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Economía UNAM

versión impresa ISSN 1665-952X

Economía UNAM vol.7 no.20 Ciudad de México may./ago. 2010

 

Artículos

 

El empleo en el 2009: breve recuento de daños

 

Employment in 2009: A Brief Review of the Damage

 

Saúl Escobar Toledo

 

Dirección de Estudios Históricos, INAH. Correo electrónico: <saulescoba@gmail.com>

 

Resumen

La crisis mundial le pegó a México, como a muchas naciones, principalmente en el empleo. Sin embargo, no basta señalar la cantidad de empleos perdidos. Es necesario conocer un poco más de cerca las tendencias que se han presentado en el mercado de trabajo en el último año (2009). Este breve trabajo destaca varios fenómenos: el impacto entre los géneros ha sido diferenciado. En síntesis, se despidieron a más hombres que mujeres pero éstas últimas han tenido que aceptar empleos formales y ocupaciones informales en los niveles salariales y en condiciones más desventajosas. También advierte que la calidad del empleo se deterioró pues aumentó (respecto al total) el número de trabajadores con contratos eventuales y sin contrato, en relación a los trabajadores de planta o con contrato indefinido. El escrito también subraya el impacto del desempleo por nivel de escolaridad y señala que la crisis agravó este fenómeno, sobre todo, en los trabajadores con mayor nivel de escolaridad. Finalmente se observa el impacto del desempleo por edades y se constata que si bien hay un problema estructural consistente en que la mayoría de los desempleados son jóvenes, con la crisis se encontró que los más jóvenes (14 a 19 años) se vieron menos afectados, lo cual no necesariamente es un buen síntoma, como se explica en el trabajo.

 

Abstract

The world crisis has hit Mexico, like many other countries, mainly in terms of employment. However, it is not enough to just talk about the number of jobs lost; what is needed is a greater understanding of the trends in the job market in the last year (2009). This brief article underlines several phenomena: the impact was different according to gender; in short, more men than women were laid off. However, on the other hand, women had to take jobs in both the formal and informal sectors at lower wages and with worse working conditions. Also, in general, conditions of employment worsened because the number of workers with temporary jobs or no contract at all increased vis-à-vis the total number of workers. The author also underlines the impact of unemployment by educational level, hitting more educated workers harder. Finally, he looks at unemployment by age group, noting that while there is clearly a structural problem in that most unemployed are young people, the youngest workers (from 14 to 19 years of age) were less affected by the crisis. As the article explains, however, this is not necessarily good news.

 

JEL Classification: J21, J23,J30

 

La caída del empleo en el 2009 debe analizarse un poco más de cerca para observar su impacto en algunos sectores de la sociedad. Ello es importante para entender su evolución y el tipo de problema con el que nos enfrentamos. Lo que debería llevar a diseñar las políticas públicas adecuadas para resolver estos problemas.

1) La crisis no está pegando por igual a hombres y mujeres. El número de trabajadores ocupados (que no necesariamente empleados con un patrón) aumentó mucho más lentamente que el de mujeres ocupadas. Al mismo tiempo el número de trabajadores desempleados aumentó mucho más rápidamente que el de trabajadoras desempleadas. Resultado: ahora están ocupados 38% de mujeres y 62% de hombres, frente a 37.2 y 62.8% que había un año atrás. Esto quiere decir que la crisis del empleo está afectando más a los hombres que a las mujeres y que una proporción mayor de mujeres están siendo obligadas a conseguir una ocupación remunerada ante la desocupación de los varones. La feminización de la ocupación motivada por la crisis, no es una buena noticia porque como veremos, junto con esta tendencia se advierte una precarización mayor del empleo, es decir, una pérdida de calidad de las ocupaciones remuneradas.

2) Así, como se aprecia en el cuadro 2, el número de trabajadores por cuenta propia aumentó más en el caso de las mujeres que en el caso de los hombres. Esta es una señal clara de que las mujeres ocupadas aumentaron pero muchas de ellas, más de la mitad, lo hicieron en trabajos por cuenta propia, lo que en la situación de México quiere decir en su inmensa mayoría, en ocupaciones informales o de muy baja calidad. También aumentó más el número de trabajadoras asalariadas que el de trabajadores asalariados confirmando el impacto diferenciado entre los géneros. Parece que en situación de crisis los empleadores prefieren despedir más hombres que mujeres y contratar más mujeres que hombres.

3) La ocupación y el empleo asalariado decrecieron sensiblemente en el sector secundario y aumentaron en gran proporción en el sector terciario. Otra vez el impacto entre los género fue claramente diferenciado: en el sector industrial el número de hombres que perdieron su empleo casi triplicó al de las mujeres. En cambio, el número de trabajadoras ocupadas en el sector terciario más que duplicó al de los hombres. Este último dato es preocupante porque las ocupaciones en el sector terciario están asociados a la informalidad de muy baja productividad y de bajas remuneraciones.

4) Junto con una mayor tercerización del empleo y la ocupación, se observó un deterioro en los ingresos de los trabajadores pues hubo una reducción de empleos subordinados en los puestos mejor pagados (más de 5 salarios mínimo) y en los medios (2 a 3 salarios mínimos). En cambio, aumentaron los puestos de trabajo de un salario mínimo y de dos salarios mínimo. Es decir, despidieron a los trabajadores de los puestos mejor pagados para recontratar a algunos, en puestos peor pagados. Hay un claro deterioro de la calidad de los empleos. Véase también, otra vez, el impacto diferenciado entre los géneros: el número de trabajadores mejor pagados despedidos superó más de tres veces a las mujeres con puestos de mayor salario. Pero en cambio aumentaron más las mujeres empleadas con un salario mínimo que los hombres en esa posición salarial.

5) El cuadro 5 confirma en primer el problema estructura de la desigualdad entre los géneros: en el 2008 el porcentaje de hombres que ganan más de 5 salarios mínimos (respecto del total de trabajadores masculinos empleados) era de casi 14% pero el de las mujeres es de apenas 9%; por su parte, el porcentaje de mujeres que ganaba un salario mínimo (respecto del total de féminas empleadas), en ese mismo año, era de 16% frente a 9% de los hombres. No hay duda: las mujeres (más que los hombres) tienen los empleos peor remunerados. Pero con la crisis esta tendencia se agrava: ahora más 18% de las mujeres tienen que aceptar un empleo de un salario mínimo y además el porcentaje de trabajadoras mejor pagadas también se reduce. Es decir, que al aumentar el desempleo, aumentan también los puestos peor pagados y estos son ocupados, cada vez más, por mujeres.

6) Un signo adicional del deterioro de la calidad del empleo se observa en el aumento del número de trabajadores con contrato temporal y sin contrato, mientras que disminuye el número de trabajadores de base o por tiempo indefinido. Suena casi lógico que ante la crisis los empleadores opten más que antes por contratos a tiempo parcial o por contrataciones verbales. Pero ello, sin duda, es una muestra más del deterioro en la calidad del empleo. No sólo hay menos empleos, sino que además, los pocos que hay son más precarios, contratados en peores condiciones.

7) Así el porcentaje de trabajadores temporales aumentó medio punto, lo mismo que los trabajadores sin contrato escrito, por lo que el de trabajadores de base se redujo casi un punto porcentual.

8) En el cuadro 8 se observa otra vez que el problema descrito antes pega más a las mujeres que los hombres. Ello se distingue claramente en el caso de los trabajadores y trabajadoras sin contrato escrito. El porcentaje de trabajadoras sin contrato escrito pasó de 42.35 a 43.67%, mientras que en el caso de los hombres se redujo de 48.49 a 48.2% Ello podría mostrar que si bien el desempleo le pegó más a los hombres que las mujeres, éstas aceptaron en mayor proporción un empleo sin contrato escrito. O sea que, crisis, feminización y deterioro de la calidad del empleo van claramente asociados.

9) Otros datos relevantes se muestra en los cuadros 9 y 10. La mayoría de los trabajadores subocupados y desocupados son personas que tienen mayor nivel de escolaridad. Y este fenómeno se agrava con la crisis. En el primer caso, 51.7% del total de los trabajadores subocupados contaba con secundaria completa y educación medio superior y superior en 2008. Esta cifra aumentó a 54.2% en 2009. En el caso de los desocupados es más notorio: 70.4% en 2008 y 71.43% en 2009. Hay aquí un daño estructural: una mejor educación no asegura encontrar un empleo estable, pareciera incluso lo contrario: la mejor manera de encontrar un empleo es no haber terminado la primaria. Y aunque lo anterior puede no ser completamente exacto, pues los trabajadores de menor educación prefieren estar subocupados o trabajar por su cuenta, mientras que los de más alta escolaridad prefieren esperar hasta encontrar un puesto de trabajo asalariado y con remuneraciones (y prestaciones) más altas. Pero ello no contradice un asunto muy grave: que un porcentaje muy importante de desocupados (más de la tercera parte) tienen educación superior y media superior, lo que quiere decir que este tipo de personas se ven orillados cada vez más a renunciar a un trabajo compatible con su nivel (y especialidad) educativa para dedicarse a una ocupación con menos ingresos y de peor calidad, en la que seguramente sus conocimientos son pobremente aplicados.

10) Finalmente, los cuadros 11 y 12, nos muestran otra realidad muy preocupante: el caso de los jóvenes. De un lado el problema estructural: 57% de los desempleados eran jóvenes (de 14 a 29 años) en el 2008. Esta cifra reflejaría una problemática social muy aguda si a esta proyección agravamos la falta de oportunidades en los centros de estudio. De hecho, el que sean encuestados como desempleados seguramente muestra, en la mayoría de los casos, que tampoco están estudiando. Que un gran número de jóvenes ni estudien ni trabajen ayudaría a explicar otros fenómenos: la migración a Estados Unidos; la delincuencia; pero sobre todo, un problema de productividad y desarrollo de nuestra economía. Pero con la crisis, estas tendencias estructurales varían un poco: al aumentar el desempleo, disminuye la proporción de jóvenes (de 14 a 19 años) que están en esta condición; aumenta ligeramente el siguiente grupo; disminuye también un poco el de los trabajadores entre 30 y 39 años de edad; y aumentan los grupos de mayor edad. Esto último es explicable pues, como se ha dicho en muchas ocasiones, los empleadores despiden en mayor medida a los trabajadores más viejos. En cambio, en el caso de los trabajadores más jóvenes el fenómeno se explicaría de otra manera: por un lado a que éstos prefieren, más que otros grupos, encontrar una ocupación remunerada, sea cual sea, principalmente en la informalidad, cayendo en la clasificación de trabajadores por su cuenta. Y en segundo lugar, que la crisis está llevando a algunos empleadores a contratar fuerza de trabajo muy joven para sustituir a otros no tan jóvenes. Ello, sin embargo, si se asocia a los fenómenos descritos más arriba, no necesariamente quieren decir buenas noticias. Por el contrario, mostraría que estos trabajadores muy jóvenes son contratados con salarios más bajos, en condiciones de contratación más desfavorables y por tanto en empleos de peor calidad.

 

Información sobre el autor

Saúl Alfonso Escobar Toledo. Es licenciado en economía por la Facultad de Economía de la UNAM, ha impartido clases en diversas instituciones educativas: Facultad de Economía de la UNAM; Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM; Universidad Autónoma de Chapingo; Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco; Escuela Nacional de Antropología e Historia. Actualmente, Profesor-Investigador de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

En dicha institución imparte el Diplomado de historia de México en el siglo XX y forma parte del seminario sobre la transición en México. Entre sus publicaciones más recientes destacan: Los trabajadores en el siglo XX. Sindicatos, Estado y sociedad en México (1907-2002), UNAM, 2006; Las batallas en el desierto: los trabajadores mexicanos 1980-2000, en prensa. Colección "Claves de la historia del siglo XX", INAH. Participó en el trabajo colectivo: México ante la crisis: hacia un nuevo curso de desarrollo (varios autores), UNAM, 2009. Ha ocupado también diversos cargos públicos: Diputado Federal en la LVI Legislatura, Secretario de la Comisión de Hacienda (1994-97); y Subsecretario de Trabajo y Previsión Social del Gobierno del Distrito Federal (1997-2000).

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