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Economía UNAM

versión impresa ISSN 1665-952X

Economía UNAM vol.15 no.44 Ciudad de México may./ago. 2018

https://doi.org/10.22201/fe.24488143e.2018.44.391 

Artículos

Consideraciones sobre La revolución de los ricos

Considerations on The revolution of the rich ones

Carlos Tello Macías* 

Jorge Ibarra Consejo** 

*Profesor Emérito de la UNAM y Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma Metropolitana. (UAM) <tellomcar@prodigy.net.mx>

** Profesor de la División de Estudios Profesionales, UNAM. <ibacons@unam.mx>


Resumen

El texto enfatiza que el papel de las ideas fue fundamental en la construcción de la agenda neoliberal para influir en diferentes círculos de la política, la administración pública y la academia. Tuvo su mayor impulso, promoción y apoyo en el mundo de los negocios, particularmente del sector financiero, que finalmente resultó el más beneficiado al imponerse la teoría económica neoclásica como modelo a seguir. Se muestra que el pensamiento neoclásico, en su versión neoliberal, ha predominado en la instrumentación de la política económica que se ha puesto en práctica en el mundo a partir de los primeros años de la década de 1980. Dicha corriente no consideraba al Estado como el escenario único ni el principal en la conducción de la economía, sino que el proyecto neoliberal impulsó la idea central de que el libre mercado, sin ataduras, era el mejor camino para reencontrar la prosperidad económica. Asimismo, los autores nos muestran por qué tuvo viabilidad esta revolución de los ricos.

Palabras clave: Historia del pensamiento económico; Economía política del capitalismo; Funcionamiento y perspectiva

Abstract

The text emphasizes that the role of ideas was determinant in the construction of the neoliberal agenda to influence the high circles of the politics, public administration and education. It had its greatest impulse, promotion and support in the business world, in particular of the financial sector; that finally turned out to be most benefited by imposing neoclassical economic theory as a role model. It shows that such a thought, in its neoliberal version, has prevailed in the implementation of the economic policy that has been followed since the beginning of the decade of 1980. This current did not consider the state as the single or main stage in the conduction of the economy, but it stimulated the central idea that the free market, without ties, was the best way to rediscover economic prosperity. The text shows that there are no unique recipes and a reflection call is made to cultivate in a plural form other ways of thinking and so design viable proposals to enrich the debate on the building of other economic policy options.

Keywords: History of Economic; Thought; Political Economy of Capitalism; Performance and Prospects

Journal of Economic Literature (JEL): B; P16; P17

Hace seis años se escribió La revolución de los ricos que en junio de 2012 publicó la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México. En el libro se exponen diferentes aspectos de un proceso social de cambio en el régimen económico ocurrido en muchas partes del mundo a partir de las últimas décadas del siglo XX. Se apunta que la era neoliberal que se impuso ha sido de larga duración y se señalan momentos y episodios importantes en su gestación. También se analiza porque fue que cobró viabilidad e impulso a partir de la década de 1970.

En el texto se muestra el papel que tuvieron las ideas, tanto en la base doctrinaria amplia del proceso como, en particular, en la justificación formal desarrollada en el marco de la teoría económica neoclásica. Se sostiene que el papel de las ideas fue fundamental porque hay que entender que en este proceso hubo un amplio convencimiento social de que la agenda neoliberal marcaba el curso correcto a seguir. De otra manera no se podría haber implantado. La agenda neoliberal convenció en diferentes círculos de la política, la administración pública, la academia y, por supuesto, tuvo el impulso y el apoyo del mundo de los negocios, particularmente del sector financiero, que finalmente resultó el más beneficiado.

En el libro se sostiene que el pensamiento neoclásico, en su versión neoliberal, en buena medida ha dominado la forma de pensar y de escribir entre los economistas (dentro de la academia, pero también -y no menos importante- fuera de ella) y también ha ordenado y determinado la política económica que se ha puesto en práctica en muchos países, el mundo a partir de los primeros años de la década de los ochenta del siglo XX. Al desplazar al pensamiento Keynesiano, vigente desde la segunda posguerra, y sustituirlo por las ideas y las políticas neoliberales se pretendía (y así se sostuvo en muchas partes) acelerar el crecimiento económico de los países y mejorar las condiciones generales de existencia de su población. Al evaluar por los resultados de su puesta en práctica en los últimos treinta y cinco años, no se ha logrado ninguna de las dos cosas.

El ideario económico de los impulsores de la revolución de los ricos se propuso desplazar tanto al pensamiento keynesiano como a las teorías desarrollistas que predominaban desde la década de 1950. Estas corrientes de pensamiento no consideraban al mercado como el escenario único y principal de la conducción de la economía, sino que, cada una a su modo, le asignaba un papel fundamental a la participación del Estado.

En su lugar el proyecto neoliberal impulsó la idea central de que el libre mercado, sin ataduras, era el camino para reencontrar la prosperidad económica después de los años críticos de finales de la década de 1970. Se plantearon distintas consideraciones alrededor de la idea de que, por razones que tienen que ver con la búsqueda privada de la rentabilidad y el riesgo que corrían quienes participaban en esta búsqueda, el uso de los recursos productivos siempre sería más eficiente si lo encausaba el sector privado que si lo realizaba el gobierno.

Otra idea fundamental fue la de que la acumulación privada de riqueza en su momento expandiría sus beneficios para toda la sociedad. Se trata de la famosa “teoría del goteo”, que implica que aun cuando en ciertos momentos la acumulación de riqueza se concentrara en algunos segmentos de la sociedad, finalmente dicha riqueza se filtraría hacia todos los demás. Adicionalmente también se impuso la idea de que la intervención gubernamental establecía distorsiones a la asignación eficiente de recursos y de que en particular el gasto público, por la vía tributaria o la financiera, absorbía ingresos, ahorros y medios de financiamiento en aprovisionamientos de consumo que de otra manera el sector privado utilizaría en la inversión productiva.

Desde luego que ninguna de estas ideas era nueva. Simplemente resurgieron y se plantearon con particular fuerza argumentativa durante los últimos años de la década de los setenta del siglo pasado. Además, en el ámbito académico se plantearon bajo formas de elaboración teórica formalmente más rigurosas.

Durante muchos años, se argumenta en La Revolución de los ricos, el pensamiento neoliberal y sus propuestas de política económica se fueron imponiendo hasta presentarse como el único y conveniente curso a seguir para todos los países y en toda circunstancia. Los organismos internacionales -en particular el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)- le fueron dando prestigio y aceptación y los diferentes gobiernos progresivamente adoptaron y promovieron ese proyecto, independientemente de las características y situaciones económicas y sociales por las que atravesaban cada uno de los países.

Todas estas ideas, en opinión de quienes las fueron adoptando e imponiendo, permitieron finalmente que se diera un extenso período de crecimiento con estabilidad en algunos países altamente desarrollados, la celebrada “gran moderación”. También se observaron pautas de crecimiento notable en ciertos países atrasados (no ocurrió así en muchos países en desarrollo, i.e., América Latina). Los logros, aunque importantes -pero no exentos de sobresaltos- fueron generalmente inferiores a los de otras épocas de auge previas en la historia del capitalismo. Pero lo que hay que resaltar es que bajo el régimen neoliberal se fue incubando, -aún frente a distintas advertencias desoídas o descartadas-, la problemática que desembocó en la gran crisis y su secuela: dislocación financiera, estancamiento productivo, empleo precario y desempleo, enorme desigualdad y marcada incertidumbre frente al futuro.

Se destaca la necesidad de asumir una posición crítica ante la experiencia neoliberal, dados sus malogrados resultados, la problemática económica y social que se fue acumulando y la erupción de la mayor crisis económica experimentada desde la Segunda Guerra Mundial. A partir de ello, la necesidad de pensar y proponer formas nuevas y creativas de reencauzamiento del curso de las economías; con la necesidad de repensar a la economía como disciplina científica y, a partir de ello, sustentar la formulación de proyectos y políticas alternativos. Para esto se consideró necesario atender a la pluralidad de enfoques que concurren en la conformación de la ciencia económica, prestando particular atención al desarrollo de los enfoques alternativos a la visión neoclásica, relegados de la alta academia, pero vitales y fértiles, para considerarlos y darles el lugar que en otros tiempos tuvieron, antes del dominio desproporcionado de la corriente neoclásica dominante.

Es común señalar a la menor intervención del Estado en la economía como uno de los ejes fundamentales del régimen neoliberal. En realidad, como se señaló en la primera edición de La Revolución de los ricos, lo correcto es hablar de cambios fundamentales en las formas de intervención del Estado. El Estado neoliberal no se tornó inactivo, no se abstuvo de incidir sobre el curso de la actividad económica, sólo que lo hizo de manera diferente. El Estado ha sido activo, instrumentando extensos procesos de privatización tanto de empresas públicas como de la provisión de servicios públicos diversos, así como de desregulación de actividades mercantiles privadas. Igualmente ha instrumentado y administrado diferentes reformas que pretendidamente protejan el buen funcionamiento de los mercados y que estimulen al emprendimiento privado de actividades económicas (reformas laborales, leyes de competencia, protección de la propiedad intelectual, etc.). También ha reducido las cargas tributarias, especialmente aquellas que inciden sobre las ganancias empresariales y especulativas. Finalmente se ha propuesto -como regla- controlar sus gastos y apuntar hacia bajas proporciones del déficit fiscal con respecto al producto interno bruto (PIB).

El sentido de este cambio en la participación del Estado ha conducido al fortalecimiento del imperio del mercado, a la supuesta libre competencia y al intercambio prácticamente sin limitaciones entre los países de mercancías, servicios y capitales, pilares en que descansa el pensamiento neoliberal, y que están muy presentes desde hace tiempo y todavía en la actualidad.

El régimen neoliberal, se reitera, no ha dado los resultados que sus promotores esperaban. Si bien en algunos países logró períodos extensos de relativa estabilidad y en contados casos -que en realidad quizás no siguieron al pie de le letra las pautas del régimen neoliberal- un crecimiento excepcional, el programa neoliberal en general no resultó en ritmos de crecimiento económico altos y sostenidos comparables a los de la llamada edad de oro del capitalismo que le antecedió. Además, el comportamiento cíclico, la sucesión de fases de contracción y expansión, prevaleció a pesar de lo afirmado al respecto por destacados exponentes de la teoría económica dominante en el sentido de que este problema estaría superado. Muchos países en particular no sólo experimentaron tasas de crecimiento decepcionantes, sino que sufrieron episodios severos de crisis económicas en diferentes momentos. El desempleo fue relativamente mayor y se registró un deterioro de las condiciones laborales: crecieron la precariedad de muchos empleos y la inseguridad social. El bienestar material para muchas personas empeoró o prácticamente se sostuvo a través de un endeudamiento insostenible.

Por otra parte -como tanto se ha destacado-, el régimen neoliberal condujo una creciente desigualdad en términos de distribución de la riqueza y del ingreso. Este fenómeno gradualmente se ha convertido en uno de los temas centrales de la investigación y la discusión económicas en todo el mundo. La participación de las ganancias en el ingreso aumentó en detrimento de los salarios. En términos patrimoniales, los ricos se hicieron más ricos durante esos años de crecimiento económico relativamente más lento o inexistente. La reverenciada competencia en el mercado, en realidad desembocó en la conformación de grupos de poder económico aún más fuertes y difíciles de enfrentar en la esfera política.

En los últimos años mucho es lo que ha cambiado y muy poco ha sido para bien. Las ideas ortodoxas y sus propuestas de política económica se han generalizado a tal grado que resulta muy cuesta arriba proponer caminos alternativos para superar los problemas en que la economía global -y los de las economías en lo individual- está inmersa. Las ideas neoliberales y las políticas que proponen no se ponen en duda. Más bien se insiste en ellas. En todo caso, o bien se argumenta que los gobiernos no las han puesto cabal y adecuadamente en práctica, o bien que hay que hacer ciertas modificaciones parciales para que ahora sí funcionen y lancen a las economías por la senda del crecimiento económico y la prosperidad y bienestar de sus poblaciones.

Después de un largo período de crecimiento lento pero con relativa estabilidad, se desató la crisis actual, cuyo reconocimiento formal data del último tramo de 2007. El colapso financiero desatado por la explosión de la burbuja especulativa de las hipotecas subprime desembocó en una crisis económica generalizada, a la que se ha dado en llamar la gran recesión, para indicar que no alcanzó los tamaños de caída en la actividad económica que caracterizaron a la gran depresión de 1929 y que durante los primeros años de la década de los treinta del siglo XX continuó. A pesar de que la crisis no tomó esas dimensiones devastadoras, se viven tiempos de estancamiento productivo, dislocaciones financieras altamente complejas, extendido desempleo en varios países -sobre todo para la juventud-, precios de las materias primas a la baja, comercio entre las naciones amenazado y deterioro en las condiciones de vida material de las grandes mayorías. Todo ello en un contexto de gran incertidumbre frente a los años por venir y de crecientes actitudes y movimientos nacionalistas excluyentes.

El régimen neoliberal desembocó en esta severa crisis económica -no anticipada por los expertos-, después de la cual las expresiones de recuperación han sido débiles e inciertas. Aún en escenarios de cierta recuperación, los resultados negativos acumulados no muestran señales de estarse modificando. Otra faceta del régimen neoliberal ha sido el surgimiento de desequilibrios comerciales importantes, cuyas consecuencias negativas para la producción y el empleo de los países deficitarios han dado pie al surgimiento de diferentes propuestas de carácter proteccionista.

En conjunto, durante los últimos años a partir de la gran recesión, el crecimiento económico mundial (excluyendo a China y a India) ha sido, en promedio y en términos reales, inferior, al ya de por si lento crecimiento que se registró en el mundo después del fin de la Edad de Oro del capitalismo. El desempleo en la actualidad sigue siendo muy alto y superior al que existía antes de la crisis de 2007-2008. La desigualdad en la distribución del ingreso persiste y en varios e importantes países ha aumentado. La inflación se reaviva en algunos países. El intercambio comercial comienza a verse con recelo y el precio de las materias primas ha caído.

Las tablas siguientes muestran la evolución del crecimiento económico, el empleo y la desigualdad distributiva.

Tabla 1 Tasa de crecimiento del producto interno bruto real (en porcentaje) 

País o región 2000 2004 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016
Estados Unidos 4.1 3.8 2.7 1.8 -0.3 -2.8 2.5 1.6 2.2 1.7 2.4 2.6 1.6
Reino Unido 3.7 2.5 2.5 2.6 -0.6 -4.3 1.9 1.5 1.3 1.9 3.1 2.2 1.8
Unión Europea 3.9 2.6 3.6 3.1 0.5 -4.4 2.2 1.7 -0.5 0.2 1.7 2.2 1.9
Japón 2.8 2.2 1.4 1.7 -1.1 -5.4 4.2 -0.12 1.5 2 0.3 1.2 0.1
China 8.5 10.11 12.7 14.2 9.7 9.4 10.6 9.5 7.9 7.8 7.3 6.9 6.7
América Latina y el Caribe 3.8 6.3 5.4 5.7 4 -1.7 5.8 4.4 2.8 2.8 1.3 -0.2 -0.7
México 5.3 4.3 4.9 3.2 1.4 -4.7 5.11 4.0 4.0 1.4 2.3 2.6 2.3
OCDE 4 3.2 3 2.5 0.2 -3.5 2.9 1.8 1.2 1.4 1.9 2.3 1.7
Mundo 4.4 4.5 4.3 4.3 1.8 -1.7 4.3 3.2 2.4 2.6 2.8 2.7 2.4

Fuente: estadísticas del Banco Mundial.

Tabla 2 Crecimiento anual del empleo (porcentaje) 

2001 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 (a)
Mundo 1.7 1.6 1.0 0.4 1.2 1.4 1.4 1.4
Países desarrollados y Unión Europea 0.9 1.5 0.6 -2.2 -0.2 0.4 0.5 0.4
Europa Central y Sudoriental 1.2 2.0 1.1 -1.3 1.4 1.8 1.1 0.2
Este Asiático 0.9 0.0 0.4 0.6 1.0 0.8 0.7
Sudeste Asiático y Pacífico 1.7 2.3 2.0 1.8 2.1 2.2 2.0 1.6
Sur Asiático 2.3 1.0 0.5 0.6 1.0 1.1 1.0 1.9
América Latina y el Caribe 2.6 2.3 2.6 0.7 2.4 2.2 2.3 1.8
Medio Oriente 4.6 4.3 2.3 3.7 3.1 3.8 3.1 2.8
Africa del Norte 3.3 3.6 2.9 2.0 2.4 0.6 1.9 2.0
Africa Subsahariana 3.0 3.0 2.9 2.8 2.9 3.0 3.1 3.1

(a) es estimado.

Fuente: Organización Internacional del Trabajo, Tendencias de empleo, octubre del 2013. Tomado de Ibarra, David, Mercados Abiertos y Pactos Sociales, Democracia arrinconada, Fondo de Cultura Económica, 2017.

Tabla 3 Coeficientes de Gini antes y después de impuestos en algunos países de la OCDE 

Mediados de la década de 1980 Mediados de la década del 2000
Antes de impuestos Después de impuestos Antes de impuestos Después de impuestos
Alemania 0.44 0.26 0.51 0.30
Austria 0.24 0.43 0.27
España 0.37 0.32
Estados Unidos 0.40 0.34 0.46 0.38
Francia 0.52 0.31 0.48 0.28
Inglaterra 0.44 0.33 0.46 0.34
Italia 0.42 0.31 0.56 0.35
Suecia 0.40 0.20 0.43 0.23
Japón 0.35 0.30 0.44 0.32

Datos de la OCDE (2010) Statistical Stracts.

Tomado de Ibarra, David, Mercados abiertos y pactos sociales, Democracia arrinconada, Fondo de Cultura Económica, 2017.

Tabla 4 Coeficientes de Gini en algunos países de América Latina (alrededor de 2011) 

Ingreso más pensiones y transferencias en efectivo Ingreso después de impuestos y contribuciones a la seguridad social
Argentina 0.484 0.469
Brasil 0.518 0.502
Chile 0.510 0.499
Colombia 0.531 0.520
México 0.484 0.460

Datos de OEPAL (2015), Panorama fiscal de América Latina y el Caribe, Santiago de Chile. Tomado de Ibarra, David, Mercados abiertos y pactos sociales, Democracia arrinconada, Fondo de Cultura Económica, 2017.

Durante décadas la globalización, que se ha pensado como un fenómeno imparable tanto en lo económico y, en parte, en lo político (i.e., la Unión Europea), fue generando “ganadores” (notablemente empresarios y profesionales altamente calificados en sectores que pueden competir internacionalmente, banqueros y financieros, ciudadanos cosmopolitas) con altas ganancias y beneficios. Y los “perdedores” (empresarios y profesionales en sectores tradicionalmente protegidos, trabajadores no calificados y ciudadanos que ven amenazada la identidad nacional) que ahora se desenvuelven padeciendo condiciones laborales precarias e inciertas, desempleo e informalidad y, en el mejor de los casos, con ingresos reales estancados o en descenso.

Lo anterior, en parte, explica el resurgimiento actual de un nacionalismo excluyente en los países de economía avanzada que tienen planteamientos comunes: nacionalismo económico, anti globalización, anti Unión Europea, hostilidad frente al establishment político y a la política. Además, crece la actitud de rechazo a los inmigrantes. Estos últimos son vistos como fuerza de trabajo no calificada que no sólo desplaza a los nacionales sino que, también, mantiene bajos los salarios -una especie de ejército de reserva- de los trabajadores en general. Cada vez más se cuestiona el reparto de los beneficios y de sus efectos entre una clase media y trabajadora que ve reducidas o siente peligrar las posiciones sociales y económicas alcanzadas. Para unos y para los otros tiene sentido recordar las primeras palabras del libro de Charles Dickens 1859:

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.

En su momento, la irrupción de la crisis encontró en algunos países respuestas en forma de medidas de política económica de orientación ajena al modelo neoliberal. Es decir, reaparecieron las intervenciones de orientación Keynesiana en la forma de aumentos en el gasto de gobierno y de impulsos monetarios. Incluso se dieron algunas nacionalizaciones importantes.

Pero posteriormente otra ha sido la respuesta. Así Alemania, Francia y Reino Unido al mismo tiempo que hacen ajustes a sus economías someten a varios países (Irlanda, Grecia, Italia, Chipre, Portugal, España y otros) de la Unión Europea a un fuerte ajuste fiscal que, entre otras cosas, ha provocado la caída de la actividad económica, el incremento en el desempleo y reducciones a varios de los servicios sociales asociados al Estado de Bienestar que durante décadas se había venido construyendo en ese continente.

En América Latina varios países (notablemente Argentina, Brasil y Chile) han cambiado de rumbo en lo que se refiere a su política económica y gobiernos de orientación neoliberal han desplazado a los que venían parcialmente promoviendo políticas keynesianas frente a la crisis que prevalece a partir de 2008. Otros, como en el caso de México, no han cambiado su política y continúan haciendo ajustes a la baja en el gasto público y en la actividad del Estado en la economía. Así el estancamiento de la actividad económica acompaña a los países que han adoptado políticas ortodoxas. La prosperidad, en cambio, se asocia a gobiernos que en el ámbito de la economía de mercado en realidad han sido activistas, intervencionistas como los de China, India, Corea del Sur, Taiwan, Singapur.

Las respuestas a las políticas han generado una gran polémica. Para muchos keynesianos, en donde se han aplicado, las medidas de impulso a la actividad económica, han sido atinadas pero insuficientes. En cambio, los economistas neoliberales, fieles a su concepción de mantener la disciplina fiscal y monetaria, y sin ceder ni un poco, las consideran desatinadas y encaminadas a agravar la situación. La oposición de los economistas convencionales en conjunto con las posturas de los políticos conservadores y los estratos económico-sociales a los que representan, sigue ejerciendo una gran influencia sobre las decisiones de política económica.

La crisis financiera y productiva que estalla en 2007-2008 y que aún en 2017 perdura, ha puesto una vez más en entredicho las supuestas ventajas de los paradigmas productivos y económicos predominantes: los del neoliberalismo. El predominio del mercado, el adelgazamiento del Estado, la reducción impuesta a las finanzas públicas, la apertura externa sin control que han predominado a partir de la crisis sólo se han traducido en mayor desigualdad y creciente pobreza al conjunto de países avanzados y en desarrollo. En Europa los casos de Grecia, Chipre, Portugal, Italia, España, Irlanda, entre otros, lo demuestran. En América Latina los casos de, por ejemplo, Argentina, Brasil, Chile y México así lo indican.

De continuar prevaleciente el régimen neoliberal, el relativo estancamiento económico continuará presente en las economías avanzadas y en buena parte del mundo en desarrollo, en lo que resta del decenio y, seguramente, a lo largo del próximo. La desconexión creciente entre el crecimiento y la ocupación estable, razonablemente remunerada y las condiciones laborables adecuadas junto con la también creciente desconexión entre la reactivación económica y comercio internacional, apuntan en esa dirección. Así lo muestran las proyecciones de crecimiento de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE):

Tabla 5 2018-2030
Tasa media de crecimiento anual (%)
Países miembros de la OCDE 2.32
Estados Unidos 2.43
Euro (15) 1.90
Japón 1.18
Alemania 1.00
México 2.91

(*)Tomado de Jorge Eduardo Navarrete, Entorno global e inserción Internacional, nota preparada para "Propuestas estratégicas para el Desarrollo 2019-2024," documento borrador para discusión del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo.

El régimen neoliberal encontró en el enfoque económico neoclásico una fundamentación amplia y versátil en la implementación y el desarrollo de su programa. Resultó ser claramente compatible con la ideología y la agenda política que motivó el proyecto. Aportó un esquema de pensamiento que, a partir de sus supuestos y marco conceptual, derivaba de su razonamiento resultados positivos en materia de desenvolvimiento económico en la medida en que la economía se organizara en los términos correspondientes a los principios y suposiciones de la teoría. Por sus formatos analíticos, la teoría adquirió la apariencia de un pensamiento complejo y riguroso, desarrollado por expertos que supuestamente se guiaban por procedimientos científicos semejantes a los de las ciencias duras, apartados de consideraciones ideológicas. Así se sembró la idea de que cualquier tendencia política debía respetar en lo esencial la única forma en la que los estudiosos -economistas neoclásicos- descubrían que funcionaba la economía.

Aunque el pensamiento ortodoxo data de tiempos anteriores (el marginalismo neoclásico y la escuela austriaca datan del último tercio del siglo XIX) y no implica que todos los que la comparten acepten el régimen neoliberal -notables ortodoxos disidentes son por ejemplo los laureados Paul Krugman y Joseph Stiglitz-, se le ha podido utilizar adecuadamente como soporte del programa neoliberal a partir de su referente fundamental, que es la solución teórica de la asignación eficiente de recursos en un sistema económico regido por las fuerzas del mercado libre. En el pensamiento neoclásico se encuentra un esquema teórico muy acabado, que conecta eficazmente con la ideología neoliberal y que permite, además, fundamentar los cambios estructurales y las políticas implantadas.

El manejo de la economía se concibió en muchas de sus facetas como una batería de asuntos técnicos en los que deberían quedar fuera las tentaciones de los políticos por intervenir para ganar adeptos. A partir de ello y como resultado de políticas académicas seguidas en las universidades y centros de investigación, la visión neoclásica, con sus variantes, se encumbró como la versión única del funcionamiento de la economía, relegando la presencia de enfoques alternativos de larga tradición y desentendiéndose de la noción de que la ciencia económica, como las demás ciencias sociales, se nutre de una pluralidad de enfoques.

Es a partir de ello que el pensamiento neoclásico se ha mantenido como casi único en los programas de estudio de las universidades imponiendo además las pautas metodológicas para dictaminar la investigación publicable en las revistas académicas. Como se anotó en la edición original de La revolución de los ricos, los enfoques alternativos de la ciencia económica fueron relegados y esto, en opinión de muchos autores de diferentes filiaciones políticas, ha sido perjudicial para la comprensión de los fenómenos económicos. El predominio del enfoque neoclásico quedó aparejado con el optimismo fuera de lugar que se dio desde la década de 1990. Se llegó a afirmar que con los avances de la ciencia económica (la neoclásica) el problema de las depresiones económicas estaba bajo control, o que gracias a estos avances es se había arribado al período de la gran moderación.1 El encumbramiento del enfoque neoclásico y la relegación de las corrientes alternativas no fue algo que se fundamentara en una supuesta superioridad científica para entender el funcionamiento de la economía. Al contrario, mucho se ha argumentado sobre su esterilidad al tratar algunos temas y su desdén por ocuparse de otros. En realidad el impulso ideológico y político del régimen neoliberal influyó en una medida muy importante sobre la organización y las prácticas que en la academia terminaron por consolidar este posicionamiento.

Como se ha señalado ya con insistencia, la ciencia económica convencional no se ocupó o francamente ignoró los problemas que se fueron incubando y que desembocaron en la crisis, cuya secuela aún se padece. De ahí el reclamo de que “no vieron venir el estallamiento de la crisis”.2 Esto contrasta con diferentes aportaciones de economistas de escuelas alternativas que si se ocuparon de dichas cuestiones, pero cuyas contribuciones fueron descalificadas o simplemente ignoradas. Tampoco el pensamiento neoclásico ha probado ser lúcido y por tanto eficaz en la prescripción de pautas para la superación de las secuelas de la crisis y la recuperación de caminos más firmes de crecimiento económico.

La crisis económica y su secuela han generado muchas reflexiones críticas sobre el estado de la ciencia económica y sobre la profesión de los economistas. Distintas publicaciones y autores se han ocupado del caso.3 Una de las consecuencias es que en diferentes frentes profesionales y académicos se ha asumido la necesidad de repensar la economía como disciplina científica y de reformular los programas de estudio de las universidades en esta materia. Ello desde luego se enfrenta con la posición dura de muchos espacios académicos de prestigio de no ceder al respecto.

Actualmente y como consecuencia de recurrentes expresiones de inconformidad con el estado alcanzado por la economía como disciplina científica, diversas organizaciones estudiantiles y centros de investigación se han involucrado en discusiones y propuestas para repensar el curso que debe seguir la ciencia económica y, a partir de ello, modificar los programas universitarios de formación de economistas.4 Esto no significa, sin embargo, que por el momento estén ocurriendo cambios fundamentales, ni que la preponderancia del pensamiento convencional se esté debilitando.

El régimen neoliberal, desde los inicios de su puesta en práctica y a lo largo de su consolidación, ha suscitado inconformidad y críticas. La configuración de sus efectos negativos fue señalada desde fechas tempranas y reiterada a medida que tales efectos se hacían más patentes. La respuesta frecuente a estos señalamientos fue que la consecución del mejoramiento económico tomaría tiempo, y de que en muchos casos el avance de las reformas y cambios necesarios encontraba resistencias que impedían avanzar con más celeridad. Faltaban etapas por cubrir.

Una vez acumulados y más extensamente percibidos los efectos negativos del régimen neoliberal y tras su desbordamiento con la gran crisis financiera, el descontento social alcanzó nuevos niveles que crearon un escenario propicio para que programas políticos diversos comenzaran a proponer dar marcha atrás en muchos de los arreglos institucionales y las políticas del ordenamiento neoliberal hasta ese momento establecidos.

Incluso, no hace mucho que varios investigadores, encabezados por Jonathan D. Ostry -subjefe del departamento de Investigación del Fondo Monetario Internacional-, señalaron que el Neoliberalismo se había sobreestimado y que las reformas neoliberales hacían más daño de lo que se pensaba. El movimiento de capitales a través de las fronteras sin ninguna restricción, que dentro del pensamiento neoliberal se considera que promueve el crecimiento económico; en realidad pueden llevar a la inestabilidad, a más frecuentes y severas crisis. Lo mismo sucede con los programas de austeridad que entrañan recortes sustanciales en el monto y nivel de endeudamiento. Las políticas de austeridad generan altos costos en materia de bienestar de la población y afectan negativamente la demanda y ello empeora el empleo y la desocupación. Finalmente sostienen que los programas de austeridad y el libre e irrestricto movimiento de capitales aumenta la desigualdad y que la desigualdad afecta negativamente el crecimiento económico.5

Pero frente a nuestra sorpresa y frente a la persistencia de la agenda neoliberal, se han vigorizado y extendido posiciones de nuevo talante radical-conservador que, en principio, también van en contra de dicho ordenamiento en algunas de sus propuestas y políticas más importantes. Por ejemplo, en contra del libre comercio y de la libertad de movimiento de los capitales, a los que se les atribuye, junto con la llegada de trabajadores migrantes, el deterioro en los niveles de vida de amplias franjas de las poblaciones nativas de los países altamente industrializados. En realidad contienen una agenda compleja y aparentemente contradictoria, que por un lado propone profundizar en algunos propósitos de la agenda neoliberal, como son las reducciones tributarias y regulatorias, pero que por el otro, impugna aspectos como los ya mencionados.

Es sobre la base de un amplio descontento social que, tanto interpretaciones de lo ocurrido, así como modificaciones ofrecidas al respecto por corrientes reconocidas como de derecha extrema -con todo lo que estas contienen-, han tenido una gran recepción en diferentes países. Recientemente han ganado en la competencia política, trátese de consultas vinculantes -brexit- o de elecciones en Estados Unidos (EU). En otros casos no han ganado, pero cuentan con grandes bases de simpatizantes y sus posibilidades se mantienen latentes en función de lo que ocurra en tiempos por venir (por ejemplo, Francia y el Frente Nacional, Holanda y el Partido de la Libertad, Alemania y el Partido Alternativa para Alemania, Italia y el Movimiento de las cinco estrellas y en varios países latinoamericanos del Cono Sur).

Desde la posición neoliberal, además de la defensa de la configuración económica lograda -tanto internacionalmente como dentro de los países-, se insiste en los avances y beneficios alcanzados, se continúan anticipando sus prometidos beneficios si las medidas que recomienda se profundizan y se previene sobre los grandes retrocesos que traerían los cambios propuestos por estos programas elaborados desde la derecha. Ciertamente los programas desde la extrema derecha tienen connotaciones políticas y sociales inaceptables. Y, desde luego, que cualquier desmantelamiento de redes y estructuras económicas establecidas durante el régimen neoliberal, sobre todo si es abrupto, tendrá consecuencias.

Pero el discurso neoliberal engloba dentro de sus advertencias a todo programa alternativo, sin distinguir entre sus orígenes y sus contenidos. Los considera, en todos los casos, como conducentes a retrocesos en forma de esquemas económicos que, se afirma, han probado ser inadecuados e insostenibles. En todos los casos los califica de populistas en la medida en que -según se argumenta-, no se fundamentan en bases económicas viables.

Populismo es actualmente un término multicitado, controvertido, de caracterización compleja por sus diversas dimensiones políticas, económicas y sociales. Es utilizado frecuentemente como amenaza y preámbulo de transformaciones sociales negativas. En su acepción económica se le caracteriza como un manejo inviable de la economía, fundamentado en medidas que temporalmente pueden satisfacer a grandes franjas de la población, incluidas en especial las que reclaman mayores agravios o rezagos. Pero tales medidas, se argumenta, no sólo prometen más de lo que el sistema económico puede lograr de manera sostenida, sino que minan el potencial mismo del crecimiento económico al debilitar el sistema de estímulos a emprendedores que ofrece el funcionamiento del libre mercado, competitivo y lo menos regulado posible.

De esta manera, mediante el abuso y la generalización del uso del concepto de populismo se bloquea la discusión seria y formal de pautas alternativas de conducción del crecimiento económico, distintas de las de extrema derecha.

El nacionalismo excluyente y ciertas restricciones al libre intercambio entre las naciones han sido propuestos para finalmente salir de la crisis que ya lleva cerca de diez años. En la reunión de Bratislava en septiembre de 2016, 27 jefes de Estado y de gobierno lo advierten y las propuestas del presidente de Estados Unidos Donald Trump se orientan en ese camino. En las elecciones francesas, austriacas y holandesas; los partidos perdedores que reunieron muchos votos, hablaron de la necesidad de controlar la migración y el comercio. Pero todo ello sin cuestionar a fondo el proyecto neoliberal.

Sin bien el planteamiento neoliberal, en principio no admite restricciones al comercio exterior ciertos controles son compatibles con ese pensamiento. Y así se sigue actuando. Pero si se persiste en más de lo mismo, se tendrán los mismos resultados: esperar otra cosa no tiene sentido.

Se está ante la necesidad de definir una nueva agenda para el desarrollo en su acepción más extensa. Una que combine, y lo haga simultáneamente, el crecimiento con la justicia social y contemple lo desafíos económicos, políticos, sociales y ambientales. Durante la llamada edad de oro el capitalismo cumplió y probó su eficacia. Hay que recuperar el Estado de Bienestar, sin menoscabo de las muchas cuestiones específicas que la propia evolución de la sociedad y su demografía le plantean a cada país. Hoy el Estado social es imprescindible para recuperar las dinámicas económicas, cuidar la cohesión social y evitar que el pluralismo democrático sea sofocado por el autoritarismo y las tendencias regresivas.

En México, como en otros países, el régimen neoliberal, sus políticas y sus resultados han sido objeto de un análisis crítico, y diferentes centros de pensamiento ha promovido la discusión de pautas alternativas de desarrollo económico.

Desde 2009 y hasta la fecha, en la Universidad Nacional Autónoma de México el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo -auspiciado inicialmente por el rector José Narro y ahora por el rector Enrique Graue- ha promovido y publicado diversos documentos6 orientados al debate y la reflexión sobre la política económica y social que México requiere con urgencia para desde ahí, empezar a construir un nuevo rumbo para la evolución política del país. El reto central para México es recuperar una tasa de crecimiento alta -y sustentable en términos ambientales- acompañada de una mejor distribución del ingreso -de las personas y de las regiones-. Otros grupos también han venido trabajando en este sentido. Por ejemplo, la Fundación para la Democracia-Alternativa7 y Debate A.C. es uno de ellos.

En primer lugar, hoy en México lo que se tiene que hacer es llevar a cabo una profunda reforma en materia de finanzas públicas. Sólo así, en un plazo razonable, se podrá atender a toda la población con los servicios y los bienes para que disfruten de una vida digna, libre de los riesgos fundamentales de la vida: el hambre, la ignorancia, la insalubridad y la miseria. De la misma manera sólo así se podrá impulsar la inversión pública, tan desatendida como necesaria para la recuperación del crecimiento.

La reforma debe abordar cuestiones relacionadas con el gasto público, los ingresos públicos y la deuda pública. Todo ello dentro el federalismo mexicano, para fortalecerlo. Se tiene que gastar más y mejor. Y financiar el mayor gasto de manera adecuada.

México es uno de los países dentro de la OCDE y de América Latina que, en relación a su población, menos gasta en materia social y, en relación a su extensión, menos gasta en materia de infraestructura. El gasto por persona en salud, seguridad social y educación es muy reducido y no siempre bien ejecutado. Lo mismo sucede con el que se lleva a cabo en infraestructura básica -uso y aprovechamiento del agua, energéticos, comunicaciones y transportes-. Del gasto actual hay que eliminar desperdicios y francamente gastos inútiles. También hacer más eficiente el gasto que se lleva a cabo. Pero también aumentarlo ya, y no como muchos señalan, esperar a que se gaste bien. Por el contrario, hay que gastar más ya. Por el lado de los ingresos, México es el país de la OCDE y de América Latina que menor presión fiscal tiene. Lo que se recauda por la vía de los tributos, sin incluir los recientes impuestos al consumo de la gasolina, es apenas de alrededor de 11% del PIB. Para atender de manera satisfactoria y reducir rezagos en materia social y de infraestructura por lo menos hay que multiplicar por tres la presión fiscal. Llegar y lo más pronto posible a 33% del PIB. En el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo, de la UNAM, en varias publicaciones se han hecho varias propuestas al respecto.

Lo que se tiene que hacer en el proceso presupuestal es definir qué es lo que se quiere, para después ver de dónde se sacan los recursos. El financiamiento hay que buscarlo por todas partes. Mejorar la eficiencia del gasto, eliminar ciertos gastos no necesarios, aumentar los impuestos, incrementar la deuda y acceder a otras fuentes de financiamiento.

No se puede olvidar que en la Constitución se define a la democracia “no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.”

Bibliografía

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Dickens, Charles (1859), Historia de dos ciudades, Editorial Londres, Chapman & Hail. [ Links ]

Ibarra, David, Mercados Abiertos y Pactos Sociales, Democracia Arrinconada, Fondo de Cultura Económica, 2017. [ Links ]

Institute for New Economic Thinking, Post-Crash Economics Society, International Student Initiative for Pluralism in Economics, World Economics Association, Cambridge Society for Economic Pluralism. [ Links ]

Joe Earle, Cahal Moran y Zacha Ward Perkins, The Econocracy, The Perils of leaving Economics to the Experts, Manchester University Press, 2017. [ Links ]

Johnatan D. Ostry, Prakasu Loungani y Davide Furcieri, todos ellos investigadores del FMI, Oversold, en Finance and Development, Washington, D. C., junio 2016. [ Links ]

OCDE (2010) Statistical Stracts. [ Links ]

Organización Internacional del Trabajo, Tendencias de empleo, octubre del 2013. [ Links ]

1Joe Earle, Cahal Moran y Zacha Ward Perkins, The Econocracy, The Perils of leaving Economics to the Experts, Manchester University Press, 2017. Los autores citan a Robert Lucas, premio nobel de Economía y figura, de primer orden en el desarrollo de la macroeconomía convencional contemporánea, escribiendo en 2003 en la American Economic Review que el problema central de la macroeconomía, “el de la prevención de las depresiones, está resuelto”. También citan a Ben Bernake, último presidente del Sistema de la Reserva Federal, congratulándose en un discurso pronunciado en 2002 en el National Economics Club, de que la ciencia económica (convencional) había permitido arribar a la Gran Moderación.

2A este respecto se ha hecho costumbre referirse al multicitado episodio en el que la Reina Isabel II del Reino Unido, en ocasión de la inauguración de un nuevo edificio de la London School of Economics and Political Science en noviembre del 2008 preguntó al profesorado ahí presente que, siendo la crisis financiera algo tan terrible, por qué nadie la anticipó.

3La literatura es abundante. Ha aparecido tanto en libros académicos como en revistas especializadas y en la prensa. Diferentes trabajos están referidos en Earle, et al., The Econocracy (obra citada).

4Desde el movimiento pionero de los estudiantes franceses en el año 2000, seguido por señalamientos y reclamos en otras instituciones universitarias, se han conformado diversas organizaciones que impulsan la tarea de “repensar la ciencia económica”. Se pueden citar, solo por mencionar algunas, las siguientes: Institute for New Economic Thinking, Post-Crash Economics Society, International Student Initiative for Pluralism in Economics, World Economics Association, Cambridge Society for Economic Pluralism.

5Johnatan D. Ostry, Prakasu Loungani y Davide Furcieri, todos ellos investigadores del FMI, Oversold, en Finance and Development, Washington, D. C., junio 2016.

6Todos los documentos pueden ser consultados en la página http://www.nuevocursodedesarrollo.unam.mx/documentos.html

7Que preside el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.

Recibido: 09 de Enero de 2018; Aprobado: 13 de Abril de 2018

Carlos Alejandro Tello Macías

Es Profesor Emérito en la UNAM, Facultad de Economía, y profesor-investigador titular "C", de tiempo completo y tutor de maestría y doctorado del Posgrado en Economía de la UNAM. Con más de 40 años de docencia en la UNAM, 20 de ellos como titular "C" de tiempo completo. Director de muchas tesis de doctorado, maestría y licenciatura. Profesor Emérito de la UNAM, Facultad de Economía, diciembre 2016. Fue Premio Universidad Nacional en Ciencias Económico - Administrativas, UNAM, 2011 y miembro, invitado por el rector, del grupo Nuevo Curso de Desarrollo, en la UNAM. Titular de la Cátedra Extraordinaria Bernardo Quintana Arrioja de la Asociación de Ex alumnos de la Facultad de Economía de la UNAM, A.C. (2001-2004). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel III. Miembro de la Junta Directiva de la Universidad Autónoma Metropolitana (1984-1987). Doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad Autónoma Metropolitana, 2014. Miembro fundador de la Academia Mexicana de Economía Política. Estudios: Licenciatura en Georgetown University, Washington D.C., maestría en Columbia University, Nueva York y estudios de doctorado en Cambridge University, Inglaterra.

Jorge Ibarra Consejo

Profesor de carrera de la Facultad de Economía de la UNAM, Egresado de la propia Facultad en sus programas de licenciatura y maestría. Docente en el área de teoría económica y Economía Pública. Autor de diferentes publicaciones y textos de la materia que imparte. Destacan los libros Análisis Macroeconómico, y en coautoría con Carlos Tello, La revolución de los ricos; asimismo ha escrito varios artículos en revistas arbitradas. Anteriormente fue profesor y coordinador en el programa de maestría en Docencia económica de la Unidad Académica de Ciclos Profesionales y de Posgrado del Colegio de Ciencias y Humanidades.

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