SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.16 número46EditorialLos retos de la política económica índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Economía UNAM

versión impresa ISSN 1665-952X

Economía UNAM vol.16 no.46 Ciudad de México ene./abr. 2019  Epub 17-Jun-2020

https://doi.org/10.22201/fe.24488143e.2019.46.418 

Artículos

Economía, democracia e igualdad: entre confusiones y omisiones

Economy, democracy and equality: between confusions and omissions

Rolando Cordera1 

1 Profesor Emérito, Facultad de Economía, UNAM. cordera@unam.mx


Resumen

El artículo resalta que las precarias condiciones económicas que enfrenta el país son el resultado de más de 30 años de políticas que privilegiaron al mercado y acotaron la intervención estatal. Así, la desigualdad y las malas condiciones del mercado de trabajo muestran un modelo agotado y reclaman otras políticas que pongan como prioridad una reforma social del Estado, que atienda la cuestión social; la equidad, la redistribución del ingreso, la riqueza y las oportunidades; y deben enmarcarse en un entorno democrático para encontrar nuevos equilibrios tanto en lo económico como en lo político.

Palabras clave: Objetivos de política económica; Economía del bienestar; Desarrollo económico; Economía política del capitalismo

Abstract

The article highlights that the precarious economic conditions facing the country are the result of more than 30 years of policies that favored the market and limited state intervention. Thus, inequality and poor labour market conditions show a depleted model and demand other policies that prioritize social reform of the State, which meets the social issue; Equity, redistribution of income, wealth and opportunities; And should be framed in a democratic environment to find new balances both economically and politically.

Keywords: Policy Objectives; Economic Welfare; Economic Development; Political Economy of Capitalism

Journal of Economic Literature (JEL): E61; D6; O1; P16

Como pocas veces en nuestra historia contemporánea, la desigualdad es un tópico universal. Sin duda -como dijo el presidente Barack Obama-, es la cuestión decisiva, definitoria de nuestro tiempo. Antes fue visto como un fenómeno superable, al imaginar que el mercado libre y abierto y unas políticas macro económicas “bien dispuestas”, podrían hacer de las recesiones meros temores infundados; episodios que no tendrían repetición en el reino del mercado global. Sabemos que no fue éste el caso y la Gran Recesión desatada desde 2008, convertida en ominosa tendencia al estancamiento secular, nos obliga a tratar de entender de nuevo al presente como historia y como universo cargado de espectros disruptivos pero también de enormes potencialidades y promesas.

Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos, anota Tony Judt (2010) … nos parece ‘natural’ la obsesión por la creación de riqueza, el culto a la privatización y el sector privado, las crecientes diferencias entre ricos y pobres”. Y en palabras de Pierre Rosanvallon (2012) “… El aumento de las desigualdades es (…) la lima sorda que provoca una descomposición silenciosa del vínculo social…

En nuestro caso a treinta años de seguir la orientación y la tutela de unas políticas orientadas a la apertura máxima del mercado y una contracción sistemática del papel del Estado en la economía, nuestro saldo social difícilmente podría ser peor: 53.4 millones de mexicanos son pobres (43.6%). De ellos, 9.4 están en pobreza extrema (7.6%) y 8.6 millones se encuentran por debajo de la línea de bienestar económico (7%)1 están en pobreza extrema (9.4 millones de personas). A este porcentaje, se debe agregar 7.0% (8.6 millones) que se encuentran por debajo de la línea de bienestar económico. En pocas palabras: solamente 27.8 millones de mexicanos (22.6%) no están en condición de pobreza ni de vulnerabilidad.

Fuente: estimaciones del Coneval con base en el MEC 2016 del MCS-ENIGH.

Figura 1 Indicadores de pobreza, 2016 

En buena medida esta precaria condición se debe a las malas condiciones del mercado de trabajo. Si bien es cierto que México tiene una de las tasas de desempleo más bajas de la región (dos millones), e incluso de la OCDE, lo cierto es que “en los detalles está el diablo” ya que si se suma a los desocupados, la población subocupada más la población económicamente no activa disponible) la cifra se eleva a casi 12 millones de personas con necesidades de empleo, en contraste con los menos de dos millones de desempleados.2

Fuente: elaboración con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, INEGI (varios años).

Figura 2 Brecha laboral, 2005.I-2018.II 

En lo que hace a la participación de las remuneraciones en el ingreso nacional, se pasó de 40.2% del PIB en 1976 a menos de 30% en 2015 de acuerdo con cálculos de Norma Samaniego (2014). También, es posible ver el deterioro en términos de ingresos de los ocupados; así, la población que en 2000 ganaba más de cinco salarios mínimos pasó de 11 a 5% en 2017.

Asimismo, cerca de 50% de la población ocupada recibió una remuneración no mayor de dos salarios mínimos. Situación que se da en un contexto de cambios demográficos con tendencia hacia el envejecimiento poblacional.

Fuente: elaboración con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, INEGI (varios años)

Figura 3 Población ocupada por nivel de ingresos, 2000-2017 

En este sentido es que enfrentar los múltiples rostros de la desigualdad implica, de manera inexcusable, poner a la cuestión social en el centro. Una política en favor de la equidad, dirigida a reducir la desigualdad, será infructuosa y en el fondo incongruente, mientras se pretenda excluir la participación organizada de la sociedad y las elites dirigentes permanezcan atadas a los prejuicios económicos y políticos que les impiden dar curso a una política de redistribución del ingreso, la riqueza y las oportunidades. Esta polaridad, transparente en las cifras, no es asumida en la política.

Lo que hoy tenemos, en palabras de José Woldenberg (2014) es:

un déficit de ciudadanía o una muy débil y contrahecha sociedad civil, a la que en los últimos años se ha sumado una vigorosa y esperanzadora constelación de agrupaciones. Sus agendas son múltiples y han fortalecido eso que llamamos sociedad civil (…) No obstante, la inmensa mayoría de la población no participa en los asuntos públicos (…) Nuestra sociedad civil es epidérmica y desigual. Epidérmica, porque son porcentualmente muy pocos los que se encuentran organizados (…) y desigual e incluso polarizada porque, mientras algunos actores cuentan con asociaciones fuertes, los más están atomizados (…).

I. Entre dogmas, confusiones y desempeños

De cara a nuestro deshilachado rostro social, que cotidianamente nos muestra una desigualdad profunda y multidimensional y que se expresa cada vez más de maneras disruptivas y violentas, es que necesitamos insistir: ¿por qué la economía mexicana no crece al ritmo de lo necesario para atender la demanda demográfica? ¿Por qué no hemos sido capaces, como comunidad, de impulsar un nuevo curso de desarrollo que ofrezca el abatimiento progresivo de la pobreza y la desigualdad?

Las reformas de mercado cambiaron usos y costumbres, así como los formatos y los cálculos económicos, pero las dislocaciones que propiciaron no fueron interiorizadas por el cuerpo social y productivo que emergía. Desde el Estado se aceleró la mudanza social y económica, pero no se hizo lo necesario para modularla, atemperar sus inevitables dislocaciones y proteger a los sectores, regiones y grupos sociales más débiles.

Conviene recordar, en este rápido recuento, que en 1985, ante la evidencia de que el ajuste convencional de las finanzas públicas y las cuentas externas no rendía los frutos esperados, el presidente Miguel De la Madrid optó por un enfoque “ni ortodoxo ni heterodoxo” y pudo domar las tendencias hiperinflacionarias para reparar, en la medida de lo posible, la averiada nave económica. Desde entonces, el presidente había hablado de un cambio estructural para encarar de fondo la corrosiva crisis de la deuda y su apuesta fue recogida por su sucesor con particular ahínco.

Se profundizó así la reforma económica del Estado, principalmente en dos flancos: la apertura externa a los flujos de comercio y capital y la contracción del Estado como inversionista y productor directo. Nos volvimos una de las economías más abiertas del globo y el sector público se redujo, jibarizando su conglomerado de empresas productivas.

La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) sin duda coadyuvó a que México se volviera un pujante exportador de mercancías manufactureras y una atractiva plataforma para la inversión transnacional. Vastas regiones del centro y el norte vivieron grandes cambios productivos, demográficos y de sus respectivos espacios y poblaciones.

El país no fue sólo un gran y exitoso maquilador, aunque diversas formas y novedosas pautas de este estilo industrializante mantienen su predominio sobre el conjunto económico nacional. Sin embargo, es este predominio y la falta de políticas industriales activas, lo que en buena medida explica por qué el éxito en el frente externo no se ha traducido en mejoras sustanciales en el nivel de vida de las mayorías, ni siquiera de los trabajadores que concurren a las ramas surgidas del cambio globalizador.

Fuente: elaboración con base en Banco de México (varios años).

Figura 4 Coeficiente de apertura comercial, 1895-2017 

La competitividad, en especial, se sustentó en las ventajas de un mercado laboral “salvaje”, hostil al trabajo y favorable al capital, contando con la ausencia, casi total, de sindicatos genuinos y de una política laboral que hiciera honor a los compromisos constitucionales del Estado con la justicia social y la tutela laboral. En buena medida, México se volvió campo abierto para negocios y negociantes de toda talla y talante, que se volcaron a una febril colonización del Estado y la democracia que, a trompicones, se abría paso en el sistema político imperante.

Varias son, me parece, las lecciones que podemos extraer de los cambios vividos y, en muchos casos sufridos. Una primera lección central, hay que enfatizarlo, es que no hay política económica que, racionalmente, pueda sustentarse como receta universal. También que el haber privilegiado la “madurez” de los mercados y la estabilidad fiscal y financiera, despreciando tajantemente la atención de objetivos de equidad, de universalización de los derechos y de empleo digno, se ha mostrado disruptiva y contraria a las necesidades de la mayoría de los mexicanos: y nociva para el desempeño económico general.

Nuestro presente reclama una reforma del Estado que se encamine a un cambio fundamental cuyo eje maestro sea la reforma social del propio Estado. Para serlo, debe centrarse en la reconstrucción de los tejidos y procesos sociales básicos como el del salario y el empleo, que a su vez tiene que ver con una redistribución del poder, un reacomodo radical de las relaciones entre las esferas de la economía y la asignación de los recursos; también con la urgente (re)distribución de los ingresos y la riqueza.

Por ello, la ineludible necesidad de contar con un Estado fiscal fuerte; un verdadero Estado democrático y social, de derecho y de derechos. Es tiempo de virar y la mira debe ser puesta en el desarrollo como un gran designio razonable; una obsesión nacional. Si nos animamos y dejamos atrás uno que otro dogma. Y una que otra (des)ilusión oligárquica. Lo malo, que se ha vuelto lo peor con los años, es que con la supuesta ‘justicia de mercado’ lo que se ha impuesto es la injusticia en todas sus dimensiones.

Sin Estado no hay democracia con sentido histórico y social; pero sin capacidades financieras e institucionales en manos de ese Estado, no hay legitimidad para él y sus dichos, usos y costumbres.

Si se va a hablar de la cuestión social como se debe, entonces hay que hablar del Estado, sus finanzas y capacidades. Y entenderlos como una asignatura que, de seguir pendiente, nos lleva a una implosión inmisericorde.

Para que la política tenga “rendimientos” y la economía sea política es indispensable ver más allá y plantearse estrategias viables que tracen trayectorias diferentes; advertir que las diferencias de enfoque entre la economía y la economía política son radicales y determinan maneras distintas de enfrentar los problemas socioeconómicos. Por ello es que hay que volver a lo básico, que no es el mercado sino la acumulación y la distribución. Tener presente la necesidad de encontrar equilibrios y acomodos económicos-político-sociales en y con la democracia.

En palabras de la economista Kari Polanyi (2018):

La economía es una construcción social de leyes e instituciones. Las fuerzas destructivas que desencadena las crisis económicas, la desposesión y el desplazamiento de pueblos, la creación de pobreza, la eliminación de la diversidad en la vegetación y la vida animal y otras violaciones contra la naturaleza incluido el cambio climático son de nuestra propia fabricación (...) Si la economía no sirve a las personas, puede y debe ser reestructurada (…) el desarrollo no puede ser impuesto (…) radica en la capacidad de una sociedad para estimular la creatividad (...) poner en práctica su inteligencia y esperanza colectiva (…)”.

Quizá haya de una vez por todas que asumir que la receta es que no hay receta única. Es mucho lo que resta por hacer; hay que nacionalizar y racionalizar la globalización. Ser heterodoxos frente al fundamentalismo del mercado único y la receta universal.

Ser ortodoxos en la afirmación de los intereses nacionales que en el caso de México, se originan en la cuestión social dominada por la desigualdad, la concentración del privilegio y la pobreza de las masas.

Bibliografía

Judt, Tony (2010), Algo va mal, España, Taurus, pp. 17-18. [ Links ]

Polanyi Levitt, Kari (2018), De la gran transformación a la gran financiarización. Sobre Karl Polanyi y otros ensayos, México, FCE, pp. 408 y 409. [ Links ]

Rosanvallon, Pierre (2012), La sociedad de los iguales, España, RBA Libros, S.A., pp. 11 y 12. [ Links ]

Samaniego, N. (2014), “La participación del trabajo en el ingreso nacional: el regreso a un tema olvidado”, en economíaunam, núm. 33, septiembre-diciembre. [ Links ]

Woldenberg, José (2014) “Democracia y desesperanza” en Letras libres, 6 diciembre. [ Links ]

1 Eufemismo usado para consignar a quienes no son pobres pero son vulnerables por ingresos

2Quienes tienen trabajo pero por sus necesidades económicas buscan otro empleo. Personas que ya no buscan un empleo.

Recibido: 23 de Julio de 2018; Aprobado: 16 de Noviembre de 2018

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons