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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.9 no.20 Ciudad de México sep./dic. 2012

 

Artículos

 

Identidad y protesta social. Contribuciones al estudio de su relación

 

Identity and social protest. Contributions to the study of its relation

 

María Virginia Romanutti*

 

* Actualmente cursa el Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires. Dirección electrónica: viromanutti@gmail.com.

 

Fecha de recepción: 9 de diciembre de 2009.
Fecha de aceptación: 15 de febrero de 2011.

 

Resumen

Considerando la importancia que representa estudiar los procesos identitarios involucrados en la conformación de las protestas sociales, el presente artículo se plantea dos objetivos. Por un lado, hacer visibles las principales dificultades del estudio de los aspectos identitarios a partir del abordaje propuesto por la teoría de los marcos, desarrollo teórico que se inscribe dentro de las denominadas teorías norteamericanas de las protestas sociales. Y, por otro lado, identificar los aportes de la teoría de la hegemonía elaborada por Ernesto Laclau para analizar la protesta social. De este modo se pretenden mostrar las potencialidades de este último enfoque para comprender la conformación de identidades en las protestas sociales.

Palabras clave: Identidad, protesta social, teoría de los marcos, teoría de la hegemonía.

 

Abstract

Considering the importance that represents the study of identities processes involved in the development of social protests, the present article sets two objectives. On the one hand, to make visible the main difficulties of the study above-mentioned from the point of view proposed by North-American theories. And, on the other hand, to identify the contributions of the hegemony theory elaborated by Ernesto Laclau for the analysis of the social protest. In this way, the intention is to show the potentialities of the latter perspective in relation to the theories considered dominant in the field of study of collective action.

Keywords: Identity, social protest, north american theories, hegemony theory.

 

Introducción

Los estudios sobre la protesta social1 se han convertido en un campo de análisis propio dentro de las ciencias sociales, desde el que se intenta comprender, desde diferentes enfoques, la proliferación y diversidad del conflicto social en el mundo contemporáneo. Dentro del área específica de la sociología, las teorías norteamericanas de las "protestas sociales"2 ocupan un lugar central en el estudio de estos fenómenos. Entre ellas se pueden distinguir tres enfoques principales: las teorías de movilización de recursos, de los procesos políticos y de los marcos culturales.3 Cada uno de estos desarrollos se concentra en el análisis de un factor en particular: la organización, el proceso político y la identidad, respectivamente. En este artículo se enfocará la atención en la teoría de los marcos en tanto, dentro de las denominadas teorías norteamericanas, es la que explícitamente aborda el aspecto identitario de las protestas sociales.

Cabe aclarar que el desarrollo de este enfoque teórico se nutre de los aportes de diversos autores, cada uno con sus particularidades y matices. De todos modos, el propósito de este artículo no es analizar estas producciones en detalle, sino los supuestos subyacentes que estos autores comparten.4

Se argumentará aquí que los supuestos de la teoría de los marcos —que comparten con los otros dos enfoques incluidos en las teorías norteamericanas— impiden observar y analizar en toda su complejidad, los procesos identitarios involucrados en la conformación de la protesta social, los cuales son centrales para entender su desarrollo. Los supuestos de los que parte y su manera de abordar la problemática, circunscriben el análisis a los aspectos organizativos conscientes involucrados en la construcción identitaria colectiva.

El objetivo de este trabajo será entonces doble. Por un lado, hacer visibles los principales puntos críticos de la teoría de los marcos, para analizar la conformación de las identidades en las protestas sociales. Y, por otro lado, mostrar las potencialidades del enfoque teórico conocido como teoría de la hegemonía, elaborado por Ernesto Laclau, para analizar esta cuestión.

 

Agentes racionales y estratégicos

La premisa principal que subyace a la teoría de los marcos es que los sujetos que llevan adelante las acciones de protesta lo hacen de manera racional y estratégica. Mediante la evaluación de los costos y beneficios, determinan la conveniencia de actuar colectivamente en lugar de hacerlo de manera individual. Este postulado se basa en una ontología que concibe a los sujetos como agentes activos, que actúan de acuerdo a los marcos de acción que elaboran de manera conjunta.5 Es decir, que todo sucede de manera consciente, inclusive la conformación identitaria.

Si bien es innegable que toda acción colectiva supone un grado de organización y alineamiento consciente y estratégico de las acciones para lograr los objetivos trazados colectivamente, se considera que entender a los sujetos como agentes racionales y estratégicos impide pensar a la identidad como una construcción que excede las intenciones conscientes del sujeto, lo sobrepasa. Según esta visión racional y estratégica, la identidad se construye de manera intencionada, se puede dirigir. Entonces, aunque es posible que los teóricos de los marcos acuerden en que la construcción identitaria tiene un sustrato inconsciente que no puede ser "manejado" o manipulado por los sujetos, no existe en esta teoría una consideración de las implicancias de esta cuestión para la construcción colectiva, ya que el énfasis está puesto en el estudio de los aspectos conscientes y estratégicos.

De este modo, lo que se muestra aquí es que la noción de sujeto que subyace a la teoría de los marcos lleva a considerar a la identidad como un recurso más del que disponen los agentes involucrados en la protesta, y no como un aspecto central que configura el resto de los elementos involucrados en la protesta social.

Por otro lado, la posibilidad de desarrollar acciones racionales y estratégicas implica, en primer lugar, asumir que existen condiciones de información perfecta que permiten a los sujetos evaluar sus posibilidades, lo cual no se da en la práctica (Pizzorno, 1994: 136). El sujeto actúa en condiciones de incertidumbre, ya que no posee toda la información acerca de las consecuencias de cada uno de los cursos de acción posibles.

En segundo lugar, suponiendo que los sujetos realicen el cálculo costos-beneficios, éste se hará siempre de acuerdo a la percepción que los individuos tienen de los mismos, o sea, desde un marco de acción colectiva específico. Por lo tanto, no existe la información perfecta, ni tampoco una percepción objetiva, no mediada, de los costes y beneficios. En este sentido, el sujeto carece de toda la información sobre las consecuencias de los cursos de acción que puede tomar. Además, el rango de opciones está limitado por su marco valorativo.

Sin duda alguna, esta afirmación sería compartida por un teórico de los marcos. Ahora bien, este enfoque supone una ontología que sostiene que los individuos son transparentes a sí mismos. Es decir, que saben cuáles son sus preferencias, objetivos y metas y en base a ello deciden sus acciones. Como se verá más adelante es justamente a la crítica de este supuesto que este trabajo se dirige.

 

La teoría de los marcos

Con el fin de argumentar acerca del carácter central de la construcción identitaria en la conformación de la protesta social, se hace necesario entonces ahondar en la crítica de la teoría de los marcos en tanto ésta se propone el estudio del papel de lo simbólico en la construcción de la acción conjunta.

Este enfoque teórico surge como un intento de superar la deficiencia de otras teorías de la acción colectiva (teoría de la movilización de recursos y teoría del proceso político) que no prestaron debida atención al rol de la significación. Alberto Melucci, en su crítica a las teorías de movilización de recursos, sostiene:

...conceptos tales como "recursos discrecionales" y "estructuras de oportunidades" no se refieren a realidades "objetivas" sino a la capacidad del actor para percibir, evaluar y determinar las posibilidades y límites de su ambiente. La teoría de la movilización de recursos formula, por tanto, un cierto proceso de construcción de una identidad por parte del actor, aunque no examina este nivel de análisis... (Melucci, 1994: 172).

De hecho, algunos de estos teóricos han reconocido la necesidad de construir —y han comenzado a trabajar en esa línea— una perspectiva más integradora en el estudio de la acción colectiva, incluyendo la construcción de significados y valores comunes como un factor importante (D. McAdam, J. McCarthy y M.N. Zald, 1999).

Para abordar el estudio de este factor, la teoría de los marcos toma como concepto central al marco de referencia, el cual es definido como un ".. .esquema interpretativo que simplifica y condensa el 'mundo exterior' al señalar y codificar selectivamente los objetos, situaciones, acontecimientos, experiencias y las acciones que se han producido en el entorno presente o pasado de cada individuo." (Hunt, Benford y Snow, 2001: 228).

En este mismo sentido se habla del proceso enmarcador que realiza todo colectivo, el cual es conceptualizado por David Snow como "...esfuerzos estratégicos conscientes realizados por grupos de personas en orden a forjar formas compartidas de considerar el mundo y a sí mismas que legitimen y muevan a la acción colectiva." (McAdam, McCarthy y Zald, 1999: 27). Este proceso se realiza en relación con los demás actores sociales, es decir, las diferentes organizaciones que llevan adelante la protesta social, los medios de comunicación, el Estado, el público en general. Cada uno de ellos elabora sus propios marcos de acción e influye en la formación de los ajenos.

De esta manera se observa que en estas definiciones la construcción de marcos es entendida como una actividad consciente y estratégica que tiene como objetivo "alinear" las creencias individuales de los sujetos que participan en la protesta con las creencias del movimiento.6 Esto supone también una clara división entre los líderes de los movimientos y sus seguidores. Los primeros serían los encargados de producir el alineamiento, mientras que los participantes tendrían un rol pasivo de aceptación de las normas del grupo; una idea que ciertamente deja de lado el análisis de los posibles conflictos existentes entre diversos marcos dentro de un mismo grupo de protesta (Rivas, 1998: 196). Así, el marco de acción o referencia se conceptualiza como una condición para que las organizaciones movilicen exitosamente a sus seguidores.7

Asimismo, los autores distinguen entre marcos de referencia y procesos de conformación identitaria. Los marcos de referencia son entendidos como estructuras cognitivas que orientan la acción colectiva, que se relacionan de forma dinámica y recurrente con los procesos identitarios. De este modo, ".. .dar sentido a la acción colectiva implica enmarcar situaciones y atribuir identidades a los individuos y grupos relacionados con ellas..." (Hunt, Benford y Snow, 2001: 230). O sea, que a través de los marcos de referencia se pueden conectar las identidades individuales con la identidad colectiva del movimiento de protesta. En sus palabras: ".los procesos de construcción de marcos de referencia no sólo establecen las conexiones ideológicas entre individuos y grupos, sino que también proponen, refuerzan y adornan las identidades, cuya diversidad abarca desde las acciones de cooperación hasta las que producen conflictos..." (Hunt, Benford y Snow, 2001: 222).

Se observa entonces que esta teoría se aboca al estudio de las estrategias mediante las cuales las organizaciones de los movimientos sociales intentan "alinear" las creencias individuales de los sujetos con las del movimiento. Es decir, que el plano de análisis se ubica a un nivel de estrategias planificadas por parte de la organización que lidera la acción colectiva. En este sentido, es innegable el mérito de la teoría en analizar detalladamente este proceso, mostrando cómo el enmarcamiento posee diferentes características de acuerdo a la fase de desarrollo en la que se encuentra cada movimiento de protesta. Asimismo, el estudio de casos empíricos, ha llevado a la identificación de algunos marcos más comunes como los de injusticia, derechos humanos, etcétera. También se ha analizado la relación entre los marcos de acción colectiva y los campos de identidad de los protagonistas de las protestas, sus antagonistas y sus audiencias, entre otras cuestiones.

Sin embargo, al circunscribir el nivel de análisis al plano estratégico-consciente y partir de una idea de sujeto transparente consigo mismo, este desarrollo teórico no logra analizar las complejidades de la construcción identitaria en los procesos colectivos.

Por tanto, lo que se pretende aquí es presentar las potencialidades de estudiar la construcción identitaria involucrada en las protestas sociales, desde una teoría que concibe la identidad como un factor central. De este modo, ambas teorías podrían pensarse como enfoques complementarios para el estudio de la protesta social, en tanto el foco de interés de cada uno es diferente.

 

La teoría de la hegemonía y la acción colectiva

La centralidad de lo identitario en el desarrollo de la protesta social, puede percibirse mejor desde un enfoque teórico antiesencialista y no determinista, como es la teoría de la hegemonía elaborada por Ernesto Laclau. Se entiende por antiesencialista una postura que sostiene la no existencia de un sustrato primario, una esencia de lo social, sino que por el contrario asume el carácter contingente de toda identidad. De igual modo rechaza todo determinismo puesto que no concibe que exista una primacía de ninguna esfera, ya sea económica, cultural, o social, en la formación de las identidades; sino más bien entiende que todas ellas se interrelacionan e influencian mutuamente.8

En base a estos supuestos la teoría postula como premisa básica la construcción discursiva de lo social. Decir que lo social se construye discursivamente significa que nada tiene sentido fuera de un discurso determinado. Esto no supone entender por discurso solo lo hablado o lo escrito, sino que representa una totalidad; discurso será así "este conjunto sistemático de relaciones" que da significado a una acción u objeto dentro de esa configuración (Laclau y Mouffe, 2000: 115).

Asimismo, todo discurso se construye relacionalmente, y por tanto toda identidad también. Por consiguiente, no se puede pensar la identidad de quienes llevan adelante una protesta social de manera aislada, como si cada grupo conformase su identidad independientemente de los demás; una identidad plena y cerrada en sí misma. Por el contrario, la conformación identitaria dependerá de la relación que establezca cada colectivo con los demás grupos de protesta, con los medios de comunicación, con el Estado, para nombrar los principales actores. Entonces cada grupo construirá su propio juego de lenguaje, su discurso en relación a los discursos de los demás actores mencionados, los cuales constituyen en conjunto la formación discursiva9 existente en ese momento.

Las relaciones que se establezcan entre los diferentes discursos serán de dos tipos: de equivalencia y de diferencia. Cada elemento dentro de una formación discursiva es diferente a los demás en su particularidad. Por ejemplo: un movimiento piquetero se diferencia de un movimiento ecologista en tanto sus demandas son diversas; trabajo en el primer caso, un ambiente sano en el segundo. Sin embargo, al mismo tiempo, todos los elementos de una misma formación discursiva se identifican, son equivalentes entre sí respecto de un elemento exterior que los antagoniza. En el ejemplo anterior se podría decir que ambos movimientos son equivalentes en su oposición hacia el sistema capitalista que produce la falta de trabajo, y a la vez contamina el ambiente. Entonces, el juego entre estas dos lógicas estará presente todo el tiempo, dado que la identidad de cada elemento del sistema aparece constitutivamente dividida: por un lado, cada diferencia se expresa a sí misma como diferencia, por el otro, cada una de ellas se cancela a sí misma en cuanto tal al entrar en una relación de equivalencia con todas las otras diferencias del sistema" (Laclau, 1996: 72).

De este modo se observa que aquello que permite la equivalencia entre los diferentes elementos de un sistema no es una propiedad o rasgo positivo que todos ellos comparten —ya que si así fuera ese rasgo pasaría a formar parte del sistema— sino que se trata de una fuerza antagonizante. Esto es conceptualizado por Laclau como un exterior constitutivo: aquello que niega la plena constitución de la identidad del sistema a la vez que la hace posible. El exterior constitutivo de una cadena de equivalencias se presenta entonces como la fuerza antagónica que establece la frontera de un sistema de significación. Es decir, si una formación discursiva determinada es un conjunto de diferencias, sus límites no pueden estar dados por una nueva diferencia, por tanto "...los límites auténticos son siempre antagónicos..." (Laclau, 1996: 72). No obstante cabe aclarar que ese exterior constitutivo es un antagonismo existente dentro del orden social vigente, no una fuerza extra social. En el ejemplo presentado anteriormente, el capitalismo se constituye como fuerza antagónica puesto que su existencia impide que haya más puestos laborales y que se disfrute de un ambiente no contaminado. Simultáneamente, dado que el capitalismo existe y produce esos efectos, es que los movimientos piquetero y ecologista tienen lugar. Por tanto, el capitalismo es el elemento antagónico que hace posible e imposible, de forma simultánea, la conformación de la identidad piquetera y ecologista.

Asimismo, cabe destacar que este marco teórico sostiene la imposibilidad de la constitución plena de una identidad, como así también rechaza la idea de un orden social cerrado que pueda entenderse como la sociedad. Todo lo que existe son intentos parciales por lograr su conformación, ya que éstos se ven limitados por el antagonismo que los amenaza. Por tanto, los límites no proceden desde fuera sino que son inherentes a toda formación social. Para clarificar estas ideas, es necesario remitirse a otras nociones dentro de esta teoría que harán explícito por qué no es posible pensar en sujetos plenos, racionales y estratégicos.

 

Características de las relaciones sociales

Como se sostuvo, toda identidad se construye precariamente en el intento por ser plena. Para entender esta afirmación hay que comprender cuáles son las características de las relaciones sociales, según lo plantea en su obra Ernesto Laclau.

En primer lugar, el pensador argentino sostiene que son contingentes, ya que se desarrollan en el interior de una estructura incompleta, que intenta constantemente constituirse como una totalidad cerrada y logra sólo fijaciones parciales. Por consiguiente, toda decisión que se tome a partir de dicha estructura será contingente en tanto no está determinada por ésta. Más claramente, "...la estructura misma es indecidible y en tal sentido no puede ser enteramente repetitiva, ya que las decisiones tomadas a partir de ella —pero no determinadas por ella— la transforman y subvierten de manera constante..." (Laclau, 2000: 46). De esta manera, si la realidad social se construye de manera abierta y contingente, las identidades de los sujetos también. En ese sentido pareciera más pertinente hablar de actos de identificación dado que ninguna identidad llega a cristalizarse como tal (Laclau, 2004: 63 y 2000: 60).

En segundo lugar, la contingencia inherente a toda relación social se relaciona directamente con otra de sus características: su radical historicidad. Esto es, partiendo de un rechazo a todo determinismo histórico que plantee leyes inmanentes de desarrollo, se entiende que las relaciones sociales se desarrollan en contextos de significación cambiantes. Por tanto, para comprender un hecho histórico es necesario remitirse a las condiciones contingentes de su emergencia.

En tercer lugar, Laclau plantea que las relaciones sociales son siempre relaciones de poder. Se dijo anteriormente que toda estructura, toda objetividad, es contingente puesto que está sujeta a constantes subversiones. Si a pesar de estas amenazas una identidad logra afirmarse —siempre parcialmente— es debido a su poder para reprimir lo amenazante. Consecuentemente es importante tener en cuenta que: "Estudiar las condiciones de existencia de una cierta identidad social es equivalente, por lo tanto, a estudiar los mecanismos de poder que la hacen posible..." (Laclau, 2000: 48). De esta manera se comprende al poder como una propiedad inerradicable de lo social, por lo cual todo estudio de la protesta social deberá examinar las relaciones de poder existentes entre los diversos grupos de protesta, el Estado ante el cual realizan sus reclamos y los medios de comunicación en tanto constituyen los principales actores que configuran la protesta.

Por último, el autor habla de una primacía de lo político sobre lo social. En consecuencia, define lo social como aquellas "formas sedimentadas de la 'objetividad'", es decir, aquel terreno donde las huellas de la contingencia se han borrado o más bien están ocultas; y lo político constituiría el momento de irrupción del antagonismo (Laclau, 2000: 52). Así, lo político se manifiesta cuando ese orden objetivo deja de ser entendido como algo dado y pasa a ser cuestionado. Entonces surgen diversas alternativas, cuál de ellas se adopte dependerá de las relaciones de poder existentes. Lo que esto muestra es el juego constante entre la posibilidad e imposibilidad de constituir una objetividad social. Esto es, lo social se sedimenta pero esa sedimentación será contestada, modificada, y es ahí donde surge lo político. La emergencia de lo político remite de manera directa a la noción de dislocación que se discutirá seguidamente.

 

Dislocación

De acuerdo a lo expuesto lo político irrumpe cuestionando el orden social sedimentado, y ese momento tiene lugar cuando se produce una dislocación. Se entiende por dislocación al quiebre de un orden establecido que hasta entonces daba sentido a un grupo de personas, a una situación, siendo un momento desestructurador en tanto el antiguo orden no permite interpretar la nueva situación. Entonces, si por un lado se presenta como una amenaza para las identidades existentes, por otro lado fuerza a la formación de nuevas identidades. La dislocación abre la posibilidad de la libertad, pero no entendida ésta como algo enteramente positivo, sino como el momento en el cual el sujeto se ve forzado a ser libre, porque la estructura que lo contenía previamente dejó de otorgarle sentido. Tal como lo expresa Laclau:

No es que haya algo en mí que la estructura oprimía y que su dislocación libera; soy simplemente arrojado en mi condición de sujeto porque no he logrado constituirme como objeto. La libertad así ganada respecto de la estructura es, por lo tanto, inicialmente un hecho traumático. Estoy condenado a ser libre, pero no, como los existencialistas afirmaran, porque yo no tenga ninguna identidad estructural, sino porque tengo una identidad estructural fallida... (Laclau: 2000: 60).

Ahora bien, lo que interesa remarcar aquí es que la dislocación muestra los límites de la sedimentación de lo social, instaurándose como el momento de la decisión. Decisión que es siempre política puesto que, como ya se dijo, no existe una estructura objetiva que establezca los cursos de acción, sino que éstos se determinarán de acuerdo a las relaciones de poder. Esto muestra que es imposible dejar de lado el carácter político de toda protesta social, ya que sus demandas tienden a la formación de nuevas "identificaciones" que ponen en cuestión las existentes. Es decir, que una demanda social se transforma en política cuando problematiza el orden existente, ya que para ser satisfecha se necesita realizar un cambio en ese orden.10

Así, habiendo aclarado los supuestos y algunos de los conceptos básicos de la teoría de la hegemonía, se podrá comprender cómo la noción de sujeto es radicalmente diferente de la sostenida por la teoría de los marcos.

 

Sujeto, posiciones de sujeto

De acuerdo a lo expuesto hasta el momento se deduce que esta teoría rechaza la idea de un sujeto racional, transparente consigo mismo, que sea el origen de las relaciones sociales. Esto se fundamenta principalmente en dos cuestiones.

Por un lado, se relaciona con el carácter discursivo de toda identidad. Si la identidad se constituye como tal dentro de un discurso y lo hace siempre de manera precaria, el sujeto no puede ser el origen de lo social en tanto él también está penetrado "...por la misma precariedad y ausencia de sutura que cualquier otro punto de la totalidad discursiva de la que es parte..." (Laclau y Mouffe, 1987: 140). Por esto es que los autores hablan de posiciones de sujeto dentro de una estructura discursiva. En el campo general de la objetividad el sujeto existe sólo como posición de sujeto. No obstante, el sujeto aparece en la dislocación. En palabras del autor: "...el lugar del sujeto es el lugar de la dislocación. Por lo tanto, lejos de ser el sujeto un momento de la estructura, él es la resultante de la imposibilidad de constituir la estructura como tal —es decir, como objetividad" (Laclau, 2000: 57).

Por otro lado, el tipo de relación que se establece entre las diferentes posiciones de sujeto no supone identidades aisladas, sino que en su interrelación se sobredeterminan unas a otras. El concepto de sobredeterminación hace referencia a que no hay una literalidad última, no hay esencia de lo social, sino que este último se conforma como orden simbólico. Y en este sentido las identidades de las posiciones de sujeto están imbricadas unas en las otras, se construyen de manera relacional.

De esta forma, la idea de un sujeto constituido plenamente, que establece relaciones con los demás de manera estratégica, deja de tener sentido. Las estrategias conscientes que el sujeto pueda desarrollar se dan en el marco de la constante redefinición identitaria arriba descripta.

En resumen, lo que la teoría hace visible es que los procesos identitarios son complejos, y que por tanto no se reducen a las estrategias organizativas. Todo discurso "sobrepasa" al sujeto, es decir, el sujeto está inmerso en una formación discursiva de la cual "emerge", se hace visible, cuando ésta deja de otorgarle sentido, o sea cuando se ha dislocado. En el momento de la dislocación se vuelve necesario construir una nueva identidad que permita dar respuesta al quiebre que se ha producido. Esa identidad no será enteramente nueva, puesto que se construye sobre la base de la estructura previa. Igualmente, lo que interesa enfatizar es que la identidad no es resultado de un cálculo racional sino de la sobredeterminación de las diferentes posiciones de sujeto que integran la formación discursiva que se está gestando.

 

Reflexiones finales

El presente trabajo se propuso analizar críticamente los supuestos subyacentes en la teoría de los marcos, de manera tal que se hiciera visible cómo estos supuestos impiden pensar la construcción identitaria en toda su complejidad. Partiendo del carácter racional y estratégico del accionar de los individuos, la teoría enfatiza el carácter activo y reflexivo de los sujetos, los cuales responden a una oportunidad política en base a los recursos organizativos disponibles, siendo la construcción de marcos un recurso más. De este modo, se pierde de vista el carácter fundante del momento dislocatorio que lleva a la acción. Por consiguiente, no se logra percibir que la formación de la identidad colectiva tiene que ver con procesos que no pueden ser controlados por los sujetos. El sujeto no es el origen de la acción puesto que éste se encuentra determinado por condiciones discursivas de existencia.

En conclusión se puede decir que al basarse en una concepción de sujeto transparente consigo mismo y teniendo como principal propósito comprender el paso de la acción individual a la colectiva, se concibe a la identidad como un factor explicativo más de la protesta social. No obstante, la teoría de los marcos ha contribuido significativamente al estudio de los procesos estratégicos que desarrollan las organizaciones de los movimientos de protesta, en la construcción colectiva de su identidad.

En contraste, la teoría de la hegemonía, al basarse en una ontología que concibe al sujeto como precariamente constituido, sobredeterminado, permite entender que el aspecto identitario es central para estudiar cualquier fenómeno colectivo. De este modo, si bien la teoría de la hegemonía no fue elaborada para estudiar la protesta social, sus conceptos permiten analizar las complejidades propias de la construcción identitaria involucrada en la protesta social.

 

Fuentes consultadas

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Notas

1 Se incluyen dentro de esta denominación tres enfoques principales: las teorías de movilización de recursos, de los procesos políticos y de los marcos culturales. Se utiliza aquí la noción de protesta social y no la de movimiento social, puesto que la misma incluye fenómenos más efímeros, pero no por ello menos relevantes para el análisis, sobre todo teniendo en cuenta su impacto en la opinión pública. No obstante, cabe aclarar que si bien hay cierto consenso en la utilización del concepto de protesta social para analizar el conflicto social contemporáneo, las nociones de movimiento social, acción colectiva de protesta, entre otras, también son utilizadas por diversas corrientes teóricas. Sin embargo no entra dentro de los propósitos de este escrito discutir la mayor o menor pertinencia de las diferentes categorías; simplemente se opta por utilizar la noción de protesta social. Para ello se sigue la conceptualización de Schuster y Pereyra, la cual sostiene: "la noción de protesta social se refiere a los acontecimientos visibles de acción pública contenciosa de un colectivo, orientados al sostenimiento de una demanda (en general con referencia directa o indirecta al Estado)" (Schuster y Pereyra, 2001: 47).

2 Así las denomina Federico Schuster para contraponerlas a los desarrollos teóricos de la sociología europea que él agrupa como "teorías de los movimientos sociales" (Schuster, 2005: 46).

3 Los principales representantes de estas corrientes son M. Olson, Ch. Tilly, S. Tarrow, D. McAdam, J. McCarthy, A. Oberschall, M. Zald, R. Benford, D. Snow.

4 Los principales autores adscriptos a esta corriente son: Willian Gamson, David Snow, Robert Benford, Hank Johnston, M. Zald, entre otros.

5 Como se analizará más adelante, los marcos de acción constituyen el elemento central en la teoría de los marcos.

6 Los autores hablan de estrategias de alineamiento de marcos de referencia, los cuales consisten en: "...procesos de micromovilización mediante los cuales los miembros de las organizaciones de movimientos sociales (OMS) tratan de influir en las interpretaciones de diversas audiencias, y se refieren a la medida en que la ideología y las metas de las OMS son congruentes con los intereses, valores y creencias de los potenciales seguidores del movimiento..." (S. Hunt, R. Benford y D. Snow, 2001: 229).

7 "Los procesos de enmarcamiento son un recurso más de los que disponen los movimientos para llevar a cabo sus objetivos" (Rivas, 1998: 194).

8 Esto no implica que no pueda pensarse que en un determinado momento una esfera tenga primacía sobre las demás, pero ello no quiere decir, por un lado, que será la explicación última, la causa de un fenómeno y por otro lado, dado el carácter contingente de lo social, no es posible determinar de antemano cuál de estas esferas tendrá primacía por sobre las demás.

9 "El conjunto de las reglas, más las acciones que las implementan/distorsionan/sub-vierten es lo que nosotros llamamos 'discurso' y cuando nos referimos no a un juego de lenguaje particular sino a la interacción/articulación entre una pluralidad de ellos —lo que Wittgenstein llama 'forma de vida'— estamos hablando de una 'formación discursiva'"(Butler, Laclau y Zizek, 2004: 284).

10 "...Hablamos aquí de política, pero no porque nos refiramos a ninguna categoría regional. "Política" es una categoría ontológica: hay política porque hay subversión y dislocación de lo social..." (Laclau 2000: 77).

 

Información sobre la autora:

María Virginia Romanutti. Licenciada en Sociología. Actualmente cursa el programa de Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires. Coordinadora del proyecto "Acceso a la información pública en siete ciudades argentinas" de la Red Argentina por Ciudades Justas, Democráticas y Sustentables. Es docente e investigadora de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba.

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