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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.10 no.21 Ciudad de México ene./abr. 2013

 

Reseñas

 

El historiador y los límites de la posmodernidad

 

Adrián Gerardo Rodríguez Sánchez*

 

Tenorio Trillo, M. (2012), Culturas y memoria: manual para ser historiador. Una invitación teórica y práctica para rescribir el pasado y reinventar el presente, México: Tusquets.

 

* Maestro en Historia de México. Profesor-investigador asociado en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Correo electrónico: adrian.geros@gmail.com

 

El presente libro es la autorreflexión de un historiador sobre los gajes de su oficio. Pero es un ejercicio intelectual que no solamente deviene de la experiencia de años de escribir historias, revisar archivos y pensar en los estratos epistemológicos del conocimiento histórico, sino también de mucho tiempo dedicado a enseñar historia en diferentes universidades de México y Estados Unidos. De ahí que en ocasiones la narración proyecte un tono intimista y confesionario. Sin embargo, el libro es más que eso. Para Mauricio Tenorio Trillo, autor de la obra, la historia no se limita a recolectar datos, juntarlos y explicarlos. El acto debe conllevar además un análisis sobre las herramientas, el contexto y las subjetividades del historiador como individuo en la sociedad. Porque contar historias es también un proceso de selección de intereses en medio de contingencias. De ahí que la obra de Tenorio aborde cuestiones al parecer disímbolas: la función de la memoria, la imaginación histórica, la relación entre la poesía y la historia o entre la saudade y el bolero, apuntes autobiográficos y la narración de historias semi-ficticias.

Ese aparente cuerpo heterogéneo de temas tiene como hilo conductor una sabia crítica sobre aquella corriente historiográfica llamada "historia cultural", especialidad del autor. Lo fructífero de tal discernimiento es que va acompañado de propuestas prácticas. Es decir, el historiador no se limita a señalar ingenuidades y abusos de la historia cultural, sino que él mismo sugiere, a través de varios estudios de su libro, una forma de hacer ese tipo de historia. Para ello elige al ensayo como herramienta de trabajo. Pero ensayo no como aquello que se entiende en tiempos recientes, sobre todo en la academia: la exposición de un tema dado, con sus conclusiones e introducción correspondientes, la cual incluye una más o menos exhaustiva asimilación de otros autores y otros temas. Por el contrario, para Tenorio ensayar es afilar lo colegido en lecturas y autores con la piedra de la experiencia, además de construir y presentar al lector un estilo propio. Así, ese género de escritura —que algunos ubican dentro de la literatura—, en manos del autor se convierte en dispositivo de conocimiento, pero también de provocación e ironía. En otras palabras, para el autor el ensayo es un arma de doble filo con la cual no importa herirse uno mismo, siempre y cuando el acto sea consciente y busque con ello aleccionar sobre tal o cual punto del argumento.

Con esa dosis de erudición y provocación, Tenorio empieza su obra narrando la manera en que sin saberlo se vio imbuido en las "guerras culturales" de fines de la década de 1980, cuando ingresó como estudiante en el programa de Historia de la Universidad de Stanford. El autor cuenta las revoluciones que presenció en los trabajos históricos a partir del giro lingüístico, los estudios de la cultura popular o de las clases subalternas, además de sus encuentros con personajes fundamentales para nuestra era "post-moderna", como Michel Foucault, Jaques Derrida, Roland Barthes, etc. Lo original de estos apuntes autobiográficos esta en dos cuestiones: la sinceridad expresada con un análisis lúdico que el autor hace de sí mismo, y la manera en que narra cómo fue formulando su propio punto de vista sobre la historia y la cultura, con lecturas y más lecturas, las exigencias de la academia y sus propias disidencias intelectuales. Con ello, finalmente Tenorio llega a puntualizar su visión de los cultural studies en el oficio de historiar, donde por igual razona sobre varios fenómenos, por ejemplo: la "moda" de usar y abusar de los modelos teóricos de autores como Clifford Geertz, la imposibilidad de dejar de lado la noción de "raza" para abordar el estudio del otro o la contradictoria relatividad teórica de los estudios culturales.

Por otra parte, "poesía e historia" y "la imaginación histórica" son tal vez los ensayos más originales del libro, y se pueden leer como piezas complementarias. En aquel el autor discurre sobre la larga —y algo olvidada— relación entre la historia (cultural) y la poesía como actos cognitivos, cada una con su propio campo de interés delimitado, pero cuyos objetivos algunas veces convergen en un punto: explicar al ser humano. Para ello, el autor lleva su análisis al campo del lenguaje y propone que las metáforas usadas por los historiadores de la cultura en sus textos, no son, como a veces se quiere pensar, simples ademanes retóricos y románticos, sino expresiones que tienen la función de revivir experiencias, de mover voluntades, pero sobre todo, dilucidar y hacer inteligible un fenómeno que de otra manera sería imposible. Este hecho es sólo una más de herramientas con las que opera la imaginación histórica, la cual, como propone el autor, se ve limitada por cinco elementos: la erudición, la ironía melancólica, el aula, el pragmatismo y la naturaleza de la evidencia. De esta manera, la imaginación histórica va a desarrollarse a contracorriente, concatenando ideas, papeles, imágenes, releyendo líneas, intuyendo; todo para llegar a captar un tramo del pasado que pueda ser sentido en el presente. Al respecto, el autor presenta un ejemplo esclarecedor con la obra de Carlos Marx.

A la mitad del camino de la obra, el lector se encuentra con una provocación bien urdida: seis historias relatadas de viva voz por seis personajes que Mauricio Tenorio inventó, y que, sin embargo, rayan en la verosimilitud histórica. Lo efectivo de ésta historias es que están llenas de datos, imágenes, de experiencia temporal y de un lenguaje que hace creer que esos actores existieron, para luego hacernos dudar de su ficción. Efectivamente, las historias de Guadalupe Aceves, Juan de López, Epifanio Martínez, Jacobo Camino, Joan Rivera y Pablo Pérez, se entraman en situaciones y tragedias de la historia de México: la inmigración mexicana a Estado Unidos y la inmigración europea a México, los exiliados de la República Española o la cultura de los descendientes de la nobleza indígena que se mezclaron con la nobleza española. Todas son historias que dejan una sensación de historia en la experiencia del lector.

Por último, el autor presenta un apartado titulado "Abuso de la memoria" donde trata varios temas, como por ejemplo, la relación entre la acción de la memoria y la popularización del bolero en México o la naturaleza de la "autobiografía" como género a partir de una lectura de La estatua de sal de Salvador Novo. A estos, Tenorio suma relatos y apuntes donde combina el estilo ficcioso de Borges, el epigrama y la intención de la parábola bíblica, con los cuales presenta los riesgos e inconvenientes de cuestiones para él esenciales: el problema del lenguaje y la traducción en "la erudición", "la perogrullada" en la que caen muchos comentaristas políticos y "los dogmas" nacionalistas.

En suma, la lectura del libro de Mauricio Tenorio es adentrarse en los problemas epistemológicos, políticos, morales, de lenguaje y memoria que enfrentan la historia y las ciencias sociales, pero desde una mirada que, no por erudita y experta, deja de ser atenta con elector, a quien le plantea retos, exhorta a dialogar y pide criticarse a sí mismo, para repensar el presente y re-imaginar el pasado.

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