Jaime Ros Bosch: maestro y amigo

De Jaime, maestro, amigo y compañero; tengo los más entrañables y cálidos recuerdos. Me unen a él una gran admiración y cariño.

Nos conocimos en 1974, cuando con mi familia veníamos de lugares y tiempos turbulentos del Sur.

El punto de encuentro fue la Maestría en Economía de la División de Estudios Superiores de la Escuela de Economía de la UNAM. Al poco tiempo nos incorporó a su familia, tanto la propia como la de origen, Mara y la de su hermana, y estuvimos compartiendo peñas y guitarreadas con él y Adriana.

Y también a su ambiente, incluyendo algún acompañamiento de su militancia en los gremios universitarios durante una larga huelga en la UNAM en los 70´s, así como en distintas actividades políticas referentes a hechos nacionales e internacionales como la solidaridad con Chile y Uruguay.

Al finalizar los cursos de la Maestría, dadas las dificultades de regreso al Uruguay, la sobria pero efectiva solidaridad de Jaime facilitó mi ingreso al CIDE.

De ahí en adelante compartimos mucho más que un lugar de trabajo: el crecimiento de nuestros hijos, vacaciones, e inquietudes intelectuales; y, sobre todo, el desarrollo del homogéneo grupo de trabajo que él supo armar en torno de la Maestría en Economía del CIDE y de la Revista Economía Mexicana (responsabilidades que tomó con tan solo 25 años), las cuales compartían una curricula y una orientación heterodoxa y novedosa frente a la predominante en la época en la academia en general, y en México en particular¹.

Las reuniones internas del equipo, antes del inicio de los cursos y para el planeamiento de cada número de Economía Mexicana, bajo su dirección, eran oportunidades de consolidación de la orientación del grupo y el trabajo, y de crecimiento tanto colectivo como individual de los miembros del mismo.

Ese liderazgo, por otra parte, continuó en el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET), donde se radicó gran parte del grupo una vez que la dirección del CIDE dejó de contar con el liderazgo de Trinidad Martínez Tarragó.

Vaya en este recuerdo una mención destacada de uno de los rasgos más característicos de la personalidad de Jaime: su enorme generosidad intelectual, tanto en ideas como en la disposición de su tiempo ante cualquier inquietud.

La forma como brindaba su tiempo y sus ideas para que fueran desarrolladas por alguien del equipo, o mejoraba con sugerencias e ideas originales los planteos iniciales de investigaciones, a ser llevadas adelante para un futuro número de Economía Mexicana, quedarán siempre en nuestra memoria, así como de la de todos aquellos que compartieron diferentes inquietudes intelectuales con él.

Es una gran pérdida para México, y para el ámbito académico latinoamericano en general.

Los viajes de ambos, y la tecnología de las comunicaciones nos permitieron mantenernos en contacto frecuente, y cercanos uno al otro, a lo largo de los 32 años que hace que regresamos con la familia al Uruguay. Hasta aquí, lo trajimos varias veces a que compartiera con nosotros y con el ambiente académico uruguayo, sus ideas sobre desarrollo y crecimiento en la Universidad de la República y otros foros académicos. Su originalidad de pensamiento, apartado de ortodoxias y enriqueciendo sus análisis con la fertilización de diferentes aportes teóricos, fueron siempre motivo de gran interés y reflexión en esas oportunidades.

A nivel personal Jaime era portador de un cariño cálido, ingenuo, generoso, y tenía, junto a una penetrante inteligencia, un candor sorprendente. Nunca agradeceré lo suficiente haber sido su amigo.

Trabajamos juntos una década inolvidable, nos desarrollamos juntos bajo su amparo, nos quisimos mucho y nos queremos mucho, y mantendremos vivo todo ese cariño en su recuerdo y ejemplo.