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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.18 no.47 Ciudad de México sep./dic. 2021  Epub 17-Oct-2022

https://doi.org/10.29092/uacm.v18i47.881 

Artículos

Obediencia y sacrificio. Una perspectiva crítica a la moral religiosa

Obedience and sacrifice. A critical perspective to religious morality

Wilfrido Zúñiga Rodríguez* 

*Mg. en humanidades. Especialista en Docencia Investigativa Universitaria. Filósofo. Docente de la Facultad de Teología y Humanidades de la Universidad Católica de Oriente-Rionegro, Colombia. Miembro activo del grupo de Investigación Humanitas. Categoría B. Este artículo es producto del proyecto de Investigación La percepción de lo divino en la tragedia griega. Correo electrónico: wzuniga@uco.edu.co


Resumen

El presente artículo tiene como objetivo analizar brevemente el origen de la moral religiosa a partir de la perspectiva de las preguntas: ¿Quién está capacitado para hablar del origen de la moral religiosa? y ¿qué justifica la moral religiosa? a partir de una crítica enfocada en la ética. Este objetivo se presente conseguir desde las interpretaciones aportadas por los textos de los autores, como, por ejemplo: J. Milton, O. Wilde, F. Nietzsche, A. Rich, J. Gray, A. Miller y C. Naranjo, como posibilidad de comprensión sobre la moral creada, instaurada y enseñada por la religión cristiana y el psiquismo de los hombres que ha generado reflexiones pertinentes desde las distintas áreas del conocimiento no únicamente desde la teología, ni desde la filosofía ni mucho menos desde la psicología, sino que desde la literatura y testimonios encontrados a través de esas pesquisas de libros escritos por autores ecuánimes generadores de reflexiones críticas concernientes a la moral religiosa en la cultura occidental.

Palabras clave: Conciencia; ceguera; moral religiosa; obediencia; sacrificio

Abstract

This article aims to briefly analyze the origin of religious morality from the perspective of the questions: ¿Who is qualified to speak of the origin of religious morality? and what justifies religious morality? from a critique focused on ethics. This objective is achieved from the interpretations provided by the texts of the authors, such as: J. Milton, O. Wilde, F. Nietzsche, A. Rich, J. Gray, A. Miller and C. Naranjo, as a possibility of understanding the morality created, established and taught by the Christian religion and the psyche of men that has generated pertinent reflections from the different areas of knowledge not only from theology, not from philosophy, not from Psychology, but from literature and testimonies found through these researches of books written by even-minded authors generating critical reflections concerning religious morality in Western culture.

Key words: Conscience; blindness; religious morality; obedience; sacrifice

Si a los hombres se los hubiese de tratar según merecen,

¿quién escaparía de ser azotado?

Trátalos como corresponde a tu nobleza y a tu propio honor;

cuanto menor sea su mérito, mayor sea tu bondad.

Acompáñalos. Hamlet.

W. Shakespeare.

Introducción

Todos estaríamos condenados si pensáramos que no existiera el perdón. Don que no todos podemos conceder. Perdonar no es obligación. Perdonar no tiene nada que ver con el olvido del daño. Perdonar es un regalo. Es una forma de libertad. No por el verdugo que causó daño sino por la valentía de asumir la vida a pesar de la desgracia recibida. Se perdona no por el agresor sino por el amor a la vida que se experimenta en mí porque este en el instante de la degradación no hizo más que propagar la humillación en sí mismo. El impío ya está condenado en su conciencia no hace falta la norma. Conciencia en este texto se usa como la capacidad de ver las propias mentiras de la vida. Llegar a percibir las propias mentiras de la propia vida es el inicio de la expansión de la conciencia. Cuando nos damos cuenta de que la vida es una edificación con base en ciegos momentos generados por la estupidez estamos todos invitados a entrar a la propia casa por la puerta estrecha. Al abordar la cuestión de la moral religiosa desde la perspectiva crítica se hace desde estos dos interrogatorios: ¿Quién está capacitado para hablar del origen de la moral religiosa? y ¿qué justifica la moral religiosa? Articulados estos dos interrogatorios a una breve interpretación que se convierte en afirmación a partir de la cuestión del tema de la moral religiosa occidental desde la filosofía de Nietzsche como base epistemológica que permite escudriñar como lo hizo este pensador, investigador y escritor alemán en su contexto en miras quizás de entender el sentido de las leyes incuestionables instauradas por el hombre desde un enfoque crítico sin descuidar el enfoque ético.

La estructura de este artículo permite en primer momento, presentar una breve historia que inspiró la búsqueda de algunos criterios éticos, pero también literarios para comprender parcialmente la moral religiosa en la cultura. Un segundo momento, se analiza brevemente el sentido de la moral religiosa desde referentes de escritores de literatura, músicos, pintores, es decir, artistas de las áreas humanísticas en miras quizás de encontrar fundamentos epistemológicos y existenciales comunes que permitan entender aspectos considerados importantes para el desarrollo de este tema investigativo. Un tercer momento, se presenta los argumentos soportados por referentes bibliográficos que ayudan a tener un acercamiento a la justificación de la moral religiosa en perspectiva de la obediencia y el sacrificio, dos elementos instaurados por la religión cristiana en la cultura occidental. Por último, se presentan los argumentos encontrados en la filosofía de Nietzsche que buscan dar cuenta de comprender en parte origen, sentido y justificación de la moral religiosa occidental como posibilidad de articular todos estos argumentos con los dos interrogatorios que inspiraron la construcción de este texto.

Una breve historia que da que pensar

Ella gritaba desesperadamente. En medio de la turba que había asesinado a su esposo. Cuando nadie la podía callar la moral representada en esos actos destructivos de los asesinos se hacía más despiadada. Esa mujer estaba acompañada por su niño que llevaba en su vientre y un esposo muerto colgado de un árbol, con la cabeza atada a una soga boca abajo. Al esposo lo habían colgado para intimidar a los demás y para que nadie más intentara conocer las causas de los asesinatos perpetrados en la empresa donde trabajaba. Posiblemente, lo habían matado por ser negro y por conocer las causas que habían generado el desfalco ficticio de la empresa multinacional para la cual trabajaba él y otros negros más. A su esposa nadie la defendió, únicamente la acompañaba las profusas lágrimas; no tuvo la suerte de aquella prostituta que estuvo a un instante de ser lapidada, sino hubiese sido por aquel judío que pudo hacer que los creyentes acusadores por lo menos reflexionaran sobre lo que pensaban hacer. La moral es la consecuencia de nuestros actos.

El hombre colgado del árbol era la representación de la justicia de los hombres. La esposa era la mujer indefensa cuyos sentimientos no interesaban a nadie, por lo menos a los simples asistentes del aquel espectáculo. Ningún espectador tuvo el más mínimo sentimiento de compasión con la mujer que llevaba en sus entrañas la prolongación del alma del padre injustamente asesinado. Ni mucho menos de indignación moral o de humillación. Pero más significativo -y perturbador- es que la moral religiosa aparece siempre en el momento oportuno para dar el estricto cumplimiento a la ley. Incluso más perturbador es que las acciones irreparables que previsiblemente condujeron a la pandilla a torturar y finalmente dar muerte al esposo de la indefensa mujer embarazada tampoco violaban ley alguna.

Cuando unos hombres por obediencia intentan callar a la fuerza a la desesperada mujer entonces, estos a la fuerza la ataron y la colgaron boca abajo, al lado del cuerpo de su esposo y sin embargo aún seguía gritando y nadie se conmovió, ni si quiera cuando aquel hombre abrió el vientre de la mujer con un cuchillo, y salió el niño, al que cuando cayó al suelo otro hombre le pisó la cabeza, lo que le deba fuerza a aquella mujer también estaba muerto en el suelo, entonces, pues, surge la pregunta en perspectiva ética: ¿para qué vivir si el animal humano está absolutamente enfermo?. Esta es la historia de una mujer llamada Mary Turner, su esposo y su niño que llevaba en su vientre fueron asesinados despiadadamente, sucedió en Estados Unidos, es la historia que inspiró este texto para analizar brevemente la obediencia y el sacrificio como dos espadas representativas para el cumplimiento de las leyes que alimentan a la moral religiosa bajo el presupuesto del cumplimiento de las normas dictadas por una deidad.

La moral religiosa desde la obsesión por el cumplimiento de normas reveladas por una deidad posiblemente instauró la cultura criminalizante fundamentada en el supuesto de que los hombres son malvados. El gran interrogante es, ¿cómo revertir la cultura criminalizante instaurada por la moral religiosa? Para una posible respuesta a este interrogante importante en este texto, en primer lugar, se parte de indagar sobre el origen de la moral desde la relación entre padres e hijos, pasando por referentes de personajes y escritores posiblemente pertenecientes a hogares comunes y corrientes donde los padres creyentes en que la educación se fundamenta ciegamente en el cumplimiento obsesivo de las leyes. Esta obsesión posiblemente ahoga los sentimientos de los niños. En un segundo lugar, se presenta la pregunta sobre la justificación de la moral en relación con la búsqueda de sentido de esta en la vida humana en miras quizás de proponer argumentos soportados en pensadores y escritores de las áreas de las humanidades como posibilidad de comprender la obediencia y el sacrificio como ciegas promotoras de asesinato con el pretexto de ejecutar lo correcto en nombre de la verdad, del bien y bienestar de la existencia. Todos estos aspectos epistemológicos, filosóficos, literarios, psicológicos, antropológicos relacionados a la moral normativa tienen su origen en el contexto de la experiencia religiosa. Tanto Nietzsche como muchos otros escritores, investigadores y pensadores posiblemente intuyeron que la verdad no es un concepto mucho menos un discurso moderno, es algo que tiene que ver en la relación con la vida desde la experimentación del ser. Esta relación se puede expresar como relato y experiencia. A partir de esta relación se puede parcialmente comprender sentido y justificación de la moral religiosa.

¿Cuál es el posible origen de la moral religiosa?

La primera pregunta que queremos plantear es: ¿quién está capacitado para hablar del origen de la moral religiosa? Únicamente el que ha visto la mentira de los seres mortales. La moral instaurada para juzgar, asesinar y condenar es una máscara que los hombres han inventado para cubrir la verdad. La mentira se justifica en la imposición y en el despotismo. Todo niño padece la gran falsedad de la moral religiosa. Los padres piensan que los hijos la necesitan de manera despótica; cuando en verdad lo que los hijos necesitan es amor y comprensión y que afloren los auténticos sentimientos para que estos no se apaguen con el simple pretexto de enseñar que por medio de leyes se puede conocer el bien y el mal.

Cuando todos hemos dejado de amar y de comprender, la moral aparece como la orientadora del camino de regreso a ese paraíso perdido; este pretendido de los hombres por medio de la moral religiosa es aterrador y promueve la ceguera absoluta. La serpiente del paraíso se salió con la suya. Ella nos hizo creer que el conocimiento del bien y del mal nos haría como dioses. La serpiente lo consiguió brevemente a causa de que el hombre en occidente quiere conocer el bien y el mal para juzgar y condenar a los demás. Hoy el conocimiento nos hace astutos y supuestamente inteligentes y ciegos. La astucia, la inteligencia y la ceguera cuando se hayan marchado de todos nosotros seguramente lo único útil que dejarán será habernos ayudados a reconocer que éramos hipócritas y canallas. El sentirse un canalla, es como el milagro de la práctica de la confesión, sentirse miserable es el camino de la integración. Cuando nos reconocemos peores nos hacemos mejores. Esta es una verdad que consiguen experimentar los artistas. Los artistas los hay en todas las esferas de la vida; en la música, en la pintura, en la literatura y en la filosofía. Es la verdad ineluctable de una tragedia debido a que los artistas desde niños vinieron al mundo para que los demás pudieran verdaderamente ver a través de sus creaciones artísticas eternas las tragedias protagonizadas por los adultos.

Las creaciones de los artistas son las manifestaciones de silencio expresado más desvelar lo que nunca posiblemente pudieron decir a los padres y se valieron de sus obras para decirlo. Y nos dejaron un trabajo, que no es más que descubrir lo que hay detrás de todas las obras artísticas creadas. ¿Qué oculta Marcel Proust, En búsqueda del tiempo perdido?; la asfixia de los simples padres egoístas que nunca permitieron que su hijo fuera lo que quería ser; y le tocó refugiarse días, noches y muchos años, en su habitación. ¿Qué esconde Dostoievski en Los hermanos Karamazov?; la muerte de un padre depredador que maltrataba a los hijos y a los trabajadores; y uno de sus hijos [F. Dostoievski] después de la muerte del padre, para vengarse se dirige a la vida del alcohol y a partir de esta experiencia, luego, construye los personales mortales de sus novelas, personajes perdidos en el alcoholismo y maltratadores de las esposas, significando lo monstruoso de las exigencias ciegas de un padre que guiaba a sus hijos bajo los dictámenes de la moral religiosa. Sin embargo, Dostoievski se pudo liberar en parte de los maltratos físicos y psicológicos del padre gracias a todas las horas dedicadas a la escritura, pero nunca de los ataques epilépticos que fueron resultados de todos los maltratos físicos que padeció cuando era niño.

¿Qué tenemos que descubrir en El Guernica de Pablo Picasso?, [pintura del año de 1937], que cuando los hombres sufren procuran a capa y espada fomentar el dolor hacia los demás y como consecuencia está la guerra, que coincide con el por qué los hombres hacen el mal y fomentan la cultura de la criminalización. La guerra es el escenario de la máscara que los hombres utilizan para ser buenos y para ser malos, donde la obediencia aparece como la base para defender la muerte, cuando lo que tendrían que haber hecho era amar la vida. Si seguimos estos caminos, en esta dinámica de los grandes artistas, está la historia de un niño prodigio, que a los cuatro años ya ejecutaba el piano, de este talento se valió su padre para conseguir dinero y esclavizar a su hijo. Este niño maravilla que nos donó la música, tuvo una niñez triste, pero la música fue la oportunidad de transformar la tristeza en alegría, y, todas las composiciones musicales no son más que el camino de regreso a un Paraíso perdido, es Wolfgang Amadeus Mozart. La música siempre parece producir el efecto de que, “crea un pasado del que eras ignorante y te llena con el sentimiento de pesares ocultados a nuestras lágrimas” (Wilde, 1890, p. 28).

Y, qué decir de aquel que, con su música, deja ver el mar de sufrimiento, como si nos quisiera recordar que la vida es sufrimiento, pero debe existir y debe ser un imperativo encontrar el lado benévolo que no es más que el amor. Este es el camino al que nos invita a recorrer, Beethoven. Está también, el músico, que, en su concierto para violín, nos muestra el deseo absoluto de infinito, en medio de la desesperación se profundiza la audición musical. Es la música de Mendelson, que no es más que, una sed de dulzura, como viviendo en un sueño, para crear un sueño personal y colectivo. También está, el concierto para piano de Schumann, que nos muestra el anhelo de infinito de un paraíso perdido; este anhelo se convirtió en melancolía, que es como la sed de dar un salto, pero sin negación de que este salto conlleva desesperación y profusión de amor.

No podemos olvidar a Chopin, que, con su primer concierto para piano, nos quiere recordar la paradoja del deseo, entre mayor sea el deseo de desesperación también crece el deseo de la abundancia del amor, y en esta paradoja, crece la energía sexual, el sentido heroico, el deseo de triunfo frente a lo doloroso y el enojo al servicio de la vida, traducido en un amor de sueño. Encontramos a otro niño maravilloso, que habló por medio de la música, es el niño Bach, cuya música no es más que un mar de misericordia, una respuesta a todas las lágrimas humanas. Su música es el mensaje contenido en la compasión divina, como el único alimento que puede colmar la miseria humana, en su concierto para dos violines, deja ver que la vida humana es una caída para la redención. Y, para recordar constantemente que, si los hombres viven, viven de la indulgencia divina.

Y, por último, encontramos aquel que con su música nos despertó la conciencia que la muerte no es un castigo sino más bien, la eventualidad de comportarnos como verdaderos humanos frente a los demás. La sífilis lo condujo a componer en los últimos tiempos de su existencia obras perpetuas armoniosas que muestran lo trágico de la vida, y demasiado tarde pudo comprender que, la belleza es una religión, la belleza es un telón de fondo de un teatro donde lo importante es descubrir qué hay detrás de las máscaras de los protagonistas de la obra, hablamos de Schubert. Con Schubert, aprendimos mediante su música que la vida es un temblor, una nota trágica, pero la lucha frente a la vida trae después una calma. Una quietud. Un silencio. Una sencillez.

El artista es el más interesado por el mundo. Es el que más sufre. Es el que más atención le presta a la herida que tienen los hombres. La herida está implícita en el simple acto de haber nacido. Pero, comprende que es la herida que cura. El artista es el que más experimenta que la vida es un descenso y ascenso. “La tragedia en la vida de un artista es que no pueda alcanzar su ideal, […] los pasos de muchos artistas es poder alcanzar demasiado completamente ese ideal” (Wilde, 1890, p. 130). El artista es el que transita por un camino, como el camino del héroe que tiene que vencer los grandes dragones y reconoce que el más temible dragón es el ego. El artista es como el niño divino que orienta a todos los adultos a entender que la plenitud de la vida está en vivir sin ego, de esta actitud el niño enseña que no hay nada que defender a causa de que el gran misterio es percatarse que la naturaleza es benévola. El artista es el que tiene el propósito de despertar la conciencia a diferencia de los que tienen la conciencia dormida. En este sentido:

Sólo los artistas, […] han sido quienes han proporcionado a los hombres ojos y oídos para escuchar y ver, de modo placentero, lo que cada uno es, vive y quiere por sí mismo; han sido los primeros que nos han enseñado a apreciar al héroe que se oculta en cada uno […] ellos nos han enseñado el arte de poder verse a uno mismo desde la distancia y, por así decirlo, de manera simplificada y transfigurada […] el arte de “entrar en escena” uno para sí mismo (Nietzsche, 2011, p. 641).

Estas referencias vienen de la música, de la literatura y del arte, pero también hubo niños que hablaron por medio de la escritura en la filosofía, como es el caso de Nietzsche. La escritura de Nietzsche es probablemente la ilusión de una vida que nunca vivió. Siempre, en las búsquedas nos preguntábamos: ¿Qué esconden sus obras escriturales?, ¿Cuáles son las razones constantes que lo llevaron a escribir contra el cristianismo, contra la moral religiosa occidental, contra la arrogancia de los simples mortales por tener conocimiento del bien y del mal? Y, encontramos que fue un niño que sufrió las contradicciones de los padres, que le hablaban del amor de Dios. Sin embargo, las acciones constantes que infringían contra el niño Friedrich eran la manifestación de las más absurdas contradicciones presentes de los adultos, por tal motivo, dejó probablemente de creer en el Dios cristiano, por la forma como se lo presentaron. Creer en un Dios que juzga a los hombres por sus actos lo vio como un crimen contra los seres que están completamente ciegos.

Al niño Friedrich se le hablaba del amor al prójimo, mas, se le maltrataba verbal y físicamente, y a la madre nunca le pudo decir, cuando niño: ¡Mamá, yo, también, soy prójimo!, ¿Mamá, por qué me maltratas?, ¿Por qué predicas amor y luego me desprecias con tus insultos y castigos?, ¿Qué clase de amor es ese que no lo entiendo?, no creo en ese Dios que hace que los hombres sean unos mentirosos, son posibles reclamos de un niño hacia los padres. La mayoría de los padres ignoran que, el maltrato del alma lo siente también el cuerpo. Casi siempre, los padres lo justifican, diciendo, te maltrato por tu propio bien. Todo niño maltratado tarde o temprano emprenderá algunas escenas que la moral religiosa evaluará como actos inhumanos, pero casi nunca los adultos se preguntan por las razones de esos actos destructivos. Estos argumentos encontrados en los libros: El drama del niño dotado y Por tu propio bien (Biografía sobre Hitler) de la psicóloga Alice Miller dejan ver que posiblemente las causas de las enfermedades mentales de muchos adultos están en todos los maltratos psicológicos padecidos en la infancia.

Es el caso, de muchas personas, que desde niños los hicieron sentirse seres despreciados, avergonzados, desgraciados e infelices. Es el ejemplo de los asesinos en serie, que sus acciones no hacen más que vengarse simbólicamente del padre o de la madre que lo maltrataron y lo humillaron. Patrice Alégre, fue un niño, que vivía con su madre, una mujer, que desde niña también sufrió maltratos y humillaciones. Ella se refugió en el alcohol y en la prostitución. Al niño Patrice, en su casa, le tocó asumir de guardián para que su madre, borracha y drogada, se acostara con sus prominentes clientes, y al niño Patrice atormentado por las escenas más que venían de la habitación vecina cada noche de manera constante, no era la culminación de un sufrimiento, sino era el inicio cuando llegaba el padrastro, un expolicía, un hombre severo a maltratarlo, mediante violentas palizas que lo dejaban inmerso en la soledad y en la experiencia de dolor de un niño que lo único que podía hacer era callar y sumergirse en la absoluta humillación.

Después, cuando este niño haya alcanzado biológicamente la edad adulta, porque interiormente siguió siendo un niño maltratado; entre los años de 1989 y 1997, va a violar y a estrangular a cinco mujeres, [a cinco símbolos de la mamá, a cinco símbolos del padrastro], algo parecido, cuando el hombre maltrata a la mujer o la mujer maltrata al hombre, casi siempre es el deseo de desquitarse de aquel que le ha causado daño. Todos estos referentes importantes es para significar en este apartado que la moral religiosa cuando se impone sin saber qué es, entonces, se tergiversa el sentido de la moral desde la infancia hasta la adultez, y la posible causa está relacionada en pretender conocer el bien y el mal cuando una de las posibles intuiciones contenidas en el relato del Génesis es que conocer el bien y el mal es una exclusividad de la divinidad y el hombre en este afán de conocer el bien y el mal se sumerge en la constante contradicción, pues, el bien se puede convertir en mal y viceversa, como lo veremos en el apartado sobre la filosofía de Nietzsche que articula estas preguntas planteadas a lo largo de este texto.

¿Qué justifica la moral religiosa?

La segunda pregunta que queremos presentar es: ¿qué justifica la moral religiosa? Y la respuesta tiene su origen en la tradición religiosa, que luego contagió a toda la cultura de occidente. La respuesta es, el sacrificio. También, tiene que ver en la relación hijo-padre. Un padre que obedece. Un padre que olvida que, la obediencia para nada justifica la vida, porque somos obedientes por miedo; antes, la obediencia nos hace ciegos. Los hombres mediante la obediencia justifican la muerte. Como plantea Rich (1986) la religión monoteísta en la cultura no hizo más que instaurar la presencia de un dios padre que posee el poder de destruir los ritos de los demás pueblos existentes en el mundo a través pues de terribles plagas. Sin embargo, el poder que despliega no únicamente está presente en el ámbito religioso, sino que además se instaura en la mente del creyente, este cree firmemente que le debe obedecer a su dios hasta la muerte. La obediencia a ese dios que pregona el pueblo elegido es la sepultura de la diversidad. Entonces la creencia en ese dios hebreo justificará la obsesión de la identidad. En consecuencia, ningún otro dios puede ser superior a él desapareciendo todas las deidades incluidas las deidades femeninas. El poder que despliega este dios se transforma en ley y tradición. Y se convierte en el único ser que contrala todo.

Lo que perdimos en el paraíso fue la conciencia. La ignorancia es lo contrario a la conciencia, no tiene que ver si sabemos o no sabemos cosas, si tenemos conocimiento o no tenemos conocimiento en sentido intelectual. La historia del Génesis es la imagen del fracaso de los simples mortales cuando se han separado del origen. El relato del Génesis nos enseña que, “el conocimiento no puede salvarnos de nosotros mismos. Que sepamos más que antes sólo significa que tenemos mayor campo de acción para desplegar nuestra locura” (Gray, 2014, p. 69). La moral religiosa desde el enfoque del cumplimiento de la norma no hace más que recordarnos que en: “la vida humana no puede haber progreso, solamente una lucha sin final contra nuestra propia naturaleza” (Gray, 2014, p. 69).

La moral religiosa en perspectiva del cumplimiento de la ley nunca tiene en cuenta los sentimientos de los niños ni mucho menos los sentimientos de las personas en la dinámica del sacrificio. El sacrificio es ante todo el sostén de la moral religiosa sin importar los resultados. La Biblia tiene constantes imágenes para escudriñar origen, sentido y finalidad de la moral en perspectiva religiosa y siempre estas imágenes están conectadas con el comportamiento del hombre que se justifica mediante el sacrificio. Hay una historia contenida en la Biblia que habla de la ceguera de un padre, que ha sido cegado por el sacrifico y no importa que el sacrificado sea el propio hijo. Es la historia de Abraham y de Isaac. Es la historia de un padre obediente y un hijo impedido de expresar los sentimientos. ¿Por qué no pensar en lo que un hijo siente cuando percibe que él es la víctima, todo por un sacrifico insensato? Cuando somos ciegos no hay ninguna moral que justifique las acciones de los hombres. Pensamos que, la moral defiende la vida. En la historia de Abraham y de Isaac, no creemos que sea así. En este contexto cuestiona la psicóloga Miller:

¿Por qué no dar al niño, también el derecho, de preguntar: Padre, ¿por qué quieres matarme, por qué mi vida no vale nada para ti? ¿Por qué no me miras, por qué no me explicas lo que está pasando? ¿Cómo puedes hacerme esto? Yo te quiero, confío en ti, ¿por qué no hablas conmigo? ¿Qué pecado he cometido? ¿Qué he hecho para merecer esto? (1991, p. 82).

Relevantes interrogantes están fuera de lugar dentro del mundo de la moral religiosa, porque como sigue exponiendo la psicóloga Miller: “sólo es posible plantearlos cuando uno se sabe en posesión de los mismos derechos que los demás, cuando una confrontación es posible. [Cómo es posible que un hijo pregunte]. ¿Si la mano del padre le impide ver, hablar y respirar?” (Miller, 1991, p. 82). El padre ha convertido a su propio hijo en el acto del sacrificio, en una simple cosa. Estos criterios presentan la urgencia de comprender que la moral religiosa instaurada como asunto condenatorio implica la degradación de todos los valores que pueden instaurarse dentro de una cultura en razón de que una moral que condena a los enfermos dentro de una sociedad no hace más que deshumanizar, en el caso de la relación de padre-hijo, el hijo:

Ya no tiene derecho a hacer preguntas, y éstas difícilmente podrán tomar forma en su interior, porque en ella ya no hay sitio para nada más que para el miedo. Al igual que Abraham, no ven lo que hacen sus manos, y se preocupan exclusivamente de satisfacer las exigencias que vienen de arriba; para ello «desconectan» su capacidad de sentir. Ya de pequeños la perdieron (Miller, 1991, p. 83).

La doctora Miller continuó buscando las causas que han originado el sentimiento de desprecio existente en algunos hombres, especialmente en aquellos que a lo largo de la historia han protagonizado muertes, es el caso de Hitler y de algunos asesinos en series, y pudo encontrar que la forma de predicar una moral absoluta y dogmática religiosa impide el despertar de la conciencia de los padres que han sufrido maltratos físicos en la infancia, estos padres no hacen más que prolongar el sufrimiento en los hijos y en consecuencia inevitable se promueve una sociedad conformada por adultos violentos.

La filosofía de Nietzsche en perspectiva de la moral religiosa occidental

Nietzsche, quiso que volviéramos a leer la filosofía griega desde la mirada de los dioses Apolo y Dioniso. En esa invitación consideró algo aterrador el que se hablara de la verdad en un sentido metafísico. La verdad es escrudiñar la propia vida. La verdad es el inconsciente. El inconsciente es el mundo donde nacen las sombras, pero también el lugar donde nace lo que salva. La anhelada verdad que según la razón estaría fuera de la vida de los hombres, pero, si tomamos como referencia el propio texto de Nietzsche: “entre los grandes filósofos hay esta inocencia: no tienen conciencia de que hablan de ellos mismos; creen que se trata de la verdad, pero se trata en el fondo de ellos mismos” (Nietzsche, 2011, p. 383). |base en estos argumentos se entiende que la verdad es una experiencia del ser.

A Nietzsche lo acompañó siempre la nostalgia cuando hablaba de la verdad. Fue un hombre melancólico, por lo que hemos comprendido de sus escritos. Un hombre que se debatió entre amor, odio y contradicciones. Sin embargo, en él estuvo la profunda nostalgia de saber, ¿quiénes somos en verdad?, ¿para qué vivimos?, ¿qué vinimos a hacer en el mundo?, ¿cómo podemos destruir las falsas creencias?, ¿cómo se hace idéntico un hombre a sí mismo?, ¿por qué mentimos?, ¿por qué la moral religiosa es lo más mentiroso que hayan inventado los hombres?, ¿por qué los adultos se empeñan en destruir el mundo de los niños? y ¿cómo podemos avanzar hacia la libertad? Son los interrogantes constantes que posibilitaron la instauración del querer vivir una vida que nunca vio desarrollada por ninguna persona. Quiso conducirnos a la verdadera fuente de donde emanan los conflictos de los hombres, a la propia vida interior.

De Nietzsche, se puede aprender que, filosofar es volver a ser niño. Filosofar es llegar a las ruinas de la propia casa. Cuando llegamos a la propia casa encontramos escombros y tropezamos con imágenes intimidantes que nos recuerdan todos esos maltratos psicosomáticos que padecimos en la infancia, que muy bien se pueden interpretar como las causas de una psicosis y neurosis individual y colectiva, encontramos la ceguera que no nos deja ver que somos adultos: orgullos, vanidosos, violentos, miedosos, irascibles y prepotentes. Mas, el hecho de contemplar las propias ruinas de la propia casa es motivo para pensar las primeras causas que propiciaron el olvido de lo divino que un día fuimos; quizás la única prohibición venida de Dios hubiese sido: “no te apartes de lo divino”; en esto, consiste la filosofía, la búsqueda de sentido en medio de la devastación y el gesto de acoger la palabra como medio para alcanzar el amor, podríamos todos de este modo acoger la invitación de la filosofía de Nietzsche. El único juicio verdadero aplicado a los simples seres en el fin de los tiempos no es más que el haberse ocupado de sí mismo.

Para descubrir esta verdad los simples mortales tendrían que haberse percatado de las contradicciones que a diario fomentan; pero, también con la certeza que esta verdad no escapaba del destino trágico de la vida, debido a que, la medida del destino de la existencia particular es el olvido de lo bello, de lo bueno y de lo verdadero; el olvido de lo bello, de lo bueno y de lo verdadero destroza la existencia humana y sólo el dios que lleva cada hombre dentro de sí, puede unificar sin violencia la experiencia de la luz y la experiencia de la oscuridad para poder encontrar la unidad, lo que constituyó para Nietzsche, la certeza de que el enfermo no se sana por voluntad propia sino por un milagro que no cabe en la lógica de la razón, es algo así, como la firme convicción de que es posible hurgar todas las fuerzas para sanarse por medio de la capacidad de ver la propia ceguera que no es más que una enfermedad mortal.

El cristianismo ha predicado sobre un paraíso perdido; de donde fue expulsado Adán, primer mortal, es posible que sea cierto. Y, ante esta expulsión la pregunta relevante en sentido ético es: ¿cómo hacer para volver a entrar?; esta es la pregunta fundamentalmente ética, y con base en este presupuesto existencial Nietzsche va a cuestionar la moral religiosa. Este presupuesto ético se transformó en sustento moral normativo respaldado por la máxima constante de querer conocer el bien y el mal que condujo a los hombres a estar constantemente condenando a los demás. Este es el principio de la historia moral religiosa occidental del querer vivir haciendo juicios y condenando a los demás. Esta historia tiene como causa la creencia en un Dios que culpabiliza por cualquier acción realizada por los hombres, quienes son torpes para el realizar el mal y el bien. De aquí, que los hombres sean los asesinos de Dios. La muerte de Dios es la muerte de la falsa imagen de Dios. La muerte de un Dios que culpabiliza. El origen de la moral religiosa está en la creencia en un dios generador de culpa. La culpa paraliza a los hombres. Por tal motivo, Nietzsche consideraba que en la medida de asesinar a un Dios moral y culpabilizante los seres mortales habitantes en el mundo podrían alcanzar la libertad.

A partir de la intención por conocer el origen de la moral religiosa que está centrado en el sentido del relato del Génesis, en cuanto que, Dios ya no es el Dios que protege, que ama al hombre tal cual es, sino que es el Dios que prohíbe y al prohibir no queda más que considerar a Dios como incomodidad y competencia. Adán y Eva no se percataron que en ningún momento Dios les había prohibido, la prohibición vino fue de la astuta serpiente. Nietzsche nos habla en un sentido paradójico, lo que los hombres pretenden alcanzar está dentro de ellos mismos, algo así como el “reino de Dios está dentro de cada uno” (Lc. 17, 20-21), como una realidad interna en los hombres; como queriendo armonizar este pensamiento con el fundamento de la filosofía que consiste en pensar los misterios profundos y conmovedores de lo divino como desarrollo del proceso de desintoxicación de las creencias falsas que empieza a partir de la eliminación de la declaración de la fe en un Dios netamente moral. Este aspecto existencial es evidente en el príncipe Mischkin de Dostoievski, quien vive la tensión escatológica de la ética cristiana. Personaje literario que deseaba que la hecatombe se manifestara en todo su esplendor para que apariera el sentido pleno y profundo de la vida. El estado de la devastación conlleva a la expansión de la conciencia. Nietzsche es el profeta de Dioniso. El profeta de lo natural. El filósofo defensor de los instintos y deseos reprimidos, de las pasiones y de los placeres que son el lenguaje del cuerpo. Dioniso es el dios de la resurrección. Tal vez, este dios olvidado y despreciado, para el filósofo interesado por el origen de la moral religiosa, este dios proporciona las bases sólidas para que verdaderamente la vida de los hombres renazca en sentido profundo, como queriendo decir el propio Nietzsche que no hay resurrección sino hay descenso a la morada de las miserias y oscuridades promovidas por los simples mortales. Dioniso es el dios que nos hace bendecir la oscuridad y la enfermedad. Lo que particularmente exige el dios Dioniso, según Nietzsche, es el imperativo de que para poder ascender primero hay que haber descendido a las tinieblas. El descenso es una caída, pero también es una ascensión.

La caída produce vértigos. Este acto se convierte en una toma de conciencia que primero hubo de haber perdido la conciencia, algo así como, la locura cura. La locura que muy bien se podría entender como la incapacidad de ver por parte de los hombres y como eventualidad de “poder percibir los huecos, la falsedad, la sombra, la caída de la imagen idealizada y, por fin, verse” (Naranjo, 2012, p. 100). Y, empezar a ser verdaderamente humano como el personaje Quijano de Cervantes que, terminó siendo sinceramente humano. Lo que equivale a decir que, la armonía de la vida en sentido ético está en relación con la búsqueda de la unidad de lo racional e irracional, de la luz y la oscuridad, del nacer y el morir, de la sensatez y la insensatez, entre la salud y la enfermedad, lo consciente y lo inconsciente, lo que ha pretendido la moral que pretende civilizarnos, según Nietzsche, es presentar estas combinaciones como opuestos, en verdad no son contrarios sino complementarios, en esto está la majestuosidad de la tragedia griega, en este sentido lo expuso el profeta de Dioniso:

Con la palabra “dionisiáco” se expresa: un apremio de unidad, un desarrollo más allá de la persona, de la cotidianidad, de la sociedad, de la realidad, como abismo de olvido, un desbordamiento apasionadamente doloroso en oscuras situaciones completamente flotantes, un embelesado decir-sí […] Con la palabra “apolíneo” se expresa: el apremio hacia un ser-para-sí perfecto hacia el “individuo” típico, hacia todo lo que simplifica, destaca, potencia, aclara, priva de ambigüedad, tipifica: la libertad bajo la ley (Nietzsche, 2011, p. 61).

El dios Dioniso es muerte, pero también es el dios que resucita. El dios Apolo es autoconocimiento para poder terminar la vida sirviendo a los demás; como terminó la vida de Apolo encarnado en la figura de un pastor de ovejas, algo así como lo describe la parábola del evangelio de Mateo, en su capítulo 25, quien ha percibido y experimentado el reino de Dios dentro de sí es capaz de entender el contenido del juicio y tiene poco interés en cómo va a hacer el juicio; en esto consiste el sentido profundo de la parábola del juicio final que propuso el hombre de Nazaret haberlo encontrado en el rostro del que sufre desde una perspectiva profundamente ética es mostrar el comportamiento del hombre de fe a través de un servicio y en este acto adquiere sentido la frase: “a mí me lo hicisteis” del capítulo 25 del Evangelio de Mateo.

Lo que vemos en estas dos divinidades inmortales griegas [Apolo y Dioniso] es la necesaria complementariedad del nacimiento de la auténtica espiritualidad de los seres mortales; ambas divinidades inmortales representan en su unidad el júbilo de la existencia, cuando los hombres han experimentado la enfermedad como requisito necesario para poder alcanzar la salud, “con la enfermedad se me apareció un pensamiento muy antiguo: “yo tengo que pagar por la vida”. Dios me ha dado la vida y yo tengo que pagar por ella haciendo, dando, sacrificándome […] Hasta que pude ver que la vida es un regalo. ¡Qué omnipotencia, qué arrogancia, qué insensatez, quién soy yo para poder pagarle la vida a Dios! La vida es un regalo, y lo único que puedo hacer es honrarla”. (Naranjo, 2012, p. 133). La única tarea asignada por Dios a los hombres es simplemente compartir la vida con los demás. Este es el fundamento de la espiritualidad.

La espiritualidad es la manera como los seres finitos pueden honrar la vida. Esta se instaura y se desarrolla mediante la capacidad de tomar conciencia de vivir éticamente la existencia que trascurre en la unidad de los supuestos opuestos, en la unidad entre el bajar a los infiernos para poder subir al cielo, en subir a la montaña y bajar de la montaña, o la huida al desierto del propio corazón, y en la unidad entre soledad y silencio como todos esos requisitos fundamentados por una profunda meditación, que no es más que la toma de conciencia de estar vivo y “estar aquí”. La toma de ser consciente de que toda espiritualidad necesita devoción y un credo que profesar. El credo para Nietzsche estuvo en el contunde decir: “sí” a la vida, “sí” al sufrimiento, “sí” al dolor, “sí” a la enfermedad, porque nos dará todas las fuerzas necesarias de vivir intensamente y percibir lo divino, como queriendo decirnos el filósofo, en un Dios crucificado está el verdadero sentido de la resurrección y la miseria de los hombres, y el fin del deseo de poder. En este sentido no es gratuito que Nietzsche se haya dejado conmover por la imagen del crucificado, traemos a colación las palabras consignadas en el texto El Anticristo: “la práctica de la vida es lo que hace que el hombre se sienta “divino”, “bienaventurado”, “un hijo de Dios” en todo momento” (2011, p. 862).

La imagen del Dios crucificado es el mensaje de la vida que no se destruyó, a pesar de la ceguera de los hombres. La cruficixión del hijo de Dios es la gran noticia de que en el marco de la vida humana los hombres tienen la seguridad de: “existir como individuos irrepetibles e inintercambiables por toda la eternidad” (Drewermann, 1996, p. 191). La imagen de la divinidad crucificada es la esperanza de los corazones sufrientes que tienen el lenguaje de la fe en Dios que empezó a amar a los hombres desde la eternidad y los llama a cada uno por su nombre. Y, ahora, podemos preguntar: “¿qué más puede ofrecernos Dios, que ni siquiera se reservó a su único hijo?” (Milton, 1995, p. 19). El viernes, el día de la pasión y muerte del único Dios hecho hombre en la cultura de occidente fue el día en que la moral religiosa de los hombres triunfó porque asesinó al niño nacido en el solsticio de invierno y en la noche donde la diosa daba a luz al hijo del sol y cuando este niño haya crecido lo único que iba a hacer era mostrar a los hombres el camino de regreso al Paraíso Perdido. El día de la crucifixión es la imagen eterna en que: “Nuestra condición puede convertirse en la suya […] Todo nos invita, pues, a que adoptemos una resolución pacífica, […] renunciando enteramente a toda idea de guerra” (Milton, 1995, p. 19), puesto que el Dios crucificado soportó todos los actos capaces de generar los hombres desde la práctica de la moral que ellos mismos inventaron. El sentido profundo del sacrificio del hijo de Dios está en que el amor no tiene límites y es la fuente para que los hombres dejen de matar. El sacrificio no es el camino a la redención, sino el amor por la vida. Amar la vida incluso contra el mismo sin sentido. El mensaje del viernes santo es que todos los hombres que estaban avergonzados de sí mismos reciben la noticia de que nadie debe sentirse a partir de ese día perdido a causa de que existe un dios que se hizo humillación. En ese acto sublime está el cumplimiento de que los hombres no soportan la verdad que se manifiesta a través de seres providenciales capaces de comprender antes que juzgar. La muerte de Jesús de Nazaret es la consecuencia de haber vivido éticamente la existencia. La interpretación de la muerte de Jesús de Nazaret como sacrificio redentor es una lectura posterior realizada y divulgada por Pablo de Tarso creador del cristianismo.

El sentido de las inmutables leyes

El sentido de la moral religiosa de los hombres no está en una lista de conceptos, como, por ejemplo, bien, mal, pecado, gracia, redención, salvación, penitencia, ayuno, sino que está en el firme estilo de vivir éticamente en el instante, en el hoy, que le devuelve una nueva conducta de vivir y no una fe articulada a conceptos, que atentan contra la fe en Dios y anula el sentido pleno del ““reino de los cielos” El reino de los cielos es un estado del corazón” (Nietzsche, 2011, p. 863). Y, poder entender que el comportamiento del crucificado es la cruz porque hubo coherencia entre la forma como había vivido y había enseñado, de esta manera es la exigencia para todo aquel que experimenta la disciplina del espíritu de la libertad. Todos estos argumentos nos inducen a decir que la mayor causa de la degradación de la vida está en que los hombres están ciegos; los hombres son hijos de Edipo. Edipo se afanó por buscar el asesino del rey Layo, y lo que la arrogancia de conocer produjo en Él, frente al anciano Tiresias, más insultado por el mismo Edipo, no es más que el engaño traducido en ceguera. La ceguera es el punto central de la degradación de la vida. Vivimos los constantes fines de la existencia para que tarde que temprano la naturaleza misma se alimente de nuestras vidas.

Para Nietzsche los binomios que han servido de lectura para el sentido de la vida están dentro de las opciones constantes de trastocar el orden y llegar al punto de descubrir que la vida humana es un todo. Los momentos experimentados por los sujetos finitos no admiten una lectura moral, simplemente fueron momentos significativos que hacen parte de la vida. Este pensamiento ha generado muchos cuestionamientos, como, por ejemplo, ¿qué pasaría con las personas que han cometido crímenes?, este interrogante estaría en relación con la pregunta sobre el mal. ¿Qué es el mal?

La respuesta de Nietzsche frente a la pregunta anterior no es un asunto que se pueda responder desde la moral, sino desde la forma de vivir: el sentirse desgraciado, por el hecho de ser “Sólo polvo” (Génesis, 3, 19). Lo que ocurre con esas personas representantes célebres del mal, es que este tipo de personas ya están condenadas en sus conciencias y la única forma de resarcir los actos negativos de la vida está en vivir a pesar de… Es algo parecido a lo que vivió un rey que pensó que el poder le concedía el derecho de decidir quién moría o quién vivía, como le sucedió al rey David que, dio la orden para que pusieran a su más fiel servidor, Urías, en primera fila, para que este fuera asesinado, y él pudiera quedarse con la esposa del humilde hitita, llamada Betsabé. A través de este ejemplo, se puede comprender que, gran parte de los seres que ocupan cargos políticos a la manera del rey David no hacen más que con esos actos degradar la moral misma. En este sentido, la moral deja de ser una consecuencia de los actos para convertirse en lo más nocivo para la vida y la moral religiosa no sería por consiguiente la que serviría para resguardar la vida sino más bien, el amor por la vida sería el fundamento de todo pretendido de protección.

“Los hombres más que moral “necesitan compasión y bondad””. (Drewermann, 2010, p. 89). Todos ellos necesitan habitar en un lugar que los acepten tal como son; y se les enseñe a no avergonzarse de sí mismos que, en resumidas cuentas, son esos criterios con los que debe trabajar la psicología profunda. Estos presupuestos establecidos y desarrollados desde la psicología profunda se constituyen básicamente en el camino de suplir todos los miedos. Sin embargo, presentárseles a los hombres con leyes con el pretexto de sanarlos de los miedos ha sido perjudicial porque las leyes llegan demasiado tarde a solucionar los conflictos internos que se hacen evidentes cuando las acciones constantes externas dejan mucho qué decir de la vida interior de los hombres. Las leyes establecidas por los seres mortales sólo tienen importancia si cada hombre es capaz de aplicársela a sí mismo y todas éstas están para favorecer la salud psíquica de la vida. Si esto no es así, ellos habitarán en la esclavitud a causa de que en cuestiones de las leyes, ¿cómo aplicárselas únicamente a los enfermos? O ¿no será que los llamados sanos creen que por no transgredir las leyes tienen el derecho de condenar a los enfermos? ¿Cuántos de aquellos hombres acusadores de la prostituta que llevaron a los pies del hombre de Nazaret la visitaron en medio de la noche y se encontraban en medio de la turba como representantes de la pureza?, ¿a cuántos de ellos acarició el cuerpo la mujer acusada de adulterio?, ¿qué revela la obsesión de la aplicación de las leyes por parte de los hombres en el contexto de la moral religiosa? Y ¿De quién es la lujuria, del hombre o de la mujer? Todas estas preguntas no se pueden formular desde la moral religiosa porque dejaría a las leyes incuestionables sin fundamentos. Lo único relevante de la moral religiosa en sentido del cumplimiento de las leyes sería que tuviéramos el coraje de aplicárnoslas primero antes de juzgar y condenar a los demás.

Las leyes son indicadores extremadamente útiles de las conductas consideradas aceptables o inaceptables en un tiempo y lugar específico. Obviamente, no nos dicen como se comportaban las personas en realidad, […] las leyes nos revelan el tipo de actitudes y conductas que los legisladores (y quienes tienen el poder para hacer cumplir las leyes) quieren estimular o desalentar […] Las leyes son respaldadas por la fuerza o la amenaza de fuerza (como en nuestra época por el poder policial) (Eisler, 1998, p. 137).

Los niños que nacieron en un hogar donde lo importante era la moral religiosa en perspectiva del cumplimiento de las leyes más que el amor y la comprensión más tarde se involucrarán a la sociedad, a la vida política, y muy posiblemente, “se dedicarán a continuar la labor de destrucción iniciada en ellos por sus padres, camuflándose, tal como lo hicieron aquéllos en su día, tras un papel de redentor” (Miller, 1991, p. 87). Todos estos niños cuando sean adultos serán autómatas y manipuladores y se presentarán a la sociedad como inmortales redentores sin percatarse que con sus acciones visibles intentan guiar ciegamente a los demás a través de una moral de caudillo. Ellos se presentarán a los demás como el héroe que va a salvar el mundo cuando antes tendrían que haber salvado la propia vida, dándole paso a la hipocresía, como antesala para el sacrificio que se llevará a cabo en el altar de la moral; la víctima será la vida personal, una víctima asesinada a través de dos espadas, la espada de la obediencia y la espada del sacrificio, “sin importar que luego someterán a otros a que se bañen en un río de sangre, sin importar que se convierta en enemigos de la vida, y cuyo sustento sea la amenaza y la culpa; lo que viene a significar que las emociones de los adultos dependen de sus propias historias infantiles” (Miller, 2005, p. 167).

El contexto para identificar este criterio es la política donde han surgido aparentes redentores que han invitado a otros a participar en sus perpetuadoras locuras, es el caso particular de Colombia. Colombia es un tipo de sociedad hipnotizada. Colombia es una sociedad donde han surgidos falsos redentores que no son más que adultos que se desprecian a sí mismo porque cuando niño fueron maltratados psicosomáticamente. Todos estos falsos redentores no son el problema, sino que el problema y más que problema es una incertidumbre que consiste en preguntar, ¿qué hace que a estos falsos redentores de la sociedad haya muchas personas que los sigan en todas sus locuras? Es posible que la respuesta a esta inquietante pregunta sea que:

cuando tomamos plena conciencia de cómo fuimos aculturados, aprendemos a trascender nuestro condicionamiento. Pero su punto principal es que una historia marcada por el sometimiento a la dominación, manipulación y explotación se puede explicar en términos psicohistóricos como la extensión de esa susceptibilidad desde el ámbito personal al ámbito político más amplio […] Hay evidencias de que las personas criadas en familias donde el castigo era la norma son más susceptibles a la hipnosis. Y, […] las personas que en su infancia son obligadas a reprimir su realidad y aceptar la realidad impuesta por la autoridad, se convierten en adultos extremadamente susceptibles al dominio, manipulación y explotación (Eisler, 1998, p. 40).

Consideraciones finales

La discusión en este artículo se basó en un breve análisis sobre sentido y justificación de la moral religiosa que deben estar articulados con la búsqueda de la armonía de la vida. Estos criterios (sentido y justificación) permiten decir que, el verdadero sentido de una hazaña, si es que se logra percibir, está en que puede ayudar a evaluar si la vida de una persona es feliz o es desgraciada. En resumidas cuentas, el valor por excelencia que hay que alcanzar es el valor de la integridad, en el génesis es la pérdida de la armonía, esta pérdida hizo que aparecieran las leyes. Cuando no hay orden las leyes aparecen y el amor se falsifica. Y, finalmente todos podemos preguntar, ¿quién nos librará de la obsesión de la aplicabilidad de la moral normativa?, simplemente la experiencia del amor.

Las leyes son beneficiosas si ayudan a que los hombres experimenten el valor de la integridad. La integridad no es un asunto de predicación sino un valor vivido sin tanto ruido. La integridad es una síntesis “en la que se puedan sentir los pensamientos y pensar los sentimientos” (Drewermann, 1996, p. 87). La integridad es la vivencia definitiva del héroe de todas esas epopeyas. El héroe después de tantas aventuras regresa a casa, y por fin alcanzada la verdadera conciencia y la auténtica capacidad de ver, se le revela en: “El tiempo de la despreocupación […] Sobre la hora del mediodía de la vida se apodera de su alma una singular avidez de quietud […] El que la ha alcanzado […] Queda rodeado de silencio […] No quiere nada, no se preocupa por nada, su corazón calla, sólo vive su ojo, es una eternidad con ojos despiertos”. (Nietzsche, 2011, p. 840).

Fuentes consultadas

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Drewermann, E. (2010). Sendas de salvación. Barcelona: Desclée De Brouwer. [ Links ]

Eisler, R. (1998). Placer sagrado. Sexo, mitos y política del cuerpo. Barcelona: Cuatro Vientos. [ Links ]

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Miller, A. (1991). La llave perdida. Barcelona: Tusquets. [ Links ]

Miller, A. (2005). El cuerpo nunca miente. Madrid: Tusquets. [ Links ]

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Recibido: 02 de Octubre de 2020; Aprobado: 09 de Septiembre de 2021

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