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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.16 no.39 Ciudad de México ene./abr. 2019

https://doi.org/10.29092/uacm.v16i39.679 

Dossier

Nuevas desigualdades en los territorios agrarios globalizados en el Valle de Colchagua en Chile

New inequalities of globalized agricultural territories in the Colchagua Valley in Chile

Daniella Gac Jiménez* 

Fabiola Miranda Pérez** 

*Investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo Regional y Políticas Públicas (CEDER), Universidad de los Lagos, Chile. Correo electrónico: daniella.gac@ulagos.cl

**Académica del Departamento de Trabajo Social en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Alberto Hurtado, Chile. Correo electrónico: fmiranda@uahurtado.cl


Resumen

Actualmente, en los territorios agrarios vitivinícolas de Chile se constatan dos nuevos tipos de movilidades residenciales: uno, de habitantes rurales hacia las cabeceras comunales, y otro, de habitantes de sectores metropolitanos periféricos y pobres hacia sectores urbanizados de comunas con vocación productiva agroindustrial. Esta imagen evidencia la separación definitiva de los espacios productivos y reproductivos, situación que incide en la transformación de los modos de vivir y en nuevas condiciones de desigualdad social en estos territorios. A partir de una metodología cualitativa, basada en entrevistas en profundidad, se observa cómo surgen distintos escenarios de inclusión y exclusión social, respecto a la accesibilidad a la que pueden optar los diferentes trabajadores/habitantes agrarios dependiendo de la ubicación de su lugar de residencia.

Palabras clave: Inclusión social; urbanizaciones rurales; ciudades agrarias; viticultura

Abstract

Currently, in Chile's wine-producing agricultural territories, two new types of residential mobility can be observed: one of rural residents towards the communal main cities and the other of residents of peripheral and poor metropolitan sectors towards urbanized sectors of communes with an agro-industrial productive purpose. This illustration shows the ultimate separation of productive and reproductive spaces, a situation that affects the transformation of ways of living, and the new conditions of social inequality in these territories. Through a qualitative methodology based on in-depth interviews, we can observe how different scenarios of social inclusion and exclusion are being positioned, with regards to the accessibility to which different agricultural workers/residents may opt depending on the location of where they reside.

Key words: Social inclusion; rural urbanization; agrarian cities; vitiviniculture

Introducción

El vuelco neoliberal de la producción agroindustrial, junto a su correlato económico estructural, y la globalización del capital financiero (Sassen, 2015) han impactado a los espacios rurales (Kay, 2016). Desde la perspectiva socio territorial, estas transformaciones han sido descritas como la separación radical del espacio de producción (trabajo agrícola) con el espacio de reproducción (predominantemente urbano). Dentro de estos territorios es posible constatar una serie de transformaciones dentro de las cuales se destacan: la urbanización de asentamientos rurales, el modelo productivo agrario industrial globalizado, la emergencia del paisaje rural homogéneo (resultante del monocultivo) y el decrecimiento sostenido de los villorrios rurales.1 Lo anterior conlleva nuevos modos de habitar estos territorios, así como también una transformación de las prácticas cotidianas y de las subjetividades en la relación con el entorno.

A partir de este nuevo contexto, las ciencias sociales han requerido integrar nuevas maneras de aproximarse a los territorios agrarios, para lo cual se necesitan nuevos acercamientos teóricos y empíricos capaces de mostrar las nuevas características que adquiere la organización social al interior de estos espacios (Massey, 1995). Todo esto con el propósito de identificar estrategias de comprensión de los lugares, para así localizar los conjuntos de relaciones particulares que se intersectan dentro del espacio y el tiempo (ídem). Así, la inmersión en las cotidianeidades de los habitantes, a través del estudio social de las prácticas de la vida misma, adquiere relevancia para el conocimiento de esas interacciones. Su estudio se transforma en uno de los ejes fundamentales para interrogar a estos espacios en razón a los procesos de inclusión y exclusión social, y, del mismo modo, de las subjetividades que se asocian a estas problemáticas.

En el caso de los territorios agronidustriales chilenos, el arraigo del arquetipo capitalista neoliberal no solo ha implicado una reconversión productiva y un cambio en el patrón de acumulación, sino que ha generado un nuevo tipo de territorialidad, que ha sido denominada como “agroterritorios” (Canales y Canales, 2012). Estos territorios se definen como parte de una “red puricentrada” en la que coexisten poblamientos tanto rurales como urbanos, los cuales son incorporados dentro del proceso productivo agroindustrial (actividades primarias, secundarias y terciarias), pero que, a su vez, inciden directamente en la forma en que se distribuyen los asentamientos humanos en estos territorios predominantemente urbanos. Lo anterior ha implicado la pérdida de sus características particulares como consecuencia del paso de “un espacio fijo con significado, a un espacio móvil con muchos significados simultáneos”. (Imilán, Jirón e Iturra, 2015, p. 44) Estas son las transformaciones que precisan aprehenderse a través del reconocimiento de las nuevas trayectorias y trayectos que realizan los habitantes/trabajadores para hacerse parte del nuevo contexto.

Las nuevas desigualdades que se producen actualmente en los territorios agrarios industrializados se encuentran en estrecha relación, por un lado, con la disputa por el espacio productivo (rural) como por el espacio reproductivo (asentamientos urbanos), y, por otro lado, con la resignificación identitaria de los habitantes/trabajadores, antes rurales/productores, y ahora cada vez más urbanos/asalariados. Tal como se irá revisando en este trabajo, lo que se observa es una apropiación por parte de la industria del espacio rural y una apropiación desigual por parte de los habitantes/trabajadores del espacio urbano, situación que a diferencia de lo ocurrido décadas atrás no aparecía como una problemática determinante de los territorios agrarios que se definían por sus asentamientos humanos principalmente rurales e inscritos dentro del mismo espacio productivo.

El objetivo de la investigación es identificar los efectos de las transformaciones de los territorios agrarios en los procesos de exclusión social asociados a la nueva dualidad que ocurre en estos espacios sociales, que no se encuentra enmarcada en la asimetría entre campesinos y hacendados ni entre latifundio y minifundio, sino que se manifiesta como la capacidad de los sujetos (trabajadores agrarios) de integrarse, incluso de manera precaria, a las nuevas dinámicas sociales (Kay, 1995; Canales y Canales, 2012) y focalizando la mirada en los territorios donde se encuentra instalada la industria vitivinícola de exportación.

Desde el enfoque de la exclusión socioespacial se discuten las vulnerabilidades (Castel, 1997) a las que se ven expuestos los habitantes en tres ciudades de la provincia de Colchagua2: comprendiendo a la exclusión social en los territorios agrarios, ya no desde la perspectiva de la marginación social ni de la pobreza, sino desde la inclusión postpobreza, tal como lo señala el Informe de Desarrollo Humano: “se puede vivir pero no surgir” (PNUD, 2008). Para esto se requiere comprender las nuevas formas de desigualdad social al acceso de los medios de vida, la estacionalidad del empleo y la urbanización de los modos de vida, asociado al desarraigo territorial.

Nuestra reflexión sugiere como hipótesis que uno de los principales efectos de las transformaciones sociales en los espacios donde se instala la vitivinicultura, ya no solo se identifica con la separación definitiva de espacios de producción y reproducción, sino además, a partir de las dinámicas expulsivas establecidas por la agroindustria, con la estructura y configuración de estos territorios. Asimismo, la planificación estatal no es capaz de comprender las nuevas intersecciones que constituyen a los habitantes de estos territorios, lo que propicia la reproducción de nuevos tipos de exclusiones sociales, dado la poca importancia que se le da a las características particulares que adquieren los espacios residenciales de los territorios agrarios.

La aproximación a los procesos de inclusión y exclusión se realiza desde la perspectiva de la accesibilidad, donde cobran importancia los medios, las estrategias que utilizan los trabajadores/habitantes para acceder a bienes y servicios, la relación que establecen los sujetos con el entorno y las categorías socioculturales y económicas que se despliegan al acceder a lugares, servicios y personas. Para ello, un eje transversal es la movilidad residencial, puesto que permite aprehender las nuevas configuraciones territoriales, ya no desde una mirada estática, sino incorporando los flujos y trayectos como dimensiones centrales para la comprensión de los territorios agrarios actuales. Esto, además, permite posicionar la discusión de las nuevas configuraciones de los territorios agrarios (Gorenstein et al, 2007; Canales y Canales, 2012) dentro de las problemáticas de las ciencias sociales urbanas tales como las vulnerabilidades socioespaciales, la segregación residencial, la urbanización de los territorios, entre otras.

La resignificación de los territorios agrarios se indaga a través de la construcción social que hacen los trabajadores/habitantes en su comprensión respecto de “lo rural” y su identidad en general. La aproximación a la reconfiguración territorial de los espacios agrarios vitivinícolas se realiza desde la perspectiva analítica de la “imaginación geográfica” desarrollada por David Harvey (1989, 2007), entre otros (Soja, 1996; Lindón, 2007). Este concepto nos permite comprender el rol que adquiere el espacio y el lugar dentro de la biografía de los habitantes, lo cual permite reconocer los arreglos que los sujetos realizan con las organizaciones que influyen en la separación de los espacios (Harvey, 2007, p. 17). 3

En virtud de ello, este estudio se basa en una aproximación metodológica cualitativa a través del análisis de entrevistas en profundidad (Robles, 2011) aplicadas a sujetos que viven en estos territorios,4 quienes fueron seleccionados a partir del criterio de representatividad tanto de grupo como de una categoría social. Los criterios que se utilizaron en la selección de los casos fueron: lugar de residencia, tipo de comuna, contexto habitacional, urbano-rural, trabajador permanente-trabajador temporal, sexo y edad.

Nuestro estudio espera contribuir en la comprensión de las ciudades agrarias globalizadas centrando la mirada en el Valle Central de Chile y específicamente del “Valle Vitivinícola de Colchagua”, mediante la identificación de sus particularidades y la caracterización de nuevos elementos proporcionados por la perspectiva de la inclusión social.

La apropiación productiva e industrial de los territorios del vino

La industria del vino de exportación se ha consolidado en los últimos treinta años como uno de los sectores con mayor dinamismo de la agroindustria en Chile (OIV, 2012). Dicho panorama ha implicado profundas transformaciones en la relación entre lo rural y lo urbano, debido, entre otras cosas, a la relevancia que le otorga la producción vitivinícola a la tradición productiva y al paisaje natural. En el caso de la industria vitivinícola del Valle de Colchagua, esto se ha manifestado a través del esfuerzo colectivo de gestión de la Asociación Gremial Vinos de Colchagua,5 en la promoción de la intervención del paisaje productivo durante las últimas tres décadas. La Asociación ha buscado no sólo instalar y relevar la industria dentro del territorio, sino posicionarla como uno de los circuitos enoturísticos más importantes de Chile (Muñoz, 2009).

En base a la construcción de las “ciudades agrarias del vino”, la industria vitivinícola y su impacto territorial están relacionados con la denominación de origen y el terroir,6 elementos determinantes para integrar esta industria al mercado internacional. A pesar de que la industria vitivinícola concentra menos hectáreas que la producción frutícola en el Valle de Colchagua, su posicionamiento como referente en el paisaje ha cobrado cada vez mayor fuerza. Esto se debe a la importancia que han adquirido sus viñas y sus bodegas (PROCHILE, 2006), además de sus hoteles y restaurantes, ubicados en antiguos terrenos destinados a viviendas de pequeños productores rurales o campesinos, previo al proceso de consolidación de la industria vitivinícola en la década de los 90.

A partir del afianzamiento de la industria vitivinícola en el Valle de Colchagua, comienza a configurarse el paisaje rural de las ciudades del vino homogéneo y ordenado a diferencia de la ruralidad de antaño, pues en él operan con más fuerza las lógicas expulsivas a las que alude Sassen (2015). Dicho de otro modo, cada vez más personas y pequeños productores son expulsados de sus residencias rurales y espacios productivos (principal fuente de ingreso de los sectores rurales), debiendo trasladarse hacia nuevos sectores.7

Una de las coyunturas referidas, específicamente a las “expulsiones” de trabajadores/habitantes de los espacios rurales del Valle de Colchagua, tiene relación con los fenómenos naturales que han afectado a la zona central del país durante las últimas décadas (principalmente los terremotos de 1985 y 2010). Estos afectaron profundamente las viviendas de los sectores rurales, dejando en evidencia las malas condiciones de vida de un número importante de habitantes rurales “sin tierras”, allegados y damnificados, quienes reclamaron alternativas públicas estatales para solucionar el problema habitacional al que se vieron expuestos (Piga, 2011).

Este contexto facilitó la entrada de la empresa privada en la construcción de viviendas sociales (Vergara et al, 2016), gracias a la articulación entre el Estado chileno y las constructoras 8. Bengoa describe lo ocurrido con las viviendas luego del terremoto del 2010 señalando que “este deterioro del paisaje se venía produciendo en los últimos treinta años. El terremoto vino a dar el último empujón a la destrucción del paisaje del Valle Central de Chile”. (Bengoa, 2012, p. 26)

En consonancia con lo planteado por Saskia Sassen (2015), el desarrollo de la industria vitivinícola, su posicionamiento en los mercados internacionales y las políticas de apertura comercial (impulsadas desde la dictadura militar hasta la actualidad) han provocado la atracción de inversión extranjera directa (IED). Ejemplo de esto último es el arribo de un importante contingente de capitales internacionales iniciado a finales de la década de los setenta de la mano del viñatero Miguel Torres, quien se instaló en el Valle Central. A partir de ese momento, comienza la escalada de (IED) proveniente principalmente de capitales franceses (70%) y norteamericanos (30%) (Vergara, 2001), impactando tanto la compra como el valor del suelo de la zona central y en particular del Valle de Colchagua.

Dicho panorama se convierte en un aliciente que describe el proceso de “transformación espacial del orden material” (Aliste et al, s/f), donde se constatan cambios radicales en la estructura de la propiedad, las superficies de cultivos, las superficies regadas, entre otras; que se conjugan con la construcción de una territorialidad asociada al espacio agroindustrial. Lo anterior, vinculado con la construcción de una marca, la proyección de una tradición productiva y la valoración patrimonial del espacio, que requieren de la elaboración y posicionamiento dentro del mercado internacional de los vinos de alta gama (ídem).

Producción y reproducción en tres comunas del Valle de Colchagua: contexto y metodología

Actualmente, en las ciudades agrarias de Chile no sólo se observa un traslado de habitantes de los villorrios rurales hacia las inmediaciones de las cabeceras comunales, que es dónde el estado ha decidido construir viviendas sociales, sino que también se evidencia un proceso migratorio de sectores metropolitanos periféricos y pobres hacia el valle agroindustrial (Canales y Canales, 2012). En la nueva configuración del Valle de Colchagua, se sustituye la migración campo-metrópolis por el éxodo de los campesinos y trabajadores agrícolas asentados en las cabeceras comunales aledañas a su espacio de residencia.

Si bien esta nueva imagen pone de manifiesto la separación de lo productivo y reproductivo en las ciudades agrarias, se ha ido constatando que la estructura que éstas adquieren depende del lugar y la función que ocupa cada comuna en la jerarquía de la planificación estatal, pero también de la dinámica de la agroindustria. Bajo esta lógica, se van posicionando distintos escenarios de inclusión y exclusión social respecto a la accesibilidad a la que pueden optar los diferentes trabajadores/habitantes en función de la ubicación de su lugar de residencia. Al investigar ciudades agrarias situadas dentro del Valle de Colchagua: Lolol, Nancagua y Santa Cruz,9 es posible constatar distintas configuraciones territoriales, tal y como lo pasaremos a revisar.

La ciudad de Santa Cruz pasó de ser una comuna de residencia rural a adquirir características de ciudad intermedia, transformándose desde el año 2000 en una comuna donde se concentran importantes servicios: instituciones públicas, comercios, instituciones educacionales y servicios de salud, que dan cobertura a las necesidades de localidades menores, aledañas a esta ciudad. Junto con lo anterior se constata la variación de sus indicadores de población urbana que pasan de un 34,3% en el año 1972 a casi duplicarse en el año 2017 con un 60,3%. (INE, 1972; 2017)

Una de las características de esta comuna, es que al norte de su ubicación se observa una menor densidad poblacional, debido a que es en este lugar donde se asientan viviendas de mayor valor, y al sur, presenta una mayor densidad con viviendas de menor valor emplazadas más allá de los límites urbanos delimitados. (ibíd.) Esta condición permite señalar que, al igual que la configuración general de las ciudades intermedias en Chile, la localización de la vivienda social en las ciudades agrarias se focaliza principalmente en los márgenes de ésta, poniendo de manifiesto la significativa densificación y homogenización del tipo de habitante que reside en estos espacios. Así, se replica el modelo de ciudad fragmentada y expandida de las ciudades latinoamericanas con los desequilibrios territoriales que acarrea esta configuración. (Salazar y Cox, 2014)

Fuente. Mapa de la Comuna de Santa Cruz, región de O`Higgins, Chile, en Google Maps, 2017.

Figura 1 Foto satelital de la comuna de Santa Cruz 

En el caso de la comuna de Nancagua, que limita al Oeste con la comuna de Santa Cruz, la configuración espacial demarca evidentemente una separación entre el espacio productivo y el reproductivo. Esto queda representado, además, en el aumento (igual que en la comuna de Santa Cruz) del número de habitantes urbanos en la zona, pasando de 22,7% en el año 1972 a 62,23% para el año 2017. (INE, 1972; 2017)

Contrasta la trama habitacional de esta comuna, donde se aglutinan en las inmediaciones del centro de la ciudad construcciones tradicionales de fachada continua y tejas de madera, que pertenecieron antiguamente a las familias tradicionales de la comuna, con las viviendas modernas10 (pequeñas parcelas y viviendas sociales). La distribución de la ciudad de Nancagua, sin embargo, se ve interrumpida y dividida por la carretera y la antigua ruta ferroviaria, debido a la expansión de la ciudad hacia el sur a finales de la década de los 90.

Fuente. Mapa de la comuna de Nancagua, región de O`Higgins, Chile, en Google Maps, 2017.

Figura 2 Foto satelital de la comuna de Nancagua 

Finalmente, en la comuna de Lolol, ubicada también en el Valle de Colchagua,11 es posible observar la clásica ciudad rural, previa a la reconfiguración productiva agraria. En lo que respecta a sus indicadores de urbanización, para el año 1972 era del 10,1% (el tercero más bajo de toda la provincia de Colchagua), pasando en el 2017 al 38,41%. (INE, 1972; 2017) En los últimos años, este aumento en los indicadores de urbanización ha repercutido en un significativo cambio en los modos de vida de los habitantes de esta comuna.

Una de las características distintivas de esta comuna es que su centro histórico fue declarado zona típica12 en el año 2003. No obstante, como consecuencia del terremoto del año 2010, gran parte de la infraestructura del casco histórico y en general de toda la comuna resultó gravemente dañada. Esto produjo una serie de manifestaciones por parte de la comunidad lololina en torno a las escasas respuestas que obtuvieron de las autoridades públicas, en una primera instancia, acerca de las alternativas de reconstrucción.

Fuente. Mapa de la Comuna de Lolol, región de O`Higgins, Chile, en Google Maps, 2017.

Figura 3 Foto satelital de la comuna de Lolol 

Tal como hemos revisado, la fragmentación espacial y la exclusión social adquieren características particulares en el período postindustrial, en consonancia con los efectos que las dinámicas económicas generan dentro y entre los territorios. (Sabatini et al, 2001; Turok, 2006; Orellana, 2007) Las nuevas complejidades territoriales, expuestas aquí (la urbanización de los asentamientos agrarios, la densificación poblacional de los sectores con menos recursos, la accesibilidad a los espacios laborales), requieren orientar la mirada hacia el reconocimiento de las subjetividades asociadas a la configuración de los territorios, de manera que se comprenda los efectos que tiene el contexto de la globalización de los mercados en la forma de habitar los territorios por parte de sus actores. Para ello, empleamos una metodología basada en entrevistas en profundidad que nos permite la identificación de las trayectorias de movilidad residencial de los trabajadores/habitantes de estos territorios.

El relato entregado por los sujetos se constituye como una herramienta de gran utilidad para comprender sus percepciones con respecto a sus entornos urbanos. De esta manera, la movilidad residencial se transforma en un elemento central para comprender las estrategias que forman parte de las trayectorias de vida a través de las cuales se transforman los espacios sociales, y asimismo distinguir la segregación, la mixtura social, la fragmentación, etc.

Trayectorias de movilidad residencial de los trabajadores agrarios del vino

Para indagar en las subjetividades asociadas a la configuración de los territorios, interrogamos a los trabajadores/habitantes agrarios con el propósito de reconocer, en primer lugar, al sujeto como causa: ¿quiénes son los sujetos que se ven en la necesidad de trasladarse a vivir a los espacios urbanos de los territorios agrarios? ¿Cómo y dónde se instalan dentro de este espacio? Y, en segundo lugar, al sujeto como correlato, es decir, en relación con las percepciones, representaciones, sentimientos de bienestar económico y bienestar subjetivo: ¿logra la movilidad residencial efectos en la inclusión social? ¿Perciben añoranza o bienestar a partir de su cambio residencial? Finalmente, también se aborda al sujeto como agente, interpretando sus estrategias y tácticas en torno a su propia percepción de exclusión social: ¿qué estrategias despliegan los sujetos para acceder a los bienes y servicios? ¿permite este modelo desplegar estrategias que apunten a la inclusión social? La aproximación a estas interrogantes nos condujo a los hallazgos que presentaremos a continuación.

Movilidad residencial: el paso de lo rural a lo urbano

El cambio residencial desde un espacio rural a otro urbano se encuentra relacionado con los procesos expulsivos, cuya consecuencia es la transformación de los modos de inserción al medio productivo por parte de los sujetos agrarios, donde se pasa de ser campesino (padre) a ser trabajador agrícola (hijo). Dicha trayectoria residencial vinculada a lo laboral está relacionada principalmente con hombres en edad adulta y que fueron parte de los embates asociados a los procesos de la reforma (1967-1970) y contrarreforma agraria (1973-1979).

El traslado de residencia, desde las zonas rurales a las urbanas, en la experiencia de José, un trabajador de Colchagua, nos permite reconocer la percepción de una generación que vivió en su infancia el proceso de reforma agraria, situación que transformó su hábitat y, además, su vínculo con la industria agraria, pasando de una familia campesina a ser un asalariado de ésta. De su relato es posible constatar un paulatino y comprensivo desapego de las tradiciones asociadas a la vida en el campo.

Yo siempre he sido de acá de Nancagua, pero era de otro sector. Yo nací en una localidad que se llama San Gregorio […]. Bueno, la infancia fue toda en esa localidad, mi transformación es bastante importante. Ya desde esa época, por el hecho de haberse creado la corporación de reforma agraria, se parcelaron muchos fundos13 que había acá. En el año 1976, después del golpe militar [del año 1973], se parceló14 y producto de eso mismo llegaron muchas personas que ni siquiera eran del sector, ni siquiera habían trabajado ahí, entonces eso también hizo... o sea, hubo como una injusticia para la gente que siempre trabajó ahí.

E: ¿Hubo todo un recambio en la población?

J: Claro, pero prácticamente la gente no se vino a vivir al sector, porque la gente es más acomodada, o sea tenían sus prioridades o cosas en otros lados. (Fragmento de la entrevista a José, trabajador agrícola permanente y dirigente sindical, habitante de viviendas sociales en Nancagua).

A partir de sus recuerdos, José realiza un recorrido de cómo vivenció los anhelos de la reforma agraria y, a su vez, el proceso de despojo y expulsión de las tierras. A partir de la llegada de los nuevos propietarios de las tierras rurales, ya no se considera a los campos como “un espacio para vivir”, sino como “un espacio para producir”. Asimismo, se dilucida que pese a las complejidades que tuvo el proceso de expulsión, no existe una añoranza por la condición campesina de sus padres, sino más bien una actitud pasiva frente a la pérdida y las transgresiones provocadas por el proceso de reconversión productiva.

En la narración de José se describe la masiva migración que implicó el despojo de las tierras y, a su vez, la inauguración del nuevo proceso de migración residencial hacia el Valle de Colchagua, debido a la emergencia de una importante oferta de viviendas sociales en la comuna de Nancagua. Esto, sin embargo, no significó un cambio de ciudad o una migración hacia la metrópolis, sino más bien un asentamiento dentro de la misma zona donde muchos de ellos crecieron, pero ahora bajo nuevas condiciones. Se presenta entonces el habitar, desde la perspectiva de los trabajadores de la agroindustria, como un modo de vida relacionado con la condición de asalariado:

Entonces, la gente empezó a emigrar a los sectores de alrededor y aquí mismo en la comuna de Nancagua también. Por ejemplo, este sector, aquí donde está esta población15 era una parcela de un caballero que se llama Teodoro Garay, esto se llamaba asentamiento “San Gabriel”, y todas esas poblaciones que se ven más allá eran parcelas. Así que, ha ido creciendo demográficamente la construcción de vivienda […]

A nosotros nos costó bastante construir acá, porque estaba malo el terreno. El SAG [el Servicio Agrícola y Ganadero] tiene que autorizar para que [el terreno] pase a ser urbano. Y [por otra parte] el plano regulador16 de Nancagua llegaba [solamente] hasta la línea férrea y esa era la parte urbana. Así que nosotros pasamos a ser rurales y se siguió en el SAG hasta que se consiguió hacer urbano esto y ahí empezó a crecer [la ciudad]. Entonces se ha ido expandiendo [el plano regulador]. (Fragmento de la entrevista a José, trabajador agrícola permanente y dirigente sindical, habitante de viviendas sociales en Nancagua)

Otro elemento que llama la atención de su relato, es la descripción acerca de cómo los antiguos asentamientos humanos pasaron a ser terrenos que permitieron la expansión de la ciudad, al construirse en ellos parte importante de las viviendas sociales que existen actualmente en la zona. Los terrenos donde se asentaron las viviendas sociales eran en su gran mayoría inundables, por lo tanto: con malas condiciones de irrigación de agua. Situación que describe las prácticas de urbanización para los sectores rurales en Chile y que evidencian la especulación inmobiliaria privada urbana, característica de las configuraciones de las actuales ciudades en América Latina (Sabatini et al, 2001). Esto último ha implicado que las familias pobres tengan que habitar en sectores no aptos para la construcción de viviendas, teniendo por consecuencia procesos de segregación y el aumento de desigualdades socioambientales (Fuentes et al, 2011).

Otra de las características relevantes en el relato de José es la identificación de proyectos y anhelos vinculados a la obtención de su “casa propia” (Lazo y Calderón, 2010). Sin embargo, y quizás debido a su trayectoria familiar campesina, es posible identificar a su vez una negociación reivindicativa que involucra una relación entre el sindicato y la empresa en lo que respecta al mejoramiento de la vivienda. De allí, que esta forma de proceder pueda estar estrechamente ligada a la tradición hacendal y al rol que ésta tuvo en el otorgamiento de viviendas a sus trabajadores (inquilinos).

En el año 1991, cuando volvió “la democracia”, nos organizamos como sindicato en la empresa. Y dentro de esos beneficios, cuando negociábamos colectivamente […], nosotros solicitábamos ayuda para arreglar las viviendas o para hacer una ampliación o para construir. Muy pocas veces fue aceptado, pero la empresa sí lo hizo cuando tuvo la posibilidad. (Fragmento de la entrevista a José, trabajador agrícola permanente y dirigente sindical, habitante de viviendas sociales en Nancagua).

Entre las razones esgrimidas para trasladarse a vivir a los sectores de viviendas sociales en Nancagua, destaca el hecho de no cubrir las necesidades básicas (luz, agua potable, vivienda en buenos condiciones), situación por la que debieron atravesar muchas familias de los sectores rurales del interior del Valle de Colchagua. Estas experiencias ponen en evidencia las malas condiciones de vida en las cuales vivían las familias de esas zonas, tal como lo relata Andrea, una joven trabajadora agrícola temporal que hace menos de un año se trasladó junto a toda su familia a un conjunto de viviendas sociales recientemente entregadas a los afectados del terremoto:

A: Yo nací en Santiago, después nos fuimos a vivir en Cabrería17 y después nos vinimos a vivir acá [a Nancagua]. En Cabrería […] ahí son chozas, es distinta la vida de acá. Llevamos ocho meses acá y a Cabrería llegué a los doce años y ahora tengo treinta y tres.

E: ¿Cómo era la vida allá?

A: Buena, a mí me gustaba más allá que aquí, pero bueno uno tiene que venirse a lo suyo.

E: ¿Por qué se vinieron para acá?

A: Porque nos salió la casa. Querían deshacerse de los campamentos,18 y allá son puros campamentos, así que ahí hicieron un comité [de vivienda]19 y nos metimos todos y nos vinimos para acá. (Fragmento de la entrevista a Andrea, trabajadora temporal, habitante de viviendas sociales en Nancagua).

En el discurso de Andrea se observa otra cara de la vida de muchos habitantes de sectores rurales, donde la movilidad residencial, desde la vivienda rural hacia la vivienda social urbana, es una posibilidad de mejoramiento de su condición y calidad de vida. Asímismo, se puede apreciar la escasa capacidad de agenciamiento para alcanzar la solución a sus malas condiciones de vida y al empeoramiento de éstas luego del terremoto. Se identifica un cambio de situación gracias al impulso de un actor externo (agente del estado). Pese a esto, se repite la sensación de expulsión al señalar: “querían deshacerse de los campamentos”.

Elsa, dirigente del comité de vivienda de la Villa Don Horacio, uno de los conjuntos de viviendas sociales más grandes de Santa Cruz, relata las precarias condiciones en las que viven muchos de los actuales habitantes de los sectores rurales circundantes a la comuna. En efecto, esta entrevistada pone de manifiesto que en la actualidad no es una alternativa plausible el habitar en sectores rurales para los sujetos pobres y sin tierra. A partir de los relatos de José, Adréa y Elsa se constatan las radicales diferencias que existen entre los modos de habitar rurales y urbanos en el Valle de Colchagua y, al mismo tiempo, la aspiración que tienen los actuales habitantes de los sectores rurales de salir de sus sectores e instalarse en viviendas sociales urbanas. El desarraigo con respecto a lo rural, que explicitan José y Andrea, viene a dar cuenta que a pesar que la vivienda social no cumple en principio con las expectativas de solución habitacional, como sucede en el caso de José, ésta les permite mejorar sus condiciones de vida.

Migración hacia las comunas del Valle de Colchagua: estrategias de salida de la pobreza por parte de habitantes de las zonas periféricas de la Región Metropolitana

La migración de sujetos en condiciones de pobreza desde las periferias metropolitanas urbanas hacia las ciudades agrarias es un fenómeno reciente. Dicho fenómeno se encuentra relacionado, principalmente, con los procesos de urbanización de las ciudades agrarias globalizadas, con la asalarización de la mano de obra agraria, con la ampliación de alternativas laborales asociadas a la temporada de vendimia, los packing,20 los trabajos temporales, entre otros.

Dentro de este trabajo es posible identificar un número significativo de mujeres, principalmente a cargo de su hogar,21 que se trasladan junto a sus familias e hijos a las diversas comunas del Valle de Colchagua. Llama la atención el hecho de que la mayoría de las mujeres migrantes provenientes de sectores metropolitanos (entrevistadas en el contexto de este trabajo) eran dirigentes de comités de acceso a las viviendas sociales en sus comunas. Elsa, una trabajadora agraria temporal proveniente de Santiago, da cuenta de un correlato desde su condición de sujeto, donde sus percepciones y representaciones acerca de su calidad de vida se encuentran estrechamente vinculadas con la relación que ella establece con el paisaje y el entorno. Esto le permite ponderar las malas condiciones de vida que enfrenta como dirigente.

Ella vive en una “mediagua”22 donada por el alcalde de la comuna que se encuentra instalada provisionalmente en un sitio que arrienda a muy bajo costo. Lleva varios años luchando por la construcción de viviendas sociales en la comuna de Lolol. Al momento de entrevistarla nos cuenta el largo camino andado:

A ver, yo vengo peleando hace bastante tiempo por lo mismo. O sea, yo estaba en un comité [de vivienda] de 37 socios, eso fue antes del terremoto [del año 2010], éramos 37 socios y vamos a ocupar el mismo terreno que teníamos antes. Es un terreno que está en una punta de allá, pero por la otra villa […] llevamos 5 años. Bueno, dejamos estancado [el asunto del comité y su organización] porque por todos lados había terremoto […] En total hay 5 comités [de vivienda en la comuna de Lolol], o sea, con nosotros somos 5 comités. Son trescientas cincuenta y tantas familias y todas necesitan casa.

Lolol ha estado alejada de las construcciones, se han dedicado a hacer casas a la gente que se les cayó la casa, inclusive hay gente que no le han construido la casa. A diferencia de Santa Cruz, Curicó,23 yo escucho la radio y escucho que han construido casas, y aquí nada. En Paredones24 también construyeron casas para la gente terremotiada, pero aquí no. (Fragmento de la entrevista a Elsa, temporera y dirigenta del comité de vivienda, habitante de mediagua en la comuna de Lolol).

En este relato es posible evidenciar la precariedad en la que vive, pero a su vez el arraigo que tiene con el lugar que la ha acogido, a ella y su familia, por más de diez años. Su arraigo, evidentemente, no está en relación a la propiedad, sino a las condiciones de vida que ella le confiere al habitar en la comuna de Lolol, aspectos que resalta en la entrevista. Ella señala como aspectos positivos de su migración a Lolol el sentimiento de tranquilidad y libertad, ya que no se siente amenazada por la violencia y la delincuencia, que, según nos relata, fueron sus razones para salir de Santiago.

Una trayectoria similar de movilidad residencial desde Santiago a Santa Cruz es el caso de Olga, otra mujer dirigente de un comité de vivienda del Valle de Colchagua. En su experiencia se puede identificar un vínculo previo con el espacio rural, debido a su proveniencia de un sector rural periférico de la Región Metropolitana en la comuna de Colina.25

El hecho es que mi familia se formó así, con 3 hijos, y nos fuimos a vivir a una zona rural que fue Colina, después de vivir en Santiago, con nuestra hija de once meses y de ahí pa’rriba. Veníamos a emprender nuevo mundo, hace mucho años vinimos a conocer Santa Cruz y nos gustó, y decidimos venir a vivir a Santa Cruz y alejarnos del bullicio, de todo lo malo, arrancar un poco de la congestión de Santiago, y todo lo que significa Santiago: exceso de trabajo, correr mucho, tener una vida complicada porque vives más encerrado que libre, me refiero a todo lo malo que hay, porque igual tenemos mucha delincuencia en Santiago, y eso es complicadísimo. Entonces arrancamos de lo fuerte que había, llegué hace 19 años a Santa Cruz. (Fragmento de la entrevista a Olga, temporera, peluquera y dirigenta social, habitante de viviendas sociales en Santa Cruz).

Entre algunas de las razones que la impulsaron al traslado está la inseguridad que representa para ella la ciudad metropolitana. En contraposición, la connotación que le da a la vida en los territorios agrarios, que para ella representan la “libertad” por los tiempos más pausados y a los elementos identitarios con los que se representa a la sociedad rural, más acogedora y más confiada.

Llama la atención, en los discursos de Elsa y Olga, las contradicciones que es posible identificar en sus relatos con respecto a la “calidad de vida”. A pesar que Elsa vive en precarias condiciones habitacionales y aún sin vivienda propia, no duda de su elección de trasladarse a la comuna de Lololm y de poner en valor la seguridad y el paisaje por sobre la adquisición de una vivienda. Una situación similar se encuentra en el relato de Olga, la cual antepone la calidad de vida y los vínculos sociales que establece con su entorno a la inserción laboral de su marido, que implicó que éste tuviera que volver a Santiago en busca de trabajo, y establece una relación conyugal con presencia intermitente durante el tiempo que éste estuvo con vida.

Otro elemento a destacar dentro de los relatos es nuevamente la presencia de la temática de las desigualdades territoriales, al comparar las condiciones de habitabilidad y el acceso a la vivienda en los distintos tipos de comunas agrarias (Santa Cruz y Lolol). De esta manera, las particularidades espaciales dan cuenta de un desarrollo desequilibrado entre los diferentes territorios agroindustriales globalizados, posicionando a sus habitantes en condiciones desiguales a pesar de que la industria (en este caso la industria vitivinícola) se encuentra igualmente distribuida en el Valle de Colchagua.

Conclusiones

La configuración espacial que adquieren las comunas asociadas a los espacios agrarios del vino se encuentra en directa relación con la jerarquía que éstas tienen dentro del proceso productivo agrícola. En lo que respecta al rol del estado y su incidencia en el proceso de configuración de los territorios agrarios, es posible identificar que éste es principalmente un actor subsidiario, con directa dependencia del sector privado tanto en lo que respecta al uso del suelo y la construcción de viviendas sociales como en el desarrollo productivo del territorio, ya que la forma de intervenir por parte del Estado es dando soluciones reactivas frente al proceso de expulsión generado por la agroindustria.

Junto a lo anterior, la empresa vitivinícola se ha transformado, en más de un caso, en un activo promotor del otorgamiento y mejoramiento de la vivienda de sus trabajadores. De esta manera, la privatización de la construcción de las ciudades agrarias se transforma en una categoría central, que es posible identificar, en general, en relación al poder que ostenta la agroindustria vitivinícola, y, en particular, asociada a la influencia que aquellas ejercen en la construcción de los territorios.

En concordancia con lo anterior, el importante desarrollo en infraestructura y en equipamiento inmobiliario que ha tenido en las últimas décadas la comuna de Santa Cruz se traduce en una configuración espacial análoga a la de la ciudad intermedia, con todos los problemas que aquello acarrea, a saber: la fragmentación y la alta concentración de viviendas sociales en espacios acotados y segregados dentro de la ciudad (Janoschka, 2002). Esta situación pone en evidencia una distribución desigual de la población y de sus posibilidades en el territorio.

Con todo, actualmente este escenario no llega a ser una problemática de preocupación para sus habitantes, debido a que el tamaño del territorio no implica grandes dificultades de accesibilidad a bienes y servicios. No obstante, si no existe planificación y se carece de límites claros con respecto al crecimiento de la ciudad y las implicancias que puede generar la fragmentación y segregación en estos espacios, en el mediano plazo probablemente se replicarán problemáticas de inseguridad que actualmente aquejan a muchas ciudades intermedias en Chile y América Latina.

El presente análisis pone de manifiesto el carácter expulsivo y excluyente que ha tenido la industria vitivinícola de exportación en lo que atañe a la apropiación del espacio rural: reduciendo su condición a un espacio eminentemente productivo, beneficia en mayor medida a los grandes productores en detrimento de aquellos de menor envergadura. Lo anterior está estrechamente relacionado con los procesos de acumulación de tierras rurales por parte de la agroindustria, que expulsa a los habitantes rurales a través de la localización y promoción del bienestar que implica una vivienda en los sectores urbanos de las comunas agrarias.

A través de los relatos de los trabajadores/habitantes de los territorios agrarios salen a relucir las profundas desigualdades con respecto a la apropiación de la tierra. En consecuencia, aquellos se ven cada vez más imposibilitados de acceder a tierras para su producción, como efecto del proceso asociado a la acumulación capitalista neoliberal (Borras et al, 2013; Sassen, 2015).

Es importante destacar la relevancia que le da el actual habitante agrario a la posibilidad de vivir en sectores urbanos, lo cual tiene estrecha relación con las narrativas de modernización a las que han aspirado por décadas los sujetos agrarios (Tinsman, 2016). Así, su trayectoria de vida, asociada a privaciones, vulnerabilidades y expulsiones de sus sectores productivos, generan una visión positiva en relación a los beneficios que le otorga el habitar en viviendas sociales urbanas, debido al acceso a bienes de consumo, fuentes laborales y, en general, a los beneficios de una modernidad que por años les fue esquiva.

De este modo, la imaginación geográfica se entrama con las subjetividades desde donde emergen, prinicipalmente, sujetos que se representan desde la causa y el correlato, en la medida en que las nuevas configuraciones territoriales y sus caraterísticas adquieren las nuevas desigualdades, aquellas que son percibidas como un tránsito que, a pesar de ser interpretadas como expulsivas en sus orígenes, logran dar respuesta a las necesidades que requieren para tener una mejora en la calidad de vida (acceso de la vivienda propia, servicos básicos, un ambiente libre de violencia). No existe en los discursos una visión crítica al proceso o una estrategía desplegada que denote a un sujeto frente a este cambio y frente a la expulsión desde la agencia, salvo en el caso de los trabajadores agrarios permanentes de las viñas que han desplegado reivindicaciones a partir de la conformación de sindicatos de trabajadores agrarios en la zona.

Frente a lo anterior, es importante destacar la relectura de la pobreza y la precariedad que hacen los sujetos provenientes de la periferia metropolitana, quienes, pese a seguir viviendo en condiciones de vulnerabilidad, resignifican su carencia a partir de la posibilidad de incorporarse a asentamientos humanos urbanos, donde se siguen identificando valores asociados a los modos de vida rurales, los cuales están vinculados a la pausa, el paisaje y el acceso a trabajo temporal en los campos.

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1 El Ministerio de Vivienda y Urbanismo de Chile define a los Villorrios como “asentamientos humanos separados de la ciudad o centro urbano, de una extensión demográfica no superior a 2500 habitantes, dotados de infraestructura básica y con una o varias actividades productivas que les aseguren fuentes laborales” (MINVU, 1994).

2Se abordará específicamente el Valle de Colchagua como muestra paradigmática de esta transformación, puesto que ahí se pasó de un modelo tradicional y extensivo a un modelo moderno y orientado a la exportación, posicionándolo en pocos años en uno de los principales productores de vinos de “cepas finas” del país (Muñoz, 2009; Bengoa, 2012).

3La utilización de la “imaginación geográfica” como herramienta analítica de la problemática que concierne a este estudio está estrechamente relacionada con la “imaginación sociológica” propuesta previamente por Wright Mills et al (1961), conceptos que desde la perspectiva de Harvey son de distinción artificial (Harvey, 2007), pero que al destacar el carácter geográfico invitan a dotar a la investigación social de la conciencia y relevancia del espacio.

4Se realizaron un total de 20 entrevistas, las cuales fueron codificadas y analizadas a través de la utilización del software AtlasTi. El período de realización de las entrevistas fue entre los años 2014 y 2016.

5Ésta convoca a las viñas de mayor tamaño instaladas en el Valle de Colchagua.

6En el año 1995 se promulgó la ley de zonificación vitivinícola y denominación de origen para productores de vinos en Chile y tiene como objetivo garantizar que al menos el 75% de la uva sea proveniente de una zona en particular y certificar que la uva utilizada en la elaboración corresponda a la cepa indicada en la etiqueta.

7Cabe señalar que este fenómeno es parte de los procesos de conformación de los actuales paisajes agrarios en Chile, que responde a los efectos de la contrarreforma agraria implementada por la dictadura militar (1973-1979). Durante este período, se desarticulan los asentamientos constituidos durante la reforma agraria, a través de la entrega de títulos de propiedad individuales (Widmyer, 2015). Este hecho deja a muchos campesinos a expensas del capital financiero, los cuales, debido a los escasos recursos y al desconocimiento de las estrategias para integrarse a las dinámicas productivas globalizadas del vino, no encontraron más alternativa que vender sus tierras. De esta manera, se explica que la propiedad de la tierra agrícola del Valle de Colchagua actualmente se concentre en manos de empresarios e inversores agroindustriales nacionales e internacionales.

8Lo que para el caso del Valle del Colchagua significó la construcción masiva de viviendas sociales.

9La decisión de seleccionar estas comunas se debe a la relevancia que adquieren en el proceso de desarrollo de la industria vitivinícola de la región. Esta selección se realizó utilizando, en primer caso, los criterios propuestos por Berdegué et al (2011), los que consideran aspectos demográficos, pobreza, distribución de ingresos, empleo, vivienda, provisión de servicios entre otros (ídem); y en segundo caso, los criterios utilizados por la Estrategia de Desarrollo Regional de la Región de O'Higgins (2011- 2020), los que consideran el equipamiento y los servicios disponibles para sus residentes y las comunas aledañas. De esta manera, Santa Cruz representa a la Ciudad Rural y Centro subregional de aprovisionamiento de servicios de este Valle; Nancagua, a las Comunas Rurales-Urbanas con Centro Comunal; y, Lolol, a las Comunas eminentemente rurales con Centro Subdotado.

10Que alcanzan un valor aproximado de 45 a 48 mil dólares americanos.

11La comuna de Lolol se ubica aproximadamente a 33 kilómetros al oeste de la comuna de Santa Cruz.

12El consejo de Monumentos Nacionales de Chile define a las zonas típicas como “agrupaciones de bienes inmuebles urbanos o rurales, que constituyen una unidad de asentamiento representativo de la evolución de la comunidad humana, y que destacan por su unidad estilística, su materialidad o técnicas constructivas”. Recuperado de http://www.monumentos.cl/monumentos/definicion/zonas-tipicas Consultado el 19 de junio de 2018.

13En Chile se entiende por fundo a aquellas explotaciones agrícolas de gran tamaño conocidas en otros países como hacienda.

14Se dividió.

15En Chile suele entenderse por población a un conjunto de viviendas sociales o barrios de condiciones más modestas.

16El plan regulador es la normativa con la que cuenta cada comuna dentro de sus límites urbanos para autorizar o no la construcción de inmuebles.

17Localidad ubicada cerca de la comuna de Nancagua.

18En Chile se entiende como campamentos a los sectores en donde las personas habitan en viviendas autoconstruidas. Muchos de ellos en ocasiones no poseen servicios básicos como agua y luz, y normalmente se trata de la ocupación ilegal de terrenos.

19Por comité de vivienda se entiende en Chile a agrupaciones de personas que buscan una solución colectiva de construcción de viviendas por parte del estado. Las personas se organizan, ahorran y solicitan al estado su intervención en la búsqueda de terrenos y en la construcción de viviendas sociales.

20Inmobiliario agrícola (bodega o galpón) que se utiliza para la selección, categorización y embalaje principalmente de la fruta y productos agroindustriales de exportación.

21En Chile, a las mujeres cabeza de hogar se les denomina “jefas de hogar”.

22Se entiende por mediagua a una pequeña casa autoconstruida generalmente en condiciones precarias.

23Ciudad más grande ubicada una región más al sur de la Región de O’Higgins donde se realiza el presente estudio.

24Ciudad ubicada en la región de O’Higgins cerca de la comuna de Lolol, donde habita la entrevistada.

25Comuna ubicada al norte de la región metropolitana de Santiago.

Recibido: 22 de Junio de 2018; Aprobado: 13 de Octubre de 2018

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