Introducción
Este trabajo se enfoca en una reflexión sobre los liderazgos en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), partido considerado de izquierda en el sistema político mexicano, el cual se entiende a partir de la interdependencia (Easton, 1969). Se propone una tipología sobre liderazgos carismáticos, administrativos y dos (motivaciones) tipos de experiencia previa en cargos, office seekers y parliamentary seekers. En las ciencias sociales "la tipología ocupa un lugar intermedio entre la teoría y la realidad empírica, ayuda a formar una representación proveniente de la observación y del primer análisis de los datos, lo cual lleva la confrontación entre la representación y lo empírico" (López Roldán, 1996, p. 17). A partir de ello, se ofrece una ordenación de los hallazgos por medio de categorías. ¿Por qué clasificar los datos? Porque "la investigación empírica es un medio de obtener respuestas a preguntas sobre la realidad, por lo cual, la operacionalización resulta del nexo entre la teoría y la observación" (Manheim y Rich, 1988, p. 68).
¿Por qué es pertinente la tipología? Porque el PRD fue el único partido que desde su fundación estuvo anclado a líderes carismáticos, aunque también surgieron otro tipo de dirigentes sin esta cualidad y que convivieron en la organización. Es relevante porque a partir de ella es posible efectuar un recorrido desde el origen hasta el momento actual. Se justifica porque clasifica a los miembros en los diferentes ámbitos de autoridad, de ello se desprende tanto su originalidad como su replicabilidad. Los demás partidos mexicanos no reúnen las características originarias del PRD.
La propuesta identifica como variables independientes a los líderes históricos y como variables dependientes a los dirigentes nacionales, coordinadores parlamentarios, dirigentes de fracciones y miembros del gabinete del Distrito Federal, las cuales explican la dinámica intrapartidista. Ubicarlos representa el principal aporte de este artículo. Es pertinente señalar que las categorías no son excluyentes; es decir, un líder carismático también logra convertirse en presidente nacional del partido y candidato presidencial, aunque, a la inversa, los líderes administrativos con dificultad logran desarrollar carisma. Desde luego, la propuesta requiere mayor discusión teórica y metodológica.
En los trabajos académicos, el liderazgo político del PRD ofrece una línea no agotada en la ciencia política en México, aunque existen investigaciones que aportan discusiones valiosas, como la de Bruhn (1997), quien considera las causas, el entorno y los efectos del partido en el sistema político; otras analizan el desarrollo organizativo y el estatus de su consolidación, como las de Adriana Borjas (2003), Esperanza Palma (2004), Francisco Reveles Vázquez (2004a), Víctor Hugo Martínez (2005), Igor Vivero (2005), Massimo Modonesi (2008), Gonzalo Farrera (2012) y Jorge Cadena Roa y Miguel Armando López Leyva (2013).
El liderazgo en los partidos mexicanos ha sido discutido por Rafael Cedillo (2009) desde la propuesta del "líder rutinario, innovador y promotor". En otra línea, Espinoza Valle (1996) y Hernández Vicencio (2003) refieren la existencia de liderazgos tradicionales, regionales y locales en el Partido Acción Nacional (PAN). Sobre el Partido Revolucionario Institucional (PRI), los estudios de González Tule (2010) apuntan la dinámica de un liderazgo que incide desde la institución presidencial, el partido y la disciplina de gobernadores, legisladores y otros. El PRD, por su parte, fue analizado por Yolanda Meyenberg (2004), quien refiere un liderazgo carismático-plebiscitario y otro caudillista abonando a la postura de Adriana Borjas (2005) acerca de la evolución del liderazgo carismático de Cárdenas y López Obrador. En ese mismo ámbito, Cortez y Salazar (2014) destacan la paradoja de un liderazgo aglutinador de izquierda bajo el mando de Cárdenas.
El estado de la cuestión se clasifica en "perspectiva histórica, ideológica, organizativa y electoral" (Vite, 2004, pp. 279-280). Este artículo se inserta en la perspectiva organizativa. Los datos para el análisis coyuntural (2012-2015) provienen de opiniones hemerográficas (periodísticas). La ventaja de esta información procede de su fácil acceso y consulta, la desventaja es que no encaja en un aparato teórico; sin embargo, los "periódicos contienen información actual de un tema, y a menudo constituyen la única fuente respecto a informes y estudios de investigación" (Goode y Hatt, 1967, p. 143). Este tipo de datos se considera "fuente de información pertinente porque refiere el mismo sector de la realidad como nuestro objeto o tema de investigación" (Dieterich, 1996, p. 161). La recolección de datos conlleva "la finalidad de analizarlos y comprenderlos y así responder a las preguntas de investigación y generar conocimiento" (Hernández Sampieri et al., 2006, p. 583). Otra parte de la información procede de una revisión directa de documentos oficiales en el Instituto de Estudios de la Revolución Democrática (IERD), institución dependiente del PRD con autonomía estatutaria y financiera. Los datos son presentados en categorías, cuadros y anexos, referente auxiliar en las ciencias sociales (Tamayo, 1998, p. 126).
La metodología comparativa permite identificar diferencias generales y semejanzas cruciales en términos diacrónicos (las mismas variables a través del tiempo), lo cual se establece como "método de las concordancias en la política comparada" (Bartolini, 1994, p. 109). Lo anterior incluye datos relevantes de cada líder: su posición como presidente nacional, jefe de gobierno y los resultados presidenciales. Para la caracterización de los liderazgos administrativos, así como del tipo de experiencia previa (motivaciones), se realizó una búsqueda de las trayectorias políticas (gubernamentales o legislativas) en documentos oficiales del partido, páginas personales de los funcionarios, así como en la información disponible en el Congreso de la Unión. Continúa la comparación porque resulta de gran utilidad para sistematizar datos: "Una de las virtudes del método comparativo es la búsqueda de factores generalizables, a partir de casos particulares, que permitan no la pretensión de una teoría general, pero sí elementos similares, que posibiliten aplicar los soportes teórico-metodológicos a otras investigaciones" (Mair, 1997, pp. 447-484).
La pregunta que guía este trabajo es ¿qué tipo de liderazgos se desarrollaron en el partido y cómo serán éstos en el futuro inmediato una vez que las figuras más visibles salieron del partido debido a la hegemonía de la fracción Nueva Izquierda (NI)?
¿Cuál es el significado del liderazgo carismático? La categoría alude a carisma y arrastre de masas. "Los líderes carismáticos refieren esperanza y fe en sus discursos. Apelan a las emociones, valores, identidades y esperanzas de sus seguidores. El carisma tiene una relación positiva con la necesidad de poder" (Shamir y House, 1994, p. 25). Primero, es preciso contrastar ese tipo de liderazgo ante uno que surge para afrontar una "situación de angustia que predispone a seguir un líder que le ofrece una vía de salvación" (Tucker, 1976, p. 45). Esto último ocurre en momentos como golpes de Estado, que gestan un liderazgo carismático (revolucionario) que busca obtener el poder para imponer nuevas reglas en el régimen político. En un contexto democrático, las instituciones políticas representan el límite y contrapeso, aunque es posible la formación de un liderazgo carismático (democrático) que surge en partidos con rutinas organizativas poco consolidadas. ¿Por qué son útiles estas categorías? Porque nos ayudan a ubicar a los líderes del PRD desde su fundación, quienes contaron con carisma pero implementaron una diferente estrategia.
La categoría de liderazgo puro no facilita diferenciar las estrategias de los líderes, por lo cual se utilizan las siguientes: líder carismático-dominante, líder carismáticointegrador y liderazgo carismático-moderado. Estas categorías fueron construidas a partir de los siguientes aportes: "El líder integrador es espontáneo y flexible. Incorpora las cualidades del grupo, descubre objetivos comunes. En contraste, el líder dominador impone su voluntad con independencia de los deseos del grupo" (Murphy, 1958, p. 113). El autor nos habla de dos tipos básicos de líderes con una cualidad distintiva: la integración o la dominación. Estos efectos se generan en una organización política desde la concepción de Robert Michels (2008). Ocurre una relación con una estructura jerárquica entre quien dirige (decide) y quien ejecuta (opera).
Quien asume una posición de autoridad requiere seguidores y una estructura que permita premiar la lealtad de éstos. La postura de Murphy y Michels se complementa al considerar que el líder en cualquiera de las dos posibilidades "está obligado a consensuar, ya que no posee el control absoluto en las decisiones" (Katz, 1973, p. 203). El reparto de poder acota el margen de maniobra.
En el contexto anterior, también se puede generar una posición intermedia entre la dominación y la integración, la cual se ubica como una estrategia moderada, a razón de que se presenta una pérdida de fuerza ante los adversarios externos, aunque todavía el líder mantiene un margen limitado en el interior de la estructura orgánica del partido. Dicho lo anterior, la estrategia depende del grado de confianza que los miembros depositan en el líder y en la capacidad de éste para distribuir incentivos, lo cual requiere "experiencia, aprendizaje y carisma" (Dorsch, 1994, p. 515).
Las características ideales del liderazgo carismático (dominante, moderado o integrador) se reúnen a partir de seis variables: 1) postura ante el gobierno, 2) relación con el Congreso, 3) postura ideológica, 4) ambiente interno, 5) tipo de candidato y 6) tipo de carisma (véase el anexo 1).
Ahora bien, ¿aparte de Cárdenas y López Obrador, los demás miembros son carismáticos dominantes, moderados o integradores? La respuesta inicial es que se gestó otro tipo de líderes; por ello, y en contraparte de las categorías carismáticas, se utiliza la de líder administrativo: fuerte, intermedio y débil (véase el anexo 2). ¿Cómo definirlo? En primer lugar, el liderazgo administrativo implica que los responsables "estén conscientes de que su rol dentro del contexto organizacional exige capacidad para convencer al personal que colabora con ellos y entusiasmarlos por alcanzar la visión que él les comparte" (Jacques y Clement, 1991, p. 1). La primera diferencia con respecto de los carismáticos se refiere a la ausencia del elemento de arrastre de masas, aunque sí disputan el control parcial del aparato organizativo. Esto genera que el principal adversario no sea necesariamente el líder carismático (dominante, moderado o integrador), sino los dirigentes de las demás fracciones. El liderazgo carismático o administrativo requiere una estructura para negociar con miembros o fracciones, al menos así lo sostienen Jacques y Clement (1991).
Ahora bien, es preciso clasificar el grado de influencia de los líderes administrativos sobre la estructura, lo cual depende esencialmente de la "orientación de las tareas y relaciones y hasta dónde puede llegar el propio líder" (Tannenbaum y Schmitt, 1958, p. 95). Esto ayuda a aclarar si la posición es persuasiva (logra imponerse) o delegadora (consensa las decisiones).
Distinguir entre liderazgo carismático y administrativo será de gran utilidad para los líderes históricos, quienes se ubican en la primera clasificación, y en la segunda están los presidentes nacionales y dirigentes de las fracciones. La propuesta se complementa con la diferenciación de la trayectoria y experiencia previa entre quienes ocuparon posiciones en la estructura del partido o del gobierno y quienes siguieron una carrera política en los ámbitos legislativos, office seekers y parliamentary seekers (véase en el anexo 3 el tipo de motivaciones para acceder a un cargo). La primera propuesta se define de la siguiente forma: "los que ambicionan algún cargo público [ ambicionan algún cargo público office seekers] son quienes reciben los beneficios privados, por lo que son esenciales para el desarrollo del partido" (Schlesinger, 1994, pp. 13-15). A partir del argumento previo, contrastan aquellos cuya experiencia se ubica en espacios de toma de decisiones. Esta categoría explica las relaciones políticas internas y la búsqueda de cargos en la estructura del partido o del gobierno. Para ampliar la propuesta de Schlesinger, se propone el término parliamentary seekers, el cual engloba una trayectoria en puestos de elección popular. La suma de las categorías antes mencionadas representa la utilidad de este trabajo. La ruta de operacionalización fue la siguiente: 1) Ambiente: sistema de partidos en México. 2) Objeto de estudio: (PRD) Partido de la Revolución Democrática. 3) Dimensión interna: se generan dos tipos de liderazgo: a) carismático-dominante, moderado, integrador (influencia informal) y b) administrativo-fuerte, intermedio y débil (influencia formal). 4) Dimensión de experiencia previa: cargos de gobierno o en la estructura del partido (office seekers). 5) Dimensión de experiencia previa: cargos legislativos o de elección popular (parliamentary seekers). 6) Dimensión de acceso gubernamental: renovación, rotación o exclusión. 7) Dimensión de movilidad: vertical ascendente, vertical descendente, horizontal: retención o mantenimiento.
Las categorías no son excluyentes, ya que un mismo personaje puede ubicarse en diferentes dimensiones, lo cual permite explicar el ciclo del liderazgo (inicio, clímax y descenso), etapas descritas también como "fase inicial, optimacional y decencional" por Pareto (1987). La fundación, el desarrollo y la salida de los líderes permiten sostener que en el PRD se desarrollaron ciclos políticos.
El supuesto de esta investigación es que el PRD se encuentra en un momento de tensión política debido a la pugna por el control del partido, en la cual la hegemonía de la fracción Nueva Izquierda (NI) empujó la salida de sus líderes históricos, Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, sumado a la renuncia de Marcelo Ebrard y otros. La situación anterior daría paso a una etapa en la cual no se vislumbraba el surgimiento de un nuevo líder con cualidades carismáticas, sino el fortalecimiento de los liderazgos administrativos de las fracciones NI, Alternativa Democrática Nacional (ADN) e Izquierda Democrática Nacional (IDN). Se asume también que el partido no podría sostener los mismos resultados presidenciales de 2006 y 2012; más bien se vislumbraba una izquierda dividida en dos ofertas distintas: PRD y MORENA (partido fundado por López Obrador).
En el siguiente apartado se puntualiza la primera parte de la tipología enfocada en los liderazgos carismáticos de Cárdenas y López Obrador en tres momentos: presidentes nacionales, jefe de gobierno y candidaturas presidenciales. Ambos desarrollaron su carisma en un sistema político considerado, antes del año 2000, como de partido hegemónico, no competitivo y no democrático, desde la propuesta de Giovanni Sartori (2005).
Los liderazgos carismáticos y administrativos
La importancia del carisma
Los partidos políticos son una estructura que posee grados de autoridad, procesos de selección y reclutamiento de sus miembros, organización que requiere de dirigentes de diferentes niveles para un funcionamiento operativo, cotidiano y electoral. El objetivo de los partidos políticos es conseguir el poder político por medio de los canales institucionales. Una definición básica de partido político es la siguiente: "Una organización duradera, cuya esperanza de vida sea superior a la de sus dirigentes. Una organización estable, dotada de relaciones regulares y diversificadas. Una voluntad deliberada de los dirigentes locales y nacionales para tomar y ejercer el poder -solos o en coalición- y no sólo de influir sobre él" (La Palombara y Weiner, 1966, p. 35). La definición incluye aspectos estructurales y organizativos, lo cual requiere de estabilidad para competir con mayores posibilidades de éxito en los procesos electorales. Se destaca la participación vital de los dirigentes, quienes guían al partido en la toma de decisiones. Sartori, por su parte, ofrece tres objetivos de los partidos: "partido parlamentario (orientado hacia dentro); partido electoral (que busca votos) y partido de masas (orientado hacia fuera)" (Sartori, 2005, p. 55). Desde su fundación, el dilema del PRD se enfocó en la indefinición de su visión integral como partido. Los dirigentes se enfrentaron a dos problemas iniciales: la creación de un proyecto político y la definición de un perfil ideológico -se enfrentaban el nacionalismo y la incertidumbre ideológica- (Farrera y Prieto, 1990, p. 70). Esta disyuntiva se observó en las elecciones de 1991 y 1994. La ambigüedad se explicaba por "dos problemas desde su nacimiento: el liderazgo y la dicotomía de la línea política" (González, 1998, p. 231). Esas dificultades relegaron en 1994 al candidato de la izquierda al tercer lugar, detrás de Diego Fernández de Ceballos, del PAN, y del ganador Ernesto Zedillo Ponce de Léon, del PRI, quien heredó la candidatura después del asesinato de Luis Donaldo Colosio.
El liderazgo carismático imperante en el origen del PRD apelaba al arrastre de masas, a un discurso político atractivo, a simbolismos de cambio social y esperanza; se aprovechó la credibilidad y el potencial que los seguidores materializaban en él. Lo anterior como un proceso de dos vías: líder-seguidor. Mark Smylie señala que a los líderes les corresponde "proveer capacidad institucional a los miembros de la organización" (Smylie, 1994, pp. 3-4), aunque representa una tarea que comparten con los integrantes.
Max Weber define la dominación como "la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos (o para toda clase de mandatos)" (Weber, 1964, p. 16). Además, el autor menciona tres tipos puros de dominación legítima: "Racional (autoridad legal), tradicional (descansa en la creencia cotidiana) y carismática (entrega extracotidiana la santidad, el heroísmo o ejemplaridad de una persona)" (Weber, 1964, p. 172). Por su parte, el liderazgo carismático (dominante, moderado o integrador) contempla aspectos como el prestigio y su cualidad de fundador de la organización. Por lo tanto, a Cuauhtémoc Cárdenas se le consideró como líder moral, aunque en un primer momento como dominante, lo cual no significaba que fuera el único, sino el más fuerte en ese momento.
En contextos coyunturales, "el líder debe considerar como significativo el ambiente político para la toma de decisiones" (Cox, 1974, p. 141). Así, los logros no dependen exclusivamente de él, sino también de quienes administran el partido y de la composición de la coalición dominante, la cual regula los siguientes recursos organizativos: "Competencia, las relaciones en el entorno, canales de comunicación, canales formales, el financiamiento y reclutamiento" (Panebianco, 1990, pp. 83-88). El control de éstos permite a los líderes mantener la estabilidad y la cohesión. Los aspectos antes descritos refieren aspectos internos y externos, dimensiones que determinan el éxito o fracaso en la competencia por el poder.
¿Quiénes integran esta coalición? "Dirigentes del partido, parlamentarios o miembros en cargos de gobierno, dirigentes intermedios o locales, dirigentes de la institución patrocinadora. Del todo resulta un mapa de poder" (Reveles Vázquez, 2004 b, p. 21). Desde esa concepción, a pesar del carisma, dicha coalición no cuenta con la capacidad para controlar todos los espacios políticos y organizativos, ya que se integra por diversos miembros, incluido el líder carismático, ya sea dominante, moderado o integrador. Con la teoría previa veamos la composición de la estructura ejecutiva del partido desde su fundación.
La conformación del Comité Ejecutivo Nacional (1989-1999)
En el primer Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRD (1989-1990), los cargos se distribuyeron de la siguiente manera: "14 integrantes provenientes de la Corriente Democrática (CD) del Partido Revolucionairo Institucional (PRI), seis del Partido Mexicano Socialista (PMS), cuatro de Movimiento al Socialismo (MAS), dos de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), uno de Organización Izquierda Revolucionaria-Línea de Masas (OIR-LM) y uno de la sociedad civil" (Martínez, 2005, pp. 489-498). En esta primera reunión, la coalición dominante fue la CD (políticos que habían renunciado al PRI), mientras las demás organizaciones de izquierda obtuvieron alrededor de la mitad de los cargos con Cuauhtémoc Cárdenas al frente del partido.
Desde el primer CEN se produjo un enfrentamiento por el rumbo del partido. Durante el segundo CEN de Cárdenas (1990-1993) se mantenía la pugna. En el momento fundacional se aglutinaron dos visiones contrarias respecto del objetivo del partido: "la rupturista encabezada por Cárdenas asumía la fatalidad de la descomposición social y los reformistas (Porfirio Muñoz Ledo) se enfocaban en que los cambios al sistema político y electoral traerían como consecuencia la apertura democrática" (Reveles Vázquez, 2004 a, p. 37). El autor destaca la dicotomía de las posturas, aunque en años posteriores surgieron matices, lo cual dio pie a la diversidad interna. Ese ambiente también fue descrito por Esperanza Palma (2004) como intransigencia democrática versus pacto democrático.
¿Cómo se distribuyó el poder del CEN en los primeros los primeros diez años? Maurice Duverger, ofrece dos categorías: jefe aparente y jefe real; el primero mantiene un margen de maniobra teórico y el segundo es quien en verdad ejerce el poder (Duverger, 1957, pp. 165-180). Cárdenas y López Obrador encajaron en el segundo supuesto. Se generó un espacio de poder informal posterior a sus periodos como presidentes nacionales del partido. En el cuadro 1 se describe la correlación de fuerza de los tres primeros dirigentes.
El predominio cardenista mantuvo la política de fraude electoral. Con el siguiente presidente nacional, Porfirio Muñoz Ledo, las tendencias rupturistas o reformistas todavía persistieron, pero la política de cuestionamiento encontró contrapeso durante el periodo 1993-1996. Muñoz Ledo agrupó en torno a su estrategia a trece secretarios reformistas de los veintiún cargos posibles; los afines a Cárdenas fueron minoría. Muñoz Ledo desarrolló un liderazgo administrativo-fuerte, aunque sin el elemento de arrastre de masas (véase el anexo 2). En el segundo CEN de Muñoz Ledo se mantuvo la tendencia a su favor.
López Obrador fue el siguiente presidente nacional durante el periodo 1996-1999 al ganar el proceso interno con "76% de los votos, al vencer a Heberto Castillo y Amalia García" (Toussaint, 15 de julio de 1996). El tabasqueño desarrolló un liderazgo carismático integrador, y su estrategia fue menos reaccionaria ante el gobierno federal. La integración en el ámbito interno dependió de la capacidad de incentivar la cooperación por medio de "estímulos mutuos" (Sprott, 1975, p. 13). Con base en ese argumento, los miembros encontraron acomodo en la planilla Unidad, la cual sustituyó las visiones rupturistas y reformistas. La distribución de los cargos en el CEN la favoreció.
En la dirigencia de López Obrador se postularon candidatos externos mediante la "operación franquicia" (Meyenberg, 2004, p. 58). Esta política de rentabilidad electoral permitió al PRD ganar algunas gubernaturas (Tlaxcala, Zacatecas, Baja California Sur) y la jefatura de gobierno del Distrito Federal. El dirigente llevó al partido bajo la premisa de la utilidad y rentabilidad, lo cual se explica a partir de la postura de partido político mediante el esquema de Anthony Downs (2001, pp. 95-96) .
En el periodo 1996-1998, Unidad controlaba 17 de 23 secretarías, y en 19981999, 17 de 22. Con base en ese apoyo se reorientó la estrategia hacia el posicionamiento electoral. La influencia de López Obrador en el Consejo Nacional durante ese periodo se resume en que "propuso la apertura al diálogo" (Bolívar, 2004, p. 204). El efecto de la dependencia de ambos personajes carismáticos fue que éstos también presidieron formalmente al partido; es decir, su liderazgo abarcó dos dimensiones (carismática y administrativa). En el siguiente apartado se explica cómo ese liderazgo permitió alcanzar una posición de gobierno.
Jefe del Gobierno del Distrito Federal
Durante los primeros ocho años de existencia del PRD, sobresalieron dos figuras: Cárdenas y López Obrador. Su influencia y carisma fueron clave para competir en diferente momento por la jefatura de gobierno del Distrito Federal. Esto fue posible por el apoyo de la coalición dominante.
Las planillas del proceso interno de 1996 se reorganizaron en los siguientes tres años en una compleja red de poder, las cuales denominamos fracciones. Se prefiere esta categoría en lugar de las expresiones coloquiales "corrientes", "tribus", "tendencias", "grupos de expresión", utilizadas en el medio político, pero que carecen de un significado teórico.
Las fracciones son de muchos tipos, es decir, el mundo de subunidades de los partidos es un mundo muy diversificado. Esta variedad tiene una importancia enorme, pues diferentes subunidades producen diferentes unidades. Las fracciones influyen en: I) grado de cohesión y, a la inversa, de fragmentación de un partido, y II) las formas y los medios de interacciones y la dinámica internas de los partidos (Sartori, 2005, p. 110).
Las fracciones incluyen un proceso de cohesión para que alguno de sus miembros logre posicionarse en el poder. Por esta razón, la dinámica requiere ciertos procesos informales, como pactos internos y rotación de los cargos. En la contienda electoral de 1997, Cárdenas modificó su discurso de fraude electoral de años previos. Esto le evitó relegarse en la arena política y mostrar disposición al diálogo con el gobierno del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, etapa analizada por Anne Pivron (1999, p. 242) .
Como partido de izquierda, el PRD ganó por primera vez la jefatura de gobierno. La victoria electoral ocurrió gracias a la Reforma Política de 1996, en la cual los ciudadanos eligieron de manera directa a su representante (equivalente a un gobernador). Todos los partidos aceptaron los resultados, lo que fue muestra de la apertura democrática (Palma 2004, p. 187).
Cuauhtémoc Cárdenas asumió un liderazgo moderado como jefe de gobierno, sin enfrentamientos políticos con el presidente de la República. Por su parte, López Obrador, como presidente nacional, continuó con el proceso de rentabilidad electoral. Para las elecciones de 2000, la coalición dominante perfiló a las dos figuras más conocidas: López Obrador, como candidato a jefe de gobierno, y Cárdenas, como candidato presidencial por tercera ocasión consecutiva. Este proceso fue inédito porque el candidato del PRI, Francisco Labastida Ochoa, perdió la elección ante Vicente Fox Quezada, del PAN, quien pidió el voto útil a su favor a través de una campaña mediática.
La derrota del PRD se explica por la continuación de los problemas acerca del rumbo político-ideológico. "Esa paradoja tenía al partido sumido en la más grande de sus confusiones" (Garavito, 2001, p. 81). El pendiente se enfocaba en la baja institucionalidad de las reglas, la dependencia hacia el líder fundador y un discurso que no resultaba tan atractivo.
Un factor que debilitó aún más la candidatura de Cárdenas fue el voto útil y el rechazo de compartir el poder con Vicente Fox por diferencias ideológicas (Dutrénit, 2001, p. 342). El proceso electoral "marcó una efervescencia de participación, pues votaron el 63.97% del padrón electoral" (Pérez, 2013, p. 125). En lo electoral existió una diferencia significativa: Cárdenas con una postura ideológica (dura) y López Obrador una más pragmática (flexible).
La llegada de Cárdenas (1997-1999) y de López Obrador (2000-2005) a la posición de jefe de gobierno dio paso a la consolidación de las fracciones en los siguientes años. Se fortalecieron los Chuchos (Nueva Izquierda), los Amalios (Foro Nuevo Sol), los Cívicos, la Plurisecta, la Nueva República, Redir y Cuauhtemista.
¿Cómo se desarrolló el contexto electoral en la Ciudad de México? La victoria de Cárdenas fue contundente en 1997, pues obtuvo 48.1 por ciento de los votos, y Alfredo del Mazo González del PRI, 25.6 por ciento. Esos datos contrastan con la cerrada victoria de López Obrador en 2000, quien ganó con 34.5 por ciento, un margen de 1.1 por ciento con respecto de 33.4 por ciento que alcanzó Santiago Creel Miranda, del PAN. Seis años después, Marcelo Ebrard mantuvo la jefatura de gobierno al recibir 46.37 por ciento, y su contendiente, Demetrio Sodi, del PAN, 27.26 por ciento. Por otro lado, la elección en 2012 ofreció un abrumadora victoria de Miguel Ángel Mancera, al conseguir 63.58 por ciento, y Beatriz Paredes, del PRI, 19.73 por ciento (IEDF, 2012). Esto indicaba el posicionamiento político y electoral del PRD en la Ciudad de México.
En cuanto a lo conceptual, se nota una diferencia en los cuatro jefes de gobierno: los dos primeros de carácter carismático; el primero moderado y el segundo integrador; los dos últimos catalogados como administrativos intermedios (véase el anexo 4). Por medio de este espacio de gobierno, los dos primeros lograron construir su candidatura presidencial, situación que Marcelo Ebrard no alcanzó (CNN México, 10 de septiembre de 2014). En el caso de Miguel Ángel Mancera, algunos sondeos han mostrado una baja aprobación gubernamental: "40% en 2014 y 37% en 2015" (CNN México, 28 de julio de 2014; El Economista, 5 de agosto 2015).
En el siguiente apartado se destaca otra variable del liderazgo, las candidaturas presidenciales. El ciclo completo incluye (líder carismático y administrativo, jefe de gobierno y candidato presidencial).
Candidaturas presidenciales y correlación de fuerza en el Congreso
La izquierda postuló sólo a dos candidatos en cinco procesos electorales; un ejemplo de un partido atado a sus antiguos caudillos (Mossige, 2012, p. 80). Esta dependencia representó una debilidad organizativa. De manera positiva, en tres elecciones los partidos de izquierda obtuvieron más de 30 por ciento de la votación: 1988, 2006 y 2012. En la primera con Cárdenas como candidato del Frente Democrático Nacional (FDN) y en otras dos con López Obrador. En los resultados se puede notar un voto diferenciado a favor del candidato presidencial, pero menor para diputados y senadores (véase anexo 5).
En 1988, Cárdenas se posicionó con 30.99 por ciento, producto de la efervescencia social. La derrota en 1994 se puede explicar porque el PRI utilizó una campaña basada en el llamado a un "voto conservador y funcionó" (Modonesi, 2008, p. 19). El ciudadano optó por la estabilidad, según la percepción de Wayne Corneluis (1995). También se debe señalar "una lectura equivocada de la situación política" (Palma, 2004, p. 139) y un bajo desempeño en los debates presidenciales (Sánchez Gutiérrez, 1995, p. 35). A pesar de lo anterior, existía una impresión de apertura democrática (Bassols y Arzaluz, 1996). Según la interpretación de Leonardo Valdés Zurita (1995), para la elección presidencial de 1994 no operaba un sistema de partido hegemónico, sino uno predominante.1 En su tercera postulación en 2000, Cárdenas recibió 16.52 por ciento de los votos, lo cual evidenció su desgaste electoral.
Para las elecciones de 2006, los partidos de izquierda se anclaron al liderazgo carismático del tabasqueño, quien obtuvo 35.33 por ciento de la votación. La derrota se explica en parte por la guerra sucia del PAN y por errores del candidato.2 Felipe Calderón Hinojosa, del PAN, derrotó a Roberto Madrazo, del PRI, y a López Obrador de la alianza de izquierda.
Para la elección presidencial de 2012, López Obrador logró postularse por segunda ocasión, pero heredaba tres problemas: "el pragmatismo electoral, el caudillismo y el populismo" (Sánchez Gudiño, 2012, p. 140). A pesar de esa realidad, se había posibilitado el crecimiento del PRD en el sistema de partidos.
En 2012, López Obrador consiguió 31.59 por ciento, lo cual mostró consistencia, pues en dos elecciones consecutivas logró mantenerse por encima de 30 por ciento. A pesar de "recorrer todo el país, estado por estado, municipio por municipio", perdió de nuevo (Pérez Fernández del Castillo, 2013, p. 25). El ganador del proceso fue Enrique Peña Nieto, del PRI, quien derrotó a Josefina Vázquez Mota, del PAN, y a López Obrador de la alianza de partidos de izquierda.
Después de 2012, el tabasqueño anunció su salida para fundar Movimiento Regeneración Nacional (MORENA). En los medios impresos se decía que "la fortaleza de MORENA pende de su hombre 'providencial', mientras que el PRD, por primera vez en su historia, vive una institucionalidad al margen de un personaje" (Sáenz, 8 de marzo de 2014).
¿Seguirán en alianza electoral el Movimiento Ciudadano (MC) y el PRD o se podrá conformar otra alianza en la que MC y MORENA se conviertan en el principal adversario del PRD? ¿O será factible vislumbrar una izquierda unificada: PRD + MORENA + MC? Por el momento, el Partido del Trabajo (PT) quedaba fuera de la competencia al perder su registro en las elecciones de junio de 2015, aunque en elección extraordinaria en el distrito 01 de Aguascalientes obtuvo los votos para mantenerlo.
Los liderazgos administrativos
En contraparte de la tipología carismática se utilizan las categorías de líderes administrativos: fuerte, intermedio y débil. De modo ideal, este tipo de líder no posee carisma y arrastre de masas, pero cuenta con las siguientes características en mayor o menor medida: relación con fracciones, resultados electorales, experiencia, personalidad, relación con otros partidos, relación con el Congreso (véase el anexo 2). Un partido político requiere de grados de participación "simpatizantes, militantes y dirigentes" (Duverger, 1957, p. 75), aunque algunos dirigentes reúnen ciertos atributos que los acercan más al líder que emana carisma. En el sentido anterior, se desarrollan redes de influencia formal e informal que dan sustento y cohesión a la coalición dominante.
Presidentes nacionales
El primer tipo de liderazgo administrativo se enfoca en los presidentes nacionales del PRD. Se pueden clasificar en tres tipos: a) dirigentes nacionales carismáticos: Cárdenas y López Obrador; b) dirigentes nacionales administrativos: Muñoz Ledo, Amalia García, Rosario Robles, Leonel Godoy, Leonel Cota Montaño, Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete, y c) dirigentes interinos: Roberto Robles Garnica, Pablo Gómez Álvarez, Graco Ramírez, Raymundo Cárdenas, Guadalupe Acosta Naranjo.
De acuerdo con la propuesta de Duverger (1957), los dirigentes pueden clasificarse en jefes reales y aparentes. Los primeros son quienes adoptan una posición de autoridad, a pesar de que no están en algún cargo visible; por lo tanto, Cárdenas y López Obrador pasaron a esa figura conceptual al salir de sus cargos formales como presidentes nacionales y como jefes de gobierno. Cabe destacar que de manera ideal todos los tipos de líderes conviven en el partido, aunque algunos son desplazados con base en la fuerza de fracciones más fuertes.
Los dirigentes administrativos poseen una trayectoria y experiencia diversa, aunque la principal diferencia es notable entre quienes ocuparon una gubernatura y quienes únicamente tienen una carrera legislativa. Los últimos cuatro presidentes nacionales de 2008 a 2015 refieren un liderazgo administrativo débil, en esencia porque no alcanzaron resultados electorales positivos. En el cuadro 2 se muestran los tipos de liderazgo y los cargos que ocuparon antes o después.
Con base en la información, se observa mayor experiencia en la coalición dominante durante el periodo 1999-2008, debido a que cuatro presidentes nacionales ocuparon el cargo de gobernador (Amalia García, Rosario Robles, Leonel Godoy y Leonel Cota). En el caso de Amalia García, su dirigencia le permitió construir su candidatura a la gubernatura de Zacatecas, igual que López Obrador cuando fue postulado como candidato a jefe de gobierno del Distrito Federal en 2000. En ese mismo escenario también se encontró Leonel Godoy, quien fue presidente sustituto del partido de 2004 a 2005 y años más tarde, en 2008, ganaría la gubernatura en el estado de Michoacán. En el caso de Rosario Robles y Leonel Cota Montaño, el proceso fue inverso: primero ocuparon una posición como jefa de gobierno (1997-1999) y gobernador (1999-2005), respectivamente, y después ocuparon la presidencia nacional del PRD.
A partir de 2008 cambió el proceso de movilidad de la clase política en la dirigencia nacional. Para explicar ese cambio es pertinente establecer una distinción entre renovación y rotación de cargos. "La renovación transcurre de acuerdo a procesos reglamentados, mientras la rotación es la forma en que los elementos se mantienen dentro de la jerarquía de la autoridad, también se presenta la exclusión, cuando queda fuera del acomodo en la estructura" (Rendón, 1990, p. 19). Rendón también incluye una "movilidad vertical ascendente la cual consiste en un movimiento de una posición inferior a una superior dentro de la jerarquía, incluso en la misma institución. La movilidad vertical descendente es el movimiento contrario. La movilidad horizontal puede representar dos variantes: la primera es la retención del mismo cargo, la segunda es el mantenimiento de la misma categoría de cargo en instituciones distintas" (Rendón, 1990, p. 19. El énfasis es mío). El tema del acomodo de la clase política también ha sido trabajado por Roderic Ai Camp (2006) y Adler y Gil (2002), quienes señalan que existe un proceso formal e informal para el logro y ascenso de cargos públicos. Villarreal (2015) realiza un análisis de la élite política en el Estado de México, en el cual identifica la formación, origen y características de los políticos de esa región.
Con base en la distinción entre renovación, rotación y exclusión, la influencia de los gobernadores quedó excluida, por lo cual, como consecuencia, se fortaleció la fracción NI desde 2008, la cual ha rotado los cargos entre sus miembros más influyentes. En los militantes de la NI no se encontró el cargo de gobernador, aunque sí experiencia legislativa. Guadalupe Acosta ocupó dos veces una diputación local; Jesús Ortega, varias veces diputado y senador; Jesús Zambrano, diputado y cargos de índole municipal, y Carlos Navarrete, varias veces diputado y senador. La constante fue que todos, por medio de la rotación y una movilidad horizontalretención, provenían de la NI. Con base en los argumentos previos, se sitúan tres tipos de miembros de la clase política que dirigió al partido: a) líderes carismáticos (1989-1999); b) líderes administrativos con experiencia en gobernadores (1999-2008), y c) líderes administrativos con experiencia legislativa (2008-2015). Es interesante mencionar que algunos expresidentes del PRD renunciaron al partido, como Porfirio Muñoz Ledo, Rosario Robles y Leonel Cota, y dos que fueron interinos, Raymundo Cárdenas, Roberto Robles Garnica, además de Cárdenas y López Obrador, "la mayoría como protesta por la toma de decisiones al interior del partido" (Díaz, 25 de noviembre de 2014). Esto se clasificaría como exclusión. La actividad política de Cárdenas fuera del PRD enmarca el proyecto denominado Por México Hoy, el cual "no pretende construir un nuevo partido, sino política a través de un frente social" (Botello, 10 de octubre de 2015), mientras que López Obrador fundó MORENA en 2014.
Dirigentes de las fracciones
En el PRD, además de los liderazgos carismáticos y administrativos, convivieron dirigentes de fracciones que se repartieron el poder con base en la fuerza de movilización de la estructura interna. El PRD reconoce diferentes fracciones (expresiones de opinión).
A los encargados de las fracciones no se les ubica como líderes, sino como dirigentes, que pueden ser de diferente nivel (más enfocados en la administración de roles), mientras los líderes (enfocados no sólo en administrar, sino además en reproducir el control institucional del partido como autoridades formales o informales). En el primer caso, un dirigente está a cargo de una fracción y un líder es quien posee influencia sobre los dirigentes, quien gana la lealtad a cambio de determinados incentivos, ya sean selectivos o colectivos, de "estatus, de identidad o de solidaridad" (Panebianco, 1990, p. 63). En ese caso, el proceso de autoridad procede de forma vertical como se muestra en el cuadro 4.
El liderazgo administrativo débil de Ortega, Zambrano y Navarrete estaba en pugna con el carismático integrador de López Obrador y moderado de Cárdenas. Recordemos que este tipo de liderazgo implica la capacidad de convencimiento de los dirigentes a los miembros, lo cual se dificultó por las divergencias en torno a la posición de la NI con el gobierno federal, postura no compartida por otras fracciones como Izquierda Democrática Nacional, de Dolores Padierna y René Bejarano.
Ante la salida de los líderes fundadores, la autoridad recayó entonces en la nueva conformación de la coalición dominante, la cual sería administrativa y no se vislumbraba el surgimiento de alguien que reuniera la capacidad de movilización electoral de masas. En el siguiente apartado se clasifica la trayectoria de los miembros, lo cual completa la tipología propuesta de este trabajo. Se orienta hacia la dimensión de experiencia previa y la dimensión de acceso gubernamental.
La experiencia previa y el acceso de los miembros
El objetivo de este apartado distingue conceptualmente la experiencia previa de quienes poseen una carrera en espacios legislativos y otros en la estructura de gobierno o al interior del partido. Se destaca el tipo de acceso y la salida de la clase política a través de la propuesta de Rendón Corona (1990).
Coordinadores parlamentarios
Los parliamentary seekers concentran su experiencia previa en el ámbito políticolegislativo. En esta categoría se ubican los coordinadores parlamentarios en ambas Cámaras. Los datos del anexo 7 muestran los cargos desempeñados en su carrera política. En la LVI (1994-1997) y LVII (1997-2000) Legislaturas, los coordinadores en la Cámara de diputados y en el Senado recibieron el apoyo de Unidad, encabezada por Muñoz Ledo y López Obrador, respectivamente. Destaca el primero por medio de la rotación.
A partir del año 2000 se dio paso a las fracciones. Desde ese periodo comenzó a ganar fuerza la fracción NI, la cual ubicó a Jesús Ortega como coordinador de los senadores para el periodo 2000-2006. En la Cámara de Diputados (2000-2003) se ubicó Martí Batres, de Izquierda Social. Para el relevo en el periodo 2003-2006, el nuevo coordinador de los diputados fue Pablo Gómez, político de amplia trayectoria, quien provenía de la fracción Democracia Social. Ellos ocuparon diferentes cargos por medio de la rotación y de la movilidad-mantenimiento.
Para la renovación del Congreso en 2006, la NI aseguró de nuevo la coordinación en el Senado a través de Carlos Navarrete Ruiz; por su parte, Izquierda Unida logró adjudicarse la coordinación de los diputados (2006-2009) por medio de Javier González Garza, político afín a Alejandro Encinas y a López Obrador. Para las elecciones intermedias de 2009, la influencia del tabasqueño todavía era suficiente para apoyar a Alejandro Encinas de Unidad Nacional de las Izquierdas como coordinador de la bancada del PRD (2009-2012). En ese periodo se puede ubicar con claridad el alcance de la NI, tanto en el partido como en el Senado. De 2008 a 2015, la NI no encontró prácticamente contrapesos suficientes al interior. Aquí también ocurrió la rotación en los integrantes de la NI y la exclusión de González Garza y Encinas en periodos posteriores. Francisco Reveles Vázquez apuntaba la necesidad de replantear el juego de poder y una "dinámica más democrática de las fracciones en su seno" (Reveles Vázquez, 2004a, p. 69) para equilibrar las decisiones.
Para las elecciones de 2012, el reacomodo favoreció otra vez a la fracción de la NI. Se postuló a Miguel Barbosa Huerta como coordinador de los senadores (2012-2018), con lo cual, desde 2000 hasta 2018, la constante fue que la coordinación del Senado correspondió a la fracción de la NI. Por su parte, Izquierda Unida y Unidad Nacional de Izquierda quedaron fuera de la coordinación de la Cámara de Diputados, ya que se ubicó a Silvano Aureoles, de la fracción Foro Nuevo Sol. Por medio de la rotación, este último ganó la elección para gobernador de Michoacán (2015), lo cual se identifica como movilidad vertical ascendente.
Si bien existen diez o más fracciones en el partido, desde el año 2000 la más fuerte ha sido NI; en tanto que corrientes como ADN, IDN, Foro Nuevo Sol no contaron con la fuerza suficiente para negociar la coordinación de los senadores o la de diputados. Si se suma que la NI también dirige la presidencia nacional desde 2008, la hegemonía ha sido amplia sobre las demás fracciones.
Como se observó en el cuadro, la mayoría de los coordinadores se pueden ubicar como parliamentary seekers porque basaron su trayectoria política en puestos de elección popular; algunos de ellos repitieron una posición legislativa y llegaron a la siguiente categoría, la de liderazgo administrativo, por medio de una movilidad vertical ascendente, como fue el caso de Porfirio Muñoz Ledo, Guadalupe Acosta, Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete, quienes se desempeñaron como presidentes del partido. Los demás siguieron una ruta legislativa y algunos, como Martí Batres y Javier González Garza, se integraron en la estructura del Gobierno del Distrito Federal entre 2006-2011.
Estructura de gobierno
Para continuar con la propuesta es pertinente incluir la categoría de experiencia previa como office seekers a fin de analizar las Secretarías de Gobierno en el Distrito Federal. Se eligieron cinco (por la limitación de espacio), a fin de rastrear la trayectoria de sus titulares y ubicar si proceden del ámbito legislativo o de la experiencia en cargos de gobierno. Se comparan en tres administraciones (véase anexo 8).
En el gabinete de Miguel Ángel Mancera prevaleció la experiencia gubernamental y no una carrera legislativa. En los cinco funcionarios seleccionados no se rastreó experiencia en cargos de elección popular. Su carrera fue construida desde cargos gubernamentales; por lo tanto, todos encajan en la categoría de office seekers. Esto es significativo, ya que la circulación de la clase política en la fracción de la NI se dirigió básicamente hacia los espacios legislativos y el interior del partido.
En el gabinete de Marcelo Ebrard, seis años antes (2006-2012), existió una combinación entre experiencia legislativa y gubernamental. Dos titulares sí contaban con experiencia en cargos de elección popular: Laura Velázquez Alzúa, quien fue jefa delegacional en Azcapotzalco, y Martí Batres, que había sido diputado local y diputado federal. Aquí se encontró una combinación de experiencia office seekers + parliamentary seekers, lo cual produce en esencia estabilidad en los integrantes, porque encuentran acomodo desde la concepción de incentivos selectivos de Panebianco.
En el gabinete de López Obrador (2000-2006) hubo un acomodo diferente, ya que la mayoría los titulares contaban con experiencia legislativa. El jefe de gobierno repitió la estrategia de integración, y la selección de funcionarios arropó a políticos de corte tradicional y menos enfocados en la experiencia gubernamental. Cuatro contaban con amplia experiencia legislativa: Ortiz Pinchetti, Alejandro Encinas, Itzel Castillo y Bernardo Bátiz; todos habían sido diputados. Solamente Raquel Sosa no tenía experiencia parlamentaria, ya que provenía del ámbito académico.
Con base en los elementos previos se puede sostener que la clase política que rodeaba a López Obrador durante ese periodo fue en esencia de parliamentary seekers. Con Marcelo Ebrard se produjo una combinación de ambas categorías y al final con Miguel Ángel Mancera se produjo un desplazamiento de la clase política legislativa por quienes contaban con experiencia en el ámbito gubernamental.
Estructura del partido
En este último apartado se ubica la composición referente al presidente del partido y a la secretaría general y se determina si existió un poder compartido o si ambos puestos fueron representados por la misma fracción. En el anexo 6 se establece quién fue el responsable de ambos cargos, la fracción a la que pertenecía y el tipo de estrategia utilizada para la conformación de la relación presidente-secretaría general.
Con los datos disponibles se delinean dos tipos de estrategias: la de integración, que incluye la capacidad de distribución del poder entre las fracciones, es decir, un poder compartido, y la estrategia dominante, que representa la hegemonía de una misma fracción en los dos cargos: en la presidencia y en la secretaría general.
Se detectaron dos momentos clave: primero, la dispersión de las planillas de Unidad después de la salida de López Obrador como dirigente nacional, y la emergencia constante de la fracción de la NI. Desde 1996, la NI logró mantener uno de los dos cargos más importantes en el CEN, ya fuera la secretaría general o la presidencia nacional. En el primer caso, la secretaría general fue ocupada por Jesús Ortega (1996-1999), Jesús Zambrano (1999-2002), Carlos Navarrete (2002-2004) y Guadalupe Acosta (2005-2008). Esto mostró la fuerza de esta fracción. Después de 2008 el poder aumentó, ya que en tres procesos consecutivos ganaron la dirigencia nacional Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete. Las demás fracciones no quedaron fuera del reparto del poder, pero sus posibilidades de dirigir al partido fueron limitadas.
La fracción Foro Nuevo Sol de Amalia García consiguió dos posiciones: la dirigencia nacional en 1999-2002 y la secretaría general interina en 2008. La influencia informal del líder moral, Cuauhtémoc Cárdenas, facilitó la llegada de dos presidentes nacionales: Rosario Robles y Leonel Godoy, entre 2002 y 2005. A ambos se les puede relacionar con la fracción Convergencia por la Democracia (cuauhtemista). El caso de Leonel Cota Montaño, que sin ser necesariamente de la NI recibió el apoyo de ésta para ganar el proceso y dirigir al partido de 2005 a 2008.
Otro dato relevante es que los principales fundadores de la fracción de la NI ocuparon la secretaría general y en otro momento alcanzaron la presidencia nacional: Jesús Zambrano (secretario, 1999-2002; presidente, 2011-2014), Jesús Ortega (secretario, 1996-1999; presidente, 2008-2011) y Carlos Navarrete (secretario, 2002-2005; presidente de 2014 a la fecha). A esto también debe sumarse que Guadalupe Acosta Naranjo fue ubicado en los dos cargos en 2008: en la secretaría general, en la dirigencia de Leonel Cota Montaño, y en la presidencia interina del partido. Acosta Naranjo también pertenece a NI.
Conclusiones
En 26 años de competencia electoral, el PRD consiguió logros importantes en el sistema de partidos. Se estableció como uno de los tres partidos fuertes. Durante ese periodo, como opositor, ganó las entidades federativas de Tlaxcala, Baja California, Morelos, Guerrero, Michoacán, así como el Distrito Federal. Su presencia en el Congreso, aunque menor en comparación con los otros partidos, fue relevante como contrapeso en reformas constitucionales, aunque se mostró dispuesto a la cooperación en el Pacto por México.
Cabe destacar que se fundó en 1989, en medio de un contexto no democrático y bajo un partido hegemónico. No es posible comprender el proceso de transición a la democracia sin ubicar el papel fundamental del PRD y de sus líderes como partido de izquierda. Además del PRI y del PRD, la otra opción ideológica se presentaba en el PAN, aunque de corte más conservador. Estos tres partidos se colocaron como los principales contendientes por el poder político. El dos de julio de 2000, el PAN accedió al poder presidencial, lo cual reafirmó las condiciones de transición y alternancia política. Se mantuvo en el Poder Ejecutivo dos sexenios consecutivos.
Como balance general, desde 1991 hasta 2015 se formaron nuevos partidos -de siete a diez partidos- que compitieron en cada elección; algunos de ellos mantuvieron su registro y otros lo perdieron al no rebasar el umbral mínimo. La constante fue que el PRI, el PAN y el PRD ocuparon el lugar central del reparto de posiciones de gobierno y la presencia legislativa.
Desde su fundación, el PRD se caracterizó por las perspectivas encontradas respecto del proyecto político; a la dicotomía rupturista o reformista le siguió la competencia en las planillas, que le permitió a López Obrador acceder a la presidencia nacional del PRD e implementar una estrategia de rentabilidad electoral. Esta estrategia posibilitó la victoria al postular candidatos externos, en específico expriistas, a varias gubernaturas. Si bien el partido creció electoralmente, la consecuencia organizativa fue un lento proceso de institucionalización, lo cual resulta un pendiente importante cuando los líderes enfrentan "la llegada de nuevos operadores y competidores" (Katz y Mair, 2009, p. 759).
Durante el periodo 1989-1999, el partido fue dirigido por dos líderes carismáticos (Cárdenas, 1989-1993, y López Obrador, 1996-1999), con un periodo intermedio de otro miembro fundador (Porfirio Muñoz Ledo, 1993-1996), aunque con características administrativas. Después de 1999, los presidentes nacionales se ubicaron como liderazgos administrativos intermedio y débiles, lo cual reagrupó a los miembros en fracciones, con Nueva Izquierda como la más fuerte. Esto gestó una menor influencia de Cárdenas y de López Obrador.
Los datos de la investigación muestran que la fracción de la NI logró posiciones clave a partir de 1996; por ejemplo, desde esa fecha logró ubicar a cuatro personas en la secretaría general, quienes también fueron presidentes nacionales del PRD (uno con carácter de interino). Desde 2000 hasta 2015, los coordinadores de la fracción parlamentaria en el Senado de la República también provenían de la NI, lo cual reafirmó el grado de hegemonía ante los demás contendientes.
El PRD postuló a lo largo de cuatro elecciones presidenciales sólo a dos candidatos carismáticos: Cárdenas, en dos ocasiones, y López Obrador, en dos; mientras que los demás partidos, PRI y PAN, postularon a cuatro candidatos diferentes. Esto se explica por la dependencia hacia el liderazgo carismático de sus fundadores.
El tipo de candidato presidencial importa si es capaz de adaptar su postura y estrategia. Ese carisma les permitió superar en tres ocasiones más de 30 por ciento de la votación: 1988, 2006 y 2012. Cárdenas no lo logró en 1994 y en 2000, por lo cual su votación promedio fue de 16 por ciento. En el caso de López Obrador, él readaptó la postura de intransigencia aplicada en 2006 y se mostró más mesurado en 2012, aunque insuficiente para vencer al candidato del PRI.
Además de los líderes carismáticos se generaron miembros con un tipo específico de experiencia previa, los office seekers y los parliamentary seekers. Los primeros se pueden ubicar en el gabinete de Miguel Ángel Mancera y de Marcelo Ebrard Casaubón, en el cual los titulares de la dependencia contaban en su mayoría con una trayectoria en el sector público, sin una ruta legislativa. Este no fue un hallazgo, por ejemplo, en el gabinete de López Obrador, en el cual se acercaron más a la categoría de parliamentary seekers, con una carrera en cargos de elección popular.
Después de la elección de 2012 se presentó un proceso de recomposición. López Obrador renunció al PRD para fundar MORENA. El líder moral, Cárdenas, también dejó el partido y manifestó que su "renuncia fue por congruencia y autocrítica" (Muñoz y Saldierna, 25 de noviembre de 2014; García, 26 noviembre de 2014). También salieron del PRD Marcelo Ebrard, Mario Delgado y Alejandro Encinas (Excélsior, 7 de enero de 2015).
La salida de sus principales fundadores tendría como efecto que los liderazgos emergentes no reunirán cualidades carismáticas, más bien, administrativas. Sin un líder carismático que aglutine las decisiones, el fortalecimiento de los dirigentes de las fracciones será un efecto natural, pero tampoco representará mayor institucionalización mientras no sean sometidas a procesos de disciplina partidista. La oportunidad de partidos como el PRD abarca la profesionalización de los cuadros y el fortalecimiento de la democracia interna, así lo asume Wolinetz (2002, p. 141) y Reveles Vázquez (2004a). Otro aspecto que debe considerar el liderazgo es la coherencia de la ideología tanto de los dirigentes como de los legisladores del partido y sus respectivas alianzas (Lucas y Samuels, 2010, p. 62; Wuhs, 2010, p. 119; Reynoso, 2010). Por su parte, Flores (2008) destaca la prioridad de resolver problemas internos.
Desde 2008, los contratiempos de la NI al frente del partido se resumen como sigue: como presidente nacional, Jesús Ortega enfrentó resultados en descenso en las elecciones intermedias de 2009. Jesús Zambrano afrontó la derrota presidencial en 2012, la salida de López Obrador y las divergencias ideológicas con Cárdenas por la participación del PRD en el Pacto por México. Carlos Navarrete Ruiz afrontó el contexto del caso Ayotzinapa, la caída del gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, y la renuncia de Cárdenas y Ebrard. Este proceso de tensión podría ubicarse como una "crisis de moral pública", argumento tomado de Esperanza Palma y Rita Balderas (2004b, p. 67).
Los líderes administrativos actuales del PRD están ante la oportunidad de la renovación de su clase política, o bien de reciclar posturas y rotar posiciones gubernamentales. La coalición dominante tendrá que vislumbrar forzosamente un escenario electoral sin figuras fundacionales (carismáticas). La respuesta a la pregunta inicial de este trabajo se refiere a que se desarrollaron diferentes tipos de líderes que convivieron bajo la premisa de ciclos políticos, y que los líderes en el futuro no serán de carácter carismático, sino administrativo.
En términos coyunturales los resultados de junio de 2015 mostraron una baja del PRD en la votación en la Cámara de diputados, aunque ganó la gubernatura en Michoacán, pero perdió en el estado de Guerrero. El bajo desempeño provocó la renuncia del presidente del partido, Carlos Navarrete Ruiz, por lo cual la hegemonía de la NI en la dirección nacional podría empujar a una renovación en la dirigencia nacional y evitar la rotación como se había llevado a cabo desde 2008.
En la reconfiguración de la coalición dominante existe la posibilidad de que el próximo presidente del partido sea una persona externa, lo cual generaría una recomposición del poder entre las fracciones. La dirección nacional del partido flexibilizó las reglas internas para que un recién militante pueda llegar a la presidencia nacional. "Se eliminaron reservas al artículo 256 de los Estatutos del PRD: no contar con dos años de militancia y haber ocupado un cargo de elección popular por ese instituto político. De esta manera, el ex priista Agustín Basave podrá contender como candidato a la dirigencia del PRD" (Zepeda, 21 de septiembre de 2015), aunque también el senador Armando Ríos Piter manifestó, en su momento, su deseo de dirigir al partido, pero declinó debido a las diferencias ideológicas en torno a las alianzas del PRD con el PAN (Rosas, 22 de septiembre de 2015).
Electoralmente, el principal adversario del PRD en el espectro de izquierda será MORENA, quien atraerá el voto duro identificado con López Obrador. Respecto del impacto en el sistema de partidos, la incursión de MORENA dio como resultado 8.37 por ciento de los votos. El PRD obtuvo 10.87 por ciento; el PRI logró 29.18 por ciento; el PAN tuvo 21.01 por ciento de las preferencias; el PVEM consiguió su máximo histórico, con 6.91 por ciento; MC logró otro récord, con 6.09 por ciento; el Partido Nueva Alianza obtuvo 3.72 por ciento; el Partido Encuentro Social logró rebasar el umbral mínimo con 3.32 por ciento, mientras que dos partidos no lo superaron: el Partido del Trabajo, 2.87 por ciento, y el Partido Humanista, 2.14 por ciento (INE/PREP, 2015).