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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.14 no.33 Ciudad de México ene./abr. 2017

 

Artículos

Formación de intelectuales mapuche en Chile: el caso del programa de becas de la Fundación Ford

Academic training of the mapuche intellectuals in Chile. The case of the Ford Foundation scholarship program

Claudia Zapata Silva1 

Anita Rojas2 

1 Investigadora del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos, Universidad de Chile. Correo electrónico: czapatasilva@gmail.com.

2 Investigadora adscrita a la Fundación Equitas. Correo electrónico: arojas@fundacion_equitas.org.


Resumen:

El presente artículo muestra los resultados de una investigación cualitativa sobre el aporte de la formación de posgrado Ford sobre la conformación de una intelectualidad mapuche en Chile. Se sostiene que el programa de becas de la Fundación Ford reforzó e impulsó un proceso de generación de intelectuales que se ha desarrollado de manera gradual pero sostenida a lo largo del siglo XX. Nos referimos a un sector heterogéneo de intelectuales en cuanto involucra distintas modalidades e instalaciones que van desde el liderazgo de organizaciones hasta la producción de conocimiento por medio de la investigación y la escritura; que se caracteriza por desenvolverse en el contexto de la sociedad mayor, por la elaboración de discursos críticos respecto a la relación entre la sociedad mapuche y la chilena, y por un fuerte sentido de pertenencia a la sociedad mapuche.

Palabras clave: Intelectuales mapuche; movimiento mapuche; estudios de postgrado; Fundación Ford

Abstract:

This paper shows the results of a qualitative research on the contribution of postgraduate training in the Mapuche intelligentsia in Chile. It is argued that the Ford Foundation’s scholarship program strengthened and promoted a process of generation of intellectuals that has developed gradually but steadily throughout the twentieth century. We refer to a heterogeneous sector of intellectuals insofar as it involves different types and facilities ranging from leadership organizations to production of knowledge through research and writing. It characterized by function in the context of the larger society, for the development of critical discourses about the relationship between the Mapuche and Chilean society, and a strong sense of belonging to the Mapuche society.

Key words: Intellectuals Mapuche; Mapuche movement; postgraduate studies; Ford Foundation

Introducción

Durante el periodo 2000-2010, la Fundación Ford implementó un programa mundial de becas destinado a promover el acceso a programas de posgrado (maestría y doctorado) a individuos provenientes de grupos sociales y comunidades con escasa participación en la educación superior o prácticamente ausentes en el caso de la formación de posgrado. El objetivo fue beneficiar a personas con compromiso y condiciones de liderazgo, también con capacidad para aportar en la búsqueda de equidad y justicia social en sus países y grupos de referencia una vez finalizado el programa. Esto dentro del marco de un objetivo mayor: aspirar a un modelo innovador de becas, capaz de incidir en la pirámide de distribución del conocimiento en sociedades donde se han perpetuado situaciones de exclusión.

Chile y Perú conformaron una de las regiones donde se implementó el programa, constituyendo, por lo tanto, el contexto de nuestro estudio. Implementado por Fundación Equitas, con la colaboración del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), se realizaron nueve convocatorias y obtuvieron igual número de cohortes de becarios. En este periodo se recibieron 44987 postulaciones y se asignaron 364 becas: 166 a postulantes de Chile y 198, de Perú. De estos beneficiarios regionales, 322 fueron seleccionados para seguir estudios de maestría y 42 para estudios de doctorado. Entre otros indicadores relevantes, tenemos que 54% de los seleccionados fueron mujeres, 76% procede de provincias y 58% declara ascendencia indígena. En Chile, 49% de los seleccionados declara ascendencia indígena, mayoritariamente mapuche y mujeres, con distinta formación inicial, especialmente profesores (de diversas especialidades y asignaturas), ingenieros, antropólogos, trabajadores sociales, comunicadores, entre otros, quienes estudiaron en Chile, España y México, entre otros países.1

El aporte de esta beca a los individuos y sus núcleos familiares es un tema que sin duda merece ser abordado, pero en este estudio nos interrogamos por la dimensión colectiva que hizo tan particular al programa. De ahí que nos propusimos reflexionar y dialogar con los propios becarios sobre un tema emergente: el de los intelectuales indígenas, específicamente de aquellos que se formaron en la educación superior y ejercen liderazgos en el ámbito organizacional, político o en la construcción de conocimiento difundido a través de la escritura. Cabe precisar que la relación entre la sociedad mapuche y la escritura se remonta al menos al siglo XIX, y que, en el caso de la intelectualidad reciente, lo singular es este paso por la educación superior y el compromiso político que algunos elaboraron al calor de esta experiencia. En investigaciones anteriores hemos analizado esta creciente diversificación y especialización del sector de intelectuales (Zapata, 2005), distinguiendo tres modalidades: dirigentes, profesionales e intelectuales, estos últimos en su acepción más restringida que lo vincula al campo intelectual, a la producción de conocimiento y la escritura, pero entendido como parte de un segmento mayor de intelectuales. También hemos dialogado con la bibliografía, cada vez más abundante, que este último sector ha producido (Zapata, 2006, 2008).

Lo que presentamos aquí se enmarca en ese esfuerzo de comprensión mayor para indagar en el aporte de un programa como el de la Fundación Ford a la formación de este tipo de intelectualidad mapuche en Chile, considerando un hecho inicial y visible: que han sido varios los individuos con adscripción mapuche reconocidos por su labor dirigencial y escritural que han accedido a la formación de posgrado en el marco de esta iniciativa; que otros han adquirido notoriedad en el transcurso de este proceso, y que es posible advertir ciertos niveles de asociatividad en torno a los becarios Ford o donde éstos ocupan un lugar relevante, algunos marcando presencia pública a partir de planteamientos propios y a la vez críticos, como es el caso reciente de la Comunidad de Historia Mapuche, constituida el año 2009.

Ahora bien, que éste sea un tema emergente no significa que esté exento de dificultades, tal como hemos constatado en investigaciones anteriores, que se desprenden de esta propuesta de intersección entre dos categorías aparentemente antagónicas: intelectual e indígena. Algunas de estas dificultades tienen que ver con dirigir la observación hacia sectores de las sociedades indígenas que no encarnan criterios de autenticidad cultural, al menos los vinculados a la idea de tradición (Zapata, 2007a, 2007c). Por estos motivos, nuestra investigación puso el acento en la autopercepción y en el diálogo con nuestras categorías, asumiendo que no son ni extendidas ni masivamente compartidas, a veces producto de cuestionamientos claros y en otras por un “ruido” o malestar que no ha sido suficientemente elaborado por lo reciente de esta interrogante.

La afirmación de partida señala que el Programa de Becas de la Fundación Ford para Igualar Oportunidades ha realizado un aporte sustantivo a la formación de este sector de intelectuales, pues los estudios de posgrado en instituciones académicas de prestigio constituye una instancia no sólo de aprendizaje, sino también de certificación y legitimación en las condiciones actuales de producción de conocimiento. Por lo tanto, esta posibilidad constituye el eslabón más reciente de un proceso histórico de especialización de una élite intelectual fundada por los primeros mapuche escolarizados que ejercieron funciones de liderazgo en las primeras organizaciones “modernas” (aquellas que surgieron tras la anexión forzosa de su territorio al Estado chileno), seguidos de los maestros normalistas y luego por los primeros profesionales en ingresar a la universidad, proceso que si bien tiene sus antecedentes en las décadas de 1960 y 1970, recién se intensifica en la de 1980.

Presentación del estudio

La decisión de trabajar con los becarios de adscripción mapuche obedece, en primer término, a su peso numérico respecto de otros seleccionados que declaran alguna ascendencia indígena: 73 de 82 (43 mujeres y 30 hombres, con una edad promedio de 34 años), y segundo, al fuerte sentido de pertenencia que manifiestan con el colectivo mapuche y a las características de esa pertenencia: una marcada diferenciación e incluso distancia con el Estado-nación chileno (el reconocimiento de una especificidad histórico-cultural no se da en esos términos en el caso de becarios pertenecientes a otros grupos étnicos de Chile y de Perú).

De acuerdo con estos criterios, el universo corresponde a los seleccionados mapuche que se encuentran con sus estudios finalizados o residiendo en Chile durante el año 2012. Una vez obtenidas y analizadas las cifras, se elaboraron instrumentos que permitieron indagar en este aporte y en la percepción de los becarios respecto al tema, como fichas curriculares, cuestionarios con preguntas abiertas respondidos por escrito, dos grupos focales en torno a temas relevantes surgidos de esas respuestas (uno en Temuco y otro en Santiago) y entrevistas a profundidad realizadas a especialistas que poseen cercanía con la temática.

El análisis de los resultados distingue tres dimensiones. La primera y más decisiva es la existencia de un sector de intelectuales en la sociedad mapuche y sus características. La segunda: relación entre intelectuales y sociedad mapuche (y dentro de ella, su movimiento político). La tercera: relación con la sociedad chilena (se distingue aquí tanto el Estado como la academia). Dimensiones cruzadas por un eje transversal que es la contribución de la beca Ford a la conformación de este sector visible de profesionales e intelectuales.

Resultados

Los intelectuales mapuche y sus características

Resulta inviable indagar en el posible aporte de un programa de becas en la conformación de un sector de intelectuales mapuche sin abordar con los propios becarios sus percepciones sobre el tema más amplio de los intelectuales. Por este motivo, el estudio comenzó con una presentación grosso modo el proyecto y con la aplicación de dos preguntas que permitieran configurar un estado de la reflexión y el debate previo a los grupos focales, donde se trabajó este tema de manera más colectiva. La primera fue ¿cree usted que existe un grupo de intelectuales y profesionales como un sector específico al interior de la sociedad mapuche? Y de ser así ¿qué características poseería este grupo?, y la segunda ¿cuál sería el aporte de la formación de posgrado y en particular del Programa de Becas de la Fundación Ford al movimiento mapuche? Se recibieron las respuestas de 53 becarios de un universo de 73, lo que implica 70% de participación.

Las respuestas escritas muestran un consenso general en torno a que sí existe un sector identificable como intelectuales, caracterizado por un fuerte sentido de pertenencia y compromiso político, a quienes se impone un deber ser, en el sentido de una mayor vinculación con las bases sociales o, en otro sentido, una exigencia de mayor articulación, en tanto grupo, para trabajar por el bienestar del pueblo mapuche. Por lo tanto, pesa la dimensión colectiva y una exigencia de militancia o vínculo orgánico, tanto entre quienes no se han planteado el tema de la intelectualidad como entre quienes señalan haber iniciado una reflexión sobre este asunto, incentivados por la creciente visibilidad de aquella modalidad vinculada a la producción de conocimiento y a la escritura, también por la clasificación que algunos estudiosos están haciendo desde la academia y por los esfuerzos de algunos investigadores mapuches por construir una genealogía del pensamiento mapuche contemporáneo y reunir un corpus exhaustivo de escrituras tanto literarias (principalmente poesía) como disciplinarias (especialmente humanidades y ciencias sociales).2

Se constata también un rechazo a estas categorías asociado al principio de ajenidad cultural, el que si bien es minoritario entre los sujetos que incluye este estudio se vincula con discursos sociales (y académicos) de amplio alcance, que asocian lo indígena con altos grados de otredad cultural (Zapata, 2007c).3 De todas formas, aunque minoritaria, es posible encontrar diversidad al interior de esta postura. Así, para algunos no es posible formular una categoría como la de intelectual indígena, porque la palabra intelectual sería externa a la cultura tradicional, mientras que, para otros, esa negación pasa por suponer en este grupo una actitud de abandono de la cultura mapuche, haciéndose, por lo tanto, inadmisible la posibilidad de una intelectualidad indígena formada en intersección con la sociedad mayor y el conocimiento hegemónico.

Entre las respuestas afirmativas llama la atención que se alejen del argumento culturalista para tomar una opción más sociológica, bastante cercana a la vertiente gramsciana, que repara en la conformación de grupos sociales y en la función intelectual que algunos individuos realizan al interior de una sociedad, vinculado al tema del poder (el trabajo intelectual inserto en una pugna histórica por modificar la condición de subalternidad, que no pocos becarios califican de colonial en el caso mapuche). De todas formas, también es apreciable una diversidad de posiciones, desde quienes rechazan la idea de grupo específico (la mayoría), asociado al deber de organicidad que se impone y a la carga negativa que tiene en nuestra cultura contemporánea la idea de vanguardia (de hecho, en un momento el estudio se usó el concepto de élite, que concitó la mayoría de los cuestionamientos) hasta quienes lo reconocen sin dificultades, defendiendo incluso el papel político de estos sectores en cualquier sociedad contemporánea. Otras diferencias tienen relación con un hilado conceptual más fino, en que aparecen nociones abiertas e inclusivas respecto de lo que sería la intelectualidad indígena, que refiere a posiciones de liderazgo y capacidad de elaborar miradas y discursos críticos no restringidos a la escritura, aunque se distingue esta práctica al interior de este segmento de intelectuales, mientras que otras enfatizan o se refieren casi exclusivamente a esta última modalidad, llegando a establecer una dicotomía entre profesionales e intelectuales.

De forma paralela al procesamiento de estas respuestas realizamos las entrevistas a los especialistas, cinco personas a quienes reconocemos experticia en el tema de los estudios indígenas y la interculturalidad: Guillermo Williamson, Álvaro Bello, Luis Castro, José Marimán y Geraldine Abarca Carimán (en orden de realización) (véanse, además, Bello, 1997, 2003; Marimán, 2012). Todos coincidieron en que existe un grupo diferenciado que sería de intelectuales (sólo Geraldine Abarca pone en suspenso el uso del término intelectual aunque asumiendo la existencia de un grupo específico), reforzando la aproximación sociológica que surgió entre los becarios. El peso de una función, que sería tanto de mediación cultural como de representación política, se aleja de una suposición que implicaría entender el concepto de intelectuales indígenas (mapuche en este caso) como una nueva forma de racialización de individuos, siendo el más enfático José Marimán, para quien la dimensión política es articuladora. A diferencia de los becarios, surgió aquí una valoración de las élites intelectuales, abogando algunos por la vigencia de este papel en sociedades contemporáneas, esto pese a que su prestigio se encuentra a la baja, como sostuvieron especialmente Álvaro Bello y José Marimán.

Otro punto destacable es que a la pregunta por un posible aporte de la beca Ford a la constitución de una intelectualidad mapuche todos manifestaron que ese aporte es real, pero en términos de reforzamiento e impulso de un proceso de largo aliento, cuya etapa más actual se remonta a fines de la dictadura militar, coincidiendo de esta manera con la hipótesis de nuestro estudio.

A partir de estos insumos se plantearon algunos temas para el análisis colectivo. Con este fin se realizaron dos conversatorios, uno en Temuco y otro en Santiago, para asegurar la participación de un mayor número de becarios, tanto aquellos que residen en la zona sur como aquellos que son de Santiago o se encuentran cursando todavía sus programas. Un aspecto que resultó ventajoso respecto de lo que se conoce como grupos focales (Schwartz, 1984) es que no hubo que hacer esfuerzos para lograr un ambiente de confianza que permitiera a los participantes desenvolverse con soltura, pues se trata de personas que se conocen e interactúan en el marco de un programa que promueve el encuentro y la asociatividad, además de tener un seguimiento constante.

Analizados ambos encuentros,4 fue interesante notar énfasis distintos en el abordaje del mismo tema: la intelectualidad mapuche y la incidencia de la beca Ford, pues el que se realizó en Temuco tuvo un énfasis en la cuestión cultural, en la posibilidad de rescate, reivindicación e inclusive restitución de formas tradicionales, indicadas como tareas fundamentales de los intelectuales mapuche, a la que éstos deberían avocarse de manera más orgánica (con un rico debate en torno a estas opciones, especialmente la de la restitución de las formas tradicionales, objetadas por algunos de los concurrentes). En tanto, el de Santiago se centró más bien en la relación con la sociedad chilena y la disparidad de poder que todavía la condiciona, conversación que derivó en un mayor interés por la modalidad más clásica de intelectual, aquel que escribe e interviene en el espacio público con el acto de la publicación (y el respectivo análisis de estas dificultades, de ahí que apareciera con mayor recurrencia el tema de la universidad, la academia y las disciplinas, por cierto abordadas críticamente).

Los intelectuales y la sociedad mapuche

Entre los matices y complejizaciones que surgieron al calor de la conversación, se encuentra el de la relación entre este sector de intelectuales y el resto de la sociedad mapuche. Hubo coincidencia en señalar que es un sector necesario y altamente valorado, pero que al mismo tiempo han existido tensiones, especialmente con algunos dirigentes tradicionales al interior del movimiento mapuche.

La valoración consiste en asumir que los intelectuales tienen un papel fundamentalmente político, que consiste en analizar situaciones y proponer alternativas para distintos problemas y en diferentes niveles, que van desde trabajar por la mejora en las condiciones de vida de las comunidades hasta fórmulas políticas para relacionarse con la sociedad chilena y con el Estado. Existe coincidencia en señalar que dicho papel consistiría en diagnosticar y proponer, más que dirigir (la crítica a la idea de vanguardia aparece señalada de manera directa por varios de los participantes). Por lo mismo, se dice, debería existir una relación más fluida entre intelectualidad, comunidades y movimiento mapuche. En un sentido más político, se rescata la figura del autor y del dirigente cuando se menciona que entre los aportes de ambos tipos de intelectual está la construcción de representaciones propias del pueblo mapuche y discursos críticos respecto de la sociedad chilena, con densidad histórica y política, fundamentales en la lucha por modificar las relaciones de jerarquía que se han recreado desde hace siglos. En el caso del conocimiento y la escritura, se menciona la emergencia de una historiografía que embiste de manera directa las omisiones y estereotipaciones de las que han sido objeto en el ámbito de la academia y la educación. En este sentido, lo cual es algo que se mencionó con fuerza en el encuentro de Temuco, se dice que un aporte de los intelectuales al movimiento es el manejo de distintos lenguajes y códigos, el abrir espacios hasta ahora poco explorados y poner dichos conocimientos al servicio de la causa mapuche. Mientras que en el de Santiago se enfatizó en el desafío de la devolución para con las bases sociales mapuche, sean estas las comunidades rurales o aquellas formas de asociación urbana que han adquirido fuerza en las últimas décadas.

Sin embargo, mucho de este análisis colectivo giró también en torno a las tensiones e incluso los conflictos que han existido en distintos momentos, especialmente con una parte de la dirigencia (tensión que recorre al propio grupo de becarios, donde varios se asumen parte de este sector de intelectuales, con el que a su vez manifiestan distancia crítica). Un aspecto interesante de hacer notar es que, si bien se asume que el diálogo ha sido poco fluido, la responsabilidad se distribuye entre aquellos sujetos con formación universitaria con poca capacidad de devolución y los dirigentes u otros actores mapuche que anteponen la desconfianza en su relación con los profesionales e intelectuales, especialmente con los más vinculados a la producción de conocimiento escrito (tanto en estas instancias como en algunas de las entrevistas surgió el caso de las críticas que en su momento concitó el Centro de Estudios y Documentación Mapuche (CEDM)-Liwen, que entre 1989 y 1999 constituyó un proyecto de elaboración de pensamiento político y conocimiento histórico).

En el caso de los entrevistados también surgió este asunto de los roces, siendo José Marimán particularmente crítico con el discurso anti-intelectual que enarbolan muchos de los sujetos que integran el movimiento mapuche. Agrega Marimán que es una crítica plagada de lugares comunes (menciona el argumento de la desconexión, del trabajo entre cuatro paredes, de cierto privilegio material, entre otros), que desconoce las biografías atropelladas de los intelectuales mapuches e indígenas en general, quienes antes de llegar a serlo experimentaron (y experimentan) múltiples dificultades en su paso por la ciudad, principalmente las penurias económicas y la exclusión tanto racial como de clase en una sociedad altamente segregada, especialmente en una ciudad como Santiago. Al mismo tiempo, contextualiza este discurso en una época donde la crítica a los intelectuales excede el ámbito de los movimientos indígenas, vinculado, entre otras cosas, a la crisis que experimentaron las vanguardias y los proyectos revolucionarios.5

La existencia de estas tensiones implica que la categoría de intelectual ha operado al interior del movimiento mapuche desde hace varios años, a veces en un sentido negativo y en otras a partir de cierta consideración y estima, como veremos luego con más detalle. Este hecho, sumado a la emergente preocupación académica, actúa como un poderoso incentivo para retomar la reflexión sobre el tema y avanzar en la construcción de una eventual autodenominación. La respuesta más articulada a estos incentivos proviene en la actualidad de los autores que se reúnen en la Comunidad de Historia Mapuche (CHM), constituida el año 2009, integrada por varios becarios y exbecarios de este programa. En lo que entendemos como un diálogo crítico con algunos de nuestros trabajos (Zapata, 2005, 2006 y 2008) y probablemente con otros autores que han tratado el asunto (no se cita de manera directa pero queda claro el ejercicio crítico cuando se dice “a propósito de la creciente proliferación de investigaciones sobre los ‘intelectuales indígenas’ o ‘intelectuales Mapuche’…”; CHM, 2012: 17), se elaboran posiciones y se cuestionan algunas de estas propuestas, al señalar que la intelectualidad no se restringe a la educación formal ni a la formación académica de nivel superior; que la relación con la escritura es muy anterior (refieren el nutrido epistolario del siglo XIX); y, por sobre todo, que no constituyen una élite sino que sus prácticas de producción de conocimiento se entroncan con la sociedad mapuche, tanto en el espacio rural como en el urbano.

Los intelectuales mapuche y la sociedad chilena

En ambos conversatorios surgió el tema de la exclusión étnica e inclusive racial, entendida como el elemento más gravitante en la relación que históricamente se ha construido entre sociedad mapuche y sociedad chilena. Se valora altamente la posibilidad de que existan y se formen intelectuales del tipo que trata este estudio, pues implicaría la posibilidad de avanzar en los equilibrios de poder, al contar con conocimientos y herramientas validadas por la sociedad hegemónica. En este punto es cuando se analiza con mayor profundidad el aporte de la beca, pues se entiende que el acceso a ámbitos donde, hasta hace algunas décadas, los mapuche tenían una presencia escasa constituye una opción de empoderamiento que debería redundar en una mejora de las condiciones de vida y en la posición política de la sociedad mapuche, esto si se cuenta con una intelectualidad comprometida y articulada de alguna manera a ella. Por lo tanto, el acceso al posgrado aparece como la posibilidad de obtener una formación de alto nivel recibida en instituciones de prestigio tanto nacionales como internacionales, también como una forma de validación en la sociedad no indígena (no sólo chilena), para a partir de ella reforzar procesos de organización colectiva y generar una capacidad de propuesta en los distintos ámbitos de su experticia, incluido el de las alternativas políticas para reenfocar su relación con el Estado y con la sociedad chilena, desde una posición de pueblo y nación.

Al mismo tiempo, se indica que esta oportunidad ha generado expectativas, algo usual en los individuos que experimentan un proceso formativo de nivel superior. El problema que surge aquí es que muchas de esas expectativas no están siendo cumplidas y que el futuro no se avizora optimista, pues existe una sociedad chilena incapacitada para responder a ellas, especialmente en el caso de los jóvenes que provienen de sectores económicamente carenciados, una desigualdad estructural que se profundiza en el caso de los profesionales indígenas, por la situación de exclusión que los afecta y que combina factores de clase social pero también jerarquías étnicas y raciales.6 Es por ello que al incentivo por reflexionar políticamente, socialmente e individualmente por el tema de los intelectuales, surge esta crítica como uno de los argumentos centrales que concitó los mayores apoyos, pues existe una relación con el tema de las condiciones para ser intelectual cuando la sobrevivencia se impone como tarea cotidiana fundamental o cuando las condiciones laborales no son las óptimas.

Analizadas estas condiciones materiales y retomando el tema de la función intelectual y su relevancia política, se reconoce el valor de aquellas prácticas que sitúan a los mapuche en el campo intelectual e inclusive en el espacio académico, en ambos casos con dificultades y como “recién llegados” —parafraseando a Bourdieu (2000)—, pero imposible de obviar como un hecho histórico de trascendencia, porque se trata de un ámbito que ha sido fundamental en la construcción de discursos sobre los indígenas en distintas épocas, muchos de ellos sustentando relatos de superioridad que justifican y perpetúan la exclusión, o también aquellos que han buscado, legítimamente, la comprensión e inclusive la reivindicación, pero sin que sus autores hayan sido efectivamente miembros de la sociedad dominada. Por lo tanto, se entiende que esta instalación cobra sentido en esta lucha por el poder que es constitutivo de lo indígena (Briones, 1998). Fue así que tanto en las encuestas como en los grupos focales surgió con fuerza este argumento cuando lo que se estaba tratando era la relación con la sociedad chilena y las formas de exclusión que todavía perviven en ella. Se valoró altamente la posibilidad de elaborar e instalar en esos espacios, difundir inclusive, interpretaciones históricas y culturales que van a contrapelo de esas prácticas e ideologías excluyentes, de ahí la importancia de que exista una producción bibliográfica en diferentes ámbitos del conocimiento (humanidades, ciencias sociales, comunicaciones, creación literaria, entre otros), con una intencionalidad política que las articula y que se coloca por sobre la diversidad de posiciones que estos escritos legítimamente contienen. También sus autores son reconocidos como protagonistas de un proceso que es político más que individual o meramente disciplinario.

Los especialistas que fueron entrevistados también se explayaron sobre este asunto, al destacar que existe un grupo de intelectuales mapuche cada vez más numeroso y con impacto público, varios de ellos becarios de este programa, autores que tienen en su haber una producción escrita abundante y reconocida. En estas publicaciones se despliega un conocimiento que interpela y remece el que se había producido hasta ahora en el ámbito académico, primero porque consolida la posición del intelectual indígena como investigador y autor de un relato (que a su vez dialoga o se confronta con otros relatos), y segundo, porque lo hace desde un compromiso político y un proyecto de futuro. Esto ha remecido las disciplinas y el ambiente de los investigadores, con distintas respuestas, que van desde tempranos gestos de reconocimiento y uso de esta bibliografía (como tal, no como documentos o textos de informantes) —lo señala Álvaro Bello en la entrevista concedida destacando el caso del historiador Jorge Pinto— hasta la descalificación por el propósito político que se hace evidente de entrada, en un gesto deliberado del intelectual mapuche para iniciar el diálogo con sus lectores (la acusación de activismo). De todas formas, es un circuito que se ha movilizado y de manera positiva en la medida en que ha generado ruido e incipientes debates; de hecho, es cada vez más frecuente que sean evocados en los espacios universitarios, ya no como testimonio vivo de sociedades pretéritas, sino como intelectuales que han producido una obra que amerita ser leída y comentada. Los autores indígenas han accedido a los auditorios universitarios, la mayoría de las veces por iniciativa de los estudiantes, constituyendo una de las estaciones de un circuito social y cultural más amplio por el cual transitan.

Conclusiones

Lo que se expresa en este artículo es una síntesis de un recorrido marcado por conversaciones en que confluyeron inquietudes y visiones respecto a un tema que pocas veces ha sido debatido por los mapuche eventualmente identificables como parte de este sector heterogéneo de intelectuales. De todas formas, el tema rondaba de manera un tanto subterránea, producto de las fricciones que tanto becarios como especialistas nos transmitieron en su experiencia con el movimiento mapuche desde la década de 1990 (donde una parte de la dirigencia los tildaba de awincados);7 también por otros estímulos más recientes, como las investigaciones que han surgido en la academia (pocas pero visibles para los aludidos) y, como lo hemos asumido las autoras de estas páginas, este propio estudio.

Se trata de un entramado de actores que identifican a un sector específico de intelectuales al interior de la sociedad mapuche, de contornos variables dependiendo de la noción de intelectual que se maneje. En nuestro caso, es una acepción gramsciana, por ende amplia, que repara en la función intelectual que se desarrolla al interior de un grupo humano que es fundamental en la relación con sus otros, en el marco de relaciones desiguales de poder, que en Gramsci se asocia a la diferencia de clase (Gramsci, 1986), pero que en este caso debemos agregar el elemento clave de la herencia colonial y sus fenómenos derivados, como la racialización y su correlativa ideología de superioridad, dimensión que aporta el intelectual palestino Edward Said (1996). Al mismo tiempo, hemos hecho una delimitación al interior de este universo, reparando en individuos que se formaron en la educación superior, por lo reciente y dificultoso de este hecho en las sociedades indígenas de toda América Latina.

Lo anterior explica que hayamos usado los conceptos de conversación y debate en el contexto de los grupos focales y las entrevistas a profundidad, porque existían ya visiones sobre el tema y, en algunos de ellos, propuestas conceptuales que se elaboraron en diálogo crítico con nuestro acercamiento. En todo este proceso, se zanjaron asuntos de importancia que nos interesa rescatar al final de este escrito por sobre los desacuerdos que existen en todo grupo humano y más sobre un tema que sigue siendo controvertido, esto con el ánimo de productivizar políticamente estas reflexiones.

En primer lugar, se concluye que existen los intelectuales (la mayoría dirá que es un sector específico, otros que no corresponde dicha distinción), que ejercen una función de liderazgo, crítica y propuesta al interior de la sociedad mapuche (como un actor más), pero sobre todo de cara a la sociedad chilena, a la cual se interpela sobre la necesidad de construir otro vínculo, no jerárquico, con el pueblo mapuche. Se enfatiza por lo tanto una dimensión sociológica y, con ella, la cuestión del poder.

La distinción y valoración de esa función pasa necesariamente por una (auto)identificación crítica, en la que se acepta y conceptualiza una idea de intelectualidad mapuche distinta de aquella de tipo tradicional que se despliega en las comunidades (asociada a los saberes ancestrales), marcada por la intersección con la sociedad y la cultura dominante, proceso en el cual se enmarca el acceso a la educación superior. Si bien el entusiasmo frente a esta posibilidad de autodenominación es escaso, existe la constatación de un proceso distintivo pero a la par de un fuerte rechazo a la noción de élite, identificada con una posición de bienestar y privilegios que se distancia de su experiencia cotidiana, también porque la idea de élite que ellos manejan conlleva distancia (insalvable) con los otros sectores que componen la sociedad mapuche. Otro punto relevante es que los intelectuales vinculados a la producción de conocimiento disciplinario y a la escritura son particularmente visibles para el grupo de becarios.

Los intercambios sobre el aporte específico de la beca Ford a la conformación de una intelectualidad mapuche hablan de un proceso preexistente, desarrollado en un contexto de condiciones desfavorables que tienen relación con la pobreza, la exclusión, pero también con la dictadura militar y la implantación de un modelo económico que reorientó las relaciones con el Estado y el mercado. En este contexto se hizo cada vez más visible el incremento en el número de individuos mapuche con formación universitaria, de un activismo político distinto del de periodos anteriores (en que se valora la cultura y la reivindicación de su colectivo como una entidad histórica, cultural y política, de ahí los conceptos de pueblo y nación, teorizados en este periodo, y de un corpus creciente de publicaciones que en su diversidad constituían el soporte en el que se expresaban de manera articulada los argumentos de este nuevo ciclo). Por lo tanto, se aduce que el programa de becas Ford llega en el momento oportuno, dando un impulso potente por medio del acceso a la formación de posgrado y la creación de condiciones, al menos temporales, para el trabajo intelectual, lo que implica, concretamente, tiempo y recursos para la totalidad del proceso formativo (aranceles, manutención, libros, estadías de investigación y otros insumos).

Insistimos, por lo tanto, en la afirmación de que la beca Ford no crea al sector de intelectuales mapuche, pero sí contribuye decisivamente a su especialización y legitimación en las condiciones actuales de producción del conocimiento por medio de la formación de posgrado en programas de excelencia. Al hablar de sector de intelectuales incluimos a individuos que acceden al programa con una visibilidad precedente y una connotada trayectoria, pero también a aquellos que han adquirido notoriedad en el camino, en vinculación con iniciativas lideradas por algunos becarios o creando otras totalmente nuevas, una copresencialidad que ha generado redes formales e informales que parten, cruzan o extienden lo que podríamos denominar “comunidad de becarios Ford”. Un efecto no esperado para un programa que apuntó a los individuos (con proyección hacia sus colectivos), lo que se explica, pensamos, por dos peculiaridades que se intersectan, la de este programa de becas y la del grupo de becarios mapuche. En el caso de estos últimos, nos referimos a su elevado compromiso político y una identidad de grupo diferenciado al interior del Estado chileno, cuya mayor expresión es una narrativa nacional en la que coinciden la mayoría de los becarios, como se puede constatar en sus expedientes de postulación, en las fichas que completaron en el marco de este proyecto, en las conversaciones sostenidas durante el desarrollo de este estudio y en la escritura que muchos de ellos han producido.

Agradecimientos

Este artículo presenta resultados del proyecto “Formación de intelectuales mapuche en Chile: el caso del Programa Internacional de Becas de la Fundación Ford”, ejecutado por las autoras el año 2012 y del proyecto Fondecyt, núm. 1150482 “Representaciones de la diferencia y propuestas sobre diversidad cultural en la escritura de autores afrodescendientes e indígenas en América Latina a partir de 1950”, cuya investigadora responsable es Claudia Zapata.

Fuentes consultadas

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Entrevistas

Guillermo Williamson Castro (2012), Temuco: Universidad de La Frontera, 15 de marzo (profesor).

Álvaro Bello Maldonado (2012), Temuco: Universidad Católica de Temuco, 15 de marzo (profesor).

Luis Castro Castro (2012), Valparaíso: Universidad de Valparaíso, 3 de abril (profesor).

Geraldine Abarca Carimán (2012), Santiago: Transparencia Internacional, 24 de abril (profesor).

José Marimán Quemenado (2012), Santiago: Universidad arcis, 12 de mayo (profesor).

1La última generación de seleccionados (julio de 2010) comenzó estudios en marzo o septiembre de 2011. Las cifras que se mencionan en este artículo respecto al funcionamiento del programa en Chile y Perú son resultado de la tabulación de la información contenida en los archivos de Fundación Equitas en Santiago de Chile, realizada en la primera etapa de este estudio.

2Se pueden citar como ejemplos de estos esfuerzos los proyectos que han derivado en sistematizaciones y antologías de estas escrituras, como el de Ariel Antillanca, Clorinda Cuminao y César Loncón (2000), y el de Maribel Mora Curriao y Fernanda Moraga García (2010).

3Se deben agregar cinco becarios que se excusaron de participar en esta etapa por manifestarse críticos con el concepto de intelectuales indígenas, pero que manifestaron este disenso por de correo electrónico, opiniones fundamentadas que fueron consideradas en este análisis cualitativo (dos de ellos participaron luego en los grupos focales).

4El de Temuco se realizó el día 15 de junio de 2012. El de Santiago tuvo lugar el 29 de junio del mismo año, ambos en horario de 9:00 a 15:00 horas.

5A la fecha de esta entrevista, realizada el 12 de mayo de 2012, la editorial lom acababa de publicar el libro de Marimán titulado Autodeterminación. Ideas políticas mapuche en el albor del siglo XXI (2012), donde el autor identifica y analiza las distintas posturas que existen al interior del movimiento mapuche respecto al principio de la autodeterminación y la autonomía.

6Las encuestas por hogares y los censos nacionales realizados durante los últimos 20 años muestran que existe, pese a ciertos avances, una brecha entre población indígena y población no indígena que perjudica a la primera en todos los indicadores de desarrollo. La Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen)-2011 muestra que la pobreza alcanza a 19.2% de la población indígena, frente a 14% de la población no indígena. Respecto a la cobertura en educación, Casen-2011 muestra que esta desventaja se constata en todos los niveles (en educación superior la tasa neta de asistencia en la población indígena de 18 a 24 años es de 38.4%, mientras que la población no indígena exhibe 45.1%) (Mideplan, Pueblos originarios Casen 2011, 2012, Gobierno de Chile, Santiago. En línea: http://observatorio.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/layout/doc/casen/Pueblos_Indigenas_Casen_2011.pdf).

7En el idioma mapudungún la palabra winka refiere al no mapuche, al externo, al invasor. Con esta palabra se nombró primero a los españoles y luego a los chilenos (el territorio mapuche que se extendía al sur del río Bío Bío fue anexado por el Estado chileno en la década de 1880, luego de campañas militares que se emprendieron con ese objetivo, un proceso denominado por la historia tradicional chilena como “Pacificación de la Araucanía”).

Recibido: 01 de Mayo de 2015; Aprobado: 25 de Septiembre de 2016

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