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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios  no.1 Ciudad de México ene. 2004

 

Reseñas

 

La democracia en América Latina: entre Escila y Caribdis

 

Rubén R. García Clarck*

 

Horacio Cerutti Guldberg y Rodrigo Páez Montalbán (coords.), América Latina: Democracia, pensamiento y acción. Reflexiones de utopía. México: UNAM–CCYDEL/Plaza y Valdés, 2003, 423 páginas.

 

* Profesor en el Programa de Educación Ambiental, en la Universidad de la Ciudad de México.

 

América Latina vive en democracia, pero ésta atraviesa por una fuerte crisis de legitimidad que hace pensar en el riesgo de una regresión autoritaria. Esta crisis tiene, al menos, dos factores desencadenantes: la desconfianza creciente de la ciudadanía en los actores políticos y los rendimientos decrecientes de los regímenes democráticos en materia económica y social.

Ante este panorama, se abren distintos horizontes utópicos que vale la pena considerar a la luz del sugerente volumen América Latina: Democracia, pensamiento y acción. Reflexiones de utopía, coordinado por Horacio Cerutti Guldberg y Rodrigo Páez Montalbán.

Un primer horizonte es el histórico–utópico. A lo largo de la historia, nuestros pueblos han tenido presentes en su imaginario utopías integradoras y comunitarias, que constituyen auténticos postulados de la razón práctica latinoamericana. Como lo muestra Irene Vegas García, América pasóde ser la tierra donde se harían realidad los sueños europeos a espacio de constitución de la identidad nuestroamericana, a través del proyecto de confederación latinoamericana de Bolívar, el mestizaje liberador de Martí, el espiritualismo de Rodó, la raza cósmica de Vasconcelos, el hombre nuevo del Che Guevara, entre otras propuestas.

De este conjunto de elaboraciones, que son utópicas porque no se han realizado del todo pero no porque sean irrealizables de suyo, cabe destacar el esfuerzo de Hugo Chávez y del pueblo venezolano por impulsar desde la República Bolivariana la integración de América Latina. De tal esfuerzo da constancia Carmen L. Bohórquez en su contribución al volumen.

Mención especial merecen las nuevas formas de comunicación intercultural en América Latina, que describe Manuel de Jesús Corral, asícomo la cosmovisión incluyente, organísmica y pluralista de los tojolabales (véase el artículo de Carlos Lenkersdorf). Asimismo, cabe destacar, como lo hace Fernanda Navarro, que el movimiento neozapatista hace suya la utopía subjetivizadora tojolabal. También cabe mencionar la unidad religiosa entre hombre y naturaleza de la cultura andina, que expone de primera mano Luis Enrique Katsa Cachiguango, y más en particular la cultura dialógica de los Aymaras, fundada en las relaciones armónicas con la naturaleza, la divinidad y la sociedad, que expone Domingo Llanque Chana. Por su parte, Selma Baptista documenta ampliamente la utopía andina o utopía de la diversidad cultural y la igualdad, con importantes tintes socialistas. Todas estas concepciones son parte de la riqueza y vitalidad de nuestra herencia cultural mesoamericana, de nuestra América profunda, dicho sea con permiso de Guillermo Bonfil Batalla. Este patrimonio cultural aporta, hoy, armas valiosas a la resistencia de nuestros pueblos y a las luchas democráticas y ambientalistas en la región.

Un segundo horizonte utópico que nos presenta el volumen, es la utopía del mercado total. Este horizonte es, sin lugar a dudas, el dominante, al menos en las élites tecnocráticas que ocupan puestos clave en los gobiernos latinoamericanos y en los organismos internacionales. También es dominante en todos aquellos sujetos que abdican de su condición ciudadana para asumir felizmente el rol de consumidores.

Edgardo Lander denuncia y desenmascara esta utopía desmovilizadora y falaz, toda vez que las sacrosantas leyes del libre mercado son vulneradas a diario por sus principales promotores y son impuestas como dogma a las economías emergentes, a fin de mantener intacta la transferencia neta de capital de la periferia al centro, transferencia que pretenden ignorar los apologetas del pensamiento único. Junto con el mito del mercado total hay que colocar los mitos de la libre competencia y de la interdependencia, que "brindan" oportunidades para todos en el mercado global. A propósito de la exclusión de hombres y mujeres del topos laboral y territorial, por obra y gracia de la globalización neoliberal, debe verse la colaboración de María Cecilia Colombani. Esta exclusión significa la fragmentación de la condición humana y esta fragmentación se supera a través del respeto irrestricto a los derechos humanos (Arturo Andrés Roig).

Un tercer horizonte es el de la utopía revolucionaria, la cual es reivindicada por Enrique Ubieta como una metautopía, es decir, la revolución en pos del imposible revolucionario, la isla avanzando hacia su isla. Este noble horizonte abierto por Cuba para toda América Latina no es ya, en sentido estricto, un horizonte utópico sino un referente tópico. La revolución cubana ha producido un topos que reclama una reelaboración utópica.

El último, pero no el menos importante de los horizontes que aporta el libro, es la utopía democrática. En el nivel internacional, como lo señala Yamandú Acosta, se trata de pasar de la globalización democrática a la democratización global, lo cual supone la construcción de una nueva ciudadanía, una ciudadanía antisistémica, mientras que en el nivel de los estados nacionales se requiere "la democratización de todas las relaciones sociales" (Rodrigo Páez Montalbán).

Como cierre del volumen, Horacio Cerutti pinta un cuadro futurista (año 2135) de esa era democrática global: sociedad participativa, gobernantes con autoridad moral (los tecnócratas se van a reeducación), organismos internacionales que son eficientes garantes de paz y seguridad, fin de las razas y del eurocentrismo, identidades múltiples y coexistentes, ciudadanía mundial, superación del consumismo y del world sex, entre otros logros. En fin, se trata de un mundo donde se hizo "factible la concreción de la esperanza", pero sin abandonar la tensión utópica, el infinito camino de la democratización, como apunta R. Páez.

Si los vemos de conjunto, estos horizontes ponen a la democracia entre el Escila del Mercado Total y el Caribdis de la Revolución. Queda el camino intermedio, el de la utopía democrática, que se nutre de su propia historia (para no construirse desde un pasado extraño, dijera José Gaos).

En resumidas cuentas, la utopía deja de ser vista como el mundo al revés (Moro) o como el ineluctable desenlace de la historia (Marx), lineal, en espiral o pendular —da lo mismo la trayectoria—, para convertirse en la construcción del futuro deseado y posible, desde una dialéctica fecunda entre pensamiento y acción. Asimismo, utopizar deja de ser pasatiempo de soñadores solitarios para ser y autocomprenderse como esfuerzo plural y compromiso colectivo.

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