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Andamios

On-line version ISSN 2594-1917Print version ISSN 1870-0063

Andamios vol.7 n.13 Ciudad de México May./Aug. 2010

 

Dossier: Crisis financiera, crisis estructural

 

La gran crisis del capitalismo neoliberal

 

The Great Crisis of Neoliberal Capitalism

 

Humberto Márquez Covarrubias*

 

* Doctor en Estudios del Desarrollo por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Actualmente se desempeña como profesor–investigador de la Unidad Académica en Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Correo electrónico: <hmarquez@estudiosdeldesarrollo.net>.

 

Fecha de recepción: 19 de agosto de 2009
Fecha de aceptación: 15 de noviembre de 2009

 

Resumen

El objetivo de este trabajo es ensayar una explicación sobre la crisis del capitalismo contemporáneo y develar nuevas aristas del desarrollo desigual. Esta crisis representa la declinación del proyecto de reestructuración y expansión capitalista neoliberal encabezado por las instancias del imperialismo colectivo, y posiciona a la humanidad entera en una encrucijada epocal: el capital o la vida. Ante la respuesta tentativa del gran capital, que aún contempla la superexplotación laboral, la devastación ambiental y la acumulación centralizada, se postula la necesidad de generar alternativas de desarrollo posneoliberal o poscapitalista, a fin de generar mejores condiciones de vida y trabajo para la mayoría de la población y así, poner en el centro la necesidad de garantizar la reproducción de la vida humana en el planeta.

Palabras clave: Crisis, capitalismo, desarrollo desigual, centro–periferia, neoliberalismo.

 

Abstract

The aim of this paper is to test an explanation for the crisis in contemporary capitalism and unveil new ways to understand the way in which uneven development occurs. The crisis in neoliberal capitalism represents the decline of a project that pretended or intended to restructure and expand neoliberal capitalism. Led by collective imperialism in an epoch, which places humanity at a corresponding crossroads: capital or life. Anticipating capital as the possible answer, this paper postulates the need to generate alternatives to postneoliberal or post–capitalist development, (which still contributes to the overexploitation, environmental devastation and centralized accumulation), in order to create better working and living conditions for most of the population and thus, into the center of the need to guarantee the reproduction of human life on the planet.

Key words: Crisis, capitalism, uneven development, center–periphery, neoliberalism.

 

INTRODUCCIÓN

La eclosión de la gran crisis del capitalismo contemporáneo en la alborada del siglo XXI desnuda los mecanismos orientados a concentrar capital, poder y riqueza en manos de una delgada élite transnacional en el marco del desarrollo desigual entre países centrales y periféricos y, en contraste, evidencia el crecimiento de las desigualdades sociales en el mundo. De manera inevitable, afloran los riesgos inmanentes a la desmedida explotación del trabajo, la depredación ambiental y la financiarización de la economía, además de los peligros derivados de las escaladas de violencia y guerra. Para el sistema capitalista, hoy como nunca antes, la vida humana representa un recurso desechable, cuya existencia se encuentra en predicamento en distintos ámbitos del planeta, mientras el capital, en tanto forma suprema de las relaciones sociales, tiene primacía absoluta.

La mayoría de la población se sorprendió, en 2008, con la irrupción de una severa crisis cuyo epicentro se encontraba en el corazón mismo del capitalismo mundial, Estados Unidos. El grueso de analistas y medios de comunicación atribuyen este descalabro a una burbuja especulativa en el sector hipotecario y a la desregulación del capital financiero, impelido por la especulación y la codicia, como si estos estados mentales fuesen ajenos a las compulsiones del capital. Esta crisis, sin embargo, es más profunda y severa de lo que se presume, y sus causas son históricas, estructurales, institucionales y políticas, por lo que su compleja dinámica interpela a los sistemas productivo, financiero y comercial articulados por la estrategia de expansión capitalista ejecutada desde la década de los setenta del siglo pasado, y que hoy en día experimenta sus estertores.

El propósito de este artículo es hilvanar algunas ideas para explicar críticamente la crisis sistémica del capitalismo neoliberal y develar sus expresiones novedosas. Aquí se argumenta que la crisis representa la declinación del proyecto de expansión capitalista neoliberal encabezado por los monopolios y oligopolios transnacionales, los estados imperiales y los organismos internacionales, instancias que dan cuerpo al llamado imperialismo colectivo (Amin, 2005), y que posicionan a la humanidad entera en una encrucijada epocal: consecuentar los intereses del capital o anteponer las necesidades de reproducción de la vida (Hinkelammert y Mora, 2008). Ante la respuesta tentativa del gran capital, que aún contempla mantener y profundizar la superexplotación del trabajo inmediato e incorporar a su dominio el trabajo científico–tecnológico, además de privatizar, mercantilizar y devastar el medio ambiente y mantener la institucionalidad neoliberal y sus políticas de ajuste estructural, sin importar el destino de la población desposeída, se postula la necesidad de generar alternativas de desarrollo en el horizonte posneoliberal y, más aún, poscapitalista, a fin de generar mejores condiciones de vida y trabajo para la mayoría de la población y, en suma, garantizar las múltiples necesidades que supone la reproducción de la vida humana y el metabolismo social hombre–naturaleza.

 

EL DEBATE SOBRE LA CRISIS CONTEMPORÁNEA

La emergencia de la actual depresión económica mundial retrotrae el debate sobre las crisis, pero su carácter profundo y multidimensional pone a prueba las teorías y explicaciones convencionales y heterodoxas. Al unísono, la mayoría de los analistas y los medios de comunicación ha concluido que la actual es una crisis financiera. Desde el pensamiento crítico, las explicaciones marxistas se sobreponen para recuperar las tesis de sobreacumulación (sobreproducción y subconsumo), crisis estructural y sistémica; aunque también se reedita, con menor éxito, la teoría del ciclo económico. Una visión más panorámica y de largo plazo, por otra parte, conjuga distintos elementos para caracterizar la crisis como sistémica o civilizatoria. El debate transcurre por, cuando menos, ocho posicionamientos analíticos, que en ocasiones aparecen contrapuestos y a veces, en aras de una mejor explicación, se complementan.

Crisis de la globalización financiera

Considerada como un colapso de la globalización, la crisis actual —etapa cumbre, desafiante e inevitable del capitalismo basada en la desregulación y liberalización financiera—, es tratada por la mayoría de los analistas y los medios de comunicación como un problema anclado puramente en la órbita financiera. En general, la idea es que una burbuja financiera explotó en el sector hipotecario de Estados Unidos, debido a que se otorgaron créditos insolventes, y la alta morosidad generó una crisis financiera que se propagó a la industria de la construcción y al resto de la llamada economía real de Estados Unidos y del mundo. Como resultado, sobrevino la paralización del crédito, episodios de corrupción y bancarrota. La receta más difundida por economistas como Krugman, Samuelson y Stiglitz, a la que se adhieren los economistas de todo el mundo, contempla la regulación del capital financiero, contención de la codicia y mayor intervención del Estado. No obstante, los gobiernos diseñan programas para rescatar a las grandes corporaciones financieras e industriales en apuros, lo cual no deja de ser una variante del modelo dominante que puede ser designado como un neoliberalismo regulado por el Estado. Para estos autores, la interpretación de la crisis y su posible solución invoca un retorno de Keynes, en tanto que para otros la explicación nos remite a Marx, pero nadie invoca, por el momento, a Friedman o Hayek.

Crisis de sobreacumulación, sobreproducción y subconsumo

Desde la perspectiva marxista, la recurrencia de las crisis en el capitalismo es un acontecimiento normal y predecible. La sobreproducción se presenta como la principal contradicción del capitalismo puesto que tiende a generar una enorme capacidad productiva de mercancías —gracias al incremento de la producción y la productividad— que sobrepasa la capacidad de consumo de la población, la cual es disminuida por las políticas, como la neoliberal, que limitan el poder de compra. En última instancia, la tasa de ganancia termina por desplomarse (Bello, 2008). Por ejemplo, lo que sucede en el sector de la construcción, que produce una cantidad tal de viviendas inaccesibles a sus compradores potenciales. Otro caso relevante es el desplome de las ventas en la industria automotriz. En ambos casos, es importante advertir cómo los planes de rescate contemplan estrategias de flexibilización laboral inducidas claramente a desvalorizar la fuerza de trabajo (Katz, 2009), por lo que la crisis de sobreproducción es todavía un mal augurio en el horizonte cercano ante la previsible contención de la demanda o crisis de realización.

Existe, sin embargo, una polémica entre quienes hablan de sobreproducción y de subconsumo. En el primer caso, el objetivo del capitalismo es el desarrollo de las fuerzas productivas, con el soporte de la innovación tecnológica, por lo que la tendencia a la concentración y centralización de capital genera una capacidad de sobreproducción que obstruye la dinámica de valorización de capital y una consecuente caída general de la tasa de ganancia, esto hace necesario depurar capitales para reanimar el ciclo económico. En el segundo caso, el objetivo social es satisfacer las necesidades básicas de la población mediante el consumo, por consiguiente la tendencia a la caída del valor de la fuerza de trabajo inhibe la demanda y provoca una crisis de realización. Otros analistas, que no quedan atrapados en la dicotomía, agrupan ambos procesos como dos caras de la misma moneda: la sobreacumulación como un proceso que acrecienta la capacidad productiva, concentra y centraliza capital, incorpora fuerza de trabajo barata y nuevos territorios al proceso de acumulación centralizada, a la vez que disminuye el valor de la fuerza de trabajo y disminuye la capacidad de consumo masivo. Al problema de realización deviene la necesidad de depuración de capital y un nuevo proceso de concentración de capital. La estrategia de gestión de la crisis desde el neoliberalismo consiste en la "socialización de las pérdidas", o, como se dice últimamente, el "salvataje": el uso de recursos públicos para el rescate de empresarios y accionistas, no de empresas ni de empleos (Katz, 2009).

Crisis del modelo neoliberal

Una visión crítica, pero circunscrita a la dimensión estratégica, es decir, al plano institucional y político, postula que la actual es una crisis del neoliberalismo. El cuestionamiento se ubica en distintos niveles: 1) la desregulación financiera: keynesianos y heterodoxos se unen en una misma causa al cuestionar la codicia del capital financiero y sugerir una mayor intervención del mercado; 2) el fundamentalismo institucional: la imposición de las políticas de ajuste estructural diseñadas por los organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Organización Mundial del Comercio, principalmente) arrojan como saldo poco crecimiento, empleo precario e insuficiente, volatilidad financiera y desarticulación productiva; y 3) el modelo de acumulación: la expansión mundial de capital y las políticas de ajuste estructural ponen a disposición del capital abundante fuerza de trabajo barata, recursos naturales y empresas rentables para la obtención de ganancias extraordinarias con la atenuante de la sobreproducción. La crítica al neoliberalismo descansa en su evidente fracaso como estrategia de crecimiento, bienestar y prosperidad; pero poco se repara en el hecho de que, más allá de su discurso ideológico, el neoliberalismo constituye un proyecto de clase que ha resultado tremendamente exitoso para concentrar capital, poder y riqueza. El correlato, la ampliación de las desigualdades sociales, es un costo que para la ortodoxia puede omitirse o paliarse, con la aplicación de políticas de "combate a la pobreza", de manera particular en los países periféricos mediante programas de focalización de recursos. Para muchos críticos de la desregulación financiera y el fundamentalismo institucional la solución sería una reforma institucional y política. Para los críticos del modelo de acumulación el análisis histórico y estructural permite descifrar las dinámicas de acumulación por desposesión, que significa la destrucción de medios de vida y trabajo nacionales y locales; además del despliegue del nuevo imperialismo (Harvey, 2005), que concede centralidad política de Estados Unidos y pérdida de soberanía nacional en la periferia. A partir de ese análisis afloran posturas más radicales, que van desde la desconexión del proyecto de globalización hasta el salto, sin mediaciones, al socialismo. En el fondo, existe una discrepancia entre quienes critican el fundamentalismo de mercado y proclaman la intervención del Estado, lo cual puede conducir a una suerte de neo–liberalismo regulado, y entre quienes proclaman abiertamente una alternativa posneoliberal, aunque en este último caso se despliega un abanico amplio de posiciones que van desde el retorno de la gestión estatal hasta las posiciones anticapitalistas o poscapitalistas.

Crisis de la hegemonía estadounidense

Lo esencial del análisis, desde una perspectiva geoestratégica, es el papel del hegemón (centro vector del sistema capitalista mundial) en los procesos de hegemonía y dominación. Este punto de vista pone el acento en la estructura mundial de poder y el papel del imperialismo al interior de la arquitectura mundial del capitalismo neoliberal comandado por el capital financiero. Hay consenso en que Estados Unidos es la primera potencia militar del orbe, pero no lo hay sobre su liderazgo económico, político y cultural. En tal sentido, la crisis actual representa el declive de la supremacía de esa nación. La militarización exacerbada de las relaciones internacionales ha catapultado la función del Estado imperialista, pero también el ejercicio de un imperialismo colectivo, en defensa de los intereses del gran capital. Se trata de un abierto unilateralismo político y diplomático respaldado con la ideología del libre mercado, la democracia representativa y la globalización. Además de la imposición del dólar como divisa internacional, aunque carezca de sustento económico real. La cultura imperialista también cumple su cometido: democracia representativa, consumismo, occidentalidad, idea de progreso, ideología neoliberal, inglés como idioma universal, la vida estadounidense como modelo a seguir. Merece destacarse que Estados Unidos pierde primacía económica (como consecuencia del sobreendeudamiento, el déficit comercial y fiscal, menos innovación y pérdida de competitividad) ante Japón y la Unión Europea, pero se mantiene como poder político, militar y cultural. La crisis significa, entonces, el declive de dicho país como hegemón. Incluso para algunos autores, como Wallerstein y Arrighi, es el antecedente de un cambio de época, puesto que existe la posibilidad de la emergencia de una nueva potencia (Unión Europea o China), una nueva moneda como divisa internacional, nuevos regionalismos y una nueva institucionalidad. Aunque también exista la posibilidad o necesidad de fortalecer el dominio de Estados Unidos, bajo el espectro del imperialismo colectivo. Éste es un debate inconcluso.

Crisis cíclica de la economía mundial

La teoría del ciclo económico postula que las crisis son un problema periódico de inminente recuperación. Se supone que los ciclos rigen el funcionamiento económico, a un periodo de vacas flacas sigue uno de vacas gordas, por lo que el sistema continúa cuesta arriba. Las ondas largas de Kondratiev, con una extensión entre cincuenta y sesenta años que incluye un tramo de ascenso y otro de descenso, se registran a partir de la revolución industrial. El capitalismo registra cuatro ciclos a partir de fines del siglo XVIII y hasta finales de los sesenta del siglo XX. Desde entonces la tasa de crecimiento de la economía mundial describe, en el largo plazo, una tendencia descendente que no se ha detenido. Existe el consenso de que la década de los setenta representa el fin de la llamada época de oro del capitalismo, además de que marca el fin de la fase A del ciclo Kondratiev y el inicio de la fase B, aunque esto no concita consenso. En los últimos 35 años han tenido lugar las llamadas crisis cíclicas de menor plazo, de cinco a diez años de duración. Esta secuencia de crisis habla de la profundidad en el deterioro paulatino del proceso de valorización y expone los límites en las respuestas ensayadas. Por ejemplo, en la década de los ochenta se ejecutan las políticas de ajuste estructural, nuevas formas de desarrollo desigual, la tercera revolución científico–tecnológica y el proyecto de globalización, pero este despliegue no se tradujo en una larga onda expansiva del capitalismo mundial. La pregunta es si la actual configura una sexta crisis cíclica del capitalismo. Todo hace suponer que la teoría de las ondas largas ha perdido validez explicativa en virtud de que la hegemonía del capital financiero sigue un derrotero diferente al del capitalismo industrial (Beinstein, 2009).

Crisis estructural del capitalismo

La economía política plantea que la crisis actual es de orden estructural, pues afecta el funcionamiento del modelo de acumulación mundial, en el ámbito de la inversión financiera y productiva, y su precedente se remonta a la caída en la tasa de ganancia de los setenta del siglo pasado. En las décadas subsecuentes se ha organizado un conspicuo proceso de incremento de la composición orgánica de capital, gracias al avance tecnológico y a la internacionalización del capital, que se traduce en que una mayor cantidad de capital constante moviliza una menor cantidad de trabajo, lo cual redunda en un severo problema de desempleo estructural. Esto se vincula también con una crisis de valorización. La solución puede ser impulsada por el propio capital y el Estado mediante la aplicación de mejoras tecnológicas, mayor explotación del trabajo inmediato e incorporación del trabajo científico–tecnológico, una gestión estatal del desarrollo activa, mejoras en la esfera productiva o la combinación de algunos de esos elementos. La caída de la tasa de ganancia constituye el indicador crucial para entender la crisis del proceso de acumulación de capital. El crack de Wall Street y las quiebras en grandes corporaciones multinacionales son signos de reversión en la recuperación de la rentabilidad acaecida a mediados de los años ochenta basada en la política neoliberal que incluye la ofensiva del capital sobre el trabajo, las políticas de ajuste estructural y la nueva política macroeconómica. Existe también una perspectiva de crisis estructural del capitalismo como sistema mundo que anticipa, más allá de la actual depresión económica internacional, la defunción del capitalismo en un periodo aproximado de veinte o cuarenta años (Wallerstein, 2009).

Crisis sistémica del capitalismo

Una visión crítica, que conjuga posiciones teóricas variopintas, argumenta que la actual es una crisis general del sistema capitalista con un rostro multidimensional. Se trata, en principio de una crisis de valorización del capital que se expresa en la caída de la tasa de ganancia y una severa depresión económica en términos de inversión, producción y empleo. También conjuga la idea de pérdida de hegemonía de Estados Unidos, el ascenso de otros centros capitalistas y la profundización del subdesarrollo en la periferia, lo cual es la base para el incremento de las asimetrías y desigualdades. De existir, la salida amerita una respuesta sistémica, cuyo despliegue acontecería necesariamente en el ancho e inhóspito horizonte posneoliberal y, más aún, poscapitalista (Petras, 2009; Veltmeyer, 2009; Beinstein, 2008; Bartra, 2009). El capitalismo ha experimentado dos grandes crisis: de 1929 a 1933 se pone en predicamento al propio sistema capitalista, aunque en realidad se abrió paso a la debacle obrera europea, la segunda guerra mundial y la configuración de dos grandes bloques mundiales y su secuela de guerra fría. La segunda crisis sistémica comenzó entre 1974 y 1975, y es el parteaguas para la imposición del modelo neoliberal y su modalidad de globalización como estrategias de acumulación de capital a nivel mundial. La pregunta que suscita esta explicación es si se trata de una crisis terminal del capitalismo, un cambio de época o simplemente de una crisis normal o recurrente del sistema.

Crisis civilizatoria

En su comprensión más gruesa, la crisis es percibida como civilizatoria: estructural, institucional, política, hegemónica y sistémica, en suma una crisis de la humanidad. La emergencia de una multiplicidad de crisis, como la alimentaria, energética o laboral, que profundizan las desigualdades sociales y ponen en riesgo la vida de gran parte de los habitantes del planeta, además de que anuncian el riesgo de guerras fulminantes ante el potencial militar acumulado por las grandes potencias, presagia muertes masivas y el riesgo latente de exterminio de la humanidad, por lo mismo se habla de una crisis en el modelo civilizatorio. Para algunos visionarios se trata del anuncio de los límites de los fundamentos del sistema capitalista, no sólo de su configuración política, como el neoliberalismo, y para otros más se trata de la antesala de las muchas veces anunciada crisis terminal del capitalismo. Sea como fuere, esta crisis representa la posibilidad de ensayar un cambio de época en la organización general de la sociedad humana, bajo un sistema poscapitalista; aunque el mayor problema es la ausencia de un sujeto colectivo que encarne el proyecto de transformación, frente a una real organización colectiva del gran capital. Entonces, la gran disyuntiva estriba entre la primacía de los intereses del capital o los intereses de la humanidad y su reproducción social en simbiosis con la naturaleza circundante. El clima imperante de inseguridad (laboral, social y pública), insustentabilidad (social, ambiental y económica), degradación social (pobreza, migración forzada, hambruna) es un clima en el que incuestionablemente la vida humana en el planeta está en riesgo. Esta compleja problemática amerita un cambio de sistema (Hinkelammert y Mora, 2008; Dierckxsens, 2009). La propuesta es la construcción de una nueva civilización, una nueva organización social posneoliberal o poscapitalista.

Entre estas ocho posiciones sobre la actual crisis que afronta el capitalismo contemporáneo existen elementos explicativos compartidos y discrepancias, pero también existen zonas grises o vacíos analíticos que hay que subsanar. Entre los elementos en común, podemos destacar la crítica a la expansión del capital financiero y su caída especulativa; la caída del crecimiento, la inversión y el empleo. Las diferencias afloran respecto de la consideración de las causas, responsabilidades y soluciones. Entre los vacíos podemos destacar que no se identifican las novedades o peculiaridades de la crisis, sino que hay una recuperación de explicaciones de las crisis precedentes. Los elementos de la perspectiva crítica que pueden rescatarse: son la sobreacumulación (sobreproducción y subconsumo), la crisis del modelo de acumulación neoliberal, la crisis de la hegemonía de Estados Unidos y el carácter multidimensional, estructural y sistémico. Ante ese balance, surge la necesidad de construir una explicación que dé cuenta de los procesos viejos o continuos y los elementos nuevos o emergentes.

 

CRISIS SISTÉMICA DEL CAPITALISMO

La crisis que afronta el capitalismo contemporáneo representa una ruptura en el proceso de expansión capitalista promovido por los países centrales, encabezados por Estados Unidos, desde la década de los setenta. Se trata de una reestructuración fallida que ha hecho colapsar al centro mismo del sistema capitalista mundial, sobre todo a sus centros financieros e industriales más dinámicos, y que se ha transmitido con prontitud hacia todos los sectores, circuitos y rincones del capitalismo. Sin embargo, no podemos perder de vista que la estrategia de reestructuración y expansión ha cumplido con creces su cometido principal: concentrar capital, poder y riqueza en manos de una delgada élite de capitalistas transnacionalizados y, en contrapartida, ha deteriorado de manera drástica las condiciones de vida y trabajo de la mayoría de la población.

Entre las múltiples causas que subyacen a esta crisis, además de la especulación financiera, podemos señalar la sobreacumulación, sobreproducción y, de modo paralelo, la debilidad del consumo masivo, además de la pérdida relativa de hegemonía de Estados Unidos, pero más aún el hecho de que se han bordeado ya los límites en la sobreexplotación del trabajo inmediato y los recursos naturales. En otras palabras, el prematuro agotamiento de la estrategia de reestructuración capitalista sitúa al sistema capitalista mundial en un estado de indefensión.

Esto plantea la posibilidad, por un lado, de que la mitigación de los costos y efectos de la crisis se descarguen cada vez más en la clase trabajadora, incluidos los migrantes, y, por otro lado, de cambiar el anterior modelo de acumulación centrado en los intereses de los monopolios y oligopolios transnacionales para abrir paso a los intereses de la mayoría de la población, es decir, de los sectores explotados, despojados y oprimidos. Sin embargo, el alcance de este proyecto de transformación depende de la capacidad de organización y proyección política de las clases y movimientos sociales, además de la acción comprometida de gobiernos y parlamentos afines.

La modalidad de reestructuración capitalista neoliberal ha llegado a sus límites, no tanto por la exitosa concentración de poder, capital y riqueza, ni por la crisis de valorización que ha afectado los procesos de financiamiento, producción, distribución y consumo, sino también por la extrema explotación de la fuerza de trabajo y la depredación del medio ambiente. La actual crisis es sistémica, pero también es portadora de novedades notables para un mejor entendimiento, porque desnudan el funcionamiento del sistema:

• Cuestiona la noción misma de crisis. Las explicaciones convencionales sobre las crisis ilustran algunos aspectos, pero resultan insuficientes para dar cuenta de la gravedad y trascendencia del momento histórico que vivimos, por lo que es necesario redefinir la noción de crisis y aclarar el momento presente.

• No es una crisis terminal del capitalismo, pero sí una crisis general de valorización. Ante los augurios mecanicistas de transformación social por obra de la crisis del sistema, se impone la necesidad de valorar la inexistencia de un proyecto alternativo encaminado a la construcción de una nueva sociedad y la pervivencia del gran capital como agente central del capitalismo, lo que no impide apreciar la profundidad de la crisis y sus efectos destructores, dado que es una crisis general del capitalismo, la tercera, después de las que se registraron en las décadas de los treinta y los setenta.

• Atenta contra los fundamentos de la valorización del capital. La fuente primordial para la reproducción de las condiciones de vida y la fuente la riqueza y producción de ganancia en un sistema capitalista son la fuerza de trabajo y la naturaleza (Hinkelammert y Mora, 2009). Sin embargo, bajo las pautas de la globalización neoliberal, y a fin de extraer el máximo posible de ganancias, se persigue una subsunción extrema del trabajo inmediato al grado de incrementar la población redundante mundial, considerada desechable, y la depredación del medio ambiente. Todo lo anterior pone en riesgo la propia valorización, como se expresa con la eclosión de crisis recurrentes y crisis sistémicas, pero también la permanencia de la vida humana.

• La crisis abarca al sistema, su entorno y a la humanidad. No sólo se trata de una crisis económica en su sentido clásico de caída de la tasa de ganancia y de sobreproducción, además de caída en el crecimiento, la inversión y el empleo, sino que es una crisis que muestra una cara multidimensional, lo cual también adquiere significado por ser una crisis del modelo civilizatorio.

• Impacta el epicentro del sistema. En su calidad de centro imperial, Estados Unidos se ve cimbrado en su dinámica económica y se pone en cuestionamiento su supremacía como potencia hegemónica del sistema capitalista mundial. En tanto, existen avisos de que China aflora como potencia emergente.

• Nuevas formas de desarrollo desigual. Durante el convulso tramo de la reestructuración y expansión capitalista neoliberal se profundizan las asimetrías entre países y se expanden las desigualdades sociales, debido a la operación de viejos y nuevos mecanismos de intercambio desigual y de división internacional del trabajo, que tiene como saldo la profundización del subdesarrollo en la periferia y la diferenciación social al seno de los países, incluso los centrales.

• Desmitifica la noción dominante de desarrollo. La idea de desarrollo, entendida como crecimiento económico y libre mercado, junto con sus políticas paliativas de "combate a la pobreza" tiene ahora pocos adeptos. En el plano teórico es impostergable pensar en alternativas de desarrollo.

• La salida capitalista a la crisis es la más probable. En el plano de las respuestas, se anticipan, al menos, tres posibilidades: 1) mantener la estrategia de acumulación basada en la globalización neoliberal, resarciendo algunos daños en el proceso de valorización mediante la intervención selectiva del Estado; 2) dar un salto cualitativo, por ejemplo mediante la subsunción del trabajo general, es decir, intelectual, científico y tecnológico; y 3) abrir paso a un proyecto alternativo de desarrollo en pauta posneoliberal o, más aún, poscapitalista.

• Plantea una disyuntiva epocal: el capital o la vida. El gran desafío que representa la crisis sistémica del capitalismo neoliberal es seguir consecuentando los intereses estratégicos del gran capital: maximización de ganancias, mercado total y control político, o, por el contrario, conceder centralidad política a los intereses que se ocupan de preservar la vida humana en el planeta, lo que implica la necesidad de mejorar sustancialmente las condiciones materiales y subjetivas de vida y trabajo de la mayoría de la población y como basamento, ejecutar cambios sustanciales en el andamiaje estructural, político e institucional.

A partir de estos supuestos, podemos formular ocho tesis con el ánimo de contribuir a la construcción de una explicación crítica sobre la crisis del capitalismo.

Primera tesis. La actual crisis representa el agotamiento de la estrategia de expansión capitalista neoliberal

La reestructuración y consecuente expansión capitalista neoliberal incuba el virus de la sobreproducción y la depresión mundial, con efectos conspicuos en la caída de la tasa de crecimiento de la economía mundial: entre 1950 y 1973 el crecimiento fue de 4.9%; entre 1973 y 1990, 3.3%; y entre 1991 y 2009, 2.8%. La caída sería mucho mayor sin el empuje de las locomotoras de China e India. Por ello, la globalización está en entredicho. Los países centrales echan mano del proteccionismo, de la intervención del Estado y de una cierta nacionalización de empresas en quiebra. Mientras que para el mundo periférico se plantea la disyuntiva de la sujeción a los designios de las grandes potencias o la búsqueda de alternativas como la desglobalización o la regionalización en el sur. El neoliberalismo ha sido desacreditado como política impulsora del libre comercio y demás políticas de ajuste estructural. La estrategia de financiarización ha derivado en procesos de bancarrota y en escándalos de corrupción que han precipitado soluciones reformistas como la regulación estatal. La militarización está vigente, incluso puede ofrecer una salida perversa a la crisis mediante el establecimiento de una economía de guerra, sin importar que la vida humana se ponga en serio peligro y desaparezca del planeta. La desvalorización de la fuerza de trabajo persiste y parece que quisiera llevarse hasta sus últimas consecuencias, con los riesgos latentes de resistencia y rebelión. Las tecnologías de la información y comunicación resultaron insuficientes para sostener la reestructuración, aunque siempre se espera que una posible respuesta a la crisis sea la innovación tecnológica, como algunos presagian sobre la nanotecnología, que ya se propone, de manera anticipada, como la cuarta revolución científico–tecnológica.

Si bien la estrategia de reestructuración muestra signos de su agotamiento prematuro, no se puede descartar en modo alguno que la respuesta a la crisis actual dé continuidad a algunas de las estrategias que le dan cuerpo, replantee otras y agregue otras más. Todavía cabe la posibilidad, por ejemplo, de que se mantenga vigente el proceso de neoliberalización con regulación estatal, sin reparar en los costos socioeconómicos que esto significa.

Segunda tesis. Debido a la profundidad estructural de la crisis se fractura el proceso de valorización, se destruye capital excedente y se concentra capital

En tanto crisis de valorización, sucede una fractura general en los procesos de financiamiento, producción, distribución y consumo, expresada por la caída de la rentabilidad, inversión y empleo, es decir, características de las crisis recurrentes del capitalismo y de una depresión económica global. Este proceso se expresa también como una incesante dinámica para depurar capitales. La destrucción de capitales y su consecuente concentración y centralización va aparejada a la destrucción de fuentes de empleo y su secuela de pobreza y marginación. Existen expresiones de sobreacumulación debido al incesante proceso de concentración de capital, el acceso a materias primas y fuerza de trabajo baratas y la innovación tecnológica, que permite que una cada vez mayor cantidad de capital constante movilice una menor masa de trabajo vivo. Estas condiciones ocasionaron oleadas de sobreproducción que se expresa en la existencia de mercancías baratas que atestan los centros de consumo, pero, paradójicamente, este fenómeno tiene su correlato en la caída de la demanda, toda vez que el abaratamiento generalizado de la fuerza laboral provoca un descenso notable en la capacidad de compra. En este nivel, la crisis actual se asemeja a una crisis "normal" del capitalismo. Además se advierte un agotamiento de la estrategia de financiarización, basada en la canalización de una enorme masa de ganancias, fondos de pensiones, reservas internacionales y fondos soberanos hacia el sector financiero, particularmente a la expansión del llamado capital ficticio y la especulación, como fuentes alternas de obtención de ganancias desprendidas, hasta cierto punto, de la inversión productiva.

La quiebra de grandes corporaciones emblemáticas del capitalismo estadounidense y la apremiante necesidad del rescate estatal se asocian tanto a la depuración y concentración de capital como a la puesta en práctica de políticas tendientes a la desvalorización del trabajo. A finales de 2008, se contabilizaron casi 1.4 billones de dólares que el gobierno de Obama destinó para el rescate de bancos privados estadounidenses.

El plan de rescate bancario aplicado en Estados Unidos ha engordado los activos líquidos de la banca mientras que el crédito se ha deprimido.

Tercera tesis. La crisis expone los límites en los fundamentos del proceso de valorización

Un aspecto característico de la crisis actual del capitalismo, que la hace diferente a las anteriores, es la emergencia de los límites en la superexplotación laboral que ponen en riesgo la vida humana y los límites de la destrucción de la naturaleza bajo una dinámica depredadora. Por tanto, más que una simple crisis estructural, se trata de una crisis sistémica, porque anuncia los límites de los fundamentos del proceso de valorización: sobreexplotación del trabajo directo, depredación del medio ambiente y crisis endémicas. Esto presagia también la posibilidad de transformar el sistema capitalista desde sus raíces, pero también la posibilidad de continuar con esta modalidad de superexplotación laboral y ambiental hasta límites quizá intolerables, es decir, que nos coloquen en umbrales donde la vida humana afronta el riesgo de inexistencia ante el afán de maximizar los intereses del capital.

La expansión capitalista se ha sustentado en estrategias de alguna suerte espurias, en el sentido de que atentan en contra de las fuentes principales de la riqueza social:1 1) el ser humano expuesto a la superexplotación y el subconsumo; 2) la depredación ambiental que trastoca la metamorfosis social; y 3) la financiarización que destruye capital, empleos e infraestructura, pero concentra capital.

La superexplotación laboral, o el uso masivo de fuerza de trabajo barata, tiene su origen en la estrategia de internacionalización de la producción y la transnacionalización y flexibilización de los mercados laborales. En los últimos treinta años las cadenas globales de producción han crecido exponencialmente: en la maquila y outsourcing o subcontratación se emplean hoy en día alrededor de 55 millones de trabajadores (Robinson, 2008), lo cual da lugar a una nueva división internacional del trabajo. Por añadidura, se ha pasado de un régimen de subsunción del trabajo inmediato, principalmente fuerza de trabajo poco calificada, hacia una etapa que incorpora cada vez más fuerza de trabajo calificada, como parte de una estrategia para abaratar costos de innovación y, con ello, lograr un abaratamiento generalizado de la fuerza laboral. Con los ingresos de la antigua URSS, China e India, la fuerza laboral que nutre al capitalismo global se incrementa de 1.46 a 3 mil millones de personas (Robinson, 2008). Además, se agrega fuerza de trabajo liberada en la periferia como consecuencia del proceso de destrucción creativa o acumulación por desposesión (Harvey, 2005). No hubiera sido necesaria esa expansión capitalista basada en la explotación del trabajo barato si las ganancias fluyeran con suficiencia mediante la ejecución de procesos productivos basados en la informática, robótica o el trabajo calificado. Más aún, los ámbitos de explotación del trabajo barato se han diversificado de formas extremas, desde la informalidad hasta ropajes modernos de esclavitud (Altvater y Mahnkopf, 2008).

El desbordamiento del capital especulativo o ficticio no implica tampoco, en esencia, un incremento en la capacidad de acumulación, pero sí acelera los procesos de concentración y centralización de capital y distorsiona los mecanismos de mercado, además genera alta volatilidad y crisis recurrentes. En el periodo se han contabilizado seis crisis sucesivas, y la última tiene la peculiaridad de que su epicentro se localiza en el corazón del capitalismo mundial. El volumen global de las transacciones financieras es del orden de 2 mil millones de millones de dólares, mientras que el PIB mundial oscila en alrededor de 44 millones de millones de dólares (Amin, 2008). Casi cincuenta veces más. En términos del proceso de valorización de capital, como explica Bello (2008), la inversión desmedida en operaciones financieras representa un problema grave porque significa tanto como extraer valor de una masa de valor que ya ha sido creada previamente, en sectores como el industrial, agrícola, comercial y servicios. Esta forma de inversión abreva de la volatilidad, por lo que los precios de las acciones, las obligaciones y otras formas de inversión pueden alejarse de manera drástica de su valor real. La ganancia depende de los movimientos ascendentes de los precios frente al valor de las mercancías. La burbuja se presenta cuando ocurre un alza radical en el precio de los activos, mucho más allá de los valores reales.

Bajo el precepto de un mercado abarcador o totalizante, se han incorporado a la lógica del mercado inconmensurables recursos naturales de la biosfera, litosfera y estratosfera (Mora, 2009). Pero como la consigna es obtener el mayor margen de ganancias en el menor tiempo posible no se tiene ningún escrúpulo en agotar esos recursos naturales y, por tanto, tampoco importan los efectos contaminantes, destructores y extinguidores. Distintos científicos e instituciones han llamado la atención sobre la emergencia de fenómenos graves como el calentamiento global, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, pero también del trastrocamiento del metabolismo social, es decir, de la interacción necesaria entre la humanidad y el medio ambiente como condición necesaria para la reproducción de la vida humana en el planeta.

Cuarta tesis. La crisis es una y múltiple

La crisis del capitalismo neoliberal presenta uno y mil rostros, que en conjunto profundizan las desigualdades sociales y ponen en peligro la existencia de gran parte de los pobladores de la Tierra, incluso anuncian el riesgo de guerras cuyo potencial militar acumulado por las grandes potencias presagian muertes masivas y el riesgo latente de exterminio de la humanidad. Por lo mismo se habla de una crisis del modelo civilizatorio.

Además del carácter sistémico, ya de suyo profundo y complejo, no podemos hablar solamente de una crisis financiera o económica sino de las varias crisis, o bien, de una convergencia de crisis o de una crisis multidimensional cuyo despliegue resulta extenuante porque trae a colación severos episodios de crisis entrelazados en distintos renglones de la vida social: laboral, alimentaria, energética, ecológica, política, teórica, financiera, económica, migratoria, etcétera.

Quinta tesis. Profundización del desarrollo desigual

Los problemas del desarrollo más gravosos que aquejan al sistema capitalista mundial bajo la reestructuración capitalista neoliberal y su actual crisis se enmarcan en el desarrollo desigual. En primer término, se expresa como una diferenciación entre países desarrollados y subdesarrollados. Bajo la expansión capitalista neoliberal, el mecanismo por excelencia consistió en desarticular las economías periféricas y reinsertarlas en la órbita del capitalismo mundial, lo cual produjo la profundización de las asimetrías. En 1970, los países desarrollados (según la clasificación del FMI) recibieron 68% del ingreso mundial, mientras el resto del mundo 32%. En 2000, los países desarrollados recibieron 81% del ingreso mundial, mientras el resto apenas 19%. En el mismo periodo el porcentaje de la población que residía en los países desarrollados cayó de 20 a 16%. Tres décadas de reestructuración capitalista sólo han contribuido a incrementar las asimetrías entre países y junto con ello la pobreza y desigualdad sociales.

En segundo término, el incremento de las desigualdades sociales derivadas de la concentración de capital, riqueza y poder en la élite transnacional en un contexto de crisis humanitaria: hambruna, pobreza, insustentabilidad, exclusión, vulnerabilidad. El 2% de los adultos más adinerados en el mundo, entre los que se encuentran Warren Buffet, Carlos Slim y Bill Gates, posee más de la mitad la riqueza familiar mundial (Davies, Sandström, Shorrocks y Wolff, 2006).

La profundización del subdesarrollo en la periferia es un proceso permanente. Entre los elementos que explican esa espiral descendente conviene tener en cuenta: 1) la vulneración del fondo social de acumulación, que se dilapida mediante la transferencia de excedente a los países centrales, y la depresión de la demanda efectiva como producto de la permanente desvalorización de la fuerza de trabajo; 2) la incapacidad para generar bases científicas y tecnológicas para el desarrollo, lo que Marx llamaba trabajo general; 3) el desmantelamiento del Estado benefactor y la reorientación de la gestión estatal en beneficio de las necesidades de acumulación del capital transnacional; 4) la entrega de sectores estratégicos para el desarrollo nacional al capital extranjero; 5) la reorientación o reinserción de la economía nacional a la dinámica de acumulación mundial; 6) el desmantelamiento del mercado interno y su aparato productivo; y 7) la pérdida de soberanía nacional en términos políticos y laborales.

A lo anterior se suman fenómenos críticos que ya parecen formar parte de la vida cotidiana de la humanidad. La emigración forzada de países periféricos hacia regiones centrales en condiciones de precariedad y riesgo acorde a la demanda del capital de fuerza de trabajo barata, flexible y desorganizada (Delgado Wise y Márquez, 2008). El deterioro ambiental presente en el cambio climático, pérdida de biodiversidad, pérdida de uso productivo y ambiental del sector rural. El riesgo latente de destrucción de la vida humana en el planeta por guerras o la exacerbación de las modalidades de superexplotación laboral y ambiental.

Sexta tesis. La vida humana está en predicamento

El capitalismo neoliberal es una máquina generadora de un incesante proceso de exclusión económica que despoja a amplias capas de la población de sus medios de producción y subsistencia. Además, al alejarlas constantemente del mercado laboral, las excluye también del mercado en su calidad de consumidores. No obstante, el capital requiere que esta población redundante no se retire del todo, por lo cual la conduce hacia la economía informal, que también cumple un papel en la valorización del capital y la reinserta en la órbita del consumo, así sea en condiciones menguantes. En el plano laboral, la migración forzada también es una fiel expresión de exclusión económica en la periferia y de inclusión laboral, aunque precaria, en el centro (Delgado Wise, Márquez y Rodríguez, 2009).

Bajo estos mecanismos, el capital ejerce una suerte de control político y económico sobre la población, un llamado biocapital (Osorio, 2004). Esto permite que la sobrepoblación sea carne de cañón dispuesta a ocuparse en condiciones de superexplotación, pero bajo la consigna de que es fuerza de trabajo desechable, con una ciudadanía precaria, porque no tiene acceso pleno a los derechos humanos fundamentales. El escenario creado es el de una triple inseguridad: social, laboral y pública. Esa violencia hace que la vida esté en peligro permanente o bien que se deteriore de manera drástica.

La destrucción de la vida mediante la guerra que impulsa el imperialismo colectivo es también un riesgo latente. Se estima que Estados Unidos dispone de 865 instalaciones militares en más de cuarenta países, además de que tiene la capacidad de desplegar más de 190 mil soldados en más de 46 países (Jalife–Rahme, 2009).

Distintos fenómenos prohijados por el capitalismo, y acentuados por el neoliberalismo, ponen en jaque la vida humana en el planeta: calentamiento global, sequías, hambrunas, exclusión social, guerras, desempleo, superexplotación, violencia. Bajo el capitalismo, los intereses de las potencias dominantes son maximizar sus ganancias y expandir la órbita de su dominio mercantil y político, y el destino de la humanidad no les preocupa (Hinkelammert y Mora, 2009).

Séptima tesis. El gran capital es el único agente colectivo capaz de imponer una respuesta estratégica ante la crisis

La gran interrogante es cuál será la respuesta a esta gran crisis. La crisis sistémica revela la posibilidad de transformar el sistema capitalista mundial desde sus raíces, pero existen claros límites a esa transformación debido a que el gran capital y el Estado imperial conforman una fuerza social, una ideología y un proyecto que no tienen contrincantes. Existen las condiciones para llevar a cabo cambios sistémicos, pero no hay conciencia ni se cuenta con una organización capaz de encabezarlos.

La clave radica en preguntarse cuál será la respuesta estratégica de los sectores dominantes y los sectores alternativos ante la actual crisis sistémica del capitalismo. También podemos preguntarnos acerca de sus efectos en las formas de explotación laboral, donde los trabajadores precarios, informales e inmigrantes han jugado un papel importante en la reestructuración capitalista.

Las respuestas tentativas a la crisis expresadas por el gran capital pretenden restaurar el proceso incesante de concentración de capital, poder y riqueza comandado por los oligopolios internacionales, el Estado imperial y los organismos internacionales, donde aún se contempla llevar hasta sus últimas consecuencias la sobreexplotación laboral y ambiental, sin importar que pongan en riesgo la vida humana, porque incluso la guerra es una posible respuesta. En contraste, las fuerzas sociales anticapitalistas anteponen la defensa de la humanidad, antes que los intereses del capital.

Para muchos analistas, la crisis del capitalismo representa la debacle de la globalización y el neoliberalismo, incluso para algunos, la del propio capitalismo. Sin embargo, no podemos dejar de lado el hecho de que la única fuerza organizada de alcance global que amasa todavía la hegemonía y controla los hilos de la llamada globalización es la que representa el gran capital, es decir, los monopolios y oligopolios y el Estado imperialista. A esta fuerza dominante le interesa sostener la hegemonía del gran capital, por lo que mantiene vigente el despliegue de un imperialismo articulado de manera colectiva, encabezado por Estados Unidos, pero respaldado por los países desarrollados y por los organismos internacionales. De manera paralela, se difunde el pensamiento, el conocimiento y la cultura apegados a estos intereses. Los programas de rescate diseñados por los estados han tenido el objetivo de salvar a los propietarios y accionistas de bancos y empresas en quiebra y no tanto a las empresas, y menos aún a los trabajadores o a los deudores, es decir, a la población en general que resiente los estragos más severos de la crisis. El objetivo central es mantener el proceso de concentración de capital, poder y riqueza, aun cuando se sabe que esto entraña una depuración importante de capital y una profundización de la explotación indiscriminada de la fuerza de trabajo y de los recursos naturales. También significa la explotación de las regiones y países periféricos mediante la extracción sin límites de valor, recursos humanos y naturales. La política de reactivar las funciones reguladoras del Estado tiene el cometido de preservar las condiciones de dominación y reactivar el proceso de acumulación centralizado.

Octava tesis. La construcción social de alternativas de desarrollo se inscribe en el horizonte poscapitalista

La construcción de alternativas al proyecto del gran capital es un proceso más lento y complicado, pese a que se postula la idea de que la crisis ofrece condiciones inmejorables para el cambio estructural y sistémico. América Latina es considerada la región que mayor oposición ha mostrado ante la reestructuración y expansión neoliberal. Es el caso particular de países encabezados por gobiernos de izquierda, como Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba. En estas experiencias se encarna el llamado socialismo del siglo XXI, desde el cual se postula que el capitalismo es la fuente de todos los males y en su seno no se encuentra ninguna solución. Toma como base una suerte de nacionalismo radical articulado por la gestión del Estado, cambios constitucionales y políticas de desarrollo social, y de manera regional ha estado representado por un plan de integración vertebrado inicialmente por el Proyecto Alba y la propuesta del sucre como moneda, entre otras iniciativas complementarias. En menor medida se registran las experiencias de la centroizquierda en el poder, para quienes el capitalismo es reformable y permite realizar algunas mejoras, como son los casos de Brasil, Argentina y Chile. En un tercer rango se ubican los gobiernos adictos al neoliberalismo fundamentalista, como en Colombia, Perú y México, donde las respuestas a la crisis están en profundizar aún más las reformas estructurales de corte neoliberal. Los movimientos sociales han contribuido también a generar espacios de resistencia, como el Movimiento de los Sin Tierra, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el Foro Social Mundial, entre otros. Las perspectivas alternativas son variopintas, y van desde una crítica al neoliberalismo, el posmodernismo comunitario y la propuesta del posneoliberalismo hasta el poscapitalismo y el socialismo. El dilema para los trabajadores excluidos, precarizados y sojuzgados, junto con sus familias, ya sea que estén radicados en sus países de origen o sean migrantes en su propio país o inmigrantes en países centrales, es el de seguir siendo soporte del proceso de valorización en condiciones de alta explotación laboral y exclusión social o el de ser partícipes de un proyecto de transformación social sustantivo que involucre cambios estructurales, institucionales y políticos de tal envergadura que trasciendan las pautas del capitalismo neoliberal e incluso contribuyan para construir una sociedad poscapitalista que redunde en mejoras sustanciales en sus condiciones de vida y trabajo. La frase "un mundo mejor es posible, y uno peor, también", sintetiza la gravedad de la coyuntura mundial y da cuenta de la importancia de contribuir en la construcción de nuevos derroteros.

 

CONCLUSIÓN

La explicación dominante sobre la crisis, de corte economicista–financista, oculta la complejidad y profundidad de las relaciones de poder, explotación, intercambio y despojo que configuran las dinámicas del desarrollo desigual, mismas que contextualizan las nuevas relaciones que se tejen entre el centro, o los centros, y el vasto mundo de la periferia subdesarrollada. Empero, con la irrupción de la crisis sistémica del capitalismo contemporáneo, todo hace suponer que la visión ortodoxa sobre la globalización, basada en la perspectiva neoclásica–neoliberal, se ha desfondado irremediablemente, y la visión dominante sobre el desarrollo basado en la ideología de libre mercado, hija de aquélla, no podía ser la excepción. Con la gran atenuante de que la estructura de poder trasnacional sigue incólume, y puede reconstruir su discurso ideológico y su verbosidad penetrante y anestésica empleando los monopólicos medios de comunicación masiva. Hoy, más que nunca, emerge la necesidad de explicar críticamente las dinámicas históricas, estructurales, estratégicas y coyunturales del capitalismo, y la posibilidad aledaña de construir alternativas.

La actual crisis sistémica del capitalismo pone en evidencia múltiples peligros para los trabajadores de la periferia y aún del centro. De manera limitada, dicha crisis ha sido caracterizada como un problema circunscrito a la órbita financiera enclavada en Estados Unidos, debido a la voracidad y descontrol de financistas sin escrúpulos. Por ello mismo las soluciones propuestas se remiten a controlar a los ingobernables financistas y rescatar a las grandes corporaciones en apuros. Aunque en este último caso se trata de una jugosa transferencia de recursos públicos para el rescate ("salvataje") de empresarios y accionistas, no de empresas, empleos y personas desahuciadas. Bajo este diagnóstico reduccionista se han perdido de vista cuando menos dos elementos fundamentales. Por una parte, una crisis multidimensional profunda de largo alcance, que gravita tras la recesión económica mundial, que no podrá revertirse con los planes de rescate. Por otra parte, el papel jugado por los trabajadores precarios, informales y migrantes para abaratar los procesos productivos, deteriorar las condiciones generales de trabajo y desvalorizar la fuerza de trabajo a grados extremos ha desencadenado una profunda crisis de sobreproducción, en la que cristalizan las contradicciones de la modalidad extensiva de expansión capitalista. En las respuestas a la crisis aún perdura la superexplotación laboral como expediente para continuar dando aliento al ciclo de acumulación, aun sea en términos restringidos y sin atacar las contradicciones de fondo.

Como conclusiones provisionales, podemos postular las siguientes hipótesis de trabajo:

1) La crisis del capitalismo contemporáneo es una crisis de largo plazo, gran amplitud y profundidad.

2) El sistema capitalista mundial no ha logrado recomponer el proceso de acumulación apuntalado por la estrategia de reestructuración y expansión neoliberal.

3) La reestructuración capitalista ha generado un conspicuo proceso de concentración de capital en manos de los grandes monopolios y oligopolios transnacionales, que ha centralizado el poder imperial en los estados centrales y acentuado la concentración de riqueza en una delgada élite de la burguesía transnacional.

4) Las dinámicas de reestructuración y expansión capitalista han profundizado el desarrollo desigual entre el centro y la periferia mediante la exacerbación de los mecanismos de la explotación económica, el intercambio desigual y la incapacidad congénita de las periferias para articular un patrón de acumulación sustentable.

5) La reestructuración capitalista o globalización neoliberal ha descansado en la superexplotación de la fuerza de trabajo y el medio ambiente y la expansión del capital ficticio, pero mientras que el tercer elemento se agotó provisionalmente, los dos primeros aún siguen vigentes e invisibles como parte de la lógica de acumulación, y pueden emplearse como recurso para responder a la crisis actual.

6) La respuesta a la crisis por parte del gran capital va encaminada a: 1) profundizar el proceso de concentración de capital; 2) acentuar el poder político imperialista como requisito para sostener el sistema y la hegemonía y dominación estadounidense; y 3) enriquecer aún más a la élite de la burguesía detentadora del gran capital

7) La respuesta a la crisis por parte de los sectores sociales oprimidos, despojados y excluidos no se encuentra plasmada en una fuerza social significativa.

8) Una crisis sistémica del capitalismo reclama soluciones igualmente sistémicas, una crisis civilizatoria requiere una transformación del modelo civilizatorio.

 

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NOTA

1 Elementos torales de la acumulación, como la innovación, han venido declinando. Por lo contrario, el recurso a exportar capitales, mediante la penetración de la inversión extranjera directa (IED) en los países periféricos no implica un incremento en la capacidad de acumulación y se convierte en un elemento catalizador de los procesos de concentración y centralización de capital.

 

INFORMACIÓN SOBRE EL AUTOR

HUMBERTO MÁRQUEZ COVARRUBIAS. Doctor en Estudios del Desarrollo por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Actualmente se desempeña como profesor–investigador de la Unidad Académica en Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), de la Red Internacional de Migración y Desarrollo (RIMD), de la Asociación Mexicana de Estudios Rurales (AMER) y del cuerpo académico en migración y desarrollo. Asimismo, es responsable académico de la revista Migración y Desarrollo. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: "Diez rostros de la crisis civilizatoria del sistema capitalista mundial" (Problemas del desarrollo, vol. 40, núm. 159, 2009); "Seis tesis para desmitificar el nexo entre migración y desarrollo", (Migración y desarrollo, núm. 12, 2009) y coautor con Raúl Delgado Wise de Espejismos del río de oro. Dialéctica del desarrollo y la migración entre México y Estados Unidos (México, Miguel Ángel Porrúa, en prensa).

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