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Economía UNAM

versión impresa ISSN 1665-952X

Economía UNAM vol.17 no.49 Ciudad de México ene./abr. 2020  Epub 22-Dic-2020

https://doi.org/10.22201/fe.24488143e.2020.49.509 

Artículos

Sobre el crecimiento económico y su medición

On growth and its measurement

Pablo Ruiz Nápoles* 

* Profesor Titular de Tiempo Completo de la Facultad de Economía de la UNAM. <ruizna@unam.mx>


Resumen

El crecimiento económico que se mide por el aumento de la producción total de bienes y servicios total de un país de un año a otro es visto como elemento de juicio para evaluar a la administración gubernamental en muchos países y al bienestar de su población. En México parece ser que el año 2019 ha sido de crecimiento cero. En este trabajo, se intentan analizar algunos conceptos económicos relacionados con el crecimiento económico y su forma de medirlos a fin de tener un marco amplio de consideraciones para juzgar hasta qué punto es adecuado responsabilizar a un gobierno como el mexicano del crecimiento económico o falta de éste en el primer año de su gestión.

Palabras Clave: Crecimiento Económico; Modelos de crecimiento económico; Desarrollo económico

Abstract

Economic growth, as measured by the increase of the overall production of goods and services in a country from one period to another, is generally considered as a criterion to evaluate the government performance and the population welfare of that country. In Mexico the product growth rate for 2019 seems to be close to zero. In this work we try to analyze some economic concepts related to economic growth, and the way they are measured, in order to have a wide conceptual framework to evaluate the extent to which it is adequate to make responsible a government for the country’s economic growth or the lack of it in its first year.

Key words: Economic Growth; Measurement of Economic Growth; Economic Development

Journal of Economic Literature (JEL): O4; O47; O1

A Jaime Ros Bosch gran economista mexicano y amigo querido (1950-2019)

Introducción

Desde hace meses hay un debate en México sobre si la tendencia del Producto Interno Bruto (PIB) en México en este año llegará a un crecimiento real de entre 1 y 2 por ciento, si será menor, o si habrá, o de hecho ya hay, una recesión económica. En el debate se cuestiona al gobierno actual sobre su habilidad para lograr el crecimiento de la economía en su primer año de gobierno. Se supone que, de no lograrse dicho crecimiento, ello sería una muestra del fracaso de sus políticas en el periodo y de la falta de confianza de los inversionistas en dichas políticas y en dicho gobierno.

Las personas que debaten el asunto, periodistas, analistas políticos y políticos, basan sus argumentos en los pronósticos de diversas instituciones financieras nacionales e internacionales respecto al comportamiento económico del año 2019. Sus expertos utilizan complejos modelos econométricos para pronosticar la tendencia de dos variables económicas fundamentales, el Producto Interno Bruto (PIB) en pesos y alguno de los índices nacionales de precios que se calculan en México, el del consumidor o el de productor. Los datos al respecto que alimentan estos modelos provienen del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Como los datos estimados del PIB son trimestrales y de los índices de precios son mensuales, los pronósticos del año han ido cambiando con datos estimados a lo largo del año. Aunque todo mundo cree entender los términos del debate y al parecer tiene ya una opinión formada al respecto, a mi juicio hay un cierto espacio de incomprensión sobre el asunto y tal vez podamos contribuir a resolver dicha falta de comprensión analizando los conceptos económicos involucrados y en especial las cifras que miden estos conceptos.

1. La medición económica

La producción de bienes se mide en unidades físicas de los bienes mismos y de su precio de venta al final de un periodo. En el caso de una empresa que produce un bien determinado, esta medición es inmediata y fácil de calcular. El precio del producto incluye el costo de todas las materias primas, los salarios pagados a empleados y obreros, el desgaste del capital, los impuestos y la ganancia del empresario.

Pero no ocurre igual con la producción total de un país. El que se produzcan diferentes bienes y servicios impide su cálculo en forma física -no se pueden sumar peras con manzanas- y la producción total queda entonces restringida a su medición monetaria. Un problema básico es que cuando se suma la producción de todos los bienes y servicios se incluyen las materias primas que en algún momento son productos terminados, cuyo costo va incluido en los productos finales así que existe, de entrada, el problema de contar dos veces el mismo producto. Las cuentas nacionales definen entonces al Producto Interno Bruto como lo que se produce en un determinado periodo, sin sumar el costo de las materias primas o insumos, y este total debe ser igual, contablemente, a los ingresos percibidos por los trabajadores en forma de salarios, por los empresarios en forma de ganancias y por el Estado en forma de impuestos.

Los precios a los cuales se miden individualmente las mercancías o servicios son los que ocurren al momento de la compraventa. Como estas compras y ventas ocurren a lo largo del periodo a considerar, es probable que los precios de estas mercancías suban o bajen en dicho periodo. Así es que, para tener un valor aproximado de la medición física de la producción, la técnica económica más común es descontarle la inflación ocurrida, rama por rama de producción y obtener así un total “deflactado” del PIB que se conoce como PIB real.

Si comparamos este cálculo anual con el del año anterior podemos estimar que la producción de bienes y servicios subió, bajó o fue igual. Si subió se puede decir que hubo crecimiento económico, si fue igual hubo estancamiento y si fue inferior, hubo decrecimiento o recesión.

La medición de la producción de bienes y servicios en un periodo dado, usualmente un año, requiere de una metodología compleja que logró consolidarse después de la Segunda Guerra Mundial al crearse la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Implicó la definición de conceptos capaces de ser medibles y teóricamente sólidos y fue aplicada a una mayoría de países interesados en tener mediciones más o menos precisas y confiables. Hay un Manual de Cuentas Nacionales de la ONU, que la mayoría de los países miembros acepta y aplica para calcular sus cuentas de modo que puedan compararse unas economías con otras.

La captación de la información para armar las cuentas nacionales de un país, en un periodo dado, es un proceso complejo que incluye registros administrativos y encuestas que a su vez pueden ser censos o muestras. La captación se realiza por rama o sector económico. Los sectores que presentan mayores dificultades son el sector agrícola y el de servicios. El primero, porque los ciclos agrícolas suelen ser diferentes del año fiscal y ello obliga a estimar con fotos aéreas la probable cosecha de cada cultivo y, el segundo porque los servicios difieren mucho, entre sí, en sus características y, en consecuencia, la forma de captarlos está sujeta a muestras e interpretaciones diversas. En general, la información para ser válida requiere de precisión, oportunidad y confiabilidad. Pero todo este proceso tiene siempre cierto grado de error, generalmente atribuible al factor humano.

Respecto a los índices de precios también hay varias definiciones y coberturas, el más usado en México, actualmente, es el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), su cobertura es nacional y los precios que captura tienen una canasta compuesta por todas las mercancías que se consumen en México, pero la ponderación específica corresponde a un año base y a un consumidor promedio. En el caso del índice que se usa para deflactar el PIB es un índice de precios, en principio diferente, la canasta que se utiliza corresponde a la producción nacional y las ponderaciones por rama también, en un año base. Lo que captura un índice de precios es la variación promedio de los precios respecto al año base.

De este modo el PIB deflactado, lo es respecto al año base del índice deflactor y si se toma sólo la variación anual del índice, ésta sería respecto al año anterior. Este PIB se denomina entonces a precios constantes de un determinado año o PIB real.

Otro indicador económico fundamental para explicar el crecimiento es la inversión. Este concepto se presta para múltiples confusiones aún en la contabilidad económica ya que se puede interpretar de varias formas, como compra de acciones o certificados financieros, como compra de empresas existentes o, la que más importa, como compra de bienes de capital para producir. Además, la inversión puede tardar tiempo en madurar, es decir, en comenzar a producir bienes o servicios, según el sector en donde se realice.

Para concluir este apartado hay que decir que la captura de la información anual lleva un tiempo después de concluido el año de referencia. Y no puede ser considerada como definitiva sino hasta que las cifras de todos los sectores estén completas y sean revisadas.

2. El crecimiento y los ciclos

Otro tema es por qué y cómo la economía se reproduce o expande. Para explicar la producción económica, qué factores intervienen, cómo ocurre el proceso y cómo se determina el valor económico de esa producción hay, desde siglos atrás varias teorías. La más antigua (siglo XIX) es la del filósofo alemán Karl Marx (1885) -derivada de las teorías del financista inglés David Ricardo- que explica cómo se reproduce y expande la economía dividiendo a los sectores económicos en tres. A mediados del siglo XX, el economista estadunidense Robert Solow (1957) planteó un modelo macroeconómico en el cual la producción se explica por la intervención del trabajo y el capital y el crecimiento o expansión queda a cargo de un factor externo al modelo, el cambio tecnológico. El modelo de Solow plantea la posibilidad de que la economía se reproduzca equitativamente pagando a cada factor su aportación al producto. Es decir, se cumplía la igualdad oferta y demanda, o equilibrio, pero el crecimiento, quedaba sujeto a un factor externo. Hacía finales del siglo veinte, los economistas estadunidenses Paul Romer (1986) y Robert Lucas (1988), integraron en sus respectivos modelos de crecimiento al cambio tecnológico, de modo que hay un factor productivo adicional, que es el capital humano que hace posible el crecimiento.

En suma, desde el siglo XIX se sabía que la producción en cada sector de una economía dependía de la disponibilidad de capital físico y de mano de obra y que el crecimiento dependía de la inversión en capital físico o acumulación. Pero la pregunta sin contestar era ¿cuál podía ser el móvil para invertir más? es decir, hacer crecer la economía de manera ampliada. La solución en el siglo XX a esa pregunta fue el cambio tecnológico, que en principio promete reducir costos, y/o mejorar la calidad del producto en cada sector.

Pero independientemente de los avances en la teoría económica, la economía real en todos los países, ha registrado siempre incrementos anuales o decrecimientos, y aún crisis, con alguna frecuencia. Dando lugar, todo ello, a la idea de ciclos económicos que fueron registrados y aún pronosticados con cierta precisión, una vez que se inventó el indicador económico adecuado y confiable.

La pregunta de los economistas era entonces ¿por qué la economía entra en crisis? Aunque, la pregunta correcta debió haber sido tal vez por qué no estaba la economía en crisis de modo permanente. Hay que pensar que en una economía capitalista de libre mercado las decisiones económicas de, qué producir, cuánto producir y para quién producir, les corresponden a empresarios y trabajadores, del lado de la producción y a consumidores individuales del lado del consumo, que sólo llegan a acuerdos a través del mercado y que sus decisiones, al final, están cargadas de elementos subjetivos. Así, el que la economía llegue a funcionar en perfecto equilibrio en todos sus sectores y además creciendo, debía considerarse un milagro. Pero no ocurre así, en la realidad las economías crecen (con desequilibrios) y después de una etapa de crecimiento o auge, hay un tope más allá del cual no se avanza y el ajuste no se deja esperar, la economía decrece llega a un límite inferior y comienza de nuevo a crecer. Los beneficios del crecimiento pueden estar distribuidos inequitativamente y también las pérdidas del decrecimiento. Son los sectores más vulnerables de la sociedad los casi siempre se benefician poco en una etapa y pierden mucho en la otra.

De todas las crisis económicas registradas en diversos países a lo largo del tiempo, la que destacó por su profundidad y capacidad expansiva al resto del mundo fue la de 1929-33 que tuvo su origen en los Estados Unidos. La salida a esta crisis ocurrió gracias a políticas de Estado, de naturaleza económica inspiradas en las teorías del británico John M. Keynes (1935). Su planteamiento de fondo es que el motor de la economía es la demanda y siendo el Estado el principal demandante, tanto de consumo como de inversión, le corresponde a éste estimular la economía expandiendo su gasto, aún a costa de endeudarse, cuando hay desempleo de los factores productivos capital y trabajo, es decir, en condiciones de crisis o recesión. La teoría de Keynes se adoptó con algunas dificultades porque planteaba una salida a la crisis que, aunque no atentaba contra la estructura del sistema capitalista, metía al Estado como centro rector de la economía a través de políticas económicas de ese carácter.

3. Intervencionismo estatal y Neoliberalismo

El planteamiento keynesiano, muy sólido teóricamente, no era, sin embargo, propiamente nuevo. Las economías de Japón, de Alemania, de Francia y del Reino Unido -como lo apunta correctamente Ha-Joon Chang en Kicking away the Ladder (2002)- habían logrado desarrollarse gracias a las políticas económicas de sus respectivos Estados.

En el siglo XX estas ideas se expandieron en el mundo, resultando en diversos grados de intervencionismo estatal y dando lugar a lo que se llamó el “Estado de Bienestar”, adoptado entre otros países por el gobierno laborista de Clement Atlee en el Reino Unido, después de la Segunda Guerra Mundial, como relata Ken Loach en el filme documental El Espíritu del ‘45. También en algunos países de América Latina se practicó este modelo al que se llamó modelo de “Sustitución de Importaciones” o, de “Crecimiento liderado por el Estado”.

Las ideas de intervencionismo estatal en la economía cuestionaban el liberalismo original inglés. Las funciones propias de cualquier Estado como la defensa militar, la seguridad pública, la procuración de justicia, la administración de la hacienda pública, la provisión de servicios públicos y en muchos casos la salud y la educación públicas, requieren de montos de gasto corriente y de inversión de gran magnitud que deben ser financiados por los diversos tipos de impuestos que aportan los ciudadanos y las empresas establecidas en cada país. A esto debía restringirse el Estado -en opinión de Adam Smith el filósofo escocés, fundador de la Economía como ciencia en el siglo XVIII- cualquier otra intervención estatal en la economía es inútil o incluso nociva, afirma Smith en La Riqueza de las Naciones (1776). Es decir, las fuerzas libres del mercado deben decidir cuanto y cómo producir y consumir, guiadas sólo por el egoísmo individual de cada participante.

Ese pensamiento renovado en el siglo XX por los neoliberales, como narra Fernando Escalante en Así empezó todo (2018) pudo recuperar terreno perdido por el intervencionismo estatal sólo hasta el ascenso en la academia de Milton Friedman y sus seguidores de la corriente monetarista en los años sesenta y setenta del siglo pasado y en la política de Ronald Reagan en los Estados Unidos y Margaret Thatcher en el Reino Unido en los ochenta.

En esencia el pensamiento neoliberal monetarista plantea que prácticamente cualquier nivel de desempleo es “friccional” y cualquier política orientada para acabar con él provoca inflación. La disyuntiva, en conclusión, era clara, o crecimiento del PIB (pleno empleo) con inflación, o no crecimiento del PIB (desempleo) sin inflación. Y los monetaristas proponían no inflación a toda costa es decir estabilidad, la que daría certidumbre a los inversionistas nacionales y extranjeros. Alguien se preguntará con razón por qué el no crecimiento implica desempleo. La respuesta es muy sencilla la población en edad de trabajar crece a un ritmo similar a la de la población total de un país y si la producción física no crece al menos a esa tasa, habrá un porcentaje de personas que no encuentren empleo y no tengan ingresos. El reclamo de que debe haber crecimiento económico en un país como el nuestro es en realidad que debe haber mayor empleo remunerado.

4. Economía y Política

Pasando al terreno de los postulados económicos, destaca el libro del historiador económico checo Tomas Sedlacek, Economics of Good and Evil (2011), en el que afirma que toda la ciencia económica es política y que el postulado de Friedman de que la llamada “economía positiva debe ser objetiva” es en sí mismo un juicio de carácter político. Entiende este autor la narrativa económica como un intento articulado de convencimiento de ciertas ideas económicas a un cierto conglomerado o grupo social. En su perspectiva, hasta los modelos matemáticos tienen un contenido político.

De principios de los años ochenta a finales de la segunda década del siglo actual ha dominado en la Economía como ciencia y en la Política Económica de muchos países, el pensamiento económico neoliberal. En la práctica esto ha significado un giro profundo a la manera de hacer política económica en especial en los países de América Latina.

En el caso de México se adoptó un programa de reforma estructural que, en breve, se tradujo en reducir la participación del Estado en la economía, se vendieron empresas paraestatales, se liquidaron bancos de fomento (o se cambió su función) y se independizó el banco central. Lo importante en este sentido es que el Estado perdió el control y el manejo de los instrumentos de la política económica, a saber, los cajones de crédito para el fomento a la producción, las tasas de interés diferenciadas, el tipo de cambio, los precios de garantía a los productos básicos del campo y los precios subsidiados a favor de los sectores desprotegidos. Estos instrumentos eran manejados por varias instituciones del Estado, la CONASUPO, el Banco de México, la banca de desarrollo, las empresas de producción y venta de energéticos PEMEX y la CFE.

Veamos un poco más atrás. México enfrentó desde que intentó industrializarse un problema que fue llamado por los expertos la restricción externa, abordado por autores como el argentino Raúl Prebisch (1959) a finales de los años cincuenta del siglo pasado y el británico Anthony Thirlwall (1979) en los setentas del mismo siglo. El problema consiste en que dada la diferencia estructural entre los países desarrollados y los subdesarrollados cualquier intento de expandir la economía por estos últimos y tratar de alcanzar a los primeros, enfrenta la restricción de generar las divisas (dólares americanos en nuestro caso) vía exportaciones, en la cantidad suficiente para importar los bienes de inversión que el crecimiento reclama. El tener un superávit comercial era imposible dado el tipo de mercancías que estos países exportaban, de modo que la disyuntiva era inescapable: o se crece con déficit externo o se deja de crecer con equilibrio externo. La solución en el caso de México fue un déficit externo crónico con endeudamiento externo crónico, en espera de que madurara la industria que permitiera al país exportar y generar superávit. Internamente se enfrentaba una disyuntiva similar respecto a ingresos y gastos fiscales, para fomentar el crecimiento sin afectar a los causantes de impuestos, el Estado utilizó dos mecanismos, gravó la producción y exportación de PEMEX (y con ello descapitalizó a la empresa) pero como ello no fue suficiente aumentó el endeudamiento público.

Los resultados de las reformas estructurales en México han sido, en efecto, favorables a las finanzas públicas, se controló la inflación, se redujo el déficit público y se logró el superávit externo. A esto se le llamó estabilidad macroeconómica. Pero en términos de crecimiento de la producción, del empleo, de la educación y de la salud, los resultados han sido totalmente adversos a lo que prometían los neoliberales mexicanos: no se ha crecido ni en la producción, ni en el empleo formal, y la salud y la educación no han mejorado sino empeorado, según todos los indicadores nacionales e internacionales.

Un elemento sin duda importante es que el elemento común en las reformas neoliberales fue la desregulación por parte del Estado de las actividades económicas. En México eso dio lugar a la crisis de 1994-95 y la destrucción del sistema bancario mexicano. En Estados Unidos, esa misma política se tradujo en la crisis de 2008 que se expandió al mundo entero.

Otro elemento a tomar en cuenta en el caso de México fue la política astringente de crédito a las actividades productivas que se tradujo en falta de financiamiento a la inversión del sector privado por varios años, hasta la fecha.

Por último, antes del arribo del nuevo gobierno en México, los gobiernos anteriores establecieron varios candados a las políticas económicas del Estado, el TLCAN a la política comercial, la regla de déficit cero a la política de ingreso-gasto públicos y el mito de que no hay que incrementar la deuda pública porque se enojan las “calificadoras” (invento de la nueva etapa neoliberal).

5. El Gobierno en su primer año y el Crecimiento Económico

En México todos los primeros años de un gobierno sexenal han registrado bajo crecimiento, estancamiento o recesión económicos, medidos en términos de PIB real. Desde 1970 a 2018, el mejor primer año 1989 fue para Salinas con 4.2 por ciento (PIB real anual), le sigue Echeverría 1971 con 3.8 por ciento, López Portillo 1977, 3.4 por ciento, Calderón 2007, 3.1 por ciento y Peña Nieto 2013, 1.4 por ciento. Estancamiento, Fox 2001, 0.0 por ciento. Recesión, De la Madrid 1983, -4.2 por ciento y Zedillo 1995, -6.2 por ciento. Cada periodo tendrá, tal vez, una explicación distinta, pero tienen en común que siempre en el primer año hay austeridad en el gasto público y cierta indecisión de los inversionistas privados.

En esta ocasión se presenta además una clara tendencia internacional al estancamiento o incluso recesión que se manifiesta en la caída del comercio internacional en los países importantes. México no está exento de esa influencia externa.

Conclusiones

Tomando en cuenta todo lo anteriormente considerado, la pregunta correcta no sería ¿por qué no crece la economía mexicana en 2019? sino más bien ¿por qué habría de crecer?

Hay un gasto público austero, hay recesión mundial, hay miedo en el gobierno al déficit público y al endeudamiento. Para rematar, los malos augurios de los expertos no están basados en cifras auténticamente reales sino en pronósticos que revelan ciertos prejuicios sobre el comportamiento económico, del que responsabilizan al presidente y a su gabinete, cuando ellos mismos se quejan de que no quieren intervencionismo ni regulación. No es la primera vez que esto ocurre ni será la última, así es la política.

En noviembre de este año se hicieron dos encuestas ampliamente difundidas en diarios de circulación nacional en México, cuyos resultados muestran que una mayoría de los encuestados (58% en una 68% en la otra) percibe que su situación económica ha mejorado en este año respecto al anterior. Esto indica que en lo individual una mayoría de personas perciben (subjetiva u objetivamente) que hubo un incremento de su bienestar económico.

Referencias

Chang, H-J. (2002) Kicking away the Ladder, Anthem Press, London. [ Links ]

Keynes, J.M. (1935) The General Theory of employment, interest and money, Harbinger Edition, 1964, New York. [ Links ]

Lucas, R. (1988) “On the Mechanics of Economic Development”, Journal of Monetary Economics 22, pp. 3-42. [ Links ]

Marx, C. (1885) El Capital, Crítica de la Economía Política, Tomo II, Edición del Fondo de Cultura Económica, 1959, México. [ Links ]

Prebisch, R. (1959) “Commercial Policy in Underdeveloped Countries”, American Economic Review vol. 49 no.2, pp. 251-273. [ Links ]

Romer, P. (1986) “Increasing Returns and Long Run Growth”, Journal of Political Economy 96, pp. 1002-1037. [ Links ]

Smith, A. (1776), The Wealth of Nations, Modern Library Edition 1937, New York. [ Links ]

Sedlacek, T., (2011) Economics of Good and Evil, Oxford University Press, New York. [ Links ]

Thirlwall, A.P. (1979) “The Balance of Payments constraint as an explanation of international growth rate differences”, Banca Nazionale del Lavoro Quarterly Review no.128 p.45-53. [ Links ]

Pablo Ruiz Nápoles. Licenciado, maestro y doctor en Economía. Profesor de tiempo completo de la UNAM con Titular nivel C, Definitivo. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores SNI y es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias. Es tutor acreditado del Posgrado en Economía. Ha dirigido numerosas tesis de licenciatura, de maestría y de doctorado. Ha publicado, desde 1979, artículos de investigación y de divulgación en revistas nacionales y del extranjero. Tambien capítulos de libros, editados en México, y en el extranjero. Sus trabajos escritos comprenden temas de economía internacional, muchos de ellos sobre el TLCAN. También ha trabajado en temas de Análisis Estructural aplicado al Cambio Climático. Un tema adicional es el educación superior, ciencia y tecnología. Sus trabajos publicados tienen a la fecha 550 citas registradas en Google Scholar. Es miembro de las siguientes asociaciones académicas: The International Input-Output Association, Sigma Xi The Scientific Research Society, la Sociedad Hispano Americana de Análisis Input-Output y la Asociación Mexicana de Ciencias.

Recibido: 10 de Octubre de 2019; Aprobado: 11 de Noviembre de 2019

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