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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.2 no.3 Ciudad de México dic. 2005

 

Reseñas

 

Íconos, figuraciones, sueños: imágenes de las experiencias

 

María Dolores Morín Lara*

 

Diego Lizarazo, Íconos, figuraciones, sueños. Hermenéutica de las imágenes. México: Siglo XXI, 2004.

 

* Escuela de Ciencias de la Comunicación, Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Correo electrónico: doloresmorin86@hotmail.com

 

Fecha de recepción: 29/04/2005
Fecha de aceptación: 15/07/2005

 

En la relación entre individuo e imagen se da un juego en el que se entremezclan experiencias, procesos y acciones susceptibles de interpretación. Interpretar lo cotidiano es viajar constantemente entre el mundo interior y exterior del individuo, éste es el ejercicio que propone Diego Lizarazo en su libro Íconos, figuraciones, sueños. Hermenéutica de las imágenes.

El autor es especialista en estudios de comunicación, semiótica, teoría del arte y hermenéutica. Uno de los aspectos de la propuesta académica de Diego Lizarazo es que entiende el análisis de la recepción de los medios de comunicación social como un ejercicio de interpretación de las representaciones de la realidad que éstos generan. Esta perspectiva le ha permitido sistematizar las diferencias entre los procesos que llevan a cabo las industrias culturales y las propuestas de comunicación comunitaria, principalmente en América Latina.

Íconos, figuraciones, sueños. Hermenéutica de las imágenes es significativo para quien desee ejercitar el oficio de la mirada como un medio para acercarse al tejido de imágenes y miradas que conforman las realidades subjetivas y colectivas del hombre del siglo XXI. Para el profano en los temas de historia del arte, del psicoanálisis y del papel de los mitos y cosmogonías en la sociedad, le resultará atractivo descubrir la huella de la experiencia humana en las imágenes y lo que éstas (experiencias humanas iconizadas) hacen en la vida cotidiana. Para el que está habituado al ejercicio de ver, vivir y abordar lo cotidiano desde la reflexión sobre las imágenes, podrá encontrar una forma bien articulada de expresar las relaciones entre la naturaleza, la cultura, el lenguaje, lo simbólico y la comunicación.

Las interrogantes centrales que el autor analiza en este libro son ¿cómo interpretamos las imágenes? y ¿qué caracteriza esa experiencia de interpretación en el seno de la vida cultural? El método que sigue es el del análisis de tres relaciones entre imagen e interpretación: la icónica de lo sagrado, la icónica de la poética y la icónica onírica.

La hipótesis que Diego Lizarazo comparte con autores como Gilbert Durand y Ernest Cassirer es que no hay acceso directo a lo real: "hemos de reconocer que todo conocimiento es simbólico, es decir, pasa por el lenguaje como ámbito en el que se ordena el caos de sensaciones en una experiencia" (Lizarazo, 2004: 178).

La materia prima de este libro es la imagen, entendida como expresión que no sólo permite manifestar las experiencias y concepciones (lógicas o poéticas), sino que posee una propiedad comunicativa: genera el encuentro entre personas, grupos o mundos. La imagen es el vínculo entre un objeto–imagen y un sujeto imaginal. E inclusive Diego Lizarazo va más allá cuando apunta hacia una concepción de la imagen como acto icónico. Dicho acto es desmembrado por el autor, mostrando sus componentes y las estrategias para interpretarlo.

La obra reseñada está estructurada en seis apartados, que llevan al lector a realizar un recorrido, desarrollado en el terreno del sentido y la interpretación, por el tema de las imágenes poética, onírica y sagrada, como textos susceptibles de lectura, como expresión y origen de la subjetividad, como espacios de significación colectiva y universal que permiten al hombre aprehender la realidad y a la vez son producto de esa apropiación.

En el apartado de la imagen poética, el autor muestra la arquitectura semiótica que la sustenta y las rutas de interpretación desde diferentes corrientes y autores, como Mukarovsky y Panofsky.

En el campo de la imagen onírica, Diego Lizarazo explica, desde las propuestas de Freud (hermenéutica de la sospecha) y de Jung (hermenéutica de la restauración), cómo se construyen los sueños, qué es lo que permite denominarlos imágenes y su abordaje desde la hermenéutica psicoanalítica, la cual concibe la imagen como configuración del inconsciente, cuyo terreno principal es el de los sueños, elemento estructurante del sujeto.

La imagen sagrada es plenamente metafórica, afirma el autor, no da explicaciones, no presenta objetos, ni hace recomendaciones. Sólo revela lo sagrado. Es un juego entre la revelación y el ocultamiento; es la vivencia de la lucidez y también de la sombra. Por eso el análisis racional no la puede aprehender del todo.

Los tres momentos de la metodología que propone Lizarazo se ligan estrechamente. Como muestra de ello destaca la vinculación que se deja ver entre la comprensión de la imagen onírica como algo suprarreal, cósmico y los componentes de la dimensión sagrada del iconismo: aquello que en las sociedades no deja de preguntarse y de buscar respuesta: ¿por qué nacimos?, ¿qué es la muerte?, ¿por qué morimos?, ¿qué es el mundo?, ¿por qué amamos?, ¿qué es el dolor?, para ello el hombre ha creado filosofías, cosmogonías, mitos y leyendas y ha construido imágenes, espacios de síntesis de todas estas preguntas y respuestas siempre inconclusas.

A lo largo del libro el autor sostiene que las imágenes trastocan, significan y elaboran el espacio habitado. Para Paul Ricoeur, dice Lizarazo (2004: 196), el relato permite problematizar la experiencia del tiempo, mientras que las imágenes son la forma primordial de procesar y abordar la vivencia humana del espacio: "la imagen nos permite significar el mundo y a la vez mundanizar los signos" (Lizarazo, 2004: 201). El que mira, habita un espacio y sólo ve, si mira y cuestiona, si cuestiona y mira:

[...] nos hacemos actores sociales en el juego entre nuestra manera de ver y la expectativa de lo que nos mira. Miramos por la mirada que nos mira y aprendemos que alguien nos ve cuando miramos. El mundo visto es un mundo que a la vez nos observa y buena parte de nuestra manera de observarlo proviene del vistazo que sobre nosotros lanza. (Lizarazo, 2004: 215)

Los límites del ver se encuentran en observar por entre las rendijas a quien no nos mira, de advertir lo no mirante, de ver lo nunca visto, lo no mirado, como muestra de esa interrelación entre el que mira y lo mirado, se encuentran en el "Iconario" del libro, trabajos realizados por los fotógrafos Sebastiao Salgado, Manuel Álvarez Bravo y el pintor Francisco Toledo, entre otros objeto–imágenes de diferentes autores.

Diego Lizarazo está por una mirada que reconozca la densidad social de toda imagen. Al reconocer el sustrato social del que mira y de la imagen se descubre uno de los mensajes constantes en el subtexto del libro: el irreductible sentido ético de la mirada, en tanto que lo que está en juego es la polémica, la identidad o la diferencia entre formas de ver.

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