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Economía UNAM

versão impressa ISSN 1665-952X

Economía UNAM vol.5 no.14 Ciudad de México Mai./Ago. 2008

 

Entrevista

 

Corrientes subterráneas en el pensamiento latinoamericano Entrevista a Pablo Levín

 

Angel de la Vega Navarro

 

Profesor de la División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía, UNAM. «adelaveg@servidor.unam.mx»

 

En la historia del pensamiento económico latinoamericano se encuentran nombres célebres: Celso Furtado, Raúl Prebisch y muchos más. A todos ellos los reunía, más allá de sus diferencias teóricas, ideológicas y políticas una preocupación por el desarrollo de América Latina. Dieron muchas batallas, sobre todo en organismos internacionales, con gran mérito ya que lo hicieron dentro de un marco acotado y restringido por ideologías e intereses dominantes. Sus trabajos han tenido secuelas, por ejemplo en Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), y sus publicaciones son referencias básicas en centros de estudio y de investigación, sobre todo en donde la teoría del desarrollo mantiene un lugar. Algunas de sus aportaciones alcanzaron rango de teorías -la de la dependencia es un ejemplo paradigmático- sin que llegaran a consolidarse, a pesar de las pretensiones de sus representantes. Algunos de ellos mantuvieron posiciones críticas unidas a una militancia de tipo socialdemócrata o socialista; otros participaron en experiencias gubernamentales que han buscado, al mismo tiempo que transitar a la democracia, romper ortodoxias para abrir caminos nuevos a las políticas públicas, sobre todo en Brasil, Argentina y Chile.

Queda por hacer una historia intelectual de prácticas teóricas, intelectuales, políticas que no han alcanzado la visibilidad de las anteriores y que muchas veces se han desarrollado como corrientes subterráneas, ya sea en sus propios países o en el exilio y la persecución. La "universidad de las catacumbas", llama Pablo Levín a esa diáspora particular. Su presencia se hace evidente cuando aparecen movimientos sociales y políticos de corte radical y, en algunos casos, su participación se hace imprescindible para la interpretación crítica y la orientación de esos movimientos. Este parece ser el caso argentino; de ahí la importancia de conocer el pensamiento del profesor Pablo Levín (Buenos Aires, 1935), profesor titular de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, director del Centro de Estudios para la Planificación del Desarrollo de esa universidad y autor de varias publicaciones, algunas de las cuales se señalan al final de esta entrevista. Debe advertirse, sin embargo, que el tema central de esas publicaciones, así como el foco de esta entrevista, es la economía política de las transformaciones estructurales en el capitalismo contemporáneo, lo cual hace que su interés trascienda el caso propiamente argentino.

El texto que se presenta a continuación es una versión resumida de la entrevista realizada entre el 17 y el 19 de noviembre de 2006, en ocasión de la visita a México del Profesor Levín durante la cual llevó a cabo varias actividades académicas en instituciones como El Colegio de México y la UNAM. La versión completa puede ser leida en el sitio de la Red Eurolatinoamericana Celso Furtado (http://www.redcelsofurtado.edu.mx/). La versión resumida fue hecha por el entrevistador en comunicación con Pablo Levín, pero obviamente la responsabilidad es totalmente del primero.

 

Un autodidacta que pasó por la universidad, una institución contradictoria de la sociedad moderna

Angel de la Vega Navarro (AVN): podríamos empezar por algunos datos acerca de tu formación y trayectoria académica.

Pablo Levín (PL): he sido un autodidacta que frecuentó la universidad, sin entregarse a la estructura académica formal. Me cuento entre los cultores de "la universidad de las catacumbas" en la cual hice mi formación y en donde se ha desarrollado gran parte de mi trayectoria. Se trata de una universidad informal que unas veces está más adentro y otras más afuera de la universidad formal, pero es inseparable de ésta.

La Universidad, que nació con el capitalismo y lo ha acompañado en todas sus etapas, lleva en sus entrañas una contradicción inmanente, entre su misión y las condiciones en que debe cumplirla. En efecto, su misión es producir saber universal, conceptualmente integrado y en permanente transformación. Debe también comunicar ese saber y, a la vez, recrear en las nuevas camadas de investigadores y docentes la capacidad de continuarlo. Las condiciones que debe cumplir son recíprocamente excluyentes: debe liberarse de toda ideología y a la vez debe someterse a la ideología del capital. Debe ser independiente y servil, incorruptible y corrupta. Debe estar subsumida en el proceso de reproducción del capital y ser ciencia. Esta contradicción es inherente a la universidad en tanto institución de la sociedad moderna.

En las épocas de progreso y en los centros mundiales más avanzados la contradicción se atenúa y parece desvanecerse. En las épocas y las zonas más retrógradas, la universidad se desdobla: en un polo queda la fachada muerta, la formalidad académica, la universidad de la ortodoxia. Mancillada, perseguida, la vida del espíritu huye de la universidad oficial y construye, en el otro polo, la "universidad de las catacumbas", separada de la institución formal.

Sea a la luz del día, sea en las catacumbas, ¿qué es la universidad? Es la reunión de intelectuales libres, investigadores, estudiantes, docentes. Es el diálogo universal entre aquéllos dispuestos a jugarlo todo sobre la que siempre será la última carta: la del poder emancipatorio y liberador de la filosofía y la ciencia, conjugadas, recíprocamente mediadas. En algunos de nuestros países hemos tenido que hacernos autodidactas en las épocas de represión militar y hoy la pauperización de la universidad (espiritual, intelectual, y material) nos obliga a serlo todavía.

AVN: ¿cómo llegaste a la economía? En tu curriculum vitae, en el rubro "profesión" pones economista, eres doctor en estudios del desarrollo y obtuviste el premio nacional de economía de Argentina.

PL: una de las primeras obras que leí en la temprana adolescencia fue Sandino, General de hombres libres, de Gregorio Selzer. Ese libro fue para mí una conexión directa con la magia potentísima del mundo real. Cuando empecé a estudiar de manera sistemática, aunque principalmente autodidáctica, tuve la suerte de integrarme al grupo dirigido por el marxista independiente Silvio Frondizi. En cuanto a mis estudios universitarios, mi primera orientación fue hacia las ciencias naturales y la medicina. Poco a poco me fui ocupando de mi formación económica, procurando al mismo tiempo adquirir una cultura amplia en el campo de las ciencias naturales y sociales. Me convencí de la necesidad de una nueva síntesis y de que a la ciencia económica le toca un papel privilegiado. Encuentro importante, por ejemplo, reconocer en la vida económica un comportamiento social de seres vivos en un medio específico y exclusivamente humano: la historia.

Antes de egresar de la licenciatura de economía política pude iniciarme en la carrera profesional, en planificación regional. A la vez comencé la carrera docente en la cátedra del doctor Julio Olivera, quien a la sazón dictaba una materia fundamental: dinero, crédito y bancos. Luego me dediqué, hasta hoy, al estudio y a la enseñanza de la historia del pensamiento económico, una fuente de riquezas inagotables. Paralelamente a mis primeros pasos en la carrera docente integré un grupo de estudio sobre El Capital. Todos estudiábamos, trabajábamos ya como economistas y comenzábamos a enseñar. Sin perder el hilo de nuestro propio plan de autoformación, buscábamos tomar contacto con verdaderos profesores, de distintas materias y orientaciones. Nuestra pequeña bandada de pichones buscaba algo que los etólogos llaman imprinting: los pájaros jóvenes deben oír siquiera una vez a un congénere adulto para aprender el canto de la especie.

Oímos ese canto de maestros como Sergio Bagú, Julio Olivera, el mismo Silvio Frondizi. Otros se ponían momentáneamente a nuestro alcance cuando asistían a congresos en Buenos Aires o permanecían algún tiempo como profesores visitantes. Tuvimos, por ejemplo un diálogo con Paul Sweezy y Leo Huberman, cuyo significado y alcance se me fue develando con los años. Pienso que Sweezy representó lo mejor del marxismo del siglo XX; pero padecía también de la regresión ricardiana que gravitó desastrosamente en esa corriente. Nuestras preguntas a Sweezy se centraron en los pasajes de El Capital dedicados a la "forma del valor". Para nuestra sorpresa y desazón, Sweezy nos manifestó con noble sinceridad, y a la vez con ingenuidad pasmosa, que el tema de la forma del valor (que clara y explícitamente Marx pone en el centro y en la base de su contribución teórica) le resultaba ajeno, dando a entender a la vez que no lo consideraba demasiado importante.

Ese episodio me marcó. Retrospectivamente, creo que ya entonces tenía algún barrunto sobre la relevancia de esa cuestión teórica que contiene la clave para comprender el mundo contemporáneo y fundamentar una estrategia de transformación social. Hoy está en el centro de mi trabajo.

 

Primeras experiencias profesionales como planificador regional y primeros contactos con el "pensamiento económico latinoamericano"

Hice mis primeras armas como planificador regional en un organismo público. Ese trabajo me permitió viajar mucho, recorrer el territorio continental argentino, mantener contacto con organismos técnicos estatales, nacionales y provinciales, y con cientos de empresas de todo tipo. Hacia fines de 1974, horrorizado por el asesinato de Silvio Frondizi, advertí que había llegado la hora del exilio. Viví 10 años en Venezuela donde en un ambiente humano acogedor y estimulante proseguí mis estudios teóricos y mi carrera profesional. Mi libro El capital tecnológico es una adaptación de la Tesis Doctoral que presenté en la Universidad Central de Venezuela en 1994. Muchas de sus ideas surgieron recorriendo Argentina y Venezuela, visitando empresas industriales y establecimientos rurales, platicando con empresarios, con ingenieros y otros profesionales y visitando talleres, plantas industriales, establecimientos rurales.

En el pensamiento económico latinoamericano, sobre todo el de la primera CEPAL, encontré motivaciones fértiles, principalmente porque varios de sus autores más representativos insisten en la distinción entre crecimiento y desarrollo. Creo, sin embargo, que no comprenden ni saben explicar este concepto ni, por cierto, llegan a formularlo rigurosamente: carecen de la teoría relevante.

En los maestros latinoamericanos encuentro un pensamiento teórico incipiente, unido a percepciones históricas, geográficas, sociológicas, políticas. Esos autores logran una yuxtaposición sincrética, vívida y estimulante de diversas doctrinas. En su visión del mundo destaca el contraste entre desarrollo y subdesarrollo. Sus categorías son metafóricas, descriptivas, a-conceptuales, o pre-conceptuales. Por ejemplo, "centro" versus "periferia", sector moderno, industrias "de punta", en contraposición a sectores "tradicionales", etcétera. Reflexionan sobre el desarrollo, sus obstáculos y condiciones, sus etapas, las políticas necesarias para promoverlo y lograr la integración; estudian las relaciones de Latinoamérica con el resto del mundo. Pero no logran determinar el cuadro histórico concreto del desarrollo capitalista; se les escapa la dialéctica misma que ellos señalan entre desarrollo y subdesarrollo; la lucha de clases queda envuelta en nebulosas. La etiología de la escisión entre desarrollo y subdesarrollo, está fuera del alcance de la teoría latinoamericana del desarrollo, pero ¿acaso sabe explicarla la doctrina económica del mainstream? Los escritos latinoamericanos no la explican, pero tienen siempre presente su impacto en nuestros países. Por eso encontré y sigo encontrando en esos trabajos una fuente de inspiración y, sobre todo, preguntas que trato de responder. En ese sentido creo que mi trabajo tiene raíces (y también, espero, follaje y frutos) en el pensamiento latinoamericano.

 

Hacia un marxismo crítico, "retomista" y no doctrinario. La teoría de la diferenciación del capital

AVN: te sitúas dentro de una corriente que podemos llamar marxista. ¿Podrías precisar un poco más tu trayectoria y ubicación dentro de esa corriente?

PL: creo que mi posición podría calificarse de "retomista". Marx comprendió desde joven la necesidad histórica de la crítica de la economía política. En su obra de madurez descubrió en las teorías de las formas del valor y del plusvalor la clave para esa crítica y alcanzó logros importantes. Pero es necesario distinguir sus aportaciones dentro del horizonte ricardiano y los breves pero importantísimos tramos de su obra en los que se eleva por encima de ese horizonte y abre una dimensión teórica nueva. Entre estos tramos están los dedicados a la teoría de la forma (mercantil) del valor y, aunque aparecen de un modo más difuso y menos desarrollado, los que bosquejan la teoría de la forma del plusvalor.

En esas dos teorías se centra todo mi trabajo. Al hacerlo, desemboco en una crítica de la teoría de la forma de valor en su formulación marxiana. Encuentro que el texto original no es enteramente acorde con las propias pautas de su autor. En ese sentido mi crítica es interna y transformativa de la obra de Marx; es decir, retomista. Ciertamente, en aspectos significativos, mi versión difiere de la que se encuentra en el texto clásico. Si por ortodoxia se entiende la fidelidad al propósito del autor mi versión es más ortodoxa que las que asumen ese término en el sentido de apego a la letra. No hace justicia a Marx la idea de una ortodoxia doctrinaria. Su teoría es científica, ergo, irrenunciable y rigurosamente crítica. Su apropiación real exige, por ende, que se adopte con su obra la actitud que él mismo tomó con la de sus antecesores, como por ejemplo con Ricardo.

Mediante su crítica Marx vio extenderse frente a él un nuevo horizonte, pero no llegó a derivar las consecuencias necesarias, teóricas y políticas, de ese descubrimiento. Supo que allí debe encontrarse el fundamento científico del socialismo, que buscó durante tres décadas, pero no llega a exponer la teoría de la diferenciación del capital. Yo encontré que esta ley se deriva necesariamente de los conceptos enseñados por Marx, y explica lo que él quiso explicar: las transformaciones de la sociedad capitalista, que brotan necesariamente del desarrollo del capital. Esos cambios comenzaban a manifestarse en la segunda mitad del siglo XIX, y luego transformarían radicalmente la estructura del sistema mundial capitalista.

Estaba sólo a un paso de comprender que la tecnología habría de ser el principio de diferenciación intrínseca del capital industrial; pero no llegó a dar ese paso. Su obra brinda un cuadro vívido de la centralidad de las innovaciones tecnológicas de base científica en el proceso de industrialización capitalista; nombra y describe fenómenos en los que se manifiesta la diferenciación del capital, pero no distingue entre la diferenciación extrínseca y la diferenciación intrínseca del capital industrial; no explica la configuración de subsistemas de acumulación ni por consiguiente su significación en la formación y la perspectiva del proletariado. Tampoco prevé la transformación que ocurriría en el sistema capitalista como consecuencia de la diferenciación tecnológica del capital industrial; ni, por último, discute el impacto de la diferenciación del capital en la formación de una nueva estructura de la sociedad capitalista mundial.

No ignoraba, ni mucho menos, las manifestaciones de la diferenciación extrínseca del capital: el sistema colonialista de expoliación y despojo sobre el cual se levantaba la civilización moderna occidental. Pero su obra inacabada permanece en el concepto todavía abstracto de capital no diferenciado, que da pábulo a la ilusión del progreso capitalista que tiende a igualar el grado de progreso de las sociedades y las economías nacionales. "El país industrialmente más desarrollado no hace sino mostrar al menos desarrollado la imagen de su propio futuro". La historia del siglo XX es contundente en la refutación de este aserto, el cual es expresión de una obra teórica original inconclusa.

Unas décadas después de la muerte de Marx, sus discípulos rusos debieron extraer consecuencias estratégicas del atraso de Rusia, pero no supieron explicar las leyes económicas de ese atraso. Poco podía servirles para todo ello la teoría del capital no diferenciado. Según el punto de vista todavía abstracto de esa teoría, el propio progreso del sistema debería eliminar tarde o temprano el "atraso" manifestado en los países donde a la sazón el capitalismo no se había "desarrollado" aún en plenitud.

Un siglo más tarde, todavía está pendiente la tarea de proseguir la obra teórica de Marx. Se trataba, en suma, mediante la ciencia, de determinar concretamente el punto en el que el desarrollo capitalista debía a la vez encontrar su límite inmanente y crear las condiciones en que la clase trabajadora construiría una nueva civilización sobre las ruinas del capitalismo agotado. ¿Coincidirían los dos procesos? ¿Prepararía el capital a la clase obrera, educándola para reemplazarla cuando su potencial de progreso civilizatorio se agotara? Por mi parte, creo haber mostrado que como consecuencia de la diferenciación tecnológica del capital industrial se presenta hoy un nuevo escenario que obliga a replantear la estrategia socialista.

 

Aportaciones y secuelas de El Capital Tecnológico: una reinterpretación de la teoría del desarrollo

AVN: mucho de lo que acabas de decir remite a tu libro El capital tecnológico.1 Su título hace pensar que se trata de un estudio sobre un capital en particular, pero también de El Capital referido al siglo XXI, de El Capital en la era del capital tecnológico.

PL: si, de eso se trata. Tanto ese propósito, como la pretensión de haberlo alcanzado, se anuncian en el libro con una nota de cautela. La teoría misma de la diferenciación del capital y la génesis de los subsistemas de acumulación, en suma la teoría de El Capital Tecnológico, están puestas a manera de hipótesis de carácter exploratorio. Desde la publicación del libro he logrado nuevos avances para contribuir a la tarea mayúscula de nuestra época: elaborar la teoría actualizada de El Capital.

AVN: ¿te permiten tus contribuciones, todo en el Capital Tecnológico, reinterpretar la teoría del desarrollo o del subdesarrollo dentro de una nueva matriz conceptual?

PL: sí; entiendo que es eso: una reinterpretación de la teoría del desarrollo, una exposición de la dialéctica entre el desarrollo y el subdesarrollo capitalistas. Dentro, como tú dices, de una nueva matriz teórica: el concepto de la diferenciación del capital en su marco histórico. Distingo entre el proceso de diferenciación extrínseca del capital (que se despliega en toda la historia moderna del capital y del capitalismo) y la diferenciación tecnológica del capital industrial (propio de la era del capital tecnológico). El desarrollo capitalista conlleva una transformación irreversible de las estructuras del proceso de reproducción: su principio inmanente es el de diferenciación tecnológica del capital industrial.

Como señalé anteriormente, Marx no llegó a exponer la teoría de la diferenciación del capital. Esto le impidió explicar que el "atraso" de Rusia a fines del siglo XIX no se debía al insuficiente desarrollo del sistema capitalista mundial sino, precisamente, a sus leyes mismas de desarrollo; le impidió comprender que el sistema capitalista tal como luce desde el punto de observación escogido por él en Londres o Manchester no había alcanzado su forma final, su madurez, sino que atravesaba una etapa todavía temprana de la era industrial: cuando la industria conformaba sólo una rama del proceso de reproducción. Hoy, a la vez que el capital industrial se ha escindido en capital potenciado y capital simple, abarca (subsume) el proceso de producción como un todo.

La teoría de la diferenciación (intrínseca) del capital es la prolongación, la continuación necesaria de la teoría del capital no diferenciado. Es, en efecto: una nueva teoría del desarrollo. Nos brinda una representación en la que el movimiento del sistema capitalista mundial, su cuadro estratégico de conjunto, se torna inteligible. Apenas hace falta decir que la teoría no nos exime de los estudios históricos propiamente dichos, de períodos circunscritos, de países particulares.

 

La teoría y el análisis de la situación y perspectivas de América Latina

AVN: tomando en cuenta la advertencia anterior, ¿qué nos dice la teoría sobre la situación y las perspectivas de América Latina?

PL: por más de dos siglos Latinoamérica ha permanecido en estado embrionario, fragmentada, sin contornos institucionales que prefiguren un Estado nacional o, por ejemplo, una federación. Las burguesías respectivas declamaron a veces el latinoamericanismo, pero fueron incapaces de emprender seriamente un proyecto conjunto. Por separado, llevaron a cabo sendos procesos de industrialización confusos y tardíos en el período comprendido entre el último cuarto del siglo XIX y la Guerra Fría. A la sazón, la lista de las potencias industriales se cerraba rápida e irreversiblemente, y se dirimía el orden de prelación jerárquica dentro del cerrado club imperialista.

En los escalones más bajos de la pirámide jerárquica internacional, para consolidar sus respectivas hegemonías sociales internas, las burguesías industriales de "nuestros" malogrados estados nacionales ensayaron "peligrosas" alianzas populistas locales. Cada vez que prometieron políticas de desarrollo económico y social, recibieron un apoyo popular enorme. Pero no habrían de ir muy lejos: ante el peligro de activar políticamente a la clase obrera, los dirigentes burgueses retrocedieron espantados y propiciaron o toleraron gobiernos dictatoriales que reprimieron brutalmente. Comprendieron rápidamente que, si se atrevían a convocar en su ayuda al genio gigantón, debían destapar la botella que lo aprisionaba. Prefirieron desarmar la endeble utilería institucional de sus sistemas políticos formales: al hacerlo renunciaron para siempre a su papel histórico de liderar el progreso social.

La ciencia económica oficialmente reconocida carece de la teoría relevante para dilucidar las mudanzas de la estructura social, a saber, las leyes de transformación del capitalismo. Es incapaz, por ende, de comprender la necesidad y la naturaleza del cambio histórico presente. El estado de la teoría socialista no ha sido mejor. En las primeras décadas subsiguientes a la muerte de Marx, sus discípulos rusos debieron comprobar que la teoría entregada por el maestro explicaba la naturaleza históricamente específica del capitalismo pero todavía de un modo abstracto, puesto que no explicaba el "atraso" de Rusia, de India, etcétera; como consecuencia necesaria del desarrollo capitalista. La formulación del problema quedó plasmada en el célebre título de la obra de Lenin: El desarrollo del capitalismo en Rusia. La obra discute las consecuencias políticas y estratégicas de la diferenciación del capital, pero no indaga en la teoría misma del capital para investigar su causa y naturaleza.

Por su parte, la teoría del imperialismo capitalista, que luego se convertiría en doctrina oficial del marxismo en el siglo XX, toma buena nota del hecho de la diferenciación del capital. La pone en el centro de su atención, y en la base de sus estrategias políticas, pero no descubre la génesis de esa forma, ni por consiguiente la necesidad y naturaleza concreta de las transformaciones del sistema. La clave estaba, y está, en la obra de madurez de Marx. Hoy podemos encontrarla y desarrollarla, porque el desarrollo histórico está terminando de poner al desnudo todas las contradicciones internas del capital. La teoría de la diferenciación del capital formula las leyes de transformación del sistema, nos ayuda a componer el cuadro de conjunto de la historia presente, a explicar las transformaciones del sistema capitalista y a comprender las nuevas condiciones y perspectivas de la lucha de clases.

Volvamos a la ideología latinoamericana. A diferencia de los militantes rusos y alemanes del novecientos, los fundadores de la doctrina económica latinoamericana no eran ni revolucionarios ni (todos) discípulos de Marx. Pero para ellos, en los años treinta, el carácter estructural de la desigualdad de los países en la época del capitalismo industrial es la realidad del capitalismo. Ya a comienzos del siglo pasado se había cuestionado e incluso desvanecido la ilusión de un "derrame" universal del progreso, que tendiera espontáneamente a equilibrar los niveles de desarrollo en el mundo, mitigando primero y eliminando luego el "atraso" de algunos países en el sistema capitalista mundial.

 

La necesidad de una revisión teórica para la comprensión de América Latina: las exigencias al economista contemporáneo

AVN: de todo lo anterior resulta con claridad que para comprender la situación y las perspectivas de América Latina es necesario revisar la teoría y la economía política que hemos heredado.

PL: sin duda, la comprobación concluyente y definitiva de que el capitalismo conlleva la desigualdad estructural, no sólo entre clases sociales sino también entre países, no basta para que el sistema mismo se vuelva inteligible. Porque la teoría comúnmente aceptada ignora el concepto de diferenciación intrínseca del capital, avala y corrobora la ilusión del esperado "derrame" del progreso capitalista. Ni siquiera los partidarios del mal llamado "neoliberalismo" predicen ingenuamente una nivelación espontánea y natural de la igualdad. Para que la nivelación ocurra y favorezca a las naciones atrasadas, éstas deben abstenerse, sostienen ellos, de interferir con las disposiciones de los inversores internacionales. Para asegurar que el "derrame" se cumpla, deben implementar políticas fiscales astringentes, poner el control de sus bancos centrales a merced de las potencias extranjeras interesadas, complacer a los lobbies de "inversores", "abrir" unilateralmente sus mercados internos a competidores poderosos sin pretender que ellos abran los suyos; acomodar sus normativas y arreglos institucionales a las preferencias de los inversores internacionales, privatizar sus empresas públicas, abandonar las políticas de desarrollo.

El estado de atraso, pobreza y postración de la teoría socialista es un signo mayor de la época presente. Es una paradoja absurda que el mainstream sea más consecuente, más sólido en su base teórica; que las teorías que sin superar críticamente la economía política abstracta se presenten como "alternativas". Los colegas progresistas detectan con rapidez hasta el más mínimo dejo de implicaciones "neoliberales". Las rechazan, las denuncian; pero no comprenden teóricamente la naturaleza y la evolución histórica del sistema, ni por consiguiente sus límites o las condiciones de su eliminación. Permanecen encerrados en la teoría recibida, reconocen en el capitalismo un sistema de explotación universal, de desigualdad social anacrónica, de injusticia sin límites, de desesperanza, brutalidad y muerte. Pero: o se atienen a la teoría económica y entonces cultivan proyectos de reforma inconducentes, o se dejan cooptar e ingresan en la carrera servil.

Todo economista contemporáneo enfrenta rigurosas exigencias para estar a la altura de su época; pero la prueba es particularmente severa para los latinoamericanos. Vemos la desigualdad internacional desde abajo y de cerca. Las estructuras del "atraso" son el medio en que nos desenvolvemos en nuestra vida social cotidiana. Esta evidencia nos ayuda a comprender el mundo, nos hace sentir con más urgencia la necesidad del progreso social universal. Pero conspira contra esa ventaja el recuerdo idealizado de los éxitos efímeros que tuvieron algunos de nuestros países bajo la dirección de burguesías locales con fuerte apoyo popular. El apoyo de la clase obrera explica su éxito inicial, su fuerza para desarrollar reformas, pero también su deserción e instigación a los crímenes de usurpación y dictadura cuando el pueblo que creyó en sus promesas de prosperidad para todos, y apoyó sus amagos anticolonialistas y antiimperialistas, puso sus propios reclamos y sus propias condiciones. Cuando esos reclamos desbordan las barreras de contención, entonces el poder de los especimenes locales de la clase capitalista se desprende de la forma democrática. Pero no siempre esto es posible. Entonces deben resignarse a auspiciar, o tolerar el menor de los males, a saber, el populismo. La figura adecuada suele aparecer en el momento oportuno y se abre el interludio populista, que despilfarra las energías populares y las esperanzas revolucionarias, a las que sin embargo debe hacer algunas concesiones, mientras prepara el terreno para la restauración del orden.

 

Las causas del agotamiento del desarrollo industrial "autónomo" de Latinoamérica

Hoy en nuestros países la opinión popular aprendió a desconfiar de ciertas recetas de política económica que tacha de "neoliberales". Pero esa lucidez deja un flanco vulnerable, ya que implícitamente reivindica, idealizándolas, las políticas pretéritas de la industrialización no diferenciada. Se acepta sin crítica que aquellas políticas de sustitución de importaciones estaban dando buenos frutos, y los darían mejores, cuando fueron aviesamente malogradas. La lista de los culpables comprende a políticos corruptos y oportunistas, a militares sediciosos instigados por el imperialismo, a gobiernos traidores y entreguistas. También son culpables, la "mala calidad de las instituciones", el descrédito de los partidos políticos, etcétera. Los hechos señalados son evidentes, incontrovertibles. Pero, ¿son acaso la causa o la consecuencia del agotamiento de las políticas de desarrollo económico y bienestar social? Y, si fueran consecuencia más que causa del agotamiento de esas políticas, entonces, más allá de circunstancias fortuitas o contingentes de este o aquel país, ¿a qué se debió el agotamiento del desarrollo industrial "autónomo" de Latinoamérica?

Durante las primeras dos terceras partes del siglo pasado, el peculiar desarrollo industrial autónomo (idealizado en el "modelo latinoamericano") transformó rápida y profundamente la estructura social y la vida política de la Región. Por algún tiempo pareció que abría el camino del progreso sobre bases firmes. Pero en los años de posguerra se puso en evidencia que esas bases no estaban ahí. La proliferación de regímenes militares desnudó la fragilidad del acuerdo de clases entre la burguesía local y el proletariado. Pronto "el modelo" colapsó, para dar lugar a un escenario de pesadilla. Una porción inmensa de la magnífica clase de trabajadores industriales nacida de ese proceso quedó reducida a una masa de desocupados. A no ser por la ideología, y, correlativamente, por el atraso de la teoría, hubiera sido evidente en los primeros años de la Segunda Posguerra y primeros de la Guerra Fría, que en estos países la tarea histórica de dirigir el desarrollo social se volvía desproporcionadamente superior a las fuerzas y a la voluntad de los escuálidos destacamentos locales de la clase capitalista, las efímeras burguesías nacionales. Ya entonces éstas se aprestaban a desertar del puesto de mando y a cederlo a los estratos dominantes de la clase capitalista internacional.

Debemos indagar más en profundidad, en los procesos internos del desarrollo capitalista, preguntarse por qué la burguesía no pudo seguir al frente del proceso, dándole nuevo impulso. El "modelo latinoamericano" minó sus propios fundamentos al desenvolverse al margen del proceso inmanente del capital que transformaba rápida, irreversible y profundamente el sistema mundial. La sociedad se había acomodado con éxito a la situación de aislamiento relativo de la región en la época de las grandes guerras mundiales y los comienzos de la guerra fría. Eso la dejó en desventaja cuando nuevas circunstancias pusieron fin al aislamiento y los subsistemas de reproducción económica locales debieron insertarse en las nuevas estructuras mundiales de dominación económica.

En efecto, desde los primeros años de la posguerra, el proceso mundial de diferenciación tecnológica del capitalismo configura subsistemas internacionales de acumulación del capital que subsumen o marginan cada vez más rápidamente a las burguesías nacionales. La soberanía de los estados nacionales de menor jerarquía se desvanece: el poder es ejercido por los estados de mayor jerarquía y, en última instancia, reside en las empresas transnacionales de capital potenciado. En los países subjerárquicos, antes que en los de mayor rango, las instituciones políticas colapsan, los partidos políticos se desacreditan. Una vez que los experimentos populistas malbarataron sus oportunidades y sus recursos, y cuando ya la vida política fue suficientemente disciplinada por el terrorismo dictatorial, entonces los rituales de la democracia formal se restablecen porque no ponen en peligro el orden de privilegios. La violencia social recrudece, pero en un ámbito circunscrito, sin comprometer la paz social, sin perturbar la vida política, para que los gobiernos muestren al mundo la plena vigencia de las libertades públicas. Los pobres pueden ejercer el derecho a peticionar ante las autoridades públicas (de paso, convalidándolas). Paradójicamente, el secreto de este período de democracia formal no reside en la vitalidad de la vida política sino, por el contrario, en su mediocridad sin precedentes, y en la falta de estrategia propia de los movimientos populares.

Los subsistemas locales de acumulación del capital sobrevivían precariamente en los años setenta. Donde la adaptación a las circunstancias agotadas había sido más exitosa, donde más había avanzado, por ende, la conformación de subsistemas de capital industrial no diferenciado, el derrumbe fue más catastrófico, y sus consecuencias sociales más calamitosas. Acaso esto no resulte tan evidente en México, porque la extinción de las industrias de capital no diferenciado queda en parte enmascarado por la temprana instalación de "maquilas" o plataformas de exportación.

 

Las ilusiones de un desarrollo capitalista autónomo en América Latina

Lo cierto es que durante tres cuartas partes del siglo XX el proceso mundial pareció dar pábulo a la ilusión de un desarrollo capitalista autónomo, y que, de hecho, algunos países ya lo tenían en su agenda inmediata. La clave estaría en la industria, y dentro de ella en las industrias básicas (siderurgia, energía, bienes de capital, industrias navales, infraestructura ferrovial). "Sustitución de importaciones", planificación del desarrollo, ordenamiento territorial, nacionalización de industrias "estratégicas", jugarían un papel decisivo en este proceso esencialmente pacífico y civil de liberación nacional. Así como el Tercer Estado supo romper las cadenas del Absolutismo, el Tercer Mundo rompería las cadenas del imperialismo y se elevaría al primer plano para ocupar el lugar que le correspondía en el mundo capitalista moderno.

Eran ilusiones, al parecer sólidamente corroboradas por la experiencia. Durante las guerras mundiales, prolongadas en la Guerra Fría, la industrialización avanzó vigorosamente y dejó un sello en la fisonomía geográfica y en la cultura popular. Cuando yo era joven era raro encontrar en Argentina un objeto que no fuera de fabricación nacional: el subsistema nacional era un microcosmo capitalista en el que se cubría aparentemente todo el espectro sectorial. Pero esa adaptación exitosa a una coyuntura histórica que cambió rápidamente, resultó ruinosa. La imposición extorsiva de políticas de ajuste y apertura con endeudamiento indiscriminado, junto con las privatizaciones de los años noventa, sólo le pegaron a un perro muerto. Las industrias habían desaparecido, así como los barrios industriales con fábricas espléndidas en las que había vida obrera con tradiciones importantes. Ahora son depósitos, lofts, supermercados, o galpones abandonados invadidos por una multitud harapienta que busca refugio de una situación de exclusión social.

AVN: ¿cómo es que la situación se bloqueó y se degradó de esa manera? Eso no ha sucedido en otros países que han podido reinsertarse de otra manera en el mundo.

PL: la comparación entre el "modelo" de industrialización latinoamericano, y el que podríamos llamar "asiático", suele ser motivo de confusión. Pero la confusión desaparece si tenemos en cuenta que el desarrollo del sistema consiste esencialmente en un proceso de diferenciación intrínseca del capital. Los dos "modelos" corresponden a fases históricas distintas de ese proceso. El "modelo latinoamericano" corresponde al período durante el cual la diferenciación tecnológica del capital industrial no ha impactado todavía en la configuración de los subsistemas de reproducción a escala internacional. El "modelo asiático" anuncia el comienzo del período caracterizado por la inter-nacionalización de los subsistemas de acumulación de capital tecnológicamente diferenciado. Si nos figuramos estos subsistemas como pirámides, el capital potenciado en la cúspide y el capital reducido en la base, esta última se desarrolla vertiginosamente en países que antes formaban el "tercer mundo".

La deformación ideológica los presenta como "modelos" entre los cuales los gobiernos pueden optar. Puesto que la historia indicaría que el primero se malogró y el segundo luce exitoso y prometedor, la lección sería no reincidir con el primero, que sólo puede llevar al desastre, y adoptar sabiamente el segundo. Tal es el mensaje propugnado por las doctrinas económicas del mainstream que racionalizan la retórica de extorsión mediante la cual fueron impuestas las políticas de apertura y ajuste estructural. La reacción popular instintiva contra esa arrogancia grosera reivindica las políticas nacionalistas y populistas. Pero, ¿puede obviarse el hecho de que las burguesías nacionales que dirigían esas políticas ya eran, su sus mejores momentos, un anacronismo? De hecho, nunca dieron una batalla seria por el desarrollo. Al contrario, desertaron vergonzantemente, a cambio de una porción en la orgía de estafas financieras gigantescas en contra de sus propios países, y fueron cómplices del desmantelamiento del Estado.

 

El sistema capitalista mundial, los subsistemas de acumulación y la planificación

AVN: hablamos usualmente desde la perspectiva de cada uno de nuestros países y esto es válido, ya que existen aún realidades que le dan sustento; pero ¿cuál es ahora el ámbito de observación más relevante en la actualidad?

PL: el ámbito de referencia obligado para nosotros, el objeto de la ciencia económica moderna, es el sistema capitalista mundial, considerado como un todo dinámico e histórico. Pero ese objeto no se presta a la observación directa. El ámbito de observación debe ser una parte significativa de ese todo: el subsistema de acumulación. La economía política abstracta (y, en general, la doctrina del mainstream) ignora las leyes de la configuración de subsistemas. Se representa el todo como un conjunto interactivo de entidades cuasi-monádicas. Su estructura y su dinámica se infieren del comportamiento individual de dos tipos de agentes económicos, empresas y familias, que entablan la peculiar relación mercantil. Una versión más "realista" de la teoría abstracta pone en escena un tercer agente del proceso económico, el gobierno. Nuestra línea de trabajo reconoce esa teoría abstracta como una primera etapa en el desarrollo conceptual, pero no se detiene en ella. Sus conceptos, que van más allá de lo recibido, comprenden, entre otros, dos correlativos: la diferenciación del capital y la configuración de subsistemas. Entre las empresas de capital y el sistema productivo como un todo se interpone un ámbito intermedio, el subsistema de acumulación. La teoría reconoce lo que está a la vista de todos: las empresas de capital conforman un orden estrictamente jerárquico. La totalidad del sistema no es ya una globalidad indiferenciada, sino una estructura compuesta con subestructuras.

Esta versión más concreta de la teoría económica pone la planificación en el centro. El agente de la planificación no es ni única ni principalmente el gobierno, ni es éste un ente extrínseco que corrige y orienta el movimiento económico mediante regímenes de regulación e instrumentos de política, en aras del bien común y el bienestar general. Por su parte, las empresas de capital no se limitan a planificar "hacia adentro", a concebir y ejecutar cursos de acción en que deciden directamente sólo sobre aquellos recursos que controlan directa y efectivamente. El mercado sigue siendo el único nexo social de carácter general y universal, en el sistema mundial como un todo, pero no es el único que entablan entre sí las empresas de capital. Éstas se vinculan unas con otras entablando relaciones directas de acumulación. Al hacerlo, conforman subsistemas jerárquicos de capital en los que unas empresas planifican a otras empresas, y gobiernan a su propio favor las condiciones de acumulación del capital de las empresas planificadas.

Cada época histórica del capital tiene sus subsistemas de acumulación característicos. El desarrollo capitalista en el presente está presidido por el proceso de diferenciación tecnológica del capital industrial. Las empresas de capital potenciado conjugan dos capacidades exclusivas, por las que ganan y conservan su poder preeminente. Una es la capacidad de llevar a cabo la innovación técnica. La otra es la capacidad de configurar y reconfigurar los subsistemas de acumulación sobre los que estas empresas ejercen su dominio. Los subsistemas de acumulación son su ámbito de planificación específico. De ese ámbito de donde, conforme a su concepto toda desigualdad y toda imposición, debieron ser desterradas; es decir, de las entrañas mismas de la sociedad civil, brota un poder que es a la vez económico, social y político. Un poder colosal, políticamente irresponsable, inapelable, supremo, que cobra objetividad inmediata en el control discrecional que ejercen unas empresas sobre otras, y subordina al Estado. Es el poder del capital potenciado. No se aviene a la forma, ni al contenido, ni al espíritu del sistema de la democracia representativa. Corrompe irreversiblemente, porque no puede tolerar otra soberanía que la suya, la forma moderna del Estado capitalista, pero conserva sus formalidades, mientras contribuyan a mantener la paz social. El Estado capitalista, que siempre fue un instrumento del interés particular sobre la voluntad común y el interés general, pierde la figura por la cual encarnaba, pese a todo, la forma del altruismo, del interés supremo de la sociedad, y, en definitiva, de la Justicia y de la Ley. Hoy la economía política abstracta, la economía política anacrónicamente detenida en la teoría del capital no diferenciado, participa de la degradación del Estado moderno: así como éste fue corrompido por el capital potenciado, aquélla fue degradada a pura ideología.

La mentalidad común en nuestros países, encerrada en las nociones de la economía vulgar, procura comprender este escenario. Pero, carente de la clave teórica necesaria, se debate perpleja ante paradojas incomprensibles. ¿Porqué fracasan países evidentemente aptos, naciones dotadas de buenos recursos culturales y naturales, que en el pasado, hasta apenas unas décadas, parecían tener un buen desempeño? ¿Porqué otros países, fuera de la región, despertados más recientemente a la vida moderna, parecen encaminarse hoy en un sendero de prosperidad?

 

¿Porqué países fuera de la región han tomado un sendero de prosperidad?

AVN: esos países han sido capaces de definir nuevas estrategias en el ámbito internacional, pero también reformas internas para llevarlas a cabo. ¿Qué ha pasado en nuestros países?

PL: lo cierto es que nuestros países están atrasados en su desarrollo, pero también en su subdesarrollo. Por eso, cuando se les imparte la sabiduría "de la feliz inserción en el mundo", y se les dice, por ejemplo: "adoptad el modelo ganador, el taiwanés, surcoreano, hindú", ello equivale a que se les diga: ¡Ocupad vuestro lugar subordinado en los escalones intermedios o bajos de la jerarquía internacional! ¡También vosotros podéis ser subdesarrollados exitosos! Se necesita, es verdad, cierta dosis de "políticas sociales", para contener el descontento y asegurar la "gobernabilidad", reformas adecuadas en los regímenes regulatorios, instituciones y normas legales, para brindar "seguridad jurídica" a los inversionistas y para regatear con ellos y con sus representantes. Los países que no compiten por escalones elevados en la jerarquía internacional del capitalismo potenciado, deben competir entre sí por escalones intermedios; el secreto de su "éxito" reside en someterse a las imposiciones de las grandes potencias.

Nuestra gente no está suficientemente precavida contra la ilusión de una nueva etapa de progreso conducida por las burguesías nacionales, ya extintas, o irremisiblemente degradadas. Para liberarse de esa ilusión funesta, le falta todavía una buena estrategia propia. Nuestro pueblo pasa por grandes penurias y padecimientos, pero la más decisiva de sus necesidades insatisfechas es la intelectual, la teórica, la científica.

 

Experiencias y propuestas de planificación y de gestión de empresas

AVN: aquí es donde podemos hablar de tus ideas, experiencias y propuestas específicas de planificación y de gestión de empresas industriales en el actual contexto argentino.

PL: debemos tener presente que la sociedad ha sido profundamente transformada. El poder que surge de la sociedad civil sobre la propia sociedad civil, para el cual la mediación del Estado es de carácter práctico pero no esencial, extiende la planificación económica más allá de los dos nichos en los que la reconoce la economía política abstracta: más allá del ámbito privado (portón adentro, actividad de mando del patrón que personifica el capital), y más allá del ámbito público (fronteras adentro, potestad del Estado "soberano", y función subsidiaria suya, de apoyo y protección a la empresa privada, en su territorio circunscrito). En el sistema de reproducción del capitalismo diferenciado la competencia capitalista no ha desaparecido, ni mucho menos. Los representantes del capital están consagrados a la misma finalidad suprema (maximizar sus tasas temporales de ganancia), y se dedican a alcanzarla con la misma devoción implacable. Pero la misma competencia capitalista está subsumida ahora por el duelo de poder directo, que se dirime en los subsistemas de capital. En ellos, empresas entablan entre sí relaciones directas de acumulación, en las que unas empresas controlan y gobiernan a su favor las condiciones de acumulación del capital de otras empresas. Es un duelo de dominación, donde la cuestión en juego es cuáles empresas planifican a otras, y cuáles deben desenvolverse en el subsistema planificado por una empresa dominante. En efecto, la competencia no ha desaparecido, ni se ha atemperado; pero su resultado no es una tendencia hacia la igualación de las tasas de ganancia. Ocurre lo contrario: en virtud del proceso de diferenciación del capital y correlativamente con la diferenciación, las empresas de capital y las tasas de ganancia de distintos tipos de empresa se diferencian de un modo progresivo e irreversible. Las empresas que planifican el ámbito en el que se desempeñan otras empresas reproducen incesantemente las condiciones por las cuales obtienen tasas de ganancia extraordinarias y la mayor parte de las otras empresas sólo logra tasas de ganancia por debajo del promedio. La comprobación de que algunas empresas tienen poder directo sobre otras contradice la noción de que las relación entre las empresas es de carácter mercantil (relación cuya premisa es la igualdad y la libre voluntad de las partes, etcétera) y también la noción según la cual esa relación se desenvuelve en la sociedad civil, contrapuesta a la sociedad política.

En mis trabajos he procurado explicar cómo y porqué, a partir de cierta etapa en el desarrollo del capitalismo industrial, se inicia y se acentúa el proceso de diferenciación intrínseca del capital, y cómo en el siglo XX este proceso transforma radicalmente la sociedad mundial capitalista. Quisiera ahora señalar en términos generales, algunas consecuencias políticas de esta transformación. La principal es que podemos atisbar lo que probablemente será un complejo período de transición.

Durante ese período los trabajadores actuarán en los ámbitos de planificación determinados por las mismas estructuras del capital diferenciado. En las empresas de capital diferenciado, primero, y, consecutivamente, en los subsistemas de capital gobernados por las grandes empresas de capital potenciado, para comenzar a disputarle a éstas el poder de planificación. ¿Cómo? Mediante ejercicios de planificación "en la sombra", desde abajo, en un comienzo sólo de "simulación". Los trabajadores aprenderán así, progresivamente, a apropiarse de sus propias capacidades productivas, preparándose de este modo para gobernarse y formar, sobre los fundamentos culturales puestos históricamente por el capitalismo, una nueva civilización. La revolución política será la culminación de este proceso.

La conciencia de clase es connatural a la condición de la clase trabajadora en general, y más especialmente, del proletariado en particular. Pero incluso en el proletariado propiamente dicho esa conciencia primaria es abstracta y, en ese estado de obnubilación, del que sólo puede salir mediante un esfuerzo conceptual, constituye un componente de la ideología capitalista. La dominación más eficaz requiere del consentimiento de los dominados, la explotación más eficiente debe valerse de la voluntad de los explotados, la ideología alcanza su máxima efectividad cuando contiene una contra-ideología inefectiva.

Una tarea urgente en nuestra época es recuperar críticamente la rica cultura socialista universal. La sombría perspectiva de catástrofes sociales y sociales-naturales en los que ya desemboca el capitalismo pone una nota dramática a la urgencia de esa tarea. Pero también hay estímulos positivos. En los últimos años, en algunos de nuestros países, particularmente en Argentina, la cultura socialista se ha visto enriquecida con el aporte de nuevas experiencias de autogestión obrera. Hemos podido avizorar las posibilidades, pero también las dificultades, que debe enfrentar la gestión popular de los recursos económicos. Estamos convencidos de que el control obrero de la producción en un marco capitalista y en una época transicional no se va a dar predominantemente a través de cooperativas de trabajo sino a través de los obreros con patrones que constituyen la gigantesca mayoría. Los pocos casos de gestión obrera de algunas empresas industriales pueden ser, han sido ya, escuelas de planificación. Deben brindar teoría, métodos, experiencias, entrenamiento. Pero la realidad histórica en el gran escenario del mundo son las empresas de capital con las altas jerarquías patronales asistidas por verdaderos ejércitos de funcionarios, gerentes técnicos, supervisores, capataces, que planifican el proceso de trabajo de manera absolutamente totalitaria.

Los trabajadores, unidos por sus reivindicaciones espontáneas comunes, se proponen a la vez aprender la gestión de la empresa. Hacen un seguimiento de los cursos de acción que sigue la patronal; toman todos los aspectos financieros, societarios, comerciales, tecnológicos, de la gestión. Los interpretan, los discuten. Elaboran una visión de conjunto del proceso productivo y su lugar en él, se asoman a la conciencia histórica que no consiste sólo en conocer la historia sino en hacerla. Planifican idealmente, pero poco a poco la idealidad cobra carácter real. Casi desde un comienzo, la planificación "desde las sombras de abajo", da su primer fruto: al sentir la necesidad de regirse por normas elaboradas por ellos mismos.

A medida que los trabajadores reúnen fragmentos de información que les brindan un cuadro más coherente, la idealidad del ejercicio de planificación, su aspecto teórico y conjetural, va dando lugar a la comprobación de que su capacidad de prevalecer contra la patronal se acrece inequívocamente. Objetivamente, en lo concreto, apuntan ya al control de la producción. A sus reivindicaciones colectivas tradicionales se suman insensiblemente otras que antes no figuraban en sus reivindicaciones elementales.

La unidad inmediata de gestión directa, la empresa de capital, es sólo un eslabón en el proceso de acumulación del capital. Más allá de la gestión inmediata de la empresa se extiende un espacio de planificación, de acción solidaria y conjunta con otros trabajadores de empresas proveedoras y clientas, en el mismo subsistema de acumulación. Este subsistema ya constituye de hecho el ámbito de planeamiento de las empresas de capital potenciado y ofrece el escalón natural para extender, primero, el ámbito de solidaridad y acción conjunta entre trabajadores de varias empresas, y luego un ámbito de planificación intermedio, entre la empresa privada y el proceso de reproducción social como un todo. El control obrero de la producción inmediata sólo puede ser excepcional y efímero, mientras no se concrete en la perspectiva de planificación en gran escala de subsistemas de producción. En ese proceso los trabajadores se preparan para autogobernarse.

Recapitulando, las propuestas que pongo en discusión están inspiradas por una experiencia incipiente, y hasta el momento poco exitosa, en la planificación obrera práctica, pero toman forma por medio de la crítica de la teoría económica recibida. Lo que trae de nuevo la teoría del capital tecnológico es la diferenciación del capital y la consiguiente configuración de subsistemas de capital. Estos últimos son ámbitos de planificación intermedios entre la empresa y el todo anárquico estrictamente no planificado.

El subsistema es un ámbito semi-planificado donde unas empresas planifican a otras, mediante el control unilateral de parámetros críticos de la gestión del capital. La planificación obrera "desde las sombras" tiene en los subsistemas económicos un horizonte intermedio, próximo pero no inmediato.

Lo que se ha dado y se está dando en nuestro medio, todavía de un modo por demás incipiente, es el control obrero de la producción circunscrito a la planta, en fábricas sin patrones. La lección que ofrecen estos trabajadores es que la planificación obrera es posible, pero requiere una preparación. Hay que tener presente que la ocupación obrera de esas fábricas desde fines del 2001 no fue la culminación de una larga lucha, durante la cual los trabajadores realizaron ejercicios de planificación como el que hoy propugnamos. La necesidad de tomar a su cargo la marcha de la planta industrial se presentó accidentalmente, en una situación de crisis económica: la deserción de varios centenares de patrones, matizada en varios casos con quiebra fraudulenta. Fue una expresión de la extinción de la burguesía nacional que, sencillamente, ya no está, ni quiere ni puede estar, al frente del desarrollo económico y el progreso social. En esta ocasión, la toma de las fábricas por parte de los obreros no fue parte de una estrategia de emancipación sino una reacción desesperada para asegurar su supervivencia; respondía a la necesidad imperiosa de conservar las fuentes de trabajo.

El motivo inmediato no apunta deliberadamente a ningún tipo de transformación social. Se comienza evocando derechos sociales muy elementales, pero inmediatamente se pone de manifiesto que esa empresa tiene que operar en el ámbito de la acumulación y la competencia capitalista. Los trabajadores enfrentan problemas inéditos, delicados y profundos: darse una disciplina de trabajo rigurosa mediante un sistema de representación enteramente democrático y, al mismo tiempo, mostrar al mundo que el control obrero de la producción está en condiciones de reemplazar a la patronal y de superarla mediante una gestión capaz de evitar y revertir las catástrofes sociales y naturales que inevitablemente resultan de la prolongación ya anacrónica del sistema capitalista.

AVN: seguramente has reflexionado sobre la viabilidad de las experiencias en las que has participado.

PL: su viabilidad sólo puede medirse en función de su éxito, pero éste a su vez puede calificarse según tres criterios distintos, extraordinariamente exigentes. El primero trata del logro del propósito inmediato del trabajador colectivo: su supervivencia, su bienestar y seguridad, condiciones de trabajo, perspectivas de progreso. Aquí la comparación con la empresa capitalista es económica, pero también moral y espiritual: ¿Vivimos mejor? ¿Nos educamos mejor? ¿Nos realizamos mejor en nuestro trabajo? ¿Mejora la calidad de nuestras relaciones laborales y familiares? ¿Logramos mejores productos para el pueblo y para la conservación del ambiente natural? ¿Hemos elevado el nivel, el compromiso, la efectividad de nuestra solidaridad social? ¿Fortalecemos nuestra capacidad de organización? ¿Progresamos en nuestra formación técnica y tecnológica, en nuestra cultura general, en nuestra conciencia histórica?

El segundo criterio inquiere sobre la conservación del carácter independiente de la empresa obrera. Lo que está en cuestión es si para sobrevivir el colectivo obrero se pone en una situación de dependencia con respecto a programas estatales de "asistencia social", si compromete su independencia a cambio de ventajas circunstanciales, si ha caído en la trama clientelística de políticos burgueses, si no ha sabido resistir a la recaída en prácticas patronales y en motivaciones para retrotraer a la empresa autogestionada a la estructura de mando característica de la empresa de capital. Nunca deben ser subestimadas estas tendencias, especialmente si los trabajadores no han vencido las complejas dificultades que deben resolver para alcanzar una cultura madura de gestión democrática.

El tercer criterio, plantea el problema del papel que le cabe a la experiencia local de control obrero de la producción inmediata en algunas fábricas, en una gran estrategia socialista. En rigor, lo que se plantea es la necesidad y la posibilidad histórica de la gestión obrera como característica de un período de transición del capitalismo a otro sistema histórico social.

De hecho, si me refiero a las experiencias que llevamos a cabo en Argentina, su viabilidad está en jaque. Sin embargo, se demostró concluyentemente la posibilidad de la gestión obrera incluso en condiciones muy adversas, en plantas industriales que las firmas capitalistas desertoras dejaron en estado deplorable, con máquinas obsoletas y en lamentable estado de mantenimiento. Aun en esas condiciones, los obreros argentinos aportaron experiencias maravillosas e incluso técnicas de gestión obrera democrática que permiten que nuevas experiencias partan de un nivel inicial más avanzado. El desarrollo de la gestión obrera que apunta al control y a la planificación obrera más allá de la producción inmediata no puede ocurrir sino en una situación de gran efervescencia popular como la que conoció la sociedad argentina hacia fines del 2001 y principios del 2002. Es en ese horizonte en el que debemos colocar la cuestión de la viabilidad: cuando vuelva a presentarse una situación de crisis de esa escala se retomará inevitablemente esta experiencia a partir de lo logrado por los trabajadores argentinos.

 

La integración latinoamericana no es el mercado, es la integración de los pueblos

AVN: probablemente la viabilidad de nuevas propuestas y experiencias deba plantearse ahora también más allá del marco de nuestros países, considerados separadamente. En México hay ahora un mayor interés por experiencias de integración como la del Mercosur.

PL: la retórica oficial tiene muy poco valor. La integración latinoamericana es la integración de los pueblos y de la clase obrera: no es el mercado, no es el Mercosur, tampoco lo fue el Pacto Andino, a pesar de que éste consistió potencialmente en una integración más profunda. Este Pacto, en particular, estableció una política tecnológica que intentó, por ejemplo, obligar a las transnacionales a que los contratos de tecnología fueran públicos y llevar a cabo una serie de objetivos que el Mercosur ni se imagina. Éste no ha sido capaz siquiera de recibir el legado institucional que dejó el Pacto Andino.

 

La finitud del capitalismo: el socialismo y el pensamiento crítico

AVN: a donde dirijamos la vista el panorama es desolador: degradación de nuestras sociedades, quiebra de diferentes proyectos socialistas, crisis del capitalismo, peligros para la supervivencia humana y la civilización.

PL: en efecto, poco a poco se empieza a poner en el centro del escenario el problema de la finitud del capitalismo lo cual obliga a reflexionar sobre su transformación y alternativas posibles. En cuanto al socialismo, una profunda confusión ideológica obnubiló al mundo durante casi todo el siglo XX. Se alucinó que en Oriente había socialismo, y en Occidente democracia. Y, sin embargo, muy temprano, desde los años veinte, diversos autores marxistas hablaron de capitalismo de Estado en la Unión Soviética. Uno de los primeros, aunque no fue muy claro, fue Friedrich Pollock, integrante de la Escuela de Frankfurt. Tony Cliff en su trabajo de 1947 (publicado como libro en 1974 con el título State Capitalism in Russia) con una argumentación muy interesante explica que el problema del socialismo y el capitalismo no se puede reducir a la cuestión de la propiedad de los medios de producción, sino al carácter capitalista o no de la acumulación económica. De tal manera que cuando en la jerga estalinista se habla de desarrollo industrial a pasos forzados lo que se está dando es una acumulación capitalista. Cuando los economistas de Europa Oriental hablaban de moneda socialista, lo que usaban era expresiones absurdas que encubrían una confusión tremenda.

AVN: ¿crees que en América Latina se ha asimilado esa crítica?

PL: no lo creo. El pensamiento crítico se ha retrasado muchísimo en América Latina, por eso persisten versiones del marxismo que tienen poco parentesco con la obra de Marx. Además está de moda tomar partes sueltas de esa obra y buscar su aplicación. Pensar que se puede tomar un paradigma analítico y aplicarlo a un trabajo empírico es muy peligroso. Es necesario comprender la estructura conceptual completa, no tomar elementos aislados como si fueran figuras acabadas de la teoría.

AVN: ¿qué interés hay por el tipo de trabajo que desarrollas, después de todo lo que ha pasado en América y en el mundo en las dos últimas décadas?

PL: hay un punto de inflexión, sobre todo entre los jóvenes estudiantes que rápidamente alcanzan una madurez asombrosa ante la magnitud de las tareas y los compromisos Su interés responde cada vez más claramente a la necesidad angustiante, dramática y trágica, de nuestra época por la actualización teórica. Las nuevas generaciones perciben inequívocamente el agotamiento histórico del sistema capitalista, el cual claramente se manifiesta en la incapacidad de cumplir su promesa secular de asegurar el progreso universal, de siquiera brindar un mínimo de civilización y de bienestar material o al menos asegurar la supervivencia humana.

 

Algunas publicaciones de Pablo Levín

El capital tecnológico, Libro adaptado de la Tesis Doctoral: El valor de cambio o la forma del valor mercantil. La teoría del valor en el marco del capital tecnológico, CENDES, Universidad Central de Venezuela, 1994, editorial Catálogos, 1997, Buenos Aires (Argentina).

"Socialismo científico o la 'jactancia' de la economía política", Nueva Economía, Academia Nacional de Ciencias Económicas, Caracas, Año XI, núm. 18, octubre de 2002

"Ensayo sobre la cataláctica", Nueva Economía, Organo Institucional de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Venezuela Año XII núm. 20, octubre 2003.

"El planificador de la reproducción y sus tribulaciones", Nueva Economía, Academia Nacional de Ciencias Económicas de Venezuela, Año XIV núm. 23, abril de 2005.

"Review of economics & utopia: why the learning economy is not the end of history", Review of Radical Political Economy, Vol. 34, núm. 2, Spring 2002

 

Nota

1 Pablo Levín, El Capital Tecnológico, Catálogos, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas, Buenos Aires, 1997, 431 pp.         [ Links ]

 

Información sobre el autor

Angel de la Vega Navarro Economista por la Facultad de Economía de la UNAM, realizó estudios de posgrado en economía y política energética y obtuvo el doctorado en economía en la Universidad de Grenoble. Se inició como docente e investigador en esa misma universidad (19721973) y continuó esas actividades en el Colegio de México (1973-1976). En la Facultad de Economía formó parte del grupo académico que inició el programa de doctorado (1976). Dirigió la División de Estudios de Posgrado de esa Facultad en dos períodos (1978-1981 y 1989-1991), ha coordinado varios proyectos de intercambio y cooperación científica y ha sido asesor en materia energética en diversas instituciones de Europa y América Latina. Sus actividades académicas las ha orientado, sobre todo, al estudio de temas energéticos relacionados con el desarrollo y la economía internacional. Es miembro del SNI y ha publicado numerosos artículos en revistas y libros, tanto en el país como en el extranjero. El autor ha sido invitado a varias universidades e instituciones europeas y latinoamericanas para dictar conferencias y seminarios y realizar estancias de investigación. Participó en la organización del Coloquio Internacional "Energía, Reformas Institucionales y Desarrollo", realizado mediante una colaboración entre la UNAM y la Universidad de Grenoble (noviembre, 2003). Entre sus publicaciones destaca el libro La evolución del componente petrolero en el desarrollo y la transición de México, Programa Universitario de Energía, UNAM, México, 1999. En la actualidad es profesor del Posgrado de Economía y del Posgrado de Energía en la Facultad de Ingeniería de la UNAM.

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