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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.10 no.21 Ciudad de México ene./abr. 2013

 

Artículos

 

¿Volver al hogar? La experiencia del retorno de los exiliados argentinos

 

Go Back Home? The Experience of Argentine Exiles Return

 

María Soledad Lastra*

 

* Estudiante del Doctorado en Historia en la FAHCE-UNLP. Investigadora y docente de la carrera de Sociología en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP). Correo electrónico: lastra.soledad@gmail.com

 

Fecha de recepción: 16 de junio de 2011.
Fecha de aprobación: 16 de marzo de 2012.

 

Resumen

El presente artículo se propone indagar acerca de la experiencia de retorno en los migrantes políticos argentinos que regresaron al país a inicios de 1980 desde su exilio en México, impulsados por la transición democrática. Desde la sociología cultural, se interroga sobre los sentidos de estos regresos después del exilio, sobre la interacción de estos actores con el contexto político y la memoria social de ese momento. Se comprende al retorno político como una nueva experiencia migratoria que significó una inesperada ruptura con los horizontes de expectativas previos de estos actores. En el desconcierto frente a un país que ha cambiado, se funda un nuevo marco de experiencia que obliga a los retornados a reconstruir los sentidos y significados cotidianos.

Palabras clave: Sociología cultural, experiencia, exilios, retornos.

 

Abstract

This article seeks to investigate about return experience of argentine politicians migrants that returned home in early '80 from his exile in Mexico, driven by the democratic transition. From cultural sociology, we wonder about the meaning of the return after exile and about the interaction of these actors with the political and social memory of that time. The political comeback is understood as a new immigrant experience that means a sudden break with the horizons of previous expectations of these actors. In the confusion produced by a country that has changed, a new framework of experience is founded and makes the returnees rebuild the meanings of everyday life.

Key words: Cultural sociology, experience, exile, returns.

 

Introducción

Durante la década de 1970, México recibió a una significativa oleada de exiliados sudamericanos, que emigraron como consecuencia de las dictaduras militares instauradas en la región. Los primeros argentinos arribaron a México desde 1974, debido a la represión dirigida por la Alianza Anticomunista Argentina; este pequeño grupo se engrosó significativamente a partir de 1976 con la instauración del golpe militar. Así se estima que, entre 1974 y 1983, ingresaron a México aproximadamente 4,608 argentinos, de los cuales 784 arribaron en 1976, marcando una de las cifras más significativas de ingresos para el período dictatorial argentino (Yankelevich, 2009: 30). Con el advenimiento de la transición democrática en Argentina, los exiliados en México comenzaron a vislumbrar la posibilidad real de retornar al país para cerrar por fin con la etapa de espera que había nutrido al tiempo exiliar. En este sentido, si el exilio había sido vivido como una experiencia de paréntesis en la cual los actores se suspendían a la espera del retorno, el regreso entonces contenía en sí mismo todas aquellas expectativas construidas y alimentadas en cada día de la estadía exiliar.

El presente artículo se inscribe dentro de los estudios sociológicos sobre la experiencia, interrogándose por el retorno del exilio desde una perspectiva sociocultural. Se propone indagar en los sentidos que se pusieron en juego en la experiencia del regreso y en los modos en que este grupo de exiliados interactuó con el contexto político argentino de los años ochenta y con la memoria social de ese momento. Distanciado entonces de una perspectiva clásica dentro de los estudios migratorios, se comprende al retorno político como una nueva experiencia de desconcierto para los exiliados, que significó una inesperada ruptura con los sentidos construidos en el exilio. Se propone interpretar este tipo de problemas desde una matriz conceptual sociocultural, que comprende que la experiencia se encuentra constituida por marcos de interpretación dinámicos, susceptibles de quebrarse, reorganizarse y yuxtaponerse en el fluir cotidiano. De manera tal que, concretado el retorno, los actores se desplazan entre un marco de expectativas constituido en el exilio y un marco de desencanto que emerge en el regreso.

Los retornos políticos hacia Argentina fueron considerados aquí como un fenómeno empírico que permitió ilustrar un problema de carácter teórico —la constitución de la experiencia— a la vez que alumbró algunas especificidades de los mismos. Se trabajó principalmente a partir de la historia oral con una selección de entrevistas realizadas a argentinos que han vivido su exilio en México. Algunas de estas entrevistas se recuperaron del Archivo de la Palabra de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); otras, fueron consultadas del Archivo Memoria Abierta de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y, finalmente, se integraron fragmentos ilustrativos de algunas entrevistas realizadas por la autora en la ciudad de México entre 2009 y 2010. Con el objetivo de comprender la interacción simbólica entre las expectativas del retorno y el contexto político y social argentino, se tomaron también algunos de los debates desarrollados por un sector de los exiliados argentinos en México, que aparecieron publicados en la revista Controversia desde 1980.

 

EL RETORNO COMO EXPERIENCIA

El retorno de migrantes ha sido estudiado desde múltiples aristas de comprensión disciplinar. Originalmente, el acercamiento a su problemática fue realizado desde la economía y la demografía, centrando las explicaciones en torno a la decisión instrumental de los actores que migran. En este sentido, los estudios sobre el retorno asumían el carácter racional-instrumental de los migrantes, para desplazarse de regreso al lugar de origen conforme la situación laboral y económica en la que se encontraban. Esta perspectiva, se complementaba con aquellas miradas preocupadas por los efectos de desarrollo que dichos movimientos migratorios conllevarían en los lugares de destino y de origen (Egea Jiménez, et al. 2002). Alejado de esta mirada instrumental del actor, los enfoques sobre la identidad recuperaron el carácter simbólico y referencial que el lugar de origen juega en las percepciones y constituciones personales de los migrantes. Con estos enfoques se subrayaban aquellas dimensiones rezagadas por las perspectivas anteriores, observando cómo otros elementos menos vinculados a los contextos laborales y económicos impulsaban también a la decisión de retornar (Aznar, 2009). Así, la migración de retorno fue contemplada como una respuesta del migrante al vínculo social e integrador que éste intenta mantener con su lugar de origen considerando que, aunque la identidad sea una construcción dinámica, los referentes territoriales, vinculares, institucionales y los estilos de vida previos a la migración alimentan el imaginario del retorno para el migrante que desea regresar (Aznar, 2009).

Dentro de los estudios sobre migración de retorno, el caso de los exilios merece una problematización de mayor especificidad. Por un lado, porque el desplazamiento migratorio original de salida del país de origen se inicia bajo circunstancias en las cuales la decisión de emigrar se asume en un contexto coercitivo que deja un estrecho margen de evaluación racional. El exiliado entonces, se ubica en una frontera difusa entre la voluntad y la obligatoriedad de la salida, en donde la decisión se asienta en la necesidad de poner a salvo la vida y la integridad de la persona por sobre las expectativas instrumentales que se podrían contemplar en un caso de migración económica. Teniendo esto en cuenta, la trayectoria migratoria del exiliado, sus vínculos con el país de asilo y el país de origen y con sus horizontes a futuro tomarán un significado distinto al de otros migrantes. Para Maletta, et al. (1986: 301), los rasgos represivos de la última dictadura militar argentina intervinieron en la naturaleza del exilio y por lo tanto, en las formas y significados que adquirió el retorno de estos migrantes políticos. Cercanos al enfoque de la identidad, estos autores se preocuparon por dar cuenta de los efectos que el retorno tuvo a nivel psicológico y psicosocial en los argentinos que regresaron durante los inicios de la transición democrática. De acuerdo al estudio que realizaron, una de las características más importantes de este tipo de retornos tiene que ver con lo que llaman "transiliencia" del migrante, es decir que, la integración económica y la significativa aculturación cognitiva con el país de residencia no parecen ser suficientes para detener la decisión de volver, ya que resulta dificultosa su identificación con la sociedad de asilo (Maletta, et al. 1986: 302).

Frente a las diversas perspectivas disciplinarias, la sociología cultural intenta aproximarse a este tipo de fenómenos migratorios desde una atención centrada en aquellas dimensiones simbólicas que entretejen las experiencias de los actores a la vez que las constituyen. Si, en general, la cultura ha sido entendida como un factor externo a la acción —que habilita o constriñe según sea el caso—, la sociología cultural promueve una interpretación de la cultura y la acción de forma homóloga, siendo entonces la experiencia misma la que construye la cultura; pues se considera que las acciones contienen una textualidad semántica dinámica que define también a los contextos (Alexander, 2000: 32). Esta mirada sobre la experiencia comprende a los actores como creadores y partícipes de lo que Erving Goffman (2006: 2830) denominó marcos de interpretación o de experiencia, entendidos como aquellos átomos que constituyen el fluir de la vida cotidiana, pues le permiten al actor comprender, definir y otorgar sentido a aquello que está sucediendo frente a él y que lo convoca. Los marcos comportan reglas acerca de lo que sucede en una situación, por ello funcionan como diseños interpretativos, como esquemas de acción e interacción para que los actores puedan describirla. Las vivencias se vuelven comprensibles para los actores a partir del uso de estos marcos de referencia que constituyen —en su multiplicidad y yuxtaposición— el elemento cultural central de orientación de sus acciones.

Pero, junto a los marcos, en el fluir de la vida cotidiana se articulan también las franjas de actividad. Estas últimas consisten en "cualquier corte o banda arbitraria de la corriente de actividad en curso, incluyendo en este caso las secuencias de acontecimientos, reales o imaginarios, tal como son vistos desde la perspectiva de aquellos subjetivamente implicados en mantener algún interés en ellos" (Goffman, 2006: 11). Las franjas son interpretadas por los actores a partir de las premisas organizativas del marco que delimitan el encuadre de la actividad y organiza de esta manera la experiencia. Éstas a su vez, permiten que los actores realicen operaciones de transformación sobre la actividad que organiza un marco y por ello el marco de referencia, en lugar de aparecer como un universo estático de reglas y esquemas, se encuentra sujeto a transformaciones y deslizamientos en las acciones; movimientos que son explicados por Goffman a partir de la idea de clave. La clave funciona como un molde para las acciones, que pueden ser interpretadas siguiendo un marco original o primario —un sentido literal de la acción— pero que también, en el transcurso de lo que sucede en el marco, puede ser considerado de forma diferente por los participantes (Goffman, 2006: 46). Por ejemplo, el ser espectador de una obra de teatro dramática —como franja de actividad— supone para quienes observan que lo que sucede frente a ellos tiene un significado distinto al literal. En este sentido, los marcos de una experiencia se constituyen por las claves que predominan en ellos, así como por las transformaciones de sentido que pueden darse y que modifican los significados de la acción. Pero estos cambios de clave pueden derivar, a veces, en desorganizaciones de la experiencia para los actores implicados, confusiones sobre el sentido de una actividad que los ubica frente a la imposibilidad de definir qué es lo que sucede —cuál es el encuadre del marco— y cómo actuar en determinada situación.

Los desplazamientos de una clave a otra generan confusión. Esto sucede generalmente cuando, por ejemplo, en el mundo cotidiano un actor despierta sobresaltado por una pesadilla en medio de la noche. Ese despertar delimita un ámbito de sentido propio del sueño frente al de la vida habitual. Lo mismo sucede con actividades como las fantasías o los juegos, que pertenecen para Alfred Schütz (1974a: 214-215) a mundos distintos y distantes pues, el paso de uno hacia el otro somete al actor a una irrupción de lo que llama epojé natural.1

Se establece entonces que la clave de un marco es uno de los elementos principales para comprender en términos generales en qué consiste el enfoque de la experiencia que aquí se propone, sobre todo, porque —como se verá a lo largo del artículo— los sentidos que parecen haber construido los retornados políticos sobre su experiencia de regreso emergen narrativamente como un cambio de clave, como una transformación del marco. Un trastoque en la forma de definir la experiencia puede significar una ruptura de marco para los actores, un desorden en los significados y en la forma de su participación. Las rupturas significan en general que el actor debe realizar intentos de re-enmarque, de acomodo o resignificación para que la experiencia vuelva a ser comprendida (Goffman, 2006: 394). Esto resulta singularmente importante para comenzar a reflexionar acerca del lugar que tiene el retorno como experiencia que obligó a la reconstrucción de los marcos de interpretación de quienes fueron exiliados.

El desconcierto de enfrentarse a un nuevo marco, se explica también por una situación de sorpresa que conmueve al actor, como un momento en que "las cosas suceden de otra manera y además distinta de lo que se pensaba" (Koselleck, 2001: 50). Una experiencia así —y justamente por ser una experiencia— se convierte para Koselleck en algo de carácter irrepetible y singular, que marca un hiato temporal entre "un antes y un después", logrando en el largo plazo que una historia tenga lugar y que pueda ser narrada (Koselleck, 2001: 50). De manera tal que, como se verá, el retorno se rodea de un sentido desencantado si se lo contrasta con las esperanzas y deseos que estuvieron depositados en este evento durante el período exiliar como etapa previa al regreso. Entonces es posible pensar al exilio y al retorno a partir de esta idea de los marcos de la experiencia ofrecidos por Goffman, comprendiendo que, en cada uno de estos momentos, dominó un sentido específico —y disruptivo— para los actores.

Para comenzar a indagar desde esta perspectiva, es importante comprender al exilio como una reorganización de la experiencia en un nuevo marco que contó con una temporalidad propia asentada en una vivencia de transitoriedad; de "estar de paso" esperando la posibilidad del regreso al país del que los actores debieron forzosamente alejarse. Esta suspensión temporal vivida durante el exilio parece haber sido uno de los espacios comunes compartidos por los exiliados argentinos de esa época que arribaron a México como a distintos países del mundo (Del Olmo, 2003; Franco, 2008; Jensen, 2004; Yankelevich, 2009). Esto es importante, pues se estima que la temporalidad transitoria se suprime cuando el regreso se concreta, cuando la espera se termina y la condición del exilio cambia para recuperar marcos de actividad y acción conocidos. En esta tensión se ubica el artículo que, en adelante, se propone ofrecer un diálogo entre los actores que retornaron al país de origen luego del exilio y los sentidos que constituyeron un nuevo marco de la experiencia. Partiendo de esta propuesta centrada en la experiencia, en el siguiente apartado se indaga en aquellos sentidos constitutivos del marco del exilio que se pusieron en tensión al momento de concretar el regreso, para luego profundizar en la transformación que este marco sufrió a partir del efectivo retorno al país en donde primó un estado de confusión y desencanto.

 

EL RETORNO COMO MARCO DE EXPECTATIVAS

En la expectativa por regresar se construyó la experiencia del exilio en la cual los migrantes políticos intentaron vivir cotidianamente en el país de asilo pero manteniendo cada día el deseo de volver. Como se mencionó, esta expectativa ha sido conocida también en la amplia literatura sobre el exilio latinoamericano de los setenta como la idea de vivir en un paréntesis.

Narrado por los argentinos que se exiliaron en México, este paréntesis parece fundar una vida de paso, "como algo que se vivía como transitorio, siempre se vivió como transitorio",2 un estar de paso que se tradujo en un primer momento en "no compro cortinas y nada porque ya me voy, ya me regreso, ya se van los militares, ya se van".3 En el exilio, esta idea fue compartida por los argentinos en México, pues "todos sabíamos que íbamos a volver, no sabíamos cuándo, pero nos horrorizaba pensar en los españoles, ¿no? Eh, no queríamos tener inclusive esa actitud de rechazo hacia el lugar de... y pensar que vas a volver y pasan los años, pasan los años, hasta llegar a los cuarenta años y no volvés".4

Es importante destacar, que hubo algunos espacios de reunión y debate en México en los que aparece más vinculado el exilio con el regreso. Estos espacios, han sido conocidos como las comunidades más representativas del exilio argentino que nuclearon a sectores específicos de la política nacional argentina de los sesenta-setenta: la Casa Argentina de Solidaridad (CAS) y la Comisión de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA).5 Aunque muchos argentinos exiliados optaron por no vincularse con estas agrupaciones, en general pareció existir un compromiso personal de cada uno de ellos con la situación represiva por la que estaba pasando el país; que se tradujo en la denuncia a la violación de los derechos humanos así como en la exigencia de aparición con vida de los detenidos desparecidos en los campos de concentración. Este compromiso se manifestó como una continuación en México de la militancia política que desarrollaron previamente en Argentina aunque, para algunos exiliados, tenía que ver con una relación más emocional, vinculada a una nostalgia que podía ir desde "vivir y sufrir por la Argentina"6 hasta manejar ese sentimiento de manera tal que la vida continuara hasta el momento de regresar.

Desde 1981 —con la creación de la Multipartidaria en Argentina— la institucionalidad democrática aparecía en el horizonte político como una salida cada vez más cercana. Esta posibilidad de un cierre del régimen dictatorial se vio trastocada desde abril de 1982 con la irrupción de la guerra de Malvinas. En el mes de mayo del mismo año, impulsado por miembros del COSPA, se creó una Comisión Pro Retorno, de carácter provisorio que tenía el propósito de "hacer contacto con otros organismos de asilados políticos argentinos en otros países [para mantener a los] asilados políticos argentinos en México a nivel mundial más unidos y no nos pase como a otros organismos asilados que han desaparecido, [...] olvidémonos de que pertenecemos a tal o cual organismo y formemos nuestra comisión".7 Dos días antes del fin de la guerra de Malvinas se realizó otra reunión de esta comisión, en la que uno de los argentinos alertó sobre la escasa convocatoria que tenían esas asambleas y, además, sobre la poca utilidad que tenía para los argentinos exiliados en México discutir en esos marcos sin tomar decisiones prácticas sobre el retorno, afirmando que encuentros de tal naturaleza era necesario realizarlos "cuando surjan hechos políticos relevantes en nuestro país, porque con estas asambleas lo único que estamos haciendo es caer en el aburrimiento" (AGN-IPS, 1755C, exp. 13). El hecho político llegó a la brevedad con la derrota de Argentina en la guerra. Aunque la Comisión Pro Retorno no prosperó sí se potenciaron aquellas primeras expectativas en el cambio del escenario político argentino, con las futuras elecciones presidenciales. Así narró uno de los exiliados argentinos, los dilemas e interrogantes que surgieron a partir de la derrota de Malvinas con respecto a la posibilidad de regresar:

Después de la guerra [de Malvinas], lo que acordamos todos, hablamos y... acordamos que ya eso significaba que la dictadura se terminaba, que ya no existían condiciones políticas para que ellos pudieran seguir adelante, que el plan económico había fracasado, estábamos peor que nunca y, por lo tanto, lo que cabía era toda una disputa política allí entre la reconstitución de los partidos políticos tradicionales o las nuevas fuerzas y qué se yo. pero inevitablemente iba hacia una salida electoral, cosa que efectivamente sucedió [...] el asunto era "bueno, ya está, ¡podemos volver!" "bueno, vamos a ver... ¿se podrá, no se podrá?", esa era la, duda, si ellos [el nuevo gobierno], iban a tener en la cabeza pedir que la gente volviera o si realmente estaban en otra cosa y les interesaba... un rábano todo lo demás.8

En México se habían iniciado algunas discusiones acerca del retorno al país y algunos de estos debates se desarrollaron en las páginas de la revista Controversia, editada por un sector de los miembros de la CAS desde 1979. En marzo de 1980, Controversia iniciaba una sección llamada "el exilio y el retorno" que se inauguró con los comentarios del brasileño Carlos de Sá Rego acerca de los conflictos que tuvo el regreso al Brasil para los retornados políticos. Para el autor, el retorno significaba un miedo real, que estaba fuertemente marcado por dos tipos de choques: uno físico referido a las modificaciones geográficas que había sufrido Brasil durante el tiempo de la dictadura y otro social, vinculado a los reencuentros de los retornados con familiares y viejos amigos. Junto a una serie de obstáculos cotidianos que dificultaron la adaptación de los retornados, emergía la cuestión política del regreso como una de las dimensiones constitutivas de la complejidad del retorno. En este sentido, el autor remarcaba que quienes regresaban con una expectativa de reinserción política inevitablemente se veían envueltos en un conflicto generacional: por un lado, porque los exiliados retornaban con una actitud de "salvadores de la patria" que generaban significativos resquemores con los que no habían salido del país y, por el otro, porque se manifestaba una ruptura teórica y militante entre la nueva y la vieja generación política de Brasil (de Sá Rego, 1980: 28). Por ello, en la mayoría de los casos, estas dificultades se resolvían con el aislamiento por parte de los retornados que optaban por compartir con sus compañeros de exilio aquellas discusiones políticas que no tenían una buena recepción en Brasil.

Esta dimensión política conflictiva del retorno brasileño aparecerá subrayada por Sergio Bufano en agosto de 1981. Advertidos por los comentarios sobre el caso brasileño, Bufano se dirigía a la comunidad de exiliados argentinos alertando acerca del destiempo en el que se encontraban las ideas políticas desde el exilio con respecto a lo que sucedía efectivamente en Argentina, destiempo que funcionaría como un limitante del diálogo entre quienes retornaban y quienes habían permanecido en el país. Al respecto, el autor se preguntaba: "¿cómo integrar el provincianismo del exilio a la experiencia, al conocimiento, para ubicarse en la política real de Argentina?" (Bufano, 1981: 16).

Por otro lado, uno de los debates más acalorados acerca del retorno, se desarrolló a partir de la breve nota publicada por Rodolfo Terragno (1980) con respecto a la idea del exilio como privilegio. En dicha nota, el autor comentaba que la experiencia exiliar debía ser evaluada en relación a lo que estaba sucediendo en Argentina y que entonces, la salida del país consistía mucho más en un privilegio que en un castigo.

La respuesta llegó unos meses después en la misma revista, de la mano de Osvaldo Bayer (1980), quien rechazó la idea del exilio como situación privilegiada y convocó a la comunidad de exiliados argentinos en el mundo a regresar de forma colectiva al país. Partiendo de la premisa que entendía que "el exilio no fue un privilegio para los verdaderos combatientes democráticos argentinos" (Bayer, 1980), se afianzaba la propuesta por un regreso en conjunto que se vinculaba con la significativa organización que lograron los exiliados argentinos en distintos países de asilo para denunciar la violación a los derechos humanos en Argentina y hacer conocido, a nivel internacional, al movimiento fundado por las Madres de Plaza de Mayo, que pedía la aparición con vida de sus hijos. Bayer invitaba a los exiliados argentinos a unirse a esa lucha a partir de un retorno que debía ser pensado en su dimensión política, como un regreso de intelectuales capaces de integrarse a la lucha por los derechos humanos, "anunciarlo públicamente, sin esconder nada y allá llegados, seguir juntos. Establecer una organización de intelectuales antifascistas donde las armas serán la solidaridad internacional" (Bayer, 1980: 7). De esta forma, Bayer rechazaba la idea de formar un ghetto de exiliados retornados —como lo había advertido el brasileño Carlos de Sá Rego—, para impulsar un plan político de regreso que debía concretarse para el siguiente aniversario del golpe militar, el 24 de marzo de 1981. El trasfondo de este plan tenía como principal objetivo, evitar las fracturas entre "los de adentro y los de afuera",9 para demostrarle al pueblo argentino que los intelectuales del exilio saben también estar al frente (Bayer, 1980: 7). Esta dimensión política del retorno fue retomada por Mario Molina y Vedia en un número posterior de Controversia, para profundizar aún más en el sentido del regreso, postulando que éste debía "plantearse y resolverse en el plano de las organizaciones de la resistencia argentina con criterios y pautas de lucha revolucionaria [.] tenemos derecho a vivir en nuestro país, volvamos a luchar que ese es el deber" (1980: 16).

Desde 1982, llegado el momento del regreso, el activismo en las organizaciones del exilio argentino en México se atenúa, sobre todo porque la mayoría de sus miembros ya habían iniciado sus retornos al país (Yankelevich, 2009: 184). Entonces estas organizaciones del exilio se desarmaron: en primer lugar fue el COSPA —que cerró en enero de 1983— y posteriormente la CAS —a mediados del mismo año—, con el llamado a elecciones presidenciales, "porque consideramos que las razones políticas que daban cabida al exilio habían concluido y ya se trataba de procesos individuales [...] ya estaba en la libertad de la gente el volver o no".10 Es importante destacar que, el cierre de la cas, se acompañó de una proclama en nombre del exilio en México, desde la cual se solicitaba al nuevo gobierno civil la participación plena en la reconstitución democrática del país, integrando al nuevo proyecto político a todos aquellos exiliados que habían resistido desde afuera (Yankelevich, 2009: 184).

Esta vivencia del exilio como paréntesis, condensó una temporalidad futura referida a la espera, al regreso. Desde una perspectiva cultural, es importante reflexionar sobre la imposibilidad de renunciar a esa experiencia temporal pues "renunciar al retorno equivale a romper la sacralización" del exilio y, por lo tanto, significaría renunciar también a una forma de identidad (Maletta, et al. 1986: 306). En este sentido, la espera puede ser interpretada como uno de los marcos de la experiencia en el que actuaron los argentinos en México mientras continuó su condición de exiliados, es decir, mientras las condiciones políticas en Argentina no cambiaron para que pudieran volver. Por ello, la espera surge como el sentido que organiza al marco, la clave en torno a la cual giró el día a día vivido en México; espera que se tradujo en nostalgia y en una dimensión de debate político pero que, a modo de un centro gravitacional, pudo articular la experiencia del destierro en base a un sentido depositado en el futuro. El regreso del exilio emerge en el imaginario como el camino a desandar para volver a incorporarse a la vida tal y como era antes de partir. Regresar al país de origen, significaría entonces volver al viejo marco de experiencia que estos exiliados construyeron antes de salir.

 

RUPTURAS EN EL REGRESO O EL MARCO DEL DESENCANTO

A pesar de la imposibilidad de determinar con exactitud la cantidad de retornados políticos argentinos, en general se considera que la mayor parte de los regresos se realizaron en los primeros años de la democratización, pasando de ser un proceso masivo a una dinámica escalonada y por goteo en los años siguientes.11 Según Margulis, entre el 30 y el 40% de los argentinos que se hallaban en México en junio de 1982, ya habían regresado para 1986 y estimaba que un tercio de ese porcentaje lo había hecho gracias a las políticas de retorno implementadas por ACNUR (Maletta, et al. 1986: 101).12

Este retorno fue un tema poco visible y a la vez controvertido para la sociedad argentina durante la transición democrática. Por un lado, esta escasa visibilidad se manifestó en los programas de los partidos políticos para las elecciones, en donde el retorno fue una preocupación fundada en la recuperación de capital humano, de científicos y profesionales, en lugar de ser visto como una experiencia que requería de ciertos cuidados por ser una de las consecuencias del terrorismo de Estado (Jensen, 2004: 811; Infesta, 1987: 95). Pero también, una gama de estigmas recayeron sobre los exiliados a partir de la construcción de una memoria social que distinguía entre "los de adentro y los de afuera". En las disputas de memoria sobre el pasado reciente argentino, aparecieron reforzadas las marcas del exilio como experiencias de "apátridas", "cobardes" y "subversivos" que fueron construidas por la corporación militar.13 Esto se reflejó en las críticas que recibieron en su regreso al país, como parte de un "exilio dorado" en oposición a quienes se habían quedado en Argentina constituyendo la verdadera "resistencia" (Canelo, 2004: 8-9).14 Como explica Jensen (2008), estos discursos construidos sobre los exiliados tuvieron su mayor exposición pública entre los años 1982 y 1987 en Argentina y delinearon el contexto de tensión en el cual los retornos comenzaban a realizarse.

En el escenario de agotamiento de la dictadura militar, algunos exiliados argentinos en México decidieron regresar con el fin de observar lo que estaba pasando en su país de origen, "para vivir de cerca cómo estaban las cosas allá"15 y reencontrarse con sus afectos. En algunos casos, los primeros viajes a la Argentina se realizaron con el objetivo de "ver qué sucede allí" (Meyer y Salgado, 2002: 268) para luego decidir cuándo se regresaría y en qué condiciones.16 En otros casos, el primer retorno significó "levantar todo, deshacerse de todo, y con la apertura democrática regresar a ver qué pasaba con los juicios";17 por ello, uno de los trasfondos de estos viajes fue la averiguación de lo que le había sucedido a amigos y familiares durante el terrorismo de Estado, especialmente retornar significaba comenzar a participar en los juicios a las Juntas Militares. Para algunos casos, el retorno se motivó por las cuestiones pendientes pero también coadyuvó que la mayoría de los exiliados conocidos en México regresaban masivamente "y eso empuja de alguna manera, va condicionándote a ti a que también decidas volver" (Meyer y Salgado, 2002: 269-270). Sin embargo, mientras algunos vivían sus primeros regresos a la Argentina, otros debieron postergarlo debido a que el nuevo gobierno democrático mantenía vigentes las medidas de captura que recaían sobre muchos argentinos en el exterior; de modo que la expectativa por regresar seguiría alimentando la experiencia de transitoriedad.

Las despedidas en el aeropuerto Benito Juárez se teñían de cierta "desolación porque se producían nuevos cortes en la historia de cada uno de nosotros" (Bernetti y Giardinelli, 2003: 158). De acuerdo a Meyer y Salgado (2002: 263), México como lugar de asilo tuvo la particularidad de construir puentes de arraigo con los exiliados latinoamericanos, un sentido de pertenencia que no se observa en otros países de refugio y que pudo haber marcado al retorno como una nueva experiencia exiliar o de fractura. Sin embargo, la ilusión del regreso que alimentó esos años de espera del exilio impactó intensamente en los albores de la vuelta pues, para algunos de ellos, la emoción de "[regresar] fue muy loco, desquiciante... la escena del avión volando, volviendo... fue muy loca [...] El deseo realizado es lo más parecido a la muerte".18 Esta sensación de plenitud reúne algunos de los significados más intensos de la expectativa del regreso, recordando por ejemplo "que cuando íbamos en la compañía aérea y la azafata dijo "estamos atravesando Tucumán" y yo miré por la ventanilla y pensé que era mi tierra, que era mi tierra... y... media fatalista pensé: si yo me muero acá que me muera porque ya estoy en mi tierra".19

Entre los comentarios ya mencionados de Carlos de Sá Rego en la revista Controversia, el autor disertaba acerca del recibimiento afectuoso que tuvieron los exiliados brasileños en los aeropuertos nacionales. Este recibimiento era el resultado de un logro político de los comités de amnistía de Brasil que habían solicitado por el retorno de los exiliados y, aunque ello permitió que los retornados percibieran su regreso como algo exitoso, no dejó de ser una cuestión circunstancial pues, en el transcurso de los días, todos los familiares y amigos continuaron con sus cotidianidades ya establecidas (de Sá Rego, 1980: 28). Pero este tipo de bienvenidas parece no haberse dado en el caso de los argentinos retornados, pues los recibimientos estuvieron atravesados por un clima hostil en el que "hubo rencillas, resquemores y demás, porque... los que se quedaron en Argentina se sentían como que, bueno, ahí vienen los de México, estos que estuvieron afuera, que no tuvieron que sufrir las cosas de adentro" (Meyer y Salgado, 2002: 272).

Haber salido al exilio parece haber funcionado en el retorno como una etiqueta de categorización entre los que "resistieron" en el país y los que "abandonaron" a la patria. Pero no sólo en la dimensión política de las discusiones se alimentaba esta idea, pues en el seno de los reencuentros familiares emergía también esta perspectiva negativa acerca del exiliado:20

Como que era yo la que tenía que volver como derrotada a ver si me aceptaban en la familia... la actitud de mi mamá no sé... como que en un momento dado me dijo como que "¿a qué había vuelto?" ¿no? fue muy duro para mí, fue muy duro [pero, ¿pudiste hablar con ella?] ¡No! ¿hablar? no... ¿qué cosas podés hablar ahí? ¿hablar cuando mi madre nunca me preguntó cómo había vivido en México, de qué trabajaba, cómo me había ido con mi hijo, qué había pasado?... nunca me preguntó absolutamente nada, esa etapa de mi vida no existió para ella, nada más me dijo que ¿para qué había vuelto?21

La aridez del reencuentro familiar y con los amigos, se acompañó a su vez de una sensación de decepción con respecto al país. Para algunos exiliados retornados, la experiencia del regreso fue un choque político y social muy profundo que dejó en evidencia que el nuevo proyecto de país democrático no los incluía a ellos: "encontré una Argentina ciega, sorda, este, con una generación de los que se habían quedado que bajita la mano te pasaban la factura, este... con una familia... muy querida y muy... pero... también ¡habían pasado muchos años!"22En este sentido, las advertencias que se habían ofrecido en las páginas de Controversia con respecto al caso brasileño parecían volverse realidad, pues además de la fractura personal que vivían los retornados con la nueva experiencia migratoria, emergía un límite generacional para el diálogo político que los silenciaba. Como explicaba Carlos de Sá Rego, "el problema es convertirse en una generación muda o en una de charlatanes. No poder hablar el lenguaje de origen ni el del país de asilo" (Carlos de Sá Rego, 1980).

Si bien el flujo de retorno se acrecentó con la apertura democrática, esto dependió mucho más del resultado de decisiones individuales asumidas en el entorno familiar de cada exiliado.23 La propuesta de Bayer (1980) impulsando un regreso colectivo y organizado, parece haber tenido poco eco para su concreción. Coadyuvado también por la crisis de las identidades políticas a las que se adscribían los exiliados argentinos (Maletta, et al, 1986: 314), el retorno se desarrolló entonces de forma fragmentaria, desarticulando los núcleos de sociabilidad que se habían construido en México,24 pues "cada patriota retornado era un pedazo de nuestra historia colectiva que se trasladaba al lugar de pertenencia, pero abandonando el que trabajosamente habíamos construido todos como lugar de refugio en esos años" (Bernetti y Giardinelli, 2003: 159). Ese carácter individual tuvo que ver también con una débil atención por parte del Estado argentino hacia este tipo de migración pues, si bien se había creado la Comisión Nacional para el Retorno de los Argentinos en el Exterior (CNREA) en julio de 1984, su acción estuvo restringida a los problemas de tipo administrativo, aunque no logró evitarles a los retornados una serie de trámites engorrosos para regularizar su condición en el país (Mármora y Gurrieri, 1988: 480).25

En el cierre del exilio, la apertura democrática en Argentina —que fue vivida con entusiasmo y alegría desde México—26 enfrentó a los retornados con una nueva experiencia de extrañamiento. Para comprender esta sensación de extrañeza es importante insistir en la experiencia del exilio como una temporalidad transitoria, pues quien se ha alejado de su hogar de forma forzada y vive esa distancia como una espera, el regreso se perfila como un retorno a lo ya conocido, a lo familiar, a lo natural. En palabras de Schütz, esto significaba un regreso al hogar, entendido como el lugar de donde se proviene y al que se busca regresar de modo definitivo; un espacio que puede ser físico pero que su importancia está dada por lo que representa para los actores que desean regresar a él, un lugar de afectos, recuerdos y pertenencia que se simbolizan de modo distinto para cada persona (Schütz, 1974b: 109). Por ello, antes que un proceso de reinserción, el retorno significaba, subjetivamente, reaparecer en espacios propios, tanto en sus vínculos de amistades y familiares como en otros lugares concretos que les pertenecían.

Entonces, de acuerdo con Schütz, quien regresa al hogar se predispone a encontrar su mundo intacto, esperando que se mantenga en las mismas condiciones en que lo dejó. En este sentido, los recuerdos del hogar se espera que funcionen como guías para orientarse en el mundo familiar e íntimo del que debió alejarse el actor. Pero cuando a su regreso, los recuerdos se muestran insuficientes para comprender el mundo que se ha dejado, la condición de extranjero renace en la propia patria. En el hogar pervive un horizonte predecible para el actor de lo que podrá ocurrir en el corto plazo así como en un futuro más lejano, de manera que el regreso sorprende con un impacto por lo desconocido, ubicando a los en un lugar de extrañeza; el ser ajenos se pudo convertir en una de las experiencias más importantes de ese nuevo desplazamiento. En consecuencia, los esquemas interpretativos del hogar que se esperaba que siguieran funcionando como antes de partir, parecieron quebrarse para los exiliados en el retorno, obligándolos a interpelar tanto el contexto en el que llegaban y que distaba notoriamente del que habían dejado, como a las personas más cercanas que les devolvían silencios, indiferencia o críticas por su regreso. En Argentina, este panorama de indiferencia ante el retornado político, contribuyó a desplazar los sentidos construidos en el exilio acerca del retorno a la vez que ubicó a los actores, en un lugar de intrusos o extranjeros cuestionando sus alegadas membresías (Maletta, et al. 1986: 314).

Parte de esa extrañeza sentida por los exiliados argentinos retornados se manifiesta en el quiebre de aquellas tipificaciones que alimentaron durante su transitoriedad en México. La caída del gobierno militar era, por supuesto, un cambio esperado y necesitado para poder efectuar el regreso. Sin embargo, también las relaciones más íntimas de su mundo cotidiano se modificaron, la más importante de estas transformaciones tuvo que ver con la ausencia de los seres queridos por desaparición o muerte en manos de la dictadura. Otros cambios relacionados con los espacios geográficos cotidianos y con las apariencias de los lugares que antes se frecuentaban también repercutieron en la experiencia generando el sentimiento de haber llegado a un lugar extraño o más bien, de sentirse extraños en el hogar (Schütz, 1974b: 113).

Por lo anterior, el éxito o fracaso del retorno —si se piensa en las categorías de una teoría de la acción racional—, dependería mucho más de la capacidad de los actores de un hogar para recuperar el carácter recurrente de los lazos que antes se habían construido. Sin embargo dicho objetivo emerge como imposible pues, para Schütz, este tipo de experiencias de distancia imprime un sentimiento de añoranza que se profundiza en los actores que estuvieron ausentes, ya que se busca restablecer un vínculo íntimo con personas, objetos y lugares que escapa a las posibilidades mismas de un tiempo que es, en última instancia, irreversible. Por ello, aunque para la mayoría de los exiliados el retorno se concretó y lograron establecerse nuevamente en el hogar, lo que prevalece es un cambio sustancial de sentidos. En última instancia, el retorno al hogar resulta una experiencia imposible pues tanto el tiempo como las nuevas circunstancias han impactado en los actores que regresaron como en aquellos que permanecieron en él.

 

CONSIDERACIONES FINALES

El artículo se propuso abordar un problema teórico referido a la constitución y organización de la experiencia ilustrando con los retornos políticos un momento de tensión y crisis particular. Se intentó abordar cómo este tipo de fracturas de la experiencia, convocan al actor que lo vive a reestructurar el marco interpretativo de sus vivencias a partir de un cambio de clave, un desplazamiento de sentidos entre un marco de expectativas previo al regreso y un marco desencantado que emerge cuando se efectiviza el retorno.

Este cambio de clave adquiere distintos contenidos: podría pensarse en una ruptura de sentidos multidimensional que se manifestaría en lo familiar, en lo social, en lo geográfico y en lo político. Así es que, si bien la decisión de retornar recae en la esfera de lo individual y en el ámbito familiar del exiliado, el cambio de clave emerge como una nueva ruptura de la experiencia que asume diferentes sentidos conforme a las trayectorias personales de cada actor pero que, en un principio, parece integrar un significado de desencanto.

Una de las especificidades del retorno de los exiliados argentinos en México, permitiría subrayar esta idea de grados e intensidades en los cambios de clave que, por ejemplo, podría destacarse en la identidad que se construyó posteriormente a estos regresos, bajo el apelativo de argenmex. De acuerdo a Yankelevich (2009: 337-338), reconocerse tras esa categoría suponía para un grupo de argentinos, no sólo haber estado exiliado en México sino pertenecer a un universo de significados estables que les permitió a estos actores hacer frente a las incertidumbres propias de los primeros tiempos del retorno. De esta manera, es importante distinguir la particularidad del regreso desde México pues la estadía en dicho país pudo ofrecer a los argentinos exiliados una serie de herramientas culturales para moldear el nuevo marco de experiencia y desde allí reacomodarse ante el desencanto del retorno. El extrañamiento frente un país que se mostraba indiferente, pudo haber sido atenuado entonces con la persistencia de ciertas costumbres y significados adquiridos en México; por lo menos hasta que la vida cotidiana se reorganizara en una nueva epojé natural.

 

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NOTAS

1 La epojé natural permite que las prácticas cotidianas tengan un carácter aproblemático, es decir, un conocimiento implícito que el actor pone en juego en cada acción y que responden a un "y así sucesivamente", a un "etcétera" que se desarrollará con fluidez hasta que haya una interrupción, un "nuevo aviso" (Schütz, 1974a: 229). De esta manera, los conocimientos que le permiten a un actor moverse naturalmente sólo pueden ser puestos en duda por algún hecho o quiebre en la experiencia que supongan para éste, la necesidad de tener que reflexionar acerca del ordenamiento de las cosas de ese mundo.

2 Entrevista a Estela, 02/11/09, México, DF

3 Entrevista a Emilia, 03/12/09, México, DF

4 Entrevista a Santiago, 14/11/09, México, DF.

5 El COSPA y la cas nuclearon a la mayoría de los migrantes políticos argentinos que ingresaban a México y tuvieron una amplia visibilidad en la esfera pública de la sociedad mexicana; la primera de raigambre peronista y más específicamente, montonera y, la segunda, reuniendo a personas de distintos sectores y afinidades políticas en lo que sería —con el paso de los años—, un reconocido exilio intelectual argentino (Yankelevich, 2009: 118, 138; Bernetti y Giardinelli, 2003: 84-89).

6 Así relata una de las entrevistadas dos miradas diferentes sobre la espera por el regreso: "No te voy a decir que no tuve nostalgia... siempre la tuve, yo no fui de las que todo el día estaba pensando en el dulce de leche, o en las empanadas, a diferencia de mi primer marido que es... era una persona que no podía disfrutar nada, no podía aprender nada de México, no quería viajar por México, no quería hacer absolutamente nada que no fuera estar conectado con la Argentina, y sufría, vivía, respiraba, por la Argentina, y bueno, era como dos miradas del problema... la mirada de él era: no te confundas, todo lo que estás haciendo son pendejadas, porque nada importa, lo único que importa es volver" Entrevista a Susana, 05/02/10, México, DF.

7 En esta reunión habrían participado alrededor de 80 personas y aunque se decidió que luego se formaría una comisión Pro Retorno de carácter permanente, el objetivo no fue cumplido (México, Archivo General de la Nación - Fondo Investigaciones Políticas y Sociales, Caja 1755C, expediente 13).

8 Entrevista a Santiago, 21/11/09, México, DF.

9 Una de las discusiones más importantes desarrolladas en la revista Controversia, acerca de esta dicotomía sobre los argentinos de "adentro" y los de "afuera" se encuentra en Schmucler, 1980.

10 Entrevista a Jorge Luis Bernetti, Buenos Aires, 13 de octubre de 2001, Archivo Oral de Memoria Abierta. Consulta realizada en el mes de agosto de 2009, Buenos Aires, Argentina.

11 A partir del Proyecto Hemisférico de Migraciones desarrollado durante los primeros años de retorno, se llegó a las siguientes cifras sobre el fenómeno: entre 1983-1985 en Argentina, se calculó que arribaron entre 30 mil y 40 mil personas de los cuales, un 50 por ciento representaría un retorno político (Mármora y Gurrieri, 1988: 475). Algunas consideraciones sobre la compleja cuantificación del retorno político argentino pueden hallarse en Lastra, 2012b.

12 Se llegaron a contabilizar alrededor de 345 solicitudes de repatriación entre 1983 y 1984 (Maletta, et al. 1986: 100).

13 Sobre los estigmas del exilio, ver Jensen, 2008.

14 Por otro lado, este estigma se reforzó con la homogeneización de la figura del exiliado con la de los responsables de la violencia política generada por las organizaciones armadas de izquierda. Pero cuando otras voces consideraban a los exiliados como inocentes, las disputas se disparaban en función de que su situación había sido mucho menos "traumática" en comparación con las personas que se habían quedado y sobre todo con las que habían desparecido. Este carácter valorativo de inocencia coadyuvó a despolitizar la identidad militante de los exiliados, mientras que definirlos como culpables implicaba perder de vista que esta experiencia fue un efecto del terrorismo de Estado.

15 Entrevista a Rafael, 27/10/09, México, DF.

16 Así lo narró uno de los entrevistados: "Efectivamente fue un viaje para ir viendo las condiciones, en algunos casos como yo que llegaba con la idea de instalar allí una librería, y además todos a ir viendo que... una casa, un departamento, a ver cómo nos instalábamos... entonces bueno, ese fue el primer viaje, fue en agosto del ochenta y dos... pero yo no volví definitivamente hasta... febrero del ochenta y cuatro" Entrevista a Santiago, 21/11/09, México, DF.

17 Entrevista a Emilia, 11/12/09, México, DF.

18 Entrevista a Oscar Terán, Buenos Aires, 25 de noviembre y 16 de diciembre de 2005, Archivo Oral de Memoria Abierta. Consulta realizada en el mes de agosto de 2009, Buenos Aires, Argentina.

19 Entrevista a Rosario, 11/12/09, México, DF.

20 Así se recuerda ese momento: "Quería no tener que volver a explicar mi historia a cada minuto, que es la condición del exiliado. No tener que justificarme... bueno, volví, igual me tuve que justificar por todo este quilombo que se había armado [...] de que nos habíamos ido, que los que se habían quedado [en Argentina]... todas ridiculeces". Entrevista a Norma Osnajanski, Buenos Aires, 22 de octubre de 2001, Archivo Oral de Memoria Abierta. Consultado en el mes de agosto de 2009, Buenos Aires, Argentina.

21 Entrevista a Emilia, 11/12/09, México, DF.

22 Entrevista a Estela, 08/02/10, México, DF.

23 De acuerdo con informes de la Oficina de Solidaridad con el Exilio Argentino, la mayor cantidad de retornos se realizó desde 1983 y hasta 1985; luego se produjo un sensible descenso hasta 1987 (OSEA, 1988: 4-5).

24 De los espacios más importantes de sociabilidad que se construyeron luego del retorno, cabe destacar la creación en 1984 de la librería Gandhi y del Club de Cultura Socialista en Buenos Aires, que centralizaron a muchos de los retornados que habían participado sobre todo en la CAS en México, con el objetivo de continuar analizando los problemas políticos, sociales y culturales de Argentina y del mundo, propuesta política que había tenido su puntapié inicial con la revista Controversia (Yankelevich, 2009: 338).

25 El proceso de retorno fue acompañado también por una serie de organismos no gubernamentales que intervinieron tempranamente en el problema del regreso, por ejemplo, la Oficina de Solidaridad para Exiliados Argentinos (OSEA) desde 1983 y la Comisión Argentina para los Refugiados (CAREF) entre 1984 y 1985. Estos organismos desplegaron una serie de programas de repatriación y asistencia que llegó a recibir a más de 5 mil casos de retornados políticos desde 1983 hasta 1988 (OSEA, 1988). Para un análisis de las organizaciones de solidaridad con el retorno en Argentina, ver Lastra, 2012a.

26 Las expectativas, el clima de festejo y las actividades realizadas por un sector del exilio argentino en México en relación a las elecciones presidenciales, pueden consultarse en Bernetti y Giardinelli, 2003: 155-158.

 

INFORMACIÓN SOBRE LA AUTORA:

María Soledad Lastra. Maestra en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), sede México. Investigadora del Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IIHCS/Conicet), Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires, Argentina.

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