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Andamios

On-line version ISSN 2594-1917Print version ISSN 1870-0063

Andamios vol.16 n.40 Ciudad de México May./Aug. 2019  Epub May 18, 2020

https://doi.org/10.29092/uacm.v16i40.707 

Artículos

Mixtura y cohesión social de barrio: una aproximación socio-espacial a las nuevas políticas de vivienda de Latinoamérica*

Mixture and social cohesion of neighborhood: a socio-space approach to the new latin american housing policies

Luis Vergara Erices** 

**Académico del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Educación, Ciencias Sociales y Humanidades en la Universidad de la Frontera, Chile. Correo electrónico: lvergara002@gmail.com


Resumen

Diferentes políticas habitacionales que promueven la mixtura social comienzan a perfilarse en toda Latinoamérica, buscando restituir la cohesión social en barrios. Dichas medidas han sido criticadas en los países anglosajones por no cumplir con el objetivo que proponen, sugiriendo que la diversidad del vecindario es un obstáculo para la cohesión. Este artículo ofrece una aproximación interescalar de la cohesión de barrio y un entendimiento socio-espacial de su configuración, avanzando en cinco hipótesis que ayudan a entender los efectos de las políticas de mixtura social sobre la cohesión de los barrios de la región. Se concluye con reflexiones sobre la aplicabilidad de dicha mirada sobre procesos de mixtura social inducida por la gentrificación.

Palabras clave: Cohesión social; mixtura social; redes sociales; sentido de pertenencia; política de vivienda

Abstract

Different housing policies that promote social mixing begin to take shape in Latin America, seeking to restore social cohesion in neighbourhoods. These measures have been criticized in the Anglo-Saxon countries for failing to meet the objective that it proposes, suggesting that the diversity of the neighbourhood is an obstacle to cohesion. This article offers an inter-scalar approach of neighbourhood cohesion and a socio-spatial understanding of its configuration, advancing in five hypotheses that help to understand the effects of social mix policies on the cohesion of neighbourhoods in the region. It concludes with reflections on the applicability of this view on social mixing processes induced by gentrification.

Key words: Social cohesion; social mix; sociability; sense of belonging; housing policy

Introducción

A la ya tradicional proximidad de familias de diferente condición socioeconómica producida por procesos de gentrificación privada, las ciudades latinoamericanas comienzan a experimentar una nueva forma de mixtura social inducida, esta vez, por políticas habitacionales de carácter estatal.

Las políticas habitacionales de mixtura social, conocidas también como de vivienda inclusiva en Estado Unidos y Europa, se han extendido durante los últimos años por varios países latinoamericanos, buscando frenar la segregación urbana y fomentar la producción de cohesión social. Algunas de las medidas aplicadas han estado centradas en la captura de plusvalías, como las Zonas Especiales de Interés Social en Brasil, otras en el establecimiento de cuotas de vivienda social a cambio de exenciones tributarias a las empresas inmobiliarias, como ocurre en Uruguay, y la entrega de incentivos económicos a familias de ingresos medios para que habiten con familias pobres, como sucede en Chile con el subsidio de Integración Social.

Las políticas habitacionales de mixtura social que comienzan a ser aplicadas en Latinoamérica ya cuentan con una larga tradición en países europeos y norteamericanos. En Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos y Canadá un cúmulo importante de investigaciones han mostrado que, si bien estas políticas logran frenar temporalmente la segregación espacial, no consiguen fomentar la cohesión social en los barrios. La razón de dicho fracaso ha sido atribuida por investigadores a la heterogeneidad de estilos de vida que arrastra naturalmente la diversidad y que impide que familias de diferente condición socioeconómica o étnica-cultural desarrollen un sentido de pertenencia común y sociabilidad entre ellas.

Lo anterior lleva a preguntarse, en términos prácticos, ¿cómo se puede producir cohesión en una sociedad y barrios que tienden a ser cada vez más heterogéneos?, y en términos teóricos, ¿cómo se configura la cohesión social en los barrios de ingreso mixto?. Estas son preguntas importantes en un contexto latinoamericano que observa el ascenso de políticas habitacionales de mixtura social con poca reflexión sobre ellas. Aunque el panorama parece ser pesimista, aquí se propone una mirada que entiende que la cohesión social de los barrios mixtos no depende completamente del grado de diversidad que tienen los lugares, sino que más bien es el resultado de la confluencia de una serie de factores de naturaleza social y espacial que operan a diferentes escalas territoriales (barrio, entorno y ciudad). Para sostener esta idea se hace especial referencia (aunque no única) al caso chileno, por tratarse del país de la región donde actualmente las políticas de mixtura social tienen una mayor magnitud1.

El artículo se estructura en cuatro secciones. La primera avanza en una conceptualización de la cohesión social del barrio, identificando sus dimensiones fundamentales. La segunda revisa enfoques críticos y a favor de la mixtura social como vía para crear cohesión, además de los factores sociales y espaciales que intervienen de forma interescalar en la configuración de este fenómeno. La tercera reflexiona sobre cinco hipótesis que pueden ayudar a comprender los efectos que las políticas de mixtura social pueden estar teniendo sobre la cohesión social de los vecindarios en Latinoamérica. Se finaliza analizando la capacidad de transferibilidad de las hipótesis a otros tipos de mixtura social como la inducida por la gentrificación.

Conceptualizando la cohesión social de barrio: sus relaciones conceptuales y dimensiones fundamentales

La discusión sobre la cohesión social en los estudios urbanos ha estado acompañada de una extraordinaria proliferación de definiciones. Kearns y Forrest (2000) hacen una revisión del uso de este concepto en la literatura y concluyen que la cohesión suele ser entendida de cinco formas distintas: como valores comunes, como orden social, como solidaridad y equidad, como sociabilidad y como sentido de pertenencia. El resultado de esta dispersión ha hecho que la cohesión sea confundida con conceptos vinculados a ella, pero cuya esencia es diferente. Los más recurrentes son integración, inclusión-exclusión.

La Figura Nº1 ordena las relaciones entre la cohesión y algunos conceptos adyacentes. Por un lado, la inclusión y la exclusión están vinculados de forma dialéctica, es decir, son inseparables ya que cuando hay inclusión, existe simultáneamente exclusión (Labonte, 2014). Mientras que la exclusión hace referencia a una situación en la cual los sujetos se encuentran fuera de la “normalidad” del sistema o en los márgenes de este, la inclusión es entendida como un estado en el cual las personas están inscritas dentro de las relaciones que se producen en un sistema (Lenoir, 1974).

Fuente: elaboración propia.

Figura 1 La cohesión social y algunos de sus conceptos adyacentes. 

Por otro lado, la integración hace referencia al proceso a través del cual un individuo pasa a formar parte de la sociedad (Parsons & Shils, 1951). Este proceso puede manifestarse de dos formas, como integración social y sistemática (Giddens, 2003). La primera se refiere a aquella reciprocidad que se origina entre actores en copresencia, en tanto que la sistemática a aquella reciprocidad que está extendida en el espacio. Bajo este esquema, la forma de integración predominante en los barrios es la social, ya que en este lugar las relaciones sociales se manifiestan mayoritariamente en copresencia.

No obstante, el bario también es una pieza de la integración sistemática por cuanto las relaciones de las personas sobrepasan las fronteras físicas de los mismos y se proyectan en el entorno, la ciudad, el país y el mundo.

Sennett (2000) se refiere a la cohesión social a través del concepto de comunidad. Para este autor, el rasgo fundamental de la comunidad es el “sentimiento de nosotros”, a través del cual una persona se siente parte de algo junto a otros. Para que ello ocurra, debe existir un apego personal a un grupo o a un lugar y ese apego debe traducirse en creencias compartidas y en prácticas concretas coherentes con ciertos valores comunes.

Pero, ¿desde dónde emerge ese sentimiento del “nosotros”? Para Sennett (2000) es el vínculo social el que hace posible el nosotros, y más precisamente, los vínculos sociales de dependencia mutua. La dependencia es la creadora de vínculos vigorosos que ayudan a las personas a compartir. Todas las personas son dependientes, sin embargo, no todos los vínculos son productores de sentimiento de pertenencia. Para que exista dependencia, agrega Sennett (2000), es trascendental que las personas confíen en las acciones de los demás, cuando no hay confianza, o bien cuando hay sospecha del otro, los vínculos de dependencia pueden no desarrollarse.

Para Rasse (2015) la cohesión social depende de la existencia de una base normativa que hace que los individuos de un grupo se dispongan positivamente a vincularse entre sí o considerarse parte de un mismo todo social. La base normativa de un grupo social puede estar sustentada en la equidad entre personas, que produce una comprensión del otro como otro-yo, o bien puede estar basada en la diferencia, lo que genera distinciones que pueden ser irreconciliables entre el yo y el otro. Cuando está basada en la diferencia, las relaciones sociales tienden a producirse entre los iguales (homofilia), en tanto que cuando lo está en la equidad, el vínculo se produce sin inconvenientes entre todos los miembros del grupo (heterofilia). Por ello, la cohesión social puede ser analizada a partir de la medida en que las personas se sientes pertenecientes e identificados unos con otros.

En una línea similar, Chan, To y Chan (2006) plantean que la cohesión social se refiere a un estado de cosas temporal en el cual las personas se encuentran adheridas a otras emocionalmente. Estos autores agregan que para que la sociedad sea cohesiva, los miembros de un conglomerado deben establecer relaciones sociales con otros miembros de ese colectivo. Las relaciones sociales son fundamentales, por cuanto impulsan la confianza hacia los demás, lo que refuerza la necesidad de cooperación a partir de la mutua dependencia. Ahora bien, también debe existir un sentimiento de pertenencia común con los demás integrantes de un grupo. Esto último es fundamental para la cohesión de barrio, por cuanto permite adscribirse a ciertas normas territorialmente específicas, que los distinguen de un sentimiento de humanidad generalizada.

Tanto Sennett (2000), como Rasse (2012) y Chan et al., (2006) entienden que las dimensiones constitutivas de la cohesión social de los barrios son dos: la existencia de relaciones sociales y el sentido de pertenencia a un lugar o grupo social. Estas permiten el desarrollo de una serie de normas y valores comunes que aseguran la convivencia entre las personas más allá de que estas posean intereses y características sociales distintas. En definitiva, la cohesión social de barrio podría ser conceptualizada como un estado de cosas el cual consiste en la existencia de un sentimiento de pertenecer a un grupo social o territorial y en el establecimiento de relaciones sociales con los miembros que componen dicho grupo.

Tanto la disposición a entablar relaciones sociales como el sentido de pertenencia a un grupo o territorio específico, se refuerzan mutuamente (Liu, Wu, Liu, y Li, 2016). Cuando los vínculos sociales son estables y se proyectan en el tiempo, se comienzan a configurar sentimientos de pertenencia a un lugar y a un grupo social específico, ya que las relaciones sociales crean afectos y una base valorativa común. Estos sentimientos de pertenencia retroalimentan el deseo de vincularse con otros miembros de la comunidad que comparten la misma base normativa, permitiendo así fortalecer la cohesión social (Paugam, 2012).

Fuente: elaboración propia.

Figure 2 Definición de cohesión social y sus dimensiones 

Considerar a la cohesión como un estado de cosas es clave, por cuanto le introduce una dimensión temporal al fenómeno. La cohesión de un grupo social o territorio solo puede ser entendida en función de un momento en particular. En efecto, tanto las relaciones sociales como el sentido de pertenencia al interior de los barrios están influenciados por una serie de factores físicos y sociales que van más allá del grado de diversidad que estos posean.

¿Qué configura la cohesión en los barrios mixtos?: una mirada interescalar a los factores socio-espaciales

En los lugares que cuentan con larga tradición en políticas de mixtura social actualmente hay escepticismo respecto a los efectos positivos que generan este tipo de barrios, ya que los resultados no han sido los esperados (Groenhart, 2013). Existe una “brecha de prueba” que tiene a planificadores urbanos y políticos apoyando proyectos habitacionales de mixtura, pero con poca evidencia empírica que los respalde, especialmente en relación con la formación de una comunidad cohesionada (Bolt et al., 2010; Dekker y Bolt, 2005).

Los estudios empíricos han sido tajantes: los proyectos de ingresos mixtos generalmente no logran producir sociabilidad ni tampoco fortalecer el sentido de pertenencia al barrio. Kearns y Mason (2007) encontraron que en Inglaterra la diversidad de tenencia y de nivel socioeconómico se vincula a conflictos internos que afectan los sentimientos de pertenencia con el lugar y las personas que lo habitan. También en Inglaterra, Jackson y Benson (2014) muestran que en barrios mixtos londinenses las clases medias desarrollan nuevas identidades que excluyen y estigmatizan a las familias más pobres y los lugares del vecindario en que ellas habitan. En Alemania Völker, Flap y Lindenberg (2007) hallaron que la heterogeneidad afecta negativamente el sentido de pertenencia a los barrios, aunque aumenta la disponibilidad de redes sociales entre los vecinos. Para Estados Unidos Putnam (2007) encontró que en los barrios de heterogeneidad étnica y económica los niveles de confianza eran más bajos y Clampet-Lundquist (2004) descubrió una baja extensión de los lazos sociales entre vecinos beneficiados por el programa HOPE VI.

El argumento más común para explicar el fracaso de estas políticas gira entorno a la manera en que se entiende la relación cohesión-diversidad. Un grupo importante de investigaciones ha concluido que la heterogeneidad, ya sea económica, étnica o de otro tipo, podría ser un factor que per se deteriora la cohesión social (Putnam, 2007). La idea que subyace bajo este enfoque es que la existencia de ciertas desigualdades sistemáticas en la sociedad -como la desigual distribución de ingresos, el clasismo o el racismo- no podrían ser derrotadas simplemente poniendo a vivir a familias de diferente condición socioeconómicas en el mismo territorio, por el contrario, más allá de estas intervenciones las desigualdades perdurarían en el tiempo (Ruiz-Tagle, 2016; Slater, 2013). Sobre esta base, diferentes trabajos han criticado el concepto de cohesión social que promueven las políticas de mixtura, sosteniendo que este se trata de una estrategia retórica para llevar adelantes intervenciones urbanas neoliberales (Arthurson, 2010; Bricocoli y Cucca, 2016; Lees, 2008), como también una herramienta para controlar el surgimiento de “culturas alternativas” o antisistema, dado el efecto regulador de conductas que tendría el vivir mezclados en el espacio (Chaskin y Joseph, 2013).

Pero el argumento anterior ha sido criticado por un grupo de trabajos que entiende que la relación entre heterogeneidad y cohesión social no es necesariamente mecánica (Sabatini y Brain, 2008). Para ellos, la diversidad no sería un obstáculo para cohesión, por lo que el sentido de pertenencia y la sociabilidad podrían emerger incluso allí donde las personas tengan diferencias socioeconómicas (Meer y Tolsma, 2014). Sobre esta base, investigaciones han comenzado a buscar nuevos factores que expliquen la cohesión de barrio y que trasciendan a la desigualdad como factor explicativo. Allí es donde toman relevancia las características físicas y espaciales que tienen los vecindarios, el entorno y la ciudad en la que estos se insertan, sosteniendo que este tipo de factores podrían explicar con mayor fuerza que la mera desigualdad la cohesión que se configura en los barrios de ingresos mixtos. Dichos factores son sintetizados en la Figura Nº3.

Figura 3 Variables que intervienen en la cohesión de barrio en diferentes escalas geográficas 

Factores | Escala Barrio Entorno Ciudad
Sociales

  • - Condición socioeconómica de clase media

  • - Condición étnica de las familias

  • - Composición social del entorno

  • - Orden social

Físicos

  • - Diseño de las viviendas

  • - Tipo de propiedad

  • - Distribución de espacios públicos

  • - Condiciones materiales de la vivienda

  • - Amenidades paisajísticas

- Distancia a las
centralidades

Fuente: elaboración propia

La Figura N° 3 resume los factores físicos y sociales que intervienen en la cohesión social de los barrios. De este se desprenden dos ideas. La primera es que la cohesión social del barrio es un fenómeno que se produce en diferentes escalas geográficas. Como plantea Giddens (2003), la cohesión resulta de procesos de integración que no sólo se producen en copresencia, es decir al interior del barrio, sino que también, en relación a otros lugares que se encuentran fueran de los límites de la proximidad. Por ello es que es necesario integrar las condiciones físicas y sociales que tiene el entorno y la ciudad en la que el vecindario se localiza. Y segundo, es poco probable que la variedad de factores actúe de forma homogénea en todos los barrios. Esto puede ayudar a entender como dos vecindarios al interior de la misma ciudad que estén inspirados por una misma política habitacional pueden presentar niveles de cohesión social tan disímiles e incluso que varían a medida que transcurre el tiempo.

Cinco hipótesis socio-espaciales para entender la cohesión social en los barrios mixtos en Latinoamérica

Las siguientes afirmaciones se basan en una hipótesis más general que guarda relación con que la cohesión social de un barrio de mixtura social está influenciada por una serie de factores físicos y sociales que operan tanto al interior como al exterior del lugar. Entre las variables del entorno se encuentran la dotación de servicios y equipamientos, las características paisajísticas, su composición socioeconómica y racial, el nivel de seguridad y la distancia a las centralidades urbanas. En tanto que entre los aspectos internos, cobran relevancia el diseño arquitectónico del lugar, el tipo de mezcla de viviendas, la disposición de los espacios comunes y la composición socioeconómica del vecindario. Cada uno de estos aspectos se manifiesta de forma singular en los barrios de ingresos mixtos de Latinoamérica, por lo que la sociabilidad y el sentido de pertenencia que sus habitantes desarrollan, configuran un estado de cohesión con características peculiares en cada uno de los vecindarios.

Hipótesis 1. La cohesión social se fomenta por la tenencia ciega, el modelo pimienta y la igualdad en la distribución de espacios comunes

Uno de los principales factores en la cohesión social de los barrios de ingresos mixtos guarda relación con su diseño arquitectónico. Hay tres formas en que este elemento influye sobre los vecindarios: las diferencias físicas entre las viviendas según condición socioeconómica, la distribución interna de ellas y la repartición del espacio público.

Ruiz-Tagle (2016) ha mostrado como para el caso de Chile la fachada de la vivienda ha operado como uno de los principales mecanismos de diferenciación social a nivel barrial. Este autor argumenta la necesidad de impulsar prácticas de “tenencia ciega” para los barrios de ingresos mixtos que impidan a sus vecinos reconocer el nivel de ingresos de las personas que habitan en cada vivienda. Cuando no hay tenencia ciega, se incentivan actitudes hostiles hacia los vecinos, reduciendo la posibilidad de producir sociabilidad entre ellos y un sentido de pertenencia común al barrio.

Roberts (2007) y Kearns, Mckee, Sautkina, Cox & Bond (2013) señalan que la mejor forma de evitar las divisiones entre vecinos al interior de barrios de ingresos mixtos son los diseños integrados o también llamados de “pimienta”. Estos se caracterizan por asegurar una adecuada distribución de las viviendas para diferentes ingresos al interior del barrio, además de minimizar las diferencias materiales entre los hogares. Por el contrario, cuando en los vecindarios de ingresos mixtos se sigue un modelo de diseño segregado se tienden a intensificar las desigualdades, impulsando procesos de microsegregación o formación de identidades espaciales diferenciadas (Tersteeg y Pinkster, 2015; Van Gent, Boterman, y Van Grondelle, 2016). Eso ha sido llamado por la literatura como “tectónica social” (Van Gent et al., 2016), haciendo referencia que diferentes grupos sociales habitan juntos, pero no mezclan su interacción y sentido de pertenencia. Incluso se pueden impulsar conflictos entre ellos, cuando los estilos de vida son percibidos como muy diferentes (Tersteeg & Pinkster, 2015).

También es importante el espacio público con el que cuenta el vecindario. Sennett (2011) ha argumentado la importancia que tienen los espacios públicos para incentivar el encuentro entre las familias. Esto entrega una oportunidad para observar al otro y hábitos que en ocasiones son diferentes a los propios, pero que no significan necesariamente una amenaza (Roberts, 2007). No obstante, no sólo importa la disponibilidad de espacios públicos, sino también su distribución. Cuando estos lugares están desigualmente repartidos, se pueden crear problemas de convivencia derivados de su búsqueda de control. Maturana, Vergara y Romano (2016) mostraron para el caso chileno como es que vecindarios con equipamientos comunitarios desigualmente distribuidos, tienden a impulsar conflictos sociales que culminan deteriorando las relaciones entre los vecinos y desmotivando a estos respecto a lo que ocurre al interior del lugar en el que habitan.

Los niveles de cohesión social de los barrios mixtos latinoamericanos pueden ser entendidas a la luz de las tres características de diseño mencionadas. Cuando hay tenencia a ciegas, las diferencias socioeconómicas se ocultan y pierden relevancia como factor para establecer relaciones sociales. La distribución de pimienta que induce mezclas socioeconómicas a pequeña escala sería beneficiosa para la cohesión pluriclasista por cuando induciría el contacto entre familias de diferentes ingresos. Y finalmente, la adecuada distribución de los espacios públicos podría generar lugares de encuentro que podrían impulsar las relaciones sociales y sentido de pertenencia al barrio.

Hipótesis 2. La cohesión social se resiente por prácticas de “adolescencia urbana”

La composición socioeconómica de las familias que habitan al interior del barrio es otro factor fundamental en la configuración de su cohesión social. En este sentido, parecen ser importantes las actitudes de integración que desarrollan las clases media quienes actúan como “puente” o colchón social cuando se producen mezclas de ingresos en el espacio urbano. Aunque el panorama respecto a la clase media y sus intenciones de integración social en los vecindarios ha sido estudiado mayoritariamente en Chile, algunos de los resultados podrían servir como referencia para otros contextos latinoamericanos.

Méndez (2008) ha dicho que en Chile la clase media ya no puede ser considerada un grupo homogéneo, que posee las mismas características y los mismos intereses, de ahí que hoy sea difícil pensar este grupo en términos de clase social. La autora, argumenta que este grupo social es posible dividirlo en dos subgrupos que no solo tienen diferencias económicas, sino que también culturales: mientras la clase media-baja se encuentra alejada del consumo y participación cultural, la clase media-alta, grupo más adinerado, generalmente se encuentra inserto dentro de estos circuitos. La autora sugiere que esto podría significar un cambio en su intención de integración de los grupos y la manera en que construyen sus identidades.

Castillo (2016) ha arribado a conclusiones similares a los de Méndez, planteando que las clases medias chilenas en movilidad social se pueden agrupar en dos grupos culturales: los que intentan ocultar sus orígenes y los que se sienten orgullosos de él. Desde estas posiciones, se desarrollan prácticas de diferenciación o integración que intervienen en cómo este grupo social se relaciona con las demás clases sociales.

Sabatini, Rasse, Mora & Brain (2012) analizando la disposición de los grupos medios a vivir con familias más pobres que ellos, descubrieron que los grados de disposición más bajos se encuentran en la clase media emergente. Esto se debe, como explican en otro trabajo (Sabatini et al., 2013b), a lo que ellos han denominado “adolescencia urbana”. Los grupos de ingreso medio que recientemente han accedido a tal condición socioeconómica, tienden a desarrollar actitudes menos integradoras con las personas de bajos ingresos porque intentan diferenciarse de ellos, para construir así su identidad de “clase media”. Esto produce procesos de microsegregación al interior de los barrios, lo que en términos prácticos se traduce, primero, en que las familias de ingresos medios no establecerían relaciones sociales con las familias más pobres y, segundo, en el desarrollo de estigmas que refuerzan simbólicamente la distinción entre familias.

La adolescencia urbana se constituye así en un mecanismo que induce prácticas de distinción al interior de los barrios de ingreso mixto. Esto limita el desarrollo de relaciones sociales pluriclasistas, puede además inducir nuevas formas de discriminación interna y, por tanto, constituirse en un obstáculo para el desarrollo de un sentido de pertenencia común al interior de un barrio de ingresos mixtos.

Hipótesis 3. La cohesión depende de los servicios cercanos y la belleza paisajística del entorno

Varios autores han mostrado la importancia que tiene la conformación física del sector sobre la cohesión social de los barrios. De hecho, Arenas, Hidalgo & Menéndez (2009) argumentan que el sentido de pertenencia, una de las dimensiones de la cohesión, está mucho más influenciado por factores del entorno que por la condición socioeconómica de los habitantes del barrio. Ellos encontraron que las familias que habitan en barrios en los que en su entorno hay un número suficiente de dotaciones comunitarias, se sienten más integradas a sus comunidades y perciben una mejor relación entre con sus vecinos.

Resultados similares han sido encontrados en Chile por Sabatini, Rasse, Mora & Brain (2012). Ellos descubrieron que uno de los atributos más importantes cuando una familia considera habitar un vecindario es que este sea un sector bonito, con áreas verdes y de recreación. Es decir, en la evaluación del barrio, las personas privilegian los factores físicos del entorno más que la composición social interna de este.

Recientemente Zhu et al., (2012) han argumentado también que la belleza del entorno físico tiene un impacto sobre el sentido de pertenencia a la comunidad. Pero las amenidades físicas se complementan con las dotaciones de infraestructura y servicios en las cercanías. Así, cuando el entorno al barrio se encuentra bien dotado y posee atributos paisajísticos, el sentido de pertenencia a los vecindarios y hacia el sector en el cual estos se insertan tiende a ser mayor. Esto, en último término, estimula la cohesión social.

Este factor físico varía de forma importante en los barrios de ingresos mixtos que se están construyendo en Latinoamérica, ya que es una variable que opera en el entorno del barrio y que no está regulada en las normas que establecen dichas políticas habitacionales. Por ejemplo, en Chile la mayoría de los proyectos construidos bajo esta esta política habitacional se inserta en entornos periféricos populares, los que generalmente presentan un paisaje habitacional homogéneo, generalmente con viviendas sociales, rodeado de espacios baldíos sin amenidades ni servicios. En estas condiciones, podría ser difícil que las familias logren producir sentimientos de apego hacia el territorio en donde habitan, lo que significaría un obstáculo para la cohesión social.

Hipótesis 4. La cohesión social del barrio es concomitante con la percepción de orden social que se tiene del entorno

Otro aspecto importante es la sensación de seguridad que hay en el entorno al barrio. Este factor tiene trascendencia particularmente sobre las relaciones sociales que establecen las personas.

En los barrios donde los niveles de seguridad del entorno son bajos, los sujetos tienden a refugiarse más en sus vecindarios y a protegerse entre sus vecinos colindantes. Así muestra Lunecke (2016) para el caso de Santiago, argumentando específicamente que la desintegración social de la cual han sido objetos barrios populares de la ciudad, se explica por la inseguridad que hay en ellos y en el sector que los rodea. La inserción en entornos inseguros se traduce en la formación de barreras simbólicas entre el barrio y el entorno.

La inseguridad en el entorno del vecindario crea las condiciones necesarias para que se impulsen procesos de aislamiento y distanciamiento social (Wacquant, 2007). Cuando esto ocurre, los residentes del barrio impulsan estrategias de diferenciación con los que habitan en el entorno a partir de códigos binarios o pares categoriales (Tilly, 2000) que marcan una distinción entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto. Generalmente, estas formas de diferenciación social están acompañadas de factores vinculados a la condición socioeconómica y raza de las personas del entorno. Esto ocurre con especial intensidad en Chile en donde se cree popularmente que las personas de menores recursos, o bien de raza negra o adscripción indígena, son más inseguras (Dammert, 2012). Para algunos autores esto forma parte de la cultura clasista local (Tijoux & Córdova, 2015), la que se constituye como una de las principales barreras para producir cohesión social en los barrios mixtos (Ruiz-Tagle, 2016).

El resultado de un entorno inseguro es la creación de estrategias de socialización diferenciadas basadas en la homofilia, con fuerte cohesión interna pero débilmente vinculadas con lo externo. Lo que ocurre, como dice Sennet (2000), es que frente a un entorno hostil, los vecinos convierten al barrio en un “espacio de esperanza”, seguridad, refugio y protección. Esto se materializa en, por ejemplo, el enrejamiento del mismo, lo que refuerza el sentido de pertenencia de los habitantes con lugar específico (su barrio) a la vez que los distancia simbólica y funcionalmente con el entorno más inmediato.

En definitiva, el orden social del entorno actúa como un factor de “doble filo” sobre la cohesión, por cuanto puede significar el fortalecimiento de las redes sociales y el sentido de pertenencia interno del barrio, pero también el aislamiento de los vecinos del tejido y entorno urbano en el que habitan. Por cierto, esta no es la situación óptima para la cohesión social, ya que se puede traducir en una fragmentación de la ciudad, fomentando la hostilidad entre sus barrios.

Hipótesis 5: cuanto más lejos, peor

Finalmente, uno de los factores más importantes para entender la cohesión social del barrio es la distancia que este tiene con respecto a las centralidades urbanas. Este es un factor particularmente crítico en la ciudad latinoamericana y que afecta especialmente a las familias de clase baja, por cuanto garantiza o resta posibilidades de inclusión para estas (Kaztman, 2007).

Tal como argumentan Forrest & Kearns (2001) un aspecto clave en la cohesión de los barrios es el tiempo que las personas están en el. Cuando los trayectos entre el vecindario y las centralidades son demasiado largos las personas pasan gran parte del día fuera de su hogar. Eso disminuye el sentimiento de pertenencia al barrio y deteriora las posibilidades de desarrollar lazos sociales fuertes en este lugar. Generalmente, las personas que están fuera durante todo el día tienen relaciones sociales más significativas fuera de su vecindario y, por tanto, el apego está orientado hacia lo lejano, más que hacia el entorno inmediato al hogar.

Ahora bien, la distancia a las centralidades tiene un efecto socialmente diferenciado que depende de la capacidad de movilidad de la población. Tal como muestra García, Carrasco & Rojas (2014) y Ducci (1997) para Chile, las familias pobres que habitan lejos de sus trabajos pueden pasar gran parte del tiempo en sus barrios, por cuanto evitan salir de el ya que el costo económico y temporal del desplazamiento puede ser mayor que los beneficios que se generen. Esto se traduce en que las familias desarrollan más redes sociales y apego hacia el interior del vecindario, pero tienden a aislarse del resto de la ciudad. Por el contrario, cuando las familias son de ingresos medios o altos, no están ligadas a un lugar en particular ya que tienen más capacidad de movilidad, especialmente gracias al automóvil. Esto los hace pasar gran parte del día fuera de su hogar, por lo que sus lazos sociales se proyectan mayoritariamente fuera del barrio y así también puede ocurrir con su sentido de pertenencia. Esta situación es particularmente crítica en los barrios de ingresos mixtos, por cuanto el desfase espacial o escalar de los vínculos sociales entre familias de diferente ingreso, fomenta la formación de sociabilidades diferenciadas.

Lo más adecuado para asegurar la cohesión de vecindarios mixtos sin que las familias experimenten dinámicas diferenciadas, es que su hogar se encuentre cercano a una centralidad. De hecho, la cercanía al centro es el atributo más valorado por parte de las familias chilenas cuando eligen el lugar donde vivir (Sabatini et al., 2012). La proximidad con el trabajo o a los equipamientos y servicios urbanos, se traduce en un alto grado de satisfacción residencial, un aspecto crucial para sentirse orgullo de su barrio. Además, esto reduce el tiempo de traslado y los costos económicos del mismo, permitiéndoles a las personas no sólo estar más tiempo en el barrio, sino que también concentrar allí un cúmulo más grande de redes personales (Marcadett, 2007).

La distancia a las centralidades parece ser un factor aún no controlado por la política de mixtura social, especialmente la chilena. De hecho, en este país los criterios de localización de estos barrios son tan amplios que permiten la construcción de barrios en zonas de expansión residencial aún no del todo consolidadas. No obstante, la influencia de este factor sobre la cohesión social puede variar de acuerdo al tamaño y extensión espacial de la ciudad. Como ha mostrado la investigación, generalmente las ciudades más pequeñas hay redes más densas entre los vecinos del barrios y un elevado grado de satisfacción residencial que fomenta el sentido de pertenencia al vecindario, aun cuando las familias vivan en barrios de la periferia (Vergara, 2015).

Reflexiones finales: implicancias conceptuales, políticas y de investigación

El artículo presentó una conceptualización de cohesión social a nivel de barrio y una aproximación socio-espacial para entender su configuración. A partir de eso, se desarrollaron cinco hipótesis que ayudan a entender cómo se elaboran las relaciones sociales y sentido de pertenencia de los habitantes de los barrios de ingresos mixtos que se están erigiendo en varios lugares de Chile y Latinoamérica.

Las hipótesis aquí presentadas no son la única forma de entender la configuración de la cohesión en los barrios. Aquí se privilegió una aproximación desde los factores sociales y espaciales, pero por cierto que en la conformación de redes sociales y sentido de pertenencia de los vecindarios influyen aspectos, por ejemplo, vinculados a la historia local de largo y corto plazo. Esto último lleva el debate hacia la dimensión temporal que tiene la cohesión social y que también es importante en la manera en que la sociabilidad y la pertenencia al barrio se configuran.

Como ha sostenido Sabatini et al, (2013a) el tiempo podría ayudar a acomodar la diversidad de estilos de vida que es posible encontrar en los barrios de ingresos mixtos, disminuyendo así los potenciales conflictos iniciales. La dimensión temporal tiene también un efecto sobre las distinciones sociales al interior de los vecindarios, a través de la modificación física de las viviendas. Las ampliaciones -práctica usual en Latinoamérica- pueden minimizar las diferencias entre clases sociales o, por el contrario, acentuarlas incluso allí donde se empleen métodos de pimienta para organizar internamente los hogares. Por último, el tiempo de residencia podría ayudar también a desarrollar mayor sentido de pertenencia al lugar y configurar sociabilidades interclasistas sostenidas en el mero contacto visual que se produce en la vida cotidiana.

La manera en que confluyen en cada barrio factores como las características socio-espaciales y otras dimensiones, entre ellas la temporal, insertan complejidad en la forma en que se suele entender la cohesión social de barrio, ayudando a superar la polarización en la que ha caído el debate desarrollado hasta ahora y que gira en torno a si la diversidad es buena o mala para la cohesión. Con la aproximación socio-espacial que presenta este artículo, la cohesión no parece depender ya de la diversidad per se, sino que de otros factores que pueden variar en el tiempo y que se manifiestan de manera particular en cada vecindario. Los factores socio-espaciales podrían explicar también porque hay barrios de ingresos mixtos exitosos en materia de cohesión y otros que no lo son.

Las reflexiones presentadas en este artículo tienen implicancia conceptual, política y de investigación. Conceptual, porque se hace necesario entender la cohesión social como un fenómeno geográficamente interescalar. Las relaciones sociales y el sentido de pertenencia de los habitantes de un barrio no se configuran exclusivamente a partir de las dinámicas que ocurren dentro del barrio, sino que en una relación dialéctica con lo que ocurre afuera de los límites físicos de este, especialmente en las escalas de entorno y ciudad. Político, porque se debe dejar de pensar que la mera proximidad entre familias de diferente condición socioeconómica generará cohesión.

Como se mostró, la configuración de la cohesión es un proceso más complejo que escapa de visiones reduccionistas. Es importante entonces que este tipo de iniciativas incorporen dentro de sus normas la composición social del barrio, el diseño, distribución de las viviendas y espacios públicos, las características físicas y sociales del entorno, la distancia de los lugares a los servicios y equipamientos urbanos. De investigación, por cuanto las hipótesis aquí presentadas requieren ser comprobadas empíricamente en los barrios de ingresos mixtos de Latinoamérica.

Esto es relevante ya que permite evaluar los efectos sociales de dichas políticas, evaluar si cumplen o no con sus objetivos y avanzar en propuestas que permitan mejorarlas. Además, contribuiría a nutrir la discusión global acerca de la “brecha de prueba” que hay sobre este tipo de políticas, pero ahora entregándole los matices que poseen los espacios urbanos latinoamericanos.

Las reflexiones presentadas en este artículo se refieren exclusivamente a la mixtura social inducida por políticas habitacionales, pero ¿podrían estas ser extendidas a otros tipos de mixtura social como la generada por la gentrificación de barrios que comienza a ser cada vez más masiva en Latinoamérica? Algunas de las hipótesis sostenidas, como la de “tectónica de placas” y “adolescencia urbana”, tienen su origen en estudios sobre gentrificación. No obstante, hay al menos dos diferencias entre la mixtura social producida por la gentrificación y la de las políticas de vivienda que limitan la transferibilidad de las ideas aquí planteadas e impulsan la necesidad de establecer miradas comparativas entre ambos fenómenos.

Primero, como es muy evidente en el caso chileno, los barrios de ingresos mixtos construidos por el Estado promueven una mezcla socioeconómica mayoritariamente sustentada en familias de medio y bajo ingreso. En cambio, en los procesos de gentrificación inducidos por el mercado la mixtura social no tiene regulación alguna e incluso puede culminar produciendo en el mediano y largo plazo una creciente homogeneidad del área.

Y segundo, la temporalidad con la que arriban las familias en ambos tipos de mixtura social es diferente. Mientras en los barrios mixtos inducidos por políticas habitacionales los habitantes tienden a arribar de forma simultánea, en la gentrificación generalmente son los habitantes de mayores ingresos los que se deciden habitar en un barrio deteriorado. Esto último podría crear distinciones per se entre los residentes que impacten negativamente en la cohesión social de barrio.

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* El autor agradece a CONICYT-Chile la ayuda en el financiamiento de los estudios de posgrado CONICYTPCHA/Doctorado Nacional/2015- 21151567.

1 Según estimaciones del Ministerio de Vivienda y Urbanismo de Chile al año 2016, 106.000 viviendas se estaban erigiendo bajo la modalidad de barrios de mixtura social. Ver información en http://www.minvu.cl/opensite_det_20161206140041.aspx

Recibido: 03 de Febrero de 2017; Aprobado: 12 de Noviembre de 2018

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