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Revista de El Colegio de San Luis

versão On-line ISSN 2007-8846versão impressa ISSN 1665-899X

Revista Col. San Luis vol.6 no.11 San Luis Potosí Jan./Jun. 2016

 

Reseñas

Gilberto López Castillo, Cuauhtémoc Velasco Ávila y Modesto Aguilar Alvarado (coords.) (2013). Etnohistoria del ámbito posmisional en México

Eduardo Flores Clair* 

*Instituto Nacional de Antropología e Historia, Dirección de Estudios Histórico. Correo electrónico: gambusino-29@hotmail.com

López Castillo, Gilberto; Velasco Ávila, Cuauhtémoc; Aguilar Alvarado, Modesto. 2013. Etnohistoria del ámbito posmisional en México. Distrito Federal, México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 265p.


Etnohistoria del ámbito posmisional es un una compilación de textos de diversa temática y que abarca un amplio periodo histórico. A través de doce ensayos, se da conocer una historia fascinante en un espacio casi infinito. Siguiendo la ruta de las misiones, los compiladores señalan que "fueron espacios de excepción con escasa presencia de población española o mestiza y de instituciones de gobierno". En otras palabras, la atención recae de manera directa en los grupos indígenas que habitaron esta vasta región. Los lectores encontramos que este libro aborda la organización colonial en sus diferentes variantes de órdenes religiosas y las múltiples funciones que cumplieron los presidios. Se da cuenta de los modelos económicos que se impusieron en la vasta región, la conformación de poderes e instituciones políticas, las rebeliones, los liderazgos, las alianzas y hasta la pobre Serafina, una india amancebada, que sirve de ejemplo para revelar el conflicto entre autoridades religiosas y civiles. Y el periodo posmisional se prolonga hasta la Revolución mexicana de 1910.

Ante esta pluralidad, en la medida que se avanza en la lectura se enriquecen los problemas, se reconocen los múltiples enfoques y se constatan las preocupaciones e intereses de cada uno de los colaboradores, quienes realizan aportes significativos a la historiografía.

Uno de los temas que reviste inmensa importancia es el espacio que abarca la Etnohistoria del ámbito posmisional en México. Como se puede constatar a lo largo del libro, es un área geográfica comprendida de costa a costa del continente; en el sur parte desde Pátzcuaro, en Michoacán, y se prolonga más allá de Santa Fe, Nuevo México. Este extenso territorio "preponderantemente norteño" es considerado por los compiladores como el ámbito posmisional, una concepción polémica, sin lugar a dudas. Un lugar que por sus características físicas, las relaciones de producción que se dieron y la mezcla de mentalidades que se originaron nos enfrenta a una realidad muy ininteligible. Los autores tienen el gran mérito de reconstruir la historia de los grupos sociales que residieron por aquellos lejanos lugares.

Es bien cierto que se cuenta con una vasta historiografía sobre este espacio; sin embargo, como lo demuestra este libro, resulta imprescindible incrementarla de manera considerable. Hace tiempo, José Luis Mirafuentes, notable estudioso de las provincias internas, en el tomo II de la Guía documental de movimientos de resistencia y rebeliones indígenas en el norte (1993), señaló que su trabajo fue motivado por registrar las manifestaciones de resistencia indígena, enriquecer la información de sus manifestaciones, ofrecer un panorama amplio y múltiple y crear un indicador de la conflictividad sociopolítica y cultural de cada una de las entidades políticas del norte de la Nueva España. Es decir, una tarea descomunal. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, dejó la ruta que se debía seguir para conocer el embate de esta guerra prolongada de exterminio contra los indígenas norteños y los mecanismos de resistencia a lo largo de nuestra historia.

Etnohistoria del ámbito posmisional nos proporciona algunos datos muy reveladores sobre cuántos y quiénes eran los grupos indígenas que estaban asentados en el norte. Siguiendo los trabajos de Cecilia Sheridan, hacia mediados del siglo XVIII se calculaban más de 800 distintas etnias, sin contar las asentadas en el oeste. Es decir, una vasta muchedumbre de la que se sabe muy poco, entre la que se encontraban los salineros, payagual, paxac, borrados, truenos, güichitas, tobosos y muchos otros. En consecuencia, el libro expone un universo de nuestros ancestros que desconocemos y quienes poseían una valiosa multiplicidad étnica, una versatilidad cultural y prácticas sociales muy disímbolas. Eran etnias que tenían unos conocimientos profundos sobre la manera de sobrevivir en un ambiente hostil, considerado por unos curas como horroroso, propio para el hábitat de animales y salvajes; donde los militares y religiosos se empeñaron en someterlas por medio de las misiones y presidios. El libro tiene el mérito de que no sólo analiza la instauración de estas instituciones, sino que nos reseña su transformación decimonónica. Se nos explica a los lectores que "conforme las misiones avanzaban en la realización de sus cometidos, se acercaban cada vez más a su propio fin".

El libro es un testimonio más de la conflagración por el dominio de los recursos naturales, un factor que acentúa su relevancia actual. La posesión de la tierra era, o mejor dicho, sigue siendo, una de las causas trascendentales de conflicto. Podemos decir que el libro reseña la manera en que los indígenas fueron despojados de una enorme cantidad de tierras laborales, pastizales, bosques y aguas. Los autores hacen énfasis en que los cazadores recolectores, quienes recorrían de manera estacional enormes distancias, empezaron a resentir su modo de vida desde la fundación de las misiones y presidios. De hecho, curas, militares, hacendados y mineros desplegaron una guerra sin tregua "hasta exterminar a los nómadas", como se escribió.

Insistimos en que la disputa por los recursos naturales estaba inmersa en unas relaciones de poder en las que casi siempre los diversos grupos étnicos se enfrentaron en condiciones desfavorables. Fueron frecuentes las rebeliones o resistencias. En estos hechos, los autores han encontrado ejemplos de organización política, liderazgo, tácticas de guerra y negociación frente al mundo blanco. Pero, a su vez, revelan un escenario de violencia en el que hubo una enorme crueldad en los castigos y la represión. Nos recuerdan la "deportación" masiva de yaquis a la península de Yucatán, donde se dejó de manifiesto esta simulación de un sistema esclavista, que extinguía las demandas indígenas, expropiaba los bienes de las comunidades y vendía la fuerza de trabajo de los cautivos a los hacendados henequeneros.

Hay descrita en el libro otra lucha más cruel. Nos referimos a la ideológica. Coinciden los autores en plantearla como la pérdida de la identidad. Es bien cierto que las misiones no sólo perseguían la conquista espiritual de estos grupos indígenas. Eran una forma de imponer un modo de vida que iba en contra de tradiciones y costumbres, destrozaba la organización social e imponía normas de comportamiento ajenas a su historia. Se basaba en una campaña en pro de la civilización; todo aquello que estaba fuera de ese parámetro era condenado o perseguido. Los indígenas fueron sometidos a un proceso de homogenización. La escuela fue otro instrumento utilizado para atacarlos e incluso sustituir su lenguaje por uno extraño, lo cual ayudó a borrar su memoria histórica.

En este recuento, el pensamiento liberal sobre "lo indio" llega a horrorizar por sus concepciones tan despectivas, los embates tan crueles por los métodos para eliminar a "los estorbos", aniquilar las propiedades colectivas y transformarlas en individuales. Como bien se dice, los pueblos de indios "aparecen como representantes de la inmovilidad o de la negación al cambio". Los atavismos del pasado.

Uno de los problemas que más llama nuestra atención es la participación indígena en los ejércitos del siglo XIX y principios del siglo XX. Nos referimos, en especial, a la incorporación de los yaquis a los ejércitos juaristas, al apoyo de las fuerzas de ocupación de Maximiliano, la participación con los levantamientos porfiristas e incluso a las filas del constitucionalismo. Desde lejos, este tipo de participación y convicciones políticas son poco entendibles. Pero, en el contexto, los autores nos ofrecen una explicación del pragmatismo político de estos indígenas, quienes cambian sus ideas políticas en la medida que pueden resistirse a una transformación de sus condiciones de vida o en el momento en que se encuentran ante una amenaza de peligro de su existencia; por ello prefieren aliarse al bando que mejor defienda sus intereses.

Estos relatos norteños plantean las preocupaciones teórico-metodológicas que son muy importantes de tomar en consideración en cualquier latitud y en los debates historiográficos actuales. Siguen abiertas las preguntas de qué entendemos por posmisional, salvajes, nómadas, libertad, instituciones, embrutecimiento, venta de cautivos y otros muchos conceptos que, confiamos, se resolverán o se descartaran en próximas investigaciones.

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