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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.6 no.12 Ciudad de México dic. 2009

 

Reseñas

 

José Vasconcelos, caudillo cultural

 

Tanius Karam Cárdenas*

 

Cárdenas Noriega, J., Vasconcelos. Caudillo cultural, México: CONACULTA, 2008, 397 pp.

 

* Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, Maestría en Desarrollo Humano por la Universidad Iberoamericana y Licenciado en Comunicación. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel 1. Coordinador del Colegio de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (2007–2009). Integrante de la Academia de Comunicación y Cultura desde 2002. Es co–autor del libro 100 libros hacia una comunicología posible (2005, UACM), compilador del libro Mirada a la ciudad desde la comunicación y la cultura (2006, UACM), Comunicología en construcción (2008, UACM) El campo académico de la comunicación, una mirada reflexiva y práctica (2008, Universidad de Colima).

 

El estudio del vínculo biógrafos–biografiado es probablemente uno de las más sugerentes para la crítica, ya que se establece una red particular de acercamiento y complicidad. Biografiar es acercar, reconocer, aunque también es paliar, espetar o criticar; es sobre todo establecer un vínculo en el cual el biógrafo se explora también a sí mismo.

La relación entre biografiado y biógrafo tiene un amplio matiz, como el realizado por Monsiváis a propósito de Novo; el singular relato que Arreola le contó a Fernando del Paso y éste publicó (Memoria y olvido. Vida de Juan José Arreola, 1920–1947), la versión novelada que la nuera de Antonieta Rivas Mercado le obsequia a la familia (Kathryn Skidmore Blair, A la sombra del ángel, 1995). Los vínculos pueden reproducir aquella diferencia que Benveniste destacaba entre histoire o historiográfico–documental, como lo realizado por Bradu a propósito también de Rivas Mercado (Antonieta, 1900–1931), y discourse, como versión libre, estudios socio–antropológicos o ejercicios más o menos creativos donde el biógrafo no oculta sus huellas de identidad y se entrevé en el texto, como la que ahora nos ocupa. Existen también el amplio género biográfico, la novela, como la realizada por García Márquez (El general en su laberinto, 1989) o la novela alegoría de Reynaldo Arenas sobre Fray Servando (El mundo alucinante, 1978). A esta pasión por la biografía como espacio y género discursivo, dentro de las diversas tipologías hay que añadir los textos, a medio camino entre el relato y el ensayo como el texto que Octavio Paz escribió sobre Cortés o Juan María Alponte sobre Cristóbal Colón.

Cárdenas ha retado en tiempo a sus contemporáneos vasconcelistas. Los compañeros se dieron a la tarea de la escritura hace más de 50 años lo que el autor ha retomado hace 25 años, lo cual supone, en sí mismo, un reto a las nuevas interpretaciones que se van sumando, donde ya no se trata de anatemizarlo o glorificarlo, sino simplemente comprenderlo desde su contexto socio–histórico.

De las poco más de cien obras dedicadas a Vasconcelos, pasan de la docena las que desde la historiografía crítica huyen de la polaridad entre la apología y el ataque, de esa tendencia necesariamente juiciosa a defenderlo o anatemizarlo. En ese sentido son relevantes los trabajos de José Joaquín Blanco (Se llamaba Vasconcelos, una evocación crítica, 1977), Claude Fell (José Vasconcelos, los años del águila, 1920–1925, 1989) o más recientemente, de Javier Garciadiego (Tres asedios a Vasconcelos, 2004), los cuales añaden una visión más socio–histórica, la cual permite la actualización de Vasconcelos en las coordenadas de los debates que le tocó presenciar, dentro de las ideas sobre América Latina, el mestizaje y la indo–americanidad.

En Vasconcelos. Caudillo cultural no estamos ante un ensayo, se trata de un redimensionamiento del personaje desde la percepción del autor, lo que en sí mismo es una noticia de frescura y honestidad directa. Cárdenas realiza un recuento biográfico, donde se alternan anécdotas y citas en extenso provenientes de casi todas las obras que agrupan la extensísima biblio–hemerografía de Vasconcelos, misma que incorpora el autor como anexo. Resulta difícil precisar si estamos ante un testimonio, un reconocimiento, un relato: es Vasconcelos visto por Cárdenas; o ante el autor viéndose a sí mismo a través de la historia reciente desde una perspectiva vasconcelista.

La publicación de esta edición, prácticamente entre finales del 2008 y principios del 2009, se enmarca en los cincuenta años de la muerte de Vasconcelos, recordado en junio de 2009. Parece una ocasión propicia para visitar nuevamente a una de las figuras más polémicas en la historia contemporánea de México: filósofo y político, educador y escritor, bon vivant y ferviente católico. Articula coordenadas infrecuentes en el espectro cultural mexicano y forma él una figura extraña, que sabe traducir y apropiarse de lo que lee, mostrar lo más profundo de su experiencia, como se comprueba en su saga autobiográfica (Ulises criollo, 1935; El desastre 1938; El proconsulado, 1939) y moverse incesante en oficinas, plazas, bibliotecas, cafés y estudios. Impresiona el incesante listado de obras escritas por Vasconcelos, de las cuales, prácticamente todas van pasando revisión en medio del relato de Cárdenas. Esta bibliografía vasconcelista agrupa el relato auto–biográfico (quizá lo más conocido), el ensayo histórico, los discursos de ocasión, reflexiones filosóficas o artículos de opinión sobre algún hecho en particular.

Muy pocos días después que viera a la luz la bella edición de CONACULTA, su autor Joaquín Cárdenas, quien fuera probablemente el más asiduo de los biógrafos vasconcelistas, falleció. La biografía de Vasconcelos forma parte de un proceso que Cárdenas fue elaborando a lo largo de cuatro ediciones, lo que revela un ejercicio de devoción e indefectible vocación por revisar la memoria sobre el "maestro de América". En 2008 concluyó el trabajo que había iniciado a finales de los setenta, cuando Cárdenas organizó por vez primera las notas de lo que sería su biografía; al mismo tiempo, trabajó en otros relatos paralelos que nos permiten precisar la visión de la historia, la ciudad y el México que tenía Cárdenas, como se lee en Mi generación. De Madero a la dedocracia (1988, PAC), o Cuernavaca donde vivió Hernán Cortés, y otras historias (2003, Cuernavaca. Edición del autor).

 

MIRADA CRUZADA

El vinculo Vasconcelos–Cárdenas aparece desde las primeras páginas, ya que el propio autor da cuenta de su primer contacto cuando, siendo adolescente, el autor vio de lejos a Vasconcelos en el grandioso festival que se desarrolló al inaugurarse el Estadio Nacional; después su renuncia como Secretario de Educación, el destierro, el impacto que dejaron en el biógrafo los artículos periodísticos semanales. En 1929, como otros jóvenes, Cárdenas se unió al movimiento vasconcelista y fue partícipe del fraude en las elecciones de ese año. A partir de entonces —como lo expresa el propio autor— un grupo de amigos afines al autor se reunirían para tener algún contacto con Vasconcelos. Diez años después, Vasconcelos se reintegra al país y llega a la ciudad de México; desde entonces y hasta su muerte (1959), Cárdenas, junto con alguna docena de amigos, departirían en el grupo bautizado por el propio Vasconcelos como "amigos del retorno".

Desde el principio Cárdenas reivindica el lugar del testimonio cercano. Es una mirada que no oculta las huellas personales, las cuales usa como recurso de veracidad, y sobre todo una parcial intimidad de un hombre eminentemente público en el sentido clásico del término. En este reconocimiento que el propio Cárdenas quiere brindar a su amigo, del que da cuenta a la manera de un discípulo, cómo la propia experiencia se ve transformada por la vida y obra de su maestro. En ese sentido, estamos ante una biografía personal, un sentido divulgativo por dimensionar a un personaje desde varios vectores. Para esa tarea asume el mejor de los recursos estilísticos, el de la claridad y la honestidad, quien a sus más de 60 años —cuando inicia las biografías sobre Vasconcelos— desea dar a conocer los rostros de un contemporáneo, a quien pretende ponderar en justa dimensión.

Para mostrarnos a la figura de su "Maestro", el autor tiene en primer lugar el componente de su experiencia directa con el biografiado, a quien dará a conocer en anécdotas e historias. En segundo lugar, la propia voz y obra de Vasconcelos referida en diversas citas, donde lo conocemos en distintos momentos de su trayectoria como abogado, ministro, promotor de la cultura, conferencista, etcétera. Así, estamos ante un texto de doble movimiento: de las citas, entrevistas y voces de los hechos relatados a las anécdotas, reportes y visos de cercanía; no estamos ante una interpretación de la obra de Vasconcelos, sino instalados en el mismo punto de vista del biografiado asumido por el biógrafo.

En esta tarea no se prescinde un sentido emotivo: Cárdenas cuenta su propia historia y dolor, su frustración y el sentimiento de una generación ante lo que México está viviendo. Tenemos entrelazada a la propia historia, la de Vasconcelos, su testimonio y la interpretación que el "Ulises Criollo" realiza de lo que percibe, experimenta y piensa. Este es el sentimiento que como leitmotiv le lleva a recuperar un dejo de denuncia ya señalado desde la primera (Océano, 1982) y la segunda edición (PAC, 1985).

 

RECUENTO DE BIOGRAFÍAS

Cárdenas nació en la ciudad de México en 1906, en la colonia Guerrero, que por entonces era un barrio de calles extensas, amplios solares y relativa tranquilidad, con muy contados vehículos de motor que rompían por momentos la tranquilidad del lugar. Estudió la carrera de Contador público y Auditor. Trabajó para varias constructoras, pero sobre todo en la "Constructora Léon" desarrolló su carrera; desde la cual tuvo oportunidad de visitar muy distintos lugares de la República para hacer las auditorías correspondientes. En uno de esos viajes y cortas estancias conoció más cercanamente a Vasconcelos. En la década de los treinta, en Hermosillo, un grupo de amigos frecuentaba al maestro y desde entonces, después de fracasar el proyecto de la Universidad del Noroeste, Vasconcelos se asentó en la ciudad de México. El grupo siguió frecuentándose en tertulias dentro de lo que el propio Vasconcelos llamó "amigos del retorno". Este mismo grupo solía asistir a las charlas que daba Vasconcelos en el Colegio Nacional, donde como Carlos Chávez diría, era una un personaje mitológico. Estas centenas de encuentros, formaron una especie de escuela informal, donde Cárdenas agudizó su sentido de la historia, y aunque las necesidades cotidianas le mantenían atado a su trabajo, con las notas que iba escribiendo sobre temas diversos —una vez finalmente retirado— pudo avocarse con la pasión contenida por décadas al recuerdo de su maestro y amigo.

Antes de publicar Vasconcelos, visto por la Casa Blanca (1a edición: Cuernavaca: edición del Autor, 1978; 2a edición: México: Editores de la Comunicación, 1980), Cárdenas ya había organizado centenares de notas sobre la antesala del fraude de 1929 y la intervención del embajador de Estados Unidos (EUA) en México. Quizá siendo uno de los primeros usuarios, en el nuevo edificio del Colegio de México (COLMEX) al pie del Ajusco, Cárdenas aprovechó la biblioteca del COLMEX para detallar sus notas, en las que intentaba probar la tesis de los modos de intervención del gobierno de EUA y su embajador E. D. Morrow en el fraude de 1929. Tres años después de publicar su primer trabajo, apareció la primera edición de José Vasconcelos, 1882–1982. Educador político y profeta. No resulta un detalle menor que este trabajo se dé en paralelo al desman telamien to de un sistema por el cual Cárdenas siempre sintió, como el propio Vasconcelos y todos los integrantes de esa generación, escozor y repugnancia.

En 1982 se recordaba el I Centenario del Nacimiento de Vasconcelos, y fue nuevamente ese conjunto de fechas propicias lo que motiva a Cárdenas para procurar la primera edición de su biografía. El texto abre con unas bellas palabras de Alejandro Gómez Arias (compañero de generación) y el epígrafe de Castro Leal, en el cual se asume ya la dimensión en extremo polémica de Vasconcelos. Cárdenas pensaba que estudiar la obra de Vasconcelos era un camino para interpretar críticamente aquello que después Cosío Villegas llamaría los tres pilares del régimen nacional revolucionario (presidencialismo, corpora tivismo y fraude electoral).

En todas las biografías Cárdenas mantiene un sentido historio–gráfico. No hay experimentación estilística ni giros literarios. Estamos ante una crónica, una reseña que alterna anécdotas, notas periodísticas, discursos de Vasconcelos y vivencias del autor. Su objetivo es claro: dar a conocer las distintas facetas que Cárdenas juzga relevantes desde su testimonio y desde la misma obra vasconceliana. Cárdenas nos comparte su percepción, con el doble recurso de los textos del biografiado y su propia relación personal.

Libro claro y generoso. Aun cuando se puedan reconocer e identificar sus excesos o desaciertos, es imposible no sentir admiración por Vasconcelos, por sus compañeros de campaña, por sus interlocutores. Las cuatro biografías de Cárdenas trashuman admiración y reconocimiento, un afecto directo sin ambages por el "maestro de América". Podemos discutir hasta qué punto es dable en el biógrafo orientar el punto de vista, pero no podemos reprocharle a Cárdenas su falta de honestidad. El lector sabe perfectamente desde dónde se narra la biografía; es una "biografía" focalizada que tiene la capacidad de mostrarnos a Vasconcelos como sistema polifacético, donde priva una clara interpretación (vasconcelista) de la historia, de los hechos, de México, de los espacios y los personajes, del pensamiento occidental y del cristianismo.

En 1985 apareció la segunda edición de la biografía vasconcelista, la cual abría con una dedicatoria, componente discursivo que no nos parece menor, porque nos deja ver la dimensión elocutiva del discurso: "A la juventud de mi patria, a todos los inconformes con las estructuras negativas vigentes desde 1929 al quedar conculcado el voto del pueblo, que encontrarán en Vasconcelos aliento nuevo y fresco de honestidad, sinceridad, superación y valor para seguir en la lucha por un México menos dependiente con el exterior (SIC) y unificado dentro de nuestras tradiciones de cultura e idioma". En esta edición aumentan las imágenes y fotografías, pero será hasta la tercera (México: Universidad José Vasconcelos de Oaxaca, 2002) donde vemos un nuevo empuje a la investigación que realiza Cárdenas: se describen nuevos capítulos y etapas señaladas de manera general en las primeras dos ediciones; se amplía la cronología de Vasconcelos, que resume de manera muy clara lo que ha sido el relato de las casi 300 páginas que tiene el libro. La cuarta edición que ahora reseño es sin duda la más cuidada: materialidad, imágenes, diseño, tamaño de letra, nitidez. Se reducen algunos incisos, pero se gana en un interlineado amplio. Se reduce la cantidad de imágenes con relación a ediciones anteriores, pero éstas ganan en nitidez.

Cárdenas murió en febrero de 2009. Habría cumplido 102 años en octubre. Ya cansado físicamente nunca perdió la claridad verbal y la lucidez en su escritura. Poco antes de su muerte, una de sus hijas pudo acercarle un ejemplar recién salido de la prensa. Ya no fue posible que participara en las presentaciones que ha organizado CONACULTA a lo largo de este año, o en los homenajes previstos por la Biblioteca México de la que Vasconcelos fuera fundador y director.

Cárdenas gustaba citar a Octavio Paz al referirse a Vasconcelos como uno de los más grandes hombres en México, figura emblemática y apasionante. Es este un texto que, por su valor testimonial, podríamos llamar sin duda con Vasconcelos "de los que se leen de pie", con un ánimo vigoroso que refleja una figura en su intención y en su ánimo.

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