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Economía UNAM

versión impresa ISSN 1665-952X

Economía UNAM vol.2 no.5 Ciudad de México may./ago. 2005

 

Artículos

 

Heterogeneidad social, elite dominantes y desarrollo del subdesarrollo: América Latina hoy. En memoria de Celso Furtado, 1920-2004

 

Latin America Today: Social Heterogeneity, Dominant Elites, and Developing Countrie Development. In memoriam: Celso Furtado, 1920-2004

 

Gregorio Vidal

 

Departamento Economía, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa. Correo electrónico: gvb@xanum.uam.mx

 

Resumen

La permanencia de la desigualdad social, la alta concentración del ingreso, la incapacidad palas necesidades sociales de los seres humanos, incluidas aquellas que les permiten ser productivos, es decir, la profundización de la heterogeneidad social y del desarrollo del subdesarrollo, permite concluir que el desarrollo como problema se mantiene. En la historia del pensamiento económico la formulación teórica del concepto de desarrollo corresponde a Celso Furtado, como también la tesis de que el subdesarrollo no es una etapa previa. Hoy sus ideas cobran fuerza y constituyen una contribución imprescindible para plantear un proyecto de desarrollo. Como el economista brasileño afirmara: "Más que transformación, el desarrollo es invención; comporta un elemento de intencionalidad".

 

Abstract

Prevalence of social inequality, high-income concentration, unsatisfied population needs, including the possibilities to be productive, that is to say, higher social diversity and developing countries development, leads to conclude that development continues to be a problem. In economic thinking history, Celso Furtado formulated the theory of development concept, as well as the thesis that underdevelopment is not a stage towards development. His ideas are regaining significance nowadays and they are essential to put forward a development project. As the Brazilian economist used "More than transformation, development is an invention; it entails a component of intentionally".

JEL classification: N36, N01.

 

El desarrollo propiamente dicho es capaz de hacer del hombre un elemento de transformación, actuando
tanto sobre la sociedad como sobre sí mismo y de realizar sus potencialidades
(Furtado, 2002)

 

A fines de 2003 se presentó la candidatura de Celso Furtado al Premio Nobel de Economía. Las adhesiones al Comité de Postulación fueron numerosas y entusiastas. En el documento inicial para impulsar la propuesta se planteó que era absurdo mantener al margen de ese reconocimiento a un vigoroso pensamiento económico que se desarrolló a partir del trabajo realizado desde los orígenes de la CEPAL, que ha mantenido su pertinencia en los años siguientes y tiene en Celso Furtado a su más brillante expositor. Las ideas del economista brasileño son sustanciales "...para demostrar el equívoco del pensamiento ortodoxo al consagrar una división del trabajo en el mundo donde los países periféricos y subdesarrollados se restringían a producir los insumos para el consumo productivo o final de los países centrales" (Dos Santos, 2003). Otorgar el Nobel a Furtado significaba reconocer las contribuciones científicas en el campo de las ciencias sociales para el mayor de los economistas de la región y uno de los más importantes del siglo XX. Durante 2004, Furtado permaneció vigilante de la coyuntura político-económica de Brasil. Un comportamiento consistente a lo largo de su vida. El mensaje que envió a los participantes en la Tercera Conferencia Internacional de la Red Celso Furtado, celebrada en mayo en Río de Janeiro, se ocupaba de la situación económica brasileña, planteando con firmeza sus ideas y convicciones. En noviembre de 2004 murió en aquella ciudad. En las páginas siquientes se presentan algunas de sus ideas principales. Es una lectura de aspectos y temas de su obra que considera la situación actual de América Latina y el Caribe. Es un homenaje, utilizando la fuerza de sus ideas, para pensar e imaginar el desarrollo de los países latinoamericanos y de las mujeres y hombres que habitan esas tierras.

 

La situación de América Latina: algunos apuntes

En 2004 el PIB de América Latina creció 5.5%. Este fue el segundo año consecutivo con tasas positivas tras el débil crecimiento de 1999 a 2002. Según la CEPAL, el PIB aumentará 4% en 2005 y, como sucedió en 2004, se producirá un incremento del PIB por habitante. En 2004 el PIB por habitante fue equivalente al de 1997 y, si se alcanza el pronóstico para 2005, será 3% superior al de 1997 (CEPAL, 2004).

Por segundo año consecutivo la región arrojó un saldo positivo en la cuenta corriente de la balanza de pagos y en 2004 un saldo negativo neto en el ingreso de capitales equivalente a 1% del PIB. El comercio exterior registró un superávit de 62 000 millones de dólares, con lo que suman tres años bajo las mismas condiciones. Los datos sobre el producto y las relaciones económicas con el exterior revelan cambios. Sin embargo, no es el caso de la formación de capital. En 2004 el coeficiente de inversión fue de 18.9%, que desde 1994 es inferior a los 20 puntos. América Latina es una región donde la formación de capital respecto al PIB no ha alcanzado las proporciones de 30% o más, como sucedió durante años en Japón, en varios países del sureste asiático y actualmente en China. En esas condiciones se sostuvieron tasas de crecimiento superiores a 7%, acompañadas de diversas medidas de política económica para promover el desarrollo agrícola, la industrialización compleja y diversa y la ampliación del crédito denominado en moneda nacional, con lo que esos países se transformaron o están en vías de hacerlo.

Los cambios y las continuidades en la economía latinoamericana se dan en medio de una normalidad democrática en la que las opciones que se reivindican progresistas, de centro-izquierda o de izquierda, han alcanzado triunfos. Son los casos de los resultados electorales relativamente recientes en Brasil, Argentina y Uruguay. Incluso en Venezuela, Bolivia y Ecuador, los conflictos entre diversos actores sociales, que incluyen objeciones a la conducción de la política económica, se dan sin desbordar los terrenos político-electorales y aceptando la normalidad democrática. Sin embargo, ello no significa que exista aceptación o apoyo a las medidas de política económica dominantes durante las dos últimas décadas.

Lo mismo en Brasil y Argentina, como en Uruguay, Ecuador, Bolivia o México, hay fuerzas sociales, organizaciones populares, movimientos ciudadanos, partidos políticos y gobiernos locales o regionales que insisten desde hace tiempo en un cambio en la política económica o más ampliamente en la estrategia de transformación de la economía. Los resultados de más de 20 años de ejecución de las propuestas del Consenso de Washington no han resuelto los más graves problemas sociales de América Latina. Por el contrario, la desigualdad se ha acentuado, como también la desintegración social y la emigración por motivos económicos, lo mismo a Estados Unidos que a España, por citar dos ejemplos notables.

En los Indicadores del Desarrollo Mundial 2005 del Banco Mundial se sostiene que la reducción de la pobreza en América Latina se ha estancado desde hace años. En 1981 la población de América Latina que vive diariamente con un dólar o menos era de 36 millones de personas y en 2001 se elevó a 50 millones. En 1981 representaba 9.7% del total, mientras en 2001 fue de 9.5%. Si se considera a los que viven con dos dólares o menos la situación es semejante. En 1981 este grupo de la población es 26.9% y en 2001 de 24.5% del total, 128 millones de personas (World Bank, 2005). Además de los datos sobre tamaño de la pobreza y de la pobreza extrema deben considerarse los correspondientes al alto grado de la concentración del ingreso, al tamaño notable y creciente de la población ocupada que trabaja en condiciones informales, al lento ritmo de aumento o al franco estancamiento del producto por habitante, así como otros indicadores que revelan una profunda desigualdad social.

El estudio de la desigualdad social, de sus causas y con ellas las del subdesarrollo y a heterogeneidad social fue una preocupación y ocupación de Celso Furtado hasta los últimos días de su vida. En mayo de 2004, en ocasión de la Tercera Conferencia Internacional de la Red Celso Furtado, sostiene que no hubo durante los años de la dictadura militar ni en los años siguientes una correlación entre crecimiento económico y desarrollo. Sin duda, puede comprenderse que el subdesarrollo se agravó durante los 20 años de dictadura militar. Sin embargo, es necesario indagar en las razones por las que resulta tan difícil promover cambios ahora que la práctica de la democracia forma parte de la sociedad brasileña. Furtado plantea:

Para trazar una tentativa de respuesta, no está demás recordar ciertas ideas fundamentales: el crecimiento económico, tal cual lo conocemos, se viene sustentando en la preservación de los privilegios de las elites que satisfacen su afán de modernización; mientras el desarrollo se caracteriza por su proyecto social subyacente. Disponer de recursos para invertir está lejos de ser condición suficiente para preparar un mejor futuro para la mayoría de la población. Pero cuando el proyecto social prioriza una efectiva mejoría en las condiciones de vida de esa población, el crecimiento se transforma —se metamorfosea— en desarrollo (Furtado, 2004).

El problema de la acumulación que considera la lucha contra la heterogeneidad social. La acción de los actores sociales en la definición de los contenidos estructurales de la dinámica económica y la idea fuerza de que el desarrollo es un proyecto. Son los temas de Furtado y el vigor de sus ideas bajo las condiciones actuales del capitalismo. Hoy, en la era de la eficiencia de los mercados, cuando la asignación de los recursos es materia del automatismo económico, según las ideas dominantes, las propuestas de Furtado no sólo son importantes, sino vigentes. Permiten reflexionar acerca de la economía y de la sociedad colocando en su centro a la humanidad, la satisfacción de las necesidades sociales. Permiten construir el pasaje —utilizando la formulación de Perroux, 1964— de una economía avara a una economía del género humano.

 

Heterogeneidad social y profundización del subdesarrollo

Junto a la no reducción de la pobreza, en América Latina y el Caribe se mantienen altos niveles de concentración del ingreso. Por destacar los casos de las tres mayores economías: 10% de la población con el ingreso más alto concentra 38.9% en Argentina, 46.9% en Brasil y 43.1 % en México. En los tres países 10% de la población con menores ingresos recibe 1% o menos del ingreso total. En los países desarrollados, no obstante los procesos de concentración del ingreso que se han producido en los últimos años, los índices no revelan una situación tan desigual, además de que el ingreso por habitante es muy superior al de América Latina. Por ejemplo, en 2003 el ingreso por habitante en Bolivia es de 900 dólares, en Perú de 2 140 dólares y en Brasil de 2 720 dólares. En contraste, en Suiza es de 40 680 dólares, en Japón de 34 180 dólares, en Canadá de 24 470 dólares y en Estados Unidos de 37 870 dólares. Un estudio del ingreso revelaría que también hay una alta concentración regional en cada uno de los países de Latinoamérica, que las clases medias son particularmente reducidas y vulnerables, que los servicios de salud y educación son insuficientes y se concentran en algunas ciudades o zonas, que no hay una red de comunicaciones y transportes nacionalmente integrada y que existen carencias notables de energía eléctrica, agua potable, así como de drenaje y alcantarillado en diversas zonas del subcontinente.

Otros indicadores de las condiciones sociales de vida de la población manifiestan la profunda heterogeneidad social que caracteriza a los países del área. Considérese un dato más, la drástica desigualdad que hay en las tasas de mortalidad de menores de cinco años entre el quintil con mayores ingresos de la población y el quintil con menores ingresos en gran parte de los países de la región. En Brasil los datos son: 33 y 99; en Perú 18 y 93, y en Bolivia 32 y 147. En cada caso, la primera cifra corresponde a la mortalidad en el quintil de mayores ingresos.

La composición de la población ocupada es también un signo de profundización de la heterogeneidad social. Es común observar en las sociedades latinoamericanas una creciente incapacidad para generar puestos de trabajo formales. El subempleo estructural se consolida, pero también múltiples formas de trabajo por cuenta propia. Hay vastos contingentes de trabajadores con escasa productividad que laboran en actividades con técnicas elementales y tienen muy bajos ingresos. Lo notable es que los cambios económicos de los últimos años no modifican la situación.

En Brasil, durante los períodos de recesión o estancamiento de los dos últimos decenios, se registra un incremento de la población ocupada en actividades informales y cuando se presenta el crecimiento económico no hay capacidad para absorber la informalidad y permitir un peso relativo mayor de los trabajos formales (Burgueño y Rodríguez, 2002).

Desde los años noventa México registra un crecimiento significativo de la PEA informal ocupada (Vidal, 2004). Con base en datos del inegi, en el período 1991-2002 la PEA formal ocupada creció 20% y la informal 47%. El aumento de la PEA ocupada en ese lapso fue 9 767 911 de los cuales 64% correspondieron a la PEA informal. Como en el caso de Brasil y de otras economías de América Latina, cuando se presenta una contracción o recesión se produce un aumento relativo de la PEA informal en el total de la ocupación. Posteriormente, cuando hay recuperación y crecimiento económico es difícil volver a alcanzar el patrón de distribución entre población formal e informal del punto más alto de crecimiento del ciclo anterior. Ello, sumado al aumento de la PEA, da lugar a una consolidación creciente de los ocupados en condiciones de informalidad.

Furtado señaló:

La heterogeneidad técnica se configura más nítidamente en la fase de expansión del sector manufacturero ligado al mercado interno. Debiendo sustituir productos importados, el productor interno es naturalmente llevado a copiar las industrias con las cuales pretende competir. Los equipos que adquiere fueron diseñados en función del estadio de desarrollo de las economías más avanzadas: tienen el objetivo de permitir un gran ahorro de mano de obra. De esta forma se reproduce agravado en el sector industrial el cuadro que diagnosticamos en el sector exportador: todo esfuerzo con miras a elevar la productividad tiende a entorpecer la absorción del excedente estructural de mano de obra (Furtado, 2000a).

En México, el avance de la informalidad no resulta sorprendente cuando tampoco se han desarrollado medidas para impulsar a las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes). En las manufacturas, 98% de los establecimientos son de ese tipo que se desenvuelven bajo un estancamiento relativo y precaria capacidad para competir. No obstante los cambios de las últimas décadas, las Mipymes en general representan por su número y características organizacionales un factor clave para el desarrollo económico de México (Conde, 2004). Esas unidades son vitales para el aumento del empleo formal, la extensión del mercado interno, la profundización de las relaciones intersectoriales y el desarrollo de las regiones atrasadas. La ampliación de las relaciones comerciales con otros países de América Latina puede considerar el desarrollo de pequeñas y medianas empresas. Pero como plantea con insistencia Furtado, esto no es un resultado del mercado. Necesita de un proyecto que permita que esos productores se constituyan en actores de su crecimiento, que cuenten con medios financieros para incorporar avances técnicos, que la estructura de precios no sea un medio para arrebatarles sus ganancias, que exista una demanda creciente de sus productos y que se desarrollen en un ambiente macroeconómico caracterizado por mejoras sistemáticas de los salarios reales.

En el texto Los desafíos de la nueva generación se afirma: "Forzar a un país a paralizar los sectores más modernos de su economía, a congelar inversiones en áreas básicas como salud y educación, para que se cumplan las metas de ajuste de la balanza de pagos impuestas por los beneficiarios de altas tasas de interés es algo que escapa a cualquier razocinio". Al considerar el terreno de las relaciones de fuerza, de la defensa de los intereses, Furtado afirma: "Se comprende que esos beneficiarios defiendan sus intereses. Lo que no se comprende es que nosotros mismos no defendamos con idéntico empeño el derecho a desarrollar el país" (Furtado, 2004).

 

Las elite dominantes y la reproducción del subdesarrollo

Es muy amplia la bibliografía en la que se estudia el crac de 1929 y la depresión que le siguió. Se demuestra que durante esos años llegó a su fin una modalidad de organización de las economías de América Latina (Furtado, 1974a y 1977; Pinto, 1991 ; Tavares, 1980, y Rodríguez, 1980). Furtado destaca que no se trató de un resultado espontáneo, mucho menos fruto del curso único de los mercados. Las tendencias que dominaban la acumulación de capital no permitían establecer por sí mismas cambio alguno. Fue necesario llevar adelante una política económica que amplió la demanda, preservando los intereses de los grupos de hacendados cafetaleros; pero también permitió el fortalecimiento de sectores industriales emergentes. En los años siguientes estos grupos que al calor de la crisis y las estrategias económicas instrumentadas crecieron y ganaron fuerza, se constituyen en un elemento sustancial para el tipo de solución que tuvo la crisis.

Con diferencias, en otros países de América Latina se practicaron políticas económicas semejantes, ampliándose los mercados internos, produciéndose cierta diversificación industrial y generando condiciones estructurales para que nuevos actores sociales se fortalecieran. Se puede sostener que los nuevos sectores industriales en un caso, las clases medias profesionales o los grupos de campesinos en otros, fueron una fuerza positiva para el tipo de solución de la crisis en aquellos años. Así, este impulso hacia el desarrollo, que avanza en varias economías de América Latina, es fruto de la iniciativa de sectores del gobierno y de grupos sociales. Fue, sin embargo, una política que no previo el problema del desarrollo, no existía conciencia de lo que implicaba lo realizado. En la introducción a la edición en español de Dialéctica del Desarrollo, concluida en septiembre de 1964, nuestro economista sostiene que se trató de una industrialización sin desarrollo (Furtado, 1977).

En Brasil, durante la segunda guerra mundial la política del gobierno continuó siendo fundamentalmente la misma. Su impacto en la economía fue distinto. Destaca la aparición de un proceso inflacionario que se traduce en una disputa en torno al ingreso, cuyo sector más favorecido es nuevamente el cafetalero. Además de ello, en los años de la guerra existe un crecimiento de las especulaciones financieras y de bienes raíces. Sin duda, el estudio de las colocaciones financieras y las inversiones de empresarios y grandes propietarios durante la guerra ilustran el tipo de proyectos que sectores importantes de las elites dominantes han defendido y defienden en América Latina. Cuánto de las ganancias se colocó en el mercado de Nueva York y cuánto se destinó a la especulación urbana. Cuáles fueron los motivos para no considerar la reinversión de utilidades y la adquisición de tecnologías avanzadas. En otro texto, el autor de este ensayo (Vidal, 1996) analiza algunas medidas de política económica ejecutadas durante los años cuarenta y la carencia por parte de los empresarios privados de proyectos de inversión en la industria siderúrgica, la fabricación de equipos y maquinaria agrícola y la petroquímica.

En Brasil, tanto en esos años, como en los inmediatos siguientes, no se realizan las reformas que permitan ampliar la base financiera para que la inversión pública se despliegue. Las inversiones en transportes, energía eléctrica, combustibles líquidos, siderurgia, reclamaban cuantiosos recursos para no frenar el desarrollo de la industria. Sin embargo, entre los grupos de capitalistas y los dueños de las plantaciones cafetaleras no existía conciencia del problema. Como lo destaca Furtado: inversiones de vital importancia para el país y de la responsabilidad del sector público —en los sectores de energía y siderurgia, por ejemplo— carecieron durante mucho tiempo de una adecuada programación financiera, dependiendo de adelantos ocasionales del Banco do Brasil por cuenta del Tesoro, adelantos que se fundaban a su vez en emisiones de papel moneda" (Furtado, 1977).

La disputa entre sectores de la clase capitalista, la imposibilidad de lograr un avance en las condiciones de la propiedad de la tierra y en los métodos de producción de la agricultura destinada al mercado interno, que eran frenos al proceso de industrialización, se fortalecieron en la medida en que los grupos de trabajadores tenían una acción más agresiva y los conflictos sociales se extendían al campo. Pero además, pareció existir entre la nueva clase capitalista industrial una disposición a complementarse con el capital extranjero. Cuando la guerra terminó, los capitales extranjeros voltearon los ojos hacia Brasil, como también lo hicieron hacia México y otros países de América Latina. La política económica desarrollada en Brasil era sin duda un elemento atrayente importante.

Como la inflación permitía que los grupos extranjeros se apropiasen de una parte significativa del ahorro nacional a tasas de interés negativas, y como la política cambiaria bonificaba a las empresas extranjeras, al permitirles que reingresasen al país a un cambio preferencial los beneficios que obtenían aquí y remitían al exterior, se consumó un amplio proceso de desnacionalización de la economía, que llevaría inexorablemente al estrangulamiento externo, independientemente de la acción de otros factores (Furtado, 1977).

En México también hay un proceso de desnacionalización de la industria después de la segunda guerra mundial. Varias empresas extranjeras entran al país por medio de la adquisición de firmas que operan en el país (Fajnzylber y Martínez Tarrago, 1976). Pero también hay una resistencia de los grandes empresarios a participar en proyectos de inversión con períodos de larga maduración. Algunas empresas estatales de esa época tienen su origen en el rescate con cargo a fondos públicos de proyectos empresariales y otros más dan cuenta del papel del gobierno en el intento de crear una industria de bienes de capital (Vidal, 1996).

En resumen, mientras persistían las dificultades para el desarrollo de la acción estatal sobre una amplia base financiera y con la planeación pertinente, la presencia del capital extranjero crecía revelando los límites del proyecto impulsado por los grandes capitales en Brasil, en el que participan las oligarquías de la tierra y los grandes exportadores del café. Se acepta la condición de socios o acompañantes en un proceso de industrialización que pronto encontró dificultades para financiar el desarrollo de la industria de bienes de capital, una vez que se había agotado el proceso de sustitución de importaciones.

Pero la industrialización modificó la composición regional del producto, generando profundas disparidades. Furtado destaca el punto reconociendo que aun en las etapas iniciales existió una alta concentración. Los datos sobre número de trabajadores en la industria y la fuerza motriz instalada dan cuenta de la concentración en Sâo Paulo en demérito de la región del Nordeste, incluyendo a Bahía. Para 1948 la participación de Sâo Paulo en el producto industrial era de 39.5%; en 1955 había aumentado a 45.3%. Por el contrario Bahía descendió hasta 9.6%. Furtado insiste que la concentración industrial se acompañó de una concentración del ingreso y una disparidad creciente en los niveles de ingreso per cápita. Procesos semejantes se producen en otros países de América Latina generando dificultades al proceso de acumulación. En algunos países hay un intento de introducir reformas; sin embargo, como hasta la fecha, el problema son los actores sociales que tengan capacidad de utilizar las reformas y, aún más, constituirse en impulsores de nuevos cambios. En Chile, en 1965, en medio de una evaluación de sus propuestas y de su experiencia de varios años en el gobierno de Brasil, en la que se incluye la creación de la Superintendencia para el Desarrollo del Nordeste y el golpe de estado al gobierno de Goulart de 1964, Furtado considera relevantes ciertas conclusiones de Pedro Vuscovic: No basta con que el Estado intente modificaciones, lo que importa es saber si existen fuerzas sociales capaces de aprovechar las nuevas oportunidades y de ocupar los espacios que puedan abrirse. Volvíamos —plantea Furtado— a las preguntas formuladas por los sociólogos en torno a la necesidad de identificar los movimientos sociales favorables al desarrollo, los cuales se fundaban en visiones ideológicas distintas (Furtado, 1993). También existen las fuerzas sociales que se benefician con el mantenimiento del subdesarrollo. En América Latina defienden las políticas del Consenso de Washington y en particular que las economías funcionen dando prioridad a los capitales financieros.

 

Concentración económica y regional y dependencia cultural

La concentración del ingreso define la estructura de los mercados; es una fuerza que influye en la composición de la oferta industrial, en las características de la infraestructura y de los servicios públicos, la modalidad de la urbanización y la dotación de los medios culturales. Se produce concentración del ingreso más concentración industrial y concentración regional. No es un proceso específico de los países subdesarrollados; por el contrario es una tendencia de la acumulación de capital que debe ser enfrentada por los actores sociales cuyos intereses no se expresan en este proceso. Furtado sostiene: "la tendencia a la concentración regional del ingreso es un fenómeno observado universalmente, siendo con amplitud conocidos los casos de Italia, de Francia y de Estados Unidos. Una vez iniciado ese proceso, su reversión espontánea es prácticamente imposible" (Furtado, 1974).

En países con dimensión continental, como Brasil, el problema es más grave y puede prolongarse indefinidamente. La base es la desigual dotación de recursos naturales entre las regiones que se traduce en productividades diferenciadas sancionadas no obstante por un solo sistema de precios. Luego se encadenan otros procesos como el flujo de la mano de obra, el propio desplazamiento del capital y finalmente la mayor capacidad adquirida por una de las regiones para dotarse de medios para impulsar su crecimiento.

El punto que levanta Furtado es particularmente relevante, incluso para entender la dialéctica entre mercado y sociedad o si se quiere entre mercado y Estado. La Unión Europea (UE), tal cual, está integrada hasta el inicio del decenio en curso; no obstante las diversas agencias financieras y los fondos compensatorios, la tendencia a la concentración no cesa, es una tendencia monótona en el capitalismo. En la UE de nuestros días en una franja de 1 500 kilómetros de largo y 300 de ancho que representa 30% de su territorio e incluye al norte de Italia, espacios continuos de Francia, Alemania, Bélgica y Holanda y el sur de Inglaterra, se concentra 45% de la población y 60% de la producción. En esta área el ingreso per cápita es entre 120 y 180 por ciento del ingreso per cápita medio de la UE (Correa y Vidal, 1998).

En los países de América Latina, la industrialización y la concentración que le acompaña, avanzó en medio de una muy desigual asimilación de progreso técnico. Sin embargo, principalmente se incorporan y diseminan las innovaciones que inciden directamente en el estilo de vida. Furtado enfatiza: "...los dos métodos de penetración de técnicas modernas se apoyan en el mismo vector, que es la acumulación. En las economías desarrolladas existe un paralelismo entre la acumulación en las fuerzas productivas y directamente en los objetos de consumo" (Furtado, 1982). En el caso de que estos dos procesos se desarticulen se configura el subdesarrollo.

Bajo estas condiciones, la incorporación del progreso técnico, que comienza desde las mismas importaciones, continúa en adelante avanzando sobre la base de la sustitución de algunas importaciones. En los años siguientes ese proceso se profundiza, pero siempre en el ámbito de los bienes de consumo. Hasta la fecha, la producción de bienes de equipo, máquinas herramientas e instrumentos utilizados en los procesos de producción de otros bienes es reducida en América Latina y menor su utilización posterior en estas economías. Furtado sostiene que "...en trabajos de los años setenta (1974b) llamamos modernización a esa forma de asimilación del progreso técnico casi exclusivamente en el plano del estilo de vida, con escasa contrapartida en lo que respecta a la transformación del sistema de producción" (Furtado, 1982). Espontáneamente el proceso no ha sido de otra forma, por lo que no resulta extraño que ciertos intentos para generar una industria de bienes de capital hayan sido emprendidos por los gobiernos.

En las condiciones actuales es posible sostener que la composición de las exportaciones y las importaciones manufactureras de México son clara prueba de un proceso de modernización. Los artículos que explican una considerable porción del total de las exportaciones son automóviles y sus partes y aparatos eléctricos. Además, el propio contenido importado de estos bienes es sumamente alto y continúa creciendo (Vidal, 2000).

La situación fue distinta en los países de industrialización tardía de finales del siglo XIX. En ellos hubo una fase intensa de acumulación, con alta concentración e incorporación de técnicas nuevas, destacando el importante papel del Estado. Sin embargo, inmediatamente que se construía un sector productor de bienes de capital se desarrollaba el sector de bienes de consumo. La distinción entre los casos de América Latina y los de industrialización tardía, permite también entender el papel del Estado que bajo ciertas circunstancias y en el caso de algunos países se convirtió en un Estado que promovió el desarrollo. Ignacy Sachs sostiene que el aporte de Furtado y los que denomina pensadores latinoamericanos a la formulación del concepto de Estado desabollador es sumamente significativo (Sachs, 1998).

En América Latina, la continuidad en la modernización y el mantenimiento de altos niveles de concentración del ingreso reforzaron la adopción de patrones de consumo imitados de sociedades con un nivel de riqueza muy superior. Con el paso del tiempo este hecho contribuyó también a la fragmentación social. Surgió lo que Furtado denomina dualismo social (Furtado, 1982).

Desde 1964 las conclusiones de Furtado sobre este punto son radicales. El sostiene que la modernización ha engendrado una dependencia cultural que condiciona la estructura económica y social e influye en la formación de los empresarios (Furtado, 1993). En el pasado —durante los años de la gran depresión— no se había tenido conciencia del tipo de política ejecutada y las necesidades que generaba su mantenimiento y profundización. Después de eso, los proyectos para compatibilizar el desarrollo de la acumulación en el sector de bienes de consumo con el desarrollo del sector de bienes de capital no fue asumida por las clases dirigentes y la tarea fue ejecutada sin un plan específico por el Estado.

En los años inmediatos siguientes a la segunda guerra mundial —como se destacó líneas antes— se aceptó vender activos al capital extranjero y la política de protección a las industrias manufactureras de bienes de consumo fue utilizada por empresas transnacionales —principalmente de Estados Unidos— para obtener ganancias en nuestros países sin incorporar las técnicas de producción más avanzadas; por lo demás, propició el desequilibrio externo. Asimismo, amplió un patrón de consumo entre los grupos sociales de mayores ingresos que imitaba el realizado en los países desarrollados, haciendo dispendio de parte del excedente con que podría financiarse la acumulación. Así, la definición de las economías de América Latina como cerradas es inexacta. Hay una penetración como resultado del comercio exterior, pero también por la acción de las empresas extranjeras en los países del área e incluso debido a que aumentan los costos en divisas de la producción. Más grave aún "...se ha interrumpido en forma general la formación de una clase de empresarios con un claro proyecto nacional" (Furtado, 1993). Los empresarios se desplazan hacia actividades secundarias o decadentes, no cuentan con un proyecto fincado en la industrialización con amplia difusión de la tecnología y mejoras sistemáticas en los salarios reales y aumentos de la ocupación formal. Las decisiones se desplazan hacia otros intereses. "Las formas de organización social prevalecientes en los países periféricos conducen a una aculturación de las minorías dominantes, lo que integra a las estructuras de dominación internas con las externas y, consecuentemente, excluye a las mayorías de los beneficios de la acumulación" (Furtado, 1999).

 

Desarrollo y metamorfosis del capitalismo

América Latina no ha logrado —mucho menos lo podrá hacer en el cuadro de las actuales estrategias de reforma económica— crear las condiciones para inducir la homogeneización social. Furtado dice que "el concepto de homogeneización social no se refiere a la uniformación de los modelos de vida, sino a que los miembros de una sociedad satisfacen de manera adecuada sus necesidades de alimentación, vestido, alojamiento, acceso a la educación, a la recreación y a un mínimo de bienes culturales" (Furtado, 1982).

La homogeneización social implica que en esa sociedad se tiene la capacidad para que hombres y mujeres satisfagan las necesidades que los hacen plenamente productivos. Una parte del consumo es directamente consumo productivo en sentido amplio. La alimentación suficiente y conveniente genera condiciones pertinentes para la labor productiva y es un dato de las capacidades de producción sistêmicas de una economía. Perroux sostiene: "...el coste de subsistencia del trabajo asalariado es una parte de los gastos generales o de los costes fijos de la nación. Fijos en un doble sentido: 1) Estos costes no varían proporcionalmente con el producto nacional; 2) Estos costes se consideran como prioritarios cualesquiera que sea el importe del producto nacional" (Perroux, 1964). Perroux plantea estas ideas en su reflexión acerca de la humanización de la economía. Entre sus conclusiones sostiene que en las economías subdesarrolladas mueren o languidecen amplias fracciones de sus poblaciones. El consumo de la población que le permite participar adecuadamente en el proceso de producción es un consumo de desarrollo y como tal genera mayores y mejores condiciones para la acumulación. Una sociedad desarrollada es aquella que puede enfrentar positivamente el problema de los costos del hombre (Perroux, 1964).

Furtado ahonda en esta tesis y sostiene que "el aumento del poder de compra de las masas de trabajadores, sin duda ha jugado un papel fundamental en el proceso de desarrollo, tan sólo comparable con el que ha tenido la innovación científica. Así, el dinamismo de la economía capitalista deriva de la interacción de estos dos procesos: de un lado la innovación técnica (que se traduce en crecimiento de la productividad y reducción de la demanda de mano de obra), del otro, ampliación del mercado, que crece con la masa de los salarios" (Furtado, 1998).

En el curso de la crisis que se inicia a finales de los años sesenta y principios de los setenta nuevamente las relaciones de América Latina con la economía internacional se desarticulan y desde esta región diversos grupos sociales impulsan algunos procesos que abonan el camino de profundizar las rupturas y las opciones de cambio, pero también generan nuevas tensiones. Por ejemplo, en estos años las principales economías de la región, sus gobiernos y las grandes empresas estatales contratan créditos en los mercados privados internacionales. Después, sin que industrialización y desarrollo hubieran avanzado sustancialmente, se presenta el problema de la deuda externa. Las condiciones habían cambiado, siempre como resultado de la acción de diversos agentes económicos y grupos sociales mediados por la gestión estatal. Pero aun bajo estas circunstancias Furtado insiste en la fuerza de los proyectos y la necesidad del impulso humano creador para andar el camino del desarrollo.

En los años siguientes, en la mayoría de los países de América Latina, el proceso transita hacia una apertura económica indiscriminada. Se suprimen las restricciones para la acción de las empresas transnacionales, se liberaliza la cuenta de capitales de la balanza de pagos y se celebran acuerdos bilaterales con el gobierno de Estados Unidos que otorga garantías al capital extranjero. Se avanza en la desregulación, se produce el desmontaje del mínimo estado del bienestar y la venta de las empresas públicas. Se acepta el discurso del estado mínimo, sin considerar la situación de heterogeneidad social que se profundiza.

Con la globalización aumenta el poder de las grandes empresas. Este es precisamente el tema sustantivo de la discusión. El avance de las grandes firmas impulsa la acumulación, incorpora técnicas, pero concentra la riqueza. Las grandes firmas sostiene Furtado son un dato clave del dinamismo del sistema capitalista, pero también de su inestabilidad. "Es en el predominio de esas fuerzas donde radica la tendencia a la concentración del ingreso, así como las crisis de insuficiencia de la demanda efectiva y el desempleo estructural". Furtado avanza en sus conclusiones y al considerar la situación actual del Brasil sostiene que "si el objetivo estratégico es conciliar una alta tasa de crecimiento con la absorción del desempleo y la desconcentración del ingreso, debemos reconocer que la orientación de las inversiones no puede subordinarse a la racionalidad de las empresas transnacionales. Debemos partir del concepto de rentabilidad social a fin de que se consideren los valores sustantivos que encarnan los intereses de la colectividad en su conjunto" (Furtado, 2000b). En el mensaje a los participantes en la Tercera Conferencia Internacional de la Red Celso Furtado, contrasta su opinión con las tendencias de la acumulación:

El desarrollo no es sólo un proceso de acumulación y aumento de la productividad macroeconómica, sino principalmente el camino de acceso a formas sociales más aptas para estimular la creatividad humana y responder a las aspiraciones de la colectividad. Es común que se diga que la reforma agraria constituye un avance en el plano social, pero entraña un elevado costo económico. Esa es una opinión equivocada. El verdadero objetivo de la reforma agraria es liberar a los agricultores para que se transformen en actores dinámicos en el plano económico (Furtado, 2004).

Nuevamente las ideas sustantivas: el desarrollo es invención, incluye un proyecto y a los actores sociales capaces de llevarlo adelante. La economía trata sobre relaciones entre los hombres y con el desarrollo esas relaciones en transformación le permiten satisfacer sus necesidades sociales en condiciones de una cierta homogeneidad y de acuerdo a los niveles medios imperantes de la técnica. Es un tiempo para la imaginación política en el que existe espacio para la utopía.

 

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Información sobre el autor

Gregorio Vidal. Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y profesor titular del Departamento de Economía de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa. Es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, pertenece al Sistema Nacional de Investigadores y es coordinador del Programa Universitario de Investigación "Integración de las Américas" y de la Red Eurolatinoamericana de Estudios sobre Desarrollo Celso Furtado. En 2000 obtuvo el premio Jesús Silva Herzog que otorga el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Ha sido profesor e investigador invitado en el Posgrado de Economía de la Universidad Federal Fluminense en Río de Janeiro, en el Instituto de Ciencias Matemáticas y Economía Aplicada en París, y en el Departamento de Economía Social de la Universidad del País Vasco España. Ha impartido cátedra en las Facultades de Economía y de Ciencias Políticas de la UNAM y en la Escuela de Antropología del INAH. En la UAM Iztapalapa fue Director de la División de Ciencias Sociales y Humanidades, jefe del Departamento de Economía y del Área de Investigación de Economía Política. Entre sus libros destacan México en la Región de América del Norte: Problemas y Perspectivas (coord.), 2004 en coordinación con Arturo Guillén La Economía Mexicana Bajo la Crisis de Estados Unidos, 2003; Grandes Empresas, Economía y Poder en México, 2002, y Privatización, fusiones y adquisiciones: las grandes empresas en América Latina, Barcelona, 2001.

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