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Andamios

versão On-line ISSN 2594-1917versão impressa ISSN 1870-0063

Andamios vol.14 no.35 Ciudad de México Set./Dez. 2017

 

Reseñas

Reivindicando al soberano

Rafael Caballero Álvarez1  * 

1 Profesor-investigador en el Centro de Capacitación Judicial Electoral del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, México.

Aguirre Sala, Jorge Francisco. 2016. La democracia líquida. Los nuevos modelos políticos de la era digital. Barcelona: Editorial UOC,


Las democracias modernas son producto de un proceso histórico de más de tres siglos, que incluye el desarrollo de los sistemas electorales, los partidos políticos y los mecanismos de democracia semidirecta, entre otros elementos que permiten su funcionamiento. Sin embargo, en la actualidad se ha vuelto un lugar común sostener que la democracia enfrenta una crisis, lo mismo que algunos de sus actores y procedimientos hasta ahora considerados claves, como los partidos políticos y algunas instituciones del Estado, por ejemplo, las encargadas de organizar las elecciones.1 Esta percepción se manifiesta con distintas variaciones de región en región, entre países y con distintos grados de intensidad.2

La explicación de este fenómeno no puede ser una sola: el enquistamiento de élites políticas y un desempeño mediocre de los cargos públicos, un distanciamiento cada vez mayor entre los representantes políticos y sus representados, la aparente apatía de la ciudadanía por participar en la vida política más allá de la emisión del voto, la ausencia de mecanismos que reviertan estas circunstancias y abran otras dimensiones de la democracia para que esta no solo sea representativa, sino también deliberativa, y, más aun, participativa, son solo algunas.

En su clásica obra El futuro de la democracia, Norberto Bobbio advertía algunos de estos fenómenos que se cernían sobre esta forma de gobierno, a los que se refería como “transformaciones” en sentido axiológicamente neutro, y no como “crisis”, puesto que ello sugería un colapso inminente; percepción que no compartía por considerar que la democracia es dinámica y por ello se encuentra en constante transformación, a diferencia del despotismo, estático y siempre igual a sí mismo (Bobbio 1986. p. 7). Desde esta perspectiva, se podría afirmar que si bien la democracia puede tener “fallas” o “debilidades”, quizás estas no debieran ser vistas en sentido negativo, sino —haciendo uso de la jerga tecnocrática— como áreas de oportunidad.

Esta discusión sobre la situación actual de la democracia, las preocupaciones que despierta y las alternativas para hacerles frente es magistralmente abordada por el doctor Jorge Francisco Aguirre Sala en su obra La democracia líquida. Los nuevos modelos políticos de la era digital.

Como el título sugiere, la columna vertebral de la exposición estriba en el concepto de democracia líquida, forma de gobernar que no es estática, rígida ni dogmática, sino dúctil, flexible, moldeable y envolvente. Se trata de una democracia que permita el involucramiento de las personas en la vida pública como ciudadanos de tiempo completo y no solamente como electores que participan espaciadamente.

Pero, ¿acaso no se supone que las democracias modernas son sustancialmente representativas precisamente ante la imposibilidad de que todos los ciudadanos tomen parte de todas las decisiones en todo momento? Sí, pero el esquema puede ser distinto sacando provecho de internet y de las nuevas tecnologías, o en palabras del autor: mediante la instrumentalización de la democracia electrónica. Esto en razón de que la era digital ha heredado, entre otros beneficios, la posibilidad de una comunicación más fluida, inmediata, abundante y, principalmente, transversal.

Ahora bien, puede haber objeciones a una deliberación política abierta en la democracia líquida —que de por sí se manifiesta en los modelos democráticos tradicionales—, debido al cuestionamiento de la capacidad del elector promedio para la toma de decisiones importantes, sobre todo las que requieren de un conocimiento técnico o especializado. Este tipo de argumentos no son eludidos por el autor, quien dedica al menos un par de capítulos a su discusión y a explicar formas de sortear esos escollos, incluso mediante ejemplos probados de ejercicios deliberativos apoyados por recursos tecnológicos como la figura del presupuesto participativo o la representación por proxies, es decir, un tipo de representación política en la que el ciudadano delega un encargo por un periodo breve y expresamente para la toma de decisiones de un tema en específico que sea del dominio del representante. En este esquema se evitaría la perpetuación en el poder de una clase política, habría una representación más efectiva y un mayor involucramiento ciudadano en los asuntos públicos.

Pero la adopción de la democracia líquida no puede ser por decreto, sino como parte de un proceso que, de acuerdo con lo planteado por el autor, necesariamente debe pasar por mecanismos de formación ciudadana y una consideración de la ciudadanía como un concepto integral, no tan ceñido a la categoría legal-nacional y sí, en cambio, a una dicotomía humana-política. Incluye también mecanismos que sean sensibles a la pluralidad social y a las nuevas realidades del mundo como el multiculturalismo, que dicho sea de paso, es algo más complejo y demanda más de la democracia que la pluriculturalidad o la interculturalidad, según lo explicado por el autor en el capítulo VII.

La democracia líquida es, al mismo tiempo, meta y condición para la construcción de esa nueva ciudadanía, que para erigirse requiere deconstruir en buena medida sus cimientos. Así, Aguirre Sala propone que los ciudadanos salgan de su letargo a partir de un nuevo sentido de justicia que desencadene lo que él denomina pasiones ciudadanas, incentivos emocionales que cimbren la conciencia social y permitan la transformación de la política en una expresión fluida y pasional, entiéndase líquida.

Sin duda se trata de un libro de enorme actualidad sobre los procesos de cambio político del siglo XXI y los retos de la era digital, que abona a la discusión de estos temas desde una perspectiva multidisciplinaria y, en tal virtud, lo mismo nutre la agenda de la sociología que de la filosofía, el derecho y, por supuesto, la ciencia política. Por otra parte, si bien es cierto que el contenido se estructura con un rigor académico impecable, la lectura es fluida y amena (¿líquida?),3 por lo que resulta recomendable para cualquier tipo de público. En ese sentido, seguramente será de gran interés para la llamada generación millenial, pero sin duda también útil para quienes integramos la denominada generación X —o incluso los babyboomers. El libro de Caballero permite entender el tránsito del mundo a un nuevo estado de cosas y conviene a los ciudadanos cuestionarnos sobre el papel que jugamos en las democracias, en aras de reivindicarnos como poseedores del auténtico poder soberano.

Fuentes consultadas

Bobbio, N. (1986). El futuro de la democracia. México: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

1En México, descalificar a las autoridades electorales y negarse a reconocer los resultados de una elección cuando no se gana es algo común, pero no hay que olvidar que, en la más reciente elección presidencial de Estados Unidos, el entonces candidato Donald Trump amagó con desconocer los resultados electorales si estos no le favorecían. Los señalamientos sobre el Consejo Nacional Electoral de Venezuela en el contexto de la elección para la Asamblea Nacional Constituyente representan un ejemplo más actual. Naturalmente, cada caso responde a circunstancias distintas, pero las instituciones electorales salen mal libradas en todos.

2Ciertamente, existen diversos instrumentos que dan cuenta de la falta de uniformidad en las escalas de aprecio por la democracia. Latinobarómetro es un ejemplo.

3Salvo quizás por el capítulo VIII, que es el segundo más extenso y quizás el más denso en cuanto a premisas teóricas, puesto que expone a detalle algunos modelos sobre cómo podría funcionar la democracia líquida a partir de distintos métodos para la designación de representantes o proxies, y explica cómo la tecnología electrónica se puede incorporar en beneficio de tales mecanismos.

* Autor para correspondencia: Rafael Caballero Álvarez, e-mail: r_caballero_a@hotmail.com

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