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Revista de El Colegio de San Luis

versión On-line ISSN 2007-8846versión impresa ISSN 1665-899X

Revista Col. San Luis vol.4 no.7 San Luis Potosí ene./jun. 2014

 

Artículos

 

La configuración de la maternidad a través de la inversión social en los niños: ejemplos de Canadá y México

 

Lucy Luccisano* y Glenda Wall**

 

* Wilfrid Laurier University, Departamento de Sociología y Programa de Estudios Norteamericanos. Correo electrónico: lluccisano@wlu.ca

** Wilfrid Laurier University, Departamento de Sociología. Correo electrónico: gwall@wlu.ca

 

Enviado a dictamen el 17 de marzo de 2013.
Recibido en forma definitiva el 20 y el 29 de mayo de 2013.

 

Resumen

Como ha sido señalado por otros estudiosos en el ámbito del posneoliberalismo, la inversión social dirigida a grupos en riesgo se ha convertido en el enfoque central para los gastos sociales de los Estados-nación alrededor del mundo, y los niños, dado su potencial inherente, se han convertido cada vez más en el enfoque de las inversiones del Estado dirigidas a mejorar su futura integración en la economía de mercado. Este artículo detalla los resultados de dos casos de estudio de la regulación de la maternidad en dos contextos muy diferentes en los que las técnicas neoliberales dirigen la inversión hacia los niños. En Canadá, recientes campañas han instado a las madres a que inviertan grandes cantidades en sus hijos durante sus primeros años con el fin de mejorar su desarrollo cerebral y su eventual éxito en el mercado. En México, el programa antipobreza patrocinado por el Estado pretende aumentar el desarrollo del capital humano de los niños a través del sistema educativo como una manera de asegurar la futura inserción de los mexicanos de zonas rurales en la economía de mercado. Se comparan los resultados de entrevistas en profundidad realizadas con madres en el sur de Ontario y en zonas rurales de México. Si bien las experiencias de estas madres están marcadas por muchas diferencias culturales y de clase social, existen similitudes sorprendentes en términos de los efectos de un marco de inversión social en la regulación de la maternidad.

Palabras clave: postneoliberalismo, intervención social, regulación social, maternidad, Canadá y México.

 

Abstract

As post-neoliberal scholars have pointed out, social investment targeting risk groups has become the focus of social spending by states in many countries around the world, and children, given their inherent potential, have increasingly become the focus of state investments aimed at enhancing their future integration into the market economy. This chapter details the results of two case studies which examine the regulation of motherhood in very different contexts where neo-liberal techniques target investment in children. In Canada recent campaigns have urged mothers to invest heavily in their children during their early years in order to enhance brain development and future market success. In Mexico, the state-sponsored anti-poverty program aims to increase children's human capital development through the educational system as a way to ensure the future insertion of rural Mexicans into the market economy. The results of in-depth interviews with mothers in southern Ontario and rural Mexico are compared, and while the there are many class-based and cultural differences in the experiences of these mothers, there are also some surprising similarities in terms of the effects of a social investment framework on the regulation of motherhood.

Keywords: Post-neoliberalism, social investment, social regulation, mothering, Canada, Mexico.

 

INTRODUCCIÓN

El reciente cambio global en los debates políticos y las políticas públicas hacia la inclusión social y la inversión en el capital humano ha generado preguntas entre académicos sobre si y en qué medida estos cambios sirven para fortalecer y profundizar la hegemonía liberal, o si representan una transición que va mas allá del neoliberalismo y apunta hacia un espacio potencialmente más progresista y efectivamente posneoliberal con respecto de la preocupación por la justicia social. El posneoliberalismo no ha simplemente reemplazado al neoliberalismo, es decir, no ha reemplazado la disciplina de libre mercado. Por el contrario, como lo menciona Laura Macdonald y Arne Ruckert (2009:6-7), "la era posneoliberal se ha caracterizado principalmente por una búsqueda de alternativas de políticas progresistas que surgen de las muchas contradicciones del neoliberalismo. Macdonald y Ruckert (2009:7) describen el posneoliberalismo como una agenda con elementos de continuidad y discontinuidad. En términos de continuidad, las políticas macroeconómicas neoliberales de liberalización comercial, balances fiscales y privatización continúan. En términos de discontinuidad, el papel del Estado es reinsertado en la economía y en la sociedad, no como en el modelo del Estado de bienestar, sino como proveedor de inversión al capital humano y social para moldear ciudadanos activos. La última década ha sido testigo de un cambio notable en la dirección del gasto social, tanto en los estados industrializados del norte como en los en vías de desarrollo del sur (Hawkesworth, 2009; Mahon y Macdonald, 2009; Ruckert, 2009). Este cambio se caracteriza por un reenfoque en la regulación e inversión sociales tras años de recortes, lo que en parte ha sido una reacción hacia los problemas sociales reales y potenciales asociados con las políticas desreguladoras de los años ochenta y noventa (Jenson, 2001; Dobrowolsky y Jenson, 2004; Porter y Craig, 2004; Peck y Tickell 2002). Si bien esta estrategia de reinversión se caracteriza por la promoción de la autorresponsabilidad, en paralelo al neoliberalismo, lo que es aparentemente nuevo, según lo señalado por Mahon y Macdonald (2009), es la provisión de los recursos del Estado para empoderar a sus ciudadanos y proveerlos con más herramientas y oportunidades para integrarse exitosamente en la economía de mercado y convertirse en ciudadanos autosuficientes y autorresponsables (véase también Porter y Craig, 2004:388). Nuestra preocupación en este artículo es mostrar los procesos de posneoliberalismo en torno a la educación de y la inversión en los niños, y la naturaleza de su interacción con la regulación y la experiencia de la maternidad en dos diferentes contextos locales en Canadá y México.

La educación es la piedra angular de una gran parte de los renovados y reforzados gastos sociales, dado que avanza el objetivo subyacente de crear una ciudadanía inteligente, sana, autorresponsable, autorrenovadora y autoexaminante que logre integrarse en una economía de mercado global basada cada vez más en el conocimiento. Ligados a esta idea, por supuesto, están los procesos reguladores morales que moldean la subjetividad de las mismas maneras que en las prácticas neoliberales del pasado. El manejo de riesgo también tiene un papel importante en las recientes iniciativas políticas. Si bien las medidas regulatorias del Estado han sido dirigidas hacia grupos de riesgo por algún tiempo, ahora estos grupos son identificados como potenciales oportunidades de inversión, al mismo tiempo que la igualdad social es redefinida en la retórica política como "igualdad de oportunidades" (Jenson, 2001; Dobrowolsky y Jenson, 2004). De acuerdo con esta lógica, los ciudadanos pueden ser proveídos con una igualdad de oportunidades para realizarse en el mercado con las inversiones apropiadas en las áreas adecuadas. Los niños, con su potencial de transformarse en buenos ciudadanos o en futuros riesgos para la sociedad, son vistos como buenas oportunidades para la inversión, lo que Jenson (2001) identifica como la lógica detrás de muchas de las iniciativas recientes de gasto social destinado a los niños.

Este artículo se enfoca en las iniciativas recientes en Canadá y México que apuntan a la educación de los niños con el fin de aumentar su futura integración y éxito en la economía de mercado global.1 Planteamos que estas iniciativas están ligadas a normas culturales locales relacionadas con el género y la maternidad, y que tienen el efecto de aumentar tanto las responsabilidades de las madres como la vigilancia de sus prácticas. En ambos casos, los Estados invierten no solamente en la educación de los niños, sino también en la educación y el escrutinio del comportamiento de las madres, en un intento tal vez indirecto de formar futuros ciudadanos. Los procesos a través de los cuales esto sucede, así como sus implicaciones, serán perfilados más adelante. Al especificar y comparar los regímenes de "reglas, rutinas, presiones y penalidades" que conforman estos procesos locales, esperamos contribuir a un mejor entendimiento de los procesos globales actuales del posneoliberalismo (Peck y Tickell, 2002:392). A su vez, exploraremos algunos modos a través de los cuales estos procesos abren espacios de resistencia y posibilidades para el apoyo social de las familias y las madres, así como su rol potencial en reforzar la hegemonía neoliberal.

Comparar lo que aparentan ser dos contextos muy disimilares en Canadá y México permite la exploración de las conexiones y similitudes entre diferente formas de posneoliberalización en una escala más global (Peck y Tickell, 2002:393). En Canadá, campañas recientes han impulsado a las madres a realizar una fuerte inversión en sus niños durante los primeros años de vida con el fin de estimular el desarrollo cerebral e incrementar futuros éxitos en el mercado. En México, el programa antipobreza financiado por el Estado se dirige a aumentar el desarrollo del capital humano de los niños a través del sistema educacional como una forma de asegurar la futura inserción de mexicanos de áreas rurales en la economía de mercado. Cuando comparamos los resultados de entrevistas a profundidad con madres del sur de Ontario y del México rural, destacan muchas diferencias culturales y de clase social en las experiencias de éstas madres. Sin embargo, en ambos contextos existen algunas similitudes importantes con respecto de los efectos de un marco de inversión social en la regulación de la maternidad y en la igualdad de género.

 

EL CONTEXTO CANADIENSE: NUEVAS INVESTIGACIONES CEREBRALES Y CONSEJOS PARA LA CRIANZA DE LOS NIÑOS

El ambiente actual para la inversión en los niños en Canadá a través de la educación de las madres debe ser entendido dentro de un contexto más amplio de la intensificación de la maternidad en los países industrializados, lo que en sí recibe influencia de los discursos expertos de la medicina y de la psicología del desarrollo. Después de la Segunda Guerra Mundial, un crecimiento en la psicología del desarrollo en el periodo posguerra, combinado con un enfoque cultural en la vida doméstica de las madres, provocó un cambio en los consejos dados a las madres para la crianza de los hijos, de un enfoque en la salud y los hábitos de los niños hacia una preocupación por su bienestar psicológico y emocional. Las necesidades de la madre fueron pasadas a segundo plano en la literatura de consejos, y el ser buena madre llegó a relacionarse con la anticipación y adaptación a las necesidades de los niños, lo que se había extendido hasta incluir la salud psicológica y emocional (Hays, 1996; Weiss, 1978; Richardson, 1993; Wall, 2001, 2004). Hays (1996) argumenta que esta intensificación en los deberes maternos continuó en aumento en el siglo XX, de modo que para los años noventa el ser buena madre requería una cantidad sin precedente de tiempo, energía emocional y recursos financieros dedicados a cada niño. Mientras que en los países en vía de industrialización las condiciones más generalizadas de pobreza hacían necesaria una continuada preocupación por el bienestar físico de los niños, en lugar de su salud psicológica y cognitiva, existe evidencia en la actualidad de una ampliación e intensificación de las responsabilidades de las madres, como serán señaladas más adelante en este artículo.

En los años noventa, la intensificación de la maternidad en los países occidentales fue complementada con una nueva corriente de la psicología del desarrollo basada en la noción psicológica del apego y "la nueva investigación cerebral". Durante los noventa, los padres, y las madres en particular, fueron bombardeados con información sobre nuevos hallazgos en el área de la ciencia cerebral que sugirieron que el comportamiento de los padres durante los primeros años de la infancia es crucial para determinar el futuro potencial intelectual de sus niños (Wall, 2004). En Canadá, el creciente involucramiento de los padres en este aspecto fue promovido por agencias gubernamentales y ministerios de la salud, fundaciones sin fines de lucro y autores de literatura de consejos para la crianza a través de campañas educativas y guías para los padres. Se insistió a los padres en la importancia de pasar tiempo de calidad con sus niños pequeños, hablando, cantando y enseñándoles con el fin de maximizar su desarrollo cerebral. A través de este proceso, los padres (en especial las madres) fueron responsabilizados cada vez más, no sólo de la salud emocional de sus hijos, sino también de la optimización de su desarrollo cerebral como base para su potencial intelectual y éxito a futuro (Nadesan, 2002; Pitt, 2002; Castañeda, 2002; Wall, 2004).

La visión de la primera infancia, evidente en la literatura de consejos, encaja con esos aspectos del neoliberalismo que enfatizan la responsabilidad del individuo, manejo de riesgo y la necesidad constante de automejoramiento y autoescrutinio —que Beck-Gernsheim (1996) define como "la vida como proyecto de planificación"— (Wall, 2004). Los niños son incorporados en los proyectos de planificación de sus padres, cuyo éxito es evaluado cada vez más en relación con la medida en que sus hijos "exceden la norma" en los índices de inteligencia (Nadesan, 2002). El enfoque reciente posneoliberal en la inversión en los niños señalado por Jenson (2001) es, a su vez, ampliamente evidente en documentos de políticas gubernamentales y en las campañas educativas auspiciadas por los gobiernos y por fundaciones sin fines de lucro. Como se observa, por ejemplo, en The Early Years Study (Estudio de la Primera Infancia), encargado por el gobierno de Ontario en 1990, "las poblaciones entrantes a la fuerza laboral del año 2025 nacerán el próximo año. De esta generación surgirá un factor clave en la determinación de la base de la riqueza de Ontario en 25 años [...] Asegurarse de que nuestros futuros ciudadanos son capaces de desarrollar su pleno potencial [...] es clave para lograr revertir la verdadera fuga de cerebros" (McCain y Mustard, 1990:2). Maximizar el potencial de los niños de esta manera es presentado como una necesidad, no sólo para la construcción de una fuerza laboral autosuficiente, autodidacta e inteligente que contribuya a la riqueza de la nación, sino también para minimizar los futuros problemas sociales de delincuencia y de dependencia a la asistencia social (Wall, 2004).

Las políticas públicas que fueron desarrolladas en respuesta a esta investigación y a los planteamientos que surgieron de ella durante los años noventa, en un ambiente político neoliberal de recortes presupuestarios en los programas y los subsidios sociales, fueron mayormente enfocadas a campañas educativas dirigidas a cambiar el comportamiento de los padres y a desarrollar centros de información y programación para educar y apoyar a los padres en sus roles de educadores, y no en financiamiento público para iniciativas preescolares. Tal como Mahon y Macdonald (2009) argumentan, algunas de las recientes iniciativas políticas posneoliberales que prometían apartarse de esta senda y proveer financiamiento significativo para apoyar un sistema nacional de atención y educación de la primera infancia fueron abandonadas al ser derrotado el gobierno Liberal en las elecciones federales de 2006. Lo que resultó fue una continuación de la política de educar a los padres, invirtiendo recursos en los niños indirectamente a través de la educación de los padres, y no por oportunidades universales para acceder a la educación preescolar a pesar de la continuación en la retórica de inversión en los niños. Así, mientras que estas políticas posneoliberales proveen recursos para invertir en los niños, lo hacen a través de la formación de los padres. Dado que las madres todavía llevan la mayoría de las responsabilidades de la crianza de los niños, la dirección de esta política contribuye al incremento de los deberes, las responsabilidades y la intensidad de la maternidad, y en muchos sentidos continúa con el patrón neoliberal que enfatiza la responsabilidad del individuo por sobre la de la sociedad por el bienestar de los niños.

 

LAS EXPERIENCIAS Y LAS IMPLICACIONES DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS PARA LAS MADRES EN CANADÁ

Si bien varía el grado en que las madres canadienses entrevistadas para este artículo se dedicaban a la crianza intensiva de los hijos con el fin de enfatizar el desarrollo cerebral (a menudo dependiendo del número de niños y el número de horas dedicadas al trabajo fuera del hogar), todas las madres reconocían los mensajes que han acompañando las recientes campañas educativas. Aunque la primera y principal preocupación expresada por la mayoría de las madres era la felicidad y la autoestima de sus hijos, había también muchas evidencias en las entrevistas en torno a la importancia de la inteligencia como una característica de la infancia y la importancia de cultivar la inteligencia de los niños. Existió, además, amplia evidencia de que las madres tomaban responsabilidad por tareas encaminadas hacia la meta de criar hijos más inteligentes. Esto fue logrado al pasar tiempo uno-a-uno con sus hijos, al escoger juguetes "educativos", al escoger cuidadosamente a los proveedores del cuidado infantil y al inscribirlos en actividades culturales y físicas con el fin de ampliar sus experiencias y mejorar sus habilidades.

Del mismo modo, resultó notable en las entrevistas el grado con el cual las crecientes expectativas de los padres asociadas con la literatura de consejo recaían aún sobre los hombros de las madres en lugar de los padres. A pesar de que el término "padres" posee un género neutro que se utiliza actualmente en la literatura de consejo para la crianza de los niños, el consejo sigue siendo, como ha sido notado por investigadores, mayormente dirigido a, y representativo de, las madres (Sunderland, 2006; Wall y Arnold, 2007). En este estudio, casi todas las madres comentaban acerca de cómo eran ellas las encargadas de leer y seguir los consejos. La mayoría comentaba sobre sus intentos de filtrar e interpretar la información para sus esposos. Como lo señaló una mujer, "él me deja ser el filtro. El no es el primero en ir a buscar consejos, de hecho, el es el último". Para algunas mujeres, se gasta más esfuerzo en usar la información en la literatura de consejo para intentar cambiar el comportamiento de sus conyugues hacia los hijos. Una mujer declaró: "Yo le leo y le digo que tal vez podríamos intentar esto de otra manera".

Aun cuando las madres en esta muestra no se sentían coaccionadas o directamente obligadas a asumir las responsabilidades adicionales descritas anteriormente, y muchas estaban felices de tomarlas, describieron algunas de las presiones, preocupaciones y miedos que condicionaban sus elecciones y comportamientos. Los entendimientos y prácticas dados por sentado como parte de la intensificación del ser padres han establecido límites dentro de los cuales la opción moralmente correcta y aparentemente más inteligente resulta obvia.

En primer lugar, la reputación social de las madres como buenas madres de clase media estaba en riesgo si no hacían todo lo que podían para incrementar las futuras oportunidades de sus hijos. Y el tener un hijo inteligente y destacado por sus logros era una muestra de su éxito. Muchas de las madres comentaron sobre el sentirse en una competencia las unas con las otras. Hablaron de cómo su imagen de buena madre estaría puesta en peligro si se negaban a participar en una amplia y siempre creciente gama de actividades infantiles. Mencionaron también la presión que sentían para que sus niños sobresalieran del promedio y el sentimiento de fracaso que sentían cuando esto no sucedía así.

Las madres expresaron, a su vez, preocupación y ansiedad en torno a la potencial pérdida de oportunidades que sus hijos pudieran sufrir si a ellas no les fuera posible pasar suficiente tiempo estimulándolos, o si no los inscribieran en las actividades y lecciones adecuadas. Una madre, por ejemplo, había hecho la elección intencional de no hacer participar a su hija en actividades estructuradas, sin embargo notó que la amiga de su hija estaba inscrita en una amplia selección de actividades y lecciones y, como consecuencia, ella expresó que "sigo pensando, ¿qué estoy haciendo?, ¿estoy en lo correcto?"

Las implicaciones de la crianza intensiva de los hijos y la cultura que se genera en torno a ello incluyen para las madres preocupación y ansiedad adicional en cuanto hacer lo correcto, y la culpa del no estar haciendo lo suficiente por sus hijos o por desear tener algo de tiempo para ellas mismas. Uno de los temas predominantes en las entrevistas fue la tensión que sentían las madres entre la necesidad de dedicarse intensivamente a la crianza de sus hijos y el deseo de satisfacer sus propias necesidades y aspiraciones (¿no legítimas?), y la culpa e incluso resentimiento que surgía de esto. La mayoría de las madres en esta muestra trabajaban fuera de la casa y se encontraban constantemente agotadas, faltas de sueño y estresadas. Algunas mencionaron el costo a su salud debido a las constantes demandas de sus trabajo y de la crianza intensiva de sus hijos. Como una de las madres mencionó, "me encuentro realmente yendo cuesta abajo. He subido tanto de peso en el último par de años debido al estrés. Tratando de que todo funcione".

Es importante mencionar que aunque las mujeres mayormente de clase media entrevistadas para este estudio no se sentían expresamente obligadas a participar en las técnicas intensivas de crianza de los hijos, no se puede suponer que esta experiencia sea compartida por las madres de bajos ingresos o de otra forma desfavorecida. En el caso de muchas madres en Canadá, y también en otras partes, existe evidencia de que la especial atención dirigida hacia grupos de riesgo y las cambiantes expectativas del comportamiento de los padres resultaron en el aumento de la vigilancia e intervención en el comportamiento de las madres por parte del Estado durante los años noventa. Esta fue una época en Canadá en la que los cortes extremos en los subsidios sociales, las reducciones en el sueldo mínimo y el desmontaje de la ayuda comunitaria aumentó la presión en las familias de escasos recursos.

Esto coincidió con un incremento drástico de las investigaciones sobre la asistencia social a los niños y el número de infantes que eran llevados por agencias gubernamentales de atención a la niñez lejos de sus familias en Canadá (Trocmé y Chamberly, 2003; Child Welfare League of Canada, 2003). Por ejemplo, el número de niños puestos bajo el cuidado de las autoridades para la protección de los menores en Ontario se duplicó desde 1995 (Trocmé y Chamberland, 2003; Ontario Association of Children's Aid Societies, 2007). El análisis de Pitt (2002) sobre los programas de alfabetización familiar, que tienen por objetivo enseñar a las madres de bajos niveles educativos cómo mejorar el desarrollo cognitivo de sus hijos, nos provee otro ejemplo de intervención enfocada en madres fuera de la clase media.

El aumento de la inversión en niños, aun cuando ocurrió indirectamente a través de la educación de las madres y del público en general, proveyó algunos beneficios reales para las madres y las familias canadienses, además del incremento de obligaciones que traía para ellos. Las políticas sociales que apoyan a los padres en el cuidado de sus hijos, tales como los programas y las leyes de licencia de maternidad y paternidad, se han reforzado con el discurso del desarrollo cerebral de la primera infancia. La amplia difusión y aceptación de las ideas acerca de la importancia del desarrollo cerebral en la primera infancia también crea un espacio que beneficia a los proveedores de programas de atención y educación de la primera infancia. Existen dos grandes marcos referenciales ideológicos dentro de los cuales las políticas de educación y cuidado en la primera infancia se han desarrollado en Canadá y en otros países industrializados: uno que enmarca el cuidado de los niños como un tema unido a la proposición de la igualdad laboral para la mujer y, más recientemente, uno que está más orientado hacia el infante y que enmarca el cuidado del niño como parte del proceso de desarrollo y educación de la primera infancia (Jenson y Sineau, 2001). Esta definición de cuidado a la niñez encaja con el enfoque del posneoliberalismo de la inversión social en los niños, como se menciona en la introducción de este artículo. Como observan Mahon y Macdonald, había indicadores en el anterior gobierno federal Liberal en Canadá (2009) de que un mayor enfoque en los centros de desarrollo infantil como educación de la primera infancia podría dar lugar a un mayor nivel de inversión que en el pasado. Existe potencial para que el Estado canadiense aumente su apoyo a centros de desarrollo infantil accesibles y de calidad en tanto que los que favorecen estas políticas pueden enmarcarlas como una inversión en la educación de la niñez a edad temprana.

 

EL CONTEXTO MEXICANO: INVERSIÓN SOCIAL, EDUCACIÓN Y EMPODERAMIENTO

La promoción de las técnicas de crianza intensiva también ocurre en México; aunque difieren en el caso mexicano, ya que existen incentivos monetarios para la participación y sanciones en el caso del no cumplimiento. La agenda mexicana de reducción de la pobreza de la última década ha tenido una tendencia hacia un modelo de inversión social posneoliberal, ya que los programas de transferencias monetarias condicionadas (TMC)2 se han transformado en la estrategia dominante para la inversión en niños y la mitigación de la pobreza infantil. Las transferencias son provistas para la nutrición y para becas escolares con el objetivo de aumentar el desarrollo del capital humano, tanto en términos de crecimiento físico como de desarrollo cognitivo. La estrategia de inversión difiere de las políticas neoliberales de "rollback" (retiro del estado) que resultaron en severos recortes presupuestarios en la educación en México y Latinoamérica. Las TMC son diseñadas para la inversión en la niñez de modo que, empoderados a través de la educación, lleguen a ser adultos "activos" y "productivos" como ciudadanos del mercado. Estas políticas reflejan lo que Peck y Tickell describen como el neoliberalismo de roll-out (despliegue), "debido al sentido subyacente en el cual las nuevas modalidades de construcción institucional e intervención gubernamental han sido autorizadas dentro del neoliberalismo" (2002: 389). En esta sección, partimos de la base de argumentos previamente señalados en torno al aumento de las responsabilidades sociales de las madres, y llamamos la atención hacia la importancia de los programas de TMC en reforzar un conjunto de ideas sobre la maternidad y la crianza de los hijos.

El programa de TMC mexicano es uno de los primeros y más alabado de los programas que refleja una dirección política hacia la inversión en la niñez. Basados en los estudios de evaluación de impacto llevados a cabo por el gobierno y evaluadores externos, el Banco Mundial y el Banco de Interamericano de Desarrollo han alabado la capacidad de las transferencias monetarias condicionadas para reducir los niveles de desnutrición y de abandono escolar entre los infantes. Para 2007, había cinco millones de familias recibiendo apoyo económico a través del CCT. Felipe Calderón, presidente mexicano entre 2006 y 2012, se comprometió con el financiamiento continuado del programa TMC, e incrementó el presupuesto a 3.6 mil millones de dólares estadounidenses. Sin embargo, esas inversiones posneoliberales coexistían con presupuestos neoliberales de roll-back (recortes) para la educación. Por ejemplo, la falta de una adecuada inversión en la educación, incluyendo infraestructura, recursos y salarios de profesores, ha afectado negativamente el nivel de éxito estudiantil (Luccisano, 2006).

A diferencia de Canadá, donde los discursos oficiales tienden a ser neutrales con respecto del género, en México las nuevas exigencias son dirigidas explícitamente hacia las madres, no a los padres. Desde 1997, el gobierno mexicano ha otorgado transferencias en efectivo con la condición de que las madres se hagan socias corresponsables con el gobierno en el desarrollo del capital humano de sus hijas e hijos. Aquí el capital humano es definido como la inversión en la educación y la salud de la niñez para que sean trabajadores más productivos en el futuro. Es así como las madres son importantes en el desarrollo del capital humano. Este papel adicional es supuestamente dirigido al empoderamiento de las madres. Sin embargo, el programa tiene en sí la meta de cambiar el comportamiento de las madres y sus hijas o hijos. Las transferencias de dinero han insertado a las madres en el mercado como consumidoras que cumplen los requisitos para acceder a crédito. En el discurso político, estas madres son incorporadas a la economía no como ciudadanas con derechos, sino como madres con crecientes responsabilidades sociales (Luccisano, 2006). Las madres son consideradas responsables tanto por la realización de sus obligaciones como por el cumplimiento de las reglas del programa. Al no acatar las condiciones del programa se pierde temporalmente los beneficios económicos y becas y se corre el riesgo de expulsión del programa. Similar a los ejemplos canadienses, lo que observamos a través de este programa es la intensificación de la maternidad, acompañada con el aumento en la intervención, regulación y vigilancia. Pero existen además diferencias significativas: las mujeres mexicanas que se encuentran en categorías de extrema pobreza, se puede inferir, son más vulnerables al control y la manipulación del Estado que las mujeres canadienses de clase media e incluso las mujeres canadienses más pobres. Las mujeres mexicanas deben enfrentar consecuencias más inmediatas y nefastas —la pérdida de beneficios— al no cumplir con sus obligaciones dentro del programa. Esta versión de las políticas posneoliberales representa un sistema de premio y castigo aún más explícito. Por ejemplo, las madres sí reciben beneficios para ser incorporadas a los programas de TMC como en el acceso a fondos para cuidar a sus familias. Sin embargo, su participación en el programa significa que las autoridades se enteran mucho sobre sus vidas y a través de ello dichas autoridades involucran a las madres en los juegos de poder clientelistas en el nivel local. Algunas mujeres han sido amenazadas con ser excluidas del programa si toman la decisión electoral equivocada o no acuden a los mítines políticos de un candidato local en particular.

El enfoque de las políticas neoliberales no es sólo la educación de los niños, sino también, como en el caso canadiense, la educación de las madres. Las madres reciben educación en las áreas de promoción de la salud y mejoramiento del desarrollo cognitivo de los niños. Una de las preocupaciones claves del programa TMC es hacer que las madres y sus familias piensen de una manera proactiva sobre su salud, y enseñarles la diferencia entre el tratamiento de enfermedades y la prevención/auto cuidado de la salud. Visitas médicas y talleres obligatorios sobre la salud para madres son precondiciones para recibir sus transferencias de dinero. En los talleres de salud se provee información sobre nutrición, dirigida a cambiar los malos hábitos y dietas. Por ejemplo, la prevención a través del autocuidado de la salud es explicada a través de 35 módulos educativos que abarcan temas desde la higiene y planeación familiar hasta el cáncer en el cuello del útero y el VIH/sida. Los talleres de salud y las visitas médicas están dirigidos hacia la inculcación de hábitos responsables de salud y cuidados preventivos tanto para los niños como para sus madres. La doctora Verónica Romero, quien forma parte del programa de TMC, explicó: "No tienen la costumbre de tomar responsabilidad de su salud" (Braine, 2006:592). Su argumento refleja el objetivo del programa de cambiar el comportamiento de las madres. Si bien, algunas madres atestiguaron que obtuvieron algo de conocimiento sobre la salud, el resultado fue además un incremento en las divisiones de género en cuanto a las responsabilidades para la salud. Las madres, no los padres, fueron responsabilizadas del cuidado de la salud. Estas inversiones en los cuidados preventivos son realizadas dentro de un sistema sanitario público muy debilitado, que ha reforzado un sistema muy desnivelado de atención pública y privada.

Las nuevas investigaciones cerebrales que han influido en el caso canadiense han influido también en los programas de TMC. Informes de evaluaciones de impacto de los programas mexicanos de TMC han identificado los bajos niveles educacionales de las madres como un obstáculo para la plena realización de los beneficios de los programas TMC para el desarrollo de la niñez. En su informe, Lia Fernald y Paul Gertler, economista en jefe de la Red de Desarrollo Humano del Banco Mundial, ha celebrado las mejoras en el desarrollo motor y del comportamiento de la niñez de entre tres y seis años de edad. Sin embargo, Gertler y Fernald plantean que, "si bien el cerebro puede estar biológicamente más preparado para el desarrollo cognitivo gracias a la mejor nutrición, puede que todavía falte la estimulación necesaria en el ambiente y en el hogar para desarrollar sus habilidades cognitivas" (2004:7). Los bajos niveles educacionales de los padres fueron identificados como un problema para la estimulación mental de sus hijos (Gertler y Fernald, 2004:36). Para aumentar la estimulación, Gertler y Fernald recomiendan lo siguiente: "Como mínimo, las pláticas podrían ser extendidas hacia incluir la enseñanza de habilidades a los padres de cómo estimular a sus hijos, incluyendo como hacer juguetes simples, como interactuar con niños en sus distintas etapas de desarrollo, y que señales clave buscar en el desarrollo cognitivo y del lenguaje" (2004:7).

El Instituto Nacional Mexicano de Salud Pública llegó a conclusiones similares en cuanto a mejorar los talleres educativos de la salud para madres. En su evaluación, reconoce que debido a los bajos niveles de educación en la población, las charlas obligatorias "no garantizan aprendizaje ni cambios de comportamiento" (Duarte et al., 2004:12). La solución propuesta fue el agregar alfabetización y entrenamiento educacional para las madres con el fin de que entendieran mejor las charlas sobre la salud y entregaran una mejor estimulación y unos mejores cuidados a sus familias.

En respuesta a preocupaciones surgidas de estos y otros estudios evaluativos, en 2003 el programa mexicano de TMC cambió sus reglas al incluir un componente de alfabetización. Esta opción fue accesible a madres que ya habían completado tres años de talleres de salud. Se le solicitó al Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) que proporcionara módulos de educación para adultos que incluyeran temas de salud y cuidados preventivos. Entre 2003 y hacia finales de 2006, un total de 54 462 madres completaron varios niveles de educación para adultos. Las madres participaron en este programa para mejorar su capacidad de estimular y enseñar a sus hijos pequeños, y ayudar a sus hijos mayores con sus tareas escolares. El caso de estudio mexicano es un ejemplo de la forma en que prácticas y discursos de la maternidad son reforzados a través de los programas de TMC y los informes evaluativos, basados en verdades científicas en cuanto a las técnicas de crianza y estimulación de la niñez.

 

LAS EXPERIENCIAS Y LAS IMPLICACIONES DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS PARA LAS MADRES EN MÉXICO

El empoderamiento es parte de la agenda posneoliberal. Las imágenes de madres felices, empoderadas y agradecidas llenan las páginas de los documentos de las políticas públicas de Oportunidades. La educación para niñas y la educación de adulto para sus madres, lo que les proporciona un aumento de conocimiento y confianza, es visto como una precondición central para superar la desigualdad de género. Las declaraciones del señor Rogelio Gómez-Hermosillo, el entonces Coordinador Nacional de los programas TMC (2000-2006), revelan la importancia de la educación para la autoestima y el empoderamiento. Él asegura que las madres "Terminaron la escuela secundaria como adultos y ahora tienen más confianza y están orgullosas de ellas mismas. Ese es el significado que el acceso a la educación tiene en la autoestima de las mujeres que nunca imaginaron el estar haciendo sus tareas al lado de sus hijos o nietos" (Coordinación Nacional Programa de Desarrollo Humano, Oportunidades, 2005: 9).

La solución para la superación de la pobreza radica, entonces, en la aumentada autoestima de la madre, la que le permitirá transformarse a sí misma en un sujeto proactivo, proporcionando un ambiente feliz y estimulante en su hogar. Esta noción del uno mismo resuena con el enfoque neoliberal y posneoliberal en recursos de autoayuda destinados a mejorar la desigualdad a través del aumento del gobierno de sí mismo. Barbara Cruikshank, siguiendo el marco teórico de Foucault, considera la autoestima como una "tecnología de ciudadanía y autogobierno" (1996:234). Ella expone que "la autoestima es una tecnología en el sentido que es un conocimiento especializado de cómo valorarse a uno mismo, estimar, calcular, medir, evaluar, disciplinar y juzgarnos a nosotros mismos" (1996:233). Cruikshank asegura que los proyectos dirigidos a la autoestima "prometen entregar una tecnología de subjetividad que resolverá problemas sociales desde el crimen y la pobreza hasta la desigualdad de género al emprender una revolución social, no en contra del capitalismo, el racismo y la desigualdad, sino que en contra del orden del uno mismo y la forma en que nos autogobernamos a nosotros mismos" (1996:97). Del mismo modo, la iniciativa de crear madres mexicanas felices con una aumentada autoestima enmascara la dura realidad de la inestabilidad de la economía mexicana, la precariedad del trabajo, las prácticas continuas de subordinación de la mujer por las relaciones de poderes patriarcales y los altos niveles de pobreza y desigualdad. Este enfoque en el individuo y el automejoramiento despolitiza e individualiza las necesidades sociales. La lucha colectiva por derechos y justicia se convierte en una lucha de las necesidades individualizadas de la familia. Las familias que reciben fondos del TMC, entonces, pueden usar ese dinero para "invertirlo" en el futuro de sus hijos e hijas siempre y cuando se apeguen a las reglas del programa. Es así como la lucha colectiva más amplia contra el neoliberalismo y la pobreza estructura pasa a segundo plano. Esto sucede, no porque los problemas de pobreza son solucionados, sino porque las pequeñas ganancias monetarias logradas por los incentivos de dinero ofrecidos por el TMC para el desarrollo de capital humano de la niñez y de la autoestima de las madres toma mucho tiempo y energía. Esto cambia el enfoque diario a las necesidades individuales de automejoramiento, en lugar de la pugna por cambios estructurales en contra de la desigualdad.

Basándonos en nuestras entrevistas, examinamos cómo las madres interpretaban y respondían a los requerimientos de los programas TMC y cómo la inseguridad y la vulnerabilidad eran experimentadas y enmarcadas por las madres que recibían beneficios de los programas. En las entrevistas, se les pidió a las madres que identificaron qué les gustaba del programa Oportunidades y cuáles cambios le realizarían. Todas las madres expresaron gratitud y felicidad con respecto a su inclusión en el programa. Comentaron cómo las charlas de salud les proporcionaron conocimiento de sus cuerpos, cómo prevenir enfermedades, e información de cómo ayudar a sus hijos. Las madres indicaron que el apoyo económico y la información les permitían "ayudar y proveer para sus hijos". A pesar de expresar claramente su agradecimiento por el apoyo económico, todas las madres indicaron que el dinero no era suficiente para absorber los gastos diarios del hogar y las necesidades básicas de los niños, y que las oportunidades de trabajar eran preferidas al subsidio económico.

Temas de regulación y vigilancia fueron identificados en los datos recogidos durante las entrevistas. Al discutir sus corresponsabilidades dentro del programa, la conversación a veces se tornaba hacia la discusión del rol de los "vocales" del "comité de promoción comunitaria." En cada municipalidad local se establece un comité que actúa como intermediario entre el gobierno y los beneficiarios. El trabajo de los vocales es asegurarse de que las madres cumplan las normas del programa, incluyendo la participación de actividades "voluntarias" de limpieza comunitaria. A través de este programa, las actividades de las madres, en cuanto a su rol de reproducción, social son extendidas a la esfera pública. Las madres deben velar por la limpieza de la escuela, la clínica, la iglesia y cualquier otro recinto indicado por los profesionales de la salud y los vocales. Si bien las actividades de limpieza son consideradas trabajo voluntario y supuestamente no son obligatorias para la mantención de los beneficios, muchas madres no lo percibe así. Muchas se resignan a participar en las actividades voluntarias porque lo ven como una tarea necesaria a cambio de la ayuda monetaria recibida. Una de las madres aseguró que "la vocal nos trata mal, pero me da miedo quejarme por temor a que me saquen del programa". Otra madre expresó: "en este programa, una tiene que trabajar, si yo no hago lo que ellos quieren entonces recibo menos dinero". Si bien algunas madres no expresaron ningún reclamo hacia las vocales, otras hablaron de ellas como un nuevo nivel de autoridad dentro de la comunidad.

Los registros de asistencia que mantienen los profesores y los doctores también pueden ser vistos como medidas que refuerzan el buen comportamiento de las madres, incluso si el profesor o profesional de la salud fuera visto haciendo abuso de su poder. Muchas indicaron que aguantaban el mal trato de enfermeras, doctores y profesores por miedo a que sus quejas fueran a resultar en reducciones de sus pagos de apoyo. Una madre dijo: "la enfermera está siempre de mal genio, nosotros la aguantamos porque tenemos miedo de ella y tenemos miedo de quejarnos por si ella se enterara y luego nos pondría ausentes". Otra madre explicó: "Entrar al programa es una cosa de suerte, entonces me da miedo denunciar a esa gente [profesionales de la salud] porque me echarían la culpa y después se me acabaría la buena suerte". Las respuestas de las madres sugieren que el temor de tener su pago bimestral reducido por medio de hojas de registro que las marcan ausentes opera en la regulación de su comportamiento, aun cuando creen que están siendo tratadas injustamente. Si bien las madres se sienten indignadas, su situación económica las hace vulnerables y, así, muchas no se quejan.

En 2004, el presidente Vicente Fox implementó un mecanismo de transparencia llamado Atención Ciudadana como una medida de responsabilidad en la gestión pública y para atacar la corrupción política. Éste ofrecía a los ciudadanos un número telefónico donde obtener información acerca del programa de TMC y denunciar a los beneficiarios del programa. El centro recibió bastantes llamadas de denuncia de familias, de reporte del mal uso de los fondos y la falta de elegibilidad para el programa. El objeto de este mecanismo, que operaba como una verdadera "línea de soplón," era promover una "cultura de la denuncia." Los antropólogos mexicanos Ivonne Vizcarra y Xóchitl Guadarrama (2007) han encontrado que las denuncias son mayormente dirigidas a madres dentro del programa. En definitiva, el gobierno ha creado un sistema de vigilancia en el que las familias pueden informar al gobierno de las actividades de sus vecinos. La mayoría de las madres entrevistadas indicaron que, aunque sabían de la oficina de Atención Ciudadana, ellas nunca la usaron. Sin embargo, la amenaza de ser reportadas está siempre presente y este mecanismo ha contribuido a la inseguridad y vulnerabilidad de las madres.

Es más, el componente de educación para adultos ha tenido resultados mixtos para las madres. Ellas hablaron de su experiencia como estudiantes de un programa de educación para el adulto. Sus comentarios reflejan el argumento de Kathy Pitt de que la educación para adultos puede ser ambas cosas: gratificante y perseguidora (2002:252). Por ejemplo, la experiencia de aprender fue bienvenida y bien acogida por algunas de las madres. Una de las madres comentó que le encantaba estudiar. Ella notaba un gran avance en sus estudios y pensaba utilizar lo aprendido para establecer un pequeño negocio. Esta madre declaró: "me encanta estudiar y no quiero perder otra oportunidad para obtener una educación". Otras madres no fueron tan entusiastas. Muchas de ellas expresaron que no tenían ni el tiempo suficiente ni la energía para asistir a las clases. Algunas expresaron que sus hijos tenían que ayudarlas con sus tareas. Otra de las madres nos dijo que estudiar le daba dolor de cabeza y la estaba enfermando. Si bien el rendir exámenes es obligatorio, el apoyo del programa no depende de los resultados. Sin embargo, pareciera que estudiar agrega estrés a la vida de las madres.

Pitt (2002) señala que la alfabetización adulta está ligada a formas de autogobierno y presume que las madres están constantemente disponibles para las necesidades y el desarrollo cognitivo de sus hijos. Vizcarra y Guadarrama (2007), basándose en las entrevistas realizadas durante su investigación, sostienen que las madres mazahuas beneficiarias del TMC mexicano están exigiendo el derecho a tiempo. Estos nuevos roles son supuestamente una fuente de empoderamiento para las madres. Sin embargo, en definitiva están dirigidos hacia la obligación, el cambio conductual y la regulación de las madres. En México, el concepto de ser una buena madre es reforzado por la adhesión a las regulaciones del programa, que las instruye a mandar sus hijos a la escuela, hacer sus tareas escolares y ser reeducadas sobre la estimulación cerebral de sus hijos y la salud preventiva. Por un lado, el posneoliberalismo provee algo de inversión en el desarrollo del capital humano de la niñez, pero continúa siendo organizado a partir de principios neoliberales de transferencia de la responsabilidad social al tiempo voluntario de las madres. Por otro lado, el financiamiento a la infraestructura para mejorar escuelas y centros de salud no ha sido incrementado para acomodar las nuevas demandas de los programas de TMC a los sistemas de salud y de educación. Estos recorte en el presupuesto para la educación y la salud son reflejo de las políticas neoliberales de recortes de costos, mientras que las ayudas monetarias para las familias como inversión en la educación de sus hijos expresan las tendencias de las políticas posneoliberales.

 

CONCLUSIONES

A pesar de las diferencias entre los dos contextos estudiados en este artículo, se puede identificar una serie de puntos en común que contribuyen a nuestro entendimiento de los procesos de posneoliberalización y la medidas en que tales procesos representan la continuidad neoliberal y ofrecen posibilidades para un mejor apoyo del Estado para las familias y las madres.

En ambos casos, los procesos de gobernanza a través de los cuales se forma la subjetividad posneoliberal incluye vigilancia e intervención, tanto como los intentos de involucrar a los sujetos como participantes activos en su propia autorregulación, y de este modo se asemejan a las modalidades de la organización de la subjetividad colectiva neoliberal prevalentes en el pasado. Las prácticas de maternidad intensiva, que forman parte del ideal de ser padres de clase media, y por las cuales los niños de clase media tienen más probabilidades de beneficiarse, son acogidas (hasta cierto punto) por las madres de clase media, y son promovidas de maneras más coercitivas a través de la educación y la vigilancia en el caso de madres de escasos recursos económicos tanto en Canadá como en México. Las campañas educativas aquí descritas, y las prácticas que surgen en torno a ellas, no sólo proveen información; también apuntan a cambiar la cultura predominante con respecto del comportamiento adecuado de las madres; por lo tanto, contribuyen a la creación de ciudadanos autodisciplinados, autosuficientes, y capaces del automejoramiento tanto en el presente (las madres) como en el futuro (sus hijos).

En ambos casos estudiados, las madres eran el blanco principal de los esfuerzos del Estado para aumentar el potencial de los niños, y las responsabilidades adicionales que acompañaban esta meta recaían en los hombros de las madres, y no en los padres o el Estado. Por lo tanto, estos procesos parten de y contribuyen a ideales culturales de la maternidad, la desigualdad de género en la familia y la intensificación de la crianza. También estos procesos hacen que la responsabilidad por los males sociales recaiga en el individuo, en las mujeres en particular, no en la sociedad. El fracaso llega a ser individualizado y feminizado, y las madres que no utilizan las oportunidades proporcionadas por las campañas educativas no pueden culpar a nadie más que a sí mismas por sus dificultades y las futuras dificultades de sus hijos.

El aumento de trabajo resultó en un aumento del estrés para las madres en ambos contextos. Lo que no ha sido tratado en el discurso que rodea las campañas educativas es el hecho de que la crianza intensiva funciona mejor para madres con amplios recursos y mucho tiempo en sus manos. Se presume que las madres están siempre disponibles para las necesidades de sus hijos, y se ignora el hecho de que la mayoría de las madres tienen muchas responsabilidades que pueden incluir el cuidado de ancianos, trabajo remunerado y el cuidado simultáneo de varios hijos. Las mujeres en ambos contextos nacionales describieron la colonización de su tiempo como resultado de las responsabilidades adicionales, y las consecuencias negativas que esto tenía para su salud emocional y física.

Por último, es importante destacar que en ambos casos existe la posibilidad de derivar beneficios reales para los niños y sus familias a raíz de las inversiones hechas por los Estados. No cabe duda de que estas políticas posneoliberales han producido algún mejoramiento para las mujeres y beneficios para la niñez, ya sea un aumento en los ingresos familiares, la prevención de enfermedades, o la provisión de información para la crianza. Es más, existe el potencial, especialmente en la situación canadiense, para la apropiación del discurso que rodea la inversión en la niñez a fin de buscar un aumento en el nivel de asistencia social, en la disponibilidad de servicios estatales para educación y cuidado en la edad temprana, y en subsidios para los padres. No es de extrañar entonces, que los procesos examinados en estos estudios de caso actúan tanto para reforzar como para desafiar la hegemonía neoliberal. A pesar de lo que se puede concluir con respecto de la medida en que las políticas, programas, discursos y prácticas aquí examinadas representan una evolución más allá del neoliberalismo, la evaluación de los procesos en sí puede contribuir a mejorar nuestro conocimiento de las diversas vías de cambio en la gobernanza neoliberal sus consecuencias y el espacio potencial de resistencia que generan.

 

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Notas

1 Los datos para la sección de este artículo dedicado a Canadá fueron recolectados, en parte, de entrevistas realizadas en 2004 con 14 madres de niños que participan en programas preescolares en el sur de Ontario, con el fin de explorar sus experiencias recientes con la información de consejo para la crianza. Las entrevistas fueron semiestructuradas, con preguntas mayormente abiertas, y duraron un promedio de dos horas. La mayoría de las madres proceden de familias con padre y madre y con ingresos más altos del promedio nacional; todas tenían educación postsecundaria. Los datos para la sección del artículo dedicada al caso mexicano fueron derivados de entrevistas realizadas en 2005 con 65 madres pobres, beneficiarias del programa mexicano de Transferencia Condicional de Efectivo. Las entrevistas duraron entre 25 y 40 minutos. Las autoras agradecen el financiamiento de la Universidad de Wilfrid Laurier que hizo posible sus investigaciones.

2 Entre 1997 y 2000, el programa mexicano de CCT fue conocido como Progresa; desde 2000 en adelante, el programa se llama Oportunidades. El programa de CCT y Oportunidades serán usados de forma intercambiable durante el artículo.

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