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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.10 no.22 Ciudad de México may./ago. 2013

 

Traducción

 

Las metrópolis del siglo XXI: nuevas geografías de la teoría*

 

The 21st Century Metropolis: New Geographies of Theory

 

Ananya Roy**

 

Traducción del inglés: Víctor Delgadillo

 

** Departamento de Planeación Regional y de la Ciudad, Universidad de California. Correo electrónico: ananya@berkeley.edu

 

Resumen

Este artículo aboga por "nuevas geografías" de la imaginación y de la epistemología en la producción de las teorías urbana y regional. Postula que las teorizaciones dominantes de las ciudades-región globales tienen sus raíces en la experiencia euroamericana, y por tanto no son capaces de analizar las múltiples formas de las modernidades metropolitanas. Con base en la experiencia urbana del Sur global, este artículo presenta nuevos vectores conceptuales para la comprensión de la mundialización1 de las ciudades, la producción del espacio y las dinámicas de exurbanidad. Se argumenta que tales "conocimientos de áreas" incrementan los recientes esfuerzos teóricos para articular un estudio relacional del espacio y del lugar.

Palabras clave: Nuevas geografías, futuros urbanos, teoría urbana, urbanización, urbanismo, ciudades del tercer mundo.

 

Abstract

This paper calls for "new geographies" of imagination and epistemology in the production of urban and regional theory. It argues that the dominant theorizations of global city-regions are rooted in the EuroAmerican experience and are thus unable to analyse multiple forms of metropolitan modernities. By drawing on the urban experience of the global South, the paper presents new conceptual vectors for understanding the worlding of cities, the production of space, and the dynamics of exurbanity. It makes the case that such area-based knowledge deepens recent theoretical attempts to articulate a relational study of space and place.

Key words: New Geographies, Urban Futures, Urban Theory, Urbanization, Urbanism, Third World Cities.

 

DISLOCANDO EL CENTRO

Los territorios de las metrópolis, con su topografía social, energías económicas y maquinarias políticas, están una vez más en la agenda teórica y política. En este momento el interés recae en las extensas conurbaciones de la "ciudad-región", en el desvanecimiento de la ciudad en el campo, en las fronteras que finalizan en el horizonte, y en las grandes manchas de expansión urbana que desafían los límites del censo y de las categorías [conceptuales].2 Por supuesto, se trata más de un resurgimiento que de un interés nuevo. Los historiadores urbanos desde hace mucho han estado interesados justamente en las conurbaciones, sean éstas de la época feudal, donde las identidades políticas y económicas de la libertad y la servidumbre fueron incorporadas en las localidades de la ciudad y el campo; o aquellas del capitalismo socialdemócrata de principios del siglo XX, cuando había una viva imaginación para gestionar la relación entre la ciudad y el campo, una concepción que hoy posiblemente se llamaría la "sostenibilidad".

El presente artículo argumenta que es hora de repensar las geografías de la teoría urbana y regional. Gran parte del trabajo teórico sobre las ciudades-región está firmemente ubicado en la experiencia urbana de América del Norte y Europa occidental. Esto no es inusual. Es parte de una tradición canónica donde la teoría se produce en el crisol de unas pocas "grandes" ciudades: Chicago, Nueva York, París y Los Ángeles, ciudades inevitablemente ubicadas en Europa y Norteamérica. Es hora de repensar la lista de las "grandes" ciudades. Mientras que el siglo XX se cerró con el debate y la controversia sobre el cambio de la sociología urbana de la "escuela de Chicago" a la geografía posmoderna de la "escuela de Los Ángeles", el futuro urbano ya está en otra parte: en las ciudades del Sur global, en ciudades como Shanghái, El Cairo, Bombay, ciudad de México, Río de Janeiro, Dakar y Johannesburgo. ¿Pueden las experiencias de estas ciudades reconfigurar el corazón teórico del análisis urbano y metropolitano?

Las ciudades de los países del Sur global, cuando aparecen en la teoría urbana son por lo general incorporadas bajo el signo del subdesarrollo, en el último y obligatorio capítulo sobre "Urbanización del Tercer Mundo" de los libros de texto de los estudios urbanos. Ellas son los sitios en que la acumulación de capital y la gobernabilidad democrática suceden en "circunstancias especiales" (Stren, 2001: 205). Son las mega-ciudades, repletas hasta el tope, superadas por su propio destino de la pobreza, la enfermedad, la violencia y la contaminación. Ellas constituyen el "Planeta de tugurios" con su "humanidad excedente" y "luchas en el ocaso" (Davis, 2004: 13).3 La imaginación apocalíptica de Davis sobre el Tugurio Global es sólo la más reciente variante en la aguda narración de la crisis de las grandes ciudades. Po ello, Robinson (2002) ha puesto en marcha una crítica implacable sobre la geografía de la teoría urbana, señalando claramente la brecha permanente entre las ciudades del "Primer Mundo" (léase: las ciudades globales), que son vistas como modelos y generadoras de la teoría y la política; y las "ciudades del Tercer Mundo" (léase: las mega-ciudades), que son vistas como problemas que requieren diagnósticos y reformas. Contra la "ficción reguladora" de la ciudad global del Primer Mundo, Robinson (2003: 275) clama por una teoría urbana robusta que pueda superar esta "ignorancia asimétrica".

El presente artículo intenta articular nuevas geografías de la teoría urbana. Para ello se requiere una "dislocación" del centro de la producción teórica euroamericana, pues no basta con estudiar las ciudades del Sur global como interesantes casos empíricos anómalos, diferentes y esotéricos. Estas formas benignas de hacer las diferencias mantienen vivas las tendencias neo-orientalistas que interpretan las ciudades del Tercer Mundo como el corazón de las tinieblas, lo Otro. Aquí se argumenta que el centro de la producción teórica debe moverse hacia el Sur global, que tiene que haber una nueva calibración de las geografías del conocimiento autorizado. De igual manera que la experiencia parroquial de las ciudades euroamericanas se ha encontrado como un modelo teórico útil para todas las ciudades, quizás las experiencias distintivas de las ciudades de los países del Sur global pueden generar marcos teóricos productivos y provocadores para todas las ciudades. La crítica a la hegemonía euroamericana sobre la teoría urbana no es tanto un argumento sobre la inaplicabilidad de las ideas euroamericanas en las ciudades del Sur global. No se trata de vigilar las fronteras a través de las cuales las ideas, las políticas y las prácticas fluyen y mutan. La preocupación es con los limitados lugares sobre los que la producción teórica actualmente teoriza y con la falta de imaginación y de epistemología que la engendró. Es el momento de la explosión de las geografías teóricas abiertas, para producir una nueva serie de conceptos en el crisol de un nuevo repertorio de ciudades. Al formular este argumento, el artículo sugiere una combinación paradójica de la especificidad y la generalización: las teorías tienen que ser producidas en lugares (e importa dónde se producen), pero luego éstas pueden ser objeto de apropiación, préstamo y reasignación. En este sentido, el tipo de teoría que se impulsa es simultáneamente localizado y deslocalizado.

La agenda teórica que puede ser generada por estas nuevas geografías de la teoría se describe brevemente enseguida. Como agudamente señalan Jonas y ward (2007: 170), la ciudad-región a menudo se conceptualiza como un componente básico de la economía mundial. En el trabajo de Scott (2001), por ejemplo, la ciudad-región anuncia una nueva fase de desarrollo territorial capitalista y por lo tanto es el espacio clave de la acumulación, la competencia y la gobernabilidad. Este marco [teórico] se vincula de manera importante con la narrativa dominante de las ciudades globales/mundiales. Iniciado por Sassen (1991) y Knox y Taylor (1995), pero en parte derivado de las teorías de los "espacios de flujos" de Castells (1996), esta narrativa traza una jerarquía de ciudades-región. Esta es la economía de aglomeración a gran escala. Pero es también una ecología darwiniana de las ciudades: la supervivencia del más apto en la fuerte competencia de la red del capitalismo. En la clasificación mundial alfa-beta-gamma, las "mega-ciudades" por lo general están fuera del mapa, son vistas como entidades "grandes, pero sin poder", mientras que las ciudades globales/mundiales son presentadas como nodos de una globalización que unidimensionalmente es dirigida por el capital financiero.

Tal conceptualización se queda corta en varias formas. En primer lugar, como Jonas y Ward (2007: 170) señalan, la literatura de la ciudad-región no habla de "cómo las nuevas formas territoriales se construyen políticamente y se reproducen a través de actos cotidianos y de las luchas en torno al consumo y la reproducción social". Por ello, Jarvis (2007) exige una mayor atención a las prácticas y las políticas de "cuidado" que hacen posible la producción económica de las ciudades-región. En segundo lugar, como Purcell (2007) argumenta, la investigación sobre las ciudades-región es débil en su compromiso con las cuestiones de la democracia. El enfoque en la competitividad de la economía tiende a eludir el terreno de los conflictos políticos y el sujeto de las decisiones, a través del cual el espacio es vivido y negociado. Por esta razón, los dos únicos ensayos sobre las "cuestiones de ciudadanía" del volumen editado por Scott (2001), Global City-Regions —uno de Holston (2001) y el otro de Isin (2001)— relatan una inusual historia sobre la informalidad, el populismo, los movimientos sociales y las políticas islamistas. La historia es inusual, no porque estos fenómenos sean poco comunes, sino más bien porque se han quedado en la narrativa normalizada de la ciudad-región global. Central en este tipo de deficiencias es, entonces, lo que Amin (2004: 35) llama una lectura "territorial" de las regiones, que se basa en la suposición de que existe un territorio bien definido que puede ser controlado y gestionado, y que por lo tanto [esto] reduce la política a una gestión localista. Basándose en la labor de Massey, Amin (2004: 38-39) llama a una lectura "relacional" o "topológica" de las regiones, de tal manera que lo local sea visto como un "campo de la interacción agonista" con "diferentes escalas de la política y acción social".

En el presente trabajo, el llamado de Amin para una lectura topológica de las regiones está vinculado con la llamada de Robinson para poner fin a la ignorancia asimétrica de la teoría urbana y regional. Aquí, se argumenta que si bien es necesario articular una teoría del lugar "relacional", esta articulación está bien comunicada con la producción de teoría en el contexto del Sur global. Tal empresa no supone "añadir" la experiencia de los países del Sur a los marcos [teóricos] ya existentes de la ciudad-región. Por ejemplo, hay un trabajo reciente que trata de brindar luz sobre las ciudades-región del mundo en desarrollo (Segbers, 2007), pero que se esfuerza por adaptar estos espacios a las formas previsibles y las clasificaciones jerárquicas de la teoría de la ciudad global y ciudad mundial de Sassen y Taylor. Este artículo está menos interesado en la adición o la previsible asimilación de la experiencia de los países del sur a la teoría de las ciudades-región. En su lugar, se pretende convencer que un estudio serio sobre el Sur global puede desplazar lo que en términos de Amin (2004: 33-34) es el "imaginario hegemónico territorial del mundo" y en su lugar revela "un exceso de composición espacial". El presente trabajo se aleja del término "ciudad-región" y en su lugar busca crear una agenda para el estudio de las metrópolis del siglo XXI que se centra en una variedad de dinámicas topologías y relacionales profundas: la mundialización de las ciudades, la producción del espacio y de las políticas del espacio, y la exurbanidad y la extraterritorialidad. Lo que está en juego aquí no es el mapeo de ciudades región, limitadas y situadas, sino más bien un análisis de la heterogeneidad y multiplicidad de las modernidades metropolitanas.

 

NUEVAS GEOGRAFÍAS DE LA TEORÍA: ESENCIALISMOS ESTRATÉGICOS

La academia euroamericana tiene una institución única llamada "estudios de área". Formulada en la época de la Guerra Fría, los "estudios de área" significan la geopolítica del conocimiento. Con la intención de producir "especialistas en estudios de área", este campo de entrenamiento basa las identidades disciplinarias en el profundo conocimiento de las regiones del mundo. Más recientemente, ha habido un replanteamiento de los estudios de área de tal manera que el énfasis ya no está en la geografía de las características, sino más bien sobre las "geografías de procesos" (Appadurai, 2000a): en otras palabras, en las formas del movimiento, del encuentro y del intercambio que confunden la idea de limitadas regiones mundiales con rasgos inmutables.

Aquí se propone que los "estudios de área", especialmente cuando son entendidos través de la lente de las "geografías de procesos", pueden ayudar a forjar nuevas geografías de la teoría urbana. Por lo menos esto hace posible una comprensión de la producción de conocimiento de los estudios de área: cómo y porqué los conceptos particulares son producidos en particulares áreas del mundo. Tal empresa hace posible una comprensión de la especificidad diversa del urbanismo y del metropolitanismo, y también facilita útiles investigaciones comparativas. Es en este espíritu que la autora del presente artículo y Nezar AlSayyad, bajo los auspicios del proyecto de la Fundación Ford "Cruzando Fronteras", reunió a estudiosos de la informalidad urbana que trabajan en América Latina, Sur Asia y el Medio Oriente (Roy y AlSayyad, 2003). Allí, se demostró que la conceptualización de la informalidad urbana surgió en el contexto latinoamericano, de tal manera que no era posible separar este marco teórico de su área de estudio de origen. Sin embargo, se evidenció que era posible reconocer los tipos distintivos de la teorización que se estaban habilitando para el estudio de la informalidad urbana en otras regiones del mundo, como el Medio Oriente y Asia del Sur, y que era posible que los estudiosos y los profesionales que trabajan en el contexto regional aprendan los unos de los otros.

En este artículo el programa es más ambicioso. Por un lado, un marco [teórico] de "estudios de área" produce una teoría urbana localizada, rica en las realidades locales de las áreas del mundo. Esto es necesario e imperativo. Por otro lado, cuando el marco de los "estudios de área" es en sí mismo complicado como las "geografías de procesos", entonces es posible pensar acerca de una teoría urbana deslocalizada que supera con creces sus orígenes geográficos. Olds (2001b: 129) nota acertadamente que: "Las grandes regiones que dominan los actuales mapas de los estudios de área no son hechos geográficos permanentes. Se trata de dispositivos heurísticos problemáticos para el estudio de los procesos geográficos y culturales globales".

Este tipo de marco de los "estudios de área" puede ser visto como la producción de "esencialismos estratégicos": un conocimiento autorizado de grano fino y matizado, pero que excede su empirismo a través de la generalización teórica. Estas formas de esencialismo y dislocación, se argumenta, son necesarias para desmantelar los dualismos que se han mantenido entre las ciudades globales y las mega-ciudades, entre la teoría y el trabajo de campo, y entre los modelos y las aplicaciones. Esto no es suficiente para una comprensión de la metrópoli del siglo XXI y simplemente para hacer visibles las ciudades del Sur global. Ni siquiera es suficiente para superar la visibilidad de la crisis y la catástrofe. En lugar de esto, es necesario ver todas las ciudades desde este particular lugar en el mapa.

Estos lugares en el mapa y las visiones que ellos permiten serán discutidos ahora brevemente. Esta discusión se aborda con el reconocimiento explícito de que cada área del mundo es un dispositivo heurístico en lugar de un hecho geográfico permanente. La presente cobertura de las diferentes áreas del mundo es altamente selectiva y estratégica, más que abarcadora. También es especialmente concerniente con el trabajo teórico que no sólo se remite a las regiones, sino que también se centra en la experiencia urbana y metropolitana. En otras palabras, este breve resumen es una visión de cómo la "cuestión urbana" se aborda de distintivas maneras y a través de diferentes áreas de conocimiento en el mundo. Rápidamente se hará evidente que estas cuestiones urbanas son simultáneamente localizadas y deslocalizadas, ofreciendo tanto una visión de un lugar en el mapa, como de una topología y relacionalidad que redibujan el mapa mismo.

 

AMÉRICA LATINA

La estructura empírica y teórica que surge de América Latina está vinculada con las condiciones de la ciudadanía urbana. Más recientemente, ha habido una considerable investigación sobre las formas de la marginalidad y la desigualdad en ciudades como Buenos Aires y Río de Janeiro (Auyero, 2000; Perlman, 2003). Estos patrones de empobrecimiento y precariedad son vistos como producto de las geografías de separación, por la "ciudad de los muros" de América Latina (Caldeira, 2001). Al mismo tiempo, los investigadores latinoamericanistas están interesados en las posibilidades de la "ciudadanía insurgente" (Holston, 1999). ¿Cuáles son las formas en que los pobres urbanos demandan y se apropian de un espacio urbano adecuado y de los medios de subsistencia, desafiando así las condiciones desiguales de la ciudadanía que han sido establecidas en las ciudades-región de América Latina? Estas preguntas son hoy de particular importancia y urgencia en América Latina, con la popularidad de los regímenes políticos de izquierda y con las formas reinventadas de populismo. ¿Será la Caracas de Chávez una ciudad justa? ¿Puede Morales estar a la altura de su promesa para remediar la persistente pobreza del campo boliviano? ¿Podrá Brasil transformar sus jerarquías socioespaciales a través de la institucionalización de la democracia participativa? Pero tales cuestiones también hablan de una larga tradición de la teoría de América Latina, como las aportaciones de los dependentistas. Articulada como un contrapunto a la teoría de la modernización y sus llamados por los polos de desarrollo, el equilibrio territorial y el crecimiento filtrado o por goteo, la teoría de la dependencia enfatizaba la persistencia de las geografías centro-periferia, que incluían la primacía de ciudades parasitarias e involutivas economías informales. Para los teóricos de la dependencia este subdesarrollo era producido activamente por las formas de dependencia, a través de las cuales América Latina se insertaba en la economía mundial (Frank, 1967; Cardoso y Faletto, 1979). En la década de 1970, una dimensión urbana fue añadida a la teoría de la dependencia. El caso más notable fue el de Castells (1983), quien planteó la idea de la "ciudad dependiente" como un espacio de las movilizaciones sociales,4 donde estas energías eran a menudo cooptadas por las políticas populistas del clientelismo. Aún cuando el potencial de los movimientos sociales estaba allí presente, la insurgencia y el cambio social radical se realizaron en raras ocasiones. La dependencia entonces no era simplemente una condición externa, perpetuada a través de formas neocoloniales de desarrollo y globalización, sino una condición interna: la reproducción de la desigualdad en la lucha por la ciudad latinoamericana.

 

SUR ASIA

El corpus de trabajo sobre las ciudades del Sur de Asia es más limitado. En el terreno de los estudios de esta área, la exposición de la "cuestión agraria" ha sido mucho más profunda que la de la "cuestión urbana". Recientemente ha habido lo que Rao (2006) llama un "giro urbano" en la investigación académica en el Sur asiático. Los teóricos de la nación poscolonial de manera creciente se interesan por las formas en que la "sociedad política" (Chatterjee, 2006) encuentra su expresión en la ciudad. Al igual que en el caso del urbanismo latinoamericano, aquí hay un compromiso sostenido con la violencia, la marginalidad y las remociones de la ciudad del Sur de Asia (Appadurai, 2000b). Pero también hay un interés, incluso optimista, sobre las posibilidades de la ciudadanía urbana, lo que Appadurai (2002) llama la "democracia profunda". Vale la pena señalar que los debates del Sur de Asia acerca de la política urbana y la ciudadanía tienen una única firma teórica. Si en América Latina el análisis urbano está impregnado de los legados de la teoría de la dependencia, la investigación académica en Asia del Sur está formada por las tradiciones de la teoría poscolonial y particularmente por una variante del Sur de Asia del análisis poscolonial: los estudios subalternos. El poscolonialismo, por supuesto, es más que el estudio de las sociedades coloniales y poscoloniales. Es ante todo una teoría crítica de la subjetividad y del poder. Así, Asia del Sur presenta una ventana a las formas de acción y subjetividad que van mucho más allá de las teorías del populismo, el clientelismo y la democracia. Ubicados ya sea en la ciudad colonial o en la ciudad contemporánea, los debates del Sur de Asia fundamentalmente se ocupan de la producción hegemónica de temas y temáticas urbanas. Los estudios de la ciudad colonial del Sur de Asia están, pues, tan interesados por los registros estéticos de la belleza y la hibridez como de la ocupación y la destrucción (Dutta, 2006). Los estudios de la ciudad contemporánea del Sur de Asia se interesan por lo tanto en las formas en que los sujetos subalternos acceden a y participan en proyectos de renovación urbana y en la desigualdad urbana (Roy, 2003). Un inevitable acompañante teórico para este tipo de trabajos es una reflexión radical sobre las condiciones en que la investigación académica puede o no representar esos temas: ¿puede hablar el subalterno?

 

ASIA ORIENTAL

La teoría poscolonial producida en el contexto de Asia oriental es sustancialmente diferente a la producida en Latinoamérica o Asia del Sur. Así son las implicaciones para la teoría urbana. Mientras que la teoría de América Latina se ha centrado en la dependencia y la de Asia del Sur en las identidades subalternas, la investigación académica en Asia oriental, en cambio, ha estado ocupada con el "arbitraje": la negociación y la mediación de la globalización económica y el cosmopolitismo cultural. De manera provocativa, Abbas (2000: 783) ha argumentado que el arbitraje es la variante en Asia oriental del término "glocalización", para indicar las estrategias que aprovechan las diferencias en las escalas, espacios y zonas: "las estrategias de todos los días para la negociación de los desequilibrios y las dislocaciones que la globalización ha creado" (Abbas, 2000: 786). Es en este sentido que Abbas lee a Hong Kong como un "para-sitio", conformado por sus geografías de dependencia, colonialismo y para-colonialismo, pero también con una capacidad para mediar con los flujos globales de capital, los cuerpos, las ideas, los deseos y las aspiraciones. Por ello, la teoría urbana de Asia oriental llama la atención sobre las producciones poli-temporales y polivalentes de la modernidad global, como en la conceptualización del Shanghái "moderno" (de la década de 1920) y el recientemente "moderno" (1990). La idea de un "moderno Shanghái" (Lee, 2001), inevitablemente colonial pero ineluctablemente cosmopolita, es una afirmación teórica de gran alcance. Pues crea un marco de urbanismo globalizado, que está más diferenciado y matizado, que ambas designaciones, la dependentista y la ecología de la ciudad global.

 

ÁFRICA

Durante un tiempo, la literatura africanista sobre las ciudades se hizo eco de los temas de urbanismo de América Latina: los campesinos en la ciudad, las estructuras de los sistemas mundiales de la dependencia y el subdesarrollo, la informalización bajo las condiciones de la globalización neoliberal. O bien, la investigación académica abordaba determinadas condiciones geopolíticas, como el apartheid y el post-apartheid urbanos. Recientemente ha emergido un proyecto más ambicioso de teorización africana sobre los espacios y los temas urbanos. El primer mandato es entender el capitalismo en las ciudades africanas no como relaciones sociales de producción, sino como formas-en-circulación (Nuttall y Mbembe, 2005: 2000). Este estudio sobre circulaciones —la circulación de los cuerpos racializados, de los cuerpos de los migrantes, de los bienes de consumo, de las mercancías, de las supersticiones, de los rumores, de los sobornos, de los bienes usados— crea una sensación vertiginosa de la economía urbana. Por ello es que Simone (2004a) replantea la infraestructura urbana en términos de la "gente como infraestructura", indicando con ello los contingentes y las circulaciones fugaces y las transacciones a través de los cuales se reproducen las ciudades africanas. El segundo mandato es vincular estas formas-en-circulación de las modernidades africanas. Cuáles son las formas en que las ciudades africanas pueden ser entendidas, no como ciudades "fallidas", sino más bien como ciudades de las aspiraciones y las expectativas, la "ciudad por venir" (Simone, 2004b). ¿Cuáles son las formas en que puede ser entendida la "figura del sujeto en tiempos de crisis", como el árbitro de las modernidades metropolitanas? (Mbembe y Roitman, 2003).

 

MEDIO ORIENTE

El Medio Oriente es un terreno epistemológico complejo. Es quizás la única área en los "estudios de área" que no es un territorio geográfico, sino más bien una construcción social. ¿Medio de qué y al Oriente de dónde (AlSayyad y Roy, 2003: 2)? En este sentido, la idea de El Medio Oriente pone en evidencia la construcción social (léase: orientalista) que subyace a todas las geografías y hechos geográficos. Es la última herramienta heurística en que uno pone en cuestión las formas en que las teorías de uno se tornan "mundo". Las fronteras del Medio Oriente son constantemente reelaboradas: se amplían sobre África del Norte, extendiéndose en la imaginación pública hasta lugares en conflicto, y con frecuencia confundiéndose con los contornos de las sociedades predominantemente musulmanas, incluso aquellas tan remotas como Afganistán. Dentro de estas fronteras ambiguas y expansivas también hay economías emergentes y tradiciones significativas de la teoría urbana y metropolitana. Como en el caso del Sur de Asia, las violencias de los nacionalismos del Medio Oriente han dado lugar a un análisis cuidadoso de cómo la ciudad puede encarnar las crueldades, las separaciones y las erosiones de la construcción de la nación: desde la etnocracia de los asentamientos sionistas (Yiftachel, 2006), a los feudos políticos sancionados del Beirut multicultural, y al "urbicidio" que se está realizando en diversos territorios ocupados (Graham, 2004). Recientemente un esfuerzo más audaz ha sido impulsado. La autodenominada "Escuela de El Cairo" ha puesto en marcha un estudio sobre los cosmopolitanismos y las modernidades localizadas en el Medio Oriente globalizado, examinando los paisajes heterónomos de los centros comerciales, los barrios cerrados, los espacios públicos islamizados, y los asentamientos informales (Singermann y Amar, 2006).

Aquí, entonces, se trata de un rico y complejo paisaje de conceptos y tradiciones teóricas. Sin embargo, el objetivo de este trabajo es algo más que la documentación de la riqueza empírica y las diversidades regionales. ¿Cómo pueden los conceptos producidos regionalmente ser desplegados como "esencialismos estratégicos", a la vez localizados y dislocados? ¿Cómo pueden las teorías incluidas en los "estudios de área" conservar sus coordenadas geográficas, pero también cruzar las fronteras y viajar como vectores dinámicos de nuevos debates teóricos e intercambios?

 

CONCEPTOS PARA LAS METRÓPOLIS DEL SIGLO XXI

Se ha señalado que el discurso dominante que conforma el estudio de la ciudad-región global es la teoría de la ciudad global/ciudad mundial, de Sassen y Taylor. Este apartado revisita este marco teórico, pero a través de los vectores conceptuales que han surgido de los "estudios de área". Se ha mostrado que hay otras maneras de "mundialización" de las ciudades y que estas geografías de conexiones brindan una mayor relevancia y dinámica a las metrópolis del siglo XXI. Otras dos vertientes de la teorización, que a menudo son convocadas, están comprometidas con dar sentido a la experiencia urbana contemporánea. La primera, liderada por Harvey (1989) y Smith (1996), presenta un análisis marxista de la acumulación [del capital] y la regulación urbana. Esta visión, basada en Lefebvre, trata de explicar la producción del espacio a través de formas de desarrollo urbano y gentrificación. La preocupación aquí no es sólo con el desarrollo espacial desigual, sino también con los modos de regulación que gestionan y desplazan las crisis del capitalismo, como en el trabajo de Brenner (2004), Brenner y Theodore (2002), y Jessop (1994). La segunda vertiente, a menudo conocida como la "Escuela de Los Ángeles", relata la explosión y la implosión de las metrópolis: los paisajes exurbanos de la exópolis (Soja, 1992), los enclaves de la ciudad fortaleza (Davis, 1990), y las zonas geográficas fronterizas de la ciudad "post-frontera" (Dear y Leclerc, 2003). En un análisis debordiano5 del capitalismo tardío, este marco teórico hace hincapié en las economías simbólicas de la ciudad-región: la alienación de la producción, la reproducción y la regulación en el espectáculo que es la metrópoli posmoderna (Sorkin, 1992). A través de un compromiso con las nuevas geografías de la teoría, se pretende actualizar y reelaborar estas teorizaciones.

 

La mundialización de las ciudades

En la teoría urbana, la práctica analítica de la "mundialización" está dominada por el marco de la ciudad global y la ciudad mundo. Esta ecología de la globalización presta atención a los circuitos del capital financiero y del capital informativo, pero ignora otros circuitos de la economía mundial. No es de extrañar entonces que el mapeo de las ciudades globales/mundiales borre todas las otras ciudades del mapa, con el argumento de que son estructuralmente irrelevantes para el funcionamiento de la globalización económica (Robinson, 2002). Pero la inmensa cantidad de trabajo que se realiza en varias regiones del mundo indica que hay muchas otras formas de "mundialización" de las ciudades y que éstas son de importancia crucial en la economía mundial. Por ejemplo, los teóricos del "urbanismo transnacional" están examinando las formas en que la gentrificación y el re-desarrollo urbano están integrados en los mercados inmobiliarios mundiales, la globalización de la "producción del espacio" de Lefebvre (Olds, 2001a). Otros autores están estudiando el "trasnacionalismo desde abajo", las prácticas y estrategias de los migrantes en el cruce de las fronteras y la producción del espacio (Smith, 2001). Particularmente significativa es la obra de Jacobs (1996) sobre el urbanismo pos-colonial. Jacobs interpreta las ciudades globales, como Londres, como ciudades "pos-coloniales" y muestra cómo el pasado colonial de Londres da forma a sus espacios contemporáneos: en sus "enclaves étnicos", en las luchas por la renovación urbana y en las negociaciones sobre la identidad cultural. Este es el inestable y profundo "borde del imperio", que no existe en los márgenes, sino en el centro de la ciudad global. De manera similar, el estudio del Vancouver globalizado de Mitchell (2004) revela disputas por el espacio urbano que también son disputas en torno a la nación y la patria. El urbanismo del borde del Pacífico de Vancouver, impulsado por empresarios transnacionales chinos ricos y de clase media, irrumpe los modelos y mitos de la asimilación y el multiculturalismo, que constituyen la ciudadanía canadiense.

Estas formas de "mundialización" son cruciales porque mueven la teoría urbana de la cartografía de las "ciudades mundiales" a los análisis historizados del sistema mundo. El marco de la ciudad global/mundial afirma una jerarquía de ciudades, pero es incapaz de dar cuenta totalmente de la materialización de tal jerarquía, y menos aún en relación con la larga historia de colonialismo y el imperialismo. El espacio es un "contenedor" en estos reportes teóricos, pero su "producción" continúa sin explicarse (Smith, 2002). Por ejemplo, Taylor (2000), siguiendo a Braudel, acertadamente señala que el capitalismo es un mundo de monopolios múltiples y que las ciudades globales/mundiales representan un "monopolio del lugar". Se trata de una refrescante re-calibración de una simplista narrativa de las "economías de aglomeración". Sin embargo, Taylor es incapaz de explicar la formación de esta clase de configuraciones de poder y de los complejos monopólicos. Los marcos del urbanismo trasnacional y del urbanismo poscolonial trabajan precisamente en ese poder explicativo. A través de un estudio sobre las geografías imperiales, Jacobs puede explicar la producción de Londres como una ciudad global. A través de un análisis de las elites del Borde Pacífico, Olds puede dar cuenta de la acumulación global que está teniendo lugar en Vancouver. Pero es interesante observar que incluso estos trabajos se mantienen centrados en las ciudades del "Primer Mundo", a pesar de que representan un esfuerzo importante para trasnacionalizar y globalizar el estudio de estas ciudades. Si bien estos esfuerzos en las ciudades "mundializadas" son de gran importancia, un segundo tipo de "mundialización" menos convencional está siendo propuesto.

La "mundialización" de ciudades típicamente ha adoptado un modelo centro-periferia de la globalización. Este es el caso de los marcos [teóricos] neo/liberal y pos/colonial. Sin embargo, la investigación de los "estudios de área" señala una necesidad urgente de repensar el modelo centro-periferia. Appadurai (1996) sugiere una teoría de los "paisajes" superpuestos, de órdenes disyuntivos (paisajes mediáticos, étnicos, financieros) como una analítica de la globalización y como una alternativa a la cartografía centro-periferia. Sin embargo, su tema de "paisajes" narra la globalización como un proceso de desterritorialización, sin tener en cuenta las formas más obvias de reterritorialización que están obrando en el sistema mundial. Una "mundialización" de las ciudades tiene ahora que tener en cuenta los múltiples núcleos y periferias, y más provocativamente tiene que señalar la emergencia de estructuras centro-periferia en el Sur global. Dos ejemplos de esta "mundialización" se comentan enseguida.

El primero es el caso de los circuitos globales de trabajo doméstico que vinculan "periferias" —tales como las Filipinas— con "núcleos" como Hong Kong y Singapur. Es un hecho bien establecido que hay un orden de género en las geografías del capitalismo tardío. Ehrenreich y Hochschild (2003) confieren el término "mujer global" a los cuerpos laborales (empleadas domésticas, niñeras, trabajadoras sexuales, trabajadores de la línea de montaje), a través de los cuales se facilita y se reproduce la acumulación global. La valoración y el intercambio de estos cuerpos se lleva a cabo no sólo en los flujos Sur-Norte, sino también en los flujos Sur-Sur. La obra de Constable (1997) y Yeoh et al. (2000) detalla la feminización y la racialización del servicio doméstico en Hong Kong y Singapur, de modo que el servicio de limpieza es llamado con sinónimos de tipificaciones nacionales y de género (en estos casos, generalmente con el tipo de "filipina"). Las Filipinas, por un lado, facilitan la "exportación" de sus mujeres y dependen fuertemente de sus remesas, pero por otro lado cuidadosamente negocian salarios y condiciones laborales con Hong Kong y Singapur, y a menudo se ha amenazado con el fantasma del "retorno" [de las mujeres] a las Filipinas.

El segundo es el caso de las rutas de la migración, líneas de éxodo e intercambios de mercancías, que conectan las ciudades del África subsahariana con ciudades como Mumbai, Dubai, Bangkok, Kuala Lumpur y Jeddah, elaborado por Simone (2001) en un revelador artículo titulado "Sobre la mundialización de las ciudades africanas". Los africanos se instalan en "la ciudad como un recurso para alcanzar y operar a nivel del mundo" (p. 22), con lo que crean estrategias cotidianas de "mundialización", una "mundialización desde abajo". Algunos de estos circuitos "prolongan y vinculan ellos mismos a rutas migratorias más convencionales de Europa y América del Norte" (Simone, 2001: 22), pero muchos de ellos permanecen conectados principalmente a otros sitios en el Sur global. Estas redes no son facilitadas por los agentes habituales y las empresas del capital financiero y el capital de información, sino por otros agentes económicos y sociales igualmente relevantes, en este caso, el "zawiyyah" o hermandad sufí. Vale la pena leer el siguiente pasaje de Simone (2001: 28) como contrapunto de las cartografías darwinianas producidas por el marco de la ciudad global/ mundial:

Así, en Treichville, donde visité un Tidiane zawiyyah en 1993, un gran mapa del mundo estaba en una pared en una de las salas comunes. En el mapa, cientos de ciudades estaban marcadas con círculos con marcadores mágicos, y "etiquetadas" con números. En una mesa debajo del mapa había archivos de cartón muy desgastados y numerados, que correspondían a los números en el mapa.

En dichos archivos había varias listas de nombres de los seguidores que viven en estas ciudades con breves perfiles de cada uno de ellos.

Estas formas de "mundialización" mueven a uno lejos de los simples modelos centro-periferia de la urbanización globalizada. En cambio, uno se queda con lo que Ong (1999) llama "zonas diferenciadas de la soberanía". La metrópoli del siglo XXI arbitra esta geografía de la multiplicidad y la diferenciación. Y al hacerlo así, como Abbas, tendría uno que imaginar un "para-sitio". Esto depende de los circuitos del capital global y sin embargo, esto también produce y media en estos circuitos.

 

La producción del espacio

Hay un sofisticado cuerpo teórico sobre la "producción del espacio", la taquigrafía de Lefebvre para las formas en que la plusvalía es producida a través de la mercantilización (comodificación) y el intercambio del espacio. Por supuesto que, para Lefebvre, la producción del espacio también se lleva a cabo a través de las representaciones del espacio (las concepciones espaciales abstractas de los expertos y de los planificadores), a través de la experiencia cotidiana, la experiencia vivida del espacio, y a través de los significados colectivos de los espacios de representación. Sin embargo, la apropiación principal de su trabajo se ha centrado en cómo el capital de propiedad [inmobiliaria], una vez considerado como un circuito "secundario" [de acumulación de capital], es hoy un circuito "primario", que destaca no sólo por su papel en la reproducción ampliada, sino por su papel central en la producción de valor (Smith, 2002) y en la frontera cada vez más expansiva de la acumulación primitiva (Harvey, 2005). A partir de tal conceptualización han seguido una serie de conceptos subsecuentes sobre las formas de regulación y las formaciones del espacio. Smith (1996) caracteriza a la ciudad contemporánea como "revanchista", con una tolerancia cero para los pobres urbanos. Harvey (1990) señala el tránsito del "gerencialismo urbano" al "empresarialismo urbano", señalando que el Estado es ahora un agente más que un regulador del mercado. Graham y Marvin (2001) demuestran que este tipo de producción del espacio genera un paisaje metropolitano muy desigual, un "urbanismo astillado" de espacios en red separados y de "hoyos negros". Pero, por supuesto, es esta desigualdad la que hace posible las nuevas olas de gentrificación y de renovación urbana, con la revalorización y desvalorización de la propiedad [inmobiliaria] (Smith, 1996). Los teóricos de la "regulación" (Brenner y Theodore, 2002) designan a tales prácticas como una "fijación espacial" mediante la que la crisis de sobre-acumulación se resuelve a través de inversiones en nuevos sitios de valor.

Estas posiciones teóricas se han producido en el contexto de la experiencia urbana euroamericana. Esto no quiere decir que este análisis no sea aplicable a las ciudades del Sur global. De hecho, es muy pertinente. El argumento es menos acerca de la relevancia internacional y más de información sobre el alcance y la gama de análisis. Al estar imbuido en la experiencia urbana euroamericana, este trabajo teórico pasa por alto algunas de las principales formas en que la producción del espacio se lleva a cabo en otros contextos urbanos y metropolitanos. Además, esta "otra" experiencia tiene una relevancia considerable para las ciudades-región euroamericanas y puede proporcionar puntos de vista sobre los procesos que hasta ahora no han sido explicados en estas ciudades. Un tipo de ejemplo de la producción del espacio que se destaca es la informalidad. La teoría urbana y metropolitana del "Primer Mundo" es curiosamente muda sobre el tema de la informalidad. O hay una tendencia a imaginar la "informalidad" como una esfera de la desregulación, incluso de la ilegalidad, una actividad fuera del ámbito del Estado, un dominio de la supervivencia de los pobres y marginados, a menudo eliminados por la gentrificación y la reurbanización. Sin embargo, un extenso cuerpo de literatura del "Tercer Mundo" proporciona una comprensión sofisticada y bastante diferente de la informalidad. Vale la pena destacar tres contribuciones de este marco analítico.

En primer lugar, la informalidad se encuentra dentro del alcance del Estado en lugar de fuera de éste. A menudo el poder del Estado es el que determina lo que es informal y lo que no es (Portes et al., 1989). Y en muchos casos el propio Estado opera de manera informalizada, obteniendo con ello una flexibilidad territorializada que no se tiene plenamente con los mecanismos meramente formales de acumulación y legitimación. Estos también son, para usar un término de Brenner (2004), "espacios estatales". Por ejemplo, la rápida periurbanización que se está desarrollando en los bordes de las ciudades más grandes del mundo, es un proceso informalizado, a menudo en violación de los planes generales [de desarrollo urbano] y las normas estatales, que a menudo ha sido sancionado por el Estado de manera informal (Roy, 2003). Esto significa que la informalidad no es un dominio desregulado, sino estructurado a través de varias formas de regulación extra-legal, social y discursiva. En segundo lugar, la informalidad es mucho más que un sector económico, es una "forma" de la producción del espacio (Roy y Alsayyad, 2003). La informalidad produce una geografía desigual del valor espacial, facilitando así la lógica urbana de la destrucción creativa. El valor diferencial asociado a lo que es "formal" y lo que es "informal" crea el mosaico de espacios valorizados y desvalorizados, que a su vez es la frontera de la acumulación primitiva y la gentrificación. En otras palabras, la informalidad es un dominio completamente capitalizado de la propiedad y es a menudo un muy eficaz "regulador espacial" en la producción de valor y de ganancias. En tercer lugar, la informalidad es internamente diferenciada. La fragmentación del urbanismo no se lleva a cabo en la fisura entre la formalidad y la informalidad, sino más bien de manera fractal, dentro de la producción informalizada del espacio. Con la consolidación del neoliberalismo, también ha habido una "privatización de la informalidad". Si bien la informalidad fue alguna vez situada de manera primordial en terrenos públicos y practicada en el espacio público, hoy día es un mecanismo crucial en las formaciones urbanas totalmente privatizadas y mercantilizadas, como en los fraccionamientos y loteamientos informales que constituyen la periurbanización de tantas ciudades (Alsayyad y Roy, 2003: 4). Estas formas de la informalidad no son más legales que las invasiones y los asentamientos precarios. Sin embargo, éstas son expresiones del poder de clase y por lo tanto pueden ordenar las infraestructuras, los servicios, y la legitimidad de tal manera que [estos asentamientos humanos] tienen una marca sustancialmente diferente del paisaje de los barrios marginales.

Estos temas obviamente son de preocupación urgente para las ciudades del Sur global, donde la informalidad es a menudo el modo primario de la producción del espacio metropolitano en el siglo XXI. Pero también son de relevancia para todas las ciudades, ya que llaman la atención sobre algunas de las características clave del urbanismo: la territorialidad extralegal y la flexibilidad del Estado; los modos de regulación social y discursiva; y la producción de valor espacial diferenciado. En este sentido, la informalidad no es una reliquia pre-capitalista o un icono de las economías "atrasadas". Más bien, es un modo de producción capitalista, por excelencia.

Una contribución igualmente significativa del marco [teórico] de la "informalidad", para la comprensión de las metrópolis del siglo XXI, es la penetración en las formas de movilización, acción y resistencia. La teoría urbana ha estado durante mucho tiempo ocupada con las formas en que los pobres y los marginados actúan frente al poder. Sin embargo ha sido más capaz de explicar la acción del poder que las acciones de resistencia, tanto en los conceptos de la máquina de crecimiento [urbano], los regímenes políticos de los redesarrollos, los modos de regulación, y el empresarialismo urbano. La literatura del "Tercer Mundo" sobre la informalidad es un tesoro-hallado de trabajo conceptual sobre los "fundamentos" de la ciudad, y por ello es capaz de ampliar considerablemente el análisis de las políticas urbanas o "metro políticas". Por ejemplo, el trabajo de Bayat (2000) en el contexto de las ciudades del Medio Oriente, delinea el repertorio de tácticas a través de las cuales los "informales" urbanos se apropian y demandan espacio (la influencia de De Certeau, 1984, es obvia). Esta "usurpación silenciosa de lo normal" por los grupos subalternos, de acuerdo con él, crea una "política de la calle" que da forma a la ciudad en aspectos fundamentales. De manera similar, Chatterjee (2006) escribe sobre las ciudades de la India, haciendo una distinción entre las sociedades "civil" y "política". Para él, los grupos de la sociedad civil hacen reclamos como ciudadanos plenamente emancipados, con una "mentalidad de gobierno burguesa" si se quiere; mientras que en el otro lado la sociedad política está constituida por los reclamos de los desposeídos y marginados, lo que Appadurai (2002) ha calificado de "mentalidad de gobierno desde abajo".

Tal vez las articulaciones más complejas de la acción y la subjetividad subalterna provienen de un creciente cuerpo de trabajo en las ciudades africanas. Por un lado, esta literatura se refiere a las "figuras del sujeto en tiempo de crisis", con "registros de la improvisación", donde cada ley promulgada es sumergida por un ensamble de técnicas de evasión, omisión y encubrimiento (Mbembe y Roitman, 2003: 114). Aquí la informalidad se convierte en un modo de subjetividad, una forma de "operar más recursos en ciudades con recursos insuficientes"; las ciudades así se convierten en "pueblos piratas" (Simone, 2006: 357); y la infraestructura debe entenderse no como el acero y el concreto, sino más bien como los campos de la acción y las redes sociales (Simone, 2004a). Por otro lado, este marco es más que un análisis de la pobreza y la necesidad. Mbembe (2004: 378) designa esto como una analítica de "lo superfluo". Se trata de un análisis de la base material de lo "social", de las formas en que lo "social" debe ser entendido como "el lugar del experimento y el artificio" y no como "una cuestión del orden y del contrato" (Mbembe y Nuttall, 2004: 349). ¿Cómo puede uno entender las situaciones donde el orden es un artificio y el contrato es un experimento, donde el contrato es un artificio y el orden es un experimento? En su crítica de este trabajo, Watts (2005: 184) se desespera: "¿Es esto realmente un 'sistema colectivo' o una búsqueda desesperada de la acción humana (improvisación, convertibilidad incesante) en la cara de un gran golpe neoliberal? Abierto y flexible, así sea provisional, es lo que solía llamarse autoexplotación".

Pero este es quizás el punto. Los debates africanistas sobre la acción, la subjetividad y la política desafían las categorizaciones fáciles del poder y la resistencia. En condiciones de crisis, el sujeto subalterno es simultáneamente estratégico y auto-explotador, simultáneamente un agente político y un sujeto del gran golpe neoliberal.

 

Exurbanidad y extraterritorialidad

La metrópoli del siglo XXI es un camaleón. Se cambia de forma y tamaño; los márgenes se convierten en centros; los centros se transforman en fronteras; las regiones se tornan ciudades. Baudrillard (1986: 99) escribe acerca de este proceso: "Ellos no han destruido el espacio, sino que simplemente lo han hecho infinito junto con la destrucción de su centro". La metrópoli del siglo XXI ridiculiza las jurisdicciones del censo, las cartografías de la ciudad y los suburbios, y confunde las simples narrativas del cambio regional, incluidas aquellas que enfatizan la aglomeración y la innovación. Durante las últimas dos décadas, la "Escuela de Los Ángeles" de teoría urbana ha estado siguiendo esta explosión e implosión de las formaciones metropolitanas, una geografía que es más apropiadamente imaginada como "exópolis" (Soja, 1992) o como la "ciudad post-frontera" (Dear y Leclerc, 2003). Mientras que la "Escuela de Los Ángeles" ha sido eficaz en el análisis de las economías simbólicas de las metrópolis posmodernas, la preocupación aquí es con una dimensión muy específica de la exurbanidad [urbanidad exógena]: la relación de la ciudad y la nación. Con base en experiencias de las ciudades del Sur global, se argumenta que las geografías exurbanas están profundamente implicadas en la construcción de la nación y, por tanto, rebasan la escala de las ciudades-región. En este sentido, son espacios "extraterritoriales".

La metrópolis "extraterritorial" es evidente en varios contextos. Para Dear y Leclerc (2003), la ciudad "post-frontera" es una "megalópolis trasnacional" que supera no sólo las jurisdicciones metropolitanas, sino también las fronteras nacionales. La ciudad "post-frontera" es algo más que una metrópoli enorme y algo más que el intercambio transfronterizo. Se trata de una "ciudad-región integrada, o ciudad regional, que sólo ocurre para ser cruzada por una frontera internacional" (2003: xii). Al mismo tiempo, esta ciudad-región no es un territorio contiguo; los suburbios de sus ciudades interiores discurren a través de las fronteras nacionales, en los pueblos de América Latina (Davis, 1999). En otras palabras, la "ciudad post-frontera" subsume el espacio nacional de la hechura del espacio, dentro del territorio de la metrópoli. Ello trasciende la frontera y, sin embargo, también recrea múltiples fronteras en múltiples sitios dispersos. La "ciudad post-frontera" después de todo es también una "ciudad fortificada" (Davis, 1990). Cuando Baudrillard escribe que la exurbanidad es Americana [de Estados Unidos] y que América [Estados Unidos] es exurbana, no quiere decir que éste sea un territorio exclusivamente estadounidense. En su lugar, él está sugiriendo que es en el espacio de la exurbanidad donde la "utopía" de la nación norteamericana se logra y que es aquí donde las violencias que acompañan a esa utopía son más claramente trazadas.

Hay otras manifestaciones de la "megalópolis trasnacional". Las formas metropolitanas extendidas que están surgiendo en el sudeste de Asia, lo que Laquian (2005) llama "regiones mega urbanas", no son sólo conurbaciones de la ciudad y el campo, sino también espacios de acumulación trasnacional y de desarrollo. El súper corredor Multimedia de Kuala Lumpur, creado por la Visión 2020 de Mahathir, se extiende a 38 kilómetros, del aeropuerto internacional de Kuala Lumpur a las Torres Petronas y al centro de la ciudad. Este plan espacial es un camino rápido para las ambiciones trasnacionales, una metrópolis "Cyber-Jaya" que puede aprovechar los beneficios del capitalismo informacional y extender la región metropolitana de Kuala Lumpur para unirse con el boom de desarrollo en la vecina Singapur. Pero esto también está anclado por un conjunto de aspiraciones profundamente nacionalistas, incluyendo la nueva ciudad capital "Putrajaya" concluida con una estética arquitectónica que transmite la imagen de una modernidad globalizada y, sin embargo, de una Malasia distinta. El eslogan cultural de Malasia después de todo es "Malasia, verdaderamente de Asia", una modernidad de mezcla multicultural y una armonía poscolonial de los monumentos coloniales y las espacialidades hipermodernas. Esta dialéctica del nacionalismo y el trasnacionalismo, de territorialidad y extraterritorialidad, también es fuertemente evidente en Shanghái. Abbas (2000: 778) interpreta el Shanghái de principios del siglo XX como el "cosmopolitismo de la extraterritorialidad". De hecho, en el fin-de-siécle Shanghái era una ciudad de interés internacional y sus asentamientos eran un ensamble de Francia, Estados Unidos y territorios británicos. La metrópoli era así simultáneamente territorial y extraterritorial, con diferentes reglas y normas que modelaban cada franja de asentamientos. En el fin-de-millénaire Shanghái es igualmente cosmopolita. La pregunta es si la extraterritorialidad es similarmente marcada. ¿Es la velocidad y la intensidad de las inversiones trasnacionales, incluidas las de los chinos de ultramar, la que crea una metrópolis extraterritorial? ¿Shanghái se encuentra localizada en un lugar y un tiempo, o es una ciudad de otra parte, la ciudad que está por venir? ¿Es posible interpretar a Shanghái como una expresión de la modernidad china, si la categoría misma de "chino" está ligada con una ciudadanía flexible, una identidad de la diáspora y la acumulación trasnacional (ONG, 1999)? ¿Y sin embargo, Shanghái no es un proyecto distintivo de una especie distintiva del estado nacional/nacionalista anclado por los mismos tipos de nostalgia colonial y poscolonial como Kuala Lumpur?

Leer lo extraterritorial en los territorios de la metrópoli es crucial. Igualmente crucial es la lectura de lo nacional en la megalópolis trasnacional. Estas lecturas hacen visibles las formaciones del poder y la gobernabilidad y las formas de acumulación y despojo. El ejemplo más obvio es la extra/territorialidad y el tras/nacionalismo de los asentamientos israelíes en la ribera occidental [Cisjordania]. Llamados por Newman (1996) como ejemplos de "colonización" suburbana y exurbana, estos asentamientos (que en efecto son "fraccionamientos informales") manifiestan el poder extraterritorial del Estado de Israel. Cada vez que se establece un asentamiento, la infraestructura y las leyes de Israel se extienden a este sitio, creando así una forma metropolitana que no sólo es etnocrática (Yiftachel, 2006), sino también un tipo de soberanía astillada (Segal y Weizman, 2003). Tal vez sólo hay otro ejemplo contemporáneo de tales formas intensas de extraterritorialidad: las estructuras territoriales de las bases militares estadounidenses que ahora penetran los territorios nacionales de los países aliados y de los países ocupados por Estados Unidos —las "ciudades americanas" de Irak, Afganistán, Okinawa, Corea del Sur, Italia, y las Filipinas (Gillem, 2004). Para mantener el ritmo de esas geografías, se necesita una teoría urbana y metropolitana que se encuentra simultáneamente localizada y des-localizada.

 

MODERNIDADES METROPOLITANAS

El estudio de las metrópolis del siglo XXI es inevitablemente un estudio de la modernidad (Robinson, 2006). En la teoría urbana y metropolitana, la modernidad ha sido firmemente ubicada en la ciudad euroamericana. Es la experiencia de París, Londres, Viena, Nueva York, Chicago y Los Ángeles la que define los contornos de lo moderno y lo posmoderno. Las ciudades del Sur global son en su mayor parte vistas como herederas de una modernidad atrasada, el "modernismo del subdesarrollo" (Berman, 1982), o como aspirantes a imitar y copiar las modernidades euroamericanas. En años recientes ha surgido un análisis sorprendentemente diferente de las modernidades urbanas. Hay al menos tres variaciones en este marco emergente.

El primer argumento dice que la modernidad (y sus violencias) está en todas partes. Escribiendo en contra de los esfuerzos del marco [teórico] de las ciudades del "Tercer Mundo" a través de las metáforas maestras de los tugurios y el desorden, Nuttall y Mbembe (2005) afirman audazmente que las ciudades africanas y sus residentes son "plenos participantes de la modernidad metropolitana". En un argumento de "mismidad como mundialidad", ellos afirman que el urbanismo generoso está en todas partes, incluso en África, y que la vida en los tugurios está en todas partes, incluso en Estados Unidos. La segunda es una visión acerca de las modernidades "alternativas" (Gaonkar, 2001), el sentido de que mientras la modernidad está en todas partes, distintivos tipos de modernidad "nativa" son producidos bajo condiciones de "alteridad" y diferencia. Hay, pues, un moderno Shanghái, un moderno Bengalí, un cosmopolita El Cairo. El tercero es un argumento más audaz, pues "disloca" la producción misma de la modernidad. En particular, se ponen en duda los orígenes occidentales de la modernidad, argumentando que es importante tomar en serio la aparición de lo moderno fuera de la geografía de Occidente y en los circuitos de producción e intercambio que encierran al mundo (Mitchell, 2000). Es en este sentido que Chakrabarty (2000) "provincializa" a Europa y Robinson (2003) demanda la aplicación de tales perspectivas "poscoloniales" para el estudio de las ciudades y territorios.

El presente trabajo ha tratado de trazar los primeros esbozos de una teoría más mundial de las metrópolis del siglo XXI. De este modo, se ha basado en gran medida en la tercera variante sobre las conceptualizaciones modernas: una "mundialización" de las ciudades de tal manera que las geografías estándar de centro y la periferia son perturbadas, interrumpidas y dislocadas. En un mundo así, Vancouver y San Francisco son los puestos periféricos de un urbanismo dinámico de la Cuenca del Pacífico centrado en el para-sitio Hong Kong, que se extiende a Pekín y Shanghái con outsourcings en los patios traseros de las zonas económicas de Filipinas, Camboya, China y Vietnam. En un mundo así, Dubai es el imán de los deseos y aspiraciones, el icono de la súper modernidad en la agobiante caminata de la emigración transnacional de las aldeas de Egipto, Bangladesh, Indonesia y Pakistán. Sin duda es un "paraíso diabólico" del "miedo y del dinero", un "mundo de los sueños del neoliberalismo" (Davis, 2006; Davis y Mork, 2007), pero también es una articulación de una modernidad árabe, donde hay más en juego que lo que Davis (2006: 53) designa como la "monstruosa caricatura de futurismo". Es el lugar en el que las distinciones entre el mercado negro y el capital financiero global se borran, donde la ciudad y la naturaleza se fusionan violentamente, y donde el feudalismo de un emirato se encuentra con un cosmopolitismo abierto.

Este artículo también ha inscrito la "mundialización" de las ciudades con los argumentos de la "mundialidad": mientras las modernidades distintivas y alternativas son producidas en múltiples sitios urbanos, tales experiencias pueden hablar e informar de un análisis de los otros lugares. Aunque gran parte de la teoría urbana ha logrado un tráfico de ideas que dirigen los conceptos de Euro América hacia el Sur global, hay una urgencia y necesidad de trazar raíces y rutas más complejas. En este sentido es que el estudio de la informalidad en América Latina puede decir algo profundo acerca de los regímenes políticos y las políticas en todas las ciudades. En este sentido es que los registros de la riqueza metropolitana, la fugacidad y la desechabilidad en las ciudades africanas puede decir algo profundo sobre la acción y la subjetividad en todas las ciudades. La extraterritorialidad de las metrópolis del siglo XXI demanda este trabajo analítico, una teoría que simultáneamente se encuentra localizada y deslocalizada.

Hay, por supuesto, limitaciones en este enfoque. La colocación de las metrópolis del siglo XXI en las diferentes áreas del mundo corre el riesgo de cosificar las jurisdicciones territoriales y los estereotipos geo-políticos, de producir un esquema clasificatorio que puede oscurecer las topologías y las relacionalidades. Sin embargo, cuando tales áreas del mundo se plantean como "proceso" en lugar de geografías "características", y cuando el conocimiento producido sobre esas áreas es visto como un "esencialismo estratégico" y no como una generalización, es posible un pensamiento y una epistemología más dinámicos. Por lo menos, ese enfoque puede reconfigurar radicalmente el significante "global", que parece haberse convertido en una presencia ubicua en la teorización de las ciudades-región. Se sabe cómo mapear lo "global" a través de jerarquías darwinianas de la ciudad-región; mucho menos se sabe acerca de las complejas conexiones, intercambios y referencias, a través de las que las ciudades (en todas partes) se mundializan. El mundo no es plano, y es el momento de producir un conocimiento más detallado de sus ciudades.

 

AGRADECIMIENTOS

La autora agradece a Angela Hull, Michael Neuman, y dos revisores anónimos por sus útiles comentarios. También agradece particularmente a Ryan Centner, candidato a doctor en sociología, y a Sylvia Nam, estudiante de doctorado en planificación urbana y regional, de la Universidad de California, Berkeley. Su ayuda en la investigación fue muy valiosa en la conformación de este artículo y de sus argumentos.

 

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NOTAS

* Este artículo fue publicado originalmente como "The 21st Century Metropolis: New Geographies of Theory", en Regional Studies, vol. 43.6, pp. 819-830, julio, 2009. El artículo se reproduce con licencia de la editorial Routledge, Taylor & Francis Ltd. Ref. MW/CRES/P6548. La versión en español fue aprobada por Ananya Roy y Emma Shaw Crane.

1 Hemos traducido el concepto anglosajón "worlding" como mundialización, que no es sinónimo del concepto globalización. El primero hace referencia a un proceso de creciente interacción (diferenciada) en las sociedades y culturas como resultado de los avances científicos y tecnológicos; mientras que el segundo sería un proceso más político que busca la integración (asimétrica) de las economías regionales y nacionales al sistema económico hegemónico actual. Por ello, el primer concepto ha sido a veces traducido como "desarrollo mundial", "integrarse al mundo", "hacer mundo", "formar parte del mundo".

2 Entre corchetes aparecen palabras adicionadas para una mejor comprensión del artículo. (Nota del traductor).

3 La edición en español de este libro de Mike Davis se titula Planeta de ciudades miseria. (Nota del traductor).

4 Las publicaciones de Manuel Castells en español hablaban de la "urbanización dependiente". (Nota del traductor).

5 Alusivo al trabajo de Guy Debord, autor que critica fuertemente la Sociedad del espectáculo desde un enfoque marxista. (Nota del traductor).

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