SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.4 número8La enseñanza del dibujo en San Luis Potosí durante el porfiriatoUn primer acercamiento a la actuación política y militar del caudillo liberal cubano José Miguel Gómez, en el periodo comprendido entre 1898 y 1901 índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista de El Colegio de San Luis

versión On-line ISSN 2007-8846versión impresa ISSN 1665-899X

Revista Col. San Luis vol.4 no.8 San Luis Potosí jul./dic. 2014

 

Notas

 

La primera construcción mítica en torno a Miguel Hidalgo*

 

Omar Fabián González Salinas**

 

** Maestro en Historia por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Correo electrónico: omaruccio_fgs@hotmail.com

 

Recepción: 22 de agosto de 2013.
Dictamen 1: 8 de septiembre de 2013.
Dictamen 2: 24 de octubre de 2013.
Dictamen 3: 21 de enero de 2014.

 

Resumen

Sabemos que en la actualidad Hidalgo forma parte de un mito del imaginario nacional mexicano, pero su primera mitificación no correspondió a intereses nacionalistas. En este artículo se estudia cómo desde tiempos de la guerra de Independencia Hidalgo fue blanco de ataques y elogios que situaron su imagen dentro del campo del mito. Se analiza por qué durante la guerra de Independencia surgió dicha imagen mítica, quiénes contribuyeron a su creación y con qué fines.

Palabras clave: Miguel Hidalgo, guerra de Independencia, mito, héroe, patriotismo criollo.

 

Abstract

We actually know that Hidalgo is a myth that is a part of the national imagination, but all these praises did not correspond to nationalistic interests. We focused on Miguel Hidalgo, who was attacked many times, as well as praise all the way through his independence days. These attacks provoked that his image was mythical. We will analize why during independence such mythical image came out, who creat it and why.

Keywords: Miguel Hidalgo, Independence War, Myth, Hero, Creole Patriotism.

 

INTRODUCCIÓN

Hace ya varios años que Edmundo O'Gorman pronunció su discurso acerca de las interpretaciones que se hicieron sobre Miguel Hidalgo a lo largo de los siglos XIX y XX (O'Gorman, 2004). En esa misma línea, Carlos Herrejón Peredo (2000) ha estudiado la invención del mito en torno a Hidalgo a partir de los discursos cívicos de las primeras décadas del México independiente. Otros investigadores más también han dado luz sobre la manera en que dicho personaje fue convertido en héroe nacional y los usos político-ideológicos detrás de dicha construcción (por citar sólo un ejemplo, véase Pérez Vejo, 2007).

Muchos de estos trabajos se han insertado en el estudio del nacionalismo y la invención de la nación; un proceso histórico que surgió con fuerza a partir de que México nació como país independiente. Otras investigaciones han demostrado que muchos de los caudillos insurgentes fueron elevados a la categoría de "héroe" durante la guerra de independencia (véase Broseta, 2000; Guzmán, 2007). La construcción de héroes al tiempo que se sostenía la guerra resulta muy interesante porque contrasta con el hecho de que la mayoría de los "héroes nacionales" de México, y del resto de Hispanoamérica, fueron una construcción posterior a las independencias y producto de relatos nacionales que fungieron como fuente de legitimidad de los Estado-nación que surgieron tras el hundimiento de la Monarquía hispánica.1

Siguiendo estos últimos aportes es como se ha desarrollado este estudio en el cual retomo la idea de que Miguel Hidalgo fue elevado a la categoría de héroe desde los primeros momentos de la gesta insurgente en 1810. Sin embargo, no me limito a hablar de una invención del héroe, es decir —y aquí planteo la hipótesis—, me interesa demostrar que durante la guerra de Independencia surgió una primera mitificación en torno a la figura de Hidalgo. Un mito que se originó como efecto de los imaginarios y las propagandas —que también fueron parte importante del desarrollo de la guerra— tanto de insurgentes, como de contrainsurgentes. Se demuestra que esta primera construcción mítica de Hidalgo no sólo se formó por la imagen de héroe que le fue atribuida; por el contrario, aparecieron variados y contradictorios discursos sobre su persona; se fueron delineando distintas imágenes en torno a este personaje que lo alejaron de sus cualidades humanas para situarlo en los terrenos del mito.

De igual manera, demuestro que en el trasfondo de estas imágenes no sólo estaban los intereses de la guerra; de manera más profunda, es posible encontrar mentalidades del antiguo régimen que comenzaban a convivir con ideas propias de la modernidad política.2 También es importante recalcar que, aunque aquí se hable de un mito y un héroe, no se propone que dichos fenómenos hayan surgido durante la guerra de Independencia por motivaciones nacionalistas; sostengo que este primer mito alrededor de la figura de Hidalgo respondió a otro tipo de aspiraciones que no guardaban relación alguna con el nacionalismo y la invención de la nación mexicana.

Antes de seguir es preciso definir qué se entiende aquí por mito y por héroe. Lorenzo Meyer precisa que, acorde con la raíz etimológica, mito, del griego mythos, hace referencia a cuentos o fábulas (Meyer, 1996:93). Por su parte, Mircea Eliade afirma que un mito es un relato de una "creación" que narra cómo algo ha sido producido o ha comenzado a ser (1988:17). Hay quienes piensan que los mitos se reducen a las historias de origen creadas por grupos étnicos hace cientos de años, mediante las cuales exponían su cosmovisión. Sin embargo, debemos recordar que todavía en el mundo contemporáneo existen mitos que han adquirido otros usos, los más comunes suelen ser los que se encuentran en los relatos de nación difundidos por historiografías, rituales o imágenes. Son, pues, un tipo de creaciones humanas que han acompañado a la mayoría de las culturas desde los tiempos más remotos hasta la actualidad.

En los mitos se mezclan aspectos verdaderos y otros ficticios, dando lugar a un relato que da cuenta de un origen. El mito no explica, sino legitima. Por ello se les suele utilizar para justificar un determinado ordenamiento social, político, jerárquico, etc. Un relato mítico se difunde con las mismas características hasta debilitar la capacidad de análisis y reflexión del receptor; con lo cual se logra que su historia sea aceptada por amplias mayorías (Florescano, 2001:229, 232 y 253; Burke, 2000:120-121; Rojas, 2011:200).

Retomado dichas consideraciones, entiendo por mito una historia que tiene un referente en la realidad, pero al paso del tiempo y mediante sus canales de transmisión (oral, escrito, narrativas visuales) obtiene elementos fantasiosos que lo convierten en una historia con gran valor para justificar —también puede descalificar— un ordenamiento y dotar de identidad. Se pone énfasis en la característica del mito que lo identifica como historia que no lleva por objetivo explicar, sino legitimar. De esta forma, estudiar la mitificación de Hidalgo ayuda a entender cómo las variadas imágenes creadas sobre su persona, no sólo respondían a distintos imaginarios, sino también eran discursos utilizados para justificar los posicionamientos y aspiraciones de aquellos que estuvieron imbuidos en la guerra de Independencia.

Estamos hablando de un mito que surgió por distintos intereses que crearon una serie de imágenes de Hidalgo, que bien podían descalificar su persona y su rebelión, o podían exaltarlas. Son imágenes cruzadas que dieron origen a un personaje con distintas características que lo situaron como el origen de uno de los más grandes males para Nueva España o, por el contrario, como el iniciador de la más grande epopeya surgida en dicho territorio, pero que siempre aparece como un ser de un tamaño mayor que el resto de los mortales, característica que, según Peter Burke (2001:121), identifica a los personaje que forman parte de un mito.

Herrejón Peredo (2000:234) ha señalado que un mito se mantiene como "historia viva" mientras siga siendo recordado y celebrado mediante el rito. En concordancia con esta idea, también se muestra que uno de los elementos que hizo surgir el mito de Hidalgo desde tiempos de la guerra de Independencia fue la muy temprana convicción de algunos insurgentes de celebrar a Hidalgo y el día que se levantó en armas.

Parte esencial de los mitos es la existencia de personajes que alcanzan el grado de héroes —y su contraparte, los villanos—, característica también presente en la primera mitificación en torno a Miguel Hidalgo. Líneas arriba fueron señalados algunos estudios que han abordado esta primera conversión heroica; pero aquí conviene definir qué entiendo por "héroe". Los héroes no son una invención propia del mundo contemporáneo: en el antiguo régimen hispánico existían los héroes, pero las cualidades de éstos sólo eran atribuidas a los reyes. La realeza alcanzaba un rango heroico por la valentía, el buen gobierno y las decisiones militares (Mínguez, 2003). Después de la Revolución francesa, de la epopeya napoleónica, del romanticismo y del surgimiento de las naciones apareció el concepto moderno de héroe (Mínguez, 2003:51), el cual se caracterizó por su alejamiento de la figura del rey; el heroísmo fue una cualidad que se comenzó a atribuir a cualquier tipo de persona, por lo que apareció el héroe civil. El ciudadano en armas que se rebelaba contra "los tiranos" se convirtió en el tipo de personaje que con mayor frecuencia se elevó a la categoría de héroe (Volvelle, 2003; Chust y Mínguez, 2003:11).

El héroe moderno suele aparecer cuando hay crisis políticas, sociales o de identidades. Se crea y difunde su imagen heroica como ejemplo de virtudes y acciones que realizar. Cuando surgieron estos héroes durante la guerra de Independencia fueron usados para legitimar la autoridad y la existencia de los órganos de gobierno independiente, y representaron modelos de patriotismo y virtudes para los pueblos levantados en armas contra los ejércitos realistas (Guzmán Pérez, 2007:65). Abonamos a este conocimiento sobre las figuras heroicas durante la independencia mostrando que parte de esta visión heroica en torno a Miguel Hidalgo se conformó con elementos que correspondían al héroe de antiguo régimen y otros al héroe moderno; todo ello generó un Hidalgo con distintos adjetivos heroicos que enriquecieron el mito que se formaba alrededor de su persona.

Para abordar esta construcción mítica de Hidalgo y su conversión en héroe, se ha limitado este estudio al tiempo de la guerra de Independencia. En un primer momento se abordan dos imágenes que se crearon en torno a este personaje: una proveniente de la Iglesia y los bandos realistas y la otra de los grupos insurrectos que estuvieron con Hidalgo. En un segundo momento se presta mayor atención a su imagen heroica contextualizada en el llamado "patriotismo criollo". Dicho análisis nos permite reflexionar si esta temprana invención del héroe fue parte de un tipo de nacionalismo o respondía a otro tipo de aspiraciones. El hilo conductor que mantiene la coherencia entre los apartados del artículo es el estudio de las diversas imágenes y discursos en torno a Hidalgo y cómo todas ellas juntas contribuyeron a la primera mitificación de este personaje.

 

HIDALGO VISTO POR SUS CONTEMPORÁNEOS: ENTRE EL DEMONIO Y EL ELEGIDO DE LA PROVIDENCIA

Una amenaza diabólica amenazaba al reino de la Nueva España

El 15 de septiembre de 1810, Miguel Hidalgo, quien fuera cura de la parroquia de Dolores en el Bajío de la Nueva España, hizo un llamado para una revuelta en contra del gobierno representado por los españoles peninsulares. Dicho movimiento armado se extendió por diez años y culminó con la independencia política de la antigua Nueva España y la creación de un nuevo país. Fueron varios los hechos que originaron dicha guerra; se habla de la influencia de las ideas ilustradas, de la independencia de las trece colonias de Norteamérica, el efecto negativo de las reformas borbónicas, la crisis en el interior de la monarquía católica y, quizá la causa de mayor peso, la crisis y discusión sobre la soberanía perdida en Bayona. Aquí es importante referir que Antonio Annino (2003:685) apunta que las independencias hispanoamericanas "no fueron causa sino producto de la crisis de las monarquías".

Este movimiento de Hidalgo causó conmoción, tuvo un éxito popular muy fuerte, importantes victorias y la casi toma de la capital del virreinato. Ante esta inesperada revuelta, las autoridades virreinales y la Iglesia reaccionaron de dos formas: una militar y otra por medio de las ideas. Esa segunda vía es la que interesa para este estudio porque fue ahí donde surgió la primera imagen mítica de Hidalgo.

El 24 de septiembre de 1810, a pocos días de que estalló la revuelta de Hidalgo, el arzobispo de México enunció un exhorto a la población para que no formaran parte de la rebelión que encabezaba el cura de Dolores; en ella también comenzó a trazarse la imagen que con frecuencia utilizaría la Iglesia: la del Hidalgo hereje y relacionado con "el maligno". De esta forma, el arzobispo Francisco Xavier Lizana y Beaumont, utilizando una retórica religiosa, les habló a sus más "dóciles ovejas" para prevenirlas de seguir el camino del mal (el movimiento de Hidalgo). Hidalgo fue comparado con Luzbel, soberbio "precursor del Anticristo", y presentado como un "espíritu malévolo" que sólo buscaba perder y arruinar a quien lo siguiera.

Pero no sólo se creó la figura malévola del caudillo, sino también éste fue comparado con Napoleón Bonaparte. Recuérdese que entonces Napoleón era considerado como un hereje que atentaba contra la religión católica, al igual que lo había hecho la Revolución francesa. De esta manera, se buscaba desprestigiar a Hidalgo a partir de su comparación con lo demoniaco y con la máxima expresión del anticatolicismo en la tierra: era, según la Iglesia, un afrancesado, un Napoleón. El arzobispo también mencionó que uno de los pecados que cometió Hidalgo por su soberbia fue el desafiar a la Iglesia, al emperador y al virrey (Hernández y Dávalos, t. II, 1968:100-104; Hernández Luna, 1954:24). En esos momentos, el insulto a la Iglesia y al mismo rey significaba actuar en contra de Dios, lo cual era considerado como la peor falta y aberración en que podía caer una persona. Era claro el objetivo de aquella "Exhortación del Arzobispo para que vuelvan a sus hogares los que ayudan al Sr. Hidalgo en la revolución" (1810, sept. 24): desprestigiar a Hidalgo por medio de lo religioso y evitar la suma de adeptos a su movimiento.

De igual forma, el obispo de Michoacán y antiguo amigo de Hidalgo, Manuel Abad Queipo, lanzó la orden de excomunión de Hidalgo y quienes lo seguían.3 Es preciso señalar que, por el peso que tenía en esa época una excomunión, era una excelente forma de contrarrestar la popularidad que estaba cobrando la rebelión de Hidalgo, pues ser excomulgado significaba convertirse en un ser que estaba alejado de la gracia de Dios. Sin embargo, se infiere que el edicto no tuvo la fuerza que Abad Queipo hubiese querido, ya que algunos de los seguidores del cura de Dolores, no sólo no hicieron caso a lo expresado en él, sino que incluso decidieron levantar el edicto de excomunión y absolver a todos a los que hubiera afectado.4

Después del edicto de Abad Queipo, "prácticamente toda la alta jerarquía eclesiástica lanzó furibundas condenas, anatemas, excomuniones y muchos exabruptos" (Landavazo, 2011:50). Pero la campaña de desprestigio por parte de la Iglesia fue más extensa: "párrocos de distintos medios predicaron en contra de la rebelión de Hidalgo, ya fuera en el púlpito o en el confesionario [...] varios eclesiásticos escribieron y publicaron numerosos textos de muy diversa índole, destinados a combatir la rebelión de Hidalgo y llamar a la obediencia de los feligreses" (Landavazo, 2011:54). El ataque contra Hidalgo se iba generalizando entre los representantes de la Iglesia que repudiaban la rebelión y se difundía de manera amplia la imagen negativa del cura de Dolores.

Demonio, francés hereje; enemigo de la Iglesia, del rey, del orden, de la Nueva España; soberbio, ambicioso, que buscaba favorecerse a sí mismo y arruinar a los demás; esta fue la imagen que la Iglesia propagaba en contra de Hidalgo y su rebelión en edictos que mandaba pegar en las puertas de los templos para que toda la población pudiera enterarse de lo escrito. Esta misma imagen también fue difundida a través de una literatura que, a decir del lenguaje utilizado, estaba dirigida a un tipo de público más culto; se trata del Anti-Hidalgo, de fray Ramón Casaus, y los 15 diálogos entre Filópatro y Aceraio y El Aristarco, de Fermín de Reygadas.5

El Anti-Hidalgo fue escrito a manera de cartas y, aunque no tuvo tanta circulación popular, los ataques contra el cura de Dolores no dejaron de ser fuertes. Desde la primera carta (de un total de 16) el autor estalla contra Hidalgo. Pero el punto álgido se deja notar cuando le menciona que le hará "ver cuan contrario es este infernal proyecto tuyo a la razón, a la justicia, a la humanidad, a la religión, a la política, a la civilidad, a la moral, a la filosofía, a las bellas letras y a las nobles artes, al comercio y minas, a la agricultura, a las manufacturas, a la población [...]". Se trataba de un ataque frontal hacia lo que representaba la rebelión de Hidalgo y hacia su propia persona, pues se menciona que si se estudiara su cráneo, éste tendría semejanza con el de Mahoma y Napoleón, dando a entender que sus características físicas eran las mismas que las de aquellos considerados como grandes enemigos de la religión católica.

Los 15 diálogos entre Filópatro y Aceraio mencionaban que Hidalgo, no sólo tenía parecido a Napoleón y Mahoma por sus ataques al catolicismo, sino también que tuvo relación directa con un emisario francés enviado por el mismo Napoleón Bonaparte para planear la revuelta que el cura encabezaba. Resulta bastante interesante esta imagen de los supuestos contactos con Napoleón, pues más adelante, en este mismo documento, se menciona que Hidalgo engañó a sus seguidores al decirles que los españoles habían entregado el reino de Nueva España a Napoleón, cuando en realidad él era el verdadero aliado del francés. Hasta este punto resulta que Hidalgo no sólo era un "hereje", como los franceses, sino además era un aliado directo de Napoleón y ejecutaba los planes de éste en tierras americanas. Era el cura de Dolores aquel que portaba una "infernal viruela", una enfermedad de origen "gálico-napoleónico" (Hernández y Dávalos, t. II, 1968:712, 713, 787 y 788).6

A través de esta propaganda contrainsurgente difundida en escritos o de manera oral desde el púlpito, el bando realista dibujó a un Hidalgo con dos características principales: un hereje y demonio enemigo de la Iglesia y un afrancesado enemigo del rey, de la Nueva España y su desarrollo. Con estas ideas se buscó desprestigiar a los rebeldes; sin embargo, y sin ser este su cometido, dichas ideas también favorecieron para que se diera un paso importante para convertir a Hidalgo, aún en vida, en un mito que convertía su imagen en la de un ser demoniaco y aliado de los franceses que llevaría a la ruina al reino de Nueva España.

No es extraño que una imagen negativa haya contribuido a formar la primera mitificación de Hidalgo, pues, como bien ha señalado Carlos Herrejón, "el culto a los próceres de la Independencia no se llevará a cabo sin la reprobación constante de sus antagonistas [...] a la figura mítica del rey o del héroe corresponderá el mito del antihéroe" (2000:37-38). Vemos, pues, que no sólo los elogios construyen mitos; también los ataques los crean. Así, una primera imagen estaba dada para Hidalgo: al tiempo que era un insurrecto, era una presencia demoniaca y amenaza francesa recorriendo el territorio novohispano.

 

Hidalgo, iluminado por Dios y fiel ejecutor de las órdenes del rey

Pero si los bandos contrainsurgentes impulsaron esta imagen, el grupo insurrecto contestó creando su propio discurso en torno a Hidalgo. Mencionemos primero la imagen providencial que se creó en torno al cura de Dolores. Si la Iglesia realista lo veía como a un demonio, los insurgentes impulsaron y difundieron una imagen de Hidalgo como "elegido de Dios"; dicha interpretación se diseminó por medio de la prensa en un contexto en el que este instrumento representó la creciente opinión pública.7 Así, pronto surgieron varios periódicos insurgentes; el primero fue El Despertador Americano,8 creado por orden del mismo Hidalgo para difundir los decretos del bando insurgente.

Esta concepción providencial puede rastrearse desde el primer número de dicho periódico, que surgió en Guadalajara el 20 de diciembre de 1810. Los insurrectos comenzaron a tomar la lucha como una guerra en la que consideraban que Dios estaba de lado de ellos, y no de los realistas, que en el discurso insurgente eran concebidos como los verdaderos enemigos de la religión y del reino.

Si la guerra era vista como consecuencia de designios divinos, Hidalgo "no es otra cosa que el 'elegido' de la Divina Providencia para lograr infaliblemente en la historia de México sus propios designios providenciales, [...] al declarar la independencia, Hidalgo no hizo sino realizar los deseos de Dios contenidos en sus 'decretos eternos'" (Hernández Luna, 1954:74-76). Tanto los insurrectos, como realistas, recurrieron a temas religiosos para enfrentar una lucha de legitimación y desprestigio, que no tenía otro fin que el de aminorar, o incrementar, según el bando, la rebelión iniciada por Hidalgo. No obstante, un pensamiento religioso y mítico alejado de las motivaciones políticas de guerra fue el de las clases populares que componían al ejército de Hidalgo, quienes lo consideraban como un verdadero "santo."

Pronto, "sus seguidores vieron en él a un iluminado que los salvaría, y en cierto modo, su movimiento se asemejó a una guerra santa; la tropa le adjudicó la aureola de santo y se rumoraba que hablaba diariamente con la Virgen y que ella le daba consejos e indicaciones" (Castro, 2010:115 y 116). La visión providencial de Hidalgo rebasó a la misma prensa insurgente, pues no fueron ideas sólo impuestas por ésta, sino que además la misma tropa comenzó a considerarlo como un enviado de Dios. Parte del ejército no sólo lo veía como a un cura, sino también como una imagen santa, a tal grado que Luis Villoro señala que a Hidalgo "El pueblo lo sigue como a un santo o a un iluminado; ante él, se arrodillan los sacerdotes [...] y sus partidarios no encuentran mejor nombre que el de Alteza Serenísima, no señoría, ni excelencia, ni generalísimo cual era su rango, sino Alteza, nombre propio de quien se ensalza por encima de los demás hombres" (Villoro, 1999:76). En este contexto, donde el catolicismo era parte fundamental del imaginario y ordenamiento social del antiguo régimen, estas visiones religiosas no eran una rareza. Por ello se explica que durante la guerra:

[...] las masas populares vieran a sus jefes como guerreros iluminados, dotados de poderes especiales y protegidos por fuerzas sagradas que los conducían a realizar empresas extraordinarias. Tal es la imagen del cura Hidalgo que propagan sus seguidores. El cura, dice su gente, "es un santo", tiene trato constante con la santísima Virgen. Muchos partidarios de la causa insurgente estaban convencidos de que ésta terminaría en la instauración de un nuevo reino, en la implantación de una suerte de teocracia, y por eso decían que su deseo más ferviente era "ir a México a poner en su trono al señor cura" (Florescano, 2001:533).

La imagen de Hidalgo gozaba de tal popularidad y misticismo que incluso el edicto inquisitorial de octubre de 1810 contra su persona provocó una serie de opiniones encontradas entre la población, parte de la cual defendió al cura y despreció el trabajo del Santo Oficio por considerar que lo hacían los inquisidores por ser "gachupines", mientras que Hidalgo y los insurgentes actuaban con justicia y santidad. Algunos pobladores dijeron que el cura de Dolores era un profeta o el Mesías que se movilizaba por la misión de defender la religión católica (Chávez Mejía, 2011:11-52).

Hubo quienes afirmaban que la causa de Hidalgo tenía como objetivo alcanzar la felicidad de la población; por lo tanto, el edicto no tenía validez, sino, al contrario, el párroco de Dolores tenía mayor facultad para excomulgar, y por ello sus enemigos "estaban excomulgados por éste".9 Era Hidalgo un personaje que para 1811 ya muchos lo consideraban como un iluminado, al cual ni siquiera el Santo Oficio podía tocar.

Por otra parte, entre los indios corría el rumor de que el rey de España estaba en tierras novohispanas, recorriéndolas en un misterioso coche negro, y que personalmente había ordenado a Hidalgo que se levantara en contra de las autoridades españolas del virreinato. Para el mismo tiempo, una mujer de los alrededores de Cuautla dijo a sus vecinos que el rey viajaba junto a Hidalgo, pero cubierto con una máscara de plata (Van Young, 2006:811). Eric van Young ha interpretado estos testimonios como parte del mesianismo indígena que se centró en la figura del monarca Fernando VII.10 Pero, pese a que el rey es la figura central, resalta Hidalgo como su compañero de lucha. El cura ya no sólo era un demonio o un santo; también se interpretaba como fiel acompañante del rey, soldado suyo en el campo de batalla y ejecutor de sus órdenes, una tercera imagen que aparecía entre los grupos e imaginarios que tomaron parte de la guerra de independencia y que, de igual forma, contribuyó a situar a Hidalgo en los campos de la acción mítica.

Hasta aquí hemos visto tres imágenes de Hidalgo. La que difundió la Iglesia y el bando realista fue impulsada con motivos contrainsurgentes y recurrió a dos aspectos fundamentales: primero, a la difusión de la imagen del hereje diabólico que atentaba contra la Iglesia y, segundo, a un desprestigió político: la rebelión fue calificada de revolución afrancesada que sólo traería beneficios a Hidalgo y si acaso a los indios. Ambas imágenes tienen un cierto vínculo, pues todo lo que se ligaba a la Revolución francesa se consideraba como un ataque al catolicismo y a la Monarquía católica. Este era el desprestigio más grande al que podían recurrir los realistas, pues con las características que le imputaban a Hidalgo se le podía tomar por enemigo de todo lo sagrado e importante en la sociedad de antiguo régimen: la Iglesia, el reino (en este caso la Nueva España) y el rey, representante del conjunto de la Monarquía y del poder sagrado que, supuestamente, era asignado por Dios para gobernar. Esta fue una imagen muy difundida dirigida a sus seguidores para persuadirlos de abandonar la lucha y evitar que se les uniera más gente.

El mismo sentido religioso fue reproducido por los insurgentes, quienes crearon una imagen providencial del cura de Dolores. Más aún, esta imagen fue adoptada por su propio ejército, y rebasó la propaganda hecha por los criollos letrados. Podríamos decir que fue producto del pensamiento religioso de las clases bajas y, en menor medida, fue una idea que retomaran los criollos que dirigían el movimiento. Con una imagen que denota una herencia judeocristiana, que tenía el Antiguo Testamento como principal fuente, se elevó a Hidalgo a un lugar santo. Pero el mesianismo indígena fue más allá y también consideró al párroco como el fiel escudero del monarca español. Hidalgo aún no era catalogado como un héroe, pero sí se le representaba con elementos fuera de lo común, y así se comenzó a crear una imagen que se acercaba a lo mítico, pues con facilidad se le concibió como demonio, santo, emisario de Napoleón o como fiel defensor del rey; imágenes contrarias entre sí, pero que surgieron de manera paralela durante la rebelión del cura.

 

LA IMAGEN HEROICA DENTRO DEL MITO. HIDALGO INTERPRETADO POR EL PATRIOTISMO CRIOLLO

¿Fue el patriotismo criollo el primer nacionalismo mexicano?

No existían naciones, en el sentido moderno del término, en
el momento del estallido de las guerras de independencia. Las
naciones no fueron la causa de las guerras de independencia sino
su consecuencia.

(Pérez Vejo, 2010:20).

Los criollos letrados formaron otra idea de Hidalgo que también contribuyó a la formación del mito en torno a su persona. Era una imagen novedosa en América, vinculada con la modernidad política: la de héroe, pero no el héroe del antiguo régimen relacionado con el rey o el virrey, sino con mayor afinidad con la idea de héroe que se formó a partir de la Revolución francesa: el héroe popular o el ciudadano en armas. Esta imagen atiende a un movimiento intelectual más amplio: el patriotismo criollo.

El patriotismo criollo puede rastrearse de mejor forma a partir del siglo XVIII, cuando el grupo criollo comenzó a formarse una identidad propia que lo distinguiera de los españoles peninsulares. Este movimiento cobró mayor impulso después de las Reformas borbónicas que restaron influencia al clero y a las élites provinciales americanas, mientras que todo el control político y religioso quedó en manos de españoles peninsulares.

Cuatro características principales fueron las de este patriotismo: la exaltación de la virgen de Guadalupe como símbolo de unión americana, el indigenismo histórico como prueba de la gloriosa historia de los americanos (en realidad los criollos se adjudicaron como propio el pasado indígena), el sentimiento hispanofóbico nutrido por la reactualización de la leyenda negra de Bartolomé de las Casas, y la exaltación del territorio novohispano, considerado como tierra protegida por Dios. En relación con esta última característica, las riquezas naturales del territorio americano fueron interpretadas por los criollos como prueba de las bondades que la Providencia les daba para que trazaran su propio destino (Brading, 1988; Florescano, 2003:243).

Este patriotismo fue tomado, durante la insurgencia, como sustento ideológico para justificar la independencia del reino de la Nueva España. Se creó una identidad americana que se diferenció y rivalizó con la de los peninsulares; aunque, en realidad, las élites criollas que comandaron el conflicto y los españoles peninsulares eran parte de una misma cultura compartida en todos los territorios de la Monarquía católica pues, a grandes rasgos, el origen étnico, la lengua, la religión y las costumbres les eran comunes, salvo por las distinciones propias que da cada región.

El patriotismo criollo ha sido el centro de numerosas investigaciones, por ello, lo que aquí se debate es si este fenómeno pudo transformarse en un nacionalismo durante la guerra de Independencia, es decir, ¿fue este patriotismo criollo el primer nacionalismo mexicano? Esto cobra relevancia porque, en la medida en que respondamos esta pregunta, se podrá definir si el mito que surgió en torno a Hidalgo durante la guerra de Independencia se trataba ya de un mito nacionalista.

David Brading (2011:80; 1988) afirma que este patriotismo criollo logró transformarse en un "nacionalismo insurgente", al que también llama "protonacionalismo"11. Pese a la popularidad que ha cobrado la propuesta de Brading, en realidad es bastante delicado pensar en el patriotismo criollo como el primer nacionalismo mexicano en un periodo anterior a la independencia lograda en 1821, debido a que "patria" y "nación" eran conceptos contrarios. El primero de ellos hacía referencia a un territorio regido por mismas leyes, mientras que "nación" conservaba un significado tradicional que tan sólo refería a grupos con un mismo origen étnico. Esto nos obliga a considerar que en una misma patria, como la Nueva España, podían encontrarse distintas naciones. Por otra parte, aunque los sentimientos de identidad territorial son bastante viejos, en dicho periodo no existían referencias hacia algún "territorio nacional" que pudiera generar sentimientos nacionales capaces de opacar a las identidades regionales.12 Entiéndase que no existía la nación mexicana y que ostentar un sentimiento patriótico no significaba tener una identidad nacional.

François-Xavier Guerra dejó en claro que mientras que en la América hispánica los conceptos "patria" y "nación" seguían siendo contrarios (además de que este último no tenía ninguna connotación política), en Francia, como en la península ibérica, a finales del siglo XVIII ya comenzaban a verse unificados; la idea de que existían patrias, reinos y naciones particulares y distintas entre sí comenzó a diluirse para dar paso a la existencia de una sola identidad, y una sola nación; un proceso que, en el caso hispánico, se reflejaría en la Constitución de Cádiz que declaró a la "nación española" como soberana. François-Xavier Guerra sostiene que la nación en su carácter moderno —como comunidad homogénea que se convierte en sujeto de soberanía— llegó a América en un tiempo posterior a 1808 y por influencia de los procesos ocurridos en Europa. Fue por esta razón que dicho autor dirigió una crítica demoledora hacia los estudios de Benedict Anderson, al mencionar que su "tesis popularizada [...] sobre el papel motor en la invención de la nación de los 'pioneros criollos', no resist[e] el mínimo de análisis" (Guerra, 2002: 114).

Si la nación moderna fue posterior al estallido de la rebelión de 1810 y la teoría modernista de los nacionalismos señala que las naciones fueron inventadas por los representantes de los Estados modernos en periodos de larga duración, esto se convierte en razón suficiente para invalidar la idea de que el movimiento armado iniciado por Hidalgo fue una guerra de liberación nacional en la que una supuesta nación mexicana se independizó de una nación española.13

Frente a este tema, lo que en estas páginas se propone es que durante la guerra de Independencia este patriotismo no evolucionó a un nacionalismo (esto no descarta que el nacionalismo que surgió después de fundado el Estado mexicano independiente en 1821 haya retomado elementos del patriotismo criollo) y la aparición de "la nación" en sentido moderno sólo existió en un lenguaje político utilizado por algunos criollos letrados que encabezaron la insurgencia, aunque en la práctica nunca pudieron definir cuál era esa nación a la que hacían referencia. En cuanto a la identidad a la que se apegaron los criollos para diferenciarse de los españoles peninsulares, tan sólo se trató de una identidad americana, más no de una identidad mexicana.

Se debe tomar en cuenta que para 1808 la crisis política suscitada con las abdicaciones de Bayona originó conflictos de índole política, en los que el tema central giró en torno a debatir sobre quiénes debían restablecer y resguardar la soberanía perdida cuando el monarca fue sustituido por José Bonaparte. Esto desembocó en las llamadas guerras de independencias, las que en realidad se desarrollaron como guerras civiles con motivaciones de tipo político, y que de ninguna manera fueron guerras de liberación nacional. Este fenómeno, en un primer momento, dio origen a una serie de instituciones y un lenguaje político de antiguo régimen; no obstante, la dinámica del conflicto y la influencia de la Constitución de Cádiz llevaron a los insurrectos a incorporar referencias de una nación que fue posicionada como garante de la soberanía, y con ello justificaron los intentos por separar la Nueva España del resto de la Monarquía.

La incorporación del concepto "nación" en el lenguaje político de la guerra de Independencia es un proceso que puede dividirse en dos momentos. En el primero, la supuesta nación no figuraba aún como sujeto político, sino en su orden tradicional, pues cuando se hablaba de la nación se hacían constantes referencias al grupo criollo y al reino.14 Es como si la nación a la que se referían los insurrectos en realidad se tratara de los criollos, es decir, una nación en su sentido antiguo: como grupo de una misma estirpe. Sobre el reino, recuérdese que se trataba de una comunidad política de antiguo régimen, lo cual se opone a la nación como garante de la soberanía. François-Xavier Guerra señaló que la rebelión de Hidalgo, en su intento de defender las leyes, costumbres y usos, se convirtió en una referencia a la constitución histórica del reino, "y no en una constitución en el sentido moderno del término, es decir, de la expresión de soberanía nacional" (2010:321-322). Para los primeros insurgentes, la nación no tenía aún connotaciones políticas; seguía siendo concebida bajo el significado tradicional que había existido desde siglos atrás.

En un segundo momento, la nación desplazó tanto al rey como al reino, y se convirtió en el único sujeto de soberanía. Recuérdese que esta es la principal característica de la nación en su sentido moderno (Pérez Vejo, 2010a:46). Este proceso inició con la creación del Congreso de Chilpancingo y la subsecuente Constitución de Apatzingán de 1814 que puso a la nación como fuente de soberanía (no debe perderse de vista que en estos sucesos hubo una influencia de la Constitución de Cádiz, que ya en 1812 había proclamado que la soberanía de la Monarquía emanaba de la "la nación española"). Aunque la nación pasaba a concebirse como sujeto político, el problema era que dicha nación no era definida con claridad. Los insurgentes no sabían con exactitud cuáles eran los límites de esa nación y cuál era su nombre; algunos la llamaban "Anáhuac"; otros, "América"; para algunos se trataba de la "América septentrional", y otros más simplemente la seguían reconociendo como la "Nueva España". Tampoco hubo una identidad mexicana; tan sólo hubo una identidad americana, la cual demostró su éxito durante el conflicto bélico al argumentar que la guerra era entre una nación americana frente a una española. Sin embargo, a decir de François-Xavier Guerra, esa identidad "era demasiado tenue para que pudiese proporcionar una base sólida y duradera a la nación moderna" (Guerra, 2010:348).

En el transcurso de la guerra, los debates en torno a "la nación" continuaron entre los dirigentes de la insurrección para justificar la independencia, y no trascendieron el ámbito político. Es como si a la retórica del patriotismo criollo tan sólo se le hubieran incluido las referencias a "la nación" como un argumento más para reclamar un derecho a separar el reino del resto de la Monarquía. Hubo una incapacidad para imaginar y definir en concreto a qué nación se hacía alusión; tampoco se trató de unir a toda la población novohispana en una sola identidad nacional. En pocas palabras, no hubo un nacionalismo que inventara tal nación.

Téngase en cuenta que la multiplicidad de unidades políticas que había en Nueva España también hizo sumamente difícil la creación de una sola nación. Cuando se hablaba del pueblo, en realidad se aludía a los pueblos como unión de comunidades políticas soberanas, y no como una nación compuesta por la libre organización de ciudadanos modernos que pactaban conformar una nación. Es evidente que existía una ambigüedad al posicionar una inexistente nación moderna como sujeto de soberanía (Guerra, 2003:213-217; 2010:349).

Si no se podía definir con claridad qué era la "nación mexicana", si había identidad americana, pero no existía una identidad mexicana, si tampoco se sabía qué era lo mexicano y quiénes eran los mexicanos, entonces ¿cómo hablar de nacionalismo en este periodo? Al parecer, el patriotismo criollo nunca pudo definir la nación ni proyectarla más allá de los debates políticos. Esto indica que para dicho periodo es imposible ubicar un nacionalismo entendido como "ingeniería social" que inventa a la nación, y tampoco como un proyecto de homogeneización social bajo una misma identidad nacional. La invención o, si se prefiere, construcción de la nación mexicana fue posterior a la aparición del Estado independiente y producto de un nacionalismo que a lo largo de décadas imaginó cómo era dicha nación y cómo integrar a la población a ella. Bajo esta lógica, en este texto se rechaza la pretensión de ver en esos criollos patriotas a los primeros "mexicanos nacionalistas" que defendieron los derechos de una nación mexicana. Es momento de trascender la propuesta de David Brading; se debe ir más allá de la ingenua postura de interpretar el patriotismo criollo como un primer nacionalismo mexicano.

 

Hidalgo en el patriotismo criollo. Surgimiento del héroe y mártir

Este patriotismo criollo, su imaginario hispanofóbico y la idea de una América que debía romper relaciones con una supuesta nación española fueron los elementos que crearon una idea de guerra de americanos contra españoles opresores. Precisamente este fenómeno explica que algunos criollos letrados hayan inventado una imagen del héroe que luchaba por sacudir la opresión española de América. Comencemos con la exaltación de Hidalgo que se hizo mediante versos insurgentes o canciones compuestas durante los descansos del ejército insurgente y cantadas cada que entraba en un pueblo o ciudad. Entre estas canciones encontramos la siguiente:

¿Quién al gachupín humilla?
Costilla.
¿Quién su libertad aclama?
Aldama.
Corre criollo que te llama,
Y para más alentarte,
Todos están de tu parte:
Costilla, Allende y Aldama.
La libertad indiana
Toda se debe
Al invencible Hidalgo [...]
(Martínez Ocaranza, 1987: XLI).

No se trata de composiciones de carácter popular, sino composiciones de criollos letrados, que reflejan una reivindicación de los líderes de la insurgencia, y en ellas se va conformando una exaltación de Hidalgo, aunque son también mencionados los otros jefes insurgentes por igual. Moisés Guzmán Pérez señala que "el cura Hidalgo fue tomado como ejemplo de lucha y abnegación y poco a poco los autores de estas piezas trataron de excitar a los pueblos a seguir sus pasos" (2007:73). Hidalgo pasaba a ser figura, no sólo de culto, sino también ejemplo de virtudes.

Retomando la prensa insurgente, en El Despertador Americano, Correo Político Económico de Guadalajara comenzó a dibujarse una imagen de Hidalgo como héroe. En el número cuatro de dicha publicación, Hidalgo fue nombrado como "nuestro héroe libertador" 15 (CONACULTA, 2010:49), mientras que en el número siete16 fue llamado "Padre de la Patria", "héroe invicto" y "héroe inmortal" (CONACULTA, 2010:76). Una imagen más se sumaba al mito de este personaje que entonces, en una clara ruptura con el héroe del antiguo régimen que sólo podía reconocerse en los reyes, era elevado a esta categoría como muestra de la invención del héroe moderno. El cura de Dolores era parte de un nuevo repertorio de héroes que pronto proliferarían por todos los países americanos que emergieron tras el hundimiento de la Monarquía hispánica.

En esta nueva imagen mítica Hidalgo también fue comparado con uno de los caudillos de la revolución de las trece colonias de Norteamérica. El primer número del Despertador Americano lo nombró el "Nuevo Washington"17 (CONACULTA, 2010:21), con lo cual se le elevaba a la categoría de libertador que podía encabezar un movimiento que terminara con el estatus colonial del territorio y diera paso a un nuevo país dominado por criollos, tal como lo hizo el propio Washington con las colonias inglesas en Norteamérica. En el imaginario criollo, una nueva casta de grandes hombres dignos de admiración y de manufactura americana estaba configurándose, y entre ellos se encontraba el cura de Dolores.

Esta analogía con el héroe norteamericano se repitió un mes después en el número cuatro del Despertador Americano:18 "todo el crimen del Nuevo Washington consiste en haber levantado la voz de la Libertad de nuestra Patria [...] es insensato el proyecto de oponerse al ímpetu de toda una Nación levantada por su independencia, no es posible desconcertar los planes de nuestro Padre y Libertador, concebidos con la más profunda sabiduría" (CONACULTA, 2010:49). A diferencia de los versos y canciones antes mencionados, en la prensa insurgente se exaltaba a Hidalgo por encima de los demás jefes del movimiento. Era presentado como el libertador y padre de una patria que estaba en búsqueda de su independencia, o al menos este era el discurso de los criollos. Así, desde el mismo tiempo de la lucha se creó un imaginario en el que Hidalgo fue visto como el caudillo de mayor respeto entre los personajes que se estaban convirtiendo en nuevos ejemplos y motivo de culto.

Después de la muerte de Hidalgo, su culto siguió en el transcurso de la guerra, pero entonces como mártir, como héroe de quien se tenía que vengar su muerte y rememorar sus acciones; por ello, un año después del deceso del cura de Dolores, Ignacio López Rayón decretó que el 16 de septiembre debía ser un día de festejo para recordar el inicio de la revolución y a su precursor. Morelos también mandó establecer que el día 16 de septiembre se festejase en recuerdo de Hidalgo. Existen fuentes que nos permiten conocer cuáles eran las celebraciones establecidas por los insurrectos; por ejemplo, el Calendario de festividades insurgentes de 1815, marcaba las siguientes:

La fundación del imperio mexicano, 488 años
La "usurpación por los gachupines", 294 años
La aparición de la Virgen de Guadalupe, 284 años
La instalación del Supremo Congreso Mexicano, 5 años
La publicación de la "Constitución provisional", año 2
La independencia mexicana, año 6
La encarnación del Divino Verbo, 1815 años
DÍAS DE CORTE
31 de julio, natalicio de Ignacio Allende
21 de agosto, instalación del Supremo Congreso Mexicano
16 de septiembre, día en que se "dio la voz de Independencia"
29 de septiembre, en memoria del cura don Miguel Hidalgo y Costilla
22 de octubre, jura de la Constitución de Apatzingán
12 de diciembre, día de "N. Señora de Guadalupe, Patrona de la América Mexicana
(Ortiz Escamilla, 2012:140).

Como se observa, entre las fechas que celebrar estaban las dedicadas al recuerdo de Hidalgo y el día en que inició su levantamiento. Éstas, en conjunto con el resto, marcaron rupturas en los imaginarios americanos. Se comenzaba a gestar una pedagogía cívica dedicada al culto a personajes nuevos que contribuyeron al rechazo de las fiestas que consagraban al rey y la lealtad a la Monarquía hispánica. Pero, sin ir más lejos, ya desde 1812 la Suprema Junta Nacional Americana celebró a Hidalgo y el inicio de la guerra con una ceremonia religiosa, discurso conmemorativo y luces (Guzmán Pérez, 2007:67; Guzmán Pérez, 2010:156). Así se entrelazaron rito y mito, en un proceso en el cual mediante el rito se rememoraba un hecho y a un personaje y sus actos para rendir homenaje a su legado y reproducir una serie de imágenes y discursos sobre lo que había hecho en vida. El rito mantenía vivo y alimentaba el mito de un caudillo que desde tiempos tempranos se había convertido en objeto de culto.

Los elogios para Hidalgo ya muerto siguieron presentes en algunos de los momentos más importantes de la gesta insurgente. En 1814, durante los festejos que celebraron la instalación del gobierno insurgente en Apatzingán y la creación del Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, se publicó una oda en la cual se recordaba en un verso a Hidalgo, a quien se le seguía reconociendo como padre libertador de la patria:

[...] El estandarte hermoso
Del Númen adorado,
Alzó la fuerte diestra
De nuestro Padre Hidalgo.
(Reyes Hurtado, 1996:23)

Esta exaltación de Hidalgo persistió hasta el final de la insurgencia, pues en el número 17 del Diario Político Militar Mexicano, publicado el 17 de septiembre de 1821, se le seguía reconociendo como héroe al que se le debía rendir culto y "elogiar su heroicidad por su empresa que tanto bien hizo para la patria" (Miquel, 1941:330).

Para hablar de Hidalgo elevado al grado de mártir también es necesario referirnos al Regimiento que se creó para vengar la muerte del cura y a su más interesante estandarte "El doliente de Hidalgo", cuyos colores rojo y negro simbolizaban la sangre de Hidalgo derramada por la independencia y el luto por su muerte (Guzmán Pérez, 2006:47 y 48).

Este primer culto por Hidalgo también tuvo representaciones visuales. Está el caso de un dibujo hecho a pluma que representa el boceto para un posible monumento ecuestre dedicado a su persona (véase la figura 1). El diseño fue ideado por algunos vallisoletanos, entre quienes se encontraban Miguel de Ulibarri, Juan Nepomuceno Foncerrada y Soravilla y Manuel Caro (De la Torre, 1990:13-18); fue encontrado entre 1810 y 1811 escondido en un colchón de la casa de José María García Obeso. El hecho de que estos personajes vinculados al dibujo hayan sido adeptos a la independencia queda a tono con el supuesto de que la subjetividad del autor influye en las fuentes icónicas (Burke, 2005:239), esto explica la motivación por exaltar al cura de Dolores mediante la creación de monumentos.

El dibujo es sencillo: es un pedestal rodeado por una reja. En la parte superior del pedestal se encuentra Hidalgo montando un caballo; con la mano izquierda toma la rienda y con la derecha sostiene un banderín con la leyenda "América". Al pie del dibujo se lee otra leyenda que dice "DEDICADO AL SR. HIDALGO, GENERALÍSIMO DE LAS ARMAS DE LA AMÉRICA, POR SU FIEL VASALLO, MANUEL FONCERRADA Y GARCÍA" (De La Torre, 1990:34). Se trata de un iconotexto19 empleado para dejar en claro el motivo de la imagen; en él el ícono y las palabras se fusionan para reforzar la idea de ser Hidalgo un héroe que, al igual que los monarcas, también era digno de merecer monumentos que lo mostraran de manera triunfalista en su tarea libertaria.

Este tipo de representación ecuestre era la forma más recurrente de representar a los héroes militares, pues la fuerza y el poder del caballo eran aplicados a quien lo montaba (Gutiérrez Viñuales 2004:289).20 Esto nos lleva a reflexionar sobre cómo estas primeras ideas en torno a Hidalgo no lo concebían como un noble anciano; por el contrario, se le consideraba como un guerrero, un héroe militar triunfante. También es evidente que dicha representación está inspirada en la escultura ecuestre que Manuel Tolsá realizó en honor a Carlos IV. El parecido con la obra de Tolsá, el casco romano que se añadió a la representación de Hidalgo y la presentación ecuestre son ejemplos de que este boceto está inspirado en el arte neoclásico que inundaba la época. Es importante resaltar esta influencia neoclásica, pues en el arte se ha dicho que en la modernidad toda obra es producto de la inspiración individual de cada autor, por lo cual es subjetiva;21 no obstante, por mucho que una obra sea producto de la creación personal de un individuo, ésta no puede desvincularse del medio material en que surge. Así el autor y la imagen cobran sentido en el momento en que son remitidos al contexto al que pertenecen.

Otro elemento importante de la imagen es el banderín con la leyenda "América" que lleva Hidalgo. Se puede interpretar como la imagen del cura de Dolores abanderando la causa americana, es decir, la causa criolla, pues recordemos que en ese tiempo los criollos solían usar el término "América" y "americanos", cuando las nacionalidades hispanoamericanas que conocemos hoy en día aún no eran construidas. La imagen muestra el interés por inmortalizar a Hidalgo en un monumento público que transmitiera la imagen de un líder popular que alcanzaba la misma importancia que un monarca español y debía ser objeto de culto público.

Respecto a los primeros retratos de los caudillos de la independencia, Inmaculada Rodríguez Moya señala que no fueron realizados como "parte de un programa de creación de un imaginario nacional, sino que son representaciones aisladas, algunas sí claramente propagandísticas o conmemorativas, pero fundamentalmente se trata de retratos individuales con motivaciones muy diferentes" (2006:247). Esta idea se adecúa exactamente a este boceto, pues tampoco perteneció a un primer nacionalismo, aunque sí estaba marcado con un sentido propagandístico para exaltar la figura de Hidalgo y el movimiento armado que había iniciado. Así, entre los criollos, la admiración por Hidalgo también se plasmó en la iconografía, se buscó en preservar su memoria, y rendirle culto como héroe que era digno no sólo de merecer elogios, también monumentos.

Pero, más allá de mencionar el uso inmediato que los criollos dieron a la muerte de Hidalgo y el motivo de su transfiguración en mártir, es preferible optar por una interpretación más profunda. Lo que se identifica es una herencia de la tradición cristiana manifestada en el pragmatismo que podía tener la muerte y el recuerdo. En el cristianismo, cuando una persona moría por su fe era convertida en mártir digna de devoción que se ganaba la gloria. Esta misma concepción fue trasladada a la nueva tradición heroica en la cual el personaje moría por la causa de los valores de la nueva sociedad y, no sólo se convertía en mártir, sino también en héroe que, aunque no ganara el paraíso, sí el recuerdo en la memoria colectiva. Incluso el héroe que moría en una derrota también era dignificado, pues no importaba si obtuvo o no la victoria en la batalla, lo trascendental era su resistencia en la lucha (Reyero, 2003:177-179). Esta es una clara influencia que ha tenido la tradición cristiana en la configuración de los héroes modernos.

Sobre quiénes y por qué o para qué hicieron tal elevación de Hidalgo, es preciso partir de la premisa de que fueron los criollos letrados "para ilustrar al pueblo y fomentar la obediencia y gratitud hacia los primeros caudillos" (Guzmán Pérez, 2007:81), así como para legitimar el movimiento insurgente y los intereses de la clase criolla, que veía en este personaje la encarnación de sus aspiraciones por controlar los asuntos de la Nueva España.

Esta temprana conversión de Hidalgo en héroe y mártir tiene tres características fundamentales: 1. Estuvo influida por el patriotismo criollo que inspiró una serie de imaginarios y elementos simbólicos (la idea de una América que luchaba contra los tiranos españoles, creación de nuevos héroes que ya no eran los reyes, instauración de fechas conmemorativas que formaron parte de una nueva pedagogía cívica) para legitimar la guerra contra el gobierno de los peninsulares. 2. Mantuvo un fuerte componente venido del cristianismo (Hidalgo como santo e iluminado). 3. Se le relacionó con Washington, lo que significaba que era interpretado como un tipo de héroe popular, un ciudadano en armas, libertador de una antigua colonia y creador de un nuevo país.

Estos rasgos nos indican que se creó una imagen de héroe que se movía entre la modernidad y la tradición. Se inventaron héroes modernos que terminaron con los antiguos símbolos de unión hispánicos como lo fueron Pelayo, el Cid y los reyes católicos (Guzmán Pérez, 2007:87 y 89). Pero en el tratamiento de los nuevos héroes se seguía usando los adjetivos aplicados al héroe y al príncipe del antiguo régimen. Por ejemplo, Hidalgo y otros jefes insurgentes recibieron el título de Alteza Serenísima, que era un título honorífico del antiguo régimen destinado a los reyes, y recuérdese que tanto el rey como la religión eran fuentes de identidad que habían existido desde antes de que aparecieran los símbolos nacionales de unión y pertenencia.

Hidalgo podía ser un santo, un iluminado que hablaba con la Virgen y era llamado Alteza. Sin duda, estamos frente a un nuevo tipo de héroe moderno que se mezclaba con los títulos del héroe de antiguo. El nuevo héroe americano nació en un periodo de transición de mentalidades tradicionales que comenzaron a convivir con ideas modernas; así se produjo un tipo de héroe civil, pero que no aparecía como héroe desacralizado, tal como ocurrió con los héroes de la Revolución francesa. Esta diferencia entre el héroe moderno de la Francia revolucionaria y el de la Nueva España muestra cómo la aparición del héroe no respondía necesariamente a un mismo modelo; por el contrario, fue una invención que adquirió características del contexto histórico en que surgía. Era casi imposible pensar en un héroe novohispano que fuera desacralizado, pues la religión tenía un papel sumamente importante en toda la sociedad novohispana, fuera realista o insurgente. De esta forma, los primeros héroes y, en última instancia, la primera mitificación de Hidalgo no podían desvincularse del pensamiento religioso y del antiguo régimen. Para entender este proceso se debe considerar que las estructuras mentales cambian a paso lento, mucho más que los cambios políticos. Los fenómenos históricos venidos con la modernidad no pudieron terminar a corto plazo con la tradición.

 

Hidalgo en la historiografía del patriotismo criollo

También es preciso mencionar las obras de Fray Servando Teresa de Mier y Carlos María de Bustamante, quienes se convirtieron en los principales ideólogos de la Independencia. Con ellos, el patriotismo criollo cobró fuerza y fue usado en sus obras historiográficas como arma política. En cuanto a la imagen de Hidalgo que difundió Mier, O'Gorman, en su discurso "Hidalgo en la historia", señaló el aspecto negativo que Mier creó del cura (2004:52). Pero parece que O'Gorman sólo se queda con esta parte negativa, puesto que Servando Teresa de Mier también creó una imagen positiva de Hidalgo describiéndolo como libertador y resaltando los primeros y rápidos triunfos militares y tomas de ciudades que Hidalgo consiguió, tanto que tenía mayores méritos militares que el mismo Napoleón, según Servando Teresa de Mier (1987:215 y 1980:347 y 359). El Hidalgo que Mier recreó era un improvisado que causó males, pero también un genio militar que inició una lucha por la libertad.

Carlos María de Bustamante, al contrario de Mier, exaltó a Hidalgo a más no poder; incluso hizo una relación entre los caudillos y el indigenismo histórico. Los presenta como "herederos de Cuauhtémoc, los cuales luchaban para liberar a la nación mexicana de las cadenas que la conquista le había impuesto" (Brading, 1988:76 y 77). Hidalgo es, para Bustamante, el hombre que dio a su patria la gloria de la libertad, el libertador. Si su rebelión tuvo defectos, Bustamante los justifica por el hecho de que ésta fue descubierta y apresurada. Es un Hidalgo héroe, inteligente, con errores que escaparon a su voluntad; con excesos que se explican con un Hidalgo víctima de las circunstancias; lo ensalza en todo momento y toda acción, y subraya su empresa militar y sus éxitos en los cuales no importaba el plan, las armas o la preparación, importaba la libertad que este cura buscaba para su patria; es el "Padre de la Libertad Mexicana", cuya rebelión no fue destructora; es el nacimiento de una justa exigencia americana (De Bustamante, 1961:50, 54, 59, 139 y 181). Con estos dos escritores, el mito en torno a Hidalgo ya no contempló ataques; se imponía la imagen de un libertador y se reforzaba en la idea de ser "Padre de la Patria".

 

CONCLUSIONES

En este recorrido se vislumbra cómo los distintos grupos e intereses en la lucha contribuyeron a crear una interpretación de Hidalgo con distintas características: para la Iglesia realista fue un demonio, un hereje, un aliado de Napoleón; pero su ejército lo veía como un santo e iluminado, como un ejecutor de los designios del monarca español o un héroe libertador de la patria. Imágenes cruzadas y hasta contrarias que hicieron surgir un mito con origen en la tradición cristiana, en el antiguo régimen, pero también alimentada por la mentalidad mesiánica de algunos pueblos indígenas y por las idas propias de la modernidad. La propaganda contrainsurgente y la devoción de los ejércitos rebeldes convirtieron su estampa en la de un ser sobrehumano con cualidades extraordinarias que rebasaban a las de cualquier mortal: el cura de Dolores dejaba de parecer un hombre común y su imagen tocaba los terrenos del mito.

Es importante resaltar que la invención de los héroes y los mitos de caudillos insurgentes inició cuando aún se libraba la guerra de independencia, pero se debe tener muy en claro que si se elevó a Hidalgo a la figura de héroe no fue por motivos homogeneizadores que respondieran a un proyecto nacionalista, sino para legitimar las aspiraciones de aquellos criollos que buscaban arrebatarle a los españoles peninsulares el control de la Nueva España. Por esta razón, la imagen heroica no se desprendía del imaginario criollo y cargaba con reminiscencias del antiguo régimen que lo convertían en una mezcla de héroe moderno con dotes de príncipe y santo. Lo que encontramos en Hidalgo es la construcción de un héroe del tipo moderno, pero muy vinculado al imaginario religioso, un fenómeno que distinguió este mito y esta invención heroica de aquellos otros héroes modernos que aparecieron en la Revolución francesa bajo la imagen de ser héroes desacralizados. Sea esta una prueba de que el mito y el héroe no obedecen a un mismo modelo; al contrario, toman distintas características determinadas por el espacio y tiempo en que surgen y por los intereses de aquellos que participan —intencionalmente o no— en su invención.

Después de la independencia, el nacionalismo mexicano recurrió a estos mitos para incorporarlos a un imaginario colectivo dentro del proceso de invención de la nación. Y no hay duda de que Miguel Hidalgo y la independencia son parte del mito fundacional más importante para la nación mexicana; sin embargo, esto no significa que el origen de ese mito y héroe durante la independencia haya respondido a motivos nacionalistas. La primera imagen mítica en torno a Hidalgo dependió del contexto vivido en la Nueva España y de quienes lo interpretaban: si eran grupos que buscaban preservar el orden anterior a la crisis de Bayona de 1808 (bando realista), si eran colectividades tradicionales, como los pueblos indígenas de mentalidad mesiánica, o si eran personajes que en el intento por independizar el reino comenzaron a adoptar un lenguaje moderno, tal como ocurrió con los criollos letrados que dirigían el movimiento insurgente.

 

BIBLIOGRAFÍA

Annino, A. (2003). "Epílogo". En: A. Annino y F. X. Guerra (coords.). Inventando la nación Iberoamérica. Siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica. 683-688.         [ Links ]

Burke, P. (2000). Historia y teoría social. México: Instituto Mora.         [ Links ]

---------- (2005). Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Barcelona: Cultura Libre.         [ Links ]

Brading, D. (1988). Los orígenes del nacionalismo mexicano. México: Ediciones Era.         [ Links ]

---------- (2011). Mito y profecía en la historia de México. México: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

Broseta Perales, S. (2000). "La construcción de la imagen del héroe en la prensa insurgente". En: De súbditos del rey a ciudadanos de la nación. Castellón: Universitat Jaume I. 273-283.         [ Links ]

Castro, M. G. (2010). "Y la Guadalupana bajó del altar". En: I. Magaña Ocaña (coord.). La independencia de México: Las otras historias. México: Amorosos de Clío. 111-125.         [ Links ]

Chávez Mejía, C. G. (2011). "Ni cielo para los gachupines, ni infierno para los criollos, ni purgatorio para los indios: La recepción popular del edicto inquisitorial contra el cura Hidalgo (1810-1811)". Legajos. Boletín del Archivo General de la Nación, 9:11-52.         [ Links ]

Chust, M., y Mínguez, V. (2003). "Presentación". En: M. Chust y V. Mínguez (eds.). La construcción del héroe en España y México (1789-1847). Valencia: Universidad de Valencia. 9-15.         [ Links ]

CONACULTA (2010). El Despertador Americano. Prol. A. Ávila. México: CONACULTA, Dirección General de Publicaciones (Summa Mexicana).         [ Links ]

De Bustamante, C. M. (1961). Cuadro histórico de la revolución mexicana iniciada el 15 de septiembre de 1810 por el cura Miguel Hidalgo y Costilla. 3 vols. Tomo I. México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana.         [ Links ]

De la Torre Villar, E. (1990). "Hidalgo y sus monumentos". En: E. de la Torre Villar (coord.). Hidalgo entre escultores y pintores. Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. 13-32.         [ Links ]

Eliade, M. (1988). Aspectos del mito. Barcelona: Paidós.         [ Links ]

Ferrari, M.; Melón, J. C., y Patoriza, E. (2010). "Entrevista a François-Xavier Guerra". En: E. N. Mijangos Díaz et al. La Revolución Mexicana. Morelia: Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. 67-83.         [ Links ]

Florescano, E. (2001). Memoria mexicana. México: Taurus.         [ Links ]

---------- (2003). Etnia, Estado y Nación. México: Taurus.         [ Links ]

González Flores, L. (2005). Fotografía y pintura. ¿Dos mundos diferentes? Barcelona: Ediciones Gil.         [ Links ]

Guerra, F. X. (2002). "La nación moderna: Nueva legitimidad y viejas identidades". Tzintzun, 36:79-114.         [ Links ]

---------- (2003). "Las mutaciones de la identidad en la América Hispánica". En A. Annino y F. X. Guerra (coords.). Inventando la nación. Iberoamérica. Siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica. 185-220.         [ Links ]

Guerra, F. X. (2010). Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. México: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

Gutiérrez Viñuales, R. (2004). Monumento conmemorativo y espacio público en Iberoamérica. Madrid: Cuadernos de Arte Cátedra.         [ Links ]

Guzmán Pérez, M. (2007). "Adiós a Pelayo. La invención del héroe americano y la ruptura con la identidad hispana". En: A. Sánchez et al. (coords.). Imágenes e imaginarios de la nación étnica y del nacionalismo mexicano a fines del siglo XIX. México: Porrúa/CONACYT/Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. 63-97.         [ Links ]

---------- (2006). Insignias de la casa natal de Morelos. Morelia: Frente de Afirmación Hispanista/Foro Cultural Morelos.         [ Links ]

---------- (2010). "La insurgencia mexicana y la elaboración de una nueva pedagogía cívica". En: M. Terán y V. Gayol (eds.). La corona rota. Identidades y representaciones en las independencias iberoamericanas. Castellón de la Plana: Universitat Jaume I. 155-183.         [ Links ]

---------- (2011). Miguel Hidalgo y el gobierno insurgente en Valladolid. Morelia: Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.         [ Links ]

Hernández Luna, J. (1954). Imágenes históricas de Hidalgo. México: Universidad Nacional Autónoma de México.         [ Links ]

Hernández y Dávalos, J. E. (1968). Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México de 1808 a 1821. 6 tomos. Tomo II. [Alemania]. Kraus Reprint.         [ Links ]

Herrejón Peredo, C. (2000). "Construcción del mito de Hidalgo". En: F. Navarrete y G. Olivier (coords.). El héroe entre el mito y la historia. México: Universidad Nacional Autónoma de México/Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos. 235-249.         [ Links ]

Landavazo, M. A. (2011). "¿La revolución de los curas? Participación eclesiástica en la independencia de México". Relatos e Historias de México, 40:50-56.         [ Links ]

---------- (2012). Nacionalismo y violencia en la Independencia de México. Toluca de Lerdo: Gobierno del Estado de México (Colección Identidad e Historia).         [ Links ]

Martínez Assad, C., y Aguirre Rojas, C. A. (2010). "Teoría y método en el análisis de la Revolución mexicana. François-Xavier Guerra". En: E. N. Mijangos Díaz et al. La Revolución Mexicana. Morelia: Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. 39-66.         [ Links ]

Martínez Ocaranza, R. (1987). Poesía insurgente. México: Universidad Nacional Autónoma de México.         [ Links ]

Meyer, L. (1996). "El mito del PRI". En: E. Florescano. Mitos mexicanos. México: Taurus. 75-79.         [ Links ]

Miquel I. Verges, J. M. (1941). La independencia mexicana y la prensa insurgente. México: El Colegio de México.         [ Links ]

Mínguez, V. (2003). "Héroes clásicos y reyes héroes en el antiguo régimen". En: M. Chust y V. Mínguez (eds.). La construcción del héroe en España y México (1789-1847). Valencia: Universidad de Valencia. 51-70.         [ Links ]

O'gorman, E. (2004). "Hidalgo en la Historia". En: M. Terán y N. Páez (coords.). Miguel Hidalgo. Ensayos sobre el mito y el hombre (1953-2003). México: CONACULTA/INAH. 51-61.         [ Links ]

Ortiz Escamilla, J. (2012). "La construcción social de los primeros héroes y villanos de la historia patria mexicana". En: E. Pani y A. Rodríguez Kuri (coords.). Centenarios. Conmemoraciones e historia oficial. México: El Colegio de México. 133-157.         [ Links ]

Pérez Vejo, T. (2003). "La construcción de las naciones como problema historiográfico: El caso del mundo hispánico". Historia Mexicana, 2:275-311.         [ Links ]

---------- (2007). "Hidalgo contra Iturbide: La polémica sobre el significado de la guerra de independencia en el México anterior a la República Restaurada". En: M. Guzmán Pérez (coord.). Guerra e imaginarios políticos en la época de las independencias. Morelia: Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. 193-223.         [ Links ]

---------- (2010a). Elegía criolla. Una reinterpretación de las guerras de independencia hispanoamericanas. México: Tusquets.         [ Links ]

---------- (2010b). "Repensar las independencias desde nuevas teorías sobre la nación". En: E. Morales Flores y C. Mújica Súarez (comps.). Ideología, nación y política. Figuras e ideas de la Independencia y la Revolución. México: Instituto Centro América, A. C. / Secretaría de Hacienda y Crédito Público. 23-56.         [ Links ]

Pineda, A. (2009). "La prensa: Objeto de reflexión histórica". En: M. C. Gavira Márquez (coord.). Instituciones y actores sociales en América. Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo-Facultad de Historia. 145-168.         [ Links ]

Revista de Estudios Geopolíticos Altepetl. Publicación Periódica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, 2. "Proclama del cura Hidalgo a la Nación Americana, 1810" [en línea]. Tomado de: E. de la Torre Villar (1964). La Constitución de Apatzingán y los creadores del Estado mexicano. México: UNAM. Disponible en: http://ciid.politicas.unam.mx/semgeopolitica/textos_selectos/n2_2011/geopol_altepetl_2_2011_2.pdf [consultado: 2013, enero]         [ Links ].

Rodríguez Moya, I. (2006). El retrato en México: 1781-1867. Héroes, ciudadanos y emperadores para una nación. Sevilla: Consejo Superior de Investigaciones Científicas / Universidad de Sevilla / Diputación de Sevilla.         [ Links ]

Rojas, R. (2011). Venezuela: Fiesta, imaginario político y nación. San Felipe Yaracuy: Universidad Nacional Experimental del Yaracuy.         [ Links ]

Teresa de Mier, S. (1980). Historia de la revolución de Nueva España antiguamente Anáhuac ó verdadero origen y causas de ella con la relación de sus progresos hasta el presente año de 1813. Tomo I. Estudio intr. Manuel Calvillo. 2 vols. México: IMSS.         [ Links ]

---------- (1987). Cartas de un americano a El Español (1811-1812). Pról. y notas Manuel Calvillo. México: SEP.         [ Links ]

Van Young, E. (2006). La otra rebelión. La lucha por la independencia de México 1810-1821. México: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

Vázquez Larrea, I. (2005). "La invención de la nación mexicana". Bitarte. Revista Cuatrimestral de Humanidades, 37:59-72.         [ Links ]

Villoro, L. (1999). El proceso ideológico de la revolución de independencia. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.         [ Links ]

Volvelle, M. (2003). "La Revolución francesa: ¿Matriz de la heroización moderna?". En: M. Chust y V. Mínguez. La construcción del héroe en España y México (1789-1847). Valencia: Universidad de Valencia. 19-31.         [ Links ]

 

Notas

* Este artículo fue derivado de un estudio más amplio que tuvo como objetivo analizar la construcción del mito nacionalista en torno a Miguel Hidalgo y la manera en que dicho mito fue empleado como fuerza cohesionadora de la sociedad –para potenciar una identidad nacional– y como elemento legitimador de distintos regímenes políticos. Dicha investigación culminó en mi tesis de maestría titulada "Miguel Hidalgo en los relatos de nación. Del patriotismo criollo al nacionalismo posrevolucionario".

1 Esta misma idea ha sido señalada por Moisés Guzmán Pérez, quien apunta que en el caso mexicano la aparición de los "grandes hombres" no tuvo "que esperar a que aparecieran las obras "clásicas" de Carlos María de Bustamante, José María Luis Mora [...] para recibir el reconocimiento y la gratitud del pueblo. Caso contrario se observa en países como Argentina, Chile y Venezuela, cuyos historiadores, políticos [...] se dieron a la tarea de escribir y publicar sus obras para coadyuvar a la fundación de un panteón de héroes" (Guzmán, 2007:66). Un ejemplo es el caso de Simón Bolívar, quien fue convertido en héroe nacional gracias a los eventos que el Estado independiente realizó en torno a su memoria mediante los honores fúnebres de 1842 o los festejos del Centenario de su nacimiento en 1883 (Rojas, 2011).

2 Cuando hablo de mentalidades de antiguo régimen me refiero al modo en que las sociedades se imaginaban a sí mismas, y a otras, en términos que también podrían denominarse "tradicionales", es decir, cuando lo comúnmente admitido eran las sociedades estratificadas, con súbditos y vasallos agrupados en comunidades y corporaciones, con una política en la que el gobierno y la soberanía se legitimaban por la religión (poder ejercido gracias a la tradición divino-dinástica), que a su vez dominaba gran cantidad de los aspectos sociales. La mentalidad propia de la modernidad podemos identificarla, en parte, por el discurso del individualismo que buscaba imponerse a las sociedades corporativas, se combatió a los gobiernos absolutistas y comenzó a cuestionarse el papel de la religión en la política. Una de las características de la modernidad política fueron los Estados fundamentados en la Nación como sujeto de soberanía. Páginas adelante se muestra cómo la idea de héroe tenía un referente en el antiguo régimen, el cual cambió después de la Revolución francesa, cuando surgió el llamado "héroe moderno". Algunas de estas consideraciones sobre mentalidades tradicionales y modernas pueden consultarse en dos entrevistas hechas a François-Xavier Guerra y publicadas por la UMSNH (Martínez y Aguirre, 2010; Ferrari, Melo y Pastoriza, 2010).

3 "Manuel Abad Queipo decreta la excomunión de Hidalgo y otros cabecillas de la insurrección por sacrílegos y perjuros. Valladolid, 24 de septiembre de 1810" (cit. en Guzmán, 2011: 205-209).

4 "Decreto del Arcediano Mariano Escandón y Llera levantando la excomunión al cura Miguel Hidalgo y sus compañeros. Valladolid, 16 de octubre de 1810" (cit. en Guzmán, 2011:250)

5 La fuente donde se consultaron estos textos (Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México de 1808 a 1821, de Hernández y Dávalos) no precisa las fechas en que aparecieron. En el transcurso de la investigación tampoco se pudo encontrar con exactitud dichos datos; no obstante, parece ser que aparecieron entre 1810 y 1811, cuando el cura Hidalgo seguía vivo. Esta deducción parece la más obvia, dado que los escritos están claramente dirigidos a desprestigiar a su persona y su rebelión para evitar que pudiera seguir ganando adeptos. No es factible que hayan aparecido después de la muerte del cura pues, si éste hubiera sido el caso, este tipo de propaganda contrainsurgente hubiera dirigido sus ataques contra el resto de cabecillas que dieron continuidad al levantamiento iniciado por Hidalgo.

6 Las mismas ofensas y fórmulas para desprestigiar a Hidalgo se repiten en El Aristarco, por lo cual parece infértil caer en la repetición.

7 Entiendo por "opinión pública" un fenómeno de la sociedad moderna, la cual comenzó a expresarse a través de clubes o medios de comunicación, emitiendo ideas no individuales y que no necesariamente debían ser las mismas que defendían los representantes del Estado. Por lo general, dichas ideas defendían posturas políticas (véase Pineda, 2009:149).

8 En el sondeo realizado a periódicos que aparecieron en el periodo de la guerra de Independencia, fue en el Despertador Americano donde se localizaron los primeros y los más importantes elementos que indican una serie de imágenes míticas en torno a este personaje. Por este motivo se incluyeron mayores referencias a otros periódicos de la misma época.

9 "Denuncia que hace María Guadalupe Prieto contra su padre José María Prieto, al que ha oído pronunciar muchas maldiciones y blasfemias contra Dios, y ser afecto a las máximas de Hidalgo" (cit. en Chávez Mejía, 2011:49-53. Ubicación original: AGN, Inquisición, 1811, vol. 1452, exp. 1, ff. 283-287).

10 Van Young tiene sus reservas al hablar de Hidalgo visto como mesías entre los indígenas dado que, a su criterio, fue escaso este fenómeno.

11 Otros investigadores han retomado la tesis de Brading para sostener que antes y durante la guerra de Independencia existieron, tanto un nacionalismo, como una nación mexicana (Véase: Florescano, 2003: 243-246; Vázquez Larrea, 2005: 59-72; Landavazo, 2012: 15-38).

12 Para ahondar en las diferencias que existían entre los conceptos "patria" y "nación" durante la América virreinal, véase los estudios de François-Xavier Guerra (2010:319-350; 2002: 82-84, 101-103) y Tomás Pérez Vejo (2010a: 130-131; 2003: 286; 2010b: 31-36).

13 Recientemente los estudios de Tomás Pérez Vejo, sustentados en la teoría sobre los nacionalismos y las naciones como construcciones modernas, han contrariado la idea de que las guerras de independencia fueron movimientos de liberación nacional. Pérez Vejo propone interpretar los conflictos independentistas como guerras civiles originadas por la crisis política que surgió con las abdicaciones de Bayona donde los monarcas hispánicos cedieron el trono a los Bonaparte (Véase: Pérez Vejo: 2010a; 2010b).

14 Un claro ejemplo de esto es la "Proclama a la nación americana" que Hidalgo dio a conocer en 1810 y en la cual hacía referencia a "la voz de la nación", pero en seguida mencionaba "los sentimientos que se abrigan en los corazones de todos los criollos" y termina hablando de las acciones para conseguir "la felicidad del reino" (Miguel Hidalgo y Costilla, "Proclama a la nación americana" emitida en 1810, Revista de Estudios Geopolíticos Altepetl, núm. 2).

15 En el artículo titulado "A los americanos que militan bajo las banderas de los europeos Flon, y Callejas", publicado originalmente el jueves 3 de enero de 1811 en El Despertador Americano, Correo Político Económico de Guadalajara.

16 Publicado el viernes 17 de enero de 1811.

17 En el artículo titulado "A todos los habitantes de América", publicado el jueves 20 de diciembre de 1810.

18 En el mismo artículo referido en la nota 14.

19 Un iconotexto se caracteriza por el acompañamiento de una imagen y palabras escritas. Esto funciona como una vía para facilitar la interpretación que debe de darse a una representación visual (Al respecto, véase: Burke, 2005:225 y 233).

20 Rodrigo Gutiérrez Viñuales puntualiza que el monumento ecuestre de Marco Aurelio del Compidoglio romano fue retomado como el modelo a seguir para las representaciones ecuestres.

21 Laura González Flores (2005) explica cómo el arte se ha entendido como una creación subjetiva a partir de lo que ella identifica como la transición de la "Visión Objetiva" a la "materialización del Espíritu en la obra".

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons