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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.18 no.47 Ciudad de México sep./dic. 2021  Epub 17-Oct-2022

https://doi.org/10.29092/uacm.v18i47.888 

Reseñas

¿Incursiones en terreno hostil?

Andrés Arango* 

*Historiador. Candidato a doctor en Ciencias Sociales y Humanidades por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa. Becario Conacyt. Correo electrónico: ararango14@gmail.com

Zuluaga, D.; Quiroz, L. (Eds.), 2021. Ensayos de historia intelectual. Incursiones metodológicas. Medellín: Fondo Editorial FOCO. Facultad de Comunicaciones y Filología de la Universidad de Antioquia


La historia intelectual (HI) goza de una gran vitalidad en América Latina, vitalidad que se manifiesta en una oferta permanente y nutrida de programas, publicaciones, congresos y seminarios en varios puntos del continente. Ensayos de historia intelectual. Incursiones metodológicas constituye una oportuna y pertinente contribución al flujo de publicaciones que van clarificando los objetos y las metodologías propias de este campo de estudios. El libro consta de una introducción y siete ensayos, además de unos sintéticos pero muy útiles índices (analítico y onomástico) que sirven para orientar tanto al lego como al iniciado -sobre todo, el índice analítico- en algunos de los términos asociados con esta vertiente historiográfica y con las disciplinas de las que se alimenta.

En la introducción, Hacia la construcción de un objeto de estudio, los editores comienzan por dar un punto de vista informado sobre la diferencia entre la HI y la tradicional historia de las ideas y destacar cómo la primera recurre a otras disciplinas para afinar su enfoque y problematizar de manera más compleja sus objetos y sus métodos, lo que a la vez que le permite estar alerta sobre su límites:

A pesar de la amplitud de los temas de los que trata la HI, a pesar de la variedad de las tradiciones académicas de las que ella se nutre, lo anterior no quiere decir que haya una libertad absoluta de investigación. Hay principios metodológicos que delimitan y orientan el enforque (p. 9).

En segundo lugar, hacen una observación en la que dan testimonio de la pertenencia y origen de los autores y ensayos, vinculados unos directamente y otros indirectamente, al Grupo de Estudios de Literatura y Cultura Intelectual Latinoamericana (GELCIL), entre cuyas acciones se encuentra la creación del Congreso de Historia Intelectual de América Latina en 2012 que, con la edición de 2021 en Montevideo, alcanza su quinto capítulo. En tercer lugar, ofrecen unas síntesis de los problemas específicos que presenta cada trabajo contenido en el libro que los lleva a dividirlo en dos partes, división que se extraña en el índice y que no haría mella en la comprensión del conjunto y en cambio sí generaría mayor precisión. La introducción termina con dos comentarios, el primero, sobre las condiciones “siempre distintas” de los archivos en Colombia, “muchas de ellas muy lamentables”; el segundo, sobre los propósitos de editores y autores, en el que destaca el hecho de que “el conjunto esboza el entrecruzamiento y la convergencia de algunos caminos en la historia intelectual” (p. 13).

Los ensayos del libro tienen enfoques diversos que unas veces apuntan al objeto mismo (sociabilidades, epistolarios, revistas, expedientes criminales) como fin o como medio; otros, al resultado de la metodología (biografía). Respecto de los estudios que tienen un biografiado - tres de ellos, ubicados en la segunda parte, uno sobre Rafael Gutiérrez Girardot, dos sobre Baldomero Sanín Cano-, vale la pena resaltar un comentario de los editores mismos sobre La invención de un pasado para Baldomero Sanín Cano de Gildardo Castaño Duque y Autobiografía de un viaje intelectual con Sanín Cano de Rafael Rubiano Muñoz: “Castaño Duque y Rubiano Muñoz no cuentan con casi ninguna fuente para biografiar Sanín Cano” (p. 12). Vale la pena resaltarlos, digo, porque en estos parece radicalizarse la indicación contenida en el título de la introducción acerca de la “construcción del objeto”, pues, entre otras cosas, muestra la creatividad y la recursividad que en muchos casos demanda este tipo de estudios mientras que, al mismo tiempo, evidencia un factor, entre muchos, que determina fatalmente la diferencia entre la tradición académica de la HI en diferentes contextos latinoamericanos. Las diferencias, no tanto entre los desarrollos, sino más bien, entre las trayectorias de la HI en la Argentina y Colombia, por ejemplo, son análogas a los desarrollos de la antropología en México en comparación con la misma disciplina en la Argentina o en la misma Colombia. En estas diferencias de orden contextual, diría yo, que determinan la originalidad de las “incursiones metodológicas”, está el alto valor de este libro en el nivel de la HI en general, es decir, más allá de las fronteras académicas regionales.

Como dije antes, el libro consta de siete ensayos, por lo que, por razones de espacio, comentaré solo los que me llamaron la atención y dejaré al lector oficioso la exploración posterior. En La invención de un pasado para Baldomero Sanín Cano, Gildardo Castaño Duque testimonia, enseña y reflexiona sobre la labor del historiador como biógrafo enfrentado a la peculiaridad de una figura ya inventada que, no obstante -o quizá por la misma razón-, carece de una entidad individual fuera del mundo de su producción intelectual. Con amplia erudición, el autor muestra la gran cantidad de tinta derramada en torno a la figura de Sanín Cano mientras que sagazmente va mostrando la inexistencia - más allá de unos datos biográficos banalizados, convertidos en lugares comunes y aceptados acríticamente, en parte, gracias a la relevancia de su obra- de una indagación sobre las condiciones que permitieron la existencia del intelectual (todo esto agrupado bajo el rubro de “El Baldomero conocido”). A partir, entre otras cosas, de la comparación con biografías de intelectuales centrales para la historia colombiana, pero cuya elaboración es posibilitada por un archivo previamente existente, precisamente por una centralidad que ya era un asunto de clase, Duque se enfrenta con la necesidad de “inventar” un pasado para un personaje que no lo tiene: “Cabe entonces preguntarse si la carencia de un archivo familiar o personal hace metodológicamente imposible reconstruir la trayectoria vital e intelectual de un pensador de provincia, salido de una familia humilde y, como si fuera poco, nieto de un esclavo liberto” (p. 110). La consiguiente respuesta negativa es fundamentada por una reflexión sobre el archivo: “Lo primero en cuestionar aquí sería el concepto de archivo […] El verdadero archivo se construye” (p. 110). Se trata, entonces, de construir un archivo para rescatar “El Baldomero por conocer”, labor en la cual, el nivel de profundización del investigador aumenta gradualmente a la vez que va estableciendo los vínculos entre el biografiado, su ámbito familiar, social, regional y político, para contribuir a la comprensión de una figura, como dije al principio, ya inventada. El autor concluye enfatizando la idea del texto: “Si se tomaran como precepto y exigencia las experiencias biográficas nacionales de gran reconocimiento, sería poco probable considerar la posibilidad de biografiar intelectualmente a un personaje como Baldomero Sanín Cano, del cual no existe archivo personal ni familiar” (p. 118). Y en este sentido, dice, con gran acierto, en mi opinión: “Un abuelo, por ejemplo, que posiblemente jamás garabateara palabra alguna, pero del cual sus hijos son prueba fehaciente de ciertas formas de pensar, o al que un nieto reconoce como origen de sabios aprendizajes, tendría que ser asumido en calidad de fuente” (p. 118).

Una aproximación al valor del expediente criminal para la historia intelectual en Antioquia. Manuel Antonio Balcázar y el delito de imprenta, es, de todo el conjunto, quizá el texto más arriesgado y el que más se ubica en unas fronteras más o menos imprecisas entre la historia social, la historia política, la intelectual y la de las prácticas jurídicas. Un trabajo bastante juicioso, no logra, sin embargo, ubicarse claramente en el campo de la HI, pues el peso de la evidencia presentada y de los hechos relatados y analizados apuntan más bien al uso político de la justicia, cuestión que es reforzada con un generoso comentario sobre el orden jurídico predominante en la época de los acontecimientos. Así, Balcázar, la víctima de una justicia parcializada, es presentado como un intelectual apelando, entre otras cosas, a su dominio de ciertos aspectos de la ley y a su participación en ciertos círculos y publicaciones, sin lograr en ningún momento, romper el enorme peso que en el ensayo tienen la explicación del sistema judicial, su utilización como arma política y cómo la forma en que dicho sistema está ordenado se presta para esos efectos. Así las cosas, y sin negarle la calidad de intelectual al sujeto del estudio, lo mismo daría si el perseguido fuese un molinero lego del medioevo, un copista ciego o un abuelo que “posiblemente jamás garabateara palabra alguna”.

Por otro lado, vale la pena resaltar la calidad del libro mismo en su materialidad. Es, sin lugar a duda, un libro bella e impecablemente editado, del que se disfruta su contemplación. Esta impresión me la produjo, sobre todo, la disposición de la caja, que deja unos amplios márgenes laterales en los que se dispusieron las notas como apostillas y que, asimismo, invita a poner las propias. También se beneficia el libro, de reproducciones de los materiales de archivo, tales como cartas, fotografías y hojas sueltas, que refuerzan el aspecto documental y enriquecen el diseño y la diagramación. Por último, destacaré un comentario, parte de la declaración de propósitos de los editores: “Nuestro propósito no fue hacer un manual de historia intelectual o un texto de recetas para investigar, ni mucho menos sofisticar ningún esquema de planteamiento del problema, marco teórico, marco conceptual, estado del arte, metodología, pertinencia social, impactos esperados y demás” (p. 13). ¿Acaso no se benefician los cocineros noveles de las variantes de las recetas que van dejando para la cultura los avezados cocineros que empujan los límites de la tradición culinaria? Aquello que “no se proponían” los “incursores” resulta, en mi opinión, francamente irrelevante, no obstante, pueda ser una bandera blanca levantada ante la posibilidad de que las “incursiones” se lleven a cabo en territorio hostil, pues, finalmente, de la aspereza del medio académico tal vez nos enteremos -o se enteren otros- cuando en unas décadas, en las sociabilidades de los estudiosos de la historia intelectual, se revelen las mezquindades y las clientelas de las que la academia, desafortunadamente, tampoco se libra.

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