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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.17 no.44 Ciudad de México sep./dic. 2020  Epub 27-Sep-2021

https://doi.org/10.29092/uacm.v17i44.804 

Reseñas

Nuevos problemas de la democracia mexicana

Sergio Ortiz Leroux* 

*Profesor investigador de la UACM. Integrante del Grupo de Investigación de Teoría y Filosofía Política de la UACM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

Poom, J. 2019. Lecturas sobre problemas de la democracia en México. México: El Colegio de Sonora


Las agendas de investigación de la ciencia política y la sociología no son ajenas a los procesos de cambio y continuidad de las sociedades políticas contemporáneas. Si durante los años setenta y ochenta del siglo pasado, la literatura politológica especializada en el campo de la teoría democrática estuvo concentrada en los llamados procesos de “transición” de regímenes autoritarios hacia regímenes democráticos, y en los años noventa y en la primera década del siglo XXI los estudios especializados de la disciplina estuvieron focalizados en los fenómenos de consolidación democrática y en los indicadores y métricas sobre la calidad de la democracia, en la segunda década del presente siglo las teorías y metodologías de los politólogos, y sus primos los sociólogos y filósofos, se han dirigido a diagnosticar, entre otros acontecimientos, los no pocos malestares que han florecido en la democracia y también con y contra la democracia. Nuestro tiempo, nos guste o no, es el tiempo del desencanto democrático. En menos de dos generaciones, si hacemos caso al manifiesto generacional de José Ortega y Gasset, pasamos de las enormes expectativas que despertó la tercera ola democratizadora en Europa y América Latina a la cruda realidad de regímenes políticos que atraviesan distintos procesos de erosión tanto en sus bases institucionales y normas jurídicas como en su dimensión simbólica e ideológica. La democracia del siglo XXI ya no experimenta exclusivamente transformaciones en su interior, como señalara con cierto optimismo Norberto Bobbio en su ya clásico libro El futuro de la democracia, sino atraviesa procesos severos de degeneración que pueden derivar, eventualmente, en la emergencia de nuevos autoritarismos, cesarismos y, en el extremo, de fascismos indeseables.

El libro coordinado por el Dr. Juan Poom Medina, Lecturas sobre problemas de la democracia en México, editado por El Colegio de Sonora, se inscribe en esta nueva ola de estudios politológicos que buscan tomarle el pulso al desencanto democrático en el horizonte mexicano del siglo XXI. Pero a diferencia de otros libros que se ocupan casi exclusivamente en describir y quizá explicar las fuentes o nutrientes del malestar en y con la democracia en México (por ejemplo: violencia y delincuencia organizada; pobreza y desigualdad; corrupción e impunidad, etcétera), el presente volumen colectivo da un paso al frente y se arriesga a ofrecer, por un lado, un diagnóstico empírico y preciso de algunos de los problemas que han emergido o se han reproducido en la germinal democracia mexicana y a definir, por el otro, la relación causal que puede establecerse entre esos problemas y la democracia mexicana. Problemas que no solamente son visualizados como causantes del malestar en y con la democracia mexicana, sino también son representados como consecuencia o efecto inesperado de esa democracia cargada de malestares. En este juego de causas y efectos indistintos, los problemas de la democracia en el México del presente son reconocidos como herencia de un pasado que no se ha acabado de ir y de un futuro que todavía no ha llegado.

Llama la atención, pasando a otro asunto no menos importante, que un servidor, que presume ser un simple teórico de la política, se haya prestado a la tarea de reseñar un volumen colectivo cargado de metodologías y técnicas empíricas propias de la llamada “teoría política positiva”. La experiencia podría ser calificada, por lo menos, de surrealista. A medida que el que esto escribe avanzaba en la lectura de los distintos capítulos que componen este volumen colectivo, mis dudas y miedos se iban incrementando cuando me cruzaba, por ejemplo, con variables dependientes e independientes, indicadores precisos, índices y reactivos, y modelos de regresión estadísticos elegantes y sofisticados. Para no morir en el intento, desempolvé por instinto de supervivencia mis viejas lecturas de ciencia política positiva y mis fotocopias de estadística de mi época de estudiante doctoral y me di a la tarea -mitad estoica y mitad suicida-, de volver a leer con mucha atención cada uno de los capítulos de este volumen colectivo. Pero todo fue inútil. Mientras más me adentraba en la lectura de los detalles, menos comprendía las fórmulas y los números que brincaban por todas partes. El paso del tiempo, obviamente, había hecho mella en mi memoria. A punto de tirar la toalla, decidí reconocer mis limitaciones profesionales y formativas, y recordé por un momento, a manera de consuelo de mi docta ignorancia, que entre filósofos de la política -como un servidor- y científicos de la política -como mi colega Juan Poom-, no debe haber relaciones de confrontación, sino deben prevalecer vínculos de colaboración, pues toda filosofía política que le dé la espalda a las contribuciones de las ciencias empíricas no puede ser más que una filosofía irracionalista, y toda ciencia política que tome distancia de las argumentaciones filosóficas no puede ser más que una ciencia dogmática. La cuantificación, en sus distintas modalidades, es una tendencia que ha tomado fuerza, para bien y para mal, en los últimos años en la ciencia política. Bajo ciertas condiciones es indispensable. Sin embargo, ninguna cuantificación es consistente si no se parte de una buena conceptualización. Antes que saber contar, hay que saber conceptualizar, como nos recuerda el politólogo italiano Giovanni Sartori en su crítica al mainstream de la ciencia política norteamericana. De manera que el libro que hoy nos ocupa puede ser leído, comprendido y quizá disfrutado tanto por estudiantes, profesores e investigadores avanzados en las técnicas y métodos cuantitativos de la ciencia política contemporánea como por filósofos y sociólogos, y de paso otros ciudadanos y ciudadanas, preocupados en descifrar conceptual y analíticamente los problemas de la germinal democracia mexicana.

Seis capítulos componen el volumen colectivo intitulado Lecturas sobre problemas de la democracia en México. En esta ocasión, me concentraré exclusivamente, por razones de espacio, en los primeros tres capítulos. Alejandro Monsiváis Carrillo, en el capítulo “Apoyo al sistema y tolerancia política en México (2004-2014): ¿democracia sin mecanismos de confluencia?”, analiza las consecuencias del descontento ciudadano en México en dos importantes componentes de la legitimidad democrática: el apoyo al sistema y la tolerancia política. El apoyo al sistema se refiere al respaldo popular que tienen los componentes básicos del régimen y la tolerancia política alude al apoyo que recibe el ejercicio de los derechos democráticos básicos. Con base en datos del Barómetro de las Américas, Monsiváis Carrillo, profesor-investigador de El Colegio de la Frontera Norte, analiza la evolución del apoyo político y la tolerancia en México en el periodo de 2004 a 2014. Dos aspectos vale la pena destacar de este capítulo. En primer lugar, la distinción analítica que realiza el autor entre el apoyo colectivo a los principios e instituciones fundamentales de un régimen democrático y el apoyo que reciben instituciones o agentes políticos concretos. La ciudadanía puede mostrar su descontento con determinados gobiernos o líderes políticos, sin que ello implique necesariamente que esté en contra del sistema en su conjunto. Se trata del famoso consenso traslapado sugerido por John Rawls en su Liberalismo político. La argumentación del autor parece sugerir que ese consenso previo en torno a los principios e instituciones fundamentales de la democracia en general, y de la democracia mexicana en particular, se encuentra hoy cuestionado o deteriorado. Asunto que ameritaría la mayor de nuestras preocupaciones. En segundo lugar, llama la atención la elegancia y parsimonia con las que el autor va operacionalizando sus dos indicadores de legitimidad. Para observar los componentes del apoyo al sistema y la tolerancia utiliza reactivos e índices que ofrece el Barómetro de las Américas; posteriormente, usa esos dos índices para hacer una clasificación de cuatro tipos de orientaciones políticas: a) lealtad incluyente, b) lealtad intolerante, c) desapego incluyente y d) desapego intolerante; más adelante, se vale de esa clasificación para describir la incidencia del apoyo al sistema y la tolerancia política en México (2004-2014); posteriormente, presenta los resultados de un modelo de regresión multimonial logística para identificar los principales determinantes del apoyo al sistema y la tolerancia política en México; y finalmente, pero no al último, pone a discusión los resultados obtenidos a partir de lo que frasea como una “democracia intolerante”. No voy a ventilar, obviamente, sus principales hallazgos de investigación. No quiero hacer un spoiler que seguramente será mal visto por los lectores. Simplemente quiero destacar que el trabajo del profesor Monsiváis se inscribe en la mejor tradición cuantitativista que predomina hoy en día en la ciencia política.

En el segundo capítulo, “Algunas características de los ciudadanos desencantados de la democracia en México”, Juan Poom Medina, Javier A. Lugo Sau y Eduardo Trujillo Trujillo se plantean una pregunta clave que orientará el conjunto de su investigación: ¿qué características tienen los ciudadanos mexicanos que presumen estar desencantados con su democracia? Para responder esta pregunta, los autores presentan dos ejercicios estadísticos exploratorios utilizando datos del Informe país sobre calidad de la ciudadanía en México, realizado por el INE en el año 2015. En el primer ejercicio se emplea la muestra total de la encuesta para construir la variable de estudio: los ciudadanos desencantados de la democracia en México; el segundo es un ejercicio comparativo por regiones en el país. Quisiera concentrarme en dos asuntos puntuales: el primero de orden conceptual y el segundo sobre algunos hallazgos empíricos relevantes del texto. A lo largo del capítulo, los autores identifican a la democracia como la mejor forma de gobierno. Entiendo su optimismo, pero no lo comparto. Ciertamente, defender a la democracia en estos tiempos de tentaciones autoritarias y totalitarias no me parece un asunto menor. Sobre todo, en México, en donde el discurso sobre la llamada “transición a la democracia” no atraviesa el mejor de los momentos. Pero de ahí a afirmar que la democracia es la mejor forma de gobierno hay un largo camino. Prefiero identificar a la democracia, como lo hace Winston Churchill, como el menos malo de los regímenes políticos. La democracia, señala Luis Salazar, es un conjunto de reglas que intentan traducir en términos reales algunos valores importantes como la pluralidad, la libertad o la igualdad; lo hace mal, pésimamente mal. Pero hasta ahora, sin esas reglas no han existido más que tiranías, dictaduras o totalitarismos, que resultan, por lo menos, mucho peores que la peor de las democracias. En segundo lugar, vale le pena destacar algunos hallazgos empíricos del capítulo de mis colegas. En lo que se refiere a la variable de estudio, llama poderosamente la atención la semejanza en las proporciones de ciudadanos conformes y desencantados de la democracia mexicana. En contra de cierto lugar común, los autores presentan evidencia suficiente de que no existen diferencias importantes en la proporción de hombres y mujeres, edad, escolaridad, ingreso mensual en el hogar. De suerte que no hay características descriptivas que permitan distinguir a ciudadanos conformes y desencantados con la democracia mexicana. Ambos ciudadanos tienen características primarias muy parecidas. Al mismo tiempo, los resultados del modelo nacional ratifican una sospecha que se susurraba en la opinión pública, pero que no había sido demostrada empíricamente: a medida que los ciudadanos tengan mayor desconfianza en las instituciones electorales, sean menos tolerantes, elijan no votar o desconfíen de los medios de comunicación, en esa medida serán ciudadanos desencantados de la democracia mexicana. Esa evidencia encontrada en este capítulo puede ser un buen punto de partida para futuras investigaciones sobre el tema del malestar democrático.

Finalmente, el capítulo tercero, “Desempeño de los gobiernos locales y satisfacción con la democracia en México”, escrito por Alejandra Armesto, profesora investigadora de la Flacso-México, explora los efectos del desempeño de los gobiernos locales sobre la satisfacción de los ciudadanos con la democracia en México, un sistema federal descentralizado recientemente democratizado. A partir de los datos de México en el año 2012 de la encuesta del Barómetro de las Américas, el estudio muestra la relación entre la evaluación del desempeño local en términos de resultados de política y la satisfacción con la democracia. Los resultados de su investigación sugieren que el desempeño de los gobiernos locales en la provisión de servicios en general y de bienes públicos en particular tiene un impacto positivo sobre la evaluación que los ciudadanos hacen del funcionamiento de la democracia. Estos resultados indican, según la autora, que en sistemas descentralizados la satisfacción de los ciudadanos con el régimen político está moldeada en parte por su experiencia con el gobierno local. Alexis de Tocqueville, dicho sea de paso, saltaría de gusto de su tumba si leyera las conclusiones de este estudio empírico que ratifica la asociación directa y positiva que existe entre democracia y gobierno local, el más cercano a la gente.

Podría continuar reseñando sucintamente las principales contribuciones de los otros tres capítulos que componen este volumen colectivo: primero, el capítulo “La democracia a nivel local bajo ataque: la violencia y sus costos políticos en México”, de Aldo F. Ponce; después el capítulo, “La construcción de la democracia pluricultural a nivel local. El reconocimiento e implementación de los derechos políticos de los migrantes indígenas en el estado de Nuevo León” de Claire Wright y Néstor Aguirre Sotelo; y finalmente el capítulo intitulado: “Lo macro y lo micro con la ‘democracia’ al centro: encuadrando una educación para la democracia y una democracia para la educación” de Paul. R. Carr, pero no quisiera extenderme más.

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