias, prácticas, y de la identidad colectiva de los movimientos sociales.

Si por un lado esta posición nos permite comprender cuáles son los elementos que van a componer los futuros alternativos, por el otro se destaca una efectiva dificultad empírica en el momento del análisis, en cuanto significaría considerar cualquier movimiento social como un fenómeno colectivo homogéneo, aspecto que si bien es posible en el momento del análisis de procesos macro como la transnacionalización de la movilización o el estudio de los impactos políticos, resulta imposible de aplicar cuando nos dirigimos a una dimensión micro donde se consideran los valores, las prácticas y las expectativas.

Ahora bien, un movimiento social se puede considerar como un conjunto de relaciones no formalizadas entre una pluralidad de individuos, grupos y/o organizaciones (Della Porta y Diani, 2011). Esto nos lleva a que no es posible estudiar el futuro alternativo de un movimiento social en su conjunto.

A manera de aclaración, consideramos la reciente investigación sobre el actual movimiento climático (Figura 1). El mapa cualitativo realizado por los autores, destaca que, a pesar de las demandas comunes presentes en el movimiento climático, nos encontramos con una multitud de grupos extremadamente diferentes entre ellos, tanto en las prácticas como en los valores, y por supuesto en la construcción de futuros alternativos. Por ejemplo, el futuro deseado por los grupos de base pertenecientes a la corriente de la ecología profunda es caracterizado por una crítica radical al neoliberalismo, por prácticas como la acción directa y el sabotaje, y valores como el antiespecismo, el anticapitalismo, etc., es decir, es un futuro de una sociedad no antropocéntrica, donde todos los seres vivientes humanos y no humanos tienen los mismos derechos, y guiado por una ecosofía de la conservación. Se trata de un futuro totalmente opuesto a los grupos y organizaciones de la corriente ambientalista, en el cual se desea un mundo guiado por un capitalismo verde responsable que logre preservar la naturaleza sin excluir su explotación.

Figura 1 Corrientes del movimiento climático (Poma y Gravante, 2022, p. 16). 

Para superar el impasse que caracteriza el estudio sobre los movimientos sociales y la construcción de un futuro alternativo, más que analizar un movimiento social en su complejidad habrá que empezar por elegir entre la pluralidad de individuos, grupos y/o organizaciones que constituyen este fenómeno social. En particular, creemos ontológicamente más apropiado considerar aquellos grupos de base que se caracterizan por un activismo prefigurativo, es decir, una búsqueda de coherencia entre los medios y los fines, y la construcción de su propio futuro alternativo en el presente, en el ‘aquí’ y ‘ahora’.

En el siguiente apartado definimos mejor este sujeto de estudio en cuanto es propio desde sus elementos característicos como las prácticas, la organización, y su dimensión emocional con la que es posible analizar el futuro alternativo deseado, además de presentarse como el sujeto más oportuno para el enfoque prefigurativo.

El activismo de base y sus aspectos prefigurativos

Para cualquier tipo de movimiento social, los grupos de base en su dimensión local representan uno de sus componentes organizacionales fundamentales. A pesar de esto, el activismo de base se puede deslindar de la dimensión de la política contenciosa, los ciclos y los repertorios de la protesta, y realizar sus actividades y proyectos en su propia cotidianidad y su propio territorio urbano. Por esto, el futuro deseado por estos grupos depende estrictamente de su entorno social, de la cultura de la protesta, y de la imaginación radical colectiva que caracteriza ese lugar. A pesar de esto, después de una década de investigaciones en la temática (véase Gravante, 2012; 2015; 2019; 2016; 2022; Poma y Gravante, 2015; 2016; 2017a; Gravante y Poma, 2016a; 2016b; Regalado y Gravante, 2016; Gravante, Regalado y Poma, 2022) ha sido posible encontrar patrones comunes entre las distintas experiencias que determinan su propia forma de hacer política y su manera de prefigurar un mundo mejor. Por lo tanto, en la sección que sigue explicaré algunos de estos patrones agrupados visualmente en la Tabla 1.

Tabla 2 Elaboración del autor. 

Activismo prefigurativo de base
Organización Procesos Prácticas

• Grupos heterogéneos y flexibles

• Estructurados alrededor de redes abiertas horizontales

• Formas organizativas asamblearias no jerárquicas

• Toma de decisiones por consenso

• División del trabajo voluntaria

 

 

 

 

• Identidad colectiva local

• Compromiso con su comunidad (territorial y/o identitaria)

• Construcción de un marco de injusticia

• Búsqueda de los responsables

• Politización de la vida cotidiana

• Marco interpretativo politizado de sus acciones

• Producción colectiva de nuevas normas y valores

• Producción colectiva de una dimensión emocional

• Acción social directa

• Autogestión

• Coherencia entre medios y fines

• Desarrollo de alternativas

• sociales

• Experimentación de prácticas

• Acciones centradas en el conflicto y la trasgresión

• Hazlo-tú-mismo

 

 

Un primer aspecto es cómo se estructuran estos grupos. El activismo de base está estructurado por experiencias sociales que se caracterizan por tener una identidad local, una estructura organizativa participativa, flexible y con bajos niveles de coordinación; y estrategias de acción que favorecen la protesta, aunque en formas moderadas (Della Porta y Andretta, 2001, p. 45). Este tipo de activismo se compone de personas no retribuidas, el repertorio de sus acciones se centra en el conflicto y la trasgresión, y proponen un marco interpretativo politizado de sus acciones (Della Porta, 2020b; Della Porta y Steinhilper, 2020).

Su forma organizativa es poco estructurada y abierta. Son grupos heterogéneos y flexibles, es decir, participan personas muy diferentes entre sí y tienen una capacidad de (re)organizarse y adaptarse en tiempos rápidos a los problemas que pueden emerger a lo largo de sus actividades o en su entorno. Un ejemplo es la creación de las redes de apoyo mutuo creadas a lo largo de la pandemia de Covid-19 por parte de miles de grupos de base que han ajustado su agenda de actividad en muy poco tiempo (Gravante y Poma, 2022b).

El activismo de base se estructura alrededor de redes abiertas horizontales, sus formas organizativas son no jerárquicas sino asamblearias, con un proceso de toma de decisiones que puede variar desde el voto por mayoría hasta el consenso por unanimidad. En el mismo grupo, los participantes pueden acordar tener formas decisorias distintas en función de la importancia de la temática tratada.

La división del trabajo es voluntaria y va en función del número de participantes en el grupo que por lo general varían de cinco a veinte los activistas involucrados plenamente, más un número amplio de simpatizantes y vecinos. Los grupos se organizan por comisiones o subgrupos que atienden tareas específicas como pueden ser la redacción de comunicados, la relación con la prensa, la relación con los otros vecinos, la recolección de bienes necesarios para sus actividades, etc.

Respecto a los procesos que caracterizan el activismo de base, la identidad local es uno de los componentes más relevantes en este tipo de activismo. Su identidad colectiva es construida a través de vínculos emocionales con el territorio urbano, como el apego al lugar, el compromiso con los vecinos, el conocimiento de su propio tejido social, y el compartir las problemáticas que afectan su propio entorno y la necesidad de solucionar estas problemáticas (Poma y Gravante, 2017a), aunque algunos grupos de base se constituyen como grupos de afinidad, es decir, grupos donde la identidad colectiva se construye -en lugar de un apego a un territorio- al compartir valores, ideología y prácticas comunes. Un ejemplo son múltiples grupos anarcopunk de la Ciudad de México, Lima, Buenos Aires, São Paulo y otras ciudades latinoamericanas que se apropian de edificios y/o plazas de los suburbios para desarrollar sus proyectos contraculturales alrededor de su propia ideología (Gravante y Poma, 2017a; 2016c). En estos últimos ejemplos, los grupos anarcopunk enmarcan la marginalidad de las periferias donde ellos actúan como una marginalidad desde el modelo neoliberal que caracteriza el centro social y económico de la ciudad, creando de esta forma futuros alternativos en las zonas temporalmente autónomas caracterizadas por sus valores libertarios (Bey, 2003).

Otro proceso que es muy importante en cuanto tiene un impacto en la construcción de sus alternativas es el desarrollo de un marco de injusticia alrededor de la problemática vivida, es decir, los grupos de base enmarcan los problemas que afectan a su comunidad territorial y/o identitaria como un agravio, donde se busca responsabilidad y se proponen soluciones prácticas a sus demandas. Este proceso colectivo de politización de la vida cotidiana (Gravante, 2019, 2022) hace que sus problemáticas sean interpretadas como una injusticia social, superando de tal manera el estigma de víctima y el sentimiento de impotencia que caracteriza a las comunidades afectadas (Gravante y Poma, 2022b, 2022c).

Práctica central del activismo de base es la acción directa. A pesar de que muchos grupos se apoyan también en la vía legal para reivindicar sus derechos, detener una infraestructura o alguna política extractivista, la acción directa sigue siendo el punto de apoyo de sus actividades. Dicha acción directa se manifiesta de dos formas a saber: por un lado, en la manifestación pública del descontento, es decir, en el acto de protesta, como el bloqueo de una carretera, la ocupación de un terreno o edificio, una marcha a lo largo de su colonia, el sabotaje, etc.; y por el otro, la acción directa se manifiesta en la solución práctica de los problemas que afectan a su comunidad. En este último caso, este tipo de acción se puede definir como acción social directa (direct social actions), y se caracteriza por ignorar el repertorio tradicional de la acción contenciosa que se dirige contra las autoridades institucionales o actores sociales poderosos (Bosi y Zamponi, 2015). Podemos decir que estos grupos de base llevan a cabo una acción directa que se centra en realizar un cambio de la sociedad o su entorno local por parte de los mismos protagonistas como parte de la política de lo cotidiano en la cual los confines entre esfera pública y privada son borrosos (Bosi y Zamponi, 2015). Claramente esta acción social directa nos llama a la práctica identitaria del hazlo-tú-mismo (Gravante y Poma, 2017a).

Las últimas prácticas que destacan los aspectos prefigurativos de estos sujetos y que tienen un gran peso en la construcción de un futuro alternativo son la búsqueda de coherencia entre medios y fines y la realización de aspectos de su futuro deseado en el presente, es decir, ‘aquí’ y ‘ahora’ a través proyectos y alternativas sociales.

El enfoque de la prefiguración política permite comprender las prácticas, las normas, la forma de organizarse y los procesos que involucra el activismo prefigurativo de base como elementos determinantes en la construcción de un futuro alternativo deseable. No obstante, a nivel analítico nos queda la duda de cómo podemos distinguir, y por lo tanto comprender sus impactos, entre prácticas estratégicas y prácticas prefigurativas. Por ejemplo, cómo podemos distinguir el uso de la desobediencia civil no violenta como una práctica prefigurativa (vinculada a valores como el pacifismo) desde una elección estratégica (para evitar mayor represión), o cómo podemos comprender qué prácticas ecológicas se vinculan a valores biosféricos y qué prácticas son estratégicas. Para resolver este dilema, es necesario introducir una variable de análisis que vincula directamente la práctica prefigurativa a los valores y a la creación de imaginarios y futuros deseados. Esta variable es la dimensión emocional de los grupos analizados, aspecto que trataremos en el próximo apartado.

Las emociones como variable explicativa del activismo prefigurativo

En las investigaciones sobre las cuales se fundamenta esta propuesta analítica, así como en la literatura sobre emociones y protesta desarrollada en estos años, las emociones son consideradas como un constructo social cultural, enfoque que tiene su origen en la propuesta teórica de la socióloga estadounidense Arlie Hochschild (1975; 1979), y que considera las emociones como una construcción sociocultural y por lo tanto cambiante en función del contexto social y de la temporalidad histórica, superando de esta forma la visión organicista y universal de las emociones. Además, este enfoque considera al individuo como un ser consciente y activo con relación a sus emociones, las personas no solamente son capaces de hacer una actuación superficial manifestando de esta manera las emociones más oportunas y acordes con la situación, sino que pueden también hacer una actuación profunda de sus propios sentimientos evocando, manejando o encauzando una determinada emoción para adecuarse o desafiar las reglas del sentir de su propia sociedad.

De esta forma, las personas se vuelven sujetos activos respecto a sus emociones, pueden pensar sobre lo que sienten o utilizar determinadas emociones para evocar otras emociones. Esto conlleva a la superación del dualismo racionalidad versus emocionalidad, en cuanto todo proceso emocional se caracteriza por un determinado proceso cognitivo y viceversa, aspecto que fue confirmado décadas posteriores a diferencia de otras disciplinas como la neurociencia (Damasio, 2003) y la psicología constructivista (Feldman Barrett, 2017).

El legado de Hochschild (1975; 1979; 1983) mostró que la evocación de determinadas emociones y las reglas del sentir pueden convertirse en objetos de la lucha política. La propuesta de Hochschild fue retomada sucesivamente por el investigador en movimientos sociales James Jasper (1997; 2018), quien en sus obras vuelve a poner el sujeto y la cultura -que comprende emoción, cognición y moral- en el centro del estudio de la protesta como forma de hacer política, ofreciendo así un marco analítico más holístico que permite superar los límites de las propuestas de estudio anteriores de los movimientos sociales.

En particular, como destaca Jasper, el estudio de la dimensión emocional se ha dirigido precisamente hacia el activismo de base porque las emociones “ayudan a poner atención a los individuos y pequeños grupos que son los primeros en darse cuenta y preocuparse por un problema” (Jasper, 2014, p. 24). De hecho, en el activismo de base, los primeros que se movilizan en contra de una temática particular son los grupos pequeños y locales directamente/inmediatamente afectados.

La distinción sobre el tipo de emoción y su efecto resulta determinante para comprender cómo las prácticas prefigurativas construyen los futuros alternativos. Por ejemplo, si pensamos hacia el futuro, por lo general la emoción que asociamos es la esperanza, que en la categoría que presentaremos se define como un estado de ánimo. Así pues, tener esperanza o estar esperanzados es un estado de ánimo que se forma a partir de otras emociones como la indignación, el ultraje, el amor, el respeto, el apego, la hermandad, el compromiso y muchas otras. Por ello, es necesario realizar un proceso de operacionalización.

Por esta razón nos apoyamos en la propuesta de categorización de las emociones en la política de Jasper (2018). Hasta la fecha, se trata de la única propuesta que emerge en el campo de la acción política. Jasper, sustentándose en la propuesta de Hochschild, propone una tipología de emociones que se caracterizan por el tipo de procesamiento cognitivo involucrado. Por lo tanto, tendremos desde emociones con bajo procesamiento cognitivo, como los impulsos y las emociones reflejo, hasta emociones con un alto procesamiento cognitivo, como los vínculos afectivos y emociones morales, véase la Tabla 3.

Tabla 3 Categorización de las emociones de Jasper, elaboración del autor. 

(-) Procesamiento cognitivo (+)
Reflejo Necesidades Estados de
ánimo
Vínculos
Afectivos
Emociones
Morales

En este artículo, y por su relevancia en la acción política, presentamos solamente el papel de dos tipologías de emociones -las emociones morales y los vínculos afectivos- dos variables de análisis que pueden permitir comprender cómo las prácticas prefigurativas se vinculan a determinados valores, y cómo estos últimos moldean la construcción de futuros alternativos.

Los vínculos afectivos

Los vínculos afectivos son emociones como el amor, la confianza, el respeto, el resentimiento, el odio, la admiración, el apego, la lealtad, entre otras. El objeto de la emoción no es necesariamente un ser humano, el vínculo puede ser también con las ideas, objetos, instituciones o lugares, y tienen una temporalidad larga. Son emociones por lo general más estables, más elaboradas y vinculadas a la cognición que emociones como los impulsos, las emociones reflejo, y los estados de ánimo. Constituyen parte de nuestra identidad y nos orientan en nuestras acciones e influyen en cómo construimos nuestro sentido de esperanza hacia el futuro deseado. Consideramos, por ejemplo, el apego al lugar, una de las emociones determinantes tanto en el proceso de movilización, en las estrategias y en el surgimiento de la identidad colectiva en el activismo socioambiental (Poma y Gravante, 2018). El apego al lugar es una conexión cognitiva y emocional de un individuo a un escenario o ambiente particular (Low y Altman, 1992). A través de esta conexión, las personas dan un significado afectivo culturalmente compartido a un espacio particular, porción de terreno o paisaje ya sea rural o urbano. Las investigaciones llevadas a cabo en conflictos socioambientales en zonas metropolitanas de México, algunas de ellas con una alta carga de contaminación, han demostrado que el apego al lugar resulta una de las emociones principales en cómo el grupo se relaciona tanto en tiempo presente como en la perspectiva futura (Poma y Gravante, 2018).

Es este tipo de vínculo se construye a través del amor hacia un determinado espacio físico, y es fortalecido por recuerdos y sentimientos como la nostalgia, por las emociones recíprocas y compartidas con los habitantes de este lugar, pero también por el sentimiento de seguridad que otorga el vivir en un espacio conocido y con gente conocida. El riesgo de perder esa seguridad ontológica produce terror, estrés y ansiedad, lo cual conduce a la acción, como explica claramente Jasper cuando afirma que “los seres humanos actuarán para prevenir cambios en el ambiente que pueden eliminar esta seguridad ontológica, esa es la razón por la que se oponen a riesgos involuntarios, incontrolables y desconocidos” (Jasper, 1997, p. 123).

Pero al mismo tiempo, el apego lugar tiene un impacto en la construcción de las alternativas que los activistas proyectan sobre el lugar, como puede ser la recuperación de un bosque, de un río, el futuro de una vida comunitaria en sus barrios urbanos, etc. En fin, el apego al lugar contribuye a construir futuros alternativos sobre estas zonas evaluadas como zonas territoriales sacrificables por motivos de estatus socioeconómico, problemas de contaminación, discriminación racial, entre otros.

Por último, hay que destacar que el apego es un vínculo no solamente hacia un determinado lugar, sino que también involucra muchas veces un apego a un determinado estilo de vida que caracteriza a una comunidad, la comida, la diversión, o la forma de trabajar. Cabe considerar que en muchas periferias de las ciudades latinoamericanas el trabajo informal es la primera forma de sustento, y así también un tipo economía que es definida para los actores como economía popular (Regalado y Gravante, 2016).

Este último aspecto no es de infravalorar en las ciudades del Sur Global, en cuanto muchas veces las alternativas sociales que emergen desde este tipo de experiencias políticas son proyectos de economía solidaria, los cuales permiten conjugar alternativas al actual sistema neoliberal con determinados valores que caracterizan la misma experiencia política como la solidaridad, el respeto, la hermandad y el cuidado colectivo, entre otros, prefigurando de esta forma futuros deseables ‘aquí’ y ‘ahora’ que se estructuran no solo alrededor de la amenaza o la problemática que afecta la comunidad, sino también alrededor de las necesidades cotidianas.

Las emociones morales

Las emociones morales son la categoría de emociones que tienen el papel más importante en la acción política (Jasper, 2018). Las emociones morales son emociones de aprobación o desaprobación (incluyendo nosotros mismos y nuestras acciones), por ejemplo: la vergüenza, la culpa, el orgullo, la indignación, el ultraje, la compasión, la venganza y el desprecio. Son emociones que se basan en principios o intuiciones morales, son de larga duración y estrictamente entrelazadas con los procesos cognitivos. Además, tienen una temporalidad larga. Muchas de estas emociones se desarrollan desde nuestras reacciones y creencias alrededor del sistema social en el que vivimos.

Analizar las emociones morales que subyacen en el activismo prefigurativo permite ir más allá del agravio que sufren los afectados como causa movilizadora, y permite comprender cómo los activistas interpretan su propia experiencia y qué tipos de valores caracterizan sus acciones. Dos de las emociones morales más comunes e importantes en el proceso de movilización son la indignación y el ultraje. Adicionalmente, revisten un rol fundamental en determinar qué valores van a caracterizar el futuro alternativo del activismo prefigurativo.

Por ejemplo, la indignación se vincula directamente a lo que consideramos justo y lo que no, es decir, hace emerger una serie de valores con los cuales interpretamos y actuamos en la realidad que nos rodea, mismos valores que van a moldear el futuro deseado por estos grupos. Asimismo, la indignación por la destrucción o el desalojo de un inmueble, la destrucción de un área verde o la falta de agua, por ejemplo, alimenta la creación de un marco de injusticia en los afectados, quienes perciben lo que están viviendo como una injusticia social. El marco de injusticia permite romper con el sentimiento de víctima y el estigma social que caracteriza a muchos suburbios urbanos, romper el sentido de impotencia y, por último, buscar a los responsables de la problemática vivida. Y es justamente la ruptura de este sentido de impotencia lo que permite a los activistas desencadenar un proceso de empoderamiento colectivo, lo cual los lleva a creer que sí pueden crear por ellos mismos una alternativa social a lo que están viviendo.

También emociones morales como el orgullo a defender el territorio propio, y el desprecio hacia los oponentes revisten un papel importante en el activismo prefigurativo, especialmente en la construcción de la identidad colectiva del grupo. Dicha identidad colectiva sirve para que los activistas, simpatizantes y vecinos se reconozcan mutuamente, y también como herramienta para el proceso de reclutamiento y una identificación de la experiencia política hacia el exterior. Esta identidad colectiva permite crear una narrativa alrededor de ‘nosotros’ y ‘ellos’. De esta forma, el nosotros vs ellos se caracteriza por una disputa ya sea del tiempo presente o del futuro posible.

Después de haber introducido con algunos ejemplos la variable explicativa de las emociones y sus posibles impactos en la construcción de futuros alternativos, en el siguiente apartado presentamos una sistematización, basada en mis investigaciones anteriores, donde relacionaremos prácticas, emociones y valores de los futuros deseables.

Presentación de los resultados y discusión

Con las premisas anteriores sobre los enfoques y variables explicativas utilizadas, en este apartado presentaremos algunos resultados, los cuales derivan de investigaciones anteriores realizadas en esta última década desde 2012 hasta 2022 y siempre sobre el activismo de base. Un primer paso ha sido sistematizar los colectivos analizados por temáticas, esto permite encontrar patrones comunes entre los distintos grupos, los cuales trabajan en la misma temática social. Así pues, esto nos conduce a siete tipologías de activismo analizadas: el feminista (Gravante y Poma, 2018; Poma y Gravante, 2017b), el digital (Gravante, 2012; 2016), el alimentario (Gravante, 2019), el socioambiental (Gravante y Poma, 2016a; 2016b; Poma y Gravante, 2015; 2016; 2017a; 2018), el anarquista y anarcopunk (Gravante, 2015; Gravante y Poma, 2017a; 2017b), el animalista (Gravante y Sifuentes, 2017), y el más reciente activismo climático (Gravante y Poma, 2020; Poma y Gravante, 2021). En la Tabla 4 se presentan algunos de los patrones y vínculos encontrados. Se destacan los principales, aunque hay que recordar que, así como las emociones, algunos componentes interactúan entre sí, aspecto que no es analizado en este artículo.

Tabla 4 Elaboración del autor. 

Tipos de activismo Patrón de prácticas prefigurativas Emociones explicativas/ procesos cognitivo-emocionales Valores que caracterizan el futuro deseado
Activismo feminista

Acción directa

Autogestión

Asambleas horizontales

Decisión por consenso

Autodefensa

Autoformación

Recuperación del cuerpo y de la sexualidad

Sororidad

Amor entre ellas

Confianza entre ellas

Desconfianza en toda autoridad

Trabajo emocional de vergüenza en rabia, vergüenza en orgullo

Alegría por los logros

Obligación moral hacia el grupo y las otras mujeres

Autoestima

Solidaridad hacia las otras mujeres

Anticapitalismo

Antipatriarcado

Emancipación de la mujer

Respeto hacia las otras mujeres

Reivindicación del placer

Aprendizaje libre y compartido

Responsabilidad y cuidado hacia las otras

Democracia directa

Respeto a la naturaleza

Activismo digital

Acción directa

Autogestión

Asambleas horizontales

Decisión por consenso

Innovación tecnología

Piratería

Tecnopolítica

Desarrollo de software libre

Orgullo por los logros obtenidos con pocos recursos

Amistad

Confianza hacia los otros hackers

Desconfianza hacia las corporaciones/ instituciones

Rabia hacia quien menosprecia su labor

Experimentación e innovación de prácticas

Anticapitalismo

Antipatentes

Solidaridad en ellos y otros grupos de base

Construcción del conocimiento compartido

Tecnoptimismo crítico

Democracia directa

Activismo alimentario

Autogestión

Redes alternativas alimentarias

Trueque de semillas y productos

Protección de semillas

Producción orgánica

Trabajo emocional de vergüenza en orgullo

Sentido de injusticia

Amor a la naturaleza

Rabia e injusticia hacia la agroindustria

Ultraje por ser menospreciados

Placer de trabajar en el campo

Anticapitalismo

Anti OGM y químicos

Solidaridad en ellos y otras experiencias

Soberanía alimentaria

Respeto a la naturaleza

Experimentación e innovación de prácticas

Salud y bienestar

Democracia directa

Activismo socioambiental

Acción directa

Autogestión

Asambleas horizontales

Autodefensa

Educación ambiental

Acciones proambietales

Apoyo al zapatismo

Rabia hacia las empresas ediles y las instituciones que favorecen los ecocidios

Injusticia y ultraje por cómo son tratados

Amor a la naturaleza

Sentido de injusticia por cómo es tratada la naturaleza

Alegría de defender el territorio que se ama

Apego al territorio

Apego local

Anticapitalismo

Ecologismo

Valores biosféricos

Respeto a la naturaleza

Solidaridad entre ellos y otras experiencias de conflictos socioambientales

Autodeterminación

Democracia directa

Activismo climático

Autogestión

Asambleas horizontales

Educación ambiental

Acciones proambientales

Apego global Respeto a la naturaleza

Sentido de injusticia por cómo es tratado el planeta

Ecoansiedad

Impotencia Frustración

Manejo emocional de las emociones incómodas

Desconfianza hacia la diplomacia climática

Pesimismo

Valores biosféricos

Respeto a la naturaleza

Decrecimiento

Activismo anarquista/ anarcopunk

Acción directa

Autogestión

Asambleas horizontales

Decisión por consenso

Autodefensa

Veganismo (en parte)

Rabia y odio hacia las instituciones y

corporaciones

Amor

Hermandad

Orgullo

Felicidad

Frustración

Manejo emocional de las emociones incómodas

Anticapitalismo

Antiautoritarismo

Antimilitarismo

Ecologismo profundo Solidaridad entre ellos y otras experiencias no autoritarias

Respeto a las diversidades

Libre arbitrio

Libertad y autonomía

Democracia directa

Tipos de activismo Patrón de prácticas prefigurativas Emociones explicativas/ procesos cognitivo-emocionales Valores que caracterizan el futuro deseado
Activismo animalista

Acción directa

Autogestión

Asambleas horizontales

Veganismo

Educación para el bienestar animal

Acciones de liberación animal

Rabia y odio hacia quien ejerce o favorece

la explotación animal

Ampliación de la compasión hacia los animales

Impotencia

Frustración

Culpa

Manejo emocional de las emociones incómodas

aaFelicidad por lo que hacen

Anticapitalismo

Amor a los animales

Respeto a la naturaleza

Solidaridad entre ellos y otras experiencias similares

Antiespecismo

Los resultados resumidos en la Tabla 4 nos presentan escenarios de futuros distintos para cada tipo de grupo. Es interesante ver qué valores caracterizarán los futuros deseables de estos grupos de base. Si por un lado tenemos futuros deseados con valores en común como el anticapitalismo, la democracia directa en la toma de decisiones, la solidaridad y el respeto entre ellos, ellas y otras experiencias de base, el respeto a la naturaleza, otros valores resultan específicos de la temática contenciosa que caracteriza el tipo de activismo. El activismo feminista, por ejemplo, se caracteriza esencialmente por un futuro alternativo libre de la cultura machista y patriarcal, centrado en una recuperación de la mujer en todos sus aspectos. Valores como el individualismo y el egocentrismo son sustituidos por una dimensión colectiva del cuidado. Se propone un cambio en las reglas del sentir, por lo tanto, se reivindica por parte de la mujer la expresión de emociones como la rabia, el odio y el enojo.

El activismo animalista se caracteriza por un futuro alternativo donde no existe distinción entre seres vivientes (antiespecismo), es decir, un futuro donde en el círculo del ‘nosotros’ por lo general asociado a los seres humanos se incluyen los otros animales. Esto es posible gracias a la ampliación de la compasión hacia otras especies, característica de este tipo de activismo.

El activismo alimentario construye un futuro deseable alrededor del respeto a la naturaleza, sus ciclos y necesidades. El sujeto central en su futuro es el prosumer, es decir, una combinación entre el productor y el consumidor capaz de integrarse en los ciclos productivos y al mismo tiempo tener conocimiento crítico sobre el consumo. La soberanía alimentaria es el pilar de su futuro deseado. Una soberanía centrada siempre en una búsqueda de equilibrio con la naturaleza. A pesar de esto, no se llega a incluir a los animales en el círculo del ‘nosotros’ como en el activismo animalista, y por lo tanto estos son considerados siempre seres inferiores al ser humano y sujetos de explotación y asesinato.

Otra reflexión que quiero destacar es que la dimensión emocional de cada activismo va a caracterizar el desfase que hay entre futuro deseado y futuro probable, es decir, como se puede apreciar en la tabla, hay grupos donde se realiza un importante manejo de emociones incómodas como la frustración, la impotencia y la culpa. Este proceso por un lado es necesario para evitar el agotamiento del grupo, pero al mismo tiempo destaca la fuerte presencia de emociones incómodas que hacen que el desfase entre futuro deseable y futuro probable sea muy alto. Este es el caso del activismo climático. Desde las investigaciones realizadas en los últimos dos años sobre el activismo climático en México, resulta que se trata de un activismo caracterizado por fuertes emociones incómodas como la ecoansiedad, la frustración, el pesimismo, la culpa y la impotencia, emociones que se manejan a través de las emociones que componen el placer de la protesta y el apego global al planeta. No obstante, al mismo tiempo son emociones que crean un importante desfase entre el futuro deseable y el futuro probable para el planeta, en cuanto este último es visto con tonos totalmente negros o como una distopía aterradora.

En otros grupos de base tenemos una dimensión emocional que de alguna forma acota la distancia entre el futuro deseable y el futuro probable, como es el caso del activismo feminista. Esto se debe a los cambios, aunque lentos, en la cultura y en las instituciones de los últimos cincuenta años en el país (y a nivel internacional). A pesar de los enormes objetivos todavía no alcanzados, sin duda, los movimientos feministas en estas décadas han obtenido varios logros, igual para los grupos de base, lo cual no ha sucedido en el caso de la crisis climática que estamos viviendo, caracterizada por un fracaso decenal de la diplomacia climática y de las políticas públicas ambientales.

Conclusiones

En el presente artículo construimos una propuesta de análisis de cómo podemos determinar los valores que van a constituir los futuros deseados por parte de los grupos de base. Usando el enfoque de la prefiguración política y la dimensión emocional de estos grupos como variable explicativa, es posible determinar una relación entre prácticas y futuros alternativos. Prácticas políticas como la autogestión, el hazlo-tú-mismo, la autoformación, el veganismo, entre otras, a través de una serie de emociones que se vinculan directamente a futuros alternativos caracterizados por el anticapitalismo, el conocimiento compartido, la democracia directa, el antiespecismo, etc. Así pues, de lo que observamos se puede reflexionar que los movimientos sociales más que proponer un único futuro alternativo, nos proponen un abanico de posibilidades en función del tipo de grupo y experiencia que consideramos desde este tipo de movimiento. Y aunque esto podría presentarse como un límite, en esta propuesta es visto más como un punto de partida para comprender cuáles son los elementos que van a forjar las ‘utopías reales’ propuestas por estas experiencias.

Hablando de límites, hay que reconocer que otro límite de esta propuesta es propio el contexto sociocultural desde donde se han llevado a cabo las investigaciones que han dado lugar a los resultados presentados aquí. De hecho, son investigaciones que se han centrado en fenómenos urbanos, principalmente en la Ciudad de México y Guadalajara, y que por lo tanto tienen punto de referencia solamente en la cultura política de México, límites que dan lugar por lo menos a dos líneas de investigaciones futuras, una es la aplicabilidad de esta propuesta en zonas rurales, pensamos solamente en los conflictos socioambientales o por la tierra. La otra línea es la comparación entre mismas tipologías de activismo, pero de contextos culturales distintos, y explorar los factores en común y divergentes en la construcción de su propio futuro alternativo.

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1Tanto los movimientos sociales como los grupos prefigurativos considerados en esta investigación son fenómenos sociales de corte progresista y emancipatorio. Por lo tanto, quedan excluidos aquellos sujetos colectivos conocidos en la literatura de movimientos sociales como ‘countermovements’ (contramovimientos), por lo cual no es posible aplicar el enfoque de la prefiguración política en cuanto son sujetos que proponen y defienden el statu quo. Al respecto, véase Meyer y Staggenborg 1996.

2Con el termino de futuros alternativos nos referimos a aquellas construcciones de futuro que contemplan una ruptura con el statu quo del presente, o con aquellos futuros (cotidianos) deseados que son continuación parcial o total del tiempo vivido. Los futuros alternativos se nutren de la cultura de la trasgresión, de la emancipación y del deseo de cambio social. Los futuros alternativos son perspectivas dinámicas en cuanto cambian en función del desfase que hay entre el futuro deseado, el probable y el posible, aspecto que no tratamos en este texto.

*Investigación realizada gracias al Programa UNAM-PAPIIT IA300121.

Recibido: 08 de Septiembre de 2022; Aprobado: 15 de Diciembre de 2022

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