SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.18 número47El discurso como un espacio comunicativo, relacional e identitario: framing y construcción de la identidadLa teoría del discurso social de Marc Angenot índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.18 no.47 Ciudad de México sep./dic. 2021  Epub 17-Oct-2022

https://doi.org/10.29092/uacm.v18i47.865 

Dossier

La producción social del objeto en el discurso: reproducción y transformación

The social production of the object in discourse: reproduction and transformation

Joaquín Galindo-Ramírez* 

*Investigador en la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla, España, colaborador con el Grupo de Investigación Social y Acción Participativa. Correo electrónico: jgalram@acu.upo.es y jukgalindo@hotmail.com


Resumen

El objetivo de este artículo es presentar, desde una mirada holística, una propuesta integradora con diferentes resortes y herramientas conceptuales que sirvan para acometer el estudio de objetos en el discurso atendiendo a su producción social. Para ello, se explora la relación entre discurso y sociedad, incidiendo en la tensión entre reproducción y transformación que atraviesa al objeto. A partir de esta reflexión se profundiza en nociones como poder, lenguaje, intertextualidad, enunciado, enunciación o sujeto. A modo de conclusión, se aportan una serie de ejes que puedan guiar el análisis de objetos en el discurso en virtud de los fenómenos y objetivos de investigación perseguidos.

Palabras clave: Discurso; sociedad; producción social; objeto; sujeto

Abstract

This article presents, from a holistic point of view, an integrative proposal with different conceptual tools to undertake the study of objects in discourse considering their social production. To accomplish this, the relationship between discourse and society is explored, focusing on the tension between reproduction and transformation that runs through the object. From this reflection, notions such as power, language, intertextuality, statement, enunciation or subject are deepened. As a conclusion, a series of axes that can guide the analysis of objects in discourse by virtue of the phenomena and research objectives pursued are provided.

Key words: Discourse; society; social production; object; subject

Introducción: ordenando el discurso

El discurso se mantiene en una continua tensión entre el ser que es constituido y el ser que se constituye, atravesado por la procedencia de la historia ya acontecida y la singularidad de la historia que acontece, confesando una voz originaria cuya lejanía no se deja vislumbrar, pero sí afirmar. En este sentido, El orden del discurso, más allá de dar título a una de las obras de Foucault, señala la existencia de un gran discurso que estructura la sociedad, que es construido y que se construye a lo largo de los tiempos -en lugar de ser aquel de quien procede el discurso, yo sería más bien una pequeña laguna en el azar de su desarrollo- (Foucault, 2004, p. 11).

Sociedad y discurso mantienen así una relación de interdependencia que se explica, siguiendo a Fairclough, por la constitución en el discurso de “los objetos de conocimiento, los sujetos sociales y las formas del ser, las relaciones sociales y los marcos conceptuales”; e igualmente, porque “cualquier práctica discursiva es generada en la combinación con otras y es definida por su relación con otras” (1992, p. 39-40). En esta línea, el discurso puede definirse como “una práctica no sólo de representación del mundo, sino de significación del mundo, constituyendo y construyendo el mundo en significado”, contribuyendo a la “reproducción” pero también a la “transformación” de la sociedad (1992, p. 64-65).

Esta tensión entre lo constituido y constituyente revela una producción social del discurso que, si bien “está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por cierto número de procedimientos” (Foucault, 2004, p. 14), también construye objetos, cosmovisiones y relaciones de distinta índole que vehiculan la sociedad. De una parte, la producción social del discurso alude a la deuda con su reproducción y a la promesa de su transformación; de otra, responde al marco estructural en el que se encuadra y a una práctica en interrelación con otras a través de la acción de los sujetos. Tiene lugar así una tracción que reivindica la existencia de un gran discurso del que emanan infinidad de ellos; infinidad de “producciones-productoras, reguladas por la vida social” (Brugnoli, 2007, p. 4).

En esta línea, preguntarse por el discurso, ese gran discurso organizador y estructurador, implicará pensar en la multiplicidad de discursos que atraviesan la sociedad como prácticas que vehiculan la vida y el cambio social. Algunos autores los consideran portadores de ideologías (Blommaert, 2005; Fairclough, 1992; van Dijk, 2005), instrumentos del poder que organizan las creencias y los actos sociales; otros, por su parte, hablan de la presencia de marcos (Goffman, 2006; Lakoff, 2007) que estructuran la forma de ver el mundo y orientan nuestras acciones así como la interpretación de los acontecimientos. De estas conceptualizaciones surgen diferentes perspectivas en el estudio del discurso que focalizan en aspectos concretos y que cuentan con una amplia literatura. No obstante, en un ejercicio de integración, y más allá de la terminología que se emplee para conceptualizarlos, los discursos implican maneras de observar e interpretar el mundo, que colaboran a organizar el conocimiento de las sociedades (Foucault, 2010) y que cobran forma así en virtud de las estructuras y relaciones sociales de las que participa (Fairclough, 1992).

Los discursos, pues, establecen relaciones, ratifican o cuestionan visiones del mundo que, a su vez, los sujetos incorporan, matizan, rechazan… y, en definitiva, delimitan objetos que se encuentran atravesados por elementos de índole estructural y subjetiva. A la hora de pensar entonces en el objeto, habrá que plantearse las relaciones que dan cuenta de su producción social a través de diferentes prácticas discursivas: cómo es reproducido y cómo contribuye a la transformación; cómo es influenciado por los marcos estructurales de su momento histórico y cómo es agenciado de forma singular a través de los sujetos. Por ende, el estudio del discurso y de los objetos que se encuentran inmersos en él demandan una mirada sociológica, histórica, antropológica, comunicacional, política… y en definitiva, multidisciplinar, que intente abarcar la diversidad de la realidad social.

Los objetos de estudio responden a una naturaleza muy dispar cuya delimitación depende de las perspectivas, propósitos o fenómenos sociales planteados, lo cual implica múltiples preguntas y posibilidades de investigación. Si bien hay ciertos autores -de forma destacada Foucault y su modelo arqueológico-genealógico-, que han sido tradicionalmente vinculados a esta interpretación del discurso como producto social, y que vehicularán la reflexión que aquí se presenta, el objetivo de este artículo es aportar, desde una mirada holística, una propuesta integradora con diferentes resortes y herramientas conceptuales que sirvan para acometer el análisis de objetos en el discurso atendiendo a su producción social, desde el plano estructural al subjetivo.

La lucha por el objeto en la cadena del discurso

Por su influencia en el cambio social, uno de los elementos a examinar en el discurso es el poder. Afirma Foucault que “el discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse” (2004, p. 14); esto es, el discurso es el medio y también el motivo. Y la pugna por el poder afecta de esta forma al objeto, que está expuesto a una práctica discursiva por parte de los sujetos que se manifiesta en la pluralidad de formas en que es referido y empleado, poniendo de relieve diferentes representaciones o significaciones sociales, pero también los deseos y voluntades que giran en torno a él: puede aparecer reproducido o transformado, e igualmente actuar como reproductor o transformador.

El objeto del discurso se convierte así en algo que es necesario poseer para hacerse valedor de lo legítimo o pronunciable en un determinado estado de cosas. Y entendido en tanto que medio y objetivo a alcanzar, juega un papel crucial para doblegar o someter, para oponer o resistir. En esta línea, Bourdieu (1985) indica la existencia de un mercado lingüístico que pone precio a los discursos, así como a la capacidad y competencia para pronunciarlos en determinadas sociedades, definiendo aquello que es legítimo o censurable y estableciendo un “universo jerarquizado de separaciones en relación a una forma de discurso más o menos universalmente reconocido como legítimo, es decir, como el patrón de valor de los productos lingüísticos” (1985, p. 30). Esta noción de discurso como producto que circula en un mercado de precios estableciendo su valor desvela no sólo la estrechez que mantiene con las condiciones sociales en que es producido, sino las feroces luchas que tienen lugar por su control: apropiarse del discurso legítimo implica apropiarse de la manera legítima de observar e interpretar el mundo, con las consecuencias a nivel político, social, económico, cultural, etc. que ello conlleva.

Ejemplo es la pugna por la legitimidad del relato político que tan en boga está hoy día y que se manifiesta en diferentes acontecimientos de la actualidad reciente, tales como la gestión de la pandemia por parte de los gobiernos, las recientes elecciones en Estados Unidos, el acuerdo de Brexit en el Reino Unido o el debate en España por el delito de rebelión a raíz del proceso independentista catalán, entre muchos otros. Estas luchas por el objeto del discurso entre diversos agentes sociales, políticos, jurídicos, económicos, culturales y mediáticos desvelan fuerzas, normas, prohibiciones, tabús, prejuicios, consecuencias, intereses… que actúan sobre el objeto y que son necesarias cuestionar al abordar su estudio. Ser dueño del discurso supone establecer aquello de lo que se puede hablar; supone estipular lo legítimo a través de lo permisible o aceptable, reflejando la constante tensión entre reproducción y transformación de las sociedades. Sin embargo, a la hora de pensar la relación entre objeto y discurso, no nos hemos de dejar llevar únicamente por la grandilocuencia de los acontecimientos ilustres, también es ineludible pensar en esa lucha permanente que se da sobre el objeto a través de cada interacción: “es toda la estructura social lo que está presente en cada interacción (y, así, en el discurso)” (Bourdieu, 1985, p. 41).

Las luchas por y a través del discurso no se dan de forma excepcional y discontinua: se producen a lo largo de los tiempos como si de una cadena eterna se tratara. Por lo tanto, uno de los rasgos más importantes a considerar en el discurso es su cotidianidad, su presencia constante -ora más estruendosa, ora más queda- mediante el uso que le dan los sujetos. De forma escueta y siguiendo a Blommaert, cabe preguntarse:

¿Importa el discurso a la gente? Sí, importa, y la más clara evidencia de ello es el simple hecho de que lo usamos todo el tiempo. Ha sido manifestado una y otra vez: el uso del lenguaje y otros símbolos significantes es lo que nos diferencia de otras especies y lo que conduce a la peculiar forma de vivir juntos que llamamos sociedad o comunidad (Blommaert, 2005, p. 4).

Hablar de discurso es, por tanto, hablar también de lenguaje. Porque el lenguaje, como esencia básica de la comunicación humana, posibilita la constante interconexión del discurso entre unos y otros, una y otra vez, a través del sistema social, siendo así producto y productor de relaciones intersubjetivas (Lozano, Peña-Marín y Abril, 1999, p. 171). La cuestión del lenguaje, por tanto, no reivindica un carácter meramente normativo, material o textual del discurso, sino su indisociable vínculo con un empleo que se inserta en un tiempo y un espacio. Razón por la cual “un mismo texto puede incluir distintos discursos y un mismo discurso puede aparecer bajo distintas formas textuales” (Ruiz, 2009, p. 6). Si el lenguaje en contexto es lo que crea significado (Blommaert, 2005, p. 39-40), su consecuencia material, ya sea texto oral o escrito, se encuentra engarzado en el devenir de los acontecimientos en tanto que “tipo de producción significante que ocupa un lugar preciso en la historia” (Kristeva, 1970, p. 279).

Es por tanto la triangulación entre sujeto, tiempo y espacio la que otorga sentido social al discurso, afirmación que remite nuevamente a su uso práctico y a una de sus características fundamentales: la intertextualidad. La gran mayoría de los objetos que se referencian en el discurso no irrumpen por primera vez en él, sino que se insertan en una trama de procedencia y sucesión. Así, hablar de un objeto no es irrumpir de forma genuina en un silencio, sino discutir, reflexionar y estudiar sobre algo que ya ha sido pronunciado. En esta línea, Bajtín señala que “los discursos, como textos lingüísticos, poseen inherentemente elementos de otros textos, manteniendo relaciones entre sí que conforman una cadena eterna”, ya que “todo hablante es de por sí un contestatario” (1999, p. 258). Este concepto dialógico del discurso, que supone “la inserción de la historia (de la sociedad) en el texto, y del texto en la historia” (Kristeva, 1981, p. 195), no restringe aquello que es enunciado a la singularidad de la enunciación, sino a su conexión con otros enunciados: “cada enunciado se convierte en un eslabón de la cadena discursiva” (Bajtín, 1982, p. 274) porque responde a enunciados anteriores a la vez que da pie a las respuestas ulteriores.

Es importante remarcar que la intertextualidad afirma así la rica diversidad que participa de los discursos y las variadas influencias que recaen sobre ellos1: cada discurso está investido por diferentes características en virtud de las condiciones en las que es pronunciado y está rasgado por la polifonía de otros discursos; es más, “no existe enunciado que no suponga otros; no hay uno sólo que no tenga en torno de él un campo de coexistencias” (Foucault, 2010, p. 130-131). Es esta propiedad la que permite a los discursos incorporar rasgos sociales o culturales de un determinado momento de la historia, así como su modificación a través de la respuesta e interacción, poniendo de relieve la tensión entre reproducción y transformación presente en el discurso: “el concepto de intertextualidad apunta a la productividad de los textos, a cómo los textos pueden transformar textos previos y restructurar las convenciones existentes (géneros, discursos) para generar otras nuevas” (Fairclough, 1992, p. 102).

Esta noción de discurso a la que evoca la productividad de los textos, a la que evoca la intertextualidad, nos exige preguntarnos ahora por los eslabones de la cadena: aquello que es enunciado como resultado de un acto, la enunciación, pues es lo que nos permitirá continuar cuestionándonos acerca de las diferentes matizaciones, interpretaciones, evaluaciones, visiones… que son llevadas a cabo en la práctica del discurso sobre el objeto.

El discurso enunciado

Como indica Bajtín, “el lenguaje participa en la vida a través de los enunciados concretos que lo realizan, así como la vida participa del lenguaje a través de los enunciados” (1982, p. 251). Es en la intersección entre lenguaje y sociedad, pues, donde emerge el enunciado como unidad material de indagación del discurso.

De forma escueta, puede afirmarse siguiendo a Foucault que “el umbral del enunciado sería el umbral de la existencia de signos” (2010, p. 112); no obstante, esta existencia no viene definida meramente por un nivel formal, semántico o lógico, sino por una función, asociada a unas condiciones de existencia en el discurso, que crea una forma material concreta en el espacio y en el tiempo entre un campo de posibles y que “hace visible lo enunciable” (López, 2020, p. 72). Razón por la cual el enunciado ha de ser observado en relación con su enunciación dentro de la concatenación entre la acción, su práctica y su consecuencia; es decir, considerando la secuencia enunciar-enunciación-enunciado; la cual, a su vez, evoca a la triangulación entre sujeto, tiempo y espacio que fuera mencionada más arriba.

Apunta Foucault que “existe enunciación cada vez que se emite un conjunto de signos” y que “cada una de esas articulaciones posee su individualidad espacio-temporal” (Foucault, 2010, p. 133). Una definición sencilla que permite señalar dos cualidades trascendentales: su singularidad y -por ende- su multiplicidad. La enunciación, en cuanto a que acción, supone un fenómeno con una datación espacio-temporal que implica la actuación del sujeto, lo cual manifiesta su especificidad debido a la diversidad de factores que pueden influir sobre ella; y esto, a su vez, provoca múltiples e innumerables posibilidades. La relación entre enunciado y enunciación sirve así para trascender el discurso como un concepto abstracto y aterrizarlo en la producción de prácticas concretas; e igualmente, resulta esencial para entender que examinar el enunciado, circundar su singularidad, exige pensarlo como algo que existe en cuanto a una práctica de enunciación, como un modo singular que traspasa los signos de una lengua y que guarda una estrecha relación con las condiciones en que es enunciado. Es, en tanto que está vinculado a una enunciación, que emergen las estructuras y unidades que establecen la materialidad, en un tiempo y un espacio, del enunciado: y es, en definitiva, “en el acto de lenguaje llamado enunciación donde se genera el discurso” (Lozano, Peña-Marín y Abril, 1999, p. 35).

En este sentido, se hace indispensable una noción pragmática del lenguaje que entiende el discurso como práctica atendiendo a los elementos contextuales que participan de ella. La pragmática bebe de los fundamentos establecidos por Wittgenstein en su célebre Investigaciones filosóficas (1999), en la que el lenguaje es entendido al modo de un juego que cuenta con sus propias reglas, funcionalidades y objetivos según el uso práctico que se le da: un instrumento condicionado por la atmósfera que le rodea y que realiza su función en cuanto a que es practicado. A este respecto, otra de las referencias clave en la concepción pragmática del discurso es Austin, que introduce el concepto de performatividad rebatiendo la idea de una lógica interna de los enunciados y estableciendo una tipología de estos en función de los actos de habla. Resumidamente, para Austin “una vez nos damos cuenta de que lo que tenemos que estudiar no es la oración sino el acto de emitir una expresión en una situación lingüística, entonces se hace muy difícil dejar de ver que enunciar es realizar un acto” (1998, p. 185).

Naturalmente, esta concepción práctica del lenguaje, que se opone frontalmente a una perspectiva eminentemente interna del mismo, ha supuesto el reconocimiento de la influencia capital del contexto en el estudio del discurso, ya que, básicamente, como señala Blommaert, “entendemos algo porque algo tiene sentido en un contexto particular” (2005, p. 43). Esto supone que para la interpretación de los enunciados que se producen en cualquier interacción o situación sea necesario tener en cuenta el fenómeno de la contextualización (Gumperz, 1982). Si consideramos el discurso como práctica que es socialmente producida, se hace pertinente estudiarlo en consonancia con la influencia que ejercen los contextos particulares sobre los sujetos que producen discursos, lo cual emplaza a centrarnos en aspectos que, si bien guardan relación con el marco estructural en el que emergen, también reivindican el ámbito de lo micro-social e inmiscuyen una particularidad de elementos dependiendo de la situación.2

En este sentido, Goffman incide en la interpretación subjetiva de las interacciones sociales en virtud de los marcos disponibles; esto es, en virtud de los “principios de organización que gobiernan los acontecimientos -al menos los sociales- y nuestra participación subjetiva en ellos” (2006, p. 11).3 Desde el eminente prisma comunicativo de toda interacción, la(s) relación(es) que se establecen adquieren una especial importancia, pues definen el público o audiencia al que van dirigidos los discursos, haciendo irrumpir diferentes elementos que influyen en las actuaciones de los sujetos: objetivos perseguidos, roles y estrategias adquiridas para su consecución, rituales de actuación y comportamiento que rigen la situación o negociaciones por la legitimidad de los discursos que se intercambian. El poder de la situación, en definitiva, provoca la irrupción de diferentes variables o circunstancias, pues “cambiar de contexto (profesional, conyugal, familiar, amistoso, religioso…) es cambiar las fuerzas que actúan sobre nosotros” (Lahire, 2004, p. 88), lo cual deriva en el despliegue de diferentes repertorios de acción en función de su pertinencia en la singularidad de cada situación.

Pero más allá de que formen parte de discursos dirigidos a grandes audiencias o de discursos enraizados en interacciones cotidianas, es pertinente aseverar que los enunciados, como unidades materiales de indagación y análisis de los objetos que son producidos en el discurso, no irrumpen de forma ajena y desnuda: se insertan en tramas que ejercen distintas fuerzas -agentes inmiscuidos, relaciones, instituciones, poderes, intereses- y se encuentran en constante diálogo con otros enunciados, en virtud de los cuales adquieren diferentes posicionamientos o significaciones. Esta idiosincrasia nos exige así para el estudio del enunciado la consideración, por una parte, de un espacio socio-histórico donde es producido, con sus condicionantes sociales, sus luchas, órdenes de legitimidad y las tramas en que emerge; y por otra, la de los elementos que participan en la configuración de un determinado contexto de enunciación singular, que impone otras fuerzas en el plano de lo particular. Una idiosincrasia, concluyentemente, que remite a la tensión entre reproducción y transformación y en la que el sujeto se halla en plena efervescencia.

El sujeto en el fragor del discurso

Inquirir acerca del objeto en el discurso implica hacerlo también sobre la relación que mantiene con el sujeto, pues si aquel es producto de constantes respuestas, discusiones, matizaciones y concluyentemente, actualizaciones, es debido a que detrás se halla un sujeto que actúa. No obstante, el lugar del sujeto no es fijo ni estable, sino más bien disperso y, por ello, problemático.

La secuencia enunciar-enunciación-enunciado en la que se construye el objeto coloca sobre la pista de un sujeto que realiza un acto más allá de la semántica del enunciado y que por tanto no puede ser identificado por lo meramente verbalizado. Y esta relación del sujeto con el enunciado invoca a las posiciones que adopta dentro de un conjunto de posibilidades que han de cuestionarse junto al entramado discursivo en el que tiene lugar (Foucault, 2010). Los diferentes tipos de actividad discursiva, tales como preguntar, afirmar, negar, describir, reivindicar, etc., llevan consigo diferentes posiciones subjetivas (Fairclough, 1992, p. 43) que, lejos de proclamar un sujeto coherente y cohesionado detrás del discurso, proyectan un sujeto fragmentado que busca constituirse y que se encarna en el orden simbólico del discurso (Ibáñez, 1994). Hablamos, entonces, de “un sujeto constitutivamente incompleto, modelado por el lenguaje, cuya dimensión existencial es dialógica, abierto a (y construido por) un otro” (Arfuch, 2016, p. 237); y que, en tanto que se construye por y a través de relaciones con los otros, en interacción, es afectado por las condiciones estructurales de un momento socio-histórico determinado a la vez que actuante en un contexto social inmediato, construyendo, así, su mundo y a sí mismo a través de la práctica discursiva.

Concluyentemente, este carácter indeterminado atañe al objeto, que es igualmente construido y moldeado a través de las diferentes acciones que pone en juego el sujeto de la enunciación en la práctica del discurso. En este sentido, parece plausible que no será lo mismo la escritura de una novela, que la recitación desde un atril, que una entrevista radiofónica o una conversación cotidiana con un vecino, etc. Cada una de estas situaciones proyecta un público al que se dirigen y reporta una serie de condicionantes específicos en virtud de la situación social. Motivo por el cual el lugar que ocupa el sujeto debe ser cuestionado con sus capacidades y disposiciones subjetivas, pero también con sus deudas y constricciones, que son regidas por la participación en numerosos universos y contextos sociales. Ahora bien, como afirma Blommaert, aunque “no somos tan libres como para operar sin límites sobre lo decible o lo escuchable”, esto “no elimina las practicas creativas” (2005, p. 104); es decir, es en la tensión entre reproducción y la transformación que también experimenta el sujeto donde este se mueve. Se hace pertinente, entonces, considerar su pluralidad. Una pluralidad que pone en juego diferentes repertorios de esquemas de acción de acuerdo a una variedad de marcos sociales (Lahire, 2004). Para cada situación de enunciación se imponen unos marcos que implican el despliegue de diferentes maneras de hacer y decir que, si bien son subjetivas, están condicionadas por la pertinencia contextual interpretada por los sujetos e influyen en lo que es enunciado. De esta forma, la actividad del sujeto es esencial para la dilucidar los modos en los que el objeto es producido socialmente en el discurso.

En el sujeto que produce discurso no debe buscarse, por tanto, algo así como una identidad inmanente. Más bien, se revela determinante entender que la relación que el sujeto mantiene con el discurso es un proceso dinámico mediante el cual se dan múltiples identificaciones y posicionamientos en relación a tramas discursivas en las que tienen lugar diferentes modos de subjetivación y estrategias de legitimación. A este respecto, la variedad de enunciados y enunciaciones que se producen en el discurso pone de manifiesto la relación intrínseca de afectación con la sociedad, lo cual implica que las maneras en las que el sujeto se vincula con el discurso sean las maneras en las que se vincula con la sociedad: diferentes modos de subjetivación, diferentes “relaciones de uno consigo mismo, con los otros, las instituciones, las entidades sociales, los acontecimientos y los personajes de las trayectorias históricas” (Pazos, 2002, p. 115) que invocan una toma de consciencia o conocimiento de sí mismos respecto al mundo (Foucault, 2005). Estas relaciones, de las que derivarán diferentes posicionamientos, dialogan con otros discursos en un campo en el que adquieren un sentido y una pertinencia y, asimismo, toman una caracterización distinta en función de los momentos de enunciación: el sujeto puede relacionarse con los enunciados a través de reflexiones, afecciones, impugnaciones, exhortaciones, identificaciones… que responden no tanto a lo que lingüísticamente se pronuncia, sino a lo que pragmáticamente realiza en una interacción social.

No obstante, si bien esta dinámica implica diferentes modos de adhesión del sujeto al discurso, su consecuente dispersión no es concebida de una forma consciente: detrás de sus posicionamientos se encuentra la ilusión de un sujeto cohesionado y que actúa de forma coherente. Esto provoca que el sujeto aluda a una pluralidad de órdenes para legitimar sus ideas y posiciones (Lahire, 2008) que, en la práctica, no sólo subrayan su dispersión y fragmentación, también le hacen entrar en conflictos y tensiones que intenta resolver a través de diferentes estrategias, “jugadas interaccionales mediante las que negociamos la legitimidad de nuestras conductas y pensamientos” (Martín, 2014, p. 127).

Esta visión, por tanto, se aleja de la que considera que el sujeto vierte en el discurso un ‘yo’ desnudo y transparente. La diversidad de experiencias socializadoras, así como de universos sociales a los que el sujeto pertenece, le reporta un compendio de recursos que son puestos en juego en el discurso y que le sirven para, en virtud de lo que considera legítimo, organizar la experiencia social o diferenciarse de otras posiciones en un determinado entramado discursivo; pero, sobre todo, para legitimar y justificar los posicionamientos adquiridos. Las luchas que se dan el discurso son pugnas por su valor y legitimidad, pero también son reflejo de las propias luchas a las que se ve abocado el sujeto en el fragor del discurso.

La relación afectiva entre discurso y sociedad pone de relieve precisamente estos órdenes de legitimidad que el sujeto emplea mediante un repertorio de estrategias y dispositivos discursivos. Es por ello que, al estudiar el discurso para conocer los puntos de vista de los sujetos, habrá que pensar más en sus prácticas efectivas durante la interacción que en sus gustos, preferencias u opiniones verbalizadas (Lahire, 2008). A este respecto, no se trata de pensar de forma dogmática en sujetos honestos o cínicos sino, más bien -más allá de las propias características de la personalidad-, en diferentes grados y momentos del discurso: la relación social que se construye entre los sujetos participantes en una interacción, así como las parcelas de la realidad que se tratan en diferentes momentos de la misma condicionan la forma en que se muestran los sujetos y sus grados de consciencia, racionalidad, libertad, sinceridad… -con el empleo de estrategias que derivan de ellos-.

A este respecto, el vínculo entre las prácticas efectivas y los puntos de vista verbalizados han de ser valorados al analizar las interacciones, pues la búsqueda de coherencia y cohesión internas -aunque sean horizontes buscados por el sujeto- no está exenta de conflictos, provocando así disonancias que básicamente se refieren a la falta de concordancia entre diferentes elementos cognitivos (Festinger, 1985). Siguiendo la teoría de la disonancia cognitiva,4 los sujetos intentan soliviantar estas discordancias o desajustes para reestablecer su equilibrio cognitivo y su idea de cohesión y coherencia; pero, una vez más, no se trata de observar al sujeto como un ente cínico o hipócrita: los diferentes posicionamientos adquiridos en distintos momentos del discurso pueden colisionar poniendo de relieve ciertos desajustes o ambivalencias (Martín, 2014) debido a la pluralidad de temáticas o situaciones de la realidad social a la que se aluden, haciendo emerger, asimismo, una pluralidad de órdenes de legitimidad que pueden friccionar. Si el sujeto está en deuda con una multiplicidad de contextos socializadores, se encuentra igualmente atravesado por distintos órdenes de legitimidad que pueden entrar en contradicción. Esto provoca que, debido a la inmediatez de las situaciones o las relaciones sociales que se establecen, los sujetos puedan modificar sus creencias al amparo de las prácticas efectuadas en vez de actuar de forma consecuente atendiendo a sus creencias, dando lugar a excusas o justificaciones.

Las circunstancias que irrumpen en el fragor de la interacción influyen en los discursos, haciendo incurrir en posicionamientos u opiniones que revelan ciertas inconsistencias respecto a lo que ha sido dicho. Los gustos, opiniones, preferencias… las disposiciones y, en definitiva, el sujeto, no se muestran necesariamente de forma abierta y transparente: están en constante reconstrucción, pueden entrar en contradicción y variar atendiendo a elementos propios de la situación. No responden únicamente a su mera expresión sino a su práctica efectiva.

Por ello, en el caso que nos atañe, habría que buscar en el discurso no sólo lo que un sujeto pueda decir sobre el objeto, sino cómo este emerge y se construye en diferentes momentos, temas o ámbitos del discurso a través de la constitución que el sujeto ejerce sobre sí mismo, pues es lo que pone de relieve el empleo efectivo que se hace del objeto. En el discurso se teje una compleja amalgama de dispositivos a través de los elementos que son verbalizados por el sujeto y que responden a distintas formas de relacionarse tanto con la realidad social inmediata de la interacción, como con la realidad social de referencia que se produce. Una amalgama que no se presenta armónicamente organizada, sino que ha de ser problematizada y reconstruida; es decir, no bastará con observar la identidad, los posicionamientos u opiniones que atienden al objeto, sino que habrá que observar cómo se relaciona el sujeto con el objeto: cómo el objeto participa en la construcción de sus marcos y esquemas de acción a través de sus modos de subjetivación, con los dispositivos que pueden implicar en el discurso.

A modo de conclusión

El discurso entendido como producción social ha tenido siempre entre sus principales inquietudes la formación de los objetos. Atendiendo a la tensión entre reproducción y transformación que atraviesa el discurso y que reivindica su carácter vehicular en el devenir histórico, el objeto ha de ser observado engarzado a una práctica discursiva, a unas condiciones de existencia que le exponen a diferentes procedimientos de control y organización, pero también a posibilidades de enmienda y modificación.

Esta interpretación del objeto, en su matriz esencial, supone cuestionarse por su aparición en una serie de procedencia y sucesión que lo ubica en el tiempo y el espacio y reconoce la actividad del sujeto. Se trata esta de una triangulación que reivindica a su vez conceptos como el poder, el lenguaje, la intertextualidad, el enunciado, la enunciación o el sujeto, de los que surgen preguntas del tipo: ¿por qué este objeto y no otro?; ¿por qué está asociado a estas características y enunciados y no a otros?; ¿por qué aparece aquí y no en otro lugar?

De esta índole de preguntas se deriva una indagación holística que implica diferentes ejes de estudio sobre el objeto y que pueden abarcar tanto aspectos de carácter estructural como subjetivo: las luchas detrás de su aparición y los órdenes de legitimidad sociales y culturales que entran en juego; la pluralidad de usos y significaciones que puede adquirir; los puntos de vista e intereses inmiscuidos; las unidades materiales a partir de las cuales se manifiesta y los términos a los que se asocia en distintas tramas; los lugares y condiciones de enunciación; o la constitución que realiza el sujeto de sí mismo a partir de su uso en el discurso a través de diferentes dispositivos y estrategias que son desplegados en la práctica.

No obstante, y como afirmaba al comienzo, la investigación de un objeto de estudio muta en función de su tipología, así como de los objetivos que se marquen en la misma. Es por ello que los aspectos señalados, más que implicar unas técnicas o métodos específicos, han de ser considerados como ejes de indagación posibles a partir de los cuales diseñar un análisis que se adecúe tanto al objeto como a los objetivos propuestos. En este sentido, se abre un gran abanico de posibilidades, como muestra la pluralidad de análisis existentes solo a partir de la obra de Foucault (Diaz-Bone et al., 2007). La noción de discurso como producto social, precisamente, permite la consideración de diferentes perspectivas de análisis para dar cuenta empírica de los fenómenos sociales que afectan a nuestra actualidad focalizando en diferentes aspectos del discurso como, por ejemplo, el estudio de prácticas a nivel macro a través del análisis de dispositivos (Bührmann y Schneider, 2019), o la construcción narrativa realizada por los sujetos en diferentes contextos de producción (Arfuch, 2016; De Fina y Georgakopoulou, 2008).

Pero independientemente de los métodos o técnicas que puedan ser aplicados, la necesidad de considerar la producción social del discurso, en definitiva, se hace especialmente pertinente en un momento como el actual, en el que nuestra sociedad se enfrenta a nuevos desafíos globales en un contexto de incertidumbre donde, sea a través de procesos políticos, medios de comunicación, redes sociales... la lucha por el discurso está más vigente que nunca. En tales circunstancias, una noción de discurso que reconozca su papel en la historia y que nos haga reflexionar sobre por qué hemos llegado hasta aquí y hacia donde podemos dirigirnos, sobre cómo es reproducido el modelo de sociedad o cómo podemos transformarlo, se antoja ineludible para la comprensión de la coyuntura actual.

Fuentes consultadas

Albaladejo, T. (2005). Retórica, Comunicación, Interdiscursividad. En Revista de Investigación Lingüística. Núm. 8. pp. 7-34. Recuperado de https://revistas.um.es/ril/article/view/6671Links ]

Arfuch, L. (2016). Subjetividad, memoria y narrativas: una reflexión teórica y política en el campo de la educación. En Magis. Revista Internacional de Investigación en Educación. Vol. 9. Núm. 18. pp. 227-244. doi: https://doi.org/10.11144/Javeriana.m9-18.smnrLinks ]

Austin, J. (1998). Cómo hacer cosas con palabras. Barcelona: Paidós. [ Links ]

Bajtín, M. (1999). Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI. [ Links ]

Blommaert, J. (2005). Discourse: a Critical Introduction. Nueva York: Cambridge University Press. [ Links ]

Bourdieu, P. (1985). ¿Qué significa hablar? Barcelona: Akal. [ Links ]

Brugnoli, J. (2007). Lo que las metáforas obran furtivamente: discurso y sujeto. En FQS. Forum: Qualitative Social Research. Vol. 8. Núm. 2). pp. 1-37. doi: https://doi.org/10.17169/FQS-8.2.246 [ Links ]

Bührmann, A. y Schneider, W. (2019). Análisis de dispositivos: reflexiones sobre la relación entre discursos, objetos y prácticas. En B. Herzog y J. Ruiz (Eds.). Análisis sociológico del discurso. Enfoques, métodos y procedimientos. pp. 251-277. Valencia: Universitat de València. [ Links ]

De Fina, A. y Georgakopoulou, A. (2008). Analysing narratives as practices. En Qualitative Research. Vol. 8. Núm. 3. pp. 379-387. doi: https://doi.org/10.1177/1468794106093634 [ Links ]

Diaz-Bone, R., Bührmann, A., Rodríguez, G., Schneider, W., Kendall, G. y Tirado, F. (2007). El campo del análisis del discurso foucaultiano. Estructuras, desarrollos y perspectivas. En FQS. Forum Qualitative Social Research. Vol. 8. Núm. 2. pp. 1-21. doi: https://doi.org/10.17169/fqs-8.2.234 [ Links ]

Fairclough, N. (1992). Discourse and Social Change. Cambridge: Polity Press. [ Links ]

Festinger, L. (1985). A Theory of Cognitive Dissonance. Stanford: Stanford University Press. [ Links ]

Foucault, M. (2010). La arqueología del saber. México: Siglo XXI . [ Links ]

Foucault, M. (2005). Historia de la Sexualidad II: el uso de los placeres. Buenos Aires: Siglo XXI. [ Links ]

Foucault, M. (2004). El orden del discurso. Buenos Aires: Tusquets. [ Links ]

Garfinkel, H. (2006). Estudios en Etnometodología. Barcelona: Anthropos. [ Links ]

Goffman, E. (2009). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Madrid: Amorrortu. [ Links ]

Goffman, E. (2006). Frame analysis : los marcos de la experiencia. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas. [ Links ]

Gumperz, J. (1982). Discourse strategies. Cambrigde: Cambridge University Press. [ Links ]

Ibáñez, J. (1994). El regreso del sujeto. La investigación social de segundo orden. Santiago de Chile: Amerinda. [ Links ]

Kristeva, J. (1981). Semiótica I. Madrid: Fundamentos. [ Links ]

Kristeva, J. (1970). Sèméiotikè: Recherches pour une sémanalyse. París: Seuil. [ Links ]

Lahire, B. (2004). El hombre plural. Los resortes de la acción. Barcelona: Bellaterra. [ Links ]

Lahire, B. (2008). The Individual and the Mixing of Genres: Cultural Dissonance and Self-Distinction. En Poetics. Vol. 36. Núm. 2-3. pp. 166-188. doi: https://doi.org/10.1016/j.poetic.2008.02.001 [ Links ]

Lakoff, G. (2007). No pienses en un elefante: lenguaje y debate político. Madrid: Editorial Complutense. [ Links ]

López, B. (2020). Lenguaje y subjetividad (una lectura teórico-metodológico-vital de Foucault). En Andamios. Vol. 17. Núm. 44. 61-83. doi: https://doi.org/10.29092/uacm.v17i44.790 [ Links ]

Lozano, J., Peña-Marín, C. y Abril, G. (1999). Análisis del discurso. Hacia una semiótica de la interacción textual. Madrid: Cátedra. [ Links ]

Martín, E. (2014). Mentiras, inconsistencias y ambivalencias. Teoría de la acción y análisis de discurso. En Revista Internacional de Sociología. Vol. 72. Núm. 1. pp. 115-138. doi: https://doi.org/10.3989/ris.2012.07.24 [ Links ]

Pazos, Á. (2002). El tiempo pasado. Formas discursivas y usos sociales del recuerdo. En Estudios de Psicología. Vol. 23. Núm. 1. pp. 111-126. doi: https://doi.org/10.1174/021093902753535222 [ Links ]

Potter, J. y Wetherell, M. (1998). Discourse and social psychology. Beyond attitudes and behaviour. Londres: Sage. [ Links ]

Ruiz, J. (2009). Análisis sociológico del discurso: métodos y lógicas. En FQS. Forum: Qualitative Social Research. Vol.10. Núm. 2. pp. 1-28. doi: https://doi.org/https://doi.org/10.17169/fqs10.2.1298 [ Links ]

Sacks, H., Schegloff, E. y Jefferson, G. (1974). A Simplest Systematics for the Organization of Turn-Taking for Conversation. En Language. Vol. 50. Núm. 4. pp. 696-735. doi: https://doi.org/10.2307/412243 [ Links ]

van Dijk, T. (2005). Discurso, conocimiento e ideología. Reformulación de viejas cuestiones y propuesta de algunas soluciones nuevas. En CIC. Cuadernos de Información y Comunicación. Núm. 10. pp. 285-318. Recuperado de https://revistas.ucm.es/index.php/CIYC/article/view/CIYC0505110285ALinks ]

Wittgenstein, L. (1999). Investigaciones filosóficas. Barcelona: Atalaya. [ Links ]

1Albadalejo propone el término de interdiscursividad, que alude al de intertextualidad y a las relaciones que existen entre tipos de discursos y la producción y recepción de los mismos en el ámbito de la comunicación de una sociedad: “La interdiscursividad se da de diversas formas y en casos muy diversos, pues son prácticamente ilimitadas las posibilidades de las interrelaciones entre los discursos, si bien unas se dan con más frecuencia que otras” (2005, p. 28).

2Es sobre todo desde la sociolingüística y la etnometodología americana donde más se ha incidido en esta vertiente, destacando diferentes autores (Garfinkel, 2006; Goffman, 2009; Gumperz, 1982; Lakoff, 2007; Sacks, Schegloff y Jefferson, 1974).

3El concepto de marco guarda relación, con sus matices, con el de repertorios interpretativos propuesto por Potter y Wetherell: “Los repertorios interpretativos son sistemas de términos recurrentemente usados para caracterizar y evaluar acciones, eventos y otros fenómenos” (1998, p. 149).

4Festinger señala dos hipótesis al respecto: “1. La existencia de disonancia, siendo psicológicamente incómoda, motivará a la persona a intentar reducir la disonancia y alcanzar la consonancia. 2. Cuando la disonancia está presente, además de intentar reducirla, la persona intentará activamente evitar situaciones e informaciones con probabilidad de aumentar la disonancia” (1985, p. 3).

Recibido: 16 de Abril de 2021; Aprobado: 09 de Septiembre de 2021

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons