SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.9 issue20The legal protection scheme sui generis of the traditional knowledge associated with traditional medicine in MexicoTiempo destrozado, by Amparo Dávila, as a cycle short story author indexsubject indexsearch form
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Revista de El Colegio de San Luis

On-line version ISSN 2007-8846Print version ISSN 1665-899X

Revista Col. San Luis vol.9 n.20 San Luis Potosí Sep./Dec. 2019  Epub Mar 14, 2022

https://doi.org/10.21696/rcsl9202019983 

Artículos

La lectura categorial de postone y el aceleracionismo. Crítica del trabajo y proyecto de modernidad

Categorical reading of postone and accelerationism. Criticism of work and modernity project

Facundo Nahuel Martín* 

* Universidad de Buenos Aires-Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Correo electrónico: facunahuel@gmail.com


Resumen

Este trabajo pretende establecer una primera lectura comparativa entre la reciente propuesta de una política aceleracionista de Srnicek y Williams y la relectura categorial de Marx por parte de Moishe Postone. Mientras que las coincidencias entre estos planteamientos han pasado inadvertidas en la bibliografía secundaria, es posible mostrar al menos tres puntos de acuerdo fundamentales. Primero, los tres pensadores reseñados formulan una crítica del trabajo en la sociedad capitalista (antes que una afirmación del trabajo, como ha sido predominante en la tradición de la izquierda marxista). Segundo, diseñan un proyecto emancipador no centrado estrechamente en la clase obrera, que contempla otros movimientos sociales como actores de importancia fundamental. Tercero, ofrecen una perspectiva compleja y matizada de la técnica moderna desarrollada en el capitalismo evitando caer en miradas ingenuas sobre el progreso tanto como en rechazos unilaterales de la modernidad como tal. Estas similitudes significativas, desatendidas en la bibliografía secundaria, justifican una lectura comparativa.

Palabras clave: aceleracionismo; crítica categorial; crítica del trabajo; modernidad

Abstract

This paper aims to establish a first comparative reading between the recent proposal for an accelerationist policy by Srnicek and Williams and the categorical re-reading of Marx by Moishe Postone. While the coincidences between these approaches have gone unnoticed in the secondary bibliography, it is possible to show at least three fundamental points of agreement: First, the three aforementioned thinkers formulate a critique of labor in capitalist society (rather than an affirmation of labor, as has been predominant in the tradition of the Marxist left). Second, they design an emancipatory project that is not closely centered on the working class, which sees other social movements as actors of fundamental importance. Third, they offer a complex and nuanced perspective of the modern technique developed in capitalism, avoiding falling into naive glances on progress as well as unilateral rejections of modernity as such. These significant similarities, neglected in the secondary bibliography, justify a comparative reading.

Keywords: accelerationism; categorical critique; critique of work; modernity

Introducción

En los años recientes, en particular en el ámbito anglosajón, se ha abierto un debate sobre el aceleracionismo como perspectiva intelectual y política ante el capitalismo neoliberal. Este planteamiento tiene antecedentes en el Marx maduro (en especial, en el “Fragmento de las máquinas” de los cuadernos Grundrisse, 1971) y en algunos elementos del pensamiento de Deleuze y Guattari, en particular en algunos pasajes de El Anti Edipo:

Pero, ¿cuál es el camino revolucionario? ¿Existe uno? ¿Retirarse del mercado mundial, como Samir Amin aconseja a los países del tercer mundo, en una curiosa recuperación de la “solución económica” fascista? ¿O puede ser ir en la dirección opuesta? Ir todavía más allá, esto es, en el movimiento del mercado, de la decodificación y la desterritorialización. Porque tal vez los flujos todavía no están lo suficientemente desterritorializados, ni lo suficientemente decodificados. No retirarse del proceso, sino ir aun más lejos, “acelerar el proceso”, como dijo Nietzsche […] (Deleuze y Guattari, 1973, p. 285).1

La reconstrucción de Deleuze y Guattari de la máquina capitalista civilizada en el capítulo 3 de El Anti Edipo es uno de los principales antecedentes del aceleracionismo contemporáneo. El capitalismo es caracterizado allí por la decodificación de los flujos que estructuran el socius. Esto supone la conjunción entre los flujos de trabajadores desterritorializados (liberados de lazos de dominación personal, capaces de vender su fuerza de trabajo como mercancía) y los flujos de dinero decodificados (donde el dinero es capaz de devenir capital) (Deleuze y Guattari, 1973, p. 266). La mercancía y la moneda, asimismo, operan una “decodificación de los flujos por abstracción” (Deleuze y Guattari, 1973, p. 267) que reduce lo cualitativo a cuantitativo e inserta toda la producción en una axiomática capitalista que se mueve según los criterios uniformes y abstractos del automovimiento del valor. El capitalismo no destruye del todo los códigos estructurantes de las sociedades precapitalistas, pero los reemplaza en su capacidad para organizar el socius, que pasa a depender de una axiomática formal dada por el propio capital: “la verdadera axiomática es la de la máquina social misma, que sustituye a los códigos antiguos y que organiza todos los flujos decodificados […] en beneficio del sistema capitalista” (Deleuze y Guattari, 1973, p. 277).

Los códigos tradicionales, sin embargo, permanecen en el capitalismo, ya en la forma de arcaísmos sociales refuncionalizados, ya en la propia axiomática del capital (Deleuze y Guattari, 1973, p. 276). El capitalismo, en efecto, no decodifica por completo el socius, ya que vuelve a someterlo todo a su propia dinámica rígida, que aparece como límite de toda decodificación y toda desterritorialización. Como ha sostenido Thoburn, “el socius capitalista opera como una ‘máquina abstracta’ siempre mutando” (2003, p. 90), que es fundamentalmente distinta de las máquinas precapitalistas (despóticas o primitivas). El capitalismo hace inmanentes sus líneas de fuga porque lo que es único históricamente no tiene “régimen estructural particular, autoridad o configuración de la vida que mantener” (Thoburn, 2003, p. 92), sino que lo subsume todo en el único objetivo abstracto de la producción para el valor. Sin embargo, el socius capitalista debe constantemente reintroducir códigos determinados que limitan su dinámica abstractiva, entre ellos, las clases sociales y sus categorías que fijan identidades rígidas (trabajadores, capitalistas). Luego, el capital opera una subversión general pero limitada de las decodificaciones de flujos precapitalistas. General, porque instaura un socius donde los flujos se rigen por una axiomática abstracta; limitada, porque no puede prescindir de las limitaciones de la decodificación impuestas por el propio capital, tanto en su axiomática (producción para el valor) como en las recodificaciones específicas que esa axiomática produce.

En el marco anterior, Deleuze y Guattari llaman “acelerar” el proceso de decodificación y desterritorialización, llevando la dinámica disolvente y abstractiva más allá de los límites impuestos por la axiomática del capital. Lejos de los críticos románticos del capitalismo que buscan resguardos en la desconexión con respecto del mercado mundial o en el retorno a las formas sociales tradicionales, estos autores enfatizan las virtualidades transformadoras de la dinámica desterritorializante y decodificante abierta por el capital. No pretenden volver a las formas precapitalistas de codificación de flujos, sino instaurar creativamente nuevas máquinas sociales capaces de proseguir o propulsar la decodificación más allá del propio capital. El actual aceleracionismo, como intentaré mostrar enseguida, recupera estas tesis de Deleuze y Guattari para formular una interpretación de la tecnología y la política en el capitalismo neoliberal.

Para una reconstrucción más amplia de los antecedentes, el término aceleracionismo fue acuñado originalmente por el novelista norteamericano Roger Zelazny en 1967. Su historia contemporánea se remonta al pensamiento de Nick Land y el CCRU (Cybernetic Culture Reseach Unit) durante los años noventa. Land (2014a; 2014b) retoma las propuestas de Deleuze y Guattari, pero opera una torsión franca y ampliamente capitalista, propugnando una ampliación constante de las fuerzas desterritorializantes, disolventes y dinámicas del capitalismo como autómata que mueve de manera ciega a la sociedad moderna. Decididamente un optimista cibernético, Land propone acelerar la dinámica capitalista celebrando sus consecuencias inhumanas y deshumanizantes. El capital, entonces, operaría como el motor de una historia cibernética ya no humana, regida por flujos maquínicos no regulables de forma consciente.

La discusión sobre el aceleracionismo es retomada en una vena crítica en el libro de Benjamin Noys (2010) The Persistence of the Negative. Noys utiliza este concepto para referirse a la actitud afirmativa de filósofos postestructuralistas como Deleuze, Guattari o Lyotard con respecto de los aspectos más disolventes y dinámicos del capitalismo. Contra esta actitud afirmativa, que aspiraría a profundizar y radicalizar los procesos de “desterritorialización” (en el lenguaje de El Anti Edipo) puestos en marcha por el capital, Noys propone recuperar un pensamiento negativo que habilite a operar una resistencia ante la lógica capitalista en expansión.

En 2013, Nick Srnicek y Alex Williams se reapropian del concepto y le dieron un tenor positivo en su Manifesto for an Accelerationist Politics (citado usualmente como MAP). Una fundamentación más exhaustiva de sus planteamientos puede reconstruirse a partir del libro de 2015, también conjunto, Inventing the Future: Postcapitalism and a World Without Work. En este trabajo recuperan y despliegan las intuiciones polémicas del MAP, incluyendo una caracterización detallada de lo que llaman políticas folks, una apropiación singular de Gramsci, una lectura del Laclau de Hegemonía y estrategia socialista y el Marx del “Fragmento de las máquinas”, entre otras novedades.

Las tesis de Srniceck y Williams conllevan varios giros singulares y originales en el pensamiento tanto académico como político de las izquierdas posteriores a la caída del Muro de Berlín. Estos pensadores buscan recuperar un horizonte de futuro en el marco de un pensamiento estratégico que se sienta a gusto con la abstracción y la generalidad. En esa búsqueda retoman un insistente espíritu ilustrado, entendiendo que los universales normativos y jurídicos modernos no son exclusivamente vehículos de dominación social, sino que también posibilitan contestaciones críticas y reapropiaciones liberadoras. Los autores pretenden reconstruir la estrategia de la izquierda a partir de la profundización de las dinámicas abstractivas y transformadoras puestas en marcha por (pero irreductibles a) la sociedad capitalista, que desplazan los antiguos lazos de dominación personal fundados en la tradición. Al final, los aceleracionistas no esconden su vocación por aprender críticamente de los aciertos de algunos esfuerzos intelectuales abiertamente procapitalistas e incluso neoliberales, por lo que estudian tanto a Friedrich Hayek y la Sociedad de Mont Pelerin como las provocaciones intelectuales de Nick Land.

Esta propuesta, a pesar de ser reciente, ha generado ya algunas discusiones de importancia. El ya citado Noys ha profundizado su crítica del aceleracionismo en Malign Velocities (2014). Este crítico cuestiona el intento de reformular el aceleracionismo de Nick Land en términos de una propuesta anticapitalista. Según su lectura, los aceleracionistas de izquierdas (a diferencia de Land) permanecen atados a una política y a una teoría irremediablemente modernas (Noys, 2014, p. 121). Noys ve en esta política una mezcla de “nostalgia socialista” y sueños capitalistas de aceleración. El autor ve en el aceleracionismo una respuesta ilusoria a una situación de impasse en la que la aspiración revolucionaria del fin del trabajo capitalista está bloqueada, pero también lo está el sueño del capitalismo fordista con pleno empleo y salarios altos. Reconocer la situación de bloqueo, donde avanzar hacia el futuro con la corriente es tan inviable como retomar el pacto de las clases fordista, es para Noys el punto de partida para la crítica social contemporánea. Esta crítica puede asociarse a una política de “desmercantilización” (decommodification) de la vida (Noys, 2014, p. 123) que permitiría al menos resistir nuevas olas de privatización capitalista. En suma, Noys ve en el aceleracionismo una solución ilusoria para los dilemas de la izquierda en el capitalismo neoliberal, sometida a un doble bloqueo que no le permite ni avanzar hacia un futuro poscapitalista de producción automatizada ni retroceder a un pasado fordista de recuperación del empleo y el salario.

Asimismo, es importante destacar una modulación feminista del aceleracionismo: el “xenofeminismo” del colectivo Liboria Cuboniks (2015), que propugna una “política por la alienación” que propulse los movimientos de modificación técnica de la naturaleza enarbolando un cuestionamiento simultáneo del capitalismo, la heteronorma y el patriarcado como momentos de un mismo régimen social. La provocación aceleracionista, en suma, ha generado una significativa recepción, al menos en el ámbito anglosajón, plasmada en artículos de periódicos, discusiones en blogs y debates académicos, oscilando entre la moda, la “herejía política” (McKay y Avenesian, 2014) y la reapertura de la imaginación histórica.

En paralelo, el libro principal de Moishe Postone, Time, labor and social domination ha sido objeto de varias lecturas y cuestionamientos desde su publicación en 1993. Postone propone una reinterpretación de la obra madura de Marx (centrándose en los cuadernos Grundrisse) y al mismo tiempo una reformulación de la teoría crítica de la sociedad (en una discusión simultánea con el imputado pesimismo de los frankfurtianos de la primera generación y con las más moderadas propuestas de Jürgen Habermas). Su “lectura categorial” se basa en una crítica del marxismo tradicional, comprendido como una ontología social del trabajo que cuestiona los modos de distribución capitalistas antes que la producción como tal. Postone, en cambio, entiende el pensamiento maduro de Marx como una crítica del trabajo en el capitalismo, centrada en su carácter históricamente determinado y constitutivo de una forma de dominación social. El trabajo capitalista posee, para este autor, una cualidad dual: es a la vez trabajo concreto (orientado a fines) y trabajo abstracto (sustancia del valor). Esta dualidad permite al trabajo en el capitalismo funcionar como el elemento mediador de la sociedad. Esto significa que el vínculo social capitalista es singular porque no aparece como tal (como social), sino que asume la forma de compulsiones anónimas, abstractas e impersonales, fundadas en el intercambio de trabajo y sus productos. El pensamiento de Marx, para Postone, no es una teoría general de toda sociedad y tampoco una filosofía de la historia centrada en el desarrollo de las fuerzas productivas. En cambio, es una teoría históricamente situada de la modernidad del capital, como un tipo de sociedad único mediado por el trabajo creador de valor. Esta sociedad genera en su seno enormes potencialidades liberadoras (tanto en términos técnicos, por la difusión de tecnología ahorradora de trabajo, como en términos sociales, por hacer retroceder las formas de dominación personal que caracterizan a los mundos precapitalistas). Sin embargo, la lógica del capital obtura la realización de las potencialidades emancipadoras que simultáneamente crea, en cuanto reemplaza las formas de dominación personales preexistentes por una nueva dominación anónima y abstracta. En el capitalismo, según Postone, la dominación social no se constituye de inmediato por la opresión de algunos grupos singulares sobre otros, sino a partir de la dominación de las personas por el carácter autonomizado, ciego y automoviente de su propia lógica social.

Las interpretaciones y lecturas de Postone habidas hasta el momento abarcan varias actitudes diferentes, incluyendo defensas marxistas de la centralidad del proletariado para la crítica del capitalismo (Bonefeld, 2004), cuestionamientos a la relación entre lógica e historia (McNally, 2004; Jay, 1994), discusiones en torno a la fundamentación de la teoría del valor (Heinrich, 2013). Con todo, las recepciones críticas de Postone rara vez se han centrado en dos cuestiones centrales en su teoría, como su mirada sobre la tecnología y la relación entre modernidad y capitalismo.

Finalmente, no se ha encontrado bibliografía que dé cuenta de la intersección entre la política aceleracionista de Srnicek y Williams y la crítica categorial del capital de Postone, a pesar de las significativas similitudes entre ambos planteamientos. En este artículo intento ofrecer una primera aproximación comparativa a estas dos originales relecturas de Marx y del capitalismo contemporáneo, haciendo énfasis en los parecidos entre ellas. Mi tesis es que existen tres grandes ejes de afinidad teórica entre los aceleracionistas y Postone: la crítica del trabajo en el capitalismo, la búsqueda de una política no centrada en la clase obrera y la construcción de una mirada matizada o compleja sobre la técnica moderna, que evita tanto una concepción ingenua de progreso como una recaída romántica. En primer término, estos pensadores rechazan la mirada afirmativa sobre el trabajo propia del marxismo tradicional poniendo el eje en la necesidad de romper con la forma capitalista de trabajo, comprendida como una realidad históricamente determinada. Segundo, los tres comparten (aunque con énfasis diferentes) que el proletariado industrial no es necesariamente el grupo social llamado a poner en marcha movimientos históricos que vayan más allá del capitalismo, dando atención a otros movimientos sociales y políticos no necesariamente centrados en el trabajo, como las organizaciones de mujeres o de desocupados. Existen algunas diferencias sobre el significado y el alcance de las luchas proletarias en estos tres autores, pero que se encuadran en un marco de acuerdos fundamentales. Tercero, los aceleracionistas y Postone intentan construir una aproximación matizada a la técnica moderna y a la modernidad en general. Estos pensadores evitan una crítica unilateral de la modernidad que la identifique sin más con el imperio del capital, pero sin reponer una filosofía de la historia en clave de progreso que restituya miradas eurocéntricas y reduccionistas. Para los tres se trata, en cambio, de producir una crítica inmanente del capitalismo centrada en las potencias históricas generadas por esta forma social, que, sin embargo, podrían trascenderla. A continuación analizaré sucesivamente estos tres puntos de coincidencia, para retomar la discusión general en la conclusión. En cada punto examinaré también las divergencias entre los autores, intentando presentar las continuidades entre los tres con los matices, limitaciones y distancias importantes en cada caso.

La crítica del trabajo en Postone

Uno de los aspectos más salientes de la relectura categorial de Postone es su crítica del trabajo en el capitalismo. Su pensamiento no asume el punto de vista del trabajo, sino que hace de este el objeto de la crítica. No apunta a la realización del proletariado, sino a la liberación con respecto del trabajo proletario y las formas sociales montadas sobre este. “La crítica social del carácter específico del trabajo en el capitalismo es una teoría de las determinadas formas estructuradas por, y estructurantes de, la práctica social que constituyen la sociedad moderna en sí” (Postone, 1993, p. 67). El trabajo capitalista tiene una forma histórica específica: es a la vez trabajo concreto y trabajo abstracto (Postone, 1993, p. 139). El trabajo concreto remite a la relación entre las personas y la naturaleza o la actividad consciente que permite al sujeto transformar el mundo. Alguna forma de trabajo sería necesaria en toda sociedad (Postone, 1993, p. 33), aunque el trabajo concreto tiene una serie de peculiaridades en el capitalismo relacionadas con el maquinismo y la creciente tecnificación de la producción. El trabajo capitalista es dividido en concreto y abstracto, trabajo que no solo garantiza la transformación de la naturaleza conforme fines humanos, sino que también está en la base del valor (y por ello se convierte en el elemento mediador de la sociedad). Solo con el capitalismo “el trabajo, independientemente de su contenido específico, sirve al productor como el medio por el cual los bienes producidos por otros son obtenidos” (Postone, 1993, p. 149). En la sociedad capitalista, el nexo entre las personas es estructurado a partir del intercambio universal de trabajo.

La forma histórica del trabajo en el capitalismo lo vuelve el elemento mediador de la totalidad social. El trabajo es el fundamento estructural de las relaciones sociales capitalistas y da a estas su dinámica automática y fetichista. El capitalismo se caracteriza, pues, por “la dominación de las personas por estructuras de relaciones sociales abstractas, cuasi-independientes, mediadas por el trabajo determinado por las mercancías [commodity-determined labor]” (Postone, 1993, p. 126). El carácter dual del trabajo en el capitalismo funda un tipo único de interdependencia social donde las relaciones entre las personas no aparecen abiertamente como tales, y asumen, en cambio, el carácter de relaciones cuasi-objetivas, que se enfrentan a los sujetos como independientes. “Un lazo social resulta de la función del trabajo como mediación social, uno que […] no depende de la interacción social inmediata” (Postone, 1993, p. 154). El trabajo no es la categoría mediadora, la constituyente fundamental, de toda sociedad en general. En cambio, adquiere ese carácter mediador específicamente en la sociedad capitalista. “En una sociedad caracterizada por la universalidad de la forma mercancía […] un individuo no obtiene los bienes producidos por otros a través del medio de relaciones sociales abiertas. En cambio, el trabajo mismo -sea directamente o expresado en sus productos- reemplaza esas relaciones” (Postone, 1993, p. 150).

Para Postone, la crítica del trabajo significa dos cosas a la vez. Primero, es la crítica de las formas de mediación social capitalistas, con su carácter de compulsiones anónimas, impersonales y abstractas. Superar la sociedad del trabajo implica en este punto superar el carácter compulsivo de la lógica del capital, con su dinámica ciega, automática y ajena a todo control democrático. El capitalismo es una “sociedad del trabajo” por la constricción de las actividades sociales bajo la exigencia de acumular capital o producir valor, exigencia que se impone por sobre decisiones políticas conscientes o deliberaciones democráticas. El trabajo, como forma de mediación, cimienta una sociedad de lógicas anónimas en la que las personas no controlan su actividad, sino que son controladas por ella.

En un segundo sentido, la crítica del trabajo proletario significa una impugnación de las formas de actividad tortuosas, carentes de sentido y poco interesantes que realizan las personas en la producción capitalista. La crítica del carácter específico del capitalismo no es una crítica del trabajo abstracto en nombre del trabajo concreto: este último asume en su materialidad una forma capitalista, viéndose empobrecido y unilateralizado. La producción material y las formas de mediación social se encuentran interrelacionadas, de modo que no puede optarse sin más por una y contra otra. Tanto intenta Postone evitar una crítica “romántica” del capitalismo que cuestionaría unilateralmente a la modernidad (y sus avances técnicos) como tal, como evitar la ingenuidad productivista del marxismo tradicional. “Este enfoque no afirma las formas existentes de producción social y administración como concomitantes necesarias de la ‘modernidad’ ni llama a su abolición, sino que apunta más allá de la oposición entre las dos posiciones” (Postone, 1993, p. 392). De esta manera, el autor avanza hacia una crítica de la producción (y no solo de la distribución de bienes) capitalista que cuestiona la sumisión de los individuos a tareas repetitivas y carentes de sentido durante la mayor parte de su vida activa. La crítica del trabajo, en síntesis, es tanto el cuestionamiento de una sociedad organizada por el trabajo, como categoría mediadora (una sociedad donde la compulsión abstracta y anónima a la acumulación de capital reemplaza las formas de interdependencia personales), como la impugnación del trabajo proletario en cuanto actividad empobrecida, ajena a todo interés y carente de sentido para quienes la ejecutan.

La crítica del trabajo en Srnicek y Williams

Srnicek y Williams coinciden en que todo intento de reformular un proyecto político de izquierdas y una herencia para el marxismo hoy debe comenzar por la crítica del trabajo. En lugar de centrarse en el trabajo como forma de mediación social, recuperan una crítica del trabajo proletario de clara inspiración marxiana. Cuando hablan del fin del trabajo se refieren a “nuestros trabajos” o “el trabajo asalariado” (Srnicek y Williams, 2015, p. 85). Su tesis puede sintetizarse en dos enunciaciones principales. Primero, la clase trabajadora no se define sociológicamente (en términos de ingresos, nivel cultural, etcétera), sino que “el proletariado es simplemente ese grupo de gente que debe vender su fuerza de trabajo para sobrevivir” (Srnicek y Williams, 2015, p. 87). Esto significa que sectores importantes como los desempleados o las amas de casa económicamente dependientes están incluidos en un concepto amplio de la clase trabajadora, que no se reduce, por ejemplo, al conjunto de quienes efectivamente perciben un salario. Tras la caída del bloque soviético y la integración de China al mercado mundial, esta clase social ha abarcado a la mayoría de la población mundial, a todos aquellos que “dependen del trabajo asalariado para sobrevivir” (Srnicek y Williams, 2015, p. 87). El trabajo en el capitalismo significa, entonces, trabajo proletario, llevado a cabo por desposeídos (de los medios de producción), forzados económicamente a vender su fuerza de trabajo en el mercado. El objetivo de esta forma de trabajo es producir valor o producir para la acumulación y solo satisfacer mediatamente necesidades sociales.

Según los autores, el capitalismo se funda en amplios procesos de desposesión de las comunidades precapitalistas, a partir de los cuales los trabajadores se ven separados de los medios de producción, lo que los sume bajo la compulsión económica de vender su fuerza de trabajo en el mercado para sobrevivir. Sin embargo (y este es el segundo punto de su tesis) los procesos de automatización e incorporación de tecnología tienden a destruir sistemáticamente más puestos de trabajo de los que crean. Con esto aumenta secularmente la población excedente, llevando a una fragmentación de largo plazo de la clase trabajadora entre quienes tienen empleos estables, con condiciones de relativa protección jurídica y salarios más altos y quienes subsisten en una constante precariedad, subempleados o desempleados de manera crónica. Esto crea la “miseria de no ser explotado” (Joan Robinson, cit. en Srnicek y Williams, 2015, p. 87) como una condición temible pero regular para muchas personas.

La automatización conduce a un proceso constante de expulsión de personas del mundo del trabajo asalariado, al tiempo que hace del trabajo el fundamento de la cohesión social, la identidad personal y el sentido de la valía subjetiva. “La propia base del capitalismo como sistema social -la relación entre el proletariado y los empleadores, con el trabajo asalariado mediando entre ellos- está desmoronándose” (Srnicek y Williams, 2015, p. 92). La contradicción, agudizada constantemente, en virtud de la cual el capitalismo pone el trabajo asalariado como fundamento de la vida social (y de la subsistencia de los individuos), al tiempo que expulsa a cada vez más personas del trabajo, conduce a toda clase de conflictos. La población excedente tiene su “venganza” cuando deja de aceptar condiciones de disciplina social. “El capital requiere un tipo particular de población excedente: barata, dócil y flexible” (Srnicek y Williams, 2015, p. 98. Cursivas originales). La masa de desempleados, empero, no es homogéneamente dócil a estos imperativos del capital. Su rechazo a ser simplemente descartada se manifiesta entonces en diversas expresiones disruptivas de la vida social, incluyendo “revueltas, migración en masa, criminalidad y toda clase de acciones disruptivas para el orden existente” (Srnicek y Williams, 2015, p. 98).

El capitalismo genera, por ende, una dinámica dual que crea la dependencia radical y casi universal con respecto del trabajo asalariado y, al mismo tiempo, expulsa a cada vez más gente del mundo laboral. La crítica del capitalismo no descansa sobre una idea de afirmación del trabajo (mucho menos en una idea de retorno al capitalismo fordista de pleno empleo, que los autores consideran irrecuperable, además de indeseable, como proyecto emancipador). En este punto, Srnicek y Williams coinciden con Postone: el horizonte emancipador radica en la crítica del trabajo capitalista, en un contexto donde la incorporación de tecnología mina la integración social por el salario. Si Postone parte de cuestionar el trabajo como forma de mediación, los aceleracionistas se centran en la crítica del trabajo asalariado que surgió de los procesos de desposesión social. Sus críticas del trabajo no son exactamente iguales. El primero ve al trabajo capitalista como el corazón de una forma de mediación social. Para Postone, el trabajo no es solo una forma de actividad humana, sino que está en la base de las formas de organización de la sociedad capitalista de conjunto, organizando sus nexos abstractos, impersonales y anónimos. Para los aceleracionistas, en cambio, lo central es el carácter desposeído y sometido a un comando ajeno del trabajo capitalista. Sus planteamientos no son, por ende, exactamente idénticos. En ambos casos, sin embargo, es central la crítica del trabajo en el capitalismo. Para Srnicek y Williams, el trabajo proletario, orientado a la creación de valor y fundado históricamente en procesos de desposesión de las formas comunitarias, está en la base de la sociedad capitalista, pero, a la vez, entra en crisis con el propio desarrollo del capital.

Un marxismo más allá de la clase obrera en Postone

A continuación, me detendré en un segundo aspecto de coincidencia entre los aceleracionistas y Postone. En ambos casos, se trata de pensadores poderosamente influidos por la relectura de Marx, que, sin embargo, no atribuyen a la clase trabaja-dora el lugar central que tiene en las formulaciones clásicas del marxismo tradicional. Para Postone, la crítica del trabajo implica que no hay una relación directa entre la clase obrera históricamente constituida y el anticapitalismo. El marxismo tradicional es, según él, una crítica del mercado y la propiedad privada desde el punto de vista del trabajo. Esto significa que concibe el trabajo de una manera transhistórica (como la categoría mediadora de toda sociedad) (Postone, 1993, p. 7); cuestiona la distribución, antes que la producción, y piensa la superación del capitalismo como la realización del proletariado. Desde esta interpretación, el capitalismo se caracteriza por una contradicción entre la producción industrial y la distribución por medio del mercado y la propiedad privada. Las fuerzas productivas del trabajo, desarrolladas en una escala enorme por la producción industrial moderna, se verían sometidas a un régimen de explotación de clase y distribución caótica (no planificada) del producto social. La emancipación social, afirmativa con respecto de la producción industrial desarrollada (Postone, 1993, p. 9) supondría suprimir el mercado y la propiedad privada. La dominación, en correlato, “es entendida esencialmente en términos de dominación de clase, que permanece externa al proceso de producción” (Postone, 1993, p. 9). La emancipación sería, por lo tanto, la realización del proletariado, la liberación con respecto de la explotación e irracionalidad del mercado capitalista y el pleno desarrollo de la producción industrial moderna.

Para Postone, el capitalismo se define en términos de relaciones sociales dinámicas que no se pueden definir exhaustivamente en términos de clase:

Mi discusión ha mostrado claramente que su concepción [la de Marx] de la dinámica intrínseca del capitalismo, expresada en las categorías de valor y plusvalor, se refiere a las formas sociales de mediación objetivadas y no puede ser comprendida sólo en términos de relaciones de explotación de clase (Postone, 1993, p. 314).

Según Postone, la crítica marxiana de la economía política cuestiona las formas y las dinámicas sociales, antes que la explotación como tal. El conflicto entre clases es un elemento inmanente de la totalidad social capitalista fundada en el intercambio de mercancías (1993, p. 317) y, por lo tanto, “un momento constitutivo de la trayectoria dinámica del todo social” (Postone, 1993, p. 320) regulada por la dinámica del capital como tal. De lo anterior, Postone deriva que el proletariado no sería “el representante social de un posible futuro poscapitalista” (1993, p. 355). El trabajo proletario es la base del valor, pero no necesariamente de la riqueza social que (gracias a la propia dinámica capitalista) se independiza cada vez más del trabajo humano directo. Así, la abolición del trabajo proletario y la del capitalismo van de la mano. Más aun, las formas de conciencia y acción oposicional frente al capitalismo no surgen de la clase obrera, sino de una multiplicidad de movimientos cuya acción se centra en la subjetividad, la relación con el medio ambiente, la aspiración a una vida no sometida a las necesidades de la valorización, etcétera.

No hay una continuidad lineal entre las demandas y concepciones de la clase obrera […] y las necesidades, demandas y concepciones que apuntan más allá del capitalismo. Estas últimas -que pueden incluir la necesidad de actividad autorrealizadora, por ejemplo- no estarían limitadas a la esfera del consumo y los asuntos de justicia distributiva, sino que pondrían en cuestión la naturaleza del trabajo y la estructura de constricciones objetivas que caracteriza al capitalismo (Postone, 1993, p. 37).

Postone reinterpreta la teoría crítica de Marx tratando de dar centralidad a cuestiones como la subjetividad, las formas del vínculo social y las aspiraciones humanas a formas de actividad más ricas e interesantes que las capitalistas. Estas formas de acción y conciencia crítica se plasmarían más en la plétora de nuevos movimientos sociales no centrados en el trabajo ni el salario que en la clase obrera. Lejos de afirmar el punto de vista del proletariado como clase explotada, busca abolir el trabajo proletario lanzándose a una crítica de la sociedad moderna, con su forma de trabajo, su tipo de interdependencia social y sus constricciones características.

Un marxismo más allá de la clase obrera en Srnicek y Williams

Srnicek y Williams, por su parte, formulan un marxismo en ruptura con las exclusiones ilegítimas (y estratégicamente inconducentes) del marxismo obrerista recuperando de manera original a Laclau. Estos autores parten de dos constataciones básicas: que el capitalismo ha fragmentado a la clase trabajadora antes que producido su unidad espontánea y que la clase no es el único, ni necesariamente el central, vector de la contestación anticapitalista.

El concepto de hegemonía es formulado por Gramsci para explicar “por qué la gente ordinaria no se levanta contra el capitalismo” (Srnicek y Williams, 2015, p. 132), pero también permite construir perspectivas estratégicas para la impugnación de condiciones sociales dadas. El capitalismo no produjo históricamente un mundo polarizado entre los intereses antagónicos (e internamente homogéneos) del proletariado y la burguesía. “Para 1990, la posición de la clase obrera como un sujeto político privilegiado se había roto por completo, y una mucho más amplia gama de identidades, deseos y opresiones sociales habían ganado reconocimiento” (Srnicek y Williams, 2015, p. 21). Mientras que la división en clases permanece como un aspecto relevante, e incluso central, de la organización de la sociedad capitalista, los actores efectivos en sus luchas cotidianas no se dividen en dos grandes grupos excluyentes constituidos por la burguesía y el proletariado. En cambio, la sociedad aparece como fragmentada en una pluralidad de demandas, aspiraciones y proyectos particulares, que solo es posible unificar mediante una ingeniería política compleja y precaria. Contra las aspiraciones del marxismo tradicional, no se produjo históricamente una unificación espontánea de la clase trabajadora a partir del propio despliegue histórico del capitalismo, sino una fragmentación creciente. La clase aparece escindida por brechas entre quienes obtienen un empleo estable y quienes no, por divisiones raciales y jurídicas (por ejemplo, en la subalternización de los migrantes), entre los varones con trabajo asalariado y las mujeres confinadas a las tareas reproductivas en el hogar, etcétera. Así, la expectativa marxista tradicional de que la dinámica de la acumulación llevaría a una homogeneización social creciente no se cumple en la historia.

Al mismo tiempo, existe una multiplicidad de conflictos importantes que el marxismo del movimiento obrero histórico desconoció o relegó a un rol secundario, como es el caso de las luchas feministas, LGBT, antirracistas, decoloniales, ambientalistas, etcétera. Contra esa tendencia, un proyecto de izquierdas con posibilidades de éxito, pero también genuinamente emancipador, debe ser “inherentemente feminista, reconociendo el trabajo invisible llevado a cabo predominantemente por mujeres”, vincularse con “luchas antirracistas” y “con las luchas poscoloniales e indígenas” (Srnicek y Williams, 2015, p. 161). Hoy, el proyecto emancipador de la izquierda aparece forzado a mantener una agenda abierta, compleja, pluralista y atenta a una diversidad no fácilmente reductible de intereses, aspiraciones y reclamos.

Dada la pluralidad irreductible de aspiraciones legítimas que hoy forzosamente forman parte del proyecto de la izquierda, los autores apuestan por una política hegemónica y populista que pueda articular diversas aspiraciones y demandas en un proyecto común. Contra la concepción marxista tradicional de la clase trabajadora, que encubría distinciones internas que no se redujeron ni eliminaron con el capitalismo (Srnicek y Williams, 2015, p. 157), evitan postular a la fracción de la clase constituida por trabajadores fabriles, heterosexuales, varones y blancos como vanguardia preestablecida.

No existe, para estos autores, “un grupo preexistente que pueda encarnar los intereses universales o constituir la vanguardia necesaria” (Srnicek y Williams, 2015, p. 158). La unidad de los diversos grupos, en cambio, debe ser cada vez conquistada políticamente, y sus representantes y aglutinadores se deciden en las contingencias de la lucha. De ahí el recurso de Srnicek y Williams a las concepciones de Laclau sobre el populismo como lógica política capaz de aglutinar demandas diversas cuya unidad no se da de inmediato en el plano de la dinámica social objetiva.

En suma, los aceleracionistas, al igual que Postone, no parten de la prioridad estratégica del proletariado como agente del cambio social. A diferencia de Postone, sin embargo, no consideran que la acción histórica de la clase trabajadora sea exclusivamente parte del mecanismo sistémico del capital. “Mientras que el proyecto del postrabajo demanda que se dé centralidad a la clase, no es suficiente con movilizarse sobre la base de intereses de clase” (Srnicek y Williams, 2015, p. 161). Para estos pensadores, una firme perspectiva de clase es un componente necesario de la política anticapitalista, aunque no necesariamente el componente aglutinante de la operación hegemónica. Los aceleracionistas, en suma, no descartan la importancia de la clase obrera en el proyecto del poscapitalismo, pero no parten de la unidad espontánea de los actores sociales, ni de su articulación necesaria en términos de clase, sino que adoptan la idea laclausiana de que la unidad política surge de las contingencias de la construcción hegemónica y no de la mera lógica social. De nuevo, encontramos una coincidencia limitada pero relevante entre los dos planteamientos estudiados. Postone reconstruye la lucha de la clase trabajadora como completamente sumida en el automovimiento del capital y su reproducción, mientras que los aceleracionistas parten de un análisis más político sobre la composición contingente y precaria de sujetos en el capitalismo avanzado. El primero niega el carácter potencialmente emancipatorio de la clase trabajadora. Los segundos, con un enfoque más matizado, sostienen la necesidad de producir articulaciones entre la política centrada en la clase y una plétora de movimientos sociales, para conducir todo ello más allá del trabajo. Habida cuenta de estas diferencias, empero, los planteamientos coinciden en correr del centro a la política de la clase trabajadora entendida de modo tradicional.

Modernidad, tecnología y emancipación en Postone

El tercero, y tal vez más importante, punto de coincidencia entre Postone y los aceleracionistas es su actitud general frente a la modernidad, y en particular frente a la tecnología moderna. Esta coincidencia implica una actitud abierta y productivamente ambivalente hacia el desarrollo de las fuerzas productivas modernas. Postone y los aceleracionistas ven la modernidad capitalista como un fenómeno contradictorio, que plasma lógicas opresivas al tiempo que crea importantes posibilidades liberadoras. La técnica moderna, plasmada en los métodos de producción capitalistas, no aparece como neutral, pero tampoco como inherentemente portadora de progreso o de decadencia. En cambio, sintetiza un conjunto de disposiciones atadas a la lógica social del capital que, sin embargo, encierran la posibilidad de trascenderlo. Estos autores tienen una posición original en el pensamiento de izquierdas. De una parte, el Diamat soviético y las corrientes tradicionales del marxismo se han caracterizado por una actitud ingenuamente afirmativa frente a los procesos de modernización, concibiendo el socialismo como el corolario de una dinámica histórico-universal de progreso técnico y humano. De otra parte, desde la aparición de trabajos como Dialéctica de la Ilustración y algunas vertientes del pensamiento decolonial contemporáneo, se ha tendido a invertir la mirada ante la técnica y la modernidad, viendo en ambas meras lógicas opresivas sin ningún elemento emancipador. Frente a estas dos aproximaciones unilaterales, los autores aquí analizados buscan construir una lectura matizada, compleja y atenta a las ambivalencias de la modernidad y sus conquistas técnicas.

En la consideración de la modernidad como contradictoria se pone de manifiesto la crítica inmanente del capitalismo, es decir, la crítica del capitalismo desde el punto de vista de sus propios desarrollos y resultados históricos. Postone considera que la crítica del trabajo no es una mera sugerencia de la imaginación, sino que se nutre de las propias dinámicas abiertas en el capitalismo. La dinámica objetivada y anónima de la sociedad del trabajo, en efecto, mina progresivamente sus propias bases, por lo que produce más y más población excedente y dificulta la producción de valor. La automediación del trabajo en el capitalismo ocasiona la contradicción entre riqueza y valor. La dinámica temporal automática y contradictoria del capital implica que “surge una creciente tensión entre este fundamento del modo de producción capitalista y los resultados de su propio desarrollo histórico” (Postone, 1993, p. 25), lo que hace posible su crítica social inmanente.

El capital posee una dialéctica temporal de transformación y restitución del tiempo de trabajo. Por un lado, incrementa constantemente la productividad. La “hora de trabajo social” se vuelve cada vez más “densa” en términos de la cantidad de mercancías producidas. A la vez, esas transformaciones no llevan a incrementos permanentes en el valor total creado. El valor, al fin y al cabo, depende del tiempo de trabajo empleado, y no de su productividad: “aunque un incremento en la productividad genera más riqueza material, el nuevo nivel de productividad, una vez generalizado, produce la misma cantidad de valor por unidad de tiempo” (Postone, 1993, p. 288. Cursivas originales). La dinámica del capital incrementa la productividad del trabajo, pero no la creación de valor, lo que hace que el volumen total de bienes producidos aumente continuamente, sin verse acompañado de un incremento del valor total creado.

La dialéctica de transformación y restitución de la hora de trabajo, ineluctable conforme el funcionamiento de la acumulación, vuelve al capitalismo cada vez más anacrónico con respecto de sí mismo. El trabajo directo se torna menos relevante en la producción. En cambio, los poderes socialmente generales de la ciencia y la técnica adquieren primacía. El capitalismo “no sólo eleva enormemente la productividad […] sino que lo hace hasta el punto de tornar la producción de riqueza material en esencialmente independiente del gasto inmediato de tiempo de trabajo humano” (Postone, 1993, p. 339). La generación de riqueza y la de valor entran en contradicción. La producción capitalista, “como proceso de creación de riqueza material, deja de depender necesariamente del trabajo humano directo; empero, como proceso de valorización, permanece necesariamente basada en tal trabajo” (Postone, 1993, p. 342). Esta contradicción creciente da al capitalismo su dinámica histórica característica que conduce a una discrepancia creciente entre sus resultados y sus bases sociales, históricas y lógicas. Si el trabajo es el fundamento tanto del valor como de la forma de mediación social en el capitalismo, la dinámica temporal desplegada por esta sociedad tiende a reducir la necesidad de trabajo y a incrementar la masa de riqueza con independencia del valor producido. Así, la sociedad capitalista genera cada vez más riqueza material y menos valor, al tiempo que sus miembros dependen del trabajo asalariado para reproducirse, pero se ven cada vez más expulsados de este. Esta doble dinámica (independencia de la riqueza con respecto del valor y crecimiento de la población excedente) pone al trabajo como una base social anacrónica frente a los desarrollos y resultados que el propio capitalismo genera.

La “adecuada crítica negativa” del capital parte de lo que podría llegar a ser “como un potencial inmanente a lo que es” (Postone, 1993, p. 90). El despliegue de la riqueza material podría desaherrojar posibilidades emancipatorias contenidas, pero bloqueadas, en la sociedad capitalista. Esas potencialidades trascendentes son comprendidas, siguiendo a Marx, en términos del “individuo social”. Con el análisis de la contradicción entre riqueza y valor es posible retomar el proyecto de la teoría crítica como crítica social inmanente de la modernidad, que analiza la contradicción entre las formas de dominación existentes y las posibilidades liberadoras gestadas en el interior de esas mismas formas. La teoría, así, es adecuada a su objeto, la sociedad existente, en tanto esta es a la vez opresiva (estructurada en condiciones de dominación) y generativa (pone las condiciones de posibilidad de su eventual superación).

Esta crítica inmanente, a su vez, se centra en las posibilidades críticas o liberadoras puestas por el capitalismo. El aprovechamiento socialmente regulado de la ciencia y la técnica permitiría llevar a la práctica la crítica del trabajo capitalista. “Marx veía la negación del núcleo estructural del capitalismo en términos de apropiación por parte de la gente de los poderes y conocimientos que habían sido históricamente constituidos de manera alienada […] Esto permitiría al ‘mero trabajador’ convertirse en ‘individuo social’ […]” (Postone, 1993, pp. 31-32). Esta idea remite a un individuo cuyas capacidades y necesidades son gestadas por el conocimiento universal de la humanidad aplicado a la producción. La propia tecnificación capitalista del proceso productivo implica que el conocimiento social pasa a ser, cada vez más, el factor determinante de la producción de riqueza, en detrimento del trabajo humano directo. El individuo social como ideal emancipador para una sociedad poscapitalista apunta a la apropiación colectiva y democrática del conocimiento social y las nuevas técnicas productivas. Sobre esa base, las capacidades productivas de las personas pasarían a ser inmediatamente sociales, en cuanto determinadas por el conocimiento universal de la humanidad. Eso abre la posibilidad de un individuo cuyas posibilidades de existencia no están atadas a sus facultades particulares, sino que fueron creadas por un proceso global y universal de intercambio e interacción entre las personas.

Según Postone, el desarrollo de la maquinaria y la gran industria, que en su forma actual empobrece el trabajo proletario, sin embargo, hace técnicamente posible un modo de producción en el que la creación de riqueza material dependa lo menos posible del gasto de trabajo humano directo. En ese contexto, la producción maquinizada sería reapropiable en un esquema de ahorro de tiempo de trabajo. “Marx vio que la negación del núcleo estructural del capitalismo como permitiendo la apropiación por parte de las personas de los poderes y el conocimiento que han sido constituidos en forma alienada […]” (Postone, 1993, p. 31). El capitalismo, como formación social basada en la mediación fetichizada y cuasi-objetiva del trabajo, genera potencialidades históricas cuya realización lo trascendería como tal. Realizar esas potencialidades supone, no restituir una esencia humana previa, sino gestar la apropiación colectiva de posibilidades creadas por el capital.

La contradicción entre riqueza y valor supone que las condiciones técnicas y sociales generadas por la modernidad del capital también encerrarían la posibilidad de romper con la dinámica de dominación. El trabajo capitalista aparece como una forma de mediación social y como un tipo de actividad instrumental, unilateralizado en torno al cálculo medios-fines, pero conducido en condiciones heterónomas, que socavan las capacidades del sujeto para la reflexión y la autodeterminación. Al mismo tiempo, la movilización de la riqueza social genera las condiciones para interrumpir todo el proceso, superar la mediación social objetivada y abstracta y, con ella, las patologías de la razón instrumental en la modernidad. Conforme se desarrolla el capitalismo, la creación de riqueza material se independiza crecientemente de la producción de valor, pues aquella pasa a depender más y más de las potencias socialmente generales de la técnica, la ciencia y el conocimiento y menos del trabajo directo. Eso crea las condiciones para pensar la abolición de una sociedad mediada por el trabajo, en la que ya no se produjera para la reproducción del valor. En ese contexto, las potencialidades producidas por el capital podrían ser reapropiadas más allá del trabajo empobrecido moderno y de la inversión de los medios por los fines que este conlleva. Mediante tal reapropiación consciente de las posibilidades generadas en forma alienada por el proceso del capital, es posible repensar las potencialidades liberadoras de la modernidad, en un contexto donde no se imponga socialmente la producción para el valor y los particulares vean reforzadas (y ya no constreñidas) sus posibilidades de autodeterminación individual y colectiva. De esta manera, Postone intenta una mirada de la sociedad moderna (y sus formas de racionalidad) menos unilateral, que sopese sus derivas opresivas y sus potencialidades liberadoras poniendo el acento en su carácter estructuralmente contradictorio.

Modernidad, tecnología y emancipación en Srnicek y Williams

La actitud de Srnicek y Williams frente a la modernidad (y en especial sus desarrollos técnicos) es muy similar a la de Postone. En esta actitud se combinan un llamado a contestar o reclamar (antes que impugnar) el universalismo moderno y una propuesta por reutilizar (repurposing) los resultados técnicos del capitalismo. Los autores comprenden que la lógica social de la modernidad y sus desarrollos técnicos plasman procesos abiertos y susceptibles de ser reorientados, reformulados y cuestionados inmanentemente. Esto significa que, sin caer en un concepto de progreso ingenuo, comprenden que la modernidad capitalista y su técnica como realidades bivalentes, en las que se plasman formas de dominación, pero también se guardan pasibilidades transformadoras.

El programa aceleracionista tiene tres grandes principios: “reclamar la modernidad, construir una fuerza hegemónica y populista, y movilizarse hacia un futuro postrabajo” (Srnicek y Williams, 2015, p. 69). Este programa supone que es posible construir una modernidad más allá del capitalismo, que movilice las pulsiones democráticas y expansivas del universalismo, pero también los logros de la tecnología moderna, en el marco de una sociedad postrabajo. La construcción de esta “modernidad de izquierdas” implica una ruptura radical con las folk politics (y su estela de localismo, inmediatismo y resistencia romántica a la modernidad como tal). El capitalismo es “un universal agresivamente expansivo” (Srnicek y Williams, 2015, p. 69), de modo que la única estrategia viable para enfrentarlo es levantar otro proyecto social igualmente expansivo y universalista que reivindique para sí el legado de la modernidad.

Srnicek y Williams enuncian algunos “elementos de la modernidad que no pueden ser renunciados” (libertad, democracia, secularismo, entre otros). Estos elementos “son a la vez fuentes de la modernidad capitalista y de las luchas contra ésta” (Srnicek y Williams, 2015, p. 71). Las pugnas políticas de nuestros días son irremediablemente modernas en cuanto se organizan en torno a algunos de esos “elementos irrenunciables” citados arriba. Los conflictos sociales impugnan cada vez algunos aspectos de la modernidad constituida, pero lo hacen en nombre de sus propios principios y fundamentos aspirando, entonces, a formas de modernidad más amplias, genuinas y verdaderamente universalistas. La invocación de la modernidad exige un concepto de progreso desligado de toda filosofía de la historia universal. Los autores llaman a este progreso “hipersicional”, que es “como un tipo de ficción, pero que apunta a transformarse a sí misma en verdad” (Srnicek y Williams, 2015, p. 75), y pueda “contestar, pero no rechazar” a la modernidad (Srnicek y Williams, 2015, p. 71). La contestación abierta de la modernidad aspira a crear un futuro “diferente y mejor” en el que la imaginación utópica se asocie con la política emancipadora.

Si históricamente la izquierda se orientó de modo privilegiado al futuro, desde el triunfo del neoliberalismo parece que las agendas modernizadoras han pasado a ser una prerrogativa de la derecha, viéndose las fuerzas anticapitalistas condenadas a la dudosa perspectiva de resistir el avance del capital. Hay varias razones legítimas para el abandono por parte de la izquierda de las ideas de progreso, fundamentalmente debido a los usos colonialistas e imperialistas de esta noción, así como las catástrofes civilizatorias del siglo XX (los totalitarismos, los campos de concentración, etcétera), con las cuales se probó que la “regresión” es históricamente tan posible como el progreso. Esta doble ruptura destrona cierta noción de progreso eurocéntrica, homogénea, que condena a las sociedades no-occidentales a un rol de atraso. Sin embargo, esto no significa renegar de todo horizonte de progreso como tal (en el sentido de construir un futuro “diferente y mejor”). La recuperación de una idea de progreso es posible, para Srnicek y Williams, desde una lectura centrada en las posibilidades (no la necesidad) expansivas de la modernidad, afirmando a la vez un horizonte pluralista donde los países del centro global no aparecen como modelo de desarrollo, sino que “varias modernidades son posibles” (Srnicek y Williams, 2015, p. 74).

La agenda de contestar la modernidad supone que “el universalismo es un espacio de conflicto” (Srnicek y Williams, 2015, p. 75) donde el lenguaje de los universales funciona a la vez para enmascarar la generalización arbitraria de opresiones particulares y para legitimar el cuestionamiento de esas opresiones. Abordar el universalismo como un espacio de conflicto implica romper con la asociación eurocéntrica de lo universal con lo homogéneo que acompañó como un “lado oscuro” a la modernidad europea (Srnicek y Williams, 2015, p. 76), consolidando a los varones heterosexuales blancos y propietarios como actores privilegiados de normativas que, contradictoriamente, se pretendían válidas para todo el mundo.

Si el universalismo constituido y heredado condujo a menudo a la opresión de lo particular y diferente, las diversas respuestas sociales y políticas a esta opresión se han organizado en torno a las propias pretensiones de legitimidad de esos universales constituidos. Los universales hacen una demanda “incondicional” (tener validez para todos) que, sin embargo, nunca es plenamente satisfecha en su actualización efectiva (Srnicek y Williams, 2015, p. 77). Esto conduce a una continua inestabilidad de las políticas del universalismo, que admiten siempre nuevas modulaciones, impugnaciones parciales, reescrituras y ampliaciones. Cada vez que un particular se representa a sí mismo como el portador de lo universal se abre al mismo tiempo al cuestionamiento por otros particulares posibilitando dinámicas de reformulación y reactualización. Las luchas sociales “revitalizan” los universales, puesto que a la vez los “desafían y elucidan” (Srnicek y Williams, 2015, p. 78), pero no los desfondan radicalmente.

Lo anterior significa que el universalismo no se enuncia desde el asiento de un juez trascendente determinado de antemano, sino que se negocia en un proceso político abierto y sometido a la lucha. El capitalismo se ha consolidado por su poder hegemónico, esto es, su versatilidad y “capacidad para alojar la diferencia” (Srnicek y Williams, 2015, p. 78). Un proyecto capaz de derrotarlo desde la izquierda debe probarse portador de la misma flexibilidad articulando diversas aspiraciones, demandas y proyectos en torno a un nodo hegemónico, como el del fin del trabajo.

La búsqueda de una ampliación crítica del proyecto del universalismo tiene implicancias desde el punto de vista de la técnica. El universalismo propuesto por Srnicek y Williams sugiere una idea de “libertad sintética” que no descansa en nociones predefinidas de la naturaleza humana, sino en la idea de libertad como capacidad para actuar: “cuanto mayor capacidad para actuar tenemos, más libres somos” (Srnicek y Williams, 2015, p. 79). Esta clase de libertad implica una amplia reapropiación de los resultados técnicos del capitalismo para un proyecto social de transformación. Maximizar la libertad sintética es “habilitar el florecimiento de la humanidad y la expansión de nuestros horizontes colectivos” (Srnicek y Williams, 2015, p. 80). Se trata de una libertad “construida antes que natural, un logro colectivo histórico” (Srnicek y Williams, 2015, p. 80).

Los autores apuestan a ampliar y transformar las capacidades de actuar de las personas a partir de las fuerzas artificiales, socialmente producidas, de la técnica moderna. “Si vamos a expandir nuestras capacidades para actuar, el desarrollo de la tecnología debe jugar un rol central” (Srnicek y Williams, 2015, p. 80). El “incremento” (augmentation) experimental y colectivo de las posibilidades humanas, mediado por la tecnología, es un componente central de la libertad sintética (Srnicek y Williams, 2015, p. 82).

En su reconstrucción de la relación entre el proyecto de la izquierda y la modernidad, los autores afirman que la tecnología “no es ni buena ni mala, ni tampoco es neutral” (Srnicek y Williams, 2015, p. 152). Desde su punto de vista, los objetos técnicos llevan en sí una política. La cadena de montaje encierra la política del capital, con sus necesidades de disciplinamiento del trabajo e incremento de la explotación. Sin embargo, la significación política de un objeto dado es siempre flexible, susceptible de reapropiaciones y reutilizaciones que exceden su contexto de fabricación original. “Las potencialidades de una tecnología no se pueden determinar a priori” (Srnicek y Williams, 2015, p. 152). Las tecnologías son en su mayoría ambiguas: la tecnología que incrementa el control en los talleres podría también habilitar la reducción de la jornada de trabajo, etcétera.

Srnicek y Williams tienen una lectura de la tecnología moderna (y de la modernidad en general) muy similar a la de Postone. Los tres autores piensan que los resultados técnicos del capitalismo no son neutrales ni encarnan un camino de progreso histórico predefinido, pero a la vez son susceptibles de reapropiación y reconfiguración para un proyecto emancipatorio poscapitalista (es decir, su significación no se reduce a la plasmada en forma capitalista). Estos pensadores ven en la tecnología moderna una realidad sistemáticamente ambigua, que encarna las potencias opresivas del capital al tiempo que habilita posibilidades para superarlo. En general, la modernidad como tal es comprendida por ellos como una realidad bivalente y equívoca, que a un tiempo plasma formas de dominación y augura posibilidades liberadoras. De nuevo, la analogía tiene limitaciones que no impugnan su valor global. Los aceleracionistas hacen un énfasis mayor en el carácter normativo de los universales modernos y su capacidad para ser modulados por la lucha, mientras que Postone pone énfasis en la contradicción entre posibilidades y realidades efectivas puestas por el capital. Para Srnicek y Williams, la dualidad de la modernidad (tensión entre posibilidades liberadoras y formas opresivas) se plasma ya en las luchas liberadoras, aun si son parciales, de la clase trabajadora y los movimientos sociales. Estos autores ven el proceso abierto y en curso de la sociedad moderna, con su renegociación del universalismo, como ya atravesada por dinámicas contradictorias y abiertas. Postone, en cambio, considera que las potencialidades liberadoras de la modernidad permanecen en un estado latente, no-realizadas bajo el capitalismo, pero puestas históricamente por este modo de producción. No intenta reconstruir las luchas sociales a partir de la renegociación del universalismo moderno, sino mostrar que las formas de trabajo capitalistas, que son fundamento de la dominación social, encierran poderosas potencialidades para superar al propio capitalismo. Los tres autores, empero, mantienen la descrita actitud ambigua y abierta ante la modernidad, que da cuenta de su carácter dual y susceptible de contestación política.

Conclusiones

A lo largo de este trabajo intenté una puesta en diálogo entre el aceleracionismo de Srnicek y Williams y la lectura categorial de Postone. Contra algunas lecturas apresuradas reseñadas en la introducción, los aceleracionistas no sugieren un proyecto de superación del capitalismo basado en la aceleración o profundización de este. Por el contrario, formulan una crítica inmanente de la modernidad del capital en la que se contrastan las dinámicas abiertas y las posibilidades liberadoras gestadas por el capitalismo que podrían conducir, potencialmente, más allá de este modo de producción.

Los aceleracionistas y Postone coinciden (con las limitaciones señaladas en cada caso) en tres grandes puntos de análisis. Primero, formulan una crítica del trabajo en el capitalismo en lugar de una crítica de la distribución desde el punto de vista del trabajo. De diferentes maneras, en ambos casos se cuestiona el trabajo proletario como una forma de actividad humana unilateral, empobrecedora y carente de sentido. En Postone, esta crítica deriva del cuestionamiento de las formas de mediación social en el capitalismo, que están estructuradas por el trabajo creador de valor. En cuanto a Srnicek y Williams, objetan el trabajo asalariado como el producto de procesos de desposesión que están en la base de la explotación y la dominación modernas. Esta analogía es limitada en cuanto Postone ve el trabajo capitalista más ampliamente (como una forma de nexo social), mientras que los aceleracionistas se centran en las formas concretas de actividad bajo el capitalismo (el trabajo proletario como trabajo desposeído y comandado de forma alienada).Sin embargo, la analogía se sostiene. En los dos escenarios se busca formular un proyecto emancipador ajeno a las promesas fordistas de pleno empleo, manteniendo una actitud afirmativa hacia la automatización de la producción y la reducción del tiempo de trabajo.

En segundo lugar, los autores reseñados se distancian de una concepción tradicional sobre la centralidad de la clase obrera para la crítica del capital. Postone asienta que la afirmación y la estabilización de los intereses del proletariado es una variable sistémica de la lógica del capital, que no posee potencialidades para trascenderla. La liberación con respecto del capitalismo es, para él, la abolición del trabajo proletario y, por ende, de la clase trabajadora. Srnicek y Williams, en cambio, apelan a los planteamientos de Laclau sobre la necesidad de construir una perspectiva hegemónica en un marco en el que no es posible postular la unidad de los actores sociales como algo dado. La clase trabajadora no se unifica de manera espontánea por el desarrollo del capitalismo, al tiempo que aparecen otros actores (los movimientos de mujeres, LGBT, antirracistas, anticoloniales, entre otros) que formulan nuevos protagonismos irreductibles a la clase. En un mundo fragmentario, la unidad debe surgir de operaciones políticas contingentes, y no puede darse por supuesta como lógica social automática. Los aceleracionistas, a diferencia de Postone, no consideran que la clase trabajadora cumpla únicamente un rol sistémico o reproductivo, sino que la leen como parte necesaria del proyecto de una sociedad más allá del trabajo (aunque no necesariamente como la vanguardia que conduce ese proyecto). La analogía, de vuelta, es válida habida cuenta de sus limitaciones. Postone tiene, ciertamente, una posición más negativa sobre el potencial liberador de la clase trabajadora, pero los tres autores coinciden en correr del centro al proletariado tal y como fue concebido por el marxismo tradicional.

Por último, y tal vez de modo más importante, los autores analizados coinciden en comprender el capitalismo como una realidad dual, contradictoria y ambivalente. Por un lado, los desarrollos técnicos capitalistas no son neutrales, sino que consolidan el trabajo proletario como actividad empobrecida y unilateral. Por el otro, es posible reapropiarse de esos desarrollos para el proyecto poscapitalista, reutilizándolos, e incluso rediseñándolos, para nuevos propósitos. Esta dinámica se inserta en una lectura más general de la modernidad como una realidad contradictoria, cuyas promesas de emancipación y democratización de la vida colectiva exceden en potencia al capitalismo como lógica social fetichizada. Para Postone, como para los aceleracionistas, es posible una crítica inmanente del capital que busque movilizar sus propias lógicas y estructuras a favor de un proyecto social de transformación radical. Esta posibilidad augura, a su turno, el horizonte de una modernidad más allá del capital. Los aceleracionistas hacen mayor énfasis en la reconstrucción de las luchas de los movimientos sociales en términos de la renegociación constante del universalismo moderno, mientras que Postone se concentra en destacar cómo el capital produce las potencialidades de su superación eventual, sin ofrecer una reconstrucción normativa de las luchas sociales. Sin embargo, a pesar de esta diferencia, la analogía entre los dos planteamientos es significativa. En ambos casos se estudia la modernidad del capital como una forma social abierta, dinámica y susceptible de ser contestada críticamente sobre la base de sus propios desarrollos.

Bibliografía

Bonefeld, W. (2004). On Postone’s Courageous but unsuccesful attempt to banish the class antagonism from the critique of political economy. Historical Materialism, 12(3): 103-124. DOI: http://dx.doi.org/10.1163/1569206042601918. [ Links ]

Cuboniks, L. (2015). Xenofeminism. A politics for alienation. Falmouth, Reino Unido: Urganomic. Recuperado de http://www.laboriacuboniks.net/index.htmlLinks ]

Deleuze, G., y Guattari, F. (1973). Capitalisme et squizophrénie. L’Anti-Oedipe. París, Francia: Minuit. [ Links ]

Deleuze, G., y Guattari, F. (1980). Capitalisme et squizophrénie II. Mille Plateaux. París, Francia: Minuit . [ Links ]

Heinrich, M. (2008). Crítica de la economía política. Una introducción a El Capital de Marx. Madrid, España: Escolar y Mayo. [ Links ]

Land, N. (2014a). Circuitries. En R. Mckay y A. Avenessian (eds.). The accelerationist reader. Falmouth, Reino Unido: Urbanomic Media. [ Links ]

Land, N. (2014b). Teleoplexy: Notes on Acceleration. En R. Mckay y A. Avenessian (eds.). The accelerationist reader. Falmouth, Reino Unido: Urbanomic Media . [ Links ]

Marx, K. (1971). Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse), 1857-1858. Tomo 1. Distrito Federal, México: Siglo XXI Editores. [ Links ]

Mckay, R., y Avenessian, A. (2014). Introduction. En R. Mckay y A. Avenessian (eds.). The accelerationist reader. Falmouth, Reino Unido: Urbanomic Media . [ Links ]

Mcnally, D. (2004). The dual form of labour in capitalist society and the struggle over meaning: comments on Postone. Historical Materialism, 12(3): 189-211. DOI: http://dx.doi.org/10.1163/1569206042601819 [ Links ]

Noys, B. (2010). The persistence of the negative. A critique of contemporary continental theory. Edinburgo, Escocia: Edinburgh University Press. [ Links ]

Noys, B. (2014). Malign velocities. Accelerationism and Capitalism. Hants, Reino Unido: Zero Books. [ Links ]

Postone, M. (1993). Time, labor and social domination. A reinterpretation of Marx’s Critical Theory. Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press. [ Links ]

Srnicek, N., y Willams, A. (2013). #Accelerate Manifesto for an Accelerationist Politics. Critical Legal Thinking. Recuperado de http://criticallegalthinking.com/2013/05/14/accelerate-manifesto-for-an-accelerationist-politics/Links ]

Srnicek, N., y Willams, A. (2015). Inventing the future. Postcapitalism and a world without work. Londres, Reino Unido: Verso. [ Links ]

Thoburn, N. (2003). Deleuze, Marx and politics. Londres, Reino Unido: Routledge. [ Links ]

Zelazny, R. (1967). Lord of Light. Nueva York, Estados Unidos: Doubleday. [ Links ]

1Todas las citas de ediciones originales en otros idiomas son de traducción propia.

Recibido: 01 de Febrero de 2018; Revisado: 02 de Agosto de 2018; Revisado: 07 de Agosto de 2018

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons