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Andamios

versão On-line ISSN 2594-1917versão impressa ISSN 1870-0063

Andamios vol.14 no.34 Ciudad de México Mai./Ago. 2017

 

Entrevista

Aprendizajes entre Fronteras. ¿Cómo enfocar la Comunicación, Mediación y Migración en un contexto de intervención social y la acción política? Formas de hacer e investigar desde la universidad transnacional junto a la ciudadanía intercultural. Entrevista a Amparo Huertas Bailén

Cynthia Pech Salvador1 

Virginia Villaplana Ruiz2 

1 Profesora-investigadora en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Ciudad de México. Correo electrónico: cpech_2000@yahoo.com.

2 Profesora-investigadora en la Universidad de Murcia, Facultad de Comunicación y Documentación. Correo electrónico: virginia.villaplana@um.es.


Donde duermo ya no llueve

Ni gotas de agua

ni sílice

ni arena

sólo ruidos de autos

letreros y luces de neón

Mikeas Sánchez1

Amparo Huertas Bailén es profesora del Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB); es directora del Instituto de la Comunicación en dicha universidad (InCom-UAB). Coordina el Grupo Internacional de Estudios sobre Comunicación y Cultura (2014/SGR-01594), en el que es responsable de la línea de trabajo Comunicación, Migración y Ciudadanía. Desde el año 2014, es miembro de la Mesa per a la Diversitat en l’Audiovisual (Consell de l’Audiovisual de Catalunya). Entre los proyectos de investigación que ha dirigido, podemos mencionar Las relaciones sociales de los jóvenes migrantes en internet desde la perspectiva de la interculturalidad (2011-2014), financiado por Ministerio de Ciencia e Innovación (Ayudas para la realización de proyectos de investigación, subprogramas de Proyectos de Investigación Fundamental no orientada; convocatoria 2011 I+D+i) o Los proyectos de dinamización juvenil intercultural dentro del entorno web 2.0 desde la perspectiva feminista (2010-2011), con ayuda del Institut Català de Dones. Actualmente, tiene en marcha el estudio Religión y consumo mediático en contextos post-migratorios: la mirada de las mujeres musulmanas procedentes del Magreb en Catalunya (2015-2017), gracias a la ayuda de la Generalitat de Catalunya (Direcció General d’Afers Religiosos). Entre 2009 y 2016, fue coordinadora de la sección Estudios de Audiencias y Recepción de la Asociación Española de Investigación de la Comunicación (AE-IC).

El trabajo realizado por Huertas en torno a la Comunicación y la Mediación en el ámbito específico de la migración en España nos parece pertinente para reflexionar sobre las dinámicas y procesos migratorios globales, centrando la atención en los últimos años, como la llegada masiva de refugiados e inmigrantes a Europa procedentes del Magreb, Siria, Afganistán, Eritrea, Nigeria o Somalia entre otros muchos países, así como los desplazamientos de migrantes centroamericanos y caribeños por México en busca de alcanzar llegar a Estados Unidos de América, nos lleva a preguntarnos cómo la Comunicación se construye como un eje de mediación entre culturas, entre fronteras. Estos desplazamientos están motivados por causas de distinta índole que, en opinión de la socióloga Saskia Sassen, cada vez se alejan más de la búsqueda de la prosperidad económica, para aproximarse a cuestiones vinculadas con la supervivencia ante la “pérdida masiva de hábitat”. Diariamente miles de personas se ven obligadas a marcharse de sus países natales debido a conflictos bélicos, gobiernos dictatoriales, desertificación o inundación de las tierras, sustitución de la economía local por la global a través de las grandes multinacionales o del turismo, apropiación del territorio por parte de naciones con un mayor PIB o de empresas privadas extranjeras…, y así hasta un largo etcétera que evidencia que la tradicional división entre Sur/Norte-Oriente/Occidente, lejos de desaparecer, se acentúa y que la lógica colonial —en sus diferentes variantes— pervive muy intensamente en el siglo XXI.

–Nos interesa conocer tu perspectiva sobre integración social, consumo mediático y cultural que has desarrollado con las migrantes magrebíes en Barcelona. ¿Podrías contarnos cómo nace la iniciativa que estás desarrollando en el ámbito de la investigación, los aprendizajes con las mujeres e intercambios?

–Mi trabajo sobre el consumo cultural de la población migrante en España, que comencé alrededor del año 2003, aúna todos mis focos de interés anteriores.

En primer lugar, mi área de investigación siempre ha sido las audiencias. Mi tesis doctoral, defendida en 1992 y publicada en 1998 por una pequeña editorial catalana (Cims 97) bajo el título Cómo se miden las audiencias en televisión, trató acerca del estudio cuantitativo de los públicos. Fue mi primera aproximación a este ámbito, pero, a partir de ahí, mi interés pasó a centrarse en los estudios de carácter más académico, aunque sin abandonar la preocupación por observar cómo los estudios comerciales configuran los gustos e intereses de los públicos y diseñan estrategias para definir mercados.

Me ha interesado tanto el estudio y análisis de los marcos teóricos y conceptuales —como queda plasmado en dos publicaciones: La audiencia investigada (Barcelona: Gedisa, 2002) y Yo soy audiencia. Ciudadanía, público y mercado (Barcelona: Universitat Obertade Catalunya, 2015)—, como el desarrollo de un trabajo empírico propio con perspectiva cualitativa. En un inicio, mi principal foco de interés fue la juventud. En ese momento, dos sociólogos españoles tuvieron una gran influencia en mi trabajo: Jesús Ibáñez, especialmente su libro Por una sociología de la vida cotidiana (1994) y su visión de la adolescencia como un constructo estadístico; y Javier Callejo, sobre todo el modo de abordar la metodología cualitativa para conocer los públicos, plasmado en su libro La audiencia activa (1995).

Pero, a medida que fue aumentando la presencia de personas de origen extranjero en las ciudades españolas, mi interés por el estudio de su consumo cultural fue creciendo en paralelo. Los colegios de periodistas comenzaron a editar guías de buenas prácticas para un correcto tratamiento periodístico de estas minorías, pero apenas se planteaba conocerles como receptores y consumidores mediático-culturales. Comencé a interesarme sobre cómo mantienen los vínculos con sus raíces culturales y el uso que asignan a los medios de comunicación elaborados en el nuevo país de residencia. En el año 2003, tuve la oportunidad de participar en una investigación financiada por la CapEs (Coordinaçäo de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior), dependiente del Ministerio de Educación brasileño y el Ministerio de Educación y Ciencia español. El equipo estaba formado por profesores de ambos países, concretamente de mi universidad, la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), y de Unisinos (Universidade do Vale do Rio dos Sinos). A raíz de este proyecto, también surgió una publicación: Migraciones transnacionales y medios de comunicación. Relatos desde Barcelona y Porto Alegre (Madrid: Los Libros de la Catarata, 2008).

Desde ese momento, mi trayectoria empírica no ha abandonado el estudio de la población migrante. De hecho, desde la incorporación de la línea de trabajo Comunicación, Migración y Ciudadanía al Instituto de la Comunicación de la UAB (InCom-UAB) en el año 2007 bajo mi dirección, todas mis investigaciones se han enfocado exclusivamente en este colectivo. Eso sí, a lo largo de estos años, mi modo de observar las migraciones ha cambiado sustancialmente. Lo podría resumir diciendo que, si en un primer momento definía mis estudios utilizando la preposición “sobre” (“sobre las migraciones”), hoy prefiero el vocablo “con” (“con las migraciones”).

Pero cuando decía que mis estudios sobre las migraciones agrupan intereses anteriores, también me refería a una coincidencia que el paso del tiempo me ha revelado. Gran parte de los conceptos que me llamaron la atención de la literatura sobre las audiencias me han servido para confeccionar el marco teórico que poco a poco hemos ido construyendo. Para no extenderme demasiado, mencionaré sólo dos: glocalización (Robertson, 1994) y comunidades interpretativas (Lindlof, 1988), es decir, siempre ha sido foco de mi atención cómo los contenidos mediático-culturales manejan la cultura global y la cultura local, así como el estudio de los contextos de recepción (si las identidades son cada vez más complejas y múltiples, cómo se forman las comunidades culturales). Me he dedicado, entonces, a buscar los modos de reconciliación de los imperativos integradores y atomizadores, siguiendo los términos de Buzan y Segal (1999), ante una humanidad con acceso a un universo cada vez más amplio, pero que no ha perdido la necesidad de sentirse miembro de una cultura y de una civilización diferenciada.

Yo misma me sorprendo cuando releo mis primeros textos y descubro el origen de mis actuales preocupaciones. Así me ocurre, por ejemplo, con “El espectador adolescente. Una aproximación a cómo contribuye la televisión en la construcción del yo”, un artículo escrito en coautoría con Maria Elisa França, publicado en 2001 en la revista zer, de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, y seleccionado como capítulo del libro Adolescencia entre pantallas. Identidades juveniles en el sistema de comunicación, coordinado por Javier Callejo y Jesús Gutiérrez (2012).

En el desarrollo de trabajos empíricos sobre la población migrante, tres autores me han marcado profundamente por actuar como desencadenantes de nuevas miradas. En primer lugar, los estudios de James Lull, especialmente su perspectiva del consumo mediático familiar recogida ampliamente en Inside Family Viewing: Ethnographic Research on Television’s Audiences (1990). En segundo lugar, el trabajo de Katz y Liebes (1990) sobre la recepción en el exterior de la serie norteamericana Dallas, emitida en Estados Unidos entre 1978 y 1991. Estos autores analizaron seis perfiles sociales distintos: cuatro afincados en Israel (israelíes de origen ruso, árabes ciudadanos de Israel, judíos procedentes de Marruecos y, por último, miembros de comunidades kibbutz), un quinto formado por americanos de segunda generación y residentes en Los Ángeles y, por último, un grupo compuesto por japoneses que permanecían en su país natal. Y, en tercer lugar, el trabajo de Ana Uribe (2004) sobre la recepción de telenovelas elaboradas en el país de origen por parte de inmigrantes mexicanos residentes en Los Ángeles.

Con el paso del tiempo, hemos podido configurar un marco teórico alejado del pensamiento dicotómico —o, al menos, ésa ha sido la intención—. Por ejemplo, una de nuestras preocupaciones reside en la importancia de estudiar no sólo la relación “Nosotros”/“Otros”, sino también en el marco de la diversidad que supone el colectivo “Otros”. Frente a las investigaciones que segmentan la población en autóctonos y migrantes, proponemos la necesidad de observar también la complejidad en el seno del segundo grupo. Además, nos hemos preocupado por asignar al entorno sociocultural el papel que se merece en los procesos de integración social, dado que la mayor parte de las investigaciones se vienen centrando en otros ámbitos —como el escolar, el sanitario o el laboral—, salvo raras excepciones como el trabajo de Jessica Retis (2011). Siguiendo la terminología de Pierre Bourdieu, consideramos que el capital social es tan importante como el capital cultural. Así hemos ido configurando nuestra aproximación a lo que Bhabha llama “comunidades paradójicas”, atrapadas en una “temporalidad histórica de identificaciones parciales y dobles que existen de manera contigua en la vida ética y política: simultáneamente, ‘mismo y otro’, nativo y extranjero, ciudadano y forastero, jus sanguinis y jus soli” (2013: 24-25).

En este resumen de nuestra trayectoria investigadora, quisiera resaltar que la perspectiva de género no fue contemplada en un principio, pero la obligación de incorporarla acabó siendo evidente. A la hora de confeccionar las muestras poblaciones siempre nos hemos preocupado por incorporar un número equilibrado de hombres y mujeres, y eso propició que muchos de los resultados obtenidos sólo fuera posible interpretarlos en clave de género.

Este fenómeno se dio siempre de una forma especialmente clara en el caso del colectivo marroquí. Entre el grupo adolescente, nuestros datos nos mostraban hechos como los siguientes: el consumo de internet se realizaba mayoritariamente fuera del hogar y ellas apenas entraban en la red; y la prensa gratuita, repartida en los transportes públicos, era más seguida por ellas que por ellos. Entre la población adulta, recogimos varias experiencias en las que las mujeres nos explicaron que su vida cultural se basaba únicamente en el acompañamiento de hijos(as) en actividades extraescolares (visitas a museos y excursiones) o en el consumo de películas “escogidas para ellas” por los hombres con los que convivían (marido o hermano). Estas marcadas peculiaridades, unidas a que las mujeres solían expresarlas a caballo entre el enfado y la resignación, fue lo que nos llevó a que los últimos años nos hayamos centrado en este colectivo, y asumiendo la perspectiva de género.

Si tuviera que destacar una lectura importante en este último rumbo de nuestro trabajo, sin ninguna duda habría de mencionar a la socióloga turca Nilüfer Göle:

en el contexto europeo, en el que se ha perdido la comodidad de la distancia y se han sincronizado las prácticas, la cuestión de la proximidad surge con fuerza. Más que en cualquier otra región del mundo, es en Europa donde la tensión entre contemporaneidad e Islam se plantea como una cuestión crucial, de la que depende el futuro europeo, ya que es en Europa donde este encuentro conflictivo se manifiesta como proximidad del uno con el otro (2007: 14).

La huella que me dejó la lectura de su magnífico libro Interpenetraciones. El Islam y Europa (2007), del que se ha extraído la cita anterior, quedó reforzada tras acceder a una entrevista que encontré por casualidad en una de esas búsquedas digitales que una hace en momentos de descanso. Göle recuerda aquí lo incómoda que se sintió en un programa de televisión cuando le preguntaron acerca de su identidad como “mujer musulmana”. Reproduzco a continuación el fragmento de la entrevista al que hago referencia:

How do you personally understand the question of Muslim identity, from your own personal experience?

–I was invited on French television after the publication of my book islamic veiling. The journalist asked me a very simple question, “Are you a Muslim?” I didn’t know how to answer the question. I mumbled something. I felt a little bit uneasy about this question, because I said, “I’m here as a sociologist, as a researcher, and then as a woman, as a Turkish. But why question my religion?” I felt almost offended, becase I couldn’t say just, “Yes, I’m a Muslim”. Then I said, “Yes, I am a Muslim, but not an observant”, and we continued the interview.2

La lectura completa de esta entrevista periodística, para mí —que estudié en un colegio católico, que asumí en la adolescencia los beneficios de una sociedad laica y que ahora no me identifico con ninguna creencia religiosa—, fue muy reveladora. A partir de ahí, no dudé en la necesidad de investigar sobre/con estas personas, triplemente marcadas: por el género, la religión y la experiencia migratoria. Más, cuando la islamofobia, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, no parece parar de crecer.

Durante los últimos dos años, en Barcelona, ciudad donde resido, se está generando un importante debate en torno al feminismo y el islam. Quizá la novela Pornoburka. Desventuras del Raval y otras f(r)icciones contemporáneas (2013), de Brigitte Vasallo, pueda marcarse como un punto de inflexión, aunque el texto es una metáfora general sobre la esclavitud del ser, en un mundo donde dar visibilidad a la identidad propia se ha convertido en un eje central de la vida de las personas (Kellner, 2011). Ahora bien, independientemente de la validez de este libro como marcador histórico, lo cierto es que diversas organizaciones, un ejemplo es Pan y Rosas,3 están generando interesantes espacios de debate.

En nuestros trabajos de campo sobre/con jóvenes musulmanas con experiencia migratoria, o hijas de progenitores procedentes del norte de África, estamos detectando que la mayoría muestra una actitud crítica ante la sociedad patriarcal y, simultáneamente, suelen exponer abiertamente el rechazo hacia el feminismo que sienten como impuesto desde Occidente. Precisamente, en nuestro grupo, acabamos de realizar el video Revelades (2016), para el que hemos entrevistado a cuatro mujeres con este perfil —además de una joven catalana cuya conversión al Islam es reciente—. Las entrevistadas nos hablan de su vida como musulmanas y, en cuatro casos, nos explican su experiencia a raíz de la decisión de portar el pañuelo (hijab). El video sólo recoge sus voces y el montaje se hizo con el máximo cuidado para que no quedaran tergiversados sus discursos. Revelades (2016) se ha proyectado por primera vez en una exposición sobre la percepción de la violencia en la ciudad, instalada en el Centro Arts Santa Mònica (Barcelona) en el último trimestre de 2016.

Ahora que, en el área de la comunicación, está tan de moda hablar de transmedia, podríamos decir que nuestro equipo es transmedia. Además de las actividades propias de la academia —ponencias, artículos científicos…—, también queremos hacer llegar nuestras reflexiones a otros públicos y estamos buscando caminos en ese sentido. Es más, esto último se está convirtiendo en una de nuestras prioridades.

–¿Qué alcances crees que pueden tener tus investigaciones respecto de las prácticas comunicativas transnacionales como mediaciones en la integración de los inmigrantes en Europa y los procesos particulares de inmigración que se suceden en Estados Unidos de América?

–Si nos ceñimos a la comunicación transnacional y basamos la respuesta en indicios ya percibidos, el primer alcance en el que pienso tiene que ver con el papel que juegan las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). La experiencia migrante es ahora totalmente diferente a la del pasado, muy lejos queda ya la dependencia del envío de cartas manuscritas para comunicarse con amistades o familiares e, incluso, para intercambiarse periódicos y cintas de casete con audios radiofónicos. Pero, para saber exactamente los usos y las funciones dados a las TIC, es precisa la realización de trabajos empíricos, y es ahí donde creo que nuestro trabajo está haciendo aportaciones interesantes. Resulta imprescindible detectar cómo se configuran las redes globales y cómo este tipo de estructuras no impide la aparición de células o comunidades. Siguiendo esta vez la terminología de Appadurai (2007), volvemos a hablar de lo global y lo comunitario.

Gran parte de los trabajos empíricos que se vienen desarrollando se centran en el comportamiento de las migraciones como diásporas, aunque el término comunidades en dispersión (Tölölyan, 2012) nos parece más acertado al recoger mejor la variedad interna de estos desplazamientos. Entre estos trabajos, podemos destacar el proyecto de Dana Diminescu, el e-Diasporas Atlas,4 o el de Claire Scopsi, sobre la memoria colectiva que generan las webs creadas por migrantes.

Nuestro enfoque es distinto a esta corriente. En nuestro equipo, nos interesa el papel que juegan las TIC en torno a dos aspectos concretos: la socialización (la adquisición e hibridación de valores, actitudes y conocimientos) y la sociabilidad (la formación de amistades). Son ámbitos poco abordados empíricamente y, además, lo hacemos desde miradas escasamente habituales, atendiendo al contexto familiar y con perspectiva de género. Quizá el primer texto donde dejamos plasmada —podríamos decir— esta especialización es el artículo publicado en un número especial de la revista Observatorio de OberCom, el año 2013, con el título “Maghrebi Women in Spain: Family Roles and Media Consumption y firmado en coautoría con Yolanda Martínez Suárez.

Nuestros alcances en lo que se refiere a los procesos particulares de inmigración que se suceden en Estados Unidos de América aparecen ligados a la denominada comunidad hispana. Si bien nuestros últimos trabajos se han centrado en la comunidad del norte de África, no hemos abandonado el estudio de la inmigración procedente de América Latina y el Caribe en España, caracterizada siempre por un elevado nivel de feminización por el mercado laboral que tradicionalmente ocupa (servicios y cuidados). También hemos estudiado aspectos sobre su socialización y sociabilidad, y, al compartir la lengua materna, la comunicación transnacional de este colectivo presenta ciertas peculiaridades. Por ejemplo, además de poder mantener el contacto con la televisión del país de origen vía TIC, también se puede tener acceso a ficción que responde a las raíces culturales propias (y en lengua original) en cadenas españolas o en las salas de cine de las ciudades donde ahora residen; además, la oferta de festivales dedicados a films latinos también ha crecido durante los últimos años.

Cuando hablábamos de indicios sobre los que basar nuestras reflexiones acerca del alcance de nuestro trabajo, nos referíamos a que éstos han podido ser expuestos y debatidos en congresos especializados internacionales. Citaré, a modo de ejemplo, los dos encuentros más recientes a los que he sido invitada. En noviembre de 2016, tuve la oportunidad de participar en el Coloquio Internacional Migrations contemporaines, territorialité, information et communication médiatisées, organizado por la Université Blaise Pascal Clermont-Ferrand 25 en Francia. Durante el mes de julio de 2015, fui una de las coordinadoras del simposio aprobado bajo el título “Migraciones transnacionales, comunicación y tecnologías”, en el marco del 55 Congreso Internacional de Americanistas, en la Universidad Francisco Gavidia (El Salvador).

***

Los planteamientos críticos de Homi Bhabha, Gayatri Spivak y Edward Said, entre otros, han constituido instrumentos teóricos fundamentales en los estudios poscoloniales, así como en los relacionados con la comunicación. A pesar de las críticas que se han sucedido sobre la propia definición del término “poscolonialismo”, éste sigue ofreciendo un campo abonado, ya sea para revisar críticamente la modernidad y sus formas de explotación y violencia colonial, como para interpretar las nuevas modalidades de las prácticas colonialistas. Estos planteamientos críticos abordan, desde diferentes contextos y herencias culturales, las condiciones del colonialismo histórico y sus continuidades, que hoy se despliegan bajo el llamado capitalismo globalizado.

–La mirada poscolonial se cruza con las teorías sobre la globalización, la transnacionalidad y el cosmopolitismo, tres fenómenos contemporáneos que cuestionan la pertenencia identitaria, las definiciones de ciudadanía, las regulaciones de fronteras, el racismo y la diferencia, de ahí que hayan obtenido una enorme importancia en la esfera crítica mediática y en definitiva cultural. ¿Cómo observas este fenómeno en el transcurso de tus investigaciones?

–Si adopto una mirada transversal sobre los resultados obtenidos en los diversos estudios realizados y si, por tanto, tomo en cuenta la suma de todas las muestras poblacionales consultadas en diferentes momentos y contextos, los conceptos de globalización, transnacionalidad y cosmopolitanismo resultan muy útiles para marcar tendencias clave. Como es previsible, las personas que han participado en nuestros estudios no emplean estos vocablos, pero éstos sí resultan adecuados para agrupar sus argumentos y discursos.

Cosmopolitanismo. En nuestros primeros trabajos, era habitual encontrar entre migrantes el uso de la expresión “ciudadanos del mundo” para autodefinirse. De este modo, la persona buscaba despojarse del sentimiento de desarraigo o de desterritorialización, aunque sin conseguirlo realmente. Desde la perspectiva del autóctono, sobre todo entre adolescentes, el “conocer otras culturas” también solía ser apuntado como un beneficio inherente a la llegada de la población migrante, pero, cuando entraban en el detalle, la cuestión quedaba reducida a aspectos folclóricos y normalmente reducidos a la gastronomía.

Pero, si entendemos el cosmopolitanismo siguiendo a Hannerz (1998), quien plantea la necesidad de que haya un interés por conocer al Otro por parte de Todos y una actitud consecuente con ello, podemos decir que éste no queda reflejado en los estudios más recientes, pues incluso parece haber desaparecido el uso de expresiones como las indicadas.

No es que se haya renunciado a la búsqueda de la hibridación cultural, incluso ésta surge más reforzada. El migrante suele mostrarse ahora más consciente de que el esfuerzo ha de ser compartido-recíproco (por los autóctonos y por los otros migrantes de países diferentes al propio) y más crítico con la banalidad que imprime el lenguaje políticamente correcto. De alguna manera, la población migrante plantea que el cosmopolitanismo se ha de construir a través del contacto y que, por lo tanto, es imposible eludir el conflicto. Es decir, por un lado, una ciudad multicultural no puede considerarse automáticamente una ciudad cosmopolita y, por otro lado, se ha de aprender a gestionar el conflicto que genera el encuentro intercultural. En definitiva, de lo que nos hablan es de ese vivir en la frontera, que tan bien describe Bhabha.

Transnacionalismo. El grado de transnacionalidad familiar ha ido creciendo con el paso del tiempo. En los primeros trabajos, la población migrante, para indicar las diferentes fases de su proceso migratorio, normalmente mencionaba los diversos países donde había residido, pues la mayoría permanecían durante mucho tiempo en un mismo lugar —normalmente escogido por tener algún tipo de ligazón familiar previo— y, a la hora de hablar de sus vínculos familiares y amistosos, lo más común era referirse a personas residiendo en el país de nacimiento. Hoy, una misma persona puede hacer múltiples desplazamientos, por lo que les suele resultar más útil hablar de ciudades a la hora de delimitar etapas en sus experiencias migratorias (en lugar de países) y, al mismo tiempo, la emigración tiende a extenderse a más miembros dentro de un mismo núcleo familiar, por lo que la comunicación familiar transnacional puede llegar a cubrir un extenso número de países. En nuestros trabajos hemos llegado a contabilizar una dispersión familiar de cinco países en diferentes continentes. Pensemos, por ejemplo, en la denominada “generación 0”, padres que emigran para pasar su vejez en los países a donde sus hijos(as) emigraron tiempo atrás, un fenómeno que comienza a ser relevante entre la comunidad china y que está produciendo un nuevo tipo de aislamiento social (Kniffki y Reutlinger, 2016).

Desde la perspectiva de la comunicación, estos núcleos familiares transnacionales están generando un fenómeno interesante. Entre adolescentes migrantes aparece una manera algo peculiar de abordar la identidad digital en comparación con los autóctonos. Todos son plenamente conscientes de que, cuando crean un perfil en las redes sociales digitales, están construyendo un mensaje sobre sí mismos, pero una de las principales preocupaciones del colectivo migrante es transmitir a familiares y amistades residentes en otros países que se encuentran emocionalmente bien.

Bajo el paraguas de la globalización, durante una época convivieron dos ideas de forma paradójica. Por un lado, se hablaba de la pérdida de poder del Estado-nación y, por otro, de una mayor libertad de circulación de los individuos, es decir, gobiernos con menos poder e individuos con mayores opciones. Hoy en día hay serias dudas sobre ambos aspectos. Si se ha reducido el poder del Estado-nación, ¿cómo ha podido el Reino Unido hacer un referéndum vinculante sobre su unión a Europa? ¿Por qué nos preocupa que el populismo de la extrema derecha conquiste los gobiernos en Austria o en Francia, tras la estela de Donald Trump? ¿Cómo es posible que Turquía utilice a las personas eufemísticamente llamadas refugiados para chantajear a Europa? Pero vayamos a la segunda cuestión, que es la que aquí nos interesa. Esa libre circulación no es tal, y no estamos pensando únicamente en la fragilidad del espacio Schengen, sino también en cómo se han fortalecido unos desplazamientos y no otros, definidos por razones de diversa índole (económica, climática, política, huida de zonas de conflicto…). Desgraciadamente, una de las dificultades de nuestro trabajo de campo siempre ha sido convencer a personas en proceso (o no) de regularización de su situación para que participaran como miembros muestrales, por lo que estas cuestiones apenas las hemos podido abordar.

Al tratar la cuestión desde el terreno de la comunicación, los elementos que sí hemos detectado sobre todo tienen que ver con la circulación global de contenidos audiovisuales. Destacaremos aquí dos líneas de trabajo. Nos hemos preocupado por indagar, en primer lugar, sobre los imaginarios idílicos construidos en torno a los países de acogida, en línea, por ejemplo, con el trabajo de Lucía Benítez Eyzaguirre (2013) y sus análisis sobre la Europa imaginada por la población marroquí a partir de su consumo mediático; y, en segundo lugar, la búsqueda por parte de la población migrante no castellano-hablante de contenidos procedentes de sus países. Esto último nos ha aparecido de forma clara en relación con la población procedente de Europa del este, quienes buscan películas y participan en redes sociales digitales específicas; aunque también merece la pena matizar un aspecto sobre la migración asiática. En nuestro trabajo hemos detectado que, para la población migrante china, el uso de herramientas TIC que precisan del conocimiento de la escritura de la lengua materna supone un importante obstáculo en el manejo de estas redes.

En resumen, más que hablar de una mirada poscolonial, aunque es evidente que la historia de las relaciones internacionales diseñadas desde Occidente es un elemento clave para entender el sentido de los movimientos migratorios, en nuestros trabajos, dado que han coincidido con la ascensión y adaptación de un importante volumen de inmigrantes en nuestro país, resulta más acertada la noción de posmigración.

–En la propuesta más tradicional de la “comunicación intercultural” hay un énfasis en la comunicación cara a cara, en ese sentido, ¿qué papel juegan las nuevas tecnologías digitales en las relaciones interculturales?

–Antes de responder a esta pregunta conviene aclarar que nuestros trabajos de campo con adolescentes, principales usuarios de las tecnologías digitales, se han realizado a partir de contactos con centros escolares con un porcentaje de alumnado extranjero situado entre 50 y 70%. El objetivo siempre ha sido analizar contextos donde el encuentro intercultural pudiera darse —o quizá deberíamos decir “debiera darse”— de forma natural.

Hecha esta aclaración, conviene decir que no aparecen diferencias significativas entre los encuentros cara a cara y los encuentros digitales en lo que se refiere a la relación con el Otro. El entorno digital (on line) se configura como una ampliación del mundo físico (off line), en el que la mayoría de los jóvenes prolonga la comunicación con las personas que mantienen un contacto diario, pues los contactos que sobresalen son con compañeros y compañeras de clase. En nuestros trabajos percibimos que en los grupos amistosos la diversidad cultural tiende a crecer y ello aparece reflejado en los momentos de ocio digitales y presenciales. En definitiva, de alguna manera, nuestros estudios apuntan que no podemos exigir a la tecnología digital que vaya en una dirección diferente a lo que sucede en el entorno físico.

Es más, la universalidad de la red tampoco queda patente en un uso destacado como fuente de información intercultural. O cuestiones como la reciente ampliación de la gama de emoticones disponibles atendiendo a la diversidad cultural (caras con diferente color de piel, a disposición del internauta para expresar una emoción) no parece, al menos de momento, haber provocado ningún cambio interesante.

***

En la misma dirección, el pensamiento decolonial impulsado desde Latinoamérica por teóricos como Silvia Rivera Cusicanqui y Boaventura de Sousa Santos proponen la decolonización del “saber y del ser”, promoviendo relatos alternativos a los generados desde Occidente (hegemónicos, racistas y patriarcales), narrados por aquellos protagonistas de la Historia que durante tanto tiempo han permanecido silenciados. Discursos en los que el sujeto (de)colonial se enuncia a sí mismo, visibilizando sus particularidades culturales, sexuales, religiosas, raciales, territoriales y, en definitiva, su verdadera subjetividad sin restricciones.

–En tu texto, Construyendo una guía de buenas prácticas en materia de educomunicación y dinamización social intercultural juvenil,rrollas un mapeo que parte de una investigación sobre comunicación social e interculturalidad. ¿Qué papel juega la educomunicación en los procesos de aprendizaje? y ¿cómo la aplicas en tu investigación? Puedes hablarnos de tu experiencia en la alfabetización mediática para potenciar el contacto intercultural en contextos sociales migratorios, así como de los estudios de casos kdm y el Indentibuzz.

–La educomunicación es una herramienta muy potente a la hora de trabajar el encuentro intercultural entre jóvenes. Las tecnologías digitales forman parte de su ocio digital y, por lo tanto, su uso en procesos de aprendizaje se vive de forma natural, lo que favorece su aplicación pedagógica. Eso sí, a partir de nuestros estudios, parece que son más eficaces aquellas iniciativas que se hacen fuera de la formación reglada, pues el alumnado, al estar al margen de la planificación de los centros escolares, las ve como una ruptura frente a la rutina diaria, lo que actúa como incentivo.

No obstante, a partir de los mapeos y el estudio de casos, nuestro equipo ha detectado problemas bastante graves. Nos referimos a los derivados de la falta de formación del personal implicado. Por ejemplo, hemos observado que esta carencia puede provocar la elisión de discusiones de vital importancia, como pueden ser las relacionadas con el género o la religión. Los proyectos de educación mediática suelen estar enfocados en la creación de un producto audiovisual final, y si en éste aparecen elementos discriminatorios-racistas, la experiencia debe considerarse como un fracaso, aunque ésa no sea la percepción del alumnado participante, como hemos detectado que puede suceder.

En torno al año 2010 se produjo una explosión de este tipo de proyectos en Cataluña, gracias a una política dirigida a promoverlos. Esa circunstancia nos permitió conocer muy de cerca distintas dinámicas y maneras de hacer. En un mapeo propio realizado el año 2011 se llegaron a registrar hasta 11 proyectos en funcionamiento en Cataluña dedicados a dinamizar las relaciones interculturales juveniles, todos ellos con presencia en la web 2.0. Tres fueron analizados a profundidad. Durante estos estudios de caso, miembros de nuestro equipo tuvieron la oportunidad de participar como observadores participantes. En el caso de kdm, un proyecto que consistía en la realización de una web-serie (ficción pensada para internet), financiado por el Ayuntamiento de Barcelona y dirigido por Pablo Herrera —que ahora reside en Nueva York— con el proyecto Colectivo Piloto,6 nuestra inmersión fue tal, que acabamos haciendo una investigación participativa. Era un proyecto peculiar, pues el trabajo con estudiantes empezó desde cero, es decir, todo (el tema del guión, el título, la distribución de tareas, la elección de los actores…) se decidió con el grupo de estudiantes y nuestro equipo participó desde su inicio. Por ejemplo, asistimos a las discusiones sobre el nombre del proyecto, a las negociaciones que se dieron hasta decidir llamarlo kdm, que era la expresión que utilizaban los jóvenes para quedar con sus amistades a través del móvil en aquel momento.

Posteriormente, en el marco de un proyecto I+D+i, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación de España y desarrollado entre 2011 y 2014, Las relaciones sociales de los jóvenes migrantes en Internet desde la perspectiva de la interculturalidad (CSO2011-24376), realizamos un rastreo cubriendo toda España. Ahora bien, prácticamente todas las iniciativas que se encontraron estaban siendo desarrolladas en Cataluña. Fuera de esta comunidad, resultó interesante seguir el trabajo de Ubiqa: [http://www.ubiqa.com/info/], en el País Vasco. Aunque la lejanía física dificultó el acceso, pudimos hacer un seguimiento de las actividades y, de hecho, mantuvimos varias reuniones con el responsable, José Luis Roncero, en Barcelona y Girona.

Suelen ser apuestas innovadoras, muy abiertas, y eso facilita el acceso y la participación de equipos investigadores, aunque no siempre resulta así. En algunos casos, el seguimiento se ciñó a una única entrevista con personal responsable, lo que es del todo insuficiente para conocer a profundidad el funcionamiento de estos trabajos.

Nuestro grupo no ha desarrollado proyectos de educación mediática propios y, en este momento, nuestro interés se está dirigiendo hacia la aparición de contenidos que promocionan la interculturalidad en el entorno digital. Sirva a modo de ejemplo RamiasChannel,7 un canal de YouTube creado por una chica musulmana que vive en el barrio del Raval (Barcelona). Pero... quizá el recorte en las subvenciones destinadas a financiar este tipo de proyectos también está influyendo en esta redefinición de nuestro objeto de estudio.

–Ante la propuesta del pensamiento decolonial en la diversa Latinoamérica, ¿crees que podrían abonar al estudio de la diversidad en los contextos europeos?

–Sin duda alguna, es evidente que el pensamiento decolonial de Latinoamerica puede contribuir a abonar el estudio de la diversidad en los contextos europeos, aunque conviene prestar atención al emergente latinocentrismo que parece estar perfilándose frente al más que criticable eurocentrismo dominante. Así, por ejemplo, y ciñéndonos al área de la comunicación, es indiscutible el peso de investigadores como el argentino Néstor García Canclini, o el avilés que hace ya un tiempo decidió trasladarse a Latinoamérica, Jesús Martin-Barbero.

Ahora bien, creo que lo que nos deberíamos plantear es si existen las vías adecuadas para que ese conocimiento circule. En las décadas de 1970 y 1980, gran parte de la bibliografía crítica llegaba a España desde Latinoamericana. Aun con el temor de dejar notables proyectos sin mencionar, quiero decir que recuerdo especialmente la editorial Amorrortu, a caballo entre Argentina y España, y el Fondo de Cultura Económica (México). En cambio, actualmente, Latinoamérica se observa principalmente como un mercado para la venta de la producción editorial española. En el campo de las revistas científicas, en términos generales, tampoco se vislumbran demasiadas facilidades. Con la extensión de los rankings y de las evaluaciones de las trayectorias científicas individuales, tampoco parece que se esté propiciando el acercamiento desde aquí. En el InCom-UAB, nuestro pequeño grano de arena lo aportamos con nuestra participación en la colección Atlántica de Comunicación. A partir de un convenio con Editorial uoC, colaboramos en la difusión en español de autores lusófonos.

Por tanto, es evidente el papel decisivo que juegan instituciones como el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), que, en conmemoración de su 50 aniversario, justamente acaba de publicar en la colección Antologías del Pensamiento Social Latinoamericano y Caribeño el volumen Roberto Fernández Retamar. Pensamiento anticolonial de nuestra América.

Tal y como anunciaba Dean MacCannell en el prefacio a la edición de 1989 de su libro El turista. Una teoría de la clase ociosa, si hace décadas

la actividad dominante que daba forma a la cultura mundial era el movimiento de capital institucional y de turistas a las regiones más remotas, y la preparación de la periferia para la llegada de éstos; por supuesto, como continuación de trescientos años de preliminares por parte de explotadores, soldados, misioneros y antropólogos. En la actualidad, la fuerza dominante —no en número, sino en cuanto a su potencial para modelar la cultura— es el movimiento de refugiados, los “boat people”, agricultores, campesinos desplazados y otras personas de la periferia hacia los centros de poder y prosperidad.

La cultura mundial y, especialmente la Occidental, depende en gran medida del capital humano integrado por migrantes y refugiados y su potencialidad para crear nuevos fenómenos culturales, de ahí la necesidad de su análisis desde el ámbito académico, pero también desde los estudios de comunicación contemporáneos, que no son ajenos a este fenómeno así como al impacto de la globalización, la cual genera debate y reflexión en torno a ellos con los dispositivos y las herramientas que les son propios.

–Ante este panorama, ¿cómo visualizas tú el futuro de los jóvenes inmigrantes en los países atractores de mano de obra? y ¿qué posibilidades tienen para revertir las asimetrías que los acompaña no sólo por su condición de extranjeros, sino por su condición etaria? ¿Cuál es el papel de la comunicación como mediadora?

–Yo lo visualizo en sentido positivo. En el InCom-UAB estamos empezando a entrevistar a jóvenes cuya formación ya se ha realizado aquí, que sienten un fuerte arraigo a la ciudad en que viven ahora y que tampoco están dispuestos(as) a olvidar sus raíces culturales. Este perfil lo estamos encontrando en muchas mujeres musulmanas cuyo origen se sitúa en el norte de África.

Por ejemplo, se sienten próximas al feminismo, pero quieren vivir su propio proceso. Tal y como algunas mujeres nos explican, según qué tipo de apoyo puede ser contraproducente, porque determinadas corrientes musulmanas lo pueden usar para demostrar la clara intromisión de Occidente. Sus posturas nos recuerdan a las reflexiones de Abu-Lughod (2015), quien nos viene a advertir que, cuando Occidente decide ayudar a los Otros Mundos, lo primero que uno(a) tiene que hacer es desconfiar.

¿Y qué podemos decir sobre la religión? En una sociedad falsamente secularizada (Monod, 2015) —recordemos, por ejemplo, que los días festivos se continúan rigiendo por cuestiones religiosas—, las jóvenes musulmanas se sienten continuamente cuestionadas. En una sociedad en la que domina el discurso del miedo, no es causalidad que se intente regular el velo apelando a cuestiones de seguridad; se revela así, también, el hecho de que más que solucionar los problemas de su día a día, lo que preocupa es resolver la visibilidad de la diversidad en las calles, que es observada como problema.

En definitiva, tenemos que llevar mucho cuidado para no acabar creando un tipo de activismo marcadamente colonial.

–En tus investigaciones realizadas con inmigrantes respecto del consumo cultural, ¿qué papel has encontrado que juega el arte y los procesos comunicativos como mecanismo de resistencia cultural frente a la globalización y como medio-herramienta para construir ciudadanía?

–Si les parece oportuno, centraré esta respuesta en el arte, pues sobre la comunicación ya han ido surgiendo diversas ideas. En los trabajos realizados, se detecta un bajo consumo cultural no mediático y, en términos generales, la cultura se ve como algo elitista y lejano. Ahora bien, cuando se indaga en las respuestas, lo que sale a flote es el desconocimiento acerca de lo que se puede encontrar dentro de los museos. Recuerdo una entrevista en que un hombre marroquí dijo sobre los museos algo sí como “pero ahí sólo hay muertos”, para dar a entender su total desinterés. No obstante, tampoco puede decirse que se dé el rechazo absoluto. La oferta local, incluso en los casos cuyo disfrute requiere del conocimiento de una lengua no materna y no se tiene el nivel de comprensión lectora-sonora suficiente, suele despertar cierto interés, aunque también hay que decir que el carácter gratuito es uno de los motivos que aparecen mencionados de forma más habitual.

Pero, junto a esta baja presencia del consumo cultural no mediático, también detectamos perfiles muy creativos. Entre las chicas, a la hora de hablar de sus navegaciones por internet, algunas nos explican que suelen buscar imágenes para luego dibujarlas, imprimirlas, hacer collages… Y, en el colectivo africano juvenil, es bastante frecuente que apunten, entre sus actividades en solitario preferidas, dibujar o escribir poesías. Por ejemplo, esta cita pertenece a la entrevista realizada a un joven de Mozambique que llegó a España cuando tenía 5 años y que, en el momento de este encuentro, tenía 15 años: “(me gusta dibujar) Porque me gusta desarrollar mi imaginación y poder tener como imágenes de cosas. Por ejemplo: sueños, información, situaciones de la vida cotidiana…”. El encuentro se produjo el año 2010 en Madrid, donde residía el entrevistado. Estos perfiles de personas más creativas nos llevan a pensar que el uso del arte como herramienta participativa, de acción social, es un terreno que convendría seguir explorando. Por ejemplo, de momento, estamos comprobando el éxito de algunas iniciativas basadas en el “teatro del oprimido”.

Fuentes complementarias de la entrevista

Abu-Lughod, L. (2013), Do Muslim Women Need Saving?, Massachusetts: Harvard University Press. [ Links ]

Appadurai, A. (2007), El rechazo de las minorías. Ensayo sobre la geografía de la furia, Barcelona: Tusquets. [ Links ]

Benítez Eyzaguirre, L. (2013), La recepción transnacional de la televisión en los proyectos migratorios. Un estudio de caso en poblaciones marroquíes, Madrid: Círculo Rojo. [ Links ]

Bhabha, H. K. (2013), Nuevas minorías, nuevos derechos. Notas sobre cosmopolitismos vernáculos, Buenos Aires: Siglo XXI. [ Links ]

Buzan, B., Segal, G. (1999), El futuro que viene, Barcelona: Andrés Bello Española. [ Links ]

Callejo, J. (1995), La audiencia activa. El consumo televisivo: discursos y estrategias, Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). [ Links ]

Göle, N. (2007), Interpenetraciones. El Islam y Europa, Barcelona: Bella-terra. [ Links ]

Hannerz, U. (1998), Conexiones transnacionales. Cultura, gente y lugares, Valencia: Frónesis/Cátedra/Universitat de València. [ Links ]

Ibáñez, J. (1994), Por una sociología de la vida cotidiana, Madrid: Siglo XXI. [ Links ]

Katz, E., Liebes, T. (1990), The Export of Meaning: Cross-Cultural Readings of Dallas, Nueva York: Oxford University Press. [ Links ]

Kellner, D. (2011), Cultura mediática. Estudios culturales, identidad y política entre lo moderno y lo posmoderno, Madrid: Akal. [ Links ]

Kniffki, J., Reutlinger, Ch. (2016), El trabajo social desde miradas transnacionales, Berlín: Frank & Timme. [ Links ]

Lindlof, T. R. (1988), “Media Audiences as Interpretative Communities”, en J. Anderson (comp.), Communication Yearbook, vol. 11, Newbury Park, CA: Sage, pp. 81-107. [ Links ]

Lull, J. (1990), Inside Family Viewing: Ethnographic Research on Television’s Audiences, Londres: Routledge. [ Links ]

Monod, J.-C. (2015), La querella de la secularización. De Hegel a Blumenberg, Buenos Aires: Amorrortu. [ Links ]

Retis, J. (2011), Estudio exploratorio sobre el consumo cultural de los inmigrantes latinoamericanos en España: el contexto transnacional de las prácticas culturales, Madrid: Fundación Alternativas. [ Links ]

Robertson, R. (1994), “Globalization o glocalization?”, en Journal of International Communication, vol. 1, núm. 1, Sidney, pp. 32-52. [ Links ]

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1Poeta y narradora zoque, nacida en Chapultenango, Chiapas, México, en 1980. Versos tomados de la traducción publicada en Blanco Móvil, núm. 120, primavera, México, 2012 (versión original: Ugb´amütsi yüti´ jinam kieke tuj´/ ji´kieke´nü / ji´kieke´ jap / ji´kieke´ poyo´ / sona´ri dü manba / jaye y ma´as xyüngü).

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